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psiquis Temas de debate científico

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Edición: Lic. Niurka Casanovas Herrero
Correccción: Lic. Bryseis Socarrás Valdés
Diseño interior y de cubierta: Frank Herrera García
Diagramación: Ailec García Azcuaga
© Dr. Dionisio F. Zaldívar Pérez, 2006
© Sobre la presente edición:
 Editorial Félix Varela, 2006
ISBN 959-07-0217-1
Editorial Félix Varela
San Miguel No. 1111
e/ Mazón y Basarrate,
Vedado, Ciudad de La Habana, Cuba.
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III
ÍNDICE
PRESENTACIÓN / IV
ANTROPOLOGÍA DEL GÉNERO / 1
CIENCIA, TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD / 10
CIENCIA, RIESGO Y REPRESENTACIÓN SOCIAL / 32
CRITERIOS PARA LA SUPERACIÓN DEL DEBATE
METODOLÓGICO “CUANTITATIVO / CUALITATIVO” / 40
ETICA EN PSICOLOGÍA / 63
GENOMA Y BIOÉTICA: UNA VISIÓN HOLÍSTICA
DE CÓMO VAMOS HACIA EL MUNDO FELIZ QUE NOS PROMETEN
LAS BIOCIENCIAS / 69
LA PSICOLOGÍA Y EL CONCEPTO DE CIENCIA. REFLEXIONES
EPISTEMOLÓGICAS SOBRE LOS SABERES LLAMADOS
PSICOLOGÍA / 84
PSICOLOGÍA ACTUAL DESDE LA PERSPECTIVA DEL GÉNERO.
UN ANÁLISIS DE LA LITERATURA PUBLICADA A TRAVÉS
DEL PSYCHOLOGICAL ABSTRACTS / 127
RIGOR. LA ESENCIA DEL QUEHACER CIENTÍFICO / 159
SOBRE LAS CAUSAS DE LA CONDUCTA CRIMINAL / 169
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IV
PRESENTACIÓN
La asignatura Temas Científicos tiene como propósitos principales en-
frentar a los alumnos al difícil, pero necesario, asunto de la polémica en el
campo de la ciencia y en particular en el ámbito de la psicología, ya que las
actitudes y posturas que se asuman, en relación con determinados asun-
tos, poseen una gran importancia para el desarrollo y para la formación
científico-profesional de nuestros egresados.
La mayoría, por no decir todos los temas que se han seleccionado, tie-
nen una gran influencia en el desempeño profesional, pues las respuestas o
conclusiones a las que se arribe determinan las posturas que asumimos ante
la solución de las correspondientes problemáticas relacionadas.
Ejemplo de lo anterior podemos observarlo en la polémica desatada
alrededor de temas relacionados con: lo cualitativo y lo cuantitativo, lo
biológico y lo social, las consideraciones sobre el género, etcétera.
Estos temas tienen una presencia casi permanente y, como plantea-
mos anteriormente, las visiones que tengamos de ellos van a determinar
nuestras posturas profesionales ante las problemáticas que como psicólogos
tenemos que enfrentar y las decisiones que adoptemos al respecto.
Lo expuesto hasta aquí nos reafirma la importancia del desarrollo de
las correspondientes competencias y habilidades para el análisis, la com-
paración, la síntesis y, en general, para el pensamiento crítico y autocrítico,
en nuestros egresados de manera que puedan afrontar de manera creativa
y desde posiciones científico-profesionales correctas las diversas proble-
máticas que se le han de presentar.
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V
Resulta necesario no olvidar que estas problemáticas no solo se presen-
tan con determinadas implicaciones desde los planos científico y profesio-
nal, sino que también pueden tener implicaciones desde lo ideológico; por
ejemplo, la postura que se adopte en relación con lo biológico y lo social en
la reflexión sobre problemáticas como la inteligencia, la conducta delictiva,
el desarrollo de las adicciones, etcétera, en las que, sin dudas, algún peso se le
puede brindar a los aspectos biológicos; pero sin disminuir o anular el peso
determinante (salvo en casos muy particulares donde el factor biológico
puede tener un mayor peso) de los factores sociales.
Los alumnos han de tener presente que detrás de cada teoría o postura
científica hay una ideología, de manera particular esto es así en el campo de
las ciencias sociales.
El otro propósito principal de la asignatura es coadyuvar al desarrollo
de las habilidades para defender y exponer los criterios propios, aprender
a considerar el criterio de los demás, desarrollar el pensamiento crítico y
autocrítico, y, sobre todo, a promover el trabajo en equipo, a través del
trabajo colaborativo que los alumnos han de realizar en la preparación y
análisis de los materiales.
Para la ciencia actual resulta de suma importancia el trabajo en equi-
pos intradisciplinarios e interdisciplinarios que posibilitan el desarrollo
de una visión holística mucho más completa de cualquier problemática
que siempre tiene diversas aristas, desde las cuales puede ser observada e
investigada.
Los artículos que se han seleccionado, pudieron haber sido otros, no
brindan una respuesta última a las polémicas de referencia, sino que consti-
tuyen un punto de partida para el debate y la reflexión, para la profundización
individual y el debate colectivo. Las respuestas y las nuevas interrogantes
han de salir del esfuerzo y trabajo sistemático de los integrantes de los gru-
pos de discusión que se creen al efecto; los que deberán completar la visión
de cada tema con la consulta y revisión de otros artículos.
Les deseamos un buen viaje en este recorrido por las rutas del pensa-
miento crítico.
DIONISIO F. ZALDÍVAR PÉREZ
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1
ANTROPOLOGÍA DEL GÉNERO
INTRODUCCIÓN
A LA ANTROPOLOGÍA DEL GÉNERO
Los antropólogos se encuentran en una posición única para tratar sobre la
naturaleza y la educación como determinantes del comportamiento hu-
mano. Las actitudes, los valores y el comportamiento humanos están limi-
tados no solo por nuestras disposiciones genéticas, también por nuestras
experiencias durante el proceso de enculturación. Nuestros atributos es-
tán determinados por nuestros genes tanto como por el entorno en el que
se ha producido nuestro desarrollo.
Los efectos de la naturaleza y la educación es un debate: naturalistas
asumen que algún comportamiento humano y parte de la organización so-
cial están biológicamente determinados. Los culturalistas no niegan que
algunos aspectos universales del comportamiento humano puedan tener una
base genética, pero la mayoría de los intentos de vincular el comportamien-
to con los genes es poco convincente. La teoría del medio ambiente es que el
éxito evolutivo humano descansa en la flexibilidad o habilidad para adaptarse
de diversas formas. La adaptación humana depende fuertemente del apren-
dizaje cultural y por ello podemos cambiar nuestro comportamiento más
rápidamente que los miembros de otras especies.
El debate naturaleza-cultura emerge en la discusión de los roles hu-
manos de sexo-género y de la sexualidad.
Los seres humanos son sexualmente dimórficos. El dimorfismo sexual
se refiere a las diferencias notables entre la biología masculina y femenina
además de los contrastes en pechos y genitales.
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2
En el lado culturalista o ambientalista, los antropólogos han descu-
bierto unas variaciones sustanciales entre los roles de los hombres y las
mujeres en diferentes culturas.
Las diferencias de sexo son biológicas, pero el género abarca todos los
rasgos que una cultura atribuye e inculca a hombres y mujeres, el género
se refiere a la construcción cultural de las características masculinas y
femeninas.
Margaret Mead hizo uno de los primeros estudios etnográficos sobre la
variación de los roles de género: sexo y temperamento en tres sociedades
primitivas, los arapesh, los mundugumor y los tchambuli. Los hombres y
mujeres arapesh actuaban como los norteamericanos habían esperado
tradicionalmente que lo hicieran las mujeres; de forma suave, paternal y
sensible. Los hombres y mujeres mundugumor actuaban como ella creía
que nosotros esperamos que se comporten los hombres, de forma fiera y
agresiva. Los hombres tchambuli eran “felinos”, se rizaban el pelo e iban de
compras, y las mujeres eran enérgicas y organizadoras dando menos im-
portancia al aspecto personal.
Los roles de género varían con el entorno, la economía, la estrategia
adaptante y elnivel de complejidad social.
Roles de género son tareas y actividades que una cultura asigna a los
sexos. Estereotipos de género son ideas demasiado simplificadas, pero
fuertemente asumidas sobre las características de varones y mujeres.
La estratificación de género describe una distribución desigual de recom-
pensas entre hombres y mujeres, reflejando sus proposiciones diferentes
en una jerarquía social.
En las sociedades sin Estado, la estratificación de género suele ser más
evidente con respecto al prestigio que a la riqueza. Las mujeres carecían de
prestigio al no poseer experiencias externas sobre las qué basar sus conoci-
mientos, por lo que debemos distinguir entre sistemas de prestigio y poder
real en una sociedad. El prestigio elevado por parte de los varones puede no
implicar que los hombres tengan poder político o económico por encima de
sus familias.
