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MIRANDA Y SUS DOCUMENTOS Esta nueva sección, concebida gracias a la generosidad de las investigadoras y actuales editoras de la colección “Colombeia” (Archivo del General Francisco de Miranda), Gloria Henríquez Uzcátegui y Miren J. Basterra, comprende un muestrario de 28 documentos que dan cuenta de las actuaciones más importantes del precursor de la independencia hispanoamericana. Se trata de una selección tan laboriosa como diversa en función de los criterios escogidos. Obviamente, como lo implica toda escogencia, queda excluida de aquí numerosa correspondencia de Miranda con (y de) personajes ilustres de la época, tanto de la política, como del mundo cultural, literario y científico, al igual que sus valiosos diarios. A pesar de lo anterior, no deja de tratarse de una aproximación rápida y de gran utilidad para adentrarnos así en el complejo y fabuloso mundo de los papeles de este venezolano de excepción. COLOMBEIA 1764-1810 Segunda edición del Archivo del General Francisco de Miranda. Nueva publicación en curso llamada “Colombeia”, reestructurada, ampliada, reordenada cronológicamente y traducida al español. Ediciones de la Presidencia de la República, con el beneplácito de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela. TOMOS ELABORADOS Primera Sección Tomo I, Miranda Súbdito Español, 1750-1780 Tomo II, Miranda Súbdito Español, 1780-1783 Segunda Sección Tomo III, El Viajero Ilustrado, 1783-1785 Tomo IV, El Viajero Ilustrado, 1785-1786 Tomo V, El Viajero Ilustrado, 1787 Tomo VI, El Viajero Ilustrado, 1787-1788 Tomo VII, El Viajero Ilustrado, 1788 Tomo VIII, El Viajero Ilustrado, 1788-1790 Tercera Sección Tomo IX, Revolución Francesa, 1790-1792 Tomo X, Revolución Francesa, 1792 Tomo XI, Revolución Francesa, 1793 Tomo XII, Revolución Francesa, 1793 Tomo XIII, Revolución Francesa, 1793 Tomo XIV, Revolución Francesa, 1793 Tomo XV, Revolución Francesa, 1793 Tomo XVI, Revolución Francesa, 1793-1794 Tomo XVII, Revolución Francesa, 1795-1797 Cuarta Sección Tomo XVIII, Negociaciones, 1797-1799 Tomo XIX, Negociaciones, 1799-1801 Selección de textos Gloria Henríquez Miren J. Basterra Tomo II. Doc. 323 Certificación del Gobernador de La Habana, Juan Manuel de Cagigal Don Juan Manuel de Cagigal y Monserrat, Caballero del Orden de Santiago y Comendador de Ballesteros en la de Calatrava; Teniente General de los Reales Ejércitos y Superintendente de la Renta de Tabacos; Juez Protector de la de Correos Marítimos y Terrestres y de la Real Compañía; Gobernador y Capitán General Interino y por vía de Comisión de la Isla de Cuba y ciudad de San Cristóbal de La Habana, etc. CERTIFICO: Que el Teniente Coronel don Francisco de Miranda, Capitán del Regimiento de Infantería de la Princesa, destinado últimamente al de Aragón, ha servido bajo mis órdenes en el expresado Regimiento de la Princesa todo el tiempo que fui Coronel de este Cuerpo, y en calidad de mi Edecán en la expedición que salió de Cádiz el 28 de marzo de 1780 [28 de abril]... En el desembarco de nuestras tropas en las Islas de Dominica, Guadalupe, etc... En los aprestos que en La Habana se han hecho y puesto a mi cuidado por el Exmo. Señor Comandante General Don Victorio de Navia, para el embarco de toda la artillería y ejército principal de operaciones en América... En la Expedición que bajo mis órdenes salió de La Habana el 9 de abril próximo pasado, para reforzar y auxiliar el ejército de Su Majestad, que a las órdenes del Mariscal de Campo Don Bernardo de Gálvez sitiaba la Plaza de Pensacola, en cuyo sitio y rendición, como igualmente en todas las anteriores comisiones, ha servido a mi vista con el mayor celo, valor, actividad y buena conducta en cuanto se ha ofrecido y yo le he mandado, concerniente al Real servicio; habiendo servido también con igual distinción en la defensa de la Plaza de Melilla... Y últimamente ha sido enviado con pleno poder y facultades por esta Capitanía General a la Jamaica, a fin de establecer un Cartel para el Canje de prisioneros españoles y británicos, entre las Islas de Cuba y Jamaica, cumpliendo en todo, como igualmente en varias otras graves e importantes comisiones reservadas del Real servicio que al mismo tiempo se le encargaron, con aquel celo, actividad, penetración y conocimiento que le caracterizan de un buen oficial, y sirven de honor y lustre a su profesión. Por todo lo cual, le recomiendo muy particularmente y le juzgo acreedor a los ascensos y empleos que la Real bondad de S.M. quiera dispensarle. Habana, 6 de enero de 1782 Juan Manuel de Cagigal T. III, f. 198 Viajes. *** Tomo II Doc. 481 De Miranda a Juan Manuel de Cagigal 16 de abril de 1783 Confidencial Exmo. Señor Mi más venerado amigo y favorecedor: Por carta de oficio que con esta fecha escribo a V., habrá visto mi resolución de pasar al Norte de América y los motivos que me han movido a ello. Ahora me resta prevenirle, que siendo los designios de nuestros contrarios tan manifiestamente depravados, no es regular desistan del empeño, malogrado su premeditado golpe, sin tocar primero otros resortes a fin de conseguir su intento; y así es indispensable, que sin pérdida de tiempo, informe V.E. a la Corte, para que con esta prevención, aguarden a lo menos por lo que yo escriba antes de resolver. Unido siempre al partido en todas estas emergencias, por elección y por justicia, seguiré constante hasta el fin y como he dicho a V., esperaré su aviso en Filadelfia antes de tomar resolución alguna. Me prometo que no perdonando V. diligencia para el acertado manejo del negocio, tendré cuanto antes esta noticia con todo el buen éxito que es de esperarse. Sin embargo, para que V. proceda con todo aquel conocimiento que es indispensable en los asuntos, a fin de que salgan conformes con la idea del interesado, le diré que la mía, en dirigirme a los Estados Unidos de América, no sólo fue por sustraerme a la tropelía que conmigo se intentó, sino para dar al mismo tiempo principio a mis viajes en países extranjeros, que sabe V. fue siempre mi intención concluida la guerra; con este propio designio he cultivado de antemano con esmero los principales idiomas de Europa que fueron la profesión en que desde mis tiernos años me colocó la suerte y mi nacimiento. Todos estos principios (que aún no son otra cosa), toda esta simiente que con no pequeño afán y gastos se ha estado sembrando en mi entendimiento por espacio de treinta años que tengo de edad, quedaría desde luego sin fruto ni provecho por falta de cultura a tiempo. La experiencia y conocimiento que el hombre adquiere, visitando y examinando personalmente con inteligencia prolija en el gran libro del universo; las sociedades más sabias y virtuosas que lo componen; sus leyes, gobierno, agricultura, policía, comercio, arte militar, navegación, ciencias, artes, etc..., es lo que únicamente puede sazonar el fruto y completar en algún modo la obra magna de formar un hombre sólido y de provecho! Así he de merecer a V. que si pudiese por sí solo transigir mis asuntos, respecto a tener en su poder documentos suficientes para ello, me consiga de Su Majestad una Real Licencia para pasar por cuatro años a Inglaterra, Holanda, Francia, Alemania, Italia, etc., a viajar y perfeccionar mi incompleta educación. Finalmente, en manos de V. quedan mi honor, mi suerte y mi fidelidad futura; ¡ningunas más sagradas y más propias para el depósito que las de mi mejor amigo! Dios me conceda el acierto y a V. prospere y guarde felicísimos años que desea su fiel y constante amigo, Miranda T. VII, f. 189 Viajes *** Tomo V Doc. 813 Copia de la carta circular del Conde de Bezborodko, Ministro de Asuntos Extranjeros, al Embajador de Su Majestad Imperial en Viena, Príncipe de Galitzin, y a los Ministros en París, Londres, La Haya,Copenhague, Estocolmo, Berlín y Nápoles, fechada en Kiev el 22 de abril de 1787. [Entregada a Miranda en San Petersburgo en agosto] El Conde de Miranda, Coronel al servicio de Su Majestad Católica, habiendo llegado a Kiev durante la estancia de la Emperatriz en dicha ciudad, tuvo el honor de ser presentado a Su Majestad Imperial y de conciliarse, por sus méritos y cualidades distinguidos, y entre otros, por los conocimientos adquiridos durante sus viajes por los diferentes continentes del globo, la benevolencia de nuestra Augusta Soberana. Su Majestad Imperial, queriendo dar al señor de Miranda una muestra señalada de su estima y del interés particular que le profesa, ordena a V.E., cuando reciba la presente carta de mi parte, conceder a este oficial un recibimiento conforme al caso que ella misma hace de su persona, testimoniándole todos los cuidados y atenciones posibles, dándole su asistencia y protección cada vez que lo necesitare y cuando quiera él mismo recurrir, y finalmente, ofreciéndole, llegado el caso, su propia casa por asilo. La Emperatriz recomendándole, Señor, este Coronel de una manera tan distinguida, ha querido demostrar hasta qué punto ella aprecia el mérito donde lo encuentra y que un título indefectible ante ella, para poder aspirar de preferencia a sus bondades y a su alta protección, es el de poseer tantos méritos como el Señor Conde de Miranda. Tengo el honor de ser, etc. P.S. Siendo voluntad de la Emperatriz que el contenido de esta carta quede en el secreto impenetrable, me apresuro, Señor, en comunicar a V.E. sus órdenes. T. XI, f. 177 Viajes Traducido del francés. *** Tomo V Doc. 820 De Miranda a la Emperatriz Catalina II San Petersburgo, 15 de agosto de 1787 (Viejo estilo) (Copia) Señora: Que Vuestra Majestad Imperial se digne permitir que ofrende a sus pies estas humildes expresiones de mi profundo agradecimiento por todos los favores y bondades que V.M. se ha dignado concederme desde que tuve la dicha de serle presentado