Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
miento de Th2 e inhibe el de Th1, mientras que el IFN- aumenta el crecimiento de las células Th1, pero decrece el desarrollo de la subpoblación Th2. La categorización de las subpoblaciones Th1 y Th2 permitió que cristalizara el marco conceptual de la inmunología de las células T y condujo al replanteamiento de muchas enfermedades autoinmunitarias e infecciosas en el contexto de las célu- las Th1 y Th2. Muchos patógenos inducen respuestas inmunitarias altamente polarizadas que involucran un desarrollo muy rápido de patrones de citoquinas tipo Th1 o Th2. La mayo- ría de los parásitos helmintos dispara respuestas de tipo Th2, pero las bacterias gramnegativas, los protozoarios y algunos virus inducen respuestas tipo Th1. En contraste, la respuesta inmunitaria hacia algunos patógenos posee com- ponentes de ambos subtipos; en estos casos, el balance Th1/Th2 se ve afectado por una gran variedad de factores, como el fondo genético del huésped y la presencia de moléculas coestimuladoras. Células T reguladoras (TR) CD4+ CD25+ Existen varios mecanismos que permiten discriminar lo propio de lo no propio, incluyendo la deleción tímica de células T autorreactivas y la inducción de anergia en la periferia. Además de lo anterior, datos experimentales sugieren que hay un mecanismo de supresión activa mediado por una población de células T CD4+ regulado- ras (o supresoras). Estas células participan en el manteni- miento de la autotolerancia inmunológica. Presentan una serie de características que las distinguen. La mayoría de ellas expresa CD25 (cadena � del receptor para IL-2) en estado fisiológico y son producidas por el timo como una población funcionalmente madura. Esta población CD25+CD4+ constituye del 5-10% de los linfocitos T CD4+ periféricos en el ser humano y el ratón y presentan un repertorio muy amplio que reconoce antígenos propios y no propios. Estas células TR parecen controlar la intensi- dad de la respuesta inmunitaria en el sitio de la infección, a un grado que sea suficiente para contenerla, pero que permita la persistencia a largo plazo del microorganismo. Esto permite el mantenimiento de las células T de memoria, asegurando una inmunidad protectora subsiguiente. Ade- más del papel de estas células en la inmunidad concomi- tante, las células TR participan en el control de la respuesta inmunitaria antimicrobiana que pueda causar daño, esto es, en las respuestas inmunopatológicas. Datos experimen- tales sugieren que estas células suprimen las respuestas antimicrobianas excesivas, previniendo el desarrollo de inmunopatología en el huésped. Las células TR pueden suprimir tanto a Th1 como a Th2, y la remoción de estas células aumenta la polarización Th1/Th2, así como la magnitud de la respuesta inmunitaria mediada por estas células polarizadas. Por lo tanto, su remoción hace “más resistentes” a las cepas resistentes a cierta infección, y a las cepas susceptibles, “más susceptibles”. La regulación de las células CD25+CD4+ sobre las poblaciones Th1- Th2, posiblemente estabiliza la respuesta inmunitaria y permite una modulación fina de la misma que prevenga la reactivación de la enfermedad y que al mismo tiempo mantenga la inmunidad concomitante, todo ello sin causar daño inmunopatológico al huésped. Linfocitos B Los linfocitos B son producidos a lo largo de la vida en el ser humano, y su producción disminuye conforme aumenta la edad. Morfológicamente muy similares a los linfocitos T, los linfocitos B se distinguen por la presencia en su superficie de moléculas de inmunoglobulinas (anti- cuerpos), que constituyen los receptores antígeno-especí- ficos de estas células (Fig. 21.3). Como resultado de la activación, estas células se diferencian hacia células plas- máticas que poseen características morfológicas muy par- ticulares y cuya función principal es la producción y secreción de inmunoglobulinas. Cada linfocito B posee un receptor único generado a través de reordenaciones somáticas de los genes de las inmunoglobulinas. Los principales cambios irreversibles que dan lugar a un gen completo a partir de los segmentos separados V, D y J (véase más adelante) se llevan a cabo en pasos regulados, que resultan en la monoespecificidad de los linfocitos B. Los primeros genes en sufrir reordena- ciones son los genes para las cadenas pesadas; tan pronto como un gen para una cadena pesada esté listo, se expresa sobre la superficie de la célula y en este momento termina la reordenación de genes para cadenas pesadas. De igual manera se regula la reordenación de los genes para las cadenas ligeras, que concluye en el momento en el que una cadena ligera completa se expresa en la superficie del lin- focito. Este proceso da lugar a un linfocito B que expresa IgM en su superficie. La generación del repertorio es esen- cialmente al azar e independiente de encuentros con el antígeno. Una vez que la inmunoglobulina se expresa en la superficie, funciona como un receptor para antígeno y, si alguna célula B inmadura llega a encontrar a su antígeno correspondiente, ya sea en la médula ósea o en la periferia, dicha célula puede morir, cambiar su receptor o volverse anérgica, mecanismos que aseguran la autotolerancia. Por 316 F I S I O L O G Í A D E L A S A N G R E Cadena ligera Cadena pesada Región Fc C: Región constante V: Región variable VH VL CL CH1 CH2 CH3 Figura 21.3. Estructura general de las inmunoglobulinas.
Compartir