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221© 2016. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos Capítulo 16 Aplicación de la evidencia con los pacientes La perspectiva del paciente Este capítulo pretende demostrar precisamente que no existe la perspectiva del paciente. A veces, en nuestras vidas, a menudo con más frecuencia a medida que envejecemos, todos somos pacientes. Algunos de nosotros también somos pro- fesionales sanitarios, pero cuando hay que tomar decisiones sobre nuestra salud, nuestra medicación, nuestra operación, o los efectos secundarios que nosotros podemos o no podemos experimentar con un tratamiento particular, contem- plamos esa decisión de un modo diferente a cuando tomamos el mismo tipo de decisión en nuestro papel profesional. Como ya sabrá quien haya leído los capítulos anteriores de este libro, la medicina basada en la evidencia (MBE) consiste principalmente en el uso de algún tipo de media poblacional (odds ratio, número necesario a tratar, estimación del tamaño del efecto medio, etc.) para documentar las decisiones. Sin embargo, muy pocas personas se comportan exactamente igual que el promedio de puntos de la gráfica: algunos serán más propensos a obtener los beneficios y otros lo serán a sufrir los perjuicios de una intervención en especial. Pocas personas valorarán un resultado particular en la misma medida que la media del grupo respecto a, por ejemplo, una pregunta de apuesta estándar (v. sección «Medición de los costes y beneficios de las intervenciones sanitarias» del capítulo 11). La experiencia individual única de estar enfermo (o, en realidad, de estar «en riesgo» o de ser clasificado como tal) se puede expresar en términos narrativos: es decir, se puede contar una historia al respecto. Y la historia de cada uno es diferente. El «mismo» conjunto de síntomas o fragmento de información tendrá muchos significados diferentes dependiendo de quién los experimenta y de qué más está pasando en sus vidas. El ejercicio de realizar la historia clínica de un paciente es un intento de «domesticar» ese conjunto idiosincrásico e individual de experiencias personales y ponerlo en un formato más o menos estándar para hacerlo coincidir con los protocolos de evaluación, tratamiento y prevención de la enfermedad. De hecho, el primer profesor de medicina general de Inglaterra, Marshall Marinker1, una vez afirmó que el papel de la medicina es distinguir http://booksmedicos.org 222 Cómo leer un artículo científico el mensaje claro de la enfermedad desde el ruido de interferencia del paciente como persona. Como he escrito en otra parte, la perspectiva de la MBE sobre la patología y la perspectiva única del paciente sobre su enfermedad («medicina basada en la narrativa», si se quiere) no son, en absoluto, incompatibles2. Merece la pena volver a la definición original de la MBE propuesta por Sackett y cols. Esta definición se reproduce en su totalidad, aunque sólo suele citarse la primera frase: La medicina basada en la evidencia es el uso consciente, explícito y sensato de la mejor evidencia actual en la toma de decisiones sobre la asistencia de los pacientes concretos. La práctica de la medicina basada en la evidencia significa integrar la experiencia clínica individual con la mejor evidencia clínica externa disponible procedente de la investigación sistemática. Con el término «experiencia clínica individual» nos referimos a la competencia y el criterio que cada médico adquiere mediante la experiencia y la práctica clínicas. Una mayor experiencia se refleja en muchos aspectos, pero especialmente en el diagnóstico más eficaz y eficiente, y en la identificación más reflexiva y el uso compasivo de las circunstancias, derechos y preferencias de los pacientes concretos en la toma de decisiones clínicas sobre su asistencia. La «mejor evidencia clínica externa disponible» es la investigación clínicamente relevante, a menudo procedente de las ciencias básicas de la medicina, pero sobre todo de la investigación clínica centrada en pacientes sobre la exactitud y la precisión de las pruebas de diagnóstico (incluida la exploración física), la potencia de los marcadores pronósticos y la eficacia y seguridad de las pautas terapéuticas, de rehabilitación y