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Grijalbo Abuso sexual en la infancia Cómo prevenirlo y superarlo UN PROBLEMA QUE, POR DESGRACIA, ES DEMASIADO FRECUENTE Cada noche y día en miles de hogares y a puerta cerrada, se comete uno de los más infames crímenes: el abuso sexual contra menores. Nadie conoce las verdaderas cifras, ya que en muy pocas ocasiones se presenta una denuncia ante las autoridades. O bien los niños no conocen sus derechos o se encuentran paralizados por la misma figura de autoridad que, en lugar de protegerlos, des truye su autoestima y los somete a un infierno físico, psicológico y moral que los afectará por el resto de su vida. Al tocar el tema abiertamente en sus programas de radio, el Dr. Ernesto Lammo glia empezó a recibir una gran cantidad de llamadas telefónicas y cartas de personas que habían sido víctimas de este crimen. La gran mayoría se refiere a casos de incesto; los otros, de abuso por parte de alguna autoridad educativa, policiaca o religiosa. A la fecha, los archivos siguen aumentando con cientos de historias llenas de dolor. En este libro, el Dr. Lammoglia nos presenta las características de la víctima que el abusador elige, los rasgos de la personalidad enferma de los hombres y mujeres abusadores y una serie de pasos que deben seguirse en el proceso de curación en la edad adulta. Su intención es dar a conocer la magnitud del problema con el fin tanto de prevenir como de ayudar a las víctimas. Se incluye un directorio de instituciones que atienden a las víctimas de abuso sexual. La presente obra se suma a la cadena de éxitos editoriales del Dr. Lammoglia. Grijalbo ha publicado, entre otros, El triángulo de dolor, ¿Es tu madre tu peor enemiga?, Las familias alcohólicas, La violencia esta en casa y El daño que ha cemos a nuestros hijos. Dr. Ernesto Lammoglia Abuso sexual en la infancia Grijalbo ABUSO SEXUAL EN LA INFANCIA Cómo prevenirlo y superarlo © 1999, Ernesto Lammoglia Ruiz la. reimpresión, 2004 D.R. 2004, Random House Mondadori, S.A. de C.V. Av. Homero No. 544, Col. Chapultepec Morales, Del. Miguel Hidalgo, C.R 11570, México, D.R www.randomhousemondadori.com.mx Queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía, el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares de la misma mediante alquiler o préstamo público. ISBN 968-5956-20-0 Impreso en México / Printed in México http://www.randomhousemondadori.com.mx A llse, a María Josefa, a Tonatiuh. índice Agradecimientos............................................................... 9 Carta de una radioescucha............................................. 13 Introducción ..................................................................... 17 1. Definición y conceptos............................................. 33 2. El agresor sexual.................................................... 59 3. El cómplice silencioso ............................................. 77 4. Grupos de población vulnerable.............................. 105 5. El alcoholismo y el abuso sexual ............................ 131 6. Familias incestuosas..................................................153 7. El abuso sexual y el incesto en la historia ............. 201 8. El abuso sexual en México .....................................211 9. Importancia de la educación sexual en la infancia . . 243 10. El proceso de s a n a r .................................................... 253 11. Centros de atención a v íc tim as................................ 277 Bibliografía ....................................... ................................289 7 Agradecimientos Para Paty Kelly, mi compañera de trabajo, que en su desempeño quiero destacar el cuidado, la delicadeza y la pulcritud que tiene para interrogar a los radioescuchas; su interés para establecer vínculos de empatia y solidaridad femenina y con los cuales muchas víctimas de abuso sexual se tranquilizan, confían y se identifican, enriqueciendo notoriamente la interpretación fría y el diagnóstico profesional del psiquiatra; gracias a ella conta mos con la confianza de las personas que nos dan sus testimo nios. De su desarrollo profesional, destaca su incomparable trayectoria radiofónica que actualmente se ha incrementado de manera afortunada por su labor periodística en la prensa, intere sada profundamente en todos los aspectos de la mujer y de la pareja sobre la sexualidad humana y la patología sexual; su don natural en la comunicación verbal sobresaliente, su agilidad en el manejo de la entrevista y su talento natural, la hacen sin duda un ser de excepción en el campo de la comunicación. Incluyo, desde luego, a los dos productores del programa, Gonzalo Maúlen y Enrique González, quienes con esmero se leccionan los casos que salen al aire y saben ganarse también la aceptación de las personas que se comunican a la radio. Su la bor, aunque no se ostenta es muy valiosa dentro de nuestro grupo. 9 A Radio Fórmula y Radio Red, por haber abierto espacios donde se han podido realizar estos trabajos de participación, conocimiento e información para todos, dentro de los cuales y durante más de seis años el tema del abuso sexual ha sido uno de los más frecuentes y el que más asombro, cólera, impotencia y controversia ha despertado en el ánimo de los radioescuchas. No está por demás señalar que la idea original para hacer este tipo de transmisiones fue del señor José Gutiérrez Vivó, quien nos invitó (a Paty y a mí) a embarcarnos en esta empresa. Al principio nos parecía un concepto desproporcionado, pues con siderábamos que el problema de las disfunciones familiares no era tan grande; hoy resulta un tema que rebasa nuestra capaci dad de asombro. En estos seis años, se han roto prejuicios y tabúes dentro del público femenino; se ha creado conciencia, a todos los niveles, para delatar a los abusadores sexuales, se han llevado los micró fonos de la radio a los hogares de mucha gente. Por eso, mi reconocimiento amplio y admiración a todas las personas que nos han llamado o han enviado sus testimonios. Sus historias constituyen un valioso elemento en la concepción de este libro. Sé que muchos de ellos se identificarán aquí, aun cuando por respeto a su intimidad les hemos cambiado los nombres. Al público en general, tanto a los de Radio Red que continúan escuchándonos en Radio Fórmula, como a los que hoy se inte gran en este universo. Gracias a los señores Rogelio y Jaime Azcárraga, por su confianza y apoyo para la continuación y di fusión nacional de los conceptos que se expresan diariamente en este espacio radiofónico y que han sido el puente de comuni cación entre la provincia y la capital. De la misma forma, a la licenciada María Emma Cravioto, abogada mexicana de múltiples cualidades, a la que suma su enorme capacidad de trabajo que todos admiramos y que le per mite asesorar, litigar, resolver y ayudar a decenas de radioescu chas que solicitan todos los días de sus servicios profesionales 10 y que disfrutan su trato cordialísimo, delicado y gentil, en un mundo tan poco grato como lo es el del derecho y el de la impartición de justicia. María Emma comparte nuestro espacio y su sapiencia, su experiencia; pero sobre todo, su sentido hu mano. Sin ella este y otros ensayos y libros de autoayuda no serían posibles. A las mujeres que en México nos han enseñado con su ejem plo de trabajo, a conocer, solidarizarnos, apoyar, opinar y, en fin, luchar por conseguir protección jurídica para ellas en todos los aspectos; pero fundamentalmente en el de lograr una legis lación en contra del acoso sexual, la violación y otras formas diversas de abuso sexual; consiguiendo mejoras importan tísimas aunque no suficientes, en los códigos penales del D.F. y algunos estados. Muy especialmente, a unamujer profesional que más se ha dedicado a atender este problema, la doctora María Josefa Díaz, paidopsiquiatra especializada en casos de abuso sexual, cuya labor se destaca en la Asociación Mexicana de Salud Sexual, y directamente en el Hospital Psiquiátrico Infantil Juan N. Nava rro. Sus participaciones en los programas de radio, tanto el ma tutino como el nocturno de Paty Kelly, han sido aprovechadas por los radioescuchas para reconocer su situación personal y exponerla ante los especialistas. A la licenciada Esther Martínez Roaro, de cuyo estudio Sexualidad, Derecho y Cristianismo, Visión Bioética reprodu cimos textos completos debido a la importancia de sus investi gaciones. A mi muy querida amiga Anilú Elias, con quien he podido ver la fuerza que una mujer desarrolla para ayudar a otras que lo necesitan. A la licenciada Patricia Olamendi, coordinadora del área de atención a víctimas de abuso sexual del Departamento del Dis trito Federal, por su dedicación constante, su lucha política, per sonal y profesional, desde la tribuna, el ámbito legislativo, el 11 partidista y de la servidora pública tenaz, perseverante hasta la obsesión; por buscar, pelear y conseguir mejores condiciones para las víctimas del delito en general y las víctimas de abusos sexuales en particular. Gracias a luchadoras sociales como ella hoy hay expectativas confiables para millones de mexicanos que viven en la marginación social y jurídica; gracias a mujeres que militan políticamente, permanece latente la esperanza de un México mejor y más justo. A Luz María Luna Malvido, abogada, criminóloga, académi ca, brillante legisladora, esposa y madre de familia, por todo el trabajo que ha realizado a favor de la normatividad y asistencia legal de la mujer en México. Aunque no tengo el gusto de conocerla personalmente, a la doctora Dorothy Corkille Briggs, autora de El niño feliz, funda mental para mí por su enseñanza en el conocimiento de mi autoestima, la de mis pacientes y la forma en que se pueden educar a los hijos. A Silvia Pardo, excelente pintora cuya obra siempre ha refle jado la fuerza, ternura, coraje y la avasalladora sensualidad de las diosas-mujeres, y que en esta ocasión realizó en forma espe cial la portada de este libro, en un gesto espontáneo y generoso 1 que mucho agradezco. A Aurora Azuara Salas, a Magdalena Peñaloza, Araceli Echególlen y a la doctora Hilda Ríos por su colaboración, orien tación, ayuda y revisión del contenido testimonial de este libro. A Concepción Latapí por su paciencia, seriedad y dedicación a la redacción, formato y edición de este libro, esperando no sea la última vez qué trabajemos, platiquemos, discutamos y acor demos el cómo, cuándo y por qué de tantos temas. Finalmente a mi compañera y colaboradora más cercana: Aurora González Azuara, con admiración, respeto y cariño por su apoyo en el parto de este pequeño libro. 