en Kiev, y que han penetrado de tal modo en mi alma que no podré sino quedar inviolablemente atado a su Augusta Persona. Solamente un gran e interesante asunto, como el que me ocupa actualmente, sería capaz de hacerme diferir el agradable y dulce placer de poder, por mis servicios, pagar en parte lo que debo a la benevolencia de Vuestra Majestad, y de compartir con sus súbditos las ventajas inestimables e insignes de que goza la sociedad bajo su ilustre y glorioso reinado. Pero en cuanto mis compromisos sean fielmente cumplidos en otra parte, como tuve el honor de comunicar a V.M. por el señor General Mamonov en Kiev, me atrevería a recordarle su promesa y espero que su bondad se dignaría aceptar los modestos servicios de un hombre sincero que no busca en todas estas gestiones sino el beneficio y la felicidad de los demás. La protección que la magnanimidad de V.M.I. ha querido concederme, será siempre un nuevo motivo para que mis acciones resulten tan correctas como me sea posible, y no dudo de que bajo tales auspicios mis deseos serán perfectamente realizados, a pesar de todas las invectivas de la cábala de un partido combinado. La Letra de Crédito que V.M. ha tenido a bien agregar, será utilizada juiciosamente en caso de necesidad y siempre satisfecha por mi parte, teniendo el honor de considerarme con sincero agradecimiento y profundo respecto de V.M.I., el más humilde y muy obediente servidor. Francisco de Miranda T. XI, f. 167 Viajes Traducido del francés. *** Tomo VIII Doc. 1098 De Miranda al Conde de Floridablanca Londres, 15 de julio de 1789 Exmo. Señor Muy Señor mío: Sírvase V.E. dispensarme el que, al cabo de la jornada, le recuerde mi carta de 1º de agosto de 1785 por donde tuve el honor de informarle, captando su beneplácito, mi resolución de pasar a Prusia con el fin de asistir a las Revistas generales que el difunto Rey Federico II pasó a sus ejércitos, que conseguí efectivamente mediante el permiso y benigna acogida que merecí de S.M. De aquí seguí a Sajonia, Bohemia, Austria, Hungría, etc., con el propio objeto y, mediante la asistencia de los ministros de España en estos parajes, logré satisfacer igualmente mis deseos por lo que mira a tropas, campamentos y asuntos militares. Después bajé a Italia, donde la historia, antigüedades, las bellas artes y literatura me detuvieron cerca de un año que viajé en ella incógnito. Pasé luego al continente de la antigua Grecia, sus islas, archipiélago, Egipto, Asia Menor y hasta Constantinopla, cuyos países no son menos interesantes por todos términos que los antecedentes. Atravesando el Mar Negro, fui a desembarcar a Otchakov y después a Kherson; di vuelta a la Táurida en compañía de S.A. el Príncipe de Potemkin que me hizo ver además el ejército ruso, que allí estaba a la sazón, y con amistosa instancia me obligó a ir a Kiev, donde fui por él presentado a S.M. la Emperatriz de las Rusias, que me acogió con suma benevolencia honrándome de mil distinciones. A su Majestad el Rey de Polonia, que vino a Kaniev, visité igualmente, y siguiendo mis viajes hacia el Norte, fui a Moscú, San Petersburgo, Finlandia y Laponia. Pasé el Báltico y desembarqué en Estocolmo, donde tuve también el honor de tratar al Soberano [Gustavo III] y ver cuánto el país encierra de interesante en minas, arsenales, marina, milicia, etc., mediante las recomendaciones con que la magnanimidad de S.M. la Emperatriz Catalina II quiso favorecerme a la despedida. Luego estuve en Noruega, pasé el Sund y vine a Copenhague donde me detuve lo crudo del invierno y recibí igual distinción y acogida de la Corte, sin embargo de un infame párrafo que a este tiempo se publicó contra mí en las Gacetas de Europa, atribuido generalmente al ministro de España en Estocolmo, que tuve a bien despreciar. Después he estado en otras partes de Alemania, Holanda, Zelandia, Flandes, Cantones Suizos y finalmente por toda Francia que he examinado con despacio por más de ocho meses, hasta fines del pasado que dejé Versalles en bastante confusión y me vine a esta capital. Inmediatamente pasé casa del Exmo. Señor Embajador don Bernardo del Campo, creyendo seguramente encontrar en su poder la pronta determinación del Rey, que V.E. me prometió por dos cartas suyas de 26 de mayo y 18 de julio de 1785; mas la respuesta ha sido que nada ha recibido ni nada se le ha avisado relativo a mis asuntos en todo este pasado intervalo de cuatro años cumplidos. Y así, permítame V.E. le importune de nuevo con mis letras, pues siendo indispensable para el arreglo puntual de mis negocios, y para tomar un partido decisivo, saber la resolución que a mi Representación ha dado o tiene a bien dar Su Majestad, le he de merecer a V.E. se sirva comunicármela cuanto antes fuese posible. Excuse V.E. igualmente la narración tediosa de mi giro, que sólo he expuesto para que vea en qué se ha empleado el pasado tiempo y los parajes en que vienen los episodios de Constantinopla y Petersburgo, que con escándalo, poco más o menos, y tal vez exageración, se remitieron a V.E. y que no he querido referir aquí porque, siendo el primero asunto puramente personal (esto es, una grosería de la parte del señor de Bouligny [Embajador de España] y repulsa indiferente de la mía) nada tiene que hacer con V.E., y el segundo, se encierra todo en una concisa carta de doce líneas que respondía a otra grosera que escribió el Encargado de Negocios don P. Macanaz, que sin duda la habrá remitido original a V.E., que juzgaría mejor dejando comentarios aparte. Es cierto que se me han ofrecido muy ventajosos partidos en Europa y aun en la América Septentrional cuando pasé por ella; mas también es positivo, por más que se haya dicho, que ninguna resolución he tomado aún... contando siempre dejar la decisión de este importante asunto para el fin de mis viajes que concibo ya terminados, y por ellorepito a V.E. me haga el favor de comunicarme una respuesta o resolución cualquiera sobre mis consabidos asuntos, con la brevedad posible. Nuestro Señor guarde la apreciable vida de V.E. muchos años. Exmo. Señor, B.L.M de V.E., su más atento y obediente servidor. Francisco de Miranda T. XVIII, f. 38 Viajes. *** Tomo VIII Doc. 1102 De Miranda al Rey Carlos IV Londres, 23 de abril de 1790 Señor: Habiendo tenido el honor de escribir al glorioso padre de V. M. en el 10 de abril de 1785 con motivo de hacer dejación del empleo, que su bondad Soberana me había conferido en los Reales Ejércitos; fundado en varias injusticias, calumnias y atropellamientos que llevaba experimentados, especialmente del Ministro de Indias, Don José de Gálvez, acompañando el todo de autenticas demostrativas pruebas de mi sinceridad y de la malevolencia de aquel Ministro. Tuve en contestación dos cartas atentas del Ministro de Estado, Conde de Floridablanca, en que me ofrece positivamente S.E. una resolución de S.M., luego que hubiese dado cuenta como correspondía. Yo, entretanto, seguí el curso de mis viajes por Europa y Asia, y a mi arribo aquí en el mes de julio próximo pasado [junio] ¡extrañé no hallar resolución alguna aún! Mas ayer me ha comunicado el Embajador de V.M., Marqués del Campo, una carta del Exmo. Señor Conde de Floridablanca en que le dice: “Pero como ese Caballero está comprendido en un proceso pendiente en que conviene se defienda y purifique su conducta, no puede S.M., sin esta circunstancia, tomar un partido para hacer uso de él y de sus circunstancias, y así me manda el Rey lo responda a V.E. en vista de sus favorables representaciones, etc”. Por donde veo claramente que, en vez de darse una satisfacción completa a mis agravios y reparar los graves perjuicios que ha sufrido mi hacienda, se traman y se oyen nuevas implicaciones, aún cuando estoy fuera del país, poniéndome así en la dura precisión de sacrificar todo mi caudal e intereses y, lo que es más, la dulce compañía de mis padres y deudos, para escoger una Patria que me trate al menos con justicia y asegure la tranquilidad civil. Dígnese V.M. dispensar esta humilde repetición de mis agravios a los pies de su Persona Augusta, porque comprobando así más y más mi honesto proceder y mi paciencia, quede este consuelo y satisfacción a la lealtad pundonorosa que siempre he profesado. Nuestro Señor guarde la importantísima vida de V.M. muchos años. A.L.R.P. de V.M., su más humilde y rendido servidor. Francisco de Miranda T. XVIII, f. 164 Viajes *** Tomo IX Doc. 1232 Nº 3 correspondiente al nº VIII del Registro de 1790 Propuesta. En consecuencia de la Conferencia [con William Pitt] tenida en Hollwood el 14 de febrero de 1790 La América española desea que la Inglaterra le ayude a sacudir la opresión infame en que la España la tiene constituida, negando a sus naturales de todas clases el que puedan obtener empleos militares, civiles o eclesiásticos de alguna consideración y confiriéndolos sólo a españoles europeos de baja esfera, por lo general, que vienen allí únicamente para enriquecerse, ultrajar y oprimir los infelices habitantes, con una rapacidad increíble, prohibiendo aún a la nobleza americana el que pase a España ni a ningún otro país extranjero sin Licencia particular del Rey, que rarísima vez se concede; verificándose así el tenerlos aprisionados sin causa ni motivo alguno y, lo que es más aún, oprimir también el entendimiento con el infame tribunal de la Inquisición, que prohíbe cuantos libros o publicación útil parezca, capaz de ilustrar el entendimiento humano, que así procuran degradar, haciéndole supersticioso, humilde y despreciable por pura crasa ignorancia. Los pueblos de varias Provincias de la América en la desesperación, con el exceso de tributos, injusticias y toda suerte de abusos, se han sublevado en diversos períodos, más sin conseguir el alivio que buscaban porque viniendo a someterse al fin, han aumentado