Logo Studenta

Sordera (no sindrómica)

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

PRINCIPIOS
• Heterogeneidad alélica con pauta de herencia dominante y
recesiva.
• Cribado neonatal.
• Sensibilidad cultural para el consejo genético.
CARACTERÍSTICAS FENOTÍPICAS PRINCIPALES
• Sordera congénita en la forma recesiva.
• Sordera progresiva en la infancia en la forma dominante.
Entre las formas heredadas de sordera no sindrómica, las 
mutaciones de GJB2 están entre las causas más frecuentes. Oca-
sionan DFNB1 (MIM 220290), que responde por la mitad de 
las sorderas congénitas autosómicas recesivas no sindrómicas, 
así como DFNA3 (MIM 601544), una forma rara de sordera 
progresiva autosómica dominante con inicio en la infancia. Las 
mutaciones 35delG responden por aproximadamente dos tercios 
de las mutaciones GJB2 autosómicas recesivas identifi cadas en 
las poblaciones blancas, pero no en otros grupos étnicos. La mu-
tación predominante en los chinos, por ejemplo, es 235delC en 
GJB2, que causa DFNB1.
Patogénesis
El gen GJB2 codifi ca la conexina 26, una proteína de la familia 
proteica involucrada en la formación de canales intercelulares. 
Estos canales crean poros entre las células, lo que permite el in-
tercambio de iones y el paso de la corriente eléctrica entre las 
células. La conexina 26 presenta una expresión elevada en la có-
clea, el órgano del oído interno que transforma las ondas sonoras 
en impulsos eléctricos. La incapacidad de formar canales interce-
lulares produce la pérdida de la función coclear, pero no afecta el 
sistema vestibular ni el nervio auditivo.
Fenotipo e historia natural
La sordera debida a las mutaciones del gen GJB2 es congénita y 
varía de ligera a profunda (fi g. C-11). Los défi cits cognitivos no 
forman parte del trastorno, siempre que la defi ciencia auditiva se 
detecte precozmente y el niño reciba la atención necesaria que le 
permita el desarrollo del lenguaje hablado o de signos. 
La sordera autosómica dominante debida a mutaciones de 
GJB2 también se produce. Se inicia en la primera infancia y se 
asocia con pérdida auditiva progresiva, de moderada a severa, 
para las frecuencias altas. Al igual que la enfermedad autosómi-
ca recesiva, tampoco se asocia con défi cits cognitivos. 
Control y tratamiento
El diagnóstico de sordera congénita suele llevarse a cabo mediante 
el cribado de los recién nacidos. Este cribado se realiza midiendo 
las emisiones otoacústicas, que son los sonidos causados por las 
vibraciones internas del interior de la cóclea normal, o mediante el 
ABR automático, que detecta las señales eléctricas que se generan 
en el cerebro en respuesta a un sonido. Con la introducción del 
examen acústico universal de los neonatos, el promedio de edad 
del diagnóstico ha descendido hasta los 3 a 6 meses, lo que per-
mite la intervención temprana con ayudas a la audición y otras 
formas de terapia. Los lactantes que inician el tratamiento antes 
de los 6 meses de edad muestran un mejor desarrollo del lenguaje 
que los bebés que son diagnosticados más tardíamente. 
En cuanto se detecte la sordera, es necesario remitir el niño a 
un especialista para que se benefi cie de una pronta intervención, 
con independencia de la etiología de la defi ciencia. Los padres, 
al consultar un equipo profesional con otorrinolaringólogos, au-
diólogos, equipos de implantes cocleares y foniatras y discutir 
con ellos los benefi cios y los inconvenientes de las distintas op-
ciones, pueden elegir las opciones que consideren más adecuadas 
para ellos. Ha de instituirse lo antes posible una terapia intensiva 
del lenguaje, hablado y de signos, apropiada para la edad y con 
la asistencia de aparatos auditivos. Se puede ofrecer a los padres 
la opción de un implante coclear, un aparato que sortea la cóclea 
malfuncionante. La utilización de implantes cocleares antes de 
los 3 años de edad se asocia a un habla mejor y a un mejor len-
guaje fi nal que los implantes realizados más tardíamente. 
11. Sordera (no sindrómica)
(Mutación en GJB2)
Autosómica dominante y recesiva
252
HISTORIA Y HALLAZGOS FÍSICOS
R.K. y J.K. son remitidos a la clínica genética porque al hijo de 
ambos de seis semanas, B.K., se le ha diagnosticado disminución 
congénita de la acuidad auditiva. La sordera fue detectada 
primero mediante la prueba auditiva del protocolo neonatal 
(prueba de emisiones otoacústicas evocadas) y después mediante 
una prueba de respuesta auditiva del tronco cerebral (ABR), que 
demostró la existencia de una discapacidad auditiva moderada.
B.K. es hijo de una pareja sana de origen europeo. 
Ninguno de los progenitores tiene una historia personal ni 
familiar de problemas auditivos durante la infancia, si bien 
el padre cree que su tía puede haber sufrido alguna difi cultad 
auditiva de mayor. B.K. ha nacido a término, tras un 
embarazo sin complicaciones. 
En el examen físico, se observa que B.K. no es dismór-
fi co. No presenta rasgos de malformaciones craneales que 
afecten los pabellones auriculares ni los canales auditivos 
externos. Las membranas timpánicas están visibles y son 
normales. El examen oftalmoscópico es limitado, debido a 
la edad del paciente, pero no se detectan anormalidades. 
No hay bocio. La piel es normal. 
Las pruebas de laboratorio revelan una pérdida audi-
tiva bilateral de 60 decibelios para las frecuencias medias y 
altas (500 a 2.000 Hz y >2.000 Hz). La electrocardiografía 
es normal. La tomografía del hueso petroso y de la cóclea 
es normal, sin malformaciones ni dilatación de los canales.
Se analiza el DNA de B.K. en busca de mutaciones en 
el gen GJB2. Se verifi ca que el niño es homocigoto para la 
mutación común de cambio de marco 35delG en el gen 
GJB2. 
BASES
Etiología e incidencia de la enfermedad
Alrededor de 1 de cada 500 a 1.000 neonatos presenta una de-
fi ciencia auditiva congénita clínicamente signifi cativa, que surge 
por defectos del aparato de conducción en el oído medio o por 
defectos neurológicos. Se calcula que aproximadamente entre un 
tercio y la mitad de las sorderas congénitas tienen una etiología 
genética. De las formas hereditarias, alrededor de tres cuartas 
partes son no sindrómicas, y se caracterizan únicamente por 
sordera. Una cuarta parte es sindrómica, es decir, se asocia con 
otras manifestaciones.

Continuar navegando

Otros materiales