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22Capítulo Paz María Salazar Schettino Margarita Cabrera Bravo Contenido ■ Introducción ■ Características generales del parásito ■ Ciclo biológico ■ Mecanismos patógenos ■ Manifestaciones clínicas ■ Respuesta del huésped a la infección ■ Diagnóstico ■ Tratamiento ■ Epidemiología ■ Caso clínico Características generales del parásito En su forma adulta, este cestodo se fi ja en las vellosidades de la mucosa del intestino delgado del huésped defi nitivo y mide 3 a 6 mm de longitud. Está compuesto por el escólex piriforme que presenta 4 ventosas y 30 a 40 ganchos que mi- den 30 μm y están dispuestos en una doble corona para su fi jación. Tiene cuello corto y estróbilo con sólo tres proglóti- dos, de los cuales uno es inmaduro, otro maduro y el último grávido. Mide 2 mm y posee ramas uterinas que contienen 500 a 1 500 huevos esféricos o elipsoidales; se desprende del Preguntas de evaluación inicial 1. ¿Qué fase de Echinococcus produce la hidatidosis en el hu- mano? 2 . ¿Qué fase del parásito se presenta en el intestino de los cánidos? 3 . ¿Cuál es el principal mecanismo patógeno del quiste hidatí- dico? 4 . ¿En el humano en qué sitios se presentan los quistes con mayor frecuencia? 5 . ¿Cómo se puede tratar la hidatidosis? Hidatidosis Introducción Esta enfermedad también se denomina equinococosis quís- tica o equinococosis unilocular. Es una zoonosis en la que el humano se infecta en forma accidental y junto con una gran variedad de mamíferos bovinos, ovinos, caprinos y porci- nos desempeñan su papel de huéspedes intermediarios, ya que la forma patógena en ellos es la forma larvaria que se conoce como quiste hidatídico. Los huéspedes defi nitivos de Echinococcus granulosus (cestodo adulto) (fi gura 22-1) son los perros domésticos y algunos cánidos silvestres. Figura 22-1 Adulto de Echinococcus granulosus. estróbilo y se desintegra dejando los huevos libres en el en- torno. Los huevos miden 38 28 μm y contienen una oncos- fera (embrión hexacanto). Los embriones en los capilares hepáticos o pulmonares tienen la apariencia de una masa citoplasmática multinucleada de 30 a 35 mm, y dan origen al quiste hidatídico, cuyo tamaño varía desde 60 a 70 mm hasta 20 a 30 cm. Este quiste, por lo general, es unilocular, esférico, sin vellosidades y tiene tres capas (fi gura 22-2). La más externa es fi brosa, adventicia o periquística, y la forma el huésped como respuesta de protección contra el parásito. Después viene una capa externa del quiste o ectocisto, an- hista, cuticular o laminar, estratifi cada, elástica e inerte que mide de 200 μm a 1 cm y es una protección de la capa inter- na o endocisto. La última capa es granulosa, prolígera o ger- minativa, delgada, y mide 20 μm. Posee núcleos activos, con funciones de crecimiento, de formación de escólices, de lí- quido y de cutícula. De esta capa brotan cápsulas o vesículas prolígeras de 200 a 500 μm donde se desarrollan los escóli- ces en promedio de 30 (por poliembrionía) que constituyen las formas infectivas. Las vesículas se adhieren a la pared mediante un pedúnculo, o bien quedan libres en el líquido hidatídico del que está lleno el interior del quiste. En éste también se observan ganchos y todo el conjunto se conoce como arenilla hidatídica. Los escólices miden 200 μm y es- tán invaginados dentro de las vesículas; tienen doble corona de ganchos y cuatro ventosas (fi guras 22-3 y 22-4); se deter- minó que su respiración es aeróbica y anaeróbica. Las vesículas hijas tienen la misma estructura que la hidátide madre y la misma capacidad para formar vesículas prolígeras, escólices y líquido hidatídico. Pueden ser endóge- nas o exógenas según se desarrollen en el interior o exterior del quiste; las endógenas aparecen en los quistes de larga du- ración, el tamaño es variable, ya que oscila entre 5 y 30 μm de diámetro, y la mayor parte es