más bien sus calamidades. Caracas se levantó por los años de 1750. Quito en el de 1764. México trataba de su Independencia con la Inglaterra en 1773. El Perú estuvo sublevado en marzo de 1781 y en el mes de junio de este propio año (1781) el reino de Santa Fe de Bogotá en rebelión, expulsó al Virrey y tropas europeas, quedándose el pueblo dueño del país...Vinieron a una capitulación después en que el Rey se sometió a todo, ofreciéndoles cuanto deseaban y luego que recobró el poder, rompió dicha estipulación, faltó a su palabra y les ha tratado con la mayor crueldad, propasándose aún a hacer aprisionar otros sujetos de primera distinción en aquellos países por órdenes arbitrarias o Lettres de Cachet, sin que estas personas hubiesen dado el menor motivo para ello. En esta situación pues, la América se cree con todo derecho a repeler una dominación igualmente opresiva que tiránica y formarse para sí un gobierno libre, sabio y justo, con la forma que sea más adaptable al país, clima e índole de sus habitantes, etc. Tanto más que en ello no se usurpa ni hace la menor injusticia a los Reyes de España, que todo el mundo sabe cuán poco contribuyeron a los gastos del Descubrimiento del Nuevo Mundo y en nada seguramente para las conquistas... por lo cual, sin embargo, se han hecho pagar sobradísimamente, si no es que se quieran alegar por derecho fundamental de los herederos y sucesores de don Fernando el Católico, la Donación curiosa del Papa español Alejandro VI, cuyo asunto más es para tratarlo jocosamente en el día que en una discusión seria. Por sí sola podría América verificar la expulsión antecedente, siendo superior en población y mucho más en riquezas a la España, mas si se considera la extensión de aquel continente y las grandes distancias que hay de una capital a otra; si se observa que no hay caminos para comunicarse por tierra, siendo preciso el ir por mar de una a otra parte y lo que es más aún, el no haber en todos los dominios españoles de aquel hemisferio una sola gaceta por donde comunicar las ocurrencias de una a otra provincia, se ve que es imposible obrar de acuerdo y que, por consecuencia, es indispensable para ello una fuerza marítima que preserve las comunicaciones libres y resista a las que la España envíe a fin de obstruir estos designios. A ninguna potencia le es esto más fácil que a la Inglaterra y bajo los principios de justicia, reciprocidad perfecta hacia la España y propios intereses. La América tiene un vastísimo comercio que ofrecer con preferencia a la Inglaterra; tiene tesoros con qué pagar puntualmente los servicios que se le hagan y aún para pagar una parte esencial de la Deuda Nacional de esta nación; por cuyas razones, juzgando de mutuo interés estos importantes asuntos, espera la América que, uniéndose por un pacto solemne a la Inglaterra, estableciendo un gobierno libre y semejante y combinando un plan de comercio recíprocamente ventajoso, vengan estas dos naciones a formar el más respetable y preponderante cuerpo político del Mundo. Si se considera la analogía de carácter que hay entre estas dos naciones y los efectos inmediatos que es necesario produzca la libertad y el buen gobierno, dando una instrucción general a la masa de la Nación que expela progresivamente las preocupaciones religiosas en que están imbuidos aquellos pueblos, por otra parte honrados, hospitalarios y generosos, no se debe dudar que formaran en breve una nación respetable, ilustre y digna de ser el aliado íntimo de la potencia más sabia y más célebre de la tierra. El estado adjunto manifiesta la población, riquezas y productos actuales de la América Española, como asimismo sus consumos de Europa, etc., y un plano comparativo de la España presentemente, por donde se puede inferir la disparidad que hay en favor de la primera y la imposibilidad en que está la segunda de hacer una oposición eficaz, siempre que lacombinación antecedente se llevase a debido efecto. La practicabilidad de todas las operaciones militares (para lo cual se requieren sólo 12 a 15.000 hombres de infantería y 15 navíos de línea) será asunto para explicarlo después si fuese necesario, como asimismo la posibilidad de formar sin mayor dificultad un canal de navegación en el istmo de Panamá, que facilite el comercio de la China y del mar del Sur con innumerables ventajas para la Inglaterra, América, etc.. En Londres, a 5 de marzo de 1790. Don Francisco de Miranda T. I, f. 128 Negociaciones *** Tomo IX Doc. 1450 Anotación de Miranda El 20 de marzo de este mismo año partí de Londres a París, con ánimo de informarme si acaso los franceses –como yo me lo presumía- no intentaban revolucionar la América Española. Y habiendo llevado cartas de recomendación para el señor Bailly, ex –alcalde de París, y el señor Garan de Coulon, presidente del Tribunal Extraordinario de Orleáns, me introdujeron éstos, al cabo de algún tiempo, al señor Pétion, alcalde de París, igualmente que a los señores Gensonné, Guadet, Brissot, diputados a la Asamblea Legislativa; señores Roland y Dumouriez, ministros del Interior y de Negocios Extranjeros. Por ellos supe efectivamente que se pensaba en revolucionar la España y cuando menos las Colonias Españolas de la América Meridional. Hice lo posible para disuadirles de lo primero (esto es de la España) y que asimismo no se intentase nada relativamente a la América Meridional, sin estar asegurados primero de la probabilidad del éxito y consultarme sobre el particular, pues yo podría cooperar a la empresa con más eficacia tal vez que otro. Y se concluyó definitivamente que se suspendería la ejecución del proyecto por algún tiempo y que nada se emprendería en este particular sin darme parte antes. Con esta seguridad y habiendo logrado al menos de que no se hiciese mal a mi país, emprendiendo precipitosamente y sin cordura una empresa de esta magnitud que si no producía el bien que se presumía era necesario que produjese males y perjuicios incalculables, yo me preparaba a partir de París para restituirme a Londres y en el intermedio ir a Petersburgo a hacer una visita y tributar todo mi reconocimiento a la Emperatriz, mi protectora, la Gran Catalina, cuando estando para partir –con mi puesto pagado ya en la diligencia de Londres- el 12 de agosto, ¡cata que precede el gran evento del 10, que las barreras se cierran y que nadie puede partir! Los diputados y ministros, ya citados, me llaman con insistencia y me proponen el que era indispensable para el bien de mi Patria, para salvar la Francia en aquel momento de una invasión extranjera, y tal vez la familia Real, de una masacre inevitable si los prusianos llegaban a París, que yo partiese inmediatamente al ejército francés, con carácter de General y que, reuniéndome a Dumouriez, procurásemos detener a los prusianos y a los austriacos y que logrado este objeto, la Libertad se establecería en Francia, la familia Real sería preservada y yo conseguiría también el colmo de mis deseos, ¡llevando la Libertad y la Independencia a mi Patria! Tomé sin embargo cuatro días para dar una respuesta definitiva y al cabo partí para Reims, en Champagne, con grado de Mariscal de Campo al servicio de Francia, y me reuní al ejército francés en el cuartel general de Grandpré, donde el General Dumouriez me recibió con los brazos abiertos; y consultando conmigo todas las operaciones militares desde aquel día, poniendo a mi cargo igualmente mucha parte de ellas, seguimos con la mayor armonía toda esta campaña y la siguiente, hasta conducir los enemigos sobre los bordes del Rin. T. I, f. 141 Negociaciones. *** Tomo X Doc. 1674 p 269 De Miranda para el Diputado Gensonné Para Gensonné, en París el 10 de octubre de 1792, el cual debía hacer el manifiesto para nuestra Independencia. M. Compatriotas: Llamado por vosotros en 1781 al socorro de la Patria, extremadamente agitada con las vejaciones y opresión excesiva que en aquellos tiempos ejercía sobre sus infelices habitantes el Ministro don José de Gálvez, por medio de sus agentes y visitadores, cuyos excesos habían provocado justamente una insurrección general en el Reino de Santa Fe de Bogotá, en el Perú y aún en la Provincia de Caracas, no pude en aquellas circunstancias acudir a su socorro, tanto por hallarme liado con un grado superior en el Ejército de S.M.C., entonces en guerra con la Inglaterra, como por concebir que en todos aquellos movimientos de insurrección no había combinación ni designio general, lo que me fue patente luego que recibí las Capitulaciones de Sipaquira (8 de junio de 1781), testimonio de la sencillez e inexperiencia de los americanos, por una parte, de la astucia y perfidia de los Agentes españoles por la otra; y así creí que el mejor partido era sufrir aún por algún tiempo y aguardar con paciencia la independencia de las Colonias anglo- americanas, que sería en lo venidero el preliminar infalible de la nuestra. Con esta mira (y por sustraerme también a las intolerables persecuciones del Ministro Gálvez) hice dimisión formal de mi empleo en el Ejército Español luego que se publicó la paz, y pasé a examinar comparativamente los Estados Unidos de la América. Aquí fue que, en el año de 1784, en la ciudad de Nueva York, se formó el proyecto actual de Independencia y Libertad de todo el Continente Hispanoamericano, con la cooperación de la Inglaterra, tanto más interesada cuanto que la España había dado ya el ejemplo, forzándola a reconocer la independencia de sus Colonias en el propio Continente. Pasé con este objeto a Inglaterra en el principio de 1785. Mas los embarazos y disgustos en que la nación se hallaba con motivo de la pérdida de sus Colonias y de los gastos excesivos de la pasada guerra, no daban campo a presentar en el momento asuntos de esta magnitud; y así resolví ocupar el tiempo, que era