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1 El Colegio de la Frontera Sur Cacería de subsistencia en comunidades rurales del norte de Yucatán, México Tesis Presentada como requisito parcial para optar por el grado de Maestría en Ciencias en Recursos Naturales y Desarrollo Rural Con orientación en Manejo y Conservación de los Recursos Naturales Por Belén Guadalupe Herrera Flores 2016 2 El Colegio de la Frontera Sur ________________, ___ de __________ de 20 ___. Las personas abajo firmantes, miembros del jurado examinador de: Belén Guadalupe Herrera Flores____________________________________________ hacemos constar que hemos revisado y aprobado la tesis titulada Cacería de subsistencia en comunidades rurales del norte de Yucatán, México_______ ______________________________________________________________________ para obtener el grado de Maestro (a) en Ciencias en Recursos Naturales y Desarrollo Rural Nombre Firma Director: Eduardo J. Naranjo Piñera_________________________________________ Co-director: Dídac Santos-Fita______________________________________________ Asesora: Silvia F. Hernández-Betancourt_____________________________________ Asesora: Paula L. Enríquez Rocha__________________________________________ Sinodal adicional Erín I. J. Estrada Lugo______________________________________ Sinodal adicional Eduardo Bello Baltazar_____________________________________ Sinodal suplente Ramón Mariaca Méndez_____________________________________ 3 DEDICATORIA A mi familia y a quienes escuchan… Porque hay una gran diferencia entre oír y escuchar. Yuúm kéej “A veces nosotros creemos que somos los que sabemos más de la naturaleza, pero ignoramos algo. Y a veces ese algo que nosotros ignoramos es más valioso, … en la naturaleza, hay muchos secretos que nosotros no debemos perder, porque son cosas muy valiosas, muy valiosas… Nosotros ya estamos olvidando todo esto” S. Pool (53 años, San Francisco, 2016). 4 AGRADECIMIENTOS Al Dr. Eduardo J. Naranjo y al resto de mi comité: Dr. Dídac Santos-Fita, Dra. Silvia Hernández Betancourt y Dra. Paula Enríquez Rocha. Gracias por el apoyo en la realización del documento de tesis, por sus correcciones, comentarios y recomendaciones. Dr. Eduardo, por permitirme trabajar con usted desde antes del inicio de la maestría y por toda la orientación que me ha dado. Dídac, por toda la información y respuestas que permitieron orientarme. Dra. Silvia y Dra. Paula, por esas críticas constructivas que me permiten crecer. ¡Gracias a todos! A la Dra. Erín Estrada, al Dr. Eduardo Bello y al Dr. Ramón Mariaca, quienes aceptaron ser mis sinodales y enriquecieron el trabajo con sus comentarios. Al Colegio de la Frontera Sur, unidad San Cristóbal por la oportunidad para realizar mis estudios de posgrado y al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) por la beca de maestría (CVU/becario 619688/573933) otorgada en el periodo 2015-2016. A mis padres, Hermenegildo Herrera May y Lucy Esther Flores Pren, por apoyarme durante la maestría, en especial por cuidarme y alimentarme bien durante mi trabajo de campo. Para ustedes J. A Josué R. Meza Sulú por su insuperable apoyo en campo, cuando los dos teníamos dudas para hablar. Josué, gracias por apoyarme y obligarme a iniciar la plática y minimizar mis momentos de pena y estrés… ahora podré defenderme y sobrevivir, gnasher y hordas por siempre :3. 5 A mi hermano David A. Herrera Flores, por ayudarme a descifrar el mundo de las proyecciones y las capas… mapitas. Y por platicar conmigo cuando hay estrés J . A Alexis, José Daniel, Iliana, Magaly, Max y Pedro, por ser mi apoyo en San Cristóbal. Finalmente, y mi mayor agradecimiento, a los habitantes de las cuatro comunidades donde realicé esta investigación. En especial a: comisario Russel, Don Carmen, Don Otilio, Don Max, Jorge Alberto, comisario ejidal Don Eugenio, Comisario Manuel, Comisario ejidal José Chabelo, Tío Felipe Herrera, Don Marco Santiago, Don Gregorio “Gollo”, Don Coral, Diego, Don Javier, Comisario Jorge Armando y su hermano Enrique, Don Mariano, Don Joselino, Don Mateo, Don Epifanio, Don Miguel y su hijo Miguel, Don Anastasio y su esposa, Don Pedro y Abraham. Por su hospitalidad, cordialidad y por compartir sus conocimientos y enseñarme tanto en tan poco tiempo, ¡muchas gracias! Porque este trabajo, también fue posible gracias a ustedes. 6 ÍNDICE DEDICATORIA ............................................................................................................................................ 3 AGRADECIMIENTOS ................................................................................................................................ 4 INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................................ 7 Estudios de cacería de subsistencia en Latinoamérica.................................................................... 9 La cacería de subsistencia entre los mayas de la Península de Yucatán................................... 10 Legislación mexicana en torno a la cacería de subsistencia ......................................................... 15 Problemática en torno a la cacería de subsistencia en Yucatán .................................................. 17 ARTÍCULO ENVIADO A LA REVISTA MEXICANA DE BIODIVERSIDAD. .................................... 19 Cacería de subsistencia en comunidades rurales del norte de Yucatán, México ...................... 19 Resumen .............................................................................................................................................. 20 Abstract ............................................................................................................................................... 21 Introducción......................................................................................................................................... 22 Métodos ............................................................................................................................................... 24 Resultados ........................................................................................................................................... 28 Discusión ............................................................................................................................................. 32 Literatura citada ................................................................................................................................... 37 DISCUSIÓN GENERAL........................................................................................................................... 59 LITERATURA CITADA ............................................................................................................................ 65 ANEXOS GENERALES ........................................................................................................................... 72 7 INTRODUCCIÓN Desde tiempos antiguos, las sociedades humanas han convivido directamente con el ambiente, lo que les ha permitido generar un aprendizaje sobre el uso y manejo de los recursos naturales disponibles que les proporcionan bienes y servicios. También han forjado conocimiento empírico de la abundancia de las especies y su aprovechamiento dentro de su propia cosmovisión (Gama et al., 2004). Actualmente, el uso de vertebrados terrestres continúa siendo una actividad frecuente y necesaria en el medio rural. Su importancia radica en su función como fuente de proteínas necesarias para la dieta de loshabitantes de comunidades rurales (e.g. Pérez-Gil et al., 1995; Robinson y Bodmer, 1999; Ojasti, 2000). El uso de vertebrados terrestres es relevante también en la construcción de la identidad cultural de las personas que dependen de ellos (Garibaldi y Turner, 2004). Cuando se habla de uso, se hace referencia a las actividades por medio de las cuales se obtiene algún beneficio, ganancia, producto o disfrute de una población de animales silvestres (en este caso vertebrados terrestres). Entre dichos beneficios se encuentran la carne para la alimentación familiar o de comercio (a nivel local), pieles, herramientas, animales de compañía y elementos para prácticas médicas, con fines estéticos e incluso místicos (divinidades, mitos y leyendas) (e.g. Montiel et al., 1999; Barrera-Bassols y Toledo, 2005; Montiel, 2007). Por otra parte, la cacería es la actividad mediante la cual se extrae fauna silvestre de su medio natural para su uso con distintos fines (Robinson y Bennett, 2000). La cacería de subsistencia es definida por algunos autores como la extracción de fauna silvestre para solventar las necesidades básicas del cazador, sus familiares y la comunidad, sin motivos intencionalmente comerciales (Montiel et al., 1999; Guerra, 2001; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010). Desde épocas prehispánicas los mayas en la Península de Yucatán han aprovechado