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lazarillo (Tercer tratado al séptimo tratado)

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Tratado tercero
Cómo Lázaro se asentó con un escudero y de lo que le acaeció con él
De esta manera me fue forzado sacar fuerzas de flaqueza, y poco a poco, con ayuda de las buenas gentes, di conmigo en esta insigne ciudad de Toledo.Y, mientras estaba malo, siempre me daban alguna limosna; mas, después que estuve sano, todos me decían:
-Tú, bellaco y gallofero eres. Busca, busca un buen amo a quien sirvas.
«¿Y adónde se hallará ése -decía yo entre mí-, si Dios agora de nuevo, como crió el mundo, no le criase?»
De repente se topa con un escudero que iba por la calle, con razonable vestido, bien peinado, su paso y compás en orden. Miróme, y yo a él, y díjome:
-Muchacho, ¿buscas amo?
Yo le dije:
-Sí, señor.
-Pues vente tras mí -me respondió-, que Dios te ha hecho merced en topar conmigo; alguna buena oración rezaste hoy.
Fueron a la iglesia y luego a una modesta casa, donde conversaron y Lázaro le inventa una historia mucho más honorable de su vida. Lázaro se pregunta si este amo será malo y lo que pensó para no irse de la casa del clérigo (lo de no dejarlo por no caer en un peor amo). Finalmente, allí lloré mi trabajosa vida pasada y mi cercana muerte venidera. Ambos comieron un bollo de pan cada uno y le dio de beber agua. Más tarde, se durmieron los dos juntos en una pésima y pobre cama.
Al próximo día tampoco desayunaron y el escudero salió temprano pues tenía que ir a misa. Al ver Lázaro marcharse a su nuevo amo, dice que su amo era una persona que fingía honra y disimulaba ser muy noble, pero lo que aparentaba el escudero no era realidad, pues era un hombre vago que no tenía dinero. «¡Bendito seáis Vos, Señor -quedé yo diciendo- que dais la enfermedad y ponéis el remedio! ¿Quién encontrará a aquel mi señor que no piense, según el contento de sí lleva, haber anoche bien cenado y dormido en buena cama, y, aunque agora es de mañana, no le cuenten por muy bien almorzado? ¡Grandes secretos son, Señor, los que vos hacéis y las gentes ignoran! ¿A quién no engañará aquella buena disposición y razonable capa y sayo? ¿Y quién pensará que aquel gentil hombre se pasó ayer todo el día sin comer con aquel mendrugo de pan que su criado Lázaro trajo un día y una noche en el arca de su seno, do no se le podía pegar mucha limpieza, y hoy, lavándose las manos y cara, a falta de paño de manos, se hacía servir de la halda del sayo? Nadie por cierto lo sospechará. ¡Oh Señor, y cuántos de aquéstos debéis Vos tener por el mundo derramados, que padecen por la negra que llaman honra, lo que por Vos no sufrirán!»
Mientras Lázaro se encontraba llenando un jarro con agua en el río pudo ver que al otro lado se encontraba el escudero con dos mujeres fingiendo ser noble. Estas dos mujeres buscaban poder comer gratis, pero al descubrir que este hombre no tenía dinero rápidamente lo dejaron. Lázaro no se molesta con el escudero de que este no le de comida, pues no le da comida porque no puede, no porque no quiere.
Lázaro se encontraba solo cerca de las dos de la tarde, cuando empezó a tener hambre; por lo que decidió ir a pedir dinero y comida a las casas adineradas. Así llego a la casa con mucha comida y cuando el escudero le pregunto donde había estado este le respondió que pidiendo limosna, el escudero le dijo que estaba bien, pero que la gente no notase que era el criado de él.
Cuando Lázaro empieza a comer, el amo al ver la comida, y por no haber comido nada, empieza a alabar los modales de Lázaro para poder conseguir algo que comer. A Lázaro le da pena el escudero y se siente identificado con él, por eso le convida la mitad de su comida.
Y por evitar prolijidad, de esta manera estuvimos ocho o diez días, yéndose el pecador en la mañana con aquel contento y paso contado a papar aire por las calles, teniendo en el pobre Lázaro una cabeza de lobo.
