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Miranda y sus documentos

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MIRANDA Y SUS DOCUMENTOS 
 
 
Esta nueva sección, concebida gracias a la generosidad de las 
investigadoras y actuales editoras de la colección “Colombeia” 
(Archivo del General Francisco de Miranda), Gloria Henríquez 
Uzcátegui y Miren J. Basterra, comprende un muestrario de 28 
documentos que dan cuenta de las actuaciones más importantes 
del precursor de la independencia hispanoamericana. 
 
Se trata de una selección tan laboriosa como diversa en función 
de los criterios escogidos. Obviamente, como lo implica toda 
escogencia, queda excluida de aquí numerosa correspondencia 
de Miranda con (y de) personajes ilustres de la época, tanto de la 
política, como del mundo cultural, literario y científico, al igual 
que sus valiosos diarios. 
 
A pesar de lo anterior, no deja de tratarse de una aproximación 
rápida y de gran utilidad para adentrarnos así en el complejo y 
fabuloso mundo de los papeles de este venezolano de excepción. 
 
 
 
 
COLOMBEIA 
 
1764-1810 
 
 
Segunda edición del Archivo del General Francisco 
de Miranda. Nueva publicación en curso llamada 
“Colombeia”, reestructurada, ampliada, reordenada 
cronológicamente y traducida al español. Ediciones 
de la Presidencia de la República, con el beneplácito 
de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela. 
 
 
 
 
 
 
 
TOMOS ELABORADOS 
 
 
Primera Sección 
 
Tomo I, Miranda Súbdito Español, 1750-1780 
Tomo II, Miranda Súbdito Español, 1780-1783 
 
 
Segunda Sección 
 
Tomo III, El Viajero Ilustrado, 1783-1785 
Tomo IV, El Viajero Ilustrado, 1785-1786 
Tomo V, El Viajero Ilustrado, 1787 
Tomo VI, El Viajero Ilustrado, 1787-1788 
Tomo VII, El Viajero Ilustrado, 1788 
Tomo VIII, El Viajero Ilustrado, 1788-1790 
 
 
Tercera Sección 
 
Tomo IX, Revolución Francesa, 1790-1792 
Tomo X, Revolución Francesa, 1792 
Tomo XI, Revolución Francesa, 1793 
Tomo XII, Revolución Francesa, 1793 
Tomo XIII, Revolución Francesa, 1793 
Tomo XIV, Revolución Francesa, 1793 
Tomo XV, Revolución Francesa, 1793 
Tomo XVI, Revolución Francesa, 1793-1794 
Tomo XVII, Revolución Francesa, 1795-1797 
 
 
Cuarta Sección 
 
Tomo XVIII, Negociaciones, 1797-1799 
Tomo XIX, Negociaciones, 1799-1801 
 
 
 
 
 
 
 
Selección de textos 
Gloria Henríquez 
Miren J. Basterra 
 
 
 
Tomo II. 
 
Doc. 323 
Certificación del Gobernador de La Habana, 
Juan Manuel de Cagigal 
 
Don Juan Manuel de Cagigal y Monserrat, Caballero del Orden 
de Santiago y Comendador de Ballesteros en la de Calatrava; 
Teniente General de los Reales Ejércitos y Superintendente de la 
Renta de Tabacos; Juez Protector de la de Correos Marítimos y 
Terrestres y de la Real Compañía; Gobernador y Capitán 
General Interino y por vía de Comisión de la Isla de Cuba y 
ciudad de San Cristóbal de La Habana, etc. 
 
CERTIFICO: Que el Teniente Coronel don Francisco de 
Miranda, Capitán del Regimiento de Infantería de la Princesa, 
destinado últimamente al de Aragón, ha servido bajo mis 
órdenes en el expresado Regimiento de la Princesa todo el 
tiempo que fui Coronel de este Cuerpo, y en calidad de mi 
Edecán en la expedición que salió de Cádiz el 28 de marzo de 
1780 [28 de abril]... En el desembarco de nuestras tropas en las 
Islas de Dominica, Guadalupe, etc... En los aprestos que en La 
Habana se han hecho y puesto a mi cuidado por el Exmo. Señor 
Comandante General Don Victorio de Navia, para el embarco de 
toda la artillería y ejército principal de operaciones en 
América... En la Expedición que bajo mis órdenes salió de La 
Habana el 9 de abril próximo pasado, para reforzar y auxiliar el 
ejército de Su Majestad, que a las órdenes del Mariscal de 
Campo Don Bernardo de Gálvez sitiaba la Plaza de Pensacola, 
en cuyo sitio y rendición, como igualmente en todas las 
anteriores comisiones, ha servido a mi vista con el mayor celo, 
valor, actividad y buena conducta en cuanto se ha ofrecido y yo 
le he mandado, concerniente al Real servicio; habiendo servido 
también con igual distinción en la defensa de la Plaza de 
Melilla... 
 
Y últimamente ha sido enviado con pleno poder y facultades por 
esta Capitanía General a la Jamaica, a fin de establecer un Cartel 
para el Canje de prisioneros españoles y británicos, entre las 
Islas de Cuba y Jamaica, cumpliendo en todo, como igualmente 
en varias otras graves e importantes comisiones reservadas del 
Real servicio que al mismo tiempo se le encargaron, con aquel 
celo, actividad, penetración y conocimiento que le caracterizan 
de un buen oficial, y sirven de honor y lustre a su profesión. Por 
todo lo cual, le recomiendo muy particularmente y le juzgo 
acreedor a los ascensos y empleos que la Real bondad de S.M. 
quiera dispensarle. Habana, 6 de enero de 1782 
 
Juan Manuel de Cagigal 
 
T. III, f. 198 Viajes. 
 
*** 
 
Tomo II 
Doc. 481 
De Miranda a Juan Manuel de Cagigal 
 
16 de abril de 1783 
Confidencial 
Exmo. Señor 
 
Mi más venerado amigo y favorecedor: 
 
Por carta de oficio que con esta fecha escribo a V., habrá visto 
mi resolución de pasar al Norte de América y los motivos que 
me han movido a ello. Ahora me resta prevenirle, que siendo los 
designios de nuestros contrarios tan manifiestamente 
depravados, no es regular desistan del empeño, malogrado su 
premeditado golpe, sin tocar primero otros resortes a fin de 
conseguir su intento; y así es indispensable, que sin pérdida de 
tiempo, informe V.E. a la Corte, para que con esta prevención, 
aguarden a lo menos por lo que yo escriba antes de resolver. 
 
Unido siempre al partido en todas estas emergencias, por 
elección y por justicia, seguiré constante hasta el fin y como he 
dicho a V., esperaré su aviso en Filadelfia antes de tomar 
resolución alguna. Me prometo que no perdonando V. diligencia 
para el acertado manejo del negocio, tendré cuanto antes esta 
noticia con todo el buen éxito que es de esperarse. 
 
Sin embargo, para que V. proceda con todo aquel conocimiento 
que es indispensable en los asuntos, a fin de que salgan 
conformes con la idea del interesado, le diré que la mía, en 
dirigirme a los Estados Unidos de América, no sólo fue por 
sustraerme a la tropelía que conmigo se intentó, sino para dar al 
mismo tiempo principio a mis viajes en países extranjeros, que 
sabe V. fue siempre mi intención concluida la guerra; con este 
propio designio he cultivado de antemano con esmero los 
principales idiomas de Europa que fueron la profesión en que 
desde mis tiernos años me colocó la suerte y mi nacimiento. 
Todos estos principios (que aún no son otra cosa), toda esta 
simiente que con no pequeño afán y gastos se ha estado 
sembrando en mi entendimiento por espacio de treinta años que 
tengo de edad, quedaría desde luego sin fruto ni provecho por 
falta de cultura a tiempo. La experiencia y conocimiento que el 
hombre adquiere, visitando y examinando personalmente con 
inteligencia prolija en el gran libro del universo; las sociedades 
más sabias y virtuosas que lo componen; sus leyes, gobierno, 
agricultura, policía, comercio, arte militar, navegación, ciencias, 
artes, etc..., es lo que únicamente puede sazonar el fruto y 
completar en algún modo la obra magna de formar un hombre 
sólido y de provecho! 
 
Así he de merecer a V. que si pudiese por sí solo transigir mis 
asuntos, respecto a tener en su poder documentos suficientes 
para ello, me consiga de Su Majestad una Real Licencia para 
pasar por cuatro años a Inglaterra, Holanda, Francia, Alemania, 
Italia, etc., a viajar y perfeccionar mi incompleta educación. 
 
Finalmente, en manos de V. quedan mi honor, mi suerte y mi 
fidelidad futura; ¡ningunas más sagradas y más propias para el 
depósito que las de mi mejor amigo! Dios me conceda el acierto 
y a V. prospere y guarde felicísimos años que desea su fiel y 
constante amigo, 
Miranda 
T. VII, f. 189 Viajes 
 
*** 
 
Tomo V 
Doc. 813 
Copia de la carta circular del Conde de Bezborodko, Ministro de 
Asuntos Extranjeros, al Embajador de Su Majestad Imperial en 
Viena, Príncipe de Galitzin, y a los Ministros en París, Londres, 
La Haya,Copenhague, Estocolmo, Berlín y Nápoles, fechada en 
Kiev el 22 de abril de 1787. [Entregada a Miranda en San 
Petersburgo en agosto] 
 
El Conde de Miranda, Coronel al servicio de Su Majestad 
Católica, habiendo llegado a Kiev durante la estancia de la 
Emperatriz en dicha ciudad, tuvo el honor de ser presentado a 
Su Majestad Imperial y de conciliarse, por sus méritos y 
cualidades distinguidos, y entre otros, por los conocimientos 
adquiridos durante sus viajes por los diferentes continentes del 
globo, la benevolencia de nuestra Augusta Soberana. 
 
Su Majestad Imperial, queriendo dar al señor de Miranda una 
muestra señalada de su estima y del interés particular que le 
profesa, ordena a V.E., cuando reciba la presente carta de mi 
parte, conceder a este oficial un recibimiento conforme al caso 
que ella misma hace de su persona, testimoniándole todos los 
cuidados y atenciones posibles, dándole su asistencia y 
protección cada vez que lo necesitare y cuando quiera él mismo 
recurrir, y finalmente, ofreciéndole, llegado el caso, su propia 
casa por asilo. 
 
La Emperatriz recomendándole, Señor, este Coronel de una 
manera tan distinguida, ha querido demostrar hasta qué punto 
ella aprecia el mérito donde lo encuentra y que un título 
indefectible ante ella, para poder aspirar de preferencia a sus 
bondades y a su alta protección, es el de poseer tantos méritos 
como el Señor Conde de Miranda. Tengo el honor de ser, etc. 
 
P.S. Siendo voluntad de la Emperatriz que el contenido de esta 
carta quede en el secreto impenetrable, me apresuro, Señor, en 
comunicar a V.E. sus órdenes. 
 
