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Activación de macrófagos por células CD4 Th1 activadas Las células efectoras Th1 pueden activar macrófagos para destruir mejor los agentes patógenos que han sido recién ingeridos por estas células o a aquellos microorga- nismos que se quedan en los fagosomas sin ser eliminados por la maquinaria digestiva que antes se ha comentado. Para aumentar la capacidad microbicida de los macrófa- gos, los linfocitos Th1 específicos secretan citoquinas como el IFN- , que es activador de macrófagos, y expre- san el ligando de CD40, el cual se une al CD40 de los macrófagos y los activa. La regulación de la actividad de los macrófagos por las células Th1 permite que la actua- ción destructiva de los macrófagos sea más específica, minimizando el daño al tejido local que pueden causar estos fagocitos. RECONOCIMIENTO, ACTIVACIÓN Y RESPUESTA EFECTORA DE LOS LINFOCITOS B Los linfocitos B son las células inmunitarias produc- toras de anticuerpos que median la inmunidad humoral. Esos anticuerpos tienen como misión neutralizar y elimi- nar los antígenos que han inducido su formación. Las respuestas de anticuerpos varían dependiendo del tipo de antígeno, la participación de las células T, los anteceden- tes de exposición previa al antígeno y el sitio anatómico en el que tenga lugar. Como ya se mencionó en el capítulo anterior, los linfocitos B maduros, que son los que pueden responder a los antígenos, se desarrollan en la médula ósea incluso antes de haberse encontrado con dichos antígenos, y el contacto con los antígenos extraños tiene lugar tras migrar a la periferia. Para los antígenos no proteicos, como los polisacári- dos y los lípidos, los linfocitos B no requieren de los T colaboradores específicos del antígeno para producir anti- cuerpos específicos. Por ello, esos antígenos se denominan antígenos “timo-independientes” o “T-independientes”. Las respuestas de anticuerpos frente a estos antígenos son relativamente sencillas y dependen principalmente de IgM de escasa afinidad y de algunos anticuerpos de tipo IgG. Estas inmunoglobulinas activan el sistema del comple- mento y la opsonización y fagocitosis de los microorga- nismos que tienen cápsulas de polisacáridos. La respuesta de anticuerpos a los antígenos proteicos requieren la participación de los linfocitos tanto B como T. Por ello, a las proteínas se las denomina antígenos “timo- dependientes” o “T-dependientes”. Con estos antígenos, los linfocitos T colaboradores, que por eso se denominan así, estimulan la proliferación y la diferenciación de los linfocitos B. Estas respuestas humorales dependientes de células T son muy especializadas y generan anticuerpos de diferentes isotipos de inmunoglobulinas (IgG, IgE e IgA) y de gran afinidad, cada uno de los cuales media funciones efectoras específicas. Por tanto, se necesitan células T para inducir la mayoría de los cambios de isotipo de las cade- nas pesadas de Ig y para proporcionar señales a las células B necesarias para que produzcan anticuerpos de gran afi- nidad. Las respuestas de anticuerpos primarias y secundarias difieren cualitativa y cuantitativamente. Las respuestas pri- marias son el resultados de la activación de los linfocitos B vírgenes, en tanto que las secundarias derivan de la esti- mulación de los clones expandidos de los linfocitos B de memoria. Por ello, las respuestas secundarias son más rápidas y producen mayores cantidades de anticuerpos, además de favorecer el cambio de isotipo de la cadena pesada y la maduración de la afinidad de los anticuerpos. Hay que tener en cuenta que la respuesta primaria se tiene frente a todos los inmunógenos, mientras que la secunda- ria se efectúa sólo frente a antígenos proteicos. El proceso de activación de los linfocitos B que per- mite la generación de células productoras de anticuerpos consta de las fases secuenciales típicas de la respuesta inmunitaria: reconocimiento, activación y fase efectora. Reconocimiento antigénico Las respuestas inmunitarias humorales se inician en los órganos linfoides periféricos, como el bazo en el caso de los antígenos transportados por la sangre, los ganglios linfáticos cuando penetran por la piel o epitelios mucosos y los tejidos linfoides de las mucosas para los antígenos inhalados e ingeridos. El reconocimiento se inicia por la interacción de los antígenos con un pequeño número de linfocitos B maduros que expresan IgM e IgD específicas de cada antígeno. Estas Ig, junto con las moléculas deno- minadas Ig� e Ig , también llamadas CD79a y CD79b, respectivamente, constituyen el receptor para el antígeno de la célula B (BCR, B-cell receptor). Este receptor tiene dos funciones esenciales para activar a los linfocitos B: 1) En primer lugar, el agrupamiento de receptores que induce el antígeno y que permite generar las seña- les que inician la activación del linfocito B. Esa activación de los linfocitos B los induce a dejar el estado de reposo y a entrar en el ciclo celular y pre- pararlo para responder posteriormente a los linfo- citos T colaboradores. 2) En segundo lugar, el receptor se une al antígeno y lo internaliza en vesículas endosómicas. Si el antí- geno es una proteína, es procesado en péptidos, los cuales son presentados en la superficie de la célula B para ser reconocidos por la célula T CD4 cola- boradora específica. Los linfocitos B actúan como CPA, presentando el péptido antigénico en el con- texto de su CPH de clase II al linfocito T, que lo reconoce y se activa, como ya se ha comentado anteriormente. Esta presentación se efectúa en el límite de los folículos linfoides de los órganos lin- foides periféricos. Los antígenos no proteicos (T- independientes, TI), al ser polivalentes, pueden 340 F I S I O L O G Í A D E L A S A N G R E
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