CUESTIONES DE GÉNERO ENTRE LOS FORRAJEROS
Los roles económicos afectan a la estratificación de género. Entre los
forrajeros, la recolección suele proporcionar más alimentos que la caza y
la pesca. La recolección suele ser tarea de las mujeres; la caza y la pesca,
de los hombres. Siendo prominente la recolección, el status de género
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3
tiende a ser más igual que cuando la caza y la pesca son las principales
actividades de subsistencia. El status de género es también más igual cuando
las esferas doméstica y pública no se hallan tajantemente separadas, la
diferenciación, entre doméstico y el exterior se denomina dicotomía do-
méstico-pública. Cuando existe clara diferenciación, las actividades pú-
blicas tienen un mayor prestigio que las domésticas, esto puede promover
la estratificación de género.
La división del trabajo vinculada al género es algo que se ha encontra-
do en todas las culturas, las tareas particulares asignadas a los hombres y
a las mujeres no siempre reflejan diferencias de fortaleza y resistencia.
En las sociedades forrajeras, las mujeres están embarazadas la mayor
parte de la etapa fértil, lo que limita los movimientos.
Los !kung san ilustran hasta qué punto pueden solaparse las actividades
y esferas de influencia de hombres y mujeres entre forrajeros. Hombres y
mujeres pasaban el mismo tiempo lejos del campamento, pero ninguno
de ambos sexos trabajaba más de tres días a la semana. Los !kung san
no veían nada malo en realizar el trabajo del otro género. El ethos
generalizado de compartirlo todo dictaba que los hombres distribuían
la carne y las mujeres compartían los frutos de la recolección. La posi-
bilidad de intercambiar roles y su interdependencia desempeña un pa-
pel adaptante.
Los !kung a medida que se hacen sedentarios, provocan que los roles
de género se vuelvan más rígidamente definidos. Se desarrolla una dico-
tomía doméstico-pública a medida que los hombres viajaban más lejos
que las mujeres. Al reducirse la recolección, las mujeres se confinaban
más en la casa. Los varones comenzaban a ser vistos como los producto-
res más valiosos.
Si en todas las sociedades se da algún grado de dominio masculino,
podría deberse a cambios tales como los que han empujado a los !kung
hacia el trabajo asalariado, las ventas mercantiles y, por lo tanto, a la
economía capitalista mundial.
Sin embargo, en las culturas forrajeras tradicionales, el igualitarismo
abarcaba las relaciones entre los sexos, los derechos y obligaciones de
hombres y mujeres se solapaban. Entre los forrajeros, las esferas pública
y privada eran las menos diferenciadas, la jerarquía la menos marcada, la
agresión y la competencia las más evitadas y los derechos, actividades y
esferas de influencia de los hombres y las mujeres, los que más llegaban a
solaparse. La relativa igualdad de género es un patrón mucho más propio
de los antepasados.
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4
CUESTIONES DE GÉNERO
ENTRE LOS HORTICULTORES
Los roles de género y la estratificación entre los cultivadores varían
ampliamente, dependiendo de los rasgos específicos de la economía y de la
estructura social. Diversas variables son la filiación, la residencia posmarital
y la productividad de hombres y mujeres.
Las mujeres eran las principales productoras en las sociedades
horticultoras, en 50 % las mujeres realizaban la mayor parte de las activida-
des de cultivo. Las mujeres tendían a realizar un poco más de actividades de
cultivo en las sociedades matrilineales en comparación con las patrilineales.
Estratificación de género reducida. Sociedades matrilineales,
uxorilocales
La variación transcultural en el status de género está relacionada con
las reglas de filiación y residencia posmarital.
Entre los horticultores con filiación matrilineal y uxorilocalidad, el status
femenino tendía a ser elevado. La patrilinealidad y virilocalidad mantie-
nen juntos a los parientes varones.
Las mujeres poseían el status elevado en las sociedades matrilineales
por diversas razones: la pertenencia al grupo de filiación, la sucesión en
las posiciones políticas, la distribución de la tierra y la identidad social
global, todo lo cual venía a través de los lazos femeninos. Las mujeres son
la base de toda la estructura social, gran parte del poder y de la toma de
decisiones puede corresponder realmente a las mujeres de más edad.
La estratificación de género también puede verse reducida por roles
que separan a los hombres de la comunidad local. Lo que promueve la
estratificación de género es el contraste tajante entre los roles masculino
y femenino dentro de la comunidad local, esto se reduce cuando las muje-
res tienen roles locales importantes mientras que los hombres se dedican
a realizar sus actividades en un sistema regional más amplio.
Eran las propietarias de la tierra que heredaban de sus parientes feme-
ninos y controlaban la producción y la distribución de alimentos. Las
mujeres controlaban las alianzas entre los grupos de filiación, un trabajo
importante en una sociedad tribal. Las mujeres eran prominentes en los
rituales religiosos y la política.
Las matronas controlaban constantemente a los jefes y podían enjui-
ciarlos, podían vetar las declaraciones de guerra, retener provisiones para
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la guerra e iniciar conversaciones de paz, la mitad de los especialistas
religiosos de la tribu eran mujeres.
Estratificación de género reducida. Sociedades matrifocales
La combinación de viajes masculinos con un rol económico prominente
por parte de las mujeres reducía la estratificación de género y promovía un
elevado status femenino. Las organizaciones matrifocales son aquellas cen-
tradas en la madre y no necesariamente son matrilineales.
En la sociedad de los igbo cualesquiera de los sexos podía cumplir
roles de género masculino. El status elevado y la influencia de las mujeres
igbo se apoyaba en la separación de los varones de la subsistencia local y
en un sistema de mercado que les permitía abandonar el hogar y ganar
importancia en la distribución y en la política.
Estratificación de género aumentada. Sociedades patrilineales
virilocales
La difusión del complejo patrilineal-virilocal, consistente en la patrilinealidad,
virilocalidad, guerra y supremacía masculina, se debe a la presión sobre
los recursos. Enfrentados a una escasez de recursos entran en guerra con
otros poblados y esto favorece la virilocalidad y la patrilinealidad, costum-
bres que mantienen juntos en el mismo poblado a los hombres emparentados.
Tales sociedades tienden a tener una acusada dicotomía doméstico-públi-
ca, y los varones suelen dominar la jerarquía del prestigio, y su mayor
prestigio se simboliza y refuerza a través de la devaluación o la opresión
de las mujeres.
En las áreas densamente pobladas de Nueva Guinea, los hombres pien-
san que el contacto sexual con las mujeres les debilita y, sin embargo, las
áreas escasamente pobladas carecen de tabúes sobre contactos, la rela-
ción heterosexual se valora positivamente, hombresy mujeres viven juntos
y las tasas reproductoras son elevadas.
La homosexualidad etoro
Ejemplos de antagonismo sexual son los etoro. Las opiniones etoro
sobre la sexualidad están vinculadas a creencias sobre el ciclo de naci-
miento, crecimiento físico, madurez, vejez y muerte.
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6
El semen es necesario para dar fuerza vital al feto. Los hombres con-
sideran que poseen una cantidad limitada de semen y la sexualidad socava
la vitalidad masculina. El nacimiento de niños es un sacrificio necesario
que conducirá a la eventual muerte del marido. La relación sexual hetero-
sexual es solo necesaria para la reproducción, y se evita.
La cultura etoro permite las relaciones sexuales heterosexuales solo
unos 100 días al año. El resto del tiempo son tabú. La heterosexualidad se
separa de la vida de la comunidad y solo puede realizarse en la selva.
Los actos homosexuales se consideraban esenciales, los muchachos
deben adquirir el semen oralmente de los hombres mayores, no existen
tabúes relacionados con esto. Cada tres años un grupo de chicos con una
edad que ronda la veintena es formalmente iniciado en la hombría. La
homosexualidad etoro está regida por un código de propiedad, las relacio-
nes homosexuales entre los varones mayores y los más jóvenes son
culturalmente esenciales, se evitan entre chicos de la misma edad.
La homosexualidad etoro descansa en tradiciones culturales. Los etoro
representan un extremo del patrón de evitación masculino-femenino muy
difundido en Papúa, Nueva Guinea y en las sociedades patrilineales-virilocales.
CUESTIONES DE GÉNERO ENTRE LOS AGRICULTORES
A medida que la horticultura evolucionaba en agricultura, las mujeres
perdían su rol como cultivadoras principales. Ciertas técnicas agrícolas,
en particular arar, se atribuyeron a los hombres debido a su mayor forta-
leza y tamaño.
Con la agricultura se separó a las mujeres de la producción por primera
vez en la historia de la humanidad. Los sistemas de creencias comenzaron a
contrastar el valioso trabajo extradoméstico de los hombres con el rol do-
méstico de la mujer, considerado inferior.
Los cambios en los patrones de parentesco y en la residencia posmarital
también afectaron negativamente a las mujeres, la familia nuclear se hizo
más común y al vivir con su marido y sus hijos, la mujer quedaba aislada
de sus parientes femeninos y de las coesposas.
Los varones tienen un acceso más fácil al divorcio y al sexo extramarital,
lo cual refleja una “doble moral”.
La estratificación de género está asociada con la agricultura de arado
en luta4 de con el cultivo intensivo per se, la gente ve la casa como la
esfera femenina y los campos como el dominio masculino.
