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PCH - Cap9 - Noelia Potesta

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Capítulo 9
Ciencia y ética
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Pensar la ciencia hoy. La epistemología: entre teorías, modelos y valores
De la neutralidad a la responsabilidad. Debates contemporáneos. 
Capítulo 9: Ciencia y ética
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Introducción: el efecto de la neutralidad valorativa en casos
La ciencia moderna es una Cenicienta reivindicada y triunfante. Como 
ella, sufrió humillaciones, maltrato y hostigamiento. Como ella, logró 
convertirse en reina, la reina de los saberes. Pero en su victoria no hay 
nada mágico. Fue obra de una lucha contra el saber hegemónico: la 
ciencia medieval. Reina después de haber destronado a la reina vieja. 
Como en la fábula, su éxito estaría justificado en sus méritos, y también 
se espera que reine haciendo solamente el bien. (Heler, 1996, 25)
 
A partir de lo señalado por Gadamer en el capítulo anterior, se hace necesario 
entonces, que reconozcamos, como “prejuicio válido”, la “autoridad” que a 
través del mensaje transmitido por la “tradición” la Concepción Heredada 
(incluido aquí el racionalismo crítico) ha enviado desde el pasado y que ha 
condicionado nuestro modo actual de ver y operar sobre el mundo, que lleva a 
afirmar ingenuamente, tanto por científicos como por la sociedad en general, 
la neutralidad valorativa de la ciencia (tanto natural como social).
Ciencia, tecnología y política: el caso de la Eugenesia en Argentina
La Historia de la Eugenesia en Argentina resulta un tema privilegiado para 
apreciar el complejo entramado entre ciencia, tecnología y política, y para 
constatar hasta qué punto el discurso científico sirvió para legitimar la 
implementación de políticas de Estado, en este caso sanitarias, destinadas 
a “[…] favorecer la reproducción de los individuos o grupos humanos 
considerados valiosos y en impedir la reproducción de los individuos o grupos 
humanos considerados disvaliosos o indeseables” (Cecchetto, 2008, 14). Para 
ello nos basaremos en los aportes de dos investigadores argentinos, Sergio 
Cecchetto, (filósofo argentino, especialista en temas de Bioética, 1959-2009), 
y Héctor Palma (filósofo y epistemólogo argentino, 1953), quienes señalan la 
necesidad de volver la mirada sobre la influencia de esta corriente científica, 
de alto impacto político en la primera mitad del siglo XX, cuando la eugenesia, 
como disciplina científica, resultó un instrumento, un medio, una herramienta, 
un discurso que permitió dar respuesta a la necesidad de “modernizar” la 
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sociedad.
El término “eugenesia” como el de “herencia” o “raza” animó la formulación 
de teorías científicas tanto en la biología, como en sus proyecciones sobre las 
ciencias sociales como la psicología, la sociología o la antropología a fines 
del siglo XIX y principios del XX, y a ese movimiento se lo conoce como 
“sociobiología”. Esta corriente de pensamiento también identificada como 
“darwinismo social” admite la idea de que la sociedad es una prolongación 
de la naturaleza ya que rigen las mismas leyes para ambas. El término 
“eugenesia” fue introducido en 1883 por sir Francis Galton (antropólogo, 
psicólogo y eugenista inglés, 1822- 1911), primo de Charles Darwin y nieto 
de Erasmus Darwin. Galton, profundamente influenciado por la lectura 
de El origen de las especies, se dedicó al estudio de la herencia mediante 
mediciones, lo que dio lugar al desarrollo de estudios “biométricos”. En base 
a los nuevos conocimientos sobre la selección natural, Galton se interesó 
por los estudios sobre la selección	 artificial	 pero	 guiada	 científicamente. 
Se cuestionó si así como es posible aplicar un programa de mejora para 
especies vegetales y animales, es aplicable también un programa para la 
especie humana para favorecer la reproducción de los individuos más aptos 
y desalentar la reproducción de los menos aptos. Este conocimiento luego 
podría ser aplicado para mejorar las condiciones de vida de las personas, para 
prevenir enfermedades, disminuir la pobreza, la delincuencia y mejorar las 
condiciones de salud física e intelectual con nuevas herramientas científicas. 
Para ello propuso como tema de interés para el progreso social, que las fuerzas 
ciegas de la selección natural fueran sustituidas por acciones concientes y 
planificadas. En 1883 aparece Investigaciones sobre las facultades humanas 
y su desarrollo donde conecta los temas de biología con los de antropología 
y psicología bajo el rótulo de “cuestiones eugénicas”, a las que definió como 
“[…] cuestiones que tratan de lo que se llama en griego eugenes, o sea de 
buena raza, dotado hereditariamente de nobles cualidades. Esta y las palabras 
relacionadas, eugenia, etc. son aplicables igualmente al hombre, las bestias y 
las plantas.” (Cecchetto, 2008, 116). En 1884 establece en Londres su primer 
Laboratorio Antropométrico en ocasión de la International	Health	Exhibition 
donde de la medición de los cuerpos y de la inteligencia amplió el campo de 
estudio a la medición de las sensaciones y fenómenos mentales. Galton abogó 
para que esos gabinetes antropométricos se instalaran en las escuelas, en los 
cuarteles militares, en las cárceles, hospitales y otras instituciones sociales para 
establecer una clave de correlación entre morfología y carácter, es decir, entre 
caracteres físicos, intelectuales y morales. En 1886 se dedicó especialmente 
al estudio de las huellas dactilares bajo la idea de identificar potenciales 
criminales o individuos antisociales a partir de la clasificación de este rasgo 
físico. La siguiente obra publicada fue Natural Inheritance (1889) dedicada 
al estudio estadístico de poblaciones. Los últimos años de Galton estuvieron 
dedicados a otorgarle status científico a sus teorías, y para ello dispuso de una 
Revista Biométrica (1901). Pero para posicionar este nuevo saber socialmente 
debía conseguir un lugar en la Universidad de Londres por lo que ofreció, 
con fondos propios, al Rector de esta casa de altos estudios un subsidio para 
Pensar la ciencia hoy. La epistemología: entre teorías, modelos y valores
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Capítulo 9: Ciencia y ética
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instalar un laboratorio de análisis estadístico de historias familiares y grupos 
poblacionales. La Eugenics	Reccord	Office comenzó su vida académica en 1904 
dando cursos sobre Eugenesia, y en 1906 se anexó al laboratorio de Biométrica 
a cargo de Karl Pearson (científico inglés, 1857-1936) bajo la denominación de 
Galton Laboratory for National Eugenics. “Lo que la naturaleza hace ciega, 
lenta y burdamente -decía Galton- el hombre debe hacerlo previsora, rápida y 
suavemente.” Esta prédica logró atraer a un grupo de entusiastas dispuestos a 
llevar a la conciencia cívica este nuevo deber para influir en los legisladores. 
Para ello formaron una sociedad denominada Eugenics Educations Society, que 
comenzó sus actividades en Londres en 1908, formada por médicos, abogados 
y personas influyentes con poca o ninguna capacitación científica en el tema 
pero con un alto poder de penetración social. La Eugenics Society, como se la 
conoció, sirvió de modelo para otras semejantes que se instalaron en al menos 
40 países, entre los que se encontró Argentina. Galton falleció en enero de 1911 
y no llegó a ver las aplicaciones brutales de sus ideas en las agendas políticas 
para el control social de los grupos desfavorecidos de la sociedad (Cecchetto, 
2008, 125), para el exterminio racial de las consideradas “razas inferiores” y 
distintas políticas destinadas a “higienizar” el cuerpo social bajo la excusa de 
combatir la homosexualidad, la prostitución, el alcoholismo y otras conductas 
consideradas viciosas o anormales.
En Argentina, Cecchetto destaca que, junto a la impugnación ética de las ideas 
eugenésicas que se arrogan la capacidad de valorar la vida humana como 
“valiosa” o “disvaliosa”, es posible reconocer que, en nuestro país, a diferencia 
de otros, en sus inicios las ideas eugenésicas tuvieron una impronta progresistaorientada a mejorar las condiciones de vida y reemplazar las normas sociales 
heredadas de las costumbres coloniales por otras científicamente avaladas. 
Los partidarios de la eugenesia en nuestro país fueron políticos, médicos, 
psiquiatras, escritores e intelectuales de distinta orientación que se sumaron a 
un ideario apoyado en endebles bases científicas pero de gran prestigio en el 
discurso de la época. La eugenesia, este nuevo saber, precario desde el punto 
de vista teórico pero, en contraste, muy operativo desde el punto de vista 
práctico, motorizó la adopción de muchas normativas sociales respecto a la 
profilaxis en el cuidado de los niños, en estudios prenupciales, en la medición 
de coeficientes de inteligencia en las escuelas y universidades, así como las 
medidas tendientes al control demográfico, como la implementación de la 
educación sexual en las escuelas como medida profiláctica, y también normas 
de alimentación e higiene personal.
En nuestro país, la educación pública fue un territorio de especial interés para 
los eugenistas, bajo la idea de que los maestros debían trabajar conjuntamente 
con los médicos en la formación de las nuevas generaciones de ciudadanos. En 
1932 se fundó la Asociación Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina 
Social (AABEMS) que fue absorbida por la Secretaría de Salud Pública de la 
Nación en 1943 con el principal objetivo de conocer los biotipos étnicos de la 
población argentina para diagnosticar, en base a este conocimiento, medidas de 
medicina social. La aplicación de técnicas eugenésicas como la craneometría, 
la frenología, la antropología criminal, los tests de cociente intelectual, la 
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confección de fichas antropométricas en escuelas, no sólo son expresión de 
determinismo biológico sino, sobre todo, de intentos de medir y sancionar 
científicamente la desigualdad (una cuestión social y política) a partir de la 
diversidad (una cuestión biológica). (Palma y Gómez Di Vincenzo, 2009). 
