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I. HORMONAS TIROIDEAS 1. Estructura y biosíntesis Las hormonas tiroideas son la tetrayodotironina o ti- roxina (T4) y la triyodotironina (T3), que poseen estruc- tura de aminoácidos derivados de la tironina, yodada en cuatro y en tres posiciones, respectivamente (fig. 53-1). Ambas se sintetizan en las células epiteliales de la glán- dula tiroides que se alinean en la pared de los folículos; en su porción apical se encuentran numerosas microve- llosidades que penetran en el coloide folicular y es en esa porción donde se llevan a cabo los procesos de yodación, exocitosis y resorción del coloide. El tiroides posee ade- más las células parafoliculares o células C, que producen calcitonina. La secreción tiroidea se encuentra sometida a la in- fluencia reguladora constante del eje hipotálamo-hipo- fisario, en los términos descritos en el capítulo 49. Existe un mecanismo de autorregulación muy preciso mediante el cual tanto la T3 como la T4 inhiben la respuesta de la TSH a la TRH (fig. 53-2). En cuanto a la acción de di- versos factores humorales y nerviosos que influyen sobre la secreción de TRH, véase el capítulo referido. 53 Hormonas tiroideas y fármaco J. A. Amado y J. Flórez OHO l l OHO l l l l l 3' 5' 5 3 CH2 –CH NH2 COOH 3,5,3',5'-Tetra Tiroxin 3,5,3'-Triyodotironina (T3) Fig. 53-1. Estructura de 1.1. Transporte y acumulación El yoduro penetra en la célula tiroidea desde la sangre y el líquido ex- tracelular por un sistema de transporte activo. El interior de la célula fo- licular mantiene un potencial eléctrico negativo respecto al espacio in- tersticial y a la luz del folículo; probablemente el yoduro es transportado activamente en la célula contra este potencial negativo y difunde después pasivamente a favor del gradiente electroquímico hacia el espacio foli- cular. El transporte activo requiere energía, que depende de la forma- ción permanente de energía asociada a enlaces fosfato. Además, este sis- tema de transporte está relacionado estrechamente con la función de un sistema ATPasa-Na+/K+, habiéndose propuesto un mecanismo de co- transporte para el sodio y el yoduro. Pero, aunque la TSH activa ambos procesos, el transporte de yoduro y el sistema de la ATPasa, no siempre responden los dos en forma paralela a otros estímulos. No se conoce la naturaleza del transportador de yoduro, pero existen lecitinas en el te- jido tiroideo capaces de unirse al I– reversiblemente. La capacidad de concentrar yodo es muy grande, pudiéndose al- canzar en la célula tiroidea concentraciones 25 veces mayores que las del plasma. Pero esta capacidad no es selectiva para el I–, por cuanto los mismos mecanismos pueden concentrar otros aniones, entre los que destacan el perclorato y el pertecnetato, que llegan a actuar como in- hibidores competitivos. El tiocianato, otro anión monovalente que inhibe el transporte de yoduros, no es concentrado en la glándula y ac- túa quizá desacoplando la fosforilación oxidativa del tiroides. La TSH activa y el propio I– inhibe el sistema de transporte, como se explicará más adelante. Otros tejidos de origen intradérmico, como las glándulas salivales y gástricas, concentran asimismo yodo por un mecanismo parecido que también es inhibido por los iones antes señalados; en cambio, no res- 917 s antitiroideos l CH2 –CHNH2 –COOH OHO l l CH2 –CH NH2 COOH yodotironina a (T4) 3,3',5'-Triyodotironina (r T3) las hormonas tiroideas. 918 Farmacología humana ponden a la acción estimuladora de la TSH, probablemente porque ca- recen de los receptores específicos. 1.2. Oxidación y acoplamiento Una vez introducido el yoduro, se inicia una serie de reacciones en cadena para sintetizar las hormonas tiroideas. Básicamente consisten en la yodación de radicales tirosilo presentes en la molécula de tiroglobulina, una glucoproteína (PM: 660.000) que contiene glucosa- mina, manosa, fucosa, galactosa y ácido siálico. La molécula de tiro- globulina consta de cuatro cadenas peptídicas y contiene unos 120 re- siduos de tirosina, de los cuales sólo unos pocos llegarán a ser yodados, aunque la cantidad varía según las circunstancias. La primera reacción consiste en la oxidación del yoduro y la incor- poración del producto intermedio resultante en los radicales tirosilo de la molécula de tiroglobulina, para formar monoyodotirosilo (MIT) y di- yodotirosilo (DIT). Esta oxidación se realiza mediante peroxidasas que abundan en la célula tiroidea. El producto intermedio de la peroxida- ción del yoduro, es decir, la forma activa puede ser el ion yodinio (I+) o un radical libre de yodo. El peróxido de hidrógeno necesario para oxi- dar el yoduro deriva de la autooxidación de enzimas flavínicas que ac- túan como oxidasas-NADH y oxidasas-NADPH, por lo que su génesis se halla asociada a las transferencias de electrones derivadas de diver- sas oxidaciones en las mitocondrias de la célula tiroidea; las peroxida- sas se encuentran en la membrana celular. Posteriormente se acoplan dos radicales de DIT para formar un ra- dical tetrayodotironilo propio de la T4 que estará formado por dos ani- llos diyodados unidos por un enlace éter, con pérdida de un radical de alanina; un radical MIT se puede unir a otro DIT para formar el radi- cal triyodotironilo propio de la T3. Las síntesis de yodotironinas me- diante la reacción de acoplamiento requieren condiciones oxidativas en las que interviene una peroxidasa, quizá la misma que actúa en la oxi- dación inicial del yoduro, aunque existen algunas diferencias de tipo fi- siológico entre ambas reacciones; por ejemplo, la reacción de acopla- (+) (+) (–) (–) (–) (–) (–) (–) T4 T4 T4 T3 T3 T3 TSH Hipotálamo Tiroides Hipófisis DA TRH SOM Fig. 53-2. Mecanismos de autorregulación de la secreción de hormonas tiroideas. La somatostatina (SOM) y la dopamina (DA) no se consideran inhibidores selectivos. miento suele ser más sensible a determinados factores que la reacción de yodación de los radicales tirosilo. 