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integridad del organismo si se mantiene activa de forma indefinida. Para evitarlo, las células inmunitarias tras su actuación son destruidas por apoptosis, fenómeno en el que se encuentran implicadas las moléculas de Fas y FasL, que se expresan en mayor cantidad tras la activación. B) Regulación por el receptor del fragmento Fc (FcR) de las inmunoglobulinas La ocupación del FcR de los linfocitos B por un com- plejo antígeno-anticuerpo es capaz de inhibir la activación de estas células. Esta inhibición se atribuye a la interacción simultánea del anticuerpo con la Ig de membrana y con el FcR, entre los que forma un puente. Parece ser que esa ocupación del FcR bloquea la generación de segundos mensajeros, como el calcio intracelular o los fosfatidil inositoles, lo que origina la inhibición de la célula B. C) Regulación por la secreción de formas solubles de las moléculas de membrana Cuando se produce la activación celular que caracteri- za al proceso inflamatorio, previamente descrito, hay un aumento en la expresión de moléculas, como receptores de citoquinas y moléculas de adhesión, y en paralelo suele darse una secreción de formas solubles de algunas de ellas (IL-2 R, ICAM-1, VCAM-1 y las selectinas E y L). Estas formas solubles pueden unirse a sus respectivos ligandos bloqueando la función de las moléculas de membrana o la de los factores estimuladores solubles. D) La comunicación neuroinmunoendocrina El sistema inmunitario se considera actualmente un sistema regulador del organismo que trabaja en todo momento en íntima comunicación con los otros sistemas reguladores, el nervioso y el endocrino. Hoy se sabe que las células de los tres sistemas comparten receptores para los mediadores típicos de los otros y pueden sintetizar dichos mediadores. Así, en las células del sistema nervio- so, en las del endocrino y en las inmunitarias hay recepto- res para neurotransmisores, hormonas y citoquinas, y en los tres se encuentran esos mediadores. De hecho, se ha comprobado que los leucocitos producen neurotransmiso- res y hormonas y que las células nerviosas pueden produ- cir citoquinas típicas de los leucocitos. Además, los mediadores neuroendocrinos afectan a la función inmuni- taria, y las citoquinas modifican funciones nerviosas y endocrinas. De este modo, la homeostasis corporal se mantiene gracias a un macrosistema regulador: el neuroin- munoendocrino. En función de la existencia de esa comu- nicación es posible comprender científicamente toda una serie de hechos observados en la vida cotidiana, como son que las situaciones de depresión, estrés emocional o ansie- dad, provocadas por ejemplo por la pérdida del trabajo o de un ser querido, entre otras, se acompañan de una mayor propensión a padecer desde procesos infecciosos hasta cánceres o enfermedades autoinmunitarias, lo que supone que el sistema inmunitario se encuentra alterado. Por el contrario, las situaciones agradables nos ayudan a superar las enfermedades de base inmunitaria. Por otra parte, se ha confirmado que las activaciones del sistema inmunitario, como puede suceder en un proceso infeccioso, modifican la funcionalidad del sistema nervioso, lo que origina cam- bios psicobiológicos (humor, sueño, apetito, libido, etc.) e incluso puede llevar, en algunas situaciones extremas, a estados psicóticos; también se produce una alteración de las respuestas endocrinas. Se ha indicado que el sistema inmunitario es el receptor corporal de los estímulos que se pueden denominar “no cognitivos”, esto es, una infección, la malignización tumoral, etc. De igual manera, el sistema neuroendocrino lo es de los estímulos “cognitivos” como la luz, el sonido, etc. Cuando se recibe un tipo u otro de estímulo, cada sistema responde al suyo, pero también se lo comunica al otro. Esta comunicación se puede ejempla- rizar con una situación de estrés emocional. La situación de estrés es recibida por el sistema neuroendocrino, de modo que se activa el eje hipotálamo-hipófiso-adrenal y se liberan glucocorticoides, los cuales, además de preparar el organismo para esa situación, informa a las células inmu- nitarias de la misma, y estas células responden activando unas funciones e inhibiendo otras. El sistema nervioso y el sistema endocrino están conectados anatómica y funcionalmente con el sistema inmunitario. De hecho, todos los órganos inmunitarios y las diferentes localizaciones de las células del sistema defensivo se encuentran inervadas y por ello, los neuro- transmisores pueden alcanzar a las células inmunitarias. Además, estas células circulan por la sangre o están en localizaciones irrigadas, pudiendo contactar con todo tipo de hormonas, mediadores que regulan la función inmuni- taria. Aunque actualmente se conocen muchos de los efec- tos que causan en las células inmunitarias un gran número de neurotransmisores y hormonas, todavía no se conoce bien la regulación ejercida por los mismos. Se puede indi- car que los efectos son activadores o inhibidores depen- diendo del mediador, de su concentración, del estado de la célula inmunitaria, de su localización, etc. Esta regulación neuroendocrina que tiene el sistema inmunitario puede explicar la heterogeneidad de las res- puestas funcionales del mismo, incluso entre sujetos de una misma población, ya que el estado emocional del individuo, la edad, la estación del año, el momento del día y toda otra serie de circunstancias, como el estado nutricional o el gra- do de actividad física y mental que se desarrolle, van a influir en el estado inmunitario que se manifieste. FILOGENIA Y ONTOGENIA DEL SISTEMA INMUNITARIO Filogenia: evolución de la inmunidad Los mecanismos inmunitarios siempre discriminan entre estructuras propias (que hay que respetar) y extrañas 344 F I S I O L O G Í A D E L A S A N G R E
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