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Bajo la dirección de Jacques-AJain Miller CX) «> ,..... - CX) ~ Ñ ::;; O> z IX) !:!? en El amor en las psicosis Cada uno de los casos presentados en este volumen nos enseña algo sobre el amor. pero también sobre ese lazo amoroso tan particular que constituye la transferencia. y Que algunos querrlan ver hoy expulsado de toda psicoterapia en nombre del cientificismo y la terapia on fine. Lacan llegó a decir que el amor era posible en la psicosis. pero se trataba de un amor muerto. ¿Ese carácter mortífero o mortificado esta ligado al hecho de que allí, más que en otra parte. el sujeto sólo se ama a sí mismo, o ama un ideal por el que sustituye la realidad del partenaire? ¿O acaso el sujeto psicótico ama a Otro. tan Otro que no puede encarnarse en un ser viviente sino en una ficción delirante? ¿O será. por último. que el sujeto psicótico no ama sino su delirio, según lo expresado por Freud? El amor en las psicosis nos enseña sobre el amor en general. Los múltiples rasgos que nos sirven para especificar el amor en las psicosis en comparación con un amor ·normal". ¿no se apl ican. de manera inflexible. al amor como tal? Los dieciocho casos presentados aquí por diversos psicoanalistas. que ilustran la diversidad del amor en las psicosis. reciben el análisis y el comentario de otros colegas, conformando as1 una verdadera red de intercambio teónco. Paídós Campo Freudiano l. Maric·Christine Hamon. ¿Por qué la.~ 11111jeres a11u111 a los hnmhrcs? 6. R. Lcfort y L. Lefon. 1aci111ie1110 del Orro 8. Paul Roazc:n. Cú111n trC1bt1jaba Fre1ul 9. Textos 1cunidos por la F11nd:ic1ón del Campn Freudiano. t:I simo111a clinrlar1in 1 O. Henry Rey-Flaud. Elosio de lo mula 11. Tcxros reunidos por la Fundat·ión del Campo Freudiano. La se.n ó11 011(1/irica 12. Jean-Claudc Maleval. Lnforclmi611 dt'I Nnmbre·del -Padrc 1 J. J:icques-Alam Miller. Canfl; "la opi11i611 i/11srrad11 14. Escuela Lacaniana de Psicoanfüsis del Campo Freudiano. Coloquio Jncq11es Lt1m11 2001 15. facques-Alain Miller (comp.). La pareja y el amor. Cn111•crsacio11es Clímcas con 1.-A. Miller 17. Jacques-Alain Millcr y otros. Efectos rerapéuricos rápidos 18. Jacqucs-Al:lin M1ller (dir.), El amor c 11 la psicosis El amor en las psicosis bajo la rurección de J acques-Alain Miller Textos reunidos con la colaboración de Carole Dewambrechies-La Sagna y Jean-Pierre Deffieux " PAIDÓS Bocnot Au~ Borcck>n• México Titulo origin~l ; l.'ammir cfo1L11 t.>.s p.~y,.f¡¡.r.;~ · Ci [;d!titm~ d u. Se-uil, Parl_ Pari~ . 2004 Cubiurt.o: Gn~tavo Mae.ri 1.50.195 coo El amor en las psEoosis / dtrlgloo por Ja<;ques-Atein f!. iPler_- 1" ed. t• ,r·eirnp,. B eoos Aires: Paidó5, :.iooa_ 296 p. : :::i1~ 14 cm-- Traducido ooc . craclo Pons ISBN 97 &95().12-361.&-7 l . Psieo-aMlls.is '- JacQues-AlaJn Mllrer, comtL IL Pons. Horocio, troo_ r ~dición, 2006 1• l"f'llJ'lpl1l!Btór.1, 2·008 R""''lfVi!4o ~ lu; dA!rtdicoc Qu.qq,. riit'LTQoltlll"llln prohlbidu. oi11. ln awmn1-1~1 p. I'~ d~ In• tl~l.OlMtS<klrop•ri¡floJ, laja lil.11 .• Jldoo - -t¡"l«;iliHen b• lc)ft, loo ll:;llfOOlk<Koñ1Mi'D"I r, WL;•I d ...U. l.m por '5UllQ.i,!l<tr OOL'llio " pn>l>L-di:micnlo. ia~llli •:lflll 111 ti!llro¡;rnl" .. , ..i ' r;J.'l-«Jb lt!ll . O .iJl fürmJ.t..iUf1 . CJ dti t{)(fas; la5 edicionEI 1.'.íl i:-asl.elluno, Ecfüori:d l:'aidós SAICF. Ili>Íen~~ -~99, Buo.noi; Ain:!S 1!'-11\ilil: difuslári©>arnapai~.~ 111.11r www .pa[dosar¡¡BnHna.c4.lm-ar Queda hecho el dc¡ió~lto que p~>viene 1 Le 11.723 Impreso ui1 A~nLin:o - Printed in r¡¡e.utina lmprn;;o en C'r, lica ~lPS, Santiªgo dc3 Eswro 338. Lanús, P.n dici{lmbre de 200!1 Tirada : 1000 ejempfa:r-e ' Índice Palabras prcli1ninarcs ..... ...... ...... .. ........... .. ... ...... ............. ... ..... . 9 l. Una versión de b vida sexual sin el falo , por ]acques Borie .... 13 Comentario de Gustavo Dessal ...................................... 21 2. La cauliva, por Carlos Dante García ..................... ............. 25 Comentario de Jean ·Pierrc Deffieux ..................... ........ 37 3. ¿Un amor absoluto?, por Ph1/;ppe di· Georgcs ............. ..... 43 Comentario de Anlonio Di Ciaccia . ......... ............. ....... .. 5 l 4. El amor posible, por Pierre Ebtingcr ............................ .... 55 Comemario de Ricardo Nepomiachi ........ ..................... 70 5. El amor como valdemarización del goce, por Marco Focchi ....... .... ........................................... ........... 75 Comentario de Carole Dew<1mbrechics·La Sagna ..... .... 85 6. Una decepción precoz. por Pierre·Gillcs Guéguen . . ...... .. 89 Comenraaio de Frida Ncmirovsky .. ................. .............. 101 7. Una lógica Jel celibato, por Nicole Guey . ...................... ... 105 Comentario de jesús Santiago .. ....................... ......... ...... 114 Et. AMO K t:.-.: LAS PSICO IS . Una falsa crot0manía homosexual, {Jor Dom in iquc [-Jolvót!t . .. . . . . . .. .. . . . . .. . .. . .. .. . .. ... . . ... . ... ..... .. . ... 119 Comemario de Luda <l 'Angclo .... ................................. 130 9. El amor loco de una madre. por Éric Lmrcnl ................... 1)5 Comenrnrio de Snndra Arrud;1 Grostein ...................... J-44 10. "Escriba Maxime". por Marc l..évy ................................ 149 Comenturio de Leonardo G orostiza ....................... ...... 161 11. "El pensamiento úmco •, por jean-Dr111it·l Motel . ........... 165 Comentario de Luis Ernehl ........................................... 173 12. Vcral , el cancaturista,por Bemard l'orcheret .................... 177 Comentario de Silvia '1Cndlarl ............... ...................... . 187 13. Un hombre con las ideas claras y una vida cstnble, por Mor/a Serra J-'rediani .......... ...... ................. .. . . ... ....... 191 Comentario de Jc-an-Claude Malcval ............... ............. 204 14. El amor a las letras, el amor a las palabras, por Pierre Stréliski , ................ .............. .......... ............ ...... ... 209 Comentario de Ricardo Seldes ........... ....................... .... 225 15. Una mujer pródiga , por Osear Vmtura ............................ 231 Comentario de Dominique Laurent ............................. 247 16. En el agujero del desie1io. por Marcus l1 11dré Vieira ......... 255 Comentario de Esthda Solano-Suarez ......................... . 263 17. Las sorpresas <lcl amor, por Tbierry Vigncron .................. 267 Comentario de Bernardino Horne ............. ... ............... . 278 18. Un amor posible, por Néstor Yellati ........................ ... .. .... 283 Comenrnrio d1: Guy Ilriolc ......... .. ................................. 292 Palabras preliminares* Un poco, mucho, apasionadamente, con locura . El amor linda con la locura. Luego de un siglo de romanticismo, el psicoanáJisis intro · dujo la perspectiva del deseo en la civilización. Sin d psicoanálisis, el deseo no habría llegado a ser uno de los acributos esenci:ilcs del sujeto <le la democracia. Cuando el doctor L'lcan comenzó su carrera de cünico, en la década de 1930, los psicoanalistas se cuestionaban más sobre el amor que sobre el deseo, y en especial sobre esa forma de amor que es la transferencia. Con frecuencia, csra cuestión se exami· nabn en su aspecto técnico: por ejemplo, cómo puede nacer y desarrollarse el amor e.le rra11sfc.:n:ncia en la psicosis y. en ese caso, cómo debe responderle el analista. En su tesis De la psico.ris para11oica en sw relaciones con la perso11alidad, Lacan no partió de esa problemática técnica sino • 1 lan col~hor.ulo en 1~ r<Jf11,.ie1ón de este volumen. R1!!0 lk 0.'11ol1, Gmc\'ic\-c Bouqmcr, DNmniqm: j uJOmet. l·r-Jn~iM: Ko,•uchc. Cothcnnc Licnc·Paulc. tcph~mc Mc>rd , Guilainc l':tm"lt.1, MJric ·F1~mcc Piirnoo, S1éphunic Péraud-Pui65ésur, 0 11111a11c ir"'t; vLrsSccxi<>nl'l> y AntcnasClinic;istk A1~ Mu11Cilk. 1\ n¡;cn. IY.11cclon~.Bdo l lori.wn11:, llorc.lcuux, Brusd11~. l.lu.: 110~ Aires. Dijc•n, Uion. Msdñd. Milán, Mo111pdlkr. Nantes, Niza. París, Renil(:$, RiodcJ~ncim. Rc•mn, SJk~dl.lr de Bahfa. San f>:ihln, E.scrn,burb"" 10 E1. AMO R l:.N LAS PSICO IS del verdadero resorte de la cuestión de la 1ra11sfcrcncia: ¿qué pasa con el amor en la psicosis? Para responder esta pregunta, Lacan siguió d método clínico de Frcud: el estudio ex haustivo de un solo caso de paranoia de autocastigo. Su paciente, Aimée, p resentaba una erotomanía: estaba segura de ser amada y dispuesta a llegar al asesinato para salir de su impasse. En d caso Aimée, Lacan vuelve sobre lo pasos de Freud, para quien el amor no parte del Otro sino del narcisismo, y a continuación mues! ra que éste está en la raíz de la patología mental. El na rcisismo es el amor que el sujeto experimenta por su p ropio cuerpo, su imagen, su yo. Nada denota con mayor claridad esa f ucrza del narcisismo que la clínica de las psicosis , unas psicosis que en ocasiones Freud designaba con la expresión "neurosis narcisista". En la psicosis, el amor está inscparnblemcnlc ligado a la figura dd ideal del yo del sujeto, que cobra una fuerza tan grande que acaba por sustituir al otro real, reducido a una figura ideal. Veinte a11os después de su estudio del caso rumée, en su articulo de los Escri1os, Lacan muestra que, en el caso del presidente Schrebcr, comunicado por Frcud, el sujeto construye su delirio en torno de una erotomanía divina en la cual él es el amado de Dios . .. Y señala entonces que dicha erotomanía divina bordea el agujero que ha abierto en el sujeto el rechazo del símbolo de una figura más modesta del Otro: el padre. Cada uno de los casos presentados en este volumen nos enseña algo sobre d amor, pero también sobre ese lazo amoroso 1an particular que constilllyc la transferencia, y que algunos querrían ver hoy expul ·ado de toda psicOlcrapia en nombn.: del cienti· ficismo y la terapia 011 /me. Lac:rn llegó a decir que el amor era posible en la