En 1933 la Dirección General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires 
implementa de manera experimental la ficha biotipológica en la Provincia de 
Buenos Aires. El decreto ordena la implementación de la ficha biotipológica 
escolar experimental en dos escuelas de la provincia: la Nº 1 de San Isidro 
y la Nº 66 de La Plata. Luego, la AABEMS funda, en mayo de 1934, la 
Escuela Politécnica de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, con el 
objetivo de formar a los maestros que actuarían como asistentes escolares en la 
confección y análisis de las fichas biotipológicas. Y en 1935, la Municipalidad 
de la Capital Federal confió también a la AABEMS la confección de la ficha 
biotipológica de los 3000 niños que concurrían a la colonia de vacaciones de la 
Quinta Presidencial de Olivos. (Palma y Gómez Di Vincenzo, 2009). Cierra el 
artículo con esta inquietante conclusión:
La biotipología actualiza en nombre de la ciencia lo que los delantales 
blancos -señal clara de igualdad- pretendían disimular: la indagación, 
control y medición de la diversidad que justificara la desigualdad.
 (Palma y Gómez Di Vincenzo, 2009)
 
Como destaca Cecchetto, la eugenesia fue más una preocupación de 
gentlemans de buena cuna que se dedicaban a estudios científicos entre otras 
ocupaciones que de científicos profesionales formados académicamente, es 
decir, de personas de ascendencia social que desestimaban los debates teóricos 
y buscaban la rápida utilización de estas ideas. Desde el punto de vista de 
los estudios científicos en las Universidades Nacionales, los estudios sobre 
genética comenzaron en nuestro país con 30 años de demora respecto a Europa. 
El Instituto Fitotécnico de Santa Catalina, dependiente de la Universidad de 
La Plata fue fundado en 1929, en el mismo año en que también se fundó la 
Facultad de Agronomía y Veterinaria de la U.B.A. En 1938 se dictaron por 
primera vez los cursos de citología y genética en la Facultad de Ciencias 
Exactas y Naturales (U.B.A.) 
El Caso Azul: el virus de la ética
El lenguaje no es inocente. Toda interpretación abre y cierra determinadas 
Pensar la ciencia hoy. La epistemología: entre teorías, modelos y valores
De la neutralidad a la responsabilidad. Debates contemporáneos. 
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posibilidades en la vida; habilita o inhibe determinados cursos de acción; 
es decir, que las interpretaciones son modos de “poder” porque permiten u 
obstruyen posibilidades de acción. En nuestros días, la tesis de la “neutralidad 
valorativa de la ciencia” es una interpretación acerca de la producción científica 
que se sigue sosteniendo aun cuando, como vimos a lo largo de este libro, el 
programa positivista en conjunto ha sido reemplazado por otras concepciones 
epistemológicas que dan mejor cuenta del complejo entramado entre Ciencia, 
Tecnología y Sociedad. A pesar de esto, creemos que esa versión ingenua, 
acrítica, se mantiene actualmente porque resulta funcional a la apropiación 
instrumental de las producciones tecnocientíficas y a la consideración de los 
científicos como parte de una maquinaria de producción donde está inmunizada 
la posibilidad de participar en las tomas de decisiones políticas. 
Como hemos visto, la ciencia moderna alcanzó sus mejores logros en cuanto 
se independizó del control político y religioso al anteponer la “libertad de 
pensamiento” a los prejuicios o intereses de los poderes establecidos para 
interrogar la realidad. La pregunta que insistentemente aparece en estos 
debates, es la siguiente: ¿puede ponerse límites a la investigación científica? 
La ética de la investigación científica es hoy en día un campo de interés 
privilegiado dada la necesidad de discutir las prácticas científicas vigentes y las 
políticas científicas para propiciar el desarrollo económico de las sociedades y 
también para evaluar los efectos benéficos o no de las innovaciones científico-
tecnológicas sobre la salud de las personas y el cuidado de las formas de vida 
existentes. 
Para aportar a la reflexión en este terreno creemos que es fructífero recurrir, 
nuevamente a la Historia, a reinterpretar lo que pasó en vista a la necesidad de 
entender mejor el presente y proyectar, con mejor información, aquello que 
queremos ser colectivamente.
Sabemos que la Historia de la ciencia es prolífica en mostrar casos de 
experimentos aberrantes donde se usaron a las personas para experimentar 
teorías sin ningún tipo de precaución ni cuidado por su salud o su vida. 
Normalmente estas personas eran pacientes de hospitales, presos, insanos, 
enemigos raciales o religiosos, prisioneros de campos de concentración, 
es decir, personas altamente vulnerables a las que consideraban material 
disponible como “excedente”, “sobra” o “residuo” social. La forma paroxística 
de estas prácticas aberrantes las conocemos a través de los informes del Juicio 
de Nüremberg cuando la justicia investigó y penalizó a los responsables del 
régimen nazi por infligir tratamientos inhumanos a las personas retenidas 
en campos de concentración y a los que en algunos casos eran sometidos a 
pruebas experimentales en condiciones degradantes de la dignidad humana. Lo 
que se advirtió es que estas prácticas no diferían de épocas anteriores ya que 
no había en la época reglamentaciones que controlaran estos experimentos. El 
Código de Nüremberg, que reglamenta las normas para experimentación con 
personas, fue publicado el 20 de agosto de 1947 aunque no por ello dejaron 
de denunciarse prácticas científicas objetables desde el punto de vista de la 
preservación de estas normas. El incremento en el desarrollo tecnocientífico 
en la segunda mitad del siglo XX demandó nuevas normativas éticas y 
legales. Desde los años ´80 en el campo de la Bioética se propusieron nuevas 
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normativas como el Código de Helsinsky, que introduce una seriede normas 
importantes que serán utilizadas en las décadas siguientes. En el año 2006 la 
UNESCO formula los Derechos Humanos en Bioética y aún hay un intenso 
debate en torno a ellos. Como dijimos, la aplicación tecnológica de teorías 
novedosas que prometen resolver problemas vitales (producción de alimentos, 
de vacunas, cura o erradicación de enfermedades, mejoramiento de la calidad 
de vida, etc.) tiene su lado oscuro y convoca al cálculo de riesgos. Actualmente, 
el caso del desarrollo de biotecnologías es motivo de fuertes debates en temas 
sobre clonación, transgénicos y otros temas que afectan íntimamente a la 
producción de formas novedosas de vida. 
El Caso Azul nos parece un caso ejemplar, en el sentido kuhniano, para 
mostrar la importancia de tomar conciencia de la responsabilidad que le cabe 
a los participantes de la producción científico-tecnológica, sobre todo en el 
momento del diseño y ejecución de los experimentos.
En 1986 el Dr. Mauricio Seigelchifer, doctor en Biología por la Universidad de 
Buenos Aires, era un joven becario que estaba realizando su tesis Postdoctoral 
en estudios sobre el cáncer en el Instituto Wistar de Estados Unidos y se enteró, 
por una colega que trabajaba en el estudio de la rabia en ese mismo Instituto, 
del experimento que se estaba realizando en su país, Argentina, en la localidad 
de Azul, provincia de Buenos Aires, experimento que era de conocimiento 
de algunos pocos involucrados. El experimento era sobre la aplicación de 
un nuevo virus transgénico, y alarmado escribió algunas cartas que mandó a 
colegas y amigos de Argentina poniéndolos en conocimiento del experimento 
y pidiendo que le dijeran lo que pudieran averiguar. El experimento se estaba 
realizando en el CEPANZO (Centro Panamericano de Zoonosis), un organismo 
dependiente de la Organización Panamericana de la Salud en convenio con el 
Instituto Wistar de Estados Unidos, en la localidad de Azul. El acuerdo tenía 
por objeto experimentar una variedad de “virus recombinante”, en este caso, 
se trataba del virus de la rabia y el de la viruela. El experimento tenía como 
objetivo evaluar el grado de virulencia y contagiosidad de este nuevo virus 
en los animales, los humanos y, al parecer, su impacto en el medio ambiente, 
ya que las vacas inoculadas estuvieron a campo abierto durante todo el 
experimento. Este virus modificado llegó a Argentina en valija diplomática. 
No se informó sobre el mismo al gobierno argentino, al Servicio de Sanidad 
Animal (SENASA) ni a ninguna repartición oficial. Aparentemente, tampoco 
la Organización Panamericana de la Salud había sido notificada. Como parte 
del experimento se contrataron ordeñadores del lugar que ignoraban la índole 
del experimento en el que participaban al ordeñar a las vacas inoculadas, sin 
la protección de guantes y sin recurrir a procedimientos de ordeñe mecánico. 
Ningún Comité de Bioética argentino examinó el protocolo ni medió la firma 
de ningún consentimiento informado por parte de estos ordeñadores que 
participaban de manera involuntaria en este experimento “científico”. 
A partir del conocimiento de esta noticia y de su difusión en algunos medios 
de prensa, el gobierno argentino inició una investigación. La comisión oficial 
que inspeccionó la zona, integrada por científicos y técnicos del CONICET 
(Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) y de la Secretaría 
de Salud Pública, informó sobre las condiciones de inseguridad sanitaria 
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en la que se encontraban las personas involucradas en el experimento. Las 
experiencias se habían realizado en sitios abiertos donde animales silvestres 
y domésticos tuvieron amplias oportunidades de tomar contacto con las vacas 
infectadas y, por lo tanto, con el nuevo virus ya que se permitió que los peones 
consumieran con su familia la leche ordeñada y que vendiesen el excedente 
en la ciudad de Azul, además de que no estaban informados de ser parte de 
una experimentación biológica. En verdad, estos ordeñadores eran pacientes 
dignos de cuidado y de control sanitario, y partícipes involuntarios de un 
experimento biológico. 
