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Paso de la antropología filosófica a la cultural Max Scheler La pregunta por lo que es el hombre es una pregunta que nos permite despegar al hombre del animal. La pregunta qué es el hombre nos lleva a la diferencia entre el hombre y el animal. Sabemos que lo que tenemos que hacer es abordar una serie de autores que den cuenta de qué es el hombre y de cuál es la diferencia entre el hombre y el animal. Al hacer esto daremos cuenta de ese plus que caracteriza al hombre. Este plus es el que llevamos al concepto de cultura, para pensar al hombre como sujeto de cultura, para pensar al hombre como hacedor de cultura. Del corazón de la antropología-filosófica sacamos elementos que nos permiten comprender al hombre como ser cultural, que es una cuestión que aborda la antropología cultural. Empezamos la clase anterior con Jaspers. Allí hubo un desplazamiento, hubo una apropiación porque comenzamos leyendo el texto de Jaspers, La Filosofía. Distinguimos la diferencia entre comienzo y origen. Vimos que postulaba cuatro orígenes: el asombro, la duda, las situaciones límite y la comunicación entre los hombres. Estos orígenes eran entendidos como una fuente o manantial de donde surge el impulso a filosofar. De estos orígenes hicimos una lectura antropológica, o una apropiación textual, para pensar estos orígenes como bisagras o hitos antropologizantes. Esto quiere decir cómo estos orígenes me constituyen como humano, como anthropos. Max Scheler Nuevamente veremos un filósofo que se preocupa sobre qué es el hombre y eso nos permitirá pensar al hombre como un hacedor de cultura. Scheler es un autor canónico, tradicional, en un curso de antropología filosófica. Un pensador del siglo XX. Vamos a empezar explicando el título del libro de Scheler que se llama El puesto del hombre en el cosmos. Vamos a trabajar con un horizonte griego, aunque Scheler no lo haga, y entonces pensaremos estas dos palabras: puesto y cosmos. Puesto alude a territorio, lugar; al campo lexical de la palabra griega tópos. Tópos es territorio, lugar, ámbito, pero también quiere decir condición, estatuto, rol. Por lo tanto, si sobrevolamos el campo de la palabra, lo primero que tenemos es el puesto en tanto territorio que el hombre ocupa a partir de su condición, de su estatuto, de su rol. Cosmos, del griego kósmos, es orden, universo. El puesto del hombre en el cosmos es el lugar que el hombre a partir de su condición ocupa en el orden en el universo. Hasta aquí el título. En el texto, Scheler estudia los grados del ser psicofísico. Scheler piensa estos grados a partir de la planta como el menor grado del ser psicofísico hasta avanzar por distintos animales, llegando a los animales más complejos, como los primates superiores, y finalmente hasta llegar al hombre. Del menor grado del ser psicofísico, aquel grado donde encontramos el impulso activo (de afección) en la planta que la lleva a un impulso vital de crecimiento (la planta que busca la luz, que absorbe el agua, etc.), una mínima estructura de impulso vital que se lee en su crecimiento y desarrollo, hasta el espíritu del hombre. Si seguimos avanzando en esa escala de animales, encontraremos animales con capacidad de memoria asociativa. En esta memoria asociativa estaría la primera novedad en el reino animal frente al reino vegetal. Si seguimos en estos grados de ser psicofísico al recorrer el reino animal, puedo encontrar en el animal inteligencia práctica. Hay un impulso afectivo que quiere decir que los animales tienen algo más en relación a la planta, la memoria asociativa, y otros con mayor complejidad, inteligencia práctica como los primates. Esto quiere decir que existe una escala en la complejización del ser psicofísico. Si vamos al hombre debemos recordar el plus que tiene. El plus podía ser del orden materialista, es decir, que la materia se va complejizando. O, este plus podía inscribirse en un horizonte espiritualista, y entonces lo que pasa a nivel del hombre es otra cosa que el desarrollo en la materia. Scheler trabaja en un línea de tipo espiritualista. Entre la inteligencia práctica de los primates superiores y el hombre que tiene capacidades superiores en relación a los más desarrollados de los animales, hay una diferencia cualitativa. No es que la materia se sigue complejizando, sino que ha entrado en el discurso un elemento de otro orden constitutivo de lo humano, inexistente en la planta, la abeja, la rata o los primates superiores. Se trata de una cosa de otro orden, y eso es el espíritu, una condición exclusivamente antropológica. Un espíritu que arroja una consecuencia que es que el humano puede lograr la objetivación, esto es, darle al objeto la entidad de objeto, saber que un objeto tiene entidad, naturaleza de objeto. Una segunda consecuencia tiene que ver con la conciencia de sí. El hombre es capaz de reconocer al objeto con todo el peso entitativo, y además, tiene conciencia de sí mismo. El hombre es