estéril. El líquido hidatídico en el interior del quiste es límpi- do, algo alcalino, con pH de 6.7 a 7.9, en general estéril, con densidad de 1.007 a 1.015 g/ml y punto crioscópico de 0.53 a 0.70. El 98% es agua con varias sustancias orgánicas e in- orgánicas, como cloruro de sodio (5 g/L), sulfato y fosfato de sodio, ácido acético, propiónico, valérico y succínico, glucosa, colesterol, ésteres de colesterol, monoglicéridos, diglicéridos y triglicéridos, fosfolípidos, ácidos grasos, aminoácidos, pro- teínas y lípidos. Se encuentran también urea, ácido úrico, creatinina y bilirrubina. No hay DNA, RNA, ni amoniaco. El tamaño más común de las hidátides es de 0.8 a 1.5 cm de diámetro. En 2003, la Organización Mundial de la Salud dio a conocer la clasifi cación internacional por ultrasonido del quiste hidatídico (QH) para aplicación clínica y epidemioló- gica, la cual se basa en el contenido y la pared interna del quiste (sus siglas en inglés son CE, por ser un quiste por Echinococcus). El quiste hidatídico se clasifi ca en cinco ti- pos, desde QH1 hasta QH5. Las características generales de QH1 y QH2 es que son activos, por contener los protoescó- lices viables; QH3 es de transición por dar inicio a una degeneración, y QH4 y QH5 son inactivos, ya que en ellos existe muy poca viabilidad. Puede haber estados interme- dios en esta clasifi cación, ya que QH2 y QH3 presentan hidátides hijas, pero en este último ya existen señales de co- lapso y destrucción de la pared germinativa. Para que esto no se preste a confusión, muchos clínicos en sus informes sólo utilizan QH2 para aquellos que tiene hidátides hijas. Figura 22-2 Corte histológico de un quiste hidatídico en el que se ob- servan cápsulas prolígeras. Figura 22-3 Hidátides en las que se observan ganchos. Figura 22-4 Múltiples escólices. Capítulo 22 Hidatidosis170 capa fi brosa que separa al parásito del huésped. Si hay daño en este tegumento de la capa germinal se modifi ca la per- meabilidad de esta última y es posible el paso de inmunóge- nos hacia el huésped. De acuerdo con lo anterior, hay una variedad de res- puestas del huésped que depende de la integridad de la membrana germinal, puesto que el quiste puede estar intac- to o romperse y liberar gran cantidad de antígenos. Los an- tígenos producen una fuerte estimulación inmunológica que conduce al choque anafi láctico y la muerte. Estas dos situaciones serían los extremos. El mecanismo patógeno principal es mecánico, por ser una masa que ocupa espacio, comprime y desplaza. Manifestaciones clínicas Las reacciones locales y generales que ocasiona la llegada del embrión hexacanto al órgano o tejido pasan inadvertidas. El quiste evoluciona con lentitud y en forma silenciosa, por lo cual no causa signos ni síntomas, y sólo se demuestra por su volumen, lo que origina síndrome tumoral, doloroso y de hipersensibilidad, según sea el órgano afectado. El cuadro clínico también puede abarcar complicaciones del quiste, entre ellas infección bacteriana, ruptura y calcifi cación; en las manifestaciones infl uye la sensibilización del huésped y el te- jido parasitado, por lo que el periodo asintomático varía y llega a ser hasta de 30 años como cuando se localiza en hueso. En la hidatidosis hepática, la localización más frecuen- te es el lóbulo derecho; en 80% es unilocular, y cuando es múltiple y de diferentes tamaños cabe pensar en reinfeccio- nes. En el humano, en repetidas ocasiones las hidátides son estériles y reciben el nombre de “acéfalo hidátides”. Cuando la nutrición de la hidátide es defi ciente o enve- jece, se produce vesiculación fi lial y se convierte en multilo- cular. La más común es la vesiculación endógena. Los quistes sin complicaciones evolucionan en silencio durante 10 a 30 años; después originan síntomas, como do- lor en el cuadrante superior derecho del abdomen, pesantez en el hipocondrio derecho y en epigastrio, tumoración