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Índice
 
Agradecimientos
Introducción
I: ¿Qué es la logoterapia?
II: Las características de una sociedad enferma y la logoterapia
III: La neurosis noógena como componente
etiológico en algunas adicciones a psicoactivos
IV: Propuestas logoterapéuticas frente a las adicciones
V: ¿Qué es un Círculo de Diálogo Existencial (CDE)?
VI: Perfil del animador del CDE
VII: Temarios para las sesiones de los CDE
VIII: Reflexiones existencialistas y logoterapéuticas
IX: Homo ridens y homo patiens
X: Logoterapia, compromiso político y monantropismo
Bibliografía
2
Agradecimientos
 
Deseo expresar mi sincero agradecimiento al doctor Viktor Emil Frankl, quien muy
amablemente me autorizó para tomar las notas pertinentes de las ediciones italianas de
sus obras.
A mi esposa, Nohora, quien no sólo me ayudó a interpretar el texto original, sino que
tuvo la paciencia necesaria para afrontar mi encierro durante la preparación del material.
A la doctora Constance de Losada, decana de la Facultad de Psicología de la
Universidad Antonio Nariño, quien en todo momento, me apoyó para seguir adelante en
la tarea propuesta.
A la señora María Stella Zorro, que realizó la revisión de estilo de la obra y a quien
agradezco sus indicaciones de orden literario.
A todas aquellas personas que hicieron posible la realización de esta obra, entre ellas,
los profesionales y demás jóvenes participantes de los Círculos de Diálogo Existencial
(CDE) por su colaboración y espontaneidad.
A las universidades Javeriana y Antonio Nariño, las cuales me brindaron los espacios
necesarios para realizar la aplicación de las teorías de Frankl.
A todas las personas anónimas que han tenido el valor de asumir experiencias
dolorosas de una manera digna y que a pesar de su silencio, nos dan la mejor lección de
humanidad.
3
Introducción
 
El problema de las drogadicciones es uno de los más grandes desafíos que enfrenta
nuestra sociedad actual. Las condiciones de vida que hemos creado han favorecido el
aumento de las “fugas”, “huidas” en el alcohol, tabaco, cocaína, marihuana, heroína,
psicofármacos, inhalantes. De igual manera, entre la comunidad filosófica y científica hay
consenso en que las dificultades de tipo “existencial” afectan cada vez más la salud de la
población. Se tiene así, un panorama donde la relación etiológica entre “dificultades
existenciales”, “falta de sentido o significado de la vida” y drogadicción toma mucha
fuerza.
El autor, siguiendo las pistas de Viktor Emil Frankl, con quien tuvo la fortuna de
participar en los seminarios de formación en Italia, encuentra válida la hipótesis según la
cual, una muy buena alternativa para afrontar la prevención y terapia de las adicciones a
sustancias psicoactivas es la logoterapia. La logoterapia o “tercera escuela vienesa de
psicología” (la primera es la de Freud; la segunda la de Adler), es poco conocida en el
ambiente suramericano y menos aún en el medio académico colombiano. Teniendo
presente lo anterior, la idea fundamental de este texto es describir sus bases y su relación
con la drogadicción, buscando que el público tenga otra clave de lectura para afrontar
diferentes dificultades.
 En la primera parte del libro se hace una introducción a la teoría y técnicas de la
logoterapia. Es el capítulo más extenso ya que se quiere dar una fundamentación teórica
y práctica de este enfoque psicoterapéutico. La casuística es igualmente amplia para que
el lector pueda, con las debidas precauciones del caso, hacer transferencias a la vida
privada o a la práctica clínica.
 En la parte intermedia, se hace una breve caracterización de algunas formas de vida en
nuestra sociedad, que permiten hablar de una “sociedad enferma”.
 Los últimos capítulos del texto describen más específicamente las relaciones entre la
logoterapia y la drogadicción, teniendo en cuenta el nivel de la prevención y de la terapia.
Las diferentes propuestas planteadas buscan enriquecer el debate y dar alternativas
válidas para afrontar las adicciones.
 En la parte final se anexa lo concerniente a los Círculos de Diálogo Existencial (CDE),
experiencia original del autor.
 
4
Capítulo I
 
¿Qué es la logoterapia?
 
Sólo el que tenga un por qué para vivir
puede soportar casi cualquier cómo.
Nietzsche
 
Breve biografía de Viktor Emil Frankl
 
Los historiadores de la psicología están de acuerdo en que el estudio del psicoanálisis
permite conocer también los secretos de la vida de Freud, su fundador. De la misma
manera, se puede decir que al estudiar la logoterapia, se conocen las experiencias
personales de Frankl.
 Viktor Emil Frankl nació en Viena el 26 de marzo de 1905. Sus familiares eran hebreos.
Desde pequeño mostró interés por el estudio de la medicina y de las ciencias naturales,
pero mantenía un espíritu muy crítico frente a las posiciones reduccionistas. Fizzotti1
refiere las siguientes palabras de Frankl: “Recuerdo bien las reacciones que tuve a los
trece años, cuando al frecuentar la escuela secundaria, me fue impuesto un aprendizaje
reductivo. Nuestro profesor de ciencias naturales estaba explicando que la vida, en un
último análisis, no era sino un proceso de combustión, de oxidación. Entonces me puse
de pie y le pregunté: profesor Fritz, si es así, entonces ¿qué sentido tiene la vida?”.
 Su sensibilidad hacia la problemática filosófica-existencial fue reforzada con el suicidio de
un compañero de estudio, cuyo cuerpo fue encontrado con un libro de Nietzsche entre
sus manos. Esto convenció a Frankl de la relación que existe entre las concepciones
filosóficas y la manera como se enfrenta la vida2.
 Frankl fue marcado intensamente por la correspondencia que tuvo con Freud. Durante
varios años intercambió cartas con el fundador del psicoanálisis. Freud, quien dirigía la
Revista Internacional de Psicoanálisis le publicó un artículo sobre la “Génesis de la
mímica de la afirmación y de la negación”.
 Durante sus años juveniles fue un gran lector. Los textos de Schopenhauer, Kierkegaard,
Marx, Scheler, Lenin, Freud y Adler, entre otros, eran objeto de grandes debates entre
5
sus compañeros del partido socialista de la Juventud Obrera, del cual llegó a ser
secretario nacional.
 En la universidad participó en algunas lecciones de psicoanálisis con varios de los
primeros seguidores de Freud, pero la lectura de autores, como Kierkegaard, que
planteaba la problemática existencial, lo entusiasmaron mucho, por lo cual, poco a poco
se fue acercando a Adler, alumno de Freud, quien ya había fundado la Revista
Internacional de Psicología Individual. Para Frankl, el pensamiento de Adler, permitía
tener más en cuenta las preguntas de tipo existencial, mientras Freud al darle tanto peso a
la teoría de la libido, descuidaba los temas existencialistas.
 Posteriormente, Frankl entró en polémica con Adler, ya que consideraba como un peligro
el psicologismo que invadía la psicología individual. No obstante esto, Frankl,
consideraba que se podría trabajar al interior de la teoría de Adler, en los problemas del
sentido y el significado de la vida, muerte y dolor.
 Al final, la Asociación de la Psicología Individual, decide expulsarlo por considerar que
los planteamientos de Frankl se alejaban de los postulados de la segunda escuela vienesa
de psicología.
 En 1930 se graduó como médico y prosiguió los estudios de neurología y psiquiatría.
Durante este tiempo en la universidad, trabajó en el hospital psiquiátrico de Viena, sobre
todo con personas afectadas de manías de suicidio, problema muy frecuente entre los
jóvenes eu-
ropeos de la época.
 En la segunda guerra mundial, cuando los alemanes invadieron Austria, la familia de
Frankl fue perseguida por cuestiones raciales.
 En 1942, la Gestapo hizo prisionera a su familia. Su esposa Tilly, sus padres y su
hermano murieron en los campos de concentración. Frankl pasó tres años en los campos
de Türkhein, Kaufering, Theresienstad y Auschwitz, donde prácticamente creó la
logoterapia. Allí, en la prisión, su objetivo diario era buscar un sentido y un significado a
la muerte de tantas personasen las cámaras de gas (vio a su madre entrar en una de
ellas). Su lucha era ayudar a los demás presos a “morir con la frente en alto”, con
dignidad.
 En este período, llamado por Frankl, Experimentum Crucis, escribe su libro Un
psicólogo en el campo de concentración, 1945.
 La experiencia de Frankl en los campos de concentración le permite constatar en carne
propia que el ser humano tiene la capacidad de encontrar un significado, un sentido en
cualquier circunstancia de la vida, aun en aquellos momentos más absurdos y dolorosos.
A los 40 años de edad, en 1945, es liberado del campo de concentración y comienza con
gran fuerza a expandir sus ideas por Austria y toda Europa. Sus tesis causaron mucha
polémica y admiración.
 Viktor Frankl ha publicado 26 libros, traducidos a 18 idiomas y ha sido profesor invitado
en más de 20 países.
 En el campo suramericano, la universidad de Buenos Aires y la Católica de Porto Alegre
6
(Brasil) son las que más impulso han dado a las teorías de Frankl. En el campo
colombiano aún es poco conocido el pensamiento frankliano. El autor de esta obra ha
iniciado algunos seminarios en las universidades Antonio Nariño, Javeriana, Incca y San
Buenaventura en Bogotá, D.C.
 
