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Cátedra “Psicología” Año lectivo 2023 REVOLUCIÓN EN MENTE. LA CREACIÓN DEL PSICOANÁLISIS George Makari RESUMEN DE LECTURA Y COMENTARIOS Autor: Prof. Dr. Sergio García De La Cruz Datos del autor: George Makari (Estados Unidos, 1956), historiador y psiquiatra. Datos del libro: George Makari Revolución en mente. La creación del psicoanálisis. Barcelona: Editorial Sexto piso, año 2012. Traducción de Daniela Morábito Rojas. PRIMERA PARTE: CONSTRUIR LA TEORÍA FREUDIANA CAPÍTULO 1: UNA MENTE PARA LA CIENCIA I) “Conforme la Ilustración proyectaba el racionalismo científico hacia los cuerpos celestiales para descender hasta la inextricable vida microscópica, hubo un objeto que parecía imposible penetrar: la mente. El representante de la ciencia y el escepticismo racional en Francia, René Descartes, determinó esto en su Discurso del método cuando declaró que el “yo” estaba más allá de la investigación racional, al no ser otra cosa que el alma inmaterial descrita por los padres de la Iglesia. Las creencias religiosas relacionadas con la vida interior demostraron ser duraderas e influyentes, pero durante la segunda mitad del siglo XIX dichas nociones comenzaron a perder popularidad, y en esa tierra abandonada echó raíz una ciencia de la vida mental. » Cuando Sigmund Freud llegó a París en 1885, Francia se había posicionado como el centro de investigación de vanguardia en materia psicológica. Pocos científicos en Berlín o Viena se preocupaban por investigar la psique, el “yo”, el alma, el self o la mente —reinos contaminados por la religión o la metafísica especulativa-. Sin embargo, en París, los científicos estaban dedicados al estudio del mundo interno gracias a un nuevo método. Este método, la psychologie nouvelle, transformó Francia en un semillero de estudios sobre sonambulismo, los automatismos humanos, la personalidad múltiple, la doble consciencia y los segundos yo, así como las posesiones demoníacas, estado de fuga, curas de fe y fantasías diurnas. Lo maravilloso y milagroso se abrió camino desde lejanas aldeas y abadías hasta salones de fiesta, desde los exorcistas, charlatanes y viejos hipnotizadores hasta los grandes recintos franceses de la ciencia académica” (p. 21-22). En la segunda mitad del siglo XIX se da el nacimiento de una nueva psicología. La revolución francesa contaba ya con un siglo y Francia sufre una dolorosa derrota militar ante los prusianos en 1870. Muchos atribuyen esta derrota militar a la imposibilidad de 2 los franceses de estar a la altura de los avances científicos alemanes, es así que el republicanismo francés combina el anticlericalismo con el compromiso de revitalizar la ciencia. “Conforme disminuía la autoridad de la Iglesia Católica francesa para dictar el pensamiento acerca del alma, emergía una nueva y atrevida psicología científica” (p. 22). “En ese tiempo, la psicología era considerada una rama de la filosofía, no una ciencia, pero el defensor de la psychologie nouvelle, Théodule Ribot, se propuso cambiar esto” (p. 22). “Las nociones convencionales de filosofía y ciencia hacían imposible el estudio objetivo de la mente, explicó Ribot. Atacó filosofías como las de Descartes y Cousin, insistiendo en que la psicología debía librarse de la metafísica y la religión. Los psicólogos no podían comentar sobre cuestiones trascendentales, tampoco hablar honestamente sobre el alma. Y no podían apoyarse en los métodos de cajón de la filosofía, necesitaban emplear los métodos de las ciencias naturales” (p. 23). Ribot retomó las críticas de Augusto Comte. Con el surgimiento de la Tercera República, en 1870, la visión del progreso de Comte fue acogida por la élite política francesa como modelo para reforma científica y social. “El pensamiento de Comte representó un gran dilema para Ribot, ya que el fundador del positivismo creía que en el corazón del conocimiento psicológico yacía un problema sin solución. Los psicólogos se apoyaban en la autobservación para llegar a cosas como el pensamiento, el sentimiento y el deseo. Tal observación interior —el conocimiento proveniente de una mente mirándose a sí misma- era exactamente lo que constituía la subjetividad. Por lo tanto, Comte resolvió que la psicología nunca podría ser objetiva, y su rápida investigación de esfuerzos previos parece sostener esta conclusión condenatoria: «(…) Esta observación interior da origen a casi tantas teorías como observadores». » En la segunda mitad de siglo XIX, todo aquel que buscara establecer principios para una psicología científica (…) habría de enfrentarse a la devastadora acusación de Auguste Comte. » Comte señaló a los positivistas el único camino defendible que veía para la psicología: el campo debía restringirse a signos observables como la fisonomía o la conducta” (p. 23-24). Ribot se negó a disociar la psicología del pensamiento, la emoción y todas las demás experiencias internas. Para ello propuso una psicología que utilizaba la introspección pero también la percepción e interpretación de signos y gestos, la inducción y los razonamientos por analogía. Es decir, una combinación de métodos subjetivos y objetivos. “Entre 1870 y 1900, Ribot forjó una psicología científica que hizo famosa a Francia. Pero su fama fue eclipsada por un médico que durante años pareció no guardar ningún respeto por la psicología” (p. 27) “El francés Jean-Martin Charcot era uno de los médicos más legendarios de Europa, pero antes 1884 había mostrado poco interés en la línea de trabajo de Ribot. Médico, neurólogo y un estricto positivista, creía que la mente era sencillamente un epifenómeno del funcionamiento cerebral, nada más que la espuma arrastrada por el mar. Pero como el mismo Ribot descubrió, el famoso neurólogo se había visto obligado a reconsiderar 3 esta creencia, y en el proceso comenzó a hacer extraordinarias afirmaciones sobre la vida psíquica que cautivarían a los círculos médicos del mundo occidental”. (p. 28) “(…) Charcot entró en el dudoso terreno de las névroses, o neuroses, como las llamaban los ingleses. Hasta entonces definidas por lo que no eran, las névroses eran trastornos nerviosos que no mostraban lesiones cerebrales o espinales. Una maraña de complejos sintomáticos y trastornos difíciles de definir, que incluía uno de los más antiguos y misteriosos de todos: la histeria” (p. 28-29). “Diagnosticada por primera vez hace dos mil quinientos años, durante mucho tiempo se pensó que la histeria era una enfermedad femenina. Como lo denotaba la etimología de la palabra, este mal fue considerado inicialmente como una migración del útero; durante la primera