T. XI, f. 177 Viajes 
Traducido del francés. 
*** 
 
Tomo V 
Doc. 820 
De Miranda a la Emperatriz Catalina II 
 
San Petersburgo, 15 de agosto de 1787 
(Viejo estilo) 
(Copia) 
Señora: 
 
Que Vuestra Majestad Imperial se digne permitir que ofrende a 
sus pies estas humildes expresiones de mi profundo 
agradecimiento por todos los favores y bondades que V.M. se ha 
dignado concederme desde que tuve la dicha de serle presentado 
en Kiev, y que han penetrado de tal modo en mi alma que no 
podré sino quedar inviolablemente atado a su Augusta Persona. 
 
Solamente un gran e interesante asunto, como el que me ocupa 
actualmente, sería capaz de hacerme diferir el agradable y dulce 
placer de poder, por mis servicios, pagar en parte lo que debo a 
la benevolencia de Vuestra Majestad, y de compartir con sus 
súbditos las ventajas inestimables e insignes de que goza la 
sociedad bajo su ilustre y glorioso reinado. Pero en cuanto mis 
compromisos sean fielmente cumplidos en otra parte, como tuve 
el honor de comunicar a V.M. por el señor General Mamonov 
en Kiev, me atrevería a recordarle su promesa y espero que su 
bondad se dignaría aceptar los modestos servicios de un hombre 
sincero que no busca en todas estas gestiones sino el beneficio y 
la felicidad de los demás. 
 
La protección que la magnanimidad de V.M.I. ha querido 
concederme, será siempre un nuevo motivo para que mis 
acciones resulten tan correctas como me sea posible, y no dudo 
de que bajo tales auspicios mis deseos serán perfectamente 
realizados, a pesar de todas las invectivas de la cábala de un 
partido combinado. 
 
La Letra de Crédito que V.M. ha tenido a bien agregar, será 
utilizada juiciosamente en caso de necesidad y siempre 
satisfecha por mi parte, teniendo el honor de considerarme con 
sincero agradecimiento y profundo respecto de V.M.I., el más 
humilde y muy obediente servidor. 
 
 Francisco de Miranda 
T. XI, f. 167 Viajes 
Traducido del francés. 
 
*** 
Tomo VIII 
Doc. 1098 
De Miranda al Conde de Floridablanca 
 
 
Londres, 15 de julio de 1789 
 
Exmo. Señor 
Muy Señor mío: 
 
Sírvase V.E. dispensarme el que, al cabo de la jornada, le 
recuerde mi carta de 1º de agosto de 1785 por donde tuve el 
honor de informarle, captando su beneplácito, mi resolución de 
pasar a Prusia con el fin de asistir a las Revistas generales que el 
difunto Rey Federico II pasó a sus ejércitos, que conseguí 
efectivamente mediante el permiso y benigna acogida que 
merecí de S.M. 
 
De aquí seguí a Sajonia, Bohemia, Austria, Hungría, etc., con el 
propio objeto y, mediante la asistencia de los ministros de 
España en estos parajes, logré satisfacer igualmente mis deseos 
por lo que mira a tropas, campamentos y asuntos militares. 
Después bajé a Italia, donde la historia, antigüedades, las bellas 
artes y literatura me detuvieron cerca de un año que viajé en ella 
incógnito. 
 
Pasé luego al continente de la antigua Grecia, sus islas, 
archipiélago, Egipto, Asia Menor y hasta Constantinopla, cuyos 
países no son menos interesantes por todos términos que los 
antecedentes. Atravesando el Mar Negro, fui a desembarcar a 
Otchakov y después a Kherson; di vuelta a la Táurida en 
compañía de S.A. el Príncipe de Potemkin que me hizo ver 
además el ejército ruso, que allí estaba a la sazón, y con 
amistosa instancia me obligó a ir a Kiev, donde fui por él 
presentado a S.M. la Emperatriz de las Rusias, que me acogió 
con suma benevolencia honrándome de mil distinciones. A su 
Majestad el Rey de Polonia, que vino a Kaniev, visité 
igualmente, y siguiendo mis viajes hacia el Norte, fui a Moscú, 
San Petersburgo, Finlandia y Laponia. 
 
Pasé el Báltico y desembarqué en Estocolmo, donde tuve 
también el honor de tratar al Soberano [Gustavo III] y ver 
cuánto el país encierra de interesante en minas, arsenales, 
marina, milicia, etc., mediante las recomendaciones con que la 
magnanimidad de S.M. la Emperatriz Catalina II quiso 
favorecerme a la despedida. 
 
Luego estuve en Noruega, pasé el Sund y vine a Copenhague 
donde me detuve lo crudo del invierno y recibí igual distinción y 
acogida de la Corte, sin embargo de un infame párrafo que a este 
tiempo se publicó contra mí en las Gacetas de Europa, atribuido 
generalmente al ministro de España en Estocolmo, que tuve a 
bien despreciar. Después he estado en otras partes de Alemania, 
Holanda, Zelandia, Flandes, Cantones Suizos y finalmente por 
toda Francia que he examinado con despacio por más de ocho 
meses, hasta fines del pasado que dejé Versalles en bastante 
confusión y me vine a esta capital. 
 
Inmediatamente pasé casa del Exmo. Señor Embajador don 
Bernardo del Campo, creyendo seguramente encontrar en su 
poder la pronta determinación del Rey, que V.E. me prometió 
por dos cartas suyas de 26 de mayo y 18 de julio de 1785; mas la 
respuesta ha sido que nada ha recibido ni nada se le ha avisado 
relativo a mis asuntos en todo este pasado intervalo de cuatro 
años cumplidos. Y así, permítame V.E. le importune de nuevo 
con mis letras, pues siendo indispensable para el arreglo puntual 
de mis negocios, y para tomar un partido decisivo, saber la 
resolución que a mi Representación ha dado o tiene a bien dar 
Su Majestad, le he de merecer a V.E. se sirva comunicármela 
cuanto antes fuese posible. 
 
Excuse V.E. igualmente la narración tediosa de mi giro, que sólo 
he expuesto para que vea en qué se ha empleado el pasado 
tiempo y los parajes en que vienen los episodios de 
Constantinopla y Petersburgo, que con escándalo, poco más o 
menos, y tal vez exageración, se remitieron a V.E. y que no he 
querido referir aquí porque, siendo el primero asunto puramente 
personal (esto es, una grosería de la parte del señor de Bouligny 
[Embajador de España] y repulsa indiferente de la mía) nada 
tiene que hacer con V.E., y el segundo, se encierra todo en una 
concisa carta de doce líneas que respondía a otra grosera que 
escribió el Encargado de Negocios don P. Macanaz, que sin 
duda la habrá remitido original a V.E., que juzgaría mejor 
dejando comentarios aparte. 
 
Es cierto que se me han ofrecido muy ventajosos partidos en 
Europa y aun en la América Septentrional cuando pasé por ella; 
mas también es positivo, por más que se haya dicho, que 
ninguna resolución he tomado aún... contando siempre dejar la 
decisión de este importante asunto para el fin de mis viajes que 
concibo ya terminados, y por ellorepito a V.E. me haga el favor 
de comunicarme una respuesta o resolución cualquiera sobre 
mis consabidos asuntos, con la brevedad posible. 
 
Nuestro Señor guarde la apreciable vida de V.E. muchos años. 
Exmo. Señor, B.L.M de V.E., su más atento y obediente 
servidor. 
 
Francisco de Miranda 
 
T. XVIII, f. 38 Viajes. 
 
 
*** 
 
 
 
Tomo VIII 
Doc. 1102 
De Miranda al Rey Carlos IV 
 
Londres, 23 de abril de 1790 
 
Señor: 
 
Habiendo tenido el honor de escribir al glorioso padre de V. M. 
en el 10 de abril de 1785 con motivo de hacer dejación del 
empleo, que su bondad Soberana me había conferido en los 
Reales Ejércitos; fundado en varias injusticias, calumnias y 
atropellamientos que llevaba experimentados, especialmente del 
Ministro de Indias, Don José de Gálvez, acompañando el todo 
de autenticas demostrativas pruebas de mi sinceridad y de la 
malevolencia de aquel Ministro. Tuve en contestación dos cartas 
atentas del Ministro de Estado, Conde de Floridablanca, en que 
me ofrece positivamente S.E. una resolución de S.M., luego que 
hubiese dado cuenta como correspondía. 
 
Yo, entretanto, seguí el curso de mis viajes por Europa y Asia, y 
a mi arribo aquí en el mes de julio próximo pasado [junio] 
¡extrañé no hallar resolución alguna aún! Mas ayer me ha 
comunicado el Embajador de V.M., Marqués del Campo, una 
carta del Exmo. Señor Conde de Floridablanca en que le dice: 
“Pero como ese Caballero está comprendido en un proceso 
pendiente en que conviene se defienda y purifique su conducta, 
no puede S.M., sin esta circunstancia, tomar un partido para 
hacer uso de él y de sus circunstancias, y así me manda el Rey 
lo responda a V.E. en vista de sus favorables representaciones, 
etc”. Por donde veo claramente que, en vez de darse una 
satisfacción completa a mis agravios y reparar los graves 
perjuicios que ha sufrido mi hacienda, se traman y se oyen 
nuevas implicaciones, aún cuando estoy fuera del país, 
poniéndome así en la dura precisión de sacrificar todo mi caudal 
e intereses y, lo que es más, la dulce compañía de mis padres y 
deudos, para escoger una Patria que me trate al menos con 
justicia y asegure la tranquilidad civil. 
 
Dígnese V.M. dispensar esta humilde repetición de mis agravios 
a los pies de su Persona Augusta, porque comprobando así más 
y más mi honesto proceder y mi paciencia, quede este consuelo 
y satisfacción a la lealtad pundonorosa que siempre he 
profesado. Nuestro Señor guarde la importantísima vida de V.M. 
muchos años. A.L.R.P. de V.M., su más humilde y rendido 
servidor. 
 
Francisco de Miranda 
 
T. XVIII, f. 164 Viajes 
 
*** 
 
Tomo IX 
Doc. 1232 
Nº 3 correspondiente al nº VIII del Registro de 1790 
Propuesta. En consecuencia de la Conferencia [con William Pitt] 
tenida en Hollwood el 14 de febrero de 1790 
 
 
La América española desea que la Inglaterra le ayude a sacudir 
la opresión infame en que la España la tiene constituida, 
negando a sus naturales de todas clases el que puedan obtener 
empleos militares, civiles o eclesiásticos de alguna 
consideración y confiriéndolos sólo a españoles europeos de 
baja esfera, por lo general, que vienen allí únicamente para 
enriquecerse, ultrajar y oprimir los infelices habitantes, con una 
rapacidad increíble, prohibiendo aún a la nobleza americana el 
que pase a España ni a ningún otro país extranjero sin Licencia 
particular del Rey, que rarísima vez se concede; verificándose 
así el tenerlos aprisionados sin causa ni motivo alguno y, lo que 
es más aún, oprimir también el entendimiento con el infame 
tribunal de la Inquisición, que prohíbe cuantos libros o 
publicación útil parezca, capaz de ilustrar el entendimiento 
humano, que así procuran degradar, haciéndole supersticioso, 
humilde y despreciable por pura crasa ignorancia. 
 
