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LIBRO I Orígenes del capitalismo Por Carlos Garcés y Alejandra Agustinho Introducción En esta unidad trataremos sobre la formación del mundo moderno, haciendo una reflexión histórica desde la descomposición del orden feudal entre los siglos XIV y XV, periodo donde destacaremos el surgimiento de un nuevo sector en las sociedades occidentales que estará llamado a convertirse en el más dinámico en lo económico y social de la época, con trascendencia hasta la actualidad: la burguesía. En parte, como consecuencia de estos procesos de cambio, se producirá entre los siglos XVI y XVII una profunda renovación en los mecanismos de producción del conocimiento, dando lugar a la llamada “revolución científica”, responsable del cambio de paradigma que originará la nueva ciencia, apartándose de los cánones teológicos especulativos para adoptar el modelo de observación y experimentación. Los procesos de cambio van a acelerarse notablemente hacia el siglo XVIII, cuando se desarrollen las más importantes modificaciones que consoliden la modernidad: las revoluciones burguesas del siglo XVIII: las Revoluciones Francesa, Agraria e Industrial. Cómo a partir de las consecuencias de las revoluciones burguesas surgirá un nuevo modelo de sociedad: la sociedad industrial, cuyo eje ordenador será la relación de trabajo bajo el sistema del salario. El surgimiento de las clases trabajadoras, la modificación en los patrones de distribución demográfica y la segunda etapa de mundialización de la economía. El mundo moderno La formación del mundo moderno es el resultado de una serie de procesos históricos que comienzan en la descomposición del orden feudal y la era de los grandes descubrimientos geográficos, comenzados alrededor del siglo XV. Una de las características centrales de las sociedades tardo-medievales era la de la nula movilidad social ya que los estamentos se comportaban como compartimientos estancos de los cuales difícilmente se podía salir. La expansión primero de las actividades artesanales, las consecuentes actividades comerciales y financieras fueron configurando un nuevo actor en estas sociedades que con el tiempo se conformó como la “burguesía urbana”. Este nuevo sector de la sociedad cobrará un dinamismo mucho más destacado frente a las los actores económicos tradicionales que se encontraban ligados a la producción primaria, ya fuera en calidad de siervos o aún como dueños o usufructuarios de la producción agraria. El modelo económico basado en la renta sobre la tierra se irá desplazando lentamente hacia un nuevo sistema que empezará a incluir el “capital” entre los factores de la producción. Algunos procesos políticos acompañaron estas transformaciones, sobre todo en Italia donde emergen pequeñas repúblicas que van configurando sistemas de organización política relativamente novedosa tras, practicante, un milenio de modelos autocráticos. Los propios procesos de transformación en el seno del mundo cristiano llevarán a la gran Reforma religiosa del siglo XVI que provocará una cesura de significativa trascendencia para la iglesia cristiana. El nuevo credo, “protestante”, a su vez inaugurará unas ciertas condiciones de entender el mundo a la vez que romperá con la jerarquía de la iglesia, desarticulando su poder tradicional. Los nuevos ideales sociales tenderán hacia un creciente individualismo, en el cual el desarrollo de la imprenta ocupará un papel trascendental poniendo al alcance prácticamente de cualquiera la posibilidad de la lectura, en un primer momento de los textos sagrados, pero expandiéndose rápidamente a otras esferas del conocimiento. La revolución de la imprenta conformará una secuencia con la nueva religión asociándose mutuamente. El protestantismo se configurará como una religión de lo escrito, ligada a la lectura individual. Max Weber ensayará sobre estas circunstancias en su obra “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”1 donde pondrá en relación las nuevas visiones y convicciones religiosas con el desarrollo del “individualismo emprendedor” del capitalismo. El agotamiento del modelo pre-capitalista, sumado a la interrupción de las tradicionales rutas comerciales con el oriente, llevará a los países europeos a orientarse hacia el Atlántico, iniciando un proceso que se consumará como el de un nuevo orden mundial, casi con características de “universal” al incorporar en el siglo XVI prácticamente todo el territorio americano y el Asia oriental al comercio y la economía mundial2. El continente americano quedará incluido en los imperios español y portugués que se extenderán hasta Filipinas y la India. El desembarco de las restantes potencias coloniales (Inglaterra, Francia y Holanda) será un poco más tardío, pero jugará, no obstante, un importante papel en los procesos históricos, sobre todo a partir del siglo XVII. Primer orden mundial La explotación y el comercio de los recursos coloniales, metales preciosos y producciones agrícolas orientadas al mercado mundial, a través de los sistemas monopólicos instaurados por las metrópolis europeas se constituyen, entonces, en 1 Weber, Max (2009), La ética protestante y el espíritu del capitalismo, REUS, Madrid. 