Una excepción son los betsileo de Madagascar donde el status femenino
se ve reforzado no solo por el rol económico prominente de las mujeres,
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sino también por la organización social tradicional, las reglas de filiación
permiten a las mujeres casadas mantener su pertenencia y una fuerte fideli-
dad a sus propios grupos de filiación.
Los sistemas de parentesco bilaterales combinados con economías de
subsistencia en las que los sexos tienen roles complementarios en la pro-
ducción y distribución de alimentos se caracterizan por una estratifica-
ción de género reducida. Son sociedades comunes entre los campesinos del
sudeste asiático.
Los hombres betsileo no tienen un control exclusivo sobre los medios
de producción. Tradicionalmente, los varones participan más en la política,
pero las mujeres también ostentan cargos políticos. Convenir matrimonios
es una cuestión más femenina que masculina.
Los roles de género y la estratificación no solo reflejan el tipo de es-
trategia adaptante, sino también variables medioambientales y atributos
culturales específicos.
Si con el tiempo las nuevas herramientas y técnicas reducen los roles
femeninos en el trasplante, la cosecha y quitar las malas hierbas, podría
desarrollarse una estratificación de género.
Hemos visto cómo la virilocalidad suele ir asociada con la estratifica-
ción de género pero hay culturas que con estas instituciones como los
betsileo y los igbo sirven de contraste a esta generalización.
La poliginia podría, incluso, ayudar a una mujer comerciante con aspi-
raciones que podría dejar sus hijos al cuidado de las coesposas mientras
ella intenta hacerse una carrera comercial.
CUESTIONES DE GÉNERO ENTRE LOS PASTORES
La mayoría de los pastores también cultivan, utilizando bien técnicas
horticultoras, bien agrícolas, sin embargo, se les clasifica como pastores
cuando los productos lácteos y la carne cubren más del 50 % de su dieta.
Los pastores que practican la agricultura intensiva, la jerarquía de
género refleja la dicotomía doméstico-pública característica de los culti-
vadores intensivos. El complejo patrilineal virilocal caracteriza también a
los pastores. Factores que contribuyen a la estratificación de género den-
tro de esta estrategia de adaptación.
La dicotomía doméstico-pública y el complejo patrilineal-virilocal
se hallan plenamente expresados en la organización social patricéntrica
de los Balcanes. Los hombres controlan todas las propiedades y las muje-
res no heredan ni tierra ni ganado.
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La estratificación de género implicaba un bajo prestigio femenino y
la subordinación era extrema, en la identificación de su prole, los hom-
bres mencionaban solo a los hijos varones. Los hombres convenían to-
dos los matrimonios.
Los hombres ostentaban la autoridad y el poder. Una mujer tenía que
mostrar deferencia hacia su marido y los parientes de este. La actividad
sexual femenina estaba rígidamente controlada. La exclusión de la mujer
de cualquier rol importante mantenía la organización patricéntrica.
En la sociedad estratificada no solo continúa la discriminación contra
ellas, sino que algunas mujeres se unen a algunos hombres en su discrimi-
nación contra otros hombres, mujeres y niños.
En las sociedades tribales, el complejo patrilineal-virilocal puede
fomentar la estratificación de género y actuar para aislar y devaluar a
las mujeres.
En los Estados se abren nuevas posibilidades de acceso privilegiado
a los recursos.
INDUSTRIALISMO Y CUESTIONES DE GÉNERO
La dicotomía doméstico-pública también ha afectado a la estratifica-
ción de género en las sociedades industriales. Bajo el industrialismo, las
actitudes acerca del trabajo propio de uno u otro género comenzaron a
variar con la clase y la región.
A medida que las máquinas-herramientas y la producción masiva re-
dujeron las necesidades de trabajo femenino, la noción de que las mujeres
no estaban biológicamente preparadas para el trabajo en la fábrica co-
menzó a ganar terreno.
Las actitudes y creencias relacionadas con el trabajo propio de uno u
otro género han variado en respuesta a las necesidades económicas norte-
americanas. En períodos bélicos se fomentaba la idea de que el trabajo
fuera de casa es un deber patriótico de la mujer, mientras que la inflación
y la cultura del consumo también han espoleado el empleo femenino.
Los cambios económicos condujeron a cambios en las actitudes hacia
y sobre las mujeres. El rol de la mujer en el hogar se enfatiza durante los
períodos de elevadas tasas de desempleo.
La diferencia entre los ingresos de hombres y mujeres era menos mar-
cada en los empleos profesionales, donde las mujeres obtenían una media
del 71 % de los ingresos medios de los varones. La diferencia era mayor
en el sector de las ventas, donde las mujeres apenas promediaban más de
la mitad del salario de los varones.
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Las mujeres norteamericanas están sustituyendo a los varones en ciertas
ocupaciones por tres razones; porque debido a la creciente automatización la
fuerza física es menos necesaria en muchos trabajos, las mujeres norteameri-
canas tiendena tener un mejor nivel educativo que los varones y además las
mujeres aceptarán salarios más bajos.
Las mujeres están sustituyendo a los hombres en ciertas profesiones,
particularmente en campos que requieren una educación avanzada a pe-
sar de que puestos con menos prestigio e ingresos continúan teniendo
también una mayor proporción de mujeres.
La feminización de la pobreza
La creciente proporción de pobres norteamericanos son mujeres. La ten-
dencia desde la SGM [Segunda Guerra Mundial] se ha acelerado reciente-
mente. La mitad de las mujeres pobres se hallan “en tránsito”, enfrentándose
a una crisis económica causada por la partida, incapacitación o muerte de un
marido. La otra mitad son más permanentemente dependientes del sistema
de bienestar o de amigos y parientes que viven cerca.
Muchas mujeres norteamericanas, en especial las de raza negra, tra-
bajan a tiempo parcial por salarios bajos y beneficios exiguos.
¿QUÉ DETERMINA LA VARIACIÓN EN LAS CUESTIONES
DE GÉNERO?
Los roles de género y la estratificación han variado ampliamente a través
de las culturas y la historia. Entre las causas de esta variación están las nece-
sidades de economías particulares, el nivel de complejidad sociopolítica y el
grado de participación en la sociedad capitalista mundial.
Forrajeros y cultivadores matrilineales poseen poca estratificación de
género. La competencia por los recursos lleva a la guerra y a la intensifi-
cación de la producción. Estas condiciones favorecen la patrilinealidad y
la virilocalidad. Las mujeres pierden sus roles productivos en las socieda-
des agricultoras y pastoriles, se acentúa la dicotomía doméstico-pública y
se agudiza la estratificación de género.
El género es flexible y varía con los factores culturales, sociales, polí-
ticos y económicos.
Disponible en: http: //www.antropos.galeon.com/html/GENERO.htm
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CIENCIA, TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD
ENRIQUE IÁÑEZ PAREJA*
JESÚS A. SÁNCHEZ CAZORLA**
RESUMEN
La imagen académica y social de la ciencia y la tecnología ha sufrido profundos cambios
a lo largo de este siglo. La concepción clásica de la ciencia como conocimiento verdadero
y libre de valores sobre la naturaleza quebró con las tesis de Kuhn, a partir de las cuales
se instauró una tradición que rompe no solo con la filosofía positivista, sino con la
sociología mertoniana centrada en el análisis de la comunidad científica. En este trabajo
se repasan diversas corrientes de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología (CTS),
incluyendo los programas relativistas de la sociología del conocimiento científico y los
enfoques etnometodológicos. A partir de la crítica filosófica y cultural, se desemboca en
las actuales propuestas de evaluación constructiva de tecnologías, con su énfasis en la
necesidad de diseñar estrategias políticas que permitan el control democrático de la
innovación, y en el aprendizaje social que admita la discusión de los supuestos implícitos
en cada alternativa, de modo que las tecnologías sean un reflejo de decisiones conscientes
al servicio de valores sociales y ambientales ampliamente compartidos.
DE LA IMAGEN HEREDADA DE LA CIENCIA
A LA REVOLUCIÓN HISTORICISTA
Durante buena parte de este siglo la imagen académica de la ciencia
vino impuesta por el programa filosófico que desde los años 20 elaboró el
Círculo de Viena (Moritz Schlick, Rudolf Carnap, Otto Neurath, etc.),
 *Dr. en Biología. Prof. Titular de Microbiología. Instituto de Biotecnología. Correo E: eianez@ugr.es.
Facultad de Ciencias, Universidad de Granada, Avda. Fuentenueva, s.n., 18071 Granada.
**Licenciado en Ciencias Físicas. Prof. Titular de Escuela Universitaria. Correo E: jasanche@ugr.es.
Instituto de la Paz y los Conflictos y Departamento de Física Aplicada. Escuela de Arquitectura
Técnica, Universidad de Granada, Avda. Fuentenueva, s.n., 18071 Granada.