con distintos fines diferentes especies de vertebrados (De Landa, 2010). Sin embargo, por diversos factores económicos, sociales y culturales, este aprovechamiento ha sido poco estudiado de manera cuantitativa en el estado de Yucatán. Los pocos estudios realizados presentan un panorama general y no evalúan los números de especies extraídas, sus volúmenes de biomasa, ni cuantifican a los 8 cazadores que se dedican a esta actividad (Montiel et al., 1999; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010). Aun cuando la cacería practicada por el campesino yucateco generalmente se concibe como una actividad de ‘’subsistencia’’ (Mandujano y Rico-Gray, 1991), actualmente ocurren cambios en los estilos de vida de los pobladores de las comunidades rurales en todo el sureste de México. Mientras el Gobierno federal crea nuevas vías de comunicación, redes eléctricas y mejoras en los servicios de salud y educación, los intereses y prácticas culturales de los pobladores rurales cambian (Santos-Fita et al., 2012). Por lo tanto, la falta de información actualizada acerca del uso de la fauna silvestre y sus consecuencias, podría favorecer la disminución o pérdida de los recursos faunísticos y de una fuente de alimentación para las comunidades rurales. El objetivo principal del presente fue evaluar la cacería de subsistencia en cuatro comunidades rurales ubicadas en la zona de influencia de la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos (RBRL) y de la Reserva Estatal de Dzilam (RED), Yucatán. Apoyándose en el campo de la etnobiología se analizaron los distintos elementos que conforman la cacería de subsistencia como una práctica sociocultural. Es decir, involucrando aspectos cognitivos, emocionales y conductuales para comprender como se integra el conocimiento, la práctica y las creencias en torno a la cacería (Santos-Fita, 2013). Dos comunidades (Santa Clara Dzibalkú y Yohactún de Hidalgo) se encuentran fuera del polígono de la RBRL en la zona de influencia (51,191 ha, 62.8 % de su superficie total) y su actividad principal es la agricultura y la cría de ganado bovino y caprino (INEGI, 2011). Por otra parte, las otras dos comunidades (San Francisco y Cenote Yalsihón Buena Fé) se encuentran fuera del polígono y dentro de la zona de influencia de la RED (47,104 ha, 68.2 % de su superficie total) y su principal actividad es la cría de ganado bovino y caprino (INEGI, 2011). En este estudio se esperaría encontrar una mayor diversidad de especies cazadas con mayor frecuencia por las comunidades dentro de la zona de influencia de la RBRL respecto a las comunidades cercanas a la RED debido a las diferencias en las actividades económicas de sus habitantes, así como a las diferencias en el tamaño y ubicación de las reservas. También se esperaría que la cacería de subsistencia tuviera mayor importancia en las comunidades dentro de la zona de influencia de la RBRL que 9 en las cercanas a la RED. En el documento se presenta primero una revisión de los antecedentes y el marco teórico relativo al tema, los cuales permiten tener un panorama general de la cacería en el estado de Yucatán, su problemática y el marco legal en torno a ella. Posteriormente, se presenta el estudio de los usos de la fauna silvestre y los patrones de cacería en cuatro comunidades del norte de Yucatán, texto que ha sido sometido a la Revista Mexicana de Biodiversidad para su revisión. Finalmente, se presenta una discusión general realizada a partir de los principales resultados. Estudios de cacería de subsistencia en Latinoamérica Existen diversos estudios que intentan explicar los patrones de cacería de subsistencia y su importancia en las comunidades rurales. En países latinoamericanos como Guatemala, Colombia, Panamá, Perú, Bolivia, Argentina y Brasil, entre otros, la cacería de subsistencia ha sido estudiada desde diversas perspectivas, tales como los patrones de uso de las especies, conservación, aspectos socioeconómicos e impacto de la actividad sobre las poblaciones de fauna silvestre (e.g. Bodmer et al., 1997; Barbarán, 2003; Bodmer, 2003; Cuellar y Noss, 2014). En México se han realizado diversos estudios sobre la cacería, siendo el sureste del país un área muy estudiada debido a la importancia que representa esta actividad para las comunidades rurales (Naranjo et al., 2004; Naranjo, 2008). Ejemplos de estudios realizados sobre la cacería de subsistencia y su aprovechamiento son los de March (1987), Montiel et al. (1999), Guerra (2001), Naranjo y Cuarón (2004) y Enríquez et al. (2006), por citar algunos. Otros temas en torno a la cacería son aspectos culturales (Quijano y Calmé, 2002; Santos-Fita et al., 2015), socio-económicos (Jorgenson, 1997), impactos sobre la abundancia y distribución de las especies (Bolaños y Naranjo, 2001), sustentabilidad (Naranjo et al., 2004) y estrategias de manejo y conservación (Altamirano, 2002; Santos-Fita et al., 2013). La cacería que practica el campesino yucateco generalmente se concibe como una actividad de “subsistencia”, que representa una tradición en la relación sociedad- naturaleza en muchas zonas rurales del estado de Yucatán (Mandujano y Rico-Gray, 1991). La cacería de subsistencia está asociada no sólo a la obtención de carne, sino también a la convivencia entre los humanos y la socialización de los jóvenes, donde el 10 gusto y la necesidad forman parte de la idea central de la cacería (Ek, 2011). Las investigaciones referentes al aprovechamiento de la fauna silvestre en Yucatán son relativamente escasas, centrándose en trabajos que incluyen aspectos culturales (Nuñez, 2009; De Landa, 2010; Silveira, 2015), uso tradicional y amenazas para la biodiversidad (Chablé y Delfín, 2004; López, 2012), métodos de cacería (Mandujano y Rico-Gray, 1991; Montiel et al., 1999), la relación entre la cacería y la milpa (Arias, 1995) y biomasa extraída durante la cacería (Landewee, 2009; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010; Ek, 2011; Morales-Garzón et al., 2011). Para el estado de Yucatán se ha registrado el uso de un total de 81 especies de vertebrados terrestres, incluyendo 15 de reptiles (Testudines, Crocodylia y Squamata), 38 de aves (Cracidae, Phasianidae, Tinamidae y Columbidae, entre otras) y 28 de mamíferos (Dasyproctidae, Agoutidae, Geomyidae, Tayassuidae, Cervidae y Dasypodidae, entre las principales) aprovechadas con diversos propósitos, como alimento, compañía, uso con fines medicinales, rituales y para festividades (Chablé y Delfín, 2004). De acuerdo con Bodmer (1995)y con Bennet y Robinson (2000), generalmente la cacería de subsistencia se practica de manera selectiva sobre especies de gran tamaño corporal y sobre aquellas presentes en el área con tasas reproductivas altas. Estudios en la Península de Yucatán registraron una alta proporción de la caza en especies relativamente abundantes y generalistas, como por ejemplo armadillos (Dasypus novemcinctus), coatíes (Nasua narica), pecaríes de collar (Pecari tajacu) y venados cola blanca (Odocoileus virginianus), en zonas agrícolas o circundantes, barbechos, huertos y parches de bosque (Jorgenson, 1997; Quijano y Calmé, 2002; Santos-Fita et al., 2012). Concretamente, para el estado de Yucatán se han registrado resultados similares (Montiel et al., 1999; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010). La cacería de subsistencia entre los mayas de la Península de Yucatán Los cazadores mayas yucatecos han practicado la cacería por 4,000 años, y es interesante que actualmente se cazan las mismas especies que cazaban los mayas antiguos, lo que sugiere el manejo del paisaje similar y ciertos procesos co-evolutivos entre el manejo del paisaje y las especies cazadas (Jorgenson, 1998). El mosaico del 11 paisaje del maya en Yucatán también permite la cacería en diferentes áreas. La estrategia del uso múltiple muestra que no sólo se practica la cacería en parches de vegetación primaria y secundaria, sino también en áreas destinadas a la milpa (Barrera- Bassols y Toledo, 2005), por lo que la cacería muchas veces se relaciona a otras actividades como extracción de leña, producción de carbón y cultivo de la milpa (León, 2006; Montiel y Arias, 2008; Santos-Fita et al., 2012). Distintos estudios han documentado la cacería en huertos (garden hunting) como parte de la estrategia de uso múltiple y de su relación con la dieta maya (Linares, 1976; Terán y Rasmussen, 1994). La dieta maya es rica en vegetales como el maíz, el frijol, la calabaza y los chiles, pero complementada con animales de traspatio y silvestres (López, 2012). Entre los animales silvestres podemos mencionar al venado cola blanca, los pecaríes de collar y algunas aves, que muchas veces frecuentan las milpas. En cuanto a las estrategias para cazar a los animales, los cazadores han desarrollado varias técnicas dependiendo del animal que se quiere capturar. Esto se basa en el profundo conocimiento de los hábitos de cada especie: