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711 CAPÍTULO © 2017. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos Enfermedades del diafragma ANATOMÍA Y FISIOLOGÍA DEL DIAFRAGMA Recuerdo anatómico Desde un punto de vista embriológico y anatómico puede considerarse que el diafragma está constituido por dos mús- culos distintos, uno costal y otro crural, que tienen, asimismo, un comportamiento funcional diferente, tanto en el individuo sano como en el enfermo. El diafragma está integrado, desde un punto de vista morfológico, por tres partes bien diferenciadas: una anterolateral o costal, otra posterior o crural y una central o tendinosa, que se denomina centro frénico o tendinoso. El centro frénico es una estructura inelástica, bilobulada y con dos cúpulas en cada lado. Sirve de origen a las fibras musculares del diafragma propiamente dichas y tiene su vértice situado en la cara posterior del esternón. Esta distribución anatómica confie- re al centro tendinoso una especial disposición y una peculiar curvatura, que se relaciona claramente con los mecanismos y la mecánica de la respiración. La parte costal del diafragma tiene sus fibras orientadas radialmente desde el tendón central, de manera que hacia adelante se insertan en el apéndice xifoides y lateralmente en las costillas décima a duodécima. La longitud de las fibras musculares está condicionada por la forma y la curvatura del tendón central. La parte crural del diafragma tiene una dis- posición más compleja. Sus fibras se orientan de modo radial, desde el tendón central hacia los ligamentos arqueados medial y lateral. Se insertan así en la tercera vértebra lumbar y en un grupo de fibras posteriores, que forma un grueso tendón que se ancla en la primera vértebra lumbar. Las fibras del dia- fragma configuran, a la altura del hiato esofágico, parte del esfínter esofágico inferior. El diafragma puede considerarse, en su conjunto, como un cilindro que terminaría por arriba en una cúpula (el centro frénico). Por su parte, las paredes del cilindro se corresponderían directamente con la zona en la que el diafragma se apoya en la caja torácica inferior. Esta zona se denomina zona de aposición y en el hombre en posición sentada representa un 30% del total de la superficie de la caja torácica. El diafragma humano tiene un peso aproximado de 280 g. El centro tendinoso supone un 15% del área total del dia- fragma. Su diámetro transverso es un 60% más largo que el anteroposterior, lo que concuerda con la forma ovalada, de eje mayor laterolateral, que tiene el tórax del ser humano si se considera un plano de corte transversal. Funciones y funcionamiento La función de los músculos respiratorios es la de actuar como una bomba ventilatoria. El trabajo realizado por estos mús- culos tiene que ser capaz de superar las cargas elásticas y las resistencias que se generan durante la inspiración y de des- plazar, así, el volumen de aire necesario para inflar o expandir el pulmón. Entre los distintos músculos que constituyen la bomba ventilatoria el principal es el diafragma, que cumple su función al movilizar la mayor parte del aire que entra en el pulmón en cada ciclo respiratorio. Cuando el diafragma se con- trae, como consecuencia del acortamiento de sus fibras, origina una disminución de la zona de aposición, con un descenso de la cúpula diafragmática respecto a la posición que tienen las inserciones costales. Esta disminución es, aproximadamente, de 1,5 cm durante una respiración a volumen corriente. El aumento de tensión que produce la contracción se aplica, sobre todo, al centro frénico. El movimiento diafragmático se asemeja al de un pistón que se desplazase en el interior de un cilindro. La cúpula desciende por el acortamiento de las fibras musculares de la zona de aposición, zona que es, en definitiva, la responsable de la entrada del aire que se consigue gracias al diafragma en cada inspiración. El descenso del diafragma aumenta el diámetro de la caja torácica, aumento que se acompaña de un desplazamiento caudal de las estructuras abdominales y de una elevación