Recuerdos personales con Viktor Frankl
 El sábado 2 de mayo de 1987, en Montecatini-Terme (Italia), alrededor de las 3:30 p.m.,
en la sala de congresos tuve la oportunidad de conocer a una persona que en ese
momento no sabía que iba a influir tanto en mi vida personal, y en mi pensamiento
filosófico y científico, era Viktor Emil Frankl, el último discípulo de Freud y creador del
análisis existencial y de la logoterapia o curación por medio del sentido o significado, o
teoría del optimismo trágico. Frankl –con sus 82 años de vida y con aproximadamente
1,65 de estatura parecía una persona vigorosa, con tez muy blanca y pómulos rojizos–,
estaba allí sobre el escenario dando la conferencia.
 Terminada la conferencia del congreso, en un intervalo, donde increíblemente quedó
solo, me le acerqué y me presenté hablándole en italiano, le dije que era un psicólogo
colombiano, entonces él comenzó a hablarme en una mezcla de español e italiano y me
dijo que él recordaba mucho Centro y Sur América, porque había estado muchas veces
en varias universidades. Frankl hablaba y entendía seis idiomas, me preguntó cómo era la
situación de la logoterapia y de la psicología en Colombia. Éste sería mi primer encuentro
con Viktor Frankl durante mi permanencia en Europa por cinco años, allí lo seguiría
muchas veces en congresos, conferencias y cursos, sobre todo en Italia a donde iba
invitado por su alumno preferido, eso creo yo, Eugenio Fizzotti. Más de diez veces viajó
a Italia a dar cursos.
 Siempre recordaré su buen humor, hacía chistes y bromas sobre muchas cosas. Era un
gran dibujante caricaturista, dejó cientos de diseños. A veces era, como muchos seres
humanos, malgeniado, explosivo, primario. Muy puntual en sus horarios. Buen alpinista,
de hecho en Suiza hay una colina dedicada a él. Después de los 60 años quiso aprender a
pilotear avioneta y lo logró. Para Frankl el avión representaba la capacidad del
“autodistanciamiento”, y para entenderlo es útil la siguiente analogía: “¿Cuándo el avión
es más avión, cuando carretea en tierra o cuando se eleva por las alturas? Cuando se
eleva por las alturas, distanciándose de la tierra”, así el ser humano, toma distancia de sí
mismo, y conserva su libertad de elegir una perspectiva, una actitud X, Y, Z frente a
algún hecho.
 No olvidaré tampoco aquella vez que le pedí que me dejara traducir al español de la
Editorial Città Nuova, italiana, algunas partes de sus libros y así comenzar a hacer la
difusión de la logoterapia en Colombia. El 15 de febrero de 1995 recibí una carta de
Viktor Frankl, en la cual me autorizaba para hacer traducciones del italiano al español,
esto para mí fue un gran motivo de alegría. Me impactó su generosidad, no me pidió
ningún dinero, sólo me recomendó que “tomara bien las citas bibliográficas”.
 En muchos momentos dolorosos de mi vida, y recordando las frases del maestro Borges:
“A mí, al igual que todos los seres humanos, me tocó vivir tiempos difíciles”, la
7
experiencia de Viktor Frankl en los campos de concentración, es para mí un bálsamo, y
me considero privilegiado de haber compartido con él.
 
Características generales de la logoterapia
 
Para Frankl3, “la logoterapia y el análisis existencial son las dos caras de una misma
teoría.
 Es decir, la logoterapia es un método de tratamiento psicoterapéutico, mientras que el
análisis existencial representa una orientación antropológica de investigación”.
 El “logos” hace referencia al “sentido”, al “significado”: algo que el ser humano busca
siempre frente a las circunstancias del destino, la vida, la muerte, el amor, el dolor.
 El “logos”, según Frankl, tiene que ver con la parte noética, espiritual, que se distingue de
lo “psíquico”. De esta forma, logoterapia quiere indicar terapia por medio del “sentido” o
del “significado”.
 La logoterapia pertenece más a un enfoque o actitud de tipo existencial-humanista y se
considera más como un complemento de la psicoterapia en general y no tanto como otra
escuela.
 El análisis existencial, la otra cara de la misma teoría es un intento de crear una
antropología como base para una psicoterapia: “No existe psicoterapia sin una
concepción del hombre y sin una interpretación del mundo”4. Siempre, el terapeuta
tendrá una cosmovisión consciente o inconsciente. Para Frankl, es más conveniente que
dicha cosmovisión y antropología sean explícitas y conscientes. Más adelante, se
profundizará en la antropología frankliana. La logoterapia se puede dividir en dos clases:
logoterapia específica y no específica.
 La logoterapia específica trabaja con las dificultades de tipo “crisis existencial”, “vacío
existencial”, “falta de sentido de la vida”.
 La problemática del sufrimiento y la de las personas con enfermedades “terminales” es
abordable con esta clase de logoterapia. De igual manera, la neurosis “noógena”, aquella
que surge cuando hay un “choque de valores”, “conflictos éticos”, “conflictos
espirituales” puede afectar la dimensión psicológica o biológica de la persona.
 Para aplicar la logoterapia específica, el terapeuta debe, en gran medida, compartir las
bases filosóficas y antropológicas que plantea Frankl, ya que sin ellas es difícil lograr el
objetivo de “acompañar a la persona en la búsqueda de ‘sentido de la vida’, ‘significado
del sufrimiento’, ayudándole a descubrir ‘valores’ o significados ligados a una situación
específica, asumiendo también actitudes adecuadas y realizando elecciones
responsables”5.
 La técnica o vía para trabajar en este tipo de logoterapia es el “diálogo socrático”,
derivado de la mayéutica, acerca del cual Viktor Frankl y su discípula, la psicóloga
alemana Elisabeth Lukas dan orientaciones o pautas.
 La logoterapia no específica se emplea en las dificultades clásicas de las obsesiones,
obsesiones-compulsiones, fobias y problemas sexuales. En general, la casuística sobre las
8
diferentes patologías en las que se utiliza esta clase de logoterapia es muy amplia.
 Las técnicas más empleadas son la intención paradójica y la derreflexión, de las cuales, al
igual que del diálogo socrático se hablará más adelante.
 Para terminar esta primera parte que trata de las características generales de la
logoterapia, es importante recordar la síntesis que Fabry6 plantea al decir que la
logoterapia se funda en tres principios: 1. la vida tiene sentido en todas las circunstancias;
2. el hombre es dueño de una voluntad de sentido y se siente frustrado o vacío cuando
deja de ejercerla; 3. la persona es libre, dentro de sus obvias limitaciones, para consumar
el sentido de su existencia.
 
El ser humano en la logoterapia
 
En Frankl está presente una de las problemáticas que más influencia tiene en el
pensamiento académico occidental: holismo-reduccionismo y globalidad-particularidad.
 El ser humano vive una unidad y una distinción: es uno y múltiple.Tiene tres
dimensiones: física, psíquica y espiritual. Cada una de éstas tiene una relativa autonomía
al interior de una unidad.
 El ser humano tiene una unidad de fondo. En este sentido, Frankl plantea una posición
holista: al ser humano hay que tomarlo como un todo y no por partes. El psicoterapeuta
habla a una persona que tiene cuerpo, psique y espíritu. Una enfermedad en una de las
tres dimensiones afecta a las otras dos. Frankl llama a esta característica una “unidad
antropológica en la multiplicidad ontológica”. La alegría, por ejemplo, no se reducirá
solamente a la parte psicológica, sino que influirá en la parte espiritual y en la física.
 Frankl plantea que “el ser humano es completamente diferente a los otros seres”.
 La dimensión espiritual es específicamente humana y esencial. Esta dimensión engloba y
cobija, de alguna forma, las dimensiones física y psíquica.
 Frankl escribe que “necesariamente, la unidad del hombre, una unidad no obstante la
multiplicidad de cuerpo y de psique, no puede encontrarse en la dimensión biológica o
psicológica, sino debe ser buscada en aquella dimensión noética, partiendo de la cual, el
hombre es proyectado al primer puesto”7.
 Para aclarar las tres dimensiones que distingue la logoterapia tendremos presente los
planteamientos de Elisabeth Lukas8:
 El nivel biológico (fisiológico): el cuerpo.
El nivel psicológico (sociológico): la psique.
 El nivel espiritual (noético): el espíritu, el intelecto.
Nivel biológico (fisiológico): el cuerpo
 Es el nivel de la “vida” de las plantas, de los animales y del ser humano. Aquí se
desarrollan los procesos vitales electroquímicos y físicos. No hay mucha plasticidad. Se
pueden verificar tesis siguiendo principios experimentales de causa-efecto.
9
Nivel psicológico (sociológico): la psique
 Es la “conciencia de la vida”, que comprende sentimientos, sensaciones, instintos o
condicionamientos presentes en los animales y el hombre.
 En esta dimensión es más difícil investigar. Los campos psicológico y sociológico
presentan una menor regularidad. Hay un mayor espacio de libertad, más plasticidad en
comparación con el nivel anterior. Las percepciones, sensaciones, sentimientos e
intensidad de los instintos contienen una gran dosis de subjetividad.
 En los últimos años, la investigación empírica sobre todo la relacionada con el
conductismo, ha hecho avances significativos en la relación causa-efecto.
 
Nivel espiritual (noético): espíritu, intelecto
 Es exclusivo del ser humano. En esta dimensión, el espacio de la libertad es muy amplio.
El ser humano puede tomar posición ante las más diferentes situaciones y se permite
desafiar sus condicionamientos y límites.
 En la dimensión espiritual está presente la “voluntad de darle un sentido a la vida”. El ser
humano no es capaz de vegetar apáticamente hasta la muerte.
 Para Frankl, el término espiritual no se identifica con lo religioso ya que en la persona no
religiosa, también existe la dimensión noética. Esta dimensión es la parte más interna del
ser humano y como se decía antes, la parte específicamente humana, esencial.
 La dimensión espiritual es distinta de la dimensión psíquica, en cuanto a categorías se
refiere: plantea la búsqueda de significados, de sentido de la realidad. “Es aquella que
puede confrontarse siempre y en cualquier momento”.
 Lersch, con quien Frankl está de acuerdo, afirma que el pensamiento en su función
espiritual, transforma la realidad dolorosa, oscura, en una vivencia con significado que
produce una claridad interior. En consecuencia, para comprender a la persona es
necesario tener en cuenta sus valores de significado existencial.
 