su comportamiento, alimentación y zonas de refugio, qué sonidos producen y sus épocas de reproducción (Landewee, 2009). En la Península de Yucatán se han reportado las siguientes técnicas: la batida (p’uuj), espiar a los animales (ch’uuk), lampareo (ts’on), caminar por el monte (xíimbal ts’oon), trampeo (ts’a trampa), tirar pájaros (ts’on ch’iich’) y tirar pájaros con tirahule (ch’in ch’iich’) (Arias, 1995; Quijano y Calmé, 2002; Landewee, 2009; León, 2006; Nuñez, 2009; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010; Montiel, 2010; Ek, 2011; Santos-Fita et al., 2012). P’uuj o batida, es un modo tradicional de caza documentado desde la conquista por De Landa (2010) como un derecho comunal, en el que las presas formaban parte del comercio y como retribución a quienes hacían ídolos. Actualmente la batida se realiza generalmente entre amigos y parientes que se reúnen cuando se convoca a la faena o cuando han visto algún animal, principalmente venado cola blanca, cerca de su comunidad. Participan tanto cazadores con arma como aquellos que no poseen una propia. El número de participantes en promedio es de 10 personas, mínimo seis y máximo 30. En la batida comúnmente se utilizan de dos a cinco perros, los cuales se 12 encargan de acorralar y atraer a las presas hacia los cazadores. Generalmente los perros son mestizos o malixes (en maya) (Montiel et al., 1999; Nuñez, 2009). Todas las modalidades de caza incorporan procesos de organización social y familiar, así como la transmisión de conocimientos de padres a hijos. Sin embargo, entre las modalidades de caza, la batida, por su naturaleza grupal, muestra una forma compleja de organización social y un espacio de convivencia comunitaria. Al amanecer en cierto punto de la comunidad, los participantes en la batida designan por consenso a dos "maestros" (cazadores experimentados y reconocidos) para coordinar las actividades del día. Al llegar al sitio seleccionado para la cacería, los participantes son asignados a uno de dos grupos, el de batida y el de espera. Para iniciar la cacería, el grupo de espera rodea el sector de caza seleccionado. Cada cazador se coloca lateralmente a 20-30 metros de su compañero inmediato. El grupo de la batida, a la orden del maestro y con ayuda de los perros, dirige a los animales hacia el grupo de espera, acercándose desde el extremo opuesto. La batida puede componerse de varias rondas, y la duración de cada una dependerá de la cantidad de presas o el cansancio de los participantes. Una vez cazadas las presas, los cazadores se reúnen para desollarlas y destazarlas (Montiel et al., 1999), las cuales se reparten en proporciones similares entre los participantes (por sorteo o al azar). En algunas ocasiones el tirador es recompensado con una pierna, la cabeza y el estómago de la presa. Ch’uuk, espía o acecho es una actividad vespertina o nocturna. En ésta los cazadores prefieren ir solos o máximo con dos acompañantes y sin perros, ya que se requiere evitar ruido para que la presa deseada se acerque. Se puede utilizar algún tipo de construcción con palos de madera o subirse a los árboles y usar hamacas para tener mejor vista. La espía principalmente se emplea en la milpa, cuando algún animal entra a alimentarse de los cultivos, por lo que es necesario cazarlo para que no destruya la cosecha (Nuñez, 2009). Algunas veces se reconoce una modalidad adicional de la espía, la cacería del pavo cantor o cacería específica del pavo ocelado (Meleagris ocellata), la cual se lleva a cabo en la época de reproducción durante la estación seca del año (Montiel et al., 1999; Quijano y Calmé, 2002; López, 2012). Ts’on o lampareo, es un tipo de cacería que se lleva a cabo de noche, cuando se necesita tirar animales con hábitos nocturnos, como el mapache (Procyon lotor), los 13 conejos (Sylvilagus floridanus) o el tepezcuintle (Cuniculus paca). En esta técnica los cazadores emplean lámparas para, además de ver en la noche, deslumbrar o cegar a los animales. Al igual que la espía, el lampareo se realiza con pocas personas para evitar hacer ruido que ahuyente a los animales. Para localizar a sus presas, los cazadores se internan en el terreno seleccionado, avanzando por senderos cercanos a la milpa, a cuerpos de agua o en zonas donde abundan los frutos (Nuñez, 2009; López, 2012). Ximbal ts’on o pasear en el monte, es una cacería oportunista y casual. Esta se realiza principalmente durante el desplazamiento a los lugares de trabajo (Montiel et al., 1999; Quijano y Calme, 2002; Nuñez, 2009, López, 2012). En cuanto al trampeo (ts’a trampa), algunas de las técnicas documentadas por Salvador (1984) son la lazada subterránea para tuzas (Orthogeomys hispidus), las trampas tipo pets’(clavar) para tuza y tepezcuintle, el Xnup’ o trampa para palomas y codornices, y las bocatrampas o trampas tipo jaula para aves. Con respecto a los aspectos culturales, para los mayas prehispánicos, muchos animales poseían un carácter divino y la cacería formaba parte importante de su cosmovisión. De Landa (2010), registró varios tipos de ceremonias asociadas a la cacería: una realizada en el mes Zip (de acuerdo al calendario maya) para eliminar a los demonios y donde los cazadores entregaban como ofrendas el cráneo del venado cola blanca y una flecha que llevaban en las manos. Una segunda ceremonia registrada se llevaba a cabo en el mes Zac, con la finalidad de calmar la ira de los dioses por haber derramado la sangre de los animales.De acuerdo con López (2012), existen numerosos objetos arqueológicos que tienen representaciones de ceremonias realizadas con animales, donde el venado cola blanca y el pecarí de collar cobran importancia como agentes sacrificiales. Es digno de mencionarse que el venado cola blanca tenía un valor religioso igual al del hombre en el sacrificio, pues en ocasiones lo sustituía, sacándole los sacerdotes el corazón y comiéndose su carne (De Landa, 2010). El venado cola blanca a tenido gran importancia en numerosas historias mágico- religiosas de los mayas, incluso en la actualidad (Mandujano y Rico-Gray, 1991). La práctica de la cacería no es una actividad que se realiza de forma mecánica, de apuntar y disparar, sino que hay un amplio e interesante mundo mágico-religioso 14 alrededor de ella que forma parte de la cosmovisión de los cazadores tradicionales y que se encuentra presente a la hora de cazar (Nuñez, 2009; Santos-Fita et al., 2015). Esta relación entre el hombre y la naturaleza sobrevivió adaptada a la vida actual, a través de prácticas, creencias religiosas y mitos (Silveira, 2015; López, 2012). Los mayas del sureste mexicano creen que todos y cada uno de los componentes de la naturaleza tienen dueño, al que se le necesita pedir permiso para que no les cause daño al extraer ya sea un árbol o un animal del monte (Quijano y Calmé, 2002). Los dueños son los encargados de cuidar que los recursos no se agoten, castigando a aquellos que no sigan su voluntad (López, 2012). Aunado a estos dueños, existe el alux, criatura a la que se le da vida para cuidar el monte. El acto de pedir la autorización a los dueños de los animales viene acompañado muchas veces de ceremonias, como el ritual del Loojil Ts’oon (en español: “Ceremonia de la carabina”), realizado por ciertas comunidades mayas del centro de Quintana Roo, donde se ofrece la bebida denominada saka’ para devolver la virtud a la escopeta o carabina (Santos-Fita et al., 2015). Silveira (2015) menciona que, en ocasiones, para la cacería un día antes del evento, los señores del pueblo organizan una batida para salir a cazar al venado cola blanca que servirá de ofrenda a los yumtzilo’ob (protectores del monte). En este evento, se consulta al jmen (brujo, curandero, sacerdote maya) para que éste, a través de su zastun (piedra de cristal), les indique el lugar preciso donde deberán cazar al venado cola blanca. Por su parte, López (2012) se refiere al ritual de las cuevas para ofrendar sacrificios al Tz’ip (o Yum kéej, dueño de los venados) o de llevar una vela al sitio de cacería para que éste le permita tomar uno de sus animales y después el cazador regresará (a la cueva o sitio) a dejar los restos del cráneo de la presa para dar las gracias. Así también, como una muestra de la adaptación de las creencias mayas prehispánicas al catolicismo, existen santos como San Eustaquio, santo patrono de los cazadores, al cual se le representa junto a un venado con un panal de avispas, mismo que coincide con la descripción del antes mencionado Tz’ip o dueño de los venados descrito por diversas comunidades mayas (Quijano y Calmé, 2002; Nuñez, 2009; Santos-Fita, 2013; Silveira, 2015). Además de las creencias que se tienen sobre los cuidadores o protectores del monte, hay otras que conforman igualmente la percepción 15 de los cazadores, por ejemplo, las virtudes de los animales. Esto se representa mediante un amuleto (piedra o tunich) presente en alguna parte del cuerpo de