de la presión intraabdominal. La cavidad pleural experimenta, asimismo, cambios importantes. En ella se genera una presión negativa, que también favorece que se incremente el volumen de aire inspirado. La hiperpresión intraabdominal que ocasio- na el descenso de la cúpula diafragmática se transmite a la caja torácica inferior, a la que expande y desplaza en el sentido de la inspiración. La acción del diafragma sobre la caja torácica tiene dos com- ponentes distintos. El primero se debe a la zona de aposición antes descrita. Como se ha señalado, la inspiración aumenta la presión abdominal, lo que hace que la pared torácica inferior se expanda. La magnitud de esta expansión depende directa- mente del tamaño de la zona de aposición y del incremento de la presión abdominal. De ahí la importancia del tamaño de 85 Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org SECCIÓN XI Patología de la caja torácica 712 la zona de aposición. En determinadas situaciones clínicas, por ejemplo en la hiperinsuflación pulmonar, la zona de aposición diafragmática disminuye, lo que determina que la inserción de las fibras musculares del diafragma se haga perpendicular durante la inspiración. Se produce así el llamado signo de Hoover, un movimiento paradójico de la caja torácica inferior que sucede durante la inspiración y que se manifiesta como un desplazamiento interno, en lugar de externo, como sería lo normal. En resumen, si la zona de aposición disminuye, desciende la efectividad del diafragma para expandir la caja torácica inferior. El segundo componente de la acción inspiratoria diafrag- mática es la llamada fracción «insercional». Durante la ins- piración se contraen y se acortan las fibras diafragmáticas, lo que genera una fuerza que debe orientarse cranealmente para conseguir el descenso de la cúpula diafragmática. Esta orien- tación se consigue por el efecto de oposición al movimiento del diafragma que ofrece la masa abdominal, que evita así que la cúpula descienda excesivamente y que, como consecuencia, las fibras contraídas adopten una disposición transversal. La orientación craneal de las fibras diafragmáticas contraídas hace que las costillas inferiores roten en sentido externo, lo que aumenta el diámetro de la caja torácica y favorece el des- plazamiento del volumen de aire desde la atmósfera al interior de los pulmones. El diafragma debe coordinarse en su actividad respiratoria con los demás músculos de la caja torácica. Esta coordina- ción es compleja y exige de la integración de un conjunto de elementos mecánicamente muy intrincados, cuya principal función es la de lograr que la respiración sea lo más efectiva y lo más eficiente posible. PATOLOGÍA DEL DIAFRAGMA Hernias diafragmáticas congénitas La hernia diafragmática es el resultado de un defecto anató- mico congénito del músculo diafragmático que se establece en el período gestacional. Ese defecto determina la aparición de orificios anormales por los que pueden desplazarse hacia el tórax órganos y vísceras que normalmente se encuentran en la cavidad abdominal. Existen dos tipos de hernias dia- fragmáticas congénitas. Uno es la hernia de Bochdalek, que se localiza en el lado izquierdo del diafragma y en la que el estómago y el intestino son los órganos que habitualmente ascienden hacia la cavidad torácica. El otro es la hernia de Morgagni, en la que el orificio anormal se sitúa en el lado derecho del diafragma y en la que, por este motivo, son el hígado y el intestino las estructuras que se desplazan hacia el tórax. El diafragma se forma entre la séptima y la décima semanas de gestación, período en el que también se desarrollan el esófago, el estómago y el tracto intestinal.Es posible que esta coincidencia en el tiempo determine que, en el caso de la hernia de Bochdalek, el músculo diafragmático no se cons- tituya correctamente o que el intestino quede atrapado en la cavidad torácica cuando el diafragma se está formando. El origen de la hernia de Morgagni parece que puede ponerse en relación con una génesis inadecuada del centro frénico, que no se conforma en la zona