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En D’un Autre à l’autre, Lacan va a hacer desempeñar a ese resto (objeto a) la función de “más-de-gozar”. Esa nueva formalización (que no anula la anterior) no disipa, en nuestra opinión, la yuxtaposición de los niveles teórico y práctico que acabamos de señalar, aunque la abra a otras dimensiones. El término “analógico” utilizado en el seminario del 22 de enero de 1969, en un pasaje clave referido a Pascal, condensa la problemática a la que apuntamos: “El goce masoquista es un goce analógico. El sujeto adopta en él de manera analógica la posición de pérdida, de deshecho, representada por a en el más-de-gozar [...] el sujeto juega con la proporción que se sustrae, aproximándose al goce por la vía del más- de-gozar” (D’un Autre à l’autre, Paris, Seuil,134). El magnífico trabajo de Sara Vasallo gira en torno de este pasaje, para intentar responder a la pregunta de si se puede separar la elaboración del masoquismo de eso que Lacan llama en el mismo seminario “la lógica con la que se debatió Pascal sin saberlo” » Psicoanálisis<>Filosofía La cuestión de la analogía entre el goce masoquista y el más de gozar en el Seminario XVI (D’un Autre à l’autre) 05/07/2007- Por Sara Vassallo - Realizar Consulta El vacío, la nada, el “medio” y los dos infinitos Aunque Pascal no haya dejado huellas de ningún criterio en cuanto al lugar que pudiera ocupar el fragmento titulado “Infini rien: le pari”, dentro de la totalidad de los fragmentos incompletos de los Pensamientos y la Apología del cristianismo, salta a la vista su afinidad con la obra total. Esta afinidad no es detectable, sin embargo, si no se tiene en cuenta, como muchos comentaristas lo han notado, que según se trate de textos geométricos y matemáticos o de consideraciones de orden teológico-moral, los términos de infinito y nada oscilan en su sentido. Pero más allá de la oscilación, un esqueleto inalterable sostiene los argumentos en esos diferentes campos articulándose en tres elementos: dos extremos y un entre-dos. “Dos abismos”, escribe Pascal, nos rodean, el constituido por el infinito del universo (entronizado por Galileo y anunciado por Giordano Bruno), dentro del cual somos un punto en medio de un universo infinitamente grande. El segundo abismo es el observable en lo pequeño dentro de lo pequeño donde aparecen “sin fin y sin reposo”, “maravillas tan asombrosas en su pequeñez como lo son las otras en su extensión” (La place de l’homme dans la nature, Pensées, op. cit., 1106). Entre ambos extremos, lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande, somos un “entre-dos” o un “medio” (milieu) (Ibid). Pascal llama “infinito” al primer abismo y “nada” al segundo. Nosotros, agrega, estamos “sostenidos” entre esos dos abismos: “¿Qué es el hombre en la naturaleza? Una nada respecto del infinito, un todo respecto de la nada, un «medio» [milieu] entre nada y todo” (Ibid,1107). Sería un error entender la palabra “medio” en el sentido de promedio o justa proporción entre dos extremos. Todos los textos dan a entender claramente que ese medio es un “punto”, que se desplaza entre dos extremos en sí mismos incognoscibles, sin poder encontrar un lugar “fijo” (el término es de Pascal) que le permita medir la distancia que lo separa de ambos infinitos. Más aún, el hombre es un elemento “finito”, hecho “igual” a todos los otros finitos por los dos abismos que lo circundan, por lo cual, dice, no ve por qué debería “elegir este número más que este otro, entre la infinidad de los cuales no hay más razón para elegir éste que aquél otro” (Ibid, 1113). La comparación que hacemos de nosotros en el plano finito “nos da pena”. De ahí que sea presuntuoso, prosigue, “precipitarse temerariamente en la búsqueda de la naturaleza, como si ellos Quienes SomosQuienes Somos Clasi�cadosClasi�cados Pautas de publicaciónPautas de publicación PublicidadPublicidad ContactoContactobuscar... Tweet Compartir 1 Imprimir Tamaño texto: « » Recibí los newsletters de Recibí los newsletters de elSigmaelSigma Actividades DestacadasActividades Destacadas Del mismo autorDel mismo autor » El ateísmo de J. Lacan » El mal y el problema del resto en psicoanálisis » Topología, resto y división subjetiva. Nota sobre G. Agamben » El impasse conceptual de la causa en Lacan y las antinomias kantianas » Cuando la teología se vale del signi�cante para describir la lógica del inconsciente » La cuestión de la analogía entre el goce masoquista y el más de gozar en el Seminario XVI (D’un Autre à l’autre) Parte III » La cuestión de la analogía entre el goce masoquista y el más de gozar en el Seminario XVI (D’un Autre à l’autre). Parte III » La libertad sartreana y el psicoanálisis » El goce de S. Kierkegaard Búsquedas relacionadasBúsquedas relacionadas » Filosofía Sara Vassallo masoquismo goce Lacan Pascal ingresá tu email Centro Dos Ciclo de Conferencias - Primer cuatrimestre Actividad no arancelada. Requiere inscripción previa. Leer más Realizar consulta Escuela Freudiana de Buenos Aires Red Solidaria de atención virtual Leer más Realizar consulta https://www.elsigma.com/home https://www.elsigma.com/columnas https://www.elsigma.com/colaboraciones https://www.elsigma.com/entrevistas https://www.elsigma.com/salud-publica-y-psicoanalisis https://www.elsigma.com/psicoanalisis-ley https://www.elsigma.com/introduccion-al-psicoanalisis https://www.elsigma.com/genero-y-psicoanalisis https://www.elsigma.com/arte-y-psa https://www.elsigma.com/educacion https://www.elsigma.com/literatura https://www.elsigma.com/cine-y-psa https://www.elsigma.com/psa-y-ciencias https://www.elsigma.com/filosofia https://www.elsigma.com/lecturas https://www.elsigma.com/historia-viva https://www.elsigma.com/subjetividad-y-medios https://www.elsigma.com/hospitales https://www.elsigma.com/fenomenos-psicosomaticos https://www.elsigma.com/audio-y-video https://www.elsigma.com/coleccionables https://www.elsigma.com/agenda-de-eventos https://www.elsigma.com/noticias https://www.elsigma.com/articulos-congreso https://www.elsigma.com/instituciones/escuela-freudiana-de-buenos-aires/16 https://www.elsigma.com/instituciones/causa-clinica/89 https://www.elsigma.com/instituciones/centro-dos/8 https://www.elsigma.com/instituciones/fundacion-proyecto-asistir/122 https://www.elsigma.com/instituciones/fundacion-tiempo/120 https://www.elsigma.com/instituciones/xviii-congreso-argentino-de-psicologia/139 https://www.elsigma.com/instituciones/la-tercera/62 https://www.elsigma.com/instituciones/escuela-freudiana-de-la-argentina/5 https://www.elsigma.com/instituciones/cesamende/68 https://www.elsigma.com/instituciones/escuela-de-psicoanalisis-del-borda/77 https://www.elsigma.com/instituciones/institucion-fernando-ulloa/130 https://www.elsigma.com/autor/sara-vassallo/1711 https://www.elsigma.com/consulta-autor.php?id=1711 https://www.elsigma.com/ https://www.elsigma.com/instituciones/escuela-de-psicoanalisis-del-borda/77https://www.elsigma.com/instituciones/centro-dos/8 https://www.elsigma.com/instituciones/rds-brokers-noble-compania-de-seguros/133 https://www.elsigma.com/instituciones/institucion-fernando-ulloa/130 https://www.instagram.com/elsigmapsi https://www.facebook.com/pages/ElSigma/144319462350482 https://www.youtube.com/channel/UC0j6Y989LcwwFQo9V7uMP_Q https://www.elsigma.com/quienes-somos https://www.elsigma.com/clasificados https://www.elsigma.com/pautas-de-publicacion https://www.elsigma.com/programas-de-publicidad https://www.elsigma.com/contacto