algún animal, y que le confiere a quien lo encuentra, suerte para cazar durante un tiempo determinado (Quijano y Calmé, 2002; Nuñez, 2009; Santos-Fita, 2013). Además de la piedra, los venados pueden tener colmillos o gusanos en el hocico, que también otorgan suerte al cazador. Si terminado el tiempo estos amuletos no son devueltos a los sitios de cacería, los cazadores se enferman (Nuñes, 2009; Silveira, 2015). El hecho de vivir en las cercanías del monte ha permitido que la práctica de la cacería haya sido transmitida de generación en generación. Esto se hizo evidente en las historias de vida de los cazadores, así como cuentos e historias que han ido transmitiendo (Nuñez, 2009). El uso continuo de la fauna silvestre crea una fuerte relación con los patrones culturales y mágico-religiosos (Ojasti; 2000). La importancia cultural de conocer las percepciones locales expresadas a través de leyendas, creencias, tradiciones y mitos, ayudan a explicar los límites en las conductas y prácticas construidas en la interrelación sociedad-naturaleza (Plata, 2006). Legislación mexicana en torno a la cacería de subsistencia El marco legal que regula los aprovechamientos de vida silvestre en México está contenido en la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (LGEEPA, de 1988) y en la Ley General de Vida Silvestre (LGVS, de 2000). La LGEEPA contiene disposiciones relativas a la protección y restauración del equilibrio ecológico y la protección del ambiente en el territorio nacional, y establece algunos criterios relativos a la fauna silvestre. Los artículos 84 y 87 establecen que el aprovechamiento faunístico para actividades económicas, cinegéticas o de alguna especie en cualquier categoría de protección, solamente se permite cuando los usuarios garanticen la reproducción controlada de la fauna silvestre o cuando las tasas de extracción sean menores a la renovación natural de las poblaciones. Sin embargo, no considera un apartado específico para la cacería de subsistencia, aun cuando en su artículo 79 menciona que se incluirá en el aprovechamiento el conocimiento tradicional. Por su parte, la LGVS regula de manera integral la conservación y el aprovechamiento sustentable de especies silvestres, considerando un apartado 16 específico para la cacería de subsistencia. En el artículo 106 del Reglamento se especifica que: “Se considerará aprovechamiento de subsistencia al uso de ejemplares, partes o derivados de la vida silvestre para consumo directo o venta, para la satisfacción total o parcial de necesidades básicas relacionadas directamente con alimentación, vivienda y salud, así como las de dependientes económicos” (Reglamento de la LGVS, de 2006). Sin embargo, en su artículo 83 indica que “El aprovechamiento extractivo de ejemplares, partes y derivados de la vida silvestre requiere de una autorización previa de la Secretaría, en la que se establecerá la tasa de aprovechamiento y su temporalidad”. Además, en el artículo 92 se menciona que “Las personas de la localidad que realizan aprovechamiento de ejemplares, partes y derivados de vida silvestre para su consumo directo, o para su venta en cantidades que sean proporcionales a la satisfacción de las necesidades básicas de éstas y de sus dependientes económicos, recibirán el apoyo, asesoría técnica y capacitación por parte de las autoridades competentes para el cumplimiento de las disposiciones de la presente Ley y de su reglamento, así como para la consecución de sus fines. Las autoridades competentes promoverán la constitución de asociaciones para estos efectos”. Actualmente, la inspección y cumplimiento de la legislación ambiental mexicana está a cargo de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA, dependencia de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, SEMARNAT). Ésta puede decomisar las presas o aplicar alguna sanción cuando: 1) se aprovechen especies en riesgo o bajo alguna categoría de protección especial nacional o internacional; 2) cuando el aprovechamiento se realice fuera de sus áreas ejidales o en el territorio de un Área Natural Protegida; y 3) cuando las tasas de extracción sean mayores a las establecidas (en caso de haber) para la cacería de subsistencia (León, 2006). Entonces, aunque no existen vedas totales (como señalaba la derogada Ley de Caza de 1952), sólo se podrá realizarun aprovechamiento bajo la estricta vigilancia de sus pobladores por parte de las autoridades competentes y toda cacería fuera de esta normatividad sería considerada ilegal. No obstante, resulta poco creíble que los 17 usuarios que dependen en mayor o menor medida del recurso faunístico como fuente primaria de sustento material y cultural básico, soliciten los permisos necesarios, sobre todo si desconocen la ley. Aunado a lo anterior, muchas veces las diversas dependencias tampoco acaban por cumplir su normativa como asesores o capacitadores. A este respecto, Santos-Fita (2013) menciona que en realidad la ley no se cumple, habiendo al final una gran “tolerancia gubernamental” para ejercer la cacería. Sin embargo, el problema surge cuando se mantiene la convicción de que cazar cualquier animal está estrictamente prohibido y que las autoridades ven como “criminales” a quienes ejercen la cacería, llevándola a la clandestinidad y a un mayor vacío legal. En las últimas reformas de la LGEEPA y la LGVS (2016 y 2015, respectivamente), lo relativo a estos temas permanece igual. Esto indica el escaso reconocimiento y atención a una práctica social y culturalmente importante, y por lo tanto denota insuficiente control e interés por valorar y conservar la fauna silvestre. Problemática en torno a la cacería de subsistencia en Yucatán A pesar de que gran parte de las selvas originales en el estado de Yucatán han sido transformadas en pastizales para la ganadería, cultivos diversos y asentamientos humanos, existen aún áreas con fragmentos de selva baja caducifolia y selva mediana subcaducifolia que todavía mantienen poblaciones de animales silvestres objeto de cacería (SEDUMA, 2006; CONANP, 2007; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010). Esto ocurre dentro de las áreas protegidas, pero sobre todo en las zonas de influencia de éstas (SEDUMA, 2006; CONANP, 2007), las cuales tienen gran importancia en la dinámica ecológica y espacial de las especies por sus elementos naturales similares con las áreas bajo protección gubernamental (Domínguez-Cervantes, 2009), pero que al no tener una regulación del aprovechamiento de la fauna pueden presentar impactos negativos en las poblaciones silvestres (Montiel et al., 1999). Un ejemplo de lo anterior podrían ser las zonas de influencia de la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos (RBRL) y de la Reserva Estatal Dzilam (RED). Para la población de origen maya y mestiza en las comunidades rurales de Yucatán la cacería es considerada una actividad complementaria respecto a la agricultura y la ganadería (Hernández-Betancourt y Segovia, 2010). Ésta provee de 18 carne, pieles y otros materiales a los habitantes de la región, es una fuente de ingreso, una medida de control a daños a cultivos y a animales domésticos, y cuando es sustentable puede generar efectos positivos como el incremento de la tasa reproductiva y el aumento en la proporción de jóvenes en poblaciones de fauna silvestre (Pérez-Gil et al., 1995; Robinson y Bodmer, 1999; Bennett y Robinson, 2000; Naranjo et al., 2004). Sin embargo, la cacería no es sustentable para todas las especies puesto que sus poblaciones responden de diferente manera a la presión de caza (Naranjo, 1990, 2008, 2010; Bennett y Robinson, 2000; Jorgenson, 2000). Una cacería sin control puede provocar efectos negativos en la distribución, abundancia, estructura y en los procesos ecológicos de las poblaciones de fauna silvestre, causando su declinación o extinción local y con ello la pérdida de la biodiversidad y de las fuentes de alimento e ingreso económico de las comunidades rurales que dependen de ella (Challenger, 1998; Naranjo et al., 2004). Pese a su importancia, el aprovechamiento de la fauna silvestre en comunidades rurales de Yucatán está poco documentado cuantitativamente. Se ha demostrado que esta actividad puede presentar marcados contrastes locales en términos de su modalidad, estacionalidad, tasas de extracción, especies y tamaños de presas, entre otros (Montiel y Arias, 2008). Debido a lo anterior, y a que la cacería es una actividad muy importante para muchas familias en la obtención de carne a un bajo costo y un ahorro en su economía (Jorgenson, 1997), es necesario generar información relativa a estos temas no sólo dentro de las reservas, sino también en sus zonas de influencia. Dicha información permite el apoyo a estrategias para un mejor manejo de la fauna silvestre y su hábitat, especialmente aquellas cazadas y con condición de riesgo, contribuyendo a su uso sustentable y su conservación. 