En el mes de octubre de 1986, la Secretaría de Agricultura y Ganadería 
y el Ministerio de Salud y Acción Social de nuestro país suspendieron el 
experimento. 
Según cuenta el Dr. Seigelchifer, al conocerse esta intervención y posterior 
prohibición del Estado argentino en la prosecución del experimento, en el 
Instituto Wistar se inició una investigación interna para saber quién era el 
científico argentino que había hecho público el experimento, no tardaron en 
ubicarlo y citarlo para reprocharle “ser el culpable de que se perdiera una 
investigación que era para beneficio de la humanidad”. En ese momento no lo 
despidieron pero la noticia llegó al diario New York Times en una nota del 12 de 
noviembre de 1986 donde entrevistaron al Director del Instituto Wistar Hilary 
Koprowski, le preguntaron sobre lo ocurrido en Argentina, respondiendo: “It 
was not my business to bring this to the argentine Government” (no era asunto 
mío plantear esto al gobierno argentino). 
 
Ese mismo día le prohibieron al Dr. Seigelchifer la entrada al Instituto Wistar 
y tuvo que volver al país sin trabajo. 
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Afortunadamente, actualmente el Dr. Mauricio Seigelschifer es un exitoso 
científico argentino que, si bien pudo desarrollar su profesión, en ese momento 
puso en riesgo su carrera para advertir a la sociedad sobre el riesgo de un 
experimento no permitido.
En ulteriores declaraciones, el Dr. Hilary Koprowski se justificó diciendo 
que “[…] se montó una campaña de difamación contra el Instituto Wistar 
y la Organización Panamericana de la Salud, en lugar de regocijarse (los 
denunciantes) por el resultado que podría haber sido de enorme beneficio 
económico para Argentina y otros países sud y centro americanos. El debate 
referente a si hubo alguna “violación a principios éticos” en el estudio argentino 
está muy cargado políticamente en el volátil ambiente argentino. De esto 
puede sacarse una lección que deseo transmitir a mis colegas científicos: debe 
observarse extrema cautela al llevarse adelante programas cooperativos con 
organizaciones y científicos que tienen motivos políticos que obstaculizan aun 
los intentos más honestos (sic) de hacer investigación científica para beneficio 
de la humanidad.” (1987, 24-26)
En estas declaraciones vemos el falso antagonismo que se plantea entre ciencia 
y política, cargando sobre la política el carácter de obstáculo al desarrollo 
científico al que se muestra como imbuido de cierta “santidad” y “pureza” 
inmaculada por los intereses ajenos a un conocimiento desinteresado y para 
el beneficio de la Humanidad. A la vez se presentan las reglas de protección 
bioéticas como un impedimento a la libertad de pensamiento. También podemos 
advertir la presencia de la llamada “falacia ad baculum” o de amenaza, ya que 
se advierte en tono de amenaza sobre la exclusión de los países que tengan 
normativas de protección bioética para desarrollar en ellos apoyos financieros 
a la investigación científica, nuevamente planteando una falsa alternativa entre 
desarrollo científico y normativas de control ético. 
Nota: Actualmente el Dr. Mauricio Seigelchifer es Director de Investigación y 
Desarrollo de PharmADN, la primera empresa argentina y sudamericana en producir 
anticuerpos monoclonales.
Una fuente de información y documentación sobre este caso y otros dos es el del Dr. 
Alberto Edgardo Echazarreta, quien hizo el seguimiento médico de los ordeñadores del 
Caso Azul. Los otros dos casos son sobre la inoculación de vacuna antirrábica sin el 
consentimiento de los pacientes en 1991 y la contaminación de pacientes hemofílicos 
con virus de HIV desde 1976 hasta 1985. Estos tres casos, ocurridos en nuestro país, 
están profusamente documentados enel libro Echazarreta, A., Virus Azul y otras 
experiencias ilegales en nuestro país; la trilogía de la deshumanización, La Plata, 
Edulp, 2014
Más información en http://www.fcen.uba.ar/prensa/cable/2012/pdf/Cable_800.pdf
Exposición del Caso Azul en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales en el 
Seminario de Ciencias Naturales dirigido por la Dra. Lydia Galagovsky el 9 de abril de 
2014 https://www.youtube.com/watch?v=5pzlXnrku4c
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Encuentro en Copenhague
En octubre de 1941, Werner Heisenberg -el cerebro del plan nuclear alemán- se 
apareció de repente en Copenhague y fue a verlo a Bohr. Más de un año antes, 
en abril de 1940, las tropas nazis habían atacado Dinamarca y el gobierno 
danés capituló con un arreglo que, dadas las circunstancias, era bastante 
razonable y evitó a los daneses los horrores que se habían padecido en Bélica y 
Holanda: los alemanes aceptaron no interferir en los asuntos internos del país, 
que conservó su Rey y su Parlamento. Uno estaría tentado de compararlo con 
el régimen francés de Vichy, con la salvedad de que las autoridades danesas 
no eran, por cierto, el mariscal Pétain y sus secuaces. Así, en Dinamarca la 
vida cotidiana continuó sin mayores cambios a pesar de la ocupación. Incluso 
se publicaba un periódico moderadamente antialemán. Niels Bohr, el mismo 
día de la invasión, se ocupó de esconder las medallas Nobel -de oro- que Max 
von Laue y James Frank le habían confiado; las disolvió en ácidos y quedaron 
en botellas sin etiqueta en su laboratorio, hasta que después de la guerra el oro 
fue recuperado y las medallas acuñadas de nuevo. Un episodio fútil, quizás, 
pero que representa bien la resistencia ejercida en Dinamarca. Hasta agosto 
de 1943, cuando los nazis declararon la ley marcial e iniciaron una ola de 
arrestos. En septiembre, ante la inminente detención y deportación de los 
judíos daneses -unos ocho mil- a los campos de concentración y exterminio, 
los daneses organizaron su evacuación a través del Estrecho de Öre hacia la 
vecina y neutral Suecia y pudieron salvar prácticamente a todos. También 
fue el momento en que Bohr -su madre era judía- abandonó Dinamarca. Y 
así siguieron las cosas hasta el 4 de mayo de 1945, cuando todas las tropas 
alemanas se rindieron al mariscal Montgomery.
Nada de esto último había ocurrido en octubre de 1941, cuando Heisenberg se 
apareció en Copenhague para verlo a Bohr. El Instituto Cultural Alemán -un 
invento de la ocupación- arregló un encuentro de astrofísicos, durante el cual 
Heisenberg habría de dar una conferencia pública. Se le enviaron invitaciones 
a Bohr que, naturalmente, no fue.
El encuentro de astrofísicos, al menos, fue el pretexto. Alemania había 
recibido hacía poco nuevas provisiones de agua pesada para intentar otra vez la 
obtención de una reacción en cadena. Un año antes, un intento similar había 
fracasado, pero esta vez Heisenberg encontró un incremento en la cantidad 
de neutrones, y avizoró un probable éxito. «En septiembre de 1941», dijo, 
«vivimos por primera vez un camino abierto hacia la bomba atómica».
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Y entonces, decidió hablar con Bohr. Su esposa contó más tarde: «Estaba solo 
en Alemania y Niels Bohr tenía sobre él el ascendiente de un padre. Se veía 
confrontado con el espectro de la bomba atómica y quiso consultarlo».
Pero Bohr no era el padre de Heisenberg. A la sazón, colaboraba con la 
Resistencia y se mantenía en permanente contacto con los ingleses y los 
norteamericanos. Rozental recuerda: «Durante aquella semana, Heisenberg 
vino varias veces a nuestro instituto. Habló con gran confianza sobre el progreso 
de la ofensiva alemana en Rusia y enfatizó lo importante que era que Alemania 
ganara la guerra. A Cristian Moller, por ejemplo, le dijo que la ocupación de 
Dinamarca, Noruega, Bélgica y Holanda era en verdad algo lamentable, pero 
que respecto de los países de Europa del Este era un paso adelante, porque esos 
países no estaban en condiciones de gobernarse a sí mismos». Evidentemente, 
ese tipo de argumentos no eran precisamente los mejores para entusiasmar a 
Bohr.
Durante su semana en Copenhague, Heisenberg tuvo un encuentro y una 
conversación privada con Bohr. Nunca quedó claro el contenido de aquella 
charla, y los recuerdos que tanto uno como el otro relataron después fueron 
contradictorios.
Así registró Heisenberg la conversación, mantenida durante una larga caminata 
por Copenhague:
«Estando al tanto de que Bohr estaba bajo vigilancia de las autoridades 
políticas nazis, y que lo que dijera sobre mí sería informado a Alemania, 
traté de manejarme con extrema cautela, para no poner mi vida en inmediato 
peligro. […] Traté de indicarle a Niels que, en principio, se podían hacer 
bombas atómicas, que esto demandaba un enorme esfuerzo técnico y que, 
como físico, uno podía preguntarse si debería trabajar en un problema como 
este». Según dijo más tarde Heisenberg, su intención era señalarle a Bohr que 
los físicos estaban en condiciones de detener una hipotética carrera por la 
bomba, o la fabricación misma de esas bombas, por el expediente de informar 
a sus gobiernos que era imposible que estuvieran listas durante la guerra, o 
que sólo lo estarían con un esfuerzo muy extremo. «Después de mis primeras 
fintas sobre la posibilidad en principio de construir bombas atómicas, Niels se 
quedó tan anonadado, que no escuchó la parte final de mi exposición que era 
más importante para mí: esto es, testimoniar que requeriría un enorme esfuerzo 
técnico producirlas».