Los pueblos de varias Provincias de la América en la 
desesperación, con el exceso de tributos, injusticias y toda suerte 
de abusos, se han sublevado en diversos períodos, más sin 
conseguir el alivio que buscaban porque viniendo a someterse al 
fin, han aumentado más bien sus calamidades. Caracas se 
levantó por los años de 1750. Quito en el de 1764. México 
trataba de su Independencia con la Inglaterra en 1773. El Perú 
estuvo sublevado en marzo de 1781 y en el mes de junio de este 
propio año (1781) el reino de Santa Fe de Bogotá en rebelión, 
expulsó al Virrey y tropas europeas, quedándose el pueblo 
dueño del país...Vinieron a una capitulación después en que el 
Rey se sometió a todo, ofreciéndoles cuanto deseaban y luego 
que recobró el poder, rompió dicha estipulación, faltó a su 
palabra y les ha tratado con la mayor crueldad, propasándose 
aún a hacer aprisionar otros sujetos de primera distinción en 
aquellos países por órdenes arbitrarias o Lettres de Cachet, sin 
que estas personas hubiesen dado el menor motivo para ello. 
 
En esta situación pues, la América se cree con todo derecho a 
repeler una dominación igualmente opresiva que tiránica y 
formarse para sí un gobierno libre, sabio y justo, con la forma 
que sea más adaptable al país, clima e índole de sus habitantes, 
etc. Tanto más que en ello no se usurpa ni hace la menor 
injusticia a los Reyes de España, que todo el mundo sabe cuán 
poco contribuyeron a los gastos del Descubrimiento del Nuevo 
Mundo y en nada seguramente para las conquistas... por lo cual, 
sin embargo, se han hecho pagar sobradísimamente, si no es que 
se quieran alegar por derecho fundamental de los herederos y 
sucesores de don Fernando el Católico, la Donación curiosa del 
Papa español Alejandro VI, cuyo asunto más es para tratarlo 
jocosamente en el día que en una discusión seria. 
Por sí sola podría América verificar la expulsión antecedente, 
siendo superior en población y mucho más en riquezas a la 
España, mas si se considera la extensión de aquel continente y 
las grandes distancias que hay de una capital a otra; si se 
observa que no hay caminos para comunicarse por tierra, siendo 
preciso el ir por mar de una a otra parte y lo que es más aún, el 
no haber en todos los dominios españoles de aquel hemisferio 
una sola gaceta por donde comunicar las ocurrencias de una a 
otra provincia, se ve que es imposible obrar de acuerdo y que, 
por consecuencia, es indispensable para ello una fuerza marítima 
que preserve las comunicaciones libres y resista a las que la 
España envíe a fin de obstruir estos designios. 
 
A ninguna potencia le es esto más fácil que a la Inglaterra y bajo 
los principios de justicia, reciprocidad perfecta hacia la España y 
propios intereses. La América tiene un vastísimo comercio que 
ofrecer con preferencia a la Inglaterra; tiene tesoros con qué 
pagar puntualmente los servicios que se le hagan y aún para 
pagar una parte esencial de la Deuda Nacional de esta nación; 
por cuyas razones, juzgando de mutuo interés estos importantes 
asuntos, espera la América que, uniéndose por un pacto solemne 
a la Inglaterra, estableciendo un gobierno libre y semejante y 
combinando un plan de comercio recíprocamente ventajoso, 
vengan estas dos naciones a formar el más respetable y 
preponderante cuerpo político del Mundo. 
 
Si se considera la analogía de carácter que hay entre estas dos 
naciones y los efectos inmediatos que es necesario produzca la 
libertad y el buen gobierno, dando una instrucción general a la 
masa de la Nación que expela progresivamente las 
preocupaciones religiosas en que están imbuidos aquellos 
pueblos, por otra parte honrados, hospitalarios y generosos, no 
se debe dudar que formaran en breve una nación respetable, 
ilustre y digna de ser el aliado íntimo de la potencia más sabia y 
más célebre de la tierra. 
 
El estado adjunto manifiesta la población, riquezas y productos 
actuales de la América Española, como asimismo sus consumos 
de Europa, etc., y un plano comparativo de la España 
presentemente, por donde se puede inferir la disparidad que hay 
en favor de la primera y la imposibilidad en que está la segunda 
de hacer una oposición eficaz, siempre que lacombinación 
antecedente se llevase a debido efecto. La practicabilidad de 
todas las operaciones militares (para lo cual se requieren sólo 12 
a 15.000 hombres de infantería y 15 navíos de línea) será asunto 
para explicarlo después si fuese necesario, como asimismo la 
posibilidad de formar sin mayor dificultad un canal de 
navegación en el istmo de Panamá, que facilite el comercio de la 
China y del mar del Sur con innumerables ventajas para la 
Inglaterra, América, etc.. 
 
 En Londres, a 5 de marzo de 1790. 
 
Don Francisco de Miranda 
 
T. I, f. 128 Negociaciones 
 
*** 
 
Tomo IX 
Doc. 1450 
Anotación de Miranda 
 
El 20 de marzo de este mismo año partí de Londres a París, con 
ánimo de informarme si acaso los franceses –como yo me lo 
presumía- no intentaban revolucionar la América Española. Y 
habiendo llevado cartas de recomendación para el señor Bailly, 
ex –alcalde de París, y el señor Garan de Coulon, presidente del 
Tribunal Extraordinario de Orleáns, me introdujeron éstos, al 
cabo de algún tiempo, al señor Pétion, alcalde de París, 
igualmente que a los señores Gensonné, Guadet, Brissot, 
diputados a la Asamblea Legislativa; señores Roland y 
Dumouriez, ministros del Interior y de Negocios Extranjeros. 
Por ellos supe efectivamente que se pensaba en revolucionar la 
España y cuando menos las Colonias Españolas de la América 
Meridional. Hice lo posible para disuadirles de lo primero (esto 
es de la España) y que asimismo no se intentase nada 
relativamente a la América Meridional, sin estar asegurados 
primero de la probabilidad del éxito y consultarme sobre el 
particular, pues yo podría cooperar a la empresa con más 
eficacia tal vez que otro. Y se concluyó definitivamente que se 
suspendería la ejecución del proyecto por algún tiempo y que 
nada se emprendería en este particular sin darme parte antes. 
 
Con esta seguridad y habiendo logrado al menos de que no se 
hiciese mal a mi país, emprendiendo precipitosamente y sin 
cordura una empresa de esta magnitud que si no producía el bien 
que se presumía era necesario que produjese males y perjuicios 
incalculables, yo me preparaba a partir de París para restituirme 
a Londres y en el intermedio ir a Petersburgo a hacer una visita 
y tributar todo mi reconocimiento a la Emperatriz, mi protectora, 
la Gran Catalina, cuando estando para partir –con mi puesto 
pagado ya en la diligencia de Londres- el 12 de agosto, ¡cata que 
precede el gran evento del 10, que las barreras se cierran y que 
nadie puede partir! 
 
Los diputados y ministros, ya citados, me llaman con insistencia 
y me proponen el que era indispensable para el bien de mi 
Patria, para salvar la Francia en aquel momento de una invasión 
extranjera, y tal vez la familia Real, de una masacre inevitable si 
los prusianos llegaban a París, que yo partiese inmediatamente 
al ejército francés, con carácter de General y que, reuniéndome a 
Dumouriez, procurásemos detener a los prusianos y a los 
austriacos y que logrado este objeto, la Libertad se establecería 
en Francia, la familia Real sería preservada y yo conseguiría 
también el colmo de mis deseos, ¡llevando la Libertad y la 
Independencia a mi Patria! 
 
Tomé sin embargo cuatro días para dar una respuesta definitiva 
y al cabo partí para Reims, en Champagne, con grado de 
Mariscal de Campo al servicio de Francia, y me reuní al ejército 
francés en el cuartel general de Grandpré, donde el General 
Dumouriez me recibió con los brazos abiertos; y consultando 
conmigo todas las operaciones militares desde aquel día, 
poniendo a mi cargo igualmente mucha parte de ellas, seguimos 
con la mayor armonía toda esta campaña y la siguiente, hasta 
conducir los enemigos sobre los bordes del Rin. 
 
T. I, f. 141 Negociaciones. 
 
*** 
 
 
Tomo X 
Doc. 1674 p 269 
De Miranda para el Diputado Gensonné 
 
Para Gensonné, en París el 10 de octubre de 1792, el cual debía 
hacer el manifiesto para nuestra Independencia. M. 
 
Compatriotas: 
 
Llamado por vosotros en 1781 al socorro de la Patria, 
extremadamente agitada con las vejaciones y opresión excesiva 
que en aquellos tiempos ejercía sobre sus infelices habitantes el 
Ministro don José de Gálvez, por medio de sus agentes y 
visitadores, cuyos excesos habían provocado justamente una 
insurrección general en el Reino de Santa Fe de Bogotá, en el 
Perú y aún en la Provincia de Caracas, no pude en aquellas 
circunstancias acudir a su socorro, tanto por hallarme liado con 
un grado superior en el Ejército de S.M.C., entonces en guerra 
con la Inglaterra, como por concebir que en todos aquellos 
movimientos de insurrección no había combinación ni designio 
general, lo que me fue patente luego que recibí las 
Capitulaciones de Sipaquira (8 de junio de 1781), testimonio de 
la sencillez e inexperiencia de los americanos, por una parte, de 
la astucia y perfidia de los Agentes españoles por la otra; y así 
creí que el mejor partido era sufrir aún por algún tiempo y 
aguardar con paciencia la independencia de las Colonias anglo-
americanas, que sería en lo venidero el preliminar infalible de la 
nuestra. 
 
Con esta mira (y por sustraerme también a las intolerables 
persecuciones del Ministro Gálvez) hice dimisión formal de mi 
empleo en el Ejército Español luego que se publicó la paz, y 
pasé a examinar comparativamente los Estados Unidos de la 
América. Aquí fue que, en el año de 1784, en la ciudad de 
Nueva York, se formó el proyecto actual de Independencia y 
Libertad de todo el Continente Hispanoamericano, con la 
cooperación de la Inglaterra, tanto más interesada cuanto que la 
España había dado ya el ejemplo, forzándola a reconocer la 
independencia de sus Colonias en el propio Continente. 
 