mitad del siglo XIX, la histeria seguía vinculada a la sexualidad femenina. Esto comenzó a cambiar cuando, en 1859, el médico parisino Paul Briquet publicó un estudio sobresaliente. Al examinar más de cuatrocientos casos, descubrió que la histeria, que se presentaba predominantemente en mujeres, no era exclusiva de este género (…)” (p. 29) Charcot retomó los trabajos de Briquet para abordar esta enfermedad. La histeria parecía no tener un patrón objetivo, muchos pensaban que no era una enfermedad sino producto de una simulación femenina. “Jean-Martin Charcot encontró orden donde otros no lo hallaron. (…) Los síntomas eran fácilmente observables; la causa era una mala herencia genética. Nada necesitaba ser dicho acerca de los pensamientos o sentimientos de la histérica, de su psicología, de su mundo subjetivo. La histeria podía ser entendida simplemente mediante signos externos objetivamente observables” (p. 30). En 1878 el neurólogo francés realiza un importante giro: retoma el estudio de la hipnosis. Esta, que desde mediados del siglo XVIII venía siendo aceptada y denostada, es definida por Charcot como una disrupción fisiológica y neuropatológica. Charcot detalló que las dramáticas contracturasy los fenómenos que se producen en las hipnosis no eran milagros ni charlatanería sino el resultado de un estado nervioso anormal. “Charcot había resuelto dos misterios médicos monumentales: la histeria y la hipnosis (…). Estos estados mentales eran el resultado de una disrupción neurológica. La causalidad era de una sola dirección que iba desde el cuerpo hasta la mente. O eso pensaba Charcot” (p. 32). La trasformación de Charcot comenzó cuando él y sus colaboradores descubrieron que “si sugerían a una histérica hipnotizada que su brazo estaba paralizado, seguiría una parálisis. Increíblemente, en este extraño estado, la idea de una parálisis parecía crear una parálisis. Para explicar cómo era esto posible, se necesitaba un modelo que explicara cómo una idea podría afectar al cuerpo. Es decir, Charcot necesitaba una psicología. Y con esto, el renombrado positivista y sus seguidores incursionaron en el jardín prohibido de Auguste Comte” (p. 32). Charcot y sus seguidores se sumergen en el estudio de cómo las ideas y las emociones podían causar síntomas neurológicos, y para ello adoptan el modelo de Ribot: utilizaron la psicología asociacionista junto con explicaciones de la herencia genética. “Una sugestión hipnótica, concluyó, permite que una idea entre en la mente en un estado disociado, inconsciente y aislado. Las sugestiones caían en un espacio distinto al conjunto entretejido de asociaciones que normalmente forman la consciencia. En esa oscura región, las ideas disociadas parecían actuar en el cuerpo de manera libre y automática” (p. 33). 4 Charcot afirma que un trauma –puede ser un golpe o un accidente- actúa tanto en la mente como en el cuerpo; un golpe en el cuerpo puede actuar como una sugestión verbal. Concluye entonces que un trauma puede desatar un espiral en el sistema nervioso hacia algo similar a un estado hipnótico y a partir de allí incubarse una idea que funcione posteriormente como una autosugestión (por ejemplo, la idea “no puedo mover el brazo”). La imaginación podía enfermar a un hombre, pero solo en casos de trauma. “Si la autosugestión tenía su origen en la propia mente del paciente, ¿cómo terminaba esta idea fuera de los confines de la consciencia? La hipnosis demostró cómo las sugestiones externas podían aterrizar en lo inconsciente, pero ¿cómo podía suceder esto con las ideas propias? Charcot razonó que una mente traumatizada era proclive a la disociación, de manera que las ideas se despegaban de la matriz estable de las asociaciones conscientes. Además, sugirió que emociones intensas como la ira o el terror podían funcionar como traumas, dando como resultado la disociación y la autosugestión. » La teoría psicológica en desarrollo de Charcot tenía implicaciones terapéuticas fascinantes. Si una idea podía producir una parálisis, entonces quizás una idea podía también curarla” (p. 34-35). “La sugestión terapéutica pretendía contrarrestar la autosugestión y aliviar los síntomas, aunque no era una cura como tal. Charcot nunca se apartó de su creencia de que la neurosis traumática sólo podía darse en individuos afectados por una herencia genética degenerativa. Eso era algo que ninguna terapia hablada podía remediar” (p. 35) II) Sigmund Freud nace en Freiberg, Moravia, en 1856, y recibe una instrucción clásica de altísimo nivel académico. Se interesa en su primera juventud por la política y el derecho, pero cambia sus planes cautivado por un ensayo sobre la naturaleza de Goethe, acercándose a la ciencia y a la medicina. “Después de matricularse en el programa de medicina, se inscribió en anatomía, química, «biología general y darwinismo», botánica, filosofía y física. En el invierno de 1874, comenzó también sus estudios en filosofía, la única disciplina no científica que estudió, trabajando con un profesor recién refugiado en Viena, llamado Franz Brentano” (p. 38). “Brentano, al igual que Ribot, se propuso separar la psicología de la filosofía sin permitir que la empresa entera colapsara frente a las nociones positivistas de la ciencia” (p. 38). “Brentano aconsejó a sus alumnos que estudiaran a Locke, Hume, Kant y Comte, y les advirtió contra cualquier intento prematuro de casar la fisiología con la psicología, argumentando que la ciencia de la mente estaba muy poco desarrollada para dicha unión. Fue una lección que Freud aceptaría solo después de años de resistencia, pero que más tarde repetiría a sus propios alumnos” (p. 39). “Gran parte de la generación de Freud compartía su creencia en que la ciencia reformaría la vida política y social. Los científicos contribuirían a la derrota de las supersticiones, las ficciones religiosas y las ilusiones ideológicas, proveyendo un conocimiento válido que proporcionara una visión más clara de la realidad por medio de la cual las élites políticas pudieran gobernar de manera más justa y racional” (p. 40). 