pal- pable, indolora, intolerancia a alimentos grasos, los cuales ocasionan sensación de distensión abdominal y urticaria. Los quistes con localización central suelen alcanzar grantamaño y pasa mucho tiempo para que ocasionen sín- tomas, a menos que se rompan u obstruyan las vías biliares por vesículas o restos de membranas. Los quistes de la cara superior comprimen el diafrag- ma y la base del pulmón derecho, por lo que generan sínto- mas respiratorios. Estos quistes pueden abrirse a los bron- quios o a la cavidad pleural. Los de la cara inferior o borde anterior se palpan como una masa redondeada de superfi cie lisa, indolora, y en ella se puede encontrar el frémito hidatídico, que es la sensación de onda (vibración) que choca en el dedo que percute sobre el quiste, y que representa el signo patognomónico. Estos quistes pueden vaciarse a vísceras huecas, como estómago o Ciclo biológico El proglótido grávido que contiene los huevos se desprende del cestodo adulto que se encuentra en el intestino delga- do del perro doméstico o de cánidos silvestres. Los huevos se eliminan con las excretas y contaminan su pelaje, el suelo, los pastos, verduras y el agua para beber. El ganado se infec- ta en los pastizales donde hay huevos. Cuando los huevos llegan al intestino, en específi co el duodeno del ovino o de cualquier otro huésped intermediario, se desintegra la cu- bierta que rodea al embrióforo para dejar salir a la oncosfera (embrión hexacanto). Ésta, por medio de sus ganchos, atra- viesa la pared y penetra en los vasos sanguíneos tributarios de la vena porta. El hígado es el primer órgano a su paso, y si el embrión pasa los capilares hepáticos, alcanza las venas suprahepáticas y la cava inferior para llegar al corazón dere- cho; de allí sigue por la arteria pulmonar hasta los pulmones. A esta migración se debe que su presencia sea más fre- cuente en hígado y pulmones, que es donde se empieza a desarrollar la forma larvaria, hidátide o quiste hidatídico. Al cuarto día de su llegada se inicia la vacuolización central, futura cavidad quística. Al séptimo día mide 60 a 70 mm. El desarrollo de la hidátide es lento: crece más o menos 1 cm por año. Es muy raro que llegue a la parte izquierda del co- razón y por la circulación arterial a cualquier parte de la economía (el organismo en su función integral). El tiempo promedio desde que el ovino ingirió los huevos hasta la for- mación de los protoescólices es de nueve meses. A fi n de cerrar el ciclo es necesario que los cánidos in- gieran las vísceras con el quiste. Así, de los protoescólices (quistes fértiles) sale el escólex, se fi ja en el intestino delgado y se desarrolla en un adulto de Echinococcus granulosus. El adulto inicia su producción de huevos a partir de los 47 has- ta los 61 días después de la ingestión de protoescólices de la hidátide. Mecanismos patógenos A fi n de explicar este aspecto es necesario analizar las es- tructuras y tejidos del quiste hidatídico en función de su capacidad para producir una respuesta inmunitaria. La capa laminar, por su carácter acelular y no degradable, no estimula el sistema inmunitario del huésped. Además, es una barrera que impide que las células inmunocompetentes se pongan en contacto con las estructuras parasitarias, pero sí permite el paso de macromoléculas del huésped, cuyo movimiento es regulado por la capa germinativa. La estimu- lación inmunológica la proporcionan inmunógenos parasi- tarios contenidos en el líquido hidatídico, los cuales salen del quiste atravesando la capa laminar. Al inicio de la infección se puede encontrar una signifi cativa respuesta celular infl a- matoria, en la que se encuentra incremento de leucocitos con base, sobre todo, en eosinófi los, linfocitos y macrófagos; al margen de la reacción infl amatoria, también se encuen- tran fi broblastos, que son los que se encargan de formar la Manifestaciones