Pasé con este objeto a Inglaterra en el principio de 1785. Mas 
los embarazos y disgustos en que la nación se hallaba con 
motivo de la pérdida de sus Colonias y de los gastos excesivos 
de la pasada guerra, no daban campo a presentar en el momento 
asuntos de esta magnitud; y así resolví ocupar el tiempo, que era 
necesario aguardar, en examinar atentamente los diversos 
gobiernos y sistemas políticos de la Europa. Artes, ciencias, 
religiones, industria y efectos de las diferentes formas de 
repúblicas y gobiernos mixtos de gobierno, ocuparon mi 
atención por espacio de cinco años, hasta el de 1789, que volví a 
Inglaterra no sin haber corrido algunos riesgos en mi seguridad 
personal, pues los Agentes de Madrid (aunque atentos y amigos 
en la apariencia) no dejaban de tramar perfidias. En Petersburgo 
se quitaron la máscara y creyendo imponer al Soberano, 
pidieron que yo fuese librado a la España, sin articular motivo 
sino el aparente pretexto de que el Imperio Español estaba en 
peligro, a lo que respondió magnánimamente Catalina II que no 
sabía que yo hubiese cometido ningún delito y que así si el 
Imperio Español corría riesgos con mi presencia, yo no podía 
estar mejor que en Rusia, donde mi presencia sería siempre 
agradable. Lo mismo intentaron, aunque sordamente, en 
Estocolmo y aun en París, por medios clandestinos, mas sin 
obtener el menor éxito. 
 
En fin, en el mes de febrero de 1790, este gran Proyecto fue 
presentado al Primer Ministro de S.M.B. [William Pitt], y 
aceptado en los mismos términos que en el día (en caso de 
guerra entre las dos naciones), esto es, para la emancipación e 
independencia absoluta de las Colonias Hispanoamericanas, en 
los propios términos que la Francia y la España habían 
reconocido las de la América del Norte. El 6 de mayo siguiente, 
la declaración hostil de la Inglaterra sobre los acontecimientos 
de Nootka Sound, se presentó como de propósito, y fue 
convenido en el propia día que este proyecto se pondría 
inmediatamente a ejecución, si la guerra (como parecía 
probable) se declaraba entre las dos naciones. Se enviaron a 
buscar algunos de nuestros compatriotas ex jesuitas que yo había 
visto y preparado en Italia para el asunto, y todo prometía el 
mejor éxito, cuando poco después apareció la Convención entre 
la España y laInglaterra, que terminó la disputa y puso término 
a nuestros deseos por entonces. 
 
La Revolución Francesa progresaba rápidamente hacia un 
sistema de Libertad, aunque con algo de aquella exageración 
propia del carácter nacional. Supe por uno de nuestros 
compatriotas que se hallaba en París, que aquel nuevo gobierno 
se ocupaba ya de extender sus principios hacia la América 
Española y proteger la independencia. Con este motivo pasé a 
París en marzo de 1792 y hallé efectivamente que las ideas del 
gobierno se dirigían a una guerra continental, y que en tal caso 
la intención era de revolucionar la España por Cataluña y 
Vizcaya, y asimismo las colonias de la América española. 
Combatí con éxito la primera parte del Proyecto y logré también 
que el objeto de las Colonias se pospusiese a mejor oportunidad, 
dejándome la dirección, puesto que el intento era la 
emancipación e independencia. 
 
Poco después, a tiempo que yo me disponía a salir de París para 
regresar a Inglaterra, llega la época fatal del 10 de agosto de 
1792 y con ella la caída del Trono de Francia. Los mismos 
ministros que me habían prometido cooperar a nuestra 
independencia, vinieron entonces a mí asegurándome que todo 
sería perdido y aun la misma familia Real sacrificada, si los 
ejércitos enemigos que penetraban por Champagne se acercaban 
a París; que la felicidad de mi Patria, como la salvación de la 
Francia, dependían de que los ejércitos Prusianos y Austriacos 
saliesen del territorio francés, pues entonces la agitación cesaría 
y todo entraría en el orden. Que yo, como tan interesado, debía 
tomar un grado de general en el Ejército Francés, y unido con 
Dumouriez, cooperar a esta empresa de que dependería la suerte 
de todos. Aquí está el motivo y las razones de mi entrada al 
servicio de la Nación Francesa, el 24 de agosto de 1792. 
 
Reunido con el General en Jefe Dumouriez en Grandpré, 
obrando íntimamente y de acuerdo en esta campaña, los 
enemigos fueron expulsados y yo promovido al grado de 
Teniente General, y muy luego al grado y mando del ejército del 
Norte. En este punto, fui nombrado para mandar un Ejército 
contra España, que rehusé por las razones arriba dichas. El 19 de 
diciembre de 1792 recibí aviso de que el Ministro me había 
nombrado Comandante General en St. Domingue; que un 
ejército de 25 mil hombres y una escuadra estaban allí a mi 
disposición para operar la revolución e independencia Américo-
hispana y.... (inconcluso) 
 
 
T. I, f. 8 R F. 
 
*** 
Tomo X 
Doc. 1675 
Del General Miranda a Pétion, Alcalde de París 
Primer Presidente de la Convención Nacional 
 
 
Valenciennes, 26 de octubre de 1792 
Año 1º de la República 
 
(No me lea hasta que V. tenga veinte minutos libres, ya que es 
importante que V. lo lea todo) 
 
Mi querido y digno amigo: 
 
V. se habrá extrañado, quizás, de no haber recibido mis noticias 
desde que tuve el placer de escribirle por conducto de nuestro 
común amigo, el General en Jefe, señor Dumouriez. El caso es 
que mi salud ha estado un poco quebrantada, hasta este 
momento en que me siento lo bastante restablecido como para 
tomar el mando de la segunda División del Ejército, que el 
General en Jefe ha tenido a bien confiarme. 
 
En fin, nuestra vanguardia ha entrado con éxito en territorio 
enemigo [Bélgica], y el resto del ejército entrará pasado 
mañana... Nuestros planes para echar al enemigo e invadir los 
Países Bajos Austríacos son a menudo y juiciosamente 
combinados, por lo que parece, por nuestro digno General 
Dumouriez quien, como tuve ya el honor de decir a V., toma 
todas las disposiciones él mismo... pero, ¿es que los demás 
Cuerpos, que deben cooperar juntos, cumplirán su deber y 
actuarán con unidad? ¡He aquí lo que temo! 
 
Para probar a V. que mi temor no es del todo infundado, he aquí 
una copia de la carta impertinente que uno de los que deben 
esencialmente cooperar, acaba de escribir al señor Dumouriez, 
quien, sin embargo, no ha querido notificarla al Ministro de la 
Guerra, creyendo que con su moderación llevará a estos 
oficiales a su deber, sacrificando su tonta vanidad al interés 
público. Es con la mayor dificultad que he podido obtener esta 
copia, rogando a V. no se la muestre a nadie, y que le envío 
únicamente para convencer a V. de la necesidad absoluta en que 
estamos de tener un rango o autoridad militar superior, situada 
en algún lugar, que remedie todas estas disputas y enredos que 
podrían muy bien acabar por arruinar la cosa pública... En fin, 
haga V. lo que considere mejor, y ya le he dicho bastante sobre 
este mismo tema en otras ocasiones. 
 
Pasemos a otra cosa. El General Dumouriez me ha dicho que V. 
pensaba enviar una fuerza contra España, y que con este motivo 
querían que yo regresara a París, etc. Es materia muy delicada 
sobre la cual me atrevo a solicitar la palabra, con preferencia a 
todo lo demás, antes de que V. emprenda la menor cosa. 
Primero, porque tengo que informar a V. hasta qué punto había 
llegado Inglaterra, que trató el asunto conmigo, como agente de 
América del Sur, en pro de su independencia y libertad, durante 
estos últimos tres años. Segundo, cuáles eran las disposiciones 
de América del Norte con respecto a la misma empresa. Tercero, 
los medios eficaces que yo había preparado en Italia con algunos 
jesuitas americanos, convertidos en hombres ilustrados y en 
enemigos implacables de España. Cuarto, doce años de fatigas, 
de viajes y meditaciones sobre el mismo tema, me dan una 
especie de derecho que reclamo con alguna confianza. 
 
Este mismo motivo es, además, la causa principal (como tuve el 
honor de decirle a V. en su tiempo) por el que prefería 
establecerme en Francia y ser un ciudadano francés, a toda otra 
ventaja que yo pudiera obtener en América del Norte, en Rusia o 
incluso en Inglaterra. Sobre este punto, puedo prestar servicios 
esenciales a la República y hacer al mismo tiempo la felicidad 
de mi Patria, que es el colmo de la felicidad humana. Así pues, 
V. no debe dudar de mi completa abnegación por una y otra 
cosa... No conozco sino dos deberes en mi situación actual, el 
primero para con Francia, como un miembro legítimo de la 
nación y un servidor fiel de la República, a la cual he hecho un 
juramento inviolable; el segundo, para con mi pobre Patria 
accidental, que de lejos me tiende la mano y me muestra las 
cadenas con las que gime desgraciadamente bajo el despotismo 
más cruel e infame. Esta idea desgarra mi corazón cada vez que 
pienso en ella... pero no pierdo la esperanza. ¡Animo hombres 
virtuosos y bienhechores de la humanidad; la posteridad os 
bendecirá eternamente! 
 
Me parece como de buen augurio en este momento la 
singularidad siguiente: el año 1785, cuando viajé por Prusia, 
etc., España y Francia, que veían con muy malos ojos mis 
“principios” y mis ideas, informados por el señor La Fayette que 
yo debía pasar por París, de regreso a Inglaterra, me habían 
preparado mi alojamiento en La Bastilla, con la complicidad del 
señor de Aranda, Montmorin, Floridablanca y Luis XVI... 
Fracasaron completamente... y he aquí que el primero está en 
Spandau, el otro sobre el precipicio, el otro decapitado en el 
Châtelet, el cuarto en el Castillo o bastilla de Segovia y el último 
en el Temple, mientras que este Miranda está, la espada en la 
mano, en los Ejércitos de la Libertad. Es ésta una reflexión que 
yo hubiera hecho ya al señor La Fayette, si su situación le 
permitiese recibirla. Por lo demás, amigo mío, ruego a V. no 
hacer comentarios, por razones de orden diverso y de las cuales 
la República pueda sacar mejor partido de mis débiles 
conocimientos. Mi abnegación es completa y muy sincera. 
 
A propósito de legislación, estoy muy contento de ver que el 
demagogo Robespierre ha caído en el olvido donde debiera 
haber estado siempre, por el bien de la cosa pública a la que ha 
hecho ya bastante daño. Pero veo con indignación que V. tiene 
que sufrir que otros más infames todavía, tales como Marat, 
Cha..., etc., difamen a los hombresvirtuosos, a la nación y a la 
Convención Nacional impunemente. Recuerde V. que por una 
igual negligencia la última Asamblea Legislativa se envileció 
ante los ojos de la nación y de Europa hasta el punto de reducir 
casi a cero su autoridad. El Comité de Legislación me parece 
estar muy bien compuesto, ¡y sus nueve miembros poseen más 
conocimientos sobre esta importante materia que quizás todo el 
resto de los hombres juntos! 
 