No fue lo que entendió Bohr, que más tarde recordó una cosa muy distinta de 
la conversación, mantenida, según él, en su oficina del Instituto. Pensó que 
Heisenberg le proponía colaborar en el esfuerzo alemán, se sintió justamente 
injuriado y trató de desviar la conversación del punto, pero se tomó lo dicho 
por Heisenberg al pie de la letra, y llegó a la conclusión de que había que 
apurarse y mucho para ganar la carrera.
Hasta el momento, Bohr creía que una bomba atómica era prácticamente 
imposible. La entrevista le hizo cambiar de opinión y empezó a militar 
decididamente entre quienes pensaban que era necesario apurar el esfuerzo 
de guerra y la construcción de un arma nuclear antes de que los alemanes 
dispusieran de la suya.
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Así lo hizo saber a la Resistencia, que pasó los informes a Inglaterra. Un año 
más tarde, cuando la ocupación alemana se hizo insoportable y la deportación 
de los judíos estaba por sobrevenir, el mismo Bohr abandonó Dinamarca 
rumbo a Suecia, desde donde, en un bombardero británico -escondido en el 
compartimento de las bombas, donde casi se muere por falta de oxígeno-, pasó 
a Inglaterra.
Pero en octubre de 1941, cuando se produjo el famoso encuentro, la alarma 
de Bohr no era ociosa: los alemanes controlaban la fábrica de agua pesada, y 
tenían, además, todas las intenciones de construir un explosivo atómico. Bohr 
ignoraba por completo qué pasaba en el campo aliado. No sabía que después 
de muchas idas y venidas, Estados Unidos empezaba a movilizar todas su 
capacidad científica: Washington, Nueva York, California, Chicago, iniciaban 
el camino de la bomba. (Moledo y Rudelli, 1996, 186-188)
 
Este encuentro entre Heisenberg y Bohr, donde se plantea los límites del 
conocimiento y la conciencia, fue representado en la obra teatral Copenhague, 
escrita por el dramaturgo británico Michael Frayn, y estrenada por primera 
vez en Londres en 1998. Posteriormente fue adaptada por Federico González 
del Pino y Fernando Masllorens, y estrenada por primera vez en español en 
nuestro país el 12 de abril de 2002 en el Teatro MunicipalGeneral San Martín 
bajo la dirección de Carlos Gandolfo, y con la actuación de Juan Carlos Gené 
(Bohr), Alberto Segado (Heisenberg) y Alicia Berdaxagar (Margrthe Bohr), 
manteniéndose en cartel durante cuatro años consecutivos a sala llena. 
 http://www.educ.ar/recursos/ver?rec_id=92823
Las políticas económicas neoliberales en la Argentina: otro caso de 
neutralidad valorativa de las ciencias
512
Para el mundo capitalista en que hoy vivimos, al menos en la mayoría de las 
economías occidentalizadas, el liberalismo económico (la libertad de mercado) 
y su consumación en el neoliberalismo, parece presentarse, sobre todo para el 
pensamiento hegemónico, como un hecho innegociable. 
Como señala Aldo Ferrer (economista argentino, 1957-2016), hacia fines de 
la década de 1970, con el declive del Estado de bienestrar el neoliberalismo 
se instala en los países centrales recuperando su predominio sobre las 
concepciones económicas de los países periféricos y conformando un nuevo 
Estado neoliberal, cooptando a los países de la periferia bajo la hegemonía 
centralista (2012, 100). Este modo de concebir la economía y las relaciones 
entre el centro y la periferia, en un mundo en vías de globalización, tuvo una 
fuerte incidencia en América Latina, de la que nuestro país no estuvo exento.
El inicio de la primera etapa del Estado neoliberal en nuestro país, coincide, 
como señala Ferrer, con la consolidación de la financiarización en la economía 
mundial: abundancia del crédito externo y financiamiento del déficit público 
y de la deuda externa que, bajo el llamado Consenso de Washington,28 fue 
consolidando la hegemonía del pensamiento político-económico neoliberal. 
En esta primera etapa (1976-1983), el Estado neoliberal se introdujo de la 
mano de la dictadura. La segunda etapa (1989-2001), en cambio, se sostuvo al 
amparo de regímenes constitucionales.
 
En la primera etapa del Estado neoliberal de nuestro país, los instrumentos 
fundamentales para su construcción fueron, fundamentalmente, la 
desregulación financiera, la apreciación del tipo de cambio y la apertura a las 
28 El término “Consenso de Washington” se utiliza, en sentido amplio, para describir el cambio 
de rumbo hacia políticas económicas de libre mercado que surgieron en los años 70 a partir 
del desplazamiento del estado de bienestar keynesiano, y que llegaron a su máximo esplendor 
en la década de los ´90. Este término se utilizó para resumir una serie de recomendaciones 
que, bajo el asesoramiento de algunas instituciones con sede en Washington, como el FMI, 
el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, creían necesarias 
para la recuperación de la crisis de los países latinoamericanos. Entre las recomendaciones 
fundamentales se encontraban: evitar el déficit fiscal; reducción del gasto público; reforma 
tributaria; tipo de cambio competitivo; liberación comercial y de inversión: importaciones, 
inversión extranjera, eliminación de restricciones; privatización de las empresas estatales; 
desregulación de las trabas que impiden el acceso al mercado; y seguridad jurídica para los 
derechos de propiedad.
Pensar la ciencia hoy. La epistemología: entre teorías, modelos y valores
De la neutralidad a la responsabilidad. Debates contemporáneos. 
Capítulo 9: Ciencia y ética
513
importaciones, que se presentaban siempre como la posibilidad de acceso a 
un mundo moderno al cual nuestro país debía incorporarse. Los resultados ya 
los conocemos: desequilibro macroeconómico, aumento incesante de la deuda, 
cierre de fábricas de pequeñas y medianas empresas, aumento de desempleo, 
desigualdad en la distribución del ingreso, acompañado por el incremento de 
la pobreza y el consecuente deterioro del tejido económico y social (Ferrer, 
2012, 100). Situación que fue magistralmente puesta en escena por Fernando 
Ayala y Juan José Jusid en el film Plata dulce (1982), y por Miguel Pérez en el 
documental La República perdida II (1986). 
La segunda etapa de la construcción del Estado neoliberal en nuestro país 
no tuvo mejores efectos. Luego de la “década perdida”, también llamada 
la “década regresiva” (Azpiazu, 1991 y 1994, y Nochteff, 1994), como se 
conoce al largo período de la década de los ´80 atravesado por Latinoamérica 
en general y Argentina en particular, a partir de 1989 se volvió a recurrir a 
la desregulación financiera y a la apreciación cambiaria, pero en este caso, a 
diferencia de lo sucedido durante la dictadura, se realizó mediante un régimen 
de convertibilidad, con un tipo de cambio fijo con el dólar estadounidense. Otra 
diferencia de esta etapa con la anterior, fue el hecho de que bajo un gobierno 
democrático se contaba con la legitimidad, en el marco del estado de derecho, de 
avanzar en la construcción del Estado neoliberal a partir de una serie de reformas 
legislativas del régimen jurídico institucional que ponían indiscriminadamente 
en manos privadas, fundamentalmente extranjeras, el manejo de sectores 
fundamentales (recursos naturales, servicios de combustibles, gas, agua, 
electricidad, comunicaciones audiovisuales, comunicación férrea y aérea, 
sistema previsional, resolución de litigios internacionales, etc.), renunciando 
con ello a un proyecto nacional de desarrollo, y por otro lado, a partir de la 
flexibilización laboral otorgaban amplias ventajas al empresariado local y 
extranjero. Ello posibilitaría que, por un lado, gobierne quien gobierne, el 
poder del Estado estuviera disperso en distintas jurisdicciones (Ferrer, 2012, 
101), y por otro, que las fuerzas laborales acabaran precarizándose. El impacto 
que tuvo en la sociedad argentina la concepción neoliberal de la economía 
de esta segunda etapa fundamentalmente, logró penetrar culturalmente en 
gran parte de las capas sociales, y en círculos privilegiados formar grupos y 
organismos que pregonan el culto al neoliberalismo. Sin embargo, este nuevo 
proceso de consolidación del Estado neoliberal entrará en crisis a finales de 
2001, dejando, según índices estimados, una pérdida acumulada del PBI del 
19,5%, un 57,5% de pobreza a nivel nacional, un 27% de indigencia, y un 21% 
de desocupación.
Ética y economía, un caso de la imbricación hecho-valor
Según el economista Amartya Sen la separación entre ética y economía 
tiene su antecedente histórico en los orígenes de esta última. Es así que el 
pensamiento dominante ha separado las cuestiones morales de las económicas. 
Lo sorprendente, señala Sen, es que se supone que la economía debe tratar 
acerca de la gente real. Sen atribuye esta separación al enfoque ingenieril 
514
de la economía que se ocupa fundamentalmente de los medios y no de los 
fines últimos. Esta versión, que es la dominante, se produce, en especial, 
desde que Lionel Robbins (1932) aplicó el criterio empirista de significado 
del positivismo lógico a la economía, condenando todo enunciado normativo 
como carente de sentido, y haciendo de la economía una ciencia meramente 
descriptiva distanciándola de la vida realmente vivida (Cf. Sen, A., Sobre ética 
y economía (1987), citado por Gómez, 2014, 159), y desde que Louis Rougier, 
en el Coloquio Walter Lipman (1938), pretendiera refundar el liberalismo 
sobre las bases del positivismo lógico (Laval y Dardot, 2013, 70).
Gómez muestra en su trabajo (2002) cómo es posible rechazar la idea de 
neutralidad valorativa de la economía neoliberal, y para ello señala una serie 
de supuestos (marco normativo) ontológicos, epistemológicos y éticos que 
subyacen a esa teoría económica. En su estudio, Gómez indica que estos 
supuestos permanecen ocultos, recortados o dejados fuera, como si no tuvieran 
relación alguna con la ciencia económica, y todo ello sucede por la obsesión 
de mantener el mito de la ciencia como debiendo ser valorativamente neutra 
(2002, 36-37).