19 ARTÍCULO ENVIADO A LA REVISTA MEXICANA DE BIODIVERSIDAD Cacería de subsistencia en comunidades rurales del norte de Yucatán, México Subsistence hunting in rural communities of northern Yucatan, Mexico Herrera-Flores Belén G.a, Naranjo Piñera Eduardo Jb, Santos-Fita Dídacc, Enríquez Paula L.d y Hernández-Betancourt Silvia F.e a Departamento de Conservación de la Biodiversidad, El Colegio de la Frontera Sur, Unidad San Cristóbal. Carretera Panamericana y Periférico Sur s/n, Barrio de María Auxiliadora. San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 29290, México. bgherrera@ecosur.edu.mx. b Departamento de Conservación de la Biodiversidad, El Colegio de la Frontera Sur, Unidad San Cristóbal. Carretera Panamericana y Periférico Sur s/n, Barrio de María Auxiliadora. San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 29290, México. Tel.: (967) 6749000, enaranjo@ecosur.mx. c Centro de Investigación en Ciencias Biológicas Aplicadas (CICBA), Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx). Instituto Literario Oriente, nº 100, Colonia Centro; C.P. 50000, Toluca de Lerdo, Edo. de México. Tel.: (722) 4628285 (ext. 119), dsantosf@uaemex.mx. d Departamento de Conservación de la Biodiversidad, El Colegio de la Frontera Sur, Unidad San Cristóbal. Carretera Panamericana y Periférico Sur s/n, Barrio de María Auxiliadora. San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 29290, México. Tel.: (967) 6749000, penrique99@yahoo.com. e Departamento de Zoología, Campus de Ciencias Biológicas y Agropecuarias, Universidad Autónoma de Yucatán. Km 15.5 Carretera Mérida-Xmatkuil, C.P. 97100, Mérida Yucatán, México. Tel 52 (999) 9423200. hbetanc@correo.uady.mx. 20 Resumen El objetivo del presente estudio fue evaluar la cacería de subsistencia en cuatro comunidades rurales ubicadas en la zona de influencia de la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos y de la Reserva Estatal de Dzilam. Las técnicas utilizadas para la obtención de datos fueron: observación participante, entrevistas, excursiones guiadas, uso de boletas de cacería y registros visuales. La cacería continúa siendo una práctica importante en las cuatro comunidades de estudio, con un carácter cultural y no solo de subsistencia. A pesar de sus aparentes rasgos de sustentabilidad, se detectaron varios problemas asociados (reducción de cobertura vegetal, disminución de algunas poblaciones de fauna silvestre, daños a cultivo, caza comercial). Es necesaria una evaluación más integral donde se incluya información biológica y poblacional de las especies cazadas, así como información cultural, política, económica y social. Generar este tipo de información básica permite apoyar la propuesta de políticas y estrategias para un mejor manejo de la fauna silvestre mediante acciones de uso sustentable y favoreciendo la participación de las comunidades. De esta forma se contribuyen a mejorar las condiciones socioeconómicas de las comunidades, al mismo tiempo a conservar las especies locales. Palabras clave: Uso de fauna silvestre, manejo sustentable, cacería de subsistencia, tasas de extracción, Etnobiología. 21 Abstract The aim of this study was to evaluate subsistence hunting in four rural communities in the area of influence of the Ria Lagartos Biosphere Reserve and the State Reserve of Dzilam. The techniquesused for data collection were: participant observation, interviews, guided tours questions, paper forms to keep records of hunting events. Hunting remains an important practice in the four study communities, with a cultural character and not just subsistence. Despite its apparent features of sustainability, several associates problems were detected (reduced vegetation cover, reduced some populations of wildlife, damage to crops, commercial hunting). Is necessary an integral evaluation where biological and population information of the species hunted is included, as well as cultural, political, economic and social information. Generate this kind of basic information can support the proposal of policies and strategies for better management of wildlife through actions of sustainable use and promoting the participation of communities. This will help improve the socioeconomic conditions of the communities, at the same time to conserve local species. Keywords: Use of wildlife, sustainable management, subsistence hunting, extraction rates, Ethnobiology. 22 Introducción Desde hace milenios, las sociedades humanas han convivido directamente con el ambiente, lo que les ha permitido generar un aprendizaje y forjar su conocimiento acerca de la abundancia y el aprovechamiento de las especies silvestres (Gama et al., 2004). El uso de vertebrados terrestres continúa siendo una actividad frecuente y necesaria en el medio rural mexicano. Su importancia radica en su función como fuente de proteína y elemento para la construcción de la identidad cultural (Garibaldi y Turner, 2004; Pérez-Gil et al., 1995; Robinson y Bodmer, 1999; Santos-Fita et al., 2015). La cacería es la actividad mediante la cual se extrae fauna silvestre de su medio natural para su uso con distintos fines (Robinson y Bennett, 2000). Por otra parte, la cacería de subsistencia es definida por algunos autores como la extracción de fauna silvestre para solventar las necesidades básicas del cazador, sus familiares y la comunidad, sin motivos de intención comercial (Guerra, 2001; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010; Santos-Fita et al., 2012). La cacería que practica el campesino yucateco generalmente se concibe como una actividad de “subsistencia”, complementaria a la ganadería y la agricultura (Hernández- Betancourt y Segovia, 2010). Esta actividad representa una tradición en la relación sociedad- naturaleza asociada a la obtención de carne, la convivencia y la socialización de los cazadores, así como la integración del conocimiento, la práctica y las creencias en torno a la fauna (Ek, 2011; Mandujano y Rico-Gray, 1991; Nuñez et. al., 2014; Santos-Fita et al., 2015). Las investigaciones sobre el aprovechamiento de la fauna silvestre en el estado de Yucatán son escasas y poco documentadas cuantitativamente. Algunos estudios abordan aspectos culturales (De Landa, 2010; Nuñez, 2009), uso tradicional y amenazas para la biodiversidad (Chablé y Delfín, 2004), métodos de cacería (Mandujano y Rico-Gray, 1991; Montiel et al., 1999; Rodríguez et al., 2012), la relación entre la cacería y la milpa (Arias, 1995; Santos-Fita et al., 2013) y la biomasa extraída de la cacería (Ek, 2011; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010; Landewee, 2009). 23 Los cazadores mayas desarrollaron la cacería desde hace más de 4,000 años, y es relevante que actualmente se sigan obteniendo las mismas presas que los mayas antiguos usaban (Jorgenson, 1998), pero que a la vez puedan tener contrastes entre localidades (Montiel y Arias, 2008). Para el estado de Yucatán se ha registrado el uso de 81 especies de vertebrados terrestres (incluyendo 15 reptiles, 38 aves y 28 mamíferos, aprovechadas con diversos propósitos), con una alta proporción de la caza centrada en especies relativamente abundantes y generalistas: coatíes (Nasua narica), pecaríes de collar (Pecari tajacu) y venados cola blanca (Odocoileus virginianus) (Chablé y Delfín, 2004; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010; Rodríguez et al., 2012). A pesar de que gran parte de las selvas originales de Yucatán han sido transformadas en pastizales para la ganadería, cultivos y asentamientos humanos, existen aún áreas con fragmentos de selva baja caducifolia y selva mediana subcaducifolia que todavía mantienen poblaciones de animales silvestres objeto de cacería (CONANP, 2007; SEDUMA, 2006; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010). Esto ocurre dentro de las áreas naturales protegidas, pero sobre todo en sus zonas de influencia (CONANP, 2007; SEDUMA, 2006), en las que generalmente no existe una regulación del aprovechamiento de la fauna, lo que puede causar impactos negativos en las poblaciones silvestres (Montiel et al., 1999), como sucede con las zonas de influencia de la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos (RBRL) y de la Reserva Estatal Dzilam (RED), ambas en el norte del estado de Yucatán, México. La cacería provee distintos beneficios como el suministro de diversos materiales, fuente económica, control de daños a cultivos, y aumento en la proporción de jóvenes en las poblaciones de fauna silvestre al ser las clases de mayor edad las generalmente cazadas, entre otros (Ojasti, 2000; Robinson y Redford, 1994). Sin embargo, la cacería excesiva (no sustentable) en poblaciones de fauna silvestre vulnerables puede provocar efectos negativos en la distribución, 24 abundancia, estructura poblacional y en los procesos ecológicos. Lo anterior puede desembocar en la declinación o extinción local de la población silvestre, la pérdida de la biodiversidad y de las fuentes