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Contenidos: Introducción Los ejercicios prácticos de este libro Requisitos para trabajar con tu árbol genealógico La psicogenealogía La psicogenealogía Todo conecta con todo. Los sistemas Los límites del sistema Las normas del sistema El contrato individual El destino A cada uno su lugar. Los rangos en la familia Sistemas dentro de sistemas. Los subsistemas familiares Cómo trazar tu genograma El genograma como mapa del mundo interior Símbolos usados en el genograma Recogiendo los primeros datos Recopilar datos a través de Internet Recopilando información de registros públicos Recopilando información a través de la memoria familiar Creando un genograma por capas El cronograma familiar Un instante en el tiempo. El gráfico sincrónico El átomo de las relaciones personales Sanando tu árbol genealógico La transmisión de las normas familiares Ejercicio Práctico. Descubriendo las normas familiares (reflexión) La programación familiar se manifiesta en el nombre Ejercicio Práctico. Los nombres de tu genograma (reflexión) Ejercicio Práctico. Los significados de los nombres (reflexión) Las repeticiones familiares La maldición recurrente. El síndrome del aniversario Ejercicio Práctico. Rastreando las repeticiones (reflexión) Ejemplo. Vincent Van Gogh Los huecos del genograma Ejercicio Práctico. Conociendo a las generaciones del pasado (reflexión) Conversaciones en voz baja. Los secretos de familia Las consecuencias del secreto familiar Cuándo y cómo desvelar un secreto propio Ejercicio Práctico. Estrategias alternativas para revelar un secreto (psicomagia) Ejercicio Práctico. Descubriendo el secreto familiar oculto (reflexión) Sangre contaminada. La vergüenza generacional Ejercicio Práctico. Dar voz al excluido (dinámica) Ejemplo. La familia Hitler En el lugar de los padres. La parentificación Ejercicio Práctico. La parentificación (dinámica) No serás más que tus padres. La neurosis de clase Ejercicio Práctico. Tratando la neurosis de clase (dinámica) Cuando duele el padre. Síntomas de un padre débil Cuando la madre sufre. Síntomas de una madre herida Ejercicio Práctico. Traer de vuelta al progenitor ausente (dinámica) La vida que trae la muerte. Fallecimiento en el parto Ejercicio Práctico. Reconociendo a la mujer muerta en el parto (psicomagia) Corazones rotos. Los problemas de pareja Ejercicio Práctico. Honrando a las parejas anteriores (dinámica) Ejercicio Práctico. Conectando con los progenitores para encontrar pareja (dinámica) Ocupando el lugar de otro. Hijos de reemplazo Significado de la posición de los hermanos Ejercicio Práctico. Ocupando el lugar entre los hermanos (dinámica) Ejemplo. Las hermanas Brontë Extraños bajo el mismo techo. Hermanos que no se reconocen como tales Relaciones prohibidas. El incesto genealógico Ejercicio Práctico. Los nudos incestuosos del árbol (reflexión) Ejemplo. Charles Darwin Un viaje sin retorno. La emigración Ejercicio Práctico. Sanando el dolor de la emigración (reflexión y psicomagia) Dolor hereditario. La enfermedad generacional Ejercicio Práctico. Devolviendo una enfermedad heredada (psicomagia) Ejercicio Práctico. Sanando el dolor de conflictos o catástrofes (reflexión y psicomagia) La maldición del fracaso. Los problemas económicos y laborales Ejercicio Práctico. Rompiendo la maldición de fracaso (dinámica) Ejercicio Práctico. Reescribir la historia familiar (reflexión) Epílogo. Ahora puedes crear tu futuro Bibliografía Introducción “El oro que cae en el barro no se pudre.” Alejandro Jodorowsky La cita que encabeza este libro, que pertenece a uno de los grandes teóricos del mundo psicogenealógico, Alejandro Jodorowsky, contiene una verdad esencial que pretendo desarrollar a lo largo de esta obra. Este libro habla de familias, y de cómo la historia familiar resuena en cada uno de nosotros. No hay ninguna familia que no se mueva, de un modo u otro, en el barro del dolor, de la pérdida, de la enfermedad o del fracaso. Pero tampoco hay ninguna familia que no produzca una pepita de oro bajo la forma de cada uno de sus miembros. El barro del que provenimos, el barro bíblico del que estamos formados, no es sino la excusa de aquello que nos ha creado, llámese dios, la naturaleza, el azar o el anima mundi, para producir el oro que somos. Como veremos a lo largo de este libro, ningún sistema familiar es perfecto, y todos de alguna manera han tenido que padecer, a lo largo del tiempo, los rigores de la historia, los conflictos, las catástrofes, el hambre o la opresión de ciertas normas sociales. Pero todas las familias han producido oro: seres ejemplares, legendarios, bondadosos, o simplemente personas normales que hicieron lo posible para que sus hijos tuvieran una vida mejor. En la perfecta imperfección de este vida que vivimos, cada existencia es la suma de cientos, de miles de vidas de antepasados que están presentes en nuestros genes, en las historias que nos han contado, en los rasgos de nuestro carácter, en los silencios que nos han sido transmitidos. Todos tus antepasados viven en ti. Aquellos que murieron antes de tiempo, los que infligieron la ley, las mujeres que dieron su vida dando a luz a un nuevo ser, los enfermos crónicos, los emigrantes, los accidentados, los que partieron a la guerra y no volvieron; y los que volvieron, pero con el alma desgarrada por el dolor sufrido o causado a otros. Todos ellos están en ti. También los héroes, los patriotas, los rebeldes, los que tuvieron una vida relajada, las mujeres libres y los hombres brillantes que habitan tu historia familiar, todos están en tu interior. De todos ellos, de los felices y los desdichados, de sus genes, y también de sus historias personales, surge el átomo inicial de la persona que eres ahora. Todos llevamos en nuestro interior parte de un dolor transgeneracional que se manifiesta en lo que somos ahora, en nuestros conflictos y en nuestras dudas. Por eso es necesario conocer las historias, desvelarlas e incluso imaginarlas, de manera que podamos sanar ese dolor y convertirnos en seres más libres. A través de este libro te llevaré a conocer conceptos que quizá desafíen tu concepción de la realidad. Algunas de esas ideas pueden causarte algún rechazo, algunas quizás te parezcan absurdas. No sería sorprendente que así fuera, puesto que aquello de lo que aquí se habla, la conciencia transgeneracional, es algo que ha sido completamente menospreciado en nuestro mundo occidental. Conceptos como la conciencia del clan, la persistencia de la memoria generacional, el funcionamiento sistémico de la familia, la inocencia o la culpa heredadas, desafían mucho de lo que conocemos acerca de nosotros mismos. Ahora bien, lo más sorprendente del mundo psicogenealógico es que sus presupuestos tienen una lógica profunda que resuena en nuestro interior como una verdad que llegara de un tiempo lejano, libre de contaminaciones ideológicas, indiferente a todo aquello que es políticamente correcto. Además, existe una vertiente práctica, un camino de sanación que cuando se hace efectivo, funciona. Un camino de curación interior que tiene un efecto casi inmediato en el alma. De modo que gracias a sencillos ejercicios, muchos de los cuales se explican en las páginas que siguen, podemos comenzar a liberarnos de una carga que en ocasiones ni siquiera teníamos consciencia de llevar sobre nuestros hombros. Este libro está dividido en tres partes. La primera, denominada “La psicogenealogía”, nos ayudará a entender qué es esta corriente de pensamiento que vuelve a estar cada vez más presente en la conciencia occidental. Aquí se darán algunas pinceladas esenciales para entender lo más central del pensamiento psicogenealógico y se profundizará en temas que son esenciales para comprender el resto de la obra. En la segunda parte, que he titulado “Cómo trazar tu genograma”, te presento una guía práctica para poder trazar este gráfico genealógico tan necesario para comprender las tramas profundas de la conciencia familiar. El genograma es mucho más que un árbol genealógico al uso, ya que contiene informaciónmuy útil para desentrañar los problemas transgeneracionales que pueden estar acuciando nuestro presente. Además, este libro añade algunos elementos de análisis más, como el cronograma familiar y social, así como el átomo personal, que te permitirán descubrir aspectos esenciales de ti y de tus antepasados. Todos estos gráficos generacionales serán necesarios para completar la tercera parte de este libro. En esa tercera parte, que se denomina “Sanando tu árbol genealógico”, se ofrecen datos más precisos acerca de diversos problemas transgeneracionales que son comunes a muchas personas y en los que espero que encuentres respuestas a tus dudas vitales. Aquí he incorporado bastantes ejercicios prácticos que te ayudarán a sanar aquellos nudos familiares que puedan estar actuando sobre ti. Además, se incluyen algunos ejemplos de sistemas familiares famosos, así como referencias a casos reales, tratados por mí en los últimos años. El objetivo final de este libro es el de reconocer y sanar los patrones más nocivos de tu árbol genealógico, al tiempo que refuerzas los dones más positivos. En definitiva, dar un impulso a la energía vital que viene de tus antepasados y que se proyecta en tu presente, en tu futuro y en el futuro de tus descendientes. Te invito a que te introduzcas en este fascinante mundo de la psicogenealogía, a que explores tu genograma y a que empieces un camino de sanción transgeneracional que espero sea muy positivo para ti. Los ejercicios prácticos de este libro A lo largo de este libro te ofrezco diversos ejercicios prácticos que puedes realizar a la vez que vas dibujando el mapa genealógico de tu familia. Los ejercicios que se presentan en esta obra tienen una pretensión sanadora, de manera que puedas, con algo de paciencia, comenzar a deshacer algunos de los nudos que se presentan en tu historia familiar. En verdad, la mera confección de un genograma completo ya se puede considerar de por sí un acto