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Contenidos:
Introducción
Los	ejercicios	prácticos	de	este	libro
Requisitos	para	trabajar	con	tu	árbol	genealógico
La	psicogenealogía
La	psicogenealogía
Todo	conecta	con	todo.	Los	sistemas
Los	límites	del	sistema
Las	normas	del	sistema
El	contrato	individual
El	destino
A	cada	uno	su	lugar.	Los	rangos	en	la	familia
Sistemas	dentro	de	sistemas.	Los	subsistemas	familiares
Cómo	trazar	tu	genograma
El	genograma	como	mapa	del	mundo	interior
Símbolos	usados	en	el	genograma
Recogiendo	los	primeros	datos
Recopilar	datos	a	través	de	Internet
Recopilando	información	de	registros	públicos
Recopilando	información	a	través	de	la	memoria	familiar
Creando	un	genograma	por	capas
El	cronograma	familiar
Un	instante	en	el	tiempo.	El	gráfico	sincrónico
El	átomo	de	las	relaciones	personales
Sanando	tu	árbol	genealógico
La	transmisión	de	las	normas	familiares
Ejercicio	Práctico.	Descubriendo	las	normas	familiares	(reflexión)
La	programación	familiar	se	manifiesta	en	el	nombre
Ejercicio	Práctico.	Los	nombres	de	tu	genograma	(reflexión)
Ejercicio	Práctico.	Los	significados	de	los	nombres	(reflexión)
Las	repeticiones	familiares
La	maldición	recurrente.	El	síndrome	del	aniversario
Ejercicio	Práctico.	Rastreando	las	repeticiones	(reflexión)
Ejemplo.	Vincent	Van	Gogh
Los	huecos	del	genograma
Ejercicio	 Práctico.	 Conociendo	 a	 las	 generaciones	 del	 pasado
(reflexión)
Conversaciones	en	voz	baja.	Los	secretos	de	familia
Las	consecuencias	del	secreto	familiar
Cuándo	y	cómo	desvelar	un	secreto	propio
Ejercicio	 Práctico.	 Estrategias	 alternativas	 para	 revelar	 un	 secreto
(psicomagia)
Ejercicio	 Práctico.	 Descubriendo	 el	 secreto	 familiar	 oculto
(reflexión)
Sangre	contaminada.	La	vergüenza	generacional
Ejercicio	Práctico.	Dar	voz	al	excluido	(dinámica)
Ejemplo.	La	familia	Hitler
En	el	lugar	de	los	padres.	La	parentificación
Ejercicio	Práctico.	La	parentificación	(dinámica)
No	serás	más	que	tus	padres.	La	neurosis	de	clase
Ejercicio	Práctico.	Tratando	la	neurosis	de	clase	(dinámica)
Cuando	duele	el	padre.	Síntomas	de	un	padre	débil
Cuando	la	madre	sufre.	Síntomas	de	una	madre	herida
Ejercicio	Práctico.	Traer	de	vuelta	al	progenitor	ausente	(dinámica)
La	vida	que	trae	la	muerte.	Fallecimiento	en	el	parto
Ejercicio	 Práctico.	 Reconociendo	 a	 la	 mujer	 muerta	 en	 el	 parto
(psicomagia)
Corazones	rotos.	Los	problemas	de	pareja
Ejercicio	Práctico.	Honrando	a	las	parejas	anteriores	(dinámica)
Ejercicio	Práctico.	Conectando	con	 los	progenitores	para	encontrar
pareja	(dinámica)
Ocupando	el	lugar	de	otro.	Hijos	de	reemplazo
Significado	de	la	posición	de	los	hermanos
Ejercicio	Práctico.	Ocupando	el	lugar	entre	los	hermanos	(dinámica)
Ejemplo.	Las	hermanas	Brontë
Extraños	bajo	el	mismo	techo.	Hermanos	que	no	se	reconocen	como
tales
Relaciones	prohibidas.	El	incesto	genealógico
Ejercicio	Práctico.	Los	nudos	incestuosos	del	árbol	(reflexión)
Ejemplo.	Charles	Darwin
Un	viaje	sin	retorno.	La	emigración
Ejercicio	Práctico.	 Sanando	 el	 dolor	 de	 la	 emigración	 (reflexión	 y
psicomagia)
Dolor	hereditario.	La	enfermedad	generacional
Ejercicio	 Práctico.	 Devolviendo	 una	 enfermedad	 heredada
(psicomagia)
Ejercicio	 Práctico.	 Sanando	 el	 dolor	 de	 conflictos	 o	 catástrofes
(reflexión	y	psicomagia)
La	maldición	del	fracaso.	Los	problemas	económicos	y	laborales
Ejercicio	Práctico.	Rompiendo	la	maldición	de	fracaso	(dinámica)
Ejercicio	Práctico.	Reescribir	la	historia	familiar	(reflexión)
Epílogo.	Ahora	puedes	crear	tu	futuro
Bibliografía
Cómo	sanar	tu	árbol	genealógico
Octavio	Déniz
	
	
	
	
laCantonera
2016
	
Ilustración	de	la	portada	©	cienpiesnf	-	Fotolia.com.
Cómo	sanar	tu	árbol	genealógico	©	Octavio	Déniz,	2016.
Primera	Edición,	17	de	noviembre	de	2016.
	
Todos	 los	 derechos	 reservados.	 Ninguna	 parte	 de	 esta	 obra	 puede	 ser
reproducida,	 incluso	 en	 Internet,	 sin	 permiso	 del	 propietario	 del	 copyright,
excepto	en	el	caso	de	citas	breves	y	en	la	crítica	de	libros.
	
ISBN	de	la	edición	impresa:	978-1540478993
	
Editado	por	CreateSpace	Independent	Publishing	Platform
Printed	by	CreateSpace,	an	Amazon.com	company.
	
www.octaviodeniz.com
www.lacantonera.com
Agradecimientos
Quiero	expresar	mi	gratitud	a	todos	mis	antepasados	que	habitan,	fuera	del
tiempo,	en	el	archipiélago	sumergido	de	mi	memoria	y	de	mi	corazón.
Así	 mismo,	 quiero	 dejar	 constancia	 de	 mi	 gratitud	 a	 todos	 mis	 buenos
amigos	de	Valladolid,	esenciales	en	el	proceso	de	escribir	este	libro.	Estoy	en
deuda	también	con	todas	aquellas	personas	que	me	han	confiado	sus	historias
familiares	 durante	 los	 últimos	 años.	 En	 la	 tarea	 de	 sanar	 sus	 almas,	me	 han
enseñado	a	sanar	la	mía.
Y	un	agradecimiento	especial	a	Cristina,	por	su	ayuda	en	todo	momento.
Introducción
“El	oro	que	cae	en	el	barro	no	se	pudre.”
Alejandro	Jodorowsky
La	cita	que	encabeza	este	libro,	que	pertenece	a	uno	de	los	grandes	teóricos
del	 mundo	 psicogenealógico,	 Alejandro	 Jodorowsky,	 contiene	 una	 verdad
esencial	que	pretendo	desarrollar	a	lo	largo	de	esta	obra.
Este	libro	habla	de	familias,	y	de	cómo	la	historia	familiar	resuena	en	cada
uno	de	nosotros.	No	hay	ninguna	familia	que	no	se	mueva,	de	un	modo	u	otro,
en	 el	 barro	 del	 dolor,	 de	 la	 pérdida,	 de	 la	 enfermedad	 o	 del	 fracaso.	 Pero
tampoco	hay	ninguna	familia	que	no	produzca	una	pepita	de	oro	bajo	la	forma
de	cada	uno	de	sus	miembros.	El	barro	del	que	provenimos,	el	barro	bíblico
del	que	estamos	formados,	no	es	sino	la	excusa	de	aquello	que	nos	ha	creado,
llámese	dios,	la	naturaleza,	el	azar	o	el	anima	mundi,	para	producir	el	oro	que
somos.
Como	 veremos	 a	 lo	 largo	 de	 este	 libro,	 ningún	 sistema	 familiar	 es
perfecto,	 y	 todos	 de	 alguna	 manera	 han	 tenido	 que	 padecer,	 a	 lo	 largo	 del
tiempo,	los	rigores	de	la	historia,	los	conflictos,	las	catástrofes,	el	hambre	o	la
opresión	 de	 ciertas	 normas	 sociales.	 Pero	 todas	 las	 familias	 han	 producido
oro:	 seres	 ejemplares,	 legendarios,	 bondadosos,	 o	 simplemente	 personas
normales	que	hicieron	lo	posible	para	que	sus	hijos	tuvieran	una	vida	mejor.
En	la	perfecta	imperfección	de	este	vida	que	vivimos,	cada	existencia	es	la
suma	 de	 cientos,	 de	 miles	 de	 vidas	 de	 antepasados	 que	 están	 presentes	 en
nuestros	genes,	en	las	historias	que	nos	han	contado,	en	los	rasgos	de	nuestro
carácter,	en	los	silencios	que	nos	han	sido	transmitidos.
Todos	tus	antepasados	viven	en	ti.	Aquellos	que	murieron	antes	de	tiempo,
los	 que	 infligieron	 la	 ley,	 las	mujeres	 que	 dieron	 su	 vida	 dando	 a	 luz	 a	 un
nuevo	 ser,	 los	 enfermos	 crónicos,	 los	 emigrantes,	 los	 accidentados,	 los	 que
partieron	 a	 la	 guerra	 y	 no	volvieron;	 y	 los	 que	volvieron,	 pero	 con	 el	 alma
desgarrada	por	el	dolor	sufrido	o	causado	a	otros.	Todos	ellos	están	en	ti.
También	los	héroes,	 los	patriotas,	 los	rebeldes,	 los	que	 tuvieron	una	vida
relajada,	 las	 mujeres	 libres	 y	 los	 hombres	 brillantes	 que	 habitan	 tu	 historia
familiar,	 todos	 están	 en	 tu	 interior.	 De	 todos	 ellos,	 de	 los	 felices	 y	 los
desdichados,	 de	 sus	 genes,	 y	 también	 de	 sus	 historias	 personales,	 surge	 el
átomo	inicial	de	la	persona	que	eres	ahora.
Todos	 llevamos	 en	 nuestro	 interior	 parte	 de	 un	 dolor	 transgeneracional
que	se	manifiesta	en	lo	que	somos	ahora,	en	nuestros	conflictos	y	en	nuestras
dudas.	 Por	 eso	 es	 necesario	 conocer	 las	 historias,	 desvelarlas	 e	 incluso
imaginarlas,	de	manera	que	podamos	sanar	ese	dolor	y	convertirnos	en	seres
más	libres.
A	través	de	este	libro	te	llevaré	a	conocer	conceptos	que	quizá	desafíen	tu
concepción	 de	 la	 realidad.	 Algunas	 de	 esas	 ideas	 pueden	 causarte	 algún
rechazo,	 algunas	 quizás	 te	 parezcan	 absurdas.	No	 sería	 sorprendente	 que	 así
fuera,	 puesto	 que	 aquello	 de	 lo	 que	 aquí	 se	 habla,	 la	 conciencia
transgeneracional,	 es	 algo	 que	 ha	 sido	 completamente	 menospreciado	 en
nuestro	 mundo	 occidental.	 Conceptos	 como	 la	 conciencia	 del	 clan,	 la
persistencia	 de	 la	 memoria	 generacional,	 el	 funcionamiento	 sistémicode	 la
familia,	 la	 inocencia	 o	 la	 culpa	 heredadas,	 desafían	 mucho	 de	 lo	 que
conocemos	acerca	de	nosotros	mismos.
Ahora	bien,	 lo	más	sorprendente	del	mundo	psicogenealógico	es	que	sus
presupuestos	tienen	una	lógica	profunda	que	resuena	en	nuestro	interior	como
una	 verdad	 que	 llegara	 de	 un	 tiempo	 lejano,	 libre	 de	 contaminaciones
ideológicas,	indiferente	a	todo	aquello	que	es	políticamente	correcto.	Además,
existe	 una	 vertiente	 práctica,	 un	 camino	 de	 sanación	 que	 cuando	 se	 hace
efectivo,	 funciona.	 Un	 camino	 de	 curación	 interior	 que	 tiene	 un	 efecto	 casi
inmediato	en	el	alma.
De	 modo	 que	 gracias	 a	 sencillos	 ejercicios,	 muchos	 de	 los	 cuales	 se
explican	 en	 las	 páginas	 que	 siguen,	 podemos	 comenzar	 a	 liberarnos	 de	 una
carga	 que	 en	 ocasiones	 ni	 siquiera	 teníamos	 consciencia	 de	 llevar	 sobre
nuestros	hombros.
Este	 libro	 está	 dividido	 en	 tres	 partes.	 La	 primera,	 denominada	 “La
psicogenealogía”,	nos	ayudará	a	entender	qué	es	esta	corriente	de	pensamiento
que	vuelve	a	estar	cada	vez	más	presente	en	la	conciencia	occidental.	Aquí	se
darán	 algunas	 pinceladas	 esenciales	 para	 entender	 lo	 más	 central	 del
pensamiento	psicogenealógico	y	se	profundizará	en	temas	que	son	esenciales
para	comprender	el	resto	de	la	obra.
En	 la	 segunda	 parte,	 que	 he	 titulado	 “Cómo	 trazar	 tu	 genograma”,	 te
presento	 una	 guía	 práctica	 para	 poder	 trazar	 este	 gráfico	 genealógico	 tan
necesario	para	comprender	las	tramas	profundas	de	la	conciencia	familiar.	El
genograma	es	mucho	más	que	un	 árbol	genealógico	 al	 uso,	 ya	que	 contiene
información	muy	útil	para	desentrañar	los	problemas	transgeneracionales	que
pueden	 estar	 acuciando	 nuestro	 presente.	 Además,	 este	 libro	 añade	 algunos
elementos	de	análisis	más,	como	el	cronograma	familiar	y	social,	así	como	el
átomo	personal,	que	te	permitirán	descubrir	aspectos	esenciales	de	ti	y	de	tus
antepasados.	 Todos	 estos	 gráficos	 generacionales	 serán	 necesarios	 para
completar	la	tercera	parte	de	este	libro.