Le recomiendo una cosa de mi parte, sabio legislador, ¡y son las 
mujeres! ¿Por qué, en un gobierno democrático, la mitad de los 
individuos no está directa o indirectamente representada, 
mientras que ellas están igualmente sujetas a la misma severidad 
de las leyes que los hombres han hecho a su voluntad? ¿Por qué, 
al menos, no se les consulta sobre las leyes que les atañen más 
directamente como son las del matrimonio, divorcio, educación 
de los hijos, etc.? 
 
Confieso a V. que todas estas cosas me parecen usurpaciones 
irritantes y muy dignas de ser tomadas en consideración por 
nuestros sabios legisladores. Si yo tuviera aquí mis papeles, 
encontraría algunas observaciones que he hecho sobre este 
mismo tema, hablando de ello con algunos legisladores de 
América y de Europa, que nunca me dieron ninguna razón 
satisfactoria, habiendo convenido en su mayoría de la injusticia, 
etc. 
 
En fin, mi querido amigo, no esté tan silencioso, envíe una 
palabra de vez en cuando, ello alegra infinito mi pura amistad y 
son sensaciones muy agradables. Mis respetuosos saludos a la 
señora Pétion, al pequeño y a todos nuestros amigos. Le abrazo 
y soy con afecto inviolable. Suyo, 
 
 Miranda 
Archivos Nacionales de Francia 
F/7 /4774 Policía General 
Traducido del francés. 
 
*** 
Tomo XII 
Doc. 2482 
Proclama del General Miranda 
Comandante en Jefe de los Ejércitos de Bélgica, 
en ausencia del General Dumouriez, a sus compañeros de armas. 
 
 
A sus valientes hermanos de armas 
 
La Convención Nacional declara en nombre de la Nación 
francesa que está en guerra con el Rey de Inglaterra y el 
Estatúder de las Provincias Unidas, en vista de sus actos de 
hostilidad y de agresión, por odio a nuestra santa Libertad. 
 
El Consejo Ejecutivo Provisional va a desplegar las fuerzas 
necesarias para rechazar sus agresiones y para mantener la 
independencia, la dignidad y los intereses de la República 
francesa. 
 
Nuestros hermanos de las fuerzas navales van a proteger los 
mares y a hacer triunfar el pabellón tricolor, mientras que 
vosotros, gloriosos triunfadores de Valmy, Jemmapes, Amberes, 
Namur, etc. vais a derribar de nuevo los satélites de los 
déspotas. Valor, unión, disciplina, vigilancia... habéis vencido 
con estos medios; terminaréis vuestra obra y el Árbol de la 
Libertad, plantado con vuestras manos triunfantes, extenderá por 
todas partes sus ramas bienhechoras. “Allons enfants de la 
Patrie, un nouveau jour de gloire est arrivé… » Que el himno 
sagrado resuene por todas partes y sea el preludio de vuestros 
éxitos. 
13 de febrero de 1793 
 
T. I, f. 187 R.F. 
Traducido del francés 
 
*** 
Tomo XIV 
Doc. 3314 
Del General Miranda a Pétion 
 
Lovaina, 21 de marzo de 1793 
 
Mi querido y digno amigo: 
 
 
En el momento en que iba a contestar a la carta de V. del 13 de 
este mes, los ataques diarios del enemigo sobre nuestros puestos 
avanzados me impidieron seguir dando a V. las informaciones 
que V. deseaba sobre los asuntos de la Vanguardia en Aix-la-
Chapelle, etc. Desde entonces no he tenido un momento de 
tranquilidad para hacerlo y V. juzgará de ello cuando se entere 
de las lamentables consecuencias de nuestras operaciones 
ulteriores, combinadas y dirigidas por el General Dumouriez y 
su íntimo consejero Thouvenot. 
 
El amigo de V. no ha tomado la menor parte en todas estas 
disposiciones las cuales, lejos de ser conformes a mis ideas, han 
tenido siempre mi desaprobación y si hubiese estado en mi 
poder impedirlas, lo hubiera hecho ciertamente sin dudar. 
 
En la conducta de los Generales y oficiales superiores en Aix-la-
Chapelle no creo que haya habido traición, como se ha 
sospechado, pero creo que ha habido negligencias y faltas 
graves en el servicio del Cuerpo que estaba encargado del Roer, 
entre ellas, la presencia del General Valence, quien en vez de 
estar en su puesto se hallaba en Lieja desde el 23 de febrero. 
 
El asunto posterior de Neeerwinden, que tiene mucha mayor 
importancia, no está en el mismo caso y sospecho mucho al 
consejero del General, quien no posee ni la probidad ni los 
principios de republicanismo necesarios para ponerlo fuera del 
alcance de la reprobación. Me ha parecido muy extraño que el 
General Dumouriez, quien siempre me consultaba sobre todos 
los asuntos militares y políticos del Ejército, no me haya dicho 
una palabra de éste. 
 
A las once de la mañana recibí mi orden por escrito y supe 
verbalmente por él que íbamos a combatir y a atacar a nuestros 
enemigos, un total de 51.000 hombres, colocados muy 
ventajosamente y con una temible artillería, y por nuestra parte, 
con un Cuerpo de tropas inferior en número y con todas las 
desventajas del terreno, etc., sin haber hecho ningún 
reconocimiento del terreno ni de la posición precisa de nuestros 
enemigos; en fin, yo no tuve tiempo sino para decir: “cuente V. 
conmigo y no dejaremos de ejecutar las órdenes de V. atacando 
vigorosamente con cinco columnas diferentes”, y de las cuales 
tres fueron conducidas por mí personalmente al ataque; en el 
camino encontramos dificultades que superar, por falta de 
conocimientos locales, pero sin embargo logramos atacarlo 
vigorosamente por cinco puntos diferentes hacia las tres de la 
tarde, y habiéndonos batido hasta las seis con un éxito variado, 
las tropas se vieron obligadas a replegarse ante el número muy 
considerable de enemigos superiormente colocados, y bajo el 
fuego excesivo y muy bien seguido de su numerosa artillería. 
Las demás partes del Ejército sufrieron más o menos la misma 
suerte, en proporción a la proximidad de sus ataques sobre las 
líneas y baterías de los enemigos, diga lo que diga la proclama 
poco exacta del General Dumouriez, que no llegará jamás a 
oscurecer los hechos y la verdad. 
 
Nuestras pérdidas son considerables; sólo en mi División ha 
habido un oficial General muerto y más de otros treinta oficiales 
muertos o heridos, y entre ellos mi primer edecán que V. 
conocía, muerto a mi lado, y unos dos mil hombres 
aproximadamente entre muertos y heridos. Por esta pérdida 
podrá V. computar la de las otras dos Divisiones. 
 
El enemigo nos atacó al día siguiente con vigor, obligándonos a 
retirarnos detrás de Tirlemont y sucesivamente hasta Lovaina, 
donde conduje, hacia las tres de esta tarde, el Centro y la 
División de la Izquierda. Este fracaso debe producir muy fatales 
consecuencias para la suerte de Bélgica y para nuestros asuntos 
políticos en general. Me extraña que Dumouriez haya sido capaz 
de un error semejante. 
 
He aquí, mi querido amigo, lo que puedo decir a V. por el 
momento sobre la situación de nuestros asuntos militares en esta 
parte y de cuanto puede V. estar seguro, por ser la exacta 
verdad, a pesar de todas las tergiversaciones y sofismas de que 
pueden hacer uso para oscurecerla los que han sido causa de 
nuestra calamidad. 
 
Hay muchas otras cosas muy importantes que me encantaría 
poder comunicar a V. y que no puedo confiar al papel. Cuando 
leí la carta de V. en la que me decía que la ramificación del 
complot, descubierto últimamente contra nuestra querida 
libertad, se extendía hasta el Ejército, creí a V. exagerado y 
demasiado tímido. Hoy estoy convencido que hay motivo 
fundado para creerlo, y sospecho a más de un individuo como 
agente principal de nuestros reveses actuales. Diré a V. más, 
amigo mío, y es que he oído a estas propias personas hacer 
proposiciones indirectas, con habilidad, que han alarmado mi 
patriotismo y mi amor íntegro a la Libertad. En fin, veo que 
estamos agitados por infames intrigantes que han hechoya 
mucho daño y que pueden acabar por perdernos y arruinar la 
Libertad. 
 
Si fuera posible procurarnos una entrevista, sea viniendo V. 
mismo al Ejército (lo que creo de la más alta importancia en este 
momento), sea haciendo que se me permita ir a encontrarme con 
V. en cualquier sitio, yo podría comunicar a V. cosas que creo 
del mayor interés para la salvación de la República, y que no 
hay más que a V., cuya integridad, principios y amor puro de la 
libertad conozco, a quien yo pueda franca y abiertamente 
comunicar. Creo incluso que hay una cábala para deshacerse de 
mí, como quisieron deshacerse de V. antes del 10 de agosto. 
 
No escribo una palabra al Ministro ni a nadie. Dejo a Dumouriez 
y a todos los demás hacer sus informes como les parezca. Creo 
que la virtud y la verdad se abren paso irresistiblemente y que la 
máscara de la intriga no puede resistirles. Haga V. 
prudentemente uso de esta carta y deme una respuesta con el 
correo que la lleva y que envío a V. expresamente a este efecto. 
 
P.S. del 22. Nuestra retirada sobre Francia y la completa 
evacuación de Bélgica están decididas, según lo que me ha 
dicho hoy el General Dumouriez, haciéndome leer la carta que 
ha escrito al Ministro con tal motivo, haciéndome ver al mismo 
tiempo la posición militar que nuestro Ejército tenía hoy. Es la 
primera vez, desde su regreso, que me hace semejantes 
comunicaciones; me parece que ha querido de este modo que yo 
tome parte en el desastre que nos ha sucedido por unas malas 
combinaciones, así pues, V. apreciará que no me he mezclado en 
ello; pero sin embargo, no rehusaré nunca a contribuir con todos 
mis esfuerzos a la conservación del Ejército y al sostenimiento 
de la República, a la cual me he consagrado sinceramente hasta 
la muerte. 
 