https://twitter.com/intent/tweet?original_referer=https%3A%2F%2Fwww.elsigma.com%2F&ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Ebuttonembed%7Ctwterm%5Eshare%7Ctwgr%5E&text=La%20cuesti%C3%B3n%20de%20la%20analog%C3%ADa%20entre%20el%20goce%20masoquista%20y%20el%20m%C3%A1s%20de%20gozar%20en%20el%20Seminario%20XVI%20%20(D%E2%80%99un%20Autre%20%C3%A0%20l%E2%80%99autre)&url=https%3A%2F%2Fwww.elsigma.com%2Ffilosofia%2Fla-cuestion-de-la-analogia-entre-el-goce-masoquista-y-el-mas-de-gozar-en-el-seminario-xvi-d-un-autre-a-l-autre%2F11488%23.YqZk_xNhB_I.twitter javascript:window.print(); javascript:void() javascript:void() javascript:void(); javascript:void(); https://www.elsigma.com/instituciones/elsigma-sitio-interes/125 https://www.elsigma.com/agenda-de-eventos https://www.elsigma.com/clasificados https://www.elsigma.com/guia-profesionales https://www.elsigma.com/agenda-de-eventos/ciclo-de-conferencias-primer-cuatrimestre-p-actividad-no-arancelada-requiere-inscripcion-previa/5925 https://www.elsigma.com/agenda-de-eventos/ciclo-de-conferencias-primer-cuatrimestre-p-actividad-no-arancelada-requiere-inscripcion-previa/5925 https://www.elsigma.com/agenda-de-eventos/ciclo-de-conferencias-primer-cuatrimestre-p-actividad-no-arancelada-requiere-inscripcion-previa/5925 https://www.elsigma.com/agenda-de-eventos/ciclo-de-conferencias-primer-cuatrimestre-p-actividad-no-arancelada-requiere-inscripcion-previa/5925 https://www.elsigma.com/consulta-actividad.php?id=5925 https://www.elsigma.com/consulta-actividad.php?id=5925 https://www.elsigma.com/agenda-de-eventos/red-solidaria-de-atencion-virtual/5250 https://www.elsigma.com/agenda-de-eventos/red-solidaria-de-atencion-virtual/5250 https://www.elsigma.com/agenda-de-eventos/red-solidaria-de-atencion-virtual/5250 https://www.elsigma.com/consulta-actividad.php?id=5250 https://www.elsigma.com/consulta-actividad.php?id=5250 [los hombres] tuvieran alguna proporción con ella [...] porque es evidente que no se puede formar semejante proyecto sin una presunción o capacidad infinita, como la naturaleza” (Ibid,1107). Pascal llama entonces “desproporción” (Ibid, 1105) la impotencia para medir la proporción entre la capacidad humana y lo infinito de la naturaleza, entre el entre-dos y lo infinito. Esa desproporción, que se presenta inseparablemente ligada al hecho de ser un milieu entre ambos abismos, se enuncia también en el campo de la geometría y la física; pero con otro sentido. A propósito de sus experiencias sobre el vacío, y para contestar a la pregunta de cómo definirlo, Pascal responde el 29 de octubre de 1647 al reverendo padre Noël (director de la Compañía de Jesús) que “hay tanta diferencia entre la nada y el espacio vacío como entre el espacio vacío y el cuerpo material, y que así el espacio vacío ocupa el milieu entre la materia y la nada” (Ibid, 376). En la carta dirigida a Le Pailleur, quien le reprocha contradecir a Noël, Pascal agrega que “[el vacío] no participa ni de uno ni de otro” (Ibid, 381), es decir, ni de la materia ni de la nada. “Difiere de la nada por sus dimensiones, pero su irresistencia e inmovilidad lo distinguen de la materia; hasta tal punto que se mantiene entre estos dos extremos sin confundirse con ninguno de ellos” (Ibid). El vacío no tiene nada que ver, pues, con la nada, ya que, al igual que el milieu (y pese a la desproporción infinita que lo separa del infinito) es algo y no nada. En los escritos morales (Miseria y grandeza, por ejemplo), Pascal utiliza un argumento idéntico, en el plano formal, a propósito de la condición humana, que el operado respecto del vacío. El hombre aparece allí, en efecto, definido como un entre-dos, pero no por eso deja de tener una especificidad que lo distingue de los dos extremos: el infinito y la nada. Medio o entre-dos no es equivalente a nada, aunque Pascal use a veces el término de un modo metafórico, por ejemplo cuando dice al libertino, al final de Infini rien:le Pari, que si renuncia a sus pasiones, se dará cuenta de que arriesga una nada si juega su vida de placeres (Ibid, 1216). De un modo similar, en el texto Sur la conversion du pécheur, escribe que el alma tocada por la gracia se caracteriza porque “empieza a considerar como una nada todo lo que tiene que volver a la nada, el cielo, la tierra, su espíritu, su cuerpo, sus amigos, sus parientes....” (Ibid, 549). La palabra nada deja de designar en estos contextos el abismo en el que se pierde lo infinitamente pequeño para remitir, desde el punto de vista religioso, a un cruce entre la idea de humillarse y la de anonadarse ante lo infinito, como lo prueba un pasaje del manuscrito original de La conversion du pêcheur donde Pascal había tachado humillarse para remplazarlo por anonadarse (hum .... remplazado por anéantir): “El alma [...] entra en la visión de las grandezas de su creador y en humillaciones y adoraciones profundas. Se anonada, en consecuencia y no pudiendo formar de ella misma una idea bastante baja, ni concebir otra lo bastante alta de ese bien soberano, se esfuerza de nuevo por rebajarse hasta los últimos abismos de la nada...” (Ibid, 551). Los textos religiosos desplazan, pues, la nada entendida como “nada de número” en El espíritu geométrico, hacia el entre-dos entendido como una nada humana que contempla con horror la naturaleza infinita: “¡Cuántos reinos nos ignoran! El silencio de esos espacios infinitos me espanta” (Ibid, 1113). Pero la estructura basada en tres términos se mantiene pese al cambio de la terminología. Así, cuando Pascal polemiza, en El espíritu geométrico, con los que comparan la relación entre la unidad y los números con la que hay entre los indivisibles y la extensión, les opone el cero como indivisible de número: “el cero no pertenece al mismo género que los números porque al ser multiplicado no puede superarlos” (Ibid, 590). Veremos cómo hacer compatible esta afirmación con la frase (que la contradice) del Infini rien: “La unidad sumada al infinito no la aumenta en nada” (frase clave en la que Lacan comprende unidad como cero). Digamos por ahora que la tríada conceptual se mantiene tanto en El espíritu geométrico (nada como límite de lo infinitamente pequeño, infinito como lo infinitamente grande y cero como lo que hace posible pensar la serie infinita) como en los Pensamientos (los dos extremos de lo infinitamente pequeño y lo https://www.elsigma.com/instituciones/rds-brokers-noble-compania-de-seguros/133 https://www.elsigma.com/instituciones/letra-viva-imago-agenda/135 https://www.elsigma.com/instituciones/clasificados-elsigma/136 https://www.elsigma.com/instituciones/boletines-de-difusion/102 infinitamente grande, y el entre-dos). El cambio en el uso de los términos, de uno a otro registro, es, por lo tanto, de orden metafórico. El vacío en física como milieu entre dos instancias en las que no participa de ningún modo, resuena por ejemplo, sin querer decir lo mismo, en la idea de la condición humana como entre-dos en Miseria y grandeza: “No es una prueba de grandeza situarse en un extremo sino más bien tocar los dos a la vez, llenando todo el entre-dos” (Ibid, 1169). Entre los dos extremos, incomprensibles para la razón, la condición humana está en el medio y a la vez separada “infinitamente” de ellos. Desde el punto de vista de lo que Lacan llamaría sentido (y no es inoportuno recordar aquí que para Lacan “todo sentido es religioso”), no es posible superponer el vacío en la física y el milieu de la condición humana. Sin embargo, aunque