sanador, puesto que abre tu conciencia a la realidad de tu familia, tanto en el aspecto de cuáles son sus dinámicas ocultas como sus evidencias más claras. Pero en este libro queremos ir más allá de la mera comprensión teórica y avanzar hacia una plena sanación, que se alcanza de un modo real a través de la práctica. Los ejercicios prácticos de este libro se distribuyen en tres categorías. Ejercicios de reflexión Este tipo de actuaciones requiere el uso de tu mente y tu capacidad de análisis racional. Los ejercicios reflexivos te ayudan a entender diversos aspectos del sistema familiar, encontrando conexiones que en un primer momento no serían evidentes. Para realizarlos sólo se requiere algo de tiempo para poder reflexionar acerca de diversas cuestiones. Las respuestas que se den a las mismas deben ser lo más honestas posible, dando así espacio a que surja un nuevo conocimiento que te ayude a entender la dinámica familiar desde una perspectiva más amplia. Para los ejercicios de carácter reflexivo tan sólo se necesita un cuaderno, un bolígrafo y algo de tiempo. A través de estas prácticas, se formularán una serie de preguntas que te harán pensar. Escribe cada pregunta en tu cuaderno y tómate un tiempo para contestar a las mismas. Si no encuentras la respuesta, deja la cuestión en blanco y sigue con el resto de las preguntas. Debajo de cada respuesta, te aconsejo que dejes un espacio vacío, para añadir datos o reflexiones que puedan llegar en otro momento. Como descubrirás, a medida que te introduzcas en el territorio del análisis genealógico, cada vez te resultará más fácil hacer las conexiones necesarias para que la verdad familiar salga a la luz. Por ese motivo, una pregunta en blanco no debe ser una fuente de desánimo, sino que debes sentir que es un acicate para que tu mente se active en busca de las respuestas. En cualquier caso, no pienses que ninguna respuesta es definitiva. Lo que eres capaz de descubrir en este momento es sólo una pequeña fracción de lo que podrás ver más adelante. Simplemente deja que tu mente esté abierta a nuevas percepciones y éstas llegarán, a veces en el momento más inesperado para ti. Dinámicas Los ejercicios dinámicos requieren movimiento y se realizan preferentemente con tu cuerpo y sus sensaciones. No es necesario tener ninguna capacidad física especial para realizarlos, ni es preciso disponer de una especial sensibilidad. Lo único que necesitas es dejar que tu cuerpo se manifieste en cada momento. Los ejercicios dinámicos que se presentan en este libro están basados en distintas fuentes, tales como Constelaciones Familiares y en menor medida, otras como Bioenergética o Terapia Gestalt, por citar las más importantes. Estas prácticas son esenciales para poder llegar a un conocimiento pleno de la dinámica familiar, puesto que los ejercicios de tipo mental sólo acceden a una capa muy determinada de nuestro entendimiento, la relacionada con la mente consciente y racional. A diferencia de la mente, que está condicionada por muchas ideas y creencias, impuestas o aceptadas libremente por nosotros, el cuerpo físico no se presta tan fácilmente a la manipulación. Cuando sentimos placer o dolor, lo hacemos siempre en tiempo presente, y de acuerdo a estímulos que son reales. Por ejemplo, no podemos engañar al cuerpo para que un golpe recibido no sea doloroso, y nunca observarás a tu cuerpo quejarse por una contusión sufrida hace un año, sino por algo que le está sucediendo ahora mismo. En definitiva, el cuerpo siempre dice la verdad y es bastante fiable como herramienta de autoconocimiento. Este tipo de ejercicios debe ser realizado en soledad, a menos que se indique lo contrario, en un lugar tranquilo donde no existan interrupciones. No se requiere de mucho espacio físico para su realización, una habitación despejada o un poco de espacio libre dentro de un cuarto algo amplio es lo más adecuado, pero si no dispones de esa facilidad, basta con tener un par de metros cuadrados en los que te puedas mover con libertad. Te recomiendo además que realices estas prácticas con ropa cómoda y con los pies descalzos o bien con calcetines gruesos si sientes frío. Evita llevar joyas, prendas apretadas o que no te permitan moverte con facilidad. Si dispones de una alfombra sobre la que poder realizar estas prácticas, lo harás de un modo más cómodo y agradable. Además, para este tipo de ejercicios necesitarás algunos elementos que puedes encontrar fácilmente en casa, como cojines, sillas u hojas de papel. Psicomagia Los ejercicios psicomágicos son una variante del pensamiento mágico tradicional. En este tipo de actividades, que surgen del pensamiento de autores como Alejandro Jodorowsky, se intenta conectar con la mente inconsciente a través del único lenguaje que ésta puede entender, el pensamiento creativo asociado tradicionalmente a la magia. A través de sencillos actos puntuales, descubrirás que existe una dimensión desconocida en nuestra mente cuyo poder sanador es excepcionalmente grande. Los actos psicomágicos requieren en ocasiones que hagas uso de materiales fáciles de obtener. Pero por encima de cualquier otro requisito, requieren el deseo de llevarlos a cabo. Los actos que se detallan en este libro suelen ser bastante fáciles de realizar y no hace falta tener un valor especial ni ningún conocimiento particular para su ejecución. Por supuesto, en todo aquello que deba ser realizado al aire libre, se requiere una dosis normal de precaución para no correr ningún riesgo físico. También hay que tener en cuenta que ninguna ley debe ser quebrantada a la hora de realizar un acto psicomágico. Ahora que ya conoces los tres tipos de ejercicios que te voy a proponer en las siguientes páginas, te aconsejo que antes de realizarlos, leas el libro por completo, de manera que tu visión del mundo psicogenealógico sea lo más amplia posible. De este modo, ganarás en profundidad en tus percepciones, actos e interpretaciones. Estos ejercicios deben ser realizados una sola vez, ya que en líneas generales, ninguno de ellos necesita ser repetido. Por supuesto,los efectos no son siempre inmediatos y hay que tener un poco de paciencia para poder notar sus beneficios. En general, los efectos positivos se pueden observar varios días o semanas después de su realización. En algunas raras ocasiones el efecto es casi inmediato, pero lo más aconsejable es tener paciencia. En todo caso, si al cabo de un par de meses después de haberlos realizado no has notado ningún cambio, puedes repetirlos. Pero te aconsejo que no los vuelvas a realizar si no es estrictamente necesario. En muchas ocasiones, el cambio ya se está produciendo, pero la impaciencia nos impide darnos cuenta. A partir de mi experiencia de muchos años trabajando con problemas generacionales, he podido comprobar la eficacia de todos y cada uno de estos ejercicios. También puedo atestiguar que son seguros, si se realizan correctamente, y que en todo caso, no tienen efectos negativos asociados. Ahora bien, cuando estamos sanando alguna herida muy profunda, puede que a nuestro alrededor empiecen a producirse cambios repentinos que no siempre son bien admitidos por algunas personas. Pero con paciencia y confianza, todos estos cambios conducen a un buen final. Como es lógico, algunos ejercicios te resultarán más fáciles y otros más complicados, ya que cada uno de nosotros tenemos cierta facilidad para unas tareas mientras que otras se nos hacen más difíciles. Así, las personas más racionales tendrán más facilidad para realizar los ejercicios reflexivos, mientras que aquellos que estén más en contacto con su cuerpo, se sentirán más a gusto con las dinámicas. Por otra parte, la dimensión mágica, que conecta directamente con la mente inconsciente, que se asocia a los ejercicios psicomágicos, puede agradar a unas personas y puede resultar completamente desconcertante para otras. En todo caso, te animo a que realices todos los ejercicios que se proponen y que sientas que puedan ser de utilidad para ti. Hay que dejar claro también que el autor de este libro declina toda responsabilidad por la práctica inadecuada, ilícita o con riesgo evidente, de los ejercicios contenidos en este libro. Todo lo expresado en este volumen se entiende como una serie de consejos o sugerencias basados en la práctica personal del autor, pero no es en ningún caso un método infalible, y sobre todo no pretende suplantar el necesario consejo de médicos, psicólogos, psiquiatras u otros profesionales de la salud, en los casos en que sea necesaria su ayuda. Estoy seguro de que algunos de estos ejercicios te van a sorprender y quizás te revelen aspectos de tu ser que no imaginabas. Es imposible saber si algo es efectivo o no hasta que no se prueba y si quieres obtener el máximo beneficio de este libro, es recomendable abordarlo con una mente abierta y libre de prejuicios, como se explica en el capítulo siguiente. Requisitos para trabajar con tu árbol genealógico Existen una serie de requisitos necesarios para comenzar el trabajo de sanación del árbol familiar. Estas capacidades, que todos poseemos y que también podemos aprender a desarrollar un poco más cada día, nos permitirán adentrarnos en la historia familiar sin cargas o prejuicios que dificulten la tarea. Entre esos requisitos, se pueden destacar los siguientes. Rigor En un estudio psicogenealógico hay dos tipos de datos. Por un lado están aquellos que son hechos factuales y que pueden ser verificados en documentos. Por ejemplo, la fecha de nacimiento de una persona, o el tiempo durante el cual un hombre ha prestado servicio militar. Por otro lado, existen datos que forman parte de relatos familiares que no pueden ser verificados. Por ejemplo, las descripciones acerca de cómo era el carácter de alguien que no hemos conocido personalmente. Sea cual sea el origen de los datos, es esencial que seamos rigurosos con la información que recojamos durante nuestra investigación, anotando todo lo que pueda ser de interés del modo más preciso posible, sin quitar ni añadir nada de nuestra