Contemplaba yo muchas veces mi desastre, que, escapando de los amos ruines que había tenido y buscando mejoría, viniese a topar con quien no sólo no me mantuviese, mas a quien yo había de mantener. Con todo, le quería bien, con ver que no tenía ni podía más, y antes le había lástima que enemistad. (Lázaro un día revisa el monedero del escudero y descubre que no tiene dinero y que nunca tuvo, hizo esto para ver si no era tacaño. Al ver lo anterior descubre que como no tiene nada, no lo puede odiar y le tiene pena)
«Éste -decía yo- es pobre, y nadie da lo que no tiene; mas el avariento ciego y el malaventurado mezquino clérigo, que, con dárselo Dios a ambos, al uno de mano besada y al otro de lengua suelta, me mataban de hambre, aquéllos es justo desamar y aquéste es de haber mancilla».
Quisiera yo que no tuviera tanta presunción; mas que abajara un poco su fantasía con lo mucho que subía su necesidad.
Fue, como el año en esta tierra fuese estéril de pan, acordaron el Ayuntamiento que todos los pobres extranjeros se fuesen de la ciudad, con pregón que el que de allí adelante topasen fuese punido con azotes. Y así, ejecutando la ley, desde a cuatro días que el pregón se dio, vi llevar una procesión de pobres azotando por las Cuatro Calles. Lo cual me puso tan gran espanto que nunca osé desmandarme a demandar.
Aquí viera, quien vello pudiera, la abstinencia de mi casa y la tristeza y silencio de los moradores, tanto que nos acaeció estar dos o tres días sin comer bocado ni hablar palabra. A mí diéronme la vida unas mujercillas hilanderas de algodón, que hacían bonetes y vivían par de nosotros, con las cuales yo tuve vecindad y conocimiento. (Un día en el pueblo deciden echar a todos los pobres extranjeros y los que no acatasen esta ley serian azotados. Lázaro no se atrevió a salir de su casa y comió solo lo que le daban las vecinas).
Pues estando en esta afligida y hambrienta persecución, un día, no sé por cuál dicha o ventura, en el pobre poder de mi amo entró un real, con el cual él vino a casa tan ufano como si tuviera el tesoro de Venecia, y con gesto muy alegre y risueño me lo dio, diciendo:
-Toma, Lázaro, que Dios ya va abriendo su mano. Ve a la plaza y merca pan y vino y carne: ¡quebremos el ojo al diablo! Y más te hago saber, porque te huelgues: que he alquilado otra casa y en esta desastrada no hemos de estar más de en cumpliendo el mes.
Cuando Lázaro se encontraba camino a comprar, hoye que la gente iba llevando un muerto por las calles y diciendo que lo llevarán a la casa lúgubre donde no se come ni bebe, Lázaro asustado cree que lo llevaran a la casa del escudero y rápidamente corre a cerrarla, el amo al escuchar la historia se rio mucho y le dijo que se referían al cementerio.
Un día, después de haber comido mucho, el escudero le cuenta a Lázaro que venía de la ciudad de Castilla Vieja y que se tuvo que ir de allí porque no se había sacado el sombrero (muestra de honra) frente a una persona más importante que él. Le dice que un buen criado debe siempre alabar todas las hazañas de su amo, aunque uno no esté de acuerdo con estas. Reír de todos sus chistes, aunque estos no hicieran gracia. No esforzarse por hacer bien las cosas que él no notase. Pelear con los sirvientes cuando el amo este oyendo, para que crea que uno se preocupa mucho de su bienestar. Si el amo discute con algún sirviente, el criado debe siempre dar puntos a favor en contra de este para que se arme una pelea. Siempre hablar mal de los criados y de la demás gente para quedar bien, y saber siempre lo últimos chismes que suceden en la nobleza.
, entró por la puerta un hombre y una vieja. El hombre le pide el alquiler de la casa y la vieja el de la cama. Hacen cuenta, y de dos en dos meses le alcanzaron lo que él en un año no alcanzara. Pienso que fueron doce o trece reales. Y él les dio muy buena respuesta: que saldría a la plaza a trocar una pieza de a dos y que a la tarde volviesen; mas su salida fue sin vuelta.