5 Hay varios nombres que segmentan el recorrido de Freud antes de su estancia en París con el maestro Charcot. Sus intereses versaban sobre las ciencias duras; formó parte del laboratorio fisiológico de Ernst Wilhelm von Brücke, del laboratorio del psiquiatra Theodor Meynert y trabajó con el neuropatólogo Hermann Nothnagel. De este modo, se formó en lo más alto de la neurología positiva, investigó los efectos analgésicos de la cocaína y sus funciones sustitutivas en las adicciones a la morfina, investigaciones que resultaron polémicas. Aun así, consigue el apoyo de sus colegas para la obtención de una beca para estudiar en París en la Salpêtrière. En principio su objeto eran las neuropatologías atróficas en niños, pero fundamentalmente buscaba hacerse un nombre en el mundo de los trastornos nerviosos. Lo que encontró Freud en París resultó abrumador, el mundo de Freud se puso de cabeza. Escribió en una carta (en p. 45): Verdaderamente me siento cómodo ahora y pienso que estoy cambiando mucho. Le diré en detalle lo que me está afectando. Charcot, que es uno de los grandes médicos y un hombre cuyo sentido común raya en lo genial, simplemente está destruyendo todas mis metas y opiniones. A veces salgo de sus conferencias como si saliera de Notre Dame, con una idea completamente nueva de la perfección. Freud vuelve de Francia impactado por el maestro francés y sus discípulos, aspira a ser el representante de Charcot en Viena y se propone traducir sus obras al alemán; los temas eran la histeria y la hipnosis. “En casa, Freud se preparó para la guerra en Viena, sabiendo que sus colegas eran escépticos respecto de lo psicológico, de lo originado por las ideas, de lo hipnótico, lo histérico, sin mencionar lo francés. Sin embargo, comenzó a dar conferencias sobre las teorías de Charcot ante las sociedades fisiológicas y psiquiátricas y aceptó escribir un informe sobre sus experiencias para la Asociación Médica de Viena. En ese informe, Freud presentó el pensamiento francés sobre la histeria masculina. Algunos médicos de público concedieron que la histeria en varones era posible, pero otros cuestionaron agudamente los estados descritos por Charcot. Meynert deliberadamente presionó a Freud para que encontrara un solo caso de parálisis traumática en Viena” (p. 46). Al mes, Freud realiza la demostración, pero sus ideas lo ubican en la oposición. “Sin miedo de pertenecer a la minoría, se aferró al gran Charcot y a sus teorías de la histeria, del trauma y la hipnosis, abrazando la psicología asociacional y, por un tiempo, incluso su énfasis en la herencia genética. El futuro para Sigmund Freud ahora estaba claro. Se casó con su prometida, comenzó una consulta médica privada y retomó el papel de leal representante vienés del pensamiento de Jean-Martin Charcot, justo cuando la reputación del neurólogo parisino comenzaba a desplomarse” (p. 47). III) A partir de 1886 comenzó a plantearse que gran parte del trabajo de Charcot sobrehisteria e hipnotismo estaba equivocado. “Este inminente desastre obligo a Freud a madurar rápidamente y pasar de ser un acólito a ser un pensador más independiente, esforzándose de manera desesperada para reformular sus propias posiciones. Mientras se aferraba con tenacidad a las metas de la psicología científica y las nociones de trauma psíquico de Charcot, Freud aceptaría finalmente que los más grandes logros del parisino en el entendimiento de la neurosis eran producto de su imaginación. » El David que dio muerte a este Goliat médico fue Hyppolyte Bernheim” (p. 47). 6 “Charcot había conquistado la histeria y la hipnosis conceptualizando estos misterios como simples disfunciones neuronales heredadas genéticamente que tenían como resultado estados alterados de conciencia. Poco convencido, Bernheim comenzó a experimentar con la hipnosis y decidió que tales estados no eran patológicos. De hecho, advirtió que los trances hipnóticos eran fáciles de producir en la gran mayoría de los hombres y mujeres con todo tipo de temperamento. Concluyó que la hipnosis simplemente exageraba una propiedad común de la vida psicológica y no constituía una disfunción psicológica. » Bernheim fue más lejos. La hipnosis, creía, no era necesaria para inducir sugestiones en otra persona. Las ideas pasaban de una mente inconsciente a otra todo el tiempo. (…) Las falsas impresiones e ideas eran fácilmente aceptadas por la mente gracias al pensamiento automático inconsciente, la fragilidad de la razón y la muy humana necesidad de creer. (…) La credulidad no era rara o inusual, sino básica en la vida psíquica normal” (p. 48). Las investigaciones de Bernheim chocaban con la autoridad que se había ganado el prestigio de Charcot, pero “Bernheim poseía un poderoso as bajo la manga. Como un excelente ejemplo de sugestión y credulidad, señaló la investigación de Jean-Martin Charcot. Las etapas de la hipnosis de Charcot, insistió, eran completamente imaginarias. De acuerdo con el médico de Nancy, Charcot y sus seguidores habían sugerido, sin querer, las etapas de la hipnosis a sus pacientes, quienes después las siguieron. En lugar de mirar dentro de la mente de otro, estos científicos habían estado mirando un espejo. Bernheim llamó a esta danza de expectación y mímica una «cultura de la histeria» e informó (…) que ninguna de las supuestas etapas universales de la hipnosis de Charcot podía encontrarse en Nancy” (P. 49). La batalla que se libra no solo confronta con la escuela de la Salpêtrière sino fundamentalmente con el proyecto de la psicología científica. “Si Bernheim estaba en lo correcto, si las sugestiones y la credulidad eran realmente tan comunes, ¿cómo podría uno esperar conocer empíricamente algo sobre el mundo interno del otro? Si todo el mundo estaba infectado por la sugestión y la ciega creencia, ¿quién podría ser un observador imparcial o un sujeto no influenciado? Bajo la perspectiva de Bernheim el observador y el observado, sugestionador y sugestionado, científico e histérico, en última instancia sujeto y objeto, eran imposibles de distinguir con claridad. No había forma de que los científicos de la psicología pudieran escapar a esta corriente, ya que estaban siendo sugestionados incluso mientras ellos sugestionaban” (p. 49-50). Según la teoría de Bernheim “«Todo hombre razonable estaría entonces constantemente bajo la influencia de la sugestión»”. ¿Podía una mujer asesinar a su amante bajo la influencia de otro? “¿Podía un pueblo levantarse en contra de su gobierno por sugestión?” (p. 50). “Para Sigmund Freud, los desafíos de Bernheim no podían pasar desapercibidos. La reputación y práctica de Freud estaban cercanamente asociadas al prestigio de la escuela Salpêtrière. Comprendía que los argumentos de Bernheim darían alas a aquellos en Alemania –y eran muchos- que siempre consideraron a la hipnosis como una gran farsa. Freud se embarcó en la traducción al alemán del libro de Bernheim, convencido de que lo ayudaría a escapar de una crítica potencialmente devastadora” (p. 50). “Freud se enfrentaba a un dilema: por un lado existía una teoría psicológica que minaba la legitimidad científica de la investigación psicopatológica de la hipnosis y la histeria. Por el