1.3. Liberación y regulación Los radicales triyodotironilo y tetrayodotironilo permanecen an- clados en la molécula de tiroglobulina, que constituye así un depósito de gran capacidad de hormonas tiroideas. La liberación de éstas en su forma libre, es decir, como T3 y T4, exige un proceso previo de proteó- lisis que se lleva a cabo en la propia célula folicular. Los estímulos apro- piados (p. ej., la TSH) provocan la formación de seudópodos con en- docitosis de coloide, formación de vesículas, fusión de éstas con liso- somas y formación de «fagolisosomas», en los cuales se encuentran las proteasas; es en éstos donde se produce la hidrólisis de tiroglobulina mediante la cual las peptidasas liberan T3 y T4, que pasan a la circula- ción, y MIT y DIT que permanecen dentro de la célula y sufren pro- cesos de deshalogenación para que el yodo vuelva a ser utilizado. La hidrólisis es facilitada por la reducción de enlaces disulfuro de la tiroglobulina; esta reducción es provocada por una transhidrogenasa que utiliza glutatión reducido (GSH), el cual, a su vez, se forma a par- tir del glutatión oxidado mediante la acción de la glutatión-reductasa dependiente de NADPH. Todo el proceso de síntesis y liberación se encuentra regulado por diversos factores, de los que la TSH y el propio yodo son los más im- portantes. Como se explicó en el capítulo 49 (IV), la TSH estimula el transporte activo de yoduro, la actividad peroxidásica que interviene en la halogenación del radical tirosilo y en el acoplamiento, la actividad proteásica que libera T3 y T4 e, incluso, la deshalogenación de MIT y DIT en la célula tiroidea. El yodo controla, por una parte, el sistema de transporte activo, de forma que su velocidad de transporte y su sensi- bilidad a la TSH varían inversamente con la concentración glandular de yodo orgánico, y, por la otra, el exceso de yodo frena los procesos de proteólisis y de liberación de hormonas tiroideas. No se conoce exac- tamente el mecanismo por el que actúa el yodo: se sabe que inhibe la estimulación de la adenililciclasa tiroideaproducida por la TSH o por las inmunoglobulinas estimuladoras de la enfermedad de Graves y que la yodación creciente de la tiroglobulina (la cual aumenta cuando el am- biente de yodo es elevado) la hace más resistente a la hidrólisis de las proteasas. La T4 se produce exclusivamente en el tiroides (80-100 mg/día) y se considera una prohormona, mientras que la T3 es la hormona biológi- camente activa. Contrariamente a la T4, tan sólo el 20 % de la T3 se debe a secreción directa del tiroides. El 80 % restante se produce en tejidos extratiroideos por monodesyodación de la T4. Aproximadamente, el 40 % de la T4 secretada se desyoda a T3 en el hígado y el riñón, me- diante la 5'-desyodasa de tipo I, una proteína que contiene selenio. La necesidad de que esta enzima contenga selenio-cisteína como parte esencial de la unidad catalítica es la responsable de que el paso de T4 a T3 pueda verse alterado en las situaciones de deficiencia de selenio en la dieta. Esta enzima es inhibida por el fármaco antitiroideo propil- tiouracilo (v. II). En la hipófisis, en el SNC y en el tejido adiposo pardo existe además la 5'-desyodasa de tipo II, que es responsable de la con- versión local de T4 a T3 en determinados tejidos (50 % en la hipófisis y 80 % en el SNC). Estas desyodasas se llaman también desyodasas del anillo externo (porque tienen capacidad para retirar el I tanto de la po- sición 3' como de la 5', fig. 53-1) y se diferencian, aparte su localización, en que la desyodasa de tipo II no contiene selenio, no es inhibida por el propiltiouracilo y tiene una alta afinidad por la T4. 2. Transporte y metabolismo Las hormonas tiroideas T4 y T3 se encuentran en el plasma unidas a diversas proteínas. El 60 % de la T4 cir- culante está unida a una inter-a-globulina fijadora de ti- roxina (TBG), que es una glucoproteína; el 30% está unido a una prealbúmina (TBPA) y el 5 %, a la albúmina; sólo el 0,03 % de T4 está en forma libre. La T3 no tiene afini- 53. Hormonas tiroideas y fármacos antitiroideos 919 dad por la TBPA y se fija a la TBG, aunque con menor afi- nidad que la T4; se encuentra el 0,3-0,5 % en forma libre. La enorme extensión de la fracción unida a proteínas la dota de cualidades de órgano de depósito, mostrando un equilibrio con la fracción libre, que es la forma activa. Son varios los factores fisiológicos, patológicos y far- macológicos que pueden interferir en la unión a proteí- nas y que, indirectamente, podrían alterar la actividad ti- roidea (tabla 53-1); pero si los procesos de aclaramiento y regulación son normales, entran en juego mecanismos de compensación que equilibran el incremento o dismi- nución en la unión a proteínas sin que se modifique la concentración de T4 libre ni su velocidad de acceso y ac- ción en los tejidos. El depósito extratiroideo de T4 es de 800-1.000 mg y en su mayor parte es extracelular. La velocidad de recambio de la T4 es del 10 % diario por lo que, en ausencia de se- l– l– l– [ ]l 02 T3 T4 MIT DIT T4 T3 mg40 mg20 mg35 mg35 rT3 Otros metabolitos Plasma MIT DIT Célula tiroidea (90 g)m Fig. 53-3. Procesos de captación de transporte de yodo y sín- tesis, liberación y metabolización de hormonas tiroideas. Tabla 53-1. Circunstancias que alteran la fijación de T4 a la TB Aumentan la fijación Trastornos genéticos: hiperproducción de TBG Trastornos adquiridos Hormonales: estados hiperestrogénicos (embarazo, recién nacid conceptivos orales), hipotiroidismo y tamoxifeno Otros fármacos: perfenazina, opioides, clofibrato y 5-fluorourac Enfermedades no endocrinas: porfiria aguda intermitente, hepa carcinoma hepatocelular, mieloma, hipogammaglobulinemia Reducen la fijación Trastornos genéticos: deficiencia congénita parcial o total de TBG Trastornos adquiridos Hormonales: andrógenos y anabolizantes, glucocorticoides a do Fármacos: L-asparraginasa, antiinflamatorios no esteroideos, ác Enfermedades no endocrinas: enfermedades graves, malnutrició nefrótico y cirrosis hepática creción, el organismo dispone de T4 en cantidades apre- ciables durante varias semanas (su semivida en la circu- lación es de unos 7-8 días en las personas eutiroideas; esta semivida se alarga en el hipotiroidismo y se acorta en el hipertiroidismo). La baja velocidad de recambio de la T4 se debe básicamente a la intensa fijación de esta hormona a sus proteínas transportadoras. La tasa de producción diaria total de T3 es de 30-45 mg. El depósito extratiroideo de T3 contiene aproximada- mente 50 mg y se localiza, en su mayor parte, intracelu- larmente. La T3 se degrada mucho más rápidamente que la T4, siendo su velocidad de recambio del 50 % diario. Por ello, la disminución de la producción de T3 altera rá- pidamente su disponibilidad a nivel tisular (su semivida en sangre es de 1 día). Aproximadamente, el 40 % de la T4 segregada por el tiroides es convertida en un metabolito inactivo, T3 in- versa (rT3), por la acción de la 5-desyodasa o desyodasa del anillo interno, que elimina el I en posición 5 o 3. La producción diaria de rT3 es de 30-40 mg, de la que más