de alimento e ingreso económico de las comunidades rurales (Challenger, 1998; Bennett y Robinson, 2000; Naranjo, 1990; Naranjo et al., 2004). El objetivo del presente estudio fue evaluar la cacería de subsistencia en cuatro comunidades rurales de la zona de influencia de la RBRL y de la RED, Yucatán. Métodos Área de estudio. El estudio se realizó en dos comunidades rurales ubicadas dentro de la zona de influencia de la RED y en dos dentro de la zona de influencia de la RBRL, en el estado de Yucatán, México. Las cuatro comunidades fueron seleccionadas para este estudio de acuerdo a tres criterios: 1) se tenían referencias verbales sobre el uso de la fauna silvestre; 2) la comunidad se encontraba en la zona de influencia de alguna de las reservas RED y RBRL; y 3) los pobladores mostraban disponibilidad para ser entrevistados acerca de la cacería. Las comunidades de Cenote Yalsihón Buena Fe y San Francisco son ejidos que pertenecen al municipio de Panabá, zona de influencia de la RED, localizadas al norte del estado entre los paralelos 21°24’27” y 21°23’25” de latitud norte y los meridianos 88°30’14” y 88°19’40” de longitud oeste, respectivamente. Santa Clara Dzibalkú y Yohactún de Hidalgo son ejidos que pertenecen al municipio de Tizimín, zona de influencia de la RBRL; se localizan entre los paralelos 21°22’20” y 21°25’04” de latitud norte y los meridianos 88°03’56” y 88°01’13” de longitud oeste, respectivamente (Figura 1). Las cuatro comunidades son de origen maya y sus habitantes se dedican al cultivo del maíz (Zea mays), asociado principalmente al frijol (Phaseolus sp.), y a la cría y explotación de ganado bovino, caprino y aves de corral (INEGI, 2011). Otras actividades económicas de los habitantes son la apicultura y los servicios (pequeñas tiendas, 25 trabajo en la construcción, jornaleros agrícolas). La distribución de la población se describe en el Cuadro 1. Las cuatro comunidades pertenecen a una región con clima tipo Aw0 (x’) (i’) g, cálido subhúmedo, con lluvias en verano y un alto porcentaje de lluvia invernal. La temperatura media anual es de entre 24 y 26°C. La precipitación media anual varía entre 600 y 1,500 mm. Las tormentas tropicales y los huracanes son frecuentes en especial cerca de las costas (INEGI, 2009a, 2009b; Orellana et al., 2010).La vegetación predominante en las comunidades corresponde a selva baja caducifolia (Fernández-Concha et al., 2010). Sin embargo, debido a las actividades humanas que se desarrollan en el área, principalmente la ganadería, gran parte de la vegetación original ha sido modificada (Andrade, 2010). Algunas especies de vertebrados terrestres con importancia económica en la región son: las tortugas (Trachemys venusta, Kinosternon leucostomum), la codorniz yucateca (Colinus nigrogularis), el hocofaisán (Crax rubra), el pavo ocelado (Meleagris ocellata), las palomas (Zenaida asiatica y Columba flavirostris), la chachalaca vetula (Ortalis vetula), el cardenal rojo (Cardinalis cardinalis), los bolseros (Icterus auratus), varios Paserinos (Passerina ciris, P. cyanea), loros (Amazona albifrons, Aratinga nana), el conejo castellano (Sylvilagus floridanus), el coatí (N. narica), el armadillo (Dasypus novemcinctus), el pecarí de collar (P. tajacu) y el venado cola blanca (O. virginianus) (CONANP, 2007; SEDUMA, 2006). Colecta de datos: El trabajo de campo se realizó de enero a julio de 2016, usando algunas técnicas del método etnográfico y la triangulación de datos para incrementar la validez y confiabilidad de la información (Rodríguez et al., 1999; Sandoval, 1996). Se seleccionó a hombres mayores de 15 años (cazadores y no cazadores) mediante la técnica “bola de nieve” (Guerra, 2001). La información se obtuvo mediante: 1) entrevistas abiertas realizadas a partir de 26 conversaciones espontáneas e informales sobre el tema de usos de animales silvestres, daños a cultivos y cacería; 2) entrevistas semiestructuradas y estructuradas a partir de formatos realizados previamente y 3) observación participante y registros en un diario de campo (Núñez et al., 2014; Santos-Fita, 2013) (Cuadro 1). Se realizaron 95 entrevistas semiestructuradas que abordaban varias temáticas: usos de la fauna, daños a cultivos ocasionados por animales silvestres, métodos de control y experiencias relacionadas con la fauna silvestre. Estas entrevistas ayudaron a generar confianza en la población al no abordar directamente el tema de la cacería. Posteriormente se aplicaron entrevistas estructuradas a 85 cazadores donde se anotaron los usos de la fauna silvestre (partes usadas, forma de uso, frecuencia de uso, entre otras) y aspectos de la cacería (métodos e instrumentos empleados, sitios, temporadas, frecuencia y propósitos, entre otros). Durante todo el trabajo de campo se llevó a cabo la observación participante mediante el uso de un diario de campo en el que se registraba la información obtenida (usos, patrones de cacería, rituales, creencias, leyendas, entre otras). Esto se realizó durante la estancia en las comunidades y en las excursiones guiadas (guided tour questions) en las que se acompañó al cazador local a buscar presas (en ocasiones), a realizar otras actividades en las parcelas (en siete ocasiones) o el hogar, o durante las pláticas informales (Santo-Fita, 2013). Para la obtención de los datos sobre los eventos de cacería (frecuencia de cacería, biomasa extraída, distancia a los sitios de cacería, tipos de hábitats y estacionalidad) se recurrió a registros visuales y boletas de cacería completadas con la ayuda de los cazadores, otros miembros de sus familias o el investigador (Guerra, 2001, Santos-Fita et al., 2012). Las actividades de caza se registraron durante 178 días en San Francisco, 182 en Yalsihón, 175 en Yohactún y 162 en Santa Clara. En las boletas se registró la especie de cada ejemplar cazado, sexo y peso, fecha de captura, tipo de hábitat, distancia del sitio de caza al poblado, tiempo invertido en la cacería, y los 27 métodos e instrumentos utilizados. Se consideró como evento de caza aquel viaje donde el cazador o grupo de cazadores capturaban al menos un vertebrado terrestre (Santos-Fita et al., 2012). Análisis de la información. El área de cacería en cada comunidad se estimó a partir del método del área aproximada (Guerra, 2001), considerando la distancia entre los sitios de caza y las casas de los cazadores registrada durante las entrevistas y la observación participante. Con ayuda de un geoposicionador global (GPS) se registró la mayor cantidad de puntos de caza, además de puntos de referencia para la estimación de las distancias a los sitios de caza. Los puntos de referencia y los sitios de caza se introdujeron a un sistema de información geográfica (ArcGis 10.1) para estimar el área de cacería. Los datos de extracción de fauna se reportan para los registros de los animales capturados en cada comunidad entre enero y julio de 2016. Se extrapolaron las tasas de extracción de cada especie para un año y se calculó el número anual de individuos capturados por kilómetro cuadrado y los kilogramos extraídos por kilómetro cuadrado (Naranjo et al., 2004; Ojasti, 2000; Robinson y Bodmer, 1999; Robinson y Redford, 1991). La identificación de las especies cazadas se realizó mediante la experiencia personal de trabajo en el área y con la ayuda de guías de campo (Calderón-Mandujano, 2005; Howell y Webb, 1995; Lee, 2000; Peterson y Chalif, 2008; Reid, 1997). En este estudio se consideraron todas las especies reportadas por los cazadores. Para los datos de usos de animales, se analizó la similitud en la composición y número de especies utilizadas entre las comunidades de estudio a través del índice de Morisita (Brower y Zar, 1984), considerando la frecuencia de mención de cada especie por comunidad con la ayuda del programa EstimateS 8.2.0 (Guerra, 2001). Para comparar los números de individuos 28 cazados, la biomasa y las tasas de extracción entre comunidades, se comprobó su normalidad con la prueba de Kolmogorov-Smirnov utilizando el programa SPSS Statistics 21. Como las variables no cumplieron con los supuestos paramétricos, se utilizó la prueba de rangos de Kruskal-Wallis, y cuando las diferencias fueron significativas, se realizó una prueba post-hoc de Mann-Whitney con corrección de Bonferroni (Santos-Fita et al., 2012). Para estos últimos análisis, se utilizó el programa PAST 2.17c y un nivel de significancia de P ≤ 0.05. Resultados Descripción general de la caza. Se registró un total de 94 especies de vertebrados utilizadas en las cuatro comunidades de estudio, de las cuales 44 fueron aves, 30 mamíferos y 20 reptiles (Cuadro 2). Los usos en orden de importancia por su frecuencia de mención fueron: alimentario (414), control de daños (400), mascota (221), ritual o simbólico (212), medicinal (120), ornamental (49), material para herramientas (6). El uso comercial solo fue registrado visualmente y mencionado en conversaciones