002_Cap 2 al final (Temas de debate científico).pmd 30/10/2006, 16:3410
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centrado en establecer los criterios demarcadores que permitirían distin-
guir la ciencia de otras formas de conocimiento. Se pretendía elaborar un
programa neopositivista consistente en la constitución de una ciencia uni-
ficada (formalizada y axiomatizada) recurriendo a las herramientas del
análisis lógico-formal (Kurt Gödel, Alfred N. Whitehead, Bertrand
Russell), que conduciría al abandono total de la metafísica (siguiendo las
ideas del Wittgenstein del Tractatus) y al rechazo (como carente de senti-
do) de todo lenguaje no dotado del marchamo de “científico”. Pronto se
presentaron problemas en el núcleo de esta doctrina (la teoría de la ver-
dad como estricta correspondencia entre los hechos de observación y las
proposiciones sobre ellos conoció varias elaboraciones), que condujeron
al debate sobre la relación entre el lenguaje y la realidad, pero que no
quedaron resueltos al producirse la diáspora del Círculo en la época nazi.
A pesar de la liberalización traída por Karl Popper, sustituyendo el
criterio de verificación por el de falsación, y su reconocimiento de que no
disponemos de un criterio de verdad, su epistemología sigue bebiendo de
la tradición de raigambre positivista, centrada en el contexto de justifica-
ción (la base lógica para justificar nuestro conocimiento), descuidando
como irrelevante el contexto de descubrimiento (las circunstancias socia-
les y culturales que inciden en la generación de dicho conocimiento).
Esta imagen de la ciencia (conocida a menudo como concepción here-
dada), imperante hasta los años 60, se puede caracterizar por los siguientes
rasgos: a) la ciencia es el modo de conocimiento que describe la realidad del
mundo (siendo acumulativa y progresiva); b) la ciencia es nítidamente se-
parable de otras formas de conocimiento (que en el programa neopositivista
se estiman residuos metafísicos o veleidades poéticas); c) las teorías cientí-
ficas tienen estructura deductiva, y pueden distinguirse de los datos de ob-
servación; d) la ciencia es unitaria, y todas las ramas podrán ser reducidas a
la física; e) la ciencia es neutra, está libre de valores.
Las filosofías clásicas de la ciencia (tanto en su versión verificacionista,
como en la falsacionista) entraron en estancamiento y quiebra ya al co-
mienzo de la década de 1950, en buena parte debido a la imposibilidad de
aplicar sus rígidos aparatos formales a grandes sectores de disciplinas cien-
tíficas reales. Como dice Juan Vázquez (1988), se había creado una ciencia
ideal “que ellos mismos forjaron a imagen y semejanza de sus más nobles
deseos lógico-formales”. En los años 60, autores como Kuhn, Feyerabend,
Toulmin o Hanson, con atención a la historia, inauguraron un nuevo enfo-
que, con un mayor énfasis en la dinámica de la ciencia y en el contexto de
descubrimiento. Había que olvidarse de intentar atrapar “esa cosa llamada
ciencia” (título de un libro de Chalmers) en los moldes del análisis lógico,
y, en cambio, recurrir a consideraciones históricas e incluso evolutivas.
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12
Otros de los mitos de la concepción heredada de la ciencia que iban a caer
eran la imagen de un desarrollo lineal y acumulativo de progreso de los
conocimientos, y la separación entre ciencia pura y ciencia aplicada o
tecnología, estando la primera a salvo de enjuiciamiento moral, mientras
la segunda podría hacerse acreedora de tales juicios en función de su bue-
na o mala aplicación.
Hanson, apoyándose en la psicología de la Gestalt, señaló la “carga
teórica de los hechos”, es decir, el que todo dato recogido es un dato
lastrado por el contexto previo del experimentador. Dependiendo del en-
torno cultural y de prejuicios (a menudo ocultos), el observador destaca
ciertos datos y los relaciona de forma diferente a la que se daría en otro
contexto. Este tema ha pasado a la discusión filosófica como la infradeterminación
de los datos de observación por nuestras teorías previas.
La mayor parte de los estudiosos reconocen que la obra de T.S. KuhnLa estructura de las revoluciones científicas (1962) señala el punto de in-
flexión en la imagen tradicional de la ciencia y el arranque de ulteriores
visiones sociológicas que llevarían hasta su límite muchas de sus ideas. El
seminal trabajo de Kuhn ofrece una imagen de la ciencia en devenir histórico,
consistente en períodos de ciencia normal y períodos de ciencia revolucio-
naria. En los primeros, la disciplina se centra en ampliar y perfeccionar el
aparato teórico y conceptual establecido, aplicándolo a la experiencia,
ajustándose y refinándose la base teórica, pero sin cuestionar los supues-
tos y fundamentos que guían la investigación; esta fase de ciencia normal
sería “acumulativa”, puesto que se dedica a ampliar las observaciones que
apuntalan el marco teórico. Cuando surgen problemas o anomalías, se las
intenta minimizar o hacer encajar mediante los convenientes ajustes ema-
nados del propio marco, pero si las dificultades son serias y persisten,
puede sobrevenir un período de crisis que conduce a cuestionar los mis-
mos supuestos del marco imperante: se proponen alternativas hasta que
alguna de ellas logra “nuclear” y organizar un nuevo cuerpo teórico que per-
mita explicar los enigmas que desencadenaron la crisis (fase de revolución
científica, no acumulativa, de ruptura epistemológica). Según Kuhn, las cien-
cias maduras suelen desarrollarse por saltos revolucionarios que sustituyen
un paradigma científico por otro, con períodos intermedios de ciencia nor-
mal. En los períodos de salto de paradigma se asiste a una reconstrucción del
campo científico sobre nuevos presupuestos, tanto desde el punto de vista
teórico como desde el observacional.
Para Kuhn la ciencia se define como la acción colectiva de comunida-
des científicas que usan una serie de métodos, conceptos y valores com-
partidos (incluidos los metafísicos no explícitos). Las disputas científicas
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se dirimen no solo con valores cognitivos, sino también, y de modo fundamen-
tal, en su resolución intervienen factores sociales y culturales. El cambio de
paradigma científico se produce cuando, tras una controversia, todos los cientí-
ficos de un área incorporan un determinado modo de ver y explican los
problemas, que viene a sustituir al viejo paradigma previo.
Durante los períodos de controversia se manifiesta la inconmensurabilidad
de teorías rivales: los propios conceptos básicos cambian de significado, y
cada paradigma en pugna percibe de forma diferente un mismo fenómeno de
observación. No es posible la “traducción” de una teoría a otra, ni la mera
reducción de una de ellas a la otra. La originalidad de Kuhn estribó en mos-
trar que la resolución de conflictos entre teorías rivales no solo recurre a
valores epistémicos y cognitivos, sino que depende también de factores ex-
ternos a la propia ciencia. Sin embargo, Kuhn no es un relativista ontológico,
sino epistemológico y lingüístico. El problema de la inconmensurabilidad se
reduciría a la imposibilidad de traducción de un paradigma a otro, y el he-
cho de reconocer influencias externas no racionales en la resolución de las
controversias no implica que se trate de un proceso arbitrario.
Esta “revuelta” historicista en filosofía de la ciencia representó, pues, un
duro golpe a la tendencia prescriptivista, y un giro hacia el “descriptivismo”.
Las teorías son objetos complejos, con un componente formal (o formalizable)
y otro aplicativo, cada uno con un núcleo que la comunidad considera bien
asentado. Otro punto importante fue que las teorías-paradigma no pueden
compararse por su contenido, pero sí por su capacidad de explicación de los
problemas, pero en esta cuestión interfieren siempre factores psicológicos y
sociológicos que dificultan (si no imposibilitan) el enjuiciamiento de las teo-
rías solo por sus elementos internos.
La obra de Kuhn supuso no solo el mazazo definitivo a la imagen
positivista de la ciencia, sino que entró en pugna con las ideas por entonces
en boga de Popper, y aunque ha sido criticada en cuanto a la resolución de
los problemas que plantea, tuvo la virtud de espolear el inicio de toda una
tradición de crítica desde las ciencias sociales que ha supuesto un vuelco
en el modo de considerar la empresa tecnocientífica. Se puede decir que,
desde Kuhn, es imposible dejar de lado los aspectos históricos y sociales de
la ciencia a la hora de entender este modo de conocimiento. Se suele consi-
derar, igualmente, que Kuhn estableció las bases para el relativismo cientí-
fico, si bien su relativismo deriva esencialmente de la intraducibilidad de
unas teorías a otras. El último Kuhn acentuaba la idea de que intraducibilidad
no equivale a incomunicabilidad, ya que siempre es factible (tanto en los
lenguajes naturales como en los científicos) la interpretación y el aprendi-
zaje de un lenguaje desde otro, si bien la reducción entre lenguajes o
paradigmas diferentes nunca podrá ser total.
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Entre los autores que recogen y matizan (a menudo para criticarlas)
las ideas de Kuhn cabe citar a Imre Lakatos, que caracteriza la ciencia
como una competencia entre programas rivales de investigación, y que
se adscribe a lo que él llama un falsacionismo metodológico sofisticado
(frente al “ingenuo”, de Popper). Cada programa consta de un núcleo
duro de teorías, protegido de los ataques por un grupo de hipótesis auxiliares
que se van readaptando o sustituyendo, hasta que ya no pueden resistir el
ataque de otras teorías al núcleo duro. El progreso de la ciencia consiste
en diseñar teorías con contenidos empíricos mayores que las precedentes
(capacidad de predicción de hechos nuevos).