central del diafragma, como ocurre en los individuos normales. En ambos casos, por tanto, el desarrollo del diafragma y del aparato digestivo no se com- pleta bien, aunque la causa exacta de esta alteración no se conoce con certeza. Más bien parece que se trata de un tras- torno multifactorial, que depende de factores tanto genéticos como ambientales. HERNIA DE MORGAGNI El desarrollo del diafragma finaliza entre la octava y la décima semanas de vida fetal, con lo que la cavidad celómica queda dividida en dos compartimentos: el abdomen y el tórax. El diafragma se forma a partir de la fusión de varios componentes: el septum transverso, las membranas pleuroperitoneales, el mesenterio del intestino anterior y el componente muscular de la pared torácica dorsolateral. El septum transverso, ubicado en posición anterior, aparece entre la tercera y la quinta semanas y gradualmente se extiende hacia atrás, envolviendo al esófago y a los grandes vasos. Cuando las fibras musculares diafragmáticas no se forman correctamente, el tórax y el abdomen solo quedan separados por una delgada membrana elástica. Esta anomalía se observa con cierta frecuencia en la porción anteromedial del dia- fragma (espacio de Larrey), por lo que en esta zona puede formarse una hernia diafragmática congénita que recibe el nombre de paraesternal o de Morgagni. El defecto congénito anteromedial citado puede ser unilateral o bilateral, de ahí que la hernia de Morgagni también pueda tener ese carácter. Lo más habitual, sin embargo, es que sea unilateral y derecha, lo que se explica por la mayor debilidad del foramen dere- cho, al pasar por ese espacio la arteria epigástrica superior, así como por la protección que el corazón brinda a la zona paraesternal izquierda. La hernia de Morgagni tiene una incidencia que se estima en unos 10 casos/1.000.000 habitantes/año y representa entre el 1 y el 2% de las hernias diafragmáticas. El saco herniario suele estar ocupado por parte del epiplón mayor, asas de intestino delgado, pliegues del colon y, más rara vez, alguna porción del hígado. El defecto congénito también puede com- prometer al pericardio, lo que permite que pasen, como ocurre sobre todo en los niños, asas intestinales al interior del saco pericárdico. La hernia de Morgagni puede presentarse, asimis- mo, como un distrés respiratorio del recién nacido, aunque también puede suceder que pase inadvertida y se detecte una vez alcanzada la edad adulta. En este caso la posibilidad de este diagnóstico suele plantearse tras efectuar una radiografía de tórax por cualquier otro motivo. En ocasiones la primera manifestación clínica de la hernia es una estrangulación, un vólvulo o una obstrucción intestinal. Es posible, si bien no es nada común, que dé lugar a alguna manifestación clínica cardiorrespiratoria que obligue a una corrección quirúrgica urgente. Finalmente, la hernia puede asociarse con otras mal- formaciones congénitas, sobre todo cardíacas, deficiencias pericárdicas, anormalidades cromosómicas de diverso tipo o alguna forma de retraso mental. En el diagnóstico diferencial de la hernia de Morgagni deben incluirse el quiste pericárdico, la almohadilla grasa y los tumores sólidos. En la radiografía posteroanterior de tórax con frecuencia se observa una masa, con aire en su interior, Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org CAPÍTULO 85 Enfermedades del diafragma 713 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. en el ángulo cardiofrénico, imagen que se asocia con un desplazamiento superior y lateral de la silueta cardíaca. En la proyección lateral se visualiza una elevación del diafragma en su vertiente anterior. En el estudio radiológico esofagogas- troduodenal con papilla baritada o en el enema opaco suele ser fácil confirmar la presencia de asas intestinales o del colon en el saco herniado (figs. 85.1 y 85.2). Una vez realizada la radiografía simple de tórax y los estudios con contraste de bario puede recurrirse, si se quiere valorar mejor la malfor- mación, a la tomografía computarizada toracoabdominal, en la que puede observarse