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668 CAPÍTULO © 2017. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos Derrame pleural: etiología, patogenia y manifestaciones clínico-radiológicas ETIOLOGÍA Y PATOGENIA El derrame pleural (DP) da cuenta de casi un 10% de todas las enfermedades hospitalarias que se atienden en los servicios de neumología y medicina interna. Un 80% de los DP que se someten a una toracocentesis tienen su origen en alguna de las siguientes causas: insuficiencia cardíaca, cáncer, neu- monía, tuberculosis, enfermedades del pericardio o cirrosis hepática. El DP aparece cuando el volumen de líquido pleural que se forma excede al que se reabsorbe. En efecto, las hojas pleurales parietal y visceral están separadas por una fina capa de líquido (< 12 mL por hemitórax), que es el resultado de un ultrafiltrado de los capilares submesoteliales. Su función fisiológica parece ser la de lubricar las superficies pleurales, con el objeto de dis- minuir la fricción entre el pulmón y la pared torácica durante los movimientos respiratorios. El balance entre las presiones hidrostáticas y oncóticas favorece la filtración de líquido desde los capilares de la pleura parietal hacia el espacio pleural. Dicho líquido se reabsorbe seguidamente a través de los linfáticos de la pleura parietal. El desarrollo de un DP requiere tanto de un aumento de la formación como de una disminución de la absorción del líquido pleural. Los mecanismos potenciales por los que puede acumular- se el líquido pleural son múltiples y entre ellos se incluyen los siguientes: un aumento del líquido intersticial pulmonar secundario a una mayor presión hidrostática (insuficiencia car- díaca), una disminución de la presión intrapleural (atelectasia, pulmón atrapado), una reducción de la presión oncótica del plasma (hipoproteinemia), una elevación de la permeabilidad de los vasos capilares pleurales (infección, cáncer, embolismo pulmonar), una obstrucción del drenaje linfático (cáncer, infección, quilotórax), un defecto diafragmático con comu- nicación peritoneo-pleural (cirrosis hepática) y una rotura del conducto torácico (quilotórax) o de los vasos sanguíneos (hemotórax). Diferenciación entre trasudados y exudados pleurales El DP se ha clasificado clásicamente en dos tipos distintos: el trasudado y el exudado. Cada uno de ellos es reflejo de los dos diferentes mecanismos fisiopatológicos que pueden estar implicados en la acumulación del líquido pleural. El trasudado es un ultrafiltrado del plasma que resulta del desequilibrio que se produce entre las fuerzas hidrostáticas y las oncóticas sobre una superficie pleural sana. Se debe a un número muy limita- do de causas, entre las que destacan la insuficiencia cardíaca (80%) y, con menos frecuencia, la cirrosis hepática (13%). Otras causas mucho menos comunes son la atelectasia, el sín- drome nefrótico, la diálisis peritoneal, la hipoalbuminemia y la hipertensión pulmonar. La concentración de proteínas en un trasudado es baja por- que el endotelio de los capilares pleurales está intacto y conser- va su capacidad para retener las proteínas plasmáticas dentro del compartimento vascular. Por el contrario, el desarrollo de un DP exudativo implica una pérdida de integridad de la mem- brana pleural, con un incremento de la permeabilidad vascular o una alteración de los mecanismos fisiológicos implicados en la reabsorción linfática. Las causas más habituales del exudado pleural son el cáncer (40%), la neumonía (25%) y la tubercu- losis pulmonar (12%), pero también deben considerarse las enfermedades del pericardio, el embolismo pulmonar y el DP posquirúrgico (p. ej., tras un bypass coronario), entre otras. La razón para clasificar inicialmente un DP como trasudado o exudado está en que, en el primer caso, el empleo de diuré- ticos soluciona casi siempre el problema, mientras que en el segundo se requieren exploraciones adicionales para averiguar la causa del DP (v. capítulo 81). Aunque la diferenciación entre un exudado y un trasudado depende, en última instancia, del establecimiento de la causa subyacente al DP, el perfil bioquímico del fluido pleural es de gran ayuda al respecto. En la práctica clínica, la determinación 80 Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org CAPÍTULO 80 Derrame pleural: etiología, patogenia y manifestaciones clínico-radiológicas 669 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. de la concentración de proteínas y de lactato deshidrogenasa (LDH) en el líquido pleural y en el suero es el método estándar para discriminar un trasudado de un exudado. De este modo, si se cumple alguna de las tres condiciones siguientes el enfermo tiene un exudado pleural (criterios de Light): a) un