psicosis, pe ro se trataba de un amor muerto. ¿Ese car:kcer mortífero o mortificado está ligado al hecho de que, allí más que en 01 ra PALABRAS PREUMJNAllliS l 1 parte, el sujeto sólo se ama a sí mismo, o ama un ideal por el que susti ruye la realidad del partenaire? ¿O acaso el sujeto psicótico ama a Otro, tan Otro que no puede encarnarse en un ser viviente sino en una ficción delirante? ¿O será. por último, que d sujeto psicótico no ama sino su delirio, según lo expresado por Freud? El amor en las psicosis nos enseña sobre el amor en general. Los múltiples rasgo que nos sirven para especifica r el amor en bs psicosis en comparación con un amor "no rm al", ¿no se aplican, de manera inflexible, al amo r como tal? Amar es ante codo querer ser amado, y uno sacrifica su sub- jetividad para hacerse objeto del otro en el amor. ¿El amo r es amor por el otro o goce de ese discurso tan panicular que cons- tiLUye el hecho de "hablar de amor"? En ambos casos, hay poca diferencia entre amor y erotomanía. Con la salvedad de que el "fallo" del Otro producido por el narcisismo presenta conse· cuendas más o menos radicales. También la realidad del sujeto mengua en el amor, a veces hasta el punto de borlillrse. El amor, en efecto, puede ser rechazo de ser, repulsa del deseo y olvido del sexo para quien lo ex pe· rimenta. Así es posible entender mejo r las palabras de un sujeto psicótico cuando dice que, para él, el acto de amor es equivalente a una "violación de su propio cuerpo". O las de aquel otro sujeto a quien el amor por las mujeres lo conduce a la idea loca de transformarse en mujer, para renunciar finalmente a ese p royecto y aceptar la idea, ddirante, de que "antes" ha sido una muje r. Si bien Freud destacó que: la transferencia es un amor idéntico a cualquier otro, también set1aló que ese amor es un despla- zamiento: desplazamiento dcl amor filial hacia la persona del médico, pero rambién posibilidad de desplazamiento terapéutico de las investidu ras libidinales y del modo de goce del sujeto. Lo problemático en las psicosis es justamente esa capacidad de desplazamiento. En ese punto la psicosis convoca la capacidad de invención del analista, para posibilitar y hacer eficaz ese desplazamiento y 12 E1 AMOR EN LAS PSICOSIS pcrmirir gue, en ella, el amor sea "posible", es decir ya no amor m\.1e rto, sino vhtbk parad suiet<> y su \!momo. Así, d amor en las psicosis no es simplemente iinagin:1rio: es bien real y capai. de mostrarno lo real induido en cl ·amor. Gse real del amor en la psicosis es sensible en su ;.1parición corno síntoma. En el psicoanálisis el sínrnma ccpcescnta la hl1<:llo. <le l\\'\ amor posado y, a menudo, el punro de partida de un nuevo amor. Pero el amor representa eJ mejor síntoma debido al hecho evidente de que nos gu ra amar a Orro que no existe, sea hom bre, mujer o Dios ... En muchos casos, la meior solución p¡1ra el sujeco consiste en darse cuenca de que su partenaire en fa vida puedt: llegar a o<."upar cJ lugM mismo J e su síntoma. De ser así, d amor ya no es sín tom!l en SLI forma sino por inccrmedio <le su objcro, y <lcj:t un IL1g<1 r a otro. En su libro Amor y a mirlad, Allan Bloom señala <.¡uc cl pcnsa- mienr o de O ccidente comienza con Sócrates para culminar con Ro11sscau, y agrega que esto dos filósofos son Jos más "eróticos", los que más se refieren al amor. ¿Habrá que afü1dir que ninguno de eUos, cada uno a ~u manera y en conceptos muy Jifcrenccs, ignoraba nada de la locura? Acaso tampoco sea una casu•tl idad que Sócr:ltes haya sabido sirticular los lazos del amor con los poderes de Ja palabrn. y Rousscau, inventar d sujeto moderno, el sujeto de la democracia y el amor tomado en su intimidad psíquica. Las psicosis no deben considera rse como "trascornos", cal cuaJ lo 4t1crría cierta psiquiatría reducida a la esta<lísticit. sino como ung forma singular de la subjetividad humana sin Ja cual la civilización, que no es nada sin eros, no existiría. Las psicosis pueden emonces enseñamos mucho sobre esa locur:1 común que es cJ amor, y sobre la t ransfcrcncia. Una versión de Ja vida sexual sin el falo Jacques Borie La conexión del amor y las psicosis es por lo menos pro- blemática si , con Lacan, definimos eJ amor como respuesta al '' no hay relación sexual ". Como la tendencia del psicótico con- siste en realizar a la mujer para dar existencia a esa famosa rela- ción, el amor tiene poco lugar en eUo. Así, para Schreber, su relación con Dios no da testimonio de ninguna palabra amorosa, y su intercambio sólo concierne a las modalidades de reparto del goce. l\J fijar al sujeto en una certeza inquebrantable en cuanto al goce, la erotomanía plantea una objeción al amor como discurso Je respuesta a lo imposible. La muerte misma se convierte entonces en un tema del amor, cosa que Lacan ya advierte en Aimée; los escritos de ésta, en efecto, manifiestan "una aspiración amorosa, cuya expresión verbal es tanto más tensa por ser, en realidad, más discordante con la vida y estar más condenada al fracaso". 1 En el libro ITI de su seminario, Lacan sitúa esa discordancia con la vida en una relación descentrada con el Otro que, al 1. Jacqucs l.;ic~n. De la psychose paranoi'oque áans ses rapportS 1111ec la perso11nalitt, París. Scuil. 1980, col. · Points", p. 179. [Trad. cast.: De la p11com fNJrano101 e11 rus relaciones rorr la pt'rso1111/idad. México . Si¡tlo XXJ. 1976.J 14 j ,,coui:s Bot<.m convenirse en radicalmente extraño, impide la reciprocidad espe- rada entre sujeros en el amor. Lacan define así ese callejón sin salida: "Ptlra el psicótico es po ib le una relación amorosa que lo suprima como sujeto, en cuanto dla admite una hete rogeneidad radical del Otro . Pero ese amor es 1ambién un amor muerto" .2 Sin emba rgo, Lacan hace de esa bancarrota del amor d o rigen de su inte rés en los psicóticos. En 1975, en la Universidad de Yale, dice lo siguiente a su auditorio:fa 111dudaLle que lle~ué a la medicina porque 1cní11 In sospecha de que las rel:ic1oncs cntn: hombres y muieres desempeñaban un papel dc1ertt11na1nrc en los síntomas de los seres hum1tno~. Eso me empujó prog.n.-sivamente hacia quienes no lo han logrado, por~uc: puede Jcc1ne, por cierto, que la psicosis es una especie Je quiebre en lo 1oc11111c al cumplimiento clC' lo que se ll:im11 ~amor º. 1 No obsrante, Lacan también indica que cicn a fo rma <le amor puede preservarse; de tal modo, Schrcber es capaz de :isegurarnos "haber conservado su ant iguo amor"~ por la esposa, a la vez que J elirn acerca Je su transformación en mujer. El lazo conyugal pucJc mancenerse, pero en su J imensión de ami. tad elevada, de pbi/ín en el scmido aristotélico, Je vínculo entre semejanres, po- sible si la cuestión del goce sexual no se plantea. La disyunción de lo imagina rio }' lo simbólico, consecuencia <le la forclusión , hace imposible la simbolización de lo sexual en el falo y, "po r no poder ser el falo q ue fa lca en l:i madre. [al sujero psicótico] le 2. J:ic<¡ucs Lacan, Le Srm111tJiN', l..11.rrt 111, us P1)'dXJm (1 9H-19J6), Paris. Seu1I. 1981. p. :?. 7 (1nid. cJ,1.: El >MtmdriO k Jacqurr um111 Libro J Úlf pHi:vJll 195.5· 1956. Buenos /\1 rcs. Pmdóii. t 984.J ) . jJC<JU<:S l .:iC""~n . "Confércntt1 et en1n:1it'ns d~n~ dc:s univc l"snés nord·améncaincs" , S<1/1m. 6·7. J'Jl'ú. Scu1I. 1976. p 16 -1. Juequcs Ltc3n. · o ·unc qu~$tton pr<'lim1na1rc: :i io111 1r.ii tcmcn1 poss1ble Je 1~ psychose • , en Ctnts. Pat Í\, Sc:u1I, 1966, p. 574 ITr~J . c:ut.: •De una cuestión preliminar ;1 1oJu trarnmicnto posible de In psicosis" , en Esm tnr 2, décima edición. México. Siglo XXI. 198-1.I UNI\ VU<SlÓN De U. VIO,\ S~XU1\L SI~ Fl. FALO 15 queda la solución de ser la mujer que falta a los hombres" ,' según b formulaóón de Lacan en J 958, que .anrjóp3 su empuje .a Ja inujcr. El esquema 1 mucsrra6 las consecuencias <le la forclusión <:n el rcgiscro imaginario , anotadas <pl): el sujeco no puede tepr~cnrarse por la imagtn fálica , la nega1ividad ya no rnarca el 6rgano para permitir su mu1adón en faJo, d goce: deja de ser localiiable y el nnu<lamiento cnt re vida y muerte mostrado por la pulsación de la detumescencia es imposible; lo que se pone en emrcdicho es fa posjbilid:id del uieto de sostenerse en su erec· dónde ser vivo. Si faltara cl complejo de cuma<::ión que <la acceso :\1 falo como significación, el sujeto "no podría iJentiíicarse con el tip<) ideal de su sexo y ni siquicm responder sin graves riesgos :\ las necesidades de su partenaire en la relación sexual" .7 La justa rnedida de la tensión del 'PO no es sólo negativa coll)o si indicara un desinterés por lo sexual. La extinción deJ brill<> fálica de la imagen pone de manitiesco lo qlte él i.rcla, d escaws rc.-al dd sui<:ro c:omo objeto, incluso desecho, siempre lisco a dejarse absorber en las tiniebfas de fa muerte, in defensa frente aí goce infínico del Otro. Por lo moto, lo scxt1a1 se encuentra aquí corno algo ~pedalmente traumaúco, siempre eti exc~so y sin el límite ffüc:o, :>menos que se Je consrruys un sustituto. EJ concepto de empuje a la mujer indita con claridad el aspecto sin fin del proceso. Falca de puntuación {álica, ln frase no puede cerra rse y !u tenta- c:ión del pasaje al acto siempre c.'ltá presente. La muerte real tiende a erigirse ~n único límite, por carencia del borde constituido por la incorporación del sisnificant(!. Ésa es la problemática compleja con la qu~ se vincula Fran- ~oise, joven de 27 ~ños en d momento de nucscro primer <:n- c:uent ro, y a 4uien atiendo desde hace diez años. 5. fbrá .. p. ~66. 6. ll>id., p. '5 71. 