 
Firmado: Miranda 
 
T. I, f. 232 vto R.F. 
Traducido del francés. 
 
 
*** 
 
 
 
 
Tomo XIV 
Doc. 3384 
De Miranda al Presidente de la Convención Nacional 
 
París, 4 de abril de 1793 
Año 2º de la República francesa 
 
Ciudadano Presidente: 
 
Habiendo sido llamado por dos decretos de la Convención 
Nacional para comparecer ante ella con el fin de ser oído en 
justificación de mi conducta y en respuesta a algunas 
inculpaciones militares, de la cuales me será fácil demostrar el 
error o la injusticia; y habiendo esperado cada día desde el 29 de 
marzo, sin que la gravedad y la multitud de asuntos que han 
acaecido me hayan permitido obtener este momento tan deseado 
por mí; reflexionando además que el conocimiento de los hechos 
que me proponía dar a la Convención Nacional y de los que yo 
había informado a algunos de sus miembros, se hace menos 
interesante desde que la conjura ha estallado en toda su maldad; 
ruego a la Convención Nacional remitirme a sus Comités Militar 
y de Defensa General para ser oído por éstos y que un informe 
le sea hecho. 
 
Ciudadano Presidente, ofreceré esta última reflexión a la justicia 
de la Convención Nacional: aquel que Dumouriez ha convertido 
en víctima, porque de ser su amigo pasó a ser su adversario 
desde el instante en que lo consideró conspirador, es además 
acusado y detenido. El Conciudadano de V., 
 
 Firmado: Miranda 
 
T. I, f. 236 vto. R. F. 
T. XIII, f. 73 R. F. 
T. XIII, f. 88 R. F. 
Traducido del francés. 
* * * 
Tomo XV 
Doc. 3419 
Resolución del Tribunal Criminal Revolucionario que absuelve 
a Francisco Miranda el 16 de mayo de 1793 
 
Nos, Jacques Bernard Marie Montané, Presidente del Tribunal 
Criminal Revolucionario, creado por la ley del 10 de marzo de 
1793, vista la declaración unánime del Jurado en el juicio sobre 
la acusación presentada contra Francisco Miranda, General de 
División: 
 
“1º Que no consta que el dicho Miranda haya traicionado los 
intereses de la República cuando el bombardeo de Maestricht, 
comenzado del 24 al 25 de febrero de 1793 e interrumpido el 
dos de marzo siguiente. 
 
“2º Que no consta que haya traicionado los intereses de la 
República cuando la evacuación de la ciudad de Lieja el cinco 
de marzo último. 
 
“3º Que no consta que Francisco Miranda haya traicionado los 
intereses de la República el dieciocho de marzo último, día de la 
batalla de Neerwinden, en la cual él comandaba el ala 
izquierda”. 
 
Decimos que el dicho Francisco Miranda queda absuelto de la 
acusación presentada contra él por el Acusador Público del 
Tribunal, en acta del diez del presente mes; en consecuencia, 
ordenamos que será puesto inmediatamente en libertad, si es que 
no se halla detenido por otras causas, y que su asiento de 
encarcelamiento será eliminado y borrado de todos los registros 
de las cárceles en las que ha sido detenido. 
 
Hecho y pronunciado en la Audiencia Pública del Tribunal, el 
jueves dieciséis de mayo de mil setecientos noventa y tres, año 
dos de la República. Firmado: J. B. M. Montané y N.J. 
Fabricius, Escribano. 
 
Y en el acto, el Tribunal ha ordenado que el presente 
mandamiento judicial sería impreso y fijado en carteles donde 
sea necesario. Hecho y juzgado en la Audiencia en las que 
estaban presentes los ciudadanos Montané, Presidente; Etienne 
Foucault y François Christophe Dufriche Des Madeleines, 
Jueces que han firmado la minuta. Firmado: J.B.M. Montané, 
Foucalt, Dufriche Des Madeleines y N.J. Fabricius, Escribano. 
Copia conforme a la minuta: Wolff, Escribano. 
 
 
T.XIV, f. 46 R.F. 
Traducido del francés. 
 
*** 
 
Tomo XVI 
Doc. 3550 
Del General Miranda a la Convención Nacional 
 
La Force, 25 brumario 
Año 3º de la República 
(15 de noviembre de 1794) 
 
Ciudadanos Representantes: 
 
Hace casi dieciocho meses que, habiendo comparecido ante la 
Barra de la Convención Nacional para denunciarle mi detención 
arbitraria y sin motivo, ésta envió mi queja al Comité de 
Seguridad General para estimarla. En virtud de la Ley del 18 
termidor, he solicitado al mismo Comité los motivos de mi 
detención y sucede que no tiene ninguno. 
 
No creo que el Senado francés, que ha puesto la justicia a la 
orden del día, tolere que un inocente, ya juzgado y declarado por 
los Comités de Vds. y por el Tribunal Revolucionario haber sido 
digno de la República y fuera del alcance de la sospecha misma, 
sea retenido un momento en cautividad sin motivos. Y no dudo 
que la Convención en su sensatez me conceda la libertad que 
reclamo ante ella. 
 
De lo contrario, le rogaría (si se me pudiera todavía imputar el 
menor crimen) me enviara hacia un tribunal cualquiera en el que 
yo pudiera justificar legal y rigurosamente mi conducta, único 
medio para que el hombre probo conserve su honor intacto y al 
abrigo de la calumnia, o satisfaga el interés público si ha tenido 
la desgracia de infringir las Leyes. 
 
 Miranda 
 
Enviada al Comité de Seguridad General 
el 25 brumario, año 3º. 
 
T. XV, f. 98 R. F. 
Traducido del francés. 
*** 
 
Tomo XVII 
Doc. 3634 
Decreto de la Convención Nacional ordenando la libertad de 
Francisco de Miranda 
 
EXTRACTO DEL ACTA DE LA 
CONVENCION NACIONAL 
 
Del vigésimo sexto día de Nivoso, año tercero de la República 
Francesa, una e indivisible. 
 
La Convención Nacional decreta que Miranda, ex general de 
los ejércitos de la República, detenido en la prisión llamada La 
Force, será puesto de inmediato en libertad y que los precintos 
puestos sobre sus efectos serán levantados a la vista del 
presente decreto. 
 
Refrendado por el Representante del pueblo, Inspector de las 
actas. Firmado: Viquy. 
 
Cotejado con el original por Nos, Representantes del pueblo, 
secretarios de la Convención, en París los mencionados día, 
mes y año. Firmado Anguis, Dumont y Borel. 
 
Certificado conforme al original, depositado en la Escribanía 
de la prisión de La Force, por mí, el que suscribe. París, 26 
nivoso, año 3º de la Era Republicana [15 de enero de 1795]. 
J.F. Richelot. C. Escribano. 
 
 
T. XV, f. 276 R. F. 
Traducido del francés. 
 
*** 
 
Tomo XVIII 
Doc. 3968 
Llegada de Miranda a Londres y entrevista con 
el Primer Ministro inglés, William Pitt. 
Segundas negociaciones[Extracto] 
 
 
(...) Yo no llegué a Londres hasta el lunes 15, [enero de 1798] 
porque dormí en el camino a causa de los ladrones que andaban 
en él y habían robado a otros dos días antes. Me apeé en la 
posada de Dantan, Panton Square, a eso de las 4 a.m. y después 
de comer fui a ver al señor Turnbull (Broad Street 42) que me 
aguardaba con impaciencia. Hablamos un poco sobre mis 
asuntos y me comunicó las dos cartas (nos. 47 y 48) del 
Secretario del señor Pitt, Carthew, por donde supe que dicho 
Ministro [William Pitt] me había estado aguardando aquel día en 
Downing Street y que me aguardaba mañana sin falta en su casa 
de campo en Hollwood, para una conferencia, ¡qué es lo que yo 
deseaba! 
 
El 16 a las 11 de la mañana partí en silla de posta a Hollwood, 
donde llegué poco después de la una. El portero anunció mi 
llegada inmediatamente al señor Pitt, que vino a mí sin dilación. 
Muy jovial y amistosamente me recibió efectivamente, 
felicitándome de mi buena llegada y recordándome que hacía 8 
años que, en aquel mismo paraje, nos habíamos juntado por la 
primera vez sobre el propio importante asunto; que ahora las 
circunstancias eran muy diferentes a las de entonces, ¡pues que 
la Inglaterra estaba en guerra abierta con la España!... Yo 
contesté que esta circunstancia era precisamente el motivo que 
nos hacía repetir, o por mejor decir, resumir las negociaciones 
de 1790 sobre el propio asunto. Todo está muy bien, me dijo, 
mas en nombre de quienes o por quienes se da esta autorización; 
y si no se podía formar un documento que (en lo posible) tuviese 
forma de Poderes para proceder con mayor arreglo en el 
asunto. 
 
Le respondí que ambas objeciones se habían prevenido de 
antemano y que para remediarlas, en cuanto era posible, 
habíamos convenido que mis Instrucciones sirviesen al mismo 
tiempo de Poderes. Y que estas fuesen dadas por los Comisarios 
–Diputados y representantes de las Colonias Hispano-
americanas; y que todo esto estaba contenido en un Pliego que 
traía ya preparado conteniente de la nota y documento adjunto nº 
LXV y L. Leyó uno y otro con suma atención y al llegar al 
punto de alianza con los E.U. de la América, prorrumpió en tono 
de alegría y sinceridad: ¡Mucho nos alegraremos de obrar 
juntos con la América en esta empresa!... ¿Sabe V. si acaso se le 
han hecho ya proposiciones sobre el particular? No lo creo, 
respondí, porque si se le hubiesen hecho, no me encargarían a 
mí que las hiciese y yo prometo a V. de no dar un paso en el 
particular hasta obtener su decisión o respuesta. Muy bien, me 
dijo con una inclinación de cabeza y prosiguió leyendo. 
 
(...) Y viniendo ahora a otro punto, añadió (aunque no es la 
intención de la Inglaterra de mezclarse por ningún motivo en el 
gobierno del País) ¿cuál es la forma o sistema de gobierno que 
se piensa establecer en el País? Muy semejante al de la Gran 
Bretaña, le respondí, pues debe componerse de una Cámara de 
Comunes, otra de nobles y un Ynca, o soberano hereditario. Muy 
bien, me dijo, ¡pues si un sistema por el modo de la Francia se 
intentase introducir en el País, aseguro a V. (me replicó con 
viveza) que más bien querríamos que los americanos españoles 
continuasen por un siglo súbditos obedientes bajo del opresivo 
gobierno del Rey de España, que verles sumergidos en las 
calamidades del abominable sistema de los franceses!...Muy 
bien, dije, ¡y es precisamente para evitar un contagio semejante 
y precavernos con tiempo del influjo gálico, que hemos pensado 
en emanciparnos inmediatamente y formar alianza con los E.U. 
de América y con la Inglaterra, a fin de combatir unánimemente 
(si fuese necesario) los monstruosos y abominables principios de 
la pretendida Libertad francesa!... Y para que V. vea que éstas 
son las mismas opiniones que profesan mis compatriotas, aquí 
tengo el borrador del proyecto de Constitución que se cree más 
acomodado al espíritu y opiniones de nuestros americanos, y 
que los comisarios de aquel país han sancionado. 
 