otro, había una teoría científica legal de psicopatología que cada vez más parecía estar completamente equivocada” (p. 51). Después de 1888, Freud se distanció de los planteos de la escuela de la Salpêtrière, aunque continuaba defiendiendo la realidad de la hipnosis. Además, sostenía que tanto la histeria como la hipnosis debían apegarse a ciertas reglas y 7 seguir algunas leyes inherentes, cosa que Bernheim, aseguraba Freud, no se había preguntado. “Para llevar esto más lejos, Freud sugirió a los lectores de Bernheim que dejaran de pensar en el encuentro hipnótico como un drama interpersonal entre un hipnotizador inexperto y un sujeto indefenso. En lugar de esto, debían dirigir su atención a las condiciones intrapsíquicas que hacían que un hombre fuera propenso a la sugestión de otro. Si se conocieran, aquellos cambios internos explicarían tanto el fenómeno interpersonal descrito por Bernheim como los cambios corporales clasificados por Charcot” (p. 52). “Sus críticas a Bernheim y Charcot trazaron el esquema de lo que se convertiría en el particular territorio freudiano” (p. 56-57) IV) “Para 1892, Freud comenzó a distinguirse entre un sobrepoblado campo de psicopatólogos y terapeutas de la sugestión. El traductor de Bernheim se presentó a sí mismo como pensador (…) comprometido con el estudio de los procesos intrapsíquicos. Se convirtió en un agresivo defensor de este enfoque. El traductor de Charcot se presentaba como un hombre que no creía que la degeneración causara la histeria o muchas otras aflicciones. Más bien, reconocía la fuerza del trauma psíquico y la autosugestión inconsciente como factores principales, otra idea que se llevaría consigo. » A medida que Freud desarrollaba las ideas que formarían la base de su teoría, en casa se enfrentaba con una vehemente oposición a las nociones francesas de la hipnosis, la sugestión y la enfermedad mental” (p. 57). No obstante, no era el único que defendía la práctica de la hipnosis. Desde la década de 1870 tanto el fisiólogo Ernst Fleischl, como los psiquiatras Richard von Krafft-Ebing y Auguste Forel, y fundamentalmente el fisiólogo e internista Josef Breuer retomaron la hipnosis como una vía posible del tratamiento de las enfermedades nerviosas. Josef Breuer fue un destacado fisiólogo en el medio intelectual y aristocrático de la Viena de fines del siglo XIX. “El joven Freud era un invitado frecuente en el hogar de Breuer y, durante una de esas visitas, su anfitrión contó la historia de una paciente, Berta Pappenheim, una mujer cuyo caso sería considerado fundacional por legiones de psicoanalistas que llegarían a conocerla como «Anna O»” (p. 59). En el año 1887, Freud comenzó a experimentar con tratamientos de sugestión, incluido el método de Josef Breuer, el llamado “método catártico”. Freud en esos momentos argumentaba que “el funcionamiento nervioso de la histeria podía ser alterado por una idea patogénica. Si esa idea «fuera olvidada o su recuerdo debilitado», el trastorno podría ser curado. » Los shocks nerviosos, el trauma, la disociación interna, las ideas inconscientes, la cura mediante el recuerdo; para 1882, Freud y Breuer comenzaron a entrelazar estos elementos de un modo único. Pronto, Freud añadiría un elemento crítico y sintetizaría estos planteamientos al postular el papel central de una batalla interna de ideas, un conflicto mental” (p. 62). “En 1892, Sigmund Freud y Josef Breuer plasmaron sus descubrimientos por escrito. Un año después, publicaron apresuradamente «Sobre el mecanismo psíquico de fenómenos histéricos: comunicación preliminar» para proteger su primicia en un campocompetido. (…) Apoyaban la opinión de Charcot de que las ideas podían causar síntomas histéricos 8 (…). Y extendieron la noción del trauma para incluir emociones como el miedo, el cual creían que conducía a ideas disociadas y síntomas simbólicamente relacionados. En los casos de histeria, concluyeron, el trauma resultaba en una escisión de la conciencia, la cual era la double conscience tan comúnmente encontrada en los casos clínicos franceses” (p. 65). Hasta este momento el aporte de Freud y Breuer consistía en la tesis de que el conflicto psíquico y la supresión de ideas eran suficientes para crear histeria. “La gran idea de Breuer fue su terapia de los recuerdos, en la que el recuerdo de ideas disociadas podía traer alivio sintomático. «El histérico padece principalmente de reminiscencias», declararon conjuntamente los autores. Separados de las asociaciones normales, ciertos recuerdos actúan como cuerpos extraños y nunca son disipados. El tratamiento con hipnosis traía esos recuerdos a la conciencia y ocasionaba un poderoso sentimiento de alivio —un «efecto catártico»-. Un antiguo término, catarsis, había sido empleado por Aristóteles para explicar los efectos emocionales que la tragedia dramática tenía en su público” (p. 65) Este término “servía ahora para nombrar la innovación de Breuer: era el método catártico” (p. 66). “En 1894 Freud publicó un artículo en el que desarrolló sus incipientes pensamientos sobre intenciones y defensas psicológicas, teorizando que la resultante guerra interna causaba una forma adquirida de histeria, neurosis obsesiva y psicosis alucinatoria. Freud trató de demostrar que la escisión de las asociaciones de la conciencia era ocasionada por la mente obrando en contra de sí misma y que no era cuestión de herencia. » Freud había conferido a la mente el poder de herirse a sí misma (…). Estas patologías neuróticas se desarrollaban desde el peligro interno y la defensa, resultando en ideas escindidas y conexiones erróneas que Freud llamo «enlaces falsos»” (p. 68). Así Freud comienza a separarse del discurso hipnótico. “A diferencia de Breuer, Freud utilizaba un lenguaje más dependiente de la psicología asociacional (…). Había abandonado la hipnosis, que encontraba difícil de practicar. En los Estudios 1 , declaró que su método ahora incluía una búsqueda consciente de rupturas en la asociación y los enlaces falsos, un proceso que llamó «análisis psíquico». » Llevando esto más lejos, Freud confesó albergar dudas acerca de la teoría de Breuer sobre los «estados hipnoides», atreviéndose a sugerir que esta escisión de la mente no se debía a un funcionamiento cerebral patológico sino a un conflicto psíquico” (p. 68-69). “Freud había trabajado duro para asegurar la posición científica del médico en un campo que algunos describían como plagado de credulidad y sugesión. (…) Afirmó categóricamente que las histéricas (…) eran inmunes a la sugestión durante el análisis íntimo de su mundo interno. (…) Esta era la teoría inicial de la técnica