el vacío no recubra la nada del pecadorde los Pensamientos, un punto común los vincula, esto es, la “distancia infinita” entre el milieu y los dos extremos. Si abordamos, por ejemplo, los textos abarcados por el título “Aburrimiento” (en la sección de los Pensamientos), leemos la siguiente descripción de la “miseria” humana: “Nada es tan insoportable para el hombre como estar en pleno reposo, sin pasiones, sin asuntos, sin diversión, sin aplicación. Siente entonces su nada, su abandono, su insuficiencia, su dependencia, su impotencia, su vacío. Rápidamente brotarán del fondo de su alma el aburrimiento, la negrura, la tristeza, la aflicción, el despecho, la desesperación” (Ibid, 1138). Este fragmento se engarza con muchos otros donde Pascal establece una relación de desproporción entre el objeto que se persigue (en la ambición, el amor, la vanidad, la estima) y el vacío sobre el que se recorta ese objeto. Hasta el punto de que éste aparece esencialmente como un mero relleno del vacío: “Corremos así, despreocupados hacia el precipicio después de haber puesto alguna cosa delante de nosotros que nos impide verlo” (Ibid, 1148). Una vez establecido el estatuto de relleno del objeto para protegerse del precipicio (o sea, de la muerte), toda la argumentación sobre la condición humana gira en torno a la idea de que no se puede establecer ninguna proporción mensurable entre lo que causa el deseo del objeto y el precipicio que ese objeto oculta: “La menor cosa, una bola de billar o una pelota detrás de la cual correr, bastan para divertirlo [al hombre]” (Ibid, 1142). En virtud de esa desproporción, “reímos y lloramos por la misma cosa”. El conocido comentario sobre la nariz de Cleopatra se inscribe en la misma idea: “Si hubiera sido más corta, la entera faz del mundo habría cambiado”. Otro fragmento nos aclara su significado: “Quien quiera conocer a fondo la vanidad del hombre no tiene más que considerar las causas y efectos del amor. La causa es un no sé qué (Corneille) y los efectos son temibles. Porque ese no sé qué, tan poca cosa que apenas se puede reconocer, mueve toda la tierra, a los príncipes y ejércitos, al mundo entero” (Ibid, 1133). Se puede detectar así la analogía entre el abismo que separa la causa (el no sé qué) del deseo y sus efectos, y el hecho de que no se pueda “fijar” en el infinito del universo, como lo habíamos indicado más arriba, el punto imperceptible que somos entre dos extremos incognoscibles (hasta el punto de que otro fragmento propone concebir a Dios como un punto que se mueve a una velocidad infinita llenando todo el espacio, hipótesis físicamente imposible). Pero sería interpretar mal el pensamiento de Pascal si se asimilara el fragmento sobre la nariz de Cleopatra y otros similares, a una mera incriminación de la vanidad humana. Múltiples fragmentos nos obligan a considerar, muy por el contrario, que ese objeto que hace a la vanidad (y que disimula el “precipicio” final) es absolutamente necesario e inherente al psiquismo. La nariz de Cleopatra desempeña la misma función que la bola en el billar o la liebre en la caza: “Esa liebre no nos podría garantizar la vista de la muerte ni de las miserias, sino que es la caza (que nos desvía de ella) la que nos la garantiza” (Ibid, 1140). Ocurre con la caza, parece decir, lo que ocurre con la serie de los números enteros, o sea, ambos vehiculan un infinito. Así como se necesita el número entero (como uno) para constituir la serie infinita, así también el deseo (que es infinito) necesita un objeto: “[...] los filósofos [que] creen que la gente es poco razonable en pasarse todo el día corriendo atrás de una liebre [...], conocen apenas nuestra naturaleza” (Ibid). ¿Cuál es esa naturaleza? Para Pascal, ésta incluye forzosamente la “diversión” [divertissement], la cual resulta indispensable, estructuralmente, para rellenar el “vacío” (el cual resurge aún cuando se satisface la diversión). Pascal no habla como un devoto resentido; al contrario, es necesario un objeto, dice, para no caer en un “abismo infinito”. (adoptará por eso la solución cristiana, que supone llenar ese abismo infinito con un “objeto infinito”, o sea, Dios). El deseo, hecho de vacío, exige por definición un objeto (de la vanidad, del amor propio, del poder, etc.) que lo llene. Aún más, para Pascal los objetos de la vanidad no son “falsos”, como lo afirma su teoría de la imaginación; mejor dicho, no son ni verdaderos ni falsos. Se aparta, en este punto, de los escépticos (Montaigne) e incluso de San Agustín, quienes se limitan a anatematizar la vanidad de los deseos humanos con el pretexto de que dependen de objetos efímeros: “San Agustín vió que uno trabaja para lo incierto pero no vió la regla de las partidas, que muestra que uno lo debe [trabajar para lo incierto]” (Ibid, 1166). La regla de las partidas obliga a comprometerse con lo incierto. Anticipándonos a su lógica paradójica, diremos que estamos atrapados en el espacio de absoluta relatividad entre el objeto y el vacío de todo objeto. Pascal no se limita a lamentarse santurronamente por la vanidad de las pasiones sino que afirma, impregnado por el angustioso descubrimiento de la infinidad del universo abierta por Galileo y Giordano Bruno, que el objeto del deseo humano, no por carecer de mensurabilidad respecto de su causa, deja de ser necesario. Lo que ocurre es que el deseo es infinito y nada, en el objeto mismo, lo causa de un modo mensurable. La cuestión aparecerá implícitamente en el “pari” que, para exorcizar el azar donde todo objeto se vuelve relativo a otro, hace anonadarse lo finito ante lo infinito, haciendo caso omiso de lo medible (Lacan toca este punto en D’un Autre à l’autre cuando dice: “Se apuesta el objeto a en el juego con, del lado opuesto [subrayado por mí] la idea de medida”, p. 178). Cuando se juega, se juega una unidad finita intercambiable por otra que se ganará o perderá. Pero precisamente, si Pascal propone la situación disparatada de un jugador que apuesta a perder su única vida en aras de un infinito improbable, introduce en el juego un elemento de desproporción. Este elemento le es dictado por el hecho de que la razón humana no puede acceder al extremo de las dos series infinitas, es ella misma un elemento finito. El milieu remite a la impotencia de la razón. La falta de proporción entre el no sé qué que causa del deseo (el centímetro de más o de menos en la nariz de Cleopatra) y su efecto, se refracta en todos los campos: la ciencia, la política, la moral, la religión. Ningún punto puede “fijar” (el término es de Pascal) lo que dista entre la causa y el efecto. La sinonimia entre “desproporción” e “incapacidad” en Miseria y grandeza es significativa a este respecto. En el aburrimiento (el cual, como lo nota Jean Mesnard, designa en los textos de Pascal y Montaigne, lo que la filosofía existencial llamaría luego angustia), se hace manifiesto de un modo particularmente agudo la “incapacidad” de medir la relación [rapport] entre el bien u objeto perseguido y lo infinito de la serie en que se inscribe. ¿Porqué preferir un finito y no otro dentro de la serie infinita que los hace irrisoriamente iguales? La base del argumento es la misma: nada, en el objeto mismo, hace inclinar por uno en detrimento de otro. La consecuencia moral es que “la búsqueda de un bien no deja nunca de llevar al mal contrario” ¿Cómo se mide el paso del vicio a la virtud, y al revés? El vicio lleva a extremos, la virtud también, los excesos de uno