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CONCEPTO La enfermedad renal crónica (ERC) se define como la presencia persis- tente durante > 3 meses de alteraciones estructurales o funcionales del riñón que tienen implicaciones para la salud y que se manifiestan por: a) indicadores de lesión renal, como alteraciones en estudios de laboratorio en sangre u orina (p. ej., elevación de la creatinina sérica, proteinuria o hematuria glomerular), en estudios de imagen (p. ej., riñón poliquístico) o en una biopsia (p. ej., glomerulopatía crónica), independientemente de que se acompañen o no de una disminución del filtrado glomerular (FG), y b) un FG menor de 60 mL/min por 1,73 m2 de superficie corporal, independientemente de que se acom- pañe o no de otros indicadores de lesión renal. La ERC se clasifica en cinco estadios según la gravedad de la reducción de la tasa de FG estimada (FGe) con alguna fórmula, de preferencia la de CKD-EPI. En la revisión más reciente de la clasifi- cación, se subdividió el estadio 3 en 3a y 3b (el punto de corte es un FGe de 45 mL/min), se añadieron tres niveles de albuminuria para cada uno de los estadios y se incluyó el diagnóstico de la causa de la ERC (tabla 98-1). En los estadios 1 y 2 de la ERC, el nivel de FGe debe acompañarse de un indicador de lesión renal que implique riesgo de una reducción progresiva del FG (p. ej., albuminuria moderada en la nefropatía diabética o múltiples quistes en una ecografía en la enfermedad renal poliquística temprana). Este punto es importante para no catalogar como ERC algunos tipos de lesiones que prácticamente nunca pro- gresan, como los quistes renales simples. Desde el punto de vista clínico, la disminución progresiva del FG secundaria a la pérdida irreversible de nefronas funcionantes, independientemente de la causa, se manifiesta inicialmente por una elevación persistente (> 3 meses) de los niveles plasmáticos de los productos de desecho del metabolismo que normalmente se excretan por el riñón, como el BUN y la creatinina. Conforme progresa la lesión renal, aparecen otras alteraciones de laboratorio y, finalmente, manifestaciones clínicas. El síndrome urémico se refiere al conjunto de síntomas y signos que ocurre en etapas avanzadas de la ERC (FG inferior a 10-15 mL/min) y que refleja una disfunción generalizada de todos los órganos y sistemas secundaria a la uremia. FRECUENCIA Y ETIOLOGÍA En España, el estudio EPIRCE reportó que la ERC afecta a uno de cada siete adultos, con una prevalencia del 15,1% (1,5% en estadio 1, 1,8% en estadio 2, 10,0% en estadio 3a, 1,6% en estadio 3b, 0,27% en estadio 4 y 0,0% en estadio 5 [3 pacientes]). La ERC que requiere tratamiento sustitutivo renal (TSR) con diálisis (estadio 5D) o tras- plante (estadio 5T) es relativamente frecuente, con una incidencia y una prevalencia en España de 141 y 1.284 casos por millón de habitantes y año, respectivamente, en 2017. Las causas son nefro- patía diabética (23,9%), nefropatías no filiadas (21,6%), nefropatías vasculares (12,9%), glomerulonefritis (12,8%), pielonefritis/nefritis intersticiales crónicas (7,1%), enfermedad renal poliquística (6,6%), enfermedades sistémicas (6,1%), otras nefropatías hereditarias (2,0%) y otras nefropatías (6,9%). La modalidad más frecuente de inicio del TSR es la hemodiálisis (78,0%), seguida de la diálisis peritoneal (17,1%) y el trasplante renal anticipado (4,9%). De los más de 60.000 pacientes que recibían TSR en España en 2017, aproximadamente la mitad estaba en diálisis (41,0% en hemodiálisis y 5,2% en diálisis peritoneal) y 53,8% tenía un trasplante renal funcionante. A nivel mundial, la prevalencia estimada de ERC es del 11,8% en hombres y el 10,4% en mujeres. En 2010, 2,6 millones de perso- nas recibían TSR con diálisis, aunque se estimó que entre 4,9 y 9,7 millones podrían requerirla. Los países con la prevalencia más alta de ERC 5D son Taiwán, Japón y EE. UU., y la nefropatía diabética es la causa más frecuente. La diabetes y la hipertensión arterial explican más de dos terceras partes de las causas de ERC 5 en EE. UU. Los Enfermedad renal crónica TABLA 98-1 Clasificación de KDIGO de la enfermedad renal crónica y plan de accióna 1. Categorías según el nivel de FGe (mL/min/1,73 m2) 2. Categorías de albuminuria (cociente Alb/Cr [mg/g] o TEA [mg/24 h]) Plan de acciónb (estadios 1-5 de ERC)c G1 ≥ 90 (normal o elevado) A1 (normal o aumento leve) < 30 Diagnóstico y tratamiento de: La causa de la ERC Factores reversibles Comorbilidades Factores de riesgo y/o ECV Intervenciones que retrasan la progresión de la ERC G2 60-89 (descenso leve) A2 (aumento moderado) 30-300 Monitorización de la velocidad de progresión G3a 45-59 (descenso leve-moderado) A3 (aumento grave) > 300 Prevención y tratamiento de las complicaciones de la ERCG3b 30-44 (descenso moderado) 3. Posible causa de la ERCaG4 15-29 (descenso grave) Preparación para el TSR G5Dd < 15 (fallo renal) Inicio oportuno del TSR aAdemás de las cinco categorías basadas en el nivel del FGe (G1-G5) y las tres categorías basadas en el nivel de albuminuria (A1-A3), la clasificación incluye el diagnóstico clínico de la causa de la ERC en alguna(s) de las siguientes categorías: diabetes mellitus, hipertensión arterial, glomerulopatías, otras causas, nefropatía crónica del trasplante y causa desconocida. bEl plan de acción incluye las intervenciones de los estadios previos. cLos estadios 1 y 2 de ERC requieren la presencia de indicadores de lesión renal (p. ej., albuminuria A2 o A3 que persiste durante más de 3 meses), además del nivel de FG mencionado en la tabla (G1 o G2). Los estadios 3 a 5 se definen solamente por el nivel de FG, sin que sea necesaria la presencia de otros indicadores de lesión renal. dAl paciente que recibe tratamiento con diálisis se le clasifica como estadio 5D. Al que recibe tratamiento con trasplante renal se le añade una T al estadio de ERC en que se encuentre. Adaptado de Kidney Disease: Improving Global Outcomes (KDIGO) CKD Work Group. KDIGO 2012 Clinical Practice Guideline for the Evaluation and Management of Chronic Kidney Disease. Kidney Int Suppl 2013;3:1-150. Alb/Cr: albúmina/creatinina; ECV: enfermedad cardiovascular; ERC: enfermedad renal crónica; FGe: filtrado glomerular estimado; KDIGO: Kidney Disease Improving Global Outcomes; TEA: tasa de excreción de albúmina. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V I 837 CAPÍTULO 98 Enfermedad renal crónica © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. individuos de etnia negra son más susceptibles de desarrollar ERC secundaria a hipertensión arterial que los de etnia caucásica. Ciertos polimorfismos en el gen APOL1 explican la susceptibilidad genética de estos individuos para desarrollar ERC secundaria a hipertensión, así como el inicio más precoz y la progresión más rápida de la ERC, particularmente si tienen diabetes tipo 2. FISIOPATOLOGÍA La pérdida de nefronas de la ERC se acompaña de una disminución progresiva de la función renal, lo que resulta en: 1) alteraciones del equilibrio hidroelectrolítico y acidobásico; 2) acumulación de solutos orgánicos que normalmente son excretados por el riñón, y 3) alte- raciones en la producción y el metabolismo de ciertas hormonas, como la eritropoyetina y la vitamina D. Afortunadamente, conforme disminuye la función renal se activan una serie de mecanismos de compensación, lo que explica que un paciente con ERC pueda estar totalmente asintomático a pesar de haber perdido más del 70% de la masa renal. Uno de los principales mecanismos de compensación es la hiperfil- tración glomerular, que consiste en que las nefronas no dañadas por la lesión inicial se vuelven hiperfuncionantes, lo que compensa parcial- mente la disminución del FG de las nefronas que se han perdido. La hiperfiltración glomerular permite mantener un balance aceptable de los líquidos y electrólitos corporales hasta fases relativamente avanzadas de la ERC, pero lo hace a expensas de inducir unaglomerulosclerosis, que contribuye a aumentar el daño en las nefronas remanentes. Cuan- do el número de nefronas funcionantes alcanza un nivel crítico, los mecanismos de compensación se vuelven insuficientes y se producen las alteraciones bioquímicas y clínicas típicas del síndrome urémico. El mecanismo por el que se produce la hiperfiltración en las nefro- nas remanentes es un aumento de la presión hidrostática en los capilares glomerulares (hipertensión glomerular), que procede de la transmisión de la presión sistémica a los glomérulos o de cambios hemodiná- micos locales, como incremento del flujo plasmático secundario a vasodilatación predominante de la arteriola aferente. La hipertensión capilar glomerular sostenida daña directamente los capilares glome- rulares y distiende las células mesangiales, lo que resulta en aumento de la síntesis de citocinas con capacidad de inducir proliferación y fibrogénesis. Desde el punto de vista patológico, estos cambios se traducen en hipertrofia glomerular y, finalmente, glomerulosclero- sis. La pérdida adicional de nefronas debida a la glomerulosclerosis favorece la hiperfiltración en las nefronas remanentes aún sanas, con lo que se crea un círculo vicioso que hace que progrese hacia la ERC terminal. Es importante notar que la glomerulosclerosis inducida por la hiperfiltración glomerular contribuye a la progresión del daño renal, independientemente de la actividad de la causa primaria de la ERC. Otros factores que secundariamente pueden contribuir a la progresión de la lesión renal son: Proteinuria. Contribuye debido al efecto tóxico de algunas proteínas sobre las células y la matriz mesangiales, y sobre las células tubulares, así como por inducción de la síntesis de moléculas proinflamatorias y citocinas. Hipertensión arterial. Además de ser un factor de riesgo cardiovas- cular, favorece la progresión de la ERC al aumentar la presión capilar glomerular y, por tanto, los fenómenos de hiperfiltración y glomerulosclerosis; adicionalmente, las alteraciones vasculares propias de la hipertensión arterial (hiperplasia e hialinosis arteriolar) causan disminución del flujo plasmático renal y del FG, tanto más acusado cuanto mayor es el incremento de las cifras de PA y su duración. Lesiones tubulointersticiales. La dilatación tubular y la fibrosis inters- ticial ocurren en prácticamente todos los casos de ERC, indepen- dientemente de la causa, y suelen ser un mejor índice pronóstico de la reducción del FG que las mismas lesiones glomerulares. Aunque el mecanismo no se conoce del todo, varios factores pueden con- tribuir a su desarrollo, como la participación del intersticio en el proceso inflamatorio que acompaña a las glomerulonefritis, el depósito en el intersticio de fosfato cálcico y amonio (este último se acumula en las nefronas hiperfuncionantes que excretan una canti- dad mayor de ácido y puede causar lesión al activar el complemento por la vía alternativa), las alteraciones (activación y rarefacción) del endotelio de los capilares peritubulares debidas a isquemia y el posible efecto proinflamatorio de las proteínas y el hierro libre en contacto con los túbulos. También contribuye el efecto fibrogénico de la angiotensina II y la aldosterona. Hiperlipemia. Puede contribuir a la lesión renal al activar la pro- liferación de las células mesangiales (las cuales tienen receptores para LDL), la fibronectina (que es un componente de la matriz mesangial), los factores quimiotácticos de los macrófagos y las especies reactivas de oxígeno. Sin embargo, la evidencia clínica es insuficiente para confirmar el efecto del tratamiento de la hiperli- pemia en la progresión de la ERC, así como el objetivo terapéutico más apropiado. Tabaquismo. Puede contribuir a la progresión de la ERC por varios mecanismos, como hiperfiltración glomerular, disfunción endotelial e incremento de la proteinuria. Sin embargo, no hay estudios pros- pectivos que demuestren el efecto de la suspensión del consumo de tabaco en la progresión de la ERC. Factores genéticos. Ciertos polimorfismos del gen de la apolipo- proteína E (apoE) se asocian con un mayor riesgo de aterosclerosis y progresión de la ERC. Otros factores. Aunque la anemia, la hiperuricemia, la acidosis y las alteraciones del metabolismo mineral pueden contribuir a la pro- gresión, la evidencia es todavía insuficiente como para recomendar su corrección únicamente con el fin de retrasar la progresión de la ERC. Alteraciones del equilibrio hidroelectrolítico y acidobásico Excreción de sodio y agua El balance de sodio generalmente se mantiene de forma aceptable hasta fases relativamente avanzadas de la ERC, debido al aumento de la excreción de sodio en las nefronas remanentes hiperfuncionantes. Cuando los mecanismos de compensación se vuelven insuficientes, los riñones no pueden excretar cargas excesivas de sodio y se pro- duce sobrecarga de volumen, hipertensión arterial y edema. Por el contrario, en situaciones en las que el riñón normalmente responde con un aumento de la reabsorción de sodio, como en la hipovolemia asociada con dosis excesivas de diuréticos o diarrea grave, se puede producir depleción de volumen con facilidad. Es importante notar que en algunas causas de ERC caracterizadas por daño tubular, como la enfermedad quística medular, la nefritis intersticial crónica y la uropatía obstructiva, la natriuresis es excesiva, por lo que se conocen como nefropatías pierde-sal. El balance de agua también está alterado en la ERC avanzada. Cuando la ingesta de agua es excesiva, se puede producir sobrehi- dratación e hiponatremia debido a la incapacidad de los riñones de producir orina máximamente diluida. Por el contrario, en situaciones en las que el riñón responde con un aumento de la reabsorción de agua, como en la deshidratación que acompaña a la fiebre o a la sudo- ración excesiva, se puede producir deshidratación e hipernatremia con facilidad debido a la incapacidad de los riñones de producir orina máximamente concentrada. Excreción de potasio El balance de potasio también se mantiene de forma aceptable hasta fases relativamente avanzadas de la ERC debido al aumento de la excreción por las nefronas remanentes hiperfuncionantes y por el tracto gastrointestinal. Cuando los mecanismos de compensación se vuelven insuficientes, los riñones no pueden excretar cargas excesivas de potasio y se produce hiperpotasemia. También existen algunas causas de ERC que se asocian con pérdidas renales excesivas de potasio, pero son raras. Excreción de hidrogeniones Inicialmente se mantiene el equilibrio acidobásico por el aumento de la secreción de hidrogeniones en las nefronas remanentes hiperfuncionan- tes. Cuando el FG disminuye a menos de 30 mL/min, los mecanismos compensatorios se vuelven insuficientes y se puede empezar a producir retención de hidrogeniones y acidosis metabólica. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 838 SECCIÓN VI Nefrología Excreción de ácido úrico y magnesio Los pacientes con ERC tienen tendencia a retener ácido úrico y magnesio debido a la disminución de la capacidad de excretarlos. La hiperuricemia raramente ocasiona episodios de gota en estos pacientes por mecanismos no del todo conocidos. Metabolismo del calcio y del fosfato El metabolismo del calcio y del fosfato es anormal en pacientes con ERC, lo que ocasiona varios tipos de lesiones óseas que, en su conjunto, se denominan osteodistrofia renal, así como alteraciones bioquímicas y calcificaciones vasculares y extravasculares. La fisiopatología de esta complicación es compleja y se esquematiza en la figura 98-1. Conforme progresa la ERC, la excreción renal de fosfato disminuye, lo que estimula la producción del factorde crecimiento de los fibroblastos 23 (FGF-23) por los osteocitos, el cual inhibe al cotransportador Na/P del túbulo contorneado proximal, con el resultado de un aumento de la excreción renal de fosfato. El FGF-23 también inhibe la 1-α-hidroxilasa, lo que reduce la producción de vitamina D activa (1,25-dihidroxico- lecalciferol). Lo anterior resulta en un aumento de la síntesis de PTH (hiperparatiroidismo secundario), el cual contribuye al incremento de la fosfaturia al disminuir la reabsorción de fosfato en el túbulo proximal. En fases más avanzadas de la ERC (FG < 30 mL/min), las respuestas fos- fatúricas no compensan la retención de P, lo que lleva a hiperfosforemia. Además, las concentraciones séricas de calcio y vitamina D activa tienden a disminuir, lo que constituye un estímulo adicional para la síntesis de PTH. La hipocalcemia se debe a la precipitación de calcio junto con el fosfato (favorecida por la hiperfosfatemia) y, más importante aún, a la disminución de la producción de vitamina D activa (1,25-dihidroxico- lecalciferol) por la reducción del número de nefronas funcionantes y por efecto directo de la sobrecarga de fosfato en el túbulo proximal. Un mecanismo adicional que contribuye a la producción excesiva de PTH es la reducción del número de receptores de vitamina D, sen- sores de calcio, FGF-23 y klotho (correceptor que permite la unión de FGF-23 a su propio receptor) en las paratiroides; también la resistencia a la inhibición de la síntesis de PTH por el FGF-23 y una resistencia al efecto de la PTH en el hueso por disminución de los receptores. El hiperparatiroidismo secundario eleva la calcemia al estimular la reabsorción ósea, la producción renal de 1,25-dihidroxicolecalciferol en las nefronas remanentes y la reabsorción tubular renal de calcio. Desafortunadamente, aunque este mecanismo de compensación puede llegar a normalizar la calcemia y la fosfatemia durante un tiempo, lo hace a expensas de inducir alteraciones óseas como la osteítis fibrosa quística, que es la lesión típica del hiperparatiroidismo. Otra posible complicación es la calcificación inadecuada de los huesos (osteomala- cia), la cual es secundaria a la deficiencia predominante de vitamina D activa. La biopsia ósea permite distinguir la participación de los distintos tipos de lesiones de osteodistrofia renal. Acumulación de solutos orgánicos En la ERC se acumulan varias sustancias que normalmente se excretan por el riñón, como los productos del catabolismo proteico y otras sustancias exógenas que pueden ser absorbidas y/o producidas por la flora intestinal alterada debido a la uremia. Se llama toxinas urémicas a aquellas sustancias que contribuyen a la disfunción generalizada de los órganos y sistemas que se observa en el síndrome urémico. Aunque la urea es el prototipo de toxina urémica, los niveles séricos de urea se correlacionan sólo de forma inconsistente con los síntomas de uremia, por lo que se han tratado de identificar otras posibles toxinas urémicas. Algunas de estas sustancias tienen un papel relativamente bien estable- cido, como la urea, las guanidinas, la PTH y la β2-microglobulina. La urea es una sustancia de bajo peso molecular y soluble en agua que interfiere en los mecanismos de control del volumen celular y la regulación extrarrenal del potasio al inhibir el cotransportador Na-K-2Cl de los eritrocitos; tam- bién inhibe la síntesis de óxido nítrico en los macrófagos y es precursora de la formación de guanidinas como el ácido guanidinosuccínico. Las guanidinas son un grupo de metabolitos de la arginina que inhiben la producción de superóxido por los neutrófilos y la respuesta de los linfocitos killer; la dimetilarginina asimétrica reduce la síntesis de óxido nítrico al inhibir competitivamente la NO sintetasa, lo que puede ocasionar vasoconstricción, hipertensión, disfunción del sistema inmunitario y alteraciones neurológicas. La PTH y la β2-microglobulina pertenecen a las llamadas moléculas medias, cuyo peso molecular va de 300 a 12.000 dalton. La PTH causa una disfunción celular generalizada al aumentar la concentración de calcio intracelular, y entre sus efectos se incluyen alteraciones de la permeabilidad de la membrana celular, estímulo del catabolismo proteico y calcificación en los tejidos. También se le ha atribuido un papel patogénico en el desarrollo de algunas complicaciones, como la neuropatía, la encefalopatía, la miocardiopatía, la anemia y la intole- rancia a la glucosa. La β2-microglobulina puede acumularse en varios tejidos, ocasionando una amiloidosis asociada a la diálisis. Otras toxinas urémicas son las sustancias de bajo peso molecular solubles en agua, como el oxalato, el fosfato, la creatinina, el ácido úrico, los hidrogeniones, las poliaminas y el N-óxido de trimetilamina; sus- tancias que están ligadas a proteínas, como la homocisteína, los indoles, el p-cresol y el p-cresol sulfato; así como otras moléculas medias, incluidas la leptina, los productos de glucosilación avanzados y la grelina, entre otros. Algunas intervenciones han demostrado reducir los niveles de toxinas urémicas, como las dietas hipoproteicas; el uso de prebióticos, probióticos y simbióticos que modifican la flora intestinal; el uso de adsorbentes intestinales, como el AST-120, que reduce los niveles de indoles y p-cresol; las modificaciones en el tratamiento dialítico, como el uso de dializadores con membranas de alto flujo, hemodiafiltración y una mayor duración del tratamiento hemodialítico convencional; y, finalmente, las intervenciones que preservan la función renal residual. Alteraciones de la producción y del metabolismo hormonales Los riñones normalmente producen eritropoyetina y vitamina D activa. La disminución de la producción de estas hormonas desempeña un papel importante en el desarrollo de anemia y enfermedad ósea. Por otro lado, varias hormonas peptídicas, como la insulina, el glucagón, la gastrina, la calcitonina y la PTH, son catabolizadas en el riñón. Por tanto, en la ERC aumentan los niveles plasmáticos y se alarga la vida media de estas hormonas. En el caso de la PTH, el aumento de los niveles se debe más al hiperparatiroidismo secundario que a la disminución de su catabolismo. CUADRO CLÍNICO En la ERC temprana los pacientes suelen estar asintomáticos. En fases más avanzadas (generalmente cuando el FG es < 10-15 mL/min) pueden aparecer síntomas poco específicos, como malestar general, Figura - Mecanismos fisiopatológicos de las alteraciones del metabolismo óseo y mineral asociadas a la enfermedad renal crónica. FGF-23: factor de crecimiento fibroblástico 23; PTH: hormona para- tiroidea. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V I 839 CAPÍTULO 98 Enfermedad renal crónica © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. debilidad, insomnio, anorexia, náuseas y vómitos de predominio matu- tino. Posteriormente aparecen otros síntomas y signos que reflejan una disfunción generalizada de los órganos y sistemas (síndrome urémico) y que se describen a continuación. Manifestaciones cutáneas Los pacientes con ERC avanzada tienen un color de la piel pálido terroso característico. La palidez se relaciona con la anemia, y el aspecto terroso con la tendencia a la hiperpigmentación secundaria a los niveles elevados de β-MSH y a la retención de carotenos y urocromos. En las uñas puede observarse desaparición de la lúnula. El prurito generalizado es frecuente y puede acompañarse de lesiones de rascado; si es intenso, el paciente suele buscar atención médica porque interfiere en el sueño. Aunque el mecanismo no es del todo conocido, varios factores parecen contribuir a su desarrollo,como el hiperparatiroidismo secundario, la hiperfosfatemia (por depósito de fosfato cálcico en la piel), la anemia (o posiblemente otra manifestación de la deficiencia de eritropoyetina), la xerosis (por atrofia de las glándulas sudoríparas) y la neuropatía periférica, entre otros. Otra manifestación cutánea de la ERC avanzada es la escarcha urémica, que resulta de la cristalización de la urea contenida en el sudor una vez que este se evapora, lo que le confiere el típico aspecto blanquecino; en la actualidad es infrecuente esta complicación debido al inicio más temprano del tratamiento sustitutivo con diálisis. También pueden ocurrir equimosis y hematomas, y se relacionan con sangrado fácil debido a trastornos de la hemostasia. Menos frecuentemente se observan necrosis cutáneas secundarias a calcificación de los vasos de la piel (calcifilaxis) y lesiones de tipo ampolloso que pueden o no estar relacionadas con el acúmulo de porfirinas. Manifestaciones cardiovasculares Las alteraciones cardiovasculares son la causa más frecuente de morbi- mortalidad en pacientes con ERC, e incluyen hipertensión arterial, car- diopatía isquémica, hipertrofia ventricular izquierda, insuficiencia cardíaca y pericarditis urémica. La hipertensión arterial se debe fun- damentalmente a la sobrecarga de volumen secundaria a la retención de sodio y agua y, en menor medida, a la elevación de los niveles de renina-angiotensina. La arteriosclerosis progresa rápidamente debido a una mayor frecuencia de factores de riesgo «tradicionales», como la HTA, la hiperlipemia y el tabaquismo, y de factores «no tradicionales», consecuencia de las alteraciones hemodinámicas y metabólicas de la ERC, como la sobrecarga de volumen, la anemia, la intolerancia a la glucosa, la hiperhomocisteinemia, la inflamación y el hiperparatiroi- dismo. La hipertrofia ventricular izquierda se encuentra en el 65%-75% de los pacientes con ERC avanzada, y la HTA y la anemia están implicadas en su desarrollo. La insuficiencia cardíaca congestiva suele deberse a sobrecarga de volumen y HTA, anemia y una mayor frecuencia de car- diopatía isquémica; también se ha descrito una miocardiopatía urémica que se ha puesto en relación con la acumulación de toxinas y PTH. Los trastornos del ritmo cardíaco ocurren con frecuencia debido a alteraciones electrolíticas, acidosis metabólica, calcificación del sistema de conducción y alteraciones isquémicas o de disfunción miocárdica. Por último, la pericarditis urémica ocurre en el 6% al 10% de los pacien- tes con ERC avanzada antes o poco después del inicio de la diálisis. El mecanismo por el que se produce no es del todo conocido, pero suele correlacionarse con valores altos de BUN (generalmente superiores a 120 mg/dL [42 µmol/L]). Aunque el cuadro clínico es similar al de otras causas de pericarditis, generalmente no se acompaña de la típica elevación difusa del segmento ST y las ondas T en el electrocardiogra- ma. Al menos en la mitad de los casos se observa derrame pericárdico mediante ecocardiografía, el cual suele ser de tipo hemorrágico. Manifestaciones pulmonares Los pacientes con ERC avanzada pueden desarrollar edema pulmonar de origen cardiogénico por las razones mencionadas anteriormente. También edema pulmonar no cardiogénico, probablemente debido a un aumento de la permeabilidad capilar secundaria a la retención de toxinas urémicas. Una manifestación típica de este tipo de edema es el «pulmón urémico», que se caracteriza por infiltrados de tipo alveolar en las regiones perihiliares que parecen alas de mariposa. Las infecciones pulmonares, tanto por organismos típicos como atípicos, son frecuentes debido a las alteraciones de la inmunidad que ocurren en la ERC. Por último, también pueden observarse fibrosis y calcificaciones parenqui- matosas, lo que provoca trastornos funcionales como disminución de la capacidad vital y de la difusión de CO. Manifestaciones neurológicas Los accidentes cerebrovasculares son frecuentes debido a la arterios- clerosis acelerada. La encefalopatía urémica es una complicación de la uremia avanzada que se caracteriza por insomnio, alteraciones del patrón habitual del sueño, incapacidad para concentrarse, alteraciones de la memoria, confusión, desorientación, labilidad emocional, ansie- dad, depresión y ocasionalmente alucinaciones. Si no se trata, puede progresar a coma, convulsiones generalizadas y muerte. También pue- de haber manifestaciones neurológicas, como disartria, temblor y mioclonías y, en fases avanzadas, hiperreflexia, clonus patelar y signo de Babinski. El electroencefalograma suele mostrar enlentecimiento difuso de la actividad cerebral y tendencia a paroxismos de ondas lentas. La diálisis corrige la mayoría de las manifestaciones de encefalopatía urémica. Otra complicación es la neuropatía periférica, que generalmente se manifiesta como una polineuropatía simétrica de tipo mixto en la que el componente sensitivo precede al motor. El inicio suele ser insidioso, con afección de las extremidades inferiores distalmente