cociente entre las proteínas del líquido pleural y las del suero superior a 0,5; b) un cociente entre la LDH pleural y la sérica superior a 0,6, o c) una LDH del líquido pleural que supere los dos tercios del límite superior de la normalidad para la LDH sérica (p. ej., LDH pleural mayor de 320 UI/L si el límite superior normal de la LDH sérica es de 480 UI/L en un determinado laboratorio). Los criterios de Light han demostrado ser muy seguros, válidos y útiles, con una sensibilidad del 98% y una especifi- cidad del 75%, para identificar un exudado. Su eficacia para discriminar entre un exudado y un trasudado es superior al juicio clínico y no se han visto superados por ninguna variable bioquímica alternativa. Cuando no se dispone de la protei- nemia o de la tasa de LDH sérica, la demostración de que el líquido pleural tiene unas proteínas totales superiores a 3 g/dL o una LDH por encima de los dos tercios del límite superior de la LDH sérica normal tiene una sensibilidad del 95% y una especificidad similar a la de los criterios de Light para identificar la naturaleza exudativa del DP. La principal limitación de los criterios de Light radica en que clasifican erróneamente como exudados un 25% de los trasudados. Suele tratarse de pacientes con una insuficiencia cardíaca o con una cirrosis hepática que están tomando diuréticos o que tienen un líquido pleural hemático (más de 10.000 eritrocitos/µL), circunstancias todas ellas que elevan la concentración de la LDH pleural y, en el primero de los supuestos, también la de las proteínas. Cuando un individuo en el que se sospecha, desde un punto de vis- ta clínico, una insuficiencia cardíaca tiene un exudado con características que están en el límite, se recomienda calcular el gradiente o diferencia entre la albúmina del suero y la del líquido pleural. Si este gradiente es mayor de 1,2 g/dL, puede considerarse que el DP es realmente un trasudado. La misma conclusión puede establecerse si la concentración sérica o pleu- ral de la porción aminoterminal del propéptido natriurético cerebral (NT-pro-BNP) es mayor de 1.500 pg/mL o, aunque se trata de un dato menos útil, si el gradiente de proteínas entre el suero y el líquido pleural es mayor de 3,1 g/dL. ANAMNESIS La disnea, el dolor torácico y la tos son los tres síntomas cardinales del DP. No obstante, un paciente con un DP de pequeño volumen o que se ha formado lentamente y que tiene una buena reserva funcional cardiorrespiratoria puede estar asintomático. Disnea La disnea en los sujetos que tienen un DP puede deberse a la causa que provoca el derrame (p. ej., una insuficiencia cardía- ca o un embolismo pulmonar) o al propio derrame. En este último caso, la disnea se justifica por el aumento del volumen intratorácico, la compresión del pulmón subyacente y el com- promiso de la función diafragmática. Adicionalmente, en los pacientes con un DP masivo puede haber interferencias en el intercambio gaseoso y el retorno venoso, una inversión del diafragma o incluso alteracioneshemodinámicas similares al taponamiento cardíaco si se asocia, además, un derrame pericárdico, aunque sea pequeño. La intensidad de la disnea es mayor no solo cuando el DP es grande, sino también cuando se ha desarrollado con rapidez o cuando el individuo sufre algún otro trastorno cardiorrespiratorio (p. ej., un enfisema, una linfangitis carcinomatosa, una miocardiopatía, etc.). Conviene recordar que los enfermos que padecen un DP grande o masivo refieren que la disnea es mayor cuando adoptan la posición de decúbito lateral contraria a la del lado del derrame (trepopnea). Dolor torácico Mientras que la pleura parietal está inervada por nervios somáti- cos, la pleura visceral no contiene receptores dolorosos. Cuando se inflama la pleura parietal, el sujeto experimenta un dolor que se denomina «pleurítico», que se caracteriza por tener una loca- lización precisa y aumentar de intensidad con la inspiración y con la tos. El dolor que provoca la respiración explica el que en algunos casos los pacientes se quejen de disnea. En ocasiones, el dolor pleurítico se irradia hacia el abdomen (epigastrio, hipocondrios) o hacia la región lumbar, como consecuencia de la distribución periférica de los nervios intercostales. Cuando se inflama la pleura que cubre la porción central del diafragma, inervada por el frénico, el dolor se irradia al hombro o a la región cervical posterior ipsolateral. El dolor que se refiere a la parte inferior del tórax y al hombro simultáneamente indica, de manera patognomónica, que existe una pleuritis diafragmática. El dolor pleurítico es igual en los enfermos que tienen un DP paraneumónico, una pleuritis vírica o tuberculosa, o un embolismo pulmonar. A veces, los