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Insuficiencia renal aguda CONCEPTO La insuficiencia renal aguda (IRA) es un síndrome caracterizado por un descenso rápido (en horas o días) y sostenido de la tasa de filtrado glomerular (FG). La IRA puede tener lugar en riñones con función basal normal o en riñones con insuficiencia crónica previa. En cualquier caso, el descenso de la tasa de FG se evidencia por un aumento de la concentración plasmática de BUN y de creatinina, reflejo de la retención de productos de desecho, y puede acompañarse o no de un descenso de la diuresis. La oliguria se define como una diuresis inferior a unos 20 mL/h o aproximadamente de 400 mL/día, y tiene lugar en alrededor de la mitad de los casos. Como en estadios iniciales el cuadro clínico suele ser poco aparente, es fundamental la determinación seriada de creatinina en los pacientes con riesgo de padecer IRA. Es importante resaltar que siempre se deben tener en cuenta las limitaciones del BUN y de la creatinina plasmáticas como marcadores de función renal (v. Pruebas de funcionalismo renal, en cap. 91). La aparición de biomarcadores de lesión precoz del riñón, de uso potencial en la clínica, juntamente con la visión de que un diagnós- tico y tratamiento precoces son básicos para mejorar el pronóstico, ha llevado a la acuñación reciente del término anglosajón acute kidney injury (AKI) para sustituir al clásico de IRA. En castellano se podría traducir como alteración renal aguda (ARA), para indicar el proceso progresivo y reversible, producido por causas hemodinámicas o tóxicas, que abarca desde el desarrollo de lesiones subletales de las células renales identificables por biomarcadores (fase de lesión renal aguda) al daño estructural caracterizado por necroapoptosis de las células tubulares (necrosis tubular aguda). En este capítulo emplearemos el término clásico de IRA, que tiene una definición consensuada por https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V I 829 CAPÍTULO 97 Insuficiencia renal aguda © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. criterios funcionales, por parte de grupos multidisciplinares de expertos (Acute Kidney Injury Network [AKIN], Acute Dialysis Quality Initiative [ADQI]) y la Kidney Disease: Improving Global Outcomes [KDIGO] que ha sido adoptada de forma generalizada. Esta definición incluye criterios de aumento tanto absoluto como porcentual de la creatinina plasmática y de descenso de la diuresis, por sus implicaciones pro- nósticas (tabla 97-1). La elección de este incremento aparentemente pequeño de creatinina se sustenta en su asociación independiente a mayor mortalidad en pacientes ingresados. Además, la clasificación funcional estratifica la IRA en grados según gravedad (v. tabla 97-1), que se correlacionan con el pronóstico renal y vital. La IRA es un trastorno frecuente, pero la incidencia depende de las definiciones utilizadas en los estudios antes del consenso y también de la población analizada. En Europa, la incidencia anual de IRA está entre 200 y 500 casos por millón de habitantes y aproximadamente entre 7 y 30 habitantes por millón requieren tratamiento sustitutivo renal agudo. Entre un 1% y un 13% de los pacientes ingresados pueden desarrollar IRA. En cuanto a pacientes de cuidados intensivos, entre un 1% y un 35% puede desarrollar IRA, mientras que la necesidad de tratamiento sustitutivo renal afecta a un 6% de los pacientes. Según la etiología y el mecanismo, la IRA se divide en tres categorías mayores, que implican además un proceso diagnóstico y terapéutico diferenciado. La IRA prerrenal, que representa un 50%-60% de las IRA, es el resultado de un descenso de la perfusión renal debido a múltiples causas y, por definición, consiste en un trastorno reversible cuando se corrige la causa, ya que no compromete la integridad del tejido renal. La IRA intrínseca está producida por trastornos que afectan directamente al tejido renal y representa aproximadamente un 40% de las IRA. Finalmente, la IRA posrenal, que representa un 5%, se debe a trastornos que condicionan una obstrucción al paso de la orina en cualquier zona del tracto urinario. ETIOLOGÍA Las principales causas de los diferentes tipos de IRA se exponen en el cuadro 97-1. Insuficiencia renal aguda prerrenal La IRA prerrenal se produce como respuesta fisiológica apropiada del riñón ante una reducción de la presión de perfusión. Puede resultar como consecuencia de cualquier trastorno que comporte una hipo- volemia verdadera y/o una reducción en el volumen arterial efectivo, como sucede en situaciones de bajo gasto cardíaco, vasodilatación sis- témica o vasoconstricción intrarrenal. Mientras que, por definición, el parénquima renal está indemne, la IRA prerrenal grave o prolongada puede conducir a necrosis tubular aguda isquémica. En el sujeto sano, el riñón recibe un 20% del gasto cardíaco, con una distribución no uniforme del flujo sanguíneo ya que la corteza renal recibe el 90%. A pesar de ello, el riñón es muy susceptible a la hipoperfusión debido a que la médula funciona en un estado de hipoxia relativa, con una baja perfusión sanguínea y una elevada extracción de oxígeno para mantener el elevado consumo del mismo que supone la actividad de reabsorción tubular de sodio y cloro, sobre todo en el asa gruesa ascendente de Henle y en la porción S3 del túbulo proximal. En situaciones de hipovolemia verdadera o efectiva asociadas a reducción de la presión arterial media se ponen en marcha mecanis- mos neurohumorales que implican barorreceptores, activación del sistema simpático, renina-angiotensina y vasopresina. Todo ello con el fin de mantener la presión arterial sistémica y preservar la perfusión miocárdica y cerebral mediante la vasoconstricción de otros territorios vasculares, como el musculocutáneo y el esplácnico, la estimulación de la sed y la promoción de retención renal de sal y agua. El riñón responde a los cambios en la presión de perfusión mediante la autorregulación del flujo sanguíneo renal y de la tasa de FG, de manera que estos permanecen estables a pesar de variaciones amplias (de 80 a 150 mm Hg) en la presión de perfusión renal gracias funda- mentalmente a la modulación de las resistencias de las arteriolas pre- glomerulares, así como también de las posglomerulares. La adaptación del riñón a la hipoperfusión está mediada por su capacidad de mantener la tasa de FG gracias a la regulación de forma independiente del tono de la arteriola aferente (entrante) y del de la eferente (saliente) de cada glomérulo. La respuesta a descensos de la presión de perfusión genera vasodilatación de la arteriola aferente, en la que participan diversas prostaglandinas, el reflejo miogénico y el óxido nítrico. Por otro lado, la angiotensina II induce una vasoconstricción preferente de la arteriola eferente, donde se concentran la mayoría de sus receptores. Con todo ello se mantiene la presión de filtración intraglomerular