7. )"cqU<:s Ut(\tfl, "LJ SIF(tli fl\.'"a((OR du ph.illus •• <.'"ft É,YT(f, op. ('(( . p. 685. ('Ir ~J casi.: ·L:a signiíicadóti del falo". en famios 1. op a11 16 jAC(.)UES BORJE En el plano cotidiano, su vida siempre fue particularmente difícil. pues los accos más simples le exigen elaboraciones com· plejas en co ·as como caminar por la calle, mirar por la ventana o vestirse todas Lis rnáñanas. Pese a ello, ha obtenido un diploma en bellas artes y sobrevive con trabajos ocasionales. Su existencia, no ob tante, es tan precaria que ella debió pasar por varias in1e rnaciones en instilucione psiquiátricas, donde la diag- nosticaron :i veces como esquizofrénica y a veces como me- lancólica. Las crisis que la llevan a la internación on siempre consecuencia de encucn1 ros sexuales desdichados, canto con hombres como con mujeres. Acude a verme para tratar de salir de esa serie que no es desventurada por el fracaso de la relación sino por su tonalidad inevitablemente dominada por lu muerte. Así, el mo1ivo de nucsrro encuentro es la muerte - accidental- de su mejor amiga, que la hunde, dice ella, "en un agujero sin fin" . Pero no rnrda en agregar que ese agujero es el que no deja de encontrar cotidian:imente, y del que la pérdida de su alter ego no es sino una form:i radicalizada. La serie de sus prácticas cxualcs pone de relieve las siguien- tes vMiaciones: - Una actividad masturbatoria compulsiva, iniciada en la in- fancia y vivida con una sensación de disolución en el océano. "Al principio estoy en la orilla, pero me siento a1raída por la absorción en lo infinito. Ya no sé si es Dios o el océano". - Un encucm ro con un hombre que la atrae por esta única ca rae· tcrística: ser un canceroso 1crminal. Con él tendrá su primera relación heterosexual, así calificada: "Cuando me penetró, senú la muerte en mí" . - Una pníccica <l<: automutilación que ufccta la zona sexual. Trarn de arrancarse pedazos de piel entre las piernas, hasta sangrnr. - Una búsqueda departe11aire por Minitel, en la que se presenta con este único enunciado: "Busco absolutamente a la mujer". U NA \!ERSJOI" DE Li\ VJOA SE .. '-:Ut\I. SIN ~l .. FAl.0 17 - Trns la muerte de ese primer partettaire conoce a otro , Patri~k . cuya fuetite de atracción es una sola particularidad: ~u muier tiene sida . Quien le interesa es cll:l, a r:tl punto que la sigue anónimamente por h1 calle y la espía detrás de las cortinas. Pero sólo úenc rdací()nes scxualo; con P:míck, guiada por lo que se le prcs<:nia c()mo una ohligación <le sacri ficio: "Soy aquella de quien se dirá: a.qui yace la mujer muerca de su fantasma" . Cuando le <lig<:> con firmei a que e.I análisis 110 podt".Í concinuttr si prosigue con esa rdaóón. decide in<e· rrumpirla y pedirme sesiones en lugar <le sus encucnt ros programados con P:nrick. Acepto. Al.i¡ún 1j~mpo despues cunoce a otro hombre, Mk hd, cJ pr; .. mero que no tiene rasgo alguno ligado a la muerte. Michd e muy complt1cicnte con los extraños comporrntnicntos <le su compañera y consiente ante todo en vivir con ella sin rn:mccncr rclacicmes scxwtlcs. "Tener un compañero me evita caer en el va· cío", dice r ran,oise muy apropiadamente. in embargo, el ama· ble Michcl no se conforma <lurantc mucho tiempo con esa ausencia de vida sexual y pene a Franc;oise en lina sin1ación dclica<la. Ella no quiere perderlo, ptro la idea de la penetración la angu:;tia en exceso. Esta Jiliculcad marca, etnpero, un primer cambio, pues dla ya no se lanz.i por la pendiente que b lleva al sacrificio. Sobre In base de una creativídad que siempre ha tenido -ya en la infancia improvisaba objetos artísticamente armados con pedazos de cosas diversas recuperadas de los basl.lralcs- , e pro- pone :ibor<lar en varios tiempos el obstáculo con que tropieza en la rdación sex4,tl. En primer lugar se procura numerosos vasos que clistribuyc en 1orno de $U cama como una ··corona de v;icío". Ese dispositivo le permite aceptar sin d~ma · iada angustia una rclación con pe· nerración jnduida, pero con un.a condjdón .aclidonal: su p.an:ja debe lleva r una venda sobre los ojos r>ara no verla desmida. Esca solución es transitoria, porque Michcl, si bien bastante comeclido. 18 jACQUES BoRrn to\t'.'rll cadll vez menos \a condición de los ojos vendados . Fran~oiseinvenwrá entonces otra solución, con Ja ayuda del siguiente b~ico\ajc: consigue en un basur~ público pedazos de madera con los cuales cons1ruye un marco: luego tiende sobre éste foi.gment.os d~ tejido que sirven de soporte a 1a inserción de un macerial inesperado: pedazos de carne cruda lo bastante pequeñas como para penetrar la trama TI)Ísma dd tejido. Ese extraiío objc10 así creado se conviene en un cuadro que clla cuclg:1 arriba <le la cama, para c~o«ar sobre \a pared \o que Fran\oisc u~ma un "espacio concedido". fata invención permi- ti rá relaciones sexuales e.le apo.riencia "normal"~ s.e toleran en- tonces tanto la penetración como Ja mirada dd partemJire. Sin embargo , In siiuación no se ascmcia a un goce falici?.ado, como en la neurosis. Su vivencia de l11s relaciones sexuales oscila entre una indiferencia cierta y un cuestionamicnto lc:vemeoce inquieto acerca e.le la sensación que cxperimeni :• en ocasione , la de estar "demasiado perfecramentc encajada " con Michcl, a riesgo de perderse en él, como en d océano de sus recuerdos infandles. En consecuencia, csre equilibrio es demasiado precario pero, ll la ver., suficicntcmenrc sólido para sostenerse desde hace va rios años sin grandes crisis. Tras un período de análisis muy intensivo, fran~oisc hace un uso más ligero de su aMlista. "Voy a venir a ,1erlo cuando tcngit algo que decir'': rteccsidad que puede varíar entre una ve:z por semana y 1rcs veces por :.tño. ¿Qué enseñanza podemos extraer de este caso {cuya expo- sición esrá muy si01püfic;1da)? La consecuencia d~ ~ es que lo se)(u~ se convocn en co- nexión direcra con la muene, como sacrificio aJ goce ilimitado dcl Otro. Corno tratamiento de ese goce no interpretable, la cura se apoya ;.mee todo en el deseo del analista, en cuamo pone en )uego un "¿puede perderme?" que allana el camino a una dimensión dcl amor que es d lazo con d otro fuodado sobce una falta. Ba UNA VERSIÓN DE LA VIDA SEXUAi. SIN F.I. FALO 19 dicho-mensión [dit-mension 1 es un modo del amor que el analista sostiene mediante una presencia activa, ahondando un vado en la lengua para contrarrestar la significación absoluta de la muerte y dando al mismo tiempo todo su valor a fragmentos, resios, desechos, todas esas pequeñas cosas con las que cl sujeto teje su existencia. Esta posición permite a la vez una metonimia de las significaciones contra la fijación en la muerte como conminación absoluta y la construcción de un borde o un límite a partir del objeto. Con esta condición, Fran~oise puede aceptar esa cesión de goce que, sin embargo, no es ni la apertura al deseo en el sentido neurótico, ligado al fa lo, ni el amor como suplencia de la no-relación sexual. Podemos advertir así que un analista que ajustara su prácúca a la contratransferencia o a una referencia al mero marco de la experiencia pondría un obstáculo a la invención del sujeto, pues se trata sobre todo de prejuicios. Por el contrario, la disposición a la sorpresa abre el espacio donde pueden desplegarse, pero también ponerse en escena, clasificarse y editarse los hall:ugos del sujeto. Para Fran~oisc, que ya ha frecuentado bastante la psiquia- tría, la diferencia con la experiencia del análisis es ésta: "Usted no me dice qué debo hacer y, sin embargo, me siento orientada". El tratamiento se apoya, por lo tanto, en la capacidad creadora del psicótico, lo cual supone ante todo que el sujeto esté a la búsqueda de un menos susceptible de alojar su exceso de ser, cosa que Fran~oise dice con suma justeza "Tengo demasiada materia en el cuerpo". El vaso, objeto paradigmá1 ico de la creación humana, es su primer modo de inscripción de un vacío. Forma un borde de la cama e impide sentir que cl órgano del partenaire tiene un valor de efracción portadora de muerte. La falta que introduce desconecta goce del órgano y muene. Esca operación no basta, pues la mirada en el campo del Otro siempre está en exceso y el velo puesto sobre los ojos del partcnaire no es una solución que pueda sostenerse. Es preciso 20 J 1\C:Qua, 13o RJ F. sacar ese (mal) objeto excedente <lcl campo de la escena sexual, habida cuenta de que su presencia tiene valor ck llamado al sacrificio. El artificio dd cuadro. obra de recuperación y que aloja la carne cruda en d tejido de su superficie, permite la pacificación de la relación sexual. El sexo, sin embargo, nu ocupa en absoluto los pensamientos J e Fran\oisc; ella lo acepta parn que su parte- 11aire esté dispuesto a acompañarla en la vida. Comentario Gustavo Dessal El caso clínico prescmado por Jacqucs Borie pone en cvi- <.k:ncia fo importancia, en cl tratamiento de las psicosis, de un dispositivo técnico abierto y sensible aJ poder creativo del sujeto. La creatividad y la invención no deben entenderse aquí única- mente en sentido anístico. Antes bien , es el deseo del analista lo que lleva al sujeto a producir algo nuevo, algo que escapa a la determinación significante y puede funcionar como síntoma, suplencia de los mecanismos defectuosos de su t::StruclUra . El caso de Fran\oisc es un excelente ejemplo. Se trata de una mujer psicótica, probablemente esquizofrénica. Su imposibilidad de utilizar cJ significante fálico como medio de representación de la satisfacción permitida y de la articulación entre el deseo dd hombre y el de la mujer genera en su vida psíquica una equi- valencia ent re la sexualidad y la muerte. De distintas maneras, ese rasgo de la muerte se afi rma como la condición fundamenrn l de sus elecciones de objeto. Si ella acepta tener relaciones sexuales con partenaircs, lo hace en la medida en que éstos represenran una demanda de goce infinito frente a la cual Fran\oise se convierte en objeto de sa- crificio: "la Mujer muerta del fantasma del O tro". Nuestro colega Jacques Borie nos muestra que el hacerse cargo de la cura de un psicótico supone en determinados momentos la asunción del riesgo dd acto con cl que sólo puede cargar el deseo del analista. Al adverti r la pendiente monífera por la q ue se desliza la relación de Fran~oise con uno de sus partenaires, el analisca le dice con firmeza que debe renunciar a ese goce o, de lo contrario, 22 C0 .