En	esa	tercera	parte,	que	se	denomina	“Sanando	tu	árbol	genealógico”,	se
ofrecen	datos	más	precisos	acerca	de	diversos	problemas	transgeneracionales
que	 son	 comunes	 a	 muchas	 personas	 y	 en	 los	 que	 espero	 que	 encuentres
respuestas	 a	 tus	 dudas	 vitales.	 Aquí	 he	 incorporado	 bastantes	 ejercicios
prácticos	que	 te	ayudarán	a	sanar	aquellos	nudos	familiares	que	puedan	estar
actuando	 sobre	 ti.	 Además,	 se	 incluyen	 algunos	 ejemplos	 de	 sistemas
familiares	famosos,	así	como	referencias	a	casos	reales,	tratados	por	mí	en	los
últimos	años.
El	objetivo	final	de	este	libro	es	el	de	reconocer	y	sanar	los	patrones	más
nocivos	 de	 tu	 árbol	 genealógico,	 al	 tiempo	 que	 refuerzas	 los	 dones	 más
positivos.	 En	 definitiva,	 dar	 un	 impulso	 a	 la	 energía	 vital	 que	 viene	 de	 tus
antepasados	y	que	se	proyecta	en	tu	presente,	en	tu	futuro	y	en	el	futuro	de	tus
descendientes.
Te	 invito	 a	 que	 te	 introduzcas	 en	 este	 fascinante	 mundo	 de	 la
psicogenealogía,	a	que	explores	tu	genograma	y	a	que	empieces	un	camino	de
sanción	transgeneracional	que	espero	sea	muy	positivo	para	ti.
Los	ejercicios	prácticos	de	este	libro
A	lo	largo	de	este	libro	te	ofrezco	diversos	ejercicios	prácticos	que	puedes
realizar	 a	 la	 vez	 que	 vas	 dibujando	 el	 mapa	 genealógico	 de	 tu	 familia.	 Los
ejercicios	 que	 se	 presentan	 en	 esta	 obra	 tienen	 una	 pretensión	 sanadora,	 de
manera	que	puedas,	con	algo	de	paciencia,	comenzar	a	deshacer	algunos	de	los
nudos	que	se	presentan	en	tu	historia	familiar.
En	 verdad,	 la	 mera	 confección	 de	 un	 genograma	 completo	 ya	 se	 puede
considerar	 de	 por	 sí	 un	 acto	 sanador,	 puesto	 que	 abre	 tu	 conciencia	 a	 la
realidad	de	tu	familia,	tanto	en	el	aspecto	de	cuáles	son	sus	dinámicas	ocultas
como	sus	evidencias	más	claras.	Pero	en	este	libro	queremos	ir	más	allá	de	la
mera	comprensión	teórica	y	avanzar	hacia	una	plena	sanación,	que	se	alcanza
de	un	modo	real	a	través	de	la	práctica.
Los	ejercicios	prácticos	de	este	libro	se	distribuyen	en	tres	categorías.
Ejercicios	de	reflexión
Este	 tipo	 de	 actuaciones	 requiere	 el	 uso	 de	 tu	 mente	 y	 tu	 capacidad	 de
análisis	 racional.	 Los	 ejercicios	 reflexivos	 te	 ayudan	 a	 entender	 diversos
aspectos	 del	 sistema	 familiar,	 encontrando	 conexiones	 que	 en	 un	 primer
momento	no	serían	evidentes.	Para	realizarlos	sólo	se	requiere	algo	de	tiempo
para	poder	reflexionar	acerca	de	diversas	cuestiones.	Las	respuestas	que	se	den
a	las	mismas	deben	ser	lo	más	honestas	posible,	dando	así	espacio	a	que	surja
un	nuevo	conocimiento	que	te	ayude	a	entender	la	dinámica	familiar	desde	una
perspectiva	más	amplia.
Para	los	ejercicios	de	carácter	reflexivo	tan	sólo	se	necesita	un	cuaderno,
un	bolígrafo	y	algo	de	tiempo.	A	través	de	estas	prácticas,	se	formularán	una
serie	de	preguntas	que	te	harán	pensar.	Escribe	cada	pregunta	en	tu	cuaderno	y
tómate	un	 tiempo	para	 contestar	 a	 las	mismas.	Si	no	encuentras	 la	 respuesta,
deja	la	cuestión	en	blanco	y	sigue	con	el	resto	de	las	preguntas.
Debajo	 de	 cada	 respuesta,	 te	 aconsejo	 que	 dejes	 un	 espacio	 vacío,	 para
añadir	 datos	 o	 reflexiones	 que	 puedan	 llegar	 en	 otro	 momento.	 Como
descubrirás,	 a	 medida	 que	 te	 introduzcas	 en	 el	 territorio	 del	 análisis
genealógico,	 cada	 vez	 te	 resultará	más	 fácil	 hacer	 las	 conexiones	 necesarias
para	 que	 la	 verdad	 familiar	 salga	 a	 la	 luz.	 Por	 ese	motivo,	 una	 pregunta	 en
blanco	 no	 debe	 ser	 una	 fuente	 de	 desánimo,	 sino	 que	 debes	 sentir	 que	 es	 un
acicate	para	que	tu	mente	se	active	en	busca	de	las	respuestas.
En	cualquier	caso,	no	pienses	que	ninguna	respuesta	es	definitiva.	Lo	que
eres	capaz	de	descubrir	en	este	momento	es	sólo	una	pequeña	fracción	de	 lo
que	 podrás	 ver	 más	 adelante.	 Simplemente	 deja	 que	 tu	 mente	 esté	 abierta	 a
nuevas	percepciones	y	éstas	 llegarán,	a	veces	en	el	momento	más	inesperado
para	ti.
Dinámicas
Los	 ejercicios	 dinámicos	 requieren	 movimiento	 y	 se	 realizan
preferentemente	 con	 tu	 cuerpo	 y	 sus	 sensaciones.	 No	 es	 necesario	 tener
ninguna	 capacidad	 física	 especial	 para	 realizarlos,	 ni	 es	 preciso	 disponer	 de
una	 especial	 sensibilidad.	 Lo	 único	 que	 necesitas	 es	 dejar	 que	 tu	 cuerpo	 se
manifieste	en	cada	momento.	Los	ejercicios	dinámicos	que	se	presentan	en	este
libro	están	basados	en	distintas	fuentes,	tales	como	Constelaciones	Familiares
y	en	menor	medida,	otras	como	Bioenergética	o	Terapia	Gestalt,	por	citar	las
más	importantes.
Estas	prácticas	 son	esenciales	para	poder	 llegar	a	un	conocimiento	pleno
de	la	dinámica	familiar,	puesto	que	los	ejercicios	de	tipo	mental	sólo	acceden	a
una	 capa	 muy	 determinada	 de	 nuestro	 entendimiento,	 la	 relacionada	 con	 la
mente	consciente	y	racional.
A	 diferencia	 de	 la	 mente,	 que	 está	 condicionada	 por	 muchas	 ideas	 y
creencias,	impuestas	o	aceptadas	libremente	por	nosotros,	el	cuerpo	físico	no
se	presta	tan	fácilmente	a	la	manipulación.	Cuando	sentimos	placer	o	dolor,	lo
hacemos	siempre	en	tiempo	presente,	y	de	acuerdo	a	estímulos	que	son	reales.
Por	ejemplo,	no	podemos	engañar	al	cuerpo	para	que	un	golpe	recibido	no	sea
doloroso,	y	nunca	observarás	a	 tu	cuerpo	quejarse	por	una	contusión	sufrida
hace	un	año,	sino	por	algo	que	le	está	sucediendo	ahora	mismo.	En	definitiva,
el	 cuerpo	 siempre	 dice	 la	 verdad	 y	 es	 bastante	 fiable	 como	 herramienta	 de
autoconocimiento.
Este	 tipo	 de	 ejercicios	 debe	 ser	 realizado	 en	 soledad,	 a	 menos	 que	 se
indique	lo	contrario,	en	un	lugar	tranquilo	donde	no	existan	interrupciones.	No
se	 requiere	 de	 mucho	 espacio	 físico	 para	 su	 realización,	 una	 habitación
despejada	o	un	poco	de	 espacio	 libre	 dentro	de	un	 cuarto	 algo	 amplio	 es	 lo
más	adecuado,	pero	si	no	dispones	de	esa	facilidad,	basta	con	tener	un	par	de
metros	cuadrados	en	los	que	te	puedas	mover	con	libertad.
Te	recomiendo	además	que	realices	estas	prácticas	con	ropa	cómoda	ycon
los	 pies	 descalzos	 o	 bien	 con	 calcetines	 gruesos	 si	 sientes	 frío.	 Evita	 llevar
joyas,	 prendas	 apretadas	 o	 que	 no	 te	 permitan	 moverte	 con	 facilidad.	 Si
dispones	de	una	alfombra	sobre	la	que	poder	realizar	estas	prácticas,	lo	harás
de	 un	modo	más	 cómodo	 y	 agradable.	 Además,	 para	 este	 tipo	 de	 ejercicios
necesitarás	algunos	elementos	que	puedes	encontrar	fácilmente	en	casa,	como
cojines,	sillas	u	hojas	de	papel.
Psicomagia
Los	 ejercicios	 psicomágicos	 son	 una	 variante	 del	 pensamiento	 mágico
tradicional.	En	este	tipo	de	actividades,	que	surgen	del	pensamiento	de	autores
como	Alejandro	Jodorowsky,	se	 intenta	conectar	con	la	mente	 inconsciente	a
través	 del	 único	 lenguaje	 que	 ésta	 puede	 entender,	 el	 pensamiento	 creativo
asociado	 tradicionalmente	 a	 la	magia.	 A	 través	 de	 sencillos	 actos	 puntuales,
descubrirás	 que	 existe	 una	 dimensión	 desconocida	 en	 nuestra	 mente	 cuyo
poder	sanador	es	excepcionalmente	grande.
Los	 actos	 psicomágicos	 requieren	 en	 ocasiones	 que	 hagas	 uso	 de
materiales	 fáciles	 de	 obtener.	 Pero	 por	 encima	 de	 cualquier	 otro	 requisito,
requieren	el	deseo	de	llevarlos	a	cabo.	Los	actos	que	se	detallan	en	este	libro
suelen	ser	bastante	fáciles	de	realizar	y	no	hace	falta	tener	un	valor	especial	ni
ningún	 conocimiento	 particular	 para	 su	 ejecución.	 Por	 supuesto,	 en	 todo
aquello	que	deba	ser	 realizado	al	aire	 libre,	 se	 requiere	una	dosis	normal	de
precaución	 para	 no	 correr	 ningún	 riesgo	 físico.	 También	 hay	 que	 tener	 en
cuenta	 que	 ninguna	 ley	 debe	 ser	 quebrantada	 a	 la	 hora	 de	 realizar	 un	 acto
psicomágico.
Ahora	que	ya	conoces	los	tres	tipos	de	ejercicios	que	te	voy	a	proponer	en
las	 siguientes	 páginas,	 te	 aconsejo	que	 antes	 de	 realizarlos,	 leas	 el	 libro	por
completo,	 de	manera	 que	 tu	 visión	 del	mundo	 psicogenealógico	 sea	 lo	más
amplia	 posible.	 De	 este	 modo,	 ganarás	 en	 profundidad	 en	 tus	 percepciones,
actos	e	interpretaciones.
Estos	 ejercicios	 deben	 ser	 realizados	 una	 sola	 vez,	 ya	 que	 en	 líneas
generales,	ninguno	de	ellos	necesita	ser	repetido.	Por	supuesto,	los	efectos	no
son	siempre	inmediatos	y	hay	que	tener	un	poco	de	paciencia	para	poder	notar
sus	beneficios.	En	general,	los	efectos	positivos	se	pueden	observar	varios	días
o	semanas	después	de	su	realización.	En	algunas	raras	ocasiones	el	efecto	es
casi	inmediato,	pero	lo	más	aconsejable	es	tener	paciencia.
En	todo	caso,	si	al	cabo	de	un	par	de	meses	después	de	haberlos	realizado
no	has	notado	ningún	cambio,	puedes	repetirlos.	Pero	te	aconsejo	que	no	los
vuelvas	 a	 realizar	 si	 no	 es	 estrictamente	 necesario.	 En	muchas	 ocasiones,	 el
cambio	ya	se	está	produciendo,	pero	la	impaciencia	nos	impide	darnos	cuenta.
A	 partir	 de	 mi	 experiencia	 de	 muchos	 años	 trabajando	 con	 problemas
generacionales,	he	podido	comprobar	la	eficacia	de	todos	y	cada	uno	de	estos
ejercicios.	 También	 puedo	 atestiguar	 que	 son	 seguros,	 si	 se	 realizan
correctamente,	 y	 que	 en	 todo	 caso,	 no	 tienen	 efectos	 negativos	 asociados.
Ahora	bien,	cuando	estamos	sanando	alguna	herida	muy	profunda,	puede	que	a
nuestro	alrededor	empiecen	a	producirse	cambios	repentinos	que	no	siempre
son	 bien	 admitidos	 por	 algunas	 personas.	 Pero	 con	 paciencia	 y	 confianza,
todos	estos	cambios	conducen	a	un	buen	final.
Como	es	 lógico,	algunos	ejercicios	 te	 resultarán	más	 fáciles	y	otros	más
complicados,	ya	que	cada	uno	de	nosotros	tenemos	cierta	facilidad	para	unas
tareas	 mientras	 que	 otras	 se	 nos	 hacen	 más	 difíciles.	 Así,	 las	 personas	 más
racionales	 tendrán	 más	 facilidad	 para	 realizar	 los	 ejercicios	 reflexivos,
mientras	que	aquellos	que	estén	más	en	contacto	con	su	cuerpo,	se	sentirán	más
a	gusto	 con	 las	 dinámicas.	Por	 otra	 parte,	 la	 dimensión	mágica,	 que	 conecta
directamente	 con	 la	 mente	 inconsciente,	 que	 se	 asocia	 a	 los	 ejercicios
psicomágicos,	puede	agradar	a	unas	personas	y	puede	resultar	completamente
desconcertante	 para	 otras.	 En	 todo	 caso,	 te	 animo	 a	 que	 realices	 todos	 los
ejercicios	que	se	proponen	y	que	sientas	que	puedan	ser	de	utilidad	para	ti.