y, por tanto, la tasa de FG a pesar de una reducción de la presión de perfusión renal. Otro mecanismo que contribuye es el feedback tubuloglomerular, que regula el tono de la arteriola aferente a través de un mecanismo que detecta el aporte de fluido tubular y de iones (NaCl) a la mácula densa (túbulo distal) del aparato yuxtaglomerular. Un aumento de pre- sión de filtración provoca más FG y mayor llegada de NaCl a la mácula densa, lo que activa la síntesis de renina por el aparato yuxtaglomerular, y causa vasoconstricción de la arteriola aferente y vuelta de la tasa de FG a valores normales. No obstante estos mecanismos, cuando la presión de perfusión renal cae por debajo del límite de la autorregulación, la activación de vasoconstrictores endógenos (incluida la angiotensina II) TABLA 97-1 Clasificación funcional de la IRA según la AKIN, ADQI (RIFLE) y KDIGO* Estadio AKIN Criterios de creatinina (en 48 h o menos) Criterios de diuresis 1 ∆ creatinina ≥ 0,3 mg/dL o ∆ creatinina entre 1,5 y1,9 veces la basal < 0,5 mL/kg/h durante 6 h 2 ∆ creatinina entre 2 y 2,9 veces la basal < 0,5 mL/kg/h durante 12 h 3 ∆ creatinina > 3 veces la basal o creatinina ≥ 4 mg/dL con un aumento agudo ≥ 0,5 mg/dL o necesidad de TRS < 0,3 mL/kg/h durante 24 h o anuria durante 12 h Estadio RIFLE (ADQI) Criterios de creatinina (en 7 días o menos) Criterios de diuresis R (risk) ∆ creat. 1,5 a 1,9 veces o ↓ FG > 25% < 0,5 mL/kg/h durante 6 h I (injury) ∆ creat. 2 a 2,9 veces o ↓ FG > 50% < 0,5 mL/kg/h durante 12 h F (failure) ∆ creat. >3 veces o ↓ FG > 75% o creatinina > 4 mg/dL con un aumento agudo > 0,5 mg/dL o necesidad de TRS < 0,3 mL/kg/h durante 24 h o anuria durante 12 h L (loss) IRA persistente = pérdida de función renal > 1 mes E (end-stage) Enfermedad renal terminal = diálisis > 3 meses Los pacientes que requieren tratamiento renal sustitutivo se consideran estadio 3 independientemente del estadio en que se encuentren en el momento de iniciarlo. Para la conversión de la concentración de creatinina expresada en unidades convencionales a las unidades estándar, se multiplicará por 88,4. Los pacientes se categorizan según la creatinina, la diuresis o ambas, y entran en el estadio según el parámetro que lo categoriza en el peor estadio. Los criterios de creatinina se basan en el incremento por encima del valor basal. Si se desconoce el valor basal o una historia renal previa, la creatinina premórbida se calcula mediante la fórmula MDRD (v. cap. 91, Exploración y principales síndromes del aparato excretor) si se supone una tasa de FG de 75 mL/min × 1,73 m2. ∆ creatinina: incremento de la creatinina sérica respecto a la basal; FG: filtrado glomerular; ↓ FG: descenso del filtrado glomerular respecto al basal; IRA: insuficiencia renal aguda; TRS: tratamiento renal sustitutivo; RIFLE: risk = riesgo, injury = lesión, failure = fallo renal, loss = pérdida de función renal, end-stage = enfermedad renal terminal. *KDIGO (2012) sintetiza ambas definiciones y clasificaciones considerando AKI el aumento absoluto de creatinina de 0,3 mg/dL en 48 h o menos, o bien un incremento de 1,5 veces la basal en 7 días o menos. Los estadios funcionales son 3 y coinciden con los de AKIN. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 830 SECCIÓN VI Nefrología tiene como efecto neto una vasoconstricción de la arteriola aferente, lo que conduce a la IRA prerrenal. Si bien en condiciones normales el límite de la autorregulación corresponde a una presión arterial media de 80 mm Hg, por debajo de la cual se produce una caída de tasa de FG y por ello IRA, en riñones con vasculatura aferente «rígida», como ancianos, pacientes hiperten- sos con nefrosclerosis, nefropatía diabética, insuficiencia renal crónica y enfermedad renovascular, la pérdida de la autorregulación se produ- ce a presiones sensiblemente más altas. Mientras no se sobrepasen estos límites, en estas circunstancias el riñón se puede adaptar a estados límite de hipovolemia o reducción del volumen arterial eficaz gracias a mecanismos mediados sobre todo por la angiotensina II y las pros- taglandinas. Es en este estado de equilibrio o hipoperfusión renal compensada, muchas veces clínicamente silente y con tasa de FG «preservada», cuando la administración de IECA, ARA-II o de AINE (también los inhibidores de la COX-2) puede desequilibrar la balanza, conducir a una vasoconstricción aferente relativa y precipitar una IRA prerrenal. La ingesta crónica de estos agentes, así como cualquier agente o circunstancia que comprometa la circulación y la autorregulación renales (ciclosporina, tacrolimus, contrastes, sepsis, hipercalcemia, cirrosis, insuficiencia cardíaca), pueden también precipitar IRA pre- rrenal a presiones de perfusión aparentemente normales. Asimismo, estas mismas circunstancias pueden precipitar una necrosis tubular aguda en pacientes que están en IRA prerrenal. Insuficiencia renal aguda intrínseca Diversas enfermedades del parénquima renal pueden manifestarse clínica- mente como IRA. Desde el punto de vista clínico-patológico, las causas de IRA intrínseca se clasifican en: 1) enfermedades de los grandes vasos del riñón; 2) enfermedades glomerulares y de la microcirculación del riñón; 3) lesión aguda de los túbulos renales, generalmente necrosis tubular aguda isquémica y tóxica, y 4) enfermedades tubulointersticiales agudas. En este capítulo sólo se tratará la necrosis tubular aguda, ya que las demás causas de IRA intrínseca se detallan en otros capítulos de esta sección. La necrosis tubular aguda (NTA) es con diferencia la causa más frecuente, ya que representa el 75%-80% de los casos de IRA intrínseca. La prevalencia de NTA isquémica es algo superior a la de NTA tóxica. La NTA isquémica es la manifestación de una hipoperfusión renal grave o prolongada, a menudo en combinación con otras agresiones al riñón. Así, es de destacar que estados de hipoperfusión grave transitoria, como el clampaje aórtico o la parada cardíaca remontada, no se asocian a NTA en ausencia de una lesión renal preexistente o de una agresión nefrotóxica adicional como, por ejemplo, fármacos vasoactivos. A diferencia de la IRA prerrenal, en la NTA no se restablece la función renal de forma inmediata después de normalizar la perfusión renal aunque, como se verá más adelante, el riñón tiene capacidad de rege- neración y la mayoría de casos de NTA se suelen recuperar después de un tiempo variable. La forma más extrema de hipoperfusión renal es la necrosis cortical, que suele manifestarse como IRA anúrica y, a menudo, irreversible. La NTA isquémica se observa sobre todo en pacientes sometidos a cirugía mayor, traumatismos, hipovolemia grave, sepsis y quemaduras. En el contexto de la cirugía, la IRA suele ser multifactorial y los prin- cipales factores de riesgo son: insuficiencia renal crónica preexistente, diabetes mellitus, edad superior a 65 años, cirugía vascular mayor, bypass cardiovascular de duración superior a 3 h y exposición