del 95 % es de origen extratiroideo y se aclara de la circula- ción incluso más rápidamente que la T3. El 20 % restante de T4 se inactiva mediante: a) conjugación con sulfato o glucuronato; b) desaminación oxidativa y descarboxila- ción, lo que produce ácido 3,5,3',5'-tetrayodotiroacético (TETRAC), y c) rotura del enlace éter, con formación de mono y diyodotirosina. La T3 y la rT3 pueden sufrir des- yodaciones sucesivas hasta convertirse en monoyodoti- roninas y en tironina, pueden conjugarse con sulfato o glucuronato, pueden convertirse en los correspondientes ácidos triyodotiroacéticos (TRIAC) y sufrir rotura del en- lace éter. 3. Mecanismo de acción Ya que las hormonas tiroideas son lipófilas, se consi- dera generalmente que entran en las células por difusión. La acción de la T3 se produce básicamente mediante re- G (con o sin modificación de los niveles de TBG circulantes) o, tumores productores de estrógenos, mola hidatiforme o anti- ilo titis vírica aguda, hepatitis crónica activa, cirrosis biliar primaria, y colagenosis y síndrome de las glucoproteínas con deficiente glucosilación sis altas, acromegalia activa, hipertiroidismo y danazol ido nicotínico, fenitoína, diazepam, furosemida y sulfonilureas n, enteropatía con pérdida de proteínas, galactosemia, síndrome 920 Farmacología humana ceptores nucleares. Estos receptores tienen una afinidad 10 veces menor por la T4, de manera que in vivo los re- ceptores están ocupados casi exclusivamente por T3. Casi toda la T3 presente en hígado, riñón, músculo y miocar- dio procede de la T3 circulante, mientras que en la hipó- fisis y en el SNC procede en gran parte de la conversión local de T4 a T3 (5'-desyodasa de tipo II). Por lo tanto, los tejidos periféricos dependen básicamente de la T3 circu- lante, mientras que la hipófisis y el SNC responden tanto a la T3 como a la T4. La T3, tras interactuar con recepto- res nucleares específicos, hace que éstos se unan al ADN en las regiones reguladoras de diversos genes (elementos de respuesta de las hormonas tiroideas) y modifiquen la expresión de estos genes (positiva o negativamente). Se Tabla 53-2. Genes regulados por las hormonas tiroideas Regulación positiva Hormona de crecimiento (rata) Somatomamotropina coriónica Cadena pesada a de la miosina ATPasa-Ca2 ATPasa-Na+/K+ (ambas subunidades de la enzima) b1-Adrenoceptor Proteína básica de la mielina Proteína PCP2 de las células de Purkinje Glucoproteína cerebral RC3 Enzima málica Fosfoenolpiruvato-carboxicinasa Glucocinasa Acetil-CoA-carboxilasa HMG-CoA-reductasa Piruvatocinasa Sintetasa de ácidos grasos 6-Fosfofructo-2-cinasa 6-Fosfogluconato-deshidrogenasa b-ATPasa mitocondrial Citocromo C-oxidasa Apolipoproteína A1 Receptor de LDL Proteína desacopladora Transportadores de glucosa (GLUT) Péptido atrial natriurético Adrenomedulina Endotelina Angiotensinógeno Fibronectina Factor de crecimiento de los nervios Factor de crecimiento epidérmico Regulación negativa Subunidada de la TSH Subunidad b de la TSH TRH Receptor del factor de crecimiento epidérmico Cadena pesada b de la miosina Subunidad b de proteínas G Molécula de adhesión de las células nerviosas Receptor b2 de la T3 Monooxigenasa a-amidante de peptidilglicina conoce un buen número de genes regulados por la T3 y probablemente quedan bastantes por identificar (ta- bla 53-2). La hipótesis de que las hormonas tiroideas po- drían actuar por receptores mitocondriales no tiene en la actualidad fundamento. Los receptores de la T3 se unen al ADN como monómeros, homo- dímeros o heterodímeros con otras proteínas nucleares (proteínas ac- cesorias del receptor de las hormonas tiroideas), como los receptores X del ácido 9-cis retinoico o el factor de transcripción COUP. Existen dos genes que codifican receptores para la T3, llamados a y b, que se lo- calizan en los cromosomas 17 y 3, respectivamente. Estos receptores son los homólogos celulares del oncogén viral v-erb-A y forman parte de la superfamilia de los receptores nucleares de los estrógenos, pro- gesterona, glucocorticoides, mineralocorticoides, andrógenos, vitamina D, ácido retinoico y de los receptores activados por los agentes induc- tores de proliferación de las peroxisomas (v. cap. 3). A diferencia de los receptores de las hormonas esteroideas que se localizan en el citoplasma y sólo se translocan al núcleo cuando entran en contacto con su ligando, los receptores de las hormonas tiroideas se localizan continuamente en el núcleo. El principal producto del gen a es el receptor a1. Las pro- teínas a2 y a3, productos del procesamiento alternativo del ARNm no fijan T3. La variante a2 puede inhibir el enlace de los receptores de la T3 al ADN. Los productos del gen b son los receptores b1 y b2. El ARNm de los receptores a1 y b1, y de la proteína a2 se expresa en la mayoría de los tejidos, mientras que el receptor b2 se expresa principalmente en el cerebro. El hígado contiene mayoritariamente receptores b y el ce- rebro receptores a, mientras que el corazón contiene ambos. El grado de expresión de los distintos productos varía no sólo de unos tejidos a otros, sino que también se modifica durante el desarrollo embriológico; así, por ejemplo, el receptor a1 se expresa muy precozmente en el ce- rebro, incluso antes que haya hormonas tiroideas. La expresión del re- ceptor b aumenta en el cerebro fetal de forma paralela a la secreción de hormonas tiroideas. La importancia fisiológica de otros lugares de fijación extranuclear de T3 (membrana celular, citosqueleto, etc.) es muy dudosa. De todas maneras, algunos efectos de las hormonas tiroideas, como el aumento de actividad de algunas enzimas de los hematíes, al parecer no se ex- plican a través de la acción sobre los receptores nucleares. 