Hay	 que	 dejar	 claro	 también	 que	 el	 autor	 de	 este	 libro	 declina	 toda
responsabilidad	por	la	práctica	inadecuada,	ilícita	o	con	riesgo	evidente,	de	los
ejercicios	 contenidos	 en	 este	 libro.	 Todo	 lo	 expresado	 en	 este	 volumen	 se
entiende	 como	 una	 serie	 de	 consejos	 o	 sugerencias	 basados	 en	 la	 práctica
personal	 del	 autor,	 pero	 no	 es	 en	 ningún	 caso	 un	método	 infalible,	 y	 sobre
todo	 no	 pretende	 suplantar	 el	 necesario	 consejo	 de	 médicos,	 psicólogos,
psiquiatras	u	otros	profesionales	de	la	salud,	en	los	casos	en	que	sea	necesaria
su	ayuda.
Estoy	 seguro	 de	 que	 algunos	 de	 estos	 ejercicios	 te	 van	 a	 sorprender	 y
quizás	te	revelen	aspectos	de	tu	ser	que	no	imaginabas.	Es	imposible	saber	si
algo	es	efectivo	o	no	hasta	que	no	se	prueba	y	si	quieres	obtener	el	máximo
beneficio	 de	 este	 libro,	 es	 recomendable	 abordarlo	 con	 una	mente	 abierta	 y
libre	de	prejuicios,	como	se	explica	en	el	capítulo	siguiente.
Requisitos	para	trabajar	con	tu	árbol
genealógico
Existen	 una	 serie	 de	 requisitos	 necesarios	 para	 comenzar	 el	 trabajo	 de
sanación	 del	 árbol	 familiar.	 Estas	 capacidades,	 que	 todos	 poseemos	 y	 que
también	podemos	aprender	a	desarrollar	un	poco	más	cada	día,	nos	permitirán
adentrarnos	 en	 la	 historia	 familiar	 sin	 cargas	 o	 prejuicios	 que	 dificulten	 la
tarea.
Entre	esos	requisitos,	se	pueden	destacar	los	siguientes.
Rigor
En	un	estudio	psicogenealógico	hay	dos	tipos	de	datos.	Por	un	lado	están
aquellos	que	son	hechos	factuales	y	que	pueden	ser	verificados	en	documentos.
Por	 ejemplo,	 la	 fecha	 de	 nacimiento	 de	 una	 persona,	 o	 el	 tiempo	 durante	 el
cual	un	hombre	ha	prestado	servicio	militar.	Por	otro	 lado,	existen	datos	que
forman	parte	de	relatos	familiares	que	no	pueden	ser	verificados.	Por	ejemplo,
las	 descripciones	 acerca	 de	 cómo	 era	 el	 carácter	 de	 alguien	 que	 no	 hemos
conocido	personalmente.
Sea	cual	sea	el	origen	de	los	datos,	es	esencial	que	seamos	rigurosos	con	la
información	 que	 recojamos	 durante	 nuestra	 investigación,	 anotando	 todo	 lo
que	 pueda	 ser	 de	 interés	 del	modo	más	 preciso	 posible,	 sin	 quitar	 ni	 añadir
nada	de	nuestra	cosecha.
Apertura
En	 una	 investigación	 genealógica,	 debemos	 permanecer	 abiertos	 a	 la
verdad,	 sea	 la	 que	 sea.	La	verdad	nos	hace	 libres	y	por	 ese	motivo,	 hay	que
estar	 dispuestos	 a	 manejar	 datos	 que	 quizá	 no	 nos	 agraden,	 que	 ofendan
nuestras	creencias	o	que	desafíen	lo	que	creíamos	saber	de	nuestros	familiares.
La	 indagación	 que	 se	 propone	 en	 este	 libro	 no	 es	 para	 personas
pusilánimes,	 sino	 para	 aquellos	 que	 se	 atreven	 a	 conocer	 aquello	 que	 está
oculto,	para	los	que	desean	liberarse	de	los	nudos	generacionales,	sean	del	tipo
que	sean.	La	recompensa	de	esta	apertura	es	una	vida	más	libre	de	obstáculos
para	nosotros	y	nuestros	descendientes.
No	juzgar
Como	consecuencia	de	lo	anterior,	es	importante,	al	menos	cuando	se	está
investigando	el	árbol	familiar	y	trabajando	con	los	ejercicios	prácticos	de	este
libro,	evitar	todo	juicio	moral	acerca	de	nuestros	antepasados.
Esto	no	quiere	decir	que	uno	no	pueda	tener	un	criterio	ético	sobre	lo	que
está	 bien	 o	 mal.	 Simplemente,	 se	 trata	 aquí	 de	 no	 extender	 ese	 criterio	 a
nuestros	 antepasados,	 a	 los	 que	 podríamos	 llegar	 a	 juzgar	 de	 un	 modo
demasiado	severo	desde	una	posición	de	comodidad	que	no	fue	la	suya.
Por	ejemplo,	¿se	pueden	juzgar	los	hechos	que	comete	un	hombre	que	ha
sido	 forzado	 a	 participar	 en	 una	 guerra?	 Sería	 fácil	 hacerlo	 si	 tenemos	 en
cuenta	que	nosotros	no	nos	hemos	visto	en	esa	situación.	Pero	como	es	lógico,
una	 cuestión	 es	 ver	 los	 problemas	 de	 otras	 personas	 desde	 una	 posición
neutral,	 y	 otra	 muy	 distinta,	 encontrarnos	 en	 esas	 mismas	 situaciones.	 Así,
matara	otras	personas,	aunque	sea	en	la	guerra,	es	algo	deplorable.	Pero	todo
aquel	que	se	haya	visto	obligado	a	cumplir	órdenes	bajo	una	severa	amenaza
contra	 su	 integridad	 física,	 quizá	 vea	 las	 cosas	 de	 una	 perspectiva	 muy
diferente.
De	 este	 modo,	 aunque	 uno	 pueda	 estar	 legítimamente	 en	 contra	 de	 la
guerra,	 resultará	 difícil	 juzgar	 a	 aquellos	 que	 se	 hayan	 visto	 obligados	 a
participar	en	ellas	contra	sus	deseos.
Flexibilidad	mental
Entrar	en	el	mundo	transgeneracional	puede	ser	un	buen	ejercicio	mental,
que	nos	obligará	a	pensar	de	un	modo	diferente	al	que	estamos	acostumbrados.
Un	ejemplo	lo	hemos	visto	en	el	apartado	anterior,	con	respecto	a	los	juicios
morales.	Pero	hay	otros	desafíos	importantes	para	nuestra	comprensión	de	la
realidad.
Hay	 que	 tener	 en	 cuenta	 que,	 desde	 el	 punto	 de	 vista	 generacional,	 el
tiempo	no	existe.	De	este	modo,	las	historias	de	los	antepasados	están	presentes
y	tienen	repercusión	en	lo	que	estamos	viviendo	ahora,	mostrando	su	impacto
también	hacia	el	futuro.	La	parte	más	positiva	de	este	enfoque	es	que	podemos
resolver	 ahora	 problemas	 que	 vienen	 arrastrados	 del	 pasado	 familiar,
mejorando	 así	 la	 calidad	 de	 vida	 no	 sólo	 de	 las	 personas	 que	 viven
actualmente,	sino	de	las	que	aún	no	han	nacido.
Además,	 hay	 que	 tener	 en	 cuenta	 la	 perspectiva	 sistémica,	 de	 la	 que
hablaremos	 más	 adelante.	 Una	 perspectiva	 que	 nos	 obliga	 a	 mirar	 a	 los
individuos	no	como	seres	aislados,	sino	como	parte	de	algo	más	amplio,	de	un
sistema	familiar	en	el	que	 las	 relaciones	que	se	establecen	entre	 las	personas
son	 tan	 importantes	 como	 las	 propias	 personas.	 De	 este	 modo,	 todos
realizamos	 actos	 que	 son	 incomprensibles	 si	 se	 intentan	 analizar	 desde	 la
perspectiva	de	un	yo	aislado	del	mundo,	pero	perfectamente	 razonables	si	 se
encuadran	dentro	de	una	lealtad	ciega	al	clan	al	que	pertenecemos.	Un	ejemplo
claro	de	esto	es	cuando	defendemos	a	“los	nuestros”	contra	toda	lógica,	sólo
porque	nos	sentimos	más	cerca	de	ellos	que	de	quienes	les	atacan.
Sin	una	mente	abierta	difícilmente	podremos	comenzar	nuestra	inmersión
en	el	mundo	genealógico.	Espero	que	tú	mantengas	esa	mente	despejada	en	las
páginas	 que	 siguen	 y	 que	 me	 acompañes	 a	 buscar	 oro	 a	 través	 del
conocimiento	de	la	psicogenealogía	y	los	sistemas	familiares.
La	psicogenealogía
La	psicogenealogía
Este	 libro	 trata	 acerca	 del	 enfoque	 psicogenealógico	 y	 cómo	 nos	 puede
ayudar	 de	 un	 modo	 definitivo	 a	 mejorar	 diversos	 aspectos	 de	 nuestra	 vida.
Ahora	bien,	cabe	preguntarse	¿qué	es	la	psicogenealogía	y	de	dónde	surge	esta
corriente	de	pensamiento?
Podemos	 entender	 la	 psicogenealogía	 como	 el	 estudio,	 de	 inspiración
psicológica,	de	la	herencia	familiar	que	recae	sobre	cada	ser	humano.	La	idea
esencial	que	está	detrás	de	la	comprensión	psicogenealógica	del	ser	humano	es
que,	 detrás	 de	 los	 síntomas	 y	 los	 conflictos	 que	 vivimos	 en	 nuestra	 vida
presente,	están	presentes	los	problemas	sin	resolver	de	nuestros	antepasados.
Así,	 podemos	 entender	 cómo	 muchos	 comportamientos	 extraños,
enfermedades	 repentinas,	 desgracias	 o	 bloqueos	 en	 el	 amor,	 el	 trabajo	 o	 la
economía,	 suceden	 en	 nuestra	 vida	 sin	 que	 aparentemente	 haya	 una	 causa
reconocible	 que	 los	 esté	 provocando.	 A	 través	 del	 análisis	 genealógico,	 se
vuelve	 fácil	 de	 entender	 cómo	 por	 ejemplo,	 el	 nieto	 necesita	 emigrar	 del
mismo	 modo	 que	 lo	 hizo	 su	 abuelo,	 cómo	 muchos	 se	 autolimitan	 para	 no
superar	 a	 sus	 progenitores,	 o	 cómo	 los	 hijos	 repiten	 patrones	 de
comportamiento	nocivos	que	se	remontan	a	varias	generaciones	atrás.
La	 visión	 psicogenealógica,	 que	 puede	 parecer	 extraña	 a	 nuestra
percepción	 del	 ser	 humano,	 basada	 en	 el	 estudio	 de	 la	 personalidad	 o	 el
carácter	individual,	es	muy	común	en	casi	todas	las	culturas	tradicionales	del
planeta.	 En	 realidad,	 este	 saber	 no	 hace	 sino	 unirnos	 con	 algo	 ancestral,	 el
reconocimiento	de	que	estamos	conectados	con	nuestros	antepasados,	en	otras
palabras,	 que	 la	 historia	 familiar,	 con	 sus	 promesas	y	 sus	 amenazas,	 es	muy
importante	para	la	construcción	de	lo	que	somos.
Entender	que	el	colectivo	tiene	un	poder	muy	fuerte	sobre	el	individuo	es
algo	que	aún	nos	cuesta	asumir,	pero	que	 tiene	una	gran	 importancia	cuando
ese	colectivo	es	nuestra	propia	familia,	representada	no	sólo	por	la	influencia
evidente	que	nuestros	padres	 tienen	 sobre	nosotros,	 sino	por	 toda	 la	historia
familiar,	 ya	 que	 ésta	 tiene	 un	 peso	 considerable	 a	 la	 hora	 de	 definir	 quiénes
somos	y	de	mostrarnos	cuáles	son	los	caminos	correctos	o	incorrectos	en	la
vida,	como	veremos	más	adelante.
La	psicogenealogía	 surge	y	 se	desarrolla	 entre	Europa	y	Estados	Unidos
durante	el	siglo	XX,	gracias	a	 las	 investigaciones	de	varios	estudiosos,	entre
los	que	destacan	nombres	como	el	psicólogo	de	Standford,	Gregory	Bateson,
el	 psicoanalista	 Murray	 Bowen,	 el	 psiquiatra	 húngaro-norteamericano	 Ivan
Boszormenyi-Nagy,	 la	 investigadora	 Anne	 Ancelin	 Shützenberger,	 el	 artista
franco-chileno	Alejandro	 Jodorowsky,	 el	 terapeuta	Bert	Hellinger,	 así	 como
personajes	 como	 Nicholas	 Abraham,	 Maria	 Torok,	 Vincent	 de	 Gaulejac	 y
muchos	otros.
Aunque	existen	diversas	visiones	dentro	de	esta	disciplina,	nosotros	vamos
a	desarrollar,	a	lo	largo	de	este	libro,	un	enfoque	ecléctico,	que	toma	lo	mejor
de	cada	corriente.	De	este	modo,	acogemos	tanto	la	idea	tradicional	de	que	una
persona	 solo	 es	 feliz	 cuando	 está	 en	 armonía	 con	 los	 deseos	 de	 su	 sistema
familiar,	 como	 el	 concepto,	 más	 contemporáneo	 de	 que	 todos	 necesitamos
crear	 nuestro	 propio	 camino,	 individualizarnos	 y	 generar	 así	 un	 destino
propio	que	nos	ayude	a	ser	más	felices.