preventivas (pág. 71). Por lo tanto, aunque a veces se afirma erróneamente que los protagonistas originales de la MBE dejaron al pobre paciente fuera del guión, en realidad fueron muy cuidadosos para presentar la MBE como supeditada a la elección del paciente (y, de paso, como dependientes del criterio clínico). El «mejor» tratamiento no es necesariamente el que haya demostrado ser más eficaz en ensayos controlados aleatorizados, sino el que se adapte a un conjunto particular de circunstancias concretas y coincida con las preferencias y prioridades del paciente. Los médicos a veces plantean el enfoque «basado en la evidencia» de un modo estereotipado, por ejemplo, al pensar que todos los pacientes con un accidente is- quémico transitorio deben tomar warfarina ya que éste es el tratamiento preventivo más eficaz, con independencia de si los pacientes dicen que no quieren tomar comprimidos, no pueden tolerar los efectos secundarios o creen que no merece la pena la molestia de realizarse un análisis de sangre cada semana para comprobar su coagulación. Una de mis familiares era reacia a tomar warfarina, por ejemplo, porque le habían aconsejado que dejase de comer pomelo (un alimento que llevaba tomando en el desayuno desde hacía más de 60 años, pero que contiene productos http://booksmedicos.org Aplicación de la evidencia con los pacientes 223 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in au to riz ac ió n es u n de lit o. químicos que pueden interactuar con la warfarina). Me gustó que su médico de cabecera la invitase a comentar los pros y los contras de las diferentes opciones de tratamiento para que pudiese realizar una elección informada. Casi toda la investigación en la tradición de la MBE entre 1990 y 2010 se centró en el componente epidemiológico y trató de establecer una base de evidencia de ensayos controlados aleatorizados y otros diseños de investigación con «solidez metodológica». Después, surgió una tradición de «elección del paciente basada en la evidencia», en la cual se formalizó y se estudió sistemáticamente el derecho del paciente a elegir la opción más adecuada y aceptable para él3. El tercer componente de la MBE al que se hace referencia en la cita (el criterio clínico individual) no ha sido teorizado amplia- mente por los estudiosos de la tradición de la MBE, aunque yo he escrito acerca de él4. PROM Antes de describir cómo se puede involucrar a los pacientes en la individuali- zación de las decisiones de la MBE, quiero introducir un enfoque relativamente nuevo para seleccionar las medidas de resultado usadas en los ensayos clínicos: medidas de resultado referidas por los pacientes (PROM, patient reported outcome measures). Una posible definición es la siguiente: Las PROM son las herramientas que utilizamos para obtener información desde la perspectiva del paciente sobre cómo se percibe que los aspectos de su salud y el impacto de la enfermedad y su tratamiento están influyendo en su estilo de vida y, posteriormente, en su calidad de vida (CDV). Por lo general son cuestionarios autocumplimentados, que pueden ser cumplimentados por un paciente o individuo sobre sí mismo, o por otras personas en su nombre5. Con el término «medida de resultado» me refiero al aspecto de salud o en- fermedad que los investigadores deciden medir para demostrar, por ejemplo, si un tratamiento ha sido eficaz. El fallecimiento es una medida de resultado, al igual que la presión arterial, la oportunidad de salir del hospital con un bebé vivo cuando se ingresa en un hospital para un parto o la capacidad de subir las escaleras y hacerse una taza de té uno mismo. Hay muchas más, pero la esencia es que en cualquier estudio los investigadores tienen que definir en qué estántratando de influir. Las PROM no son medidas individualizadas. Al contrario, siguen siendo un tipo de media poblacional, pero a diferencia de la mayoría de las medidas de resultado, son un promedio de lo que más importa a los pacientes, en lugar de un promedio de lo que los investigadores o los médicos consideraron que debían medir. La manera de desarrollar una PROM es llevar a cabo una extensa fase de la investigación cualitativa (v. cap. 12) con una muestra representativa de personas que tengan la enfermedad en la cual