La libertad y la responsabilidad
 
Frankl retoma muchas posiciones de los filósofos Kierkegaard, Heidegger y Scheler, para
elaborar una antropología que permita orientar mejor la práctica psicoterapéutica.
 El ser humano es libre (no obstante sus normales condicionamientos), y este hecho le
produce angustia y alegría. Angustia porque, por ejemplo, en el caso de una elección
nunca tendrá la certeza absoluta de que ha escogido la mejor y quedará la angustia de
que las otras opciones no elegidas las destinó al “no ser”: “Aquello que pudo haber sido y
no fue”. “La angustia y la nada se correlacionan continuamente” (Kierkegaard).
 La alegría también es un resultado de la libertad en cuanto existe un amplio margen para
la acción y la aventura tan propias del ser humano. La libertad implica una posibilidad
para elegir pero, ¿qué sucede en aquellas circunstancias donde no se puede elegir?
 Siempre se podrá encontrar un significado o sentido ante esta no-elección. Al respecto,
Frankl dice que: “Frente al destino adverso e ine-
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vitable es inútil preguntarnos ¿por qué a mí? Lo importante es dar una respuesta”.
 La libertad también se relaciona con el “ser y el deber ser”, en alguna forma tiene
relación con el futuro, con la proyección. “Ahora soy esto, pero quisiera ser...”.
 Para la logoterapia, es importante mantener una “sana noodinámica”, es decir, una
tensión entre aquello que se es y aquello que se debería ser. Este desequilibrio es
saludable e impide caer en la frustración existencial.
 La libertad va unida al comportamiento responsable. Yo puedo ser pero también debo
ser. El deber-ser tiene que hacer las cuentas con el medio social, con la otra persona que
está a mi lado.
 El deber-ser se traduce en una respuesta que libremente yo puedo dar. Frankl retoma la
definición que hace Jaspers del ser del hombre: “Ser decisivo”, es decir, que nunca “es”
sino que en cada momento decide lo que es. Al decidir aquello que es, se decide a sí
mismo: hay autoconfiguración.
 La responsabilidad también se refiere a la capacidad que tengo como ser humano para
responder a cualquier pregunta que me haga el destino, la vida, el karma, las
circunstancias. De esta forma, yo como ser humano soy libre, puedo responder siempre
al asumir un comportamiento, actitud o significado.
 Para Frankl, la persona también es responsable ante la conciencia: ésta busca siempre los
valores e intuye un deber-ser individual, que se refiere a una situación específica.
 La conciencia como “órgano de significado” tiene una función intuitiva para reconocer el
deber-ser. El hombre como ser único, irrepetible y original puede, por medio de la
conciencia, conciliar la ley moral general con las circunstancias personales y específicas
de una situación. La conciencia plantea significados por realizar.
 
Los valores
 
Frankl está de acuerdo en varios aspectos de la teoría de los valores con Scheler y
Husserl. La persona vive en tensión, buscando valores y es aquí donde encuentra
significados existenciales. Por el hecho de que el ser humano es contingente, limitado,
sólo puede actuar ciertos valores que se concretan en tareas, objetivos, deberes
personales.
 Frankl dice que “quien se juzga ha percibido un valor... en el momento mismo, pues en
el mismo instante alcanza un nivel que lo salva”9. El encuentro con valores significativos
elimina la desesperación en situaciones en que se vive una oscuridad existencial. El valor
también proporciona una justificación cuando se hace una elección.
 Frankl plantea tres categorías principales de valores:
Valores de creación
 Son aquellas actividades que el ser humano realiza como el trabajar, el divertirse, el
ayudar a otras personas. Normalmente, las ocupaciones diarias de una persona: su oficio,
profesión. De alguna manera, Frankl dice que son cosas que el hombre le da al mundo.
11
 
Valores de experiencia
 Tienen que ver con la belleza, el amor, la verdad, la experiencia religiosa, el arte.
Valores de actitud
 Son los que la persona puede realizar cuando se encuentra ante situaciones dolorosas
y absurdas inevitables: la enfermedad, la muerte, el sufrimiento. Según Frankl, son los
que le permiten al ser humano alcanzar el grado máximo de significado de la vida.
Mediante éstos el hombre puede en cualquier situación encontrar un significado.
La intencionalidad
 
Frankl sostiene que el ser humano se define en cuanto estáen una tensión hacia el
“mundo”, hacia afuera. Aquí, como se decía anteriormente, se plantea la distancia entre
el ser y el deber-ser; el hombre se siente insatisfecho con lo que es. Para algunos autores
es la búsqueda o nostalgia del trascendente lo que inspira esta insatisfacción.
 Y continúa: “Ser hombre quiere decir dirigirse hacia algo que está más allá de sí mismo,
que es diferente a sí mismo; a alguna cosa o a alguien: un significado por realizar o una
persona por encontrar. Solamente en la medida en que el hombre trasciende de esta
manera, se realiza a sí mismo: en el servir a una cosa o en el amar una persona”10.
 El hombre debe ser alguien que tiende más hacia el otro; no hacia el individualismo.
 Esta característica de la intencionalidad forma la base de la técnica de la derreflexión
que, como se verá más adelante, se utiliza para afrontar algunas patologías en las cuales
la persona está muy “centrada en sí misma”. Para utilizar una metáfora “el observarse
mucho el ombligo”, puede ser causa de enfermedad, dado que en la medida en que
observo y dirijo mi atención hacia fuera de mí mismo, por lo menos tengo la posibilidad
de replantear o ver desde otra perspectiva, mi situación personal. La persona humana
busca siempre el diálogo, el encuentro de un tú; es un ser eminentemente relacional. El
yo se crea en la relación con el tú. Según Mounier “el tú y el él en el nosotros precede al
yo, o al menos lo acompaña”. Frankl considera que el amor sería un encuentro entre un
yo y un tú en un nosotros, donde las singularidades no desaparecen.
La transitoriedad de la vida
 
Frankl afirma11, que el pensamiento acerca de la muerte debe hacer al ser humano
activista, optimista y no pesimista. El hecho de saber que algún día morirá debe ayudarle
a encontrar sentido y significado a las actividades y vivencias. También debe animarlo a
construir algo que permanezca después de la muerte.
 De igual forma, Frankl expresa que el hombre debe ser responsable y consciente de sus
propios límites y aceptar que es un ser histórico y que, como tal, tiene que pasar por la
tierra. Esta humildad salva a la persona de la desesperación.
 En la ontología del tiempo frankliano “haber sido es la forma más segura de ser”,
12
tomada esta idea, “más desde un punto de vista ontológico que psicológico”. Las
acciones o vivencias que el ser humano haya experimentado no se pueden eliminar,
“permanecerán eternamente”. Nadie le puede arrebatar su pasado.
La voluntad de sentido
 
La persona tiene una fuerza primaria para buscarle sentido a su vida. Cuando no lo
encuentra cae en la “crisis existencial”.
 Para la logoterapia es más importante la voluntad de sentido que la voluntad de placer
(Freud) y que la voluntad de poder (Adler). El hombre puede tener “casa, carro y beca”
y, sin embargo, ser infeliz, pues necesita una razón, un motivo, más allá de lo
estrictamente material, para ser feliz.
 Esta búsqueda de sentido y significado ayuda a la salud mental. Frankl retoma las
palabras de Nietzsche cuando dice: “Quien tiene un por qué para vivir puede soportar
casi cualquier cómo”.
 Cuando una persona se enfrenta a situaciones difíciles y en extremo dolorosas, tiene más
posibilidades de sobrevivir si encuentra objetivos, tareas, sentido por realizar.
 Frankl cuenta: “Cuando fui internado en el campo de Auschwitz me confiscaron un
manuscrito listo para su publicación. No cabe duda de que mi profundo interés por
volver a escribir el libro me ayudó a superar los rigores de aquel campo. Por ejemplo,
cuando caí enfermo de tifo, anoté en míseras tiras de papel muchos apuntes con la idea
de que me sirvieran para redactar de nuevo el manuscrito si sobrevivía hasta el día de la
liberación”12.
 El logoterapeuta debe acompañar al consultante para despertar esta voluntad de sentido,
de significado, que es una condición a priori, es algo que acompaña al hombre siempre en
una forma consciente o inconsciente.
 Anteriormente, cuando se hablaba de los valores, se enumeraban los de creación,
experiencia y actitud. Estos se convierten en las tres áreas donde se puede buscar sentido
o significado, de acuerdo con la situación específica que esté atravesando la persona.
 Los significados o sentidos se descubren, es decir, ya existen objetivamente, son algo que
se impone en alguna forma al hombre.
 Otras características de los significados son su relatividad y subjetividad, en cuanto se
refieren a una persona única que vive una experiencia determinada y particular y, por
tanto, es válido ese significado para esa sola persona.
 
El sufrimiento en la logoterapia
 
Pero no fue el sufrimiento mismo su problema,
sino la ausencia de respuesta al grito de la pregunta: ¿para qué sufrir?
 