4. Acciones biológicas 4.1. Acciones metabólicas El efecto que mejor resume la acción de la hormona tiroidea es el incremento generalizado de la actividad me- tabólica, lo que implica un aumento en la utilización de sustratos, de la actividad de enzimas y de la secreción de otras hormonas. Las acciones de la T3 se aprecian antes que las de la T4, pero duran menos tiempo que ellas. Los efectos metabólicos de las hormonas tiroideas son muy variables de unos tejidos a otros. Estas hormonas au- mentan marcadamente el consumo de O2 en el corazón, músculo esquelético, hígado, riñón y aparato gastroin- testinal, mientras que el consumo varía muy poco en el cerebro, bazo o gónadas. Esto no quiere decir que el ce- rebro, por ejemplo, no responda a las hormonas tiroideas; de hecho, tanto su exceso como su defecto producen cam- bios dramáticos en el funcionamiento cerebral. El au- mento de la termogénesis que provocan las hormonas ti- roideas no se debe a desacoplamiento de la fosforilación oxidativa. La T3 aumenta el metabolismo oxidativo mi- 53. Hormonas tiroideas y fármacos antitiroideos 921 tocondrial (activación de diferentes proteínas mitocon- driales), que pone en marcha el consumo de ATP que, a su vez, se produce como consecuencia del aumento de ac- tividad del sistema ATPasa-Na+/K+. En el corazón tam- bién aumenta la actividad de otras ATPasas. Afectan también el metabolismo de los principios inmediatos: pro- teínas, carbohidratos y lípidos, pero esta acción no es unívoca sino que depende de la situación previa de la persona y de la dosis utilizada. Buena parte de su acción general es incrementar la síntesis de proteí- nas, sean estructurales o enzimáticas, y aun dentro de las en zimas, unas pueden tener un papel anabólico y otras catabólico. El crecimiento en general del individuo requiere la participación conjunta de la hormona de crecimiento, de los factores variados de crecimiento y de la hormo- na tiroidea. El exceso de actividad tiroidea significa, en cambio, un in- cremento de gasto energético, que conduce a un equilibrio nitrogenado negativo. En relación con el metabolismo de los carbohidratos existe una sinergia entre las acciones tiroidea y adrenérgica, pero también en- tre la tiroxina y la insulina para facilitar la síntesis de glucógeno y la uti- lización de glucosa en la célula muscular y el adipocito. En este sentido, la dosis es fundamental: dosis pequeñas aumentan la síntesis de glucógeno en presencia de insulina, mientras que dosis grandes aumentan la glucogenólisis y la gluconeogénesis. Además, las hormonas tiroideas facilitan la absorción intestinal de glucosa y galac- tosa. Incrementan el metabolismo lipídico, afectando más la degradación de los lípidos que su síntesis. Facilitan la lipólisis a través de la activa- ción del sistema adenililciclasa, en sinergia con la actividad simpática y con la hormona del crecimiento, el glucagón y los corticosteroides. Au- mentan también la oxidación de ácidos grasos, lo que contribuye a la acción calorígena. Asimismo, estimulan la síntesis hepática de triglicé- ridos, quizá como consecuencia de la mayor disponibilidad de sus com- ponentes, y aceleran la salida de los triglicéridos del plasma por activa- ción de la lipoproteín-lipasa. Reducen el colesterol plasmático a pesar de que facilitan su síntesis en el hígado, porque estimulan su excreción y su conversión en ácidos biliares, al tiempo que aceleran la velocidad de recambio de las LDL plasmáticas. Finalmente, las hormonas tiroideas participan en la síntesis y el man- tenimiento del nivel adecuado de algunas vitaminas, y en su transfor- mación en cofactores enzimáticos; tanto la deficiencia como el exceso de actividad hormonal perjudican la acción de estos principios. 4.2. Acciones sobre órganos Además de contribuir al desarrollo general de todos los órganos y tejidos, conviene destacar algunos hechos diferenciales. La tiroxina fetal e inmediatamente posna- tal es imprescindible para el desarrollo de las neuronas y el crecimiento de sus prolongaciones. La deficiencia en la infancia y en el adulto representa una reducción pro- gresiva en la reaccionabilidad del sistema nervioso, tanto en aspectos sensoriomotores como intelectuales. La marcada interacción entre tiroxina y sistema sim- pático ha sido analizada a muy diversos niveles. Aunque en el hipertiroidismo los niveles de catecolaminas circu- lantes son normales o bajos, existen ciertas confluencias sinérgicas entre las acciones tiroidea y simpática que son una potenciación mutua de efectos, pero no se conocen bien todavía los mecanismos responsables; éstos pueden ser en el receptor adrenérgico (p. ej., aumento de su nú- mero) o en un nivel posterior, sobre las actividades pos- receptor. Destacan particularmente el aumento de la ac- tividad cardíaca (tanto sobre la frecuencia como sobre la contractilidad) y el aumento de ciertas actividades meta- bólicas, antes comentadas. 5. Preparados hormonales: características e interacciones Existen tres tipos de preparados: la levotiroxina, la tri- yodotironina o liotironina y una combinación de T4 y T3 en proporción 9:1. Pero en el tratamiento habitual del hi- potiroidismo se utiliza de forma casi universal la levoti- roxina en dosis única diaria, ya que su larga semividabio- lógica y su conversión periférica en T3 permiten mantener crónicamente niveles plasmáticos estables de T4 y T3, in- cluso aunque el enfermo omita alguna dosis esporádica- mente, mientras que la administración oral de T3 produce variaciones en sus niveles plasmáticos y la omisión de una dosis origina amplias oscilaciones. La asociación de T4 y T3 no ofrece ninguna ventaja, incluso puede provocar temporalmente niveles suprafisiológicos de T3, con ma- nifestaciones clínicas, como palpitaciones. En personas normales se estima que el 60-80 % de una dosis oral de T4 pasa a la circulación general, pero existe una considerable variabilidad inter e intraindivi- dual. La T4 se absorbe fundamentalmente en el yeyuno proximal y medio. No se ha descrito malabsorción de T4 en pacientes colectomizados, pero si se destruye la flora intestinal con antibióticos, puede producirse absorción de T4 en el colon. La absorción no parece que varíe de forma significativa hasta los 70 años; el hipotiroidismo aumenta su absorción. Se absorbe mejor en ayunas que asociada a la comida. Tras ingerir levotiroxina los nive- les séricos de T4 alcanzan un pico a las 2-4 horas, con un incremento promedio del 10-15 % sobre la concentra- ción basal, mientras que la elevación de T3 es mucho más lenta debido al tiempo que se requiere para convertir la T4 en T3. Reducen la absorción de T4 determinados alimentos como las nueces y las fórmulas pediátricas que contie- nen soja o semilla de algodón. También reducen su ab- sorción los procesos digestivos en los que se reduce la superficie de absorción (síndrome de intestino corto, es- prue, etc.), la cirrosis hepática y la aclorhidria. Algunos pacientes con gastroyeyunostomía pueden presentar un aumento de la absorción de T4, de causa poco clara. Entre los fármacos que interfieren su absorción se en- cuentran el carbón activado, el hidróxido de aluminio, la colestiramina y el colestipol, el sulfato y el gluconato ferroso, el propranolol y el sucralfato (su administración debe separarse al menos 4 horas de la de T4 para evitar esta interacción). El fenobarbital, la fenitoína, la carba- mazepina y la rifampicina aumentan el catabolismo de la tiroxina. 