necesario aguardar, en examinar atentamente los diversos gobiernos y sistemas políticos de la Europa. Artes, ciencias, religiones, industria y efectos de las diferentes formas de repúblicas y gobiernos mixtos de gobierno, ocuparon mi atención por espacio de cinco años, hasta el de 1789, que volví a Inglaterra no sin haber corrido algunos riesgos en mi seguridad personal, pues los Agentes de Madrid (aunque atentos y amigos en la apariencia) no dejaban de tramar perfidias. En Petersburgo se quitaron la máscara y creyendo imponer al Soberano, pidieron que yo fuese librado a la España, sin articular motivo sino el aparente pretexto de que el Imperio Español estaba en peligro, a lo que respondió magnánimamente Catalina II que no sabía que yo hubiese cometido ningún delito y que así si el Imperio Español corría riesgos con mi presencia, yo no podía estar mejor que en Rusia, donde mi presencia sería siempre agradable. Lo mismo intentaron, aunque sordamente, en Estocolmo y aun en París, por medios clandestinos, mas sin obtener el menor éxito. En fin, en el mes de febrero de 1790, este gran Proyecto fue presentado al Primer Ministro de S.M.B. [William Pitt], y aceptado en los mismos términos que en el día (en caso de guerra entre las dos naciones), esto es, para la emancipación e independencia absoluta de las Colonias Hispanoamericanas, en los propios términos que la Francia y la España habían reconocido las de la América del Norte. El 6 de mayo siguiente, la declaración hostil de la Inglaterra sobre los acontecimientos de Nootka Sound, se presentó como de propósito, y fue convenido en el propia día que este proyecto se pondría inmediatamente a ejecución, si la guerra (como parecía probable) se declaraba entre las dos naciones. Se enviaron a buscar algunos de nuestros compatriotas ex jesuitas que yo había visto y preparado en Italia para el asunto, y todo prometía el mejor éxito, cuando poco después apareció la Convención entre la España y laInglaterra, que terminó la disputa y puso término a nuestros deseos por entonces. La Revolución Francesa progresaba rápidamente hacia un sistema de Libertad, aunque con algo de aquella exageración propia del carácter nacional. Supe por uno de nuestros compatriotas que se hallaba en París, que aquel nuevo gobierno se ocupaba ya de extender sus principios hacia la América Española y proteger la independencia. Con este motivo pasé a París en marzo de 1792 y hallé efectivamente que las ideas del gobierno se dirigían a una guerra continental, y que en tal caso la intención era de revolucionar la España por Cataluña y Vizcaya, y asimismo las colonias de la América española. Combatí con éxito la primera parte del Proyecto y logré también que el objeto de las Colonias se pospusiese a mejor oportunidad, dejándome la dirección, puesto que el intento era la emancipación e independencia. Poco después, a tiempo que yo me disponía a salir de París para regresar a Inglaterra, llega la época fatal del 10 de agosto de 1792 y con ella la caída del Trono de Francia. Los mismos ministros que me habían prometido cooperar a nuestra independencia, vinieron entonces a mí asegurándome que todo sería perdido y aun la misma familia Real sacrificada, si los ejércitos enemigos que penetraban por Champagne se acercaban a París; que la felicidad de mi Patria, como la salvación de la Francia, dependían de que los ejércitos Prusianos y Austriacos saliesen del territorio francés, pues entonces la agitación cesaría y todo entraría en el orden. Que yo, como tan interesado, debía tomar un grado de general en el Ejército Francés, y unido con Dumouriez, cooperar a esta empresa de que dependería la suerte de todos. Aquí está el motivo y las razones de mi entrada al servicio de la Nación Francesa, el 24 de agosto de 1792. Reunido con el General en Jefe Dumouriez en Grandpré, obrando íntimamente y de acuerdo en esta campaña, los enemigos fueron expulsados y yo promovido al grado de Teniente General, y muy luego al grado y mando del ejército del Norte. En este punto, fui nombrado para mandar un Ejército contra España, que rehusé por las razones arriba dichas. El 19 de diciembre de 1792 recibí aviso de que el Ministro me había nombrado Comandante General en St. Domingue; que un ejército de 25 mil hombres y una escuadra estaban allí a mi disposición para operar la revolución e independencia Américo- hispana y.... (inconcluso) T. I, f. 8 R F. *** Tomo X Doc. 1675 Del General Miranda a Pétion, Alcalde de París Primer Presidente de la Convención Nacional Valenciennes, 26 de octubre de 1792 Año 1º de la República (No me lea hasta que V. tenga veinte minutos libres, ya que es importante que V. lo lea todo) Mi querido y digno amigo: V. se habrá extrañado, quizás, de no haber recibido mis noticias desde que tuve el placer de escribirle por conducto de nuestro común amigo, el General en Jefe, señor Dumouriez. El caso es que mi salud ha estado un poco quebrantada, hasta este momento en que me siento lo bastante restablecido como para tomar el mando de la segunda División del Ejército, que el General en Jefe ha tenido a bien confiarme. En fin, nuestra vanguardia ha entrado con éxito en territorio enemigo [Bélgica], y el resto del ejército entrará pasado mañana... Nuestros planes para echar al enemigo e invadir los Países Bajos Austríacos son a menudo y juiciosamente combinados, por lo que parece, por nuestro digno General Dumouriez quien, como tuve ya el honor de decir a V., toma todas las disposiciones él mismo... pero, ¿es que los demás Cuerpos, que deben cooperar juntos, cumplirán su deber y actuarán con unidad? ¡He aquí lo que temo! Para probar a V. que mi temor no es del todo infundado, he aquí una copia de la carta impertinente que uno de los que deben esencialmente cooperar, acaba de escribir al señor Dumouriez, quien, sin embargo, no ha querido notificarla al Ministro de la Guerra, creyendo que con su moderación llevará a estos oficiales a su deber, sacrificando su tonta vanidad al interés público. Es con la mayor dificultad que he podido obtener esta copia, rogando a V. no se la muestre a nadie, y que le envío únicamente para convencer a V. de la necesidad absoluta en que estamos de tener un rango o autoridad militar superior, situada en algún lugar, que remedie todas estas disputas y enredos que podrían muy bien acabar por arruinar la cosa pública... En fin, haga V. lo que considere mejor, y ya le he dicho bastante sobre este mismo tema en otras ocasiones. Pasemos a otra cosa. El General Dumouriez me ha dicho que V. pensaba enviar una fuerza contra España, y que con este motivo querían que yo regresara a París, etc. Es materia muy delicada sobre la cual me atrevo a solicitar la palabra, con preferencia a todo lo demás, antes de que V. emprenda la menor cosa. Primero, porque tengo que informar a V. hasta qué punto había llegado Inglaterra, que trató el asunto conmigo, como agente de América del Sur, en pro de su independencia y libertad, durante estos últimos tres años. Segundo, cuáles eran las disposiciones de América del Norte con respecto a la misma empresa. Tercero, los medios eficaces que yo había preparado en Italia con algunos jesuitas americanos, convertidos en hombres ilustrados y en enemigos implacables de España. Cuarto, doce años de fatigas, de viajes y meditaciones sobre el mismo tema, me dan una especie de derecho que reclamo con alguna confianza. Este mismo motivo es, además, la causa principal (como tuve el honor de decirle a V. en su tiempo) por el que prefería establecerme en Francia y ser un ciudadano francés, a toda otra ventaja que yo pudiera obtener en América del Norte, en Rusia o incluso en Inglaterra. Sobre este punto, puedo prestar servicios esenciales a la República y hacer al mismo tiempo la felicidad de mi Patria, que es el colmo de la felicidad humana. Así pues, V. no debe dudar de mi completa abnegación por una y otra cosa... No conozco sino dos deberes en mi situación actual, el primero para con Francia, como un miembro legítimo de la nación y un servidor fiel de la República, a la cual he hecho un juramento inviolable; el segundo, para con mi pobre Patria accidental, que de lejos me tiende la mano y me muestra las cadenas con las que gime desgraciadamente bajo el despotismo más cruel e infame. Esta idea desgarra mi corazón cada vez que pienso en ella... pero no pierdo la esperanza. ¡Animo hombres virtuosos y bienhechores de la humanidad; la posteridad os bendecirá eternamente! Me parece como de buen augurio en este momento la singularidad siguiente: el año 1785, cuando viajé por Prusia, etc., España y Francia, que veían con muy malos ojos mis “principios” y mis ideas, informados por el señor La Fayette que yo debía pasar por París, de regreso a Inglaterra, me habían preparado mi alojamiento en La Bastilla, con la complicidad del señor de Aranda, Montmorin, Floridablanca y Luis XVI... Fracasaron completamente... y he aquí que el primero está en Spandau, el otro sobre el precipicio, el otro decapitado en el Châtelet, el cuarto en el Castillo o bastilla de Segovia y el último en el Temple, mientras que este Miranda está, la espada en la mano, en los Ejércitos de la Libertad. Es ésta una reflexión que yo hubiera hecho ya al señor La Fayette, si su situación le permitiese recibirla. Por lo demás, amigo mío, ruego a V. no hacer comentarios, por razones de orden diverso y de las cuales la República pueda sacar mejor partido de mis débiles conocimientos. Mi abnegación es completa y muy sincera. A propósito de legislación, estoy muy contento de ver que el demagogo Robespierre ha caído en el olvido donde debiera haber estado siempre, por el bien de la cosa pública a la que ha hecho ya bastante daño. Pero veo con indignación que V. tiene que sufrir que otros más infames todavía, tales