freudiana, un método qué pretendía hacer manifiestas las asociaciones internas del paciente, que se enfocaba en ideas, afectos, recuerdos y lagunas de la experiencia interna, un modelo de investigación en el que la sugestión no era un problema” (p. 70). Habiendo sido el representante de las ideas de Charcot en Viena, Freud adoptó muchas de sus teorías y gran parte de su lógica con respecto a la naturaleza de la psicología científica. “Cuando esta corriente se vio atacada, concibió posiciones sintéticas basadas en un enfoque intrapsíquico, mientras rechazaba con vehemencia el postulado de que la histeria se debía a una herencia genética defectuosa. De acuerdo con Bernheim en la naturaleza psicológica de los estados hipnóticos, Freud se opuso a la teoría de la sugestión del médico de Nancy, 1 Se refiere a la obra que escribió conjuntamente con Breuer, Estudios sobre la histeria, aunque en la misma hay capítulos de autoría individual de cada uno. 9 optando en su lugar por su modelo de guerra entre deseos y defensas internas. Para 1895, Sigmund Freud se había distinguido entre otros psicopatólogos con orientación francesa por sus nociones de neurosis defensiva, conflicto mental, análisis psíquico y transferencia. En el proceso, comenzó a refinar la antigua sentencia: conócete a ti mismo. Si Freud estaba en lo correcto, los humanos no podían soportar conocerse plenamente” (p. 72). CAPÍTULO 2: CIUDAD DE ESPEJOS, CIUDAD DE SUEÑOS I) “Mientras Freud añadía los últimos detalles a Estudios sobre la histeria, enfocó su energía hacia una nueva y desafiante tarea. Necesitaba desarrollar un modelo de la mente en el que sus teorías sobre el conflicto psíquico adquirieran sentido. Precisaba entender cómo podía una mente escindirse en contra de sí misma ¿Cómo podían las ideas y los sentimientos crear enfermedades? ¿Qué clase de mente hacía eso?” (p. 77) “Como científico del cerebro de finales del siglo XIX, Freud hubiera rechazado cualquier sugerencia de un alma como un oscuro desafío a la lógica y el conocimiento científicos. El cerebro era el órgano de la mente, repetiría orgullosamente a sus colegas científicos. Sin embargo, persistían muchas inquietantes preguntas. ¿Acaso la mente era controlada completamente por el cerebro? ¿Podían reducirse sus funciones a funciones cerebrales más simples? ¿Podrían la poesía, el arte y la moralidad ser explicados en su totalidad por la fisiología de los nervios? » Al enfatizar las causas psíquicas, Freud se vio obligado a abordar estos interrogantes. Para hacerlo, recurrió a viejos debates de la filosofía y la ciencia alemanas sobre la naturaleza de la mente” (p. 77-78). “En el inicio de esta tradición se encontraba Immanuel Kant (…). En 1781, Kant se hizo famoso por su «revolución copernicana», en la que integraba a dos adversarios filosóficos: el empirismo y el racionalismo. Los empiristas, siguiendo a Aristóteles, creían que la mente reflejaba la realidad. Por lo tanto, el mundo podía conocerse directamente mediante la experiencia sensorial. Para muchos empiristas, la mente era esencialmente pasiva, una arcilla moldeada por acontecimientos, no moldeadora en sí. En contraste, los racionalistas como Descartes veían el «yo» como un constructor y organizador central de la percepción y la realidad. Ambas posiciones habían mostrado sus debilidades desde hace mucho tiempo. Los empiristas estrictos fueron incapaces de explicar fenómenos como las ilusiones visuales, y los racionalistas hacían del mundo real poco más que una fabricación de la mente, de manera que la realidad se convirtió (…) en poco más que un sueño. » ¿Era la mente un espejo o una máquina de sueños? En Crítica de la razón pura, Kant le concedió gran peso a la solidez del conocimiento empírico recogido por los sentidos, pero también colocó un límite a dicho conocimiento. La mente no solo reflejaba la realidad. Se apoyaba en formas a priori para organizar el flujo y el reflujo de lo que de otra manera parecería caótico. Espacio, tiempo y causalidad no eran solamente percibidos; eran categorías trascendentales no derivadas de la experiencia. Estas categorías a priori estructuraban el mundo «fenoménico», permitiendo la experiencia consciente unificada. De este razonamiento se desprendía que existía un mundo fuera de la percepción humana, un mundo más allá del conocimiento humano. Kant lo llamó el espectro «noumenal» de las cosas-en-sí que son imposibles de conocer” (p. 78-79). 10 La concepción kantiana abrió paso a una serie de movimientos de gran trascendencia en el campo del pensamiento. “Quizá la filosofía poskantiana más influyente que surgió fue la filosofía de la naturaleza de Friedrich Schelling” (p. 79). “Para la psicología, el mensaje central de Schelling fue que la mente y el cerebroeran dos modos distintos de aproximarse a la misma esencia unificada. Ninguno podía ser explicado a partir del otro; ambos necesitaban ser entendidos como facetas de un mismo todo (…)” (p. 80). “La filosofía de la naturaleza tuvo un amplio impacto en las artes y ciencias de la primera parte del siglo XIX (…). Los poetas y escritores románticos alemanes retomaron el trabajo de Schelling, que los impulsó a forjar un íntimo vínculo entre sus propias vidas internas y el mundo natural” (p. 80). Kant dio origen a un gran número de posiciones teóricas acerca del carácter formativo de las ideas y la vida mental. Por ejemplo teorías llamadas “psicologismo”, en las que se reducían preguntas filosóficas a preguntas subjetivas y psicológicas. Por otro lado, por ejemplo, “el influyente Johann Fichte desechó el mundo trascendental de Kant como un reinado de espectros, fantasmas y dioses, pero lo retomó con avidez para justificar su creencia en que el estudio de la subjetividad y la propia conciencia eran tareas cruciales para la filosofía” (p. 80-81). “Una vez despojado de su dimensión metafísica, el pensamiento poskantiano se encontraba sólo a un paso de la ciencia del cerebro” (p.81). La figura que tendió el puente entre estos dos mundos fue Arthur Schopenhauer. “Todas nuestras representaciones mentales eran el resultado de procesos psíquicos internos que habían sido proyectados en el mundo. Schopenhauer llamó a la fuerza interna que causaba dichas proyecciones la «voluntad», la cual, afirmaba, era la cosa-en-sí incognoscible de Kant. (…) La voluntad era una fuerza ciega, impulsora, inconsciente y biológica: era la tormenta de la naturaleza en nuestro interior. La voluntad presionaba y empujaba. Avasallaba el intelecto y moldeaba y distorsionaba de manera invisible nuestras representaciones mentales del mundo” (p. 81). II) “Después de 1850, la medicina