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1 
 
 
El Colegio de la Frontera Sur 
 
 
Cacería de subsistencia en comunidades rurales del norte de 
Yucatán, México 
 
 
Tesis 
Presentada como requisito parcial para optar por el grado de Maestría en Ciencias 
en Recursos Naturales y Desarrollo Rural 
Con orientación en Manejo y Conservación de los Recursos Naturales 
 
 
Por 
Belén Guadalupe Herrera Flores 
 
 
2016 
2 
 
 
El Colegio de la Frontera Sur 
 ________________, ___ de __________ de 20 ___. 
 
 
 
Las personas abajo firmantes, miembros del jurado examinador de: 
Belén Guadalupe Herrera Flores____________________________________________ 
 
hacemos constar que hemos revisado y aprobado la tesis titulada 
Cacería de subsistencia en comunidades rurales del norte de Yucatán, México_______ 
______________________________________________________________________ 
para obtener el grado de Maestro (a) en Ciencias en Recursos Naturales y 
Desarrollo Rural 
 
 Nombre Firma 
Director: Eduardo J. Naranjo Piñera_________________________________________ 
Co-director: Dídac Santos-Fita______________________________________________ 
Asesora: Silvia F. Hernández-Betancourt_____________________________________ 
Asesora: Paula L. Enríquez Rocha__________________________________________ 
Sinodal adicional Erín I. J. Estrada Lugo______________________________________ 
Sinodal adicional Eduardo Bello Baltazar_____________________________________ 
Sinodal suplente Ramón Mariaca Méndez_____________________________________ 
 
3 
 
DEDICATORIA 
A mi familia y a quienes escuchan… 
Porque hay una gran diferencia entre oír y escuchar. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Yuúm kéej 
 
“A veces nosotros creemos que somos los que sabemos más de la naturaleza, pero 
ignoramos algo. Y a veces ese algo que nosotros ignoramos es más valioso, … en la 
naturaleza, hay muchos secretos que nosotros no debemos perder, porque son cosas 
muy valiosas, muy valiosas… Nosotros ya estamos olvidando todo esto” 
S. Pool (53 años, San Francisco, 2016). 
4 
 
AGRADECIMIENTOS 
Al Dr. Eduardo J. Naranjo y al resto de mi comité: Dr. Dídac Santos-Fita, Dra. Silvia 
Hernández Betancourt y Dra. Paula Enríquez Rocha. Gracias por el apoyo en la 
realización del documento de tesis, por sus correcciones, comentarios y 
recomendaciones. Dr. Eduardo, por permitirme trabajar con usted desde antes del inicio 
de la maestría y por toda la orientación que me ha dado. Dídac, por toda la información 
y respuestas que permitieron orientarme. Dra. Silvia y Dra. Paula, por esas críticas 
constructivas que me permiten crecer. ¡Gracias a todos! 
 
A la Dra. Erín Estrada, al Dr. Eduardo Bello y al Dr. Ramón Mariaca, quienes aceptaron 
ser mis sinodales y enriquecieron el trabajo con sus comentarios. 
 
Al Colegio de la Frontera Sur, unidad San Cristóbal por la oportunidad para realizar mis 
estudios de posgrado y al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) por la 
beca de maestría (CVU/becario 619688/573933) otorgada en el periodo 2015-2016. 
 
A mis padres, Hermenegildo Herrera May y Lucy Esther Flores Pren, por apoyarme 
durante la maestría, en especial por cuidarme y alimentarme bien durante mi trabajo de 
campo. Para ustedes J. 
 
A Josué R. Meza Sulú por su insuperable apoyo en campo, cuando los dos teníamos 
dudas para hablar. Josué, gracias por apoyarme y obligarme a iniciar la plática y 
minimizar mis momentos de pena y estrés… ahora podré defenderme y sobrevivir, 
gnasher y hordas por siempre :3. 
5 
 
A mi hermano David A. Herrera Flores, por ayudarme a descifrar el mundo de las 
proyecciones y las capas… mapitas. Y por platicar conmigo cuando hay estrés J . 
 
A Alexis, José Daniel, Iliana, Magaly, Max y Pedro, por ser mi apoyo en San Cristóbal. 
 
Finalmente, y mi mayor agradecimiento, a los habitantes de las cuatro comunidades 
donde realicé esta investigación. En especial a: comisario Russel, Don Carmen, Don 
Otilio, Don Max, Jorge Alberto, comisario ejidal Don Eugenio, Comisario Manuel, 
Comisario ejidal José Chabelo, Tío Felipe Herrera, Don Marco Santiago, Don Gregorio 
“Gollo”, Don Coral, Diego, Don Javier, Comisario Jorge Armando y su hermano Enrique, 
Don Mariano, Don Joselino, Don Mateo, Don Epifanio, Don Miguel y su hijo Miguel, Don 
Anastasio y su esposa, Don Pedro y Abraham. Por su hospitalidad, cordialidad y por 
compartir sus conocimientos y enseñarme tanto en tan poco tiempo, ¡muchas gracias! 
Porque este trabajo, también fue posible gracias a ustedes. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
6 
 
ÍNDICE 
DEDICATORIA ............................................................................................................................................ 3 
AGRADECIMIENTOS ................................................................................................................................ 4 
INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................................ 7 
Estudios de cacería de subsistencia en Latinoamérica.................................................................... 9 
La cacería de subsistencia entre los mayas de la Península de Yucatán................................... 10 
Legislación mexicana en torno a la cacería de subsistencia ......................................................... 15 
Problemática en torno a la cacería de subsistencia en Yucatán .................................................. 17 
ARTÍCULO ENVIADO A LA REVISTA MEXICANA DE BIODIVERSIDAD. .................................... 19 
Cacería de subsistencia en comunidades rurales del norte de Yucatán, México ...................... 19 
Resumen .............................................................................................................................................. 20 
Abstract ............................................................................................................................................... 21 
Introducción......................................................................................................................................... 22 
Métodos ............................................................................................................................................... 24 
Resultados ........................................................................................................................................... 28 
Discusión ............................................................................................................................................. 32 
Literatura citada ................................................................................................................................... 37 
DISCUSIÓN GENERAL........................................................................................................................... 59 
LITERATURA CITADA ............................................................................................................................ 65 
ANEXOS GENERALES ........................................................................................................................... 72 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
7 
 
INTRODUCCIÓN 
Desde tiempos antiguos, las sociedades humanas han convivido directamente con el 
ambiente, lo que les ha permitido generar un aprendizaje sobre el uso y manejo de los 
recursos naturales disponibles que les proporcionan bienes y servicios. También han 
forjado conocimiento empírico de la abundancia de las especies y su aprovechamiento 
dentro de su propia cosmovisión (Gama et al., 2004). Actualmente, el uso de 
vertebrados terrestres continúa siendo una actividad frecuente y necesaria en el medio 
rural. Su importancia radica en su función como fuente de proteínas necesarias para la 
dieta de loshabitantes de comunidades rurales (e.g. Pérez-Gil et al., 1995; Robinson y 
Bodmer, 1999; Ojasti, 2000). El uso de vertebrados terrestres es relevante también en 
la construcción de la identidad cultural de las personas que dependen de ellos 
(Garibaldi y Turner, 2004). 
Cuando se habla de uso, se hace referencia a las actividades por medio de las 
cuales se obtiene algún beneficio, ganancia, producto o disfrute de una población de 
animales silvestres (en este caso vertebrados terrestres). Entre dichos beneficios se 
encuentran la carne para la alimentación familiar o de comercio (a nivel local), pieles, 
herramientas, animales de compañía y elementos para prácticas médicas, con fines 
estéticos e incluso místicos (divinidades, mitos y leyendas) (e.g. Montiel et al., 1999; 
Barrera-Bassols y Toledo, 2005; Montiel, 2007). Por otra parte, la cacería es la actividad 
mediante la cual se extrae fauna silvestre de su medio natural para su uso con distintos 
fines (Robinson y Bennett, 2000). La cacería de subsistencia es definida por algunos 
autores como la extracción de fauna silvestre para solventar las necesidades básicas 
del cazador, sus familiares y la comunidad, sin motivos intencionalmente comerciales 
(Montiel et al., 1999; Guerra, 2001; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010). 
Desde épocas prehispánicas los mayas en la Península de Yucatán han 
aprovechado con distintos fines diferentes especies de vertebrados (De Landa, 2010). 
Sin embargo, por diversos factores económicos, sociales y culturales, este 
aprovechamiento ha sido poco estudiado de manera cuantitativa en el estado de 
Yucatán. Los pocos estudios realizados presentan un panorama general y no evalúan 
los números de especies extraídas, sus volúmenes de biomasa, ni cuantifican a los 
8 
 