Todo	conecta	con	todo.	Los	sistemas
Para	comprender	realmente	todo	el	pensamiento	transgeneracional	es	muy
importante	 entender	 el	 concepto	 de	 “sistema”	 y	 las	 implicaciones	 de	 esta
palabra,	 puesto	 que	 en	 todo	 momento	 estaremos	 hablando	 de	 “sistema
familiar”	y	a	veces	hablaremos	también	del	“sistema	social”.
Un	sistema	es	una	organización	de	cualquier	tipo,	en	la	cual,	sus	miembros
tienen	una	estrecha	conexión	entre	sí.	De	este	modo,	todo	lo	que	sucede	dentro
de	un	sistema	afecta	de	una	manera	u	otra	a	todos	los	miembros	del	mismo.
Dentro	 de	 la	 visión	 sistémica,	 es	 muy	 importante	 entender	 que	 las
relaciones	 que	 se	 dan	 entre	 los	 miembros	 del	 sistema	 son	 tan	 importantes
como	 los	 propios	 componentes	 del	 mismo.	 Así,	 en	 una	 familia	 son	 tan
importantes	 las	 relaciones	 de	 poder	 o	 cómo	 se	 expresa	 el	 amor,	 como	 las
personas	que	configuran	esa	familia.	Esto	se	debe	a	que	no	podemos	entender
a	 la	 familia	como	una	colección	de	 individuos	aislados,	 sino	que	éstos	están
conectados	por	hilos	 invisibles.	Sin	ellos,	no	podríamos	entender	nada	de	 lo
que	sucede	entre	esas	personas.	Así,	el	mismo	hombre	que	es	resolutivo	en	su
trabajo	puede	vivir	dominado	por	su	esposa	en	el	hogar,	expresando	en	cada
sistema,	laboral	y	familiar,	un	rol	diferente	sin	dejar	de	ser	la	misma	persona.
Vivimos	en	un	universo	de	 sistemas	dentro	de	 sistemas.	En	nuestro	 caso,
nos	 interesamos	 específicamente	 por	 dos	 sistemas,	 el	 social,	 que	 engloba	 a
todo	lo	que	nos	rodea	en	nuestro	país	y	de	un	modo	más	extenso	en	la	región
del	mundo	a	la	que	pertenecemos,	que	es	Occidente,	y	el	sistema	familiar	más
reducido	al	clan	del	que	cada	uno	forma	parte.
Los	 sistemas	 familiares	 son	 tan	 variados	 como	 familias	 existen	 en	 el
mundo,	 y	 no	 hay	 dos	 iguales.	 Asomarse	 al	 interior	 de	 un	 sistema	 puede
producir	perplejidad,	y	si	no	lo	crees,	recuerda	la	primera	vez	que	saliste	de	tu
casa	para	ir	a	comer	o	a	jugar	a	casa	de	tu	mejor	amigo	o	amiga	de	la	infancia.
¿Acaso	 no	 descubriste	 costumbres	 extrañas	 para	 ti,	 relaciones	 de	 parentesco
que	no	eran	exactamente	iguales	a	las	que	conocías	de	tu	hogar?
Cuando	 somosniños,	 adoptamos	 nuestro	 sistema	 como	 algo	 normal,	 y
pensamos	(con	el	pensamiento	mágico	de	los	niños),	que	todas	las	familias	son
como	la	nuestra.	Pero	muy	pronto,	al	empezar	a	socializarnos	con	otros	niños,
descubrimos	que	esto	no	es	así	y	que	cada	 familia	es	un	mundo.	Lo	que	nos
parecía	 normal,	 no	 es	 habitual	 en	 todas	 las	 casas,	 y	 hay	 comportamientos
ajenos	que	vienen	a	abrirnos	una	nueva	dimensión	de	las	relaciones	familiares.
A	medida	 que	 nos	 asomamos	 al	mundo	 de	 las	 familias	 descubrimos	 que
hay	sistemas	donde	 impera	el	amor,	y	en	otros	donde	gobierna	 la	disciplina.
Hay	familias	rígidas,	flexibles	y	desestructuradas.	Existen	sistemas	familiares
gobernados	por	la	ley,	que	producen	jueces	y	policías,	y	sistemas	que	viven	al
margen	 de	 la	 ley,	 que	 dan	 lugar	 a	 delincuentes.	 Hay	 sistemas	 de	médicos	 y
sistemas	 de	 enfermos.	 Los	 hay	 de	 artistas	 o	 de	 “personas	 de	 orden”.	 Hay
sistemas	 donde	 la	 mujer	 es	 poderosa	 hasta	 el	 punto	 de	 empequeñecer	 al
hombre,	y	hay	otros	donde	la	norma	es	 la	sumisión	de	 la	mujer	al	deseo	del
varón.	Hay	sistemas	donde	se	concibe	a	los	hijos	con	amor,	y	otros	donde	se
conciben	con	vergüenza	o	bajo	el	 temor	del	pecado.	Los	hay	 también	donde
los	 hijos	 sólo	 se	 producen	mediante	 la	 violación	 de	 la	mujer,	 o	 negando	 al
hombre	cualquier	posibilidad	de	ejercer	como	padre.	Y	así	hasta	el	infinito.
Dentro	 del	 pensamiento	 psicogenealógico,	 es	 importante	 entender	 el
significado	de	“nudo	sistémico”,	del	que	hablaremos	en	varias	ocasiones	a	lo
largo	de	esta	obra.
Un	 nudo	 sistémico	 es	 un	 conflicto	 no	 resuelto	 en	 algún	 punto	 del	 árbol
familiar.	 En	 otras	 palabras,	 aquello	 que	 se	 soluciona	 no	 genera	 dolor
transgeneracional,	 sino	 los	 temas	que	quedan	pendientes,	 lo	que	se	oculta,	 lo
que	se	teme,	lo	que	no	se	sana	correctamente.	Si	tenemos	en	cuenta	que	muchas
veces	nuestros	antepasados	no	contaron	con	medios	para	resolver	algunos	de
sus	 problemas	más	 graves,	 no	 es	 extraño	 que	 todos	 carguemos	 con	 algunos
nudos	sistémicos	en	nuestro	pasado	familiar.
Ahora	bien,	en	el	mundo	transgeneracional,	el	concepto	de	“pasado”	no	se
refiere	 a	 algo	 que	 esté	 fuera	 de	 nuestro	 alcance.	 De	 hecho,	 los	 nudos
sistémicos,	 los	 problemas	 no	 resueltos	 por	 nuestros	 antepasados	 están	 muy
vivos	 en	 nuestro	 interior	 en	 este	 preciso	 momento,	 y	 actúan	 de	 un	 modo
insidioso	en	nuestra	vida	actual.
En	los	sistemas	familiares	no	existe	el	tiempo	ni	el	espacio.	De	este	modo,
lo	que	sucedió	a	algún	antepasado	lejano	puede	muy	bien	estar	actuando	en	tu
vida	presente,	como	si	fuera	una	bendición	o	como	una	maldición,	ya	que	esa
persona	está	muy	viva	dentro	de	tu	ser.	No	hace	falta	que	hayas	conocido	a	ese
antepasado,	 ni	 es	 preciso	 vivir	 en	 el	 mismo	 país	 o	 región.	 Todo	 lo	 que	 ha
existido	en	la	familia,	existe	dentro	de	ti,	y	probablemente	también	todo	lo	que
pueda	existir	en	el	futuro.
Esto	tiene	dos	derivadas.	La	primera,	que	ya	hemos	visto,	es	que	podemos
estar	 sufriendo	 conflictos	 en	 nuestra	 vida	 que	 no	 están	 directamente
relacionados	 con	 nuestros	 propios	 actos,	 sino	 que	 vienen	 heredados	 de
conflictos	 familiares	 ancestrales	 que	 están	 sin	 resolver.	 La	 segunda,	 de	 tipo
positivo,	 es	 que	 podemos	 resolver	 esos	 conflictos	 familiares	 que	 actúan	 en
nosotros.	En	algunos	casos,	puede	suceder	que	al	desatar	el	nudo	familiar	que
hemos	heredado,	se	den	cambios	en	 las	personas	de	nuestro	entorno,	aunque
esto	no	siempre	se	puede	asegurar.
En	 todo	 caso,	 uno	 no	 debe	 trabajar	 en	 sí	 mismo	 para	 resolver	 los
conflictos	 de	 otros	 miembros	 de	 la	 familia,	 sino	 para	 desatar	 los	 propios
nudos	y	acceder	a	una	vida	más	plena.	Si	lo	que	te	sana	a	ti,	sana	a	tu	pareja,	a
tus	padres	o	a	tus	hermanos,	es	una	excelente	noticia,	pero	ese	no	debería	ser	tu
primer	objetivo,	puesto	que	nadie	puede	hacer	nada	por	los	otros	que	no	haya
hecho	antes	para	sí	mismo.
Hay	 que	 reseñar	 que	 existe	 una	 excepción	 a	 lo	 dicho.	 Los	 hijos	 siempre
sienten	la	mejoría	de	sus	padres,	independientemente	de	la	edad	que	tengan.	De
manera	que	todo	lo	que	resuelvas	en	ti	va	a	tener	un	efecto	muy	positivo	sobre
tus	hijos,	si	los	tienes.	Ni	siquiera	es	preciso	que	les	expliques	nada	de	lo	que
hagas,	 si	 no	 lo	 deseas.	 Ellos	 notarán	 cambios	 positivos	 en	 sus	 vidas	 de	 un
modo	automático	y	sorprendente,	por	lo	que	se	puede	decir	que	sanar	tu	árbol
genealógico	 es	 el	 mejor	 regalo	 que	 les	 puedes	 hacer	 a	 tus	 descendientes,
aparte,	claro	está,	de	haberles	dado	la	vida.
Hay	dos	elementos	básicos	que	definen	a	cada	sistema,	que	son	los	límites
que	 establece	 con	 respecto	 a	 otros	 sistemas	 y	 las	 normas	 internas	 por	 las
cuales	se	rige.	Veremos	esos	temas	a	continuación.
Los	límites	del	sistema
Un	sistema	se	define,	entre	otras	cosas,	por	los	límites	que	establece	hacia
el	exterior	y	por	cómo	se	organiza	interiormente.	La	cuestión	de	los	límites	es
importante	en	la	medida	en	que	nos	permite	reconocer	qué	es	lo	que	pertenece
al	mismo	y	qué	es	lo	que	puede	considerarse	foráneo.
Los	 límites	externos	del	sistema	se	establecen	siempre	con	respecto	a	 los
demás	sistemas.	Cuando	hablamos	del	sistema	familiar,	que	es	el	tema	central
de	 este	 libro,	 es	 fácil	 entender	 que	 una	 familia	 define	 sus	 límites	 en
contraposición	al	resto	de	las	familias.	El	factor	de	cierre	de	esa	frontera	es	el
apellido	común	que	todos	comparten,	y	que	es	la	señal	identitaria	que	les	une	a
un	tronco	común	y	les	convierte	en	ramas	de	un	mismo	árbol.
En	 el	 plano	 interno,	 los	 límites	 se	 establecen	 a	 través	 de	 los	 rangos
familiares,	que	estudiaremos	con	detenimiento	en	un	capitulo	posterior.
Ahora	bien,	teniendo	en	cuenta	que	los	límites	externos	son	lo	que	define	a
un	 sistema,	 también	 es	 preciso	 tener	 en	 cuenta	 que,	 en	 ningún	 caso,	 estos
límites	 son	 impermeables	 a	 todo	 lo	 que	 está	 fuera	 de	 la	 familia.	Un	 sistema
familiar	 forma	 parte	 de	 un	 sistema	mayor	 que	 él,	 que	 es	 la	 sociedad.	 Entre
ambos,	existe	una	serie	de	conexiones	que	hacen	que	las	normas	sociales,	por
ejemplo,	 influyan	en	 los	miembros	de	una	familia,	o	que	ésta	se	vea	 influida
por	acontecimientos	que	afectan	a	todo	el	conjunto	social,	como	puede	ser	un
conflicto,	una	catástrofe	natural,	una	crisis	económica,	o	por	el	contrario,	un
período	de	prosperidad.
También	 existe	 una	 influencia	 en	 sentido	 contrario,	 desde	 la	 familia	 al
sistema	 social,	 puesto	 que	 toda	 la	 sociedad	 está	 formada	 por	 individuos	 que
forman	parte	de	familias.	Las	ideas	que	hemos	recibido,	los	modelos	que	nos
han	 ayudado	 a	 crecer,	 se	 transmiten	 desde	 la	 familia	 al	 conjunto	 y	 en	 cierto
modo,	impregnan	al	sistema	más	amplio	en	el	que	estamos	envueltos.
Observando	de	cerca	al	sistema	familiar,	que	suele	representarse	como	un
árbol	 del	 que	 brotan	 diversas	 ramas,	 tenemos	 que	 comprender	 que,	 si	 cada
extremidad	 representa	 a	 un	 individuo,	 ningún	 árbol	 genealógico	 puede
subsistir	sin	el	injerto	de	nuevas	ramas.	Todas	las	familias	son	heterogéneas,	y
todos	somos	hijos	de	padres	mezclados,	ya	que	ningún	árbol	podría	prosperar
mucho	tiempo	siguiendo	un	esquema	de	consanguineidad.
Esta	 entrada	 de	 nuevos	 individuos	 al	 sistema	 familiar	 es	 esencial	 para	 la
renovación	del	clan.	Las	personas	que	entran	a	la	familia	a	través	de	la	unión
con	los	individuos	que	ya	forman	parte	de	ella,	aportan	nuevas	ideas,	formas
diferentes	 de	 hacer	 las	 cosas,	 normas	 novedosas	 y	 también	 nuevas
prohibiciones.	En	el	plano	biológico,	cada	vínculo	con	alguien	externo	aporta
una	carga	genética	diferente,	que	viene	a	refrescar	el	ADN	de	la	familia.	Esto
le	da	oportunidad	de	mejorar	o	al	menos	de	cambiar	los	patrones	genéticos	ya
existentes.