se parecen extrañamente a los excesos de la otra: “Cuando uno quiere perseguir las virtudes hasta los extremos de un lado y otro, se presentan vicios que se insinúan insensiblemente en ellas, en sus rutas insensibles, por el lado del pequeño infinito, y se presentan vicios en masa por el lado del gran infinito, de tal modo que uno se pierde en los vicios y no ve ya las virtudes” (Ibid, 1169). El mismo ir y venir entre los dos extremos se produce entre el deseo y su objeto: “El hombre es tan desgraciado que se aburriría aún cuando no tuviera causas para aburrirse” (Ibid, 1142). “¿Qué es el yo?”, insistePascal. “Un hombre que se pone a la ventana para ver a los pasantes, si yo paso por allí, ¿puedo decir que se puso ahí para verme? No, porque no piensa en mí en particular. El que ama a alguien a causa de su belleza, ¿lo ama? No, porque la viruela, que matará la belleza sin matar a la persona, hará que él deje de amarla” (Ibid, 1165). No se ama a nadie por sí mismo, solo se aman cualidades. El Yo no existe, concluye. En pintura, “un cuadro [no se aprecia] desde demasiado lejos o demasiado cerca: solo un punto indivisible constituye el verdadero lugar” [...], en cambio “en la verdad y la moral, ¿quién lo podría asignar?” (Ibid, 1112). El punto se sustrae. Nota lo mismo al abordar la imaginación: “[La imaginación] sería una regla infalible de verdad si fuera también una regla infalible de mentira. Pero como es falsa la mayoría de las veces, no da ningún signo de su cualidad, marcando con el mismo rasgo lo verdadero y lo falso” [subrayado por mí] (Ibid, 1116). Interfiere con la razón pero en el fondo la guía: “Hace creer, dudar y negar la razón”. La imaginación coexiste, pues, con la razón, embrollándola hasta el punto de que es imposible establecer una primacía de la primera sobre la segunda o a la inversa. Pascal la sitúa, por el contrario, en un entrevero indisoluble de una con otra. La razón debería contener una referencia que nos permitiera distinguir lo real y lo imaginario, pero esa referencia se nos escapa. Por la misma razón, no nos es posible encontrar el punto para medir lo justo en la justicia. Como en el “nudo” (así lo llama Pascal) entre lo imaginario y la razón, un nudo ata la fuerza y la justicia. ¿Qué hay que aconsejar al pueblo, la libertad o el miedo a las leyes? Las leyes se vuelven incuestionables, adquieren una fuerza social, por la costumbre. Pero la costumbre no debe ser despreciada, como lo hace Montaigne, nota Pascal, ya que es el efecto de la fuerza cobrada por las leyes. La argumentación de Pascal, considerada por muchos como conservadora, dice que para obtener la paz, hay que imponer normas por la fuerza, la cual resulta ser la única condición de la paz. Como es imposible determinar el punto justo de la justicia, “ésta resulta siempre cuestionable”. Se ve el relieve inesperado que cobra el “sustraerse” del punto en el campo político, ya que solo lo arbitrario de la fuerza puede establecer una proporción interna a la justicia (que la justicia no contiene). Se puso la justicia “entre las manos de la fuerza y así, se llama justo lo que uno está obligado a observar” (Ibid, 1160). Así, lo infinito de la desproporción no tiene más remedio que disimularse detrás de la apariencia de proporción, como lo dice la frase siguiente, característica del estilo de Pascal: “Es justo que lo que es justo sea seguido, es necesario que lo más fuerte sea seguido. La justicia sin la fuerza es impotente; la fuerza sin la justicia es tiránica” (Ibid). La misma lógica opera en la relación entre la bestia y el ángel, el vicio y la virtud (Miseria y grandeza). Como la justicia y la fuerza, el vicio y la virtud no son contrarios en el sentido dialéctico de la palabra. Un tercer término, del orden de lo real (en el sentido de Lacan), los mantiene anudados y separados al mismo tiempo. El ni... ni en la frase “el hombre no es ni ángel ni bestia” (Ibid, 1170), no significa que el ser humano sea una mezcla de dos sustancias que podrían prevalecer una sobre otra en medidas cuantificables, sino un “nudo” imposible de deshacer, un “monstruo incomprensible”, un real, en suma (Pascal utiliza el término “nudo” en el título de los Pensamientos inmediatamente anterior al Infini rien). Pascal no se limita, pues, como Kant en las antinomias, a suspender la contradicción. Llega incluso en ciertos casos, como lo observa en nota Chevalier, a afirmar la tesis (aún cuando ésta no tenga garantías de verdad) en contra de la antítesis. Desautorizando una supuesta porporción (en este caso entre la justicia y la fuerza), dada tanto por el sentido común como por la razón, introduce una desproporción que va a entrometer en el par considerado, un inconmensurable. Esa argumentación se cumple a través de un proceso significante que no es otro que el que actúa en el “pari”. Cuando establece en la apuesta que es tan imposible probar que Dios existe como que no existe, la misma anulación de los contrarios, regida por un ni .. ni, había sido aplicada en el campo de la geometría. El texto titulado De l’esprit géométrique et de l’art de persuader, de 1658, nos lo muestra con especial claridad. Es imposible negar, dice, que el espacio, el tiempo y el número puedan ser aumentados o disminuidos si se les agrega o sustrae una unidad: “Por pequeño que sea un número, se podrá concebir uno menor, siempre hasta el infinito, sin llegar al cero o la nada” (Ibid, 584). El número, el tiempo y el espacio “se mantienen todos, dice, entre la nada y el infinito, estando siempre infinitamente alejados de los dos extremos” (Ibid). Es imposible llegar a una “nada de duración”, o a una “nada de tiempo” o a una “nada de número”. Sin embargo, “nada es tan evidente como esto: un número puede aumentar o dividirse por la mitad, y ésta por la mitad y así indefinidamente...” (Ibid). Aunque haya gente que se niegue a aceptarlo (como su contemporáneo Méré), esas nadas existen, aunque no podamos concebirlas. Es este punto el que nos interesa, ya que Pascal afirma que lo que es inconcebible para nosotros, no por ello deja de existir. El término infinitamente parece designar ese inconcebible en la frase: “Se sostienen todos entre la nada y el infinito [...] infinitamente alejados de ambos extremos”. La evidencia de la posibilidad de aumentar o dividir al infinito la serie de los números enteros coexiste con la impotencia para concebir lo infinitamente pequeño (el cero) o lo infinitamente grande (el infinito). Sin embargo esa evidencia, afirma Pascal, fundamenta la geometría: “Esas verdades no pueden demostrarse y sin embargo son los fundamentos de la geometría” (Ibid, 584). Subyace al texto sobre el espíritu geométrico, pues, una lógica de la que podríamos decir, en lenguaje lacaniano, que opera con lo real. Esa lógica va a regir toda la Apología del cristianismo, condensada en el siguiente pasaje del Espíritu geométrico... (que anticipa uno de los capítulos más importantes de la Apología, referido a la inutilidad de las pruebas para creer): “Los hombres toman como verdaderas las cosas cuyo contrario les parece falso. Cada vez que una proposición parece inconcebible [se refiere a la existencia del cero], hay que suspender el juicio, sin negarla guiándose por esa marca [ne pas la nier à cette marque] sino examinar su contrario; y si se lo juzga falso, entonces se puede atrevidamente afirmar la primera [proposición], por incomprensible que sea” (L’esprit géométrique..., 586). Afirmar que es imposible tocar con el