reciente a agentes nefrotóxicos o a algunos fármacos que limiten la adaptación renal a la isquemia (AINE). Un 50% de casos de NTA posquirúrgica tiene lugar sin un antecedente documentado de hipotensión. En el caso de bypass aortocoronario, la incidencia de IRA que requiere diálisis es de un 2%-5%, con una mortalidad de un 50%, mientras que en la intervención quirúrgica de la aorta abdominal suprarrenal, la incidencia es de un 5,5%, con una mortalidad del 63%. Tanto el clampaje aórtico suprarrenal como el infrarrenal pueden producir IRA, principalmente mediante la inducción de una vasoconstricción intrarrenal que puede persistir incluso horas después del desclampaje. La sepsis es el factor más frecuentemente asociado a la IRA que requiere tratamiento sustitutivo renal en las unidades de cuidados intensivos, y llega a estar presente en casi un 50% de los casos. La IRA se produce por una hipoperfusión regional que resulta de la combina- • CUADRO 97-1 Clasificación etiológica de la IRA IRA prerrenal Hipovolemia Reducción de volumen circulante: hemorragia, pérdida digestiva, renal o cutánea, drenajes quirúrgicos Redistribución del líquido extracelular: hipoalbuminemia grave, traumatismos, quemaduras, pancreatitis, peritonitis Bajo gasto cardíaco: insuficiencia cardíaca, arritmias, infarto de miocardio, embolia pulmonar, valvulopatías, TEP masiva, hipertensión pulmonar, ventilación mecánica con presión positiva Vasodilatación periférica: sepsis, fístulas arteriovenosas, anafilaxia, cirrosis con ascitis, fármacos antihipertensivos, anestesia Vasoconstricción renal: noradrenalina, adrenalina, dopamina a dosis altas, cirrosis hepática con ascitis, hipercalcemia, toxemia gravídica,ciclosporina, tacrolimus, contrastes yodados, anfotericina B Interferencia en autorregulación renal: AINE, inhibidores de la COX-2, IECA, ARA-II Síndrome de hiperviscosidad (raro): mieloma múltiple, macroglobulinemia, policitemia IRA intrínseca Lesión de grandes vasos del riñón Arterias: trombosis, tromboembolia, ateroembolia, disección, vasculitis (Takayasu) Venas: trombosis venosa bilateral, compresión Lesiones glomerulares y de la microcirculación Inflamatorias: glomerulonefritis agudas y rápidamente progresivas, vasculitis de vasos pequeños, rechazo injerto renal, radiación Vasoespásticas: hipertensión maligna, toxemia gravídica, esclerodermia, contrastes yodados, hipercalcemia, fármacos, cocaína Hematológicas: microangiopatía trombótica (SUH, PTT), CID, síndromes de hiperviscosidad Necrosis tubular aguda Isquemia renal mantenida (v. Insuficiencia renal aguda prerrenal) Nefrotoxinas endógenas: mioglobinuria, hemoglobinuria, cadenas ligeras, ácido úrico Nefrotoxinas exógenas: antibióticos, quimioterápicos, contrastes yodados, tóxicos, fármacos Lesiones tubulointersticiales Nefritis intersticial alérgica Infecciones: vírica, bacteriana, fúngica Rechazo agudo del injerto renal Obstrucción tubular difusa Infiltración: linfoma, leucemia, sarcoidosis IRA posrenal Lesiones ureterales Intraluminales: litiasis, coágulos, necrosis papilar, bolas fúngicas, cristales (ácido úrico, sulfamidas, indinavir) Intramurales: edema postintervención ureteral, fibrosis inducida por virus BK en injerto renal Extrínsecas: tumores próximos, ligaduras en intervención quirúrgica pélvica, fibrosis retroperitoneal Lesiones del cuello vesical Intraluminales: litiasis, coágulos, papilas necrosadas Intramurales: carcinoma vesical, cistitis con edema mural, disfunción neurógena, fármacos* Extramurales: hipertrofia y carcinoma prostáticos Lesiones de uretra Traumatismos, fimosis, válvulas congénitas, estenosis, tumor *Generalmente precipitan la obstrucción en pacientes con lesiones subclínicas del cuello vesical (antidepresivos tricíclicos, bloqueantes ganglionares, anticolinérgicos, levodopa, analgésicos opioides). AINE: antiinflamatorios no esteroideos; ARA-II: antagonista del receptor de la angiotensina II; CID: coagulación intravascular diseminada; COX-2: ciclooxigenasa de tipo 2; IECA: inhibidor de la enzima convertidora de la angiotensina; IRA: insuficiencia renal aguda; PTT: púrpura trombótica trombocitopénica; SUH: síndrome urémico-hemolítico; TEP: tromboembolia pulmonar. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V I 831 CAPÍTULO 97 Insuficiencia renal aguda © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. ción de vasoconstricción renal y vasodilatación sistémica. Además, las endotoxinas sensibilizan el riñón frente a los efectos de la isquemia. La NTA tóxica se puede producir tanto por toxinas endógenas como exógenas (v. cuadro 97-1) que inducen IRA mediante una combina- ción de vasoconstricción renal, lesión tubular directa y obstrucción intratubular. La susceptibilidad del riñón a diferentes toxinas viene dada por la rica vascularización, la capacidad de concentración en el intersticio de la médula renal por el mecanismo de contracorriente y, en las células epiteliales, a través de diferentes transportadores. Además, hay que añadir la función del riñón en el metabolismo de diversos xenobióticos. En el capítulo 108, Nefropatías tóxicas, se detallan los fármacos que pueden producir NTA, y a continuación sólo se insiste en aquellos que la producen con mayor frecuencia. La IRA por contraste yodado se produce por una combinación de vasoconstricción renal y lesión tubular directa. Los principales factores de riesgo son la presencia previa de insuficiencia renal (filtrado glomerular por debajo de 45 mL/min), la depleción de volumen, la nefropatía diabética, la insuficiencia cardíaca y el uso concomitante de AINE o IECA. Se manifiesta típicamente por un descenso de la tasa de FG a las 24-48 h de la administración del contraste, con un pico del valor de creatinina a los 3-5 días y regreso a valores normales en 1 semana. Aunque el diagnóstico es sencillo por la presencia del antecedente, siempre se debe realizar el diagnóstico diferencial con la enfermedad ateroembólica y descartar otras nefrotoxinas. Típicamente el sedimento de orina es casi normal, la proteinuria escasa y el patrón de orina es de IRA prerrenal, con una fracción de excreción de Na inferior al 1%. Los contrastes más modernos, no iónicos y de baja osmolali- dad o bien isosmolares, no parece que reduzcan el riesgo de nefrotoxi- cidad en pacientes sin riesgo elevado, en comparación con los iónicos e hiperosmolares, por lo que, dado su elevado coste, no se justifica su uso indiscriminado, sino que deben reservarse sólo para pacientes de riesgo elevado. Asimismo, no se ha demostrado que el volumen de contraste administrado se asocie a mayor incidencia o gravedad de la nefropatía, aunque siempre se recomienda utilizar el menor posible. Entre los fármacos que pueden producir IRA intrínseca principalmen- te por toxicidad directa sobre el epitelio de los túbulos renales se encuen- tran agentes antiinfecciosos como aminoglucósidos, anfotericina B, aciclovir, indinavir, cidofovir, pentamidina y foscarnet, así