cosecha. Apertura En una investigación genealógica, debemos permanecer abiertos a la verdad, sea la que sea. La verdad nos hace libres y por ese motivo, hay que estar dispuestos a manejar datos que quizá no nos agraden, que ofendan nuestras creencias o que desafíen lo que creíamos saber de nuestros familiares. La indagación que se propone en este libro no es para personas pusilánimes, sino para aquellos que se atreven a conocer aquello que está oculto, para los que desean liberarse de los nudos generacionales, sean del tipo que sean. La recompensa de esta apertura es una vida más libre de obstáculos para nosotros y nuestros descendientes. No juzgar Como consecuencia de lo anterior, es importante, al menos cuando se está investigando el árbol familiar y trabajando con los ejercicios prácticos de este libro, evitar todo juicio moral acerca de nuestros antepasados. Esto no quiere decir que uno no pueda tener un criterio ético sobre lo que está bien o mal. Simplemente, se trata aquí de no extender ese criterio a nuestros antepasados, a los que podríamos llegar a juzgar de un modo demasiado severo desde una posición de comodidad que no fue la suya. Por ejemplo, ¿se pueden juzgar los hechos que comete un hombre que ha sido forzado a participar en una guerra? Sería fácil hacerlo si tenemos en cuenta que nosotros no nos hemos visto en esa situación. Pero como es lógico, una cuestión es ver los problemas de otras personas desde una posición neutral, y otra muy distinta, encontrarnos en esas mismas situaciones. Así, matar a otras personas, aunque sea en la guerra, es algo deplorable. Pero todo aquel que se haya visto obligado a cumplir órdenes bajo una severa amenaza contra su integridad física, quizá vea las cosas de una perspectiva muy diferente. De este modo, aunque uno pueda estar legítimamente en contra de la guerra, resultará difícil juzgar a aquellos que se hayan visto obligados a participar en ellas contra sus deseos. Flexibilidad mental Entrar en el mundo transgeneracional puede ser un buen ejercicio mental, que nos obligará a pensar de un modo diferente al que estamos acostumbrados. Un ejemplo lo hemos visto en el apartado anterior, con respecto a los juicios morales. Pero hay otros desafíos importantes para nuestra comprensión de la realidad. Hay que tener en cuenta que, desde el punto de vista generacional, el tiempo no existe. De este modo, las historias de los antepasados están presentes y tienen repercusión en lo que estamos viviendo ahora, mostrando su impacto también hacia el futuro. La parte más positiva de este enfoque es que podemos resolver ahora problemas que vienen arrastrados del pasado familiar, mejorando así la calidad de vida no sólo de las personas que viven actualmente, sino de las que aún no han nacido. Además, hay que tener en cuenta la perspectiva sistémica, de la que hablaremos más adelante. Una perspectiva que nos obliga a mirar a los individuos no como seres aislados, sino como parte de algo más amplio, de un sistema familiar en el que las relaciones que se establecen entre las personas son tan importantes como las propias personas. De este modo, todos realizamos actos que son incomprensibles si se intentan analizar desde la perspectiva de un yo aislado del mundo, pero perfectamente razonables si se encuadran dentro de una lealtad ciega al clan al que pertenecemos. Un ejemplo claro de esto es cuando defendemos a “los nuestros” contra toda lógica, sólo porque nos sentimos más cerca de ellos que de quienes les atacan. Sin una mente abierta difícilmente podremos comenzar nuestra inmersión en el mundo genealógico. Espero que tú mantengas esa mente despejada en las páginas que siguen y que me acompañes a buscar oro a través del conocimiento de la psicogenealogía y los sistemas familiares. La psicogenealogía La psicogenealogía Este libro trata acerca del enfoque psicogenealógico y cómo nos puede ayudar de un modo definitivo a mejorar diversos aspectos de nuestra vida. Ahora bien, cabe preguntarse ¿qué es la psicogenealogía y de dónde surge esta corrientede pensamiento? Podemos entender la psicogenealogía como el estudio, de inspiración psicológica, de la herencia familiar que recae sobre cada ser humano. La idea esencial que está detrás de la comprensión psicogenealógica del ser humano es que, detrás de los síntomas y los conflictos que vivimos en nuestra vida presente, están presentes los problemas sin resolver de nuestros antepasados. Así, podemos entender cómo muchos comportamientos extraños, enfermedades repentinas, desgracias o bloqueos en el amor, el trabajo o la economía, suceden en nuestra vida sin que aparentemente haya una causa reconocible que los esté provocando. A través del análisis genealógico, se vuelve fácil de entender cómo por ejemplo, el nieto necesita emigrar del mismo modo que lo hizo su abuelo, cómo muchos se autolimitan para no superar a sus progenitores, o cómo los hijos repiten patrones de comportamiento nocivos que se remontan a varias generaciones atrás. La visión psicogenealógica, que puede parecer extraña a nuestra percepción del ser humano, basada en el estudio de la personalidad o el carácter individual, es muy común en casi todas las culturas tradicionales del planeta. En realidad, este saber no hace sino unirnos con algo ancestral, el reconocimiento de que estamos conectados con nuestros antepasados, en otras palabras, que la historia familiar, con sus promesas y sus amenazas, es muy importante para la construcción de lo que somos. Entender que el colectivo tiene un poder muy fuerte sobre el individuo es algo que aún nos cuesta asumir, pero que tiene una gran importancia cuando ese colectivo es nuestra propia familia, representada no sólo por la influencia evidente que nuestros padres tienen sobre nosotros, sino por toda la historia familiar, ya que ésta tiene un peso considerable a la hora de definir quiénes somos y de mostrarnos cuáles son los caminos correctos o incorrectos en la vida, como veremos más adelante. La psicogenealogía surge y se desarrolla entre Europa y Estados Unidos durante el siglo XX, gracias a las investigaciones de varios estudiosos, entre los que destacan nombres como el psicólogo de Standford, Gregory Bateson, el psicoanalista Murray Bowen, el psiquiatra húngaro-norteamericano Ivan Boszormenyi- Nagy, la investigadora Anne Ancelin Shützenberger, el artista franco-chileno Alejandro Jodorowsky, el terapeuta Bert Hellinger, así como personajes como Nicholas Abraham, Maria Torok, Vincent de Gaulejac y muchos otros. Aunque existen diversas visiones dentro de esta disciplina, nosotros vamos a desarrollar, a lo largo de este libro, un enfoque ecléctico, que toma lo mejor de cada corriente. De este modo, acogemos tanto la idea tradicional de que una persona solo es feliz cuando está en armonía con los deseos de su sistema familiar, como el concepto, más contemporáneo de que todos necesitamos crear nuestro propio camino, individualizarnos y generar así un destino propio que nos ayude a ser más felices. Todo conecta con todo. Los sistemas Para comprender realmente todo el pensamiento transgeneracional es muy importante entender el concepto de “sistema” y las implicaciones de esta palabra, puesto que en todo momento estaremos hablando de “sistema familiar” y a veces hablaremos también del “sistema social”. Un sistema es una organización de cualquier tipo, en la cual, sus miembros tienen una estrecha conexión entre sí. De este modo, todo lo que sucede dentro de un sistema afecta de una manera u otra a todos los miembros del mismo. Dentro de la visión sistémica, es muy importante entender que las relaciones que se dan entre los miembros del sistema son tan importantes como los propios componentes del mismo. Así, en una familia son tan importantes las relaciones de poder o cómo se expresa el amor, como las personas que configuran esa familia. Esto se debe a que no podemos entender a la familia como una colección de individuos aislados, sino que éstos están conectados por hilos invisibles. Sin ellos, no podríamos entender nada de lo que sucede entre esas personas. Así, el mismo hombre que es resolutivo en su trabajo puede vivir dominado por su esposa en el hogar, expresando en cada sistema, laboral y familiar, un rol diferente sin dejar de ser la misma persona. Vivimos en un universo de sistemas dentro de sistemas. En nuestro caso, nos interesamos específicamente por dos sistemas, el social, que engloba a todo lo que nos rodea en nuestro país y de un modo más extenso en la región del mundo a la que pertenecemos, que es Occidente, y el sistema familiar más reducido al clan del que cada uno forma parte. Los sistemas familiares son tan variados como familias existen en el mundo, y no hay dos iguales. Asomarse al interior de un sistema puede producir perplejidad, y si no lo crees, recuerda la primera vez que saliste de tu casa para ir a comer o a jugar a casa de tu mejor amigo o amiga de la infancia. ¿Acaso no descubriste costumbres extrañas para ti, relaciones de parentesco que no eran exactamente iguales a las que conocías de tu hogar? Cuando somos niños, adoptamos nuestro sistema como algo normal, y pensamos (con el pensamiento mágico de los niños), que todas las familias son como la nuestra. Pero muy pronto, al empezar a socializarnos con otros niños, descubrimos que esto no es así y que cada familia es un mundo. Lo que nos parecía normal, no es habitual en todas las casas, y hay comportamientos ajenos que vienen a abrirnos una nueva dimensión de las relaciones familiares. A medida que nos asomamos al mundo de las familias descubrimos que hay sistemas donde impera el amor, y en otros donde gobierna la disciplina. Hay familias rígidas, flexibles y desestructuradas. Existen sistemas familiares gobernados por la ley, que producen jueces y policías, y sistemas que viven al margen de la ley, que dan lugar a delincuentes. Hay sistemas de médicos y sistemas de enfermos. Los hay de artistas o de “personas de orden”. Hay sistemas donde la mujer es poderosa hasta el punto de empequeñecer