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Paso de la antropología filosófica a la cultural Karl Jaspers El paso de la antropología filosófica a la cultural. Recordemos que este tema debemos pensarlo como un desplazamiento: desde un planteo filosófico a uno antropológico. Este desplazamiento puede tener, según los autores que veamos, distintos pasos: de una idea filosófica a otra filosófica-antropológica a otra antropológica-cultural. De cualquier manera, se trata de ver cómo de un planteo de la filosofía terminamos abordando un problema de la cultura. El plus. Tomaremos autores de la antropología filosófica y para ver qué elementos nos aportan para pensar al hombre en tanto hombre, al hombre en su diferencia con el animal. Pero también, buscaremos que aparezca un plus, algo más en términos cualitativos o cuantitativos. ¿Por qué hay un plus? Por ejemplo, podemos pensar en la materia de la que estamos hechos tanto plantas, animales y hombres. La materia se ha complejizado de modo tal que en los primates superiores y nosotros hay algo distinto que permite conductas nuevas. Esto quiere decir, por ejemplo, que entre el mono y el humano hay una diferencia material, hay más desarrollo, más complejización, y no necesariamente algo distinto. Nietzsche decía: el mono está por detrás del hombre. Es en el marco del substrato material que me emparienta con el animal que hay en el hombre una complejización de esa materia. O, por el contrario, otra perspectiva, es pensar que entre el mono que tengo por detrás y yo, lo que hay es un salto de otro orden que de carácter material, algo heterogéneo que se mete en el vínculo entre el animal y yo, porque hay en el hombre una categoría de carácter espiritual, una huella de Dios, el Espíritu o Absoluto, algo que viene de otro orden y que el animal carece. Aquí aparece en el humano un plus que no se encuentra en el animal. La diferencia ya no es una cuestión cuantitativa, de complejización, sino de que el humano tiene algo de otro orden, heterogéneo, con respecto al animal. Hay que preguntar por ese plus, el plus puede ser interrogado, es interrogado, por la antropología filosófica. O bien la respuesta al plus supone una perspectiva materialista, donde sólo hay materia y lo que ocurre es que hay una mayor o menor complejización de la materia (pero la materia sigue siendo eso que nos sostiene a todos); o bien, por el contrario, puedo rezar, pintar, dar un beso o insultar, cosas que los animales no pueden hacer, y esto es porque hay en mí una marca heterogénea distinta, una diferencia de cualidad, y entonces estaremos en una perspectiva espiritualista. Jaspers Habrá un doble desplazamiento o apropiación. Porque si uno toma el texto que nosotros queremos tomar, el texto de Jaspers que se llama La Filosofía, desde el punto de vista de la existencia, uno encuentra un texto vinculado a una introducción a la filosofía, un libro canónico y emblemático, sobre todo el capítulo "Los orígenes de la filosofía". Vamos a apropiarnos de este capítulo y lo vamos a llevar a un terreno antropológico. Primero hay que explicarlo tal como aparece en el libro, y luego haremos nuestro desplazamiento. Lo primero que hace Jaspers, luego de pintar a la filosofía en el capítulo uno, en el capítulo dos que es el de los orígenes de la filosofía, hace una distinción entre comienzo y origen. Sobre todo porque son palabras que se pueden llegar a confundir, sobre todo si por detrás de las palabras pensamos una cuestión temporal. Jaspers diferencia comienzo y origen y alude al comienzo como una cuestión histórica, vinculado a una fecha de iniciación, de inicio. Juega el concepto de comienzo en el marco de un esquema temporal, como si se tratara de la partida de nacimiento de la filosofía. Entonces hay que decir que el comienzo se dió en el siglo VI A.C., en Jonia, en Mileto, con Tales, etc. Cuando Jaspers explica el origen, esto no va a tener que ver con una cuestión histórica, no va a tener que ver con un esquema temporal, sino que en el marco de una metáfora, va a pensar el origen como un manantial, como una fuente de donde surge el impulso a filosofar, sobre todo porque ya ha venido diciendo en el libro que la filosofía es un movimiento, un impulso, que interroga y pregunta. Hay ciertos tópicos, ciertas fuentes, núcleos de problematización de donde surge el impulso a filosofar. Enumera los cuatro orígenes: admiración, duda, situaciones límite y comunicación entre los hombres. Admiración o asombro o maravilla Las tres acepciones significan lo mismo. Esto está emparentado con la conciencia de no saber. No se trata de la maravilla entendida desde una perspectiva coloquial donde aparece como maravillosa la obra de arte, o como cuando decimos "qué maravilla el recital". El concepto de maravilla asociado al de asombro tiene que ver con la conciencia de no saber, con la perplejidad que me despierta ta panta, todas las cosas, lo real en su conjunto. A menos que esté muy adormecido, las