romántica, la filosofía de la naturaleza y la mayoría de las formas de la filosofía poskantiana habían caído en descrédito. La metafísica alemana se enfrentó a una tremenda reacción científica que impidió cualquier tipo de enfoque filosófico hacia la mente durante las siguientes décadas. (…) En 1847, junto con sus alumnos Emil Du Bois-Raymond, Hermann von Helmholtz y Ernst Brücke “formaron la Sociedad Física de Berlín y declararon que su objetivo era estudiar la vida humana sin recurrir a la metafísica. (…) acordaron que las especulaciones sobre energías vitales debían ser estrictamente prohibidas. Se negaban a asumir que una energía de vida o mental animara el cuerpo; pocedían, en cambio, como si la vida estuviera completamente determinada por procesos mecanicistas. Creían que la vida podía ser explicada simplemente por procesos químicos y físicos. Con esta visión compartida, el movimiento biofísico comenzó su investigación” (p. 83). “La Viena de Freud albergaba a tres célebres investigadores del cerebro dedicados al programa biofísico: Ernst Brücke, Sigmund Exner y Theodor Meynert” (p. 85). En general, consideraban que “todo el funcionamiento nervioso, incluyendo el cerebral, consistía en un acto reflejo mediante el cual la excitación entrante viajaba a través de nervios sensoriales y 11 era descargada por nervios motores. Los sucesos psíquicos eran efectos secundarios del acto reflejo y nunca producían sucesos biológicos como tales. (…) El hombre era una vigorosa máquina impulsada por los reflejos. » Freud decidió estudiar medicina después de haber leído el ensayo «Sobre naturaleza e historia natural» de Goethe (…). Sin embargo, cuando entró al laboratorio de Brücke en 1876, sintió que había encontrado su hogar intelectual. Durante los siguientes seis años, trabajó con entusiasmo en proyectos sobre neuroanatomía y se alió fuertemente con la comunidad de investigadores dentro y alrededor del laboratorio de Brücke” (p. 85-86). “Tras dejar el laboratorio de Brücke, Freud deseaba mantenerse fiel a los principios mecánicos que había aprendido, y no le resultó difícil. En el Hospital General de Viena trabajó para Theodor Meynert –el profesor que más tarde se afligió a causa del interés de Freud en las concepciones francesas sobre la histeria” (p. 87). Meynert enraizaba las funciones psíquicas complejas en regiones particulares del cerebro. “Los críticos se preguntaban si había traducido simplemente la psicología asociativa a un lenguaje anatómico y fisiológico. Fue lo que hizo” (p. 89) “Creía que la mente no era un espejo, sino que creaba experiencias internas a partir de patrones interiores. Mujeres y hombres estaban dominados por esta voluntad en una búsqueda corporal primaria del placer. Presagiando la posterior teoría de Freud, Meynert describió el «yo» primario como un conjunto de sensaciones corporales placenteras. Las sensaciones desagradables se alejaban de sí mediante defensas. Además, un «yo» secundario emergía con el tiempo y podía entrar en intenso conflicto con el «yo» corporal primario. A pesar de estas semejanzas con el modelo del conflicto mental de Freud, Meynert difirió de manera fundamental: se mantuvo en la creencia de que las ideas podían no tener un papel causal en estos procesos. La suya era una mente de reflejos contrapuestos” (p. 90). III) “Cuando Sigmund Freud se embarcó en el arduo trabajo de crear una nueva teoría de la mente, en 1895, podía apoyarse en los esfuerzos pasados de sus maestros más brillantes. Tanto Exner como Meynert estaban comprometidos con la cuantificación científica y la explicación mecanicista. Ambos pensaban que la mente podía reducirse a la fisiología y la anatomía del cerebro” (p 90-91). “La preparación de Freud en el laboratorio de Brücke y su lealtad a la biofísica fueron formativos, pero como buscaba crear un modelo de la mente que incluyera a la etiología psíquica de la enfermedad, se hizo claro que la biofísica simplemente no resultaba útil. Esto fue parte de un fracaso mayor, ya que, para la década de los ochenta del siglo XIX, el programa biofísico había encallado. Los físicos se dieron cuenta de que las teorías de la naturaleza puramente mecánicas eran inadecuadas y los fisiólogos dirigieron su energía hacia otros proyectos. En ningún lugar eran más evidentes los límites de la biofísica que en la psicología. La biofísica no ofrecía manera alguna de entender la psicología excepto eliminando el objeto de estudio en sí, la psique, y postulaba de facto que todos los sucesos psíquicos eran idénticos a los sucesos cerebrales subyacentes. Incluso los más acérrimos defensores de la biofísica con el tiempo reconocieron la derrota” (p. 91). “Mientras la biofísica mostraba sus límites, emergía un enfoque científico distinto de la mente. Freud se encontraba entre un número de científicos que había abandonado la biofísica por esta alternativa: la psicofísica. 12 » El pionero de la psicofísica fue el extraordinario Gustav Fechner” (p. 92). “En 1850, Fechner retomó el estudio experimental de los estímulos externos y sus representaciones psíquicas” (p. 93). En 1860 publica Elementos de psicofísica; este libro “ofrecía una aproximación innovadora al estudio de las relaciones exactas entre mente y cuerpo” (p. 93). “A diferencia de la biofísica, la psicofísica no buscaba reducir las experiencias psíquicas internas a un sustrato biológico. Siguiendo la propuesta dual de Schelling, Fechner consideró a lo psíquico y lo material como dos caras de una misma entidad (…). El reino interno (…) era subjetivo y psíquico. El reino exterior era objetivo y material. La psicofísica uniría a ambos en el estudio de las interacciones, y rastrearía la transformación de energía de los estímulos psíquicos a la experiencia mental cualitativa” (p. 93-94). “El paralelismo psicofísico pudo haber sido útil para el estudio del habla, pero a la larga su ineficacia se hizo evidente para Freud. Apartar a la mente del cuerpo no ayudabaa un médico que estaba profundamente comprometido con el estudio de la histeria. Las experiencias en el Salpêtrière lo convencieron de que la mente afectaba al cerebro y al cuerpo. (…) Freud no podía permitirse aislar la mente del cerebro. Debía encontrar otro camino” IV) “Conforme Estudios sobre la histeria se acercaba a su publicación, Sigmund Freud trabajaba con fervor para integrar una teoría del funcionamiento mental en la que hubiera un papel para el conflicto psíquico y la defensa” (p. 99-100). Freud trabajaba con intensidad buscando integrar la física, la biología, la neurología y la psicología; quería forjar una ciencia natural de la psicología, un