cazadores que se dedican a esta actividad (Montiel et al., 1999; Hernández-Betancourt 
y Segovia, 2010). 
Aun cuando la cacería practicada por el campesino yucateco generalmente se 
concibe como una actividad de ‘’subsistencia’’ (Mandujano y Rico-Gray, 1991), 
actualmente ocurren cambios en los estilos de vida de los pobladores de las 
comunidades rurales en todo el sureste de México. Mientras el Gobierno federal crea 
nuevas vías de comunicación, redes eléctricas y mejoras en los servicios de salud y 
educación, los intereses y prácticas culturales de los pobladores rurales cambian 
(Santos-Fita et al., 2012). Por lo tanto, la falta de información actualizada acerca del uso 
de la fauna silvestre y sus consecuencias, podría favorecer la disminución o pérdida de 
los recursos faunísticos y de una fuente de alimentación para las comunidades rurales. 
El objetivo principal del presente fue evaluar la cacería de subsistencia en cuatro 
comunidades rurales ubicadas en la zona de influencia de la Reserva de la Biosfera Ría 
Lagartos (RBRL) y de la Reserva Estatal de Dzilam (RED), Yucatán. Apoyándose en el 
campo de la etnobiología se analizaron los distintos elementos que conforman la 
cacería de subsistencia como una práctica sociocultural. Es decir, involucrando 
aspectos cognitivos, emocionales y conductuales para comprender como se integra el 
conocimiento, la práctica y las creencias en torno a la cacería (Santos-Fita, 2013). Dos 
comunidades (Santa Clara Dzibalkú y Yohactún de Hidalgo) se encuentran fuera del 
polígono de la RBRL en la zona de influencia (51,191 ha, 62.8 % de su superficie total) 
y su actividad principal es la agricultura y la cría de ganado bovino y caprino (INEGI, 
2011). Por otra parte, las otras dos comunidades (San Francisco y Cenote Yalsihón 
Buena Fé) se encuentran fuera del polígono y dentro de la zona de influencia de la RED 
(47,104 ha, 68.2 % de su superficie total) y su principal actividad es la cría de ganado 
bovino y caprino (INEGI, 2011). 
En este estudio se esperaría encontrar una mayor diversidad de especies 
cazadas con mayor frecuencia por las comunidades dentro de la zona de influencia de 
la RBRL respecto a las comunidades cercanas a la RED debido a las diferencias en las 
actividades económicas de sus habitantes, así como a las diferencias en el tamaño y 
ubicación de las reservas. También se esperaría que la cacería de subsistencia tuviera 
mayor importancia en las comunidades dentro de la zona de influencia de la RBRL que 
9 
 
en las cercanas a la RED. En el documento se presenta primero una revisión de los 
antecedentes y el marco teórico relativo al tema, los cuales permiten tener un panorama 
general de la cacería en el estado de Yucatán, su problemática y el marco legal en 
torno a ella. Posteriormente, se presenta el estudio de los usos de la fauna silvestre y 
los patrones de cacería en cuatro comunidades del norte de Yucatán, texto que ha sido 
sometido a la Revista Mexicana de Biodiversidad para su revisión. Finalmente, se 
presenta una discusión general realizada a partir de los principales resultados. 
 
Estudios de cacería de subsistencia en Latinoamérica 
Existen diversos estudios que intentan explicar los patrones de cacería de subsistencia 
y su importancia en las comunidades rurales. En países latinoamericanos como 
Guatemala, Colombia, Panamá, Perú, Bolivia, Argentina y Brasil, entre otros, la cacería 
de subsistencia ha sido estudiada desde diversas perspectivas, tales como los patrones 
de uso de las especies, conservación, aspectos socioeconómicos e impacto de la 
actividad sobre las poblaciones de fauna silvestre (e.g. Bodmer et al., 1997; Barbarán, 
2003; Bodmer, 2003; Cuellar y Noss, 2014). En México se han realizado diversos 
estudios sobre la cacería, siendo el sureste del país un área muy estudiada debido a la 
importancia que representa esta actividad para las comunidades rurales (Naranjo et al., 
2004; Naranjo, 2008). Ejemplos de estudios realizados sobre la cacería de subsistencia 
y su aprovechamiento son los de March (1987), Montiel et al. (1999), Guerra (2001), 
Naranjo y Cuarón (2004) y Enríquez et al. (2006), por citar algunos. Otros temas en 
torno a la cacería son aspectos culturales (Quijano y Calmé, 2002; Santos-Fita et al., 
2015), socio-económicos (Jorgenson, 1997), impactos sobre la abundancia y 
distribución de las especies (Bolaños y Naranjo, 2001), sustentabilidad (Naranjo et al., 
2004) y estrategias de manejo y conservación (Altamirano, 2002; Santos-Fita et al., 
2013). 
La cacería que practica el campesino yucateco generalmente se concibe como 
una actividad de “subsistencia”, que representa una tradición en la relación sociedad-
naturaleza en muchas zonas rurales del estado de Yucatán (Mandujano y Rico-Gray, 
1991). La cacería de subsistencia está asociada no sólo a la obtención de carne, sino 
también a la convivencia entre los humanos y la socialización de los jóvenes, donde el 
10 
 
gusto y la necesidad forman parte de la idea central de la cacería (Ek, 2011). Las 
investigaciones referentes al aprovechamiento de la fauna silvestre en Yucatán son 
relativamente escasas, centrándose en trabajos que incluyen aspectos culturales 
(Nuñez, 2009; De Landa, 2010; Silveira, 2015), uso tradicional y amenazas para la 
biodiversidad (Chablé y Delfín, 2004; López, 2012), métodos de cacería (Mandujano y 
Rico-Gray, 1991; Montiel et al., 1999), la relación entre la cacería y la milpa (Arias, 
1995) y biomasa extraída durante la cacería (Landewee, 2009; Hernández-Betancourt y 
Segovia, 2010; Ek, 2011; Morales-Garzón et al., 2011). 
Para el estado de Yucatán se ha registrado el uso de un total de 81 especies de 
vertebrados terrestres, incluyendo 15 de reptiles (Testudines, Crocodylia y Squamata), 
38 de aves (Cracidae, Phasianidae, Tinamidae y Columbidae, entre otras) y 28 de 
mamíferos (Dasyproctidae, Agoutidae, Geomyidae, Tayassuidae, Cervidae y 
Dasypodidae, entre las principales) aprovechadas con diversos propósitos, como 
alimento, compañía, uso con fines medicinales, rituales y para festividades (Chablé y 
Delfín, 2004). 
De acuerdo con Bodmer (1995)y con Bennet y Robinson (2000), generalmente 
la cacería de subsistencia se practica de manera selectiva sobre especies de gran 
tamaño corporal y sobre aquellas presentes en el área con tasas reproductivas altas. 
Estudios en la Península de Yucatán registraron una alta proporción de la caza en 
especies relativamente abundantes y generalistas, como por ejemplo armadillos 
(Dasypus novemcinctus), coatíes (Nasua narica), pecaríes de collar (Pecari tajacu) y 
venados cola blanca (Odocoileus virginianus), en zonas agrícolas o circundantes, 
barbechos, huertos y parches de bosque (Jorgenson, 1997; Quijano y Calmé, 2002; 
Santos-Fita et al., 2012). Concretamente, para el estado de Yucatán se han registrado 
resultados similares (Montiel et al., 1999; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010). 
 
La cacería de subsistencia entre los mayas de la Península de Yucatán 
Los cazadores mayas yucatecos han practicado la cacería por 4,000 años, y es 
interesante que actualmente se cazan las mismas especies que cazaban los mayas 
antiguos, lo que sugiere el manejo del paisaje similar y ciertos procesos co-evolutivos 
entre el manejo del paisaje y las especies cazadas (Jorgenson, 1998). El mosaico del 
11 
 
paisaje del maya en Yucatán también permite la cacería en diferentes áreas. La 
estrategia del uso múltiple muestra que no sólo se practica la cacería en parches de 
vegetación primaria y secundaria, sino también en áreas destinadas a la milpa (Barrera-
Bassols y Toledo, 2005), por lo que la cacería muchas veces se relaciona a otras 
actividades como extracción de leña, producción de carbón y cultivo de la milpa (León, 
2006; Montiel y Arias, 2008; Santos-Fita et al., 2012). Distintos estudios han 
documentado la cacería en huertos (garden hunting) como parte de la estrategia de uso 
múltiple y de su relación con la dieta maya (Linares, 1976; Terán y Rasmussen, 1994). 
La dieta maya es rica en vegetales como el maíz, el frijol, la calabaza y los chiles, pero 
complementada con animales de traspatio y silvestres (López, 2012). Entre los 
animales silvestres podemos mencionar al venado cola blanca, los pecaríes de collar y 
algunas aves, que muchas veces frecuentan las milpas. 
En cuanto a las estrategias para cazar a los animales, los cazadores han 
desarrollado varias técnicas dependiendo del animal que se quiere capturar. Esto se 
basa en el profundo conocimiento de los hábitos de cada especie: su comportamiento, 
alimentación y zonas de refugio, qué sonidos producen y sus épocas de reproducción 
(Landewee, 2009). En la Península de Yucatán se han reportado las siguientes 
técnicas: la batida (p’uuj), espiar a los animales (ch’uuk), lampareo (ts’on), caminar por 
el monte (xíimbal ts’oon), trampeo (ts’a trampa), tirar pájaros (ts’on ch’iich’) y tirar 
pájaros con tirahule (ch’in ch’iich’) (Arias, 1995; Quijano y Calmé, 2002; Landewee, 
2009; León, 2006; Nuñez, 2009; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010; Montiel, 2010; 
Ek, 2011; Santos-Fita et al., 2012). 
P’uuj o batida, es un modo tradicional de caza documentado desde la conquista 
por De Landa (2010) como un derecho comunal, en el que las presas formaban parte 
del comercio y como retribución a quienes hacían ídolos. Actualmente la batida se 
realiza generalmente entre amigos y parientes que se reúnen cuando se convoca a la 
faena o cuando han visto algún animal, principalmente venado cola blanca, cerca de su 
comunidad. Participan tanto cazadores con arma como aquellos que no poseen una 
propia. El número de participantes en promedio es de 10 personas, mínimo seis y 
máximo 30. En la batida comúnmente se utilizan de dos a cinco perros, los cuales se 
12 
 