6. Aplicaciones terapéuticas a) Hipotiroidismo primario del adulto. La dosis ini- cial de levotiroxina debe ser pequeña, pues en el paciente 922 Farmacología humana hipotiroideo hay un estado de hipersensibilidad: 25- 50 mg/día de T4. Existe el peligro de provocar insuficien- cia cardíaca o coronaria especialmente en los pacientes de edad avanzada, o con hipotiroidismo de muy larga du- ración o con cardiopatía previa, por lo que en estos casos se emplean las dosis más bajas y debe vigilarse la res- puesta cardíaca y la de la T4 libre y TSH en sangre al tra- tamiento. Si aparece ángor se debe considerar cirugía coronaria revascularizante, aunque el enfermo no esté to- davía eutiroideo. En personas jóvenes o en las que el hi- potiroidismo se ha desarrollado rápidamente se puede empezar con 100 mg/día. El paciente suele notar una me- joría del estado general en 2 semanas, con disminución de peso, pero la recuperación de la anemia, voz ronca y cambios de piel y pelo puede retrasarse meses. La dosis se incrementará en 25 mg cada 3-6 semanas hasta alcan- zar la dosis de mantenimiento, que será la más baja con que se obtengan cifras normales de T4 libre y TSH (0,25- 5 mU/l). Las necesidades pueden variar dependiendo de si existe secreción tiroidea residual o no. La determina- ción de la TSH por métodos más sensibles ha provocado una disminución de la dosis de mantenimiento de T4 en los últimos años, que en la actualidad se sitúa entre 100 y 150 mg/día en varones y entre 75 y 100 mg/día en mu- jeres (media de 1,6 mg de T4/kg de peso/día). Se debe evitar el hipertiroidismo subclínico (T4 libre con cifras al- tas dentro del intervalo normal, con TSH indetectable), por sus desfavorables efectos sobre el sistema cardiovas- cular y el hueso. Una vez que se alcanza la dosis adecuada, es suficiente monitorizar una vez al año los niveles de T4 y TSH. b) Hipotiroidismo primario subclínico. Se trata de pacientes asintomáticos con niveles de T4 libre en inter- valos bajos de la normalidad y TSH elevada. Si la TSH es inferior a 10 mU/l, no es necesario tratarlo, vigilando pe- riódicamente la evolución de los parámetros hormona- les. Si la TSH es superior a 10 mU/l, se puede administrar T4 a dosis crecientes hasta normalizar la TSH, ya que el enfermo puede notar mejoría del estado general o de que- jas aparentemente inespecíficas, pero debidas al hipoti- roidismo. Asimismo pueden mejorar determinados pa- rámetros biológicos (colesterol en sangre, contractilidad miocárdica, etc.). c) Hipotiroidismo en el anciano. Los ancianos gene- ralmente tienen una menor producción diaria de T4 que los jóvenes, por lo que la dosis de mantenimiento puede ser algo más baja. d) Hipotiroidismo neonatal. Los recién nacidos hi- potiroideos requieren dosis de L-tiroxina proporcional- mente mucho más altas que los adultos: dosis inicial de 10-15 mg/kg de peso durante los 6 primeros meses, que se baja posteriormente de acuerdo con las cifras de T4 libre y TSH. e) Hipotiroidismo en el embarazo. El embarazo au- menta las necesidades de T4 por varias razones: paso de T4 en pequeñas cantidades al feto a través de la placenta, aumento de las proteínas plasmáticas transportadoras, y actividad 5-desyodasa de la placenta, de ahí que a medida que se eleve la TSH se debe aumentar la dosis de T4. La dosis suele elevarse el 25-50 % por encima de la previa al embarazo. f) Hipotiroidismo de origen hipotalámico o hipofisa- rio. Las necesidades de T4 suelen ser iguales a las del hipotiroidismo primario, pero antes de administrarla se debe excluir la existencia de un hipocortisolismo, ya que en este caso su administración puede provocar una insu- ficiencia suprarrenal aguda. En el seguimiento de estos enfermos no sirve la determinación de TSH. Se procu- rará mantener los niveles de T4 libre algo por encima de la media de la normalidad. g) Hipotiroidismo transitorio. Aunque la mayor par- te de los pacientes hipotiroideos necesitan T4 durante toda su vida, debe tenerse en cuenta que determinados tipos de hipotiroidismo pueden corregirse espontánea- mente, por lo que es innecesaria su administración (ti- roiditis posparto, tiroiditis subaguda, tiroiditis de Hashi- moto e hipotiroidismo posquirúrgico). h) Coma mixedematoso. El tratamiento del coma mixedematoso se dirige no sólo a restablecer una función tiroidea normal, sino también a corregir las anomalías ventilatorias, cardiovasculares, termorreguladoras, hi- droelectrolíticas e infecciosa que generalmente lo acom- pañan, lo que exige su ingreso en una unidad de cuidados intensivos. Se aconseja la administración de 10 mg de T3 cada 4 horas por vía IV hasta que el paciente pueda ser tratado por vía oral, ya que la T3 atraviesa la barrera he- matoencefálica mejor que la T4 y ésta ha de convertirse en T3 para hacer sus efectos, por lo que la respuesta a la T4 por vía IV es más lenta. Si no se dispone de T3, se puede usar T4 por vía IV a dosis altas (300-500 mg) en bolo único, seguido de 50-100 mg/día por vía IV hasta que el enfermo pueda ingerir por boca. i) Bocio simple. La administración de 100-150 mg/día de T4 reduce el tamaño del bocio en un número signifi- cativo de pacientes (depende de la duración del bocio y de la duración del tratamiento), aunque al suspender la T4 el bocio suele volver a aumentar de tamaño. Se suele utilizar en pacientes jóvenes en los que se ha excluido pre- viamente que tengan la TSH suprimida. En cualquier caso debe garantizarse que el paciente ingiere cantidades ade- cuadas de yodo. j) Nódulo tiroideo solitario. La T4 puede disminuir el tamaño del nódulo, pero no se aconseja su uso sin hacer previamente una punción-aspiración del nódulo, ya que es necesario descartar la existencia de un carcinoma ti- roideo. k) Bocio multinodular. La administración de T4 es de eficacia dudosa y se corre el riesgo de provocar unatiro- toxicosis, ya que algunos de los nódulos pueden producir hormonas tiroideas de forma autónoma. l) Prevención de recurrencia del bocio tras tiroidec- tomía parcial por bocio. La administración de T4 puede prevenir la recurrencia del bocio, pero hay casos resis- tentes. 