pensamiento “una nada de duración, de extensión o de número”, es afirmar un real en geometría. Ese real no puede encarnarse en algo, como por ejemplo el átomo indivisible de Demócrito (resuscitado por sus contemporáneos), que no es para Pascal más que un recurso imaginario para representarse de algún modo el límite entre lo lleno y lo vacío, lo finito y lo infinito, o para neutralizar la movilidad del milieu (punto de angustia de Pascal), disfrazando así la impotencia de la razón. Lo real, pues, como el Dios a cuya existencia apuesta el jugador de Pascal, no por no poder ser concebido deja de existir. No tiene sentido probar su existencia sino que al revés, “lo que hace que [los fundamentos de la geometría] sean incapaces de demostración no es su oscuridad, sino su extrema evidencia: esa falta de prueba no es un defecto sino más bien una perfección” [subrayado por mí] (Ibid, 584). Se comprende así que Lacan diga en “El Objeto del Psicoanálisis” (febrero de 1966) que la apuesta de Pascal no pone en juego dos contrarios (si Dios existe o no) sino que lo que se juega en ella es la barra misma que separa Dios existe/Dios no existe, o sea, es lo incomprensiblelo que posibilita lo comprensible. Nuestra “capacidad” no es un criterio de verdad, repite Pascal. Sin embargo, reitera, aunque no pueda medir esa distancia infinita que lo aleja de los dos extremos, el hombre “conoce” que no puede medirla. De ahí su “grandeza”. El hombre es un “entre-dos” entre los extremos, una incapacidad/capacidad. Es la conclusión final de Miseria y grandeza. Ya en El espíritu de geometría, anticipando el desliz desde la ciencia a la religión, sugería: “Esas dos maravillosas infinidades [....], en vez de concebirlas, hay que admirarlas” (p.590). Según Henri Gouhier, es la primera vez que Pascal opera el pasaje del campo de la ciencia al campo humano (Conversion et apologétique chez Pascal). Los que acepten esto, dice Pascal, “aprenderán, por medio de esta consideración maravillosa, a conocerse a sí mismos, mirándose situados entre una infinidad y una nada de extensión, entre una infinidad y una nada de número, entre una infinidad y una nada de tiempo” (Ibid, 591). El milieu (o entre-dos) sale del plano de la observación de la naturaleza para convertirse, por metáfora, en valor moral, base de la sabiduría. Insistamos en que esa sabiduría nada tiene que ver con un justo medio: en virtud de su lógica aporética, Pascal llama sabiduría al resultado paradójico de asumir como sabia la locura propuesta por el cristianismo, tal como la resume la fórmula de San Pablo: “Lo que es locura de Dios es más sabio que la sabiduría de los hombres, y lo que es debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza de los hombres” (Epístola a los Corintios, 1- 25). Este pasaje, constantemente retomado, marca el modelo de las múltiples argumentaciones sobre la creencia, las pruebas, los milagros y los misterios. Por ejemplo: “¿Quién reprochará a los cristianos no poder dar razón de su creencia, ellos que profesan una religión de la que no pueden dar razón?” (Infini rien, Ibid,, 1213). Vuelve así, en el campo de las verdades de la religión cristiana, la argumentación del geómetra: “La religión [cristiana] no necesita pruebas”, dirá en la Apología del cristianismo, así como no necesitan pruebas ciertas verdades geométricas, las cuales se imponen por sí mismas, en su incomprensibilidad misma. ¿Se puede probar lo real? La prueba por el absurdo de las verdades de la religión cristiana Nos preguntaremos ahora cómo se conjugan los tres términos (un punto movible entre dos infinitos) de esta lógica que, articulándose no siempre con las mismas palabras según los contextos, sostienen un puente entre la verdad de la ciencia y la verdad de la moral y la religión. Para empezar, el entre-dos es impotente para revocar los contrarios, como lo haría la dialéctica de Hegel, ya que es un “producto” finito. A diferencia del infinito hegeliano, que pretende resolver la contradicción para continuar creando otra, asegurando así una continuidad ontológico/racional, para Pascal los finitos de la serie, y por ende el ser humano como finito, resultan separados por una distancia infinita de los dos abismos. La razón, impotente, solo puede decir: “conozco que no puedo acceder a los dos infinitos”. El entre-dos está sometido a un real. Se podría destacar en este punto la afinidad del entre-dos de Pascal con el objeto a de Lacan. El entre-dos satisface las condiciones del objeto a como caído del Otro en la medida en que el “monstruo incomprensible”, al ser el producto de una desproporción imposible de medir entre dos términos (miseria y grandeza), no puede conocerse sino como intersección entre dos infinitos que se le imponen como reales y que no puede dominar con la razón (es la razón por la cual el entre-dos no aspira a conocerse sino a ser salvado). El único saber que tiene el monstruo incomprensible de sí mismo es “conocer” que su razón es impotente para medir su lugar entre los dos términos entre los cuales surge. Pascal reitera que en eso reside su “grandeza”, o sea, saber que es un entre-dos: “Es miserable conocerse miserable pero es grande conocer que se es miserable” (Ibid, 1156). Ahora bien, lo que caracteriza a Pascal es que, en vez de ponerla entre paréntesis, hará operar la mentada desproporción en lo real. Vimos que su intromisión en la serie infinita de unidades finitas tiene consecuencias considerables (o sea, reales), en la política, en el amor, en el ovillo imposible de desanudar entre el vicio y la virtud, la justicia y la fuerza, la imaginación y la razón. Así como éstas se enredan en un nudo donde es imposible encontrar un punto de referencia que los distinga, así también en Las Provinciales, Pascal demuestra, contra los jesuitas y siguiendo a pie juntillas a San Agustín, que las luces naturales no bastan para salir del nudo donde se ligan, sin poder desatarse, los dos términos que componen el “monstruo incomprensible”. Contra casuistas y molinistas, que sostienen que se puede cumplir con los preceptos divinos con ayuda de la razón (gracia suficiente), Pascal mantiene que solo una gracia eficaz, infinita y sin proporción alguna con las luces naturales, puede salvar al pecador, entreverado entre la grandeza y la miseria, la vanidad y la sumisión. El nudo grandeza/miseria, núcleo incomprensible del monstruo humano, solo puede desanudarse por el milagro incomprensible de la gracia divina. Solo otro incomprensible puede desanudar lo incomprensible. En los fragmentos que preceden inmediatamente al Infini rien, Pascal había comparado el pecado con un “punto incomprensible” que la razón no puede detectar. Transcribo el fragmento, cuyo esqueleto lógico se reproducirá en Infini rien: “El pecado original es locura para los hombres, pero lo damos como tal. Usted no puede por lo tanto reprocharme la ausencia de razón en esta doctrina, ya que la doy como exenta de razón. Pero esta locura es más sabia que toda la sabiduría de los hombres, sapientus est hominibus. Porque sin eso, ¿qué se dirá que es el hombre? Todo su estado depende de ese punto incomprensible. ¿Y cómo podría haberse dado cuenta de ello por la razón, ya que es algo en contra de la razón, y su razón, lejos de inventarlo por sus propias vías, se aleja de él cuando se le presenta delante?” (Ibid, 1211-1212). Este pasaje se calca sobre el fragmento de la epístola a los Corintios de San Pablo, que cito de nuevo: “Lo que es locura de Dios es más