encargan de acorralar y atraer a las presas hacia los cazadores. Generalmente los 
perros son mestizos o malixes (en maya) (Montiel et al., 1999; Nuñez, 2009). 
Todas las modalidades de caza incorporan procesos de organización social y 
familiar, así como la transmisión de conocimientos de padres a hijos. Sin embargo, 
entre las modalidades de caza, la batida, por su naturaleza grupal, muestra una forma 
compleja de organización social y un espacio de convivencia comunitaria. Al amanecer 
en cierto punto de la comunidad, los participantes en la batida designan por consenso a 
dos "maestros" (cazadores experimentados y reconocidos) para coordinar las 
actividades del día. Al llegar al sitio seleccionado para la cacería, los participantes son 
asignados a uno de dos grupos, el de batida y el de espera. Para iniciar la cacería, el 
grupo de espera rodea el sector de caza seleccionado. Cada cazador se coloca 
lateralmente a 20-30 metros de su compañero inmediato. El grupo de la batida, a la 
orden del maestro y con ayuda de los perros, dirige a los animales hacia el grupo de 
espera, acercándose desde el extremo opuesto. La batida puede componerse de varias 
rondas, y la duración de cada una dependerá de la cantidad de presas o el cansancio 
de los participantes. Una vez cazadas las presas, los cazadores se reúnen para 
desollarlas y destazarlas (Montiel et al., 1999), las cuales se reparten en proporciones 
similares entre los participantes (por sorteo o al azar). En algunas ocasiones el tirador 
es recompensado con una pierna, la cabeza y el estómago de la presa. 
Ch’uuk, espía o acecho es una actividad vespertina o nocturna. En ésta los 
cazadores prefieren ir solos o máximo con dos acompañantes y sin perros, ya que se 
requiere evitar ruido para que la presa deseada se acerque. Se puede utilizar algún tipo 
de construcción con palos de madera o subirse a los árboles y usar hamacas para tener 
mejor vista. La espía principalmente se emplea en la milpa, cuando algún animal entra 
a alimentarse de los cultivos, por lo que es necesario cazarlo para que no destruya la 
cosecha (Nuñez, 2009). Algunas veces se reconoce una modalidad adicional de la 
espía, la cacería del pavo cantor o cacería específica del pavo ocelado (Meleagris 
ocellata), la cual se lleva a cabo en la época de reproducción durante la estación seca 
del año (Montiel et al., 1999; Quijano y Calmé, 2002; López, 2012). 
Ts’on o lampareo, es un tipo de cacería que se lleva a cabo de noche, cuando se 
necesita tirar animales con hábitos nocturnos, como el mapache (Procyon lotor), los 
13 
 
conejos (Sylvilagus floridanus) o el tepezcuintle (Cuniculus paca). En esta técnica los 
cazadores emplean lámparas para, además de ver en la noche, deslumbrar o cegar a 
los animales. Al igual que la espía, el lampareo se realiza con pocas personas para 
evitar hacer ruido que ahuyente a los animales. Para localizar a sus presas, los 
cazadores se internan en el terreno seleccionado, avanzando por senderos cercanos a 
la milpa, a cuerpos de agua o en zonas donde abundan los frutos (Nuñez, 2009; López, 
2012). 
Ximbal ts’on o pasear en el monte, es una cacería oportunista y casual. Esta se 
realiza principalmente durante el desplazamiento a los lugares de trabajo (Montiel et al., 
1999; Quijano y Calme, 2002; Nuñez, 2009, López, 2012). En cuanto al trampeo (ts’a 
trampa), algunas de las técnicas documentadas por Salvador (1984) son la lazada 
subterránea para tuzas (Orthogeomys hispidus), las trampas tipo pets’(clavar) para tuza 
y tepezcuintle, el Xnup’ o trampa para palomas y codornices, y las bocatrampas o 
trampas tipo jaula para aves. 
Con respecto a los aspectos culturales, para los mayas prehispánicos, muchos 
animales poseían un carácter divino y la cacería formaba parte importante de su 
cosmovisión. De Landa (2010), registró varios tipos de ceremonias asociadas a la 
cacería: una realizada en el mes Zip (de acuerdo al calendario maya) para eliminar a 
los demonios y donde los cazadores entregaban como ofrendas el cráneo del venado 
cola blanca y una flecha que llevaban en las manos. Una segunda ceremonia registrada 
se llevaba a cabo en el mes Zac, con la finalidad de calmar la ira de los dioses por 
haber derramado la sangre de los animales.De acuerdo con López (2012), existen 
numerosos objetos arqueológicos que tienen representaciones de ceremonias 
realizadas con animales, donde el venado cola blanca y el pecarí de collar cobran 
importancia como agentes sacrificiales. Es digno de mencionarse que el venado cola 
blanca tenía un valor religioso igual al del hombre en el sacrificio, pues en ocasiones lo 
sustituía, sacándole los sacerdotes el corazón y comiéndose su carne (De Landa, 
2010). El venado cola blanca a tenido gran importancia en numerosas historias mágico-
religiosas de los mayas, incluso en la actualidad (Mandujano y Rico-Gray, 1991). 
La práctica de la cacería no es una actividad que se realiza de forma mecánica, 
de apuntar y disparar, sino que hay un amplio e interesante mundo mágico-religioso 
14 
 
alrededor de ella que forma parte de la cosmovisión de los cazadores tradicionales y 
que se encuentra presente a la hora de cazar (Nuñez, 2009; Santos-Fita et al., 2015). 
Esta relación entre el hombre y la naturaleza sobrevivió adaptada a la vida actual, a 
través de prácticas, creencias religiosas y mitos (Silveira, 2015; López, 2012). Los 
mayas del sureste mexicano creen que todos y cada uno de los componentes de la 
naturaleza tienen dueño, al que se le necesita pedir permiso para que no les cause 
daño al extraer ya sea un árbol o un animal del monte (Quijano y Calmé, 2002). Los 
dueños son los encargados de cuidar que los recursos no se agoten, castigando a 
aquellos que no sigan su voluntad (López, 2012). Aunado a estos dueños, existe el 
alux, criatura a la que se le da vida para cuidar el monte. 
El acto de pedir la autorización a los dueños de los animales viene acompañado 
muchas veces de ceremonias, como el ritual del Loojil Ts’oon (en español: “Ceremonia 
de la carabina”), realizado por ciertas comunidades mayas del centro de Quintana Roo, 
donde se ofrece la bebida denominada saka’ para devolver la virtud a la escopeta o 
carabina (Santos-Fita et al., 2015). Silveira (2015) menciona que, en ocasiones, para la 
cacería un día antes del evento, los señores del pueblo organizan una batida para salir 
a cazar al venado cola blanca que servirá de ofrenda a los yumtzilo’ob (protectores del 
monte). En este evento, se consulta al jmen (brujo, curandero, sacerdote maya) para 
que éste, a través de su zastun (piedra de cristal), les indique el lugar preciso donde 
deberán cazar al venado cola blanca. Por su parte, López (2012) se refiere al ritual de 
las cuevas para ofrendar sacrificios al Tz’ip (o Yum kéej, dueño de los venados) o de 
llevar una vela al sitio de cacería para que éste le permita tomar uno de sus animales y 
después el cazador regresará (a la cueva o sitio) a dejar los restos del cráneo de la 
presa para dar las gracias. 
Así también, como una muestra de la adaptación de las creencias mayas 
prehispánicas al catolicismo, existen santos como San Eustaquio, santo patrono de los 
cazadores, al cual se le representa junto a un venado con un panal de avispas, mismo 
que coincide con la descripción del antes mencionado Tz’ip o dueño de los venados 
descrito por diversas comunidades mayas (Quijano y Calmé, 2002; Nuñez, 2009; 
Santos-Fita, 2013; Silveira, 2015). Además de las creencias que se tienen sobre los 
cuidadores o protectores del monte, hay otras que conforman igualmente la percepción 
15 
 
de los cazadores, por ejemplo, las virtudes de los animales. Esto se representa 
mediante un amuleto (piedra o tunich) presente en alguna parte del cuerpo de algún 
animal, y que le confiere a quien lo encuentra, suerte para cazar durante un tiempo 
determinado (Quijano y Calmé, 2002; Nuñez, 2009; Santos-Fita, 2013). Además de la 
piedra, los venados pueden tener colmillos o gusanos en el hocico, que también 
otorgan suerte al cazador. Si terminado el tiempo estos amuletos no son devueltos a los 
sitios de cacería, los cazadores se enferman (Nuñes, 2009; Silveira, 2015). 
El hecho de vivir en las cercanías del monte ha permitido que la práctica de la 
cacería haya sido transmitida de generación en generación. Esto se hizo evidente en 
las historias de vida de los cazadores, así como cuentos e historias que han ido 
transmitiendo (Nuñez, 2009). El uso continuo de la fauna silvestre crea una fuerte 
relación con los patrones culturales y mágico-religiosos (Ojasti; 2000). La importancia 
cultural de conocer las percepciones locales expresadas a través de leyendas, 
creencias, tradiciones y mitos, ayudan a explicar los límites en las conductas y prácticas 
construidas en la interrelación sociedad-naturaleza (Plata, 2006). 
 
