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La educación en diabetes

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La educación en diabetes
Gilberto Mauricio Leguízamo
Hay signos evidentes de que la diabetes es uno de los 
principales retos para la salud pública en el nuevo mi-
lenio. El envejecimiento de la población, los cambios 
en los patrones dietéticos, la aparición de obesidad, la 
genética de población y el estilo de vida cada vez más 
sedentario son los factores responsables de este alarman-
te incremento. Aunado a ésto, y en forma lamentable, a 
pesar de los grandes esfuerzos y del conocimiento cada 
vez más amplio y profundo acerca de la diabetes, la aten-
ción actual de la persona con este padecimiento no ha 
podido, en la mayoría de los casos, mejorar su calidad 
y expectativa de vida, lo cual tiene como consecuencia 
que se sigan presentando las complicaciones tardías por 
el mal control de la patología (ceguera, insuficiencia re-
nal y amputación de miembros inferiores), mismas que 
podrían evitarse.
ANTECEDENTES
En 1977, el doctor Ingelfinger, en aquel entonces editor 
de la revista New England Journal of Medicine, criticó el 
fracaso para mejorar las condiciones en la atención de 
la diabetología clínica, no obstante los evidentes progre-
sos de las diferentes áreas de investigación acerca de la 
diabetes. Esta crítica fue el reflejo de las frustraciones 
y exigencias con respecto a la notoria incapacidad en el 
control de la diabetes para prevenir y disminuir las, cada 
vez más frecuentes, complicaciones agudas y tardías de 
la patología.
En fechas más recientes, a través de la Encuesta In-
ternacional de Pacientes realizada por la Federación In-
ternacional de Diabetes en Europa (IDF-Europa) y la 
Lions Clubs International Foundation (LCIF), se pudo co-
nocer cuál es la opinión de las personas con diabetes con 
respecto a su patología: a 60% de los encuestados no les 
preocupa quedarse ciego o perder una extremidad; 40% 
manifestó que las complicaciones tardías de la enferme-
dad se producirían a pesar de cualquier medida preven-
tiva. Ante estos sorprendentes resultados, mientras el 
doctor James Gavin III, director científico del programa 
para profesores en investigación del NIH (del inglés Na-
tional Institute Health) de EUA, opinó: “… nos muestra 
lo que podemos ver a diario en las consultas”. El director 
médico de la IDF-Europa, el doctor Helmut Henrichs, 
expresó: “El gran reto estriba, claramente, en transformar 
las energías malgastadas por el fatalismo y la negación 
hacia el autocuidado diario y cambios significativos en 
las actitudes acerca de las complicaciones y su gestión”.
Ante estos dos escenarios, ya que por un lado en-
contramos las exigencias y reclamos de la sociedad para 
lograr una mejoría en cuanto al control de la diabetes y, 
por el otro, la actitud pasiva y negativa de las personas 
con diabetes con respecto a su participación en el tra-
tamiento, obligan a plantear las interrogantes siguientes:
1° ¿Cómo pueden incorporarse los conocimientos y 
los avances de la tecnología en la aplicación práctica 
para el control de la diabetes?
2° ¿Cómo puede motivarse a las personas con diabetes 
para que participen de manera activa en su trata-
miento?
3° ¿Cómo pueden las personas con diabetes mantener 
la conducta o actitud adecuada para el “autocuidado” 
de su enfermedad?
4° ¿Cómo se puede motivar a la sociedad para mejorar 
su condición de salud y así poder prevenir enferme-
dades como diabetes?
A finales del decenio de 1970-79, la diabetología mostró 
una carencia de innovaciones, mientras que la atención 
se dirigía al establecimiento de normas dietéticas con 
patrones estrictos e impracticables, y en ocasiones inhu-
manos, como la “cama de Procusto”. Por fortuna, ya para 
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472  •  Endocrinología clínica de. . . (Capítulo 44)
la mitad del decenio de 1980-89 se observó un progreso 
acelerado en la atención de la persona con diabetes. Este 
desarrollo, inesperado y sorprendente, fue resultado de 
la recopilación de los hechos ocurridos durante el dece-
nio anterior, hechos que permitieron sentar las bases para 
el desarrollo del tratamiento actual de la diabetes. Los 
acontecimientos más sobresalientes son:
1. Establecimiento de la relación causal entre hiper-
glucemia y desarrollo de las complicaciones mi-
crovasculares. Los resultados obtenidos hasta aquel 
entonces, establecieron con claridad que el control 
deficiente de la glucemia es la causa del desarrollo de 
retinopatía, nefropatía y neuropatía diabética, rela-
ción que ya se había avalado mucho tiempo atrás por 
reconocidos diabetólogos, como Elliot Proctor Joslin, 
Constam, Robin D Lawrence y J Pirat.