como Marat, Cha..., etc., difamen a los hombresvirtuosos, a la nación y a la Convención Nacional impunemente. Recuerde V. que por una igual negligencia la última Asamblea Legislativa se envileció ante los ojos de la nación y de Europa hasta el punto de reducir casi a cero su autoridad. El Comité de Legislación me parece estar muy bien compuesto, ¡y sus nueve miembros poseen más conocimientos sobre esta importante materia que quizás todo el resto de los hombres juntos! Le recomiendo una cosa de mi parte, sabio legislador, ¡y son las mujeres! ¿Por qué, en un gobierno democrático, la mitad de los individuos no está directa o indirectamente representada, mientras que ellas están igualmente sujetas a la misma severidad de las leyes que los hombres han hecho a su voluntad? ¿Por qué, al menos, no se les consulta sobre las leyes que les atañen más directamente como son las del matrimonio, divorcio, educación de los hijos, etc.? Confieso a V. que todas estas cosas me parecen usurpaciones irritantes y muy dignas de ser tomadas en consideración por nuestros sabios legisladores. Si yo tuviera aquí mis papeles, encontraría algunas observaciones que he hecho sobre este mismo tema, hablando de ello con algunos legisladores de América y de Europa, que nunca me dieron ninguna razón satisfactoria, habiendo convenido en su mayoría de la injusticia, etc. En fin, mi querido amigo, no esté tan silencioso, envíe una palabra de vez en cuando, ello alegra infinito mi pura amistad y son sensaciones muy agradables. Mis respetuosos saludos a la señora Pétion, al pequeño y a todos nuestros amigos. Le abrazo y soy con afecto inviolable. Suyo, Miranda Archivos Nacionales de Francia F/7 /4774 Policía General Traducido del francés. *** Tomo XII Doc. 2482 Proclama del General Miranda Comandante en Jefe de los Ejércitos de Bélgica, en ausencia del General Dumouriez, a sus compañeros de armas. A sus valientes hermanos de armas La Convención Nacional declara en nombre de la Nación francesa que está en guerra con el Rey de Inglaterra y el Estatúder de las Provincias Unidas, en vista de sus actos de hostilidad y de agresión, por odio a nuestra santa Libertad. El Consejo Ejecutivo Provisional va a desplegar las fuerzas necesarias para rechazar sus agresiones y para mantener la independencia, la dignidad y los intereses de la República francesa. Nuestros hermanos de las fuerzas navales van a proteger los mares y a hacer triunfar el pabellón tricolor, mientras que vosotros, gloriosos triunfadores de Valmy, Jemmapes, Amberes, Namur, etc. vais a derribar de nuevo los satélites de los déspotas. Valor, unión, disciplina, vigilancia... habéis vencido con estos medios; terminaréis vuestra obra y el Árbol de la Libertad, plantado con vuestras manos triunfantes, extenderá por todas partes sus ramas bienhechoras. “Allons enfants de la Patrie, un nouveau jour de gloire est arrivé… » Que el himno sagrado resuene por todas partes y sea el preludio de vuestros éxitos. 13 de febrero de 1793 T. I, f. 187 R.F. Traducido del francés *** Tomo XIV Doc. 3314 Del General Miranda a Pétion Lovaina, 21 de marzo de 1793 Mi querido y digno amigo: En el momento en que iba a contestar a la carta de V. del 13 de este mes, los ataques diarios del enemigo sobre nuestros puestos avanzados me impidieron seguir dando a V. las informaciones que V. deseaba sobre los asuntos de la Vanguardia en Aix-la- Chapelle, etc. Desde entonces no he tenido un momento de tranquilidad para hacerlo y V. juzgará de ello cuando se entere de las lamentables consecuencias de nuestras operaciones ulteriores, combinadas y dirigidas por el General Dumouriez y su íntimo consejero Thouvenot. El amigo de V. no ha tomado la menor parte en todas estas disposiciones las cuales, lejos de ser conformes a mis ideas, han tenido siempre mi desaprobación y si hubiese estado en mi poder impedirlas, lo hubiera hecho ciertamente sin dudar. En la conducta de los Generales y oficiales superiores en Aix-la- Chapelle no creo que haya habido traición, como se ha sospechado, pero creo que ha habido negligencias y faltas graves en el servicio del Cuerpo que estaba encargado del Roer, entre ellas, la presencia del General Valence, quien en vez de estar en su puesto se hallaba en Lieja desde el 23 de febrero. El asunto posterior de Neeerwinden, que tiene mucha mayor importancia, no está en el mismo caso y sospecho mucho al consejero del General, quien no posee ni la probidad ni los principios de republicanismo necesarios para ponerlo fuera del alcance de la reprobación. Me ha parecido muy extraño que el General Dumouriez, quien siempre me consultaba sobre todos los asuntos militares y políticos del Ejército, no me haya dicho una palabra de éste. A las once de la mañana recibí mi orden por escrito y supe verbalmente por él que íbamos a combatir y a atacar a nuestros enemigos, un total de 51.000 hombres, colocados muy ventajosamente y con una temible artillería, y por nuestra parte, con un Cuerpo de tropas inferior en número y con todas las desventajas del terreno, etc., sin haber hecho ningún reconocimiento del terreno ni de la posición precisa de nuestros enemigos; en fin, yo no tuve tiempo sino para decir: “cuente V. conmigo y no dejaremos de ejecutar las órdenes de V. atacando vigorosamente con cinco columnas diferentes”, y de las cuales tres fueron conducidas por mí personalmente al ataque; en el camino encontramos dificultades que superar, por falta de conocimientos locales, pero sin embargo logramos atacarlo vigorosamente por cinco puntos diferentes hacia las tres de la tarde, y habiéndonos batido hasta las seis con un éxito variado, las tropas se vieron obligadas a replegarse ante el número muy considerable de enemigos superiormente colocados, y bajo el fuego excesivo y muy bien seguido de su numerosa artillería. Las demás partes del Ejército sufrieron más o menos la misma suerte, en proporción a la proximidad de sus ataques sobre las líneas y baterías de los enemigos, diga lo que diga la proclama poco exacta del General Dumouriez, que no llegará jamás a oscurecer los hechos y la verdad. Nuestras pérdidas son considerables; sólo en mi División ha habido un oficial General muerto y más de otros treinta oficiales muertos o heridos, y entre ellos mi primer edecán que V. conocía, muerto a mi lado, y unos dos mil hombres aproximadamente entre muertos y heridos. Por esta pérdida podrá V. computar la de las otras dos Divisiones. El enemigo nos atacó al día siguiente con vigor, obligándonos a retirarnos detrás de Tirlemont y sucesivamente hasta Lovaina, donde conduje, hacia las tres de esta tarde, el Centro y la División de la Izquierda. Este fracaso debe producir muy fatales consecuencias para la suerte de Bélgica y para nuestros asuntos políticos en general. Me extraña que Dumouriez haya sido capaz de un error semejante. He aquí, mi querido amigo, lo que puedo decir a V. por el momento sobre la situación de nuestros asuntos militares en esta parte y de cuanto puede V. estar seguro, por ser la exacta verdad, a pesar de todas las tergiversaciones y sofismas de que pueden hacer uso para oscurecerla los que han sido causa de nuestra calamidad. Hay muchas otras cosas muy importantes que me encantaría poder comunicar a V. y que no puedo confiar al papel. Cuando leí la carta de V. en la que me decía que la ramificación del complot, descubierto últimamente contra nuestra querida libertad, se extendía hasta el Ejército, creí a V. exagerado y demasiado tímido. Hoy estoy convencido que hay motivo fundado para creerlo, y sospecho a más de un individuo como agente principal de nuestros reveses actuales. Diré a V. más, amigo mío, y es que he oído a estas propias personas hacer proposiciones indirectas, con habilidad, que han alarmado mi patriotismo y mi amor íntegro a la Libertad. En fin, veo que estamos agitados por infames intrigantes que han hechoya mucho daño y que pueden acabar por perdernos y arruinar la Libertad. Si fuera posible procurarnos una entrevista, sea viniendo V. mismo al Ejército (lo que creo de la más alta importancia en este momento), sea haciendo que se me permita ir a encontrarme con V. en cualquier sitio, yo podría comunicar a V. cosas que creo del mayor interés para la salvación de la República, y que no hay más que a V., cuya integridad, principios y amor puro de la libertad conozco, a quien yo pueda franca y abiertamente comunicar. Creo incluso que hay una cábala para deshacerse de mí, como quisieron deshacerse de V. antes del 10 de agosto. No escribo una palabra al Ministro ni a nadie. Dejo a Dumouriez y a todos los demás hacer sus informes como les parezca. Creo que la virtud y la verdad se abren paso irresistiblemente y que la máscara de la intriga no puede resistirles. Haga V. prudentemente uso de esta carta y deme una respuesta con el correo que la lleva y que envío a V. expresamente a este efecto. P.S. del 22. Nuestra retirada sobre Francia y la completa evacuación de Bélgica están decididas, según lo que me ha dicho hoy el General Dumouriez, haciéndome leer la carta que ha escrito al Ministro con tal motivo, haciéndome ver al mismo tiempo la posición militar que nuestro Ejército tenía hoy. Es la primera vez, desde su regreso, que me hace semejantes comunicaciones; me parece que ha querido de este modo que yo tome parte en el desastre que nos ha sucedido por unas malas combinaciones, así pues, V. apreciará que no me he mezclado en ello; pero sin embargo, no rehusaré nunca a contribuir con todos mis esfuerzos a la conservación del Ejército y al sostenimiento de la República, a la cual me he consagrado sinceramente hasta la muerte. Firmado: Miranda T. I, f. 232 vto R.F. Traducido del francés. *** Tomo XIV Doc. 3384 De Miranda al Presidente de la Convención Nacional París, 4 de abril de 1793 