Legislación mexicana en torno a la cacería de subsistencia 
El marco legal que regula los aprovechamientos de vida silvestre en México está 
contenido en la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente 
(LGEEPA, de 1988) y en la Ley General de Vida Silvestre (LGVS, de 2000). La 
LGEEPA contiene disposiciones relativas a la protección y restauración del equilibrio 
ecológico y la protección del ambiente en el territorio nacional, y establece algunos 
criterios relativos a la fauna silvestre. Los artículos 84 y 87 establecen que el 
aprovechamiento faunístico para actividades económicas, cinegéticas o de alguna 
especie en cualquier categoría de protección, solamente se permite cuando los 
usuarios garanticen la reproducción controlada de la fauna silvestre o cuando las tasas 
de extracción sean menores a la renovación natural de las poblaciones. Sin embargo, 
no considera un apartado específico para la cacería de subsistencia, aun cuando en su 
artículo 79 menciona que se incluirá en el aprovechamiento el conocimiento tradicional. 
Por su parte, la LGVS regula de manera integral la conservación y el 
aprovechamiento sustentable de especies silvestres, considerando un apartado 
16 
 
específico para la cacería de subsistencia. En el artículo 106 del Reglamento se 
especifica que: “Se considerará aprovechamiento de subsistencia al uso de ejemplares, 
partes o derivados de la vida silvestre para consumo directo o venta, para la 
satisfacción total o parcial de necesidades básicas relacionadas directamente con 
alimentación, vivienda y salud, así como las de dependientes económicos” (Reglamento 
de la LGVS, de 2006). 
Sin embargo, en su artículo 83 indica que “El aprovechamiento extractivo de 
ejemplares, partes y derivados de la vida silvestre requiere de una autorización previa 
de la Secretaría, en la que se establecerá la tasa de aprovechamiento y su 
temporalidad”. Además, en el artículo 92 se menciona que “Las personas de la 
localidad que realizan aprovechamiento de ejemplares, partes y derivados de vida 
silvestre para su consumo directo, o para su venta en cantidades que sean 
proporcionales a la satisfacción de las necesidades básicas de éstas y de sus 
dependientes económicos, recibirán el apoyo, asesoría técnica y capacitación por parte 
de las autoridades competentes para el cumplimiento de las disposiciones de la 
presente Ley y de su reglamento, así como para la consecución de sus fines. Las 
autoridades competentes promoverán la constitución de asociaciones para estos 
efectos”. 
Actualmente, la inspección y cumplimiento de la legislación ambiental mexicana 
está a cargo de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA, 
dependencia de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, SEMARNAT). 
Ésta puede decomisar las presas o aplicar alguna sanción cuando: 1) se aprovechen 
especies en riesgo o bajo alguna categoría de protección especial nacional o 
internacional; 2) cuando el aprovechamiento se realice fuera de sus áreas ejidales o en 
el territorio de un Área Natural Protegida; y 3) cuando las tasas de extracción sean 
mayores a las establecidas (en caso de haber) para la cacería de subsistencia (León, 
2006). 
Entonces, aunque no existen vedas totales (como señalaba la derogada Ley de 
Caza de 1952), sólo se podrá realizarun aprovechamiento bajo la estricta vigilancia de 
sus pobladores por parte de las autoridades competentes y toda cacería fuera de esta 
normatividad sería considerada ilegal. No obstante, resulta poco creíble que los 
17 
 
usuarios que dependen en mayor o menor medida del recurso faunístico como fuente 
primaria de sustento material y cultural básico, soliciten los permisos necesarios, sobre 
todo si desconocen la ley. Aunado a lo anterior, muchas veces las diversas 
dependencias tampoco acaban por cumplir su normativa como asesores o 
capacitadores. A este respecto, Santos-Fita (2013) menciona que en realidad la ley no 
se cumple, habiendo al final una gran “tolerancia gubernamental” para ejercer la 
cacería. Sin embargo, el problema surge cuando se mantiene la convicción de que 
cazar cualquier animal está estrictamente prohibido y que las autoridades ven como 
“criminales” a quienes ejercen la cacería, llevándola a la clandestinidad y a un mayor 
vacío legal. En las últimas reformas de la LGEEPA y la LGVS (2016 y 2015, 
respectivamente), lo relativo a estos temas permanece igual. Esto indica el escaso 
reconocimiento y atención a una práctica social y culturalmente importante, y por lo 
tanto denota insuficiente control e interés por valorar y conservar la fauna silvestre. 
 
Problemática en torno a la cacería de subsistencia en Yucatán 
A pesar de que gran parte de las selvas originales en el estado de Yucatán han sido 
transformadas en pastizales para la ganadería, cultivos diversos y asentamientos 
humanos, existen aún áreas con fragmentos de selva baja caducifolia y selva mediana 
subcaducifolia que todavía mantienen poblaciones de animales silvestres objeto de 
cacería (SEDUMA, 2006; CONANP, 2007; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010). 
Esto ocurre dentro de las áreas protegidas, pero sobre todo en las zonas de influencia 
de éstas (SEDUMA, 2006; CONANP, 2007), las cuales tienen gran importancia en la 
dinámica ecológica y espacial de las especies por sus elementos naturales similares 
con las áreas bajo protección gubernamental (Domínguez-Cervantes, 2009), pero que 
al no tener una regulación del aprovechamiento de la fauna pueden presentar impactos 
negativos en las poblaciones silvestres (Montiel et al., 1999). Un ejemplo de lo anterior 
podrían ser las zonas de influencia de la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos (RBRL) y 
de la Reserva Estatal Dzilam (RED). 
Para la población de origen maya y mestiza en las comunidades rurales de 
Yucatán la cacería es considerada una actividad complementaria respecto a la 
agricultura y la ganadería (Hernández-Betancourt y Segovia, 2010). Ésta provee de 
18 
 
carne, pieles y otros materiales a los habitantes de la región, es una fuente de ingreso, 
una medida de control a daños a cultivos y a animales domésticos, y cuando es 
sustentable puede generar efectos positivos como el incremento de la tasa reproductiva 
y el aumento en la proporción de jóvenes en poblaciones de fauna silvestre (Pérez-Gil 
et al., 1995; Robinson y Bodmer, 1999; Bennett y Robinson, 2000; Naranjo et al., 2004). 
Sin embargo, la cacería no es sustentable para todas las especies puesto que sus 
poblaciones responden de diferente manera a la presión de caza (Naranjo, 1990, 2008, 
2010; Bennett y Robinson, 2000; Jorgenson, 2000). Una cacería sin control puede 
provocar efectos negativos en la distribución, abundancia, estructura y en los procesos 
ecológicos de las poblaciones de fauna silvestre, causando su declinación o extinción 
local y con ello la pérdida de la biodiversidad y de las fuentes de alimento e ingreso 
económico de las comunidades rurales que dependen de ella (Challenger, 1998; 
Naranjo et al., 2004). 
Pese a su importancia, el aprovechamiento de la fauna silvestre en comunidades 
rurales de Yucatán está poco documentado cuantitativamente. Se ha demostrado que 
esta actividad puede presentar marcados contrastes locales en términos de su 
modalidad, estacionalidad, tasas de extracción, especies y tamaños de presas, entre 
otros (Montiel y Arias, 2008). Debido a lo anterior, y a que la cacería es una actividad 
muy importante para muchas familias en la obtención de carne a un bajo costo y un 
ahorro en su economía (Jorgenson, 1997), es necesario generar información relativa a 
estos temas no sólo dentro de las reservas, sino también en sus zonas de influencia. 
Dicha información permite el apoyo a estrategias para un mejor manejo de la fauna 
silvestre y su hábitat, especialmente aquellas cazadas y con condición de riesgo, 
contribuyendo a su uso sustentable y su conservación. 
 