Los estudios retrospectivos y de largo plazo, 
DCCT (del inglés, Diabetes Control and Complica-
tions Trial) y UKPDS (del inglés, UK Prospective Dia-
betes Study), han sido contundentes al demostrar la 
relación entre un buen control glucémico y el retraso 
en la aparición de las complicaciones micro y macro-
vasculares.
En la actualidad, no cabe la menor duda de que 
la relación directa entre el control de glucemia y el 
desarrollo o prevención de las complicaciones de la 
diabetes obliga a aspirar a un valor de glucemia nor-
mal (o lo más cercano posible a lo normal).
2. Introducción de los métodos para determinar he-
moglobina glucosilada (HbA1c). Hace ya cerca de 
40 años que fue posible, por primera vez, evaluar la 
calidad del control glucémico a largo plazo. En la ac-
tualidad sería inconcebible la atención clínica de las 
personas con diabetes sin la determinación regular 
de HbA1c.
La historia reporta que Huisman y Meyering, en 
1958, observaron un incremento en una de las frac-
ciones menores de la hemoglobina en cuatro pacien-
tes con diabetes mellitus. Ésta, en 1968 se conside-
ró como una glucoproteína por Bookchin y Gallop. 
Samuel Rahbar, en 1969, durante un estudio para 
detectar hemoglobinas anormales que incluía cerca 
de 1 200 pacientes, se percató que dos pacientes con 
antecedentes de diabetes mostraban un movimiento 
anormal en una de las fracciones de la hemoglobina. 
Ésto los inspiró a estudiar, en 1969, a 47 personas con 
diabetes con mal control glucémico. En todos ellos se 
observó una banda anormal que llamó “componente 
diabético” de la hemoglobina. Después se demostró 
que este componente tenía características cromato-
gráficas muy similares a la fracción A1c. El uso de 
la hemoglobina A1c para la vgilancia del control 
del metabolismo de glucosa en pacientes diabéticos, 
fue propuesto por Anthony Cerami, Ronald Koenig 
et al., en 1976, ya que permite obtener una valora-
ción aproximada de las concentraciones de glucosa 
sanguínea en los últimos dos a tres meses debido al 
tiempo de vida media del eritrocito en los individuos 
y a la exposición de la hemoglobina intraeritrocitaria 
a los valores de hiperglucemia.
3. Autodeterminación de glucemia y glucosuria. Debi-
do a la introducción de materiales y procedimientos 
confiables fue posible que los pacientes lograran su 
propia determinación de glucemia capilar y de glu-
cosa en orina. En ese momento se inició el desarrollo 
del concepto del autocuidado, mismo que se aceptó 
con gran entusiasmo, en especial por los pacientes, 
mas no por aquéllos médicos tradicionalistas, quie-
nes consideraban que el paciente era incapaz de rea-
lizar un autocuidado de su padecimiento, o quienes 
sentían la pérdida de autoridad y control sobre el 
paciente. Sin embargo, pronto fue evidente que las 
personas necesitaban ser instruidas en el manejo de 
los materiales y técnicas para la autodeterminación 
de glucemia capilar, glucosuria o ambas, y lo que fue 
más importante, los pacientes requirieron de una 
enseñanza especial para interpretar los resultados y 
modificar, momento a momento, su tratamiento.