\11;.NTAJUO interrumpi r la cur:i. La eficacia de la icrn:cvenci6o se vcr\fü:a en la respuesta del sujeco, que solicita sesiones en los momenros ames prcvist~..\S p-.lra sus ~ncucnuos con e\ hombre, y csda rece al mismo tiempo cJ movimient0de1:1 rransfcrencia, que habrí:.t po- dido indinarse hada la erotomanía pero produce, no obmmce, una cransformación radical en las mocfolicfades de elección Je objeto de la padcnce. Por primera vez se deshace el lazo que anudaba la se'ltuili<lad a ll\ muerte., al goce dcl sncrificio. Fran~oise inicia una relación con un homb re que l'lO mucstn1 un hizo mani- fiesto con \a muerte y que al principio acepta la abst incncia scx ual propucsra por ella. La mujer ha descubierto que el amor es un ancídoro concra la sensación de precipitarse en el vacío, pues la forclusión la fija en un sentinliento de ca(d?. s\n f\n . fue p'<tcto fracernal no dura. El hombre se rebela conrra esa res\ri~ción dt \a vi d~' se:<ual y Fran\oisc se angustia anlc la sola idea de ser penetrada, que despierta representaciones de frag· mcrHación corporal. La solución encontrada por ella muescra que la subjcrivación de su cuerpo no incluye la falta que h fu,\<:\Ón fálica , -<I), debería efectuar. La mujer rodea la c:una de vasos, una suerte. de. r\\ual par.l r~Ütuir d vacío. También pide ~ su compañero qoc se vende los ojos, lo wal pone eJ1 evidencia d valor mortífero Je ht mi r:ida del Ouo. Por me.Ji o dt: esta panc:tlla, clln puede coleni r esa mirada que no ha sido cxrraída del m'1rco de la realidad. Una vez m1is, su compañero termina por no aceptar esos arreglos, y Fran~oisc debe. ~tno\l~r sus invenciones. El resuJtildo es un montaje exrra,•agante, que rccuerd:t las imágenes de k)s su rrca\istas evocadas por Lacan con referencia al circuitop ulsíonal y tiene b pa rticularidad de poner en juego las expe- riencias propias de la regresión tópica al estadio dcJ espejo, pero dándoles un rasgo que pernü te ~losarlas fuera del cuerpo y mancener!as separadas del acto sexual. El uso de pedazos de carne crud;1 nos da h idea de \o que implica la ausencia de l1bi- dinizació11 fálica de la imagen del cuerpo. ÜN1\ Vl·~IÓ. DE LA Vll)A Sf'-XUJ\l SIN 1:.L l·Al.O 23 Sin d uda, el sujeto como respuesta de lo real brinda a Fran- \Olsc la posibilidad d e afrontar las dificultades inherentes a su propiu estructura y utilizar el análisis como un instrumento que le permite mejo ra r la · condiciones de su existencia. Pero también es preciso destacar la po ición del a nalista, que se niega a hacerse cómplice del goce mo rtífero y comprende la im portancia y el valor e.le esas modalidades psicótica e.Id objeto a. restos, cositas que ponen un dique a la signifü:ación absoluta e infi nita . La paciente corrobora la dirección de la cura ul J ecir: "Usted no me dice qué debo hacer y, sin embargo, me siento orientada". El orientador es el deseo del analista, sin prejuzgar lo que es bueno para la paciente ni procu rnr su no rma lización sexual. A ·í, Franc;oise logra ocupa r el lugar de objeto del goce sexual de su parte11aire, sin q ue ello suponga el sacrificio al goce del 01 ro, a la vez que mantiene sus pensamientos apartados d e las rcprc- sc nraciones rclarivas al sexo. La cautiva Carlos Dante García 1. Monwrtos Tuve la oportunidad de escuchar a esta paciente en tres mo- mentos, en siiuaciones djferemes en cada ocasión. La primera vez fue a mediados de 1992. Por indicación de su psiquiatra, Alicia, de 32 años, es internada en un hospital psi- quiá1rico con un diagnóstico de TOC (trastorno obsesivo com- pulsivo) acompañado de depresión. Tengo entonces una ~nt re vista con ella y su marido para conocerla, juzgar la sugerencia de internación y evaluar el diagnóstico. Alicia pcm1anccc en silencio, mientras su marido me cuenta que ella tiene i<leas extrañas y me habla de su propio temor de que agreda a su hija, Evangelina, de veinte me cs. Alicia no se ha hecho cargo de la niña desde el nacimiento; no la amamanta, no le da de comer ni se relaciona con ella. El doctor M. y el marido decidieron internarla, pues las cosas han llegado demasiado lejos. Alicia no come, ya no tiene ganas de nada y apenas habla. Nada le interesa. Además, ha dejado de trabajar. EJ marido aclara que no estaba seguro de lo justificado de la internación de su mujer. Se decidió a partir de los resultados de los estudios genéticos que confirmaron que él e ra el padre de Evangclina, y cuando tuvo la convicción de que su mujer estaba 26 loca. Alicia lo interrumpe: " El padre de Evangclina es X ". X era d amigo <le: su hermana que más adelante se convirtió en su cuñado. ·'Tengo una idea obsesiva. Creo que X es el padre de Evan- gclina. No puedo dejar de pensar en eso" . Se Jirige a su marido y dice con vehemencia : "¿O será que, por casualidad, él no es el padre?". El marido dice no saber qué pensar. Aunque cree que ella es tá loca, se pregunta sobre la confiabilidad de los estudios ge· néticos. Los médicos le han dado su garantía. Alicia retoma la palabra: " Los enáendo. Aunque no me crean y no lo acepten, entiendo a mi marido y mi familia. Ya hice tratamientos am- bulatorios, en un principio con un psicólogo y ahora con el doctor M. Los dos supusieron que la idea obsesiva iba a desaparecer. A mí no me molesta. Mi marido y mi familia son los que se mo- lestan". Sonríe y prosigue: "Usted no sabe cómo reaccionaron mi hermana y mi . .. no sé cómo llamarlo . .. el amigo de mi her- mana , cuando les dije: 'Es así, la nena se parece a él"'. Cuando le pregunto cómo surgió la idea, responde que apa- reció dos años atrás, entre el quinto y el sexto mes de embarazo. Añade que antes jamás tuvo ideas obsesivas. Interrogada sobre el uso del plural. dice: "Es una manera de decir en general. La única idea obsesiva es ésta ... Me gustaría verlo. Acepto la in- ternación por miedo a lo que pueda pasarle a Evangclina. Ella es el fruto de ... ". Le pido que siga hablando; explica enroncc."S que acepta la internación para tranquilizar a todo d mundo. Hay algo que la inquieta: quiere saber sj se puede curar de todo eso, porque se vio en la obligación de tratarse con un psicólogo durante un año y medio sin resultados; la llevaron después a consultar a un psiquiatra que le dio medicamentos, y lo único que sacó en limpio de dio es que no debe mencionar la idea obsesiva. Pero eso no puede detenerla. Es como decía Domingo Faustino Sarmiento: "Las ideas no se matan". Esa idea se le impone. También me LA CAUTIVA 27 inf onna que el psicólogo intentó hacerle interpretaciones, y cree que eso es lo que se hace durante un tratamiento psicoanalítico. Este profesionol no le hablaba direcrnmente, le sugería que dla amaba a X o se sentía at raída por él. "Nunca pensé que hubiera algo entre éJ y yo, como i dijé- ramos entre un hombre y una mujer. No espero nada de él A lo rnc:jor éJ sí espera algo de mí. Si, siente algo por mí. Pero no sé si es algo sex ual" . "¿Me van a internar paro sacarme la idea obsesiva? ¿Tengo q ue curarme de la idea?", pregunta Alicia. Le respondo que, a mi juicio, no está obligada a curarse de ella; por mi parte, además, todavía no sé con claridad si se trata de una idea obsesiva. "A veces le pregunto a Ja gente -a los vecinos, obre todo- si X es d padre de la niña . Dicen que no y me preguntan cómo puedo decir una cosa semejante. Yo ya se lo expliqué ... Quiero verlo. Quiero esta r con éJ", agrega. EJ hecho de que la paciente creyera que la atracción procedía del cuñado y que éste esperaba algo de dJa constituyó desde d inicio cJ dato estructural que permitió concluir de manera pro- visoria que se trataba de una erotomanía, aun cuando esa extraña certeza acerca de: una paternidad que ella misma calificaba de idea obsesiva era desconcertante. Como no era mi paciente sino deJ doctor M., me limité a indicar mi hipótesis de un diagnóstico de psicosis y la posibilidad de que se tratase <le: una erotomanía. tomando en cuenta sus palabras: "A lo mejor él sí espera algo de mí. Sí, siente algo por mí". Además, cuestioné el diagnós- tico de TOC y puse en duda que hubiera una idea obsesiva, pues no se adverúa lucha alguna deJ sujeto contra ella. También me intrigab<t d temor <ld marido acerca de una agresión de la paciente contra su hija. Varios de sus interrogantes habrían podido situarse del h1<lo de la neurosis: las cuestiones sobre la paternidad de X, sob re: la curación de la idea obsesiva, pero también su docilidad con res- pecto a la in1cmación. 