Un día cuando Lázaro estaba solo en la casa, llegan dos personas buscando al escudero, una que pedía la renta de la casa y otra que pedía la renta de la cama, Lázaro le dijo que no sabía nada de él y que volvieran mas tarde. Venida la noche y él no, yo hube miedo de quedar en casa solo, yfuime a las vecinas y contéles el caso y allí dormí.
Venida la mañana, los acreedores vuelven y preguntan por el vecino. Ellos me preguntaron por él, y díjele que no sabía adónde estaba, y que tampoco había vuelto a casa desque salió a trocar la pieza, y que pensaba que de mí y de ellos se había ido con el trueco.
De que esto me oyeron, van por un alguacil y un escribano. Y helos do vuelven luego con ellos, y toman la llave, y llámanme, y llaman testigos, y abren la puerta y entran a embargar la hacienda de mi amo hasta ser pagados de su deuda. Anduvieron toda la casa y halláronla desembarazada, como he contado, y dícenme:
-¿Qué es de la hacienda de tu amo, sus arcas y paños de pared y alhajas de casa?
-No sé yo eso -le respondí.
-Sin duda -dicen ellos- esta noche lo deben de haber alzado y llevado a alguna parte. Señor alguacil, prended a este mozo, que él sabe dónde está.
En esto vino el alguacil y echóme mano por el collar del jubón, diciendo:
-Muchacho, tú eres preso, si no descubres los bienes de este tu amo.
yo hube mucho miedo y, llorando, prometíle de decir lo que me preguntaban.
-Bien está -dicen ellos-. Pues di todo lo que sabes y no hayas temor.
Sentóse el escribano en un poyo para escribir el inventario, preguntándome qué tenía.
-Señores -dije yo-, lo que este mi amo tiene, según él me dijo, es un muy buen solar de casas y un palomar derribado.
-Bien está -dicen ellos-; por poco que eso valga, hay para nos entregar de la deuda. ¿Y a qué parte de la ciudad tiene eso? -me preguntaron.
-En su tierra -les respondí.
-Por Dios, que está bueno el negocio -dijeron ellos-. ¿Y adónde es su tierra?
-De Castilla la Vieja me dijo él que era -le dije.
Riéronse mucho el alguacil y el escribano, diciendo:
-Bastante relación es ésta para cobrar vuestra deuda, aunque mejor fuese.
Las vecinas, que estaban presentes, dijeron:
-Señores, éste es un niño inocente y ha pocos días que está con ese escudero y no sabe de él más que vuestras mercedes; sino cuanto el pecadorcico se llega aquí a nuestra casa, y le damos de comer lo que podemos por amor de Dios, y a las noches se iba a dormir con él.
Vista mi inocencia, dejáronme, dándome por libre. Y el alguacil y el escribano piden al hombre y a la mujer sus derechos. Sobre lo cual tuvieron gran contienda y ruido, porque ellos alegaron no ser obligados a pagar, pues no había de qué ni se hacía el embargo. Los otros decían que habían dejado de ir a otro negocio, que les importaba más, por venir a aquél.
Finalmente, después de dadas muchas voces, al cabo carga un porquerón con el viejo alfamar de la vieja, aunque no iba muy cargado, allá van todos cinco dando voces.
Así, como he contado, me dejó mi pobre tercero amo, do acabé de conocer mi ruin dicha, pues, señalándose todo lo que podía contra mí, hacía mis negocios tan al revés, que los amos, que suelen ser dejados de los mozos, en mí no fuese así, mas que mi amo me dejase y huyese de mí. (Con el último amo fue todo al revés, el criado mantuvo al amo y el amo se escapó del criado).
Tratado cuarto
Cómo Lázaro se asentó con un fraile de la Merced, y de lo que le acaeció con él
Hube de buscar el cuarto, y este fue un fraile de la Merced, que las mujercillas que digo me encaminaron, al cual ellas le llamaban pariente. Este era mal fraile pues no rezaba y no comía austeramente, tenía negocios no religiosos con el fin de ganar dinero. Este me dio los primeros zapatos que rompí en mi vida; más no me duraron ocho días, ni yo pude con su trote durar más. Y por esto, y por otras cosillas que no digo, salí de él. (muestra censura por su excesiva critica a la iglesia).