como anti- neoplásicos como cisplatino e ifosfamida. El etilenglicol puede producir IRA principalmente por obstrucción tubular mediada por cristales de oxalatos. A menudo, el cuadro clínico de IRA se asocia a trastornos que reflejan disfunción tubular, como hipomagnesemia, hipopotasemia e hipofosfatemia. La toxicidad por fármacos se trata en el capítulo 108, Nefropatías tóxicas. En cuanto a las nefrotoxinas endógenas, las más frecuentes son la mioglobina, la hemoglobina, el ácido úrico y las cadenas ligeras de inmunoglobulinas. Aproximadamente un 30% de los casos de rabdo- miólisis se asocia a disfunción renal de grado diverso. Por el contrario, la NTA asociada a hemoglobinuria es mucho más rara y se suele encontrar después de reacciones transfusionales. En ambos casos, los principales mecanismos de IRA son la vasoconstricción por consumo de NO, la obstrucción intratubular y, probablemente, la lesión directa del túbulo por liberación de radicales libres, efectos que se magnifican en situa- ciones de acidosis o de hipovolemia. En el caso de la afección aguda renal por cadenas ligeras o por ácido úrico, el mecanismo principal es la obstrucción tubular, favorecida en orinas concentradas y ácidas. En la nefropatía por uratos, la NTA suele observarse a partir de niveles en sangre de ácido úrico superiores a 15-20 mg/dL (a no ser que coexista hipovolemia y pH urinario bajo) y suele acompañarse de las manifes- taciones del síndrome de lisis tumoral (v. cap. 108, Nefropatías tóxicas). Insuficiencia renal aguda posrenal Es debida a la interrupción del flujo de la orina desde los cálices renales hasta la uretra. Debido a que un solo riñón tiene capacidad para elimi- nar la carga diaria de desechos nitrogenados, para producir una IRA, la obstrucción debe tener lugar entre el cuello vesical y el meato uretral, en ambos uréteres o bien en un solo uréter en caso de riñón único funcionante o en pacientes con insuficiencia renal crónica preexistente. La causa más frecuente es la obstrucción en el cuello vesical, que puede ser debida a afección prostática (hipertrofia, neoplasia o infec- ción), vejiga neurógena o tratamientos con fármacos anticolinérgicos. Algunas causas menos frecuentes de obstrucción urinaria baja son los coágulos, la litiasis y la uretritis con espasmo. La obstrucción ureteral puede ser de origen intraluminal (cálculos, coágulos, papilas renalesnecróticas desprendidas), por infiltración de la pared ureteral (neo- plasia) o por compresión extrínseca (fibrosis retroperitoneal, neoplasia, absceso, ligadura quirúrgica involuntaria). En las fases iniciales de la obstrucción se mantiene la tasa de FG, lo que conduce a un aumento de la presión intraluminal en la parte pro- ximal de la obstrucción y, finalmente, a una dilatación de vía urinaria que alcanza los cálices renales, con lo que la filtración acaba por cesar. Además, la obstrucción urinaria termina por producir vasoconstricción renal, lo que limita aún más la tasa de FG. FISIOPATOLOGÍA Los mecanismos de producción de IRA por NTA isquémica o tóxica se basan en dos alteraciones principales debidas a la hipoxia y la depleción de ATP: la lesión endotelial-vascular y la lesión tubular. Ambas con- tribuyen al descenso marcado de la tasa de FG que caracteriza la IRA. La patogenia se atribuye a una serie de procesos interrelacionados que incluyen un tono vasomotor aumentado con reducción del flujo sanguíneo renal, lesión del epitelio tubular con necrosis y apoptosis frecuente y desprendimiento de las células tubulares de la membrana basal que conduce a obstrucción de la luz tubular más distal por cilin- dros compuestos por células tubulares desprendidas, restos necróticos ensamblados todos en proteína de Tamm-Horsfall, retrodifusión del FG desde la luz tubular a los vasos por la pérdida de la barrera epitelial, la activación del feedback tubuloglomerular por el mayor contenido de NaCl en la luz tubular por pérdida de la polaridad del epitelio tubular y, en la reperfusión, inflamación y lesión de estrés oxidativo mediado por la infiltración de leucocitos. Desde el punto de vista evolutivo, la NTA se divide en cuatro fases: iniciación, extensión, mantenimiento y recuperación. En la iniciación tiene lugar la agresión renal que conduce a la IRA y a la cascada de fenómenos mostrados referidos anteriormente (depleción de ATP, lesión endotelial y tubular). A continuación (1-3 días de la agresión al riñón) tiene lugar la fase de extensión, en la que las lesiones microvasculares y la inflamación inciden sobre la función renal. Pos- teriormente entra en una fase de mantenimiento, que se prolonga (de días a semanas) a pesar de haber cesado la causa que la ha producido. En esta fase tiene lugar la regeneración del tejido renal. Aunque desde hace tiempo se ha considerado que sólo las células tubulares son susceptibles de regeneración mediante desdiferenciación, migración y proliferación, existen evidencias de que la regeneración también puede tener lugar en el endotelio vascular dañado. En la fase de recuperación se produce el restablecimiento total o parcial de la función renal gracias a los procesos de rediferenciación y repolarización de las células tubulares. CUADRO CLÍNICO La clínica es fundamental en el diagnóstico etiológico de la IRA. Bási- camente se deberá buscar la respuesta a cinco preguntas fundamentales: 1) ¿es una IRA en riñón previamente normal o sobre una enfermedad renal crónica preexistente o se trata de una ERC?; 2) ¿existe obstrucción de la vía urinaria?; 3) ¿existe reducción del volumen efectivo del líquido extracelular?; 4) ¿puede haberse producido una oclusión de un vaso grande?, y, finalmente, 5) ¿puede haber una enfermedad parenquima- tosa renal diferente a la NTA? La figura 97-1 esquematiza los pasos a seguir en el diagnóstico de la IRA o AKI. En el enfoque diagnóstico de la IRA es particularmente importante realizar una buena anamnesis. Se debe revisar en los antecedentes o en la historia clínica el balance de fluidos (pérdidas por vómitos, diarrea, etc.) en los días previos al desarrollo de la IRA en busca de posibles causas prerrenales. Asimismo, se debe revisar la evolución del patrón de la diuresis y alteraciones de la micción en busca de posibles cau- sas obstructivas. Es de especial importancia un registro de todos los fármacos o cualquier agente nefrotóxico o que puedan interferir en la función renal o con la micción y que hayan sido ingeridos en días o semanas previos. Siempre se debe investigar si existen antecedentes de Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 832 SECCIÓN VI Nefrología ERC, HTA de larga evolución o diabetes y, siempre que sea posible, obtener también resultados de laboratorio que indiquen la función renal previa. Asimismo, se debe indagar sobre síntomas de enfermedad sistémica que orienten sobre la posibilidad de IRA intrínseca diferente a la NTA. Las manifestaciones clínicas propias de la IRA son las de sus