Precisamente la cuestión acerca del progreso científico, junto con las
de la carga teórica de los hechos y la incomensurabilidad entre teorías,
han formado parte de los debates más acalorados entre diversas tradiciones
filosóficas en torno a la visión post-positivista inaugurada por Kuhn. Furi-
bundo opositor al relativismo, pero con una interesante asimilación de la
revolución kuhniana, Larry Laudan adopta el punto de vista pragmatista de
que la ciencia se propone la resolución de problemas empíricos y concep-
tuales. Ha elaborado una teoría de las tradiciones de investigación en las
que estas (que a diferencia de en Lakatos, pueden incluso cambiar su
núcleo duro) se caracterizan por dotarse de un conjunto de directrices no
solo metodológicas, sino también ontológicas (supuestos metafísicos). Una
tradición tiene éxito cuando conduce a la solución apropiada de un número
creciente de problemas empíricos y conceptuales.
DE LA SOCIOLOGÍA DEL ETHOS CIENTÍFICO
A LAS SOCIOLOGÍAS DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO
Robert K. Merton está considerado como el padre de la sociología de
la ciencia, y su período de máxima influencia (junto con sus discípulos y
colaboradores de la Universidad de Columbia) llega hasta los años 70. El
programa mertoniano se mueve en torno a la ciencia considerada como
institución social, sin abordar su núcleo epistemológico. En el clásico ar-
tículo de 1942, Merton propone su visión de la comunidad científica como
un grupo social diferenciable por una serie de normas no escritas (el lla-
mado ethos científico): a) comunalismo (diseminación accesible y pública
de los resultados a los demás científicos y a la sociedad); b) universalismo
(no exclusión por ningún criterio exterior a la ciencia); c) desinterés (evi-
tación de intereses y prejuicios materiales); d) originalidad (apertura a la
novedad intelectual); e) escepticismo organizado (que sirve de base a las
polémicas científicas y a la evaluación crítica de unos científicos por otros).
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La escuela mertoniana desarrolló numerosos estudios sobre la expresión
histórica de este ethos y sus eventuales anomalías (fraudes científicos,
quiebra del universalismo meritocrático debido a la posición inicialde
ventaja de ciertos individuos o grupos, etc.). Entre otros autores, John
Ziman ha prolongado hasta hoy estas ideas, buscando los procesos socia-
les que intervienen en la generación y aceptación del conocimiento cientí-
fico: modo en que se organizan las disciplinas, factores motivadores de la
empresa científica, influencia de la tecnificación, efectos de la tendencia a
la privatización de la innovación y al trabajo en grupos interdisciplinares
en el contexto de una sociedad posindustrial, etcétera.
Desde hace unos 30 años la sociología ha venido tratando no solo el
contexto de descubrimiento, sino que con paso firme ha encarado el interior
del contexto de justificación, contraviniendo el tabú de que la sociología
no debía tocar el núcleo epistemológico del conocimiento científico (con-
siderado como una caja negra que no se debía abrir). Diversas escuelas
han venido insistiendo, con variadas metodologías y enfoques, en la idea de
que el mismo conocimiento científico, en todas sus fases de realización,
es un producto social. De este modo se ha inaugurado una línea heterogénea
de investigaciones interdisciplinares, que se suele conocer con el nombre
de estudios sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) o Estudios sobre
Ciencia y Tecnología.
En los años 70, la Science Studies Unit de la Universidad de Edimburgo,
con Barry Barnes y David Bloor a la cabeza, pretende fundar las bases de
una ciencia social de la ciencia, dando origen al denominado “Programa
Fuerte de la Sociología de la Ciencia”, para el que el conocimiento cientí-
fico es un fenómeno natural cuyo sujeto es la sociedad, y susceptible de
análisis empíricos. Se trata ahora de radicalizar las ideas de Kuhn, apor-
tando datos que demuestren que las teorías y creencias de los científicos no
sólo están influidas por factores externos, sino que la resolución de con-
troversias ocurre (principal o incluso exclusivamente) mediante factores
sociales de la comunidad científica, en los que cobran radical importancia
conceptos como los de negociación y lucha de intereses contrapuestos.
Para Barnes, se puede mostrar cómo los intereses sociales impregnan el
mismo nivel de las observaciones y los experimentos científicos, y por
supuesto alcanzan hasta la elaboración de teorías. Estamos ante una vi-
sión fuertemente agnóstica respecto del contenido de verdad de cualquier
proposición científica.
La escuela de la Universidad de Bath (Harry Collins, Trevor Pinch, etc.)
aplicará en los años 80 los postulados del Programa Fuerte al análisis de
controversias científicas concretas. Su “Programa Empírico del Relativismo”
(EPOR, según acrónimo inglés) adopta una estrategia en tres fases: en la
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primera se muestra la flexibilidad interpretativa de los resultados experi-
mentales, es decir, cómo dichos resultados pueden admitir más de una
interpretación; en la segunda, se trata de revelar los mecanismos
institucionales, retóricos, de autoridad, etcétera, que limitan esa flexibili-
dad interpretativa, y conducen al cierre de la controversia; en la última, se
intenta relacionar esos mecanismos de cierre con el entorno sociopolítico
y cultural más amplio. Con ello se mostraría cómo en la práctica el con-
senso científico surge de la negociación y del debate, en lugar de la aplica-
ción del método científico. Con el programa EPOR toma carta de natura-
leza el constructivismo social de la ciencia, que niega que la “realidad” o la
naturaleza sea la clave del cierre de las controversias, asumiendo un mayor
papel factores totalmente sociales. De ahí se sigue que la imagen científica
que poseemos de la naturaleza es un constructo social.
En general, los sociólogos de la ciencia están de acuerdo en la adop-
ción de un relativismo epistémico, es decir, que el conocimiento está
enraizado en un determinado tiempo y cultura y no se limita a ser repro-
ducción de la naturaleza. Consideran pertinente el estudio de la Ciencia
en acción (título de un famoso libro de Latour), antes de que las teorías
sean fijadas y se conviertan en “cajas negras”, así como el análisis de aquellos
períodos en los que las controversias obligan a abrir esas cajas negras que
la comunidad científica daba por supuestas.
Como no podía ser menos, la tesis relativista radical de que la reso-
lución de controversias científicas se debe a factores extracientíficos,
provocó el rechazo de la filosofía tradicional de la ciencia, para la que
esto supondría la muerte de la epistemología tradicional y la usurpación
explicativa de la ciencia por parte de los sociólogos. Evidentemente, es-
tas escuelas sociológicas se han de enfrentar a la sospecha de que otor-
gan poderes taumatúrgicos al vago concepto de contexto social, al tiem-
po que deben aclarar por qué la sociología no habría de aplicarse a sí
misma sus propios postulados constructivistas, ya que parece evidente
que la sociedad sí es un constructo social. Collins ha llegado a replicar a
esto último aludiendo a un “relativismo especial” en el que la noción de
sociedad no resultaría problemática, aunque sí la noción de naturaleza.
Sin embargo, no todos los estudios CTS pretenden dar explicaciones
ni interpretaciones sobre el conocimiento científico, ni se basan en el aná-
lisis de los intereses. Los llamados “estudios de laboratorio” iniciaron una
tradición resueltamente “etnológica” y descriptiva de los discursos cientí-
ficos, renunciando a menudo a dar una explicación de por qué ciertas
ideas adquieren el marchamo de científicas. La publicación en 1979 de
Laboratory Life por Bruno Latour y Steve Woolgar señala el inicio del
interés por la descripción “puntillista”, casi “en directo”, de lo que ocurre
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dentro de los laboratorios de investigación, usando una aproximación de tipo
etnográfico (aquí los “nativos” son los científicos) y recurriendo al análisis
del discurso científico a través de sus “inscripciones” o representaciones.
Woolgar no solo defiende un relativismo epistemológico, sino también el
ontológico, ya que lo que denominamos objetos del mundo natural “se cons-
tituyen por medio de la representación, en vez de ser algo preexistente a
nuestros esfuerzos por descubrirlos”. Hay una negativa a aportar explicacio-
nes causales sobre el quehacer de los científicos, ni siquiera recurriendo (como
hacía el Programa Fuerte) a creencias e intereses sociales, al igual que se
desecha la idea de que el conocimiento científico sea una actividad radical-
mente diferente de otros tipos de conocimiento o de prácticas sociales.
Algunas de las propuestas de tipo etnográfico y de análisis del discurso
insisten (para no caer en autocontradicción) en su carácter fuertemente
reflexivo: cualquier análisis sociológico es una construcción que debe ser
“deconstruida” por medio de un simétrico proceso autorreflexivo.