enfermos con un DP, sobre todo los que padecen un mesotelioma, experimentan un dolor torácico continuo en lugar de pleurítico. De cualquier forma, la presencia de un dolor torácico, sea o no de carácter pleurítico, suele indicar que la pleura parietal está enferma y que el indi- viduo tiene un exudado pleural. A veces el dolor torácico que acompaña a un DP no se debe a una inflamación de la pleura parietal, sino que es el resultado de una fractura costal o de una infiltración tumoral de una costilla o de la pared torácica. Tos La tos relacionada con la enfermedad pleural no tiene un carác- ter específico, aunque suele ser seca, esporádica y poco intensa. Mientras que el DP secundario a una neumonía, un carcinoma broncogénico, una tuberculosis, una insuficiencia cardíaca o un embolismo pulmonar es característicamente sintomático, otros tipos de derrames (p. ej., el derrame asbestósico benigno, el posquirúrgico abdominal, el debido a un pulmón atrapado, a una artritis reumatoide, a una diálisis peritoneal o a un sín- drome nefrótico) son casi siempre asintomáticos. En todo caso, la anamnesis y la exploración física pueden ayudar a acotar el diagnóstico diferencial de cualquier DP (tablas 80.1 a 80.3). EXPLORACIÓN FÍSICA La sospecha clínica de un DP debe llevar a la realización de una exploración física completa, en la que ha de incluirse la inspec- ción, la palpación, la percusión y la auscultación torácicas. En Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org SECCIÓN X Patología pleural 670 la inspección, la tráquea se observa desviada contralateralmente en los DP masivos y a veces puede constatarse una asimetría en la expansión torácica (movimientos reducidos en el lado afectado), con desaparición de la concavidad de los espacios intercostales. La transmisión de la voz del paciente a través de la pared torácica (frémito táctil o vocal), signo que se explora utilizan- do la palma o el borde cubital de la mano extendidos sobre la superficie del tórax mientras el enfermo habla en voz alta, repitiendo palabras vibrantes, se encuentra claramente reducida o incluso abolida. En efecto, el líquido pleural dis- minuye la transmisión de las vibraciones de baja frecuencia (100-200 Hz). Algunos autores consideran que esta maniobra palpatoria es de elección para identificar el borde superior de un DP y, sobre todo, para indicar el sitio apropiado para llevar a cabo la toracocentesis cuando no se dispone de un ecógrafo. El frémito vocal se reduce no solo por la presencia de líquido en el espacio pleural, sino también cuando existe aire (neumotórax), un engrosamiento pleural o una obstruc- ción bronquial. Por el contrario, un frémito vocal aumentado sugiere una consolidación. De hecho, la compresión pulmonar provocada por un DP puede dar lugar a un incremento local del frémito vocal sobre una fina banda situada en el borde superior del líquido. Un dato semiológico característico del DP es la matidez en la percusión sobre el área implicada. En el diagnóstico diferencial de la matidez deben incluirse, además, la consoli- dación, el engrosamiento pleural, la atelectasia y la elevación del hemidiafragma. En la auscultación, tanto el murmullo vesicular como la resonancia vocal disminuyen de intensidad, llegando incluso hasta su abolición, cuando se interpone un DP entre la pared torácica y el pulmón. Sin embargo, los DP grandes pueden comprimir el pulmón subyacente lo sufi- ciente como para alterar sus propiedades acústicas. Esto hace que, paradójicamente, también puedan auscultarse sonidos bronquiales y una resonancia vocal anómala (broncofonía, TABLA 80.1 Datos clínicos relevantes en el diagnóstico diferencial de un derrame pleural Antecedente Causa del derrame pleural Ablación térmica de un tumor pulmonar o hepático por radiofrecuencia Derrame pleural posradiofrecuencia Abuso en el consumo de alcohol Empiema, hidrotórax de origen hepático, fístula pancreatopleural Artritis reumatoide Pleuritis reumatoide, pseudoquilotórax Cáncer Derrame pleural maligno, derrame paramaligno (embolismo pulmonar, atelectasia, neumonitis obstructiva, posradioterapia) Cirugía abdominal reciente Derrame pleural posquirúrgico, sobrecarga volumétrica, insuficiencia cardíaca, empiema, embolia pulmonar, absceso subfrénico Cirugía de revascularización coronaria o infarto de miocardio Derrame pleural secundario a una intervención de bypass aortocoronario, síndrome poslesión cardíaca Cirrosis hepática Hidrotórax hepático, empiema bacteriano espontáneo Colapsoterapia artificial (p. ej., por una tuberculosis pulmonar) Empiema tuberculoso o piógeno, pulmón atrapado, linfoma asociado con un piotórax Colocación de un dispositivo de asistencia ventricular Derrame pleural postimplantación