complicaciones (síndrome urémico, alteraciones hidroelectrolíticas, hipervolemia). No obstante, debido a que la IRA es un síndrome, existen múltiples manifestaciones clínicas que pueden orientar su etiología. Así, debe examinarse con detalle el estado del volumen del líquido extracelular, teniendo en cuenta que cuando son evidentes los signos de depleción de volumen (hipotensión, taquicardia, sequedad de mucosas) existe una pérdida de un 10%-20% del líquido extracelular. Entre las situaciones de reducción de la volemia arterial efectiva con aumento del líquido extracelular se incluyen la hepatopatía crónica, la cardiopatía y el síndrome nefrótico, y se deben buscar signos que indiquen estas patologías. Asimismo, debe examinarse la piel en busca de rash (nefritis intersticial), livedo reticularis (ateroembolia), púrpura (vasculitis, microangiopatías), los ojos en busca de alteraciones en la úvea y el fondo de ojo y cualquier otro signo que sugiera una posible causa de IRA intrínseca diferente a la NTA. El volumen de la diuresis puede dar algunas claves diagnósticas. En las IRA prerrenales suele estar reducido excepto si la causa es depleción de origen renal (diuresis osmótica, diabetes insípida, insuficiencia adrenal), en las que se mantiene la diuresis hasta que la tasa de FG cae de forma crítica. En las IRA obstructivas suele estar mantenido excepto si la obs- trucción es total, y puede haber poliuria en las incompletas por defecto tubular en la capacidad de concentración de la orina. Finalmente, en las IRA intrínsecas suele estar mantenido en las NTA y suele haber oliguria o anuria en las glomerulonefritis rápidamente progresivas (GNRP), la nefritis intersticial aguda y la oclusión de grandes vasos renales. EXPLORACIONES COMPLEMENTARIAS Pruebas de laboratorio Por definición, en la IRA se encuentra elevación de las cifras de crea- tinina y BUN plasmáticos. El patrón de elevación de estos parámetros puede en ocasiones sugerir la etiología de la IRA. Así, en la IRA prerre- nal suele aumentar más el BUN que la creatinina. Lo contrario puede ocurrir en las rabdomiólisis. En la IRA prerrenal, la creatinina suele fluctuar en concordancia con el estado de la volemia. La creatinina suele aumentar a las 24-48 h después de la isquemia renal o tras con- traste radiológico y suele alcanzar el pico en 3-5 días y descender en 5- 7 días, a diferencia de lo que ocurre en las NTA nefrotóxicas y en la ateroembolia, en las que el pico de creatinina se alcanza a los 7-10 días. Otros parámetros que pueden sugerir la causa de la IRA son el hemo- grama (anemia microangiopática, trombopenia, eosinofilia), la calcemia, las CK y la uricemia. En el caso de que exista sospecha clínica, la deter- minación de serología (complemento, ANCA, anti-GBM, etc.) puede ser de gran ayuda. El examen del sedimento de orina es muy importante y en él debe buscarse la presencia de células, cilindros y cristales. En la IRA prerrenal, el sedimento suele ser normal o bien contener cilindros hialinos, que se producen por la agregación de componentes normales de la orina cuando esta es concentrada. También suele ser normal en la IRA posrenal,aunque puede observarse hematuria o leucocituria según la causa de la obstrucción. En la NTA isquémica o nefrotóxica se observan en el 80% de casos cilindros granulosos de color marrón o cilindros de células epiteliales desprendidas y células epiteliales aisladas y puede haber microhematuria. Los cilindros hemáticos son característicos de las enfermedades glomerulares agudas y a menudo se asocian con la presencia de hematíes dismórficos. En la nefritis intersticial se suelen observar cilindros leucocitarios y granulosos no pigmentados. Aunque la presencia de eosinofiluria sugiere nefritis intersticial alérgica, también se puede hallar en la enfermedad ateroembólica y, en menor cuantía (inferior al 5%), en las glomerulonefritis proliferativas, pielonefritis, cistitis y prostatitis. En cuanto a los cristales, la presencia de los de ácido úrico, además de IRA prerrenal, sugieren nefropatía por uratos. Los cristales de oxalatos y de hipurato sugieren intoxicación por etilen- glicol. La hemoglobinuria y la mioglobinuria orientan hacia estados de hemólisis o rabdomiólisis, respectivamente. Finalmente, la proteinuria suele ser inferior a 1 g/día en la IRA isquémica o nefrotóxica (protei- nuria tubular), mientras que grados superiores de proteinuria sugieren enfermedad glomerular o mieloma; la proteinuria de grado nefrótico asociada a IRA de forma simultánea sugiere nefritis intersticial alérgica por AINE, rifampicina o interferón α. Figura - Algoritmo diagnóstico de la IRA. ERC: enfermedad renal crónica; IRA: insuficiencia renal aguda. (Modificado de Liaño F et al. 2011, con permiso.) Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V I 833 CAPÍTULO 97 Insuficiencia renal aguda © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. Análisis bioquímico de la orina en el diagnóstico diferencial El análisis bioquímico de la orina puede ayudar en el diagnóstico diferencial de la IRA prerrenal y la IRA intrínseca en fases iniciales (tabla 97-2). En situaciones de IRA prerrenal, la indemnidad del parén- quima renal permite la respuesta apropiada del riñón que consiste en una conservación de agua y sal (Na), lo que dará lugar a una orina concentrada pobre en electrólitos, urea y creatinina. No obstante, hay que tener en cuenta que parámetros que sugieren IRA prerrenal se pueden encontrar en la NTA no oligúrica, en la glomerulonefritis, en las fases iniciales de la obstrucción urinaria y en la nefropatía por contraste, así como en otras que se caracterizan por vasoconstricción renal intensa (rabdomiólisis, sepsis, hemólisis y síndrome hepatorrenal). Por otro lado, parámetros de IRA intrínseca pueden ser confusos y ocurrir en casos de IRA prerrenal en los ancianos (que tienen defectos en la concentración urinaria), en pacientes con insuficiencia renal crónica previa, en insuficiencia suprarrenal y en aquellos pacientes bajo tratamiento, ya sea crónico o reciente, con diuréticos. Entre los índices más útiles se encuentran la fracción de excreción de Na y el índice de fallo renal, con una especificidad y sensibilidad del 90%. Biomarcadores de lesión renal Dado que los criterios diagnósticos de IRA se basan en parámetros fun- cionales (creatinina, diuresis) y que, por tanto, implican una detección tardía, se han investigado multitud de biomarcadores de lesión renal, que se elevarían antes del deterioro funcional (se han dado en llamar troponinas renales). Los más investigados han sido NGAL (neutrophil gelatinase-associated lipocalin), ya sea urinario o plasmático; KIM-1 (kidney injury molecule) urinario; IL-18 urinaria; L-FABP (liver fatty acid binding protein), y los marcadores de detención del ciclo celular TIMP-2 e IGFBP-7. Aunque sus resultados en investigación son alentadores en algunos contextos, que conducen a un diagnóstico de lesión renal