Nietzsche
13
 
La logoterapia es una de las psicoterapias que mayor aporte ha dado al análisis del
sufrimiento humano. Viktor Frankl, en primera persona, con sus vivencias en los campos
de concentración nazi, es la base sobre la cual se ha hecho la reflexión teórica y la
práctica clínica.
 Frankl13 y Elisabeth Lukas, en dos textos fundamentales, consideran que el ser humano
no nace con la capacidad de sufrimiento. Al contrario, debe adquirirla, debe aprender a
sufrir. Pero aquí surge un impedimento que plantea la sociedad para aprender a asumir el
sufrimiento: la ilusión de poder corregir todo, conseguir todo. Se piensa que todo en la
vida puede ser corregido, no se aceptan las limitaciones. La mujer que no tiene una bella
nariz o unos senos armoniosos quiere mejorar su físico, el hombre que no tiene una gran
musculatura quiere, aun por medio de esteroides, aumentar su masa muscular. Se aspira
a encontrar por medio de las más variadas fórmulas la clave para no envejecer, no morir.
 Es lógico que todos como personas aspiremos al bienestar completo. La logoterapia
también acepta la “voluntad de placer” como un motor que mueve al ser humano, pero
nos pone en guardia para que aceptemos lo inmodificable, para que hagamos la cuenta
con lo finito, con el límite. Es necesario asumir lo no-perfecto, lo molesto.
 Una frase de los alcohólicos anónimos dice al respecto:
 Señor, concédeme la serenidad para aceptar
aquellas cosas que no puedo cambiar.
Valor para cambiar aquellas que puedo
y sabiduría para reconocer la diferencia.
 Frankl sostiene que “sufrir significa obrar y crecer, pero también madurar. En efecto, el
ser humano que se supera, madura hacia su mismidad”.
 El verdadero resultado del sufrimiento es un proceso para llegar a la madurez. Ésta
pretende que el ser humano alcance la libertad interior, a pesar de la dependencia
exterior. Pensemos en una situación extrema como la del cautiverio de guerra o el campo
de concentración: en esa situación el ser humano se halla en el límite de dependencia de
condiciones que le son impuestas; de circunstancias que le son dictadas. Pero resulta que
esas circunstancias y condiciones sólo lo hacen dependiente en lo que respecta a su
acción y su pasión (la única acción era cavar y la única pasión, golpes, hambre, frío),
pero libre para adoptar una actitud u otra ante esta situación de extrema dependencia.
 Esto significa que el ser humano es dependiente en cuanto a la realización de los valores
creativos y vivenciales, pero es libre en la realización de los valores actitudinales: libre
“de” todas las condiciones y circunstancias y libre “para” el dominio interno del destino;
“para” el sufrimiento auténtico. Esta libertad no tiene condiciones, es una libertad “bajo
cualquier circunstancia y hasta el último suspiro”.
 Desde el punto de vista de la logoterapia, el sufrimiento no lleva necesariamente a la
14
enfermedad psicológica, sino que puede representar una de las posibilidades para
aumentar la tolerancia a la frustración, adquiriendo más “defensas” que doten al ser
humano para confrontarse ante futuras adversidades inevitables.
 El sufrimiento también posee una dignidad ética, una importancia metafísica. Igualmente,
favorece la comprensión del otro. Aquí vale la pena recordar la frase de Esquilo: “Al que
ha sufrido le queda laalegría de comprender al otro”. Frankl cita un poema de Dehmel
que dice:
 Hay una fuente que se llama dolor.
De ella emana la dicha pura.
Pero el que mira en sus aguas siente pavor.
Ve en el fondo del pozo su imagen clara enmarcada
en la noche. ¡Bebe! la imagen se desvanece.
Brota la luz14.
 En este poema podemos recordar dos ideas de la logoterapia respecto a la práctica
clínica:
 Una, cuando se disminuye la oposición a un pensamiento obsesivo molesto hay más
probabilidades de que éste desaparezca. Entre más oposición se le haga al pensamiento
obsesivo molesto, más posibilidades existen de que se haga presente.
 La frase paradójica que se le podría aconsejar a una persona que sufre por pensamientos
obsesivos de tristeza, sería repetir mentalmente: “Bienvenida tristeza cansona, ya estás
aquí de nuevo para molestarme. Está bien, ¡adelante!, pero no tengo mucho tiempo
disponible”.
 La otra idea tiene que ver con los mensajes que nos llegan a diario en nuestra sociedad
consumista: la búsqueda del placer como objetivo máximo.
 Aquí también la logoterapia plantea que la exagerada búsqueda del placer puede
aumentar las posibilidades de perderlo.
 Un ejemplo típico se ve en algunos casos de impotencia sexual masculina. La persona
que se encuentra algunos días a la semana con una amante y su fin exclusivo es la
relación genital, en cierto momento descubre que no puede tener erección: el placer se ha
convertido en su objetivo primario. Siguiendo esta línea de ideas no es conveniente tener
demasiadas expectativas frente a alguien o algo. Como expectativa se entiende “esperar a
que lleguen gratificaciones”. Nos hemos acostumbrado a esperar solamente lo
gratificante, sin pensar que también puede llegar lo inesperado y doloroso.
 El estudiante que espera recibir inmensas gratificaciones al iniciar el primer semestre de la
universidad puede desanimarse fácilmente. Así como la joven que espera encontrar la
máxima felicidad con el noviazgo que recién empieza.
 La logoterapia critica el hecho de que nuestra sociedad haya privilegiado al homo faber y
al homo sapiens, pero no quiere saber nada del homo patiens.
 La sociedad consumista piensa en un ser humano productor, trabajador: la absolutización
de los valores creativos. El pensamiento académico, igualmente, ha sobrevalorado la
razón, el homo sapiens como objetivo máximo.
15
 
Sufrimiento con sentido y sin sentido
 La persona no debe olvidar que el sufrimiento es una de las más grandes preguntas que la
vida le plantea. De acuerdo con la clase de respuesta que dé, sufre más o sufre menos.
¿Por qué?
 En la práctica clínica, la logoterapia permite ver que cuando una persona no le encuentra
sentido a un dolor inevitable, sufre y está deses-
perada. Al contrario, si la persona le encuentra un sentido a su dolor, sufre pero no está
desesperada. En la desesperación no hay un significado, un sentido, se sufre más por
esta razón. Cuando se le encuentra un sentido al dolor se sufre menos. No hay
desesperación. El logoterapeuta debe acompañar al consultante para que ubique la
situación dolorosa en un contexto válido de significados.
 Tomemos algunos ejemplos de la casuística de Frankl15 y de Elisabeth Lukas donde se
ilustra más el párrafo anterior.
 
Caso n. 21. ¿Por qué no me dejan morir?16
 Una mujer de mediana edad, ha tenido varias tentativas de suicidio, todas relacionadas con las fases de depresión
endógena que sufre. La señora consume muchos fármacos los cuales cada vez actúan menos. Con el tiempo se
encuentra con que el dinero no le alcanza para comprar las pastillas necesarias. Se forma entonces un círculo
vicioso en el cual, al querer huir de su depresión y no tener dinero suficiente para comprar pastillas, opta por el
intento de suicidio.
 Su esposo vive muy preocupado por ella y hasta el momento la ha socorrido a tiempo. Al ser hospitalizada, la fase
depresiva pasa y poco a poco la señora adquiere coraje.
 La vida transcurre normal por algunas semanas o meses, hasta la fase depresiva siguiente que la empuja de nuevo
a la fármacodependencia. No son solamente las recaídas lo que la desesperan, sino sobre todo la impresión de que
su vida no tiene sentido ya que no logra interrumpir el círculo vicioso.
 De hecho, este destino no es fácil de cambiar; las fases endógenas y dependientes de variables orgánicas hacen
que ninguna solución terapéutica funcione. Como terapeuta quiero luchar por la reducción del peligro de suicidio:
 –¿Por qué no me dejan morir, qué sentido tiene todo esto? Ésta no es vida, caer siempre en una tristeza sin fin y
no ver una alternativa diferente a aquélla de tomar pastillas que al final vuelven todo más triste...
 –Señora, supongamos que le viniera de improviso a su mente la idea de que viviría con más ánimos en Hamburgo
en lugar de Mónaco. La vida y el movimiento de una ciudad portuaria le gustan mucho. ¿Prepararía las maletas y
arreglaría lo necesario para ir a vivir a Hamburgo?
 –(Sorprendida) Yo... pero no, mi hijo va a la escuela aquí, mi marido también trabaja aquí... ¡no estoy sola en el
mundo!
 –Muy justo, señora, ésta es la frase clave que no debería olvidar jamás, por más de que sucedan muchas cosas.
Usted no está sola en el mundo, su vida y sus acciones hacen parte y afectan la existencia de otras personas. Por
esta razón usted no se va improvisadamente, de un momento a otro para Hamburgo y, por tanto, no debe tratar
de quitarse la vida, ni siquiera cuando le parezca que no tiene sentido, porque por lo menos, su vida tiene un
sentido fundamental para sus familiares. Usted no está sola en el mundo, ¿quiere recordar siempre esta frase que
usted misma ha pronunciado?
 –Siendo sincera, no pienso en mi familia cuando estoy deprimida, sino sólo en mí misma...
 –¡Sus problemas son el centro de sus pensamientos! Quiere poner fin a este tipo de pensamientos, olvidando que
le está creando problemas a las personas cercanas a usted. Trate en cambio de razonar de manera diferente, es
decir, hacién-
dose cargo espontáneamente del dolor y de los problemas para ahorrárselos a los demás...
16
 –¿Debo hacerme cargo espontáneamente de estos problemas?
 –Señora, si su vida le parece vacía a causa de su sufrimiento, pero, no obstante esto, decide soportarla
pacientemente por amor a su hijo, que tiene necesidad de usted y por amor a su marido, que no lograría soportar
el suicidio de su mujer, si logra esto, su vida tendrá sentido porque usted sabe exactamente para qué y por quién
vive. ¿Me entiende?
 –(Pensativa) Creo que sí. Usted habla de mi responsabilidad frente a mi familia y sobre este punto tengo que
corregir algunas cosas.
 –También su familia sufre y sufre por usted. Su marido y su hijo no pueden reducir su dolor pero usted sí puede
reducir el de ellos.
 –Sí, es verdad. Extraño, en el hospital he pensado siempre en que era digna de
compasión, ni siquiera se me permitía morirme, pero ahora entiendo, poco a poco, que
en realidad otros inocentes han sufrido por causa mía. También mi marido estaba
desesperado... no debo actuar más así... quiero por lo menos tratar de hacer esto en mi
vida, ahorrarle dolor a mi familia...
No todos los problemas psíquicos ni todos los dolores pueden ser eliminados
terapéuticamente. Algunos deben ser soportados y cuanto más uno sabe por qué, tanto
mejor se pueden soportar. Para hacer esto es necesario que exista alguna cosa, una
persona amada o un empeño o tarea para cumplir, que tienen necesidad de uno y por
amor a él se puede aceptar un gran dolor. Aquí un método terapéutico se encuentra con
un principio ético antiguo, es decir, como la paciente lo ha dicho justamente: “La persona
no está sola en el mundo” y su bienestar no puede ser el único motivo en su vida, pues,
el bienestar solitario, separado de la relación con nuestros semejantes no es suficiente.
 En logoterapia se insiste en la actitud valiente que se debe desarrollar ante un sufrimiento
inevitable, la búsqueda de sentido ante el dolor es, sin embargo, uno de los desafíos más
difíciles que la vida le presenta al ser humano.
 La psicoterapiatradicionalmente y con justa razón, tiende a ayudar al individuo para que
goce de la vida; la logoterapia también asume este trabajo pero quiere ir más allá: hacer
que la persona recupere su capacidad de sufrimiento cuando deba afrontar situaciones
dolorosas y les encuentre un sentido. Edith Weisskopf-Joelson, profesora de la
Universidad de Georgia recuerda: “Nuestra filosofía de la higiene mental insiste en la idea
de que la gente tiene que ser feliz, que la infelicidad es síntoma de desajuste”. Un sistema
tal de valores ha de ser responsable del hecho de que el cúmulo de infelicidad inevitable
se vea aumentado por la desdicha de ser desgraciado. A la persona que sufre no se le da
la oportunidad de enorgullecerse de su sufrimiento y de considerarlo enaltecedor y no
degradante, con esto se hace que la persona no sólo se sienta desdichada, sino también
avergonzada por sufrir17. En nuestra sociedad hay una búsqueda compulsiva de la
felicidad que no permite explorar las posibilidades de riqueza, de crecimiento interior y de
aumento en la tolerancia a la frustración que produce el dolor.
 