sabio que la sabiduría de los hombres, y lo que es debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza de los hombres”. Sin entrar en la cuestión de si las epístolas paulinas encierran una lógica precisa (del orden de lo inconsciente), y dejando de lado el sentido religioso en Pascal, la frase marca un giro donde se reconoce la operatividad del tercer término que interviene en los otros dos. Reduciéndolo a lo mínimo, se lo podría transcribir así: 1) los hombres consideran sabias sus leyes 2) pero ignoran que no saben nada de esas leyes: por lo tanto, lo que consideran sabio no es sabio sino loco 3) La verdadera sabiduría es la locura divina. Así, la sabiduría (1) y la locura (2) entran en una especie de torbellino (girando en torno a un punto que no se puede fijar), de donde salen inexplicablemente desplazadas hacia un nuevo registro de locura- sabiduría, registro que no deja de asumir los dos anteriores como existentes pero que, por efecto del torbellino, escapa a toda prueba racional. Al destacar diferentes tipos de oposición o “contrariedades” (el término es de Pascal), Mesnard los clasifica en tres tipos. Dejaremos de lado la establecida entre “figura” y “verdad” aplicada a la exégesis de las Escrituras, para abocarnos a las dos restantes. Mesnard define la primera como la afirmación simultánea de los contrarios, de donde se deduce un medio entre dos infinitos. Se inscribiría en este tipo de oposición la ya comentada entre vicio y virtud, fuerza y justicia, bestia y ángel. El segundo tipo de oposición aparece, según Mesnard, cuando Pascal opone dos contrarios donde la verdad del uno se opone al error del otro o a la inversa, pero de tal modo que el primer término termina incluyendo a los dos contrarios que chocabanen el primer caso (sería el caso, aunque Mesnard no lo diga, de los pares locura/sabiduría y del Dios existe/Dios no existe del “pari”). Mesnard distingue los dos tipos de oposición sin señalar, sin embargo, que el primer tipo se mezcla siempre con el segundo, ya que la vuelta de lo incomprensible para iluminar lo comprensible, efectuada por el segundo tipo de oposición, caracteriza los enunciados claves de Pascal. Veamos por ejemplo el referido al pecado: nada choca tanto nuestra razón, escribe Pascal, como la doctrina de la transmisión del pecado original: “¿Qué puede haber más contrario a nuestra miserable justicia que condenar a un niño incapaz de voluntad por un pecado adonde no pudo tener parte? [....] y sin embargo, sin este misterio, el más incomprensible de todos, somos incomprensibles para nosotros mismos. El nudo de nuestra condición extrae sus repliegues y rodeos de ese abismo; de tal manera que el hombre es más inconcebible sin ese misterio que lo que puede tener de inconcebible ese misterio para el hombre” (Ibid,1208). Este enunciado resume los tres pasos que queremos destacar: 1) la teoría (agustiniana) de la transmisión del pecado de Adán cometido “hace seis mil años” parece contraria a la razón 2) No es cierto que podamos conocer el bien y el mal por nuestra razón. 3) No porque parezca contraria a la razón, hay que oponer a 1) su contrario 2) (se reitera aquí el método expuesto en El espíritu geométrico respecto del infinito, donde decía: “No hay que negarlo por esa marca”, o sea, por el hecho de que sea considerado como contrario a la razón; véase supra). El término elegido pese a su carácter absurdo, o sea, el pecado es y se transmite, diluye lo que se planteaba como una contradicción aparente entre lo verdadero y lo falso. La contradicción entre los dos términos el pecado original es/el pecado original no es, es sustituida por el primero: el pecado original es. La sustitución no es simple sino que supone (y basta para ello leer los sutilísmos escritos sobre la gracia de Pascal) ahondar indefinidamente en la contradicción misma. El enunciado el pecado original es no es igual al mismo enunciado en el primer término de la contradicción, sino que lo contiene junto con el segundo. El “real” (en el sentido de Lacan) que habitaba ya en la contradicción vuelve y la invalida, eligiendo en una segunda vuelta el término que va aparentemente en contra de la razón. Lo incomprensible no se comprende ni es reducido por lo comprensible sino que es el retorno de lo incomprensible lo que posibilita un acceso a lo comprensible. En resumen, el ateo que afirma que el pecado es locura actúa como si dominara con las luces naturales la contradicción entre vicio y virtud, sin ver que esa contradicción gira en torno a un punto incomprensible por no poder ser fijado. No es por razones de moral práctica que Pascal somete a crítica el valor de la razón, sino dominado por la idea de la desporporción entre lo finito y los dos extremos infinitos. De ahí la réplica dirigida al adversario: aún cuando la doctrina sea incomprensible, hay que decidirse por ella reafirmando la tesis inicial, esto es, repetir de algún modo la tesis del libertino: el pecado es locura. Observemos que, si lo tomamos como un significante, el término locura cambia de sentido al reiterarse por segunda vez, ya que lo que es locura para los hombres es razonable para Dios. Lo infinito irrumpe en lo finito. La tesis del creyente no altera la del escéptico transformándola en una tesis racional sino inoculándole la desproporción infinita. La tesis inicial se ha vuelto comprensible no porque la razón la haya dominado con un argumento sino introduciendo en ella un elemento inaccesible a la razón. Se ha producido, así, un desplazamiento del término locura entre el enunciado del libertino el pecado es locura hasta el enunciado del creyente: acepto que el pecado es locura. ¿Qué ha cambiado de uno a otro? La transformación propia del argumento apagógico, donde la tesis se afirma contra la antítesis como resultado de haber operado una doble negación, podría tal vez invocarse aquí como la lógica que opera en la argumentación de Pascal. No me detendré en las bellas páginas que ha dedicado Alain Badiou a ese argumento (sin alusión alguna a Pascal) en la Meditación 24 del Ser y el Acontecimiento (véase sobre todo pp. 278-279 de la versión francesa). Pero si se lee la teoría de la intervención de Badiou a la luz del credo quia absurdum (a condición de considerar la doble negación encerrada en él), se reconoce en ella el acto de asumir lo “incomprensible” en contra de lo comprensible, que acabamos de ver en Pascal. El argumento apagógico mantiene una mayor afinidad con el campo de la teología moral, que la interpretación lacaniana. En ésta, la lógica de Pascal se vería absorbida en el razonamiento matemático según el cual “el resultado de la suma solo puede figurarse con el signo que designa uno de los términos sumados” (D’un Autre à l’autre, 144), o sea, que cualquier número multiplicado por cero da por resultado el número. Forzando un poco, su aplicación al contexto del pecado se resumiría así: si agregamos la sabiduría humana que considera locura la sabiduría divina, a la sabiduría divina, o el cero al infinito, la sabiduría humana no “aumenta en nada” la locura divina. El resultado es que la sabiduría humana se diluye en la sabiduría/locura divina, por la intromisión de un elemento loco (infinito). Desde el punto de vista religioso, quedaría como resto un sujeto cristiano sometido a lo real de la locura divina. Lo cierto es que queda siempre en pie la posibilidad, en los textos de Pascal, de aunar los registros matemático y religioso, lo cual se ilustra por ejemplo en este