12 Carta de una radioescucha* Mi nombre es Alicia y tengo 30 años. Soy sobreviviente de abu so sexual en la infancia y quiero compartir mi experiencia. El primer abuso que sufrí fue a los cinco años. Me recuerdo con los calzones abajo, sentada en cuclillas y un sujeto en frente de mí dibujando, según él dibujándome, tocaba mis rodillas y abría mis piernas para ver mejor y seguir dibujando. Recuerdo esas miradas libidinosas y hoy, cuando un hombre mira mi cuerpo, me siento insegura. No se lo conté a nadie. Segundo abuso a los ocho o nueve años: un “amigo” de la familia nos llevó al cine y ahí introdujo su mano en mis calzo nes para manosear mi vulva; me recuerdo paralizada... después tampoco dije nada. El abusador tenía unos 30 años. Tercer abuso a los 10 años: Un tipo abusaba de mí cuando le dejaba la ropa que mi madre lavaba y planchaba. Recuerdo dos ocasiones: una en la que estaba yo sobre su cama con los calzo nes abajo y él besándome y lamiendo mi vulva; en la otra oca sión, él hacía que lo masturbara. De estas ocasiones recuerdo el haber estado desconectada de mis sensaciones; mi mente estaba * Enviada al programa de radio Kelly, Lammoglia y la Familia, 14 de enero de 1999. 13 en los detalles de una lámpara del departamento. No se lo dije a nadie. El abusador tendría 25 años. Cuarto abuso: Un tipo de unos 45 años, “amigo” de la familia iba por mí a la escuela cuando cursaba el sexto de primaria (11 años tendría yo) y de regreso en el camino aprovechaba para abrazarme y tocar mis senos. Varias veces también me besó en la boca; en una de ellas recuerdo haber empezado a disfrutar e inmediatamente me fugo, me fugo de las sensaciones de mi cuer po. Los detalles de mi alrededor son mi punto de atención. De todo lo anterior yo me sentía culpable, pensaba que si habían ocurrido esos abusos era porque yo no había hecho nada por evitarlos; no grité, no salí corriendo, no le dije a nadie, y además lo había disfrutado. Estos abusos sexuales afectaron mi vida porque me cerré al mundo. A partir de los 11 años van disminuyendo mis amigos y amigas, y hoy me cuesta trabajo confiar en los hombres y rela cionarme con la gente en general. Es a veces tanto mi nerviosismo que empiezo a sudar. El conocer gente por motivos tan simples como ir al banco me provoca angustia y llego a posponer actividades. En otras oca siones siento mucho calor en el rostro y al rato me salen granos, me turbo al hablar y no puedo expresar exactamente lo que es toy pensando; esto aumenta mi nerviosismo y las reacciones de mi cuerpo. Me cuesta trabajo ser abierta con mis sentimientos y afectos; siento que cada nuevo conocido implica, más que nada, razones de peligro. Hoy sé que en aquel tiempo no tenía elementos necesarios para reaccionar a los abusos, para salir corriendo, para gritar, para no permitirlo. Hoy sé también que yo no soy culpable de que ellos abusaran de mí. Hoy, gracias a que estoy en el grupo de m u s a s (Mujeres So brevivientes de Abuso Sexual) puedo vivir sin que me atormen te la culpa y sigo, y seguiré, trabajando mi timidez, mi inseguri dad y todo lo que salga. 14 Me tomó siete años de escucharlos a ustedes para darme cuenta de que el abuso sexual en la infancia me había afectado. Me tomó siete años de escucharlos para atreverme a ir a un grupo, para ir a terapia individual. Porque antes de esos siete años no tenía conciencia de todo lo que había afectado a mi vida; pensa ba que yo no necesitaba ayuda para recuperarme. Gracias Paty, gracias doctor Ernesto, pero sobre todo gracias a mis compañeras de grupo y a mi terapeuta por escucharme, y a mí por dejarme escuchar mi dolor. Agradecería algún comentario del doctor. A l ic ia 15 Introducción Considero que en la mayor parte de los libros de autoayuda que se han escrito en los últimos años, no sé si en otras épo cas, el autor o los autores generalmente tienen un sentimien to personal que acompaña a una experiencia propia, y que es precisamente esa experiencia “traumática” la que en algunos casos obliga y en otros motiva a algunos, ya sea profesiona les o escritores, o bien con la intención de plasmar el testimo nio que significa cualquier obra literaria de la calidad y el tamaño que sea. Esta vivencia, expresada así, puede signifi car una medida preventiva, ya que la información es la pri mera fase de toda prevención en meáicina, antropología y sociología. Además es una llamada de atención para quienes, habiendo pasado por una experiencia análoga o similar, tie nen en su acervo los mecanismos de defensa como la nega ción, la racionalización o la intelectualización, que permiten “olvidar el suceso” que ha sido verdaderamente doloroso en la experiencia vital. En el caso del abuso sexual en la infancia, la negación lle ga a convertirse, como lo han señalado todos los autores, in cluso en una amnesia total o parcial que solamente se mejo ra, se modifica o se alivia en la medida en que la víctima de 17 un crimen, como lo es el abuso sexual en la infancia, escucha o lee un testimonio que, comoun botón que se aprieta, trae a la memoria consciente el recuerdo de aquel trauma que lo dejó marcado en la infancia. Este intento de hablar sobre el abuso sexual en la infancia, obviamente no se aparta de esta motivación personal puesto que como ser humano niño, yo fui abusado en la infancia, o sufrí en dos ocasiones un intento de abuso sexual que quiero relatar, pues esto constituiría la primera fase de este intento de descripción que pudiera estimular a otros hombres o mu jeres que han sido víctimas, a aprender a manifestarse y a expresarlo como la primera gran fase de aceptación y reco nocimiento del problema por la que todos debemos pasar para tratar de resolver la situación que nos afecta. Yo fui educado, como lo he dicho en otro libro, en una forma familiar tradicional que he llamado “ultraconser- vadora”, tuve una educación informal, las conductas y teo rías que yo escuchaba venían de mis abuelas y de mis tías abuelas, principalmente de mi abuela paterna y dos de sus hermanas, quienes provenían de una familia muy primitiva perteneciente a una sociedad muy conservadora como lo era la aristocracia de Huajuapan de León, Oaxaca. Ellas llegaron a la región de Orizaba a principios de siglo con una idea muy estrecha de lo que debía ser la educación, fuera del aspecto de la religiosidad mal entendida que llegaba en ocasiones al extremo de lo que llamamos en México la “mochería”. Sin embargo en otro sentido, eran mujeres mestizas bien infor madas, lectoras acuciosas las dos tías y mi abuela, que lo fue un tiempo hasta que quedó ciega por la diabetes. Poseían un acervo relativamente vasto para la época acerca de sucesos y de libros a los que tenían acceso. Mi crecimiento en este sentido fue el de un niño normal aparentemente sano. Mis padres, que eran muy jóvenes y 18 contaban con recursos económicos, se dedicaban a vivir su relación de pareja y a divertirse o distraerse en sus tiempos libres como lo hacen en todas las poblaciones pequeñas: yen do a cenar, a jugar loterías y a disfrutar de las conversaciones con otras amistades, conversaciones en las que por supuesto no estábamos incluidos los niños, ya que no se nos permitía participar ni escuchar. Yo me recuerdo, incluso, pidiendo permiso para poder en trar a la sala o pidiendo la llave del librero para poder sacar algún libro. Esto lo recuerdo especialmente en casa de mi abuela, quien puede haber tenido cierto temor a que yo leye ra los libros de mi abuelo, que era médico, sobre todo en aquella parte en que consideraban, también en aquella época, que los niños debían estar totalmente desinformados y que era la referente a la sexualidad y la genitalidad humanas. Crecí muy querido, muy protegido y muy mimado; quizá eso incrementó mi timidez. Yo fui un niño muy tímido, calla do e introvertido que a veces me expresaba abiertamente, como lo hice después de joven solamente en el ámbito esco lar o en la calle. En la casa, no sé si por hipocresía o por mi naturaleza, fui un niño sumamente callado, retraído y obediente, lo que mi mamá llamaba “un niño bueno”, cosa que aún me causa escozor, ya que en labios de mi madre decir que soy el más bueno significa que soy el más pende jo, cosa que es real y cuesta mucho trabajo aceptarlo. Infortunadamente, hasta los cinco años de edad yo no recibí de la vida más que gratificaciones, abundancia (sin llegar a la opulencia), cariño, consentimiento, sobreprotección, et cétera. Por ese tiempo mi padre cambió de giro laboral y nos tuvi mos que ir a vivir a Guadalajara para tratar de establecer una fábrica de refrescos nacional. La competencia desleal de las trasnacionales y sus trabajadores hicieron que esta fábrica 19 quebrara en unos cinco años. Yo tenía nueve años de edad cuando regresamos a la ciudad de Córdoba y fuimos reparti dos mi hermana mayor, mis otros dos hermanos y yo, con abuelas y abuelos porque nos habíamos quedado en la ino pia. Fue entonces cuando por primera vez me enfrenté a la vida en una circunstancia en la que sentía falta de protección y que ya no era una vida de bonanza ni del “castillo