28 Ya era mucho para una entrcvist<1. En cuanto a la internación, yo no planteaba objeciones. Alicia pennancció in,emada seis meses y siguió un rtatamiento ambulatorio en un hospital d e día durante un l:ipso similar, En medio de un control tuve la oportunidad de saber algo de ella por segunda vez, porque d an~lista encargado de su rrata- miento ambularodo me habló de en:l entres ocasiones. Este ana- lista no inte.rprctaba ni cues tionaba la " idea obsesiva''; la dejaba habla c. Me enteré así de que, durante la internacíón, Alicia h:ibía tratado de enviar varios escritos a X por inccrmcdio de las en- fermeras y otros pacientes. En los períodos en que no cstab11 en d h o pi tal. perseguia a su cuñ:ldo de distintas formas: le envíaba carras. conversab¡1 con las vecinas de su barrio. irrumpía en la juguetería de su propiedad , se presentaba en su casa de manera inesperada, se enfrentaba con su hermana , ercércra. Durante la internación, X se casó con la hermana de Alicia. Cuando ésrn se erlleró, cayó en uml depresión que evolucionó con rapidez hacia d acoso, con amenazas contra la pa reja. En ese contexto, y sin que Alicia lo supiera, X y la hermana se mar- charo1"l-al inte.r)or. Agotado, cl rnari<lo proc1,1 ró volvera internarla, bnjo la amenaza de divorciarse . Alicia se escapó de la casa. La <.crcer·a 'lle?. l>l '11\ en mi c:onsuhorio. Tenía míedo y no quería que la inte rnara n. "VcngC\ 11quí a causa Je la idea obsesiva y no por ella. A causa de ... es decir que 110 se trata de Ja idea. y 'por' significa que es la idea. ¿Me ende.nde? Quiero habhu con us\ed, pero \ tngo un poco de reticencia, Aunque no me h:1ya tratado mal. usted no se opuso a la incc madén. Sin embargo, yo sabfa que eso no se debía a usted. An1cs nun ca ruve ideas obsesivas, ni durante la ado- lescencia ni Jurance la itifancht. "Como codo el mundo, siempre ruve ideas, las mismas ideas que los demás, pero no obsesivas, La pal~ra 'ob'M:s\vn' es <lcl d octor M., yo la llamo 'idea cautiva'. porque estaba cautivada por el problema. ¿P uedo llam:trla 'cllutiva' ?" . LA CAUTI \I¡\ 29 Le respondo: "Desde luego". "El problema no es que X sea el pad re de Evangelina ''. prosigue. "El problema es: ¿por qué yo? ¿Por qué a mí? En fin, no sé si es o era el problema. La idea cautiva que me imponen no apareció de la noche a la mañana, fue poco a poco, hasta que llegué a estar segura de eUa. Un día, mi cuñado, que tiene una juguetería y negocio de artículos para bebés, me hjzo un regalo . Yo estaba embarazada. El regalo quedó sobre la cama Jonde dormíamos mi marido y yo. Estábamos en la habitación, mi cuñado y yo, y me cocó, me rozó la mano. En ese momento pensé que tenía algo para J eci rmc, que pasaba algo. No sabía exacta· mente qué. Le hice una pregunta , no recuerdo cuál, y él me miró de un modo ... No sé cómo explicarlo ... Pensé que tenía que ver con el bebé, pero no cscabH segura. Su presencia siempre me inquict:1ba. Es muy amable, pero no sé ... En éJ había algo que me afectaba. La semana siguiente estaba en casa como de cost umbre; al irse me saludó y me miró en forma extraña. En todo caso, me pareció extraña en ese momento. Inmediatamente pensé: 'Es cJ padre de mi bebé' . Mi m:irido, que estaba con nosotros, me preguntó qué me pasaba, porque aparentemente me quedé callada, sin contestar, un buen rato. Ya en ese momento no había más dud11s. A veces creo que no es posible, cuando traro de rechazar nuescro amor. A veces digo q ue no e · posible para tranquilizar a los demás, sobre todo a mi m11rido. que es celoso. Lo digo pero no lo creo. Digo que no es posible, pero creo que el padre es él. Mi cuñado me rogó que lo d~minciera. Pero ¿cómo hacerlo i él y yo . .. ? A veces me acuerdo de esa mi rada. No es un pensamiento. El pensamicnco llegó más <1delante. Mi he rmana le prohibió vemte, pero los dos sabemos 4ue es imposible. Los dos sabemos de qué se t rara . Yo sé de qué se trata" . Le pregunto entonces de qué se traca. "Él, si no, no habría podido hacerme un hijo. Estoy cautiva de su amor. Mi marido y mi he rmana son cobardes porque ocultaron la verdadera situación. Es imposible ocultarla. Poco 30 cicmpo ames de la inrcrnación, seguí a X hasta la juguereda. Le pedí regalos para nuestro bebé como testimonio de su amor. Ahí hubo roda una historia con las empicadas. Como se negaba, yo rnismn compré muchos regalos con la tarjeta e.le créclico. X se fue del negocio". Quiero S-;\bct uhora si el docLOr M. conocía. roda esa hi~toria . Alicia me responde: "Lo sospechaba. Pero yo estaba preocupada por la idea y además X m e h abía pedido que no dijera nada. Gua rdé silencio. Lo romé como d testimonio de nuesrro :imor. A partir de ese moment.o y<a no ru._:e notid~s de él. Pensé que eso formaba parte de la prucb~1 . Es1aba deprimida, no tenía ganas de nada, pero conservaba algunas cspccan'l..'\s pMn cul\ndosllliera de Ja inrcrnación. Además, mi marido tenía conexiones i01por- cantes en la obra soci:tl . Más valía callarse, Üplé por escribir". ¿Por qué Alicia venía a verme? Va rias hipótesis: l) El deseo Je evitar un3 imernación. 2) Sus palabras: "Vengo :lquí a causa de la idea obsesiva y no por ella", que rectifica uurarue la enrrevisra al decir: "yo la Uamo ' idea cautiva' , porque estab:i cautivada por el problema. [ ... J el prob\enrn es: ¿por qué yo? ¿Por qué a mí? En fin , no sé si es o e ra el p roblema". Est3S palabras encierran un3 dimensión ccm- po1a\ folsn con un d cs\izamienco entre lo que es el problema actual y lo que e ra un problema antes y ya no lo cs. Cuondo Alicia dice " \~, \\amo ' idea c;rnriva' porque estaba caut ivada por el problcuia", no quiere decir que éste ya no la cauliva. Lo cíer10 es que el llama{.\o "problema" se dcsp\aza, pero pem1anccc l:i cc:: rti<lumbre de ser la cautiva. Es preciso recordar que en primer lugar surge la ccrte7.a de que esa mirada \1\ concierne, pero que ella ignora su contenido: "No estaba segura de la significación ". Se traca de un primer tiempo de cen eza co~ una significa- ción de conocida, en suspenso. En un segundo tiempo aparece un pcnsamíenro que apona esa significación: " Inmediatamente pensé: 'Es el padre de mi bebé"', que parc::ce ser una significación LA CALITTVA J 1 plena. Y esa significación plena supone una significación detenida que ya no puede dialectizarse. Ocupa cJ lugar del enigma de la mirada. Ella está cautivada por el problema, que ahora es:" ¿Por qué yo? ¿Por qué :i mí?". 3) Hay una cenidumbre en la que se incluyen la mir:ida enig- mática, la seguridad de que X es el padre de su hija y el pedido e.le su cuñado de no decir nada , que din considera como un testi- monio de amor. Es la certeza de ser amada por X. En este trabajo, el interés radica en present ar la naturaleza del amor supuesco de X por Alicia, las transformaciones de ese amor durante la cura y el lugar que ocupó en la transferencia. 2. Conrtrucció11 de la asíntota del amor Alicia no esrnba ni es tá enamorada de su marido. En cuanto a éste, le importaba más tener un hijo que ser su esposo. La mujer vivió el embarazo como una exigencia procedente de él. El amor en germen que se insinuaba en l:t frase "había algo cnt re él y yo" se transformó poco a poco, a parcir del embarazo y en su transcurso, en una cxigencia. Ese amor se manifestaba a 1 ravés de d istintos actos que no despertabun la atención de los familiares, quienes los interpretaban como signos de amistad en- tre hermanas, desplazados hacia X. Se trataba de lbmndas tele- fónicas frecuentes a la juguetería, visitas inesperadas para verlo, horas de espera y cha rla con las empicadas cuan<lo X no estaba en el negocio, proposiciones hechas a él ddante de la hermana, a fin de que cl hombre justificara sus actos. Poco a poco Alicia me explicó que la naturaleza de su amor era "carnal". La persona que había dcscncaden:ido ese amor era "un hombre superior" a causa de sus estudios. X era licenciado en adminis1ración de empresas y tenía un cargo importante en un sin<licaco. En contraste, Alicia decía de sí misma que era inculca y carecía de títulos. Había rraba¡ado como empleada doméstica 32 e inrcrrumpido sus esluclios al final de la escuela secundaria. Sin embargo, comcnzÓ a cscdblr duranre d período de aparición de los fenómenos de depresión .. partir de una rupcura cempo raria entre X y su hermana, cuando d hombre dejó de h acerse ver en la familia . Como veremos más adelaocc, esce episodio tendrá su imporlnncia. Dunmte s1..1 internación, \a pro<lucdón de escritos y canns dirigidas n X aL1memó y Alicia comenzó a Ucvármdos luego de l-a primen\ ~ntrc\lista p'<lnl que yo \os viera y entendiera el problema. Los escritos se div\dfan en tres: ··El misterio" , "E sinsemiuo" y "Los cscricos de !lmor". C itaré algunos párrafos de este último: "Mi querido X, mi amor, ¡cuánto tiempo lu pasildo! No tengo not icius de vos. ¿Cómo podés no reconocer a nuestra hija? Quiero tlcjartc 1 nmquilo, pe ro ¿tendré que recurrir a la justicia? Me callo po r arnor. Esto supera rni voluntad, estoy llena de vos. Sé que nuestro cncuenrro fue fugaz, pero ¡qué encuencro! EJ recuerdo, no, tu amor, me impide caer. Necesito volver a verte: todo mi cuerpolo exige. 1 lacé conmigo lo que quieras, pero pronto. Ya no puedo más" . Una cirn de "El misrcrio": "No importa dónde . .. él yyo. ¿Córno hicis1c? ¿Cómo hicimos? Sólo d amor puede cxpJicarlo. Vos me cnseñasre la diferencia entre l:t at racción vaginal y la alracción corporal . La atracción corporal es la que hace un hijo, dos en uno, mienm1s que nosotros somos uno en el amor y en el cuerpo. El :'mor vaginal es la carne. tsra es una y es un amor, el amor carnal". De su orro esaico, "El sinsentido": "L:i misrna palabra en- cicnn el semido y d sinsentido: amor. El nuesrro es un sentido pleno. No h:ty nada que decir". A!id~ me ~x?\ic6 b r-a·Lón dcl ab:indono de su hija: ''Sin él, no tiene sentido". Prcscnrnba ¡¡lgunas ideas pcrsc:curorías: que- rían peciudicat a su hi¡í\, i\ \!C,<!S su herm~na se contaba entre las perseguidoras; en OlrilS oportunidades se crar~ba de una ve- cina. Mientnts duró el tratamiento, httbló muy poco de l'l n\ña. y ~ólo cuando ésta la visitaba los fines de semana. LA CAlJTIVA 33 Poco a poco comencé a entender por qué acudía a mi consul- corio: venía a hablar del amor; era la tarea que ella misma había propucsro. Esrnba cautiva de un fenómeno impuesto, de una búsqueda pasiva para rtcncontrarsc con el hombre que la amaba. Por eso, cuando tuve la oportunidad de inte rvenir frente a su insistencia de buscar a X en todas las provincias argentinas (AJicia ya se había divo rciado del marido y no había vuelto a ver ni a su her· mana ni a su cuñado) , le dije: "Que X la ame no quiere decir que ustec.l tenga que volver a verlo". Sorprendida, contcsró: "No sé por qué confío en usted . Después de redo lo que me hicieron .. . Usted me propone no verlo, no buscarlo , pero es algo que se me impone. Necesito verlo, estar con él. ¿Por qué no voy a hacerlo? ¿Porque usted me lo dice? Me dice que una cosa no trae forw· samcnte la otra. Es la primera vez que escucho que el amor no implica el encuentro". Gradualmente, Alicia abandonarfa la exigencia de un lozo obligado entre el amor y eJ encuentro con X, y dtcidirfa entonces declinar de otra manera su relación con el amor. 3. La dec/111ació11 del amor Lo que llamo la declinación de su amor supone un viraje en su decir sobre d amor: ha pasado de ser Ja cautiva del problema, 1<1 víctima de un fenómeno impuesto, en posición pasiva con respecto a él, a ser la cautiva en cuanto agente, es decir a no estar íntegramente fijada a la exigencia del encuentro y la búsqueda de X. Se consagrará a hablar del amor de la siguiente manera : " El amor puede ser un cuerpo cdcsre o una piedra. Los griegos fueron los primeros en advertirlo, porque 1oda la teoría de los cuerpos cdestes de los griegos es una teoría del amor. Se trata de cuerpos que se atraen, se acercan, se mantienen a distancia". 