 
19 
 
ARTÍCULO ENVIADO A LA REVISTA MEXICANA DE BIODIVERSIDAD 
Cacería de subsistencia en comunidades rurales del norte de Yucatán, México 
Subsistence hunting in rural communities of northern Yucatan, Mexico 
Herrera-Flores Belén G.a, Naranjo Piñera Eduardo Jb, Santos-Fita Dídacc, Enríquez Paula L.d y 
Hernández-Betancourt Silvia F.e 
a Departamento de Conservación de la Biodiversidad, El Colegio de la Frontera Sur, Unidad San 
Cristóbal. Carretera Panamericana y Periférico Sur s/n, Barrio de María Auxiliadora. San 
Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 29290, México. bgherrera@ecosur.edu.mx. 
b Departamento de Conservación de la Biodiversidad, El Colegio de la Frontera Sur, Unidad San 
Cristóbal. Carretera Panamericana y Periférico Sur s/n, Barrio de María Auxiliadora. San 
Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 29290, México. Tel.: (967) 6749000, enaranjo@ecosur.mx. 
c Centro de Investigación en Ciencias Biológicas Aplicadas (CICBA), Universidad Autónoma del 
Estado de México (UAEMéx). Instituto Literario Oriente, nº 100, Colonia Centro; C.P. 50000, 
Toluca de Lerdo, Edo. de México. Tel.: (722) 4628285 (ext. 119), dsantosf@uaemex.mx. 
d Departamento de Conservación de la Biodiversidad, El Colegio de la Frontera Sur, Unidad San 
Cristóbal. Carretera Panamericana y Periférico Sur s/n, Barrio de María Auxiliadora. San 
Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 29290, México. Tel.: (967) 6749000, penrique99@yahoo.com. 
e
 Departamento de Zoología, Campus de Ciencias Biológicas y Agropecuarias, Universidad 
Autónoma de Yucatán. Km 15.5 Carretera Mérida-Xmatkuil, C.P. 97100, Mérida Yucatán, 
México. Tel 52 (999) 9423200. hbetanc@correo.uady.mx. 
 
 
 
 
20 
 
Resumen 
El objetivo del presente estudio fue evaluar la cacería de subsistencia en cuatro comunidades 
rurales ubicadas en la zona de influencia de la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos y de la 
Reserva Estatal de Dzilam. Las técnicas utilizadas para la obtención de datos fueron: observación 
participante, entrevistas, excursiones guiadas, uso de boletas de cacería y registros visuales. La 
cacería continúa siendo una práctica importante en las cuatro comunidades de estudio, con un 
carácter cultural y no solo de subsistencia. A pesar de sus aparentes rasgos de sustentabilidad, se 
detectaron varios problemas asociados (reducción de cobertura vegetal, disminución de algunas 
poblaciones de fauna silvestre, daños a cultivo, caza comercial). Es necesaria una evaluación más 
integral donde se incluya información biológica y poblacional de las especies cazadas, así como 
información cultural, política, económica y social. Generar este tipo de información básica 
permite apoyar la propuesta de políticas y estrategias para un mejor manejo de la fauna silvestre 
mediante acciones de uso sustentable y favoreciendo la participación de las comunidades. De esta 
forma se contribuyen a mejorar las condiciones socioeconómicas de las comunidades, al mismo 
tiempo a conservar las especies locales. 
Palabras clave: Uso de fauna silvestre, manejo sustentable, cacería de subsistencia, tasas de 
extracción, Etnobiología. 
 
 
 
 
 
 
 
21 
 
Abstract 
The aim of this study was to evaluate subsistence hunting in four rural communities in the area of 
influence of the Ria Lagartos Biosphere Reserve and the State Reserve of Dzilam. The techniquesused for data collection were: participant observation, interviews, guided tours questions, paper 
forms to keep records of hunting events. Hunting remains an important practice in the four study 
communities, with a cultural character and not just subsistence. Despite its apparent features of 
sustainability, several associates problems were detected (reduced vegetation cover, reduced 
some populations of wildlife, damage to crops, commercial hunting). Is necessary an integral 
evaluation where biological and population information of the species hunted is included, as well 
as cultural, political, economic and social information. Generate this kind of basic information 
can support the proposal of policies and strategies for better management of wildlife through 
actions of sustainable use and promoting the participation of communities. This will help 
improve the socioeconomic conditions of the communities, at the same time to conserve local 
species. 
Keywords: Use of wildlife, sustainable management, subsistence hunting, extraction rates, 
Ethnobiology. 
 
 
 
 
 
 
 
 
22 
 
Introducción 
Desde hace milenios, las sociedades humanas han convivido directamente con el ambiente, lo que 
les ha permitido generar un aprendizaje y forjar su conocimiento acerca de la abundancia y el 
aprovechamiento de las especies silvestres (Gama et al., 2004). El uso de vertebrados terrestres 
continúa siendo una actividad frecuente y necesaria en el medio rural mexicano. Su importancia 
radica en su función como fuente de proteína y elemento para la construcción de la identidad 
cultural (Garibaldi y Turner, 2004; Pérez-Gil et al., 1995; Robinson y Bodmer, 1999; Santos-Fita 
et al., 2015). La cacería es la actividad mediante la cual se extrae fauna silvestre de su medio 
natural para su uso con distintos fines (Robinson y Bennett, 2000). Por otra parte, la cacería de 
subsistencia es definida por algunos autores como la extracción de fauna silvestre para solventar 
las necesidades básicas del cazador, sus familiares y la comunidad, sin motivos de intención 
comercial (Guerra, 2001; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010; Santos-Fita et al., 2012). 
La cacería que practica el campesino yucateco generalmente se concibe como una 
actividad de “subsistencia”, complementaria a la ganadería y la agricultura (Hernández-
Betancourt y Segovia, 2010). Esta actividad representa una tradición en la relación sociedad-
naturaleza asociada a la obtención de carne, la convivencia y la socialización de los cazadores, así 
como la integración del conocimiento, la práctica y las creencias en torno a la fauna (Ek, 2011; 
Mandujano y Rico-Gray, 1991; Nuñez et. al., 2014; Santos-Fita et al., 2015). Las investigaciones 
sobre el aprovechamiento de la fauna silvestre en el estado de Yucatán son escasas y poco 
documentadas cuantitativamente. Algunos estudios abordan aspectos culturales (De Landa, 2010; 
Nuñez, 2009), uso tradicional y amenazas para la biodiversidad (Chablé y Delfín, 2004), métodos 
de cacería (Mandujano y Rico-Gray, 1991; Montiel et al., 1999; Rodríguez et al., 2012), la 
relación entre la cacería y la milpa (Arias, 1995; Santos-Fita et al., 2013) y la biomasa extraída de 
la cacería (Ek, 2011; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010; Landewee, 2009). 
23 
 
Los cazadores mayas desarrollaron la cacería desde hace más de 4,000 años, y es 
relevante que actualmente se sigan obteniendo las mismas presas que los mayas antiguos usaban 
(Jorgenson, 1998), pero que a la vez puedan tener contrastes entre localidades (Montiel y Arias, 
2008). Para el estado de Yucatán se ha registrado el uso de 81 especies de vertebrados terrestres 
(incluyendo 15 reptiles, 38 aves y 28 mamíferos, aprovechadas con diversos propósitos), con una 
alta proporción de la caza centrada en especies relativamente abundantes y generalistas: coatíes 
(Nasua narica), pecaríes de collar (Pecari tajacu) y venados cola blanca (Odocoileus 
virginianus) (Chablé y Delfín, 2004; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010; Rodríguez et al., 
2012). 
A pesar de que gran parte de las selvas originales de Yucatán han sido transformadas 
en pastizales para la ganadería, cultivos y asentamientos humanos, existen aún áreas con 
fragmentos de selva baja caducifolia y selva mediana subcaducifolia que todavía mantienen 
poblaciones de animales silvestres objeto de cacería (CONANP, 2007; SEDUMA, 2006; 
Hernández-Betancourt y Segovia, 2010). Esto ocurre dentro de las áreas naturales protegidas, 
pero sobre todo en sus zonas de influencia (CONANP, 2007; SEDUMA, 2006), en las que 
generalmente no existe una regulación del aprovechamiento de la fauna, lo que puede causar 
impactos negativos en las poblaciones silvestres (Montiel et al., 1999), como sucede con las 
zonas de influencia de la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos (RBRL) y de la Reserva Estatal 
Dzilam (RED), ambas en el norte del estado de Yucatán, México. 
La cacería provee distintos beneficios como el suministro de diversos materiales, 
fuente económica, control de daños a cultivos, y aumento en la proporción de jóvenes en las 
poblaciones de fauna silvestre al ser las clases de mayor edad las generalmente cazadas, entre 
otros (Ojasti, 2000; Robinson y Redford, 1994). Sin embargo, la cacería excesiva (no sustentable) 
en poblaciones de fauna silvestre vulnerables puede provocar efectos negativos en la distribución, 
24 
 