Año 2º de la República francesa Ciudadano Presidente: Habiendo sido llamado por dos decretos de la Convención Nacional para comparecer ante ella con el fin de ser oído en justificación de mi conducta y en respuesta a algunas inculpaciones militares, de la cuales me será fácil demostrar el error o la injusticia; y habiendo esperado cada día desde el 29 de marzo, sin que la gravedad y la multitud de asuntos que han acaecido me hayan permitido obtener este momento tan deseado por mí; reflexionando además que el conocimiento de los hechos que me proponía dar a la Convención Nacional y de los que yo había informado a algunos de sus miembros, se hace menos interesante desde que la conjura ha estallado en toda su maldad; ruego a la Convención Nacional remitirme a sus Comités Militar y de Defensa General para ser oído por éstos y que un informe le sea hecho. Ciudadano Presidente, ofreceré esta última reflexión a la justicia de la Convención Nacional: aquel que Dumouriez ha convertido en víctima, porque de ser su amigo pasó a ser su adversario desde el instante en que lo consideró conspirador, es además acusado y detenido. El Conciudadano de V., Firmado: Miranda T. I, f. 236 vto. R. F. T. XIII, f. 73 R. F. T. XIII, f. 88 R. F. Traducido del francés. * * * Tomo XV Doc. 3419 Resolución del Tribunal Criminal Revolucionario que absuelve a Francisco Miranda el 16 de mayo de 1793 Nos, Jacques Bernard Marie Montané, Presidente del Tribunal Criminal Revolucionario, creado por la ley del 10 de marzo de 1793, vista la declaración unánime del Jurado en el juicio sobre la acusación presentada contra Francisco Miranda, General de División: “1º Que no consta que el dicho Miranda haya traicionado los intereses de la República cuando el bombardeo de Maestricht, comenzado del 24 al 25 de febrero de 1793 e interrumpido el dos de marzo siguiente. “2º Que no consta que haya traicionado los intereses de la República cuando la evacuación de la ciudad de Lieja el cinco de marzo último. “3º Que no consta que Francisco Miranda haya traicionado los intereses de la República el dieciocho de marzo último, día de la batalla de Neerwinden, en la cual él comandaba el ala izquierda”. Decimos que el dicho Francisco Miranda queda absuelto de la acusación presentada contra él por el Acusador Público del Tribunal, en acta del diez del presente mes; en consecuencia, ordenamos que será puesto inmediatamente en libertad, si es que no se halla detenido por otras causas, y que su asiento de encarcelamiento será eliminado y borrado de todos los registros de las cárceles en las que ha sido detenido. Hecho y pronunciado en la Audiencia Pública del Tribunal, el jueves dieciséis de mayo de mil setecientos noventa y tres, año dos de la República. Firmado: J. B. M. Montané y N.J. Fabricius, Escribano. Y en el acto, el Tribunal ha ordenado que el presente mandamiento judicial sería impreso y fijado en carteles donde sea necesario. Hecho y juzgado en la Audiencia en las que estaban presentes los ciudadanos Montané, Presidente; Etienne Foucault y François Christophe Dufriche Des Madeleines, Jueces que han firmado la minuta. Firmado: J.B.M. Montané, Foucalt, Dufriche Des Madeleines y N.J. Fabricius, Escribano. Copia conforme a la minuta: Wolff, Escribano. T.XIV, f. 46 R.F. Traducido del francés. *** Tomo XVI Doc. 3550 Del General Miranda a la Convención Nacional La Force, 25 brumario Año 3º de la República (15 de noviembre de 1794) Ciudadanos Representantes: Hace casi dieciocho meses que, habiendo comparecido ante la Barra de la Convención Nacional para denunciarle mi detención arbitraria y sin motivo, ésta envió mi queja al Comité de Seguridad General para estimarla. En virtud de la Ley del 18 termidor, he solicitado al mismo Comité los motivos de mi detención y sucede que no tiene ninguno. No creo que el Senado francés, que ha puesto la justicia a la orden del día, tolere que un inocente, ya juzgado y declarado por los Comités de Vds. y por el Tribunal Revolucionario haber sido digno de la República y fuera del alcance de la sospecha misma, sea retenido un momento en cautividad sin motivos. Y no dudo que la Convención en su sensatez me conceda la libertad que reclamo ante ella. De lo contrario, le rogaría (si se me pudiera todavía imputar el menor crimen) me enviara hacia un tribunal cualquiera en el que yo pudiera justificar legal y rigurosamente mi conducta, único medio para que el hombre probo conserve su honor intacto y al abrigo de la calumnia, o satisfaga el interés público si ha tenido la desgracia de infringir las Leyes. Miranda Enviada al Comité de Seguridad General el 25 brumario, año 3º. T. XV, f. 98 R. F. Traducido del francés. *** Tomo XVII Doc. 3634 Decreto de la Convención Nacional ordenando la libertad de Francisco de Miranda EXTRACTO DEL ACTA DE LA CONVENCION NACIONAL Del vigésimo sexto día de Nivoso, año tercero de la República Francesa, una e indivisible. La Convención Nacional decreta que Miranda, ex general de los ejércitos de la República, detenido en la prisión llamada La Force, será puesto de inmediato en libertad y que los precintos puestos sobre sus efectos serán levantados a la vista del presente decreto. Refrendado por el Representante del pueblo, Inspector de las actas. Firmado: Viquy. Cotejado con el original por Nos, Representantes del pueblo, secretarios de la Convención, en París los mencionados día, mes y año. Firmado Anguis, Dumont y Borel. Certificado conforme al original, depositado en la Escribanía de la prisión de La Force, por mí, el que suscribe. París, 26 nivoso, año 3º de la Era Republicana [15 de enero de 1795]. J.F. Richelot. C. Escribano. T. XV, f. 276 R. F. Traducido del francés. *** Tomo XVIII Doc. 3968 Llegada de Miranda a Londres y entrevista con el Primer Ministro inglés, William Pitt. Segundas negociaciones[Extracto] (...) Yo no llegué a Londres hasta el lunes 15, [enero de 1798] porque dormí en el camino a causa de los ladrones que andaban en él y habían robado a otros dos días antes. Me apeé en la posada de Dantan, Panton Square, a eso de las 4 a.m. y después de comer fui a ver al señor Turnbull (Broad Street 42) que me aguardaba con impaciencia. Hablamos un poco sobre mis asuntos y me comunicó las dos cartas (nos. 47 y 48) del Secretario del señor Pitt, Carthew, por donde supe que dicho Ministro [William Pitt] me había estado aguardando aquel día en Downing Street y que me aguardaba mañana sin falta en su casa de campo en Hollwood, para una conferencia, ¡qué es lo que yo deseaba! El 16 a las 11 de la mañana partí en silla de posta a Hollwood, donde llegué poco después de la una. El portero anunció mi llegada inmediatamente al señor Pitt, que vino a mí sin dilación. Muy jovial y amistosamente me recibió efectivamente, felicitándome de mi buena llegada y recordándome que hacía 8 años que, en aquel mismo paraje, nos habíamos juntado por la primera vez sobre el propio importante asunto; que ahora las circunstancias eran muy diferentes a las de entonces, ¡pues que la Inglaterra estaba en guerra abierta con la España!... Yo contesté que esta circunstancia era precisamente el motivo que nos hacía repetir, o por mejor decir, resumir las negociaciones de 1790 sobre el propio asunto. Todo está muy bien, me dijo, mas en nombre de quienes o por quienes se da esta autorización; y si no se podía formar un documento que (en lo posible) tuviese forma de Poderes para proceder con mayor arreglo en el asunto. Le respondí que ambas objeciones se habían prevenido de antemano y que para remediarlas, en cuanto era posible, habíamos convenido que mis Instrucciones sirviesen al mismo tiempo de Poderes. Y que estas fuesen dadas por los Comisarios –Diputados y representantes de las Colonias Hispano- americanas; y que todo esto estaba contenido en un Pliego que traía ya preparado conteniente de la nota y documento adjunto nº LXV y L. Leyó uno y otro con suma atención y al llegar al punto de alianza con los E.U. de la América, prorrumpió en tono de alegría y sinceridad: ¡Mucho nos alegraremos de obrar juntos con la América en esta empresa!... ¿Sabe V. si acaso se le han hecho ya proposiciones sobre el particular? No lo creo, respondí, porque si se le hubiesen hecho, no me encargarían a mí que las hiciese y yo prometo a V. de no dar un paso en el particular hasta obtener su decisión o respuesta. Muy bien, me dijo con una inclinación de cabeza y prosiguió leyendo. (...) Y viniendo ahora a otro punto, añadió (aunque no es la intención de la Inglaterra de mezclarse por ningún motivo en el gobierno del País) ¿cuál es la forma o sistema de gobierno que se piensa establecer en el País? Muy semejante al de la Gran Bretaña, le respondí, pues debe componerse de una Cámara de Comunes, otra de nobles y un Ynca, o soberano hereditario. Muy bien, me dijo, ¡pues si un sistema por el modo de la Francia se intentase introducir en el País, aseguro a V. (me replicó con viveza) que más bien querríamos que los americanos españoles continuasen por un siglo súbditos obedientes bajo del opresivo gobierno del Rey de España, que verles sumergidos en las calamidades del abominable sistema de los franceses!...Muy bien, dije, ¡y es precisamente para evitar un contagio semejante y precavernos con tiempo del influjo gálico, que hemos pensado en emanciparnos inmediatamente y formar alianza con los E.U. de América y con la Inglaterra, a fin de combatir unánimemente (si fuese necesario) los monstruosos y abominables principios de la pretendida Libertad francesa!... Y para que V. vea que éstas son las mismas opiniones que profesan mis compatriotas, aquí tengo el borrador del proyecto de Constitución que se cree más acomodado al espíritu y opiniones de nuestros americanos, y que los comisarios de aquel país han sancionado. Leyólo todo con atención y