Sufrimiento inevitable e innecesario
 Es importante hacer la distinción entre un sufrimiento inevitable y otro evitable.
 El sufrimiento “normal” o auténtico es aquel que se vive ante el destino inevitable,
17
absurdo y doloroso. Es aquel que debe despertar la búsqueda de los valores del tercer
orden: los actitudinales.
 Si ante una enfermedad dolorosa en la cual hay un buen pronóstico y se puede
realizar una cirugía, la persona no acepta la intervención y prefiere seguir con el
sufrimiento, habría que analizar si hay miedo, escapismo o masoquismo. Frankl recuerda
un anuncio publicitario:
Acoge con paciencia lo que envía la Providencia, mas...
si chinches hay, llama presto a Rosenstein (644 w 161 Street)18.
En el sufrimiento auténtico, inevitable, se disminuye el exhibicionismo, no se hace un
espectáculo del sufrimiento. El masoquista, en cambio, asume el dolor como un fin en sí
mismo. El que sufre auténticamente encuentra en el dolor inevitable, un medio para
encontrar un sentido, para trascender.
 La psicología y la medicina como prácticas clínicas deben ayudar a eliminar el dolor: ése
es uno de los objetivos fundamentales de estas profesiones; pero también hay que
“acompañar” al consultante para aumentar la tolerancia a la frustración cuando es
necesario.
 Durante años, un amplio sector de la psicología infantil ha favorecido la crianza de los
niños con poca tolerancia a la frustración: se pensaba que dándoles gusto en todo se les
evitarían frustraciones. Total: se han formado niños y jóvenes “dictadores” que quieren
obtener todo de una manera fácil y si no lo obtienen, sufren desmesuradamente y es fácil
que huyan de la frustración, por medio del consumo de sustancias psicoactivas: alcohol,
cocaína...
 Una buena dosis de sacrificio y de esfuerzo para que el niño y el joven conquisten las
cosas, es una acertada estrategia para aumentar la tolerancia a la frustración; es
“preparar” a los jóvenes para el futuro, donde tendrán que atravesar momentos difíciles,
seguramente sin la presencia de sus padres.
 Pasaremos a mirar ahora las bases del abordaje desde la logoterapia y después se
analizarán las principales técnicas.
 
Fundamentos generales del método logoterapéutico19
 
Una terapia que parte del espíritu
 El sistema de Frankl tiene una doble línea de acción. la primera está dirigida a la raíz
misma de la neurosis, y en ese sentido es una terapia que parte del espíritu; la segunda
indaga “el existir” de la persona espiritual y se orienta hacia el espíritu. Esta clarificación
permite comprender la compenetración que se afirma justamente entre el aspecto
doctrinario y la específica técnica psicoterapéutica de las neurosis.
 El análisis existencial se configura como iluminación, clarificación y puntualización del
elemento personal que permanece inalterado más allá de todo fenómeno morboso. Él,
por tanto, pone las premisas para poder evidenciar una humanidad inviolable e inviolada,
18
toda entrelazada de libertad, de espiritualidad y de responsabilidad, que en el fenómeno
neurótico o psicótico viene casi escondida, velada pero jamás destruida y se configura
como interpretación de la existencia intencional, perennemente dirigida a la búsqueda de
significados y valores. Y también allí donde la experiencia neurótica o psicótica amenaza
con alterar con profundas laceraciones interiores, la radical intencionalidad de la
existencia humana, esto no significa que se disuelva el elemento espiritual que se pone
fuera de las categorías sano-enfermo. En consecuencia, el análisis existencial ve su
concreta aplicación, en función integrativa de la logoterapia, en cuanto se extiende “a la
totalidad de la persona, la cual no es solamente psicofísica, sino también espiritual”20. De
tal manera, se reconfirma como “explicación de la existencia óntica”, y al mismo tiempo
como “explicación ontológica de la existencia personal”, ayudando al ser humano sano o
enfermo a reconquistar el coraje de reconocer que su naturaleza es esencialmente
espiritual.
 La logoterapia, con su acentuación más práctica, quiere ser fundamentalmente “terapia”,
y más aún, terapia que parte del espíritu. Esto quiere decir que su aspiración profunda es
la de acentuar el dinamismo central de la existencia humana, el deseo de realizar un
significado que justifique su vida. Si la teoría motivacional de Frankl se centra sobre la
voluntad de significado, es obvio que la perspectiva psicoterapéutica deba “dirigirse,
llamarla” a ella y, por tanto, deba esforzarse por introducir al paciente en las concretas
posibilidades de significado encerradas en su propia existencia.
 Por consiguiente, esta dimensión de “dirigirse o llamar” viene a delinearse como
proyección hacia significados y valores objetivos, como evocación de la voluntad de
significado (aun cuando ella haya sido reprimida o exista sólo a nivel inconsciente) como
búsqueda personal y sufrida, por tanto mayéutica en sentido socrático, de los posibles
significados concretos por realizar.
 En una perspectiva de esta naturaleza “la logoterapia desemboca inevitablemente en un
análisis existencial, así como mirándolo bien, este último culmina en una logoterapia”21
(resaltado del traductor). Esto quiere decir que los elementos teóricos y prácticos están
íntimamente unidos y forman un todo armónico. De hecho, mientras por una parte
“detrás” de cada técnica o método psicoterapéutico hay siempre una concepción general
de la persona sana o enferma de la mente, también es verdadero y contrario, es decir,
que conociendo bien las premisas doctrinales se deriva más fácilmente el método.
 Y con base en las premisas doctrinales de Frankl es necesario asumir el método
terapéutico, dirigido a volver la persona consciente de su propia y fundamental
responsabilidad frente a la misión única e irrepetible que le corresponde en su vida y a la
cual está llamado a dar una respuesta personal e individual, con la radical convicción de
que su existencia es animada por una inalienable libertad.
 
Concepto general del “llamado”
 Con base en consideraciones de carácter prevalentemente clínico, y sostenido por la
propia experiencia personal, vivida dramáticamente en los campos de concentración nazi,
19
Frankl pone el acento de manera relevante sobre la génesis de algunas neurosis con
trasfondo existencial. Basta recordar, todo aquello que se ha dicho acerca del vacío
existencial y la incidencia para el surgimiento y desarrollo de un fenómeno neurótico, de
crisis en el sentido de la vida. Por lo demás, es revelación constante que “en las salas de
espera de los terapeutas se encuentran hoy más personas desesperadas y con fuertes
dudas sobre el sentido de sus vidas”22. Esto quiere decir que la persona percibe en forma
dramática, y a veces desesperada, la importancia de un sentido que justifique su
existencia. Y ve oscurecido el horizonte de sus valores cuando no está en grado de
percibir la misión que se le ha confiado y a la cual deseadar una respuesta satisfactoria.
 Desde los años juveniles Frankl se ha encontrado ante situaciones dramáticas y
frecuentemente angustiantes. Sus intuiciones de entonces han encontrado confirmación
en los años de práctica médica mediante los contactos personales no tanto con “casos
clínicos”, sino con “personas”, consideradas en su esencia y comprendidas en su más
íntimo deseo de reencontrar el sentido de la vida. Pero una confirmación todavía más
favorable le viene por los años vividos en la prisión nazi. En aquellos lugares de muerte
percibió el sentido pleno de la existencia humana, cuando, debiendo abandonar todo, se
encontró solamente con “la existencia desnuda”, en contacto directo consigo mismo, sin
intermediarios, sin favores. En esas condiciones aprendió todo aquello de lo cual el
hombre es capaz, constatando día a día las capacidades, las posibilidades, los recursos de
aquellos con los que convivía.
 El terapeuta, confrontado con el vacío existencial de un consultante, percibe
inmediatamente cómo “una psicoterapia de orientación analítica y psicodinámica no
lograría aportar algún alivio al consultante, para distraerlo de la “trágica existencia”23. De
hecho, tal psicoterapia es del todo inadecuada para coger o comprender, la orientación
fundamental de una persona hacia la realidad y hacia los otros.
 …El logoterapeuta, abandonando el puro nivel cientificista, se ve involucrado en una
relación dual, en una comunicación existencial con el consultante que está en frente. Y su
obra viene a ser una guía para que éste descubra los posibles significados y los posibles
valores que vuelvan su vida digna de ser vivida.
 Esto no quiere decir rechazar los diversos condicionamientos de orden biológico,
psicológico y sociológico. Más bien, quiere decir considerar a la persona como algo que
subsiste más allá de cualquier condicionamiento. La persona espiritual, de hecho,
auténtico homo humanus, conserva siempre la radical capacidad de manifestar su
libertad, la “fuerza de reacción del espíritu”.
 Poniendo poco a poco en cuestionamiento todos los elementos caducos y transitorios de
la vida humana, aparece así lo que funda todo, es decir, la espiritualidad que entiende el
ser humano como libre y responsable, orientado a la realización de valores y al
cumplimiento de un significado existencial, en grado de tomar posición frente a cualquier
condicionamiento.
 