de la pureza” en la que había vivido hasta entonces. Tuve yo la mala fortuna de que mi papá, queriendo asociar el estatus laboral y económico a lo supuestamente deseable, me hizo estar en un kínder, que entonces se llamaban párvu los, de monjas en Orizaba. Después en Guadalajara pasé tres años de primaria en una escuela confesional de religiosos maristas. Creo que esto agravó mi desinformación. Cuando yo llego a los nueve años a Córdoba, ya sin recur sos económicos, ingreso por primera vez a una escuela ofi cial, la Escuela Fernando Casas Rodríguez, que se llama así por el padre de Fernando Casas Alemán, que había nacido justamente en la esquina donde se encontraba la escuela y a dos cuadras del lugar donde yo nací. Ahí me enfrento por primera vez a la realidad de los niños que iban descalzos a la escuela, niños hijos de campesinos y otros hijos de un sastre (entre ellos uno que fue de los que intentaron violarme). Yo les debo haber parecido, además del bueno, el más bruto y con toda razón, desconocía hasta ese momento todo aquello que tuviera que ver con la sexualidad, es más, no tenía una idea clara de cómo nacían los niños a pesar de que con un tío hermano de mi madre, que es de mi misma edad, leía los libros de medicina de mi abuelo. En una ocasión, como he dicho antes, yo me expresaba más en la escuela que en la casa; por alguna razón nos casti garon a varios niños dejándonos encerrados en un salón por una hora. Tres chamacos de los que estaban ahí me dijeron 20 que me bajara los pantalones y los calzones porque iban a hacer algunas cosas. Yo no entendía lo que estaba pasando, pero intuía que no estaba bien y me sentía muy asustado y a la vez indignado. Les pregunté qué iban a hacer y por su puesto usaron algunas frases coloquiales como “te la vamos a meter” o “nos la vas a mamar” , cosas que no lograba enten der hasta que me trataron de inclinar y se me acercó sexualmente uno de ellos. Yo me sentí muy mal, me levanté y con toda mi timidez, todo mi miedo y toda mi ignorancia, salí corriendo a avisarle al prefecto o a alguno de los emplea dos que estaban ahí. Esta persona me llevó a mi casa que, repito, quedaba a dos cuadras. Yo no sabía bien qué estaba sucediendo, pero sí sabía que era algo que no me gustaba, algo que nunca había visto, y algo que yo intuía que no estaba bien dentro de lo natural, por decirlo de alguna manera. Esto, quizá dentro de mi timidez y mi ignorancia, apareció simplemente como una respuesta ins tintiva: “hay algo que no me gusta, algo que me duele y co rro” . En ese momento no me importó algo que entonces me era muy valioso y es que dijeran que era cobarde o miedoso o “chiva”, que es como les decían a los soplones. Yo los acusé, se lo conté a mi madre, quien respondió muy bien y me dijo que no me preocupara, que habían tratado de abusar de mí (no recuerdo en que términos lo dijo), no lo comentó con mi papá porque en esa época él no estaba en Córdoba, había ido a buscar trabajo a otro lugar del país, pero sé que lo hu biera acogido con tranquilidad, con mucha serenidad. Mi madre no mostró jamás susto, ni los aspavientos que yo he escuchado en decenas de madres al saber que su hijo o su hija ha sido víctima de alguna forma de abuso y arman tal escándalo que finalmente es eso lo que afecta más al niño. Muchos niños que han sido violados, incluso en edades menores a la que yo tenía en esa época, no recuerdan el suce 21 so, porque la memoria neurológica, la memoria bioquímica, aparece realmente para los sentimientos hasta alrededor de los ocho años. El proceso de mielinización llega hasta esa época y por esto muchos niños no recordarían el trauma si no fuera por la serie de aspavientos y el escándalo. Esto provoca que paradójicamente sean los padres los que más afectan al niño, es decir, el niño sufre una segunda violación. Muchas mujeresque son violadas en la juventud o ya adultas, presen cian una respuesta muy parecida por parte de su novio, el esposo o los padres, padeciendo así una segunda violación y después una tercera por parte de los agentes del Ministerio Público con sus interrogatorios morbosos y sus cuestiona- mientos y críticas hacia este delito. Yo recuerdo haber sido muy bien recibido, “con afecto” y con tranquilidad. Mi madre habló con el profesor de tercer año de esta escuela y no pasó a más. Fui increpado por los muchachos que fueron castigados, recuerdo que los expulsa ron varios días y les llamaron la atención”, pero por supues to de ahí hasta que yo recuerdo mientras permanecí en Cór doba, cada vez que me encontraba a estos muchachos en la calle me gritaban desde “puto”, “rajón” y “chiva”, hasta todo lo que se puedan imaginar. En ese tiempo, nunca tuve ninguna duda de mi sexualidad o mis preferencias sexuales, porque mi pensamiento y mi conducta no estaban erotizadas. Esto no significa que no tu viera respuestas de erección con la frecuencia normal que un niño tiene porque no me gustaran las niñas, al contrario, yo recuerdo con mucha claridad que mi abuela coleccionaba y empastaba dos revistas de mujeres de esa época con temas de costura y fotografías de artistas del momento; una se llamaba La Familia y la otra se llamaba Mignon. Me recuerdo viendo a las mujeres de esa época y de épocas anteriores, incluso mi estereotipo de la belleza femenina no tiene nada que ver con 22 el estereotipo que correspondía a mi generación, sino más bien de acuerdo con la moda de la década de los treinta. Siempre me gustaron las mujeres, nunca pensé que lo ocu rrido pudiera afectar mi sexualidad en la adultez, toda vez que este intento de violación fue incruento y no pasó de esta sorpresiva vivencia. Dos años después, ya estando en Orizaba, entré a un grupo de Boy Scouts. Había llegado un sujeto a formar el grupo y los niños de “cierto nivel” , entre los cuales me encontraba yo por el apellido, no por los recursos, fuimos vistos como los futuros integrantes del grupo de scouts. En aquella época, toda novedad que se dirigía a los jóvenes iba dirigida hacia los que tenían cierto poder económico, los beneficios de la “modernidad” nunca llegaban a las masas populares ni a los hijos de los obreros de la Cervecería Moctezuma o de las fábri cas textiles. Parecía que se fijaban en los niños que tenían el pelo claro o que tenían cierta mezcla racial, igual que lo que sucede hoy en día en los colegios de los Legionarios de Cristo, me imagino que por las mismas tendencias de los dirigentes a buscar niños de cierto aspecto. A mí me tocó la desgracia,) de chico, de tener el pelo muy claro y los ojos azules. Así que varios “niños bien” de las buenas conciencias y de las familias de doble moral de Orizaba, integramos el primer grupo de scouts. Las experiencias del scoutismo fueron bue nas y algunas muy importantes e influyeron en mi conducta, misma que considero el día de hoy muy sana. Ahí aprendí a ser perseverante, a buscar metas, a tener sentido de responsa bilidad, a servir y a ayudar a la gente. En aquel tiempo en Orizaba, para un niño el ir al cine era algo que casi nunca ocurría, para nosotros sólo existía el cine parroquial, situado en la parte posterior del Convento de San José de Gracia, y las funciones no eran muy frecuentes, de hecho las únicas películas que vi de niño fueron las de la 23 serie del hombre murciélago (ahora se llamaría Batman) hechas en los treinta, otra serie de Flash Gordon y la del Llanero Solitario, serie a la que asistía vestido de vaquero y con antifaz. Recuerdo que en el Casino de la Asociación Deportiva Orizabeña, el “master scout”, como le decíamos al guía o maestro, también nos pasaba películas manejando él mismo el proyector. Un día me invitó a sentarme junto a él, lo cual acepté inmediatamente pues quería ver cómo funcionaba el aparato que proyectaba las películas (no había televisión y en mi casa nunca habíamos tenido radio). Pasados algunos minutos de haber iniciado la película, empecé a sentir que me tentoneaba mis partes pudendas (como dice la gente), me bajó la bragueta e intentó masturbarme. En ese momento no sabía qué era eso, tenía 11 años y aunque parezca estúpido yo nunca me había masturbado, no sabía que eso se hacía, aunque después fui un generoso practicante de esa disciplina. Volvió a suceder lo mismo de la vez ante rior: yo sabía que estaba sucediendo algo que no era natural, ni normal así que me paré y me fui. En esta ocasión sí estaba mi papá y se lo fui a decir. Mi padre reaccionó exactamente de la misma manera que yo hubiera reaccionado el día de hoy, no sólo con mis hijos sino con cualquier jovencito que en calidad de ser humano o mé dico me hubiera contado esto, fue y le puso una “madriza”. Preguntando a otros niños, nos percatamos de que otros dos o tres, destacados mexicanos el día de hoy, también habían sido manipulados por este señor. Pistola en mano, mi padre y los padres de los otros muchachos lo sacaron de Orizaba a culatazos, latigazos y patadas. Me preocupó la reacción de mi papá, pero me sentí muy orgulloso de tener un padre así, porque ante algo que yo ha bía sentido de alguna manera como un agravio o una ofensa, 24 sobre todo para mi credibilidad e inocencia de niño, mi papá había tenido una respuesta. A pesar de todo los aspavientos y reacciones que tuvieron mi papá y los otros señores, se man tuvieron hasta cierto punto discretos por lo que aquello que dó en el limbo y no me afectó entonces. Eso sí, aprendí lo que era la masturbación. Esa experiencia no me afectó entre los 12 y los 14 años, ni la recuerdo como algo que me haya restado interés en las mujeres, tampoco me hizo volverme más tímido, más bien creo que la respuesta de mi papá me ha de haber dado una gran confianza, pues sabía que pasara lo que pasara yo tenía quien me defendiera simplemente con que yo dijera: “me hi cieron algo”. Cuando tenía 14 años, en plena adolescencia, escuché ha blar a mi padre y a mi abuelo paterno, que era de origen ita liano y exageradamente machista (no misógino, jamás vi que maltratara o abusara de alguna mujer). Estaban muy preocu pados porque a esa edad yo aun no tenía novia, comentaban que seguramente se debía a que yo era “maricón” y era nece sario enseñarme muchas cosas, pues ellos a esa edad ya ha bían tenido parejas sexuales y amantes. Mi abuelo anduvo seduciendo mujeres, entre ellas dos monjas en los Balcanes después de la Segunda Guerra Mun dial. Ésa fue la razón por la que tardó ocho años en regresar y por lo que mi abuela, creyéndolo muerto, se volvió a casar, dando por resultado que yo tuviera tres abuelas y tres abue los. Recuerdo que mi abuelo me enseñaba las cartas de sus amantes con un orgullo como de casta y de género muy característico de los machos. Para mi abuelo el machismo, desde el punto de vista de la virilidad, era fundamental. Su sentido de la vida eran el erotismo y la sexualidad, y para él, que su nieto que además llevaba su nombre, no tuviera novia a los 14 años era sinónimo de homosexualidad. 