llegando al artículo del Ynca hereditario, dio un gran asentimiento bajando la cabeza y al fin me dijo, pues todo esto está muy bien y yo no percibo ningún embarazo en el todo, mas como es un asunto tan grave y de momento, no puedo decir a V. más por ahora. ¡Dentro de poco tiempo tendrá V. una respuesta más formal y decisiva! Yo observé que la franqueza y sencillez con que yo había procedido me dejaba esperar la mayor brevedad en el despacho del asunto y el que se usase conmigo de la misma manera... (...) Luego, dejando este asunto, me preguntó qué pensaba yo de la situación de la Francia y si creía que realmente pensasen en hacer desembarco en Inglaterra. Aquí entramos en el anchuroso campo de la Revolución francesa en que de paso, y muy brevemente, le impuse de los motivos por que fui a París el año de 92. Y el accidente que hizo que entrase yo en aquella época en el servicio de la Francia; en resumidas cuentas a fin de que no se intentase cosa alguna en perjuicio de las Colonias Hispano- Americanas (como hubiera sucedido si no voy yo a París en aquel tiempo) y para que la libertad se introdujese por medios suaves y con cordura, si el caso se presentase, etc. Le hice ver asimismo los motivos que me detuvieron en Francia después que recuperé mi libertad, en consecuencia de la muerte de Robespierre y reentrada en el Cuerpo Legislativo de los restos del partido de la Gironda, después del 9 Termidor. Que el objeto era hacer la Paz y restablecer el orden de cualquier manera que se fuese en Francia. Que para el objeto primero de la Paz, se había pensado en mí y que las proposiciones y términos de esta Paz se hallaban en un pequeño escrito que yo publiqué entonces en París con título: Opinion du Général Miranda sur la situation actuelle de la France et des convenables remèdes à ses maux... ¡Me replicó que efectivamente había leído dicho escrito y que se acordaba muy bien de los términos de moderación y buen juicio en que estaba concebido!... Entonces yo añadí que la intención era de empeñar la Emperatriz Catalina II en ser el mediador y pacificador del Universo y que tanto más practicable me había parecido el asunto manejado por su mano cuanto que se hallaba en aquel tiempo ser ella el aliado íntimo de la Inglaterra. Es muy cierto, me replicó y ¡no hay duda que hubiera sido el personaje más propio para ello de todos los soberanos de Europa! (...) Me dijo también ¿y cómo ha hecho V. para salvarse en tanto riesgo y salir de Francia en este momento? Por medio, respondí, de un pasaporte adaptado a mi persona por medios químicos y con el auxilio de algún disfraz... En fin, con mucha amistad y mutua satisfacción, nos separamos a eso de las 3 y media de la tarde... quedándome algo admirado del excesivo buen acogimiento y olvido total de la brusca contestación en que habían quedado estos asuntos al principio del año de 1792, ¡cuándo yo me fui a París! En fin, a las 6 p.m. estuve de vuelta en Londres, etc. T. I, f. 151 Negociaciones *** Tomo XVIII Doc. 4005 Nº 8 correspondiente al nº LIV del Registro de 1798 De Francisco de Miranda a J. Adams, Presidente de los Estados Unidos de América [Extracto] Londres, 24 de marzo de 1798 Señor Presidente: Es en nombre de las Colonias Hispanoamericanas que tengo el honor de enviar a Vuestra Excelencia las proposiciones anexas. Estas han sido presentadas igualmente a los Ministros de S.M.B., quienes las han recibido muy favorablemente, manifestando mucha satisfacción en poder actuar en un caso semejante con los Estados Unidos de América, y me parece que la demora que experimento –verdaderamente aflictiva en un momento tan apremiante- proviene precisamente de la expectativa en que parece estar el gobierno inglés de ver la América del Norte decidida a romper definitivamente con Francia, por el deseo que tiene de hacer causa común y cooperar juntos a la Independencia absoluta del Continente entero del Nuevo Mundo.Como el espíritu de justicia, generosidad y adhesión de mis Compatriotas hacia los Estados Unidos se encuentran mejor expresados en el documento que me sirve de poderes e Instrucciones, he querido adjuntarle una copia completa, persuadido de que esta demostración de amistad y franqueza servirá más eficazmente a acelerar la decisión...contando siempre con la reserva indispensable en todo lo que no concierna directamente a los Estados Unidos. (...) No disimulo a V.E., Señor Presidente, mi inquietud por la próxima entrada de las tropas francesas en España: temor de que un movimiento convulsivo en la Metrópoli produzca sacudidas anárquicas en las Colonias y que el abominable sistema de Francia se introduzca entre nosotros, por no haber tomado medidas prontas y eficaces para impedirlo. ¡Dii avertant! En fin, espero que el pequeño auxilio que necesitamos para comenzar, y que se reduce a seis u ocho navíos y cuatro o cinco mil hombres de tropa, lo hallaremos fácilmente tanto en Inglaterra como en América...Mis deseos serían que la Marina fuese inglesa y las tropas de tierra, americanas. ¡Quiera la Providencia que los Estados Unidos hagan en 1798 por sus Compatriotas del Sur lo que el rey de Francia hizo por ellos en 1778! (...) Con sentimientos de la más alta consideración y de estima más perfecta, tengo el honor, Señor Presidente, de ser el muy humilde y obediente servidor de Vuestra Excelencia. F. de M. T. I, f. 154 Negociaciones Traducido del francés. *** Tomo XVIII Doc. 4108 De Miranda a Pedro Caro [Josef de Oquendo y Atuey] [Extracto] Nº 5 Duplicada.- Londres, 3 de junio de 1799 Querido paisano y amigo mío: Con mucho gusto he recibido sus apreciables cartas de V., fechadas en Trinidad a 8, 13, 19 y 27 de febrero último, y no dudo que a la hora de esta se halle V. en el Continente para el arreglo definitivo de nuestros negocios, en la suposición de que el momento es el más propicio y de que los Sres. que debían ayudarnos y nos habían prometido tantas asistencias se conducen con una reserva y lentitud (por no decir otra cosa), que yo creo sería una locura aguardar más por sus promesas. En fin amigo, es menester encomendarnos a la Providencia y con resolución y juicio obrar por nosotros mismos si queremos tener asociados, porque estos no se decidirán jamás hasta que nos vean en una posición respetable. Por otra parte yo veo por las noticias mismas que V. me da (confirmadas aún por el principal) que los medios que tenemos son acaso muy suficientes para la empresa, con tal que un jefe prudente y hábil dirija los asuntos. ¡En el comercio como en la guerra, es necesario reunir la audacia con la prudencia si se quieren emprender negocios arduos y difíciles, aprovechando principalmente los momentos favorables! En este supuesto cuenta V. con mi embarque para la Trinidad el 15 o 20 de este mes, en el convoy que se prepara a hacer vela y diríjame V. a este paraje todas sus noticias. Espero, antes de partir, recibir cartas de V. en el convoy que por horas se aguarda aquí de esas Islas, pues las que supongo venían en el paquebote de la Jamaica se han perdido con esta embarcación que fue apresada. No ponga V. por Dios ni su nombre ni el mío en las cartas que me escriba, pues estamos en guerra y las sospechas solo de contrabandistas nos haría un perjuicio muy notable. (...) Nuestros amigos de Broad Street han aflorado infinitamente más. El señor King [Embajador de Estados Unidos] y el ministro de Rusia [Semion Vorontsov] se muestran más y más finos cada día; creo que podemos contar con ellos para siempre y aún con el señor Turnbull. Adiós. P.S. La guerra entre la Inglaterra y Tippo, en la India, parece positiva. M-a T. II, f. 186 Negociaciones *** Tomo XVIII Doc. 4251 Nota sin firma sobre Miranda Nº 4. Copia. Entre las actas de la Audiencia de Caracas relativas al asunto de la insurrección proyectada en aquel país hay una copia de una carta secreta fechada el 9 de mayo de 1797, dirigida a ese Tribunal por el Presidente y Capitán General, remitiéndoles, para su consideración y opinión, una Real Orden (que no está copiada) de la Corte de España, que la carta declara estar fechada el 24 de diciembre de 1796 y que contiene el Plan de la Corte de Londres para una expedición contra Nueva España y las medidas tomadas por el famoso español Miranda; tema sobre el cual la Audiencia es de la opinión que una descripción precisa de la persona de Miranda debería ser remitida a todos los oficiales, civiles y militares, con las órdenes más estrictas de detenerlo cuando sea descubierto en alguna parte de la costa, así como a todo extranjero que pueda parecer sospechoso. N.B. Estos papeles me fueron entregados [a Caro] por el ex- Gobernador de Trinidad, General Picton, quien garantiza su autenticidad. T. I, f. 86 Negociaciones Traducido del inglés. *** Tomo XVIII Doc. 3996 De Miranda a Wm. Flint, Subsecretario inglés de la Guerra Great Pulteney Street 25 de junio de 1799 El General de Miranda saluda atentamente al señor Flint y le suplica le envíe el permiso para dejar Inglaterra, que él tuvo el honor de solicitar hace quince días por tercera vez, para ir a los Estados Unidos de América donde le ofrecen un asilo contra las proscripciones del Directorio francés y de sus aliados. Como en esta solicitud se renuncia al favor del Pasaporte que se le había prometido para la Trinidad, o para otra isla bajo dominio de Inglaterra, se espera no encontrar más obstáculos. El señor Flint perdonará seguramente este apremiante ruego cuando tenga a bien considerar y hacer comprender a los Superiores que el señor de Miranda, en este momento, no goza de sus bienes patrimoniales, que están en la América española, ni de su propiedad en Francia puesto que está proscrito igual que el General Pichegru, el Director Barthélemy, etc. Que se ha visto obligado además a vivir a su costa en Londres durante más de 15 meses, en