una masa homogénea de densidad grasa (–40 a –130 unidades Hounsfield), que contiene o no vasos mesentéricos o asas intestinales en su interior. La reconstrucción sagital de dicha tomografía permite com- probar la continuidad del contenido herniario con la grasa abdominal. Esta última, así como otras anomalías diafrag- máticas, también puede evaluarse mediante una resonancia magnética. Las imágenes coronales y sagitales ponderadas en T1 son útiles para confirmar la presencia o la ausencia de una porción del diafragma dentro de la hernia y para identificar que parte del contenido abdominal está en el interior de la cavidad torácica. HERNIA DE BOCHDALEK Se observa más frecuentemente en el lado izquierdo (80-90% de los casos) que en el derecho (15% de los casos), quizá porque el hígado actúa ocluyendo el hiato diafragmático y dificultando así la herniación en ese lado. También puede ser bilateral (3% de los afectados). Entre las hernias de Bochdalek que se detectan en el recién nacido, un 32% corresponde a óbitos y un 36% se asocia con un fallecemiento muy temprano. En un 15 a 20% de los casos la hernia se asocia con otras mal- formaciones congénitas, como la anencefalia, la hidrocefalia, el mielomeningocele, el encefalocele, la tetralogía de Fallot, etc. Alguna vez se ha señalado la posibilidad de que exista una transmisión genética autosómica recesiva. Desde un punto de vista diagnóstico la radiografía de tórax tiene una alta sensibilidad. El estudio puede completarse con otras exploraciones complementarias, como una eco- grafía y una tomografía computarizada toracoabdominales, ambas con gran sensibilidad y gran especificidad diagnósticas (fig. 85.3). El tratamiento debe ser quirúrgico, siempre que sea posible. Eventración diafragmática Es una alteración en la que parte del músculo diafragmá- tico se encuentra sustituido por un tejido fibroelástico, lo que hace que la lámina del diafragma pierda consistencia, aunque aún sea capaz de mantener su continuidad como FIGURA 85.1 Radiografía lateral de tórax realizada, tras la administración por vía oral de un contraste baritado, en un enfermo portador de una hernia de Morgagni. FIGURA 85.2 Radiografía simple de abdomen realizada, tras la administración por vía oral de un contraste baritado, en un enfermo portador de una hernia de Morgagni. Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org SECCIÓN XI Patología de la caja torácica 714 estructura anatómica. Esta circunstancia es, precisamente, la que diferencia a la eventración de las hernias diafragmáticas. En concreto, la debilidad que supone la ausencia de músculo, que se encuentra sustituido por una aponeurosis fibroelástica, hace que parte del diafragma se desplace hacia el interior de la cavidad torácica. La eventración diafragmática tiene una prevalencia que varía según las series publicadas, aunque se acepta que está en torno a 1 caso/1.500 sujetos a los que se les realiza una radiografía de tórax por cualquier motivo. La causa de estaanomalía puede ser congénita o adquirida. En el primer caso, el defecto puede ser tanto parcial y limitado como difuso y extenso, y asociarse o no con una ausencia del nervio frénico o con trastornos en el desarrollo muscular del diafragma. La causa más frecuente de las eventraciones adquiridas son los traumatismos que afectan al nervio frénico en cualquier parte de su trayecto. Las manifestaciones clínicas de la eventración diafragmática son muy diversas. Las formas asintomáticas son frecuentes, sobre todo si la malformación es parcial o está muy localizada. Los síntomas, cuando existen, casi siempre son de naturaleza respiratoria, aunque también pueden ser gastrointestinales. Asimismo, son posibles los episodios de distrés respirato- rio, sobre todo cuando el defecto se presenta en la infancia o tiene un tamaño importante. La existencia de una even- tración diafragmática debe sospecharse ante la aparición de un distrés respiratorio en un niño en el que se evidencia una alteración radiológica compatible o ante la observación de una elevación hemidiafragmática en una radiografía de