al hombre, y hay otros donde la norma es la sumisión de la mujer al deseo del varón. Hay sistemas donde se concibe a los hijos con amor, y otros donde se conciben con vergüenza o bajo el temor del pecado. Los hay también donde los hijos sólo se producen mediante la violación de la mujer, o negando al hombre cualquier posibilidad de ejercer como padre. Y así hasta el infinito. Dentro del pensamiento psicogenealógico, es importante entender el significado de “nudo sistémico”, del que hablaremos en varias ocasiones a lo largo de esta obra. Un nudo sistémico es un conflicto no resuelto en algún punto del árbol familiar. En otras palabras, aquello que se soluciona no genera dolor transgeneracional, sino los temas que quedan pendientes, lo que se oculta, lo que se teme, lo que no se sana correctamente. Si tenemos en cuenta que muchas veces nuestros antepasados no contaron con medios para resolver algunos de sus problemas más graves, no es extraño que todos carguemos con algunos nudos sistémicos en nuestro pasado familiar. Ahora bien, en el mundo transgeneracional, el concepto de “pasado” no se refiere a algo que esté fuera de nuestro alcance. De hecho, los nudos sistémicos, los problemas no resueltos por nuestros antepasados están muy vivos en nuestro interior en este preciso momento, y actúan de un modo insidioso en nuestra vida actual. En los sistemas familiares no existe el tiempo ni el espacio. De este modo, lo que sucedió a algún antepasado lejano puede muy bien estar actuando en tu vida presente, como si fuera una bendición o como una maldición, ya que esa persona está muy viva dentro de tu ser. No hace falta que hayas conocido a ese antepasado, ni es preciso vivir en el mismo país o región. Todo lo que ha existido en la familia, existe dentro de ti, y probablemente también todo lo que pueda existir en el futuro. Esto tiene dos derivadas. La primera, que ya hemos visto, es que podemos estar sufriendo conflictos en nuestra vida que no están directamente relacionados con nuestros propios actos,sino que vienen heredados de conflictos familiares ancestrales que están sin resolver. La segunda, de tipo positivo, es que podemos resolver esos conflictos familiares que actúan en nosotros. En algunos casos, puede suceder que al desatar el nudo familiar que hemos heredado, se den cambios en las personas de nuestro entorno, aunque esto no siempre se puede asegurar. En todo caso, uno no debe trabajar en sí mismo para resolver los conflictos de otros miembros de la familia, sino para desatar los propios nudos y acceder a una vida más plena. Si lo que te sana a ti, sana a tu pareja, a tus padres o a tus hermanos, es una excelente noticia, pero ese no debería ser tu primer objetivo, puesto que nadie puede hacer nada por los otros que no haya hecho antes para sí mismo. Hay que reseñar que existe una excepción a lo dicho. Los hijos siempre sienten la mejoría de sus padres, independientemente de la edad que tengan. De manera que todo lo que resuelvas en ti va a tener un efecto muy positivo sobre tus hijos, si los tienes. Ni siquiera es preciso que les expliques nada de lo que hagas, si no lo deseas. Ellos notarán cambios positivos en sus vidas de un modo automático y sorprendente, por lo que se puede decir que sanar tu árbol genealógico es el mejor regalo que les puedes hacer a tus descendientes, aparte, claro está, de haberles dado la vida. Hay dos elementos básicos que definen a cada sistema, que son los límites que establece con respecto a otros sistemas y las normas internas por las cuales se rige. Veremos esos temas a continuación. Los límites del sistema Un sistema se define, entre otras cosas, por los límites que establece hacia el exterior y por cómo se organiza interiormente. La cuestión de los límites es importante en la medida en que nos permite reconocer qué es lo que pertenece al mismo y qué es lo que puede considerarse foráneo. Los límites externos del sistema se establecen siempre con respecto a los demás sistemas. Cuando hablamos del sistema familiar, que es el tema central de este libro, es fácil entender que una familia define sus límites en contraposición al resto de las familias. El factor de cierre de esa frontera es el apellido común que todos comparten, y que es la señal identitaria que les une a un tronco común y les convierte en ramas de un mismo árbol. En el plano interno, los límites se establecen a través de los rangos familiares, que estudiaremos con detenimiento en un capitulo posterior. Ahora bien, teniendo en cuenta que los límites externos son lo que define a un sistema, también es preciso tener en cuenta que, en ningún caso, estos límites son impermeables a todo lo que está fuera de la familia. Un sistema familiar forma parte de un sistema mayor que él, que es la sociedad. Entre ambos, existe una serie de conexiones que hacen que las normas sociales, por ejemplo, influyan en los miembros de una familia, o que ésta se vea influida por acontecimientos que afectan a todo el conjunto social, como puede ser un conflicto, una catástrofe natural, una crisis económica, o por el contrario, un período de prosperidad. También existe una influencia en sentido contrario, desde la familia al sistema social, puesto que toda la sociedad está formada por individuos que forman parte de familias. Las ideas que hemos recibido, los modelos que nos han ayudado a crecer, se transmiten desde la familia al conjunto y en cierto modo, impregnan al sistema más amplio en el que estamos envueltos. Observando de cerca al sistema familiar, que suele representarse como un árbol del que brotan diversas ramas, tenemos que comprender que, si cada extremidad representa a un individuo, ningún árbol genealógico puede subsistir sin el injerto de nuevas ramas. Todas las familias son heterogéneas, y todos somos hijos de padres mezclados, ya que ningún árbol podría prosperar mucho tiempo siguiendo un esquema de consanguineidad. Esta entrada de nuevos individuos al sistema familiar es esencial para la renovación del clan. Las personas que entran a la familia a través de la unión con los individuos que ya forman parte de ella, aportan nuevas ideas, formas diferentes de hacer las cosas, normas novedosas y también nuevas prohibiciones. En el plano biológico, cada vínculo con alguien externo aporta una carga genética diferente, que viene a refrescar el ADN de la familia. Esto le da oportunidad de mejorar o al menos de cambiar los patrones genéticos ya existentes. Desde el punto de vista del sistema, la persona que entra es, en primer término, un elemento extraño. Pero si lo miramos desde el punto de vista del otro sistema que viene a unirse al nuestro, nosotros también somos para ellos elementos extraños que entran a formar parte de su árbol genealógico. Estas conexiones, por más que sean imprescindibles para que el árbol siga creciendo, no son siempre bien recibidas. Depende del grado de apertura que tenga el árbol receptor que el nuevo individuo sea aceptado o rechazado. En todo caso, aunque un árbol parezca cerrado en sí mismo, impermeable a la entrada de nuevos miembros, está, como hemos visto, necesitado de savia nueva. De modo que aunque la recepción sea fría en algunos casos, esta inclusión de alguien nuevo se hace completamente necesaria para su evolución, por lo que el nuevo miembro acaba siendo aceptado, de buen grado o a regañadientes. Solamente en aquellas familias que buscan deliberadamente su propia extinción (caso que ya estudiaremos más adelante), se evita por todos los medios que entre sangre nueva a renovar al clan. Las normas del sistema Como ya hemos visto, todo sistema se define en primer lugar por sus fronteras exteriores. Así, cada familia lo es en función de que lleva un apellido diferente a las demás. El segundo elemento definitorio de cualquier sistema son sus normas internas, que varían de una familia a otra. Las reglas internas del sistema son esenciales para entender qué es lo que se espera de cada miembro del clan, qué es lo permitido y qué es lo que se castiga. El conjunto de normas que puede tener un sistema familiar puede ser extenso o breve, pero no hay una familia que no tenga sus reglas internas. Esas normas indican, por ejemplo, hasta qué punto se admite la expresión de sentimientos intensos, qué es lo que está permitido hacer o decir en torno a la mesa, cómo se habla de la sexualidad a los niños, hasta dónde se admite que llegue una mujer en el mundo laboral, o qué vestimentas se consideran decentes o indecentes, por citar unos pocos ejemplos. Algo que distingue a unos sistemas de otros es que determinadas familias son más estrictas en el cumplimiento de sus normas que otras. Las familias rígidas suelen tener además un conjunto más amplio de prohibiciones y una variedad de castigos para los que las incumplen. En cambio, hay familias que parecen no estar regidas por ninguna norma, aunque esto nunca es totalmente cierto. Las familias desestructuradas podrían ser un ejemplo de sistema sin normas, pero en realidad, cuando se estudian con detenimiento, se descubre que tienen también reglas internas. La diferencia es que estas normas suelen estar ocultas y parecen estar encaminadas a que cada individuo tenga una vida tan desdichada como sea posible. Por último, hay familias donde existe un mayor grado de libertad en el cumplimiento de las normas, son los sistemas flexibles, en los que las reglas internas se van adaptando a cada situación y tienen mayor facilidad para soportar la disidencia de sus miembros. Las normas o reglas internas del sistema permanecen relativamente estables a lo largo del tiempo, pero si se observan a través de las generaciones, vemos que experimentan ciertos cambios, así que el sistema también sufre mutaciones. Esto se debe a que, por una parte, la sociedad evoluciona, y con ella cambian lo que es aceptable e inaceptable para los individuos y para las familias. Costumbres que hace años eran imposibles, como las uniones no matrimoniales, o incluso los matrimonios entre personas del mismo sexo, son hoy en día