La dimensión del encuentro
20
 Viniendo más específicamente a la práctica clínica, se comprende fácilmente cómo la
psicoterapia es afectada notablemente por una concepción antropológica que mira al
paciente en su complejidad, y por tanto como totalidad tridimensional, personal y
humana. En consecuencia, el encuentro “profesional” no se sitúa a nivel de seres
impersonales, sino de personas: la persona del terapeuta y la persona del consultante,
juntos únicos, irrepetibles, singulares. Y, así pues, en cuanto tales, participes
paralelamente de un único proceso, cobijados en la común comprensión de la
problemática existencial.
 Estamos así no sólo en el plano de la inmediatez, sino de la comunión, de una
participación personal e íntima a los sufrimientos del otro.
 En tal perspectiva aparece claro el cambio que sucede en el encuentro terapéutico: el
terapeuta y el consultante no se quedan en un superficial nivel psicológico, ni tampoco en
un estado de ensimismación de compasión y de sentimentalismo, sino que instauran un
movimiento dialéctico en el cual se descubren en su unicidad, individualidad, singularidad
y originalidad. Y de tal manera, en el respeto recíproco, surge una interior comunicación
basada sobre la confianza: el plano de la objetividad cede el puesto a la participación
plena a un destino visto como íntimamente personal. Abandonando los elementos
impersonales y categoriales, cae también cualquier estructura apriorística, fundada sobre
el prejuicio y sobre una rígida concepción causal.
 El significado profundo del encuentro psicoterapéutico se ofrece con mayor incidencia
cuando el paciente se siente radicalmente solo y presenta un desmoronamiento total de su
existencia dialógica. Ante la aparente desaparición de todas las posibilidades de
significado, a la incapacidad de vislumbrar valores en sí y en los otros, el único punto que
todavía podrá ayudarlo es la disponibilidad plena del terapeuta. “Para el homo patiens se
necesita el medicus humanus, el hombre que sufre necesita un médico rico en
humanidad. Un médico que sea exclusivamente hombre de ciencia, sin ser al mismo
tiempo rico en humanidad, puede, gracias a su ciencia amputar una pierna; pero con su
sola ciencia no logrará evitar, por ejemplo, que el paciente ya amputado, o en espera de
serlo, se quite la vida”24.
 En el encuentro dialógico, en la disponibilidad para acoger el llamado lanzado por una
existencia sin esperanza, el terapeuta –experto, convertido en terapeuta– hombre, pone
las premisas para un caminar confiado del paciente hacia la esperanza, por un
renacimiento de sus propias capacidades. Su humanitas es frecuentemente la única
posibilidad a la cual el consultante puede agarrarse para redescubrirse a sí mismo.
 Esto obviamente envuelve la concepción del malestar psicológico y, de manera
específica, de la neurosis noógena. “Las neurosis noógenas son enfermedades ‘del’
espíritu y no ‘en el’ espíritu. No existen las ‘noosi’; un fenómeno noético en sí mismo y
en cuanto tal, no es de hecho patológico y ni siquiera neurótico. La neurosis no es una
afección noética, no es una afección espiritual, es decir no es una enfermedad del
hombre considerado sólo en su aspecto espiritual: ella es siempre una enfermedad del
hombre en su unidad y totalidad”25. En tal sentido, la neurosis viene a ser considerada
21
una experiencia vivida cuyas resonancias se extienden a la totalidad del ser del hombre.
 Y si la afección es un evento personal, “el verdadero significado de una enfermedad no
consiste en el simple hecho ‘que’ uno está enfermo, sino en el ‘cómo’ uno sufre la
enfermedad”26. Esto quiere decir reconocer la originaria intencionalidad de la existencia
humana que, aunque esté deformada, permanece en el horizonte de la conciencia del
consultante y surge cuando es ayudado a descubrir y a vivir el “cómo” de su
enfermedad.
 Justamente porque “un proceso morboso puede verificarse sólo dentro del dominio del
organismo psicofísico, no en aquel de la persona espiritual, la persona espiritual no puede
enfermarse. El individuo bien puede enfermarse, pero cuando esto sucede, la
responsabilidad es del organismo psicofísico no de la persona espiritual; es por tanto
necesario que sea afectado el primero; es decir, para que se pueda hablar de neurosis es
necesario que exista una afección psicofísica”27. Esto quiere decir que el hombre tiene
siempre capacidades interiores para tomar una actitud, para asumir una posición en
referencia al proceso morboso. Sólo considerando la unitariedad en las dimensiones y la
pluralidad de existencia y efectualidad (persona y organismo, espiritualidad y
psicofisidad) es posible hacer un llamado a la persona, la cual, poniendo en actividad la
fuerza de resistencia del espíritu, está en capacidad de enfrentarse al estado-morboso y
superarlo.
 
Potencialidad y valores
 Si la logoterapia, en su especificidad, busca hacer al consultante consciente de sus
propias responsabilidades y de su propia espiritualidad, va también más allá: busca
ayudarlo en su lucha espiritual, en sus conflictos profundos, socorriéndolo con todos los
medios a su disposición. Para Frankl el motivo primordial de toda psicoterapia debería
ser: “No te dejo hasta que no te hayas vuelto tú mismo”28. Igualmente se necesita no
tanto la búsqueda minuciosa de una técnica, sino la eficacia de la relación humana entre
terapeuta y consultante. Gracias a una actitud de comprensión con relación a la crisis
vivida por el sujeto, el terapeuta se propone ayudarlo a redescubrir, y a reconocer, las
posibilidades de valor de las que está dotado, a fin de encontrar de nuevo la radical
intencionalidad hacialos valores y significados.
 De tal forma esforzarse por conducirlo al reconocimiento de las posibilidades
fundamentales escondidas en su ser: si la vía del hombre hacia sí mismo pasa a través del
mundo, es claro que el paciente debe redescubrir algún objetivo, quitando su atención del
síntoma, elaborando de nuevo el proyecto de su existencia de manera que restituya a su
vida plenitud de sentido. Es claro que la posibilidad por excelencia viene aferrada en la
capacidad de tomar una actitud con relación al propio destino.
 En esta búsqueda resalta la persona en su historicidad: cada fenómeno no viene visto
como algo separado, sino que asume un significado en cuanto viene insertado en la
totalidad de la existencia. Por lo tanto, el evento morboso manifiesta sólo la desaparición
de la realización de algunas posibilidades, ligadas a la situación concreta y no a todo el
22
arco de la vida. Y tal desaparición es ligada a una determinada situación, por lo cual el
terapeuta (y con él el paciente a través del proceso del tratamiento psicoterapéutico) debe
percibir el valor “situacional”, “histórico” de todo evento de la existencia única y singular.
Esto porque toda experiencia de valor es estrictamente personal.
 Redescubriendo las potencialidades escondidas, que todavía permanecen en él, el
paciente procede a la reconquista de su futuro y descubre de nuevo el sentido de su
propia existencia que se articula dinámicamente entre un deber-ser que espera ser
realizado y un ser, así como se presenta de hecho. En el fondo, el poder-ser no es otra
cosa que el potencial del cual está dotado toda persona para realizar la misión que le
corresponde y que espera ser concretada instante por instante. En consecuencia: “El que
sabe que tiene un objetivo en la vida, una tarea, tiene en mano un valor inigualable,
desde el punto de vista psicoterapéutico y también de higiene mental. Agregar una tarea,
un objetivo a una persona es lo más adecuado que se puede hacer para que logre vencer
toda dificultad interior y todo disgusto”29.
 
