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FISIOLOGÍA HUMANA-369

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Activación de macrófagos por células 
CD4 Th1 activadas
Las células efectoras Th1 pueden activar macrófagos
para destruir mejor los agentes patógenos que han sido
recién ingeridos por estas células o a aquellos microorga-
nismos que se quedan en los fagosomas sin ser eliminados
por la maquinaria digestiva que antes se ha comentado.
Para aumentar la capacidad microbicida de los macrófa-
gos, los linfocitos Th1 específicos secretan citoquinas
como el IFN-
, que es activador de macrófagos, y expre-
san el ligando de CD40, el cual se une al CD40 de los
macrófagos y los activa. La regulación de la actividad de
los macrófagos por las células Th1 permite que la actua-
ción destructiva de los macrófagos sea más específica,
minimizando el daño al tejido local que pueden causar
estos fagocitos. 
RECONOCIMIENTO, ACTIVACIÓN 
Y RESPUESTA EFECTORA DE LOS 
LINFOCITOS B
Los linfocitos B son las células inmunitarias produc-
toras de anticuerpos que median la inmunidad humoral.
Esos anticuerpos tienen como misión neutralizar y elimi-
nar los antígenos que han inducido su formación. Las 
respuestas de anticuerpos varían dependiendo del tipo de
antígeno, la participación de las células T, los anteceden-
tes de exposición previa al antígeno y el sitio anatómico en
el que tenga lugar. Como ya se mencionó en el capítulo
anterior, los linfocitos B maduros, que son los que pueden
responder a los antígenos, se desarrollan en la médula ósea
incluso antes de haberse encontrado con dichos antígenos,
y el contacto con los antígenos extraños tiene lugar tras
migrar a la periferia. 
Para los antígenos no proteicos, como los polisacári-
dos y los lípidos, los linfocitos B no requieren de los T
colaboradores específicos del antígeno para producir anti-
cuerpos específicos. Por ello, esos antígenos se denominan
antígenos “timo-independientes” o “T-independientes”.
Las respuestas de anticuerpos frente a estos antígenos son
relativamente sencillas y dependen principalmente de IgM
de escasa afinidad y de algunos anticuerpos de tipo IgG.
Estas inmunoglobulinas activan el sistema del comple-
mento y la opsonización y fagocitosis de los microorga-
nismos que tienen cápsulas de polisacáridos.
La respuesta de anticuerpos a los antígenos proteicos
requieren la participación de los linfocitos tanto B como T.
Por ello, a las proteínas se las denomina antígenos “timo-
dependientes” o “T-dependientes”. Con estos antígenos,
los linfocitos T colaboradores, que por eso se denominan
así, estimulan la proliferación y la diferenciación de los
linfocitos B. Estas respuestas humorales dependientes de
células T son muy especializadas y generan anticuerpos de
diferentes isotipos de inmunoglobulinas (IgG, IgE e IgA)
y de gran afinidad, cada uno de los cuales media funciones
efectoras específicas. Por tanto, se necesitan células T para
inducir la mayoría de los cambios de isotipo de las cade-
nas pesadas de Ig y para proporcionar señales a las células
B necesarias para que produzcan anticuerpos de gran afi-
nidad. 
Las respuestas de anticuerpos primarias y secundarias
difieren cualitativa y cuantitativamente. Las respuestas pri-
marias son el resultados de la activación de los linfocitos
B vírgenes, en tanto que las secundarias derivan de la esti-
mulación de los clones expandidos de los linfocitos B de
memoria. Por ello, las respuestas secundarias son más
rápidas y producen mayores cantidades de anticuerpos,
además de favorecer el cambio de isotipo de la cadena
pesada y la maduración de la afinidad de los anticuerpos.
Hay que tener en cuenta que la respuesta primaria se tiene
frente a todos los inmunógenos, mientras que la secunda-
ria se efectúa sólo frente a antígenos proteicos.
El proceso de activación de los linfocitos B que per-
mite la generación de células productoras de anticuerpos
consta de las fases secuenciales típicas de la respuesta
inmunitaria: reconocimiento, activación y fase efectora.
Reconocimiento antigénico
Las respuestas inmunitarias humorales se inician en
los órganos linfoides periféricos, como el bazo en el caso
de los antígenos transportados por la sangre, los ganglios
linfáticos cuando penetran por la piel o epitelios mucosos
y los tejidos linfoides de las mucosas para los antígenos
inhalados e ingeridos. El reconocimiento se inicia por la
interacción de los antígenos con un pequeño número de
linfocitos B maduros que expresan IgM e IgD específicas
de cada antígeno. Estas Ig, junto con las moléculas deno-
minadas Ig� e Ig	, también llamadas CD79a y CD79b,
respectivamente, constituyen el receptor para el antígeno
de la célula B (BCR, B-cell receptor). Este receptor tiene
dos funciones esenciales para activar a los linfocitos B:
1) En primer lugar, el agrupamiento de receptores que
induce el antígeno y que permite generar las seña-
les que inician la activación del linfocito B. Esa
activación de los linfocitos B los induce a dejar el
estado de reposo y a entrar en el ciclo celular y pre-
pararlo para responder posteriormente a los linfo-
citos T colaboradores.
2) En segundo lugar, el receptor se une al antígeno y
lo internaliza en vesículas endosómicas. Si el antí-
geno es una proteína, es procesado en péptidos, los
cuales son presentados en la superficie de la célula
B para ser reconocidos por la célula T CD4 cola-
boradora específica. Los linfocitos B actúan como
CPA, presentando el péptido antigénico en el con-
texto de su CPH de clase II al linfocito T, que lo
reconoce y se activa, como ya se ha comentado
anteriormente. Esta presentación se efectúa en el
límite de los folículos linfoides de los órganos lin-
foides periféricos. Los antígenos no proteicos (T-
independientes, TI), al ser polivalentes, pueden
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