habituales, y fuerzana muchos sistemas familiares, anclados en el pasado, a aceptarlas como parte de un proceso que difícilmente tendrá marcha atrás. Por otro lado, la propia dinámica del árbol familiar exige que deban entrar a él, como esquejes, individuos de otros árboles. Como ya hemos visto, ninguna familia puede perdurar si no es a través de las uniones con individuos que pertenecen a otras familias. Éstas, como es lógico, traen consigo sus propias normas, sus costumbres y sus tabúes. Esta dinámica es imparable, y trae consigo una obligatoria renovación del árbol, que no es sólo genética, sino también ideológica y normativa. Por último, existen en todos los sistemas, hombres y mujeres que están dispuestos a romper las normas, que se atreven a desafiar las prohibiciones y que permiten que los sistemas progresen y no acaben asfixiados por sus propias reglas. Estas personas, que están a la vanguardia, suelen ser aquellos que viven su existencia en los límites del sistema o fuera de él, y pagan un precio por ello. En muchos casos, son los que tienen que buscar ayuda psicológica, los heridos, los desplazados, los marginados, pero también los que iluminan el camino que otros seguirán después. La primera mujer que se divorcia, el primer joven que se declara abiertamente homosexual, el primer hombre que rechaza la profesión impuesta. Todos ellos son la esperanza del sistema porque se enfrentan a las reglas y las cambian. Dicho esto, conviene saber que para comprender cabalmente un sistema, es preciso definir con la mayor claridad posible, cuáles son sus reglas internas, qué es lo esperado y lo deseado para cada miembro del clan. Conocer estas normas es esencial para que podamos reconocer qué parte de las mismas nos ayudan a crecer y cuáles pueden ser un obstáculo en nuestro camino. Las reglas internas Las normas familiares pasan de una generación a la siguiente por dos vías principales. La primera engloba a todo aquello que es explícito. La segunda se relaciona con lo implícito, que es todo aquello que se da por supuesto, pero de lo que nadie habla con claridad. Así, las normas explícitas son aquellas de las que se habla abiertamente y se suelen enseñar a los niños de manera verbal y como imperativo. Por ejemplo: “los domingos hay que ir a la iglesia”, “las niñas no dicen palabras feas” o “los niños no lloran”. En cambio, las normas implícitas no son expresadas en voz alta, sino que representan todo aquello que se da por sentado. Estas normas no se aprenden con tanta facilidad como las anteriores, puesto que nadie le dice al infante con claridad lo que puede o no puede hacer, sino que su conocimiento se adquiere siempre por vía indirecta. De este modo, una niña puede aprender una norma según la cual las chicas no pueden jugar al fútbol cuando quiere hacerlo y descubre que sus primos y hermanos varones nunca le pasan el balón. Algunas normas familiares no son sino una derivación de las normas sociales al uso. Por ejemplo, muchas de las normas sexistas que se dan en el seno de las familias no hacen sino reflejar el machismo de la sociedad que rodea al clan. Pero otras normas no tienen un encaje inmediato en el colectivo, sino que son propias de la familia. La mayor parte de estas normas privativas de la familia suelen ser implícitas, es decir, no expresadas verbalmente. Por ejemplo, una norma implícita y exclusivamente familiar podría ser que todo hombre tiene derecho a tener una amante una vez casado, o que en cada generación tiene que haber una joven soltera que se quede embarazada y se convierta en la oveja negra de la familia. Evidentemente, ninguna de estas normas familiares se expresa de viva voz, pero es aprendida a través de la transmisión de la conciencia del clan que pasa de unos familiares a otros a través del tiempo. Otro ejemplo para que nos quede bien clara la distinción entre los dos tipos de normas podría ser el siguiente. Una familia puede tener normas explícitas acerca de cómo deben comportarse las mujeres adolescentes a la hora de acudir a su primera cita con un hombre, como por ejemplo, qué tipo de vestidos son convenientes o inconvenientes, qué horarios son permisibles, etcétera. Junto a estas normas, hay otras de las que nadie habla, pero que se intentan hacer llegar a la joven de un modo indirecto. Por ejemplo, una norma implícita en estos casos podría ser: “no se puede tener sexo en tu primera cita”. Si el sexo es un tema tabú en la familia, quizá alguien recuerde oportunamente el caso desgraciado de la tía abuela que se quedó embarazada estando soltera. De este modo, el mensaje es transmitido. El problema de las normas implícitas es que éstas nunca son del todo claras. Siguiendo el ejemplo anterior, la joven podría interpretar el mensaje como: “puedes tener relaciones sexuales siempre que tengas cuidado de no quedar embarazada”, cuando lo que se le quería transmitir es: “una chica que se entrega a un hombre la primera noche, es igual que una prostituta”. La diferencia entre un concepto y otro es bastante relevante, y puede tener consecuencias si no se entiende con claridad. Existen diversos tipos de normas en cada sistema familiar, y aunque aquí vamos a tratar algunas de ellas, hay que entender que la línea divisoria entre ellas no siempre está bien definida, puesto que una norma afectiva puede tener implicaciones morales, o una norma financiera conecta con criterios emocionales y también con prohibiciones, como veremos más adelante. Así que algunos tipos de normas comunes en las familias son las siguientes. Normas morales, que tienen que ver con lo que se siente como éticamente correcto o incorrecto en el sistema. Por ejemplo, qué se entiende por un comportamiento “honrado”, o bien normas relativas al comportamiento con las personas del sexo opuesto. Qué es ser un buen o un mal hijo, cómo cuidar de los padres ancianos, si los hermanos deben compartirlo todo o se admiten privilegios con alguno de ellos, etcétera. Normas materiales, que se relacionan con el dinero y las posesiones. Aquí se estipula cómo se obtiene el dinero, quién puede conseguirlo y cómo se administra. Así por ejemplo, hay sistemas familiares donde el dinero sólo se puede obtener con unas ocupaciones concretas, mientras que otras no son admisibles. O bien, el dinero es algo que sólo puede ser conseguido por los hombres, mientras que las mujeres se ocupan de administrarlo. Normas afectivas, que indican cómo se pueden manifestar las emociones y los apegos sentimentales. Por ejemplo, si está permitido manifestar el cariño hacia la pareja o los hijos de modo abierto, o bien si esto es algo que se oculta. También cuál es el vínculo que se establece en las relaciones íntimas o cómo se puede ejercer la paternidad o la maternidad. Por ejemplo, puedo citar el caso de una familia en la que la norma era que las mujeres tuvieran hijos con hombres que no se hacían cargo de la descendencia. Así, varias generaciones de mujeres habían criado solas a sus hijas. Esta norma se convirtió, con el tiempo, en algo asfixiante, puesto que impedía cualquier tipo de paternidad responsable en el núcleo del clan. Como es lógico, una norma como ésta nunca se manifiesta de manera verbal, y es por tanto implícita. Ninguna madre le dice a su hija: “te prohíbo ser feliz con un hombre”. Pero lo cierto es que todas las mujeres, de manera inconsciente, buscaban tener hijas con hombres que eran incapaces de hacerse cargo de ellas. Cuando una mujer se atrevió a casarse con un hombre responsable y decidido a tener descendencia, se encontró con que le resultaba muy difícil quedarse embarazada, manifestando así el nudo generacional que la atenazaba. Las prohibiciones En el terreno de las normas, hay que prestar especial atención a las prohibiciones del sistema, es decir, a todo aquello que es directamente inadmisible para el clan, a los tabúes o las negaciones a ultranza. Como norma general, nos encontramos ante una prohibición cuando podemos constatar que hay una condena efectiva para aquellos que se atreven a desafiarla. Las prohibicionesson de especial importancia a la hora de analizar el conjunto de normas internas de un sistema familiar, puesto que marcan el territorio de lo que es estricto e ineludible. De hecho, no todas las normas son claras, y algunas se prestan a interpretación, o bien son reglas de menor importancia cuya violación no acarrea ninguna consecuencia. Pero todo aquello que lleva consigo una prohibición es taxativo y no suele estar sujeto a interpretación, ni se puede ser tibio en su cumplimiento. Pensemos por ejemplo, en las normas fundacionales de la religión judeocristiana, que son los diez mandamientos dados a Moisés en el monte Sinaí. Entre los mandamientos hay normas que parecen formuladas de un modo estricto, pero que en realidad, dan espacio a múltiples formas de interpretación, como “honrarás a tus padres”. En cambio, hay también prohibiciones estrictas que no admiten, en principio, ninguna escapatoria, como por ejemplo: “no matarás”. Las prohibiciones suelen ser muy estrictas y se observa con claridad su efecto sobre aquellos que se atreven a incumplirlas. Por ejemplo, recuerdo el caso de una familia en la que todos los hombres tenían que permanecer bajo el techo paterno, incluso después de casarse con una mujer. Además, existía la norma de que cada hombre aportara una parte de su salario a sus padres, en vez de compartirlo íntegramente con su propia esposa e hijos, como sería razonable. Cuando un hombre decidió romper con esa norma, yéndose a vivir a una casa independiente y dejando de pasar una pensión a sus progenitores, fue expulsado del sistema. Sus hijos se convirtieron en nietos de segunda clase para sus abuelos, y toda la familia se refería a ellos con un mote despectivo. Este es el poder de una prohibición y las consecuencias que se sufren cuando alguien decide romper con ella. Por regla general, aunque no siempre, las prohibiciones pueden tener tres orígenes posibles, que suelen estar vinculados al origen de los secretos familiares que analizaremos