clínicas 171 colon, y en algunos casos originar la curación. También pueden romperse en forma espontánea o por traumatismo en la cavidad peritoneal, lo cual produciría choque anafi lác- tico o hidatidosis secundaria en cualquier parte del organis- mo por metástasis. Si se deja evolucionar, se complica por penetración de gérmenes en vías biliares. Asimismo, el lí- quido puede reabsorberse, y la membrana externa o todo el quiste pueden calcifi carse en forma parcial, lo que signifi ca la muerte del parásito. La hidatidosis pulmonar se observa con frecuencia en los lóbulos inferiores, de preferencia en el pulmón derecho. Igual que en el hígado, con regularidad es unilocular, pero si es múltiple, los quistes supernumerarios pueden ser se- cundarios. Casi todas las hidátides en esta localización son estériles, pequeñas, de forma ovoide o redonda y no tienen cubierta externa o es muy delgada; por esta última razón se les expulsa con facilidad con el esputo. Aunque alcancen di- mensiones considerables no deforman el tórax, ni horadan las costillas. Los síntomas se llegan a iniciar cuando el quiste mide 5 a 6 cm de diámetro o porque se complica. El quiste no complicado es asintomático o presenta síntomas como dolor inespecífi co, tos con expectoración y disnea; en ocasiones se diagnostica tras practicar examen radiológico. Cuando al- canzan un gran tamaño disminuye el murmullo pulmonar y hay matidez. Tales quistes evolucionan y se complican con mayor rapidez que los hepáticos. La complicación más fre- cuente es la abertura a los bronquios, lo que ocasiona hidatop- tisis o hidroneumoquiste con la consecuente infección; a esto se le llama pioneumoquiste hidatídico. Con la ruptura se presenta la vómica, con expulsión de membranas, vesículas y líquido con arenilla hidatídica; lo anterior se podría acom- pañar de hemoptisis e incluso choque anafi láctico. También se pueden romper en la cavidad pleural, producir una reac- ción serosa y, en raras ocasiones, una hidatidosis secundaria porque la mayor parte de los quistes en estos lugares es esté- ril. Además, por tener la cubierta externa delgada o no pre- sentarla, estos quistes no muestran calcifi cación. También es posible encontrar quistes, con menor fre- cuencia en bazo, riñón, corazón, páncreas, mama, órbita, músculos, genitales, parótidas, tiroides, mediastino, sistema nervioso central, hueso, tejido subcutáneo y vejiga. Como la localización más frecuente es en pulmón, es importante realizar diagnóstico diferencial con otras enti- dades clínicas, como enfermedades colágeno-vasculares (lupus eritematoso sistémico, sarcoidosis [lesiones nodula- res] y granulomatosis de Wegener), neoplasias, quiste bron- cogénico congénito, procesos de origen mecánico (cuerpo extraño, bulas infectadas, enfi sema o radiación), enferme- dades vasculares (infarto pulmonar o émbolo séptico) y procesos infecciosos causados por bacterias (tuberculosis, nocardiosis, actinomicosis), absceso pulmonar piógeno, micosis (histoplasmosis, criptococosis, coccidioidomicosis, aspergilosis y neumocistosis). Respuesta del huésped a la infección La capa fi brosa que cubre al quiste la forma el huésped en 2 a 4 semanas, y las estructuras de las diferentes capas del pará- sito se forman junto con él; de éstas, la fi brosa es una barrera que por su conformación acelular no produce estimulación inmunológica en el huésped. Por ello, la ausencia o presen- cia de anticuerpos en portadores de quistes la determina la existencia de una microfi sura en la membrana germinal, ya sea por traumatismo o por infección bacteriana. A través de ella se liberarían los componentes del líquido hidatídico que actuarían como antígenos. También pasan macromoléculas del huésped, por lo que albúmina e inmunoglobulinas del huésped se encuentran en el líquido hidatídico. En este lí- quido se encontraron 12 componentes; el antígeno A, que cuenta