Tratado quinto
Cómo Lázaro se asentó con un buldero, y de las cosas que con él pasó
En el quinto por mi ventura di, que fue un buldero, el más desenvuelto y desvergonzado, y el mayor echador de ellas que jamás yo vi ni ver espero, ni pienso nadie vio, porque tenía y buscaba modos y maneras y muy sutiles invenciones. (Lázaro encontró por amo a un buldero, que es la persona encargada de vender burlas, que eran documentos firmados por el papa donde se daban beneficios como el perdón de los pecados u otros favores).
Este buldero sobornaba sutilmente con comida y verduras a los sacerdotes para que estos promovieran sus burlas. Cuando el buldero veía que un sacerdote era culto, hablaba en romances (lenguas del pueblo derivadas del latín) porque no sabía latín (lengua sagrada), en cambio cuando veía que un sacerdote no era culto fingía hablar en latín para parecer culto e impresionar al sacerdote.
Cuando por bien no le tomaban las bulas, buscaba cómo por mal se las tomasen. Y para aquello hacía molestias al pueblo, y otras veces con mañosos artificios. Y porque todos los que le veía hacer sería largo de contar, diré uno muy sutil y donoso, con el cual probaré bien su suficiencia.
En un lugar de la Sagra de Toledo había predicado dos o tres días, haciendo sus acostumbradas diligencias, y no le habían tomado bula ni, a mi ver, tenían intención de tomársela. Estaba dado al diablo con aquello y, pensando qué hacer, se acordó de convidar al pueblo para otro día de mañana despedir la bula.
Y esa noche, después de cenar, pusiéronse a jugar la colación él y el alguacil. Y sobre el juego vinieron a reñir y a haber malas palabras.(Un día el buldero estaba jugando un juego de mesa con el alguacil del pueblo y por algo empezaron una fuerte riña (esto es importante para lo próximo))
Días después, cuando el buldero estaba promoviendo y dando un sermón de sus burlas al pueblo, entra sorpresivamente el alguacil a la iglesia y le encara diciendo que sus burlas eran falsas y que solo predicaba mentiras. Mientras tanto el buldero esperaba pacientemente a que terminase y cuando este terminó de acusarlo, él se encomendó a Dios pidiendo que por favor castigase al que miente de los dos. En ese mismo momento el alguacil se cae al suelo, empieza a convulsionar, pegarle al aire y a escupir poseído. La gente impresionada al ver lo que sucedía, creyeron inmediatamente que las burlas eran reales, y le pidieron que por favor acabase con el sufrimiento del alguacil. El buldero pide que cese su sufrimiento y el alguacil deja de moverse y despierta de su trance, se disculpa con el buldero y este lo perdona. 
Cuando él hizo el ensayo, confieso mi pecado, que también fui de ello espantado, y creí que así era, como otros muchos; mas con ver después la risa y burla que mi amo y el alguacil llevaban y hacían del negocio, conocí cómo había sido industriado por el industrioso y inventivo de mi amo. Por lo sucedido vende mil burlas a las personas que ahí se encontraban. Más tarde Lázaro se dio cuenta de que todo había sido un truco ideado por el alguacil y el buldero (entre ellos había un escribano).
Y, aunque muchacho, cayóme mucho en gracia, y dije entre mí: «¡Cuántas de éstas deben hacer estos burladores entre la inocente gente!».
Finalmente, estuve con este mi quinto amo cerca de cuatro meses, en los cuales pasé también hartas fatigas, aunque me daba bien de comer, a costa de los curas y otros clérigos do iba a predicar.
Tratado sexto
Cómo Lázaro se asentó con un capellán, y lo que con él pasó
Después de esto, asenté con un maestro de pintar panderos, para molelle los colores, y también sufrí mil males. (vivió con un maestro de pintar panderos y que con este vivió mil males más).
Después en una iglesia un capellán le ofreció trabajo repartiendo agua con un asno. Gano mucho dinero y empezó a cenar regularmente.