informales. En términos generales, los animales utilizados fueron similares entre las cuatro comunidades de acuerdo a los índices de Morisita (Cuadro 3). Se encontró una ligera variación en el total de especies utilizadas por comunidad. En Santa Clara y Yalsihón se registraron 65, en Yohactún 71, y 78 en San Francisco. En las cuatro comunidades se encontraron algunos casos donde las personas mantenían en cautiverio animales silvestres (Cuadro 4). De los 85 cazadores activos y cazadores retirados entrevistados, el 60 % dijo haber aprendido entre los 12 y 15 años de edad, y la persona que los enseñó a cazar fue principalmente su padre o aprendieron solos por observación durante las batidas con amigos y familiares. Todos practicaban la cacería de manera esporádica con fines de proporcionar carne a sus familias o la venta ocasional dentro o fuera de la comunidad. Lo anterior debido a que la mayoría tiene otra 29 fuente de ingreso y a la constante vigilancia por parte de las autoridades (Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, PROFEPA; Secretaria de la Defensa Nacional, SEDENA; Secretaria de Marina, SEMAR, Secretaria de Seguridad Pública, SSP), además de no contar con el permiso paraportar sus armas. La mayoría de los cazadores se abstienen de buscar animales fuera de los terrenos de su comunidad y practican con mayor frecuencia la cacería durante los viajes a su trabajo o a sus parcelas. En algunas ocasiones se organizan en grupos para ir más allá de sus tierras, incluyendo terrenos privados (mediante un permiso del dueño con antelación) e incluso dentro de la RED y la RBRL (Figura 2). Con las entrevistas se registró que el 33.3 % de los cazadores salen a buscar presas una vez por mes, el 30.6 % lo hace cada tres semanas, y el 25.3 % lo realiza de manera semanal. El 10.8 % de los cazadores restantes no tiene un tiempo definido para esta actividad. Los cazadores prefieren cazar durante la temporada de secas por la facilidad de encontrar animales en aguadas y cenotes. La batida diurna o nocturna es la técnica más utilizada en Yalsihón (64 eventos registrados) y Santa Clara Dzibalkú (25 eventos). En San Francisco y Yohactún, los cazadores prefieren caminar en el monte (en maya “xíimbal ts’oon”) y la búsqueda se efectúa principalmente después del trabajo o en los días de descanso. Se registraron 25 eventos de cacería mediante caminatas en San Francisco (46.3% del total) y 10 en Yohactún (40% del total). La batida o clamoreo consiste en delimitar un área de caza rodeada por cazadores (tiradores) que mantienen contacto visual entre ellos; dicha área es barrida por uno o dos cazadores (batidores), con el fin de remover a los animales que ahí se encuentren. Las batidas realizadas en Yalsihón son de grupos de entre cinco hasta 24 cazadores, principalmente familiares y amigos de distintas comunidades, y cuyas presas son luego divididas entre todos los participantes. Se obtuvo un registro de hasta 16 presas (15 pecaríes de collar y un venado cola blanca) en una sola batida, 30 aunque generalmente se consiguen entre una y cuatro presas. En Santa Clara las batidas son de menor tamaño (hasta siete cazadores) y generalmente se consigue de una a tres presas. En San Francisco y Yohactún durante la cacería generalmente se obtiene de una a tres presas. La mayoría de los cazadores ya no tienen perros de caza; sólo en Yohactún se observaron perros de raza los cuales se han cruzado con los perros mestizos locales (en maya: “malixes”). Los instrumentos utilizados para la caza en las cuatro comunidades visitadas fueron escopetas (calibres .16 y .20), rifle (calibre .22) y las trampas rudimentarias e industriales, en especial para la captura de tuzas (Orthogeomys hispidus). Solo una persona en Yohactún mencionó saber hacer las trampas rudimentarias para el tepezcuintle (Cuniculus paca), las cuales ya no usa debido la disminución de la especie. La escopeta calibre .16 fue la más utilizada en las cuatro comunidades (San Francisco: 83.3 % de los entrevistados, Santa Clara: 54.3 %, Yalsihón: 49.4 %, y Yohactún: 94.7 %). Los principales vehículos para transporte utilizados por los cazadores son las motocicletas y bicicletas, mientras que otros se mueven a caballo o a pie hacia sus lugares de caza. Algunos de los principales problemas para la fauna y las personas relacionados a la cacería, identificados en las comunidades por los mismos pobladores, fueron: cambios en la cobertura vegetal y en la abundancia de los animales silvestres, daños a cultivos y depredación de animales domésticos, conflictos de territorio con otras comunidades, dentro de la comunidad y con las autoridades (federales, estatales y municipales). Estos conflictos se describen brevemente en el Cuadro 5. Sitios de caza, frecuencia de caza y tasas de extracción. Los sitios de caza se ubicaron principalmente dentro de los límites de cada comunidad, aunque algunas veces se localizaron fuera en terrenos privados y ocasionalmente, dentro de la RED y la RBRL, entre uno y 14 km de 31 distancia del poblado (Figura 2). La mayoría de los registros de cacería de este estudio, así como las capturas, se realizaron en fragmentos de vegetación primaria (28.4 %), después en fragmentos de vegetación secundaria o hubchés (26.2 %) y finalmente en pastizales con uso ganadero (18.2 %). Otros sitios de caza fueron chimayal (8.4%), aguadas (5.3 %), tolché (Barrera de vegetación entre terrenos, 4.8%), milpa (4.8 %), sabana (2.6 %) y caminos (0.8 %). Durante el estudio se registraron 230 animales cazados, pertenecientes a 11 especies de mamíferos y 6 de aves en 141 eventos de caza con éxito, donde participaron 59 cazadores (Cuadro 6). El total de biomasa registrada en este estudio fue de 3,274.8 kg. Las especies más capturadas y que aportaron más carne fueron el venado cola blanca (86), el pecarí de collar (82), la tuza (11), la chachalaca vetula (9), el conejo castellano (8) y la codorniz yucateca (7), que corresponden al 96.1 % de la biomasa total. Otras especies registradas fueron el tepezcuintle (5), el pavo ocelado (5), el sereque (Dasyprocta punctata 3), el coatí (3), el temazate rojo (Mazama temama 3), el temazate gris (Mazama pandora; 2), el tinamú canelo (Crypturellus cinnamomeus; 2), la codorniz silbadora (Dactylortyx thoracicus; 2), la paloma de alas blancas (Z. asiatica; 1), la ardilla yucateca (Sciurus yucatanensis, 1) y el armadillo de nueve bandas (D. novemcinctus, 1). El número total de animales cazados fue similar entre las cuatro comunidades en estudio (H de Kruskal-Wallis=3.44; gl=3; P=0.28). Del mismo modo, los números de mamíferos cazados (H=1.37, gl=3; P=0.68) y las aves cazadas (H=5.66, gl=3; P=0.068) no variaron de manera significativa entre comunidades. Sin embargo, en San Francisco se registró el mayor número de aves cazadas (6), a diferencia de solo una en Santa Clara. Por otra parte, los números de animales cazados presentaron variaciones en las cuatro comunidades para ocho especies (H=30.34, gl=16, P=0.006): el tinamú canelo, la paloma de alas blancas, el conejo castellano, el coatí, el temazate gris, el pecarí de collar y el venado cola blanca, de las cuales las dos últimas fueron cazadas con mayor frecuencia (Cuadro 6). 32 La biomasa estimada extraída anual fue de 6,549.6 kg, con una tasa de extracción de 47.4 kg/km2/año/comunidad y 3.2 individuos cazados/km2/año/comunidad. De estos, los mamíferos (N=410) representaron el 99.2% y las aves (N=50) el 0.8%. Al analizar la biomasa extraída (kg) y las tasas de extracción (individuos/km2/año/comunidad) entre especies (Cuadros 7 y 8), se encontró diferencia significativa (biomasa extraída: H=31.34, gl=16; P=0.005; tasa de extracción: H=30.78, gl=16; P=0.006). Las especies con mayor frecuencia de cacería fueron también las que aportan volúmenes más altos de biomasa: venado cola blanca (172 individuos; 5,094 kg; 77.8%) y pecarí de collar (164 individuos; 1,164 kg, 17.8%). Estas dos especies constituyeron el 95.5% (6,258 kg) de la biomasa total anual y su cosecha agrupada fue de 11.5 kg/km2/año, frente a sólo 0.5 kg/km2/año para las restantes. La biomasa extraída en las cuatro comunidades no presentó diferencia significativa (H=1.644, gl=3; P=0.5742). Además, las zonas de cacería en San Francisco (137.5 km2), Santa Clara (103 km2), Yalsihón (180 km2) y Yohactún (123.2 km2), no difieren mucho en extensión, y por lo tanto las tasas de extracción (individuos/km2/año/comunidad) tampoco presentaron una diferencia significativa (H=3.19, gl=3; P=0.32). La biomasa anual extraída por cazador fue de 109.6 ± 30.4 (DE) kg, mientras que el consumo anual per cápita fue de 7.0 ± 4.9 (DE) kg para las cuatro comunidades en conjunto. Discusión Descripción general de la caza. De forma coherente con su carácter histórico, la cacería en las cuatro comunidades de estudio sigue siendo una actividad transmitida de generación en generación y relacionada a otras actividades, como ha sido reportado