Desde	 el	 punto	 de	 vista	 del	 sistema,	 la	 persona	 que	 entra	 es,	 en	 primer
término,	un	elemento	extraño.	Pero	si	lo	miramos	desde	el	punto	de	vista	del
otro	sistema	que	viene	a	unirse	alnuestro,	nosotros	también	somos	para	ellos
elementos	extraños	que	entran	a	 formar	parte	de	 su	árbol	genealógico.	Estas
conexiones,	 por	 más	 que	 sean	 imprescindibles	 para	 que	 el	 árbol	 siga
creciendo,	no	son	siempre	bien	recibidas.	Depende	del	grado	de	apertura	que
tenga	el	árbol	receptor	que	el	nuevo	individuo	sea	aceptado	o	rechazado.
En	todo	caso,	aunque	un	árbol	parezca	cerrado	en	sí	mismo,	impermeable
a	la	entrada	de	nuevos	miembros,	está,	como	hemos	visto,	necesitado	de	savia
nueva.	 De	 modo	 que	 aunque	 la	 recepción	 sea	 fría	 en	 algunos	 casos,	 esta
inclusión	 de	 alguien	 nuevo	 se	 hace	 completamente	 necesaria	 para	 su
evolución,	por	lo	que	el	nuevo	miembro	acaba	siendo	aceptado,	de	buen	grado
o	a	regañadientes.	Solamente	en	aquellas	familias	que	buscan	deliberadamente
su	 propia	 extinción	 (caso	 que	 ya	 estudiaremos	 más	 adelante),	 se	 evita	 por
todos	los	medios	que	entre	sangre	nueva	a	renovar	al	clan.
Las	normas	del	sistema
Como	 ya	 hemos	 visto,	 todo	 sistema	 se	 define	 en	 primer	 lugar	 por	 sus
fronteras	exteriores.	Así,	cada	familia	lo	es	en	función	de	que	lleva	un	apellido
diferente	 a	 las	 demás.	 El	 segundo	 elemento	 definitorio	 de	 cualquier	 sistema
son	sus	normas	internas,	que	varían	de	una	familia	a	otra.
Las	reglas	internas	del	sistema	son	esenciales	para	entender	qué	es	lo	que
se	 espera	 de	 cada	miembro	del	 clan,	 qué	 es	 lo	 permitido	 y	 qué	 es	 lo	 que	 se
castiga.	El	conjunto	de	normas	que	puede	tener	un	sistema	familiar	puede	ser
extenso	o	breve,	pero	no	hay	una	familia	que	no	tenga	sus	reglas	internas.	Esas
normas	 indican,	 por	 ejemplo,	 hasta	 qué	 punto	 se	 admite	 la	 expresión	 de
sentimientos	intensos,	qué	es	lo	que	está	permitido	hacer	o	decir	en	torno	a	la
mesa,	cómo	se	habla	de	 la	sexualidad	a	 los	niños,	hasta	dónde	se	admite	que
llegue	 una	 mujer	 en	 el	 mundo	 laboral,	 o	 qué	 vestimentas	 se	 consideran
decentes	o	indecentes,	por	citar	unos	pocos	ejemplos.
Algo	que	distingue	a	unos	sistemas	de	otros	es	que	determinadas	familias
son	más	 estrictas	 en	 el	 cumplimiento	 de	 sus	 normas	 que	 otras.	 Las	 familias
rígidas	 suelen	 tener	 además	un	 conjunto	más	 amplio	 de	 prohibiciones	 y	 una
variedad	de	castigos	para	los	que	las	incumplen.	En	cambio,	hay	familias	que
parecen	no	estar	regidas	por	ninguna	norma,	aunque	esto	nunca	es	totalmente
cierto.	 Las	 familias	 desestructuradas	 podrían	 ser	 un	 ejemplo	 de	 sistema	 sin
normas,	 pero	 en	 realidad,	 cuando	 se	 estudian	 con	 detenimiento,	 se	 descubre
que	 tienen	 también	 reglas	 internas.	La	 diferencia	 es	 que	 estas	 normas	 suelen
estar	ocultas	y	parecen	estar	encaminadas	a	que	cada	individuo	tenga	una	vida
tan	desdichada	como	sea	posible.
Por	 último,	 hay	 familias	 donde	 existe	 un	mayor	 grado	 de	 libertad	 en	 el
cumplimiento	de	las	normas,	son	los	sistemas	flexibles,	en	los	que	las	reglas
internas	 se	 van	 adaptando	 a	 cada	 situación	 y	 tienen	 mayor	 facilidad	 para
soportar	la	disidencia	de	sus	miembros.
Las	 normas	 o	 reglas	 internas	 del	 sistema	 permanecen	 relativamente
estables	a	lo	largo	del	tiempo,	pero	si	se	observan	a	través	de	las	generaciones,
vemos	 que	 experimentan	 ciertos	 cambios,	 así	 que	 el	 sistema	 también	 sufre
mutaciones.	Esto	se	debe	a	que,	por	una	parte,	 la	sociedad	evoluciona,	y	con
ella	cambian	 lo	que	es	aceptable	e	 inaceptable	para	 los	 individuos	y	para	 las
familias.	 Costumbres	 que	 hace	 años	 eran	 imposibles,	 como	 las	 uniones	 no
matrimoniales,	o	incluso	los	matrimonios	entre	personas	del	mismo	sexo,	son
hoy	en	día	habituales,	y	fuerzan	a	muchos	sistemas	familiares,	anclados	en	el
pasado,	a	aceptarlas	como	parte	de	un	proceso	que	difícilmente	tendrá	marcha
atrás.
Por	otro	lado,	la	propia	dinámica	del	árbol	familiar	exige	que	deban	entrar
a	 él,	 como	 esquejes,	 individuos	 de	 otros	 árboles.	 Como	 ya	 hemos	 visto,
ninguna	familia	puede	perdurar	si	no	es	a	través	de	las	uniones	con	individuos
que	 pertenecen	 a	 otras	 familias.	 Éstas,	 como	 es	 lógico,	 traen	 consigo	 sus
propias	 normas,	 sus	 costumbres	 y	 sus	 tabúes.	 Esta	 dinámica	 es	 imparable,	 y
trae	 consigo	 una	 obligatoria	 renovación	 del	 árbol,	 que	 no	 es	 sólo	 genética,
sino	también	ideológica	y	normativa.
Por	 último,	 existen	 en	 todos	 los	 sistemas,	 hombres	 y	 mujeres	 que	 están
dispuestos	a	romper	las	normas,	que	se	atreven	a	desafiar	las	prohibiciones	y
que	 permiten	 que	 los	 sistemas	 progresen	 y	 no	 acaben	 asfixiados	 por	 sus
propias	reglas.	Estas	personas,	que	están	a	 la	vanguardia,	suelen	ser	aquellos
que	 viven	 su	 existencia	 en	 los	 límites	 del	 sistema	 o	 fuera	 de	 él,	 y	 pagan	 un
precio	 por	 ello.	 En	 muchos	 casos,	 son	 los	 que	 tienen	 que	 buscar	 ayuda
psicológica,	 los	 heridos,	 los	 desplazados,	 los	marginados,	 pero	 también	 los
que	iluminan	el	camino	que	otros	seguirán	después.	La	primera	mujer	que	se
divorcia,	el	primer	 joven	que	se	declara	abiertamente	homosexual,	el	primer
hombre	que	 rechaza	 la	profesión	 impuesta.	Todos	ellos	 son	 la	esperanza	del
sistema	porque	se	enfrentan	a	las	reglas	y	las	cambian.
Dicho	esto,	conviene	saber	que	para	comprender	cabalmente	un	sistema,	es
preciso	definir	con	la	mayor	claridad	posible,	cuáles	son	sus	reglas	 internas,
qué	 es	 lo	 esperado	y	 lo	 deseado	para	 cada	miembro	del	 clan.	Conocer	 estas
normas	es	esencial	para	que	podamos	reconocer	qué	parte	de	las	mismas	nos
ayudan	a	crecer	y	cuáles	pueden	ser	un	obstáculo	en	nuestro	camino.
Las	reglas	internas
Las	normas	familiares	pasan	de	una	generación	a	la	siguiente	por	dos	vías
principales.	La	primera	engloba	a	todo	aquello	que	es	explícito.	La	segunda	se
relaciona	con	lo	implícito,	que	es	todo	aquello	que	se	da	por	supuesto,	pero	de
lo	que	nadie	habla	con	claridad.
Así,	 las	normas	explícitas	son	aquellas	de	las	que	se	habla	abiertamente	y
se	 suelen	 enseñar	 a	 los	 niños	 de	 manera	 verbal	 y	 como	 imperativo.	 Por
ejemplo:	“los	domingos	hay	que	ir	a	la	iglesia”,	“las	niñas	no	dicen	palabras
feas”	o	“los	niños	no	lloran”.
En	cambio,	las	normas	implícitas	no	son	expresadas	en	voz	alta,	sino	que
representan	todo	aquello	que	se	da	por	sentado.	Estas	normas	no	se	aprenden
con	tanta	facilidad	como	las	anteriores,	puesto	que	nadie	le	dice	al	infante	con
claridad	lo	que	puede	o	no	puede	hacer,	sino	que	su	conocimiento	se	adquiere
siempre	por	vía	indirecta.	De	este	modo,	una	niña	puede	aprender	una	norma
según	 la	 cual	 las	 chicas	 no	 pueden	 jugar	 al	 fútbol	 cuando	 quiere	 hacerlo	 y
descubre	que	sus	primos	y	hermanos	varones	nunca	le	pasan	el	balón.
Algunas	 normas	 familiares	 no	 son	 sino	 una	 derivación	 de	 las	 normas
sociales	al	uso.	Por	ejemplo,	muchas	de	 las	normas	sexistas	que	se	dan	en	el
seno	 de	 las	 familias	 no	 hacen	 sino	 reflejar	 el	machismo	 de	 la	 sociedad	 que
rodea	al	clan.	Pero	otras	normas	no	tienen	un	encaje	inmediato	en	el	colectivo,
sino	que	son	propias	de	la	familia.	La	mayor	parte	de	estas	normas	privativas
de	la	familia	suelen	ser	implícitas,	es	decir,	no	expresadas	verbalmente.
Por	ejemplo,	una	norma	implícita	y	exclusivamente	familiar	podría	ser	que
todo	hombre	tiene	derecho	a	tener	una	amante	una	vez	casado,	o	que	en	cada
generación	 tiene	 que	 haber	 una	 joven	 soltera	 que	 se	 quede	 embarazada	 y	 se
convierta	 en	 la	 oveja	 negra	 de	 la	 familia.	 Evidentemente,	 ninguna	 de	 estas
normas	 familiares	 se	 expresa	 de	 viva	 voz,	 pero	 es	 aprendida	 a	 través	 de	 la
transmisión	 de	 la	 conciencia	 del	 clan	 que	 pasa	 de	 unos	 familiares	 a	 otros	 a
través	del	tiempo.
Otro	ejemplo	para	que	nos	quede	bien	clara	la	distinción	entre	los	dos	tipos
de	normas	podría	ser	el	siguiente.	Una	familia	puede	 tener	normas	explícitas
acerca	 de	 cómo	 deben	 comportarse	 las	 mujeres	 adolescentes	 a	 la	 hora	 de
acudir	 a	 su	 primera	 cita	 con	 un	 hombre,	 como	 por	 ejemplo,	 qué	 tipo	 de
vestidos	 son	 convenientes	 o	 inconvenientes,	 qué	 horarios	 son	 permisibles,
etcétera.	 Juntoa	 estas	 normas,	 hay	 otras	 de	 las	 que	 nadie	 habla,	 pero	 que	 se
intentan	hacer	llegar	a	la	joven	de	un	modo	indirecto.	Por	ejemplo,	una	norma
implícita	en	estos	casos	podría	ser:	“no	se	puede	tener	sexo	en	tu	primera	cita”.
Si	el	sexo	es	un	tema	tabú	en	la	familia,	quizá	alguien	recuerde	oportunamente
el	caso	desgraciado	de	la	tía	abuela	que	se	quedó	embarazada	estando	soltera.
De	este	modo,	el	mensaje	es	transmitido.
El	 problema	 de	 las	 normas	 implícitas	 es	 que	 éstas	 nunca	 son	 del	 todo
claras.	 Siguiendo	 el	 ejemplo	 anterior,	 la	 joven	 podría	 interpretar	 el	mensaje
como:	 “puedes	 tener	 relaciones	 sexuales	 siempre	 que	 tengas	 cuidado	 de	 no
quedar	embarazada”,	cuando	lo	que	se	le	quería	transmitir	es:	“una	chica	que
se	 entrega	 a	 un	 hombre	 la	 primera	 noche,	 es	 igual	 que	 una	 prostituta”.	 La
diferencia	 entre	 un	 concepto	 y	 otro	 es	 bastante	 relevante,	 y	 puede	 tener
consecuencias	si	no	se	entiende	con	claridad.
Existen	diversos	 tipos	de	normas	en	cada	sistema	familiar,	y	aunque	aquí
vamos	a	 tratar	algunas	de	ellas,	hay	que	entender	que	 la	 línea	divisoria	entre
ellas	no	siempre	está	bien	definida,	puesto	que	una	norma	afectiva	puede	tener
implicaciones	 morales,	 o	 una	 norma	 financiera	 conecta	 con	 criterios
emocionales	y	también	con	prohibiciones,	como	veremos	más	adelante.
Así	 que	 algunos	 tipos	 de	 normas	 comunes	 en	 las	 familias	 son	 las
siguientes.
Normas	morales,	que	tienen	que	ver	con	lo	que	se	siente	como	éticamente
correcto	 o	 incorrecto	 en	 el	 sistema.	 Por	 ejemplo,	 qué	 se	 entiende	 por	 un
comportamiento	 “honrado”,	 o	 bien	 normas	 relativas	 al	 comportamiento	 con
las	personas	del	sexo	opuesto.	Qué	es	ser	un	buen	o	un	mal	hijo,	cómo	cuidar
de	los	padres	ancianos,	si	los	hermanos	deben	compartirlo	todo	o	se	admiten
privilegios	con	alguno	de	ellos,	etcétera.