en un capítulo posterior. Estas tres fuentes que dan origen a prohibiciones suelen estar relacionadas con la sexualidad, y por tanto con la descendencia; con el dinero y todo lo relacionado con el mundo material, y finalmente con la muerte y sus rituales. A la hora de tratar con las normas y las prohibiciones familiares es esencial entender lo siguiente. La conciencia del clan se impone a todo nuevo miembro de un modo inconsciente y allí permanece hasta que la persona decide hacerla consciente de nuevo. Es decir, el niño que nace, acepta y toma a su familia tal como es. No la cuestiona, sino que la asume como algo natural y la incorpora, con todas sus normas, explícitas e implícitas, de un modo que queda profundamente grabado en su inconsciente personal. Como la mayor parte de estos aprendizajes se realizan a una edad muy temprana, es muy difícil que el niño o la niña puedan hacer una reflexión crítica sobre ellos. Simplemente los asumen como propios y los interiorizan sin más. Por este motivo, las normas y prohibiciones tienen una presencia tan importante en nuestra conciencia, más allá de toda lógica y afectando de un modo tan poderoso a nuestros actos, porque viven en un espacio de nuestro ser que es profundo y que permanece a oscuras. Y es por ese motivo, por el que las normas y prohibiciones se deben hacer conscientes, para que pierdan ese poder y se conviertan en una fuerza más amable que nos ayude a conocer qué somos y cuál es el contrato que, sin darnos cuenta, hemos firmado con nuestra familia. El contrato individual Tanto las normas familiares como las prohibiciones forman parte de lo que podemos denominar el “contrato individual”. Este contrato, que contiene elementos explícitos e implícitos, representa la parte de la norma que corresponde a cada individuo concreto. El contrato varía de un individuo a otro, y como las propias normas, sufrirá ciertos cambios a lo largo del tiempo. El contrato se puede entender como la suma de todo lo que una persona recibe del sistema familiar, tanto como norma, como en el plano de los deseos o las expectativas que se han puesto sobre ella. Este término es también conocido como “escenario de vida” en el trabajo del psiquiatra transaccional Eric Berne, o como “el proyecto paterno depositado en el hijo” por parte de Vincent de Gaulejac. Este proyecto o contrato recibido se basa en la necesidad esencial del sistema familiar de asignar a cada persona una meta y un conjunto de herramientas que se relacionan, de manera esencial, con el propósito del propio árbol. Para llevar a cabo estas tareas, contamos con el deseo innato del ser humano de subsistir, con la fuerza de la vida que recibimos de nuestros antepasados a través de nuestros padres. También con el deseo íntimo de cada persona de configurarse como un individuo único, dueño de sí y de su destino. Todas las potencias que convergen en cada persona: la programación familiar que comienza mucho antes de su llegada al mundo, las influencias sociales del momento, los acontecimientos que le alcanzan a lo largo de su vida y su propia necesidad de individuación, refuerzan y al mismo tiempo cuestionan el poder de ese contrato. El contrato personal no es por tanto una fuerza fatalista que nos lleva sin remedio por el camino trazado por el sistema familiar, sino una guía que nos impulsa, pero que viene condicionada por muchas circunstancias internas y externas que lo modifican y lo perfeccionan. Precisamente, es a través del estudio de nuestro sistema familiar como empezamos a comprender cuál es nuestro propio contrato, y es también gracias a las herramientas sanadoras de las que nos provee la psicogenealogía, como podemos liberarnos de los elementos más limitantes de ese proyecto, conservando las más positivas, de manera que nos ayuden a desarrollarnos como seres más plenos y autoconscientes. Los contratos que se pueden recibir son tan variados como diversos son los sistemas familiares y los individuos que los forman. Como veremos en un capítulo posterior, dedicado a los diferentes rangos familiares, cada posición en el sistema tiene unas connotaciones particulares, como las tienen el orden del nacimiento, el nombre que se nos impone y muchos otros aspectos que iremos analizando en páginas posteriores. Existen por tanto, cláusulas del contrato que permiten alejarse de la familia, mientras que otras nos obligan a permanecer muy cerca de ella. Hay contratos para fracasar en los negocios, para cuidar de los padres ancianos o para triunfar y hacer brillar el apellido familiar. Sin duda, hay también contratos que obligan a la persona a sanar el árbol familiar, aunque esa sanación sólo se alcanza curando antes el propio dolor individual. Ahora bien, cabe preguntarse ¿por qué, dentro del amplio sistema familiar a una persona le corresponde un determinado contrato y no otro? ¿Cómo se reparten los papeles en el drama o en la comedia del clan? La respuesta a esta cuestión no es sencilla, puesto que esta distribución de papeles se debe, en verdad, a una multiplicidad de causas y no todas están del todo claras aún. Por un lado, es evidente que en las familias, pertenecer a un sexo o a otro es una cuestión de extremada importancia a la hora de recibir un determinado mandato. Por más que en los tiempos actuales se hayan equiparado las oportunidades profesionales de hombres y mujeres, la realidad es que los roles sociales y familiares de ambos sexos siguen siendo muy diferentes. Si además volvemos nuestra mirada de manera retrospectiva y analizamos las generaciones que vivieron hace cincuenta, cien o doscientos años atrás, es evidente que la diferenciación debía ser más grande aún. Mucho se ha discutido acerca de qué porcentaje es biológico y qué porcentaje es social en el hecho de que hombres y mujeres tengan ciertas características diferenciadas, pero de lo que no cabe duda es que esas diferencias existen en la mayor parte de los casos, y no es probable que dejen de existir, ya que la biología nos marca en mayor medida de lo que creemos. Así,la mayor parte de las mujeres están más conectadas a los aspectos emocionales de la experiencia y dan mayor importancia a las relaciones con otras personas que el promedio de los hombres. Estos a su vez suelen ser más autosuficientes y más volcados a los aspectos racionales de la experiencia. Sin perjuicio de que haya hombres y mujeres que rompen estos cánones, en la mayor parte de los casos la realidad es que hombres y mujeres estamos hechos de una materia similar, pero que se expresa de diferente manera. Así que el sexo de cada hijo que nace en una familia, le condiciona, en primer lugar, a cumplir unos u otros roles en función de cómo estén organizadas las normas del clan. Por otra parte, el orden de nacimiento es también un elemento muy importante para determinar qué es lo que una persona está destinada a hacer. Como veremos, en algunas familias se espera que el primogénito continúe con el negocio familiar, mientras que en otras, la tarea de éste consiste en casarse y dejar todas las responsabilidades del cuidado de los padres ancianos a sus hermanos menores. Algo tan simple como los rasgos físicos de una persona, pueden también determinar la naturaleza de su contrato. El hecho de que la niña que acaba de nacer se parezca tanto a su tía que tomó los hábitos de monja y privó a los abuelos de una línea de descendencia, puede conllevar que esta persona, una vez convertida en mujer, sienta una presión formidable para traer niños al sistema. Lo mismo se puede decir de los rasgos psicológicos de una persona, que pueden llevar a que contraiga un contrato familiar relacionado con esos mismos rasgos. Así por ejemplo, si alguien es de naturaleza rebelde en una familia demasiado estricta, puede hacer que se le imponga la tarea de ser “la oveja negra” del sistema, es decir, la persona sobre la que recaen todas las culpas y que acaba convirtiéndose en un chivo expiatorio donde se vuelquen todas las tensiones que no pueden ser expresadas de otro modo. De una manera o de otra, sea a través del contexto social, sea por el sexo del individuo, por el lugar que ocupa o simplemente por su aspecto o su temperamento básico, o simplemente porque hay que repartir los papeles y a esa persona le ha tocado ese, la realidad es que cada uno de nosotros debe asumir el contrato que se le otorga en el momento de su nacimiento. De este modo, tan importante como conocer las normas y las prohibiciones de la familia, es importante que cada persona indague en cuál puede ser el contrato familiar que se le ha impuesto, de manera que pueda entender las obligaciones y las expectativas que el sistema ha puesto sobre sus hombros. A partir de ese conocimiento, uno puede comenzar la tarea de abandonar aquellos caminos que no le conducen a ningún resultado positivo, y tomar en cambio todo lo bueno que el sistema familiar le haya donado. Con estas cartas en la mano, una persona puede de verdad comenzar a labrar su propio destino, con respeto por sus antepasados, pero diseñando realmente su propio futuro. El destino Cuando hablamos de genealogía y destino, hay que aclarar que el destino genealógico no es necesariamente una fuerza sobrenatural que nos impulse a vivir experiencias sobre las que no tenemos ningún control y que pueden ser muy limitantes. El destino, como decían los clásicos, bien puede ser una proyección del propio carácter y deseos. Pero alcanzar ese destino positivo requiere un cierto esfuerzo y un cierto nivel de conciencia. A este tema dedicaremos el presente capítulo. El destino como maldición La primera concepción que se tiene del destino por parte de muchas personas es precisamente como una especie de hecho fatalista, es decir, algo que va a ocurrir de manera inevitable en nuestra vida. Esta idea del destino conecta directamente con los aspectos menos deseables del contrato individual, pero se extiende más allá. Existen acontecimientos en la vida humana que no pueden ser evitados y que tienen sobre las personas un peso muy grande, para bien o para