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La mujer en su construcción de género

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La mujer en su construcción de género
La autora, Ana María Fernández, señala que las desigualdades como las del genero se sostienen en una “ecuación simbólica” que es lo diferente=inferior/peligroso/enfermo. En cuanto al género, éste es un problema complejo que no debe tratarse en una polarización, y a la vez, no debe ser reducido a otras formas de opresión, ya que tiene mecanismos que le son específicos. 
La autora afirma que la subjetividad se construye con otro que es superior o inferior, lo que está ligado a una jerarquía cultural, como en el caso del lenguaje o la imposición de saberes en las mujeres, que les han dicho cómo sentirse, cómo son, por qué sufren, etc. Con esto, quedaría preguntarse cuáles son los resultados de ese poder, lo que en parte vendrían siendo heridas simbólicas.
En cuanto al consenso, este sería un proceso por el que la desigualdad se haría parecer como natural, para que los subordinados se ajusten a tal construcción de la realidad. Así, la discriminación debe parecer oculta, mientras que los discriminados son articulados con el resto de la sociedad sin que las prácticas de violencia pierdan lugar. Para esto, también tienen un papel las instituciones que imponen explicaciones religiosas y científicas, mitos sociales, etc. 
Un aspecto importante, es que en el caso de las mujeres, incluso las que pertenecen a sectores con mayor poder son afectadas también por tal violencia, lo que a menudo se ve como una actitud de “están ahí porque quieren”. Por tanto, habría coincidencias entre los grupos de mujeres más pobres y las más ricas. 
La violencia invisible se relaciona con situaciones desventajosas que no se manifiestan a juicio de los que participan, y que sin embargo están ahí y tienen gran eficacia en reproducir la desigualdad. Los sujetos, en su actuar, se “inscriben en redes sociales en las que se generan, transitan o dinamizan prácticas de violencia”, pero no notan como tal esas prácticas, pues se presentan apegadas a algo particular y subjetivo. Lo invisible sería lo que ha pasado a ser naturalizado, no está escondido en alguna profundidad, se presentan en hechos y acontecimientos, pero se niega ser visto. 
Ante ello, es necesario, como se ha hecho en los últimos años, que las mujeres pongan en palabras su malestar, una enunciación que traería un sentido que formaría grupos. Esto se combina con nuevos espacios conquistados por ellas, que van poniendo en crisis la legitimidad del orden establecido.
Por otra parte, los discriminados tienen la característica de que no son ajenos a una formación social, pues participan en ella, y refuerzan la isma estructura, no habría como tal una violencia manifiesta, obedecen pues se suele dar como legítima tal desigualdad. Para vencer esto, la autora menciona que los discriminados deben crear universos de significaciones que vayan más allá de los estigmas ya impuestos hacia ellos, mientras que se deben formar organizaciones menos jerárquicas, así como nuevos sentidos a nivel personal, aprovechando que aunque se han internalizado la legitimidad de la desigualdad, también hay una resistencia, pues habrá aspectos en los que no se hayan mostrado totalmente convencidos. Así, las mujeres tienen que “reapropiarse del sentido de sus acciones, sentimientos y deseos”.

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