4. Revisión de la forma de administrarla insulina. Du-
rante el decenio de 1970-1979, la diabetología, basa-
da en un mayor conocimiento acerca de la fisiología 
de la secreción y liberación de insulina, así como el 
subsiguiente desarrollo de métodos confiables para 
la determinación de las concentraciones de insulina 
circulante, redescubrió la forma en cómo la insuli-
na se puede administrar de tal manera que intente 
imitar el patrón fisiológico de secreción de la hor-
mona –modo que comprobó ser mucho mejor que 
la administración de una o dos aplicaciones de insu-
lina de acción intermedia al día–. Más tarde, y como 
consecuencia de ese conocimiento, se desarrollaron 
diferentes modelos para la aplicación de la insulina, 
los cuales pretenden separar las necesidades basales 
de insulina con respecto a las necesidades prandiales 
de la misma. A estos modelos más adelante se les 
conoció como terapia intensiva con insulina o tera-
pia de aplicación múltiple con insulina; no obstante, 
algunos médicos prefieren denominarle “terapia sus-
titutiva con insulina”.
5. Educación del paciente y sus familiares. Los avan-
ces de la investigación clínica, la ciencia y la tecno-
logía podrían haber sido inútiles si los médicos no 
se hubiesen preocupado por la información y las 
técnicas disponibles para el mejor control metabóli-
co de diabetes de sus pacientes. Este procedimiento 
logró lo que quizá fue el adelanto más relevante de 
la diabetología moderna: el redescubrimiento de la 
importancia de la educación diabetológica; la ense-
ñanza estructurada y sistematizada de los pacientes, 
con la finalidad de capacitar a la persona con diabe-
tes para que ella misma efectúe las determinaciones 
del control metabólico, así como la adaptación res-
ponsable y consecuente de su tratamiento. Es muy 
importante conocer que los esquemas de aplicación 
de insulina y la educación del paciente no son mo-
dalidades nuevas. Estos conceptos, producto de la 
investigación clínica, fueron llevados a cabo y difun-
didos a finales del decenio de 1920-29 y principios 
del siguiente, por médicos como Elliot P. Joslin, Karl 
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La educación en diabetes 473
Stolte y Robin D. Lawrence, conceptos que, desafor-
tunadamente para los pacientes, habían caído en el 
olvido durante muchos años. Uno de estos médicos, 
el pediatra alemán Karl Stolte, durante el decenio 
de 1930-39, aplicó el concepto de la terapia inten-
siva con insulina en pacientes con diabetes melli-
tus tipo 1 utilizando la determinación preprandial 
de glucosuria y la estimación de los carbohidratos 
contenidos en los alimentos. Su meta era, lo que en 
aquellos años era lo adecuado, mantener un control 
metabólico óptimo, representado por la no presencia 
de glucosuria. De igual forma, el doctor Stolte ela-
boró un “programa de alimentación liberal”, con ali-
mentos que contenían carbohidratos (prohibidos de 
manera estricta en aquel momento), lo cual permitía 
a los pacientes tener una comida más variada con la 
adaptación de su dosis de insulina de acuerdo con las 
necesidades individuales. Esta terapia comprendía la 
participación del paciente dentro de un programa in-
tensivo y estructurado de educación, así como la co-
laboración conjunta y una excelente comunicación 
entre médico y paciente. Es de suponer que el doctor 
Stolte pretendía evitar las hospitalizaciones de sus 
pacientes a través de conferir una independencia en 
su tratamiento para el control de la diabetes. Sin em-
bargo, el conocimiento y la experiencia adquiridos 
durante esos años fueron modificados en forma sor-
prendente después de la Segunda Guerra Mundial. 
En esos años, los médicos encargados de la atención 
de la persona con diabetes declararon que la autode-
terminación de la glucosuria era inútil y perjudicial. 
Además, a los pacientes ya no les estaba permitido 
modificar la dosis de insulina sin la aprobación de su 
médico tratante.
Por intervención de la fundación del Grupo de Estudio 
para la Educación en Diabetes, como parte de la Asocia-
ción Europea para el Estudio de la Diabetes, en Génova, 
en 1979, se dio inicio a ese redescubrimiento de la im-
portancia de la educación como herramienta terapéutica 
de los pacientes, dando como resultado el diseño y la eva-
luación de los diferentes tratamientos y sistemas de edu-
cación en toda Europa. Debido a las diferencias existen-
tes entre los sistemas de salud de los países europeos, los 
programas de educación terapéutica en diabetes fueron 
diseñados de diversas maneras. No obstante, se acordó la 
necesidad de conservar dos objetivos principales, mismos 
que siguen vigentes en la actualidad:
1. La regularización del control glucémico mediante la 
inducción de los valores de la glucemia hacia la nor-
malidad (o lo más cercano a lo normal). Con eso se 
pretendía prevenir las complicaciones microvascula-
res, pero a su vez se mantendría vigilancia para evitar 
las complicaciones agudas de diabetes.