con cinco componentes, y el B, los cuales se utilizan para diagnóstico. El antígeno A es termolábil y de 60 kD; en condiciones de reducción se separa en dos subunidades de 20 y 38 kD. En cuanto al B, es termoestable y se separa en tres bandas inmunógenas de 8/12, 16 y 23 kD; el que más se emplea para diagnóstico es el 8/12. Además, se encontró unamolécula lipoproteica de 116 kD, que es un heterotetrá- mero formado por subunidades de 45, 66, 75 y 116 kD uni- dos por puentes disulfuro. La mayoría de los pacientes con hidatidosis presenta incremento de IgM, IgG e IgE (de la segunda predominan IgG1 e IgG4), además de marcada disminución del factor de necrosis tumoral (TNF) y reducción —aunque no signifi ca- tiva— del porcentaje de células CD20 (células B); sin embar- go, es necesario considerar que la edad y el género pueden condicionar los porcentajes, ya que en mujeres mayores de 60 años es elevado el porcentaje de células CD20. Respecto de la IgG, las mujeres presentan concentraciones más bajas. Es importante considerar estas circunstancias una vez que el parásito se establece, para valorar su ubicación y el estado inmunológico del paciente. La respuesta inmunitaria de- pende del órgano afectado, así como de la ubicación dentro del mismo. Torcal y colaboradores observaron que los en- fermos con quistes en una localización central o paracentral en los segmentos I, IV, V y VIII del hígado mostraron concen- traciones altas de IgG, IgE, IL-1, IL-2 e IL-4, en comparación con los pacientes que presentaban quistes en la periferia. En animales reinfectados, IL-10, IL-4 e IL-5 se detectan en la primera semana posinfección y la primera es la más aparen- te durante toda la infección. La función de las citoquinas para unir la respuesta inmunitaria humoral y celular en la respuesta del huésped al quiste hidatídico puede ser muy signifi cativa, ya que se determinó una correlación entre las concentraciones de IgG total e IL-4, entre las de IgG e IgE, y entre IgE total e IgE específi ca contra el parásito. En pacien- tes con varios quistes o de gran tamaño se encontró activa- ción del complemento e incremento de las concentraciones de IgE e IL-2, lo que demostraría calcifi cación periquística. Capítulo 22 Hidatidosis172 Cuando el quiste inicia su infi ltración o destrucción, la respuesta es predominantemente con IgG1, IgG2 e IgG3. Dado que el quiste está expuesto a factores humorales del huésped que actúan en sus capas externa e interna, es probable que el sistema del complemento sea uno de los prin- cipales componentes de la respuesta del huésped, para la cual el parásito debe poseer mecanismos de evasión con el fi n de sobrevivir. Esto puede presentarse por inhibición del paso C3b, lo que puede derivarse del parásito, del huésped o por moléculas unidas al parásito. Lo anterior se probó in vitro con oncosferas de huevos de Echinococcus granulosus y pro- toescólices, los cuales se colocaron en suero normal y las oncosferas fueron las primeras en ser destruidas, para des- pués hacerlo los protoescólices debido a la estimulación de la vía alterna del complemento. En suero inmune la que se activa es la vía clásica y la lisis es más rápida que en el suero normal. También se observó que la concentración selectiva del factor H del plasma intersticial del huésped puede con- tribuir a que el parásito evada el complemento. Los niveles de citocina en los pacientes con quistes en hígado o pulmón se encuentran elevados. La coexpresión de IL-10 e IFN-γ en altos niveles sugiere que la respuesta inmu- ne la regulan Th 1 (Th 0) y Th 2. No existe explicación para los altos niveles de las citocinas Th 1 y Th 2, y se podría deber a la complejidad de la mezcla de antígenos del fl uido del quis- te que quizá tenga distintos epítopes para cada subgrupo de células T; sin embargo, la situación se complica debido a que es raro que en la fase crónica en el humano