cosas me dan que pensar en la medida en que me asombran. La capacidad de asombro es lo que nos diferencia de los animales que no se asombran. Aquí vemos una primera apropiación antropológica: sólo el hombre es consciente de que no sabe, la conciencia que tenemos de nosotros mismos incluye la conciencia de no saberlo todo, que el mundo nos sobrepasa en su complejidad. Sigamos con el texto de Jaspers. Él coloca en el mundo griego a este origen. Se trata de un origen muy griego. La maravilla es ese primer impacto que produce lo real, el kósmos. Y ahí aparecen entonces los presocráticos interrogándose acerca del fundamento del kósmos, de la naturaleza. El asombro supone una relación entre el hombre y el objeto, el objeto que impacta, algo de ta panta (la libertad, la injusticia, el cielo, etc.), cualquier cosa que me impacte y me dé que pensar. El hombre enfrenta aquello que le da que pensar, toma esta posición, y se genera una distancia, un hiato, entre el Sujeto que se admira y el Objeto que produce la admiración. En esta distancia cabe el asombro, la pregunta. La distancia es impensable en el animal, el animal está fundido con el objeto, no puede haber distancia, no puede tomar distancia (Scheler dirá "incrustado en la naturaleza"). El animal y la naturaleza constituyen una mismidad estructural (Scheler), mientras que el hombre rompe ese esquema de mismidad. El hombre se enfrenta a la naturaleza y es testigo del acontecer de lo real. Como el hombre puede generar esta distancia puede preguntar. Más adelante veremos el planteo de Scheler: así como el caracol lleva a cuestas la casa, el animal lleva la naturaleza a cuestas. El hombre es el único que puede salir de la fijación, separarse y enfrentar la naturaleza para interrogarla. Esta distancia además es lo que permitirá hacer algo con la naturaleza. Pensemos esto desde un sentido cultural. Las cosas me dan que pensar. Por ejemplo, la muerte. Ese Objeto al que me enfrento puede ser, por ejemplo, la muerte. Solo el hombre puede tener una relación con la muerte. A partir del asombro que la muerte me despierta, de esta perplejidad que me devuelve mi propio ser para la muerte, respondo culturalmente: la pinto, la espero, me suicido, la musicalizo, la ritualizo, la explico en un tratado. Todo esto es del orden la cultura. La duda Debemos recordar aquí a Descartes. Jaspers dice: se ha construido conocimiento, los griegos, el medioevo, etc., han dado respuestas acerca de qué es lo real, de eso que me impactó en primer término. Se construyó un edifico del conocimiento. Llega un punto en el siglo XVII donde el hombre va a problematizar, a preocuparse, por el criterio de verdad, por la validez de esos conocimientos. El hombre va a poner en duda el edificio del conocimiento. Descartes además elegía un método que era la propia duda. La duda es el método que me permite poner bajo sospecha los conocimientos adquiridoshasta alcanzar un conocimiento evidente. Este origen, la duda, está relacionada dominantemente con el mundo moderno (así como el origen lo estaba con el griego). Se trata de una duda gnoseológica, que se refiere a la posibilidad del conocimiento verdadero. Hasta aquí Jaspers. ¿Cómo podemos llevar esto a un aprovechamiento antropológico? Vamos a pensar la duda no desde una perspectiva gnoseológica sino existencial. Dudar no es sólo dudar desde los parámetros del conocimiento sino que somos capaces de dudar existencialmente, de nuestro estilo de vida, de nuestros sistemas de creencias, de la validez o la continuidad de nuestras costumbres. Puedo llegar a dudar de nuestro ethos, de nuestro modo de vida, manera de vivir, actitud de vida, costumbre. Puedo a mí mismo ponerme entre paréntesis. Puedo soportar una intemperie antropológica por la duda, puedo quedarme desnudo para empezar a vestirme de nuevo, puedo poner en duda las convicciones más fuertes, sostenedoras, que representan mi soporte existencial. Por ejemplo, poner en duda la existencia de Dios, la continuidad de la vida que tenemos, la profesión, por ejemplo, o la sexualidad o la identidad de género. Poner entre paréntesis eso me dejaría desnudo existencialmente. El hombre es el único que se puede animar y sostener, no sin dolor, a poner en duda esos elementos más estructurantes y básicos. Al animal no se le ocurre dejar de ser lo que es. Pero yo puedo dejar de ser heterosexual, o dejar de ser mujer y adquirir una nueva identidad y hasta un nuevo cuerpo. Ponerse en duda es la puerta para reinventarse, dejar de ser lo que era para pasar a ser otra cosa, eso es propiamente una capacidad humana. Desplazamos la duda del modelo gnoseológico hacia uno antropológico. Hay un tercer desplazamiento, y esto es pensar que cada una de esas nuevas construcciones sobre mí mismo y sobre el mundo que hago en ese gesto de reinvención son productos culturales, me instalan como un sujeto cultural, como un tejedor de sentido, porque en última instancia, cuando dudo, dudo de un sentido que estaba