mal. Un ejemplo de ello puede ser el hecho de padecer las consecuencias de un conflicto armado. Si alguien tiene la desgracia de pasar por esta experiencia, y sobre todo si pierde a seres queridos o si sufre algún tipo de daño físico o emocional, va a quedar marcado para siempre. Ahora bien, más allá de los grandes conflictos o catástrofes, para la mayor parte de las personas, el destino vivido como maldición no es otra cosa que la manifestación en su vida de su contrato individual. Así por ejemplo, en un sistema donde los hijos son maltratados de manera sistemática, resulta casi inevitable pasar por esta dolorosa experiencia. De hecho, en un sistema así, es el maltrato lo que hace que cada individuo se sienta unido al clan, del mismo modo que en algunas instituciones como la universidad o el ejército, se permiten las bromas hacia los novatos como una forma perversa de acogimiento dentro del colectivo. En muchos casos, el contrato individual de una persona contiene no sólo una serie de normas acerca de lo que puede ser o no, de lo que le está permitido desarrollar o no, sino que indica cómo debe ser cada etapa de su vida de un modo tan minucioso que, cuando se conoce de manera consciente, resulta pavoroso comprobar cómo nos ha ido condicionando a cada paso sin que nos diéramos cuenta. En cualquier caso, sea cual sea la manera en que se experimente esta parte menos deseable del destino personal, no cabe duda de que hay que establecer algunas estrategias de afrontamiento que nos permitan salir adelante con el menor daño posible. La primera de estas estrategias consiste, sin lugar a dudas, en reconocer cuál es nuestro contrato individual, puesto que este conocimiento nos permitirá prepararnos para lo inevitable. En segundo lugar, es importante aceptar lo que quiera que haya sucedido en nuestra vida y entender que, aún de lo peor, se puede extraer algo bueno. Este destino negativo debe ser asumido en toda su integridad, sin intentar trasladarlo a otros. De este modo, nos hacemos fuertes y deshacemos nudos que podrían afectar a nuestros descendientes. Ahora bien cuando el destino nos trae algo positivo, en forma de un premio o de una situación favorable, es preciso agradecerlo y disfrutarlo al máximo. Así, nuestros ancestros pueden sentir que han hecho algo bueno al traernos al mundo, y del mismo modo, abrimos la puerta a que nuestros descendientes aprendan a saborear la vida. El destino como realización personal Ahora bien, como ya se ha insinuado en páginas anteriores, el destino no es algo que deba producirse de manera inexorable. Entender los términos de nuestro contrato individual nos permite reconocer todo aquello de lo que no es fácil escapar, pero también qué es lo que podemos cambiar. Por ejemplo, si el destino que se nos reserva es el de cuidar del negocio familiar y ese no es nuestro deseo, ¿qué nos impide cambiar de rumbo? ¿Por qué no podemos reclamar nuestra autonomía para decidir hacer otras cosas? Y si de todos modos, la decisión es la de continuar con el negocio, ¿por qué no adaptarlo a nuestros gustos? Existe una gran diferencia entre hacer lo que se espera de nosotros, o bien tomar las herramientas que se nos dan y darles un uso diferente. El destino puede verse así como un espacio de realización personal, en el que no podemos escapar del todo de ciertas influencias ambientales (a fin de cuentas, no está en nuestras manos evitar una crisis económica global o una guerra), pero en el que podemos aprender a desarrollar nuestras mejores cualidades para crecer y convertirnos en individuos más sabios y verdaderamente libres. Hay que entender que en todos nosotros existe una guerra soterrada entre la programación familiar, con sus aspectos limitantes y también con sus partes más positivas, y el deseo de construirnos como seres individuales. La gran aportación del pensamiento psicogenealógico en este punto es el siguiente: no podemos estar totalmente separados de las influencias familiares, y pensar lo contrario es buscar una libertadilusoria, pero podemos tomar lo mejor de esas influencias y actualizarlas de manera que los aspectos más limitantes minimicen su efecto sobre nosotros. Así que en el eterno debate entre libertad y destino, la psicogenealogía nos dice que no tenemos por qué elegir un sólo aspecto de la realidad, sino que tenemos que tener en cuenta los dos. Existe un destino prefijado por nuestra familia, pero en la medida en que ponemos luz sobre él, lo podemos transformar en autentica y madura libertad. La inocencia y la culpa Desde el punto de vista psicogenealógico, cuando una persona se enfrenta a los múltiples dilemas de la existencia, puede experimentar dichas vivencias desde el punto de vista de la inocencia o de la culpa. Precisamente, es la culpa la que nos impide, en muchos momentos, actualizar un destino fatal y convertirlo en algo más constructivo. A la hora de tomar decisiones, y como resultado de nuestro sistema social, basado en la ideología judeocristiana, tenemos la tendencia inconsciente de buscar aquellas experiencias que nos hagan sentir inocentes, rechazando todo lo que nos traiga una sensación de culpa. Por ejemplo, en una separación matrimonial, aquel que plantea el divorcio tiene que cargar sobre sí la culpa de la separación. Este es uno de los motivos por los cuales las rupturas se vuelven en ocasiones campos de batalla emocionales entre dos personas. Al dolor de la pérdida, que es natural, se suma muchas veces el peso de una culpa que se lanza en una u otra dirección, como un fardo pesado del que ninguno se quiere hacer cargo. Esto hace que muchas parejas soporten durante demasiado tiempo una convivencia imposible, ya que ninguno desea cargar con la culpa de ser quien inicie los trámites de la separación. Cada uno reclama sobre sí la inocencia, y desea descargar la culpa en el otro. Sucede esto también entre los hermanos. Cuando uno de los hermanos decide salirse de la parte más negativa de su contrato individual, reclamando para sí una libertad a la que tiene derecho, el resto de ellos, en vez de aceptar esa libertad (incluso la libertad de equivocarse) le somete al peso de la culpa. En realidad, todos estos problemas se reducirían sin todos aceptáramos nuestra parte de responsabilidad (que no de culpa), en aquello que hacemos o dejamos de hacer. Sólo así recuperamos la inocencia de poder actuar con libertad, en el acierto o en el error. Porque la inocencia del que lanza sobre el otro el paquete de la culpa, es una falsa inocencia. En un sistema, todos son responsables de todo, sea en mayor o en menor medida. Y sólo cuando todos se hacen responsables, en la medida en que sea posible, se sale del juego de culpables e inocentes y se vuelve a una posición de partida en que todos son verdaderamente libres dentro de sus obligaciones. Entender la influencia del deseo de inocencia y del uso de la culpabilidad son elementos clave para comprender muchas de las acciones humanas, sobre todo de aquellas que se realizan dentro de un sistema, ya que todos los sistemas tienen dentro de sí una contabilidad de hechos “buenos” y “malos” que influye de manera determinante en nuestra vida y en nuestras decisiones. A cada uno su lugar. Los rangos en la familia Como ya hemos visto, un sistema familiar se define básicamente a través de dos elementos: los límites que establece con el resto de los sistemas y las normas que impone a sus miembros. Esto es lo que diferencia a una familia de otra y lo que hace que los miembros de ese sistema se sientan parte de él. Ahora bien, dentro del sistema existe también un sistema de jerarquías que es importante conocer. Estas jerarquías, que se conocen como “rangos”, establecen cuáles son los subgrupos a los que cada cual pertenece, del mismo modo que marca qué tipo de relaciones se pueden establecer con los demás miembros del sistema, dependiendo de si pertenecen a nuestro mismo rango o no. Hay que aclarar que una persona puede pertenecer a varios rangos, según el lugar del árbol desde el que se la observe. Esto es fácil de entender, ya que un abuelo lo es para su nieto, al tiempo que es marido para su esposa y padre para sus hijos. De este modo, los rangos se establecen siempre alrededor de cada individuo del sistema, determinando distintos tipos de pertenencia y diferentes relaciones con los demás miembros de la familia. Dentro de la línea genealógica directa, existen al menos cinco rangos esenciales a considerar: el de los abuelos, el de los padres, el de los hermanos, el rango de la pareja y el rango de los hijos, que puede extenderse a los nietos. Vamos a conocer cada una de estas posiciones genealógicas a continuación. El rango de los abuelos nos permite realizar una conexión familiar con el pasado del clan. Desde esta perspectiva, los abuelos son muy importantes, ya que ayudan a que el relato familiar pase a las siguientes generaciones y son una fuente viva de conocimientos muy necesarios para todos. Además, los abuelos suelen ser buenos elementos para reconocer cuáles son las normas familiares, así como para entender cómo han ido evolucionando esas normas a través de las generaciones. No hay que olvidar tampoco que en algunos casos, los abuelos se convierten en padres sustitutos, sobre todo cuando los padres están incapacitados o no están presentes. El rango que está antes de los abuelos, es decir, el de los bisabuelos, nos enlaza directamente con los mitos familiares y con el pasado remoto. Esto es así porque usualmente no tenemos posibilidad de conocer a los bisabuelos, pero sí tenemos información sobre ellos, y probablemente sobre sus antepasados. De este modo, no son una presencia tangible en nuestra conciencia, pero sí permanecen en ella a través de lo que otros nos han contado acerca de sus vidas. El rango de los padres tiene una importancia capital para entender nuestro lugar dentro del sistema familiar y de la vida en general. Los padres tienen una influencia muy directa en nosotros y son el modelo esencial que nos servirá para formar conceptos como lo masculino