se involucren las células Th 0. El crecimiento del quiste se relaciona con una respues- ta inmunitaria celular. Las citocinas que se producen son resultado del desequilibrio entre Th 1 y subpoblaciones de Th 2. En modelo murino, la actividad de células Th 1 se rela- ciona con quistes en regresión, que sería el equivalente de QH5 (inactivo) en humanos con buena respuesta a la qui- mioterapia, y Th 2 se vincula con la enfermedad activa y con una pobre respuesta a la quimioterapia. Con antígenos es- pecífi cos se observa elevada respuesta linfoproliferativa y producción predominante de citocinas Th 2. Hay una dife- rencia signifi cativa a la respuesta linfoproliferativa entre los pacientes curados en forma radical mediante una interven- ción quirúrgica y los enfermos que fueron sometidos a ope- ración parcial o a no resección; por tanto, esta prueba se puede usar para vigilar el tratamiento con intervención qui- rúrgica. Hay pruebas de que las diferencias morfológicas del quiste tienen distintos parámetros inmunológicos, lo que indica que la interacción del huésped con el parásito es in- fl uida por la estructura del quiste; por ejemplo, en un pacien- te con QH2, la respuesta de anticuerpos al fl uido quístico es con base en IgG4, lo cual está ligado con un incremento de la sintomatología y con una respuesta pobre a la quimiotera- pia. Aunque se necesitan muchos estudios en el rubro de la inmunología sobre esta enfermedad, como saber si el siste- ma inmune tiene función signifi cativa en los cambios mor- fológicos del quiste, o si responde a modifi caciones que pro- vocan otros factores, lo que es un hecho es que altas concentraciones de IgG4 y niveles de IgE reducidos en las formas inactivas se relacionan con la enfermedad activa. La eosinofi lia y la producción de altos niveles de IgE son una respuesta natural a la infección de tejidos por hel- mintos. Como en esta parasitosis los eosinófi los, igual que los neutrófi los, están implicados en la fagocitosis de este pa- rásito, estas últimas células son más fagocíticas que los eosi- nófi los en el proceso de destrucción del parásito. Diagnóstico Clínico y epidemiológico. Se debe realizar una historia clí- nica exhaustiva y dirigida, investigar si existe convivencia con perros. Desde el punto de vista clínico es importan- te considerar que el padecimiento es de larga evolución, silen- cioso, se relaciona con signos y síntomas de masa ocupativa (dependerán de su localización). El frémito hidatídico es orientador, pero poco frecuente. Parasitológico. El diagnóstico de certeza se realiza al identifi car los elementos del quiste (cutícula, escólices y ganchos). Laboratorio. En la biometría hemática puede existir hipereosinofi lia sólo con la ruptura del quiste. Altos niveles de IgE y eosinofi lia se encuentran en este padecimiento, como en las infecciones por helmintos. Inmunológicos. La intradermorreacción de Casoni se debe efectuar con antígenos estandarizados para obtener 90% de sensibilidad; la reacción positiva precoz es la que tiene valor diagnóstico. Puede haber falsos positivos con tri- quinosis y fasciolosis, por lo que se debe interpretar en con- junto con la clínica y otros exámenes. Sobre las pruebas serológicas, la inmunoelectroforesis tiene especifi cidad de 100% cuando se detecta el arco 5o. de Capron; sin embargo, su sensibilidad no es alta, por lo que un resultado negativo no implica que la enfermedad sea inexistente. Este Ag es reconocido igual que el Ag B por la IgG1 y la IgG4. Por otra parte, no se recomiendan la hema- glutinación ni la aglutinación con partículas de látex. La inmunofl uorescencia indirecta es muy sensible y específi ca, lo mismo que ELISA-IgG e inmunoblot, por lo que estas tres últimas son las que más se recomiendan. Es importante considerar que entre 10 a 20% de pacientes con quistes en hígado y cerca de 40% que tienen quistes en pulmón no