de un dispositivo de asistencia ventricular Dolor pleurítico recurrente asociado con fiebre, dolor abdominal o artritis Fiebre mediterránea familiar Endoscopia digestiva alta o intervención quirúrgica esofágica Perforación esofágica, derrame pleural por una escleroterapia endoscópica de varices esofágicas, quilotórax Exposición a fibras de asbesto Mesotelioma, derrame pleural asbestósico benigno Administración de fármacos (dasatinib, amiodarona, metotrexato, ergotínicos, dantroleno) Derrame pleural inducido por fármacos Hemodiálisis o diálisis peritoneal Insuficiencia cardíaca, uremia, neumonía, derrame pleural secundario a una diálisis peritoneal Inducción de la ovulación con gonadotropinas Síndrome de hiperestimulación ovárica Infección por el virus de la inmunodeficiencia humana Neumonía, tuberculosis, linfoma primario de serosas, sarcoma de Kaposi Inmovilización (intervención quirúrgica, traumatismo, viaje de larga duración) Embolismo pulmonar Insuficiencia cardíaca Insuficiencia cardíaca Lupus eritematoso diseminado Pleuritis lúpica, neumonía, embolismo pulmonar, síndrome nefrótico Intervención neuroquirúrgica Migración intratorácica de un shunt ventriculoperitoneal, shunt ventriculopleural, fístula duropleural Obstrucción de la vía urinaria UrinotóraxParto Embolismo pulmonar, derrame pleural posparto, miocardiopatía periparto Pancreatitis Derrame pleural pancreático, fístula pancreatopleural Radioterapia Derrame pleural posradioterapia, pulmón atrapado Traumatismo Hemotórax, quilotórax Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org CAPÍTULO 80 Derrame pleural: etiología, patogenia y manifestaciones clínico-radiológicas 671 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. pectoriloquia, egofonía), en especial en la parte superior del DP adyacente al pulmón comprimido, tal y como ocurre en las neumonías. La resonancia vocal hace referencia al sonido de la voz del sujeto que se escucha con el estetoscopio colocado sobre el tórax. A través del pulmón normal se transmiten con facilidad los sonidos de baja frecuencia (100-200 Hz), pero se filtran los de alta frecuencia (por encima de 300 Hz), como los ruidos de la vía aérea superior (ruidos bronquiales). El pulmón consolidado transmite bien todos los sonidos, tanto los de alta frecuencia como los de baja. Un DP de tamaño moderado o grande puede reducir la transmisión de las fre- cuencias inferiores a 200-300 Hz, pero incrementar las de más de 400 Hz. Esto explica por qué tanto en las neumonías como en ciertos DP pueden oírse sonidos bronquiales y una resonancia vocal anómala, aunque en las primeras el frémito vocal está aumentado y en los segundos se halla disminuido. Algunos autores han destacado la posible auscultación de sonidos bronquiales predominantemente durante la espira- ción (soplo pleural). Por último, el roce pleural es un sonido chirriante o frotante, que se escucha en relación con los movimientos respiratorios, en los individuos en los que existe una inflamación de la pleura y no se ha acumulado líquido pleural en cuantía significativa (pleuritis «seca»). A veces, el roce pleural tiene un carácter crujiente y desde un punto de vista acústico se parece a los crepitantes propios de la enfermedad parenquimatosa pulmo- nar. Sin embargo, no se modifica con la tos y se incrementa si se comprime el sitio en el que se ausculta. Además, en el DP pueden auscultarse crepitantes cuando las vías aéreas distales colapsadas se abren bruscamente durante la inspiración. La exploración física tiene, globalmente, una sensibilidad del 75% y una especificidad del 70% en la identificación de TABLA 80.2 Manifestaciones clínicas con utilidad en el diagnóstico diferencial de un derrame pleural Síntomas y signos físicos Causas del derrame pleural Síntoma Expectoración purulenta Neumonía Fiebre Neumonía, empiema, tuberculosis pulmonar, pleuritis vírica, pleuritis lúpica Hemoptisis Cáncer de pulmón, tuberculosis pulmonar, embolismo pulmonar, neumonía Pérdida de peso Cáncer, tuberculosis, empiema anaeróbico Poliartritis, erupción cutánea Lupus eritematoso diseminado Signo físico Acropaquia Tumor fibroso solitario de la pleura, cáncer de pulmón, empiema, cirrosis hepática Ascitis Hidrotórax de origen hepático, cáncer de ovario, pericarditis constrictiva, síndrome de Meigs Distensión venosa yugular, edemas Insuficiencia cardíaca, pericarditis constrictiva, hipertensión pulmonar Edema y dolor unilateral de una pierna Embolismo pulmonar Edema en esclavina Síndrome de la vena cava superior Galope protodiastólico (por tercer tono), reflujo abdominoyugular, desplazamiento del latido de la punta Insuficiencia cardíaca Linfadenopatías periféricas Metástasis, linfoma, sarcoidosis Masa subcutánea