34 Con curiosidad por la ascronomía, la astrología y La literatura, asistirá a conferenciás y talleres literarios sobre el rema. Alicia sabe que él la ama. Tiene una idea fija : la certeza de eswr cautiva de su amor. Todo su interés se centra en d amor. Deja de hacer preguntas a las vecinas, de hablar de codo eso con su famfüi.t , de salir con hombres. En ocasiones tieoe encuentros sexuales con hombres, de quienes dice: "No enúenden ni.tda por- que creen que soy una pura, y yo les digo que soy una cautiva del amor, del amor celestial por éJ ". Alicia me atribuye la responsabilidad de su actitud de no querer salir con hombres y procurar reencontrar a X. Y lo expresa a partir de lo que IJama "mi propuesta". El movimienco mismo ciuc la ha llevado a dejar de hablar de ese amor con su fomiliíi y las vecinas la impulsó a mencionado cada vez más en las cncrcvistas. "¿Se dio cuenta de que sólo hablo de; amor con usted? 1 fablar de amor no es hacerlo. Para mí no es posible". Le digo: "No habla de amor sólo conmigo, también lo hace en los talleres literarios ''. ''Sí, pero no es lo mismo. En los calleres lirerarios busco los medios, 1::1 manera, como suele dc!cirse, de resolver cl problcmi.t. Con usted encuentro las modalidades de un savoir-faire sobre el amor. En mi opinión, es muy importante que usted no me cierre esa posibílidad, que me la pem1ita y 3poye mi asistencia a los taUercs. "En general los hombres saben poco y nada. Lo c.:ornprobé en la calle, con mi m;1ri<lo. Mi interés por los clásicos viene de Rorna , en la palabra Roma esrá la palabra amor". Poco tiempo después crac un recuerdo de la infancia: ena y su hermana se pelean por un libro infantil en el que Alicia ve con claridad la paJabra "Roma". Su hennana se queda con el libro y ella siente un::i excitación vaginal que nunca supo explicarse. No establece ninguna relación entre el recuerdo y lo que hi.t dicho de Roma; lo comunica como algo que jamás perdió su c:lrácter cni~mático. LA CAUTIVA 35 Cuando la interrogo sobre el amor celestial, contesta que hay .11nores y amores. Por eso pensó en escribir un libro sobre el tema. Cae.fa capírnlo corres ponde a un amor. Alicia aclara que al parecer la palabra "amor" no es suficiente, pues no sabe por qué -,1empre se le agrega alguna otra. La necesita. Se trata de categorías que se desprenden dd amor, que es único. Así, tenemos amor celestial, camal, vaginal. Por eso se habla dcl amor fraternal, filial, familiar. El amor cdcstial es un amor corporal, por los cuer- pos celestes. Luego de haberme comunicado su proyecto de escribir un libro, las sesiones se organizaron como si se tratara de sus mismos capítulos. Por mi parre, suponía que la asíntota del amor se rnanif cs1ab:1 y se consrrufo como los capículos de un libro. Las sesiones se apoyaban en sus escritos; ella hablaba de lo que escribía. El libro que estaba preparando la ponía en el lugar de una mujer escritora del amor que los hombres no conocen. AJjciu hablaba de lo que escribía y de ese modo declinaba el amor de X. Como no dejaba de añadir páginas. nuevos S 1 que se repetían, yo suponía que la actit ud llevaba a una prolongación indefinida del traiamienro y del libro, <le índole asintócica. Me equivocaba en parre. Un día, Alicia me comunicó que se creía capaz de escribir su libro sola, y le (;Ostaba ven ir a la sesión cuando estaba escribiendo. Le res- pontlí c.¡ue estaba de acuerdo . 4. Visitas y ro11c/wió11 En los últimos años recibí a Alicia en <los ocasiones. La primera v~ me telefoneó con urgencia para decirme que tenía noticias de su hermana y de X, y quería contarme lo que había hecho. La pa rcj::i había ido de visita a h.t casa de sus padres. Alicia me concó que, al verlos, le parecieron cxcrnnjcros. Pero e.le inmediato, al escuchar algunas palabras Je X, pensó: "Todavía 36 me ama". Y le respondió: "fgnor:mte del amor'' . Se fue a su cuanoa CT>cribir. Las pruabras de X habían sido:" ¿Qué tal? ¿Estás siempre igllal?". Le comesté que ~o que había hecho estaba inuy bien. L:t segunda visita de Alida fue para informarme que había conocido a un hombre que rcspe1aba st.1 activid:id y sus ideas acerca del amor. No lo ttmaba, pero lo quería como apoyo. "A lo meioc alsúo día lo quen-é con sentimien\o'' . Ya viví::i con él y. como habfa comprobado que se encendían bien, quería decír- melo. En cuanto al libro . segu\a es~ribifodolo. AJicia pasó de un fenómeno impuesto (ser la cnutivi1 del amor de X) a convertirse c:n cautiv~ dcl amor. Mí inrerrogante se refiere al modo de consrrucción de ese sínrorna inédito: "Soy l:l cautiva dd amor''. Par?. r~spondcr. ~ meneste r recordar que el hecho de estar cautiv:t del amor de X es el fenómeno elcmenritl ya presente en s.u p kosis. Li <:scri\\m\ t:imbién er;1 algo ya presente. Ambas cosas. la ccrte;rn y l:t es- critur;l, incluían a X. Me parece que la intervención '' que X la ::imc no quiere deci r que usted renga que volver a verlo'' permitió que dla consrruyera ese síntom:i y Ucgiira a ser un:i teórica del nmor. Creo que la rrnnsfercncia cambién inJluyó; Alicia la llamaba "las mo<lalidndcs del sovoir-/aire obre el iimor".Comen/ario Jean-Picrrc Ocffieux La riqueza y la estructura compleja de este caso lo hacen muy inst ruccivo. Se imponen eres observaciones iniciales: - La erotomanía es patente: Alicia está segura de que su cuñado X la ama, e interpreta sus actos y gestos en d sentido de:: ese amor que él siente por ella. La mujer estigmaúza la posición erotómana con frases muy precisas: " Esroy cauciva de su amor" y "¿Por qué yo? ¿Por qué a mí?" . Ambas frases indican con claric.lac.I que es el Otro quien quiere algo de ella; la cosa viene del Otro. -Pero, al mismo cicmpo, no poJemos decir que es una ero- tomanía pura en el sene ido de Gatian de Clérambault. Se mezcla con ella la certidumbre extraña e.le una parernidad delirante: a la dimensión e rotómana se :isocia un delirio que podríamos llamar de concepción. Alicia está segura de que "X es d padre de Evan· gdina" , su hija. - La tercera observación se refiere a la configuración par- ticularmence singular y poco común de las modalidades de la transferencia. EJ autor dio con la paciente en tres oportunidades, cada una de ellas en papeles muy diferentes: la primera vez para evaluar si su internación se justificaba; la segunda, se topó con J8 C OMENTARIO su caso mientras se desempeñaba corno analista de control, y la tcrccrn, b rccih\6 en persona para encar-J r un rrabajo analítico. Jo cual le permite abordar el caso desde tres perspectivas distinm:;, hecho nada [recuente. Luego de esrns eres primera:; observaciones, conviene ver el exa men muy imeccsame. que se hace dd d\agnósüco de es- tructura. El sujeto llega la prin1cra vc:z con un diagnóstico de TOC (trastorno obsesivo compulsivo) y Ca dos D <lnte García se ve en el transcurso de un;.t únic;l cntrevisra en la necc ¡dad de 't\CÍ'\'A· l;1r d estatus de lo que la pacienrc misma (influida por los psiquia1rns que la arendic.ron con anccrioridnd) llama una "ide:l obscsiv1:1". El ~malí ·ra oricrira con mucha pcrspicaci:i la cntrevist!I para zanjar la cuesción, y la sutileza de la paciente en cuanro a l:i aprehensión de Ja CSI fllCIUl"tl rcprescnt:J para éJ una valiosa ayuda. La propia Alicia dice que onces jamás ruvo ideas obsesivas en su vida ; ahorn tiene unP sola, que d padre de su hija, Evangclina, es X, y no puede dejar de pensar en ello, E lla mi ·ma detecta muy bícn e\ error de diaj!nóstico de los p iquia1ras que la atcndierofl antes y pretendieron hact:r de ese pensamiento un TOC. Adviene indusosu errores de interprclHCÍÓn: uno utilizo manifiesrt1menie un método comportamcntaJ al conminarb a no mencionar l:i idea <:>b$e.$\va. Otro, afirma, \e hizo interpretaciones analíticas, es decir, le interpretó la dimensión proyecriva de su pcnsn niicnro: no es c;l quien la 1\m•'· s\no usted a él. SeRún \u prnpia padcntc. ninguno de los dos procedimientos alcanzó resultado alguno. Alicia taml ién dice con mucha claridad y pr~c\sión -y d ana- Us1:1 es el primero en entenderla- que esa idea "se le impuso", y no rienc un inrcré especial en deshacerse de. ella. La respuesta que le da entonces García es dccisivn: d) "No e coy seguro de que se trate de un pensamiento obsesivo", y b} "Usted ilo esd obligada a curarse de ella". Comprob:tmos con ello que, cuando el psicoanalis1a recibe y escucha el discurso del sujeto psicótico y responde a él de manera LA CAUTIVA 39 1usca en lo concerniente al scñalamicnco Je estrucrura, decermina d .:ompromiso del propio sujeto en el bien decir y d <lcvdamicnco de los elementos de su psicosis. El autor concluye la encrcvista ron la idea atinada de que se trata de una erotomanía. En d control ulterior, la dimensión erotómana apa recerá de manera aún más clara. Alicia vuelve a con ulrar a Carlos García .ilrc<le<lor de un año después, tras haber comprendido la primera \'CZ que él tenía una aprehensión de su caso diferente de la de los ot ros méJico . Acude para evita r una nueva internación, es cierro. pero también a causa dcl efecto que ha tenido sobre elfo lo que d ;lLHor le dijo la primera vez que se vieron. Alicia le dice de en- trada: ''La palabra 'obsesiva' es del doctor M., yo la Uamo 'idea cautiva"' . Responde así a lo (JUC García le señaló durante su cnc 11cni ro inicial , "no estoy seguro de que se 1 rate de una idea obsesiva '' , develando que está cauriva de un pensamiento que se le impone, que le imponen. Pide entonces al analista aucorización para designar lo que podemos lhtmar su fenómeno dementa! : "¿Puedo llamar 'cautivo' ese pensamiento, y ya no obsesivo?" . El analista le contesta simplemente: JDcsde luego". Ella dará cnronccs sin demora las coordenados precisas del desencadenamiento, cosa que no habría podido hacer si García no hubiera asumido la posición que asumió. Alicia está embarazada. Un día, su cuñado - úcne una jugue· tería- le hace un regalo para el f utl•W hijo. Están en el dom1itorio conyugal y él le roza la .nano. Ella le hace una prcgunra .. que ha olvidado" y que probable- mente tuviera cierta importancia en la historia. Vemos aquí, en consecuencfa, el instante de coree del sujeto con la cadena signi- ficante (en el mismo registro que el Hombre de los Lobos y la alucinación del dedo cortado). lnmcdiatnmentc dcsputs aparece la mirada: "Me miró de un modo ... No sé cómo explicarlo ... Pensé que cenia que ver con el bebé. [ ... ] En él había algo que me afecraba". 