pro- ducen anticuerpos específi cos en suero, por lo que existen falsos positivos. Imagenología. Los exámenes radiológicos deben practicarse en la zona afectada. Es factible tomar una radio- grafía convencional o contrastada y es recomendable reali- zar una radiografía de tórax para verifi car la inexistencia de hidatidosis pulmonar. Los quistes no complicados dan una imagen redonda con límites precisos, no deben confundirse con neoplasias. En ocasiones se observa en la periferia una depresión denominada“signo de la muesca”, y cuando el quiste se complica puede penetrar aire entre la adventicia y la cutícula, lo que se representa mediante una zona clara al- Diagnóstico 173 rededor de la hidátide, llamada “signo neumoperiquístico”. Si el aire llega a penetrar en el quiste se tiene una imagen de doble arco; si hay demasiado aire, existe una imagen con nivel líquido horizontal con membranas, que fl ota y que se conoce como “signo de camalote”. Por otra parte, el quiste pulmonar sin líquido con membranas retenidas da una imagen poligonal. Todas las imágenes descritas son caracte- rísticas, mas no patognomónicas. Rara vez se observan cal- cifi caciones, pero cuando llega a suceder hay una imagen de halos concéntricos o en bola de billar. En la ecografía abdominal del hígado es factible esta- blecer el diagnóstico y ubicar el lóbulo afectado al tiempo que se determinan forma, dimensiones, cantidad, conteni- do y la relación del quiste con las vías biliares y grandes va- sos, además de su utilidad para la observación del estado o evolución del quiste dentro de la clasifi cación QH1 a QH5. El ultrasonido Doppler también es útil. En la tomografía axial por computadora (TAC) se obser- van con mayor claridad las imágenes anatómicas y se detectan lesiones focales hepáticas, por tal razón, es más sensible y es- pecífi ca que las dos técnicas anteriores. En el hígado, los quis- tes se ven como imágenes bien delimitadas, menos densas que el hígado normal, y es posible observar vesículas hijas. La resonancia magnética se puede aplicar en cualquier órgano. El hígado se observa de color gris más intenso que el bazo. También se detectan estructuras intraquísticas. La colangiografía retrógrada endoscópica permite ob- servar si hay paso de medio de contraste a duodeno y detec- tar por tanto si hay lesión en vesícula biliar. La laparoscopia diagnóstica y punción percutánea, así como la laparotomía exploradora, son métodos que presen- tan el riesgo de romper el quiste. Tratamiento El tratamiento puede ser quirúrgico o farmacológico, sobre todo si el quiste está en el hígado. Si el tratamiento quirúrgi- co es radical, conlleva el riesgo de que se abra en la cavidad peritoneal y produzca choque anafi láctico, metástasis de las arenillas hidatídicas, o ambos. Otra forma es la exéresis del contenido del quiste y la inyección de formol, etanol a 95% o solución salina hipertónica a 15% dentro de éste para fi jar los elementos restantes. A este procedimiento se le denomina “marsupialización”. También existen algunas combinaciones terapéuticas, como cirugía, punción-aspiración-inyección- reaspiración (PAIR) que utilizan soluciones parasiticidas y quimioterapia. Los medicamentos que se utilizan son albendazol, me- bendazol y praziquantel (cuadro 22-1). Estos fármacos tam- bién se utilizan por periodos hasta de seis meses después de la intervención quirúrgica. Si el quiste se localiza en hueso, es preciso extraerlo por completo y después de la operación practicar injertos óseos o adaptar prótesis. Es difícil establecer el pronóstico a largo plazo en los pacientes, por lo que es recomendable efectuar seguimiento durante un largo periodo con técnicas de imágenes. También es importante efectuar un control en los pe- rros pastores (tratamiento periódico con praziquantel [5 mg/kg]), educación para la salud (higiene personal, aseo de manos antes de comer y