torácica fluctuante Empiema necessitatis Mastectomía o nódulos mamarios Cáncer de mama Roce pericárdico Pericarditis aguda Uñas amarillas, linfedema Síndrome de las uñas amarillas* *El síndrome de las uñas amarillas se caracteriza por la presencia de unas uñas amarillas, un linfedema persistente y manifestaciones respiratorias crónicas. TABLA 80.3 Eficacia de la exploración física para identificar la existencia de un derrame pleural Signo físico Sensibilidad (%; IC al 95%) Especificidad (%; IC al 95%) LR + (%; IC al 95%) LR – (%; IC al 95%) Percusión mate 73; 61-82 91; 88-93 8,7; 2,2-34 0,31; 003-3,3 Frémito táctil reducido 82; 70-91 86; 80-90 5,7; 4-8 0,21; 0,12-0,37 Ruidos respiratorios disminuidos 42-88 83-90 4,3-5,2 0,15-0,64 Crepitantes 56; 42-69 62; 55-68 1,5; 1,1-2 0,71; 0,52-0,97 IC, intervalo de confianza; LR, likelihood ratio (razón de verosimilitud o cociente de probabilidad). Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org SECCIÓN X Patología pleural 672 un DP. En un metaanálisis reciente basado en cinco estudios prospectivos (934 pacientes) se compararon las características operativas de los diversos signos físicos, considerando la radio- grafía de tórax como el patrón oro de referencia (v. tabla 80.3). El hallazgo que más sirvió para respaldar el diagnóstico de un DP fue la matidez percutoria, con una razón de verosimilitud o cociente de probabilidad (likelihood ratio) positiva de 8,7. Esto significa que ese signo es casi 9 veces más probable en los individuos con un DP que en aquellos sin un DP. Otra lectura potencial es que la presencia de matidez torácica eleva en, aproximadamente, un 40% la probabilidad preprueba de tener un DP. Por ejemplo, un enfermo con una disnea de comienzo agudo que acude a un servicio de urgencias tiene una probabilidad preprueba de DP de, aproximadamente, el 17%, por lo que la detección de una matidez percutoria aumen- taría dicha probabilidad al 57%. Por el contrario, la ausencia de reducción en el frémito táctil es un argumento en contra de la existencia de un DP (likelihood ratio negativa de 0,21). Es decir, reduce la probabilidad preprueba en alrededor de un 30%. TÉCNICAS RADIOLÓGICAS La radiografía simple de tórax, la ecografía y la tomografía computarizada (TC) torácica son las pruebas de imagen que se emplean con más frecuencia para evaluar un DP. Radiografía simple de tórax Siguiendo las leyes de la gravedad, el líquido pleural se acu- mula inicialmente entre la porción inferior de los lóbulos pulmonares basales y el diafragma, una circunstancia que en numerosas ocasiones pasa desapercibida en la radiografía posteroanterior de tórax. A medida que aumenta la cantidad del líquido se observan, de manera sucesiva, una obliteración de los senos costofrénicos posteriores y laterales, el borrado de la silueta diafragmática y del borde cardíaco, y la opacidad homogénea y progresiva del hemitórax, con el típico menisco cóncavo delimitando el borde superior del DP libre (curva de Ellis-Damoiseau). Se necesitan unos 50-75 mL de líquido para borrar el seno costofrénico posterior y entre 200 y 500 mL para hacer lo propio con el seno costofrénico lateral. Los DP masivos dan lugar a una opacidad completa del hemitórax, con un desplazamiento del mediastino al lado contrario (fig. 80.1) y, a veces, a una inversión del diafragma homolateral. Conviene recordar que un DP masivo en un paciente afebril sugiere un origen maligno, como prime ra posi- bilidad diagnóstica, aunque si la localización es derecha el hidrotórax de causa hepática debe ser otra posibilidad a con- siderar. Cuando existe fiebre debe sospecharse un empiema o una tuberculosis. La ausencia de un desplazamiento con- tralateral del mediastino suele indicar una atelectasia obs- tructiva del pulmón homolateral (neoplasia endobronquial) o la fijación del mediastino por un mesotelioma (v. fig. 80.1). No obstante, no todos los hemitórax opacos corresponden a un DP, por lo que debe establecerse el diagnóstico diferencial con las atelectasias completas y las neoplasiasbroncopulmonares masivas. El DP también puede adoptar una distribución atípica. En ocasiones se acumulan cantidades sustanciales de líquido en la zona subpulmonar (500-1.000 mL), sin que se produzca una obliteración apreciable de los senos costofrénicos, simulan- do así la existencia de una elevación del hemidiafragma. En estos casos es habitual que la cúpula diafragmática se des- place lateralmente o, si el DP es izquierdo, se separe en exceso (más de 2 cm) el gas del estómago y la línea diafragmática. El diagnóstico de DP subpulmonar puede confirmarse con una radiografía de tórax realizada en proyección de decúbito lateral o, preferentemente, mediante una ecografía torácica. En