2 Ferrer, Aldo (1996), Historia de la globalización, FCE, México. la fuente principal de ganancias y acumulación, a lo que se suma la intermediación financiera asociada al comercio y al financiamiento de los estados. La apropiación de los recursos naturales del nuevo continente tendrá a su vez importantes consecuencias en el desarrollo histórico mundial. Por un lado el equilibrio del desarrollo económico y las posibilidades de dominación política se invertirán respecto al oriente, pasando occidente a ocupar el lugar rector de los destinos mundiales. En este mismo proceso, las potencias europeas lograrán una acumulación de riqueza tal que, un par de centurias más tarde, permitirá la puesta en marcha del mayor proceso revolucionario en la historia de occidente, cuyas consecuencias siguen configurando, en gran medida, las condiciones actuales del sistema socioeconómico: la revolución industrial inglesa del siglo XVIII. Condiciones para la Revolución Industrial Las condiciones que reúne particularmente Inglaterra para la posibilidad del take off3 industrial se han venido gestando en los siglos anteriores. Por un lado, una cierta laxitud en las relaciones de control de las corporaciones de oficios o gremios, que a diferencia del continente hacían más liberal el ejercicio de las profesiones artesanales y el comercio, pero fundamentalmente la participación de la burguesía local a nivel del poder político ya que tras la llamada Revolución Inglesa de 1688, el sector burgués se encontrará representado en el parlamento a través de la cámara de los Comunes. Durante el siglo XVII también se desarrolla paralelamente el proceso conocido como Revolución científica4, que paulatinamente irá separando los dominios de conocimiento de la ciencia respecto de la religión. Las bases del conocimiento científico se asientan en un nuevo paradigma ligado a la observación y la experimentación como las formas privilegiadas de la producción del conocimiento inaugurando un camino hacia la posibilidad de control de las fuerzas de la naturaleza, que se asocia a una incipiente idea de progreso. La separación de los dominios del saber científico y religioso tendrá, a su vez, un correlato en las manifestaciones institucionales que irán separando también el derecho civil del canónico. El desarrollo de la Revolución Industrial supone a su vez una cierta conjunción de condiciones de posibilidad. Por un lado las modificaciones en las modalidades de producción y su organización del trabajo y por otro el desarrollo de nuevas tecnologías aplicadas a la producción, entre las que se destaca la adaptación de la tecnología del vapor a la producción industrial. La incorporación de la tecnología a losprocesos productivos permitirá que esta se desplace de un papel relativamente marginal al centro de la escena del nuevo orden económico. La irrupción del capital como eje vertebrador del nuevo modo de producción, permitirá que la inversión se 3 Literalmente: “despegue”, cfr. Hobsbawn, Eric (2007) La era de la Revolución 1789-1848, Crítica, Grupo Editorial Planeta, Buenos Aires 4 Kuhn, Thomas (2013), La estructura de las Revoluciones científicas, FCE, México. oriente a la incorporación de tecnología lo que redundará en un aumento significativo de la productividad (producción por horas-hombre de trabajo).el desarrollo tecnológico gravitará también en la creciente división internacional del trabajo, en la medida en que aquellos países que pudieron incorporar tecnología (especialmente Inglaterra, y con posterioridad Bélgica y Francia) se transformaránn en productores de bienes manufacturados, quedando el resto de los países relegados al rol de productores de materias primas y a la vez consumidores de los productos industriales. Esta situación de asimetría estructural configurará nuevas formas de dominación y dependencia a escala planetaria con el creciente desarrollo del imperialismo decimonónico que en poco tiempo incorporará el capital financiero a la economía mundial, lo que posibilitará el reemplazo de los imperios español y portugués por otros centros metropolitanos, en especial Londres que, con la expansión del capital mercantil y financiero, ya no dependerán del anclaje territorial colonial, entablándose nuevas relaciones con los nuevos países surgidos de la antigua colonia española. Será dese principios del siglo XIX que, la propia diplomacia británica alentará y colaborará con los movimientos independentistas latinoamericanos, en un primer momento como medio para quebrar