y progresión lenta hacia las porciones proximales; las extremidades superiores tam- bién pueden estar afectas, pero generalmente después de las inferiores. Las alteraciones sensitivas suelen manifestarse por parestesias como el síndrome de las piernas inquietas, que consiste en una sensación molesta en las piernas durante el reposo que mejora con el movimiento o caminando; también es frecuente el dolor de tipo quemante en los pies, que puede ser lo suficientemente intenso como para interferir en la deambulación. Las alteraciones motoras suelen manifestarse por debilidad de las extremidades, marcha inestable (en parte tam- bién por disminución de la sensación vibratoria) y disminución de los reflejos osteotendinosos. Ocasionalmente, pueden evolucionar a paraparesia e incapacidad para moverse. El sistema nervioso autónomo también suele estar afecto, lo que resulta en hipotensión postural, alteraciones de la sudoración, impotencia y una respuesta anormal a la maniobra de Valsalva. Manifestaciones digestivas Anorexia, náuseas y vómitos son complicaciones que se presentan fre- cuentemente en la uremia avanzada. La anorexia suele ser el síntoma más temprano; puede ser intermitente y, en ocasiones, se relaciona con algún tipo de alimentos como la carne. Aunque las náuseas y los vómitos suelen ser de predominio matutino, eventualmente pueden ocurrir a lo largo del día. La presencia de estos síntomas resulta en disminución de la ingesta, que conduce a una progresiva malnutrición proteicocalórica. Otros factores que contribuyen a la malnutrición son: a) alteracio- nes hormonales (resistencia a la insulina y a la hormona del crecimien- to, que tienen efecto anabólico); b) acidosis metabólica (promueve el catabolismo proteico y la disminución de la síntesis de albúmina); c) producción de citocinas debido al estado inflamatorio que acompaña a la ERC; d) enfermedades concomitantes (p. ej., la gastroparesia diabética), y e) efectos secundarios de los fármacos. El fetor urémico se caracteriza por un olor amoniacal, urinoso, del aliento que frecuentemente se acompaña de un sabor metálico de la boca, y que está relacionado con la transformación de la urea en amonio en la saliva. Conforme avanza la ERC también pueden aparecer lesiones inflamatorias y/o ulcerativas del tracto digestivo, como gingivoestomatitis, gastritis, duodenitis, ileítis, colitis o proctitis. La presencia de estas lesiones, sobre todo de gastritis, úlcera péptica y angiodisplasia, así como la tendencia al sangrado, explica la aparición de hemorragia digestiva, la cual frecuentemente es oculta y contribuye a aumentar significativamente las pérdidas de hierro del organismo. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc.Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 840 SECCIÓN VI Nefrología Otras complicaciones son la diverticulosis, que es más frecuente en pacientes que reciben diálisis y los que tienen enfermedad renal poli- quística, y la pancreatitis, que es relativamente frecuente en autopsias, pero no suele dar lugar a manifestaciones clínicas. A este respecto, es importante notar que la amilasa sérica puede estar elevada en pacientes con ERC sin evidencia clínica de pancreatitis, presumiblemente debido a la disminución de la excreción renal. Sin embargo, esta elevación es leve y no suele sobrepasar más de tres veces el valor normal. Manifestaciones hematoinmunológicas En la ERC se producen alteraciones de la serie roja, blanca y plaqueta- ria. La anemia comienza a producirse en fases relativamente tempranas de la ERC y, con algunas excepciones, como la enfermedad renal poli- quística, está presente en prácticamente todos los pacientes con uremia avanzada. El mecanismo principal por el que ocurre es una producción deficiente de eritropoyetina por los riñones enfermos. Otros factores que contribuyen al desarrollo de esta complicación son una respuesta disminuida de los precursores de la serie roja a la eritropoyetina y una reducción de la vida de los eritrocitos por aumento de la eritrocateresis secundaria a la uremia. La deficiencia de hierro debida a sangrado (sobre todo del tubo digestivo) y ciertas deficiencias vitamínicas secundarias a la disminu- ción de la ingesta pueden contribuir a la génesis de esta complicación. A menos que se asocie con deficiencias significativas de hierro o ácido fólico, la anemia es típicamente normocítica normocrómica y de tipo hipoproliferativo. En cuanto a la serie blanca, el número de glóbulos blancos suele ser normal y aumenta en respuesta a las infecciones; sin embargo, la capacidad fagocítica de los leucocitos está disminuida lo que, junto con otras alteraciones del sistema inmunitario, explica la tendencia de estos pacientes a desarrollar infecciones. En lo relativo a la serie plaquetaria, aunque el número de plaquetas suele ser normal o ligeramente disminuido, el tiempo de sangría fre- cuentemente está alargado en la uremia avanzada debido a disfunción plaquetaria y aumento de la fragilidad capilar, lo que explica la tenden- cia al sangrado fácil. Clínicamente suele manifestarse por hemorragias cutáneas y por sangrado en los sitios de cirugía o traumatismo. La hemorragia espontánea de órganos internos es rara, por lo que, en un paciente con hemorragia digestiva, se deben buscar causas específicas como la úlcera péptica, y no simplemente considerarla secundaria a la diátesis hemorrágica. Otros parámetros de la coagulación, como los tiempos de protrombina y de tromboplastina, suelen ser normales. Manifestaciones óseas Las alteraciones del metabolismo óseo y mineral asociadas a la ERC son: a) alteraciones bioquímicas en los niveles de calcio, fosfato, PTH y metabolismo de la vitamina D; b) alteraciones del recambio óseo, mine- ralización, volumen, crecimiento lineal y fuerza, y c) calcificaciones vasculares y de tejidos blandos. El término osteodistrofia renal se refiere al conjunto de lesiones óseas que resultan de las alteraciones del meta- bolismo mineral, y que incluyen: a) hiperparatiroidismo secundario; b) osteomalacia; c) enfermedad ósea adinámica, y d) lesiones mixtas. Otras alteraciones son la osteosclerosis, la osteoporosis y el retraso del crecimiento en niños. Aunque el hiperparatiroidismo secundario es la forma más frecuente de osteodistrofia renal, puede predominar algún otro tipo de lesión o haber lesiones mixtas. Aunque se encuen- tra evidencia patológica de osteodistrofia renal en cerca del 100% y radiológica en el 40% de los pacientes con ERC avanzada, menos del 10% tienen síntomas, como dolor óseo o fracturas, antes de empezar a recibir tratamiento con diálisis. La osteodistrofia renal se puede prevenir o atenuar con un control adecuado del calcio y del fosfato desde etapas tempranas de la ERC. El hiperparatiroidismo secundario se caracteriza por recambio óseo acelerado, aumento del número y actividad de los osteoclastos y osteo- blastos e incremento de la resorción ósea, lo que ocasiona las típicas lesiones de osteítis fibrosa quística. Clínicamente, se puede manifestar por dolor óseo, y en las radiografías se puede observar