2. La disminución, en la medida de lo posible y de 
acuerdo con los recursos de cada país, de las limi-
taciones que el tratamiento implica, para mejorar la 
calidad y el estilo de vida de la persona con diabetes. 
De igual manera, conferir al paciente una indepen-
dencia con respecto al médico o equipo de salud a 
través de la enseñanza de la autodeterminación de 
los parámetros metabólicos, con la subsiguiente 
adaptación del tratamiento.
El propósito de estos dos objetivos implicaba una visión 
clara de que la terapia de diabetes y la educación de los 
pacientes no son entidades que se encuentran separadas, 
sino que ambas son etapas de un sistema estructurado 
para la atención de la persona con ese padecimiento. En 
la actualidad, se reconoce que todo programa estructu-
rado de educación diabetológica, de educación terapéu-
tica para el autocuidado de la persona con diabetes debe 
cumplir, cuando menos, los objetivos siguientes:
1. Proporcionar a la persona con diabetes y su familia, 
el conocimiento actualizado acerca de la enferme-
dad. El paciente debe conocer el origen de su padeci-
miento, el programa actual de selección de alimentos 
(no las “dietas prohibitivas”), los fármacos que utili-
za, los efectos benéficos de la actividad física, las po-
sibilidades de tener complicaciones agudas y tardías 
de diabetes, los métodos y equipos o materiales para 
la determinación de glucemia o glucosuria, pero, so-
bre todo, que existen alternativas para el control de 
su padecimiento. La participación activa del pacien-
te será casi imposible si no conoce su patología.
2. Adiestrar a la persona con diabetes y a su familia 
en la adquisición de las habilidades para el manejo 
de los materiales y equipos para la determinación de 
glucosuria, cetonuria y glucemia capilar. El paciente 
deberá realizar en forma correcta las determinacio-
nes del autocontrol de su enfermedad para, una vez 
con eso, modificar, si es necesario, el tratamiento en 
ese preciso momento. Es decir, el paciente podrá au-
mentar o disminuir la dosis de insulina de acuerdo 
con el resultado de la determinación de glucemia ca-
pilar y la cantidad de carbohidratos que va a ingerir.
3. Disminuir las limitaciones que el propio tratamiento 
presupone. Este objetivo se refiere, en particular, a 
la necesidad de que la persona con diabetes pueda 
vivir, a lo sumo, como persona sana. Que tenga la 
posibilidad de seleccionar una alimentación sana sin 
que lo límite para comer los alimentos tradicionales 
o regionales, aun cuando estos contengan una cierta 
cantidad de carbohidratos o una cantidad razonable 
de grasas.
4. Motivar a la persona con diabetes a un cambio de ac-
titud con respecto a su patología. Una vez adquirido 
el conocimiento acerca del padecimiento, el educa-
dor en diabetes o el equipo de salud deberá buscar 
la “participación activa del paciente”. La persona con 
diabetes deberá comprender que la modificación de 
su conductay, por consiguiente, la actitud hacia la 
patología, sólo será con la finalidad de aprender a 
vivir de una manera sana.
5. Conferir el sentido de independencia. El pedagogo 
Paulo Freire se refiere a una educación verdadera, 
como la praxis, reflexión y acción del hombre so-
bre el mundo para transformarlo; además agrega: 
la educación es un acto de amor, de coraje; es una 
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474  •  Endocrinología clínica de. . . (Capítulo 44)
práctica de la libertad dirigida hacia la realidad, a la 
que no teme, más bien busca transformarla, por so-
lidaridad, por espíritu fraternal. En este sentido, la 
independencia debe entenderse como la necesidad 
que existe para que la persona con diabetes adquiera 
la libertad como ser humano; no debe estar sujeto o 
supeditado a los tratamientos convencionales en los 
que el médico o el equipo de salud mantienen una 
actitud autoritaria y el paciente una actitud pasiva. 
La persona con diabetes, una vez que ha participado 
en un curso estructurado de educación y tratamiento 
de diabetes, que mantiene una actitud participativa, 
es acreedora a la “libertad con responsabilidad y/o 
responsabilidad con libertad”.