53. Hormonas tiroideas y fármacos antitiroideos 923 m) Tratamiento del carcinoma tiroideo diferenciado de origen folicular. En estos pacientes se debe practicar una tiroidectomía total seguida de administración de yodo radiactivo a dosis ablativas, para destruir los restos de tejido tiroideo que puedan existir. Además se debe ad- ministrar T4 a la menor dosis capaz de colocar los niveles de TSH por debajo de 0,05-0,1 mU/l, de manera que el enfermo generalmente puede tener síntomas ligeros de hipertiroidismo. La dosis media se sitúa en torno a 2,7 mg/kg/día. n) Síndrome eutiroideo del enfermo. Estos pacientes, aunque presentan niveles bajos de T3 por inhibición de la conversión periférica de T4 a T3, no mejoran al darles T3 (de hecho pueden empeorar). La utilización de T3 en ci- rugía cardíaca o en donantes de órganos en muerte cere- bral tampoco parece justificada. 7. Reacciones adversas Son las propias de las manifestaciones de hipertiroi- dismo: sensación de calor, hiperactividad cardíaca, tem- blor, sudoración, intranquilidad, nerviosismo, debilidad muscular, insomnio y pérdida de peso. II. FÁRMACOS ANTITIROIDEOS 1. Características químicas Si bien varias estructuras químicas han mostrado te- ner actividad antitiroidea, la que resultó más utilizable en la práctica clínica fue la tiourea, de la que derivan los compuestos propiltiouracilo, tiamazol o metimazol y car- bimazol que en el organismo se convierte en tiamazol (fig. 53-4); todos ellos conforman el grupo de las tiona- midas. 2. Mecanismos de acción La acción principal se realiza en el tiroides, donde es- tos compuestos inhiben la síntesis de hormonas tiroideas mediante la acción del grupo activo tiocarbamida. Para ello inhiben la incorporación de la forma oxidada del yodo en los residuos tirosilo de la molécula de tiroglobu- lina. Los fármacos interactúan con las peroxidasas del ti- roides cuando el grupo hem de la enzima se encuentra en su forma oxidada, e incluso ellos mismos sirven de sus- trato para la enzima, habiéndose producido formas yo- dadas de fármacos en el tiroides. De forma complemen- taria, estos compuestos interfieren también en la reacción de acoplamiento entre residuos de yodotirosilo, impi- diendo así la formación de yodotironilos; para algunos autores, la inhibición de la reacción de acoplamiento es más sensible a la acción de las tioureas que la reacción de yodación. Lógicamente, existe un período de latencia de varios días entre el comienzo de la administración del fár- maco y la manifestación clínica de sus efectos, ya que pre- viamente tiene que agotarse la tiroglobulina almacenada. Este período de latencia puede ser prolongado si previa- mente se ha administrado abundante yodo o si el bocio es muy grande. Una vez agotada, la respuesta al fármaco depende ya sólo de su velocidad de absorción y acumu- lación en el tiroides. Actúan también a nivel periférico. El propiltiouracilo, pero no el tiamazol, inhibe la monodesyodación de la T4, catalizada por la 5'-desyodasa de tipo I, lo que causa un descenso más rápido de la T3 sérica. Asimismo, a con- centraciones mayores que las requeridas para inhibir la síntesis de tiroxina parece que pueden interferir en la res- puesta autoinmunitaria de la enfermedad de Basedow; reducen la infiltración linfocítica en el tiroides e inhiben in vitro la respuesta mitogénica y la producción de anti- cuerpos antitiroideos en cultivos de linfocitos periféricos. De hecho, en el curso del tratamiento descienden los tí- tulos de la inmunoglobulina estimuladora del tiroides que actúa sobre los receptores de la TSH. También mo- difican la expresión de los antígenos HLA-DR de los ti- rocitos. 3. Características farmacocinéticas Tanto el propiltiouracilo como el tiamazol se absorben bien por vía oral, con una biodisponibilidad que varía en- tre el 60 y el 80 %; los tmáx para ambos compuestos son de 1-2 horas. Se concentran en la glándula tiroides, por lo que la duración de la acción no guarda relación con el curso de los niveles plasmáticos. Aunque la semivida del propiltiouracilo es de 75 min y la del tiamazol es de 4- 6 horas, 100 mg de propiltiouracilo llegan a inhibir el 60 % de la síntesis durante 7 horas, mientras que 10 mg de tia- mazol inhiben el 90 % de la síntesis durante más de 24 horas. En consecuencia, el primero se administra 3 ve- ces al día, mientras que basta una sola dosis diaria para el segundo, lo que facilita el cumplimiento terapéutico. En parte se metabolizan en el hígado y en parte se elimi- nan por riñón en forma activa; por eso, las semividas au- mentan en caso de insuficiencia hepática o renal. S=C H I N C–H C C O C3H7 N I H S=C H I N N I CH3 CH CH S=C C–O–C2H5 I N N I CH3 CH CH O II Propiltiouracilo CarbimazolMetimazol (tiamazol) Fig. 53-4. Estructuras de fármacos antitiroideos. 924 Farmacología humana Aunque ambos productos atraviesan la barrera pla- centaria, con el consiguiente riesgo sobre la función ti- roidea del feto, el paso del propiltiouracilo es la cuarta parte del tiamazol; esto se debe a que se halla más ligado a proteínas y está más ionizado a pH 7,4. Puesto que, ade- más, el propiltiouracilo es unas 10 veces menos poten- te que el tiamazol, resulta más recomendable su uso en la embarazada. Los mismos conceptos son aplicables al paso de la leche materna, por lo que el propiltiouracilo puede administrarse a las madres que dan de mamar sin que se haya apreciado afectación en el lactante. 4. Reacciones adversas La reacción más frecuente es la leucopenia, benigna y pasajera, que aparece en el 12 % de los adultos y el 25 % de los niños y que no requiere suspender la medicación, ni es el pródromo de una agranulocitosis. Pueden apare- cer erupciones cutáneas, urticaria, fiebre, artralgias, que exigen cambiar de preparado aunque existe sensibilidad cruzada hasta en el 50 % de los casos. La agranulocitosis se produce tanto con el propiltiouracilo como con el tia- mazol; suele aparecer en los primeros 3 meses de admi- nistración, de forma repentina, y se trata de una reacción autoinmunológica con anticuerpos antigranulocitos; es preciso interrumpir la medicación y no dar otro prepa- rado porque existe sensibilidad cruzada. Quizá la agra- nulocitosis sea más frecuente con dosis altas de tiamazol que con dosis bajas de dicho producto o con dosis con- vencionales de propiltiouracilo; se ha calculado en Ca- taluña un riesgo de aparición de agranulocitosis por tia- mazol de 99 casos por millón de prescripciones. En el seguimiento de los enfermos, no es necesario hacer re- cuentos leucocitarios, aunque se les debe advertir que avi- sen a su médico si presentan una infección (p. ej., farin- gitis) o fiebre. Reacciones mucho más esporádicas son: hepatitis tó- xica de carácter también inmunológico, vasculitis y sín- dromes de tipo lupus, trombocitopenia, anemia aplásica, síndrome nefrótico y pérdida del gusto (con tiamazol), hi- poprotrombinemia (con propiltiouracilo). La sobredosificación produce, lógicamente, hipoti- roidismo y aumento reversible del tamaño del tiroides al elevar la TSH (bocio causado por tionamidas). 