reabsorción subperióstica, que es más evidente en el aspecto radial de las falanges medias de los dedos índice y medio y en el extremo distal de las claví- culas; en casos graves pueden observarse quistes en los huesos largos o planos, así como lesiones escleróticas en la parte superior e inferior de las vértebras. También se pueden observar lesiones de «sal y pimienta» en el cráneo debido a la combinación de áreas de osteopenia y osteos- clerosis, pero no son exclusivas del hiperparatiroidismo. La osteomalacia se caracteriza por recambio óseo lento, disminución del número de osteoblastos y osteoclastos y aumento del volumen de osteoide insuficientemente calcificado. Clínicamente se puede manifes- tar por dolor óseo y fracturas, sobre todo en los huesos planos, las cuales son difíciles de detectar radiológicamente. La mayoría de los casos se deben a acúmulo de aluminio en los huesos. Dado que actualmente no se utilizan a largo plazo quelantes de fosfato que contengan aluminio, la frecuencia de la osteomalacia ha disminuido considerablemente. La enfermedad ósea adinámica es otro tipo de osteodistrofia renal de recambio óseo lento, como la osteomalacia, pero, a diferencia de esta, la formación de osteoide no está aumentada. Se ha relacionado con una excesiva inhibición de las paratiroides con vitamina D activa (y calcio) en un intento de prevenir el hiperparatiroidismo secundario. En algunos casos, puede deberse a acúmulo de aluminio en el hueso. Este tipo de lesión es más frecuente en diabéticos y en pacientes que reciben tratamiento con diálisis. Clínicamente, se puede manifestar por hipercalcemia debido a la captación disminuida de calcio en el hueso, así como por un mayor riesgo de fracturas. Otra consecuencia del metabolismo anormal del calcio y del fos- fato en pacientes con ERC avanzada son las calcificaciones metastásicas en arterias, tejidos blandos, articulaciones y vísceras. Las calcificaciones arteriales suelen detectarse radiográficamente y pueden afectar a cual- quier arteria del organismo. Las calcificaciones oculares son la forma más frecuente de calcificación de los tejidos blandos y se manifies- tan por el típico «ojo rojo» transitorio de la uremia o por depósitos asintomáticos en la conjuntiva o en la córnea (queratopatía en banda). Las calcificaciones periarticulares pueden ser asintomáticas o manifestarse con un cuadro agudo de dolor (periartritis calcificada). La tendosinovitis aguda es otra posible complicación articular. Las calcificaciones viscerales pueden afectar a órganos como el miocardio, el pulmón, el estómago y el riñón. Las calcificaciones cutáneas pueden manifestarse como pequeñas máculas o pápulas de consistencia firme. Una forma rara, pero especialmente grave, es la calcifilaxis, que se caracteriza por calcificación de la media de las arterias, isquemia distal y desarrollo progresivo de necrosis y úlceras en la piel de los dedos de pies y manos, muslos, piernas y tobillos. Esta complicación suele presentarse en pacientes con ERC avanzada en fase de tratamiento sustitutivo con hemodiálisis o trasplante renal y, más raramente, en aquellos que aún no requieren diálisis; aunque la patogenia no es del todo conocida, el riesgo de calcifilaxis aumenta significativamente cuando el producto calcio y fosfato sobrepasa los 55 mg2/dL2 y con la administración de ciertos medicamentos, como la warfarina y los glucocorticoides. Manifestaciones endocrinológicas y metabólicas La disfunción sexual es muy frecuente en pacientes con ERC. Típica- mente se observa una elevación de la FSH, la LH y la LH-RH,y una disminución de los niveles de testosterona en varones y de progesterona en mujeres. Clínicamente, estas alteraciones se traducen en impotencia, atrofia testicular y disminución del recuento de espermatozoides en varones; y en amenorrea, dismenorrea y disminución de la fertilidad en mujeres. Además, hay disminución de la libido en ambos sexos. También suele haber hiperprolactinemia secundaria a un aumento de la producción y a una disminución del aclaramiento renal de la prolactina; la hiperprolactinemia resulta en galactorrea y contribuye a la disfunción sexual en mujeres. Con respecto a la hormona tiroidea, los niveles de T4 total, T3 total y T3 libre están frecuentemente disminuidos, mientras que los de T4 libre, T3 reversa y TSH suelen ser normales; la respuesta a la hormona liberadora de tirotropina (TRH) suele estar ligeramente disminuida. Aunque el perfil tiroideo podría sugerir un hipotiroidismo relativo, la normalidad de los niveles de T4 libre, TSH y metabolis- mo basal indica que la mayoría de estos pacientes son eutiroideos. En cuanto a la hormona del crecimiento (GH), los niveles suelen estar elevados, pero hay resistencia a su efecto, lo que en parte explica el retraso del crecimiento en niños urémicos y el hecho de que sólo Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V I 841 CAPÍTULO 98 Enfermedad renal crónica © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. respondan a dosis suprafisiológicas de GH humana recombinante. Por último, otras alteraciones hormonales, como la elevación del cortisol y de las catecolaminas, no parecen tener significado clínico. En cuanto al metabolismo de los hidratos de carbono, en fases iniciales de la ERC suele haber intolerancia a la glucosa debido a resis- tencia a la insulina. En fases avanzadas, la hipoglucemia es frecuente por el aumento de la vida media de la insulina y sus precursores (proin- sulina, péptido C), a consecuencia de la reducción de su catabolismo renal. El metabolismo lipídico también es frecuentemente anormal. Típicamente se observa una hiperlipemia con elevación de los triglicé- ridos y de las lipoproteínas de baja densidad (VLDL), así como dis- minución de las lipoproteínas de alta densidad (HDL) por una disminución de la actividad de la lipoproteinlipasa. El colesterol suele ser normal y la lipoproteína (a) puede estar elevada. Estas alteraciones explican, en parte, la tendencia de estos pacientes a desarrollar com- plicaciones arterioscleróticas. El metabolismo proteico también es anormal, pues hay disminución de la síntesis de proteínas y aumento del catabolismo proteico. DIAGNÓSTICO El diagnóstico de ERC se realiza fácilmente mediante la demostración de indicadores de lesión renal y/o una disminución persistente (durante más de 3 meses) e irreversible de la tasa de FG; por ejemplo, a través de la elevación de los niveles de creatinina sérica. Una vez diagnosticada y clasificada la ERC, se debe tratar de identificar la causa, para lo cual bastan, en algunos casos, la historia clínica, la exploración física y estudios simples de laboratorio e imagen (p. ej., ecografía renal), mien- tras que en otros se requieren pruebas adicionales como la biopsia renal. Otros aspectos importantes de la evaluación inicial de pacientes con ERC incluyen: a) identificación y tratamiento de factores reversibles que pueden contribuir a la disfunción renal, como la depleción de volumen, el uso de fármacos nefrotóxicos o contraste radiológico, la obstrucción urinaria (sobre