Normas	materiales,	que	se	relacionan	con	el	dinero	y	las	posesiones.	Aquí
se	 estipula	 cómo	 se	 obtiene	 el	 dinero,	 quién	 puede	 conseguirlo	 y	 cómo	 se
administra.	Así	por	ejemplo,	hay	sistemas	familiares	donde	el	dinero	sólo	se
puede	 obtener	 con	 unas	 ocupaciones	 concretas,	 mientras	 que	 otras	 no	 son
admisibles.	O	bien,	el	dinero	es	algo	que	sólo	puede	ser	conseguido	por	 los
hombres,	mientras	que	las	mujeres	se	ocupan	de	administrarlo.
Normas	afectivas,	que	indican	cómo	se	pueden	manifestar	las	emociones	y
los	apegos	sentimentales.	Por	ejemplo,	si	está	permitido	manifestar	el	cariño
hacia	la	pareja	o	los	hijos	de	modo	abierto,	o	bien	si	esto	es	algo	que	se	oculta.
También	cuál	es	el	vínculo	que	se	establece	en	las	relaciones	íntimas	o	cómo
se	puede	ejercer	la	paternidad	o	la	maternidad.
Por	ejemplo,	puedo	citar	el	caso	de	una	familia	en	la	que	la	norma	era	que
las	 mujeres	 tuvieran	 hijos	 con	 hombres	 que	 no	 se	 hacían	 cargo	 de	 la
descendencia.	Así,	 varias	 generaciones	 de	mujeres	 habían	 criado	 solas	 a	 sus
hijas.	Esta	 norma	 se	 convirtió,	 con	 el	 tiempo,	 en	 algo	 asfixiante,	 puesto	 que
impedía	cualquier	tipo	de	paternidad	responsable	en	el	núcleo	del	clan.
Como	 es	 lógico,	 una	 norma	 como	 ésta	 nunca	 se	 manifiesta	 de	 manera
verbal,	y	es	por	 tanto	 implícita.	Ninguna	madre	 le	dice	a	su	hija:	“te	prohíbo
ser	feliz	con	un	hombre”.	Pero	lo	cierto	es	que	todas	las	mujeres,	de	manera
inconsciente,	buscaban	tener	hijas	con	hombres	que	eran	incapaces	de	hacerse
cargo	 de	 ellas.	 Cuando	 una	 mujer	 se	 atrevió	 a	 casarse	 con	 un	 hombre
responsable	y	decidido	a	tener	descendencia,	se	encontró	con	que	le	resultaba
muy	difícil	quedarse	embarazada,	manifestando	así	el	nudo	generacional	que
la	atenazaba.
Las	prohibiciones
En	 el	 terreno	 de	 las	 normas,	 hay	 que	 prestar	 especial	 atención	 a	 las
prohibiciones	 del	 sistema,	 es	 decir,	 a	 todo	 aquello	 que	 es	 directamente
inadmisible	para	el	clan,	a	los	tabúes	o	las	negaciones	a	ultranza.	Como	norma
general,	nos	encontramos	ante	una	prohibición	cuando	podemos	constatar	que
hay	una	condena	efectiva	para	aquellos	que	se	atreven	a	desafiarla.
Las	 prohibiciones	 son	 de	 especial	 importancia	 a	 la	 hora	 de	 analizar	 el
conjunto	 de	 normas	 internas	 de	 un	 sistema	 familiar,	 puesto	 que	 marcan	 el
territorio	de	lo	que	es	estricto	e	ineludible.	De	hecho,	no	todas	las	normas	son
claras,	 y	 algunas	 se	 prestan	 a	 interpretación,	 o	 bien	 son	 reglas	 de	 menor
importancia	 cuya	 violación	 no	 acarrea	 ninguna	 consecuencia.	 Pero	 todo
aquello	que	lleva	consigo	una	prohibición	es	taxativo	y	no	suele	estar	sujeto	a
interpretación,	ni	se	puede	ser	tibio	en	su	cumplimiento.
Pensemos	 por	 ejemplo,	 en	 las	 normas	 fundacionales	 de	 la	 religión
judeocristiana,	 que	 son	 los	 diez	 mandamientos	 dados	 a	Moisés	 en	 el	 monte
Sinaí.	 Entre	 los	 mandamientos	 hay	 normas	 que	 parecen	 formuladas	 de	 un
modo	 estricto,	 pero	 que	 en	 realidad,	 dan	 espacio	 a	 múltiples	 formas	 de
interpretación,	 como	 “honrarás	 a	 tus	 padres”.	 En	 cambio,	 hay	 también
prohibiciones	 estrictas	 que	 no	 admiten,	 en	 principio,	 ninguna	 escapatoria,
como	por	ejemplo:	“no	matarás”.
Las	 prohibiciones	 suelen	 ser	muy	 estrictas	 y	 se	 observa	 con	 claridad	 su
efecto	sobre	aquellos	que	se	atreven	a	incumplirlas.	Por	ejemplo,	recuerdo	el
caso	de	una	familia	en	la	que	todos	los	hombres	tenían	que	permanecer	bajo	el
techo	 paterno,	 incluso	 después	 de	 casarse	 con	 una	mujer.	Además,	 existía	 la
norma	de	que	cada	hombre	aportara	una	parte	de	 su	 salario	a	 sus	padres,	 en
vez	 de	 compartirlo	 íntegramente	 con	 su	 propia	 esposa	 e	 hijos,	 como	 sería
razonable.
Cuando	un	hombre	decidió	romper	con	esa	norma,	yéndose	a	vivir	a	una
casa	 independiente	 y	 dejando	 de	 pasar	 una	 pensión	 a	 sus	 progenitores,	 fue
expulsado	 del	 sistema.	 Sus	 hijos	 se	 convirtieron	 en	 nietos	 de	 segunda	 clase
para	sus	abuelos,	y	 toda	 la	familia	se	refería	a	ellos	con	un	mote	despectivo.
Este	es	el	poder	de	una	prohibición	y	las	consecuencias	que	se	sufren	cuando
alguien	decide	romper	con	ella.
Por	regla	general,	aunque	no	siempre,	las	prohibiciones	pueden	tener	tres
orígenes	 posibles,	 que	 suelen	 estar	 vinculados	 al	 origen	 de	 los	 secretos
familiares	que	analizaremos	en	un	capítulo	posterior.	Estas	tres	fuentes	que	dan
origen	a	prohibiciones	suelen	estar	relacionadas	con	la	sexualidad,	y	por	tanto
con	 la	 descendencia;	 con	 el	 dinero	 y	 todo	 lo	 relacionado	 con	 el	 mundo
material,	y	finalmente	con	la	muerte	y	sus	rituales.
A	 la	 hora	 de	 tratar	 con	 las	 normas	 y	 las	 prohibiciones	 familiares	 es
esencial	entender	lo	siguiente.	La	conciencia	del	clan	se	impone	a	todo	nuevo
miembro	 de	 un	 modo	 inconsciente	 y	 allí	 permanece	 hasta	 que	 la	 persona
decide	hacerla	consciente	de	nuevo.	Es	decir,	el	niño	que	nace,	acepta	y	toma	a
su	familia	tal	como	es.	No	la	cuestiona,	sino	que	la	asume	como	algo	natural	y
la	 incorpora,	 con	 todas	 sus	 normas,	 explícitas	 e	 implícitas,	 de	 un	modo	 que
queda	 profundamente	 grabado	 en	 su	 inconsciente	 personal.	 Como	 la	 mayor
parte	de	estos	aprendizajes	se	realizan	a	una	edad	muy	temprana,	es	muy	difícil
que	 el	 niño	 o	 la	 niña	 puedan	 hacer	 una	 reflexión	 crítica	 sobre	 ellos.
Simplemente	los	asumen	como	propios	y	los	interiorizan	sin	más.
Por	 este	 motivo,	 las	 normas	 y	 prohibiciones	 tienen	 una	 presencia	 tan
importante	 en	 nuestra	 conciencia,	más	 allá	 de	 toda	 lógica	 y	 afectando	 de	 un
modo	tan	poderoso	a	nuestros	actos,	porque	viven	en	un	espacio	de	nuestro	ser
que	es	profundo	y	que	permanece	a	oscuras.	Y	es	por	ese	motivo,	por	el	que
las	normas	y	prohibiciones	 se	deben	hacer	conscientes,	para	que	pierdan	ese
poder	y	se	conviertan	en	una	fuerza	más	amable	que	nos	ayude	a	conocer	qué
somos	y	cuál	es	el	contrato	que,	sin	darnos	cuenta,	hemos	firmado	con	nuestra
familia.
El	contrato	individual
Tanto	 las	 normas	 familiares	 como	 las	 prohibiciones	 forman	 parte	 de	 lo
que	podemos	denominar	el	“contrato	 individual”.	Este	contrato,	quecontiene
elementos	 explícitos	 e	 implícitos,	 representa	 la	 parte	 de	 la	 norma	 que
corresponde	 a	 cada	 individuo	 concreto.	 El	 contrato	 varía	 de	 un	 individuo	 a
otro,	 y	 como	 las	 propias	 normas,	 sufrirá	 ciertos	 cambios	 a	 lo	 largo	 del
tiempo.
El	 contrato	 se	 puede	 entender	 como	 la	 suma	de	 todo	 lo	 que	una	persona
recibe	del	sistema	familiar,	tanto	como	norma,	como	en	el	plano	de	los	deseos
o	 las	 expectativas	 que	 se	 han	 puesto	 sobre	 ella.	 Este	 término	 es	 también
conocido	como	“escenario	de	vida”	en	el	 trabajo	del	psiquiatra	 transaccional
Eric	Berne,	o	como	“el	proyecto	paterno	depositado	en	el	hijo”	por	parte	de
Vincent	de	Gaulejac.
Este	 proyecto	 o	 contrato	 recibido	 se	 basa	 en	 la	 necesidad	 esencial	 del
sistema	 familiar	 de	 asignar	 a	 cada	 persona	 una	 meta	 y	 un	 conjunto	 de
herramientas	 que	 se	 relacionan,	 de	 manera	 esencial,	 con	 el	 propósito	 del
propio	árbol.	Para	llevar	a	cabo	estas	tareas,	contamos	con	el	deseo	innato	del
ser	 humano	 de	 subsistir,	 con	 la	 fuerza	 de	 la	 vida	 que	 recibimos	 de	 nuestros
antepasados	a	través	de	nuestros	padres.	También	con	el	deseo	íntimo	de	cada
persona	de	configurarse	como	un	individuo	único,	dueño	de	sí	y	de	su	destino.
Todas	 las	 potencias	 que	 convergen	 en	 cada	 persona:	 la	 programación
familiar	 que	 comienza	mucho	 antes	 de	 su	 llegada	 al	 mundo,	 las	 influencias
sociales	 del	momento,	 los	 acontecimientos	 que	 le	 alcanzan	 a	 lo	 largo	 de	 su
vida	 y	 su	 propia	 necesidad	 de	 individuación,	 refuerzan	 y	 al	 mismo	 tiempo
cuestionan	el	poder	de	ese	contrato.
El	contrato	personal	no	es	por	 tanto	una	fuerza	fatalista	que	nos	lleva	sin
remedio	por	el	camino	trazado	por	el	sistema	familiar,	sino	una	guía	que	nos
impulsa,	 pero	 que	 viene	 condicionada	 por	 muchas	 circunstancias	 internas	 y
externas	que	lo	modifican	y	lo	perfeccionan.
Precisamente,	 es	 a	 través	 del	 estudio	 de	 nuestro	 sistema	 familiar	 como
empezamos	 a	 comprender	 cuál	 es	 nuestro	 propio	 contrato,	 y	 es	 también
gracias	a	las	herramientas	sanadoras	de	las	que	nos	provee	la	psicogenealogía,
como	 podemos	 liberarnos	 de	 los	 elementos	más	 limitantes	 de	 ese	 proyecto,
conservando	 las	 más	 positivas,	 de	 manera	 que	 nos	 ayuden	 a	 desarrollarnos
como	seres	más	plenos	y	autoconscientes.
Los	 contratos	 que	 se	 pueden	 recibir	 son	 tan	 variados	 como	diversos	 son
los	sistemas	familiares	y	los	individuos	que	los	forman.	Como	veremos	en	un
capítulo	posterior,	dedicado	a	los	diferentes	rangos	familiares,	cada	posición
en	el	sistema	 tiene	unas	connotaciones	particulares,	como	las	 tienen	el	orden
del	 nacimiento,	 el	 nombre	 que	 se	 nos	 impone	 y	muchos	 otros	 aspectos	 que
iremos	analizando	en	páginas	posteriores.
Existen	 por	 tanto,	 cláusulas	 del	 contrato	 que	 permiten	 alejarse	 de	 la
familia,	mientras	que	otras	nos	obligan	a	permanecer	muy	cerca	de	ella.	Hay
contratos	para	fracasar	en	los	negocios,	para	cuidar	de	los	padres	ancianos	o
para	 triunfar	 y	 hacer	 brillar	 el	 apellido	 familiar.	 Sin	 duda,	 hay	 también
contratos	 que	 obligan	 a	 la	 persona	 a	 sanar	 el	 árbol	 familiar,	 aunque	 esa
sanación	sólo	se	alcanza	curando	antes	el	propio	dolor	individual.
Ahora	bien,	cabe	preguntarse	¿por	qué,	dentro	del	amplio	sistema	familiar
a	una	persona	 le	corresponde	un	determinado	contrato	y	no	otro?	¿Cómo	se
reparten	los	papeles	en	el	drama	o	en	la	comedia	del	clan?
La	respuesta	a	esta	cuestión	no	es	sencilla,	puesto	que	esta	distribución	de
papeles	se	debe,	en	verdad,	a	una	multiplicidad	de	causas	y	no	todas	están	del
todo	claras	aún.	Por	un	 lado,	es	evidente	que	en	 las	familias,	pertenecer	a	un
sexo	o	a	otro	es	una	cuestión	de	extremada	importancia	a	la	hora	de	recibir	un
determinado	 mandato.	 Por	 más	 que	 en	 los	 tiempos	 actuales	 se	 hayan
equiparado	las	oportunidades	profesionales	de	hombres	y	mujeres,	la	realidad
es	 que	 los	 roles	 sociales	 y	 familiares	 de	 ambos	 sexos	 siguen	 siendo	 muy
diferentes.	 Si	 además	 volvemos	 nuestra	 mirada	 de	 manera	 retrospectiva	 y
analizamos	 las	 generaciones	 que	 vivieron	 hace	 cincuenta,	 cien	 o	 doscientos
años	atrás,	es	evidente	que	la	diferenciación	debía	ser	más	grande	aún.