5. Aplicaciones terapéuticas Se utilizan en el tratamiento del hipertiroidismo de- bido a la enfermedad de Basedow, particularmente en niños, adultos jóvenes y mujeres embarazadas, y en el hipertiroidismo debido al bocio nodular tóxico, como medio de controlar la actividad tiroidea en espera de la intervención quirúrgica o del tratamiento con yodo ra- diactivo. En cambio, no están indicados en el hipertiroi- dismo de la tiroiditis subaguda o linfocítica, porque se debe a la liberación y no a la hiperproducción de hormo- nas tiroideas. En cualquier caso, la terapéutica tiene otras alternativas válidas, como el yodo radiactivoo la exére- sis quirúrgica, a las que se puede recurrir desde el princi- pio o cuando fallen los antitiroideos. En principio, cualquier fármaco es útil; el propil- tiouracilo, que no está comercializado en España, tiene la ventaja de que inhibe la transformación de T4 en T3 en los tejidos, y el inconveniente de que hay que adminis- trarlo 3 veces al día. La dosis de propiltiouracilo se inicia con 75-100 mg cada 8 horas, aunque se puede llegar a los 1.000-1.200 mg/día. Las dosis de tiamazol y carbimazol son de 30 mg/día en una o dos dosis. En la enfermedad de Basedow, la mejoría tarda varios días en aparecer, a veces varias semanas; en general se re- comienda mantener la medicación durante 1 año como mínimo. Para mantener las hormonas tiroideas en cifras normales existen dos pautas: mantener dosis altas de antitiroideos y añadir T4, o disminuir las dosis de antiti- roideos hasta alcanzar la dosis mínima que consigue ci- fras normales. Este método es más engorroso. Se ha su- gerido que la asociación de T4 con antitiroideos disminuye la producción de anticuerpos estimulantes del receptor de TSH y la frecuencia de recidivas, al disminuir la pre- sentación de antígenos a los linfocitos, aunque éste es un tema controvertido. La determinación de T4 libre sirve para realizar los correspondientes ajustes en el trata- miento. En cambio, no es útil medir TSH en los tres pri- meros meses del tratamiento, ya que la hipófisis tarda en recuperarse del exceso de T3 a que ha estado sometida. Al suspender la medicación, alrededor del 50 % de los pacientes mantienen un funcionamiento normal del ti- roides durante largos períodos de tiempo; en el resto, la enfermedad recidiva en el primer año posterior al trata- miento, lo que implica la necesidad de recurrir a una te- rapia ablativa del tiroides (yodo radiactivo o cirugía), una vez que se hayan normalizado las cifras de T4 libre. La re- cidiva ocurre más frecuentemente a los 3-6 meses de sus- pendido el tratamiento. En la crisis o tormenta tiroidea se debe atender al complejo cuadro sintomático pluriorgánico (fiebre, de- pleción hidroelectrolítica y factor desencadenante). En cuanto a la utilización de tionamidas, se recomienda el propiltiouracilo, a la dosis inicial de 300-400 mg, segui- dos de 200 mg cada 4 horas. La coadministración de yodo (v. más adelante) se iniciará 1-2 horas después de admi- nistrado el antitiroideo. Se administrará, además, pro- pranolol por vía oral, 20-40 mg/6 horas, o por vía IV 2- 5 mg cada 6-8 horas, junto con 50 mg de cortisol IV cada 6-8 horas. En la mujer embarazada se emplea propiltiouracilo, a la dosis de 100-150 mg cada 8 horas, que se va reduciendo según la evolución hasta 50-75 mg cada 8 horas. Se debe evitar el hipotiroidismo, por los posibles efectos inde- seables sobre el feto. No se aconseja el carbimazol por- que puede producir aplasia cutánea en el feto. Se ha sugerido que el propiltiouracilo (300 mg/día) re- duce la mortalidad en la hepatopatía etílica. Se precisan más datos antes de recomendar su uso. 53. Hormonas tiroideas y fármacos antitiroideos 925 III. YODO 1. Yoduros 1.1. Acciones y mecanismo de acción El yoduro se comporta como un agente que inhibe de manera inmediata la actividad del tiroides. Reduce la vas- cularidad y endurece la consistencia de la glándula, dis- minuye el tamaño de las células y frena la respuesta a la TSH. A nivel intracelular, el yodo interfiere en varios pro- cesos: la captación activa de su propio ion, la formación de yodotirosina y yodotironina (efecto de Wolff-Chai- koff) y los mecanismos de endocitosis de coloide y libe- ración de hormonas. Este último mecanismo es el res- ponsable de su acción inmediata, inhibiendo la respuesta a estímulos liberadores como a la TSH y al AMPc. Sin embargo, la acción del yoduro no es permanente, sino que aparecen otros fenómenos de escape que restan eficacia al producto y obligan a tomar otras medidas; incluso, la situación posterior se caracteriza por el incremento de la actividad tiroidea. 1.2. Reacciones adversas Las reacciones agudas por hipersensibilidad pueden aparecer de forma inmediata o varias horas después de administrado el yoduro. Pueden producirse angioedema, edema de glotis, hemorragias cutáneas, enfermedad del suero, púrpura trombocitopénica y periarteritis nudosa. La intoxicación crónica o yodismo guarda relación con la dosis. Aparecen alteraciones del gusto, quemazón de la mucosa oral, aumento de salivación, coriza, estornudos, irritación de los ojos con inflamación de párpados, cefa- lea, hiperactividad de glándulas en la mucosa traqueo- bronquial, inflamación de glándulas salivales, lesiones variadas en la piel e irritación gástrica. Los síntomas de- saparecen al suspender el tratamiento. 1.3. Aplicaciones terapéuticas Los yoduros se emplean como preparación de la in- tervención quirúrgica y para frenar la crisis hipertiroidea junto con el propranolol y los fármacos antitiroideos. Conviene administrar el yodo después de iniciar la tera- péutica con el antitiroideo, para no restar eficacia a la ac- ción de este fármaco. Se administra en forma de solución de Lugol, que contiene el 5 % de yodo y el 10 % de yo- duro potásico; el yodo es reducido a yoduro en el intes- tino; esta solución contiene 8 mg de yoduro por gota. Exis- ten también la solución saturada de yoduro potásico, que contiene 50 mg de yoduro por gota, y una solución de yo- duro sódico para vía IV (1-2 g en 10 ml). La dosis más re- comendable es de 50-150 mg/día en gotas de solución de Lugol, por vía oral, aunque suelen administrarse hasta 500 mg/día. No se debe administrar el yodo durante más de 1 o 2 semanas para evitar fenómenos de escape y de reactivación tiroidea. 