todo en varones mayores de 60 años) y el uso de fármacos que en determinadas circunstancias pueden disminuir el FG, como IECA, AINE (incluidos los inhibidores selectivos de la COX-2), ciclosporina y tacrolimus; b) evaluación de la gravedad de la ERC a través del cálculo del FG o la medición del aclaramiento de creatinina en algunos casos, así como la magnitud de la proteinuria; c) identificación de complicaciones de la ERC, como HTA, anemia, desnutrición, acidosis y alteraciones del metabolismo del calcio y del fosfato, algunas de las cuales suelen aparecer cuando el FG es menor de 60 mL/min (estadio 3), y d) identificación de enfermedades concomitantes, como la diabetes mellitus y sus complicaciones y las enfermedades cardiovasculares. Como las consecuencias más importantes de la ERC son la evolu- ción hacia la ERC terminal (estadio 5) y el desarrollo de complicaciones cardiovasculares, es importante estratificar a los pacientes desde el inicio sobre la base de estos parámetros. El riesgo de progresión de la ERC se puede evaluar mediante la presencia de ciertos factores demográficos y clínicos que se asocian con una reducción más rápida del FG: a) la causa de la ERC (la nefropatía diabética, la enfermedad renal poliquís- tica y las enfermedades glomerulares progresan más rápidamente que la nefropatía hipertensiva y las enfermedades tubulointersticiales); b) factores no modificables, como mayor edad, sexo masculino, raza negra y un nivel basal de FG más bajo, y c) factores modificables, como la HTA, la diabetes descontrolada, la proteinuria, la hipoalbuminemia y el tabaquismo. Mediciones seriadas del nivel de FG permiten evaluar la rapidez de la progresión del daño renal. También se pueden usar fórmulas que predicen el riesgo de llegar a fallo renal y requerir TSR en un tiempo determinado. Con respecto a la estratificación del riesgo cardiovascular, es necesario identificar factores de riesgo «tradicionales» y «no tradicionales». TRATAMIENTO Aspectos generales El tratamiento de la ERC inicialmente es «conservador», con dieta y fármacos y, en fases avanzadas (generalmente cuando la tasa de FG es menor de 10-15 mL/min), «sustitutivo» con diálisis o trasplante renal. Algunos pacientes, particularmente los de mayor edad y con un alto grado de comorbilidades, pueden beneficiarse del tratamiento conservador (sin diálisis) y/o paliativo. En este capítulo se describe este tratamiento «conservador», el cual idealmente debería estar a cargo de un equipo multidisciplinario que incluya nefrólogo, dietista, enfermera y trabajador social. Los objetivos del tratamiento conservador son: 1) tratar la enfer- medad causal de la ERC si es posible, y también las causas reversibles de empeoramiento de la función renal; 2) implementar intervenciones que retrasan la progresión de la ERC; 3) prevenir y/o tratar las com- plicaciones asociadas con la ERC; 4) prevenir y/o tratar las enfermedades concomitantes, y 5) preparar adecuadamente al paciente para el inicio del tratamiento sustitutivo con diálisis o trasplante renal. Además, se deben evaluar periódicamente los fármacos que toma el paciente para evitar los que sean nefrotóxicos, ajustar la dosis de los que se eliminan por vía renal, medir niveles séricos en algunos casos y comprobar posibles interacciones medicamentosas. Adicionalmente, se recomienda el uso de vacunas contra la influenza en todos los pacientes con ERC, a menos que esté contraindicado, y contra el neumococo y la hepatitis B en pacientes con estadios 4 y 5, así como medidas preventivas de episodios de lesión renal aguda. En la tabla 98-2 se resumen las metas del tratamiento. Para determinar en qué momento se debe derivar a los pacientes con ERC a nefrología, en general, se recomienda hacerlo cuando la tasa de FG es menor de 30 mL/min (estadio 4), con el fin de permitir una adecuada preparación para el tratamiento sustitutivo con diálisis o trasplante, a menos que se trate de pacientes mayores de 80 años sin indicadores de daño renal o signos de progresión, o que tengan comorbilidad asociada grave y una expectativa de vida corta (< 6 meses). La referencia oportunaal nefrólogo se ha asociado con una morbimortalidad y un costo del tratamiento menores. También se recomienda el seguimiento conjunto del médico de atención primaria con el nefrólogo desde etapas más tempranas de la ERC (p. ej., a partir del estadio 3) en ciertas situaciones, como: a) la presencia de datos de progresión rápida de la ERC, incluido un cambio de estadio a uno de menor FG (p. ej., de estadio 3 a 4), siempre y cuando dicho cambio se acompañe de una reducción ≥ 25% del FG; o bien una disminución del FG > 5 mL/min/año (o > 10 mL/min en 5 años); b) la presencia de albuminuria creciente (p. ej., un incremento del cociente albúmina/ creatinina ≥ 50%) o mayor de 300 mg/g, a pesar del tratamiento y el control adecuado de la presión arterial; c) un descenso sostenido del FG > 25% en menos de 1 mes después de haber descartado causas frecuentes de lesión renal aguda; d) la presencia de hematuria no uro- lógica persistente (p. ej., cilindros hemáticos o más de 20 eritrocitos/ campo sin que haya una causa clara); e) la presencia de complica- ciones como anemia persistente después de corregir la ferropenia, alteraciones sostenidas del nivel sérico de potasio o HTA refractaria, y f ) nefrolitiasis diseminada o recurrente y enfermedad renal hereditaria. Intervenciones que retrasan la progresión de la enfermedad renal crónica Se ha demostrado que ciertas intervenciones, como el control de la HTA, el uso de IECA y/o ARA-II y el control de la glucemia en diabéticos, retrasan la progresión de la ERC, especialmente si se apli- can en estadios tempranos de la enfermedad. El control de la HTA es esencial, no sólo porque reduce la progresión de la ERC, sino también porque la HTA es un factor de riesgo cardiovascular y de hipertrofia del ventrículo izquierdo. Los objetivos actuales del tratamiento y los antihipertensivos de elección se presentan en la tabla 98-2, aunque es muy probable que estas recomendaciones sean reformuladas por KDIGO a partir de los resultados de ensayos clínicos recientes. Los IECA son los antihipertensivos de elección, porque disminuyen la hipertensión capilar glomerular por un doble mecanismo: reduc- ción de la presión arterial sistémica y vasodilatación preferencial de la arteriola eferente. Además, mejoran la permeabilidad de la membrana glomerular y disminuyen la producción de citocinas fibrogénicas. Los ARA-II parecen ser igualmente efectivos y tienen menos efectos secundarios que los IECA, como la tos y la hiperpotasemia, pero su coste es más elevado. Es importante notar que una dieta baja en sodio Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 842 SECCIÓN VI Nefrología potencia el efecto antiproteinúrico de los IECA y ARA-II. Estudios recientes han demostrado que la combinación de un IECA y un ARA-II no retrasa la progresión de la ERC y se asocia con efectos secundarios importantes, como la hiperpotasemia y la reducción aguda del FG, por lo que no se recomienda su uso. Tampoco