abundancia, estructura poblacional y en los procesos ecológicos. Lo anterior puede desembocar 
en la declinación o extinción local de la población silvestre, la pérdida de la biodiversidad y de 
las fuentes de alimento e ingreso económico de las comunidades rurales (Challenger, 1998; 
Bennett y Robinson, 2000; Naranjo, 1990; Naranjo et al., 2004). El objetivo del presente estudio 
fue evaluar la cacería de subsistencia en cuatro comunidades rurales de la zona de influencia de la 
RBRL y de la RED, Yucatán. 
Métodos 
Área de estudio. El estudio se realizó en dos comunidades rurales ubicadas dentro de la zona de 
influencia de la RED y en dos dentro de la zona de influencia de la RBRL, en el estado de 
Yucatán, México. Las cuatro comunidades fueron seleccionadas para este estudio de acuerdo a 
tres criterios: 1) se tenían referencias verbales sobre el uso de la fauna silvestre; 2) la comunidad 
se encontraba en la zona de influencia de alguna de las reservas RED y RBRL; y 3) los 
pobladores mostraban disponibilidad para ser entrevistados acerca de la cacería. 
Las comunidades de Cenote Yalsihón Buena Fe y San Francisco son ejidos que 
pertenecen al municipio de Panabá, zona de influencia de la RED, localizadas al norte del estado 
entre los paralelos 21°24’27” y 21°23’25” de latitud norte y los meridianos 88°30’14” y 
88°19’40” de longitud oeste, respectivamente. Santa Clara Dzibalkú y Yohactún de Hidalgo son 
ejidos que pertenecen al municipio de Tizimín, zona de influencia de la RBRL; se localizan entre 
los paralelos 21°22’20” y 21°25’04” de latitud norte y los meridianos 88°03’56” y 88°01’13” de 
longitud oeste, respectivamente (Figura 1). Las cuatro comunidades son de origen maya y sus 
habitantes se dedican al cultivo del maíz (Zea mays), asociado principalmente al frijol (Phaseolus 
sp.), y a la cría y explotación de ganado bovino, caprino y aves de corral (INEGI, 2011). Otras 
actividades económicas de los habitantes son la apicultura y los servicios (pequeñas tiendas, 
25 
 
trabajo en la construcción, jornaleros agrícolas). La distribución de la población se describe en el 
Cuadro 1. 
Las cuatro comunidades pertenecen a una región con clima tipo Aw0 (x’) (i’) g, 
cálido subhúmedo, con lluvias en verano y un alto porcentaje de lluvia invernal. La temperatura 
media anual es de entre 24 y 26°C. La precipitación media anual varía entre 600 y 1,500 mm. Las 
tormentas tropicales y los huracanes son frecuentes en especial cerca de las costas (INEGI, 
2009a, 2009b; Orellana et al., 2010).La vegetación predominante en las comunidades 
corresponde a selva baja caducifolia (Fernández-Concha et al., 2010). Sin embargo, debido a las 
actividades humanas que se desarrollan en el área, principalmente la ganadería, gran parte de la 
vegetación original ha sido modificada (Andrade, 2010). 
Algunas especies de vertebrados terrestres con importancia económica en la región 
son: las tortugas (Trachemys venusta, Kinosternon leucostomum), la codorniz yucateca (Colinus 
nigrogularis), el hocofaisán (Crax rubra), el pavo ocelado (Meleagris ocellata), las palomas 
(Zenaida asiatica y Columba flavirostris), la chachalaca vetula (Ortalis vetula), el cardenal rojo 
(Cardinalis cardinalis), los bolseros (Icterus auratus), varios Paserinos (Passerina ciris, P. 
cyanea), loros (Amazona albifrons, Aratinga nana), el conejo castellano (Sylvilagus floridanus), 
el coatí (N. narica), el armadillo (Dasypus novemcinctus), el pecarí de collar (P. tajacu) y el 
venado cola blanca (O. virginianus) (CONANP, 2007; SEDUMA, 2006). 
 
Colecta de datos: El trabajo de campo se realizó de enero a julio de 2016, usando algunas 
técnicas del método etnográfico y la triangulación de datos para incrementar la validez y 
confiabilidad de la información (Rodríguez et al., 1999; Sandoval, 1996). Se seleccionó a 
hombres mayores de 15 años (cazadores y no cazadores) mediante la técnica “bola de nieve” 
(Guerra, 2001). La información se obtuvo mediante: 1) entrevistas abiertas realizadas a partir de 
26 
 
conversaciones espontáneas e informales sobre el tema de usos de animales silvestres, daños a 
cultivos y cacería; 2) entrevistas semiestructuradas y estructuradas a partir de formatos realizados 
previamente y 3) observación participante y registros en un diario de campo (Núñez et al., 2014; 
Santos-Fita, 2013) (Cuadro 1). 
Se realizaron 95 entrevistas semiestructuradas que abordaban varias temáticas: usos 
de la fauna, daños a cultivos ocasionados por animales silvestres, métodos de control y 
experiencias relacionadas con la fauna silvestre. Estas entrevistas ayudaron a generar confianza 
en la población al no abordar directamente el tema de la cacería. Posteriormente se aplicaron 
entrevistas estructuradas a 85 cazadores donde se anotaron los usos de la fauna silvestre (partes 
usadas, forma de uso, frecuencia de uso, entre otras) y aspectos de la cacería (métodos e 
instrumentos empleados, sitios, temporadas, frecuencia y propósitos, entre otros). Durante todo el 
trabajo de campo se llevó a cabo la observación participante mediante el uso de un diario de 
campo en el que se registraba la información obtenida (usos, patrones de cacería, rituales, 
creencias, leyendas, entre otras). Esto se realizó durante la estancia en las comunidades y en las 
excursiones guiadas (guided tour questions) en las que se acompañó al cazador local a buscar 
presas (en ocasiones), a realizar otras actividades en las parcelas (en siete ocasiones) o el hogar, o 
durante las pláticas informales (Santo-Fita, 2013). 
Para la obtención de los datos sobre los eventos de cacería (frecuencia de cacería, 
biomasa extraída, distancia a los sitios de cacería, tipos de hábitats y estacionalidad) se recurrió a 
registros visuales y boletas de cacería completadas con la ayuda de los cazadores, otros miembros 
de sus familias o el investigador (Guerra, 2001, Santos-Fita et al., 2012). Las actividades de caza 
se registraron durante 178 días en San Francisco, 182 en Yalsihón, 175 en Yohactún y 162 en 
Santa Clara. En las boletas se registró la especie de cada ejemplar cazado, sexo y peso, fecha de 
captura, tipo de hábitat, distancia del sitio de caza al poblado, tiempo invertido en la cacería, y los 
27 
 
métodos e instrumentos utilizados. Se consideró como evento de caza aquel viaje donde el 
cazador o grupo de cazadores capturaban al menos un vertebrado terrestre (Santos-Fita et al., 
2012). 
 
Análisis de la información. El área de cacería en cada comunidad se estimó a partir del método 
del área aproximada (Guerra, 2001), considerando la distancia entre los sitios de caza y las casas 
de los cazadores registrada durante las entrevistas y la observación participante. Con ayuda de un 
geoposicionador global (GPS) se registró la mayor cantidad de puntos de caza, además de puntos 
de referencia para la estimación de las distancias a los sitios de caza. Los puntos de referencia y 
los sitios de caza se introdujeron a un sistema de información geográfica (ArcGis 10.1) para 
estimar el área de cacería. 
Los datos de extracción de fauna se reportan para los registros de los animales 
capturados en cada comunidad entre enero y julio de 2016. Se extrapolaron las tasas de 
extracción de cada especie para un año y se calculó el número anual de individuos capturados por 
kilómetro cuadrado y los kilogramos extraídos por kilómetro cuadrado (Naranjo et al., 2004; 
Ojasti, 2000; Robinson y Bodmer, 1999; Robinson y Redford, 1991). La identificación de las 
especies cazadas se realizó mediante la experiencia personal de trabajo en el área y con la ayuda 
de guías de campo (Calderón-Mandujano, 2005; Howell y Webb, 1995; Lee, 2000; Peterson y 
Chalif, 2008; Reid, 1997). En este estudio se consideraron todas las especies reportadas por los 
cazadores. 
Para los datos de usos de animales, se analizó la similitud en la composición y 
número de especies utilizadas entre las comunidades de estudio a través del índice de Morisita 
(Brower y Zar, 1984), considerando la frecuencia de mención de cada especie por comunidad con 
la ayuda del programa EstimateS 8.2.0 (Guerra, 2001). Para comparar los números de individuos 
28 
 
cazados, la biomasa y las tasas de extracción entre comunidades, se comprobó su normalidad con 
la prueba de Kolmogorov-Smirnov utilizando el programa SPSS Statistics 21. Como las variables 
no cumplieron con los supuestos paramétricos, se utilizó la prueba de rangos de Kruskal-Wallis, 
y cuando las diferencias fueron significativas, se realizó una prueba post-hoc de Mann-Whitney 
con corrección de Bonferroni (Santos-Fita et al., 2012). Para estos últimos análisis, se utilizó el 
programa PAST 2.17c y un nivel de significancia de P ≤ 0.05. 
 