trabajo que llegó a conocerse con el título de Proyecto de psicología para neurólogos. Para hacer este proyecto “Freud adoptó una aproximación a todas luces kantiana. Para la década de 1880, un movimiento de «regreso a Kant» había ganado importancia en círculos alemanes, exigiendo el rechazo de las metafísicas especulativas, así como de las especulaciones materialistas que comúnmente pasaban por ciencia. Durante este período, Freud leyó y tomó notas sobre la Crítica de la razón pura de Kant, y la influencia de éste es evidente en el Proyecto. Al igual que el filósofo, Freud se dejó guiar por teorías deductivas en la búsqueda de evidencia empírica y organizó su psicología científica alrededor de dos teoremas a priori que conectarían los hechos. (…) Los teoremas a priori de Freud venían de la física y la biología. Primero aparecieron las leyes del movimiento y de la conservación de la energía de Newton. (…) Este principio guiaría todo el funcionamiento mental en el Proyecto de Freud. El segundo teorema de Freud se basaba en la unidad anatómica básica del sistema nervioso: la neurona. Estas células constituían la unidad esencial para procesar la energía neuronal y, a su vez, estaban cargadas de ésta” (p. 100-101). “En el Proyecto, Freud también tuvo la oportunidad de evaluar el potencial de la psicofísica. Al defender una dimensión psíquica en su modelo de cerebro, Freud le dio lugar a la consciencia, a la acción humana, a la causalidad y la defensa psíquica, y fue capaz de utilizar la información proveniente de la introspección. Pero este modelo estaba bastante restringido ya que requería de un enfoque en fenómenos en los que la psicología pudiera, de alguna manera, ser vinculada con los cambios físicos. (…) En 1890, el portavoz más destacado de la psicofísica, Wilhelm Wundt, renunció públicamente a este enfoque y se abocó solamente al estudio de la psicología. (…) A medida que la psicología 13 experimental de Wundt obtenía popularidad y prestigio, quedó establecida como una denuncia al viejo y desalentador proyecto. » El Proyecto de Sigmund Freud se escribió y abandonó bajo este escenario teórico. Para 1896, los viejos leones —Brücke, Meynert y Helmholtz- habían muerto. Freud aún perseguía el sueño de esbozar un gran esquema de la mente, pero parecía perdido” (p. 103). V) “El 23 de octubre de 1896, el padre de Sigmund Freud, Jacob, murió. Fue un suceso catastrófico que agitó al médico de cuarenta años e inauguró un período de dolor y autoinspección. (…) Freud, quien sospechaba que presentaba un caso de neurosis, comenzó un autoanálisis psíquico” (p. 104). Freud recurrió a sus sueños. “El hecho de dirigir su atención a este teatro interno condujo «a profundizar en la psicología más todavía de lo que imagine». Así fue. Después de mucho escribir y reescribir, Sigmund Freud publicó La interpretación de los sueños en noviembre de 1899” (p. 106). “El mundo de los sueños había sido una fuente de fascinación para filósofos, poetas y escritores durante mucho tiempo. ¿Por qué soñamos? ¿Qué representan los sueños? ¿El soñar es una forma de consciencia fundamentalmente distinta? ¿Por qué recordamos algunos sueños y otros no? En La Interpretación de los sueños Freud volvió a visitar estos misterios, fundiendo sus propias reflexiones con aquellas de filósofos como Aristóteles, Artemidoro, Kant, Schelling y Schopenhauer” (p. 107). “La vida onírica también había sido retomada por los psicofísicos a pesar de las graves dificultades que esto representaba para ellos. Se enfocaron en la manera en que los estímulos externos se registraban en la percepción y en la consciencia. Parecía que los sueños eran la antítesis de eso. Aquí había una experiencia vívida que ocurría mientras los ojos estaban cerrados. Poca o ninguna estimulación perceptual parecía estar involucrada. Sin embargo, los psicofísicos se aferraron a su método y postularon que los estímulos externos invadían silenciosamente la conciencia al dormir y provocaban una ráfaga de actividad psíquica” (p. 108). “Si la vida mental era científicamente cognoscible, Freud perseveraba, entonces debía guiarse por leyes, ser determinista y no estar basada en eventos azarosos. (…) Muchos habían sugerido ya que los estímulos físicos internos como los retortijones de hambre o la indigestión podían catalizar los sueños. Pero ¿y las fuentes psicológicas internas? Wundt negó esta posibilidad, y Freud, a su vez, descalificó a Wundt y a sus seguidores como ideólogos prisioneros de sus propias creencias. Como experimentalistas psicológicos, sobrevaluaban todo lo que estaba sujeto a experimentación. (…) Si los científicos aún no podían indagar con profundidad en la vida mental para encontrar conexiones con la biología, ésa no era una razón para rehuir el problema. » Freud se encontraba en tierra firme con esta crítica. Wundt y sus colegas simplemente revelaron los límites de la psicofísica al insistir en la remota noción de que las señales externas generaban todas las experiencias perceptuales en los sueños. En contraste, Freud propuso un método para el estudio de las causas psíquicas internas. Tal y como lo había intuido mientras escribía sobre la histeria, en 1895, dicho método sería un puente entre la literatura y la física, y requeriría de un análisis literario, así como de un modelo para el procesamiento de la energía corporal” (p. 108-109). 14 Para Freud “el estudio de los sueños podía producir lo que «habíamos esperado en vano de la filosofía»: un válido y amplio modelo de la vida mental” (p. 111). El resultado de este objetivo fue conocido como “el modelo topográfico de la mente de Freud. Aquí, su pensamiento no sólo fue estimulado por su exploración de los sueños sino también por la lectura de Gustav Fechner. En 1898, Freud le escribió a su amigo Wilhelm Fliess para quejarse acerca de los incontables y aburridos textos sobre los sueños que había leído. Sin embargo, un autor había llamado la atención. «La única palabra razonable le pasó por la mente al viejo Fechner con su sublime sencillez. El proceso del sueño se desenvuelve en otro terreno psíquico. Es el primer mapa aproximado de este terreno el que comunicaré»” (p. 111). En La Interpretación de los sueños lo dice de una manera distinta: “«El gran Fechner adelantó la idea de que el escenario de los sueños es otro que el de la vida de representaciones de la vigilia. Ningún otro supuesto permitiría conceptualizar las peculiaridades de la vida onírica». Inspirado en esta revelación, Freud creó una nueva teoría. » Para hacer esto, no desechó el viejo principio a priori que insistía en que todos los fenómenos psíquicos fueran