el monopolio económico español, pero más adelante para integrarlos a su sistema propio de producción e intercambio (para el caso de la Argentina, podemos observar los ejemplos primero de las invasiones inglesas de 1806 y 1807 y más tarde la traza de los ferrocarriles por parte de compañías británicas). Sumado a esto, al interior del campo se han producido importantes modificaciones sobre todo en lo tocante a los regímenes de propiedad, que los sistemas de cercamiento irán consolidando en dominios individuales bajo el régimen de “propiedad privada”, institución que aunque hoy nos parezca casi “natural” es novedosa para los siglos XVII y XVIII. La apropiación de la renta agrícola por los propietarios territoriales contribuirá también a la incipiente formación de empresas agropecuarias capitalistas. Las modificaciones sobre las áreas rurales actuarán, además, como mecanismos de expulsión de la mano de obra campesina a un destino todavía incierto pero que, empieza a aparecer en el horizonte como el de las nuevas ciudades industriales. Fábrica y trabajo asalariado Una de las primeras modificaciones en las modalidades de producción es la de reunir la mano de obra dispersa en grandes talleres donde se irán produciendo cambios en la relación de producción con una tendencia creciente a la división funcional de trabajo y el desarrollo del modelo de contratación salarial. Una vez consolidado este nuevo esquema productivo y con la incorporación de la nueva tecnología del vapor, los talleres se transformarán en una nueva unidad productiva denominada fábrica y el régimen de trabajo se consolidará en el esquema de relación salarial. En este recorrido no sólo se ha modificado profundamente la situación del productor directo respecto al proceso productivo, sino que además conduce al desarrollo de otros fenómenos consecuentes: el surgimiento de un nuevo sector en la sociedad, los asalariados, que antes eran marginales y generalmente desligados de las tareas de producción y las constitución correlativa de un nuevo mercado que hace posible este nuevo tipo de intercambio, el de la mano de obra por salario, surgiendo por primera vez en la historia el “Mercado de Trabajo” propiamente dicho. En tanto el “capital” se ha consolidado como un nuevo factor de la producción, las transformaciones del siglo XVIII afectan a otro de los factores de la producción: el trabajo: el paso de la producción artesanal a la industrial no sólo se limita a un cambio en el aumento de la productividad sino que altera de manera muy profunda la propia relación del trabajador respecto tanto a sus herramientas como a todo el proceso productivo. Con el desplazamiento de los órdenes de propiedad de los artesanos a los capitalistas, los nuevos trabajadores sólo pueden insertarse en la relación laboral a través de la venta de su mano de obra o fuerza de trabajo. Dijimos anteriormente que esta situación es responsable, en última instancia, del surgimiento del mercado de trabajo, ahora este va a necesitar adecuarse a la lógica propia del sistema y en tanto mercado va a estar sujeto a determinadas distorsiones que es preciso evitar. La convivencia del trabajo asalariado con otras formas de trabajo no libre (mano de obra esclava o servil) tenderá necesariamente a decantarse a favor de la primera en tanto relación más dinámica con el capital, comenzando a extenderse de manera prácticamente universal y eliminando en un periodo más o menos breve las restantes formas de trabajo. Asistimos desde principios del siglo XIX a la eliminación efectiva de la esclavitud en la mayoría de los países no sólo de Europa, sino también en las antiguas colonias americanas. Hay que consignar, no obstante, que en Francia, tras la revolución de 1789 y la “Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano”, y fiel a uno de sus principios fundantes como consignas revolucionarias, la asamblea francesa había abolido la esclavitud, sólo que esta medida no alcanzaba los territorios coloniales franceses de entonces, que era donde se concentraba la mayoría de su población esclava. Esta situación se pone en evidencia con la Revolución haitiana de 1804, en la que la sublevación de los esclavos, de ese territorio de ultramar francés, destituye las autoridades coloniales, proclama la independencia del país y lógicamente el fin de la esclavitud, convirtiéndose en el primer país latinoamericano en abolir la institución. Respecto a los países centrales europeos, otra vez Inglaterra encabezará el movimiento abolicionista, prohibiendo la trata y el tráfico de esclavos ya en 1807. Respecto al fin de las formas de trabajo no libres, agrega Eric Hobsbawm: “…la abolición del trabajo forzado no puede analizarse simplemente en términos de cálculo económico. Las fuerzas de la sociedad burguesa se oponían a la esclavitud y a la servidumbre, no sólo porque creían que