espera de una respuesta sobre unos asuntos de la mayor importancia que el Gobierno le había dicho esperara y que una demora más larga le pondría en la desagradable alternativa de contraer deudas o pedir limosna.... estando absolutamente agotados sus recursos en este país. Tendrá el honor de pasar mañana por la oficina del señor Flint, para obtener si es posible este permiso; los barcos que salen para América se encuentran ya a punto de partir. T. II, f. 178 Negociaciones Traducido del francés. *** Tomo XIX Doc. 4327 De Miranda a Manuel Gual Londres, 31 de diciembre de 1799 En la carta de envío que escribí al Ministro de la Guerra Dundas, remitiendo sus papeles de V., me pareció conveniente decir lo siguiente acerca del autor: “Don Manuel Gual, es el hijo mayor de Don Matheo Gual quien comandaba en la Guaira cuando el Almirante Knowles atacó esta Plaza en el año de 1743. Es nativo de Caracas, sirvió en la Infantería regular de esta Provincia y goza de una gran popularidad en el país, siendo descendiente de una noble y rica familia de la Guaira. El General de Miranda lo conoció íntimamente en su juventud y ha sido informado desde entonces que se ha convertido en un hombre de distinguidas aptitudes y consecuencia en el país”. Acerca del Gobernador de Trinidad debo prevenir a Vm. que yo le he creído un hombre amigo y favorable a nuestra independencia, hasta de poco tiempo a esta parte que su conducta me ha hecho suspender el juicio; y así convendría que se condujese V. con precaución y reserva con este personaje. Si acaso quiere vejar a V. o tratarle mal (como lo hizo con nuestro comisario Don P. Caro) procure V. irse a los E.U. de América y preséntese allí en mi nombre al General Hamilton, que es el segundo Comandante General del Ejército Americano, y dará a V. sin duda acogida honrosa. Puede V. también abrirse enteramente con él, pues es acaso el más fiel amigo que tiene nuestraLibertad e independencia en todo el mundo. Sin embargo, no conviene precipitar nada en este crítico momento, y V. haga por aguardar hasta que reciba mis noticias posteriores. Este gobierno Inglés da tales esperanzas en el día de ayudarnos prontamente, que sería temeridad no aguardar un poco; mas hace tan largo tiempo también que nos trae entretenidos con sus bellas promesas, que yo casi tengo perdida la confianza; y espero más de los E.U. de la América (por lo mucho que les interesa nuestra Independencia) y ¡sobre todo de nosotros mismos, que de ningún otro! ¡gracias al perjuicio incalculable que ha hecho la Anarquía galicana a la Libertad en todo el mundo! Por la primera ocasión enviaré a V. un mapa magnífico de la América Meridional, que hemos hecho grabar aquí a nuestra utilidad; fue trabajado por Cruz en Madrid el año 1775 y recogido inmediatamente por el gobierno para que el mundo ignore los primores de la naturaleza en ese hemisferio. También se publicó en Madrid por uno de nuestros Compatriotas (Don Antonio de Alcedo) un Diccionario geográfico-histórico de nuestra América en 5 v. in 4º, que es obra sumamente útil y sumamente rara por lo mismo. Si puedo encontrar un segundo ejemplar lo remitiré también a V. En cuanto a mi persona, amigo mío, ella está siempre invariable al servicio de la Patria. Por esta tengo hechos ya tantos sacrificios, que sería absurdo ahora el abandonar la empresa; cualesquiera puesto que se me señale será para mí muy aceptable y honroso, con tal que todo el mundo marche al mismo y único fin de nuestra Libertad e independencia, sin que la dominación de una Potencia extranjera cualquiera pretenda fijarse o mezclar su autoridad en el País; ¡porque en tal caso seremos la codicia y muy luego el despojo de todas las demás que teniendo una fuerza marítima cualesquiera querrán también tener parte en la División. ¡Dii avertant! En fin, amigo mío, la verdadera gloria de todos los Americanos consiste en la consecución de la Empresa y viceversa... ¡Dos grandes ejemplos tenemos delante de los ojos: la Revolución Americana y la Francesa; imitemos discretamente la primera; evitemos con sumo cuidado los fatales efectos de la segunda! M-a T. II, f. 218 vto. Negociaciones. *** Tomo XIX Doc. 4476 Del General Miranda a Bonaparte, Primer Cónsul de la República francesa. 10 Pluvioso del año VIII de la República francesa (30 de enero de 1800) Ciudadano Cónsul: Permita que uno de los más antiguos Soldados de la República y un Ciudadano francés le reclame sus derechos claramente violados el 19 Fructidor del año V. Este atentado fue tanto más pérfido para conmigo que mi nombre no se halla, ni siquiera estoy designado, en las piezas que han servido de pruebas a la Conspiración, verdadera o falsa, que los Triunviros dieron como motivo de una medida tan extraordinaria. Y si se añade que los pretendidos Jefes del Complot me son del todo desconocidos, o enemigos personales, la cosa sería también absurda. Invitado por el gobierno Francés para defender la noble Causa de la Libertad en un momento extremadamente crítico (en el mes de agosto de 1792) entré en el servicio bajo unas condiciones honorables y con un Contrato Solemne, certificado por el Ministro de la Guerra. El examen riguroso que se exigió de mi conducta, después de los acontecimientos funestos producidos por la defección de Dumouriez, hizo ver a la Nación entera que este compromiso había sido cumplido con fidelidad por mi parte y que Francia quedaba deudora hacia el que tuvo el honor de defenderla con gloria a la cabeza de sus Ejércitos. La Tiranía y el Sistema Arbitrario que más o menos han pesado sobre Francia, desde el famoso Comité de Salvación Pública hasta el último Directorio, siguieron, como es lógico, una marcha contraria, y en vez de concederme lo que la Justicia mandaba, se acumulaba persecución sobre persecución hasta el punto de incluir mi nombre en todas las listas de Proscripción, desde la de la Gironda hasta las de Danton y Pichegru, añadiendo además el saqueo de mis bagajes y mis caballos así como el rechazo de pagar los sueldos que se me debían casi en su totalidad desde el inicio de la guerra. Mi Biblioteca, que por casualidad pudo escapar, no dejó de pagar también tributo por el empréstito forzoso, etc. En fin, hoy que el Reino augusto de la Justicia y de la moderación es altamente proclamado, bajo felices auspicios, espero obtener por la suprema autoridad de V. lo que tantos otros, estando en el mismo caso, han recibido ya muy justamente y que mi Estipulación formal con Francia sea finalmente cumplida. El Amor de la Libertad, por el que he hecho tantos y tantos sacrificios en otros lugares, me hizo renunciar a vivir en mi País natal, el más oprimido quizás de todos los de la Tierra, y fue la causa de mi estrecha relación con Francia. El mismo motivo me había hecho buscar antes de la época de la Revolución francesa un refugio en Inglaterra y fue por esta antigua conexión que se me concedió un asilo cuando los gobernantes de Francia me expulsaban violentamente de su seno en Fructidor, año V. Sin embargo, hace casi un año que solicito con empeño el Permiso para dejar este país y pasar a los Estados Unidos de América, sin haber podido obtenerlo!!!.... lo que hace, Ciudadano Cónsul, que esta carta no sea dirigida a V. desde un País neutral. Que los beneficios de la Libertad puedan ser comunes a aquellos de nuestros semejantes que la deseen y que Francia pueda gozar, después de tantos sacrificios, de una Paz estable y gloriosa, basada en el bien inestimable de una sensata y perfecta Libertad, son y serán siempre mis deseos más sinceros. Salut et Respect M-a T. II, f. 268 Negociaciones Traducido del francés. *** Tomo XIX Doc. 4337 De Don Juan Manuel de Cagigal, ex Gobernador de La Habana y Comandante del Reino de Valencia, a Francisco de Miranda Sentencia del Tribunal del Consejo de Indias. Dijeron: Que debían declarar y declaraban libre a Don Juan Manuel de Cagigal de todos los cargos que se le han hecho en esta Causa, por legítima, justa, meritoria y arreglada a las Reales Ordenes y soberana intención de S.M. su conducta y procedimientos en el hecho principal e incidencias de la Comisión conferida a Don Francisco de Miranda para que pasase a la Isla de Jamaica a los objetos del Real Servicio y del Estado que le confió, con las facultades para el aparente Comercio que contempló conducentes a su logro, y por consecuencia, que lejos de constituirle reo del delito que se le ha imputado, le han hecho acreedor a la Soberana estimación de S.M. y al premio que, así en remuneración de sus meritorios y anteriores Servicios como en recompensa de sus padecimientos y atrasos en su carrera, ocasionados de esta causa, se digne S.M. concederle en ejercicio de su Soberana Justicia distributiva y con alzamiento de cualquier arresto, embargo de bienes, depósitos y secuestros actuados de resultas de este mismo procedimiento, le reservaban y reservaron su derecho, para que por los daños, gastos y perjuicios que en su persona y caudal hubiese padecido con motivo de esta causa, use de él donde, como le convenga y contra quien corresponda. Asimismo declaraban y declararon por libre de todo cargo en el ejercicio de la referida Comisión y sus incidencias al Teniente Coronel Graduado Don Francisco de Miranda, y por legítima y exenta de todo vicio la introducción de los tres barcos titulados Puerco Espín, Tres Amigos y el Aguila con los esclavos, géneros y efectos que vinieron en ellos de la Isla de Jamaica; y revocaban y revocaron en esta parte la Sentencia del Juez Comisionado en que declaró caídos en la pena de comiso los referidos barcos, esclavos, géneros y efectos, y condenó a Miranda a que pagase su importe a la Real Hacienda, con más el valor de las tres carretas, siete yuntas de bueyes y cinco caballos en
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