CRÍTICAS A LAS ESCUELAS SOCIOLOGISTAS
DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO Y NUEVA FILOSOFÍA
DE LA CIENCIA
Estas concepciones sociológicas de la ciencia han recibido numerosas
críticas filosóficas sobre la base de su relativismo y antirrealismo (al me-
nos en sus versiones extremas), en la disolución de los límites entre cien-
cias y pseudociencias y en la desaparición o vaciamiento del significado de
objetividad, con una preocupante minusvaloración de los aspectos inte-
lectuales del conocimiento científico. Aunque casi todos reconocen que
ha sido positivo introducir estas dimensiones históricas y culturales en la
imagen de la ciencia, no todos comparten, ni mucho menos, que la única
alternativa a la visión heredada (empirismo lógico) sea caer en un empirismo
y reduccionismo sociológicos. De hecho, como dice Agazzi, la epistemolo-
gía sociologista nunca ha sido capaz de mostrar el nexo causal entre las
condiciones sociales de una época y ambiente dados y la forma de las leyes
naturales enunciados en ellos, y tampoco puede explicar la aceptación
transcultural de los contenidos. Por otro lado, el enfoqueconstructivista
a ultranza conduce a la esterilidad epistemológica y se desinteresa de los
aspectos prácticos sobre si se debe (y cómo) controlar la actividad cientí-
fica y su aplicación tecnológica, por lo que ha llegado a ser acusado de
conformista.
Los neo-mertonianos, con Gyerin a la cabeza, han reivindicado el trabajo
de Merton como portador del germen de lo más valioso que se esconde
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en las propuestas de los constructivistas (por ejemplo, su idea del escepti-
cismo organizado es una forma de reconocer que los científicos negocian
a la hora de elaborar el conocimiento). “Lo que en parte hace única a la
ciencia son los procedimientos institucionalizados que definen la inter-
sección de los mundos natural y social. La cuestión clave estriba en cómo se
introduce el mundo natural en la ciencia de un modo diferente a como lo
hace en otros campos de la cultura, como en la religión o las artes, o
incluso en el sentido común”. Las propuestas de análisis de discursos se
desinteresan de esta pregunta, mientras que los teóricos del Programa
Fuerte dicen que la negociación se cierra por medio de retórica, recursos
cognitivos y sociales, y por la red de relaciones con diversos poderes. Pero
con ello aún no se ha respondido al punto central de Gyerin: todavía no
sabemos cómo se “cuela” la Naturaleza en el proceso de clausura de los
debates. Querámoslo o no, y a pesar de la “flexibilidad interpretativa” de
las observaciones, no todo vale: la realidad acota estrechamente el núme-
ro de interpretaciones posibles a partir de los datos obtenidos. E incluso,
admitiendo la carga social del cierre de controversias, ello no equivale a
admitir que los nuevos paradigmas surgidos sean arbitrarios. Cristóbal
Torres ha emprendido una interesante línea en la que asumiendo lo que de
positivo encuentra en la sociología del conocimiento, reivindica la fecun-
didad del programa mertoniano para reconocer la especificidad social y
cognoscitiva de la ciencia, recurriendo a las herramientas de la sociología
política. Para ello explora en temas como el del orden y poder en el ámbi-
to científico, y el cambio de ese orden (dialogando para ello ampliamente
con la obra de Kuhn).
Los enfoques etnológicos y de análisis de discurso incurren en lo mis-
mo que critican: hacen de hecho análisis interpretativos y observaciones
selectivas, ignorando que todo análisis (por muy desapasionado que se
pretenda) está sometido implacablemente a ellos. El mero hecho de rea-
lizar análisis del discurso científico presupone la selección, lectura y
comprensión de textos.
Muchas de las propuestas actuales intentan dar cuenta de modo satis-
factorio de las influencias recíprocas entre el enraizamiento del conoci-
miento científico en la realidad y el inevitable componente social y cultural
con el que este conocimiento se manifiesta.
Para Webster (1991), la ciencia puede jactarse de ser la forma de co-
nocimiento más “objetivo” y más racional sobre los objetos naturales,
pero puesto que no existen reglas inequívocas a las que se deban amoldar
los científicos, se ha de reconocer la naturaleza socialmente construida de
esta compleja e interesante institución cultural.
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Dentro de la nueva filosofía de la ciencia, cabe citar las interesantes
propuestas de Ian Hacking, que en su Representing and Intervening (1983)
“rompe la baraja” de las disquisiciones epistemológicas sobre el papel de
la razón en las controversias científicas, y se decanta por el estudio del
saber científico en tanto que transformador del mundo. Para Hacking, la
ciencia es simultáneamente un conocer (teorías científicas) y un interve-
nir (tecnología). La maduración de las teorías científicas consiste en el
mutuo ajuste de equipo, ideas e inscripciones, que se constituye en un
sistema simbiótico de mutua interdependencia. La constatación de la es-
tricta coincidencia entre varias representaciones científicas artificialmente
construidas (y en este sentido estudia el caso de las representaciones co-
herentes de un mismo objeto sometido al escrutinio de distintos tipos de
microscopios con diversa base técnica), coincidencia que es previa a la
enunciación de hechos, es para Hacking un criterio seguro para apoyar
las tesis realistas y aceptar las imágenes con las que trabajan los científi-
cos No se puede seguir contraponiendo observación y teoría, ya que las
prácticas y los objetos son esenciales para la enunciación de las afirmacio-
nes de conocimiento. Tampoco se puede proponer una definición única
de lo que sea la ciencia, ya que los objetos y las prácticas son de naturale-
za heterogénea y contingente. Otros autores han insistido igualmente en
la especificidad de cada ciencia concreta, provista de sus propias herra-
mientas e instrumentos deductivos. (Por ejemplo, algunas ciencias están
muy matematizadas, mientras otras recurren a métodos estadísticos para
estudiar colectivos de fenómenos, e incluso en otras predominan los as-
pectos descriptivos y taxonómicos, con metodologías de generalización
inductiva.) Esto descartaría la reducción fuerte entre distintas discipli-
nas, presupuesta por los programas positivistas.
Javier Echeverría (1995, 1996) está elaborando una filosofía en la que
se relaciona ese pluralismo metodológico de la ciencia con el pluralismo
axiológico de la propia empresa científica. Extendiendo las ideas de Hacking,
y puesto que la ciencia es una actividad no solo de conocimiento, sino
también de transformación del mundo, la filosofía de la ciencia debe ir
más allá del estudio de lo epistemológico y lo metodológico, para incluir
los valores que subyacen y que guían dicha actividad. La filosofía de la
ciencia ha dejado de ser una filosofía pura y ha pasado a ser una filosofía
práctica, por lo que no queda más remedio que abordar su contexto so-
cial. Pero dentro de este contexto, hay mucho más que lo estudiado por
los sociólogos del conocimiento. Echevarría centra sus esfuerzos en mos-
trar las interacciones entre cuatro contextos: enseñanza de la ciencia, in-
novación tecnocientífica, evaluación y aplicación. La filosofía de la ciencia
debe hacerse consciente de que la ciencia adquiere su auténtico sentido por
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sus fines y no por su origen, y que no solo tiene una base cognitiva, sino
que está gobernada por una pluralidad de valores que dan sentido a la
praxis científica. La valoración de propuestas científicas es un proceso
iterativo que ocurre en todas las fases de la práctica científica, y que no se
limita a la elección racional entre teorías alternativas, sino que incluye
una serie de valores generales de tipo social, no fundados en la naturaleza
del ser humano ni en leyes naturales, ni inferidos a partir de hechos natu-
rales. Para Echeverría, este programa axiológico puede desarrollarse en
dos vertientes: una descriptiva, que abordaría la axiología de la ciencia tal
como esta se genera en la actividad de los científicos (y que dependería
del trabajo de historiadores y sociólogos) y otra normativa, no respecto a
los contenidos y métodos de la ciencia, sino analizando y promoviendo
nuevos valores, tanto epistémicos como prácticos, que pueden constituirse
en innovaciones axiológicas para los propios científicos. De esta forma, la
filosofía de la ciencia, no limitada a ser un saber metateórico, podría contri-
buir a establecer puentes entre la ciencia y otras formas de cultura humana.
Para ciertos autores, el giro tecnológico en la filosofía de la ciencia (es
decir, el reconocimiento de los procedimientos técnicos previos como
configuradores de las propias teorías científicas) ha servido no solo para
abandonar la separación clásica entre ciencia y tecnología, sino que ha
preparado el camino a los estudios interdisciplinares sobre la tecnociencia.
Como veremos, la reciente sociología de la tecnología reconoce el papel
no solode los agentes humanos, sino además el de las agencias materiales,
en el desarrollo de la ciencia y la innovación.
DE LA FILOSOFÍA DE LA TECNOLOGÍA A LAS TEORÍAS
SOCIOLÓGICAS DE LA TECNOLOGÍA
La filosofía de la tecnología surgió más tardíamente que la filosofía de
la ciencia, quizá debido a que, como dice Medina (1995), en nuestra cultura
ha existido un prejuicio teoricista que ha conducido a una descalificación
epistemológica de las técnicas frente al primado de la teoría. A grandes
rasgos podemos distinguir dos enfoques opuestos: el que bebe de la tradi-
ción analítica, y el de la crítica humanística. Del primero es digno repre-
sentante Mario Bunge, centrado en el estudio de la racionalidad y del
método de la tecnología, que se hacen derivar de la racionalidad científi-
ca. Para Bunge, la tecnología no es sino ciencia aplicada, y plasmación
material de la forma de conocimiento y actuación más racional que existe.