Leyólo todo con atención y llegando al artículo del Ynca 
hereditario, dio un gran asentimiento bajando la cabeza y al fin 
me dijo, pues todo esto está muy bien y yo no percibo ningún 
embarazo en el todo, mas como es un asunto tan grave y de 
momento, no puedo decir a V. más por ahora. ¡Dentro de poco 
tiempo tendrá V. una respuesta más formal y decisiva! Yo 
observé que la franqueza y sencillez con que yo había procedido 
me dejaba esperar la mayor brevedad en el despacho del asunto 
y el que se usase conmigo de la misma manera... 
(...) Luego, dejando este asunto, me preguntó qué pensaba yo de 
la situación de la Francia y si creía que realmente pensasen en 
hacer desembarco en Inglaterra. Aquí entramos en el anchuroso 
campo de la Revolución francesa en que de paso, y muy 
brevemente, le impuse de los motivos por que fui a París el año 
de 92. Y el accidente que hizo que entrase yo en aquella época 
en el servicio de la Francia; en resumidas cuentas a fin de que no 
se intentase cosa alguna en perjuicio de las Colonias Hispano-
Americanas (como hubiera sucedido si no voy yo a París en 
aquel tiempo) y para que la libertad se introdujese por medios 
suaves y con cordura, si el caso se presentase, etc. Le hice ver 
asimismo los motivos que me detuvieron en Francia después que 
recuperé mi libertad, en consecuencia de la muerte de 
Robespierre y reentrada en el Cuerpo Legislativo de los restos 
del partido de la Gironda, después del 9 Termidor. Que el objeto 
era hacer la Paz y restablecer el orden de cualquier manera que 
se fuese en Francia. Que para el objeto primero de la Paz, se 
había pensado en mí y que las proposiciones y términos de esta 
Paz se hallaban en un pequeño escrito que yo publiqué entonces 
en París con título: Opinion du Général Miranda sur la situation 
actuelle de la France et des convenables remèdes à ses maux... 
¡Me replicó que efectivamente había leído dicho escrito y que se 
acordaba muy bien de los términos de moderación y buen juicio 
en que estaba concebido!... Entonces yo añadí que la intención 
era de empeñar la Emperatriz Catalina II en ser el mediador y 
pacificador del Universo y que tanto más practicable me había 
parecido el asunto manejado por su mano cuanto que se hallaba 
en aquel tiempo ser ella el aliado íntimo de la Inglaterra. Es muy 
cierto, me replicó y ¡no hay duda que hubiera sido el personaje 
más propio para ello de todos los soberanos de Europa! 
 
(...) Me dijo también ¿y cómo ha hecho V. para salvarse en tanto 
riesgo y salir de Francia en este momento? Por medio, respondí, 
de un pasaporte adaptado a mi persona por medios químicos y 
con el auxilio de algún disfraz... En fin, con mucha amistad y 
mutua satisfacción, nos separamos a eso de las 3 y media de la 
tarde... quedándome algo admirado del excesivo buen 
acogimiento y olvido total de la brusca contestación en que 
habían quedado estos asuntos al principio del año de 1792, 
¡cuándo yo me fui a París! En fin, a las 6 p.m. estuve de vuelta 
en Londres, etc. 
 
 
T. I, f. 151 Negociaciones 
 
*** 
 
Tomo XVIII 
Doc. 4005 
Nº 8 correspondiente al nº LIV del Registro de 1798 
De Francisco de Miranda a J. Adams, Presidente de los 
Estados Unidos de América [Extracto] 
 
Londres, 24 de marzo de 1798 
 
Señor Presidente: 
 
Es en nombre de las Colonias Hispanoamericanas que tengo el 
honor de enviar a Vuestra Excelencia las proposiciones anexas. 
Estas han sido presentadas igualmente a los Ministros de 
S.M.B., quienes las han recibido muy favorablemente, 
manifestando mucha satisfacción en poder actuar en un caso 
semejante con los Estados Unidos de América, y me parece que 
la demora que experimento –verdaderamente aflictiva en un 
momento tan apremiante- proviene precisamente de la 
expectativa en que parece estar el gobierno inglés de ver la 
América del Norte decidida a romper definitivamente con 
Francia, por el deseo que tiene de hacer causa común y cooperar 
juntos a la Independencia absoluta del Continente entero del 
Nuevo Mundo.Como el espíritu de justicia, generosidad y adhesión de mis 
Compatriotas hacia los Estados Unidos se encuentran mejor 
expresados en el documento que me sirve de poderes e 
Instrucciones, he querido adjuntarle una copia completa, 
persuadido de que esta demostración de amistad y franqueza 
servirá más eficazmente a acelerar la decisión...contando 
siempre con la reserva indispensable en todo lo que no 
concierna directamente a los Estados Unidos. 
 
(...) No disimulo a V.E., Señor Presidente, mi inquietud por la 
próxima entrada de las tropas francesas en España: temor de que 
un movimiento convulsivo en la Metrópoli produzca sacudidas 
anárquicas en las Colonias y que el abominable sistema de 
Francia se introduzca entre nosotros, por no haber tomado 
medidas prontas y eficaces para impedirlo. ¡Dii avertant! En fin, 
espero que el pequeño auxilio que necesitamos para comenzar, y 
que se reduce a seis u ocho navíos y cuatro o cinco mil hombres 
de tropa, lo hallaremos fácilmente tanto en Inglaterra como en 
América...Mis deseos serían que la Marina fuese inglesa y las 
tropas de tierra, americanas. ¡Quiera la Providencia que los 
Estados Unidos hagan en 1798 por sus Compatriotas del Sur lo 
que el rey de Francia hizo por ellos en 1778! 
 
(...) Con sentimientos de la más alta consideración y de estima 
más perfecta, tengo el honor, Señor Presidente, de ser el muy 
humilde y obediente servidor de Vuestra Excelencia. 
 
 F. de M. 
T. I, f. 154 Negociaciones 
Traducido del francés. 
*** 
 
 
 
 
 
Tomo XVIII 
Doc. 4108 
De Miranda a Pedro Caro [Josef de Oquendo y Atuey] 
[Extracto] 
Nº 5 Duplicada.- 
Londres, 3 de junio de 1799 
 
Querido paisano y amigo mío: 
 
Con mucho gusto he recibido sus apreciables cartas de V., 
fechadas en Trinidad a 8, 13, 19 y 27 de febrero último, y no 
dudo que a la hora de esta se halle V. en el Continente para el 
arreglo definitivo de nuestros negocios, en la suposición de que 
el momento es el más propicio y de que los Sres. que debían 
ayudarnos y nos habían prometido tantas asistencias se 
conducen con una reserva y lentitud (por no decir otra cosa), que 
yo creo sería una locura aguardar más por sus promesas. En fin 
amigo, es menester encomendarnos a la Providencia y con 
resolución y juicio obrar por nosotros mismos si queremos tener 
asociados, porque estos no se decidirán jamás hasta que nos 
vean en una posición respetable. 
 
Por otra parte yo veo por las noticias mismas que V. me da 
(confirmadas aún por el principal) que los medios que tenemos 
son acaso muy suficientes para la empresa, con tal que un jefe 
prudente y hábil dirija los asuntos. ¡En el comercio como en la 
guerra, es necesario reunir la audacia con la prudencia si se 
quieren emprender negocios arduos y difíciles, aprovechando 
principalmente los momentos favorables! En este supuesto 
cuenta V. con mi embarque para la Trinidad el 15 o 20 de este 
mes, en el convoy que se prepara a hacer vela y diríjame V. a 
este paraje todas sus noticias. Espero, antes de partir, recibir 
cartas de V. en el convoy que por horas se aguarda aquí de esas 
Islas, pues las que supongo venían en el paquebote de la Jamaica 
se han perdido con esta embarcación que fue apresada. No 
ponga V. por Dios ni su nombre ni el mío en las cartas que me 
escriba, pues estamos en guerra y las sospechas solo de 
contrabandistas nos haría un perjuicio muy notable. 
 
(...) Nuestros amigos de Broad Street han aflorado infinitamente 
más. El señor King [Embajador de Estados Unidos] y el ministro 
de Rusia [Semion Vorontsov] se muestran más y más finos cada 
día; creo que podemos contar con ellos para siempre y aún con 
el señor Turnbull. Adiós. 
 
P.S. La guerra entre la Inglaterra y Tippo, en la India, parece 
positiva. 
 
 M-a 
 
T. II, f. 186 Negociaciones 
 
*** 
 
Tomo XVIII 
Doc. 4251 
Nota sin firma sobre Miranda 
Nº 4. Copia. 
 
Entre las actas de la Audiencia de Caracas relativas al asunto de 
la insurrección proyectada en aquel país hay una copia de una 
carta secreta fechada el 9 de mayo de 1797, dirigida a ese 
Tribunal por el Presidente y Capitán General, remitiéndoles, 
para su consideración y opinión, una Real Orden (que no está 
copiada) de la Corte de España, que la carta declara estar 
fechada el 24 de diciembre de 1796 y que contiene el Plan de la 
Corte de Londres para una expedición contra Nueva España y 
las medidas tomadas por el famoso español Miranda; tema 
sobre el cual la Audiencia es de la opinión que una descripción 
precisa de la persona de Miranda debería ser remitida a todos 
los oficiales, civiles y militares, con las órdenes más estrictas de 
detenerlo cuando sea descubierto en alguna parte de la costa, 
así como a todo extranjero que pueda parecer sospechoso. 
 
N.B. Estos papeles me fueron entregados [a Caro] por el ex-
Gobernador de Trinidad, General Picton, quien garantiza su 
autenticidad. 
 
T. I, f. 86 Negociaciones 
Traducido del inglés. 
 
*** 
 
Tomo XVIII 
Doc. 3996 
De Miranda a Wm. Flint, Subsecretario inglés de la Guerra 
 
 Great Pulteney Street 
25 de junio de 1799 
 
El General de Miranda saluda atentamente al señor Flint y le 
suplica le envíe el permiso para dejar Inglaterra, que él tuvo el 
honor de solicitar hace quince días por tercera vez, para ir a los 
Estados Unidos de América donde le ofrecen un asilo contra las 
proscripciones del Directorio francés y de sus aliados. Como en 
esta solicitud se renuncia al favor del Pasaporte que se le había 
prometido para la Trinidad, o para otra isla bajo dominio de 
Inglaterra, se espera no encontrar más obstáculos. El señor Flint 
perdonará seguramente este apremiante ruego cuando tenga a 
bien considerar y hacer comprender a los Superiores que el 
señor de Miranda, en este momento, no goza de sus bienes 
patrimoniales, que están en la América española, ni de su 
propiedad en Francia puesto que está proscrito igual que el 
General Pichegru, el Director Barthélemy, etc. Que se ha visto 
obligado además a vivir a su costa en Londres durante más de 
15 meses, en espera de una respuesta sobre unos asuntos de la 
mayor importancia que el Gobierno le había dicho esperara y 
que una demora más larga le pondría en la desagradable 
alternativa de contraer deudas o pedir limosna.... estando 
absolutamente agotados sus recursos en este país. Tendrá el 
honor de pasar mañana por la oficina del señor Flint, para 
obtener si es posible este permiso; los barcos que salen para 
América se encuentran ya a punto de partir. 
 