Mucho	 se	 ha	 discutido	 acerca	 de	 qué	 porcentaje	 es	 biológico	 y	 qué
porcentaje	 es	 social	 en	 el	 hecho	 de	 que	 hombres	 y	 mujeres	 tengan	 ciertas
características	 diferenciadas,	 pero	 de	 lo	 que	 no	 cabe	 duda	 es	 que	 esas
diferencias	existen	en	la	mayor	parte	de	los	casos,	y	no	es	probable	que	dejen
de	existir,	ya	que	la	biología	nos	marca	en	mayor	medida	de	lo	que	creemos.
Así,	 la	 mayor	 parte	 de	 las	 mujeres	 están	 más	 conectadas	 a	 los	 aspectos
emocionales	de	 la	experiencia	y	dan	mayor	 importancia	a	 las	 relaciones	con
otras	personas	que	el	promedio	de	los	hombres.	Estos	a	su	vez	suelen	ser	más
autosuficientes	y	más	volcados	a	los	aspectos	racionales	de	la	experiencia.	Sin
perjuicio	 de	 que	 haya	 hombres	 y	 mujeres	 que	 rompen	 estos	 cánones,	 en	 la
mayor	parte	de	los	casos	la	realidad	es	que	hombres	y	mujeres	estamos	hechos
de	una	materia	similar,	pero	que	se	expresa	de	diferente	manera.
Así	 que	 el	 sexo	 de	 cada	 hijo	 que	 nace	 en	 una	 familia,	 le	 condiciona,	 en
primer	 lugar,	 a	 cumplir	 unos	 u	 otros	 roles	 en	 función	 de	 cómo	 estén
organizadas	las	normas	del	clan.
Por	 otra	 parte,	 el	 orden	 de	 nacimiento	 es	 también	 un	 elemento	 muy
importante	para	determinar	qué	es	 lo	que	una	persona	está	destinada	a	hacer.
Como	veremos,	en	algunas	familias	se	espera	que	el	primogénito	continúe	con
el	negocio	familiar,	mientras	que	en	otras,	la	tarea	de	éste	consiste	en	casarse	y
dejar	 todas	 las	 responsabilidades	 del	 cuidado	 de	 los	 padres	 ancianos	 a	 sus
hermanos	menores.
Algo	tan	simple	como	los	rasgos	físicos	de	una	persona,	pueden	también
determinar	la	naturaleza	de	su	contrato.	El	hecho	de	que	la	niña	que	acaba	de
nacer	 se	 parezca	 tanto	 a	 su	 tía	 que	 tomó	 los	 hábitos	 de	monja	 y	 privó	 a	 los
abuelos	de	una	 línea	de	descendencia,	 puede	 conllevar	que	 esta	persona,	 una
vez	 convertida	 en	 mujer,	 sienta	 una	 presión	 formidable	 para	 traer	 niños	 al
sistema.	Lo	mismo	se	puede	decir	de	los	rasgos	psicológicos	de	una	persona,
que	pueden	 llevar	a	que	contraiga	un	contrato	 familiar	 relacionado	con	esos
mismos	 rasgos.	Así	 por	 ejemplo,	 si	 alguien	 es	 de	 naturaleza	 rebelde	 en	 una
familia	demasiado	estricta,	puede	hacer	que	se	 le	 imponga	la	 tarea	de	ser	“la
oveja	 negra”	 del	 sistema,	 es	 decir,	 la	 persona	 sobre	 la	 que	 recaen	 todas	 las
culpas	y	que	acaba	convirtiéndose	en	un	chivo	expiatorio	donde	 se	vuelquen
todas	las	tensiones	que	no	pueden	ser	expresadas	de	otro	modo.
De	una	manera	o	de	otra,	sea	a	través	del	contexto	social,	sea	por	el	sexo
del	 individuo,	 por	 el	 lugar	 que	 ocupa	 o	 simplemente	 por	 su	 aspecto	 o	 su
temperamento	básico,	o	simplemente	porque	hay	que	repartir	 los	papeles	y	a
esa	 persona	 le	 ha	 tocado	 ese,	 la	 realidad	 es	 que	 cada	 uno	 de	 nosotros	 debe
asumir	el	contrato	que	se	 le	otorga	en	el	momento	de	su	nacimiento.	De	este
modo,	 tan	 importante	 como	 conocer	 las	 normas	 y	 las	 prohibiciones	 de	 la
familia,	es	importante	que	cada	persona	indague	en	cuál	puede	ser	el	contrato
familiar	que	se	le	ha	impuesto,	de	manera	que	pueda	entender	las	obligaciones
y	las	expectativas	que	el	sistema	ha	puesto	sobre	sus	hombros.
A	partir	de	ese	conocimiento,	uno	puede	comenzar	 la	 tarea	de	abandonar
aquellos	caminos	que	no	le	conducen	a	ningún	resultado	positivo,	y	tomar	en
cambio	todo	lo	bueno	que	el	sistema	familiar	le	haya	donado.	Con	estas	cartas
en	la	mano,	una	persona	puede	de	verdad	comenzar	a	labrar	su	propio	destino,
con	respeto	por	sus	antepasados,	pero	diseñando	realmente	su	propio	futuro.
El	destino
Cuando	hablamos	de	genealogía	y	destino,	hay	que	aclarar	que	el	destino
genealógico	no	es	necesariamente	una	fuerza	sobrenatural	que	nos	impulse	a
vivirexperiencias	sobre	las	que	no	tenemos	ningún	control	y	que	pueden	ser
muy	 limitantes.	 El	 destino,	 como	 decían	 los	 clásicos,	 bien	 puede	 ser	 una
proyección	 del	 propio	 carácter	 y	 deseos.	 Pero	 alcanzar	 ese	 destino	 positivo
requiere	 un	 cierto	 esfuerzo	 y	 un	 cierto	 nivel	 de	 conciencia.	 A	 este	 tema
dedicaremos	el	presente	capítulo.
El	destino	como	maldición
La	 primera	 concepción	 que	 se	 tiene	 del	 destino	 por	 parte	 de	 muchas
personas	es	precisamente	como	una	especie	de	hecho	 fatalista,	es	decir,	 algo
que	 va	 a	 ocurrir	 de	manera	 inevitable	 en	 nuestra	 vida.	 Esta	 idea	 del	 destino
conecta	directamente	con	los	aspectos	menos	deseables	del	contrato	individual,
pero	se	extiende	más	allá.
Existen	 acontecimientos	 en	 la	 vida	 humana	que	no	pueden	 ser	 evitados	 y
que	 tienen	sobre	 las	personas	un	peso	muy	grande,	para	bien	o	para	mal.	Un
ejemplo	 de	 ello	 puede	 ser	 el	 hecho	 de	 padecer	 las	 consecuencias	 de	 un
conflicto	armado.	Si	alguien	tiene	la	desgracia	de	pasar	por	esta	experiencia,	y
sobre	 todo	 si	 pierde	 a	 seres	 queridos	 o	 si	 sufre	 algún	 tipo	 de	 daño	 físico	 o
emocional,	va	a	quedar	marcado	para	siempre.
Ahora	bien,	más	allá	de	los	grandes	conflictos	o	catástrofes,	para	la	mayor
parte	de	las	personas,	el	destino	vivido	como	maldición	no	es	otra	cosa	que	la
manifestación	 en	 su	 vida	 de	 su	 contrato	 individual.	 Así	 por	 ejemplo,	 en	 un
sistema	 donde	 los	 hijos	 son	 maltratados	 de	 manera	 sistemática,	 resulta	 casi
inevitable	pasar	por	esta	dolorosa	experiencia.	De	hecho,	en	un	sistema	así,	es
el	maltrato	lo	que	hace	que	cada	individuo	se	sienta	unido	al	clan,	del	mismo
modo	 que	 en	 algunas	 instituciones	 como	 la	 universidad	 o	 el	 ejército,	 se
permiten	 las	 bromas	 hacia	 los	 novatos	 como	 una	 forma	 perversa	 de
acogimiento	dentro	del	colectivo.
En	muchos	casos,	el	contrato	 individual	de	una	persona	contiene	no	sólo
una	 serie	 de	 normas	 acerca	 de	 lo	 que	 puede	 ser	 o	 no,	 de	 lo	 que	 le	 está
permitido	 desarrollar	 o	 no,	 sino	 que	 indica	 cómo	debe	 ser	 cada	 etapa	 de	 su
vida	de	un	modo	tan	minucioso	que,	cuando	se	conoce	de	manera	consciente,
resulta	pavoroso	comprobar	cómo	nos	ha	ido	condicionando	a	cada	paso	sin
que	nos	diéramos	cuenta.
En	cualquier	caso,	sea	cual	sea	la	manera	en	que	se	experimente	esta	parte
menos	deseable	del	destino	personal,	no	cabe	duda	de	que	hay	que	establecer
algunas	 estrategias	 de	 afrontamiento	 que	 nos	 permitan	 salir	 adelante	 con	 el
menor	daño	posible.
La	 primera	 de	 estas	 estrategias	 consiste,	 sin	 lugar	 a	 dudas,	 en	 reconocer
cuál	es	nuestro	contrato	individual,	puesto	que	este	conocimiento	nos	permitirá
prepararnos	para	lo	inevitable.	En	segundo	lugar,	es	importante	aceptar	lo	que
quiera	 que	 haya	 sucedido	 en	 nuestra	 vida	 y	 entender	 que,	 aún	 de	 lo	 peor,	 se
puede	extraer	algo	bueno.	Este	destino	negativo	debe	ser	asumido	en	 toda	su
integridad,	sin	intentar	trasladarlo	a	otros.	De	este	modo,	nos	hacemos	fuertes
y	deshacemos	nudos	que	podrían	afectar	a	nuestros	descendientes.
Ahora	 bien	 cuando	 el	 destino	 nos	 trae	 algo	 positivo,	 en	 forma	 de	 un
premio	o	 de	 una	 situación	 favorable,	 es	 preciso	 agradecerlo	 y	 disfrutarlo	 al
máximo.	Así,	 nuestros	 ancestros	 pueden	 sentir	 que	 han	 hecho	 algo	 bueno	 al
traernos	 al	 mundo,	 y	 del	 mismo	 modo,	 abrimos	 la	 puerta	 a	 que	 nuestros
descendientes	aprendan	a	saborear	la	vida.
El	destino	como	realización	personal
Ahora	bien,	como	ya	se	ha	insinuado	en	páginas	anteriores,	el	destino	no
es	algo	que	deba	producirse	de	manera	 inexorable.	Entender	 los	 términos	de
nuestro	contrato	individual	nos	permite	reconocer	todo	aquello	de	lo	que	no	es
fácil	escapar,	pero	también	qué	es	lo	que	podemos	cambiar.
Por	ejemplo,	 si	el	destino	que	se	nos	 reserva	es	el	de	cuidar	del	negocio
familiar	y	ese	no	es	nuestro	deseo,	¿qué	nos	impide	cambiar	de	rumbo?	¿Por
qué	no	podemos	reclamar	nuestra	autonomía	para	decidir	hacer	otras	cosas?	Y
si	de	todos	modos,	la	decisión	es	la	de	continuar	con	el	negocio,	¿por	qué	no
adaptarlo	a	nuestros	gustos?	Existe	una	gran	diferencia	entre	hacer	 lo	que	se
espera	de	nosotros,	o	bien	tomar	las	herramientas	que	se	nos	dan	y	darles	un
uso	diferente.
El	destino	puede	verse	así	como	un	espacio	de	realización	personal,	en	el
que	no	podemos	escapar	del	 todo	de	ciertas	 influencias	ambientales	(a	fin	de
cuentas,	 no	 está	 en	nuestras	manos	 evitar	una	 crisis	 económica	global	o	una
guerra),	 pero	 en	 el	 que	 podemos	 aprender	 a	 desarrollar	 nuestras	 mejores
cualidades	 para	 crecer	 y	 convertirnos	 en	 individuos	 más	 sabios	 y
verdaderamente	libres.
Hay	que	entender	que	en	todos	nosotros	existe	una	guerra	soterrada	entre
la	programación	familiar,	con	sus	aspectos	limitantes	y	también	con	sus	partes
más	 positivas,	 y	 el	 deseo	 de	 construirnos	 como	 seres	 individuales.	 La	 gran
aportación	del	pensamiento	psicogenealógico	en	este	punto	es	el	siguiente:	no
podemos	estar	totalmente	separados	de	las	influencias	familiares,	y	pensar	lo
contrario	 es	 buscar	 una	 libertad	 ilusoria,	 pero	 podemos	 tomar	 lo	 mejor	 de
esas	 influencias	 y	 actualizarlas	 de	 manera	 que	 los	 aspectos	 más	 limitantes
minimicen	su	efecto	sobre	nosotros.
Así	que	en	el	eterno	debate	entre	libertad	y	destino,	la	psicogenealogía	nos
dice	que	no	 tenemos	por	qué	 elegir	 un	 sólo	 aspecto	de	 la	 realidad,	 sino	que
tenemos	que	 tener	 en	 cuenta	 los	 dos.	Existe	 un	destino	prefijado	por	 nuestra
familia,	 pero	 en	 la	 medida	 en	 que	 ponemos	 luz	 sobre	 él,	 lo	 podemos
transformar	en	autentica	y	madura	libertad.
La	inocencia	y	la	culpa
Desde	el	punto	de	vista	psicogenealógico,	cuando	una	persona	se	enfrenta	a
los	 múltiples	 dilemas	 de	 la	 existencia,	 puede	 experimentar	 dichas	 vivencias
desde	el	punto	de	vista	de	la	inocencia	o	de	la	culpa.	Precisamente,	es	la	culpa
la	 que	 nos	 impide,	 en	 muchos	 momentos,	 actualizar	 un	 destino	 fatal	 y
convertirlo	en	algo	más	constructivo.