estamos interesados, analizar los datos cualitativos y luego usarlos para diseñar un instrumento de estudio («cuestionario», v. cap. 13) que recoja todas las características clave de lo que preocupa a los pacientes6,7. http://booksmedicos.org 224 Cómo leer un artículo científico Las PROM fueron popularizadas inicialmente (creo) por un equipo de Oxford dirigido por Ray Fitzpatrick, quien utilizó el concepto para desarrollar medi- das dirigidas a evaluar el éxito de la artroplastia total de cadera y rodilla8. Ahora se usan de forma bastante rutinaria en muchos temas clínicos en el campo más amplio de «investigación de resultados»9,10; además, una monografía reciente realizada por el Kings Fund de Reino Unido recomienda su uso rutinario en la toma de decisiones del National Health Service11. Justo cuando esta edición se envió a imprenta, el Journal of the American Medical Association publicó un conjunto de normas para las PROM12. Toma de decisiones compartida Por importante que sean las PROM, sólo indican qué es lo que más valoran los pacientes, en promedio, no lo que el paciente que tenemos frente a nosotros en un momento dado valora más. Para averiguarlo, como dije en el capítulo 1, habría que preguntar al paciente. En la actualidad, hay una ciencia y una metodología para «preguntar al paciente»3,13. La ciencia de la toma de decisiones compartida comenzó a finales de la década de 1990 como un interés especial de algunos médicos generales con un espíritu docente y entusiasta, sobre todo Elwyn y Edwards14. La idea se basa en el concepto del paciente como un selector racional, capaz y dispuesto (quizás con apoyo) a participar en la deliberación sobre las opciones y a realizar una elección informada. Una de las dificultades es mantener la ecuanimidad, es decir, abstenernos de realizar lo que creemos que debería ser la forma de proceder y presentar las diferentes opciones presentando objetivamente los pros y los contras para que los pacientes puedan tomar sus propias decisiones15. En el cuadro 16.1 se enumeran las competencias que los médicos necesitan para poner en práctica la toma de decisiones compartida con sus pacientes16. Cuadro 16.1 Competencias para la toma de decisiones compartida (v. referencia 14) Definir el problema: especificación clara del problema que requiere una decisión. Mostrar ecuanimidad: los profesionales pueden no tener una preferencia clara sobre qué opción de tratamiento es la mejor en un contexto determinado. Presentar las opciones: una o más opciones de tratamiento y la opción de no realizar ningún tratamiento en su caso. Proporcionar información en el formato preferido: identificar las preferencias de los pacientes para que puedan ser de utilidad en el proceso de toma de decisiones. Comprobar la comprensión: de la gama de opciones y de la información proporcionada sobre ellas. http://booksmedicos.org Aplicación de la evidencia con los pacientes 225 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in au to riz ac ió n es u n de lit o. Los diversos instrumentos y herramientas para ayudar en la toma de decisiones compartida han evolucionado a lo largo de los años. Como mínimo, una ayuda para la toma de decisiones podría hacer que la información bastante árida de la MBE fuese más accesible para una persona no experta, por ejemplo, presentando los datos numéricos en forma de diagramas e imágenes17. En el ejemplo que se Figura 16.1 Ejemplo de una ayuda en la toma de decisiones: elección de la estatina en un paciente diabético con un 20% de riesgo de infarto de miocardio. Fuente: reproducida de la referencia bibliográfica 18. Explorar ideas, preocupaciones y expectativas: sobre la enfermedad clínica, las opciones posibles de tratamiento y los resultados. Comprobar el papel que se prefiera adoptar: que los pacientes acepten el proceso e identificar el papel que prefieren adoptar en la toma de decisiones. Toma de decisiones: involucrar al paciente en la medida en que desee participar. Aplazamiento si es necesario: revisar las necesidades de tratamiento y las preferencias después de un período para examinarlas más a fondo, incluso con amigos o miembros de la familia, si el paciente lo requiere. Revisar lo acordado: período de tiempo especificado para revisar la