6. Mejorar la calidad y el estilo de vida de la persona 
con diabetes. Este padecimiento debe ser conside-
rado como una “enfermedad social”, ya que puede 
participar, de manera positiva o negativa, en la ar-
monía de la dinámica familiar, laboral y social. Si 
la persona con diabetes ha aprendido a controlar 
su padecimiento, esto significa que ella o él han 
aprendido a vivir de manera sana, por lo que su 
calidad y estilo de vida deberán haber mejorado 
en forma sustancial.
El grupo de estudio para la educación terapéutica en 
diabetes establece que los programas de educación dia-
betológica para los pacientes y su familia, pueden im-
partirse en forma individual, como parte integral de la 
relación persona a persona (de tú a tú) entre el paciente 
y el personal de salud o en grupo. La educación en grupos 
pequeños, de 10 a 15 personas, es más adecuada para 
los ejercicios prácticos de la enseñanza. El lugar de reu-
nión puede variar según las posibilidades de la localidad. 
La duración del programa y su distribución en cuanto al 
tiempo también pueden variar, pero, en general, se con-
sidera que el tiempo mínimo necesario para lograr una 
adecuada asimilación de la información es de 10 a 15 h 
durante cinco días.
Cuando la educación se pretende impartir a grupos 
más numerosos pueden ser útiles conferencias abiertas al 
público en general. También puede llegarse hasta ellos a 
través de los medios de comunicación. El equipo de sa-
lud encargado de la educación del paciente con diabetes 
deberá evaluar las ventajas y las desventajas de la edu-
cación individual o grupal antes de iniciar un programa 
educacional.
EDUCACIÓN INDIVIDUAL
Ventajas
El programa de educación se puede adaptar a las nece-
sidades, aptitudes, intereses y conocimientos que ya po-
see el paciente. Ofrece la oportunidad para mantener un 
diálogo directo con la posibilidad de mantener compo-
nentes dinámicos y emocionales. Al paciente le permite 
expresar temas que, tal vez, no mencionaría en grupo o 
en público.
Desventajas
La educación individual consume mucho tiempo. Los 
pacientes pueden sentirse inclinados a no escuchar ni 
a aprender durante sus sesiones. Los encargados de 
la educación que están muy ocupados pueden dudar 
en dedicar la atención a un sólo paciente. La falta de 
tiempo para escuchar y explicar es la causa principal 
del disgusto entre los pacientes y por tanto, de una 
mala aceptación.
Indicaciones
La enseñanza individual es, tal vez, más apropiada 
como medida de ayuda inicial en el momento del 
diagnóstico de diabetes. Es entonces, cuando se vuelve 
indispensable transmitir al paciente y a su familia las 
nociones básicas, como pueden ser el carácter vitalicio 
de la diabetes, la posibilidad de un control satisfacto-
rio, las reglas dietéticas, la necesidad de una partici-
pación activa de la persona con diabetes y su familia 
en el tratamiento, y aquellas destrezas técnicas, como 
la determinación de glucemia capilar o aplicación de 
insulina.
EDUCACIÓN EN GRUPO
Ventajas
Los pacientes están en una situación favorable para 
aprender porque para eso se han reunido. La asistencia 
en grupo favorece el intercambio de conocimientos y 
experiencias que son poderosas armas educativas. Perte-
necer a un grupo de personas con diabetes ayuda a que 
él y su familia maduren, contribuye a aceptar el padeci-
miento y origina una actitud activa.
Desventajas
El educador debe adquirir habilidades para la comuni-
cación con el fin de llegar a convertirse en un cataliza-
dor eficaz de las reacciones en la comunicación entre los 
diversos miembros del grupo. Resulta difícil adaptar el 
programa educativo y su presentación a pacientes con 
diversos niveles de conocimiento, puesto que no siem-
pre es posible seleccionar a las personas de niveles más o 
menos parecidos. También pueden causar problemas los 
participantes que llegan tarde a las reuniones, los que no 
participan o, por lo contrario, aquéllos que monopolizan 
las sesiones.