en otros estudios en el Neotrópico (Barrera-Bassols y Toledo, 2005; Montiel, 2010; Nuñez et al., 2014; Santos-Fita etal., 2012). Las especies de vertebrados terrestres utilizadas en las comunidades de estudio coinciden con las reportadas con anterioridad para el estado de Yucatán. Sin embargo, el número 33 de especies registradas con uso en este estudio (94) es mayor a lo reportado anteriormente (81 especies en Chablé y Delfín, 2004; 39 especies en Landewee, 2009; 37 especies en Nuñez et al., 2014). Esta diferencia puede deberse a la inclusión de la categoría “uso ritual y simbólico” (mitos y leyendas), al uso de guías para la identificación de especies, al estilo y profundidad de entrevistas realizadas, al número de días de muestreo y al conocimiento de las presas por parte de los entrevistados. Todas las técnicas de caza documentadas en este estudio (batida, búsqueda, espía, lampareo o caminata por el monte), son técnicas descritas y reportadas como de práctica tradicional en otros estudios del sureste de México y la Península de Yucatán (Hernández- Betancourt y Segovia, 2010; León y Montiel, 2008; Mandujano y Rico-Gray, 1991; Ramírez y Naranjo, 2007). La preferencia de esta técnica en Yalsihón y Santa Clara podría deberse a que los cazadores de estas comunidades no han tenido problemas con los dueños de los ranchos aledaños y a que muestran un mayor interés de la práctica de la cacería como un medio de convivencia social. Mientras tanto, en San Francisco y Yohactún optan por técnicas menos conflictivas con la distribución de las presas (reconocido por los cazadores), que permiten obtener más biomasa, y que requieren menos inversión financiera y esfuerzo físico. Fue evidente una preferencia por cazar en la época seca, como se ha reportado en otros estudios en Yucatán (Ek, 2011; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010; Landewee, 2009; Montiel et al., 1999; Nuñez et al., 2014). Durante esta temporada hay más probabilidad de observar a los animales que se encuentran en busca de comida y agua, acercándose muchas veces a las parcelas agrícolas y a las fuentes de agua. Además, la visibilidad durante esta época es mayor y permite calcular mejor la distancia a la que el animal se encuentra, en comparación a la época de lluvia cuando la vegetación es más densa. 34 Sitios de caza, frecuencia de caza y tasas de extracción. A pesar de la amplia gama de vertebrados que se encuentran disponibles cerca de los poblados, en este estudio los cazadores de las cuatro comunidades visitadas centraron la cacería en solo 17 especies. De acuerdo a Santos- Fita et al. (2012), los cazadores de la Península de Yucatán suelen cazar entre 12 y 25 especies, lo que coincide con este estudio, a diferencia de 32 especies reportadas en la cacería en la Selva Lacandona de Chiapas (Naranjo et al., 2004) y de más de 40 especies en estudios en la Amazonía (Aquino et al., 2007; Gonzales, 2003; Redford y Robinson, 1987). Los mamíferos y las aves fueron los grupos de vertebrados silvestres con mayor frecuencia y volumen de aprovechamiento al igual que lo reportado por León (2006), Montiel et al. (1999), Naranjo et al. (2004), Quijano y Calmé (2002) y Robinson y Redford (1997) para otras partes del Neotrópico. La herpetofauna no fue aprovechada al igual que lo reportado por Hernández-Betancourt y Segovia (2010) y Nuñez et al. (2014). Durante las entrevistas, los cazadores externaron su preferencia por especies como el venado cola blanca, el tepezcuintle, el pecarí de labios blancos (Tayassu pecari) y el pavo de monte, considerando que éstos tienen una carne más fina y de buen sabor. Estas cuatro especies han sido reportadas como frecuentemente cazadas en estudios previos en el sureste de México (Chable y Delfín, 2004; Escamilla et al., 2000; Hernández-Betancourt y Segovia, 2010; Montiel y Arias, 2008; Naranjo et al., 2004). El venado cola blanca, la especie con mayor frecuencia de cacería en este estudio, ha sido una especie culturalmente muy importante para los mayas de la Península de Yucatán (Herrera-Flores y Götz, 2014; Mandujano y Rico-Gray, 1991), por su sabor, aporte de carne y el significado mágico-religioso que representa (Nuñez et al., 2014; Santos-Fita et al., 2012). Esta es una especie que ha ido aumentando su distribución y abundancia en zonas de agricultura y ganadería al ser muy tolerante a la fragmentación de los bosques tropicales debido a una dieta variada, amplia distribución y tolerancia a condiciones ambientales 35 estresantes (Naranjo, 2008), como pareciera estar sucediendo en el área de investigación del presente estudio. El pecarí de collar, la segunda especie con mayor frecuencia de cacería, también es una especie tolerante a la fragmentación debido a su mayor productividad reproductiva y amplia distribución (Naranjo y Bodmer, 2007). A pesar de ser una presa no preferida por los cazadores debido al mal olor de su carne (Landewee; 2009), se sigue cazando para autoconsumo o para la venta ocasional debido a su aparente abundancia en la zona. En contraste con otros estudios (Barrera-Bassols y Toledo, 2005; Hernández- Betancourt y Segovia, 2010; Montiel et al., 1999; Quijano y Calmé, 2002; Robinson y Redford 1997), el tejón no fue una especie tan aprovechada aun cuando se considera que es muy abundante, al considerarse que no tiene buen sabor. Aún con el registro de la chachalaca y la codorniz en este estudio, a diferencia de estudios donde no se registra al ser considerada por los cazadores como poco importantes o un pasatiempo de niños (Hernández-Betancourt y Segovia, 2010; Santos-Fita et al., 2012), éstas solo se aprovecharon cuando se presentó la oportunidad. Lo anterior debido a que los cartuchos serían muy costosos en relación al tamaño de la presa (de MXN$20 a $25 cada cartucho; el tipo de cambio vigente durante el estudio fue de 18 pesos mexicanos por 1 dólar americano). Por otra parte, la baja extracción de tepezcuintle en este estudio contrasta con lo reportado por Santos-Fita et al. (2012), donde esta especie aportó un 8.1% de la biomasa total extraída por los cazadores de comunidades de Calakmul y Sian Ka’an. Esto puede deberse a la baja abundancia de esta especie reportada por los cazadores durante este estudio. Así como a las condiciones ambientales de Calakmul y Sian Ka´an, sitios donde existe una mejor cobertura forestal. Sin embargo, debido a las diferencias metodológicas y otros factores como los huracanes y las condiciones del hábitat, es difícil comparar nuestros resultados con los de otros estudios. 36 La cacería en las cuatro comunidades de estudio parece practicarse con el fin principal de proporcionar carne a las familias de los cazadores, además de significar un espacio de contacto social y diversión entre amigos y familiares. Esta actividad podría representar para los pobladores de dichas comunidades un recurso adicional para enfrenar los inconvenientes generados por la escasez de trabajo en algunas temporadas. La importancia de la cacería para las comunidades mayas de Yucatán parece ser de un carácter cultural y no solo de subsistencia (Hernández-Betancourt y Segovia, 2010; León y Montiel, 2008; Quijano y Calmé, 2002; Santos- Fita et al., 2012). Lo anterior queda evidenciado por: la preferencia por ciertas especies cazadas desde épocas prehispánicas (e.g. venado cola blanca y el pecarí de collar) a pesar de tener otras fuentes de proteína (aves de corral, ganado bovino, caprino y porcino), patrones de cacería similares entre las comunidades y a los reportados en otros estudios y que han variado poco en el tiempo, creencias y prácticas rituales en torno a la cacería, y la terminología en lengua maya utilizada para referirse a algunos lugares, técnicas e instrumentos relacionados a la cacería. Debido a su vigencia por al menos cuatro milenios en el estado de Yucatán, la caza practicada pareciera tener rasgos de sustentabilidad. Aunado a esto, la cacería sobre especies de mayor tamaño (venado cola blanca y pecaríde collar) que actualmente se observa en las comunidades de estudio, parece indicar una buena abundancia de estas presas. Sin embargo, es necesaria una evaluación más integral donde se incluya información biológica y poblacional de las especies cazadas, así como información cultural, política, económica y social. Generar este tipo de información básica permite apoyar la propuesta de políticas y estrategias para un mejor manejo de la fauna silvestre mediante acciones de uso sustentable y favoreciendo la participación de las comunidades. De esta forma se contribuyen a mejorar las condiciones socioeconómicas de las comunidades, al mismo tiempo a conservar las especies locales. 37 Literatura citada Andrade, M. (2010). Transformación de los sistemas naturales por actividades antropogénicas. En: R. Durán y M. Méndez (Eds), Biodiversidad y desarrollo humano en Yucatán (pp. 316-319). 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