pasaje (inserto en La place de l’homme dans la nature): “Limitados en toda clase de cosas, ese estado que se mantiene en el medio entre dos extremos se encuentra en todos los niveles en nosotros. Nuestros sentidos no perciben nada extremo, demasiado ruido nos ensordece, demasiada luz nos deslumbra, un exceso de distancia o de cercanía incomoda la vista, un discurso demasiado largo o demasiado breve se torna oscuro, demasiada verdad nos sorprende (conozco incluso a algunos que no pueden comprender que si se resta cuatro de cero, se obtiene cero) [subrayado por mí] [....] por fin, las cosas extremas se nos escapan, o nosotros a ellas [...] Somos tan incapaces de saber con certeza como de ignorar absolutamente [...] Es ése el estado que nos es natural, y sin embargo el más contrario a nuestras inclinaciones....” (Ibid, 1108-1109). Este pasaje lo dice todo: el cero (tímidamente inserto en un paréntesis) es el a que articula la desproporción introducida por los dos infinitos. Un examen pormenorizado de los textos sobre el pecado probaría que la función de éste no le es, al fin y al cabo, ajena. El pecado, en Pascal, divide lo finito y lo infinito impidiendo el acceso al monstruo humano (incomprensible por no poder reducirse a un Uno). Al asimilar el cero de Pascal a su propio a, Lacan evita dar a la función puramente matemática del cero la función de operador de la finitud en el plano humano y religioso, como lo hace, en cambio, Pascal: “Vogamos en un mundo vasto, siempre inciertos y flotantes, empujados de un extremo al otro [..] todo término donde creemos apegarnos tiembla y nos abandona” (Ibid, 1109), aunando en una sola afirmación una verdad humana (la del entre-dos o monstruo incomprensible) y científica (las infinitudes pequeña y grande entre las cuales flotamos como un término finito entre otros). Si utilizamos la función puramente matemática del cero y la aplicamos, una vez más a lo expuesto más arriba, tendríamos lo siguiente: la aparente contradicción el pecado original es/el pecado original no es, multiplicada por el pecado original es (en función de cero) sigue siendo el pecado original es/el pecado original no es, donde se elige el primer término de la contradicción, modificado por cierto por la intromisión de la idea de infinito que destruye la contradicción. Sededuce de ello que el pecado, para Pascal, estaría en el lugar de eso que nos impide encontrar la medida que nos separa de lo infinito. La transformación interna por la cual un mismo enunciado o una misma palabra cambian de sentido, Pascal ha empezado a aplicarla en los fragmentos dispersos que debían componer su lectura del Antiguo y Nuevo Testamento en la Apología. Se desarrollan ampliamente, en cambio, en la finísima interpretación de los textos del Concilio de Trento en los Escritos sobre la gracia. No es extrapolar decir que lo inexplicable de esa transformación, propia del significante, presenta una afinidad con el elemento que “se sustrae” en el mecanismo del sueño o el chiste, haciendo que un término (locura, por ejemplo) adquiera otro sentido al ser repetido por segunda vez. El mecanismo de desplazamiento y repetición en el chiste deja ver un proceso similar. Ese traspase invisible de sentido en la repetición, que en el chiste provoca la risa, podría encontrarse en muchos argumentos de Pascal, que no provocan risa pero que dejan al lector (y a los que lo escuchaban, según numerosos testimonios de amigos) en un estado de sideración particular donde lo real que “se sustrae” introduce, más allá de los argumentos racionales y contradicciones habitualmente aceptadas, un proceso milagroso de transposición del sentido. Así por ejemplo en este pasaje sobre los misterios de la religión: “¿Qué razón tienen [los ateos] en decir que no se puede resuscitar? ¿Qué es más difícil, nacer o resuscitar? ¿Que lo que no fué nunca sea, o que lo que fué, sea todavía?” (Ibid, 1182). Un proceso similar se produce en ese punto clave de la Apología que son las pruebas. En el diálogo reiterado con el libertino, se repite el siguiente giro argumentativo: “A) Libertino: Necesito pruebas para creer B) Pascal: Te las doy, las tengo todas C) Libertino: Todo lo que dices es irrebatible, pero estoy hecho de tal modo que no puedo creer D) Pascal: Yo tampoco necesito pruebas para creer, justamente por eso no podré convencerte”. Donde el término pruebas cambia de sentido entre B) y D): para el libertino, la prueba es material, racional o histórica, para Pascal se trata de una prueba por lo real. El argumento se resume en el texto del “pari” en una frase que constituye por sí misma una definición del significante lacaniano: “Es porque [los cristianos] carecen de prueba que no carecen de sentido” (Ibid, 1213) [c’est en manquant de preuve qu’ils ne manquent pas de sens]. Del mismo modo, en un pasaje referido a la dificultad para el creyente de saber si es elegido o no por Dios, Pascal confirma la imposibilidad de racionalizar el pasaje de B) a D), a través de una homonimia de la lengua francesa. Pascal dice sinceramente al escéptico que es imposible comunicar a otro la “inclinación” que Dios imprime en el corazón del que lo ama. En el margen de la hoja del manuscrito original, Pascal juega con la confusión de sentido a la que da lugar la homonimia: “[Dios] penche le cœur de celui qu’il aime/celui qui l’aime” el corazón de ése que él [el creyente] ama/el corazón del que lo ama [o sea, de Dios]. Homonimia que se sitúa en un lugar teórico crucial, el de la simultaneidad del surgimiento del Otro (celui qui l’aime/celui qu’il aime) y del sujeto (celui qui l’aime/celui qu’il aime). El juego significante expresa materialmente el vínculo literal de la alienación en el Otro. Es propio de la gracia, asimismo, introducir una transformación inexplicable donde va implícita la acción de un real (o infinito) que irrumpe en lo finito y a la vez se sustrae. En los textos sobre la miseria/grandeza, Pascal sacaba la conclusión de que “es peligroso hacerle ver demasiado al hombre hasta qué punto es igual que las bestias, sin mostrarle su grandeza. Es todavía más peligroso dejarle ignorar una y otra cosa. Pero muy ventajoso representarle una y otra” (Ibid, 1170). La teoría del milieu llega aquí a su máxima aplicación. Hay que tocar los dos extremos a la vez, decía, para llenar el entre-dos (o sea, el sujeto) el cual, si es fiel a esa lógica, se reconoce afectado por una falla que no puede dominar con su razón: “Incrimino tanto a los que cubren a los hombres de alabanzas como a los que se empeñan en abrumarlos reprochándoles que se divierten; y no puedo aprobar nada más que a los que buscan gimiendo” (Ibid, 1171). Al proponer excluir tanto a uno como a otro, el resultado no es un promedio cuantificado entre dos extremos sino una profundización al infinito del nudo mismo, o sea, del entre-dos: “Si [el hombre] se jacta de sí mismo, lo rebajo; si se rebaja, lo alabo; y lo contradigo siempre hasta que comprenda que es un monstruo incomprensible” (Ibid, 1170). La noción de oposición desaparece, ya que se trata de profundizar lo que anuda los opuestos negándose, voluntariamente, a una salida de tipo racional: “Salir del medio [milieu] es salir de la humanidad” (Ibid). Por eso, para Pascal solo la gracia eficaz puede anular (confirmándola) o confirmar (anulándola) lo que los libertinos, escépticos y muchos cristianos ven como una simple contradicción entre vicio y virtud. Pecado original y gracia se condicionan mutuamente, porque