Resultados 
Descripción general de la caza. Se registró un total de 94 especies de vertebrados utilizadas en 
las cuatro comunidades de estudio, de las cuales 44 fueron aves, 30 mamíferos y 20 reptiles 
(Cuadro 2). Los usos en orden de importancia por su frecuencia de mención fueron: alimentario 
(414), control de daños (400), mascota (221), ritual o simbólico (212), medicinal (120), 
ornamental (49), material para herramientas (6). El uso comercial solo fue registrado visualmente 
y mencionado en conversaciones informales. En términos generales, los animales utilizados 
fueron similares entre las cuatro comunidades de acuerdo a los índices de Morisita (Cuadro 3). Se 
encontró una ligera variación en el total de especies utilizadas por comunidad. En Santa Clara y 
Yalsihón se registraron 65, en Yohactún 71, y 78 en San Francisco. En las cuatro comunidades se 
encontraron algunos casos donde las personas mantenían en cautiverio animales silvestres 
(Cuadro 4). 
De los 85 cazadores activos y cazadores retirados entrevistados, el 60 % dijo haber 
aprendido entre los 12 y 15 años de edad, y la persona que los enseñó a cazar fue principalmente 
su padre o aprendieron solos por observación durante las batidas con amigos y familiares. Todos 
practicaban la cacería de manera esporádica con fines de proporcionar carne a sus familias o la 
venta ocasional dentro o fuera de la comunidad. Lo anterior debido a que la mayoría tiene otra 
29 
 
fuente de ingreso y a la constante vigilancia por parte de las autoridades (Procuraduría Federal de 
Protección al Ambiente, PROFEPA; Secretaria de la Defensa Nacional, SEDENA; Secretaria de 
Marina, SEMAR, Secretaria de Seguridad Pública, SSP), además de no contar con el permiso 
paraportar sus armas. 
La mayoría de los cazadores se abstienen de buscar animales fuera de los terrenos de 
su comunidad y practican con mayor frecuencia la cacería durante los viajes a su trabajo o a sus 
parcelas. En algunas ocasiones se organizan en grupos para ir más allá de sus tierras, incluyendo 
terrenos privados (mediante un permiso del dueño con antelación) e incluso dentro de la RED y 
la RBRL (Figura 2). Con las entrevistas se registró que el 33.3 % de los cazadores salen a buscar 
presas una vez por mes, el 30.6 % lo hace cada tres semanas, y el 25.3 % lo realiza de manera 
semanal. El 10.8 % de los cazadores restantes no tiene un tiempo definido para esta actividad. 
Los cazadores prefieren cazar durante la temporada de secas por la facilidad de encontrar 
animales en aguadas y cenotes. 
La batida diurna o nocturna es la técnica más utilizada en Yalsihón (64 eventos 
registrados) y Santa Clara Dzibalkú (25 eventos). En San Francisco y Yohactún, los cazadores 
prefieren caminar en el monte (en maya “xíimbal ts’oon”) y la búsqueda se efectúa 
principalmente después del trabajo o en los días de descanso. Se registraron 25 eventos de cacería 
mediante caminatas en San Francisco (46.3% del total) y 10 en Yohactún (40% del total). La 
batida o clamoreo consiste en delimitar un área de caza rodeada por cazadores (tiradores) que 
mantienen contacto visual entre ellos; dicha área es barrida por uno o dos cazadores (batidores), 
con el fin de remover a los animales que ahí se encuentren. Las batidas realizadas en Yalsihón 
son de grupos de entre cinco hasta 24 cazadores, principalmente familiares y amigos de distintas 
comunidades, y cuyas presas son luego divididas entre todos los participantes. Se obtuvo un 
registro de hasta 16 presas (15 pecaríes de collar y un venado cola blanca) en una sola batida, 
30 
 
aunque generalmente se consiguen entre una y cuatro presas. En Santa Clara las batidas son de 
menor tamaño (hasta siete cazadores) y generalmente se consigue de una a tres presas. En San 
Francisco y Yohactún durante la cacería generalmente se obtiene de una a tres presas. La mayoría 
de los cazadores ya no tienen perros de caza; sólo en Yohactún se observaron perros de raza los 
cuales se han cruzado con los perros mestizos locales (en maya: “malixes”). 
Los instrumentos utilizados para la caza en las cuatro comunidades visitadas fueron 
escopetas (calibres .16 y .20), rifle (calibre .22) y las trampas rudimentarias e industriales, en 
especial para la captura de tuzas (Orthogeomys hispidus). Solo una persona en Yohactún 
mencionó saber hacer las trampas rudimentarias para el tepezcuintle (Cuniculus paca), las cuales 
ya no usa debido la disminución de la especie. La escopeta calibre .16 fue la más utilizada en las 
cuatro comunidades (San Francisco: 83.3 % de los entrevistados, Santa Clara: 54.3 %, Yalsihón: 
49.4 %, y Yohactún: 94.7 %). Los principales vehículos para transporte utilizados por los 
cazadores son las motocicletas y bicicletas, mientras que otros se mueven a caballo o a pie hacia 
sus lugares de caza. 
Algunos de los principales problemas para la fauna y las personas relacionados a la 
cacería, identificados en las comunidades por los mismos pobladores, fueron: cambios en la 
cobertura vegetal y en la abundancia de los animales silvestres, daños a cultivos y depredación de 
animales domésticos, conflictos de territorio con otras comunidades, dentro de la comunidad y 
con las autoridades (federales, estatales y municipales). Estos conflictos se describen brevemente 
en el Cuadro 5. 
 
Sitios de caza, frecuencia de caza y tasas de extracción. Los sitios de caza se ubicaron 
principalmente dentro de los límites de cada comunidad, aunque algunas veces se localizaron 
fuera en terrenos privados y ocasionalmente, dentro de la RED y la RBRL, entre uno y 14 km de 
31 
 
distancia del poblado (Figura 2). La mayoría de los registros de cacería de este estudio, así como 
las capturas, se realizaron en fragmentos de vegetación primaria (28.4 %), después en fragmentos 
de vegetación secundaria o hubchés (26.2 %) y finalmente en pastizales con uso ganadero (18.2 
%). Otros sitios de caza fueron chimayal (8.4%), aguadas (5.3 %), tolché (Barrera de vegetación 
entre terrenos, 4.8%), milpa (4.8 %), sabana (2.6 %) y caminos (0.8 %). 
Durante el estudio se registraron 230 animales cazados, pertenecientes a 11 especies 
de mamíferos y 6 de aves en 141 eventos de caza con éxito, donde participaron 59 cazadores 
(Cuadro 6). El total de biomasa registrada en este estudio fue de 3,274.8 kg. Las especies más 
capturadas y que aportaron más carne fueron el venado cola blanca (86), el pecarí de collar (82), 
la tuza (11), la chachalaca vetula (9), el conejo castellano (8) y la codorniz yucateca (7), que 
corresponden al 96.1 % de la biomasa total. Otras especies registradas fueron el tepezcuintle (5), 
el pavo ocelado (5), el sereque (Dasyprocta punctata 3), el coatí (3), el temazate rojo (Mazama 
temama 3), el temazate gris (Mazama pandora; 2), el tinamú canelo (Crypturellus cinnamomeus; 
2), la codorniz silbadora (Dactylortyx thoracicus; 2), la paloma de alas blancas (Z. asiatica; 1), la 
ardilla yucateca (Sciurus yucatanensis, 1) y el armadillo de nueve bandas (D. novemcinctus, 1). 
El número total de animales cazados fue similar entre las cuatro comunidades en 
estudio (H de Kruskal-Wallis=3.44; gl=3; P=0.28). Del mismo modo, los números de mamíferos 
cazados (H=1.37, gl=3; P=0.68) y las aves cazadas (H=5.66, gl=3; P=0.068) no variaron de 
manera significativa entre comunidades. Sin embargo, en San Francisco se registró el mayor 
número de aves cazadas (6), a diferencia de solo una en Santa Clara. Por otra parte, los números 
de animales cazados presentaron variaciones en las cuatro comunidades para ocho especies 
(H=30.34, gl=16, P=0.006): el tinamú canelo, la paloma de alas blancas, el conejo castellano, el 
coatí, el temazate gris, el pecarí de collar y el venado cola blanca, de las cuales las dos últimas 
fueron cazadas con mayor frecuencia (Cuadro 6). 
32 
 
La biomasa estimada extraída anual fue de 6,549.6 kg, con una tasa de extracción de 
47.4 kg/km2/año/comunidad y 3.2 individuos cazados/km2/año/comunidad. De estos, los 
mamíferos (N=410) representaron el 99.2% y las aves (N=50) el 0.8%. Al analizar la biomasa 
extraída (kg) y las tasas de extracción (individuos/km2/año/comunidad) entre especies (Cuadros 7 
y 8), se encontró diferencia significativa (biomasa extraída: H=31.34, gl=16; P=0.005; tasa de 
extracción: H=30.78, gl=16; P=0.006). Las especies con mayor frecuencia de cacería fueron 
también las que aportan volúmenes más altos de biomasa: venado cola blanca (172 individuos; 
5,094 kg; 77.8%) y pecarí de collar (164 individuos; 1,164 kg, 17.8%). Estas dos especies 
constituyeron el 95.5% (6,258 kg) de la biomasa total anual y su cosecha agrupada fue de 11.5 
kg/km2/año, frente a sólo 0.5 kg/km2/año para las restantes. La biomasa extraída en las cuatro 
comunidades no presentó diferencia significativa (H=1.644, gl=3; P=0.5742). Además, las zonas 
de cacería en San Francisco (137.5 km2), Santa Clara (103 km2), Yalsihón (180 km2) y Yohactún 
(123.2 km2), no difieren mucho en extensión, y por lo tanto las tasas de extracción 
(individuos/km2/año/comunidad) tampoco presentaron una diferencia significativa (H=3.19, 
gl=3; P=0.32). La biomasa anual extraída por cazador fue de 109.6 ± 30.4 (DE) kg, mientras que 
el consumo anual per cápita fue de 7.0 ± 4.9 (DE) kg para las cuatro comunidades en conjunto. 
 