De ahí se derivaría que tanto la ciencia como la técnica son moralmente
neutras, y solo habría que lamentar las malas utilizaciones de ambas por
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intereses ajenos a los de esa racionalidad. En cambio, buena parte de la filo-
sofía humanista de la tecnología (influida por autores como Lewis Mumford
o Jacques Ellul) ha realizado una crítica cultural de nuestra era tecnológica,
apelando a una movilización ética e incluso metafísica para impedir que los
“auténticos valores humanos” queden ahogados en el camino.
Como podía esperarse de los desarrollos en sociología de la ciencia, una
derivación lógica fue ampliarlos al análisis de las tecnologías. Hasta ahora,
la mayor parte del trabajo se ha centrado en la realización de estudios de
casos y en el intento de elaborar conceptos y formulaciones teóricas que
den cuenta y traten de explicar la complejidad que surge de los estudios
específicos. Se suelen considerar fundamentalmente tres enfoques: el pro-
grama SCOST (construcción social de la ciencia y la tecnología), la teoría
de la red de actores y la historia de los sistemas sociotécnicos.
El programa SCOST, encabezado por Trevor Pinch y Wiebe Bijker,
recurre a la metodología del programa EPOR de la escuela de Bath. Para
las escuelas constructivistas de la tecnología, el cambio tecnológico es
contingente, y para dar cuenta de él se evitan explicaciones en términos
de lógica interna. También lo social y lo económico son, como la tecnolo-
gía, heterogéneos y emergentes. Las relaciones sociales están constituidas
y configuradas por medios económicos y técnicos. No existe ningún plan
que en última instancia dirija el cambio histórico (ya sea en cuanto a lo
tecnológico, lo económico o lo social). Las tecnologías nacen del conflic-
to, de la diferencia o de la resistencia entre promotores y afectados. Tales
diferencias pueden constituir o no conflictos o desacuerdos abiertos. Los
estudios de casos del programa SCOST analizan las estrategias emplea-
das por distintos actores sociales en dichos desacuerdos, estrategias que
se supone están diseñadas para mejorar la propia posición respecto de los
adversarios. Tanto las estrategias como las consecuencias de estas (entre
las que se incluyen las propias tecnologías) deberían ser tratadas como un
fenómeno emergente.
Para la teoría de la red de actores, de Bruno Latour y Michel Callon, los
procesos de innovación se entienden como lucha entre distintos actores
que intentan imponer su definición del problema que se trata de resolver.
El concepto de “actor” engloba por igual a los actores humanos y no huma-
nos (herramientas, máquinas, diseños, instituciones, etc.), y ya no se puede
sostener la dicotomía entre actores sociales y objetos, entre humanos y no
humanos, sino que hay que hablar de redes de estrechas relaciones entre
todos estos colectivos.
Los estudios de los sistemas sociotécnicos han intentado aplicar la
teoría de sistemas a la historia de la tecnología. Hay un gran interés
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en desvelar las mutuas interacciones entre tecnología y sociedad, más allá de
discusiones sobre supuestos determinismos de uno u otro tipo. Para
Thomas Hughes estas interacciones hacen surgir nuevas tecnologías que
modifican las relaciones sociales, pero igualmente hacen aparecer nuevos
factores sociales por los que determinados actores pueden a su vez confi-
gurar las tecnologías para defender sus intereses.
ALGUNAS CRÍTICAS AL CONSTRUCTIVISMO SOCIAL
DE LA TECNOLOGÍA: EL INTERÉS
POR LA EVALUACIÓN DE LAS TECNOLOGÍAS
La tradición constructivista de la tecnología ha recibido críticas desde
sectores adscritos a tradiciones más pragmáticas y preocupadas con las
consecuencias del desarrollo tecnológico, que la han acusado de un casi
total descuido de las consecuencias sociales de la elección técnica. Igual-
mente se ha criticado la concepción de actores o grupos sociales relevan-
tes, ya que no queda claro quién dice o decide qué grupos o intereses son
los relevantes. Hay una preocupación por los sin voz, pero que se verán
afectados por los resultados del cambio técnico. Es importante dar cuen-
ta de las decisiones que se adoptan y cómo se adoptan, pero también del
“programa oculto” que influye en tales decisiones, y que nunca se hace
explícito. Se trataría de desvelar intereses y procesos sociales más profun-
dos que pueden estar en la base de las elecciones sociales de la tecnología.
Finalmente, se critica el aparente desdén hacia todo lo que suene a postu-
ra evaluativa, sea de tipo moral o político, que podrían servir para juzgar
las posibilidades que ofrecen las tecnologías desde el punto de vista del
bienestar y desarrollo de la humanidad.
La “escuela” americana de críticos culturales, tradicionalmente pre-
ocupada con los aspectos valorativos de la tecnología, su atención a posibles
impactos y su interés por la renovación educativa, ha incidido especial-
mente en la posibilidad de evaluar y controlar el desarrollo tecnocientífico.
Autores como Langdon Winner resaltan el hecho de que la tecnología
modifica la imagen que tenemos de nosotros como individuos y el papel
de la sociedad de modos sutiles y frecuentemente inadvertidos. Para
Winner, al aceptar acríticamente una tecnología estamos firmando un
contrato social implícito cuyas condiciones solo advertimos a menudo
mucho después de su firma. Este “sonambulismo tecnológico” permite
que se vayan remodelando las condiciones de vida humanas de modos no
deseados y con consecuencias negativas para amplias capas de la pobla-
ción y para el futuro del planeta. Lo que aparentemente son elecciones
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instrumentales (elección de técnicas) se revela en realidad como opciones
hacia formas de vida social y política que van construyendo la sociedad y
configurando a las personas, pero sin que se plantee un momento valorativo
y reflexivo que introduzca cuestiones sobre las posibilidades de crecimiento
de la libertad humana, de la creatividad o de otros valores. Para Arnold
Pacey, la definición de tecnología debe abarcar no solo su aspecto mate-
rial (técnicas en cuanto a artefactos), sino que debe incluir los aspectos
organizativos (actividad económica e industrial, actividad profesional,
usuarios y consumidores) y los culturales (objetivos y valores afectados
por la tecnología y los que deberían ser respetados por ella). Otro influ-
yente crítico cultural americano es Carl Mitchan, que ha elaborado una
filosofía de la tecnología que bebe en buena parte de Jacques Ellul, y que
reclama el primado de la filosofía y las humanidades para rescatar valores
humanos y sociales frente al rodillo tecnológico. El pragmatista Paul Durbin
(que se apoya ampliamente en John Dewey) reclama un activismo social
en el que los propios científicos tendrían un papel central para ocuparse
de los problemas sociales suscitados por su trabajo. Según él, solo el
activismo social progresista puede ofrecer alguna esperanzade resolver
ciertos problemas urgentes.
EL ENFOQUE TRADICIONAL DE LA EVALUACIÓN
DE TECNOLOGÍAS Y SU CRISIS
La ciencia y la tecnología se han convertido en recursos estratégicos
políticos y económicos tanto para los Estados como para las industrias.
Pero aunque los ciudadanos son conscientes de las ventajas que a su bienes-
tar puede aportar el desarrollo tecnocientífico, hay igualmente (sobre todo
desde finales de los años 60) una conciencia acentuada de que el cambio
tecnológico está en la base de muchos de los problemas ambientales y
sociales.
En respuesta a este dilema, muchos países han buscado una solución
mediante un enfoque consistente en separar las actividades de promo-
ción de la innovación técnica respecto de las de control y regulación. La
creación en 1972 de la Oficina de Evaluación Tecnológica (OTA), con
labores de asesoría al Congreso de los EE. UU., marca el inicio “oficial”
de esta tendencia, que fue adoptada más tarde por otros países. Sin em-
bargo, su objetivo de suministrar alertas tempranas y perspectivas de
futuros impactos sirvió solo para corregir en todo caso ciertos desajus-
tes una vez que la tecnología se implantaba. Además, se ha denunciado
su “retórica tecnocrática” al servicio de intereses políticos y económicos.
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La consecuencia ha sido la mera legitimación a posteriori de las tecnologías
introducidas, sin posibilidades de influir en su configuración y aplicación.
Para muchos, este paradigma evaluativo ha llegado, pues, a su límite, y
hay que pasar a enfoques en los que se tenga en cuenta la dinámica de la
tecnología en la sociedad, considerando que sus efectos sociales no depen-
den solo de factores técnicos, sino de la forma en que los impactos son
percibidos o evitados por diversos actores sociales. Igualmente se ha visto
la necesidad de abrir la “caja negra” del enfoque economicista: los juicios
de valor ocultos bajo la preeminencia fáctica de la búsqueda de mayores
rendimientos o la excelencia técnica.