Atención médica del alma
 Un paso posterior con el fin de aclarar más el concepto de “apelo o llamado”, presente
en la logoterapia, introduce en el misterio del dolor incomprensible, trágicamente sufrido
y vivido, que hace correr el riesgo de encerrarse en un cerco mortal, en el desierto de la
propia soledad.
 Basta pensar en las enfermedades incurables, en sufrimientos inevitables, en casos no
tratables. Ya sea el ortopedista, el cirujano o el oncólogo se encuentran repetidamente
frente a pacientes que viven una afección inevitable, fatal. Se trata de situaciones límite
con las cuales choca y naufraga la legítima aspiración a vivir de manera significativa, más
allá de los valores de creación y de experiencia. Justamente porque es éste el extenso
campo en el cual la obra del médico se explica en toda su integridad: de frente a la
aparente imposibilidad de acceder a valores significativos, él debe ayudar al enfermo a
descubrir lo positivo no sólo de la capacidad de trabajar y de gozar (ahora
definitivamente canceladas), sino sobre todo la capacidad de sufrir, es decir, la capacidad
de actuar los valores de actitud.
 Esto quiere decir que las posibilidades no han desaparecido del todo, sino más bien: “En
el saber sufrir el propio destino como destino, en toda su crudeza, se le ofrece a la
persona la última, la más grande posibilidad de conferir un sentido al propio vivir y de
actuar plenamente sí mismo”30.
 Un valor de auténtico testimonio lo ofrece una nota autobiográfica de Frankl, que se
refiere a la trágica experiencia de la prisión nazi.
 Era obligado a hacer cada día las cuentas con la muerte. También ella, por así
decirlo, debía tener un sentido, así como los dolores que todavía me esperaban. Fue
entonces cuando hice una especie de pacto con el cielo. Si tenía que morir, que mi
muerte sirviera para tener con vida a mi madre; que mis sufrimientos le aseguraran a ella
una muerte bella y fácil. Me parecía que, sólo poniéndome en el punto de vista del
23
sacrificio habría podido soportar el dolor presente. Podía continuar viviendo sólo si mi
vida tuviera todavía un significado; sólo así estaba aún en grado de aceptar los dolores y
la misma muerte31.
La búsqueda de un descubrimiento de las últimas posibilidades de sentido es
responsabilidad no sólo del médico, sino de todas las personas cercanas al enfermo,
sobre todo los enfermeros.
 (...) En la película Hombres de Fred Zinnemann que narra la historia del parapléjico que
tiene “miedo de continuar viviendo”, se da una toma de conciencia en la cual él acepta
que la situación no puede ser cambiada y debe aprender a aceptar la verdad, sea la que
sea. A esta toma de conciencia aún frente a su mujer que lo ama, contribuye el médico
cuando le pregunta qué habría hecho si fuera la mujer quien estuviera parapléjica y no él.
El descubrimiento de aquel hombre es repentino: se da cuenta de que la vida no consiste
sólo en el moverse, en el poder caminar como todos los demás. Hay algo más importante
que la hace digna de ser vivida: la unicidad de su dolor y de la respuesta por dar... Es
significativa la frase con la cual concluye el fin, cuando su esposa le dice: “Haz hecho un
viaje bastante largo”, el parapléjico responde: “Sí, también se me ha pinchado una rueda
de mi silla y yo mismo la he reparado”. Sólo en el descubrimiento sufrido con toda su
dramaticidad, de la noble vocación a la cual estaba llamado, reconquistó el coraje y la
alegría de vivir.
 
Más allá del adoctrinamiento
 ...El logoterapeuta tiene una actitud activa y positiva, no sólo es receptivo y capaz de
escuchar, es una persona que participa íntimamente en la problemática del consultante,
acompañándolo por el camino hacia la curación.
 Pero, aquí surge un problema de fondo: ¿no estamos frente a una nueva y sutil forma de
adoctrinamiento hacia alguien? El logoterapeuta respondiendo a preguntas que
frecuentemente van más allá del puro nivel clínico y se extienden al espacio metaclínico,
a las dudas existenciales por las que atraviesa el consultante que sufre, ¿no ejercita a
veces una intervención indebida, un verdadero y propio “plagio”? ¿Hasta qué punto su
actitud ante los valores del paciente, no se vuelve una “intromisión” en su visión del
mundo y de la vida?
 Desde la perspectiva de Frankl, con el fin de lograr una comprensión válida de la
experiencia neurótica, el terapeuta se encuentra obligado a examinar y también a discutir
los temas fundamentes de la vida, como el sufrimiento, la culpa, la esperanza, la muerte,
Dios. He aquí por qué “el terapeuta no puede, aún discretamente evitarlos, debe tomar
posición frente a ellos32. ¿Está entonces autorizado a introducirse a veces en forma
arbitraria, en la esfera personal privada del individuo? ¿No se le podrá acusar tal vez a la
logoterapia de imponer valores, aprovechándose de la situación precaria del paciente?
Metodológicamente, el mismo Frankl se plantea el problema: “Todo médico y
especialmente el psicoterapeuta está frente a un dilema: por una parte debe dar un juicio
sobre el valor de la psicoterapia, y del otro evitar cualquier imposición33. De hecho, si el
24
paciente debe ser llevado a tomar conciencia de la “situación” en la cual se encuentra,
penetrando el sentido de su propio sufrimiento, esto no quita que el terapeuta tome el
riesgo de introducir en el tratamiento aquello que del tratamiento no hace parte.
 El principio de la libertad es fundamental si existen hechos que condicionen la vida del
hombre, también es cierto que él puede permanecer en situación de distancia ante ellos,
en el sentido que conserva siempre la capacidad interior de tomar una actitud con
relación a la facticidad biológica, psicológica y sociológica. Igualmente, la intervención del
terapeuta pondría en primera instancia un condicionamiento de diverso carácter, porque
ejercitaría una influencia determinada sobre toda su visión de la vida y del mundo.
 El mismo Frankl busca una solución al dilema, refiriéndose a lo que él ha afirmado sobre
laestructura de la persona. Él, de hecho, asume que “persona” quiere decir “libertad”,
libertad para “volverse” personalidad. Por tanto, la libertad se presenta inmediatamente
como un dato constitutivo ontológico, y se expresa en la elección fundamental que el
hombre, originariamente, hace de sí mismo, haciendo énfasis en la orientación hacia el
futuro.
 Si todo proyecto se resuelve en un acto de autoconciencia y de autorresponsabilidad, por
lo cual, “ser persona significa contemporáneamente ser consciente y ser responsable”, la
obra terapéutica debe conducir la persona a reconocer su radical responsabilidad frente a
la misión o a la tarea que le espera, tomando las decisiones más apropiadas, en el
momento histórico en que vive.
 De todas maneras esto no es suficiente: hay todavía una posterior clarificación, para
evitar cualquier acusación de adoctrinamiento. Hablando de “educación a la
responsabilidad” uno se pregunta cuál es el contenido de tal responsabilidad con la
expectativa implícita de que venga presentado un cuadro jerárquico de valores a los
cuales el paciente debe aceptar ciegamente.
 Esto es radicalmente extraño al pensamiento de Frankl, porque “responsabilidad es un
concepto éticamente formal, que no implica ninguna indicación de contenido. Es un
concepto éticamente neutro”34. Por consecuencia, una orientación psicoterapéutica que
se propone conducir a la persona a la plena conciencia de su responsabilidad no da
indicaciones sobre el “por qué cosa” se debe sentir responsable, y mucho menos sobre el
“ante quién”. Es extraño a la logoterapia el pensamiento de “adoctrinar” al consultante
sobre las elecciones a tomar, sean ellas por valores determinados, por tareas o misiones
concretas, por significados específicos, o también ante Dios, ante la sociedad, ante su
conciencia o ante cualquier instancia. “Al análisis de la existencia entendida como terapia
debe bastarle el alcanzar la siguiente meta: conducir el paciente al sentido de su propia
responsabilidad”35. Solamente de esta forma el consultante estará en grado de coger,
independientemente y libremente, los propios objetivos, descubriéndose irrepetible y
único.
 Existen continuamente casos o situaciones en los cuales una psicoterapia urgente, de
necesidades vitales, no renunciaría sin peligro a intervenir conscientemente en la decisión
del enfermo. El médico no dejará en el aire a una persona verdaderamente desesperada,
25
no la sacrificaría a un principio... Existe una indicación vital en la logoterapia, como en el
caso de una amenaza de suicidio. Pero eliminada ésta y otras pocas excepciones, para
confirmar la regla, la posición del logoterapeuta debe ser esencialmente de discreción: la
decisión hacia qué valores se debe dirigir es responsabilidad del paciente. En línea de
principio y en general el límite del cual se ha hablado va respetado36.
 
Valor de la dimensión biopsicológica
 Es clara la actitud de Frankl respecto a cualquier forma de reduccionismo, que trate de
considerar a la persona desde una sola visión sectorial, parcial, con el riesgo de perder la
globalidad de la existencia. Por otra parte, el acento dado por él a la dimensión espiritual,
a la cual es llamado, podría dar la impresión de un cierto “angelismo” que no tiene razón
de ser si se examina más de cerca la concepción de la persona en su
multidimensionalidad.
 Para Frankl la persona humana es una unidad indivisible, que no se deja subdividir
ulteriormente en pequeñas partes o secciones. Una visión estratificada puede conducir a
un peligroso malentendido. Por tal motivo él prefiere hablar de perspectiva
tridimensional, según la cual el hombre resulta de la interacción orgánica y armónica de la
dimensión psíquica, biológica y noética (espiritual).
 Si la persona no se puede subdividir, ella tampoco puede ser el resultado de la suma de
diversos factores: por tanto, la unidad reclama la totalidad, que aparece en su función
central, en cuanto, al lado de la esfera psíquica y física, aparece la esfera noética, que
representa la dimensión característica de la existencia. Es obvio que una totalidad así no
se ve en perspectiva racial, clasista, religiosa o política: cada uno es, en su propia
estructura, único y singular. Cada uno representa una novedad absoluta, de una dignidad
incomparable, que permanece aunque el organismo psicofísico viene atacado y pierda
parte de su vitalidad.
 Esto quiere decir rechazar una dirección reduccionista, que trate de reportar todo suceso
humano a fenómenos subhumanos, deduciéndolos de ellos.
 Por esto Frankl habla de nihilismo (o de subhumanismo), consciente de la negación del
auténtico sentido del ser, expresada en la fórmula “esto no es otra cosa que...”. Y
mientras el nihilismo afirma que el hombre no es otra cosa que un manojo de instintos,
un robot sólo de reflejos, un producto de la sangre y del suelo, de la herencia o del
ambiente, la logoterapia tiende a valorizar a la persona global, dinámica y orgánicamente
vista en clave tridimensional, sin olvidar las exigencias propias de cada dimensión, pero
sin incurrir en su unilateral absolutización.
 
La preparación de la primera sesión en logoterapia37
 
Angelo Gismondi
Partiendo de la consideración de que, desde los primeros momentos de su aplicación, tres
son las características cualificantes del método logoterapéutico, es decir, la centralidad de
la persona, la prioridad de la relación humana y la mayéutica. el estudio evidencia el rol
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fundamental de la primera sesión que va detalladamente preparada para evitar de una
parte, el riesgo de la directividad y para favorecer, de otra parte, una auténtica
reorientación existencial, fundada sobre la dimensión noética.
 