Indicaciones
Es probable que la educación en grupo sea la más apro-
piada para una enseñanza con detenimiento. Es muy re-
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La educación en diabetes 475
comendable en aquellas situaciones en que se necesita 
el apoyo del grupo para conseguir un cambio de actitud 
ante la patología. El mejor momento para iniciar esta for-
mación es cuando la persona con diabetes ya ha aceptado 
su padecimiento, lo que suele suceder al cabo de unos 
meses. Los mejores resultados se obtienen en grupos pe-
queños, con un equipo de salud organizado, coordinado 
y que preste particular atención a las necesidades y ca-
pacidades individuales del paciente. El personal médico 
encargado de este tipo de educación debe estar dispues-
to a modificar el programa de acuerdo con las necesida-
des más apremiantes del paciente o su escasa prepara- 
ción. Aquí es muy importante obtener una respuesta 
continua del paciente para lograr los cambios de actitud 
requeridos.
Si fuera necesario escoger un sólo factor como el 
más importante en la educación individual o de grupo, 
se insistiría en la calidad de la interacción entre el pa-
ciente y el educador. Ambos ganarán de esta forma. La 
comprensión del padecimiento por parte de la persona 
mejorará el cuidado de la misma, le dará independencia 
y le ayudará a adoptar un nuevo estilo de vida. En cuanto 
al educador y su equipo, el hecho de mejorar e incremen-
tar la relación con sus pacientes redundará en una gran 
satisfacción profesional.
El reconocimiento de que las complicaciones tardías 
de diabetes pueden evitarse si la persona centra su aten-
ción en el grado de control metabólico (es decir, cuando 
el paciente logra alcanzar un valor normal o lo más cerca-
no a lo normal en su glucosa en sangre) ha permitido re-
evaluar el tratamiento tradicional de diabetes. Por lo que, 
si se desea que el diabético logre y mantenga un control 
de su valor de glucosa, este grado de control metabóli-
co no podrá conseguirse si no existe una participación 
activa, consciente y responsable del propio paciente, lo 
que tampoco podrá lograrse si la persona con diabetes y 
su familia no han recibido un programa estructurado de 
educación diabetológica.
También puede afirmarse que la mejoría en la cali-
dad de atención de la persona con diabetes no depende 
de la aparición futura de nuevos fármacos, de nuevas in-
sulinas, ni de los mejores equipos para la determinación 
de glucosa en sangre; tampoco del aumento en el núme-
ro de especialistas, ni del incremento de los recursos ma-
teriales y económicosotorgados por los gobiernos para la 
atención de las personas con diabetes, sino de, en primer 
lugar, el cambio de actitud de todos aquellos profesio-
nales encargados de la atención de los diabéticos, quie-
nes deberán reconocer al paciente y su familia como un 
elemento indiscutible en la elaboración de las estrategias 
para la atención de la salud.
Debido a que son muchos e importantes los esfuer-
zos que a todos niveles se realizan por el bien del diabé-
tico, miles trabajan, organizan, discuten, investigan, todo 
el “mundo no diabético” (por llamarlo de una forma) 
decide lo que es mejor para el “diabético”, menos el pro-
pio paciente, el más interesado en mejorar su condición 
como ser humano.
En el modelo tradicional de atención a la persona 
con diabetes, el médico, enfermera, nutriólogo, trabaja-
dora social o educador en diabetes transmiten innume-
rables mensajes a los pacientes, diciéndoles lo que deben 
y no deben hacer, lo que deben y no deben comer. Les 
prohíben cosas y los etiquetan insistiendo en que él es un 
diabético que debe seguir al pie de la letra las indicacio-
nes recibidas.
Si el paciente no logra el control de su glucemia –aun 
cuando ésto sea producto de un mal asesoramiento por 
parte del equipo de salud, como cuando a la persona con 
diabetes mellitus tipo 2 se le indican dosis máximas de 
fármacos hipoglucemiantes sin alcanzar el control glucé-
mico, en lugar de iniciar en forma temprana con insuli-
na–, entonces se le catalogará como un diabético indisci-
plinado, que no cumple, que no se adhiere al tratamiento; 
por lo que se le amenaza con que se quedará ciego o le 
amputarán un pie, entre otras circunstancias.