25 Mi padre, con la misma experiencia, había llegado a la misma conclusión que mi abuelo. Yo me acerqué a él y le dije: -Papá, escuché lo que mi abuelo estaba diciendo, yo no soy maricón ni me gustan los hombres. Sí me gustan las mu chachas, lo que pasa es que no sé cómo pedirles que sean mis novias y menos que tengan una relación sexual conmigo (Por supuesto que para entonces sabía lo que era una relación sexual.) Me da mucho miedo, me tiemblan las rodillas, me pongo muy nervioso y no se qué hacer. Mi papá me clavó la vista y me dijo con la pura mirada: “Qué pendejo eres”. Después me explicó: -Hijito, es muy sencillo. A las mujeres pídeles lo que quieras, que si no te lo dan, te lo agradecen. Me quedé muy sorprendido porque no entendí lo que sig nificaba esa frase. Yo empecé a tener una actividad sexual completa alos 16 años, como me imagino que los demás jóvenes de esa época hacían aunque ahora las edades han disminuido; la mayoría de las mujeres que he tratado han iniciado su vida sexual a los 14 años y los hombres entre los 14ylos 16.Alos21 años, cuando estaba terminando la carrera de medicina, ya tenía cierto grado de conocimiento y experiencia y entendía cómo era que esto sucedía. Cuando yo tenía 23 años incluso las mujeres, con gran va lor y acertividad, llegaban a perdirle a uno el tener una rela ción sexual con toda libertad y desparpajo. Al principio esto me asustaba y decía que no, no por miedo a la sexualidad sino por miedo a las consecuencias, temía que se embaraza ran y yo llegara a tener algún problema, sobre todo con los caciques del pueblo; a veces las hijas de los más poderosos de un pueblo son también las más audaces y atractivas. Fue así como entendí la frase de mi papá, pues cuando una mujer 26 se me insinuaba, aunque yo le dijera que no, me sentía muy halagado. Pero también me descubrí yo probando mi virilidad con varias mujeres a las que podía tener acceso y que eran capa ces de cuidarse lo suficiente para que las cosas no se compli caran. Entonces comprendí que si yo sentía la necesidad de tener muchas parejas, era porque no estaba seguro de mi viri lidad sexual. Esto por supuesto con ayuda de lecturas como las de don Gregorio Marañón, en especial una de ellas que me impactó mucho: El Don Juan. En ella describe al indivi duo que busca insistentemente la sexualidad a través de muchas parejas durante toda su vida en un afán reivindicatorío de su grandísima inseguridad sexual y por su homosexua lidad latente. Empecé a entender que “mi camino” no iba por ahí; el pa sar del extremo de la timidez y la ignorancia al otro polo, al de la supuesta “erudición en materia de conocimientos acer ca de la sexualidad”. Comprendí que aquello podía ser muy perjudicial para mí y para las mujeres, que dentro de su igno rancia, eran igual de estúpidas que yo. No fui un individuo “noviero” ni mucho menos. Me afe rraba a dos aspectos: mi timidez natural y mi miedo a las consecuencias de la sexualidad abierta e irresponsable en una época en que todavía no se hablaba de la responsabilidad en este sentido. Finalmente agradezco dos cosas: mi miedo, gracias al cual me mantuve, a pesar de los dos intentos de abuso sexual en mi infancia y de un momento en que la vida me dio la oportu nidad de ser promiscuo, con un cierto equilibrio. Y por otro lado, agradezco la naturalidad con que vieron mi caso dentro de mi familia. Cuando llego a ser padre y crece el primero de los hijos de los que soy conducto, me impacta enormemente que a él, 27 estando en sexto año de primaria en una escuela privada de maristas, su maestro lo intenta seducir lo mismo que a otros de sus compañeros. Tal vez no pasó de la insinuación gracias a que mi hijo sí era un niño bien informado y salió del lugar para no regresar. Posteriormente denuncian a este sujeto y lo expulsan. Aquí sucede un fenómeno que yo no esperaba. Mi hijo, que en ese entonces vivía en casa de mis padres porque yo estaba en la ciudad de México, es víctima de los aspavientos machistas, recalcitrantes y ahora sí abiertos de mi padre, que quiere hacer un escándalo sin la prudencia que sí tuvo con migo. Me manda llamar y hace una reunión de familia para ver qué se iba a hacer; habla con el director de la escuela, con los maestros, los compañeros, las tías, los primos y medio mundo. Yo en ese momento percibo el terrible daño que esa actitud de mi padre le está empezando a causar a mi hijo. Él me pide que lo traiga a México y jamás ha querido regresar a ese lugar. En el plano total, el día de hoy es un hombre muy sano, con una sexualidad muy defii^ida, es un profesional brillante al que yo respeto profundamente y al que le pido incluso con sejos. Pero sí fui copartícipe del sufrimiento de un niño que padeció, de alguna forma, un intento de abuso sexual en la infancia y que no fue tratado con la prudencia, la corrección y la propiedad que deben ser, y ése es mi propio hijo. En ese momento yo tuve que integrarme al fenómeno del abuso sexual en la infancia como una víctima, como protagonista, como padre y como médico psiquiatra dedicado a la cri minología. Me percaté del problema en un ambiente muy reduccionista, yo pensaba que sólo nos había pasado a él y a mí. Confieso que 10 años después de haber terminado mi especialidad como médico psiquiatra, yo ignoraba que el abuso sexual en la in 28 fancia fuera tan incidente, por lo menos hasta hace seis o cin co años ignoraba plenamente la incidencia del incesto a nivel nacional. En los programas de radio con Paty Kelly, cada vez que tocamos el tema del abuso sexual en la infancia, los teléfonos no dejan de sonar. Constantemente recibimos llamadas y car tas de radioescuchas dando su testimonio. Cuando el progra ma termina, la mesa se encuentra llena de papeles escritos por quien toma nota de las llamadas. El tiempo no nos permi te pasarlas todas al aire. Aquí reproduzco una pequeña mues tra de ellas: L l a m a d a s a l p r o g r a m a d e r a d i o “Fui abusada por un tío desde que tenía seis años y hasta los 14. Ahora me doy cuenta de que mi madre siempre lo supo y, además, también era la pareja sexual de ese tío, de su propio hermano.” “Doctor, me gustaría hablar con usted por un caso de dos fa llecimientos de mis tíos: uno murió asesinado y la otra en un parto a los 20 años. A raíz de eso he tenido dos intentos de suicido. Mi relación con mi mamá es inestable. Doctor, ¿pue do tener tendencia a la histeria? Mi mamá se divorció cuando yo era niña. Fui abusada sexualmente cuando tenía cinco años.” “Hace muchos años, mi hermana fue violada por mi padre. Mi madre nunca hizo nada en relación con esto. Por esta razón mis hermanas y yo no aceptamos a mi madre, la aborrecemos. ¿Cómo podemos trabajar ese odio y ese resentimiento? Nunca nos ha permitido reclamarle a mi padre, que incluso ya trató de violar a una sobrinita.” 29 “Mi papá nos violó a mi mamá y a mí. De eso me acabo de enterar. Todo ello me há creado muchos problemas emociona les. Se lo dije a mi esposo y él me apoya en lo que yo haga. Él me quiere y me apoya mucho. ¿Qué puedo hacer?” “Cuando me casé ya tenía una hija de cinco años de edad y al año siguiente tuve otra niña. Soy enfermera, por lo tanto traba jaba en la noche para poder cuidarlas en el día. Pero ahora acabo de enterarme de que mi esposo violó a mi hija mayor cuando ella tenía 12 años de edad. Y la hija de él, que tenía seis años, se dio cuenta de todo, pero jamás me dijeron nada. (La hija mayor tiene 32 años de edad actualmente.) Ahora con mi esposo ya terminó todo. Mis hijas me tienen coraje como madre porque nunca me di cuenta de esto. Estoy desesperada. ¿Qué puedo hacer en este caso?” “Tengo una sobrina de 23 años de edad que fue violada a los 21 años por su propio padre. Ella no sabía que él era su padre, porque cuando nació no la quiso reconocer por ser una niña. A la niña le dijeron que su padre había muerto, ya que ellos evi taban que supiera la verdad. Pero hace dos años se presentó el padre y le dijo que se la llevaría con él para vivir mejor. Ya que la chica agarró confianza la violó. Obligó a sus dos her manos gemelos a que también la violaran. Esta chica tiene dos hijos de su padre. (Todo esto fue en Tlaxcala.) Esto lo fueron a denunciar y ya fue rescatada de su padre, que la tenía se cuestrada. Ya la vieron los médicos y dicen que está muy trastornada. Sus niños tienen desnutrición en primer y segundo grado. El niño tiene dos años y la niña ocho meses. El niño tiene una cicatriz en un brazo porque el papá lo quemó. Yo me traje a mi sobrina a México, pero su padre está suelto. ¿Qué puedo hacer para que proceda la demanda en Tlaxcala? ¿Cómo pueden registrar a los niños? ¿A dónde llevo a mi sobri na para que reciba tratamiento?” 