encuadrados dentro de las leyes físicas del universo, pero sí descartó todo intento de vincular las funciones psíquicas a cualquier neurona o región del cerebro específica” (p. 112) “Los sucesos mentales podían ahora ser entendidos a través del análisis de dos fuerzas psíquicas opuestas: deseos y censura. Siguiendo a Kant, el inconsciente de Freud era incognoscible en sí mismo y no estaba estructurado siguiendo consideraciones de tiempo, espacio y causalidad. No albergaba opuestos, ninguna antítesis y ninguna categoría lógica,más bien constituía el material de la pasión animal. El poder de este escondido dominio era sólo conocido de manera indirecta a través de sus efectos en la consciencia. Ningún elemento del inconsciente alcanzaba la conciencia sin pasar las defensas. » Sigmund Freud, como los filósofos románticos y naturalistas alemanes, creía que el inconsciente jugaba un papel vital en la vida psíquica, cosa que los sueños hicieron evidente. Si este énfasis en la vida onírica remitía al romanticismo, estaba contrarrestado por la profunda confianza de Freud en la lógica mecanicista” (p. 113). “Con La Interpretación de los sueños, el esfuerzo de Freud por explicar la causalidad psicológica y los conflictos mentales estaba completo. Sus estudios sobre la histeria y su compromiso con la psicopatología francesa lo condujeron a reconocer que las causas psíquicas eran reales y, cinco años más tarde, después de recorrer un largo camino poblado por filósofos, biofísicos y psicofísicos poskantianos, Freud dio con un modelo de la mente que serviría de base a sus ideas de los años venideros. Después de experimentar con la biofísica, la psicofísica, el paralelismo psicofísico, Freud descubrió una forma de estabilizar científicamente su objeto de estudio —la mente-cerebro- de un modo que dejaba espacio para las causas psíquicas sin sucumbir al reduccionismo biológico ni a la metafísica” (p. 116). 15 Comentarios sobre el resumen y algunas sugerencias para el estudio Como método de estudio sería bueno que tenga a mano un diccionario, una enciclopedia y ahora, con los recursos que nos ofrece Internet, los tenga en cuenta, ya que le puede resultar muy útil. Por ejemplo: el texto comienza haciendo una alusión a la “Ilustración”; podría buscarlo, o por ejemplo también podría buscar “filosofía de la naturaleza”. Puede tomar algún texto que usted haya leído o servirse de Google o Google académico e informarse; tal información seguramente le va ayudar a tener una mayor ubicación conceptual del trabajo que está estudiando. Este es un trabajo de estudio e investigación histórica, por lo tanto, intente tener en claro los siguientes puntos para poder ir leyendo los distintos datos en función de tales objetivos, de este modo evitamos la innecesaria metodología memorística: Tomaremos dos ejes generales para la lectura de estos textos: uno, la relación cuerpo y alma, el otro, la concentración en la razón. Dos ejes que van a ir moldeando el modo de pensar la subjetividad. El escrito en principio va mostrando cómo se construye en Francia un nuevo campo en el que convergen importantes tradiciones científicas y culturales; esto resulta de mucho interés en tanto allí podemos ver dos temas importantes para nuestro programa de estudio. El primero es histórico: poder ubicar cómo nace un campo de pensamiento y de prácticas – “la nueva psicología”. El segundo: ver que la construcción de tal campo será determinante para la creación del psicoanálisis en tanto que Freud se nutre del romanticismo y de la psicopatología francesa. Este trabajo muestra también cómo algunos sistemas entran en crisis, por ejemplo el modelo de Charcot, lo que obligará a Freud a pensar nuevas configuraciones en sus investigaciones. En el marco de los modelos biofísicos y psicofísicos las diversas nociones de histeria e hipnosis no resultaban satisfactorias por lo que Freud se encuentra impulsado a crear su propio campo de pensamiento Cuando Freud empieza a enfatizar causas psíquicas, empieza a construir su propio campo de ideas, a construir su propia psicología y para esto -al menos en sus modelos iniciales- le resulta muy útil el modelo kantiano. Para poder ubicar la construcción del campo freudiano, en su época fundacional, es necesario ubicar los movimientos de la historia de la filosofía, los que nos ilustran el modo en que, por influencia de Kant, se abren la filosofía de la naturaleza por un lado y el cientificismo por el otro. A partir de mediados del siglo XIX la filosofía de la naturaleza entra en un descrédito importante y el cientificismo impone el modelo biofísico en el que el psiquismo se reducía a un epifenómeno. En el centro de este escenario Freud empieza a formarse como hombre de ciencia. Algo a tener en cuenta cuando se lee este resumen es la superposición de las categorías de mente y psiquismo, empleadas como sinónimos; es que Geroge Makari no hace un uso diferente entre uno y otro término. Aclaración necesaria ya que son dos conceptos que refieren a historicidades conceptuales y tradiciones propias y específicas, tal como lo venimos sosteniendo desde el inicio del programa de estudios de nuestra asignatura. La sumisión del psiquismo a la mente podría resultar tendenciosa. A medida que Freud va construyendo el campo propio del psicoanálisis va deconstruyendo el campo del cual 16 partió, que es el de la psicología científica (Ribot-Charcot) y en ese trabajo deconstructivo la diferencia mente-psiquismo deviene fundamental. Temas y preguntas para autoevaluar la comprensión del texto Capítulo 1. Una mente para la ciencia. l) ¿Por qué Charcot necesitó de una psicología para la investigación de la histeria? 2) ¿Cuál era la formación previa de Freud antes de viajar a París? ¿Cuáles fueron las nociones que aprendió durante su estancia en la escuela de Charcot? 3) ¿Cuál fue el avance de Bernheim en relación con la hipnosis comparándolo con la noción de Charcot? 4) ¿Por qué la idea de la “sugestión” cuestiona al método objetivo de la “nueva psicología científica”? ¿Cuál es la salida que encuentra Freud a la disyuntiva entre Charcot y Bernheim? 5) ¿Cuál es el elemento crítico determinante que Freud aporta en sus trabajos con Breuer? 6) ¿A partir de qué nociones Freud empieza a separarse del método hipnótico y de las teorías que lo explican? Capítulo 2. Ciudad de espejos, ciudad de sueños. 1) ¿Por qué Freud abandona el modelo psicofísico? 2) ¿Por qué fue tan importante la publicación de La interpretación de los sueños? ¿Cuáles son las ideas principales que Freud articula allí respecto de la vida psíquica?
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