Enumeremos ahora estos supuestos que seesconden bajo el paradigma de la 
teoría económica neoliberal:
“Supuestos ontológicos:
-La sociedad es un agregado de agentes individuales básicamente 
independientes interrelacionados cuyas propiedades, gustos y 
preferencias son externos y previos a la sociedad misma (supuesto 
del carácter sintético de la sociedad y de la naturaleza atomista de 
sus componentes elementales).
-El mercado es el orden óptimo de correlación de las actividades de 
los agentes individuales en la sociedad.
-La sociedad de mercado es el resultado de un largo proceso 
histórico de selección (supuesto del darwinismo social). En verdad 
este supuesto fundamenta al anterior.
-Los agentes individuales eligen lo que consumen en términos 
de órdenes objetivos de preferencia, los cuales son exógenos a la 
actividad económica de dichos agentes (supuesto de consumo).
-Los seres humanos tienen la habilidad de transformar elementos en 
la naturaleza mediante el trabajo de modo de producir bienes que 
satisfacen sus necesidades (supuesto de producción).
-Todo output en la forma de bienes y servicios requiere de inputs 
de la naturaleza y, como el conjunto de recursos de la naturaleza 
es finito, el output es también finito. Esto, junto al supuesto ético 
de la insaciabilidad de los agentes individuales que enumeraremos 
más adelante, implica que el output será siempre escaso (supuesto 
de escasez).
-Siempre existirá una inerradicable tensión entre deseos y oferta 
escasa, lo que implica la inevitabilidad de la competencia (supuesto 
Pensar la ciencia hoy. La epistemología: entre teorías, modelos y valores
De la neutralidad a la responsabilidad. Debates contemporáneos. 
Capítulo 9: Ciencia y ética
515
de competencia que, en verdad, se sigue obviamente del anterior).
- Hay una distinción tajante entre hechos y valores, y, coherentemente, 
entre juicios de hecho y juicios de valor. Por lo tanto, mostrar que la 
ciencia económica es valorativamente neutra es mostrar que en ella 
no intervienen, ni se suponen, juicios de valor.
“Supuestos epistemológicos
-Elegir, decidir y actuar racionalmente significa adoptar los medios 
adecuados para maximizar la consecución de los objetivos (supuesto 
de la reducción de la racionalidad humana a la racionalidad 
instrumental, medios-fines).
-Los seres humanos, en sus transacciones en el mercado, actúan 
racionalmente, y como el objetivo máximo es la ganancia, actúan 
tratando de maximizar la ganancia (supuesto de la racionalidad del 
mercado).
-Cuando elegimos medios para alcanzar fines como los agentes 
racionales que somos, lo hacemos eficientemente (supuesto de la 
eficiencia).
-Un resultado económico es eficiente si nadie puede estar mejor 
sin hacer que otra persona esté peor (supuesto de la eficiencia por 
optimalidad de Pareto).
-Elegir, decidir y actuar racionalmente en el mercado es elegir, 
decidir y actuar de acuerdo a cómo elegimos y no a qué elegimos, 
y elegimos, decidimos y actuamos de acuerdo al orden objetivo de 
preferencias sin importar para evaluar tal elección, decisión y acción 
las razones de tales preferencias y el modo en que se jerarquizaron.
-Todas las elecciones, decisiones y acciones racionales son 
totalmente elucidables en términos de las reglas de la lógica formal 
(supuesto de la reducción de racionalidad a logicidad).
-No se exploran los orígenes de la elección racional 
(pre-racionalidad de los orígenes). Así, esto es en aras de no tener 
que apelar a valores para explicarlos; es decir, es en aras de mantener 
la supuesta neutralidad valorativa de toda versión científica de las 
elecciones, decisiones y acciones económicas.
-No se explora la racionalidad de los fines de la acción racional 
(pre-racionalidad de los fines u objetivos). Esto es un corolario de la 
reducción de racionalidad a logicidad, porque todos los maestros del 
neoliberalismo y su principal mentor epistemológico, Karl Popper, 
sostienen que la lógica formal es una lógica de las sentencias 
declarativas y, por lo tanto, es incapaz de elucidar cuestiones 
valorativas no expresables en tales sentencias declarativas.
-Toda ciencia, y consecuentemente la economía, es valorativamente 
neutra (es, en la terminología de Milton Friedman, economía 
positiva). Es decir, no utiliza, involucra y/o presupone valores y sus 
formulaciones excluyen toda disputa acerca de valores.
516
“Supuestos éticos
Estos son muy importantes, y muy obvios en el caso del 
neoliberalismo. Nos restringiremos a indicar los que siguen:
-El ser humano ha devenido egoísta luego de un largo proceso de 
evolución selectiva.
-El ser humano es insaciable, en cuanto a la satisfacción de sus 
objetivos (necesidades, gustos, etc.).
-La libertad es el valor al que se subordinan todos los demás valores.
-El mercado es el locus por excelencia de la libertad humana.
-Tal libertad es básicamente libertad de (negativa) y tiene su 
expresión jurídica en la libertad formal garantizada por la ley.
-Toda interferencia en el mercado es interferir con la libertad 
humana.
-La libertad económica es condición necesaria, pero no suficiente de 
la libertad política.
-A cada uno de acuerdo a su contribución (supuesto o principio de 
distribución).
-La eficiencia como criterio de elección racional nada dice sobre la 
equidad del resultado.
-Cuestiones de equidad y justicia social quedan (y deben quedar) 
fuera de la ciencia económica y nada tienen que ver con la evaluación 
del comportamiento del mercado y/o de los resultados del mismo.
-El mercado y la ética del mismo están más allá de todo juicio ético.
-“Si el fin no justifica los medios, qué los justifica” 
(Gómez, 2002, 33-36)
Entre los supuestos éticos que señala Gómez, bajo el paradigma de la economía 
neoliberal se oculta el de que el hombre es egoísta, insaciable y libre; que 
la libertad es el valor al que se subordinan todos los demás y que se halla 
garantizada por la ley; que el mercado es el lugar por excelencia de la libertad, 
lo que conduce a que toda interferencia en el mercado sea una interferencia con 
la libertad humana; que la libertad económica es condición necesaria pero no 
suficiente de la libertad política; que la distribución está dada en términos de 
la contribución particular que cada individuo hace al mercado y a la sociedad, 
con lo cual, a cada uno según su contribución. Asimismo, si la eficiencia es un 
supuesto de la elección racional de la ciencia económica neoliberal, ésta no 
implica ni atiende a la equidad del resultado, lo que conduce a que, cuestiones 
como la equidad y la justicia social queden fuera de la ciencia económica, puesto 
que nada tienen que ver con la evaluación del mercado y de los resultados. Por 
último, el mercado y la ética de éste están más allá de todo juicio ético, y así, 
si el fin no justifica los medios, ¿qué los justifica? (Gómez, 2002, 35-36). El 
silencio que los economistas neoclásicos y neoliberales hacen acerca de estos 
supuestos se funda en el rechazo a toda posible presencia de valores en teoría 
económica (Gómez, 2002, 37). Pero estos supuestos hacen imposible defender 
la neutralidad valorativa de la ciencia económica neoliberal, especialmente por 
Pensar la ciencia hoy. La epistemología: entre teorías, modelos y valores
De la neutralidad a la responsabilidad. Debates contemporáneos. 
Capítulo 9: Ciencia y ética
517
la ética presupuesta que es fuertemente coercitiva en tanto niega alternativas 
viables a esta concepción. Incluso, hace más que ello: “[…] como la economía 
neoliberal, en tanto valorativamente neutra, es auténticamente científica, sus 
alternativas no lo son. De ahí, la remanida acusación de que toda alternativa y 
crítica de la misma es pura ideología” (Gómez, 2002, 38).
Pero debe quedar claro que esto es pura ficción, resultado de errores 
epistemológicos graves como, por ejemplo, que toda ciencia, para serlo, 
debe ser valorativamente neutra (una utopía ideológica trivial), y que la 
economía, por su pretensión de ser científica debe ser (y es) valorativamente 
neutra, algo que, de hecho,estamos tratando de mostrar que no es así. 
 (Gomez, 2002, 38)
Esta concepción de la economía es apoyada y fortalecida por Milton 
Friedman, uno de los máximos defensores y voceros del neoliberalismo 
económico, quien además acuña el término comteano “positivo” para hablar 
de “Economía positiva” (1953). En este sentido, para él, toda ciencia, y en 
consecuencia, la economía, es valorativamente neutra (Friedman, 1968, 508-
528), libre de valoraciones, es decir, que no involucra y/o presupone valores, 
y sus formulaciones excluyen cualquier disputa sobre estos. De esta manera, 
la metodología de la economía positiva rechaza el enfoque normativo en el 
que intervienen valores y normas éticas. Esta tesis de Friedman y la Escuela 
de Economía Política Positiva que ve que la libertad (de mercado, en este 
caso) es el fundamento supremo y fin último de la economía neoliberal, y que 
es el propio mercado quien debe regular la oferta y demanda de bienes que 
la sociedad necesita y desea, y que cualquier interferencia normativa a esa 
libertad es considerada irracional, es apoyada y sostenida también por Hayek 
y Popper. Dicha concepción queda claramente resumida en Capitalismo y 
libertad mediante las diez tesis postuladas por Friedman, y que Ricardo Gómez 
enumera así: 
1) La centralidad e innegociabilidad de la libertad económica, por lo cual, 2) el 
gobierno es meramente el instrumento para preservar la libertad individual y 
general, la cual, 3) en su forma de libertad económica es condición necesaria, 
pero de modo tal que si se la viola, se puede abandonar la libertad política. 