decisión. http://booksmedicos.org 226 Cómo leer un artículo científico muestra en la figura 16.1, se utilizan colores e iconos simples para transmitir estimaciones cuantitativas del riesgo18. Las formas de medir el grado en que los pacientes han estado involucrados en una decisión también han evolucionado19. Coulter y Collins20 han elaborado una excelente guía, Making Shared Decision- Making a Reality, que establece las características de una ayuda realmente buena para la toma de decisiones (cuadro 16.2). Cada vez es más frecuente que se disponga de ayudas para la toma de decisiones en internet, que permiten al paciente hacer clic a través de diferentes pasos en el algoritmo de toma de decisiones (con o sin el apoyo de un profesional sanitario). En mi opinión, la mejor manera de acostumbrarse a las herramientas para la toma de decisiones compartidas es consultar varias de ellas y, si es posible, utilizarlas en la práctica. El National Health Service de Reino Unido tiene una página de internet con enlaces a herramientas para compartir decisiones, desde la reparación de un aneurisma de la aorta abdominal hasta la prevención del ictus en la fibrilación auricular: v. http://sdm.rightcare.nhs.uk/pda/. Se puede consultar un conjunto similar (y más completo) de herramientas para la toma de decisiones en la página canadiense de internet http://decisionaid.ohri.ca/AZinvent.php. Tablas de opciones Los estudios que utilizan la escala «OPTION» sugieren que la participación del paciente en la toma de decisiones basada en la evidencia no siempre es tan idónea como a los idealistas les gustaría que fuera19. En la actualidad, la mayoría de los Cuadro 16.2 Características de una buena ayuda para la toma de decisiones (de la referencia 17) Las ayudas para la toma de decisiones son diferentes de los materiales tradicionales de información al paciente porque no le dicen a la gente lo que debe hacer. En su lugar, exponen los hechos y ayudan a las personas a deliberar sobre las opciones. Por lo general contienen: • Una descripción de la enfermedad y de los síntomas. • El pronóstico probable con y sin tratamiento. • Las opciones de tratamiento y de apoyo para el automanejo, así como las probabilidades de los resultados. • Lo que se conoce a partir de la evidencia y lo que se ignora (incertidumbres). • Ilustraciones para ayudar a las personas a entender qué se sentiría si se experi- mentasen algunos de los efectos secundarios o complicaciones más frecuentes de las opciones terapéuticas (a menudo utilizando entrevistas con pacientes). • Un medio para ayudar a las personas a clarificar sus preferencias. • Referencias y fuentes de información adicional. • Credenciales, fuente de financiación y declaraciones de conflicto de intereses de los autores. http://booksmedicos.org Aplicación de la evidencia con los pacientes 227 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in au to riz ac ió n es u n de lit o. profesionales de la salud están (supuestamente) dispuestos a compartir las deci- siones con los pacientes en principio, pero la investigación cualitativa y basada en cuestionarios ha demostrado que percibenuna serie de barreras para hacerlo en la práctica, incluidas las limitaciones de tiempo y la falta de aplicabilidad del modelo de ayuda a la toma de decisiones a las características específicas de un paciente en particular21. Es relativamente infrecuente que los médicos remitan a los pacientes a páginas de internet de apoyo a la toma de decisiones, en parte porque piensan que ya están compartiendo las decisiones en la charla habitual de la consulta y en parte porque creen que los pacientes no desean participar de esta manera22. La realidad de una consulta típica de medicina general, por ejemplo, está muy alejada de la realidad objetiva de un algoritmo formal de toma de decisiones. Cuan- do un paciente acude con síntomas sugestivos de ciática, por ejemplo, el médico tiene 10 minutos para dedicarle. Por lo general, explorará al paciente, solicitará algunas pruebas y luego tendrá una conversación más bien difusa sobre cómo (por una parte) los síntomas del paciente podrían resolverse con fisioterapia, pero (por otra parte) querría solicitar una consulta con un especialista, ya que algunos casos necesitarán una