Le fue tan bien en el oficio que, al cabo de cuatro años, ahorro para vestirse muy honradamente, de la cual compro un jubón de fustán viejo, y un sayo raído de manga trenzada y puerta, y una capa que había sido frisada, y una espada de las viejas primeras de Cuéllar. Despues se vio en hábito de hombre de bien; por lo que, le dijo a su amo que tomase su asno, que no quería más seguir aquel oficio.
Tratado séptimo
Cómo Lázaro se asentó con un alguacil, y de lo que le acaeció con él
Asentó con un hombre de justicia, un alguacil; muy poco vivió con él, por parecerle un oficio peligroso. Una noche loscorrieron a pedradas y a palos unos retraídos. Con esto renegó del trato.
Y pensando en qué modo de vivir haría mi asiento, por tener descanso y ganar algo para la vejez, quiso Dios alumbrarme y ponerme en camino y manera provechosa. Y con favor que tuve de amigos y señores, todos mis trabajos y fatigas hasta entonces pasados fueron pagados con alcanzar lo que procuré, que fue un oficio real, viendo que no hay nadie que medre, sino los que le tienen.
En el cual el día de hoy vivo y resido a servicio de Dios y de Vuestra Merced. Y es que tengo cargo de pregonar los vinos que en esta ciudad se venden, y en almonedas y cosas perdidas, acompañar los que padecen persecuciones por justicia y declarar a voces sus delitos: pregonero, hablando en buen romance.
 (Lo dejo y consiguió un oficio con la realeza, trabajando para el rey. En el que debía trabajar como pregonero, anunciando las noticias del pueblo, los vinos y los delincuentes que habían llegado. Se convierte en un anunciador importante y todos toman en cuenta sus anuncios).
Casi todas las cosas al oficio tocantes pasan por mi mano, tanto que, en toda la ciudad, el que ha de echar vino a vender, o algo, si Lázaro de Tormes no entiende en ello, hacen cuenta de no sacar provecho.
En este tiempo, viendo mi habilidad y buen vivir, teniendo noticia de mi persona el señor arcipreste de San Salvador, al cual le pregonaba sus vinos, procuró casarme con una criada suya. Y visto por mí que de tal persona no podía venir sino bien y favor, acordé de hacerlo. Y así, me casé con ella, y hasta agora no estoy arrepentido, porque, allende de ser buena hija y diligente servicial, tengo en mi señor arcipreste todo favor y ayuda. Y siempre en el año le da, en veces, al pie de una carga de trigo; por las Pascuas, su carne; y cuando el par de los bodigos, las calzas viejas que deja. E hízonos alquilar una casilla par de la suya; los domingos y fiestas casi todas las comíamos en su casa.
(El amor no era algo importante en la novela picaresca y Lázaro se casa con la criada del Arcipreste para así aceptar su favor y tener buenas relaciones con él. Incluso se compro una casa al lado de la del Arcipreste).
Pasado un tiempo empezaron a correr los rumores de que su mujer se estaba acostando con el Arcipreste, pero este habló con Lázaro y le dijo que no hiciera caso de las malas lenguas y que solo piense en su bienestar (era honorable que alguien de mayor rango se acueste con la esposa ajena). La mujer de Lázaro ya había tenido tres hijos antes de su matrimonio, y cuando este se lo insinuó, la mujer empezó a llorar y Lázaro la perdono, diciéndole que confiaba en ella y que esta podía entrar y salir de la casa del Arcipreste cuando se le apeteciera, que a él no le iba a molestar. Así los tres quedaron felices y Lázaro saca provecho de esto.
De esta manera no me dicen nada, y yo tengo paz en mi casa.
Esto fue el mismo año que nuestro victorioso Emperador en esta insigne ciudad de Toledo entró y tuvo en ella Cortes, y se hicieron grandes regocijos, como Vuestra Merced habrá oído. Pues en este tiempo estaba en mi prosperidad y en la cumbre de toda buena fortuna.
De lo que de aquí adelante me sucediere, avisaré a Vuestra Merced
(Al final todo está en paz, Lázaro tiene buena situación económica, pero todo logrado deshonorablemente y sin valores morales.
Los valores de Lázaro cuando era pobre siguen siendo los mismos ahora que es rico, o sea no ha cambiado a mejor persona, solo ha cambiado de situación social, pero sigue actuando como si estuviera con el ciego).

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