otras ocasiones, el líquido se sitúa en determinadas zonas del espacio pleural o en las cisuras. El término tumor fantasma hace referencia a la loculación del líquido pleural en las cisuras interlobulares, lo que es muy común que se produzca en la insuficiencia cardíaca. Por ello desaparece si se instaura un tra- tamiento diurético (fig. 80.2). El DP que se encapsula pegado a la pared torácica dibuja ángulos obtusos con esa pared (en forma de D) y tiene, desde un punto de vista radiológico, un aspecto homogéneo y una superficie lisa. Por último, una locu- lación del líquido en una zona colindante con el mediastino puede simular una masa pulmonar o paramediastínica. Los DP que con más frecuencia se loculan son los paraneumónicos, los empiemas (fig. 80.3), los tuberculosos, el hemotórax y, en FIGURA 80.1 Radiografía posteroanterior de tórax de un derrame pleural masivo con (A) y sin desplazamiento (B) mediastínico contralateral. Obsérvese el luminograma traqueobronquial en ambos casos. FIGURA 80.2 Radiografía posteroanterior de tórax de un derrame pleural intercisural en una insuficiencia cardíaca (tumor fantasma). Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org CAPÍTULO 80 Derrame pleural: etiología, patogenia y manifestaciones clínico-radiológicas 673 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. menor medida, los malignos y los secundarios a un embolismo pulmonar. Además del tamaño del DP y de la presencia o no de locu- laciones, la radiografía de tórax puede mostrar otros hallazgos de interés en el diagnóstico diferencial. De este modo, un DP bilateral que se asocia con una cardiomegalia, signos de edema intersticial o de congestión venosa pulmonar es característico de la insuficiencia cardíaca. Por el contrario, un DP bilateral sin cardiomegalia muchas veces es de naturaleza maligna. El descubrimiento de una masa pulmonar o de un infiltrado parenquimatoso alerta sobre la posibilidad de un cáncer de pulmón o de una neumonía, respectivamente. Finalmente, una calcificación pericárdica sugiere la existencia de una pericarditis constrictiva (fig. 80.4). La calcificación pleural se observa en el empiema tuberculoso y en la asbestosis. La presencia de un nivel hidroaéreo en el espacio pleural puede deberse a una infección pleuropulmonar por gérmenes formadores de gas, a una fístula broncopleural, a un hidroneumotórax, a un traumatismo torácico o a una rotura esofágica. Cuando la radiografía de tórax se realiza en decúbito supi- no, el aspecto que ofrece un DP libre es distinto al que se encuentra con las proyecciones posteroanterior y lateral. El DP, que se reparte por la parte posterior del tórax, produce un efecto de velo sobre el pulmón aireado. Esta apariencia puede inducir a confusión con una neumopatía parenquimatosa o intersticial, si bien, como dato diferencial, los vasos pulmona- res son visibles con claridad a través de la opacidad y no existe broncograma aéreo alguno (fig. 80.5). Además, los senos cos- tofrénicos se ven desdibujados cuando existe un DP. Las radiografías efectuadas en decúbito lateral con el rayo horizontal se han indicado tradicionalmente para demostrar la presencia de una pequeña cantidad de líquido pleural libre. El sujeto se coloca recostado sobre el hemitórax que, al menos en apariencia, está afectado, lo cual hace que se evidencie el líquido como una densidad homogénea con un borde superior recto, situado entre la pared torácica y la porción inferior del pulmón. De manera empírica puede cuantificarse el líquido midiendo la distancia existente entre el borde interno de la pared torácica y el externo del pulmón; si es inferior a 1 cm, se aconseja no hacer una toracocentesis diagnóstica a ciegas. En el momento actual, la ecografía pleural ha sustituido a la radio- grafía de tórax realizada en decúbito lateral para identificar un DP pequeño. Si no se dispone de un ecógrafo torácico, la visualización de la radiografía de tórax tomada en proyección lateral puede ayudar a decidir si es factible la práctica de una toracocentesis a ciegas. De este modo, cuando la columna de líquido tiene más de 5 cm de altura en el seno costofrénico pos- terior (dado que está borrado, la medida se realiza utilizando el seno costofrénico libre), la toracocentesis puede llevarse a cabo, casi siempre, con facilidad. Ecografía torácica La ecografía torácica se considera el patrón oro de referencia en la detección de un DP y, de manera especial, para escoger el punto de punción óptimo en los procedimientos pleurales FIGURA 80.3 Derrame pleural paraneumónico loculado en una radiografía (A) y una tomografía computarizada (B) torácicas. Obsérvese en esta última la separación de las pleuras visceral y parietal realzadas con el contraste (signo de la pleura dividida). FIGURA 80.4 Radiografía lateral de tórax de un derrame pleural secundario a una pericarditis constrictiva. Obsérvese la calcificación del pericardio. FIGURA 80.5 Radiografía anteroposterior (A) y posteroanterior (B) de tórax de un mismo enfermo con un hidrotórax derecho de origen hepático. Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org SECCIÓN X Patología pleural 674 (toracocentesis, biopsia pleural o inserción de un catéter endo- torácico). Otras situaciones en las que resulta de utilidad son las siguientes: a) identificación de septos o loculaciones en el espacio pleural; b) diferenciación entre un DP, un engrosa- miento pleural y una consolidación pulmonar; c) cuantifica- ción del volumen de un DP; d) evaluación de un neumotórax, y e) demostración de la existencia de engrosamientos de la pleura parietal o de nódulos pleurales mayores de 1 cm, que deben sugerir la posibilidad de una causa maligna. Tomografía computarizada torácica La TC torácica efectuada con contraste intravenoso es una prueba esencial en la investigación de cualquier DP no diagnos- ticado (v. capítulo 81). Sus ventajas son numerosas e incluyen la identificación de derrames pequeños (inferiores a 10 mL), loculaciones del líquido pleural, engrosamientos de la mem- brana pleural, lesiones parenquimatosas pulmonares, adeno- patías mediastínicas, engrosamientos del pericardio, nódulos mamarios o anomalías óseas. La apariencia típica de un DP libre es la de una opacidad curvilínea, redondeada y homo- génea en la zona con más declive de la cavidad pleural. Un DP loculado se muestra, por el contrario, como una opacidad lenticular en una posición fija (v. fig. 80.3). El coeficiente de atenuación distingue perfectamente un fluido pleural de un engrosamiento pleural o de un tumor. Como norma general, un DP cuyo grosor en la TC torácica no supera los 2 o 2,5 cm no debe aspirarse. En ocasiones es difícil diferenciar un DP de una ascitis. Se considera que en la TC torácica hay cuatro signos útiles para establecer tal distinción:a) la interfase entre el líquido pleural y el hígado o bazo es nebulosa, si bien perfectamente nítida en el caso de una ascitis (probablemente el signo más útil) (fig. 80.6); b) la separación entre los pilares posteriores del diafragma y las vértebras en las que se anclan solo es posible por la interposición del líquido pleural (signo de la crura dia- fragmática desplazada) (v. fig. 80.6); c) todo líquido que reposa por fuera del diafragma es pleural, y d) la porción posterior del lóbulo hepático derecho no está cubierta por peritoneo y se adhiere directamente a la pared abdominal posterior, por lo que el líquido peritoneal no puede extenderse a dicha zona (signo del área descubierta). La TC torácica también sirve para diferenciar un DP maligno de uno benigno. En aproximadamente la mitad de los pacientes con un DP maligno no hay ningún hallazgo radiológico des- tacable, además del DP. Sin embargo, la presencia de nódulos o de engrosamientos pleurales de un tamaño igual o superior a 1 cm (fig. 80.7) es muy específica de malignidad, aunque solo se observa en una cuarta parte de los sujetos con un DP maligno metastásico. El descubrimiento de una tumoración pulmonar o abdominal, o de metástasis hepáticas (15%) también apoya la naturaleza maligna de un DP. Casi todos los mesoteliomas se acompañan de un engrosamiento pleural nodular, circunferencial o mediastínico (más de un 85%) y, en la mitad de los casos, de una pérdida de volumen del hemitórax ipsolateral. La TC torácica facilita el diagnóstico diferencial entre un empiema asociado con una fístula broncopleural y un absceso pulmonar, situaciones ambas en las que suele evidenciarse un claro nivel hidroaéreo. Más rara vez este hallazgo se debe a unas bullas pulmonares que contienen líquido o a asas intestinales dilatadas que se encuentran dentro de la cavidad torácica (una hernia diafragmática). Los abscesos pulmonares tienden a ser más redondeados y poseen una pared más gruesa, que a menudo forma un ángulo agudo con la pared torácica. Los empiemas, por el contrario, dan lugar a un ángulo obtuso. Estos últimos provocan una atelectasia pasiva del pulmón adya- cente, circunstancia que no se observa en los abscesos pulmo- nares. Por último, en los empiemas la TC torácica muestra una captación de contraste por parte de unas superficies pleurales, visceral y parietal, engrosadas y separadas por el líquido pleural (signo de la pleura dividida) (v. fig. 80.3). La mayor atenuación de la grasa extrapleural, el engrosamiento de los tejidos extra- pleurales o incluso las adenopatías mediastínicas ipsolaterales FIGURA 80.6 Tomografía computarizada torácica en la que se observa el signo de la interfase para diferenciar un derrame pleural (puntas de flecha) de una ascitis (flechas). FIGURA 80.7 Tomografía computarizada torácica de unos nódulos pleurales en un derrame pleural maligno derecho. Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org CAPÍTULO 80 Derrame pleural: etiología, patogenia y manifestaciones clínico-radiológicas 675 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. (menores de 2 cm) son otros datos propios de la infección pleural. En el empiema tuberculoso, la TC torácica permite ver, de manera característica, unos arcos costales voluminosos, junto con una pleura engrosada y calcificada que rodea a un DP loculado. En realidad, la TC torácica es una técnica inferior a la ecografía torácica o a la resonancia magnética (RM) para detectar septos, aunque estos pueden sospecharse si se aprecian múltiples bolsillos de aire dentro del DP. Resonancia magnética torácica El papel de la RM torácica en el estudio de las enfermedades pleurales es muy limitado, como consecuencia de los artefactos que originan los movimientos cardíacos y respiratorios y por la menor resolución espacial de esta técnica, en comparación con la TC torácica. Además, los avances que se han producido en los últimos años, en los que ha aparecido la TC multicorte, con capacidad para reconstruir los órganos en múltiples planos, posiblemente van a reducir aún más las indicaciones de la RM. Estas últimas podrían limitarse a los enfermos en los que está contraindicada la realización de una TC torácica con contraste. También a casos seleccionados de mesotelioma en los que se plantee una cirugía radical y la TC torácica no ha puesto clara- mente de manifiesto una extensión del tumor hacia la pared torácica, la fascia endotorácica o el músculo diafragma, ya que todas estas estructuras son visibles con más facilidad en la RM. El líquido pleural aparece en la RM como una señal hipoin- tensa en las imágenes potenciadas en T1 (excepto el quilotórax y el hemotórax) y como una hiperseñal en las secuencias T2 (excepto en el quilotórax). Los nódulos pleurales, los septos dentro del DP, la sangre (hemotórax), incluyendo sus sucesivas fases evolutivas, así como el quilo (quilotórax), son fácilmente detectables en una RM torácica. Tomografía por emisión de positrones La tomografía por emisión de positrones (PET) fusionada con las imágenes que proporciona una TC torácica permite estadificar el mesotelioma y el cáncer de pulmón mejor que cualquiera de estas dos técnicas por separado. El híbrido PET- TC también puede ser de ayuda para buscar un tumor primario en un paciente con un DP maligno de origen desconocido. Otra indicación potencial, aunque aún no bien establecida, es el diagnóstico diferencial entre un engrosamiento y un DP maligno y uno benigno. Al respecto, la PET tiene una sensibi- lidad del 90% y una especificidad del 75% para identificar una lesión pleural maligna. El fundamento de la PET está en que las células malignas, por ello metabólicamente más activas, son capaces de concentrar la 18-fluorodesoxiglucosa —que se emplea como radioisótopo— con mucha más avidez que el tejido sano. Se han descrito PET falsamente positivas en las pleuritis infecciosas y después de realizar una pleurodesis con talco. Por el contrario, se observan falsos negativos en algunos tumores fibrosos de lento crecimiento, los linfomas de bajo grado y las metástasis de un carcinoma de próstata. La relativa escasez de aparatos y la carestía, si bien en descenso, y el tiempo que exige el procedimiento son, en el momento actual, las principales limitaciones de la PET. Bibliografía Ferreiro L, San José E, Valdés L. Derrame pleural tuberculoso. Arch Bronconeumol 2014;50:435-43. Kastelik JA. Management of malignant pleural effusion. Lung 2013;191:165-75. Light RW. Pleural diseases. 6.ª ed. Filadelfia: Lippincott Williams and Wilkins; 2013. Light RW, Gary Lee YC. Textbook of pleural diseases. 3.ª ed. Abingdon: CRC Press; 2014. Porcel JM. Diagnosis of pleural effusions. Hosp Med Clin 2013;2: e337-57. Porcel JM, Light RW. Pleural effusions. Dis Month 2013;59:29-57. Shojaee S, Argento AC. Ultrasound-guided pleural access. Semin Respir Crit Care Med 2014;35:693-705. Thomas JM, Musani AI. Malignant pleural effusions: a review. Clin Chest Med 2013;34:459-71. Villena V, Cases Viedma E, Fernández Villar A, de Pablo Gafas A, Pérez Rodríguez E, Porcel Pérez JM, et al. Normativa sobre el diagnóstico y tratamiento del derrame pleural. Barcelona: Editorial Respira. 2013. Wong CL, Holroyd-Leduc J, Straus SE. Does this patient have a pleural effusion? JAMA 2009;301:309-17. Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org Botón1:
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