operación. El paciente suele expresar una preferencia vaga por un tratamiento conservador o intervencionista y el médico (respetando los puntos de vista «facultados») aceptará la preferencia del paciente. Si el médico está comprometido con la toma de decisiones compartida basada en la evidencia, puede intentar usar un enfoque más estructurado para la toma de decisiones compartida como se indica en la sección «Toma de decisiones compartida», por ejemplo, consultando un algoritmo en línea o utilizando grá- ficos circulares u hojas de cálculo preprogramadas para obtener puntuaciones numéricas de en qué medida el paciente puntúa procedimientos y resultados específicos respecto a otros. Sin embargo, con mucha frecuencia este tipo de herramientas se habrán probado una o dos veces y luego se habrán abandonado al considerarlas tecnocráticas, laboriosas, demasiado cuantitativas y extrañamente desconectadas de los relatos personales y específicos sobre la enfermedad que abundan en la consulta. La buena noticia es que nuestros colegas que trabajan en el ámbito de la toma de decisiones compartida han reconocido recientemente que lo perfecto puede ser enemigo de lo bueno. La mayoría de las discusiones acerca de las opciones de tratamiento en la práctica clínica no necesitan un análisis exhaustivo de probabilidades, riesgos y puntuaciones de preferencia (e incluso pueden quedar desbaratadas por él). Lo que la mayoría de la gente quiere es una lista breve, pero equilibrada, de las opciones, que exponga los costes y beneficios de cada una, incluida una respuesta a la pregunta de qué pasaría si tomase esa decisión. Se puede consultar una de estas tablas en la página http://www.optiongrid.org. Se trata de una iniciativa de colaboración entre pacientes, médicos y académicos23. Cada tabla de opciones ocupa una página y abarca un solo tema (hasta ahora se han realizado las correspondientes a la ciática, nefropatía crónica, cáncer de mama, amigdalitis y alrededor de una docena más). La tabla enumera las diferentes opciones en las columnas, mientras que en cada fila se responde a una pregunta http://booksmedicos.org 228 Cómo leer un artículo científico diferente (como «¿en qué consiste el tratamiento?», «¿cuándo me sentiré mejor?» y «¿cómo afectará este tratamiento a mi capacidad de trabajar?»). Un ejemplo se muestra en la figura 16.2. Las tablas de opciones se desarrollan de forma similar a las PROM, pero suelen centrase más en la participación del equipo clínico multidisciplinario, como en este ejemplo de una tabla de opciones para el tratamiento del cáncer de la cabeza y el cuello24. La característica distintiva del enfoque de tabla de opciones es que promueve y apoya lo que se ha denominado charla sobre las opciones, es decir, las conversaciones y deliberaciones en torno a las diferentes opciones25. Las tablas tienen, en efecto, un diseño analógico en lugar de digital. Figura 16.2 Ejemplo de una tabla de opciones. Fuente: http://www.optiongrid.org/optiongrids.php. Reproducida con autorización de Glyn Elwyn. http://booksmedicos.org Aplicación de la evidencia con los pacientes 229 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in au to riz ac ió n es u n de lit o. La razón por la que considero que este enfoque es un avance respecto a los enfoques más algorítmicos para la toma de decisiones compartida descritos en la sección «La perspectiva del paciente» es que la información en una tabla de opciones se presenta en un formato que permite la reflexión y el diálogo. La tabla se puede imprimir o se puede dar al paciente la dirección de internet e invitarle a que la visite y considere las opciones antes de regresar para una nueva consulta. Y a diferencia de la generación anterior de herramientas para la toma de decisiones compartida, ni el paciente ni el médico tienen que ser unos expertos de la informática para utilizarlas. Ensayos n de 1 y otros enfoques individualizados El último enfoque de la implicación de los pacientes que quiero presentar en este capítulo es el ensayo n de 1. Se trata de un diseño muy simple en el que cada participante recibe, en un orden asignado al azar, tanto la intervención como el tratamiento de control. Esto probablemente se explica mejor con un ejemplo. Ya en 1994, algunos