T. II, f. 178 Negociaciones 
Traducido del francés. 
 
*** 
 
Tomo XIX 
Doc. 4327 
De Miranda a Manuel Gual 
 
Londres, 31 de diciembre de 1799 
 
En la carta de envío que escribí al Ministro de la Guerra Dundas, 
remitiendo sus papeles de V., me pareció conveniente decir lo 
siguiente acerca del autor: “Don Manuel Gual, es el hijo mayor 
de Don Matheo Gual quien comandaba en la Guaira cuando el 
Almirante Knowles atacó esta Plaza en el año de 1743. Es 
nativo de Caracas, sirvió en la Infantería regular de esta 
Provincia y goza de una gran popularidad en el país, siendo 
descendiente de una noble y rica familia de la Guaira. El 
General de Miranda lo conoció íntimamente en su juventud y ha 
sido informado desde entonces que se ha convertido en un 
hombre de distinguidas aptitudes y consecuencia en el país”. 
 
Acerca del Gobernador de Trinidad debo prevenir a Vm. que yo 
le he creído un hombre amigo y favorable a nuestra 
independencia, hasta de poco tiempo a esta parte que su 
conducta me ha hecho suspender el juicio; y así convendría que 
se condujese V. con precaución y reserva con este personaje. Si 
acaso quiere vejar a V. o tratarle mal (como lo hizo con nuestro 
comisario Don P. Caro) procure V. irse a los E.U. de América y 
preséntese allí en mi nombre al General Hamilton, que es el 
segundo Comandante General del Ejército Americano, y dará a 
V. sin duda acogida honrosa. Puede V. también abrirse 
enteramente con él, pues es acaso el más fiel amigo que tiene 
nuestraLibertad e independencia en todo el mundo. Sin 
embargo, no conviene precipitar nada en este crítico momento, y 
V. haga por aguardar hasta que reciba mis noticias posteriores. 
 
Este gobierno Inglés da tales esperanzas en el día de ayudarnos 
prontamente, que sería temeridad no aguardar un poco; mas 
hace tan largo tiempo también que nos trae entretenidos con sus 
bellas promesas, que yo casi tengo perdida la confianza; y 
espero más de los E.U. de la América (por lo mucho que les 
interesa nuestra Independencia) y ¡sobre todo de nosotros 
mismos, que de ningún otro! ¡gracias al perjuicio incalculable 
que ha hecho la Anarquía galicana a la Libertad en todo el 
mundo! 
 
Por la primera ocasión enviaré a V. un mapa magnífico de la 
América Meridional, que hemos hecho grabar aquí a nuestra 
utilidad; fue trabajado por Cruz en Madrid el año 1775 y 
recogido inmediatamente por el gobierno para que el mundo 
ignore los primores de la naturaleza en ese hemisferio. También 
se publicó en Madrid por uno de nuestros Compatriotas (Don 
Antonio de Alcedo) un Diccionario geográfico-histórico de 
nuestra América en 5 v. in 4º, que es obra sumamente útil y 
sumamente rara por lo mismo. Si puedo encontrar un segundo 
ejemplar lo remitiré también a V. 
 
En cuanto a mi persona, amigo mío, ella está siempre invariable 
al servicio de la Patria. Por esta tengo hechos ya tantos 
sacrificios, que sería absurdo ahora el abandonar la empresa; 
cualesquiera puesto que se me señale será para mí muy 
aceptable y honroso, con tal que todo el mundo marche al 
mismo y único fin de nuestra Libertad e independencia, sin que 
la dominación de una Potencia extranjera cualquiera pretenda 
fijarse o mezclar su autoridad en el País; ¡porque en tal caso 
seremos la codicia y muy luego el despojo de todas las demás 
que teniendo una fuerza marítima cualesquiera querrán también 
tener parte en la División. ¡Dii avertant! En fin, amigo mío, la 
verdadera gloria de todos los Americanos consiste en la 
consecución de la Empresa y viceversa... ¡Dos grandes ejemplos 
tenemos delante de los ojos: la Revolución Americana y la 
Francesa; imitemos discretamente la primera; evitemos con 
sumo cuidado los fatales efectos de la segunda! 
M-a 
T. II, f. 218 vto. Negociaciones. 
 
*** 
 
Tomo XIX 
Doc. 4476 
Del General Miranda a Bonaparte, 
Primer Cónsul de la República francesa. 
 
10 Pluvioso del año VIII 
de la República francesa 
(30 de enero de 1800) 
 
 
Ciudadano Cónsul: 
 
Permita que uno de los más antiguos Soldados de la República y 
un Ciudadano francés le reclame sus derechos claramente 
violados el 19 Fructidor del año V. 
 
Este atentado fue tanto más pérfido para conmigo que mi 
nombre no se halla, ni siquiera estoy designado, en las piezas 
que han servido de pruebas a la Conspiración, verdadera o falsa, 
que los Triunviros dieron como motivo de una medida tan 
extraordinaria. Y si se añade que los pretendidos Jefes del 
Complot me son del todo desconocidos, o enemigos personales, 
la cosa sería también absurda. 
 
Invitado por el gobierno Francés para defender la noble Causa 
de la Libertad en un momento extremadamente crítico (en el 
mes de agosto de 1792) entré en el servicio bajo unas 
condiciones honorables y con un Contrato Solemne, certificado 
por el Ministro de la Guerra. 
 
El examen riguroso que se exigió de mi conducta, después de 
los acontecimientos funestos producidos por la defección de 
Dumouriez, hizo ver a la Nación entera que este compromiso 
había sido cumplido con fidelidad por mi parte y que Francia 
quedaba deudora hacia el que tuvo el honor de defenderla con 
gloria a la cabeza de sus Ejércitos. 
 
La Tiranía y el Sistema Arbitrario que más o menos han pesado 
sobre Francia, desde el famoso Comité de Salvación Pública 
hasta el último Directorio, siguieron, como es lógico, una 
marcha contraria, y en vez de concederme lo que la Justicia 
mandaba, se acumulaba persecución sobre persecución hasta el 
punto de incluir mi nombre en todas las listas de Proscripción, 
desde la de la Gironda hasta las de Danton y Pichegru, 
añadiendo además el saqueo de mis bagajes y mis caballos así 
como el rechazo de pagar los sueldos que se me debían casi en 
su totalidad desde el inicio de la guerra. 
 
Mi Biblioteca, que por casualidad pudo escapar, no dejó de 
pagar también tributo por el empréstito forzoso, etc. 
 
En fin, hoy que el Reino augusto de la Justicia y de la 
moderación es altamente proclamado, bajo felices auspicios, 
espero obtener por la suprema autoridad de V. lo que tantos 
otros, estando en el mismo caso, han recibido ya muy 
justamente y que mi Estipulación formal con Francia sea 
finalmente cumplida. 
 
El Amor de la Libertad, por el que he hecho tantos y tantos 
sacrificios en otros lugares, me hizo renunciar a vivir en mi País 
natal, el más oprimido quizás de todos los de la Tierra, y fue la 
causa de mi estrecha relación con Francia. 
 
El mismo motivo me había hecho buscar antes de la época de la 
Revolución francesa un refugio en Inglaterra y fue por esta 
antigua conexión que se me concedió un asilo cuando los 
gobernantes de Francia me expulsaban violentamente de su seno 
en Fructidor, año V. Sin embargo, hace casi un año que solicito 
con empeño el Permiso para dejar este país y pasar a los Estados 
Unidos de América, sin haber podido obtenerlo!!!.... lo que 
hace, Ciudadano Cónsul, que esta carta no sea dirigida a V. 
desde un País neutral. 
 
Que los beneficios de la Libertad puedan ser comunes a aquellos 
de nuestros semejantes que la deseen y que Francia pueda gozar, 
después de tantos sacrificios, de una Paz estable y gloriosa, 
basada en el bien inestimable de una sensata y perfecta Libertad, 
son y serán siempre mis deseos más sinceros. 
 
 Salut et Respect 
 M-a 
 
 
T. II, f. 268 Negociaciones 
Traducido del francés. 
 
*** 
 
 
Tomo XIX 
Doc. 4337 
De Don Juan Manuel de Cagigal, ex Gobernador de La Habana 
y Comandante del Reino de Valencia, a Francisco de Miranda 
Sentencia del Tribunal del Consejo de Indias. 
 
Dijeron: Que debían declarar y declaraban libre a Don Juan 
Manuel de Cagigal de todos los cargos que se le han hecho en 
esta Causa, por legítima, justa, meritoria y arreglada a las 
Reales Ordenes y soberana intención de S.M. su conducta y 
procedimientos en el hecho principal e incidencias de la 
Comisión conferida a Don Francisco de Miranda para que 
pasase a la Isla de Jamaica a los objetos del Real Servicio y del 
Estado que le confió, con las facultades para el aparente 
Comercio que contempló conducentes a su logro, y por 
consecuencia, que lejos de constituirle reo del delito que se le ha 
imputado, le han hecho acreedor a la Soberana estimación de 
S.M. y al premio que, así en remuneración de sus meritorios y 
anteriores Servicios como en recompensa de sus padecimientos 
y atrasos en su carrera, ocasionados de esta causa, se digne S.M. 
concederle en ejercicio de su Soberana Justicia distributiva y 
con alzamiento de cualquier arresto, embargo de bienes, 
depósitos y secuestros actuados de resultas de este mismo 
procedimiento, le reservaban y reservaron su derecho, para que 
por los daños, gastos y perjuicios que en su persona y caudal 
hubiese padecido con motivo de esta causa, use de él donde, 
como le convenga y contra quien corresponda. 
 
Asimismo declaraban y declararon por libre de todo cargo en 
el ejercicio de la referida Comisión y sus incidencias al 
Teniente Coronel Graduado Don Francisco de Miranda, y por 
legítima y exenta de todo vicio la introducción de los tres barcos 
titulados Puerco Espín, Tres Amigos y el Aguila con los 
esclavos, géneros y efectos que vinieron en ellos de la Isla de 
Jamaica; y revocaban y revocaron en esta parte la Sentencia del 
Juez Comisionado en que declaró caídos en la pena de comiso 
los referidos barcos, esclavos, géneros y efectos, y condenó a 
Miranda a que pagase su importe a la Real Hacienda, con más el 
valor de las tres carretas, siete yuntas de bueyes y cinco caballos 
en

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