Así, los pacientes con diabetes, en la mayor parte de 
los casos, no cuentan con otra información más que la 
recibida por el médico, el equipo de salud que le atien-
de o ambos, que suelen transmitirle la carga negativa 
del padecimiento sin dar la oportunidad de escuchar las 
alternativas de tratamiento para controlarla y evitar sus 
complicaciones tardías. Además, no se debe ignorar que 
la persona con diabetes se ve envuelta por la ya pesada 
carga crítica y acusadora transmitida por el resto de la so-
ciedad: “no puedes comer eso”; “acuérdate que estás en-
fermo y tienes que guardar la dieta o te quedarás ciego”; 
“a ella no le sirvas, ella tiene diabetes y no puede comer 
de eso”; “él es un buen prospecto, pero tiene diabetes”; 
“¿que ya tienes diabetes?, no, compadre, ya te amolaste”.
En vista de que el contexto de la información que 
reciben las personas con diabetes es negativo, lo único 
que se puede esperar es una actitud negativa hacia el cui-
dado de su estado: “para qué me cuido si de todas formas 
me voy a morir”. Los pacientes desconocen su derecho a 
que se les enseñe. Tampoco están conscientes de que la 
diabetes requiere enseñanza especial para su atención y 
manejo; es decir, de una educación para su autocuidado, 
porque en sus manos está decidir su estilo y calidad de 
vida. Por lo general, se conforman con exigir un fármaco 
y una dieta, como si esto fuera la solución mágica que les 
permitiera lograr el control de su padecimiento.
CONCLUSIONES
La educación terapéutica en diabetes debe redescubrirse 
para atender una demanda social real y manifiesta que el 
modelo tradicional de atención médica ha descuidado, ya 
sea por la propia inercia de su desarrollo o por su poca 
visión o sensibilidad para darse cuenta y entender las 
nuevas necesidades que los avances científicos y tecnoló-
gicos han ido generando en el área de la diabetología. Sin 
embargo, la educación diabetológica debe ser integral, 
holística, humanista, centrada en el desarrollo total de 
la persona, que establezca un nexo real entre las metas 
educativas proyectadas y los valores emocionales, socia-
les, culturales, económicos y demográficos de la persona 
con diabetes. Debe contemplar este sentido humanista o 
de lo contrario será un modelo inestable e ineficaz, que 
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476  •  Endocrinología clínica de. . . (Capítulo 44)
se reduzca a un simple proceso de adiestramiento. No 
hay que educar para “saber hacer” sino para “saber ser”. 
Cuando los objetivos educativos sólo contemplan los 
aspectos científicos y técnicos algo muy importante se 
estará dejando de hacer.
El éxito de la educación en diabetes se basa, en pri-
mer lugar, en que el paciente sea capaz de aplicar el cono-
cimiento adquirido a la vida diaria y, en segundo término, 
en transmitir a la persona con diabetes la responsabilidad 
de su propio cuidado. Capacitar, habilitar y responsabili-
zar a la persona con diabetes significa enseñarle a tomar 
decisiones para enfrentar y resolver las dificultades que 
la patología le puede presentar.
Las personas con diabetes, al igual que todos los seres 
humanos, necesita convivir con los demás, estudiar, inti-
mar, trabajar, buscar su desarrollo personal y profesional, 
sentirse seguro y esforzarse para que el mañana sea una 
promesa de cosas buenas. Sus derechos y obligaciones 
están ahí, pero si no se le enseña a vivir con diabetes y 
comprender que su padecimiento es un aspecto más de 
su vida y no un factor que impida su desarrollo, se le 
estará privando de manera permanente de su derecho a 
sentirse bien.
La educación terapéutica en diabetes, emocional-
mente inteligente, con sentido humanista favorece cam-
bios importantes en la actitud del paciente, le permite 
dejar a un lado esa posición sumisa que le ha obligado a 
trabajar de manera subordinada y en la que sólo apren-
de a obedecer. Al educarle, se le devuelve la dignidad, la 
posibilidad de guiar su propio proceso de aprendizaje y 
de asumir su responsabilidad en el tratamiento diario de 
su padecimiento, para que, de esta manera, pueda mejo-
rar su calidad y estilo de vida, haciéndose acreedor, por 
siempre, al derecho que tiene de sentirse bien.
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	Endocrinología clínica de Dorantes y Martínez 5ª Edición
	Sección VII.

Diabetes mellitus
	44.
La educación en diabetes
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