Una de las claves para explicar el agotamiento del modelo tradicio-
nal de evaluación de riesgos es la constatación de que dicha evaluación
es igualmente una construcción social, que depende de persuasión, ne-
gociación y pugna entre distintos actores sociales, y desde luego algo
muy alejado de la imagen clásica de racionalidad objetiva. Para Kristin
Shrader-Frechette las evaluaciones de riesgo habituales son sospecho-
sas y engañosas, escondiéndose en ellas falacias y presuposiciones (como
las que subyacen en el análisis de costes/beneficios), así como juicios de
valor. Ha realizado detallados estudios que muestran cómo ante la in-
capacidad de acuerdo entre distintos tipos de técnicos, el conflicto se cierra
porque la agencia evaluadora selecciona solo la información que apoya
los intereses que se pretende favorecer. Los científicos también derivan
sus análisis “objetivos” de riesgos a partir de modelos sociales implíci-
tos, que nunca se someten a debate. Hay que introducir el nivel de ob-
jetivos éticos y sociales en la justificación de las tecnologías, lo que permite
defender la creación de mecanismos democráticos de participación pú-
blica en la evaluación y política de la ciencia y la tecnología (apoyándose
esta autora para ello en el neo-contractualismo de John Rawls).
Dorothy Nelkin es una de las que más han contribuido a la caracteri-
zación de los debates sobre tecnologías, desvelando cómo los distintos
intereses y valores puestos en juego facilitan o dificultan su resolución. Su
tipología de las disputas distingue entre aquellas en las que ciertos grupos
sociales ven amenazados determinadas cosmovisiones o valores morales y
religiosos, y aquellas en las que solo entran en juego intereses contrapues-
tos entre distintos actores sociales. Las primeras son de difícil resolución, ya
que los argumentos técnicos son incapaces de modificar las posturas, mien-
tras que las segundas pueden resolverse mediante negociación, distribución
equitativa de riesgos y beneficios, medidas de compensación, etcétera.
La consideración de cuestiones sociales y morales de una práctica cientí-
fico-tecnológica particular puede revestir más importancia que cualquier
detalle de contrastación científica.
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Para Webster, el papel creciente de los grupos de presión (ecologistas,
asociaciones de consumidores) y de “tecnología alternativa” refleja, más
que su ignorancia o rechazo de la ciencia, una protesta por la falta de
oportunidades de participar e influir en la toma de decisiones. No es lo
mismo “participación pública” (recurso cosmético) al servicio del po-
der, que “control democrático” sobre la ciencia y la tecnología. Esto
último señala que lo que se está dirimiendo (y lo que hay que discutir) es
el tema del reparto de poder político a la hora de configurar y aplicar la
tecnociencia, cosa que está lejos de depender exclusivamente del papel
de los expertos. Irremisiblemente, la ciencia y la tecnología se han
politizado y vuelto más complejas, y su imagen benefactora ya no se da
por supuesta, ni sus practicantes pueden pretender mantener su estatu-
to tradicional en la sociedad.
HACIA UNA EVALUACIÓN CONSTRUCTIVA
DE TECNOLOGÍAS
La inoperancia del modelo de evaluación tradicional, junto con la
presión social cada vez más intensa, que pide una mayor implicación
de los ciudadanos en las decisiones tecnológicas, ha impulsado nuevos
modelos constructivistas, como una vía más adecuada para evaluar y
gestionar los riesgos e intentar gobernar el cambio tecnológico. Se habla
de un nuevo paradigma, denominado Evaluación Constructiva de Tec-
nologías (ECT). En dicho enfoque se destierra definitivamente la pre-
tensión de una evaluación objetiva y neutral ligada a la opinión exclusiva de
expertos, dando más importancia a las opciones sociales y culturales
asociadas a ciertas tecnologías y a la socialización de la toma de decisio-
nes. No se puede seguir manteniendo el estricto reparto de papeles entre
promotores y controladores, sino que debemos centrarnos en aprender
a gestionar esta responsabilidad compartida, implicando a las comuni-
dades afectadas en el proceso de toma de decisiones.
Las actividades de diseño tecnológico deben incluir, desde el princi-
pio, el análisis de impactos sociales y ambientales. Pero puesto que es
imposible predecir totalmente impactos futuros, y el cambio tecnológico
está conducido parcialmente por la experiencia histórica de los actores
conforme aquel se va desplegando, se concluye que uno de los objetivos
principales de la ECT debe ser la necesidad de experimentación y apren-
dizaje social como parte integral de la gestión de la tecnología. En este
sentido es alentador comprobar que en ciertos países, como en Holanda y
Dinamarca, se han introducido elementos de aprendizaje social en el control
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de nuevas tecnologías, como la Ingeniería Genética. La misma OCDE, en
su informe de 1988 sobre “Nuevas tecnologías en los 80: una estrategia
socioeconómica”, recoge y admite la pertinencia del concepto de ECT.
Brian Wynne ha sido uno de los autores más activos en el nuevo para-
digma evaluativo, habiendo abordado el estudio de riesgos en un contexto
de aprendizaje social. Su enfoque es reflexivo: presta atención a lo que la
tecnología refleja y reproduce por medio de valores, formas culturales y
relaciones sociales previas. Frente a la opinión tecnocrática de que la per-
cepción pública de los riesgos es a menudo irracional, Wynne mantiene
que tal percepción recoge símbolos, valores y conocimientos esenciales
para contextualizar las tecnologías e integrarlas socialmente. Siguiendo la
teoría cultural de Mary Douglas, la reflexividad del aprendizaje social
implicaría la exposición, investigación y debate sistemático de los mode-
los sociales implícitos y de los supuestos que estructuran los análisis
“factuales” de la tecnología.De esta manera, se traerían a la plaza pública
(para su escrutinio) compromisos implícitos que incluyen desde hipótesis
virtuales sobre cómo organizar la sociedad hasta prescripciones sociales
duras para que la sociedad se acomode a la tecnología. Esto significa tam-
bién que los “expertos” deben ser espoleados por la crítica y la controversia
social, para mirar no solo al panorama sociopolítico en el que implantar
las tecnologías, sino también al interior de sus propios marcos previos y a
sus modelos sociales conformadores. Este estímulo constructivo requiere
un marco institucional que reconozca la necesidad de un tratamiento sis-
temático y explícito de estas cuestiones.
Esto conduce a admitir que, necesariamente, la evaluación de la tec-
nología ha de politizarse para ser operativa, y plantea la espinosa cuestión
de si las democracias representativas existentes están preparadas para dar
cabida a algún tipo efectivo de gestión participativa de la tecnología. Los
problemas teóricos y prácticos al respecto pueden parecer, en efecto, abru-
madores. La estructuración cognitiva e institucional hacen que el cambio
tecnológico sea complicado, pero no imposible: el estudio de casos históricos
muestra que es posible, en principio, modificar las trayectorias tecnológi-
cas mediante la acción concertada de diversos actores sociales y el apro-
vechamiento de coyunturas favorables. Los experimentos de aprendizaje
social deben considerarse como ámbitos en los que se especifican las tecno-
logías, se definen las necesidades sociales, y se ponen a prueba las represen-
taciones de los usuarios. Requieren que se facilite toda la información a
todos los participantes, y si queremos que sean operativos, seguramente
habrá que crear imaginativas instituciones no controladas por ningún grupo
de poder o de presión, que tengan influencia real a la hora de configurar el
control político sobre la tecnología. Igualmente se requerirán nuevos
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modelos teóricos (alejados de la simpleza y linearidad de los antiguos) que
permitan facilitar la respuesta a la pregunta de cómo evitar el atrinchera-
miento social de ciertas tecnologías o la pérdida de opciones positivas debido
a que otras alternativas no sean debidamente valoradas.
Una de las inercias mayores que se tendría que resolver es la del modelo
económico imperante (asociado al imperativo de proliferación de control
tecnológico en todos los ámbitos de la vida humana, y a la idea de “progre-
so”). Desde el análisis económico, ya no cabe mantener que la tecnología
sea un factor exógeno del crecimiento económico, ni que los indicadores
económicos al uso, midan correctamente muchos de sus costes sociales y
ambientales. La tecnología es de hecho, un factor endógeno, que se adap-
ta y se selecciona por los requerimientos y necesidades de la sociedad. La
viabilidad de una tecnología no solo depende de factores económicos, sino
también de los sociales, éticos y políticos. La noción tradicional de mer-
cado pierde así su significado, y la intervención del Estado ya no se puede
predicar solamente bajo los supuestos de fallos del mercado. Las nuevas
“reglas de juego” deben garantizar que los efectos adversos de las tecno-
logías sean menos dañinos que si se dejara libre competencia para todos.
Dichas reglas deberían establecerse antes de que los intereses invertidos
adquieran privilegios (y las tecnologías en cuestión se atrincheren social-
mente) y de modo que la lucha competitiva no amenace con su aplicación
compulsiva e indiscriminada. De ahí, de nuevo, la necesidad de un aprendi-
zaje social que garantice una retroalimentación continua que haga que la
evolución del sistema tecnológico y económico se adapte a las necesidades
sociales y no amenace la viabilidad ecológica. De esta manera, como dice
Medina (1992), sin renunciar por completo a la intervención tecnocientífica
(algo impensable e irrealizable), se favorecería una cultura y un entorno en
los que pudieran coexistir dominios tecnocientíficos junto con dominios
sociotécnicos de otro tipo, en los que se podría preservar no solo el rico
patrimonio natural, sino también las diversidades culturales y formas de
vida social valiosas.
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