después de jugar con los perros), e inspección de carne y vísceras. Epidemiología La prevalencia se observa en zonas geográfi cas con climas templados, como el cono sur de América, litoral del Medite- rráneo, el Oriente Medio, el sur y centro de lo que era la URSS, Asia central, India, Nepal, China, Australia, África y EUA. En algunos países con incidencias elevadas ya se consi- dera el manejo de los conceptos de emergente o reemergente. Si se toma en cuenta que la morfología del tipo de quis- te representa su desarrollo natural, la prevalencia del quiste será según la edad, por lo que QH1 sería de jóvenes sobre los 20 años y QH4 de personas de mayor edad, por encima de los 60 años; esto se fundamenta en el supuesto de que la infección es alrededor de los tres años de edad, y conside- rando que QH4 y QH5 son quistes viejos, no se deberían encontrar en niños; sin embargo, se han descubierto en me- nores entre 6 y 14 años de edad, con lo que se asume que el tipo de quiste es más bien sobre la edad del parásito que so- bre la edad del huésped. En China se realizó un trabajo al respecto en tres comu- nidades. En la primera, de 216 casos se obtuvo prevalencia de 6.8% con predominio de QH1; en la segunda, de 49 casos, 2.7% con predominio de QH2 y QH3, y en la tercera localidad de 75 casos, 1.6% con predominio de QH4 y pocos casos de QH1; en esta última localidad, la población de perros dismi- nuyó 10 años antes de este estudio, debido al envenenamiento con raticidas; este factor infl uyó para los pocos casos de re- ciente infección (QH1) y a la mayor prevalencia de QH4. En México es, en apariencia, baja la incidencia por esta parasitosis; se informaron casos en el Distrito Federal, Esta- Antiparasitario Dosis pediátrica Dosis en adultos Albendazol 15 mg/kg/día (máximo 800 mg/día) de 1 a 6 meses 400 mg/día por 1-6 meses Mebendazol 40 a 50 mg/kg/día 400-500 mg/día Praziquantel 25 mg/kg 25 mg/kg • Cuadro 22-1 Fármacos para el tratamiento de la hidatidosis Capítulo 22 Hidatidosis174 do de México, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Michoacán, Nuevo León, Veracruz y Zacatecas, y mediante estudios seroepidemiológicos se detectaron casos seropositivos en los estados de Querétaro, Jalisco y Guanajuato. Caso clínico Paciente femenina de 30 años, originaria y residente de Tan- citaro, Michoacán, tiene como antecedentes de importancia la convivencia con perros y animales de corral (ovejas), refi ere presentar desde hace un mes dolor en cuadrante su- perior derecho y en epigastrio, intolerancia a las grasas, dis- tensión abdominal, náuseas y urticaria. A la exploración se palpa masa tumoral, indolora. Se realiza biometría hemáti- ca, química sanguínea y pruebas funcionales hepáticas, sólo se reporta una discreta eosinofi lia. Recibió tratamiento mé- dico para el manejo de dolor y dispepsia sin presentar mejo- ría. Con ultrasonografía se identifi ca una masa quística de 10 cm en lóbulo derecho con pared irregular, por lo que se indica laparoscopia, se efectúa aspiración del contenido del quiste y la extirpación del mismo, en el examen microscópi- co se observan protoescólices compatibles con Equinococ- cus granulosus. Se realiza ELISA, la cual fue positiva. Se prescribe albendazol, la paciente presenta una buena evolu- ción, se da de alta y se mantiene tratamiento antiparasitario durante tres meses y control con ultrasonografía abdominal. Bibliografía Carrada Bravo T. Equinococosis pulmonar: investigación clínico- patológica. Med Int Mex 20:65-71. 2004. Clavel A, Varea M, Doiz O et al. 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La fase adulta. 3 . Mecánico. 4 . En el siguiente orden de frecuencia: hígado, pulmón, huesos. 5 . Tratamiento farmacológico y quirúrgico. Respuestas a las preguntas de evaluación inicial Capítulo 22 Hidatidosis176 Capítulo 22. Hidatidosis
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