Discusión 
Descripción general de la caza. De forma coherente con su carácter histórico, la cacería en las 
cuatro comunidades de estudio sigue siendo una actividad transmitida de generación en 
generación y relacionada a otras actividades, como ha sido reportado en otros estudios en el 
Neotrópico (Barrera-Bassols y Toledo, 2005; Montiel, 2010; Nuñez et al., 2014; Santos-Fita etal., 2012). Las especies de vertebrados terrestres utilizadas en las comunidades de estudio 
coinciden con las reportadas con anterioridad para el estado de Yucatán. Sin embargo, el número 
33 
 
de especies registradas con uso en este estudio (94) es mayor a lo reportado anteriormente (81 
especies en Chablé y Delfín, 2004; 39 especies en Landewee, 2009; 37 especies en Nuñez et al., 
2014). Esta diferencia puede deberse a la inclusión de la categoría “uso ritual y simbólico” (mitos 
y leyendas), al uso de guías para la identificación de especies, al estilo y profundidad de 
entrevistas realizadas, al número de días de muestreo y al conocimiento de las presas por parte de 
los entrevistados. 
Todas las técnicas de caza documentadas en este estudio (batida, búsqueda, espía, 
lampareo o caminata por el monte), son técnicas descritas y reportadas como de práctica 
tradicional en otros estudios del sureste de México y la Península de Yucatán (Hernández-
Betancourt y Segovia, 2010; León y Montiel, 2008; Mandujano y Rico-Gray, 1991; Ramírez y 
Naranjo, 2007). La preferencia de esta técnica en Yalsihón y Santa Clara podría deberse a que los 
cazadores de estas comunidades no han tenido problemas con los dueños de los ranchos aledaños 
y a que muestran un mayor interés de la práctica de la cacería como un medio de convivencia 
social. Mientras tanto, en San Francisco y Yohactún optan por técnicas menos conflictivas con la 
distribución de las presas (reconocido por los cazadores), que permiten obtener más biomasa, y 
que requieren menos inversión financiera y esfuerzo físico. 
Fue evidente una preferencia por cazar en la época seca, como se ha reportado en 
otros estudios en Yucatán (Ek, 2011; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010; Landewee, 2009; 
Montiel et al., 1999; Nuñez et al., 2014). Durante esta temporada hay más probabilidad de 
observar a los animales que se encuentran en busca de comida y agua, acercándose muchas veces 
a las parcelas agrícolas y a las fuentes de agua. Además, la visibilidad durante esta época es 
mayor y permite calcular mejor la distancia a la que el animal se encuentra, en comparación a la 
época de lluvia cuando la vegetación es más densa. 
 
34 
 
Sitios de caza, frecuencia de caza y tasas de extracción. A pesar de la amplia gama de 
vertebrados que se encuentran disponibles cerca de los poblados, en este estudio los cazadores de 
las cuatro comunidades visitadas centraron la cacería en solo 17 especies. De acuerdo a Santos-
Fita et al. (2012), los cazadores de la Península de Yucatán suelen cazar entre 12 y 25 especies, lo 
que coincide con este estudio, a diferencia de 32 especies reportadas en la cacería en la Selva 
Lacandona de Chiapas (Naranjo et al., 2004) y de más de 40 especies en estudios en la Amazonía 
(Aquino et al., 2007; Gonzales, 2003; Redford y Robinson, 1987). Los mamíferos y las aves 
fueron los grupos de vertebrados silvestres con mayor frecuencia y volumen de aprovechamiento 
al igual que lo reportado por León (2006), Montiel et al. (1999), Naranjo et al. (2004), Quijano y 
Calmé (2002) y Robinson y Redford (1997) para otras partes del Neotrópico. La herpetofauna no 
fue aprovechada al igual que lo reportado por Hernández-Betancourt y Segovia (2010) y Nuñez 
et al. (2014). 
Durante las entrevistas, los cazadores externaron su preferencia por especies como el 
venado cola blanca, el tepezcuintle, el pecarí de labios blancos (Tayassu pecari) y el pavo de 
monte, considerando que éstos tienen una carne más fina y de buen sabor. Estas cuatro especies 
han sido reportadas como frecuentemente cazadas en estudios previos en el sureste de México 
(Chable y Delfín, 2004; Escamilla et al., 2000; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010; Montiel y 
Arias, 2008; Naranjo et al., 2004). El venado cola blanca, la especie con mayor frecuencia de 
cacería en este estudio, ha sido una especie culturalmente muy importante para los mayas de la 
Península de Yucatán (Herrera-Flores y Götz, 2014; Mandujano y Rico-Gray, 1991), por su 
sabor, aporte de carne y el significado mágico-religioso que representa (Nuñez et al., 2014; 
Santos-Fita et al., 2012). Esta es una especie que ha ido aumentando su distribución y abundancia 
en zonas de agricultura y ganadería al ser muy tolerante a la fragmentación de los bosques 
tropicales debido a una dieta variada, amplia distribución y tolerancia a condiciones ambientales 
35 
 
estresantes (Naranjo, 2008), como pareciera estar sucediendo en el área de investigación del 
presente estudio. El pecarí de collar, la segunda especie con mayor frecuencia de cacería, también 
es una especie tolerante a la fragmentación debido a su mayor productividad reproductiva y 
amplia distribución (Naranjo y Bodmer, 2007). A pesar de ser una presa no preferida por los 
cazadores debido al mal olor de su carne (Landewee; 2009), se sigue cazando para autoconsumo 
o para la venta ocasional debido a su aparente abundancia en la zona. 
En contraste con otros estudios (Barrera-Bassols y Toledo, 2005; Hernández-
Betancourt y Segovia, 2010; Montiel et al., 1999; Quijano y Calmé, 2002; Robinson y Redford 
1997), el tejón no fue una especie tan aprovechada aun cuando se considera que es muy 
abundante, al considerarse que no tiene buen sabor. Aún con el registro de la chachalaca y la 
codorniz en este estudio, a diferencia de estudios donde no se registra al ser considerada por los 
cazadores como poco importantes o un pasatiempo de niños (Hernández-Betancourt y Segovia, 
2010; Santos-Fita et al., 2012), éstas solo se aprovecharon cuando se presentó la oportunidad. Lo 
anterior debido a que los cartuchos serían muy costosos en relación al tamaño de la presa (de 
MXN$20 a $25 cada cartucho; el tipo de cambio vigente durante el estudio fue de 18 pesos 
mexicanos por 1 dólar americano). Por otra parte, la baja extracción de tepezcuintle en este 
estudio contrasta con lo reportado por Santos-Fita et al. (2012), donde esta especie aportó un 
8.1% de la biomasa total extraída por los cazadores de comunidades de Calakmul y Sian Ka’an. 
Esto puede deberse a la baja abundancia de esta especie reportada por los cazadores durante este 
estudio. Así como a las condiciones ambientales de Calakmul y Sian Ka´an, sitios donde existe 
una mejor cobertura forestal. Sin embargo, debido a las diferencias metodológicas y otros 
factores como los huracanes y las condiciones del hábitat, es difícil comparar nuestros resultados 
con los de otros estudios. 
36 
 
La cacería en las cuatro comunidades de estudio parece practicarse con el fin 
principal de proporcionar carne a las familias de los cazadores, además de significar un espacio 
de contacto social y diversión entre amigos y familiares. Esta actividad podría representar para 
los pobladores de dichas comunidades un recurso adicional para enfrenar los inconvenientes 
generados por la escasez de trabajo en algunas temporadas. La importancia de la cacería para las 
comunidades mayas de Yucatán parece ser de un carácter cultural y no solo de subsistencia 
(Hernández-Betancourt y Segovia, 2010; León y Montiel, 2008; Quijano y Calmé, 2002; Santos-
Fita et al., 2012). Lo anterior queda evidenciado por: la preferencia por ciertas especies cazadas 
desde épocas prehispánicas (e.g. venado cola blanca y el pecarí de collar) a pesar de tener otras 
fuentes de proteína (aves de corral, ganado bovino, caprino y porcino), patrones de cacería 
similares entre las comunidades y a los reportados en otros estudios y que han variado poco en el 
tiempo, creencias y prácticas rituales en torno a la cacería, y la terminología en lengua maya 
utilizada para referirse a algunos lugares, técnicas e instrumentos relacionados a la cacería. 
Debido a su vigencia por al menos cuatro milenios en el estado de Yucatán, la caza 
practicada pareciera tener rasgos de sustentabilidad. Aunado a esto, la cacería sobre especies de 
mayor tamaño (venado cola blanca y pecaríde collar) que actualmente se observa en las 
comunidades de estudio, parece indicar una buena abundancia de estas presas. Sin embargo, es 
necesaria una evaluación más integral donde se incluya información biológica y poblacional de 
las especies cazadas, así como información cultural, política, económica y social. Generar este 
tipo de información básica permite apoyar la propuesta de políticas y estrategias para un mejor 
manejo de la fauna silvestre mediante acciones de uso sustentable y favoreciendo la participación 
de las comunidades. De esta forma se contribuyen a mejorar las condiciones socioeconómicas de 
las comunidades, al mismo tiempo a conservar las especies locales. 
 
37 
 
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