capaz de reconocerse como sí propio, un sí mismo diferente del objeto. Esto es el proyecto global de la obra de Scheler. El libro recorre los distintos grados del ser que van de la planta al humano. Algo del orden del bios, de la vida, está presente en todos estos seres, aunque en el humano entra un elemento de carácter espiritualista. Vamos a pensar ahora en nuestro esquema que es pensar la diferencia entre el hombre y el ser psicofísico, el animal. Es importante entender que existe una misma base o substrato material entre ambos. Pero si pensamos al animal, dice Scheler, el animal está incrustado en la naturaleza, mientras el hombre es capaz de un extrañamiento en relación con ella. Siguiendo con las comparaciones, diremos que el hombre tiene mundo mientras el animal tiene naturaleza, el animal tiene medio físico, el animal tiene hábitat. 1. Humano extrañado-Animal incrustado 2. Mundo-Naturaleza 3. Morar, existir- durar. 1. El animal está incrustado en la naturaleza y esto quiere decir que la naturaleza constituye su prolongación, sin que exista un hiato entre el animal y la naturaleza. Así como el caracol lleva a cuestas su casa, el animal lleva a cuesta su naturaleza. Por ejemplo, entre la gaviota y el aire existe una mismidad estructural, hay una fusión entre el individuo y el medio. Aunque no sea una terminología de Scheler, es importante entender que en el animal no hay posibilidad de que exista un otro. El animal está suturado con la naturaleza. El animal esta incrustado, fundido en la naturaleza, sin la posibilidad de convertirla en objeto, sin la capacidad para superar el límite que la naturaleza le impone. El mono morirá mono, la hormiga morirá hormiga. Pero por ejemplo, el humano puede dejar de ser lo que es para ser otra cosa. El humano puede traspasar el límite que la naturaleza le impone. Por ejemplo, en las identidades de género. El animal no puede zafarse del corcet que la naturaleza le impone. El animal está unido estructuralmente y por eso constituye una unidad simbiótica con la naturaleza. El hombre por el contrario es capaz de disolver esa sutura, enfrentar a la naturaleza y generar un hiato en el medio. Esto es del orden del extrañamiento, de la distancia. El ex significa salirse. El hombre puede extrañarse porque puede salirse de la naturaleza. El hombre es el único que puede resistir el límite de la naturaleza, transformar la naturaleza. El hombre no está pegado, sino que tiene infinitas posibilidades de resistir el límite que nos impone la naturaleza, el determinismo que impone la naturaleza. Podemos traer a Nietzsche, algo que dice en La Genealogía de la Moral. Allí dice Nietzsche que las cosas están sin esencia, no hay esencias. Las cosas siempre pueden ser otra cosa. El hombre, al extrañarse, puede separarse de la naturaleza, objetivarla, transformarla y convertirla en otra cosa. Las cosas están sin esencia,y entonces ese ir esencializándolas, ese irle dando múltiples sentidos posibles, eso también nos habla de no estar pegados a la naturaleza. El humano tiene un infinito universo que se abre al no estar incrustado. La naturaleza siempre tiende a tirarme para abajo, de sostenerme acá, en esto que soy. El hombre puede salir de allí. Un día el hombre fracturó el determinismo del medio físico y pudo volar. Esta apertura, eso nuevo que hace el humano, es lo que se inscribe en el orden de la cultura. Esa caja de herramientas que tengo para superar el límite de la naturaleza se inscribe en el orden de la cultura. 2. Por todo esto, hay que decir que el hombre tiene mundo. El mundo nada tiene que ver con una dimensión geográfica, como si el mundo se tratara de algo geográfico o tuviera que ver con una dimensión catastral, esto es, un dispositivo de espacialización que tienen las municipalidades. Como la casa de cada uno que es un pequeño mundo que tiene una marca catastral. No hay en realidad dimensión espacial en el mundo, no se trata de ese tipo de mundo. Mundo será una dimensión significante. El mundo es humano, es una marca antropológica. El mundo es en última instancia lo que resulta de la capacidad del hombre de otorgar sentido. El mundo es aquello donde habita el sentido que solamente el hombre puede otorgar. Por eso no hay mundo animal. No sería correcto, desde esta lectura, hablar del mundo animal, del mundo de las abejas. Mundo es una categoría humana, una categoría antropológica. La noción de mundo está íntimamente relacionada con la noción de sentido. Sólo los hombres otorgan sentido. De allí que, en contraposición a esta categoría de mundo, decimos que el animal tiene naturaleza. El animal tiene hábitat, se adapta a un hábitat. Si mi nivel de adaptación, en tanto humano, es muy elevado empiezo a parecerme a una gallina. Cuanto más adaptado estoy, menos posibilidades tengo de esa ruptura con la naturaleza propia del hombre. El hombre puede darse una morada. En términos de Heidegger, puede darse un pago, es decir, esa relación entrañable con un pago chico, un