30 Siento que altocar el tema abiertamente, hemos destapado una cloaca de enormes dimensiones que se había mantenido oculta por el silencio. Mi objetivo al escribir este libro es ayudar a romper de una vez por todas ese silencio criminal en un intento de frenar esta ola de crímenes impunes. 31 1. Definición y conceptos A b u s o s e x u a l Es toda acción ejecutada por un sujeto que se vale de otro para estimularse o gratificarse sexualmente, sin el consenti miento o voluntad de este último. A b u s o s e x u a l d e m e n o r e s Se le llama así a todo acto ejecutado por un adulto o adoles cente que se vale de un menor para estimularse o gratificarse sexualmente. Se le denomina abuso en la medida en que, pu- diendo realizarse tales actos con o sin el consentimiento del menor, son actos para los cuales éste carece de la madurez y el desarrollo cognoscitivo necesarios para evaluar su conte nido y consecuencias. A b u s o s e x u a l s i n c o n t a c t o f ís ic o • Exposición de genitales. 33 • Exposición a pornografía. • Observación. A b u s o s e x u a l a s o c i a d o c o n c o n t a c t o f ís ic o • Tocamientos. • Penetración. • Actos sexuales forzados o violación. Intencional mente, he dejado esta definición corta para que quede muy claro que en el abuso sexual no hay términos medios: o hay abuso sexual o no lo hay. Muchas personas creen, o quieren creer, que porque no existió penetración no hubo abuso sexual, tal vez no hubo “violación”, pero si ocu rre cualquiera de los casos mencionados arriba, sí se trata de abuso sexual y debe ser atendido correctamente. Cabe hacer hincapié que cuando nos referimos al “consen timiento del menor” estamos hablando de que probablemen te le guste, lo provoque (como alegan tantos) o se quede ca llado, y es igualmente abuso sexual. T r a s t o r n o s s e x u a l e s La falta de información —y sobre todo de educación sexual— ha ocasionado que muchas personas esten confundidas res pecto a lo que es una desviación sexual y lo que no lo es. Por ignorancia hay quien se siente enfermo, defectuoso o culpa ble por practicar la masturbación, cuando es algo de lo más sano, natural y recomendable. Por otro lado, existen padres que creen que sus hijas o hijos son de su propiedad y por lo tanto tienen derechos sobre su intimidad y abusan sexualmente 34 de ellos. Esto no es sólo un error de creencia, es una enferme dad y un delito, como también es delito el silencio de tantas madres ante esta situación. Desde el punto de vista clínico, los trastornos sexuales se dividen en dos grupos. Las parafilias se caracterizan por una respuesta de activación a objetos o situaciones sexuales que no forman parte de las pautas habituales y que en diversos grados puede interferir con la capacidad para una actividad sexual recíproca y afectiva. Los trastornos o disfunciones sexuales se caracterizan por inhibiciones del deseo sexual o de los cambios psicofisiológicos que caracterizan al ciclo de la respuesta sexual. Finalmente existe una clase residual, la de otros trastornos sexuales para aquellos trastornos del fun cionamiento sexual que no se pueden clasificar en ninguna de estas categorías específicas. P a r a f il i a s La sintomatología esencial de 105 trastornos incluidos en esta subclase consiste en la de necesidades y fantasías sexuales intensas y recurrentes que generalmente suponen: 1. objetos no humanos; 2. sufrimiento o humillación propia del compa ñero (no simplemente simulada), y 3. niño o personas que no consienten. Estos trastornos se denominan desviaciones sexua les. El término parafilia es preferible porque subraya de una forma correcta que la desviación (para) yace en aquello que es atractivo para el individuo (filia). Para algunos individuos con parafilia, las fantasías o es tímulos parafílicos pueden ser necesarios siempre para la ac tivación erótica y se incluyen invariablemente en la actividad sexual. Cuando ésta no es real, se trata de representaciones (fantasías) en solitario o con un compañero. En otros casos, 35 las preferencias parafílicas se presentan sólo episódicamente; por ejemplo, durante periodos de estrés. En otras ocasiones, el individuo es capaz de funcionar sexualmente sin estímulos o fantasías parafílicas. Las imágenes de las fantasías parafílicas son frecuentemente estímulo para la excitación sexual de los individuos no parafílicos. Por ejemplo, la ropa interior femenina suele ser sexualmente excitante para muchos hombres: estas fantasías o necesidades son parafílicas sólo cuando el individuo actúa sobre ellas o cuando le afectan en exceso. Las imágenes de la parafilia, por ejemplo, el hecho de ser humillado por el propio compañero, pueden ser relativamen te inocuas y realizarse con un compañero que consiente. Sin embargo, es más frecuente que estas tendencias no sean com partidas por el compañero y por lo tanto éste se siente eróticamente excluido de la interacción sexual. En formas más extremas, las imágenes parafílicas se efectúan sobre un compañero que no consiente y pueden ser injuriosas para él (en el sadismo sexual) o para el propio individuo (en el ma soquismo sexual). Las parafilias que se incluyen aquí son, en general, trastor nos que han sido identificados específicamente por clasifica ciones anteriores. Algunas de ellas son relativamente comu nes en las instituciones que se especializan en el tratamiento de parafilias y otros problemas de conducta sexual (por ejem plo, pedofilia, voyeurismo y exhibicionismo); otras son me nos comunes en este tipo de instituciones (por ejemplo, el masoquismo y el sadismo sexual). Debido a que alguno de estos trastornos van asociados con compañeros que no con sienten, tienen una cierta significación legal y social. Los in dividuos que padecen estos trastornos no tienden a conside rarse a sí mismos como enfermos y, por lo general, sólo acuden al profesional de la salud mental cuando su conducta les ha 36 llevado a algún conflicto con los compañeros sexuales o con la sociedad. Variaciones en los métodos de funcionamiento y en la cualidad de los impulsos sexuales Sadismo Variación sexual en la que la satisfacción sexual —o por lo menos el placer sexual— se obtiene infligiendo dolor físico o psíquico al compañero sexual. Masoquismo Esta variación constituye la imagen en el espejo del sadismo. El individuo trastornado recibe placer o gratificación sexual por el hecho de ser lastimado físicamente o en forma mental por su compañero sexual. Exhibicionismo Constituye una variación sexual en la cual la gratificación sexual proviene de mostrar los genitales a la supuesta pre sa sexual. Voyeurismo y escopofilia El voyeurismo (fisgoneo) y la escopofilia constituyen tras tornos en los cuales el fisgón de los coitos y actos eróticos 37 obtiene un placer sensual y una gratificación sexual insó litos. Los conductistas definen la escopofilia como el pla cer sexual obtenido al observar prácticas sexuales y genitales, mientras que al voyeurismo lo definen como la observación de personas desnudas. Sin embargo, a menudo los términos se utilizan en forma indistinta, siendo más po pular el último. Nudismo Es considerado por algunos como una aberración debido a que erróneamente se iguala con el exhibicionismo. Sin em bargo, el nudismo social no constituye una desviación sexual. De hecho, la atmósfera global en la mayoría de los campos nudistas es, en virtud de reglas rígidamente refor zadas, más sugestiva de asexualidad que de permisividad sexual. Troilismo Consiste en compartir al compañero sexual con otra per sona, mientras que el tercer individuo observa el coito. Tam bién puede involucrar dos parejas que tienen relaciones sexuales al mismo tiempo, en presencia de los cuatro inte grantes. Travestismo Placer o excitación, ya sea emocional o sexual, proveniente de vestirse con ropa del sexo opuesto. 38 Transexualismo También llamado inversión del papel sexual,es un estado en el que la anatomía y la orientación del papel sexual de un individuo (identidad de género) son incompatibles. Transgenerismo Es un término relativamente nuevo en el campo de la sexología, y que se utiliza para aludir a una variación que se encuentra entre el travestismo y el transexualismo. Alteraciones de la identidad genérica en la infancia Analismo sexual El término alude al uso del ano (recto) para la copulación. La sodomía es otro término que se refiere a lo mismo, aunque la interpretación legal de la sodomía puede comprender una gama mucho más amplia de variación sexual. Variación en la elección del compañero u objeto sexual Pedofilia Constituye una forma de variación sexual, en la cual los adul tos obtienen placer erótico de las relaciones en una forma u otra con niños. Las prácticas de pedofilia incluyen exposi ción de los genitales al niño y manipulación y posible pene 39 tración del niño. Un estudio (Jaffe, 1976) mostró que 85% de los que molestan a niños habían mostrado una conducta como exposición indecente, manipulación de genitales, lenguaje obsceno y manoseo. En 11% de ellos hubo coito vaginal y penetración con violación. De todos los ofensores sexuales, alrededor de 30% son clasificados como pedófilos, siendo la mayoría hombres. Este grupo es habitualmente menos agre sivo y lastimante que los violadores, aunque el clamor ira cundo del público contra ellos es a menudo mayor. Muchos ofensores de los niños son alcohólicos o psicóticos de mentes torpes y totalmente asocíales. Bestialidad Es la gratificación sexual obtenida al enfrascarse en relacio nes sexuales con los animales. Necrofilia Constituye una desviación sexual rara, que emana de un tras torno emocional profundo casi siempre de proporciones psicóticas. Implica la gratificación sexual que emana de la vista de un cadáver o el tener el coito en él, seguido en oca siones por mutilación del cadáver. Pornografía y obscenidad El término pornografía (que viene de las palabras griegas ramera y escritura, es decir, anuncio de prostitutas) es el material escrito y fotográfico destinado en forma deliberada a excitar el impulso sexual. 