40 CoMt-.'líARJO La propia Alicia Jice darame11te que lo primero es la mirada cnigm<ilica , cargada c:on su peso de real que signad surgi1't'iem.o del fcnóaneno elemental; el pcnsamicnro aparece en un segunJo tiempo. Estamos anle Ja Jefinición misma del :nHomac ismo mental según Gatian <le Clér~1mhaulr: un fenómeno anideico, y el pensamiento que aparece a cominuación para dar una signifi cación dclirancc a esa emergencia de Jo real. Recién w1a sen1:miJ después, cuando X vuelve a "mirarl;t" de manera e:<traña, Alicia tiene la idea )'la certeza: "Es d pa<lre de mi bebé''. H~y un::i frase clich:1 por b paciente al :1utor que es preciso citar por su precisión sobrecogedora: "Vengo aquí 3 causa de la idea obsesiva y no por cl\a". la paciente señala <le ese modo el hiato de la c 1usa c.;ncre la idea obsesiva y el sujeto, que indic¡¡ con daridaJ que no ~ trata de \.m pcns~1micmo obscs1vo c11 cl cual ella cscé sirnbólicamcncc alienada, sino de UJ1 pens:imicnto que le es ajeno. Orrn dimensión notable de ~te teuo concierne a "b s rrans· forrnacioncs Je ese amor durancc b cura >'el lugar que ocupó en la transferencia ··. Alicia conoce el amor por primera vez con X. No esr:í ena- morada de su marido. Para ella, cl amar se dcdina únk-ame.nt~ en 1:1 forma <le I!! ajjcnación amorosa erotómana, algo bastante habirual en la psicosis. La paciente tratará esa alienación de goce de dos maneras: hablando de amor con el anaJista y escribiendo sobre el acnor, H:1bría que detenerse en los distintos escritos: el misterio, el sin- sentido y los escritos de amor. E\ lexto "El 01isterio .... se refiere sin duda aJ 111isrcrio dcl naci- micn10 de Evangdina. Tenemos aquí un inrenro de la paciente de ehbornr una tesis dclirarHc sobre su concepción: u ¿Cómo hiciste?", rucc, dirigiéndose a X, ·•sólo d amor puede explicarlo", y rustingue emonces la -atrncc\ón vagina\ y la arracción corpor'al: "L~ que hace un hijo", que diferenci;1 del amor carnal. El autor no dice rnás sobre la tes~ dclirame de la paciente wn respecto a \a concepción. LA CAlJTIVA 41 El trabajo analítico de este sujeto se: construye mediante una 1-l.1horación de saber delirante sobre el amor, de dos maneras: por la palabra en la transferencia , y por la escritura. El sujeto p.1-;a "de csrar cautiva del amor de X" , po ición erotómana. a r.;1:1 r cautiva dd amor, en el sentido de convcrt irse en una teórica tk· éste, ser captada por un saber, una ceoria dd amor. Ese paso de "ser captada por X" a "ser captada por un saber" no carece , le lazos con una intervención tleJ analista que apunta a una sepa r.Kión, un corte,un:i desvinculación ent re el amor por X y la necesidad de cncont ro rlo. "Que X la ame no quiere decir que usted tenga que volver a verlo", le dice el ;1ucor, y estas palabras surten efecto. El sujeto se pondrá entonces a escribir un libro infinito como su amor. Declinará a través de la escritu ra el amor por X, elevándolo a la dignidad de una teoría. u escri!o es una declinación mc1onímicn del amor que le sirve para abordar el goce deJ Otro en el cu~1I está alienada: la paciente cita entonces avatares metonímicos dd amor: el amor cdcs1ial, carnal , va~inal, el nmor fratcmal, filial , fo miliar. etcétera. Pero si d lib ro parece infinito como d amor en la psicosis, la relación con el analista llega a su fin, con la excepción de: alguno encuentros muy cspon1dicos. Alicia , por lo tanto. t:11n bi~n ha logrado c.lcsvincu larse del amo r de mm f crcncia . Queda a la sazón cautiva de un saber dclirnntc sobre el amor, que tiene el deber de esc ribir. Por último, ha)• que evocar en ese texto el recuerdo de la infancia: "ella y su hermana se pelean por un libro infantil en el que Alicia ve con claridad la palabra 'Roma'''. (En una sesión anterior la paciente había dicho que "Roma" tiene las mismas Jet ras que "amor".) En ese recuerdo, la he rmana se queda con el libro y Alicia siente una excitación vaginal que a posteriori jamás podrá explicarse. 42 C OMEN TA)UO El auror no comenta ese recuerdo infantil. La escena, que entraña una irrupción Je goce enigmático que supera a la pacien· le, asociada al significante e incluso a la lcrra, Roma-amor, y pone ...:n )u\:.gO un \ibro, conccnrra todos los elementos de su elabo· ración ddiramc venidera. ¿Tendremos allí la prefiguración dcl dcsencac.lcnamiento futuro, en el cual habremos de encontrar asociados d amor, el libro y el goce itwasor? ¿O se \rata ya de un primer desenca- denamiento? ¿Un amor absoluto? Philippe de Georges La sensación de una urgencia vital induce a este hombre de cuarenta años a pedir una pronta entrevista. Entra al consuho rio con paso decidido, en consonancia con todo su físico: es un hom- bre atlético; vestido, pese al comienzo del invierno, con shorl y remera deportiva. y calzado con pesadas zapatillas de lrekking. Cuando su silueta se inscribe en el marco de la puerta, algo in- sólito sorprende, algo que proviene, sin duda, de cal o cual rasgo susceptible de evocar a un Jean Genec vestido de boy·scout. Crá· neo rapado, barba corca, rostro firme y mirada directa. Pero la intensidad de ésta delata una profunda angustia. La angustia, en ef ccto, es el motivo de su demanda apremiante: en un plazo de apenas algunos días, debe decidir si se casa o no. De hecho, el plazo es ineludible. En razón de sus convicciones religiosas, nuestro hombre no puede contemplar la posibilidad de no casarse. Semejante hipótesis supone incluso una imposi- bilidad. Además , se ha comprometido y ha dado su palabra a la mujer con quien compan e la vida. Pero todo eso no impide que lo carcoma la duda más profunda, la más intolerable de las incertidumbres: ¿quién dice que ella es verdaderamente La Mujer para él? ¿Quién puede fundar y convalidar un compromiso hu- mano entre dos se res de carne? Las prórrogas, las dilaci<mes, las m:iniobn1s con d tiempo no resolverán nada. 131 señor M. se pone en m11nos de Ojos. Sólo 8 puede responder de 1:;1 decisión por tomir. 'P~ro \a tfükuha<l csrril>a en la opacidad Je sus designios. ¿Qué signo procedente <le Él podrfa im~rprctarse? E.\ pensar, como él \o hace de manera incesante, en todos los daros del problema. no hace más que sumirlo en l:J oscuridad. Siempre hay dementas a fovor y en contra. Cada 11rgurncnro tiene su contc:lll.rgLtmcnlQ. No hay" mo, meneo <le absoluto". Nínguna epifanfa, ningún 3pocalipsis, nin- guna C<.:ve.lac\Ón. Ü&dn mom~ntO de <.:\ccciÓn, CJ1 e} que él SC: VC irrcmisiblemencc paralizado por I ~ duda. lo enfrcorn a la disranci~ insalvable cnire la relatividad inevilablc de roda deci ·ión huma ni• y la cencza ele Dios. La singularidoJd primordial de su caso reside en d hecho de que h1 certidumbre de csre sujeco -initcccsiblc }' trascendente- produce. h. duda más comp\cta y más parnHiantc. Todos los elemen tos de la reflexión son objetos de su perplejidad: d amor y )a relación con el cuerpo y el sexo son, por ejemplo, fuen tes de su indecisión. ¿Qué es amar (al m<trgcn del :1mor divino)? "¿ J 1 e amado? Lo indudable es que conocí tres años de pasióo ". E.l vínculo con las muj<:rcs está t\csgartado entre las exigencias de las pulsiones y la aureola mariana que nimba a toda mujet arnada. No hay clivaje entre aqucll.is a quienes él ama y aquellas a quienes d~ca. El problem~ no es dd orden de las degradaciones de la vida amorosa que Freud describe en 1910 y 1912.1 La misma muief queda <tlrapad•\ <:n el campo<ld Jcseo sexual y el campo Jd sentimiento amoroso. eñ:Jlcmos de paso t¡U<! !?. pnkt\c3 sc:<uai no es en sí rnismu motivo ele ningün con- 1 i¡;mund Frc:11d, La Vtt' se,.,,ell~, Parí~. PU f. l%'l , ~pitu\o4, "Con\noo11oru a lu psychvl()ftit <le Ju ,.¡e .un11urcu~c·. >' cr• cspc:caJJ "Un typc pa111culacr de i:hoix cfobict chc.d'hommo.: ", p. -1 7. y "Surlc plus Réncr.il dei raln,ii;scntct\ll<k la vio: ~~\U"~~· . f>. 