mundo propio. Una morada en el sentido de un domicilio existencial que nada tiene que ver las características de magnitud que pueda tener la casa. La morada es el lugar donde tejí sentido, allí me encuentro, me reconozco. El pago es ese espacio cargado con un sentido, independientemente de las características físicas de la casa. El mundo tiene que ver con una trama de sentido que lo convierte en mi mundo, un mundo significativo para mí y para los otros hombres. El animal no puede hacer esto. El animal está arrojado en el medio y, aunque lo modifique, nunca será consciente de esa transformación, esto es, no se convierte el medio en una morada, en un mundo. El mundo es morada, albergue existencial, de ese albergue que me cobija de esa desnudez antropológica que parece ser un destino frecuente para el hombre. Quedar desnudo y tener que dar las cartas de nuevo. Aquí podemos pensar en la canción a Sabina Mas de cien mentiras (abajo, letra completa). Todo eso que dice la canción es la cultura, son las mentiras en el sentido de creaciones, en el sentido fuertemente nietzscheano de ficciones, de las invenciones que hace el hombre. Sin esas mentiras queda la desnudez existencial, como dice Sabina, cortarse de un tajo las venas. Para no caer en esa anda, es preciso inventar esas mentiras. 3. La casa como el lugar del sentido, donde habita lo simbólico. El hombre mora, existe, con conciencia de sí, de su temporalidad. El existir implica al mismo tiempo tener conciencia de temporalidad, esto es, conciencia de estar atravesados por el tiempo. Lo que quiere decir, por otra parte, que sabemos de nuestra propia finitud. Ser consciente del tiempo es ser consciente de mi muerte, lo que Heidegger llamo un ser-para-la-muerte, la muerte solo cobra sentido para el hombre. El animal puede tener percepción del peligro, pero la asociación de la finitud, eso patético, en el sentido del término griego pathos de donde viene patético, que es afección y sentimiento, no lo tiene. Este sentimiento, este verme afectado por la muerte, es algo exclusivamente humano. Porque solo el humano es consciente del tiempo, de la finitud. El animal carece de esa Más de cien mentiras Joaquín Sabina Tenemos memoria, tenemos amigos, Tenemos los trenes, la risa, los bares, Tenemos la duda y la fe, sumo y sigo, Tenemos moteles, garitos, altares Tenemos urgencias, amores que matan, Tenemos silencio, tabaco, razones, Tenemos Venecia, tenemos Manhattan, Tenemos cenizas de revoluciones Tenemos zapatos, orgullo, presente, Tenemos costumbres, pudores, jadeos, Tenemos la boca, la lengua, los dientes, Saliva, cinismo, locura, deseo Tenemos el sexo y el rock y la droga, Los pies en el barrio, y el grito en el cielo, Tenemos Quintero, León y Quiroga, Y un bisnes pendiente con Pedro Botero Más de cien palabras, más de cien motivos Para no cortarse de un tajo las venas, Más de cien pupilas donde vernos vivos, Más de cien mentiras que valen la pena Tenemos un as escondido en la manga, Tenemos nostalgia, piedad, insolencia, Monjas de Fellini, curas de Berlanga, Veneno, resaca, perfume, violencia Tenemos un techo con libros y besos, Tenemos el morbo, los celos, la sangre, Tenemos la niebla metida en los huesos, Tenemos el lujo de no tener hambre Tenemos talones de Aquiles sin fondos, Ropa de domingo, ninguna bandera, Nubes de verano, guerras de Macondo, Setas en noviembre, fiebre de primavera Glorietas, revistas, zaguanes, pistolas, Qué importa, lo siento, hasta siempre, te quiero, Hinchas del atleti, gángsters de Coppola, Verónica y cuarto de Curro Romero Más de cien palabras, más de cien motivos Para no cortarse de un tajo las venas, Más de cien pupilas donde vernos vivos, Más de cien mentiras que valen la pena Tenemos el mal de la melancolía, La sed y la rabia, el ruido y las nueces, Tenemos el agua y, dos veces al día, El santo milagro del pan y los peces Tenemos lolitas, tenemos donjuanes; Lennon y McCartney, Gardel y LePera; Tenemos horóscopos, Biblias, Coranes, Ramblas en la luna, vírgenes de cera Tenemos naufragios soñados en playas De islotes sin nombre ni ley ni rutina, Tenemos heridas, tenemos medallas, Laureles de gloria, coronas de espinas Más de cien palabras, más de cien motivos Para no cortarse de un tajo las venas, Más de cien pupilas donde vernos vivos, Más de cien mentiras que valen la pena Tenemos caprichos, muñecas hinchables, Ángeles caídos, barquitos de vela, Pobres exquisitos, ricos miserables, Ratoncitos Pérez, dolores de muelas Tenemos proyectos que se marchitaron, Crímenes perfectos que no cometimos, Retratos de novias que nos olvidaron, Y un alma en oferta que nunca vendimos Tenemos poetas, colgados, canallas, Quijotes y Sanchos, Babel y Sodoma, Abuelos que siempre ganaban batallas, Caminos que nunca llevaban a Roma Más de cien palabras, más de cien motivos Para no cortarse de un tajo las venas, Más de cien pupilas donde vernos vivos, Más de cien mentiras que valen la pena
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