2. Yodo radiactivo Se emplea el 131I, que tiene una semivida de 8 días. Se administra por vía oral y se concentra en el tiroides, donde emite sus radiaciones X y partículas b desde el coloide al que se ha incorporado. De este modo lesiona las células tiroideas de forma prácticamente exclusiva. Se utiliza principalmente en el tratamiento del hi- pertiroidismo, en dosis relacionada con el grado de cap- tación, el tamaño y el peso de la glándula; a pesar de ello, el resultado final es variable pudiendo resultar la dosis escasa o excesiva. La dosis más recomendada varía entre 80 y 150 mCi por gramo de peso calculado del tiroides, pero a veces suele ser necesaria una dosis mayor, sobre todo en ciertos casos de bocios multinodulares o de ade- nomas tóxicos. En tanto no se consigue la acción antiti- roidea, se debe controlar al enfermo con propranolol y/o fármacos antitiroideos. El hipotiroidismo resultante de una dosis excesiva puede aparecer a las pocas semanas o varios meses des- pués del tratamiento, por lo que se debe mantener la vi- gilancia durante un tiempo suficientemente prolongado; ésta es la principal desventaja del tratamiento, ya que su frecuencia es relativamente alta a pesar de los cálcu- los previos realizados y tanto más alta cuantos más años transcurren desde la administración; por eso no se indica el yodo radiactivo en el hipertiroidismo infantil. En la mu- jer embarazada está contraindicado porque su acumula- ción en el tiroides fetal provocará hipotiroidismo irre- versible en el feto. No se ha demostrado que el yodo radiactivo aumente la incidencia de leucemias o de otros cánceres; de hecho, el riesgo de cáncer de tiroides es menor que en pacientes tratados con antitiroideos. IV. OTROS FÁRMACOS 1. Bloqueantes b-adrenérgicos Antagonizan con intensidad variable algunas de las manifestaciones de la tirotoxicosis en las que interviene la hiperactividad simpática, por lo que producen una me- joría de determinados síntomas. Reducen el temblor, la ansiedad, la retracción palpebral, la debilidad muscular, las palpitaciones, la frecuencia cardíaca, la sudoración ex- cesiva y la excreción de calcio; sin embargo, no modifi- can los trastornos cardíacos independientes de la activi- dad adrenérgica (p. ej., la contractilidad miocárdica), el metabolismo basal, la secreción del tiroideso el bocio. Tienen la ventaja de que su acción es rápida, aunque se trata de una medicación estrictamente sintomática y par- cial. El propranolol y otros bloqueantes interfieren en el paso de T4 a T3, pero su utilidad clínica en el hipertiroi- 926 Farmacología humana dismo es independiente de este efecto. Se emplean en las fases iniciales del tratamiento en todos los enfermos, hasta que las tioureas hagan su efecto. Se utilizan solos, sin tioureas, en algunas situaciones de hipertiroidismo transitorio (tiroiditis subaguda, hipertiroidismo neonatal leve de los hijos de madres con enfermedad de Basedow). Se utiliza sobre todo el propranolol 40-80 mg cada 6-8 ho- ras. También han demostrado su utilidad el nadolol (80 mg/día) o el atenolol (50-100 mg/día) en dosis única. En cuanto a sus complicaciones y contraindicaciones, véase capítulo 16. 2. Dexametasona Sirve para producir un rápido alivio de la crisis tiroidea a la dosis de 2 mg cada 6 horas, inhibiendo la secreción glandular de la T4 y su conversión en T3. La administra- ción conjunta de dexametasona, yoduros y propiltioura- cilo a un enfermo con tirotoxicosis grave consigue una re- ducción muy rápida de la T3 plasmática, normalizándola en 24-48 horas. 3. Derivados yodados La amiodarona y los contrastes yodados utilizados en radiodiagnóstico (ácido iopanoico, ipodato sódico) tam- bién inhiben la conversión de T4 en T3. De hecho, el ipo- dato puede ser un buen coadyuvante en el tratamiento del hipertiroidismo cuando interesa reducir los niveles de T3. Además, el yodo liberado al metabolizarse estos com- puestos bloquea la liberación de hormonas del tiroides. La amiodarona, además, antagoniza los efectos de la T3 a nivel nuclear. 4. Carbonato de litio El litio inhibe la secreción de hormonas tiroideas, a do- sis entre 600 y 900 mg/día, sin afectar la captación de yodo. Debe administrarse como coadyuvante en el tratamiento, vigilando que los niveles de litio se mantengan dentro del intervalo terapéutico (0,5-1,2 mEq/l), ya que cifras más altas producirán reacciones adversas (v. cap. 32). 5. Diltiazem Se ha comprobado que este antagonista del Ca2+ (v. cap. 37) produce una mejoría clínica en los pacientes hi- pertiroideos, similar a la obtenida con los bloqueantes b-adrenérgicos. La dosis es 60 mg, 4 veces al día, por vía oral. Es posible que consigan inhibir parcialmente los efectos periféricos de las hormonas tiroideas. BIBLIOGRAFÍA Anónimo. Los datos de tarjeta amarilla en Cataluña. Bol Inform Inst Catal Farmacol 1987; 10: 4-5. Barbeira JM, García-Iñesta A, Arias A. Consumo de hormonas ti- roideas como indicador de enfermedades tiroideas. Inf Ter Seg Soc 1983; 7: 232-241. Brent GA. The molecular basis of thyroid hormone action. N Engl J Med 1994; 331: 847-853. Choe W, Hays MT. Absorption of oral thyroxine. Endocrinologist 1995; 5: 222-228. Franklyn JA. The management of hyperthyroidism. N Engl J Med 1994; 330: 1731-1738. Klein I, Becker DV, Levey GS. Treatment of hyperthyroid disease. Ann Intern Med 1994; 121: 281-288. Mandel SJ, Brent GA, Larsen PR. 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Beta-adrenergic receptor blocking drugs in the management of hyperthyroidism. Endocrinologist 1994; 4: 391-399. Índ. Capítulos Índ. Alfabético Hormonas tiroideas y fármacos antitiroideos I. HORMONAS TIROIDEAS 1. Estructura y biosíntesis 1.1. Transporte y acumulación 1.2. Oxidación y acoplamiento 1.3. Liberación y regulación 2. Transporte y metabolismo 3. Mecanismo de acción 4. Acciones biológicas 4.1. Acciones metabólicas 4.2. Acciones sobre órganos 5. Preparados hormonales: características e interaccionesd 6. Aplicaciones terapéuticas 7. Reacciones adversas II. FÁRMACOS ANTITIROIDEOS 1. Características químicas 2. Mecanismos de acción 3. Características farmacocinéticas 4. Reacciones adversas 5. Aplicaciones terapéuticas III. YODO 1. Yoduros 1.1. Acciones y mecanismo de acción 1.2. Reacciones adversas 1.3. Aplicaciones terapéuticas 2. Yodo radiactivo IV. OTROS FÁRMACOS 1. Bloqueantes beta-adrenérgicos 2. Dexametasona 3. Derivados yodados 4. Carbonato de litio 5. Diltiazem
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