o lo femenino en nuestro interior, como ya veremos. No hay más que hablar con una persona que haya tenido una infancia dura en relación con sus padres para entender cómo nos puede afectar el vínculo paterno-filial cuando éste no es sano. Más allá de estas cuestiones, que son evidentes para todos, en la psicogenealogía se tiene en cuenta la importancia de la energía paterna y materna en la formación del alma de cada persona. El padre nos otorga una energía activa, que nos conecta con el mundo material y con la sociedad. La madre nos trae una energía receptiva, que sirve para acercarnos a nuestro ser emocional y a todo lo relacionado con el cuidado, la nutrición y la integración afectiva del mundo que nos rodea. Donde el padre exige poner en marcha proyectos, la madre nos impulsa a dotar a esos proyectos de significado. Ambas energías son precisas, y si tenemos una mala conexión con alguna de ellas se generarán conflictos en nuestra vida. Nunca hay que olvidar que los padres, antes de serlo, son pareja, aun en el caso de que fuera una pareja breve o momentánea. Sin el vínculo sexual entre dos personas, no hay descendencia, y por tanto, en el orden genealógico se observa primero a la pareja y luego a sus hijos. Esto es así incluso en los casos de adopción, vientres de alquiler o inseminación artificial. En todos ellos hay una concepción previa, que se da entre un óvulo y un espermatozoide que sólo pueden ser donados por un hombre y una mujer. De este modo, cada ser humano tiene siempre unos padres biológicos, de los cuales hereda la carga genética. Éstos son los progenitores que deben ser tenidos en cuenta en primer lugar y es a las personas a las que nos referiremos cuando realicemos cualquier ejercicio con los padres. Si eres una persona adoptada, puedes también realizar esos ejercicios con tus padres de adopción, pero siempre que hayas tenido en cuenta a tus progenitores naturales en primer lugar. El rango de los hermanos indica a todos los hijos que han nacido delmismo padre y la misma madre aun cuando no se hayan criado bajo el mismo techo. También los hijos de uniones anteriores o posteriores de alguno de los padres que se educan como hermanos de los hijos de la pareja. Los hijos, como los hermanos, se tienen en cuenta siempre según su orden de nacimiento incluyendo a los abortos y a los fallecidos al nacer. Se ubican nombrando primero al primogénito, luego al segundo y así hasta el último. Como veremos el orden es esencial en este rango, y cuando se quiebra éste, otorgando por ejemplo al menor la responsabilidad del mayor, se crean conflictos generacionales que tienen serias consecuencias. El rango de la pareja incluye, por supuesto a las personas que forman un vínculo entre sí. Para los efectos de este libro, resulta indiferente el tipo de relación que se establezca entre las personas, siempre que ambas lo entiendan como un vínculo de pareja o siempre que esa unión pueda ser vista ante la sociedad como tal. Ocurre, en ocasiones, que algunas personas parecen querer avergonzarse de vínculos pasados, quizás porque el resultado de la relación no fue el deseado o quizás porque no era lo conveniente desde el punto de vista moral o social. Esta personas se niegan a sí mismas la realidad de que lo que vivieron, bueno o malo, fue un vínculo de pareja. Establecen así una zona de sombra en su propia conciencia, que probablemente traerá consecuencias negativas a sus descendientes. Así por ejemplo, a la hora de analizar el vínculo entre nuestros padres, es muy necesario saber qué relaciones anteriores tuvieron con otras personas. En el caso de que la relación anterior fuera un matrimonio, sin duda será un hecho conocido, puesto que algo así no puede ser negado ni ocultado. Pero en ocasiones, los padres esconden la existencia de algún antiguo noviazgo, por vergüenza social o por no incomodar a la pareja actual, y eso nunca tiene un buen resultado para los hijos. En el caso de que los progenitores o nosotros mismos no tengamos bien integradas a todas nuestras parejas anteriores, presentaremos un ejercicio que puede ayudar a solucionar este problema. El rango de las parejas incluye por tanto no sólo a aquellos que se han unido por matrimonio legal, sino a los que han convivido como pareja de hecho, así como a todas las personas con las que se han mantenido relaciones sexuales. También se deben incluir aquí a las personas que han mantenido un vínculo romántico de carácter platónico, siempre que sea significativo, como por ejemplo, un noviazgo que no desembocó en matrimonio o en relaciones íntimas. Si bien entre hermanos es muy importante el orden, en el mundo de la pareja se vuelve esencial el equilibrio como fuerza activa para el desarrollo del vínculo. El rango de los hijos engloba a todos los descendientes de una pareja. Los hijos se representan aquí desde el punto de vista de los padres, a diferencia del rango de los hermanos, que los observa desde la perspectiva de éstos. De este modo, distinguimos la mirada que los padres tienen sobre sus hijos, de la que tienen unos hermanos con respecto a otros. Desde el punto de vista de la psicogenealogía, tanto los hijos abortados por causas naturales como aquellos que se abortan voluntariamente, son también considerados hijos de la pareja, puesto que son el fruto de una unión sexual y son personas en potencia. Esto se hace con independencia del criterio moral que se tenga acerca del aborto. Simplemente se trata de constatar un hecho que ocurrió. También se consideran, como es lógico, aquellos que han fallecido al nacer, o mortinatos, así como los muertos a temprana edad. Como ocurre con los hermanos, los hijos se ubican siempre por orden de nacimiento, desde el mayor al menor. El espacio de los hijos es un lugar muy importante dentro de cualquier sistema familiar, puesto que ellos representan siempre la proyección que dicho sistema hace hacia el futuro. El nombre que se le pone al hijo, la educación que se le da, las expectativas que se ponen sobre él, son condicionantes muy poderosos que muestran cómo desea evolucionar el sistema, o por decirlo en otras palabras, hacia dónde se dirige la familia. Todos somos, como mínimo, hijos, así que todos tenemos la experiencia de este rango familiar. Pero el ser hijos no es algo que deba marcar para siempre nuestra vida. Las personas tienen un impulso natural, que es el de abandonar la órbita de los padres para poder establecerse como individuos adultos. Este impulso, que cada cual realiza del modo que considera oportuno, es una de las claves de la evolución de los sistemas humanos. En psicogenealogía, se considera que los niños, especialmente los menores de 7 a 8 años de edad, viven completamente sumergidos en el inconsciente familiar. Por eso no es extraño que manifiesten síntomas diversos cuando la familia está pasando por un período de crisis. Es a partir de la adolescencia y la juventud, cuando la persona se va separando de esa matriz, abriendo para sí un camino que le conducirá a convertirse en individuo. Como nota final a este capítulo, hay que señalar que a lo largo de este libro hablaremos de los hijos o los hermanos usando el género neutro del idioma castellano. Esto se hace para evitar repeticiones farragosas del tipo: “hijos e hijas” o “hermanas y hermanos”. En todos los casos en que el sexo no sea relevante, se entiende que nos referimos tanto a los varones como a las mujeres por igual. Sistemas dentro de sistemas. Los subsistemas familiares Las familias, siendo como son un amplio sistema, contienen dentro de sí pequeños universos que se generan tanto por afinidades entre diversos miembros, como por todo lo que se deriva de la convivencia bajo un mismo techo. Estos subsistemas familiares representan a su manera una concreción a pequeña escala del gran sistema del clan, compartiendo con éste no sólo a una parte de sus miembros, sino heredando también gran parte de sus normas y prohibiciones. Los sistemas menores de una familia o subsistemas presentan límites porosos con el resto de individuos del clan, y no pueden ser considerados plenamente como sistemas independientes, pero al mismo tiempo, pueden tener una lógica interna que difiera, en mayor o menor grado, de lo que se puede observar en la familia observada al completo. Por ejemplo, un subsistema familiar puede estar constituido por los padres e hijos que viven bajo el mismo techo y que se relacionan, de manera cotidiana, con el gran sistema familiar a través de las visitas a los abuelos, del contacto con los tíos y primos, etcétera. Este subsistema, que es el más habitual, está sufriendo en la actualidad un cambio, debido a la aparición de las familias reconstituidas, en las cuales se juntan bajo el mismo techo personas de diverso origen. Así, pueden coincidir como hermanos los hijos de los padres habidos con parejas anteriores junto a los hijos que tengan ahora en común. En estos casos, no cabe duda de que los hijos habidos con parejas anteriores traen consigo una parte de su sistema familiar de orden, con el que pueden seguir manteniendo contacto o no, pero que no deja de tener una influencia definitiva en su ser. Junto a esto, se suma la energía del nuevo sistema al que pertenecen, y que les viene dado por la nueva pareja de su progenitor y los hermanos que vienen a sumarse a su vida. Así, a la hora de analizar una familia de este tipo, no cabe otro recurso que estudiar todas las influencias hasta donde sea posible, dando especial prioridad a aquellas que nos lleguen por línea directa, y dejando como menos importantes las que provengan de sistemas con los que no tenemos una relación de parentesco directo. Como se ha indicado, en ocasiones los subsistemas familiares se generan a través de afinidades entre las personas, siendo éste uno de los elementos interesantes a analizar en todo árbol genealógico. En ocasiones, una persona tiene una cercanía especial con uno de sus tíos y su familia, mientras que se siente más alejado de otros tíos. La cercanía física entre las familias o la proximidad