tórax en un adulto. El diagnóstico se basa en las técnicas de imagen (fluoroscopia, radiografía simple de tórax o tomografía com- putarizada toracoabdominal), incluyendo la ecografía. En los niños que padecen un distrés respiratorio la actitud ha de ser quirúrgica. Pueden utilizarse tanto técnicas convencionales como procedimientos videotoracoscópicos. No existe acuerdo sobre las ventajas que se derivan de establecer precozmente la indicación quirúrgica. Hernia del hiato esofágico La hernia hiatal es una enfermedad que se produce como consecuencia de la entrada en el interior del tórax, a través del hiato esofágico del diafragma, de parte o de la totalidad del estómago (fig. 85.4). Desde un punto de vista anatómico exis- ten diferentes tipos de hernia hiatal. La hernia deslizante o por deslizamiento se caracteriza porque la parte gástrica herniada se moviliza de atrás hacia delante y de afuera hacia adentro del tórax. Es el tipo más común. En la hernia hiatal fija la parte superior del estómago penetra en el tórax y se ancla dentro de él de manera permanente. En la hernia hiatal paraesofágica la unión esofagogástrica se encuentra en el interior de la cavidad abdominal, mientras que las partes más distales del estómago ascienden y se introducen en la cavidad torácica. La causa exacta de la hernia hiatal no se conoce. La razón última parece relacionarse con un debilitamiento de los tejidos y estructuras que cierran el hiato esofágico, lo que permite que la presión abdominal empuje al estómago hacia dentro del tórax. En este sentido, se sabe que en algunos enfermos la hernia hiatal aparece tras circunstancias que originan un aumento más o menos brusco de la presión intraabdominal (tos persistente, vómitos repetitivos, aca- rreo de peso, etc.). Los traumatismos en esa zona pueden favorecer, asimismo, la formación de estas hernias. Otros factores predisponentes que también se han asociado, con cierta frecuencia, con ellas son el embarazo, la obesidad y el consumo de tabaco. Los enfermos portadores de una hernia hiatal no suelen aquejar síntoma alguno. Las manifestaciones clínicas más habituales son, cuando existen, las que se deben a un reflujo gastroesofágico. En los individuos asintomáticos la sospecha FIGURA 85.4 Esquema anatómico que muestra las relaciones topográficas en una hernia hiatal por deslizamiento. FIGURA 85.3 Tomografía computarizada torácica de un enfermo con una hernia de Bochdalek. Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org CAPÍTULO 85 Enfermedades del diafragma 715 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. diagnóstica suele plantearse con ocasión de alguna exploración complementaria, por ejemplo una radiografía de tórax, efec- tuada por cualquier motivo. La confirmación del diagnóstico puede basarse tanto en estudios radiológicos como en técnicas endoscópicas (fig. 85.5). Las hernias hiatales pueden producir, sobre todo las de mayor tamaño, diferentes complicaciones. No son raros el sangrado crónico y la consiguiente anemia ferropénica. Alguna vez pueden determinar, si son muy voluminosas y ocupan mucho espacio dentro de la cavidad torácica, disnea o dolor torácico. Uno de los hallazgos más característicos es el reflujo gastroesofágico. Este último puede expresarse con diferentes síntomas, como por ejemplo una sensación de acidez o de que- mazón retroesternal (pirosis), molestia que aumenta cuando el enfermo adopta el decúbito supino. La hernia hiatal puede dar lugar, asimismo, al llamado esófago de Barrett, un tras- torno que se debe a la irritación permanente que el contacto constante con el ácido gástrico induce en la mucosa esofágica. Se considera que esta anomalía incrementa la probabilidad de padecer un cáncer de esófago. El tratamiento de la hernia de hiato suele ser meramente sintomático. Es habitual recurrir a los antiácidos, los bloquean- tes de los receptores H 2 de la histamina o los inhibidores de la bomba de protones. Las medidas quirúrgicas no suelen ser necesarias. La cirugía solo está indicada en las hernias de gran tamaño que producen síntomas importantes (dificultad res- piratoria, dolor torácico o disfagia). La técnica quirúrgica se basa en la reconstrucción del esfínter esofágico inferior, tras realojar la porción gástrica herniada en su ubicación intraab- dominal normal. La vía de acceso puede ser la laparotomía o la toracotomía. En la actualidad cada vez se emplea más la laparoscopia, que se asocia con una menor morbilidad y con menos complicaciones postoperatorias. Traumatismos diafragmáticos Actualmente los traumatismos torácicos son secundarios, en su mayoría, a accidentes de tráfico y, en segundo lugar, a los laborales, tal y como ocurre con los traumatismos que afectan a otras regiones anatómicas o a otros órganos o sistemas. La prevalencia, la morbilidad y la mortalidad de estos trauma- tismos no han cesado de aumentar en las últimas décadas. Hoy en día la mayor frecuencia y gravedad corresponde a los traumas torácicos cerrados, a diferencia de lo señalado en las series más antiguas, en las que los abiertos eran los predominantes. Estos últimos, patrimonio preferente de los conflictos armados, cursaban con lesiones muy llamativas desde un punto de vista clínico. Los cerrados, por el con- trario, pueden pasar desapercibidos y ocultar lesiones muy importantes bajo una pared con pocos daños o, incluso, en apariencia indemne. Las formas de expresión de un traumatismo torácico cerrado son diversas, aunque las más habituales son el hemotórax, el neumotórax hipertensivo y el tórax paradójico (stove-in-chest, flail chest, volet costal). También es posible la rotura diafrag- mática, que puede adoptar tres modalidades anatómicas: la radial (lineal o estrellada), la circunferencial (desinserción del reborde costal) y la laceración o desgarro periférico. Los traumatismos torácicos cerrados suelen asociarse, en un porcentaje que oscila entre un 50 y un 90%, con anomalías estructurales localizadas en otros órganos. Los que se afectan más habitualmente son el hígado y el bazo. El diagnóstico se basa en el estudio radiológico. La tomografía computarizada toracoabdominal es el procedimiento de elección y el más adecuado para objetivar el daño diafragmático, así como las demás alteraciones que puedan existir. La rotura diafragmática es una lesión poco habitual, ya que solo se observa en una pequeña proporción de los trau- matismos torácicos (1%). En algunos trabajos se ha señalado que puede aparecer hasta en un 10% de los traumas que requieren una laparotomía. Su mecanismo de producción no es único, sino quepuede responder a distintos tipos patogénicos y, a veces, a varios de ellos simultáneamente. En esencia, a los siguientes: a) elevación brusca de la pre- sión intraabdominal, con estallido directo de la cúpula del músculo; b) acción cortante de un fragmento costal, FIGURA 85.5 Estudio radiológico esofagogastroduodenal realizado, tras la administración por vía oral de un contraste baritado, en un enfermo con una hernia hiatal por deslizamiento. Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org SECCIÓN XI Patología de la caja torácica 716 y c) distensión violenta del diafragma por la onda de choque (fig. 85.6). Como consecuencia de la rotura, las vísceras abdominales pasan al interior del tórax, empujadas por la fuerza traumática, en un primer momento, y atraídas des- pués, asimismo, por el gradiente de presión que existe entre el abdomen y el tórax. Es decir, la presión negativa intrato- rácica es capaz de succionar, en un segundo momento, parte del contenido abdominal. En ocasiones, la hernia traumática se establece justo después de la lesión, pero otras veces se instaura lentamente, al cabo de un intervalo de tiempo más o menos largo. En este supuesto la atracción que se ejerce por la negatividad de la presión intra- pleural es el factor patogénico decisivo. La hernia puede ser univisceral y entonces suele estar representada por el estómago, en el lado izquierdo, o por el hígado en las roturas del hemidia- fragma derecho. Otras veces es plurivisceral, en cuyo caso las estructuras que se desplazan al tórax son el estómago, el intes- tino delgado, el bazo y el epiplón, si