médicos generales australianos querían abordar la cuestión clínica de qué analgésico utilizar en la artrosis26. En su opinión, algunos pacientes tenían buenos resultados con paracetamol (que causa relativamente pocos efectos secundarios), mientras que otros no respondían tan bien al paracetamol, pero presentaban un gran alivio con un antiinflamatorio no esteroideo (AINE). En el contexto clínico normal, se podría probar con paracetamol primero y pasar al AINE si el paciente no respondía. Sin embargo, ¿qué sucedería si supusiésemos que habría un intenso efecto placebo? Es posible que el paciente tuviese una confianza limitada en el paracetamol ya que es un fármaco muy habitual, mientras que puede que prefiriese inconscientemente un AINE en un envase atractivo. La idea del ensayo n de 1 es que todos los tratamientos se anonimizan, se preparan en formulaciones y envases idénticos, y simplemente se etiquetan A, B, etcétera. Los participantes no saben qué fármaco están tomando, por lo que su respuesta no está influenciada por si «creen» en el tratamiento. Para aumentar el rigor científico, los fármacos pueden tomarse de forma secuencial como ABAB o AABB, sin períodos de reposo farmacológico intermedios. El ensayo n de 1 de March y cols. sobre el paracetamol frente a los AINE con- firmó la sospecha clínica de que algunos pacientes mejoraron notablemente con el AINE, pero muchos también mejoraron igualmente con paracetamol. Es importante destacar que, a diferencia de un ensayo aleatorizado estándar, el diseño n de 1 permitió a los investigadores identificar qué pacientes estaban en cada categoría. Sin embargo, la tasa de abandono del ensayo fue alta, en parte porque cuando los participantes encontraban un fármaco eficaz, sólo querían seguir tomándolo en lugar de pasar a la alternativa. Con todo, a pesar de su elegancia conceptual y de una promesa lejana de su relación con el paradigma de la «medicina personalizada» (donde en cada paciente se personalizarán las pruebas y las opciones terapéuticas en función http://booksmedicos.org 230 Cómo leer un artículo científico de su genoma, fisioma, microbioma, etc., específicos), el ensayo n de 1 no ha arraigado ampliamente en la investigación y la práctica clínica. Un artículo de revisión de Lillie y cols.27 sugiere las causas. Dichos ensayos son muy labo- riosos, pues requieren un alto grado de personalización individual y grandes cantidades de datos para cada participante. Los períodos de «reposo farmaco- lógico» plantean problemas prácticos y éticos (¿hay que soportar laartritis sin analgésicos durante varias semanas para servir a la ciencia?). La combinación de los resultados de los diferentes participantes plantea dificultades estadís- ticas. Además, la (conceptualmente simple) ciencia de los ensayos n de 1 ha comenzado a confundirse con la ciencia mucho más compleja e incierta de la medicina personalizada. En resumen, el ensayo n de 1 es un diseño útil (y sobre el cual puede pre- guntarse en los exámenes), pero no es la panacea que en su momento se había pretendido. Moore y cols.28 han propuesto recientemente un enfoque alternativo (y en parte no evaluado) a la individualización de los regímenes terapéuticos en relación con el alivio del dolor. Su argumento básico es que debería «esperarse el fracaso» (dado que el número necesario a tratar para muchas intervenciones es superior a 2, estadísticamente hablando es más probable que cualquier individuo no se beneficie a que obtenga beneficio), pero «perseguir el éxito» (porque la «media» de cualquier respuesta a una intervención enmascara un subgrupo de respondedores que mejorarán mucho con dicha intervención). Estos autores proponen un proceso de prueba y error guiado, probando sistemáticamente una intervención seguida de otra, hasta que se identifique la que funciona eficazmente en cada paciente. Tal vez éste sea el ensayo n de 1 sin preocuparse del factor placebo o del hecho de que tal vez se requiera probar media docena de opciones antes de encontrar la mejor en cada caso. Bibliografía 1 Marinker M. The chameleon, the Judas goat, and the cuckoo. The Journal of the Royal College of General Practitioners 1978;28(189):199-206. 2 Greenhalgh T. 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