eran antieconómicas, ni por razones morales, sino porque les parecían incompatibles con una sociedad de mercado basada en la libre búsqueda del interés individual. Por el contrario, los propietarios de esclavos y de siervos, en conjunto, sostuvieron el sistema porque les parecía la base más sólida de su sociedad y de su clase5”. Los casos de la abolición de la esclavitud tanto en América Latina como en la América anglosajona demuestran la certeza de la afirmación anterior. El caso de la Argentina, donde la mano de obra esclava no constituía el grueso de la fuerza de trabajo productiva, lugar que ocupaba la mayoría de la población autóctona, sometida desde tiempos coloniales a sistemas de trabajo semi-libres, la abolición de la esclavitud no resultó un hecho demasiado traumático al no haberse desarrollado modelos de economía de plantación como en otros países. Si bien no se dio como un proceso lineal, recogiéndose el antecedente fundamental de la “libertad de vientres” decretada por la Asamblea de 1813, hubo de esperarse hasta la sanción de la Constitución Nacional en 1853 para la abolición completa de la institución, es decir como consecuencia del ordenamiento burgués liberal. Ya la aboliciónde los sistemas de trabajo indígena como la mita, la encomienda y el yanaconazgo, también decretadas por la Asamblea de 1813, habían despertado fuertes resistencias sobre todo en el área minera altoperuana, cuyos explotadores recurrían al sistema de la mita como principal fuente de mano de obra para el trabajo minero, pero como el territorio se escindió posteriormente en la república de Bolivia no generó mayores conflictos al interior de la Argentina. El caso del Brasil, país que basaba mayormente su economía en la explotación de mano de obra esclava en las plantaciones, fundamentalmente de caña de azúcar es bastante diferente. La abolición de la institución se demoró hasta casi fines de la centuria, en 1888, un año antes de la trasformación del Imperio del Brasil en república liberal. 5 Hobsbawm, Eric (1999), La era del capital. 1848-1875, Crítica, Buenos Aires. El caso que resulta mucho más elocuente para entender la dinámica de la puja entre los modelos económicos basados en la renta de la tierra y en la industria es el de Estados Unidos. La antigua colonia británica ubicada en la costa noreste del actual país había proclamado su independencia a fines del siglo XVIII (1776) y desde entonces iniciado un proceso expansivo que en menos de un siglo la llevará a controlar casi todo el territorio actual del país. Sin embargo, el desarrollo era divergente entre los estados del norte y los estados del sur que se iban incorporando a la Unión. En el norte de los actuales EEUU había empezado un incipiente desarrollo industrial, en tanto el sur seguía produciendo bajo el régimen de esclavitud, sobre todo en el cultivo del algodón y en menor medida del tabaco. Esta divergencia provocaba que los industriales del norte y los hacendados del sur tuvieran visiones e intereses diferentes en relación a las políticas de librecambio, necesitando los primeros un régimen proteccionista que gravara las importaciones competitivas en tanto los hacendados del sur, pretendían la eliminación de todo impuesto a las importaciones para acceder, de este modo, a productos manufacturados más baratos. El conflicto se resolverá en una contienda conocida como la guerra de secesión, o guerra civil librada entre 1861 y 1865. El triunfo del norte industrial sobre el sur agrario será determinante en la abolición de la esclavitud, lo que en este caso particular, no debe leerse como una igualación social ni jurídica respecto a la antigua población esclava. Los afroestadounidenses deberán esperar un siglo más para acceder a los derechos civiles. Lo que queda claro del ejemplo norteamericano es que lo que terminó imponiéndose fue sin duda el modelo económico más moderno y dinámico sobre el otro más arcaico y estático. La Revolución francesa La revolución francesa vendrá a formalizar y estatuir los principios necesarios para la etapa que se está iniciando de desarrollo del capitalismo industrial, ya que sus consignas libertad, igualdad y fraternidad, no sólo deben leerse en su sentido estrictamente político o humanista, sino en el de las condiciones institucionales y jurídicas para el desarrollo del régimen liberal. La libertad y la igualdad, pasan a ser entonces condiciones sine qua non para el funcionamiento del sistema: libertad de concurrencia, trabajo, contratación, etc., e igualdad jurídica, sentando las bases de las futuras democracias liberales como modelo predominante de organización política. El desplazamiento de la propiedad que va del trabajo al capital provoca, como consecuencia además en el orden de lo jurídico, una creciente legislación hacia la protección de la propiedad privada como base fundamental del sistema.