implican la intervención de un infinito. Es en este sentido, y asumiendo lo forzado de la comparación, como puede decirse que el pecado, núcleo del monstruo incomprensible (y correlativamente la gracia eficaz) vienen a ocupar la función del cero, o sea, hacen imposible totalizar, sumando o restando, la suma del vicio y la virtud en un paso simple de 1 a 2 (unidades finitas). Al inocularles un 3 entre el 1 y 2, los términos falsamente contradictorios entran en una nueva relación (incomprensible desde el punto de vista del sentido). Lo prueba el siguiente y enigmático pasaje: “El mal es fácil, hay una infinidad. El bien es casi único. Pero cierto tipo de mal es tan difícil de encontrar como lo que se da en llamar bien, y a menudo, guiados por esa marca, se hace pasar por bien ese mal particular. Es preciso incluso una grandeza extraordinaria de alma para llegar a él, tanto como al bien” (Ibid, 1160). Por oscuro que sea, no se puede negar que su lógica rompe con una presunta proporción entre vicio (mal) y virtud (bien). La gracia eficaz es heterogénea respecto de la gracia suficiente sostenida por casuistas y molinistas, que suma y resta, cuantifica y calcula, perdona de un modo automático (tanto complaciente como cruel) a cambio de la observancia de preceptos, confiada en el poder natural de actuar según el bien. La gracia eficaz, en cambio, introduce, de un modo imprevisible, improbable y esencialmente injusto, la desproporción entre las cantidades finitas. Con ella, el punto “que se sustrae” se vuelve operativo al máximo: “No es solamente para hacer que los hombres practiquen los deberes exteriores de la religiosidad, es por una virtud más alta que la de los fariseos y los sabios del paganismo. La ley y la razón son pruebas suficientes para estos efectos. Pero para desapegar al alma del amor por el mundo, para hacerla morir a lo que más quiere, para hacerla morir a sí misma, para llevarla y apegarla única e invariablemente a Dios, eso solo puede lograrlo una mano todopoderosa” (Quinta Provincial). Pascal concluye, siguiendo a San Agustín, no solo que el pecado es desproporción entre vicio y virtud sino, además, que hay un elemento indiscernible en el hecho de que algunos “se inclinen” al don de la gracia y otros no. La temática del “punto” (originada en la geometría) reaparece en la gracia. La exégesis del Antiguo y Nuevo Testamento le sirve así para articular una lógica que opera con un elemento ajeno a la razón. Puede aplicarse en este punto a Pascal el argumento de Kierkegaard en la Posdata a las migajas filosóficas, cuando reprocha a sus contemporáneos confundir la religión con un saber y, en última instancia, con una opinión. Del mismo modo, Pascal confiesa al escéptico que no podrá convencerlo de volverse creyente con los argumentos que convendrían a un saber objetivo. El “arrodíllate” del “pari” cobra aquí todosu valor: solo un acto puede llevar a la humillación de la razón. La religión no es un saber que abarca a su objeto con un conocimiento transparente. En la época que asiste, según la fórmula de Koyré, al paso irreversible del mundo cerrado al universo infinito, el discurso de Pascal enuncia que tanto el discurso científico como el religioso contienen un agujero (y su solución personal consistió en llenar ese agujero con el mensaje de Cristo). Pero lo distingue de otros cristianos el haber interpretado el mensaje de Cristo mismo de acuerdo a las coordenadas de lo real. El caso es que nos encontramos, en el plano teológico en que se mueve Pascal, con una lógica comparable a la que subyace a la doble operación alienación/separación propuesta por Lacan. El sujeto que resulta de esa operación, “tachado” en el Otro por el significante unario, no puede representarse su división. No poder salir de su división equivale a no poder elegir “libremente” entre S 1 y S 2 (como entre el vicio y la virtud para Pascal, por ejemplo, que no pertenecen al nivel del saber objetivo) sino que tendrá que efectuar una “elección forzada” bajo la marca del S 1. No es forzado, así, poner la apuesta de Pascal bajo la férula de la alienación/separación pensada por Lacan, a condición de tener en cuenta que esa lógica retrotrae la ilusión de la libertad a un momento primitivo que ha anulado ya, por así decir, su libertad en la división operada por la intervención del infinito. La creencia religiosa adquiere otro cariz que el dado por una identificación de tipo idolátrico con un pequeño otro. Hasta el punto de que lo que Pascal reitera en su Apología del cristianismo, en el deslinde del saber científico y la fe, se parece mucho a la definición que diera Lacan de la creencia en el Seminario XI. El hecho de que Lacan aluda a la creencia paranoica no altera su validez en el campo religioso: “En el fondo de la paranoia misma, que nos parece sin embargo enteramente animada por la creencia, domina ese fenómeno de l’Unglauben [no-creer]. No se trata de un ‘no creer en eso’ sino de la ausencia de uno de los términos de la creencia, del término en que se designa la división del sujeto. Si es cierto que no existe una creencia plena y entera, es porque no hay creencia que no suponga en su fondo que la dimensión última que ella ha de revelar es estrictamente correlativa del momento en que su sentido va a devanecerse” (Les quatre concepts de la psychanalyse, Paris, Points-Seuil, 265). Este pasaje rehabilita una vez más, en términos psicoanalíticos, la lógica que hemos querido poner de relieve más arriba. No es que falte uno de los términos de la creencia al nivel de una correspondencia entre significante y significado (Dios existe o no, Cristo es el Mesías o no, etc), la negación no se produce entre dos significantes/significados de un mismo nivel sino en el registro de una negación primordial, la que divide al sujeto mismo devolviéndolo al lugar de donde el significante unario eliminó ya la posibilidad de elegir entre dos significantes como si fueran objetos de saber. El sujeto surge, pues, como resultado de la negación de la negación (a condición de no pensarla en el plano especulativo). Pascal deja de lado como poco importante que haya dos términos entre los cuales elegir (creer o no creer, que Dios exista o no), ya que supone que ambos son imposibles de pensar. Al saltar por encima de esa aparente contradicción (salto que no es del orden de la razón ni de la conciencia), el sujeto se instala en eso que Lacan llama su división. No se accede a la división, como al “punto incomprensible” del pecado, por las vías de la razón. En la teología de Pascal, esa impotencia de la razón exige que se recurra a la gracia, en una zona donde lo que domina, a no dudarlo, son las reglas que el inconsciente impone a un sujeto sometido deliberadamente al Otro. Sara Vassallo saravillam@yahoo.fr BIBLIOGRAFÍA Attié, Jo, «Sur le pourquoi de la primauté du masochisme», Quarto, n° 55. Badiou, Alain, L’Etre et l’événement, Med. 13, 21 y 24, Paris, Seuil, 1994. 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Vassallo Angel, “El cogito en San Agustín y Descartes”, in Retablo de la filosofía Moderna, Buenos Aires, Catálogos, 1994. © elSigma.com - Todos los derechos reservados mailto:saravillam@yahoo.fr http://qr.afip.gob.ar/?qr=R0oEGQD_QcC9DiqRb380mA,, ©2011 - ElSigma.com | Deslinde de responsabilidad INFO@ELSIGMA.COM https://www.elsigma.com/deslinde-de-responsabilidad http://qr.afip.gob.ar/?qr=R0oEGQD_QcC9DiqRb380mA,, mailto:info@elsigma.com
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