La primera sesión: aspectos introductorios
 La logoterapia busca orientar y dirigir al consultante hacia un significado concreto y
personal. Pero no es hecha para dar un sentido a la existencia del consultante38”. En
modo sintético pero eficaz Frankl evidencia así las finalidades y, al mismo tiempo,
delimita el radio de acción de la intervención logoterapéutica.
 Partiendo de tal afirmación aquí se abordan los aspectos introductorios (problemas de
definición, momentos históricos y comunes de pensamiento relativos a la primera sesión
en la psicoterapia, en general) y las fases preliminares (contacto inicial entre
logoterapeuta y consultante; definición de la primera cita, en particular) de la primera
sesión en logoterapia. El objetivo es el de subrayar la importancia, tanto para el
logoterapeuta como para el consultante, haciendo que la primera sesión sea preparada
detalladamente.
 Se evidencia, de hecho, la utilidad de dar un corte más bien informal a la primera sesión,
para facilitar así la construcción de la alianza terapéutica, es también útil evitar un exceso
de informalidad que podría dejar sin significado la sesión o disminuir su eficacia. En
particular, lo que se tiende a subrayar es la relativa informalidad de la primera sesión, se
pueden y se deben conjugar fases preliminares al objetivo no sólo, por ejemplo, de
determinar en el momento de la primera sesión si se es el especialista adecuado para
satisfacer el pedido de ayuda planteado, sino también y sobre todo de estar preparados
para acoger de manera humana y científicamente adecuada al eventual consultante o
consultantes.
 En las fases que anteceden a la primera sesión es posible colocar las bases para una
relación terapéutica fundada sobre la alianza o también para establecer una hipótesis
inicial del plan de intervención a verificar, falsificar, modificar o integrar en el curso y a
continuación de la primera sesión y de aquellas eventualmente sucesivas.
 
Problemas de definición
 La definición de la primera sesión (cita, consulta) en la psicoterapia en general, sin tener
en cuenta la orientación particular, crea algunos problemas. Sí, en efecto, está fuera de
discusión que por “sesión” se entiende el “encuentro con un profesional para consultar,
pedir intervenciones terapéuticas, etc.”39, no es de hecho descontado que a tal encuentro
siga algomás y, también, algo específico, como necesariamente una psicoterapia, o, en
particular, una logoterapia.
 La primera sesión podría ser también la única, o en caso de citas o sesiones sucesivas,
ésta podría representar el comienzo de algo diverso de cualquier forma de intervención
psicoterapéutica (consejería para una elección escolástica y/o profesional o de un
peritazgo psicológico o de una simple evaluación psicodiagnóstica y así sucesivamente).
27
 Por este motivo, en psicología clínica normalmente se habla de “coloquio inicial”, más
que de “primera sesión en psicoterapia”40. No obstante, tal enfoque genérico arriesga
reducir las potencialidades y la eficacia de la primera sesión. El hecho de tomar cita para
un encuentro, sin al menos hipotetizar qué cosa seguirá al coloquio inicial, podría, de
hecho, hacer que el clínico llegue a la sesión sin preparación. Derivarían de esto
resultados como la evitación y/o la desilusión, con relación a las expectativas de la
persona o personas frente a la solicitud de la consulta que habían hecho.
 Por ejemplo, quien llama o se pone en contacto con un psicoterapeuta para una cita
podría querer indicaciones sobre las personales potencialidades de aprendizaje y, si el
clínico se encontrara desprovisto ya sea de las competencias, o de los instrumentos para
la medida de tales potenciales, la sesión o coloquio inicial, como se quiera llamar, se
resolvería en el clásico “hueco en el agua”.
 Justamente, por este motivo es importante que la primera sesión sea preparada a través
de detalladas fases preliminares, de las cuales, a propósito de la logoterapia, se discutirá
más adelante. Sólo buscando informaciones previas de la naturaleza del problema y sobre
las características del que pide ayuda o es enviado a la sesión inicial, el psicoterapeuta
podrá encontrarse preparado o, eventualmente, aconsejar un especialista más indicado al
pedido recibido de ayuda profesional.
 De otra parte, ni siquiera en el caso de que tal pedido haga hipotetizar que la primera
sesión pueda dar inicio a un recorrido psicoterapéutico verdadero y propio (por ejemplo,
en el caso en el cual la persona que se pone en contacto con el psicoterapeuta presente
un disturbio de angustia persistente), se iniciaría de inmediato una psicoterapia. El
consultante podría, de hecho, rechazar el tener sesiones sucesivas por muchos motivos
(antipatía por el psicoterapeuta, oposición por el tipo de enfoque propuesto, dificultad
para pagar la psicoterapia, etc.). De la misma manera, también el psicoterapeuta podría
decidir después de la sesión no iniciar la psicoterapia (por ejemplo, en caso de excesiva
identificación con el eventual consultante o por la verificación de una insuficiente
carencia de motivación a la psicoterapia misma).
 Por estos motivos, en el presente trabajo se habla de primera sesión “en” psicoterapia (y
“en” logoterapia, en particular) y no de primera sesión “de” psicoterapia.
 En conclusión, sobre la base de las informaciones preliminares recogidas, el
psicoterapeuta se prepara eventualmente a la primera sesión como si “pudiera ser”, y no
como si “debiera ser” por fuerza, la primera sesión de un proceso psicoterapéutico. En
tal caso, el psicoterapeuta estará preparado no sólo para afrontar en la primera sesión un
eventual inicio de psicoterapia, sino también preparado para aceptar la interrupción de la
relación profesional sin tenerla que prolongar forzosamente contra la propia voluntad y/o
aquella del consultante.
 
Evolución histórica de las funciones
 La manera de concebir la primera sesión en psicoterapia ha ido evolucionando con el
tiempo. En un primer período, hasta más o menos la mitad del siglo pasado,
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normalmente se hacía una distinción neta entre uno o más coloquios iniciales para
dedicarlos a la evaluación psicodiagnóstica del caso y el inicio verdadero y propio de
coloquios terapéuticos con el fin de facilitar al consultante la comprensión de sí e iniciar
los cambios deseados en las emociones y comportamientos41.
 Por lo demás, sobre todo en caso de consultantes institucionalizados, sucedía –y sucede
en muchos casos hoy– que, frecuentemente, para ocuparse de uno o del otro tipo de
coloquio fueran profesionales diversos. Esto evidentemente en contra del establecimiento
de tiempos razonablemente breves para una buena y sólida alianza terapéutica.
 En la clínica tradicional, por lo tanto, sucede también en nuestros días que el consultante
“accede al tratamiento psicológico por medio de una serie de procesos de evaluación que
pueden comprender un coloquio inicial, coloquios diagnósticos, coloquios sobre la
historia social del consultante y test psicológicos. Los resultados vienen después
integrados en las decisiones sobre la continuación del programa terapéutico”42.
 Las experiencias realizadas han demostrado que la síntesis de gran parte de estos
procedimientos, en un único coloquio inicial del cual partir para un eventual proceso
terapéutico, representa para el consultante la solución no solo más económica, sino
también más eficaz desde un punto de vista clínico43.
 Tales conclusiones refuerzan la decisión de hablar de “primera sesión en psicoterapia”,
en lugar de hacer referencia a un coloquio inicial de la tipología vagamente o
variablemente definible. Por lo demás, en la práctica clínica contemporánea cada primera
sesión es un caso específico, puntual y “la distinción, en un tiempo neto, entre coloquio
terapéutico y coloquio de evaluación es más una cuestión de acentuación o énfasis que
un tipo de procedimiento”44.
 Así concebida, la primera sesión asume diferentes funciones: 1) establecer una relación
interpersonal basada sobre la confianza; 2) buscar información sobre el consultante y
sobre la naturaleza de sus problemas (assessment inicial); 3) ofrecer información sobre el
tipo de tratamiento terapéutico, modalidades y lugar de encuentro, honorarios, etc.; 4)
dar coraje y motivar al consultante a la psicoterapia, cualquiera que sea la indicada.
 
Diferentes concepciones
 El modo de concebir la primera cita no sólo ha ido cambiando históricamente con el
desarrollo de la psicología clínica, sino que se diversifica también cotidianamente, según
la orientación o el enfoque –y en psicoterapia hay bastantes– en los cuales se inspira el
clínico para la primera sesión.
 Un análisis de las diferentes concepciones de la primera sesión ameritaría un tratado
propio. Es suficiente, en seguida, analizar algunos de los principales enfoques, para
evidenciar mejor, sucesivamente, la parte de la logoterapia específica.
 Dos son las concepciones analizadas sintéticamente: la primera el psicoanálisis clásico de
Freud; la segunda el modelo sistémico, relacional ideado y desarrollado por clínicos e
investigadores de la Escuela de Palo Alto. Son escogidas estas concepciones por su
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antítesis entre ellas: el psicoanálisis clásico, de hecho, considera a la persona casi como
una mónada y está interesada sobre todo en las vivencias inconscientes y en los
conflictos intrapsíquicos, originados en el pasado, que en el presente se expresan como
síntomas (en este caso, la atención del psicoanalista es al tunc et nunc); la Escuela de
Palo Alto, en cambio, concibe la persona sólo a partir del sistema de relaciones de la cual
hace parte y es epistemológicamente orientada en sentido neopositivista para analizar
exclusivamente tales relaciones consideradas en términos de comportamientos
comunicativos observables en el presente y que pueden ser disfuncionales (en este caso,
la atención del clínico es al hic et nunc).
 Para cada concepción es conveniente indicar brevemente la visión del hombre, de la
persona, del objeto terapéutico de investigación, de los objetivos, de la metodología y de
la naturaleza de la relación en la primera sesión.
 
La primera sesión en psicoanálisis
 
El psicoanálisis es un sistema teórico-práctico elaborado por Sigmund Freud (1856-
1939), para la comprensión y tratamiento de los disturbios psíquicos.
 La visión del hombre desarrollada por Freud sigue un enfoque

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