la rotura es izquierda, y el hígado, el epiplón y el colon si es derecha. La mortalidad de la rotura diafragmática es mayor si coexisten fracturas múltiples y en los enfermos de edad avanzada. Parálisis del diafragma PARÁLISIS DIAFRAGMÁTICA BILATERAL La parálisis diafragmática bilateral suele asociarse con una enfermedad neuromuscular generalizada, de la que puede ser, incluso, su primera manifestación clínica. Otras causas posibles son, además de las neuromiopatías, los tumores mediastínicos, los traumatismos torácicos, las enfermedades sistémicas, como el lupus eritematoso diseminado, y los trastornos endocrinos, fundamentalmente el hipotiroidismo. El síntoma más frecuente por el que el enfermo con esta parálisis acude al médico es la disnea. Esta disnea se caracterís- tica por empeorar cuando el individuo adopta el decúbito supi- no (ortopnea instantánea), ya que en esta posición las vísceras abdominales desplazan al diafragma y reducen su movilidad. En la exploración física puede comprobarse cómo, a los pocos minutos de que el sujeto se tumbe, se produce una taquipnea intensa y una caída significativa en la saturación percutánea de oxígeno. Estas manifestaciones hacen que el paciente casi siempre prefiera dormir sentado, lo que sin embargo no evita el que sufra importantes alteraciones gasométricas nocturnas. En las fases más avanzadas de la enfermedad no es rara la res- piración paradójica. El diagnóstico se sospecha por las manifestaciones clínicas referidas, por los antecedentes personales existentes y por las imágenes que se encuentran en la radiografía de tórax. En la exploración funcional respiratoria suele observarse una hipoxe- mia, que empeora con el decúbito supino, y en la espirometría forzada lo habitual es evidenciar un patrón ventilatorio res- trictivo. Es típico el que la capacidad vital forzada (FVC) dis- minuya más de un 30 o un 40% cuando el individuo adopta la posición tumbada, con respecto a los valores hallados en sedestación. La progresión de la enfermedad suele llevar a una hipoventilación alveolar. La confirmación diagnóstica requiere de una tomografía computarizada torácica o, a veces, de una resonancia magné- tica. Asimismo es muy interesante el estudio de las presiones respiratorias. La presión inspiratoria máxima (PImáx) suele mostrar valores bajos, con caídas al menos de 30 cm H2O con respecto a las cifras normales. Sin embargo, el dato más específico, aunque no fácil de medir, es el descenso de la presión transdiafragmática (Pdi). Se calcula a partir de la presión espiratoria máxima (PEmáx) y de la presión gástrica máxima (PGamáx) y expresa la fuerza específica que tiene el diafragma. La maniobra inspiratoria que más se utiliza para medir la PImáx es la de la inhalación forzada, mientras que para la PEmáx se emplea, como maniobra habitual, la tos voluntaria; en ambos casos se parte de la situación de capacidad residual funcional (FRC). También puede inducirse la contracción diafragmática mediante una estimulación eléc- trica o magnética (Pdimáx twitch). Se acepta que un valor inferior a 80 cm H2O en las mujeres y a 100 cm H2O en los hombres indica la existencia de una debilidad o fatiga del diafragma. En algunos casos hay que recurrir, para precisar el diagnóstico etiológico, a la electromiografía frénica per- cutánea, aunque esta técnica es poco común en la práctica clínica. En los últimos años se han incorporado nuevos pro- cedimientos no invasivos, como la ecografía, con resultados iniciales que parecen prometedores. El marcapasos diafragmático es una posibilidad terapéu- tica, además de otras, en algunas formas de parálisis dia- fragmática bilateral. Se describió por primera vez hace ya más de 30 años y su principal indicación actual se encuentra FIGURA 85.6 Radiografía posteroanterior de tórax en un enfermo afecto de una rotura diafragmática. Obsérvese cómo la sonda nasogástrica se sitúa en el interior del tórax. Descargado de ClinicalKey.es desde Universidad Nacional Autonoma de Mexico diciembre 14, 2016. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org CAPÍTULO 85 Enfermedades del diafragma 717 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. en los enfermos que sufren lesiones del sistema nervioso central que cursan con paradas respiratorias. El marcapasos diafragmático estimula los nervios frénicos que inervan el diafragma, por lo que su empleo solo es posible cuando la lesión se sitúa por encima de las metámeras C3 o C5, que son el origen aparente del nervio frénico. Es un método no exento de complicaciones, que casi siempre se relacionan con el propio dispositivo y la transmisión de los impulsos, con infecciones secundarias o con complicaciones deriva- das de la intervención quirúrgica. También se ha referido la posibilidad, tras su uso continuado, de que aparezca una atrofia o una disfunción del músculo diafragmático. En series que acumulan varias decenas de casos se ha señalado que el marcapasos diafragmático tiene éxito, cuando la indi- cación es cuidadosa, en más de un 90% de las ocasiones. Sin embargo, en muy pocos estudios el seguimiento supera los 10 años. Entre las contraindicaciones del marcapasos se incluyen el estado comatoso, la obnubilación, la enfermedad pulmonar grave y el fracaso en la activación del diafragma. En fechas recientes se han ampliado las aplicaciones del marcapasos a otras enfermedades en las que son posibles las alteraciones diafragmáticas, como ocurre en la esclerosis lateral amiotrófica. PARÁLISIS DIAFRAGMÁTICA UNILATERAL La parálisis diafragmática unilateral es mucho más habitual que la bilateral y suele ser un hallazgo radiológico fortuito. Las causas que producen esta parálisis son similares a las comen- tadas antes, aunque aquí la más frecuente con diferencia es la lesión, yatrogénica o traumática, del nervio frénico. Las mani- festaciones clínicas también son mucho menos llamativas. En la mayoría de los casos el enfermo está, incluso, asintomático. La disnea y la ortopnea,de existir, son leves. El diagnóstico se basa en las técnicas referidas a propósito de la parálisis diafrag- mática bilateral. El pronóstico es benigno y no suele requerirse tratamiento alguno. Tumores del diafragma Los tumores primarios del diafragma son muy raros. En los últimos 150 años se han descrito algo más de 100 casos, tanto benignos (algo más descritos) como malignos. Entre los pri- meros las formaciones quísticas son los más comunes y entre los segundos lo es el fibrosarcoma. Los tumores de origen neurológico constituyen el 10% del total. Los tumores diafragmáticos afectan por igual a ambos sexos y suelen detectarse en personas de 40 a 60 años de edad. Las manifestaciones clínicas más típicas son el dolor torácico o abdominal, la tos y la disnea. Las artralgias y la osteoartropatía hipertrófica son más raras y curiosamente suelen desaparecer tras la intervención quirúrgica. En un 20% de las ocasiones la sospecha diagnóstica surge ante un hallazgo radiológico casual. La tomografía computarizada torácica y la resonancia mag- nética son los dos procedimientos más útiles para confirmar la sospecha clínica (fig. 85.7). La ecografía es útil a veces. El tratamiento de elección es la exéresis del tumor. La toracotomía es actualmente la vía más empleada, aunque algunos autores prefieren la laparotomía subcostal. Bibliografía Al-Salem AH, Nawaz A, Matta H, Jacobsz A. Herniation through the foramen of Morgagni: early diagnosis and treatment. Pediatr Surg Int 2002;18:93-7. Canbaz S, Turgut N, Halici U, Balci K, Ege T, Durán E. Electrophy- siological evaluation of phrenic nerve injury during cardiac surgery: a prospective, controlled, clinical study. BMC Surg 2004;4:2-6. Chervin RD, Guilleminault C. Diaphragm pacing for respiratory insuf- ficiency. J Clin Neurophysiol 1997;14:369-77. Chetta A, Rehman AK, Moxham J, Carr DH, Polkey MI. Chest radio- graphy cannot predict diaphragm function. Respir Med 2005;99: 39-44. 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No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2016. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. http://booksmedicos.org Botón1:
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