4) La libertad económica es un fin en sí misma, por lo que 5) cuando se viola 
tal libertad económica, por ejemplo, mediante la interferencia por el gobierno 
Estado en el mercado, se justifica terminar con la libertad política, o sea, se 
justifica sustituir al gobierno de turno por otro que no interfiera en el mercado, lo 
cual es aceptable por más que parezca políticamente contraproducente, porque 
6) si el fin no justifica los medios, ¿qué los justifica?, pregunta-afirmación que 
justifica a su vez que, cuando un presidente moleste los intereses de grupos 
concentrados de poder, se termina con el mismo, por lo que se recomienda 
que, para mantenerse en el poder, 7) el gobierno se abstenga de establecer 
salarios mínimos, proveer vivienda pública, fijar impuestos a las importaciones 
y restricciones a las exportaciones, regular industrias, regular programas de 
seguridad social, establecer control de precios y rentas, entre otros. Por lo que 
8) no debe el Estado entrometerse en la distribución de la riqueza, la cual 
518
dependerá exclusivamente de las eventuales reglas de propiedad adoptadas. 
9) No es posible ser a la vez un liberal y un igualitarista. Y 10) el capitalismo 
competitivo conduce a menos desigualdad que todo otro sistema alternativo.
Esta idea de neutralidad valorativa de la economía implica, al mismo tiempo, 
que para que la economía pueda ser considerada auténticamente científica debe 
excluir de su estudio toda consideración de desigualdad y justicia social, ya 
que ambas tienen una fuerte carga valorativa (Gómez, 2002, 37), y contradice 
en este sentido, la neutralidad valorativa que postulan para la economía. 
Como se puede apreciar, cada una de estas diez tesis son fuertemente anti-éticas, 
pero al mismo tiempo no a-valorativas, puesto que reproducen la ideología de 
los poderes hegemónicos, los valores extra-epistémicos de la burguesía liberal.
Para Gómez, tal concepción de la economía es ingenua puesto que esencializa 
sus presupuestos -que los considera únicos, necesarios e inmodificables-, y 
dañina, por distorsionadora y por las consecuencias lamentables que tiene: 
como la legitimación de las desigualdades y de la inevitabilidad de la pobreza, 
la legitimación de la no interferencia en el libre mercado, el rechazo a la 
intervención por considerarla un ataque a la libertad y a la racionalidad, etc. 
(2002, 48-49).
De esta manera, y según lo señalado por Gómez, queda desmitificada la 
concepción de una economía libre de valores, puesto que los hay ontológicos, 
epistemológicos y éticos, y también políticos, y todos ellos subyacen a la 
propia concepción económica, por cuanto postular, por ejemplo, la libertad de 
mercado, implica, una ética fuertemente normativa que nos dice cómo debe 
actuarse en las transacciones económicas. Incluso más, como señalan Laval y 
Dardot (2010), es una política de Estado el introducir la libertad de mercado 
en la economía de un país o de una región. Es el propio Estado quien puede 
regular la existencia de una economía de libre mercado o una economía de otro 
tipo, por ejemplo, proteccionista (2013, 56-60). 
Más allá de las objeciones que traza Gómez a la tesis de la neutralidad valorativa 
(Cf. 2002, 47-48), como destaca claramente en su trabajo, todos esos supuestos 
que subyacen en las ciencias económicas del paradigma neoliberal quedan, 
sin embargo, invisibilizados por cuanto ellas están guiadas por la tesis de la 
neutralidad valorativa. 
Todo lo ya afirmado y discutido bastaría para justificar que, en vez de una 
separación tajante entre hechos y valores, tal como el empirismo en general 
y el neoliberalismo en particular suponen, hay una obvia interpenetración 
entre ellos. El ámbito de una teoría científica está constituido por hechos 
que presuponen supuestos que, a su vez, dependen de ciertos valores en 
término de los cuales se eligieron ciertos supuestos en vez de otros. […] 
Vemos así que no sólo los hechos sino “todo” está permeado de valores, y, 
más importante aún, no sólo de valores cognitivos sino, en última instancia, 
de valores ético-políticos, como el de la libertad de mercado […] 
 (Gómez, 2002, 38-39) 
 
 
Pensar la ciencia hoy. La epistemología: entre teorías, modelos y valores
De la neutralidad a la responsabilidad. Debates contemporáneos. 
Capítulo 9: Ciencia y ética
519
Que esto sea así muestra, por otra parte, que no hay ninguna neutralidad 
valorativa, por cuanto sostener tal tesis como un presupuesto es también un 
valor.
De esta manera, y según lo señalado por Gómez, queda desmitificada la 
concepción de una economía libre de valores, puesto que los hay ontológicos, 
epistemológicos y éticos, y también políticos, y todos ellos subyacen a la 
propia concepción económica, por cuanto postular, por ejemplo, la libertad de 
mercado, implica, una ética fuertemente normativa que nos dice cómo debe 
actuarse en las transacciones económicas. Así, contra la concepción neoliberal, 
puede sostenerse, como lo hace Bernardo Kliksberg (2004) (economista y 
sociólogo argentino, 1940), la necesidad de construir un modelo económico de 
desarrollo más integrado, -y también menos ingenuo o menos enmascarado- 
donde la ética juega un rol fundamental, puesto que implica políticas públicas 
responsables y responsabilidad social de la empresa privada.
Esta necesidad de una economía más integral y pluralista no sólo debe ser 
exigida a los gobiernos y empresas, sino que debe ser además, y principalmente, 
el modo en que se forma a los futuros economistas. Así es demandada 
actualmente desde el propio centro de adquisición del saber, las universidades. 
El periodista y economista Alfredo Zaiat señala que desde mediados del 
2014, a partir de una rebelión iniciada por los estudiantes de Economía de la 
Universidad de Manchester, que denunciaban que sólo se les enseñaba una 
visión neoliberal de la economía, crearon una sociedad denominada “Post-
Crash Economics”, exigiendo cambios en los planes de estudio, y al mismo 
tiempo realizaron un llamamiento internacional de estudiantes de económica a 
una enseñanza pluralista. 
El pluralismo metodológicoimplica la necesidad de ampliar la gama de 
herramientas que los economistas emplean para lidiar con cuestiones 
económicas. Está claro que las matemáticas y las estadísticas son cruciales 
para esta disciplina. Pero, con demasiada frecuencia, los estudiantes 
aprenden a dominar los métodos cuantitativos sin tener que discutir por 
qué deben ser usados, la elección de los supuestos y la aplicabilidad 
de los resultados. La enseñanza de la economía debe incluir además 
enfoques interdisciplinarios, puesto que la economía es una ciencia social; 
y fenómenos económicos complejos rara vez se pueden entender si se 
presentan en un vacío, separados de sus contextos sociológicos, políticos e 
históricos. (Zaiat, 2014) 
 
En nuestro país, el debate por la enseñanza de la economía llevó a que un grupo 
de economistas de la Facultad de Ciencias Económicas de la U.B.A. formulara 
el documento “Enseñanza y ensañamiento del neoliberalismo en la Facultad 
de Ciencias Económicas-UBA”, elaborado por Andrés Asiain, Rodrigo López 
y Nicolás Zeolla, donde también aborda el abuso de las matemáticas en el 
análisis económico. Mientras que las asignaturas matemáticas o vinculadas 
estrechamente a ellas tienen una carga horaria de hasta el 30% de la carrera, 
las materias de ciencias políticas y sociología sólo alcanzan el 3%, “[…] 
concluyendo que la utilización excesiva de las matemáticas es el resultado 
de un proceso que buscó separar a la economía de la política y los conflictos 
sociales para presentarla como un conjunto de conocimientos científicos 
520
presuntamente neutrales.” (Zaiat, 2014). Vemos aquí nuevamente cómo la tesis 
de la neutralidad valorativa de las ciencias, en este caso, económicas, impregna 
aún la educación universitaria.
De esta manera se infunde en el estudiante una formación tecnocrática que 
elude discutir las implicancias políticas y sociales de las diferentes teorías 
económicas. Esta prestidigitación fue funcional al avance acrítico de la 
escuela neoclásica, cuyas recomendaciones de políticas de libre mercado 
favorables para una determinada minoría de la sociedad global, y en 
desmedro de las mayorías mundiales, fueron implementadas bajo el disfraz 
de que se trataba de medidas técnicas que eran el resultado de rigurosos 
análisis científicos. (Zaiat, 2014)
La tesis de la neutralidad valorativa en los medios de comunicación 
masiva
Medios de comunicación en Grecia
El “mercado de la política”
Además de la reactivación económica, Syriza promete una “reactivación 
democrática” que involucraría particularmente reordenar el espectro de 
radiodifusión griego, manejado por las grandes fortunas del país en busca de 
influencias.
[…] En Grecia, […] las cadenas de televisión y radio privadas disponen de 
licencias denominadas “provisorias” desde 1989. Nunca han transferido ni un 
solo centavo al Estado.
Hace algunos años, el periodista Paschos Mandravelis resumía la situación de 
la siguiente manera: el funcionamiento de los medios de comunicación griegos 
no se inscribe en el marco de un mercado de la información, sino en el de un 
“mercado de la política”. De hecho, la proximidad entre estos dos mundos se 
hizo evidente en noviembre de 2011 cuando el director del periódico Ta Nea, 
Pantelis Kapsis, dejó su cargo para unirse al gobierno de Lukas Papademos, un 
ex banquero. Sin embargo, como subrayó en ese entonces el periodista Nikos 
Smyranios, la familia Kapsis no abandonó la prensa: Manolis, hermano de 
Pantelis, “aparecía todas las noches en el noticiero de Mega Channel, donde, 
como comentarista político, sostenía a ese mismo gobierno”.
Ganar licitaciones
Pensar la ciencia hoy. La epistemología: entre teorías, modelos y valores
De la neutralidad a la responsabilidad. Debates contemporáneos. 