55. l'f'r~d. c-;ist .: • olm : un cil>Q pa111cular de d cccicín de objdo en d hombreº y •Sobre IJ na.is ¡icm:a"h'-'ld:i ~r:a<lución de la vid..i ~ltlori>S<I •. c11 Ohr111 ro111pkt.1r, \'01 11 , Uucno\ r\irc:s. /11nou o11u. 1 ?79.1 ¿U~ /\MUR /\U owro? 45 f1 1cro: las pulsiones son imµeriosas; el deseo, inrenso y no muy indeciso. El señor M. alude a una gran libertad y pocas reservas i:n ese ámbito. Lo atrajeron mucho las experiencias descripras por Michel Houellebecq en Las partícula.r elemenrale.r, y sólo retrocedió en el preciso instante en que, en un campamcnco de vacaciones, iba a producirse un intercambio con otra pareja. Cambió de opinión cuando su compañera dijo estar de acuerdo. No prerende, empero, hacerle cargar con ninguna culpa, pues ella no hacía sino aceptar un pedido de él, iniciador del proyecco. En consecuencia, la corriente tierna y la corriente sensual (para hablar como Freud) se vuelcan hacia los mismos objetos. Pero cs1a conjunción, sin embargo, es problemácica en sí misma, así como es difícil consentir en la imperfección , la dualidad, la con- tradicción: "Una mujer es hermosa . .. pero se tira pedos en la cama; es pura ... pero tiene las reglas". Sí, habría que poder aceptarlo, pero el deseo de absoluto nunca deja de insistir. Él experimenta en el cuerpo todas esas modalidades de divi- sión: la ausencia de una certeza comparable a la de Dios tiene el efecto de dividir el cuerpo mismo en dos. Esa experiencia tuvo incluso una forma inicial y paroxística: hace algunos años, el señor M. se vio enfrentado a una situación similar. En el momento preciso en que debía decir sí al sacerdote, sintió que su ser se desgarraba. Se puede decir sí a cualquiera y en cualquier cir· cunstancia, pero ¿cómo hacerlo ante Dios? Esperaba algo así como una transfiguración por la gracia divina. Habría debido estar "aureolado de luz" y no parali7.ado por la impotencia para actuar. Esa imposibilidad de responder "verdaderamente" suscitó un desencadenamiento. Una vez concretado ese primer matrimonio, el señor M. cayó presa de un intolerable anhelo de desaparecer. Ésa era la única salida a su posición insostenible. A posteriori le resulta imposible establecer los lugares, los momentos, las condiciones p recisas. Por lo demás, éste es para él un problema bastante general: con frecuencia pierde las referencias de tiempo y espacio. Lo que 46 PHllJ l' PE ne G r:oRGES s:ibe <.:5 que después de ese casamienro tomó un automávU y se apresuró a encerrarse en un monasterio, donde hizo huelga de hambre. Sólo d hcrm~mo to rnero lo '>'is\t·aba <le cu";lndo en cuan- do. Dt1 ranrc ese cicmpo fue el único hizo humano que mantuvo, ümi\aJo a a\gunas pah1bras. a\gunas oraóoncsy un poco ele pan v vino. · Coino en otras oportuni<lad1:s, parad señor M. apa rece aquí con coda chi ridad La idea de que la muerre serín lll única y verda- dera olución. La vida no se justifica y ahora, al cocon t rarsc conmigo, no c::xpt!rtmcnta olra novc<l1vl '-\U<: " d d1.:S~c d~ ~nmar, de vornicar d mundo". Nuestro hombre, que da muescr.is de uoa gr'.m f unqucza cDnsigo mismo, debe reconocer que en lo más incenso de su angustia senr ía un goce indudable, que asociaba "'\a \ocura dd inscancc y la vo1uptuosidud de la caída". Lo que permitió salir de esa completa impasse fue Ja iniciación Je un crámicc Je :inulación del matrimonio itmc las ins1anci:is Je Roma. La instrucción cld pcoceso tardó su tiempo. Peto Cué.\n<lo se pronunció la ":¡c:ntencia de nulidad", el señor M. recuperó "la S\:ns-ac\ón de ~r úno". Este misn10 episodio habia suscitado un temor: ¿córno podía un tribunal humano pronunciarse sobre a untos divinos? La cucsción, cr'I efecto, era saber qué pasaba con la frase sacrarncnt~ por Ja cual dos seres se unen de manera indefectible ante Dios. EJ apaciguamiento decisivo provino de los 1érn1inos muy precisos de la ley vaticana:. la nulic.hd es den a. aunque se pronuncie de manera retroactiva. Lg scnrencia es- tablece qu~ no hubo unión ame Dios. Lo 4u~ los hombres vivie- ron y pueden atestiguar no sucedió verdaderamemc eri esa otra escena que es aquí \a de Dios. La sentencia plantea, de codos modos, un problema que d señor M. se cons;tgraní a resolver en Jos días siguientes: como corol:trio, en efecto, pesa sobre él la prohibición de volver a ca- sarse por "inmad urei grave". Para Ja Iglesia es como un ni11o, inepto, c.kbido a s.u inocencii., para suscribir un compromi o semejante. Será necesario que un psiquiatra, a quien el obispo ¿UN AMOR ABSOw ro? 47 l 11Carga la tarea por cuenta de Roma, atestigüe que desde en- 111nccs ha madurado y ~cá ahora en condiciones de restar. El :.l·nor M. llevará esta gcs1ión hasta el final, sin vacilaciones, ' u:mdo la prohibición cdesiástica habría podido evitarle la ckccíóo imposible. Pero es indudable que él no habría visto en dio más que una maniobra dilatoria incom patibl e con sus exigencias morales, y el diagnóstico Je inmadurez no le conviene. E~te especialista en derecho constitucional, y particularmente en el rema de la decisión política. no advierte en si mismo una meptitud para juzgar y tiene, antes bien, la sensación de tropezar w n un:i imposibilidad lógic:i: la de mantener unidos el uso hu- mano del lenguaje, en eJ que reinan el equivoco, lo aleatorio, Ja posibilidad del error y la mentira, y el campo de la palabra divina, donde impera la absoluta verdad. Así, pese al carácter cnigmt\úco Je sus palabras, ¿no dice acaso Jesús: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida''? ¿Cómo aceptar que el cuico no produzca esa mutación esperada. capaz de dar a los novios un "corazón transparente"? ¿Cómo explicar lo que reduce a una imp1use d compromiso sa- grado con la esposa? El señor M. termina por encontrar la ÍÓl'· ul " Q . 1 . d D' I " m a: ¡ ucrna casa rme con a mu1er e 1os .. Antes de volver al caso para discutirlo, señalemos que durante esos encuentros se aborda poco más que su preocupación del momento. La invasión <le su pensamiento es tal que eJ señor M. ha suspendido sus tareas J occmes y de investigación. ¿Qué vida lleva, cuáles son sus n:laciones con los otros? Las indicaciones son escasas y dejan entrever un fondo de tonalidad persecutoria. Nunca lo comprenden verdaderamente y cl malcnccndido le resulta insoportable, al cx1 remo de despertar en él un odio masivo que en general no llega a la expresión. Q uerría que sus relaciones con el prójimo se enmarcaran en la philia y el ágape. Pero nadie está a la alturn de sus expectativas y cada desilusión ali menea en él un sentimiento crccicmc y exacerbado de soledad y dcscspe· ración. En cada lazo concreto, cJ ideal se rompe comra la realidad 48 PI 111.lPPf- O!'. G f.O V..G\:$ y la presencia del sujero en el otro que rebaja el cara a cara al e.ie imaginario. Así, el señor M. cree que debería asignar :1 su p¡¡dre Ja función de lestigo del matrimonio. Eso significada dacle cl \ugar que nunca o<:upó en su vida ese inmigrante humilde y si- lencioso, ese hombre insignificance que siempre se limitó a su uabajo. P ero la re>puesra de su padre a esa asignación frustra la expccraciva y desnaturaliza la idea. Dice: "Siempre te estorbé". ¿No debe tomárselo al pie de Ja letra? ¿No sería mejor eliminado? Obcendremos algunas informaciones a posleriori, una vez que d señor M. se ha>'ª marchado de I.1 región . Señalemos que d matrimonio se realizó. Sorprendenremcnte, se desarrolló sin en- )!.OHos, a pesar de que la aporía lógica no habfa renido ninguna solución. El señor M. e apoyó en d texto sagn1do pt1ra hacer freme ~ p\azo. ¿Acaso no dice cl Génesis: "Hombre y mujer los creó"? ¿E incluso: "Por esto el hombre dejará p¡¡dre y madre y se un\r·i 3 su mujer y \os dos serán una sola carnc"?1 Oc todas maneras, esos apoyos son can provisodos como insuficientes. Sin embargo. cl resto, como dice Kipling, es otra hisroria .. . Formulemos nuestra hipótesis: para ese suje10, "la mujer de Dios" es el n<>mbrc de La Mujer. Con ese nombre existe para ci. Como es evidente, d señor M. toma dd regisrro del culeo mariano los ingn~dfontes de esta figura de su mundo. Maria tiene d mérito, en efecto, de permanecer siempre virgen, ser fecundada por el hálito divino que, así, la eleva sin pecado a \a condición adorable de madre, y ser madre de Dios. Esra situación única para una persona humana , rcfonada pot cl dogma más reciente que la dice "sin pecado concebida", la preserva de la degradación por el comercio sexual y la exime de. toda marca envilecedora. Encontramos d mismo uso de la figura de María en un breve rexto escrito por AJfred Jacry en cl periodo penurbador para él 2. Géncsi.s, 1. 2.: y 1, 27, La 81b/( de /lruJ4km, P1nú. ~rf. 1998 !Trad . c~$t . : Bihlia Je }trtmlén. Bilbao, De.sel&: de Btot1wcr. 2000.l ¿U~ AMOR ABSOl.lJTO? 49 q11c- ~1gue al considerable éxito de Ubzí rey.> En él , Marfa-Miriam n .1 hi vez la mujer y la madre de Dios. Es este mismo quien nos l1 .1hla de ella. Condenado a muerte, el señor Dios, cuyo nombre de pila es E mmanucl , espera su decapitación en una celda de la \unté. El héroe no vacila en llamar a ese ser, amado con locura y h11sta d asesinato, "mi Y ocas ta". H agrunos notar que J arry escribe ,.,,e tcxco (cuya difusión fue dumntc mucho tiempo casi confi - ,k-11cial) antes de que f rcud pubUquc nada sobre Edipo. pero 1111 sin haber leído con pasión los trabajos de J anet. El señor M., que es capaz de una pasión amorosa y al mismo m:mpo está animado por un vivo deseo sexual por las mujeres, p:1recc chocar con la dificultad de anudar esos dos movimientos n m d uso de las pafabras sagradas. Para resolver esta aporía sería menester "poner a Dios ene re paréntesis", pues el señor M. siente el intenso deseo de insultarlo, .1unquc no se atreve a hacerlo. De hecho, lo que rechaza es que todo acto tenga una parte de contingencia, de incertidumbre. de .1puesta. Como dice Mallarmé, " todo pensamiento lanza un tiro <le JaJos". Pero el señor M. no admicc cl carácter aproximado Je la función de la palabra humana. Asistimos a sus esfuerzos por constituir un O c ro que sea garante de su ·' cú eres mi mujer".~ Sin embargo, las exigencias de su estructura hacen que ese Otro quede reducido al eje imaginario, y que espere en vano un signo. Su posición le impide dar crédito a ese "más allá del lenguaje" que es para Lacan el uso de aquella palabra: ésta, en efecto, vale por sí misma más que su enunciado; es en sí compromiso, rienc por esencia un valor pcrformativo. El señor M. no se deja engañar lo bastante por el campo del lenguaje y la función de la palabra 3. AJfrcd Jury. L"llmour absolu. Puís. Malle et Une Nuiis. 20CH . !Tnd. cast.: r;J .unorabJo/1110. Barcelona. fon1an3. 1976.)
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