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Desarrollo afectivo, corporal y espiritual de los niños menores de 5 años

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Desarrollo afectivo, 
corporal y espiritual de 
los niños 
menores de 5 años. 
 
Actualmente, la sociedad dicta las normas, actitudes y valores que guiarán 
el desarrollo afectivo del niño, así como sus pautas de aprendizaje. Por ello, 
el crecimiento afectivo es un proceso importante a tener en cuenta desde 
edades tempranas. De hecho, diversos avances científicos ponen de 
relevancia la inteligencia emocional, pero pocos profundizan en las 
capacidades afectivas de los más pequeños. 
 
 
Uno de los problemas de la población es que a los adultos les cuesta 
manejar con exactitud sus emociones frente a determinados problemas. De 
este modo, hay que tener siempre presente educar a los niños en valores, 
así como en el desarrollo de habilidades sociales que le sirvan para 
promover el bienestar en su infancia y adolescencia. 
 
 
De igual modo, trabajar determinados aspectos que guíen el desarrollo 
afectivo y social de los más pequeños, desde el punto de vista global e 
integral, requiere la implantación de ciertas técnicas. 
 
¿Cómo afecta el desarrollo afectivo y social en los niños? 
 
 
Desde pequeño todos los adultos tienen necesidades afectivas, por lo que el 
desarrollo afectivo y social de los niños es un elemento clave para su 
aprendizaje, ya que se trata del proceso mediante el cual los infantes 
construyen su identidad e identifican las emociones que estarán presentes a 
lo largo de su vida. En algunos casos, estas capacidades afectivas llegan a 
marcar un antes y un después en la toma de decisiones. 
Un niño con un desarrollo afectivo y emocional adecuado se convertirá en 
una persona segura de sí misma. Además, tendrá una capacidad de 
autocontrol y autoestima que potenciará el resto de sus capacidades, así 
como avanzará en la promoción de conductas positivas. 
 
Los más pequeños casi siempre necesitan de los adultos para su propia 
supervivencia, incluso las personas mayores también tienen que pedir 
ayuda a los demás en alguna ocasión. Por ello, el ser humano tiende a 
establecer conexiones para que las necesidades afectivas se conviertan en 
vínculos con los más cercanos, llegando a crear un núcleo familiar y social. 
 
 
Las escuelas deben ser conscientes de este desarrollo socioafectivo en 
educación infantil, tanto entre el educador y los alumnos como entre los 
miembros del mismo grupo de iguales. El objetivo es trabajar diferentes 
metodologías que favorezcan estas conexiones. Pautas para potenciar el 
desarrollo afectivo en los niños 
 
Para que el desarrollo afectivo alcance su plenitud en los más pequeños se 
debe potenciar en el alumnado capacidades tales como el 
autoconocimiento y la detección, así como la regulación de las propias 
emociones. Esta acción es fundamental para que los más pequeños se 
conozcan a sí mismos y vivan en armonía con la sociedad. 
 
Igualmente, el educador infantil deberá ofrecer a sus estudiantes las 
herramientas necesarias para que estos lleven a cabo ese desarrollo 
afectivo y social. Un ejemplo sería trabajar las emociones básicas de los 
niños dedicando un tiempo en el día para llevar a cabo esa actividad 
mediante dinámicas. 
 
 
 
La tarea del educador infantil en el desarrollo afectivo 
 
Desde el punto de vista del ámbito académico, el educador infantil debe tener en 
cuenta que las emociones y sentimientos están presentes en el aula a lo largo 
de toda la jornada y estás influirán en la creación de identidad de los más 
pequeños. Por tanto, para potenciar el desarrollo afectivo los titulados en el 
Grado Superior Educación Infantil a distancia no solo tendrán que inventar 
juegos, sino aprovechar las dinámicas para potenciar todos los ámbitos del 
aprendizaje. 
 
Para educar a los niños e incrementar sus capacidades afectivas se trabajará 
desde una metodología que permita al alumnado crecer en un entorno cordial. 
Además, los profesionales intentarán cuidar las relaciones sociales que se 
producen dentro del aula, tanto desde la perspectiva personal como social: 
 
Se utilizará las actividades diarias y las rutinas del niño, prestando atención a 
su proceso de crecimiento, maduración y desarrollo. 
Se emplearán las oportunidades que brinda la convivencia con el resto de 
compañeros, pues como ya se ha comentado el desarrollo afectivo y social 
caminan en paralelo. 
 
 
 
¿Cómo se debe educar a los niños? 
 
El educador infantil tendrá el objetivo de enseñar desde el 
corazón con respeto y amor, estableciendo vínculos con el 
alumnado para que sean capaces de fijar y alcanzar sus metas 
personales. Hay que tener en cuenta que la sociedad reclama 
personas que sean capaces de trabajar en equipo, así como 
que presenten habilidades de cooperación. 
 
Por ello, el desarrollo socioafectivo en educación infantil es 
importante, ya que desde las escuelas se puede sembrar y 
crear ese tipo de ciudadano, capaces de subsistir en un 
mundo cada vez más globalizado. Igualmente, los educadores 
infantiles no deben olvidar que trabajan con personas y que no 
solo depende de enseñar un aprendizaje técnico, sino también 
global donde los sentimientos estén presentes. 
 
 
 
El papel de la familia en el desarrollo afectivo 
 
Como ya se sabe educar en valores es tarea que incluye el compromiso 
de toda la sociedad para que se pueda conseguir un desarrollo afectivo 
integral desde edades tempranas. En este sentido, hay que tener en 
cuenta a todos los agentes educativos, ya que se necesita crear un 
vínculo y una interacción con el entorno. 
 
En el desarrollo afectivo y social de los pequeños un agente de cambio es 
la familia. Por ello, es un elemento clave la relación familia-escuela y, 
como tal, este trato se debe cuidar y potenciar. Además, los educadores 
infantiles tendrán que ser conscientes de dicha necesidad de trabajo en 
equipo con la familia para continuar con unos hábitos y valores. 
 
Por último, no hay que olvidar que uno de los objetivos es educar a las 
personas para que potencien sus capacidades afectivas. De ahí que los 
profesionales del sector enseñen desde el corazón y la afectividad, dos 
características necesarias para educar de manera integral y no crear una 
fijación hacia el desarrollo cognitivo e intelectual del niño

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