Capítulo 9: Ciencia y ética
521
[…] Lo cierto es que la prensa está agonizando. Uno de los principales diarios 
-Nea, afín al partido socialista griego (Pasok)- apenas vende dieciocho mil 
ejemplares por día. Otro periódico histórico, Eletherotypía, desapareció al 
comienzo de la crisis. La difusión de semanarios cayó de más de un millón y 
medio de ejemplares a alrededor de seiscientos mil. La mayoría de las empresas 
de prensa escrita es deficitaria y la mitad de las ventas de los diarios depende 
de la promoción de la semana: cupones de descuento, sorteos con premios de 
millones de euros, entre otros.
En estas condiciones, los propietarios -pertenecientes a las grandes fortunas del 
país, principalmente armadores, que no pagan impuestos- no esperan obtener 
ganancias de sus inversiones. En cambio, ser dueño de un grupo de prensa 
les otorga la influencia política necesaria para ganar licitaciones públicas. El 
grupo Pegasus, por ejemplo, que publica los diarios Ehtnos y Proto Thema, 
pertence a la familia Bobolas, especializada en el sector de la construcción y la 
obra pública, y principal beneficiaria de los contratos de obras públicas de los 
últimos veinte años.
Desde que comenzó la crisis, los medios de comunicación se aliaron con 
las elites políticas para ayudar a maquillar la realidad económica del país 
-siguiendo la tarea realizada por la banca de inversión Goldman Sachs- y 
disimular la amplitud de la corrupción. Apoyaron fuertemente el programa de 
austeridad impuesto por la “troika” (Banco Central Europeo, Fondo Monetario 
Internacional y Comisión Europea), puesto que gran parte de las medidas 
preconizadas coincidían con sus preferencias. “El grupo DOL (Lambrakis 
Press Group) fue uno de los primeros en implementar una de las principales 
medidas impuestas por la “troika”, a saber, la supresión de los convenios 
colectivos por sector, para reemplazarlos por convenios de empresa. Así logró 
imponer a sus empleados una rebaja salarial del 22%, precisaba Smyrnaios.
Nuevas bases
Todo lo que podía llevar a desacreditar el programa de Syriza encontraba un 
amplio eco. En 2013, por ejemplo, las grandes cadenas de televisión difundieron 
un video en el que un dirigente de la coalición antiausteridad explicaba: 
“¡Vamos a abandonar el euro!”. El resto de su truncado discurso precisaba: “si 
y sólo si [la canciller alemana] Merkel nos echa”. Syryza tuvo que amenazar 
a los canales con iniciar acciones legales para que interrumpieran su difusión. 
Todas las encuestan lo indican: la mayoría de los griegos no quiere abandonar 
la moneda única.
Además de la reactivación económica del país, el programa de Syruza prevé 
una “reactivación democrática”, que consiste en establecer una reglamentación 
para el sector de los medios de comunicación, lo que distingue a la coalición 
del resto de los partidos griegos. […] (Kaimaki, 2015, 30)
 
522
Como vemos a partir de este artículo, los medios de dominación ya no sólo 
son armas y/o invasiones a territorios distantes de la cultura occidental/
izada, sino que desde hace ya un tiempo se presentan de maneras mucho más 
sutiles, enmascaradas. El enmascaramiento opera como apoliticidad, pero 
es consecuencia de un conjunto de ideas rectoras básicas del Positivismo 
y sus sucedáneos: unidad, carácter avalorativo (neutralidad), autonomía, 
racionalidad, objetividad. Para Gómez éste es el núcleo epistémico del 
inconsciente político de la ciencia moderna, y lo es, justamente por su 
dimensión política, la del capitalismo liberal -en especial, posterior a 1945- a la 
que es funcional (2014, 215-216). Así, el carácter avalorativo de la producción 
científica -y de la producción de cualquier otra forma de saber/poder- intenta 
mostrar a sus productos como inocuos eindependientes de cualquier tipo de 
intereses. 
El notable papel que desde hace algunos años vienen cumpliendo los medios 
masivos en la divulgación de conocimiento social y en la formación de la 
opinión pública, a través de su lógica de la racionalidad científico-tecnológica, 
queda aclarado cuando nos enfrentamos a cualquier programa televisivo, a 
cualquier portal de internet, o la lectura de un diario -más aún si es digital. 
Allí, un lector atento, puede notar quién o quiénes están detrás de las noticias, 
aunque esto no siempre puede quedar claro para un televidente o lector 
ingenuo. Según sabemos ya por Stuart Hall, la producción de una noticia (en 
cualquier soporte: TV o medios gráficos) hace que un acontecimiento sea de 
tal o cual manera, es decir, delimita la información, la condiciona (cuando no 
la distorsionan o falsean, es el fenómeno que se ha denominado “pos-verdad”). 
De esta manera, las versiones de un acontecimiento son tantas como tantos 
informadores o comunicadores haya. Barthes (1988) señalaba que precisamente 
en las “insignificancias” de un relato, aquello que aparentemente aparece 
como meramente superficial al relato, los detalles, es lo más significativo. Los 
vacíos del relato producen una significancia en la insignificación. Es decir, en 
tanto en un relato, lo real está vinculado sólo a los detalles, se genera así una 
ilusión referencial, la creencia en que esos “detalles” son la referencia real 
en el relato. Sostiene así Barthes que la verdad de esta ilusión es la carencia 
misma del significado sólo en provecho del referente, llega a ser el significado 
mismo del realismo. Se produce así un efecto de realidad, donde, a partir 
de esos detalles, llegamos a creer que ese hecho ha ocurrido tal y como lo 
expresa el discurso de los medios. Así, como señala Ulanovsky, bastará sólo 
con que un medio poderoso (como los medios masivos) digan algo para que 
Pensar la ciencia hoy. La epistemología: entre teorías, modelos y valores
De la neutralidad a la responsabilidad. Debates contemporáneos. 
Capítulo 9: Ciencia y ética
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cualquier excusa tome entidad, y si a eso agregamos que quien lo dice tiene 
cierta reputación positiva para el receptor, y si se lo está enunciando en el 
marco de un determinado código técnico (mirando a la cámara, hablando a un 
micrófono, etc.) el efecto de la afirmación será para el público prácticamente 
completo, y de esta manera, la realidad puede ser manipulada a partir de una 
construcción. Y así, lo que el discurso político de los medios de comunicación 
monopólicos, en muchos casos esconde, y que recién en los últimos diez 
años está saliendo poco a poco a la luz, es que esos hechos o esa realidad se 
construye desde los propios medios de acuerdo a sus propios intereses (o los 
intereses empresariales o políticos de los que dependen). 
Como sabemos, para Foucault, el conocimiento tiene siempre el propósito de 
dominar. Conocimiento y poder se ven entonces absolutamente ligados. A partir 
de esto, Foucault va más allá de la mera identidad para afirmar la contingencia 
del conocimiento y su inescindible relación con el poder. Así, el discurso sobre 
el conocimiento es un discurso sobre el poder y desde el poder, donde la tan 
ansiada verdad a la que tanto ilustrados como positivistas pretendían arribar 
para el mejoramiento de la vida, queda atravesada como discurso por quien 
detenta el poder (1996, 14). Si antes, con Comte, se veía que la política debía 
adecuarse al proyecto científico-técnico-tecnológico positivista, con Foucault 
se toma conciencia que es éste último, sin embargo, el que se conforma como 
una herramienta del proyecto político.
La forma en que domina el proyecto político (tecnocrático) hegemónico 
actual no es algo que a todos pueda parecernos tan claro. En esa oscuridad 
-que poco a poco va saliendo a la luz- encuentra además del poder político, 
al poder económico concentrado en pocas manos y a los medios de 
comunicación masivos -muchos de ellos monopolizados y bajo la tutela 
legal o servil de esos propios poderes, y que aparece articulado a los otros 
poderes hegemónicos. Con esto, el escenario geopolítico del presente es 
sumamente complejo. Los proyectos políticos de las sociedades modernas (y 
en proceso de modernización) occidentales, y algunas también de Oriente ya, 
detentan el poder mediante la ferviente adhesión y la instrumentalización de 
la racionalidad científico-tecnológica, conformando el “discurso político de la 
racionalidad/modernidad”. La ciencia les posibilita hoy no sólo justificar sus 
proyectos políticos “democráticos” (fundados en las bases de la Ilustración 
y el Positivismo), sino, a la vez, la dominación sobre las llamadas culturas 
atrasadas, tercermundistas, empobrecidas, tribales, primitivas, tradicionales, 
mediante la intra-relación de los diversos poderes. Libertad y dominio siguen 
siendo hoy también los conceptos en tensión mediante los cuales opera la 
racionalidad occidental.
Pero si la ciencia del siglo XVII y XVIII fue un instrumento de liberación 
e ilustración, la ciencia de hoy es muy distinta a la de 1650. “Por ejemplo, 
considérese la función que la ciencia desempeña hoy en la educación. Se 
enseñan “hechos” científicos a muy tierna edad y en la misma forma que los 
“hechos” religiosos se enseñaban hasta sólo un siglo. […] Llevemos más 
adelante esta investigación y veremos que la ciencia se ha vuelto hoy tan 
opresiva como las ideologías con que antes tuvo que luchar” (Fayerabend, 
524
1985, 296). Así, si originalmente la neutralidad de la ciencia se definió en 
relación con la religión, hoy en día el desafío a la neutralidad procede de la 
política, pero hoy en día, suponer que la búsqueda del conocimiento pueda 
desconectarse de sus consecuencias y causas políticas, es pecar de falta de 
“realismo” (Ziman, 1986, 227-228).
Los medios masivos de comunicación han adquirido un importante peso en las 
sociedades de consumo actuales convirtiéndose en nuevos actores políticos. 
