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FISIOLOGÍA HUMANA-160

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neración hepatolenticular y la enfermedad de Parkinson,
algunas lesiones de los ganglios de la base provocan la
aparición de “movimientos anormales”. Movimientos sin
propósito que involucran músculos axiales y distales flu-
yen continuamente en contra de la voluntad de los indivi-
duos que sufren coreas, como en la enfermedad de
Huntington, causada por una mutación genética que pro-
voca una profunda degeneración en el núcleo caudado.
También pueden presentarse coreas después de lesiones
vasculares, infecciosas o de otro tipo que afectan al cauda-
do-putamen (kernicterus). El contraste existente entre los
déficit provocados por lesiones de la corteza motora y la
cápsula interna (síndrome piramidal) y los que siguen a
lesiones de los ganglios de la base (síndromes hipercinéti-
cos e hipocinéticos), en conjunto con los datos anatómicos
que sugerían que la corteza motora y los ganglios de la
base actuaban sobre las motoneuronas espinales por vías
neurales independientes (haz piramidal y vías descenden-
tes que se originan en el tronco encefálico respectivamen-
te), contribuyeron al desarrollo del concepto de doble
control motor ejercido por los sistemas piramidal y extra-
piramidal (primera mitad del siglo XX).
Aunque todavía es común considerar los ganglios de
la base como estructuras involucradas de manera primor-
dial en la función motora y se sigue utilizando el término
“síndrome extrapiramidal” para referirse a los trastornos
asociados a los mismos, a la luz de los conocimientos
actuales esta visión debe considerarse incompleta. Estu-
dios anatómicos demuestran que las principales aferencias
de los ganglios de la base provienen de la corteza cerebral
(motora, sensorial, asociativa, límbica) y que sus principa-
les eferencias se dirigen hacia regiones del tálamo que pro-
yectan a la corteza frontal, de modo que resulta artificioso
distanciar funcionalmente a los ganglios de la base y la
corteza cerebral. Además, se reconoce que la disfunción de
los ganglios de la base puede causar trastornos cognitivos,
afectivos y alteraciones motivacionales. Con la caracteri-
zación de la dopamina como neurotransmisor (Fig. 7.8), la
identificación de los ganglios de la base como el sitio cere-
bral con mayor concentración de dopamina y de sus recep-
tores, y el desarrollo de fármacos que modifican la
S I S T E M A M O T O R I I : C E R E B E L O Y G A N G L I O S D E L A B A S E 131
COMENTARIO 7.3.
La enfermedad de Parkinson
Es una afección cosmopolita que afecta a más de
1:1000 personas mayores de 65 años de edad. Los pacien-
tes muestran acinesia o hipocinesia (reducción de la ini-
ciación de acciones motoras voluntarias), bradicinesia
(ejecución lenta de movimientos), un característico tem-
blor de reposo, rigidez por aumento del tono de músculos
flexores y extensores, y alteraciones de la marcha y la
postura. Los signos clínicos se deben a la degeneración
de las neuronas dopaminérgicas de la sustancia negra
zona compacta. El proceso degenerativo es lento y pro-
gresivo. Como las neuronas dopaminérgicas sobrevivien-
tes tienen una gran capacidad de compensación, los
signos clínicos no se manifiestan hasta que el 70% de
ellas degeneró y el contenido de dopamina cayó un 80%
en el putamen. Se estima que el proceso degenerativo
comenzó varios años antes de que se presenten las mani-
festaciones clínicas, hecho que deja poco margen para la
prevención. La causa de la degeneración de la sustancia
negra no ha sido dilucidada. Se han detectado numerosas
mutaciones capaces de producir degeneración de la sus-
tancia negra. Estos defectos causarían depósitos anorma-
les de proteínas en el citoplasma de las neuronas
dopaminérgicas (cuerpos de Lewy) y la degeneración. Sin
embargo, sólo un 10% de los casos de Parkinson son de
inequívoco origen genético. Cómo los cuerpos de Lewy
también se observan en los casos esporádicos de la enfer-
medad, se ha sugerido que una falla adquirida en la fun-
ción de los proteasomas, en personas con alguna
predisposición de tipo genético, podría causarla. Entre los
factores adquiridos que podrían tener un rol etiológico se
cuentan las toxinas ambientales (en particular algunos
pesticidas como el paraquat y la rotenona dañan las neu-
ronas dopaminérgicas) y endógenas (se ha postulado que
la oxidación de la dopamina misma podría generar radi-
cales libres) y la inflamación (algunas citoquinas, como
el factor necrosante tumoral alfa, pueden dañar las neuro-
nas dopaminérgicas).
No existen tratamientos curativos para la enferme-
dad de Parkinson. El tratamiento más común consiste en
sustituir la dopamina que falta. Para ello se administra a
los pacientes levodopa, que es descarboxilada a dopami-
na en el sistema nervioso central (Fig. 7.8) por las neuro-
nas remanentes y probablemente por otros mecanismos.
Como la levodopa también puede ser descarboxilada y
transformada en noradrenalina y adrenalina en el sistema
nervioso autónomo, se la asocia con un inhibidor de la
descarboxilasa de aminoácidos aromáticos que no puede
atravesar la barrera hematoencefálica, y por lo tanto no
afecta a la descarboxilación central de la levodopa. Aun-
que la levodopa es muy eficaz para revertir los signos clí-
nicos de los enfermos, después de algunos años de
tratamiento más del 50% de los ellos desarrolla compli-
caciones motoras (principalmente movimientos involun-
tarios anormales llamados discinesias), que en ocasiones
resultan sumamente incapacitantes. Los fármacos que
estimulan directamente los receptores para dopamina D2
son menos eficaces para controlar los signos clínicos de
la enfermedad, pero provocan menos discinesias. Para los
pacientes que no encuentran beneficios con el tratamien-
to farmacológico está disponible la neurocirugía funcio-
nal. La forma más difundida consiste en implantar
electrodos para estimular de manera crónica el núcleo
subtalámico y producir así una “inactivación funcional”
del mismo, que restauraría el balance entre las acciones
de las vías directa e indirecta (Fig. 7.12). Se están eva-
luando además estrategias orientadas a restaurar la pobla-
ción de neuronas dopaminérgicas de los enfermos, ya sea
transplantando neuronas dopaminérgicas obtenidas de
fetos humanos o administrando sustancias que tienen un
potente efecto trófico sobre las neuronas dopaminérgicas,
como el factor neurotrófico derivado de la glia (GDNF).

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