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Biologia la Vida en La Tierra-comprimido-756

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724 Capítulo 36 DEFENSAS CONTRA LA ENFERMEDAD
chos celulares por fagocitosis. Dos tipos importantes de leuco-
citos son los macrófagos y los neutrófilos. Ambos viajan por el
torrente sanguíneo, atraviesan las paredes capilares y vigilan
los tejidos corporales. Los macrófagos (literalmente “grandes
devoradores”) y los neutrófilos consumen bacterias y sustan-
cias extrañas que penetran las delicadas membranas mucosas
del cuerpo (FIGURA 36-4). Los macrófagos también actúan
como vigilantes y comen células muertas o en proceso de
muerte, que se producen porque el cuerpo continuamente es-
tá renovando sus tejidos y sufre varios traumas. Si estas célu-
las muertas no son ingeridas, el contenido que se fuga de ellas
podría dañar las células saludables cercanas. Como veremos
más adelante, los macrófagos también desempeñan un papel
crucial en la respuesta inmunitaria al mostrar proteínas de los
patógenos que ingirieron en sus membranas plasmáticas, de
manera que las células del sistema inmunitario puedan iden-
tificar y responder a estos invasores.
Las células asesinas naturales son otra clase de glóbulos
blancos. En general, estas células atacan a las células del pro-
pio cuerpo que se han vuelto cancerosas o que han sido inva-
didas por virus, al reconocerlas por medio de las moléculas
anormales en sus superficies. Las células infectadas por virus
adquieren proteínas virales, y las células cancerosas llevan
consigo moléculas atípicas en sus membranas plasmáticas. En
vez de fagocitar a sus víctimas (como hacen los neutrófilos y
los macrófagos), las células asesinas naturales liberan proteí-
nas que perforan agujeros en la membrana de las células 
infectadas o cancerosas y luego secretan enzimas a través 
de estos agujeros. Perforadas y luego atacadas por las enzi-
mas, estas células no tardan en morir.
La respuesta inflamatoria atrae fagocitos 
al tejido infectado o lesionado
Ya sea que te contagies de gripe por el estornudo de un com-
pañero de clase o que accidentalmente sufras un rasguño (
importante de las defensas del cuerpo internas y no específicas.
La respuesta inflamatoria provoca que los tejidos lesionados se
enrojezcan, se inflamen, se calienten y duelan (inflamación li-
teralmente significa “incendio”). Este mecanismo de defensa
tiene varias funciones: atrae fagocitos al área, promueve la
coagulación de la sangre y provoca dolor que estimula com-
portamientos de protección.
Como se observa en la figura 36-5, las células dañadas por
los patógenos o por un traumatismo inician una respuesta 
inflamatoria. Estas células dañadas liberan sustancias que ha-
cen que las células del tejido conectivo, llamadas mastocitos,
liberen histamina (y otras sustancias químicas) en el área he-
rida. La histamina es una sustancia que hace que las paredes
de los capilares se vuelvan muy permeables y relaja el múscu-
lo liso que rodea a las arteriolas para aumentar el flujo de san-
gre. El mayor volumen de sangre que fluye por los capilares
permeables obliga al líquido a salir hacia los tejidos que ro-
dean la herida. Otros mensajeros químicos liberados por las
células heridas y los mastocitos, así como algunas sustancias
producidas por los microbios mismos, atraen a macrófagos y
neutrófilos hacia la herida. Algunas de las células fagocíticas
salen a través de las paredes capilares e ingieren a las bacte-
rias, las partículas de suciedad y los desechos celulares causa-
dos por la herida (véase la figura 36-4 y 36-5). En el caso de
una herida sucia, se acumula pus, una mezcla espesa de bacte-
rias muertas, residuos de tejidos y glóbulos blancos vivos y
muertos. Los macrófagos liberan citocinas, moléculas proteicas
mensajeras que permiten a las células comunicarse entre sí pa-
ra responder a los organismos patógenos y sustancias extrañas.
Estas citocinas complementan a la histamina en su labor de
hacer porosos a los capilares, atrayendo más leucocitos al área
y ayudándolos a penetrar a través de las paredes capilares.
Los tejidos inflamados y adoloridos en la garganta de una
víctima de gripe y las secreciones fluidas que provocan estor-
nudos, flujo nasal y tos son un resultado directo de la respues-
ta inflamatoria. Además, los capilares porosos y las células
lesionadas liberan sustancias químicas que conducen a la coa-
gulación de la sangre para bloquear los vasos sanguíneos da-
ñados (véase el capítulo 32). La coagulación sella la herida
frente al mundo exterior y evita que entren más microbios.
Por último, las sensaciones de dolor, activadas por la inflama-
ción y las sustancias químicas liberadas por el tejido lesiona-
do alertan a la persona herida (o al animal) para que proteja
el área de cualquier daño ulterior.
La fiebre combate infecciones a gran escala
Si los invasores penetran otras defensas y organizan una in-
fección a gran escala, pueden provocar una fiebre, como ocu-
rre cuando se contrae gripe. Aunque las fiebres intensas
pueden ser peligrosas, e incluso las moderadas suelen ser muy
desagradables, forman parte de las defensas del cuerpo contra
las infecciones. El hipotálamo, que es la parte del cerebro
donde están las células sensoras de temperatura que actúan
como termostato del cuerpo, controla el inicio de la fiebre. En
los humanos el “termostato” está fijado a unos 37°C (98.6°F).
Ciertos macrófagos, al responder a la infección, liberan unas
citocinas llamadas pirógenos endógenos (“productores de
fuego generados internamente”). Estas citocinas viajan por el
torrente sanguíneo al hipotálamo y elevan el punto fijo del
termostato, lo que origina respuestas que elevan la tempera-
tura del cuerpo. Estas respuestas incluyen un mayor metabo-
macrófago
bacterias
FIGURA 36-4 Un macrófago en pleno ataque
Este macrófago (en púrpura) está muy ocupado fagocitando bac-
terias (en verde).

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