esclerosado, naturalizado. Como no podemos, por otro lado, vivir en el sinsentido, invento un nuevo sentido. Y eso que inivento, desde una perspectiva cultural, son nuevas formas culturales: modelos de familia distintos, identidades novedosas, prácticas, etc. Situaciones límites Situaciones inevitables, situaciones más allá de las cuales no puedo ir, situaciones que se me imponen por mi propia condición de hombre. No forman parte de un repertorio de situaciones que yo elija o pueda modificar, sino que me resta afrontar. Las situaciones límite son todas aquellas que revelan el carácter finito de mi existencia, es decir, que no somos completamente dueños de nuestra existencia. Existimos, cada uno, sin quererlo, sin haberlo elegido; existimos, y nuestra existencia es contingente, podría no estar; existimos, y nuestra existencia es limitada, precaria, frágil: perfectamente mi cuerpo se puede enfermar demostrándome que existo en un ser que está más allá de mi poder. Entre estas situaciones, la muerte es la que nombra con más fuerza Jaspers, así como la contingencia humana de poder estar o no estar. Hablamos de situaciones límite en un doble sentido: por la condición de inevitabilidad, porque en tanto seres finitos no podemos evitarla, y límite porque representa el límite humano por excelencia, mi finitud. Las situaciones inevitables que revelan el carácter finito de mi existencia. Las situaciones límite ya son parte de una cuestión antropológica y en este sentido no hay un desplazamiento propiamente dicho hacia la antropología filosófica. Con el asombro estábamos en terreno metafísico, que es el campo de la filosofía que se pregunta por el ser. En el asombro, lo que está en juego es una pregunta por el ser de las cosas. En la duda, estábamos en un terreno gnoseológico, interrogándonos por los conocimiento y explicaciones que nos damos de por qué las cosas son como son, o de qué son las cosas. La situaciones límites son ya una cuestión antropológica, se inscriben en un terreno antropológico. Estas situaciones ya están inscritas en un suelo antropológico y por eso no hay un segundo desplazamiento. Sí podemos pensar cómo, a partir de las situaciones límites, aparecen cuestiones culturales. Por ejemplo, si la muerte es mi límite, lo que me hace ser de alguna manera, los rituales, fiestas de los muertos, modelos de cremación, definen culturalmente mi relación con la muerte. La muerte es un elemento subjetivamente porque me hace sujeto, estoy sujeto a morirme. El vínculo que entablan los hombres con la muerte produce elementos culturales: rituales, relatos, pinturas, etc. Los rituales funerarios son un ejemplo bien claro: podemos incinerar, enterrar, comer, etc. Entierros en la ciudad, lejos de la ciudad, individuales, colectivos, etc. Un conjunto de construcciones culturales que surge a partir de mi relación con la muerte. Todo ese material vinculado a la muerte y a la afección que la muerte me produce me convierten en un hacedor de cultura. Comunicación entre los hombres Tampoco aquí habrá un segundo desplazamiento hacia la antropología filosófica, porque este origen es de matriz antropológica. No hablaremos de una comunicación lingüística, de una actitud comunicacional en la línea de las teoría de la comunicación. No hablamos de una comunicación vinculada a la teoría de los signos, ni a comunicar con palabras. Esta comunicación que propone Jaspers no es una competencia comunicacional. Jaspers no piensa desde esta perspectiva lingüística (aunque esto pueda ser un rasgo antropológico). No piensa la comunicación como lo que pasa de intelecto a intelecto. Por ejemplo, en una clase decimos que hay una comunicación de intelecto a intelecto. Jaspers alude a una comunicación de corazón a corazón. Hay que pensar el corazón como el núcleo íntimo de la persona. Hay que recordar que Jaspers es un existencialista cristiano, y para él el corazón es el núcleo vivo que me convierte en persona. Esta comunicación de corazón a corazón es de persona a persona, de núcleo íntimo a núcleo íntimo. En última instancia, es el reconocimiento del otro como par antropológico. Los únicos que tenemos conciencia de nuestra naturaleza padeciente somos los humanos. El otro es un padeciente como yo. Pathos, en griego, quiere decir afección. Somos padecientes porque somos los que podemos ser afectados, podemos sentir el mundo. Esta conciencia del otro como par antropológico, podemos pensar, es el fundamento mismo de la sociedad y la cultura. Somos los únicos seres que vivimos con otros, que entendemos que nuestro ser depende de un par. En el caso de las “sociedades” de insectos, por ejemplo no hay verdadero orden social o cultural porque cada individuo es una pieza independiente del resto, cumpliendo una función como engranaje de una totalidad. El humano, por el contrario, es junto a otro y puede sentir empatía por el otro, ponerse en su lugar, compartir, trabajar conjuntamente, etc.
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