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CONTROL DE LA RESPUESTA INMUNITARIA Para cumplir la misión que tiene encomendada (la de asegurar una respuesta adecuada frente a cualquier antíge- no extraño), el sistema inmunitario dispone de células que se activan de forma específica mediante receptores tales como las inmunoglobulinas del BCR y del TCR. Como ya se ha comentado en el capítulo anterior, durante la madu- ración de los linfocitos se producen recombinaciones al azar de los genes que codifican las regiones variables de las inmunoglobulinas y del TCR, con el objetivo de dispo- ner de una diversidad molecular que permita la existencia de receptores específicos para cualquier antígeno posible. El inconveniente es que también se van a generar linfoci- tos con capacidad de reconocer los antígenos propios del organismo (autoantígenos). Por tanto, es fundamental que el sistema inmunitario controle la dirección y la intensidad de su propia respuesta para evitar tanto reacciones contra sus propias estructuras (autotolerancia) como el daño de células y tejidos propios en respuesta a los antígenos extra- ños (autorregulación). De hecho, el sistema inmunitario consume la mayor parte de su energía en estos mecanis- mos de control, que si fracasan, conducen a la enfermedad, como es el caso de la autoinmunidad (en la que el sistema inmunitario reacciona contra los elementos del propio organismo) o la hipersensibilidad (cuando la respuesta frente al antígeno extraño origina daños en las estructuras propias). El control de la respuesta inmunitaria puede ana- lizarse a los tres niveles siguientes. 1) Control de los receptores específicos para el antígeno (inmunoglobulinas y TCR). Aquí se pueden incluir varios mecanismos A) La tolerancia inmunológica Esta tolerancia es un estado “adquirido” en el que el sistema inmunitario “aprende” a no responder frente a un antígeno concreto que es propio. Para ello, elimina o anu- la desde un punto de vista funcional las células específicas para ese antígeno. La tolerancia no es una inmunodefi- ciencia, ya que en ésta el sistema inmunitario no responde a ciertos antígenos por carecer de algún elemento impres- cindible para ejercer su capacidad de respuesta. El esta- blecimiento de la tolerancia supone un contacto previo del sistema inmunitario con el antígeno que se tiene que tole- rar. Para aprender esta tolerancia que se lleva a cabo en los linfocitos T y B existen dos mecanismos: la eliminación clonal y la anergia clonal. La eliminación clonal de los linfocitos T autorreacti- vos se realiza, fundamentalmente, cuando estas células son inmaduras y se están desarrollando en el timo; no obstan- te, puede hacerse también cuando ya son maduras, en los órganos linfoides secundarios. Las células del estroma tímico (epiteliales, dendríticas, macrófagos) presentan los antígenos que tienen disponibles (que son autoantígenos), en el contexto de las moléculas de CPH, a los linfocitos cuando éstos ya disponen de un TCR funcional. La conse- cuencia de estas interacciones es que los timocitos experi- mentan un riguroso proceso de selección basado en dos fenómenos, el de “selección positiva” (solo los timocitos cuyo TCR sea capaz de reconocer las moléculas CPH de clase I o de clase II de las células del estroma recibirán una señal positiva de maduración, mecanismo responsable de que los linfocitos T maduros sólo puedan reconocer los antígenos presentados en las CPH propias) y el de “selec- ción negativa” (los timocitos cuyo TCR sea capaz de reco- nocer el CPH con los antígenos propios de ese momento serán eliminados). Ambos tipos de selección tienen lugar de forma sucesiva, y las células que no las superan son eli- minadas por apoptosis. El coste de estos procesos es ele- vado; de hecho menos del 5 % de los timocitos que inician su maduración en el timo llegan a la periferia como linfo- citos T maduros. En los linfocitos B también hay un pro- ceso de selección clonal y de tolerancia, siendo éste el único medio para evitar la reactividad frente a los antíge- nos T-independientes, aunque no es tan eficaz como en los linfocitos T. La anergia clonal de los linfocitos T se produce por- que la selección intratímica de los linfocitos T no puede asegurar la eliminación de todas las células T autorreacti- vas (dada la imposibilidad de que todos los autoantígenos puedan expresarse adecuadamente en el timo). La anergia clonal puede hacerlo, siendo entendida la misma como el estado en el cual una célula no responde frente a un antí- geno en las mismas condiciones en las que normalmente se produciría su activación. Las células anérgicas no sufren apoptosis tras la interacción con el antígeno; por el contrario, pueden ser activadas si reciben un nuevo estí- mulo antigénico, tras un periodo de latencia, que en los linfocitos T puede ser de dos semanas. La anergia es con- secuencia de un encuentro con el antígeno en ausencia de algún tipo de señal coestimuladora. Un mecanismo similar induce la anergia en los linfocitos B. B) Regulación idiotípica Recordemos, como ya se mencionó en el capítulo anterior, que los determinantes antigénicos de la región variable de un anticuerpo se denominan “idiotopos”, en tanto que el conjunto de idiotopos de un receptor recibe el nombre de “idiotipo”. La respuesta inmunitaria específica frente al idiotipo de un anticuerpo se denomina “antiidio- tipo”. De este modo, los idiotipos de un clon de linfocitos B pueden ser reconocidos por otros linfocitos que produ- cirían anticuerpos antiidiotipo específicos frente a ellos. El mismo razonamiento puede aplicarse a las regiones varia- bles del TCR que estimulen la formación de anticuerpos frente a su idiotipo, y también se puede considerar la exis- tencia de linfocitos T antiidiotípicos (linfocitos que po- drían reconocer determinantes idiotípicos de las Ig de membrana de las células B, las cuales son recicladas, pro- cesadas y presentadas junto a moléculas del CPH por el 342 F I S I O L O G Í A D E L A S A N G R E
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