Su relevancia puede ser vista, en un sentido amplio, como herramientas 
del poder político-económico concentrado, aunque también, pero en menor 
medida, como instrumentos de la contracultura. En el primer caso, bajo el 
supuesto objetivo de la libertad y objetividad de información, operan social 
y políticamente, en muchos casos, para los poderes financieros monopólicos 
de los que forman parte, bajo el lema de constituirse en reflejo de la realidad, 
de los hechos y del mundo -lo que los ha llevado a presentarse como los 
defensores de uno de los aspectos centrales del positivismo y del Empirismo 
lógico: las ideas de libertad (mediática, en este caso), neutralidad (carácter 
avalorativo de su producción) y objetividad (reflejo de la realidad). Así, la 
tesis de la neutralidad valorativa del conocimiento también queda expuesta 
en la actualidad por los medios de comunicación masivos. Ello es posible, en 
gran medida, porque es naturalizado el discurso de los medios con la figura 
del espejo, el lenguaje como reflejo de la realidad. Lo que el discurso de los 
medios expresa, expresa la realidad. Y con esto, la intención es exponer que la 
información suministrada (pero producida) sólo tiene el carácter de verdadera 
y objetiva, alejada de toda posible valoración: ética, política, económica, etc. 
Puede verse también: Mombrú, A., Ciencia, universidad y periodismo, Buenos 
Aires, UNLa, 2007
9.1. Ciencia y valores. La tesis de la neutralidad valorativa en la 
mira
El conocimiento científico se integra hoy a las diferentes esferas de la vida 
y es preciso conocer más en profundidad su naturaleza y los criterios que lo 
legitiman para poder participar con mejores herramientas de análisis en el 
mundo tecnocientífico que nos toca transitar. Frente a la tesis de la neutralidad 
podemos argumentar acerca de la presencia de un ámbito valorativo siempre 
manifiesto -aunque en la mayoría de los casos, veladamente- en la construcción 
de todo conocimiento.
Como hemos visto, según la concepciónpopularmente aceptada, a partir 
del influjo de la larga tradición positivista, la ciencia es considerada como una 
actividad desinteresada y neutral, es decir, inocente de los efectos buenos o 
malos que puedan producir sus aplicaciones. Esta visión, la “historia oficial” 
del neopositivismo, que puso el énfasis en el supremo valor cognitivo de las 
Pensar la ciencia hoy. La epistemología: entre teorías, modelos y valores
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Capítulo 9: Ciencia y ética
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ciencias y su inigualable rol, como ya anticipamos en otro capítulo, ha sido 
transmitida, según Gómez, omitiendo ex profeso todas las connotaciones 
políticas y sociales que aparecían en los objetivos del proyecto, produciéndose 
una total despolitización de la filosofía neopositivita (Gómez, 2014, 17-22).
Para la corriente epistemológica que llamamos “cientificismo” (la forma 
más extrema del llamado positivismo, pero también del neopositivismo, 
positivismo lógico o empirismo lógico) el problema del buen o mal uso de 
los conocimientos científicos es un tema que afecta a las “aplicaciones” (al 
contexto de aplicación) y no a la producción de teorías. Diferencian así un 
ámbito teórico y otro de aplicación: ciencia pura (teoría) y tecnología (ciencia 
aplicada). Aquí se destaca el carácter instrumental del conocimiento y a la 
vez se inmuniza la posibilidad de revisar críticamente la empresa científica 
en su vinculación con el resto de las actividades humanas. En esta concepción 
de la ciencia se oscurece la dimensión ética de esta actividad donde siempre 
queda por evaluar la “utilidad” y las “consecuencias” buenas o malas de su 
aplicación.
A la consolidación de esta posición avalorativa de la producción científica 
ha colaborado de manera cabal Popper, quien es señalado por Gómez como 
el “vocero máximo de la neutralidad valorativa de las ciencias”, sosteniendo 
con ello que fue éste, sin duda, el máximo defensor de la ausencia de valores 
extra cognitivos tanto en las teorías como en toda la actividad científica. Ello 
condujo a Popper a que continuamente tratase de desubjetivar la ciencia y 
la epistemología para lograr así una versión “auténticamente objetiva” y 
avalorativa de la ciencia, posibilitando la constitución de una “epistemología 
sin sujeto cognoscente” (Gómez, 2014, 61). Frente al mundo de los hechos 
espacio-temporales y al mundo de nuestras experiencias, el “tercer mundo” 
popperiano (mundo autónomo, compuesto únicamente por los contenidos 
objetivos de nuestros pensamientos, por las hipótesis y teorías) es el mundo 
central para el epistemólogo austro-británico, el mundo de las teorías 
objetivas, de los problemas objetivos y de los argumentos objetivos. Como 
señala Gómez, un “tercer mundo” -el de la ciencia- hipostasiado, en que 
se ha reducido a la ciencia a un conjunto de enunciados (teorías), y que es 
objetivo sólo por el hecho que se ha eliminado de él toda subjetividad (2014, 
61-62). Los valores (éticos, políticos, económicos), quedan para Popper, 
relegados, en todo caso, al contexto de aplicación, y es allí donde tiene lugar 
la responsabilidad del científico. Pero no sólo Popper ha contribuido a la 
consolidación de esta concepción, sino que también Lakatos, su discípulo, ha 
defendido férreamente la neutralidad valorativa de la ciencia, identificando la 
presencia de valores no cognitivos en la actividad científica con la presencia 
de la irracionalidad. Incluso actualmente persiste desde la epistemología esta 
defensa de la neutralidad. Hugh Lacey en ¿Está la ciencia libre de valores? 
Los valores y el conocimiento	científico	(1999), si bien no niega la presencia 
526
de valores -incluso no cognitivos- en la investigación científica, propone 
circunscribir su presencia de tal modo que se pueda responder a la pregunta de 
su libro de manera afirmativa.
Esta concepción, dominante aún en el imaginario social, atribuye, como 
vemos, responsabilidad a las aplicaciones sociales de la tecnología y a la 
toma de decisiones extracientíficas dejando afuera de la epistemología estas 
consideraciones. En el campo de la epistemología, como vimos, la división 
entre contextos de descubrimiento y de justificación avala la discriminación 
entre una historia externa de la ciencia, que atiende a los condicionamientos 
sociológicos o psicológicos de la producción de teorías, dejando a cargo de 
la historia interna la evaluación epistemológica, que tiene como territorio 
legítimo el contexto de justificación y no el de descubrimiento o aplicación de 
teorías. 
Solamente a modo de ejemplo, constatamos la vigencia y persistencia de 
este prejuicio en la división de roles de los personajes en la serie de televisión 
The Big Bang Theorie donde, bajo la máscara de una comedia costumbrista 
de la vida universitaria del oeste de Estados Unidos (una universidad en 
Pasadena, California), se muestran los prejuicios cientificistas que impregnan 
la concepción acrítica e ingenua de la ciencia, emergente del ideario positivista 
y neopositivista en su versión más simplista, llevados hasta el ridículo, lo que 
implica también una fuerte carga crítica y desenmascaradora de la estrecha 
relación de las universidades con la búsqueda de financiamientos y de su 
inclusión en el aparato del Estado. Aquí se muestra a un grupo de científicos, 
amigos entre sí, donde se distingue el físico teórico (Sheldon), el físico 
aplicado (Leonard), el astrofísico (Raj) y el ingeniero tecnólogo (Howard). En 
las disputas entre ellos y los distintos roles que asumen en la vida universitaria 
y de relación social, satirizan y llevan al ridículo los clichés y prejuicios 
instalados en la visión estándar de los modos de producción de conocimiento 
y se constata la presencia de una jerarquización entre lo superior, identificado 
con la física teórica y lo inferior o subsidiario, identificado con la física 
experimental y la ingeniería espacial.
Según esta imagen, el científico, en cuanto tal, en cuanto productor de 
teorías, solamente estaría comprometido con valores cognitivos como la 
honestidad en la búsqueda desinteresada de la verdad para beneficio de toda la 
humanidad, mientras que otro tipo de compromiso social lo asumiría en tanto 
ciudadano o partícipe de la comunidad. Este desdoblamiento de roles (en tanto 
científico y en tanto ciudadano) exime de responsabilidad a la ciencia básica 
y endilga a otros la culpabilidad acerca del buen o mal uso de sus logros y 
las consecuencias de las aplicaciones del conocimiento. Lo reprochable de 
esta imagen es que anestesia y neutraliza nuestra percepción acerca de la 
conflictividad y el complejo entramado de intereses en juego en las sociedades 
tecnocientíficas actuales donde la posibilidad de producir conocimiento 
Pensar la ciencia hoy. La epistemología: entre teorías, modelos y valores
De la neutralidad a la responsabilidad. Debates contemporáneos. 
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(conseguir fondos para realizar ciencia) depende de las promesas de eficacia 
y aplicación redituable o, como en el caso de las políticas científicas, 
están enmarcadas en intereses del Estado, de empresas y de organismos 
de producción científica, donde los conceptos de justicia social, soberanía 
nacional o bienestar general resultan altamente comprometidos.
La idea de una “ciencia neutra” y sus “aplicaciones buenas o malas” será 
cuestionada en vista a otras alternativas desde donde revisar la compleja 
relación entre ética y ciencia. En esta imagen naturalizada de la ciencia se 
produce lo que Mario Heler (filósofo argentino, 1951-2010) denomina una 
“deformación mistificadora”:
Encubre que la empresa científica se inscribe en un proyecto histórico 
y que desempeña un papel social vinculado con el aparato productivo, 
con el cual está integrada. Oculta la determinación de la actividad 
científica por el valor de la productividad y la eficiencia. Impide que 
el científico tome conciencia de su ubicación efectiva en la sociedad. 
Evita, finalmente,

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