40 Fetichismo Se define como una anomalía psicosexual, en la cual los im pulsos sexuales del individuo se fijan sobre un símbolo sexual que sustituye al objeto básico de amor. Habitualmente los artículos son acariciados, admirados y hechos parte de acti vidades sexuales. Frotamiento Constituye un acto ejecutado con el fin de obtener placer sexual al estrujar o rozar a la persona deseada y el perpetrador es denominado frotador. Dicha conducta a menudo pasa in advertida, ya que es llevada a cabo en lugares públicos con curridos, por ejemplo, en el metro, en un elevador. La diná mica de este comportamiento es probablemente similar a la del exhibicionismo. Saliromamía Constituye un trastorno sexual que se encuentra primordial mente en los hombres y que se caracteriza por el deseo de dañar o ensuciar el cuerpo o las prendas de vestir de una mujer o una representación de mujer. Gerontosexualidad Constituye una variación sexual, en la cual un joven tiene una preferencia distintiva por una persona de mayor edad, como el objeto de su intéres sexual. 41 Incesto Es el coito entre dos personas, casadas o no, que están empa rentadas muy cercanamente. Cambio de parejas Es el intercambio sexual de sus respectivos cónyuges entre dos o más parejas casadas. Clismafilia Alude al placer erótico obtenido de la aplicación de enemas o “lavativas” . Suele desarrollarse en época temprana de la vida como resultado del descubrimiento por parte del niño de una sensibilidad erótica en la porción baja del intes tino. Variación en el grado y potencia del apetito sexual Ninfomanía Es el comportamiento de una mujer cuyo apetito sexual anormalmente voraz opaca todas sus otras actividades. Es al gunas veces, aunque con rareza, el resultado de ciertas ano malías fisiológicas; más a menudo, el trastorno tiene bases psicológicas. 42 Satiriasis Es un deseo masculino exagerado de satisfacción sexual. Los factores causativos de este trastorno son similares a los de la ninfomanía. Promiscuidad Se define generalmente como la participación en el coito con muchas personas sobre bases más o menos casuales. Prostitución Es la participación en actividades sexuales buscando obtener recompensas monetarias. Violación Es llevar a cabo el acto sexual en contra de la voluntad de la otra persona. En la antigua China y en la India, el concepto de que al gunas formas de comportamiento sexual eran anormales re sultaba virtualmente inexistente. La idea de “crimen sexual” se limita estrictamente a aquellos casos en los que se inter fiere con la libre voluntad de otra persona, por ejemplo, la violación. 43 Sintomatología de la pedofilia La sintomatología esencial de este trastorno consiste en in tensas necesidades sexuales recurrentes y en fantasías sexualmente excitantes de por lo menos seis meses de dura ción, que implican actividad sexual con niños prepúberes. El individuo ha actuado de acuerdo con estas necesidades o se encuentra marcadamente perturbado por ellas. La edad de los niños suele ser de 13 años o menos. La edad del paciente se sitúa arbitrariamente a los 16 años o más y debe ser por lo menos cinco años mayor que el niño. En el caso de los ado lescentes mayores que presentan este trastorno no se especi fica una diferencia de edad precisa y en este caso debe utili zarse el juicio clínico; para ello, debe tenerse en cuenta tanto la madurez sexual del niño como la diferencia de edades. La gente que presenta pedofilia se declara sentirse atraída por los niños dentro de un margen de edad particular, que puede ser tan específico como el de un margen de sólo uno o dos años. Los individuos que se sienten atraídos por las ni ñas, las prefieren entre los ocho y los diez años, mientras que aquellos que están atraídos por los niños los prefieren algo mayorcitos. La atracción hacia las niñas parece dos veces más frecuente que la atracción hacia los niños. Mucha gente que padece pedofilia se excita sexualmente tanto con jovencitos como con chicas. Algunos individuos que padecen pedofilia sólo se sienten atraídos por niños (tipo exclusivo), mientras que otros también pueden sentir atracción por los adultos (tipo no exclusivo). La gente que presenta este trastorno y que actúa de acuer do con sus necesidades, puede limitar su actividad simple mente a desnudarlos, a observarlos, a exponerse en frente de ellos, masturbarse en su presencia o acariciarlos y tocarlos suavemente. Otros, sin embargo, efectúan una felacio o un 44 cunilingus o penetran la vagina, la boca o el ano del niño con sus dedos, objetos extraños o el pene, utilizando diversos gra dos de fuerza para conseguir estos fines. Estas actividades se explican comúnmente con excusas o razonalizaciones de que puedan tener “valor educativo” para el niño, que el niño ob tiene “placer sexual” o que el niño es “sexualmente provoca dor”, temas que por lo demás son comunes en la pornografía pedofílica. El individuo puede limitar sus actividades a sus propios hijos, a los ahijados o a los parientes, o puede hacer víctimas a los niños de otras familias. Algunos individuos que pade cen el trastorno amenazan a los niños para impedir que ha blen. Otros, particularmente aquellos que lo hacen con fre cuencia, desarrollan técnicas complicadas para conseguir niños, como ganarse la confianza de la madre, casarse con una mujer que tenga un niño atractivo, comerciar con otros que tengan el mismo trastorno o incluso, en casos raros, adop tar niños de países no industrializados o encargarse del cui dado de hijos de desconocidos. Excepto en aquellos casos en que el trastorno está asocia do al sadismo sexual, el individuo puede ser muy generoso y muy atento a las necesidades del niño en todos los aspectos que no sean los del comportamientosexual, con objeto de ganarse su afecto, interés o lealtad e impedir que lo cuente a los demás. El trastorno empieza por lo general en la adolescencia, aun que algunos pedófilos manifiestan que no llegaron a sentirse atraídos por los niños hasta la edad intermedia de la vida. El curso es crónico por lo general, especialmente en los que se sienten atraídos por los muchachos. La frecuencia de la con ducta pedofílica a menudo oscila de acuerdo con el estrés psicosocial. El promedio de individuos afectados de pedofilia que tienen preferencia por el propio sexo es aproximadamen 45 te el doble del de los que prefieren al sexo contrario. Muchos pacientes con este trastorno han sido víctimas de abusos sexua les en la infancia. L a s e d u c c i ó n d e l a v í c t i m a Imaginemos a un ofensor sexual en una casa; supongamos que es un tío que llega a pasar una temporada, o un primo que viene a estudiar, o un padre alcohólico o una madre seducto ra. El ofensor va a tener que seleccionar a la víctima de la misma manera que lo haría cualquier criminal. Para secues trar a alguien se piensa antes quién tiene mejores posibilida des de ser secuestrado y que es secuestrable por sus caracte rísticas económicas. Para llevar a cabo un asalto de un local comercial, antes se miden las posibilidades de que eso tenga éxito. El ofensor sexual no va a exponer su vida o su libertad de manera tan insensata como hacerlo con el primero que se le ocurra. Tiene que haber un pensamiento previo o bien la preparación como hacen algunos asaltantes de casas que lle gan incluso a seducir al personal de servicio o a asociarse con ellos para lograr sus fines. El delito imprudencial es el único en el que yo podría con siderar que no hay premeditación, alevosía y ventaja. Pero cuando se trata de seducir y conseguir la aceptación sexual, es decir, la aceptación de ser violado en la intimidad emocio nal o física, en la credibilidad o la inocencia, el niño tiene que tener ciertas características. Definitivamente el agresor sexual no lo haría con todos. Si en mi casa hay tres hijos y veo que uno de ellos tiene “menos carácter”, tengo que saber que es el que podría ser víctima y sucumbir ante una tentativa de abuso. Sé que los otros dos no se dejarían tocar un cabello. 46 Estos niños van a presentar muchos síntomas en la persona lidad: la timidez, el retraimiento, el aislamiento, quizá la falta de la alegría de vivir, la aparente necesidad de protección. Se ha visto que los ofensores sexuales homosexuales puede des pertar la preferencia sexual de un muchacho, van a buscar un determinado tipo de jovencitos. O sea que presentan caracte rísticas que podrían ser definitivamente observadas. Los niños que no participan en los deportes, los que ahora llaman “nerds”, los callados, éstos, en la mira de un sacerdote con preferencias homosexuales o de un tío violador, son la víctima ideal y va a empezar el proceso de seducción en el que se le acercarán a preguntarle: “¿Por qué estás solo?” “¿Qué te pasa?” “¿Qué tienes?” “Yo te quiero mucho.” “Vente a platicar conmigo.” “Yo sí te comprendo.” Así van ganado la confianza de la vícti ma. Éste no es el violador desconocido que se va a encimar brutalmente sobre el cuerpo de la víctima. No, aquí hay otro proceso en el que se selecciona a la víctima porque la víctima también, como el ofensor, tiene patología. El trauma Una vez que aquello sucede, viene el sentimiento de culpa y cuando éste se desarrolla es un freno para todo. Provoca un pánico que mantiene a la víctima callada. La víctima piensa que fue ella quien propició todo y en muchos casos es la res puesta que reciben hasta de sus propios padres: “Tú tuviste la culpa”, o más grave aún: “¿Quién sabe que habrás hecho para propiciar que te anduvieran tocando”. Este sentimiento de culpa los arruina para toda la vida porque un niño al que le sucede esto queda con la idea de que ya sucumbió al homo sexualismo, da por hecho que ya se convirtió en un ho mosexual, lo cual es algo malo. 47 Ésta es la sentencia fatal de los