A	la	hora	de	tomar	decisiones,	y	como	resultado	de	nuestro	sistema	social,
basado	 en	 la	 ideología	 judeocristiana,	 tenemos	 la	 tendencia	 inconsciente	 de
buscar	aquellas	experiencias	que	nos	hagan	sentir	inocentes,	rechazando	todo
lo	que	nos	traiga	una	sensación	de	culpa.
Por	ejemplo,	en	una	separación	matrimonial,	aquel	que	plantea	el	divorcio
tiene	que	cargar	sobre	sí	la	culpa	de	la	separación.	Este	es	uno	de	los	motivos
por	 los	 cuales	 las	 rupturas	 se	 vuelven	 en	 ocasiones	 campos	 de	 batalla
emocionales	 entre	 dos	 personas.	 Al	 dolor	 de	 la	 pérdida,	 que	 es	 natural,	 se
suma	muchas	veces	el	peso	de	una	culpa	que	se	lanza	en	una	u	otra	dirección,
como	un	fardo	pesado	del	que	ninguno	se	quiere	hacer	cargo.
Esto	 hace	 que	 muchas	 parejas	 soporten	 durante	 demasiado	 tiempo	 una
convivencia	imposible,	ya	que	ninguno	desea	cargar	con	la	culpa	de	ser	quien
inicie	los	trámites	de	la	separación.	Cada	uno	reclama	sobre	sí	la	inocencia,	y
desea	descargar	la	culpa	en	el	otro.
Sucede	 esto	 también	 entre	 los	 hermanos.	 Cuando	 uno	 de	 los	 hermanos
decide	salirse	de	 la	parte	más	negativa	de	su	contrato	 individual,	 reclamando
para	sí	una	libertad	a	la	que	tiene	derecho,	el	resto	de	ellos,	en	vez	de	aceptar
esa	libertad	(incluso	la	libertad	de	equivocarse)	le	somete	al	peso	de	la	culpa.
En	 realidad,	 todos	 estos	 problemas	 se	 reducirían	 sin	 todos	 aceptáramos
nuestra	parte	de	responsabilidad	(que	no	de	culpa),	en	aquello	que	hacemos	o
dejamos	 de	 hacer.	 Sólo	 así	 recuperamos	 la	 inocencia	 de	 poder	 actuar	 con
libertad,	en	el	acierto	o	en	el	error.	Porque	la	inocencia	del	que	lanza	sobre	el
otro	 el	 paquete	 de	 la	 culpa,	 es	 una	 falsa	 inocencia.	En	un	 sistema,	 todos	 son
responsables	de	todo,	sea	en	mayor	o	en	menor	medida.	Y	sólo	cuando	todos
se	hacen	 responsables,	 en	 la	medida	en	que	 sea	posible,	 se	 sale	del	 juego	de
culpables	e	 inocentes	y	se	vuelve	a	una	posición	de	partida	en	que	 todosson
verdaderamente	libres	dentro	de	sus	obligaciones.
Entender	la	influencia	del	deseo	de	inocencia	y	del	uso	de	la	culpabilidad
son	elementos	clave	para	comprender	muchas	de	las	acciones	humanas,	sobre
todo	de	aquellas	que	se	realizan	dentro	de	un	sistema,	ya	que	todos	los	sistemas
tienen	dentro	de	sí	una	contabilidad	de	hechos	“buenos”	y	“malos”	que	influye
de	manera	determinante	en	nuestra	vida	y	en	nuestras	decisiones.
A	cada	uno	su	lugar.	Los	rangos	en	la	familia
Como	ya	hemos	visto,	un	sistema	familiar	se	define	básicamente	a	 través
de	dos	elementos:	 los	 límites	que	establece	con	el	 resto	de	 los	sistemas	y	 las
normas	que	impone	a	sus	miembros.	Esto	es	lo	que	diferencia	a	una	familia	de
otra	y	lo	que	hace	que	los	miembros	de	ese	sistema	se	sientan	parte	de	él.
Ahora	bien,	dentro	del	sistema	existe	también	un	sistema	de	jerarquías	que
es	 importante	 conocer.	 Estas	 jerarquías,	 que	 se	 conocen	 como	 “rangos”,
establecen	cuáles	son	los	subgrupos	a	los	que	cada	cual	pertenece,	del	mismo
modo	 que	marca	 qué	 tipo	 de	 relaciones	 se	 pueden	 establecer	 con	 los	 demás
miembros	del	sistema,	dependiendo	de	si	pertenecen	a	nuestro	mismo	rango	o
no.
Hay	que	aclarar	que	una	persona	puede	pertenecer	a	varios	rangos,	según
el	lugar	del	árbol	desde	el	que	se	la	observe.	Esto	es	fácil	de	entender,	ya	que
un	abuelo	lo	es	para	su	nieto,	al	tiempo	que	es	marido	para	su	esposa	y	padre
para	 sus	hijos.	De	este	modo,	 los	 rangos	 se	 establecen	 siempre	alrededor	de
cada	 individuo	 del	 sistema,	 determinando	 distintos	 tipos	 de	 pertenencia	 y
diferentes	relaciones	con	los	demás	miembros	de	la	familia.
Dentro	 de	 la	 línea	 genealógica	 directa,	 existen	 al	 menos	 cinco	 rangos
esenciales	a	considerar:	el	de	los	abuelos,	el	de	los	padres,	el	de	los	hermanos,
el	rango	de	la	pareja	y	el	rango	de	los	hijos,	que	puede	extenderse	a	los	nietos.
Vamos	a	conocer	cada	una	de	estas	posiciones	genealógicas	a	continuación.
El	rango	de	los	abuelos	nos	permite	realizar	una	conexión	familiar	con	el
pasado	del	clan.	Desde	esta	perspectiva,	 los	abuelos	son	muy	 importantes,	ya
que	 ayudan	 a	que	 el	 relato	 familiar	 pase	 a	 las	 siguientes	generaciones	y	 son
una	 fuente	 viva	 de	 conocimientos	 muy	 necesarios	 para	 todos.	 Además,	 los
abuelos	 suelen	 ser	 buenos	 elementos	 para	 reconocer	 cuáles	 son	 las	 normas
familiares,	así	como	para	entender	cómo	han	ido	evolucionando	esas	normas	a
través	de	las	generaciones.	No	hay	que	olvidar	tampoco	que	en	algunos	casos,
los	 abuelos	 se	 convierten	 en	 padres	 sustitutos,	 sobre	 todo	 cuando	 los	 padres
están	incapacitados	o	no	están	presentes.
El	rango	que	está	antes	de	 los	abuelos,	es	decir,	el	de	 los	bisabuelos,	nos
enlaza	directamente	con	los	mitos	familiares	y	con	el	pasado	remoto.	Esto	es
así	 porque	 usualmente	 no	 tenemos	 posibilidad	 de	 conocer	 a	 los	 bisabuelos,
pero	 sí	 tenemos	 información	 sobre	 ellos,	 y	 probablemente	 sobre	 sus
antepasados.	 De	 este	 modo,	 no	 son	 una	 presencia	 tangible	 en	 nuestra
conciencia,	 pero	 sí	 permanecen	 en	 ella	 a	 través	 de	 lo	 que	 otros	 nos	 han
contado	acerca	de	sus	vidas.
El	rango	de	los	padres	tiene	una	importancia	capital	para	entender	nuestro
lugar	dentro	del	sistema	familiar	y	de	la	vida	en	general.	Los	padres	tienen	una
influencia	muy	directa	en	nosotros	y	 son	el	modelo	esencial	que	nos	servirá
para	formar	conceptos	como	lo	masculino	o	lo	femenino	en	nuestro	interior,
como	ya	veremos.	No	hay	más	que	hablar	con	una	persona	que	haya	tenido	una
infancia	dura	en	relación	con	sus	padres	para	entender	cómo	nos	puede	afectar
el	vínculo	paterno-filial	cuando	éste	no	es	sano.
Más	 allá	 de	 estas	 cuestiones,	 que	 son	 evidentes	 para	 todos,	 en	 la
psicogenealogía	 se	 tiene	 en	 cuenta	 la	 importancia	 de	 la	 energía	 paterna	 y
materna	 en	 la	 formación	del	 alma	de	 cada	persona.	El	padre	nos	otorga	una
energía	activa,	que	nos	conecta	con	el	mundo	material	y	con	 la	 sociedad.	La
madre	nos	trae	una	energía	receptiva,	que	sirve	para	acercarnos	a	nuestro	ser
emocional	y	a	todo	lo	relacionado	con	el	cuidado,	la	nutrición	y	la	integración
afectiva	 del	 mundo	 que	 nos	 rodea.	 Donde	 el	 padre	 exige	 poner	 en	 marcha
proyectos,	 la	 madre	 nos	 impulsa	 a	 dotar	 a	 esos	 proyectos	 de	 significado.
Ambas	energías	son	precisas,	y	si	 tenemos	una	mala	conexión	con	alguna	de
ellas	se	generarán	conflictos	en	nuestra	vida.
Nunca	hay	que	olvidar	que	los	padres,	antes	de	serlo,	son	pareja,	aun	en	el
caso	de	que	fuera	una	pareja	breve	o	momentánea.	Sin	el	vínculo	sexual	entre
dos	 personas,	 no	 hay	 descendencia,	 y	 por	 tanto,	 en	 el	 orden	 genealógico	 se
observa	primero	a	la	pareja	y	luego	a	sus	hijos.	Esto	es	así	incluso	en	los	casos
de	adopción,	vientres	de	alquiler	o	inseminación	artificial.	En	todos	ellos	hay
una	concepción	previa,	que	se	da	entre	un	óvulo	y	un	espermatozoide	que	sólo
pueden	 ser	 donados	 por	 un	 hombre	 y	 una	 mujer.	 De	 este	 modo,	 cada	 ser
humano	 tiene	 siempre	unos	padres	biológicos,	de	 los	 cuales	hereda	 la	 carga
genética.	Éstos	son	los	progenitores	que	deben	ser	tenidos	en	cuenta	en	primer
lugar	 y	 es	 a	 las	 personas	 a	 las	 que	 nos	 referiremos	 cuando	 realicemos
cualquier	 ejercicio	 con	 los	 padres.	 Si	 eres	 una	 persona	 adoptada,	 puedes
también	realizar	esos	ejercicios	con	tus	padres	de	adopción,	pero	siempre	que
hayas	tenido	en	cuenta	a	tus	progenitores	naturales	en	primer	lugar.
El	 rango	 de	 los	 hermanos	 indica	 a	 todos	 los	 hijos	 que	 han	 nacido	 del
mismo	padre	y	la	misma	madre	aun	cuando	no	se	hayan	criado	bajo	el	mismo
techo.	También	los	hijos	de	uniones	anteriores	o	posteriores	de	alguno	de	los
padres	que	se	educan	como	hermanos	de	los	hijos	de	la	pareja.
Los	hijos,	como	los	hermanos,	se	tienen	en	cuenta	siempre	según	su	orden
de	nacimiento	 incluyendo	a	 los	abortos	y	a	 los	 fallecidos	al	nacer.	Se	ubican
nombrando	 primero	 al	 primogénito,	 luego	 al	 segundo	 y	 así	 hasta	 el	 último.
Como	veremos	el	orden	es	esencial	 en	este	 rango,	y	cuando	se	quiebra	éste,
otorgando	 por	 ejemplo	 al	 menor	 la	 responsabilidad	 del	 mayor,	 se	 crean
conflictos	generacionales	que	tienen	serias	consecuencias.
El	rango	de	la	pareja	incluye,	por	supuesto	a	las	personas	que	forman	un
vínculo	 entre	 sí.	 Para	 los	 efectos	 de	 este	 libro,	 resulta	 indiferente	 el	 tipo	 de
relación	que	se	establezca	entre	las	personas,	siempre	que	ambas	lo	entiendan
como	 un	 vínculo	 de	 pareja	 o	 siempre	 que	 esa	 unión	 pueda	 ser	 vista	 ante	 la
sociedad	como	tal.	Ocurre,	en	ocasiones,	que	algunas	personas	parecen	querer
avergonzarse	de	vínculos	pasados,	quizás	porque	el	resultado	de	la	relación	no
fue	el	deseado	o	quizás	porque	no	era	 lo	conveniente	desde	el	punto	de	vista
moral	o	social.	Esta	personas	se	niegan	a	sí	mismas	la	realidad	de	que	lo	que
vivieron,	bueno	o	malo,	fue	un	vínculo	de	pareja.	Establecen	así	una	zona	de
sombra	 en	 su	 propia	 conciencia,	 que	 probablemente	 traerá	 consecuencias
negativas	a	sus	descendientes.
Así	por	ejemplo,	a	la	hora	de	analizar	el	vínculo	entre	nuestros	padres,	es
muy	necesario	saber	qué	relaciones	anteriores	tuvieron	con	otras	personas.	En
el	 caso	 de	 que	 la	 relación	 anterior	 fuera	 un	 matrimonio,	 sin	 duda	 será	 un
hecho	conocido,	puesto	que	algo	así	no	puede	ser	negado	ni	ocultado.	Pero	en
ocasiones,	 los	 padres	 esconden	 la	 existencia	 de	 algún	 antiguo	noviazgo,	 por
vergüenza	social	o	por	no	incomodar	a	la	pareja	actual,	y	eso	nunca	tiene	un
buen	 resultado	para	 los	hijos.	En	el	caso	de	que	 los	progenitores	o	nosotros
mismos	 no	 tengamos	 bien	 integradas	 a	 todas	 nuestras	 parejas	 anteriores,
presentaremos	un	ejercicio	que	puede	ayudar	a	solucionar	este	problema.
El	 rango	 de	 las	 parejas	 incluye	 por	 tanto	 no	 sólo	 a	 aquellos	 que	 se	 han
unido	 por	 matrimonio	 legal,	 sino	 a	 los	 que	 han	 convivido	 como	 pareja	 de
hecho,	así	como	a	todas	las	personas	con	las	que	se	han	mantenido	relaciones
sexuales.	También	se	deben

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