previo al aumento de creatinina, algunas limitaciones no han permitido todavía su uso extendido en la práctica clínica. No obstante, han llevado a una subclasificación conceptual de los pacientes de riesgo en cuatro categorías de pronóstico bien diferente: a) todos los biomarcadores normales (integridad del riñón); b) biomarcadores de lesión alterados y de función normales (lesión renal subclínica); c) biomarcadores de lesión normales y de función alterada (IRA prerrenal), y d) biomarcadores de lesión y de función alteradas (lesión y pérdida de función establecidas). Pruebas de imagen Las pruebas de imagen se indican generalmente para descartar o confir- mar una causa obstructiva de la IRA o la presencia de alteraciones que sugieran ERC. La ecografía renal suele ser la prueba inicial de elección en estos casos, ya que puede definir el tamaño renal, el grosor de la cortical y la diferenciación corticomedular, así como la presencia de dilatación de vías urinarias en caso de obstrucción. Debe tenerse en cuenta que la dilatación de vías puede no observarse en la IRA obstructiva en las primeras 24-48 h de la obstrucción aguda y en casos de depleción de volumen grave, fibrosis retroperitoneal, infiltración retroperitoneal por neoplasia o en cálices poco distensibles. La TC es útil para definir el nivel de la obstrucción. Cuando se sospecha afección de grandes vasos, una ecografía Doppler renal o una angio-RM pueden dar el diagnóstico. Los estudios isotópicos pueden suministrar resultados equívocos y se reservan para el seguimiento poscirugía del trasplante renal. Biopsia renal La biopsia renal generalmente no es necesaria practicarla en la IRA por NTA, que suele ser un diagnóstico de exclusión. No obstante, es muy útil y debe practicarse en aquellos casos en los que la clínica y las exploraciones complementarias sugieran una causa con potencial tra- tamiento específico, como es el caso de las GNRP, la nefritis intersticial alérgica, la IRA asociada a mieloma, las microangiopatías trombóticas y el rechazo agudo del injerto. Finalmente, la biopsia renal se puede indicar en casos de sospecha de NTA y sin recuperación de la función renal a las 3-4 semanas. En estos casos, la anatomía patológica puede clarificar la causa y establecer un pronóstico renal. A pesar de la denominación de NTA, la necrosis de los túbulos no es un hallazgo universal y, cuando está presente, se encuentra par- cheada en zonas. Las regiones más afectadas son la médula externa, la parte recta (S3) del túbulo contorneado proximal y la rama gruesa del asa de Henle. Con mayor frecuencia se observan células o grupos de células desprendidas del epitelio tubular que dejan espacios de membrana basal denudada y que a veces se ven en la luz tubular. Las células desprendidas pueden mostrar cambios de necrosis, apoptosis o ser de morfología normal. Las células adyacentes restantes suelen estar aplanadas, ya que se extienden con el fin de cubrir los espacios de membrana basal desprovistos de células. Un hallazgo destacable es la lesión o pérdida del ribete en cepillo del epitelio tubular en el córtex y en la médula externa. Otro hallazgo característico es la presencia de cilindros intratubulares que contienen proteína de Tamm-Horsfall, células desprendidas y fragmentos de ribete en cepillo. Los vasos peritubulares también pueden estar afectos en la NTA y mostrar grados diversos de congestión. En el intersticio se pueden observar a veces infiltrados pequeños, sobre todo en el área de los vasa recta. También es posible observar diferentes signos de regeneración del epitelio tubular, como son la presencia de células grandes con citoplas- ma basófilo, núcleos hipercromáticos y mitosis ocasionales. A veces, los signos de lesión aguda y de regeneración se pueden ver de forma simultánea, lo que sugiere la presencia de agresionesrenales recurrentes en la fase de mantenimiento. COMPLICACIONES La IRA comporta la pérdida de la capacidad de los riñones de eliminar Na+, K+ y agua, de mantener la homeostasis de cationes divalentes y del equilibrio acidobásico y de eliminar los productos de desecho del metabolismo. Por este motivo, la IRA se complica frecuentemente con el desarrollo de hipervolemia, hiperpotasemia, hiponatremia, hiperfos- foremia, hipercalcemia, hipermagnesemia, acidosis metabólica y clíni- ca de uremia. En general, la gravedad de estas manifestaciones viene dada por el grado de la lesión renal, pero también por la situación catabólica del paciente y por las causas de IRA que se asocian a destruc- ción celular masiva. En pacientes con IRA no oligúrica en situación no catabólica, la creatinina plasmática aumenta una media de 0,5 a 1 mg/dL por día y el BUN entre 10 y 20 mg/dL, pero en situacio- nes de oligoanuria, hipercatabolismo o destrucción celular masiva, estos incrementos diarios pueden llegar a ser de 3 y 100 mg/dL, respectivamente. La hipervolemia es una complicación frecuente y potencialmen- te mortal si se manifiesta en forma de edema agudo de pulmón. La TABLA 97-2 Parámetros urinarios en el diagnóstico diferencial de la IRA Parámetros IRA prerrenal IRA intrínseca Excreción fraccional de Naa < 1 > 2 Na en orina reciente (mEq/L) < 10 > 20 Cociente creatinina orina/plasma > 40 < 20 Cociente BUN orina/plasma > 8 < 3 Densidad de orina > 1,018 < 1,012 Osmolalidad de orina (mOsm/kg H2O) > 500 < 250 Cociente BUN/creatinina en plasma > 20 < 10-15 Índice de fallo renalb < 1 > 1 Fracción de excreción de BUN < 35 > 35 a(Nao × Crp)/(Nap × Cro) × 100. bNao/(Cro/Crp) × 100. IRA: insuficiencia renal aguda. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 834 SECCIÓN VI Nefrología hiperpotasemia es frecuente y particularmente marcada en situaciones de destrucción celular masiva, acidosis grave y obstrucción urinaria. La hipopotasemia es menos frecuente y suele encontrarse en casos de nefrotoxicidad por aminoglucósidos, anfotericina B y cisplatino. La acidosis de la IRA es típicamente con hiato aniónico elevado. Es frecuente la hiperuricemia asintomática de hasta 15 mg/dL, mientras que valores superiores deben hacer sospechar la presencia de nefropatía aguda por uratos (lisis tumoral). La hiperfosfatemia suele ser leve y asintomática y se acompaña generalmente de hipocalcemia asintomática. La hiperfosfatemia grave se suele observar en el síndrome de lisis tumoral, la rabdomiólisis y la hemólisis. La hipermagnesemia suele ser leve y se observa en la IRA oligúrica, mientras que la hipomagnesemia se puede observar en la toxicidad por aminoglucósidos, cisplatino y anfotericina B. La anemia es común, generalmente leve y de causa multifactorial. Puede existir trombocitopenia o trombocitopatía urémica que conducen a com- plicaciones hemorrágicas y probablemente una inmunidad deprimida que conduce a una elevada tasa de infecciones, que constituyen la causa más frecuente (75%) de mortalidad. En fases avanzadas aparecen complicaciones del síndrome urémico: gastrointestinales (anorexia, náuseas y vómitos, íleo), neurológicas (letargia, confusión, estupor, coma, agitación, psicosis, asterixis, mio- clonías, hiperreflexia, síndrome de piernas inquietas y convulsiones), cardiovasculares (pericarditis con posible derrame pericárdico y tapona- miento cardíaco, hipertensión) y hematológicas (diátesis hemorrágica urémica). TRATAMIENTO Tratamiento etiológico En la IRA prerrenal, el restablecimiento de la perfusión renal debe normalizar las cifras de creatinina. Deben utilizarse soluciones cris- taloides, ya que los coloides no sólo no aportan ventajas, sino que se asocian a efectos secundarios y a mayor incidencia de insuficiencia renal que requiere diálisis. El cristaloide más usado es el cloruro sódico isotónico (suero salino al 0,9%), aunque en ciertas pérdidas gastrointestinales hipotónicas es recomendable usar el suero salino 0,45% o una combinación de salino y glucosado. El aporte de K+ y de bicarbonato dependerá de la composición del fluido perdido por el paciente. En caso de hipovolemia por hemorragia, si hay inestabilidad hemodinámica lo ideal es la transfusión de concen- trado de hematíes. El tratamiento de las situaciones prerrenales asociadas a insuficiencia cardíaca y a cirrosis hepática se describe en los capítulos correspondientes, al igual que el de las otras causas específicas de IRA (glomerulonefritis, HTA acelerada, mieloma, SUH-PTT, etc.). Tratamiento específico No existe tratamiento específico eficaz para el riñón en el caso de la IRA intrínseca por NTA. A pesar de que diversos agentes han demostrado eficacia en la IRA experimental, su traslado a la clínica ha sido siempre decepcionante. Es importante señalar que dos prácticas comunes en el pasado se deben abandonar en la actualidad por su falta de resultado y complicaciones: el uso de la dopamina a dosis bajas («dosis renal») en la IRA oligúrica, y la utilización prolongada de furosemida a dosis altas con otra intención que no sea el control de la volemia si hay diuresis. Una práctica prudente es el uso de bolo de furosemida en dosis apropiadas, cuya administración se continuará, preferentemente en perfusión continua, si la respuesta diurética es adecuada (incremento de un 30% aproximadamente). En la IRA obstructiva, el tratamiento se dirige a la causa de la obstrucción, aunque a veces se requiere una resolución temporal mediante nefrostomía percutánea, sondaje vesical o suprapúbico hasta instaurar el tratamiento definitivo. Cuando se resuelve la obstrucción, típicamente se inicia una diuresis adecuada que, en algunos casos en los que ha habido lesión tubular, puede ser abundante y causar hipovolemia, hiponatremia e hipopotasemia, que hay que corregir de forma precoz. Tratamiento de las complicaciones Un aspecto de capital importancia es el mantenimiento del balance hídrico. Una vez conseguida la euvolemia, deben restringirse las entra- das, de manera que sean iguales o como máximo 400 mL superiores a las pérdidas (urinarias, digestivas, cutáneas). La sobrecarga hídrica constituye la única indicación sólida para el empleo de los diuréticos de asa para restablecer o incrementar la diuresis, con la condición de no sobrepasar el techo terapéutico de 480 mg/día y de suspenderlos en los pacientes resistentes. En ocasiones, la asociación con diuréticos tiazídicos, sobre todo por vía intravenosa, es eficaz para promover una buena diuresis. La corrección de los trastornos electrolíticos se trata en los capítulos correspondientes. En cuanto a la acidosis metabólica, no es necesaria la administración de bicarbonato a no ser que su valor en plasma esté por debajo de 15 mEq/L o con pH < 7,2 o se acompañe de hiperpotasemia. Un aspecto importante es el aporte nutricional, que debe consistir en la restricción de proteínas a menos de 0,8 g/kg de peso en pacien- tes no hipercatabólicos y a menos de 1,4 g/kg de peso en pacientes hipercatabólicos o en tratamiento sustitutivo renal continuo y en un aporte mínimo de 100 g/día de hidratos de carbono. El aporte diario de calorías debe ser de 25-30 kcal/kg de peso. La anemia es frecuente y puede corregirse mediante transfusión o con la administración de agentes eritropoyéticos. El sangrado asociado a uremia puede corregirse mediante desmopresina, corrección de la anemia, estrógenos o con el inicio de diálisis. Aunque los pacientes con IRA son propensos a padecer infecciones, no se ha demostrado que los antibióticos profilácticos reduzcan su incidencia o gravedad. Tratamiento sustitutivo renal El tratamiento sustitutivo renal (TSR) tiene como objetivos el trata- miento de las complicaciones(volemia, electrólitos y uremia) de la IRA y la reposición de la función de los riñones en espera de que se produzca la fase de recuperación renal. De este modo, es importante que el TSR no interfiera en la recuperación renal con nuevas agresiones, como pueden ser la hipotensión o la activación leucocitaria asociada a la diálisis. Aunque no existe consenso generalizado, en la tabla 97-3 se resumen los criterios propuestos para iniciar el TSR en la IRA. Modalidades de tratamiento sustitutivo renal en la insuficiencia renal aguda Las modalidades de TSR se clasifican según los mecanismos de eliminación de fluidos y de solutos y según la naturaleza continua o intermitente del tratamiento (v. cap. 99, Hemodiálisis y diálisis peritoneal). En todas ellas es necesaria la colocación de un acceso vas- cular, generalmente un catéter de doble luz y de diámetro y longitud TABLA 97-3 Indicaciones del tratamiento sustitutivo renal en la IRA Situación clínica Concepto Oliguria Diuresis < 200 mL durante 12 h Anuria Diuresis < 50 mL durante 12 h Hipervolemia Edema pulmonar que no responde a diuréticos o grave Hiperpotasemia K+ > 6,5 mEq/L con cambios en el ECG y resistente a tratamiento médico Acidosis metabólica grave pH < 7,2 resistente al tratamiento médico Clínica atribuible a uremia Encefalopatía, neuropatía/miopatía, pericarditis Intoxicación por droga o fármaco dializable Droga o fármaco capaz de atravesar la membrana del filtro ECG: electrocardiograma; IRA: insuficiencia renal aguda. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V I 835 CAPÍTULO 97 Insuficiencia renal aguda © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. apropiados según el lugar de colocación (preferentemente en vena yugular interna o vena femoral). La principal modalidad intermitente es la hemodiálisis intermitente (HDI). La HDI utiliza la difusión para el aclaramiento de solutos y la ultrafiltración para la eliminación de volumen. Las ventajas incluyen una eliminación rápida de solutos y volumen, un coste y una compleji- dad y unos requerimientos de anticoagulación relativamente pequeños. La principal desventaja es el riesgo de hipotensión, de tal manera que hasta un 30% de los pacientes con IRA no pueden tolerarla debido a inestabilidad hemodinámica. Además, el movimiento rápido de solutos al espacio extravascular puede producir edema cerebral, por lo que está contraindicada en pacientes con traumatismo craneoencefálico o con encefalopatía hepática. También se puede aplicar una modalidad de hemodiálisis que combina un tratamiento más prolongado (entre 8 y 12 h) a flujos de sangre y líquido de diálisis más reducido, con lo que la tolerancia suele ser mejor (diálisis lenta de baja eficiencia o SLED). Las modalidades continuas de TSR son la diálisis peritoneal y las terapias continuas de depuración extrarrenal (TCDE). Las TCDE incluyen una serie de modalidades que utilizan, todas ellas, ultrafil- tración y que pueden usar, además, convección, difusión o ambas, además de adsorción. Consisten en terapias que duran las 24 h del día, con flujos sanguíneos y un flujo de líquido de diálisis (en caso de técnicas con difusión) y de sustitución (en caso de convección) relativamente bajos. Las ventajas de las TCDE radican en su naturaleza continua y de baja intensidad: tanto el aclaramiento de solutos como la sustracción de volumen se realizan más lentamente, lo que permite mayor estabilidad hemodinámica con extracción de volumen más alto al estar repartido en 24 h y mayor control de la concentración de solutos. Las principales desventajas residen en la anticoagulación prolongada con heparina y en el coste elevado de los líquidos. En cuanto a supervivencia renal y del paciente, ambas modalidades son esencialmente equivalentes, siempre y cuando se prescriban con una dosis mínima adecuada (para la HDI una sesión cada 48 h con una dosis [Kt/V] mínima de 1,3 por sesión, y para las TCDE con dosis de efluente de 25 mL/kg de peso y hora). La diálisis peritoneal, común como TSR en la ERC terminal, no se utiliza en la IRA en los países con recursos sanitarios avanzados. Conlleva riesgo aumentado de peritonitis, está contraindicada en intervención quirúrgica abdominal reciente o sepsis abdominal, ofrece un aclaramiento de solutos escaso en pacientes catabólicos y reduce la función respiratoria al limitar la excursión diafragmática. No obstante, tiene la ventaja de su bajo coste y utilización de pocos recursos, por lo que aún se utiliza en áreas con recursos sanitarios limitados. PREVENCIÓN La medida preventiva más eficaz es el mantenimiento de una presión arterial y un volumen intravascular adecuados. Así, una hidratación correcta es capaz de prevenir la IRA nefrotóxica, como demuestran numerosos ejemplos. En los pacientes críticos, estudios recientes han demostrado una relación entre balance hídrico positivo y mortalidad en la IRA, por lo que estas medidas se deben aplicar de forma juiciosa. En pacientes susceptibles, se deben extremar las medidas de prevención, utilizar con extremo cuidado o evitar en lo posible los agentes nefrotóxicos (contrastes, AINE, etc.), monitorizar sus niveles plasmáticos (ciclosporina, tacrolimus, aminoglucósidos) y ajustes y optimización en las dosis (aminoglucósidos en dosis única diaria) y en los preparados (anfotericina B liposomal). En pacientes con ries- go de padecer nefropatía aguda por uratos durante la quimioterapia (linfomas, leucemias), el alopurinol o la rasburicasa han demostrado eficacia preventiva. La hidratación forzada, con bicarbonato si el pH de orina es < a 6,5 está indicada para evitar la precipitación tubular de ácido úrico o metotrexato y en la rabdomiólisis. Si se usa contraste yodado, la hidratación con bicarbonato sódico isoosmolar o con suero salino isotónico es capaz de reducir la inci- dencia de nefrotoxicidad en pacientes de riesgo (FG < 45 mL/min). Se administran a ritmo de 3 mL/kg en 1 h durante la hora previa al procedimiento y posteriormente 1 mL/kg de peso y hora durante las 6 h que siguen al procedimiento. El uso de N-acetilcisteína no se recomienda por falta de eficacia demostrada. PRONÓSTICO La mortalidad de los pacientes críticos afectos de IRA con TSR intrínseca se aproxima al 50% y esta cifra no ha variado mucho en las últimas décadas. Quizá esta falta de mejora sea más aparente que real, debido a la creciente edad y comorbilidad de los pacientes sometidos a tratamientos médicos y quirúrgicos agresivos y a que la IRA se detec- ta cada vez más asociada a fallo multiorgánico. Por ello, las mejoras introducidas en el cuidado de los pacientes con IRA han supuesto probablemente un aumento de supervivencia que no se ha evidenciado por el cambio de las características de la población afecta. Por ejemplo, en los pacientes con sepsis, la mortalidad en la actualidad está entre el 60% y el 90%. La mortalidad suele deberse a la enfermedad que originó la IRA, aunque está demostrado que la IRA per se, incluso con aumentos de creatinina plasmática tan pequeños como 0,3 mg/dL, es un factor independiente de mortalidad en pacientes ingresados. La mortalidad de los pacientes no críticos y con IRA menos grave va de un 15% a un 30%. La IRA puede afectar de forma independiente la mortalidad del paciente a largo plazo, incluso años después del alta. Entre los factores que se asocian a mayor mortalidad están la edad, el sexo masculino, la oliguria, los eventos cardiovasculares, la sepsis, el dis- trés respiratorio, el fallo hepático, la trombocitopenia y el incremento en la cifra de creatinina. La mayoría de los pacientes con IRA recupera la función renal. No obstante, un 5%-10%pasa a depender de la diálisis y en un 5% adicional se presenta insuficiencia renal progresiva después de la recu- peración inicial. Se ha demostrado que los pacientes que padecen un episodio de IRA tienen un riesgo aumentado de ERC de novo, de progresión si ya existía ERC y de enfermedad renal terminal. Una NTA prolongada o la presencia de enfermedad renal previa aumentan el riesgo de estas secuelas. En aproximadamente un 50% de los pacientes quedan alteraciones subclínicas en la función tubular (capacidad de concentración) y, en ocasiones, fibrosis glomerular y tubulointers- ticial. Así, la IRA recuperada es un factor de riesgo de desarrollar ERC futura. Los pacientes que han sobrevivido a un episodio de IRA son más susceptibles a desarrollar otro episodio si son sometidos a isquemia o nefrotoxinas. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Abuelo JG. Normotensive Ischemic Acute Renal Failure. N Eng J Med 2007; 357:797-805. Bellomo R, Kellum JA, Ronco C. Acute kidney injury. Lancet 2012;380: 756-66. Bosch X, Poch E, Grau JM. Rhabdomyolysis and acute kidney injury. N Eng J Med 2009;361:62-72. KDIGO Work Group AKI. KDIGO clinical practice guideline for acute kidney injury. Kidney Int Suppl 2012;17:1-138. Liaño F, Candela A, Tenorio MT, Rodríguez-Palomares JR. La IRA en la UCI: Concepto, clasificaciones funcionales, epidemiología, biomarcadores, diagnóstico diferencial y pronóstico. En: Poch E, Liaño F, Gaínza FJ, eds. Manejo de la disfunción aguda de riñón del paciente crítico en la práctica clínica. Madrid: Ergón; 2011. p. 1-22. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org Push Button0:
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