niños que han sido seduci dos por homosexuales, que creen que ya tienen negadas las posibilidades de llevar una vida sexual normal y están con denados de por vida a las relaciones homosexuales. En 30 años de carrera profesional, sólo he encontrado dos casos en los que el homosexualismo viene claramente de un factor genético y todos los demás fueron originados por una sentencia como ésta. En el caso de la niña que ha sido víctima de abuso en el ámbito familiar, en la mayoría de los casos se trata de un incesto con la complicidad de la madre. La niña no quiere interactuar amorosamente, íntimamente y mucho menos sexualmente con los que pertenecen al gene ro de su ofensor. Lleva la idea de que los hombre son malos, atacan, violan, lastiman, amenazan y por lo tanto no quiere ninguna relación con hombres. En la búsqueda del cariño y el amor le es más fácil interactuar con niñas. Todos vemos que las niñas con toda tranquilidad pueden ir por la calle to madas de la mano, o duermen juntas sin que esto sea mal visto y nadie ponga el grito en el cielo como lo harían si vie ran a dos niños hacer lo mismo. Pero cuando además la madre es una cómplice silenciosa del abuso, la niña, además de haber aprendido que no puede confiar en los hombres, pierde la confianza en las mujeres porque deduce que éstas traicionan. Entonces viene la bús queda de mujeres que tengan características masculinas, como las que antes eran llamadas “marimachos”. Cuando sí ha habido la ternura y el apoyo por parte de la madre, la muchacha va a escoger el camino de la homo sexualidad con una mujer tan femenina como su madre. Es por esto que llama la atención que haya mujeres involucradas homosexualmente con mujeres horrorosas en cuerpo y alma, y otras que escojan como parejas a mujeres 48 muy atractivas y muy femeninas, doblemente femeninas, como decía Simone de Beauvoir. Pero en ambos casos, lo primero que sucede es el rechazo por el hombre. En un caso buscarán el apoyo masculino en una mujer gigantoide con características muy masculinas y en el otro simplemente bus carán amor. Por esto no resulta sorprendente que en la búsqueda de los orígenes de la homosexualidad, más allá de los casos de ori gen genético y hormonal, encontremos el abuso sexual en la infancia. El aspecto psicodinámico de la preferencia homo sexual es definitivo y fundamental en el adulto y siempre tie ne que ver con una patología emocional. En el caso de abuso sexual por parte de una mujer homo sexual ya adulta, también va a escoger a una niña con ciertas características. En el caso de las religiosas, en donde la ho mosexualidad llega en algunos sitios hasta el 100%, se elige a las novicias que tienen estas características, no sólo las más inocentes, más jovencitas, más sensibles, sino a las más en fermas para que cancelen su sexualidad y la oportunidad que la vida les da de ser productivas, sobre todo en lo espiritual, y se recluyan con otras mujeres que ya están influidas por esa patología. Cuando hablamos del misticismo como patología, no como un elemento espiritual —el misticismo a grandes extremos si pensamos en Santa Teresa de Avila y sus éxtasis, es decir, sus orgasmos pensando que Dios la penetraba—, tenemos que suponer que la patología de la mayor parte de los estudios que se han hecho sobre el monacato, el poder dentro de los mo nasterios y las monjas que ocupaban lugares distinguidos en los monacatos que iniciaron a finales del siglo xv y princi pios de siglo xvi ya con sus reglas y la imposición de la vida en claustro al estilo de los monjes varones, o sea, la aparición de las concepcionistas. Es entonces cuando la élite de algu- 49 ñas mujeres que escogen el camino espiritual a través del monacato y tienen dominio sobre las otras, las mujeres po bres que llegan por pobreza. Mujeres que son vendidas al monasterio y que pagan con trabajo y con cuerpoel que se les permita estar ahí. Cuando las monjas empiezan a educar se, esas monjas con cierta categoría intelectual, vienen a ser las predilectas de otras mujeres, como en el caso de Sor Jua na y la virreina. Por esto es muy importante saber que existe la patología previa. Habría que preguntarse por qué Sor Juana escoge el monasterio, porque era la única manera de destacar en la vida intelectual que era la que expresaba. En aquel entonces no podía pertenecer a un gremio intelectual ni a un grupo de escritoras. Pero de la misma manera que el ofensor sexual puede ele gir a su víctima basado en estos síntomas, puede perfecta mente un padre o un maestro identificar a la posible víctima de entre un grupo de niños, reconocer la patología y hacer algo al respecto. Mecanismos de defensa Los mecanismos de defensa más conocidos son la negación, la racionalización, la intelectualización y la proyección. A estos mecanismos de defensa antes se les llamaba intra- psíquicos, todos estos recursos tramposos pero eficaces que la mente humana tiene para aliviar la angustia nonógena (que se engendra dentro de la mente de un sujeto sin un ori gen real o conocido), ya sea la angustia existencial o la an gustia que producen en el ser humano los actos de mal juicio o los actos aberrantes, tanto los que el sujeto comete como los que lo han hecho víctima de alguna u otra manera. Po 50 dríamos decir que la mente humana tiene que sufrir un proce so para tratar de lograr que se haga aceptable para el sujeto lo que es inaceptable. En estas trampas de los mecanismos de defensa, como todo en psiquiatría, hablamos de funcionalidad y de disfuncionalidad. Esto quiere decir que el recurso de la negación, por ejemplo, nos sirve durante un tiempo llegando a ser funcional en algunos casos como en el duelo, “no puede ser que haya pasado esto”, o cuando un miembro de la pareja dice: “Ya no te quiero, no quiero vivir contigo porque amo a otra persona”, después de la sorpresa viene la negación y la persona se dice cosas como: “No es cierto, no puede ser, esto no me está pasando a mí. Debe estar confundido, o segura mente está deslumbrado por otra persona que debe ser una lagartona o un Don Juan, no es posible que tantos años de matrimonio los tire a la basura, no se da cuenta de lo que está haciendo, está confundiendo el sexo con el amor, pero no puede ser” . Esto funciona un tiempo, como puede funcionar a una niña víctima de abuso sexual por parte del padre o el hermano, y que diga: “No es malo, yo sé que mi papá me quiere, algo debe estar sucediendo para que él esté haciéndome lo que me hace”, o el mismo pariente puede decirle: “Lo que quiero es enseñarte lo que es el amor y la sexualidad para que ‘cuando tú salgas a la vida’ sepas defenderte de lo que los hombres te van a querer hacer, mejor lo aprendes conmigo y así ya no te van a hacer daño”. La niña hace como que lo cree, necesita racionalizar o intelectualizar lo que lo están diciendo para negar la naturaleza ofensiva del abuso sexual o incesto. Esto le resulta funcional quizá durante años, le sirve para vivir tranquila. Pero cuando esa misma niña, o en el caso del hom bre o la mujer que sufrieron el abandono de su pareja, regre san a la realidad y dejan de usar mecanismos de defensa, el recuerdo de ese daño o dolor hace que el mecanismo de 51 defensa ya sea disfuncional. Cuando se cobra conciencia de esto, para sobrevivir a ese dolor, el individuo empieza a in ventar el autoengaño, es decir, empieza a mentirse a sí mis mo, ya no es un mecanismo de defensa del subconsciente por que ya se dio cuenta de que eso que le sucedió se llama inces to, que el familiar que acariciaba a la niña no le estaba de mostrando su cariño, no, “esos cabrones eran unos ofensores que me hicieron daño y ahora que yo estoy enfrentándome a mi sexualidad con mi pareja, y resulta que padezco de una disfunción severa por que tengo fobia a la relación sexual, no sé qué hacer. Ya estoy consciente” , y ahí es donde empieza el autoengaño. Solamente las personas que se autoengañan empiezan a vivir en la fantasía y en el mito, es por esto que después, cuando tienen que interactuar con otros, se ven en la necesi dad de mentir acerca de sí mismas. Esta mentira constante para interactuar como si se fuera una persona sana que no tiene un pasado doloroso, muchas veces hace que estos suje tos se lleguen a creer ya conscientemente sus mentiras dando origen a la mitomanía (la manía de mentir creyéndose las cosas para seguir viviendo en medio de fantasías). Podría mos afirmar que es tanto el dolor que se tiene cuando se ha cobrado conciencia de los años en los que se ha vivido con el mecanismo de defensa, que la persona no encuentra otra sali da más que la negación. La mentira no es un mecanismo de defensa inconsciente, la mentira es un acto consciente para seguir viviendo sin resolver absolutamente nada. Es por esto que la recuperación siempre se inicia con la aceptación del problema. Por ejemplo, en los grupos de Neuróticos Anónimos se dice: “Acepto mi derrota ante las emociones y que mi vida ha llegado a ser ingoberna ble” , o en el caso de los Alcohólicos: “Acepto mi derrota ante el alcohol”. Se está dando el primer paso para la recuperación. 52 Es importante hacer hincapié en la palabra recuperación porque no estamos cambiando a nadie, vamos a tratar de que recupere lo que era verazmente antes del duelo o daño que pri mero le causó el mecanismo de defensa y luego la mentira. Llama la atención la cantidad de personas que llaman al programa de radio y estando en vivo, aunque anónimamente, dicen muchas mentiras. Cuando se miente en público, ya sea a través de la radio o en una terapia de grupo frente a sus compañeros, está diciendo lo que hasta ese momento creía conscientemente que era su verdad. Sin embargo el hecho de exponer a otros lo que siente o lo que cree que le pasa, ya es un acto que inicia el proceso de aceptación. Al hablar frente a otros que ya han vivido anteriormente esa experiencia, se ve obligado a intentar decir la verdad; esto porque, como se dice, “entre gitanos no se puede decir la buenaventura”. En un grupo de alcohólicos anónimos no se puede parar un individuo frente a los demás y decir que él es un santo, que empezó a beber porque su papá no lo quería. Tiene que subir a decir la verda dera naturaleza de sus actos y lo que él considera que es el origen de esos actos aberrantes o de mal gusto. En el caso de la radio, la persona sabe que la están escu chando dos profesionales y además la escucha un público que puede ser sumamente numeroso, mucho más de lo que los radioescuchas suponen, y se está exhibiendo mintiendo rudamente, incurriendo en error tras error, con incongruen cias y contradicciones, como una forma de hacer evidente su incapacidad para asumir la realidad. De hecho es como decir: “Miren cuántas pendejadas estoy diciendo, no caigan en mi trampa como han caído otros pendejos, ¡sacúdanme! para que entonces yo pueda decir la verdad”. Hay una circunstancia muy curiosa. En los años que lleva mos haciendo los programas de radio, hemos confrontado una gran cantidad de personas que mienten al compartir con no 53 sotros su testimonio y nunca ha habido alguien que cuelgue el teléfono cuando yo lo cuestiono, es como si quisiera que se le siguiera cuestionando para confrontarlo; con su mentira. De hecho, cuando descubro la mentira, intencionalmente empiezo a cuestionar al radioescucha porque es una técnica terapéutica en la que se trata de poner en evidencia el aquí y el ahora. Lo que la persona está haciendo es implorar ayuda diciendo mentiras. Cuando llama una persona diciendo que se quiere suicidar y nos damos cuenta de que es una actitud histriónica, es claro que no está pidiendo ayuda para que vayamos a bajarla de un balcón o le quitemos las pastillas que tiene en su mesa de noche. Está llamando para otra cosa, pero tiene que usar un recurso yen muchas ocasiones, especialmente en la radio, el recurso es victimizarse, colocarse en el papel de víctima y mentirse acerca de la realidad, como en el caso de los niños o niñas de los que abusaron y ahora son adultos. Yo insisto en que tuvo que haber patología, no permisividad, no compla cencia, sino una patología previa para permitir la ofensa y después quedarse callado. En muchas ocasiones la gran cul pa que los obliga a mentir es precisamente el silencio en el que permaneció la ofensa. Muchas muchachas que han teni do relaciones con el novio y temen ser descubiertas dicen algo que es verdaderamente estúpido: “Es que estuvimos en una fiesta y me dieron algo en el refresco y no me di cuenta de que me violaron” . Eso no es cierto, han intentado decir que se les daba algún estimulante como el clorhidrato de hirodintina, que es un estimulante especial para las vacas en celo y lo han usado algunos urólogos que saben de penes pero que no saben de sexualidad humana, y perdieron el con trol sobre su erotismo o su libido y tuvieron que abandonarse al efecto del medicamento y entregarse a los brazos de su pareja. Esto tampoco es cierto, no puede pasar aunque se 54 incremente el deseo sexual de una persona tomando esta sus tancia, prevalece el elemento consciente que decide si abre las piernas o no, el músculo más poderoso de la mujer es el sartori, que le permite enredar las piernas de modo que no se las abre nadie. Quienes dicen que les dieron una pastilla para dormir y entonces no se dieron cuenta que pasó ni quién fue, en el 99.99% de los casos no es cierto. Cuando llaman para decir estas mentiras, en realidad están diciendo que tuvieron relaciones sexuales y no saben qué hacer porque están em barazadas. El ser humano, por multitud de situaciones culturales en las que además interviene el terrible miedo a enfrentar el cas tigo, o de simplemente enfrentar la realidad como castigo, tiene que hacerse a un lado y vivir en la irrealidad, tiene que mentir. Aunque hay grados diferentes de conciencia al men tir, como por ejemplo en el político que ofrece democracia y es un represor, aquí estamos hablando de otro tipo de menti ra; ésta es deliberada. L a m e n t i r a a l m é d i c o Los médicos desgraciadamente no contamos más que con la sinceridad del paciente. Mentir al psicólogo es lo mismo que decirle a un médico general que a uno le duele la garganta cuando lo que le duele es el estómago. No se puede hacer un diagnóstico con una información distorsionada. Muchas personas se acostumbran a mentir en su hogar con el fin de conseguir atención o conmiseración y hasta se mien ten a sí mismas. Esta costumbre se vuelve hábito y uno puede detectar que llegan al consultorio no en busca de curación sino más bien buscando conmiseración, afecto o peor aún, una confirmación del papel de víctima que han elegido jugar. 55 Solamente una personalidad histérica, un trastorno histrió- nico de la personalidad puede hacer estas cosas. Insisto en que esto se detecta fácilmente porque el paciente cae en cons tantes contradicciones siempre que está tratando de justifi carse. En estos casos, el primer paso debe ser confrontar la men tira, pues mientras un paciente mienta tanto a los demás como a sí mismo, no va a poder solucionar nada. Un ejemplo muy claro se ve hoy en día en los supuestos “embarazos no deseados”, que con la abundancia de infor mación que actualmente tenemos en los medios, sería casi imposible que sucediera. La realidad es que muchas mujeres lo provocan o dejan que suceda porque creen que con eso van a atraer a su pareja y en cierto sentido a manipularla, y digo creen porque en la mayoría de los casos se trata de una situa ción que afecta más a la relación de lo que la beneficia. Mientras una persona con este tipo de trastorno no acuda a un tratamiento de por vida, como puede ser un grupo de Neuróticos Anónimos, seguirá chantajeando a quien se deje. C a r t a a l p r o g r a m a d e r a d i o K e l l y , L a m m o g l i a y l a F a m il ia “ESTRELLA” Estimado doctor: Me da muchísima pena exponerle mi caso, pero de verdad me siento muy mal mentalmente. Hace 12 años conocí al que actualmente es mi esposo, tene mos 10 de casados. Yo tengo un hijo de 20 años al que mi espo so quiere y trata como si fuera propio, mismo motivo por el cual mi suegra y mi cuñada nunca me han aceptado. Por diferentes 56 razones, las cuatro veces que me embaracé de mi esposo, éstos no se lograron. Antes de casarnos él me dijo también que tenía un hijo, al cual yo conocía como su hermano menor, ya que está registrado como tal. Aproximadamente dos años después de casados, al ver el tra to que me daba su familia, especialmente su hermana, empecé a sospechar cosas muy desagradables por parte de su hermana que yo misma no podía creer, hasta que descubrí por mi parte la verdad. Mi esposo no pudo ya seguir ocultándome la verdad y terminó confesándome que su hijo era de él y de su hermana, que él estaba muy chico cuando esto sucedió. Actualmente los dos tenemos 39 años pues somos de la mis ma edad, su hermana tiene 44 años y a la fecha permanece sol tera, y el muchacho tiene 23 años. Siempre he recibido las ofensas de su mamá como de su her mana, me tachan de tal por cual por el hecho de que yo ya era divorciada cuando lo conocí. Si para ellas soy todo lo que di cen, ¿cómo las puedo llamar yo a ellas?, ¿o no lo cree? Sobre todo no puedo comprender cómo mi suegra no lo dejaba llevar muchachas a su casa y cuando esto sucedía las corría lo mismo que a mí, pero aun así me casé con él pues lo quería mucho. Ahora, le he pedido a mi esposo que elija entre ellas o yo, me dice que a mí pero todavía tienen mucha influencia en él. Pues bien, no habiendo yo superado del todo esa verdad, hace tres años mi esposo empezó a tener todo tipo de relaciones con una secretaria de donde trabajaba, de 20 años de edad. Yo me enteré de esto casi un año después por él mismo. Cuando me lo confesó me dijo que esta persona estaba embarazada, ¿se ima gina lo que sentí al enterarme que otra estaba esperando un hijo?, ¿algo que yo no pude darle? Me sentí muy decepcionada de él porque me falló, tanto luchar y padecer junto a él por nuestro matrimonio. Ahora sé que sí rompió con esa relación desde que me lo confesó, ya que posteriormente ella se casó con el verdadero 57 padre de su hijo, pues nada más le hizo creer que era de mi esposo sin ser verdad, pero el dolor que sentí es difícil de olvidar. No sé cómo mi suegra se enteró de esto pero por mi esposo no fue, está muy insistente en que me deje y en que reconozca a ese niño y que lo quiere conocer pese a que no es de él. A pesar de que él se muestra verdaderamente arrepentido, yo ya no tengo confianza ni siento por él lo mismo. Tengo mucha tristeza, pues además fui hija golpeada por parte de mi padre. La muchacha me sigue insultando por teléfono tanto a mi casa como a mi trabajo. La verdad me siento impotente ante mi vida por lo que le pido ayuda por favor. Doctor, me gustaría que pasara al aire tal y como escribí, pero su respuesta dirigiéndose a mi como ESTRELLA De antemano muchas, pero muchas gracias. 58 2. El agresor sexual La mayoría de los padres que cuidan a sus hijos se sienten seguros cuando éstos se encuentran en compañía de una perso na a la que califican de alguna de estas formas: “confiable”, “en cantador”, “familiar”, “muy conocido”, “pariente”, “impeca ble , religioso”, “bondadoso”, etc. Sin embargo, la realidad es que en casi todos los casos de abuso sexual en la infancia, el agresor tenía una o más de estas etiquetas. La mayoría de los casos ocurren dentro del hogar, Es donde uno ha puesto estos calificativos es donde hay que tener más cuidado y muy especialmente donde exista un niño o niña con las características que veremos en el siguien te capítulo. Veamos una de las secuencias más comunes de cómo suele ocurrir esto: C o m p o r t a m ie
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