se recomienda la com- binación de un ARA-II con inhibidores directos de la renina como el aliskiren. Los diuréticos (preferentemente de asa, aunque las tiazidas también son efectivas en los estadios 1-3 de la ERC) se recomiendan como fármacos de segunda elección para reducir la hipervolemia que frecuentemente acompaña a la HTA. Si el control de la presión arterial aún no es óptimo, se pueden añadir otros antihipertensivos, como los antagonistas del calcio y los β-bloqueantes; la elección del fármaco se suele hacer según la presencia o no de enfermedades concomitantes, sobre todo de tipo cardiovascular. Habitualmente se requieren dos o más antihipertensivos para alcanzar el objetivo de reducir la presión arterial a las cifras recomendadas (v. tabla 98-2). En pacientes diabéticos normotensos con albuminuria muy elevada (mayor de 300 mg/g), y en aquellos con albuminuria elevada (sobre todo diabéticos tipo 1), también se recomienda considerar el uso de estos fármacos por su efecto renoprotector. El control de la glucemia en diabéticos (HbA1c ∼7%) es otra intervención que ha demostrado eficacia en prevenir la aparición y retrasar la progresión de la nefropatía diabética, particularmente si se implementa en las fases tempranas de normoalbuminuria y albuminuria elevada. En pacientes que tienen ries- go de hipoglucemia, se debe evitar un nivel objetivo de HbA1c < 7%. Adicionalmente, dicho nivel puede ser > 7% en pacientes que tienen comorbilidad grave, una expectativa de vida baja y riesgo de hipo- glucemia. Respecto al tipo de hipoglucemiantes, recientemente se ha demostrado que los inhibidores del transportador sodio-glucosa tipo 2 (SGLT-2, por sus siglas en inglés), canagliflozina y empagliflozina, reducen el riesgo de progresión de la ERC y de eventos cardiovasculares. Sin embargo, este grupo de fármacos se asocia con un mayor riesgo de infecciones urinarias y micóticas genitales, y además está contrain- dicado su uso en pacientes con un alto riesgo de requerir amputación o con historia clínica de estas. Otros hipoglucemiantes, como los agonistas del receptor de GLP-1 liraglutida y dulaglutida, también han reportado efectos nefroprotectores. En cambio, los inhibidores de la dipeptidil-peptidasa 4 (DPP-4) no han demostrado reducir el riesgo de desarrollar nefropatía o enlentecer su progresión. El efecto de la dieta hipoproteica para retrasar la progresión de la ERC es controvertido. Por un lado, la restricción proteica dis- minuiría la hiperfiltración glomerular y el acúmulo de productos de desecho del metabolismo proteico, lo que resultaría en enlen- tecimiento de la progresión de la ERC y en retraso en la aparición de los síntomas de uremia, además de otros efectos beneficiosos como reducción del nivel de toxinas urémicas, producción de áci- do e ingesta de fosfato. Por otro lado, la dieta hipoproteica puede contribuir al desarrollo de desnutrición, y esta complicación es un factor predictivo de mortalidad importante en estos pacientes. Adicionalmente, varios estudios han reportado que el efecto de las dietas hipoproteicas en retrasar la progresión de la ERC es modes- to. Por tanto, se recomienda reducir la ingesta proteica a 0,8 g/kg de peso y día en pacientes con estadio 4-5 de ERC que no tienen síndrome nefrótico. El uso de dietas hipoproteicas más estrictas se debe individualizar y debe restringirse a pacientes que han demos- trado buena adhesión a los tratamientos y en los que es posible una vigilancia estrecha de su estado nutricional por personal cualificado; además deben tener acceso a suplementos de α-cetoanálogos de los aminoácidos si la ingesta proteica es muy baja. En cuanto a otras intervenciones que podrían retrasar la progresión de la ERC, la evidencia actual es insuficiente para recomendar la correc- ción parcial de la anemia, la hiperuricemia, la acidosis, la hiperlipemia y las alteraciones del metabolismo mineral con la sola finalidad de retrasar la progresión de la ERC. Sin embargo, con la excepción de la hiperuricemia, dichas intervenciones están indicadas en estos pacientes por otros motivos. Otras intervenciones que están indicadas en el tratamiento de estos pacientes y que podrían retrasar la progresión de la ERC son evitar el tabaquismo, el sobrepeso y la obesidad, y seguir una dieta baja en sodio. Prevención y tratamiento de las complicaciones Para el control de las alteraciones del metabolismo hidroelectrolítico y acidobásico es necesario hacer ajustes en la dieta, la cual debe modifi- carse conforme avanza la ERC. Para disminuir la retención de sodio y, en consecuencia, la sobrecarga de volumen, es necesario restringir la ingesta dietética de sodio a 2 g/día (inferior a 100 mEq) o 5 g/día de cloruro de sodio. Si esta medida es insuficiente,se puede forzar la natriuresis con la administración de diuréticos, preferentemente de asa como la furosemida. La hiponatremia se puede prevenir si se permite una ingesta moderada de agua (p. ej., 1,5 L/día). La hiperpotasemia se puede evitar mediante restricción de potasio de la dieta a 40-70 mEq/ día (1.500-2.700 mg) en fases más avanzadas de la ERC (estadios 3-5). En lo posible, se deben evitar otras fuentes exógenas de potasio, como las transfusiones de sangre o los sustitutos de la sal, así como combinaciones de fármacos que interfieren en la excreción renal de potasio, como los AINE y los diuréticos ahorradores de potasio. Los IECA y los ARA-II se pueden utilizar por su efecto renopro- tector, pero siempre con una monitorización adecuada de la potasemia y, en caso necesario, con medidas apropiadas para reducir los valores séricos de potasio. Entre estas se incluyen los diuréticos de asa o las resinas de intercambio iónico, así como la corrección de la acidosis TABLA 98-2 Objetivos del tratamiento de los pacientes con ERC Tratamiento Objetivo IECA o ARA-II Descenso de FGe < 2 mL/min/año Proteinuria < 500-1.000 mg/día Control de la HTAa PA < 130/80 mm Hg si la albuminuria es > 30 mg/día (IECA o ARA-II son de elección) PA < 140/90 mm Hg si la albuminuria es < 30 mg/díab Control glucémico HbA1c ∼7% c Restricción proteica 0,8 g/kg de peso al día (en ERC 4-5) Individualizar si < 0,8 g/kg de peso al día Tratamiento hipolipemiante Dosis moderada y fija de estatina en ERC 1-5 Metabolismo mineral Calcio y fosfato: concentración cercana a lo normal (estadios 3-5) PTH intacta: se desconoce el nivel óptimod Anemia Nivel de hemoglobina: 100-115 g/L (KDIGO) o 120 g/L (ERBP) Acidosis Mantener el bicarbonato sérico en el rango normal Cambios en el estilo de vida Reducción de peso en obesos (IMC 18,5-24,9), del consumo de sal (< 2 g/día de sodio o < 5 g/día de sal) y suspender el hábito tabáquico aLas recomendaciones de nivel objetivo de la presión arterial se aplican a pacientes con nefropatía tanto diabética como no diabética, aunque es todavía un tema debatido. bEn pacientes con nefropatía diabética o no diabética con albuminuria < 30 mg/g, se puede usar cualquier antihipertensivo, aunque algunos opinan que los IECA o ARA-II son de elección en los pacientes con diabetes e hipertensión, independientemente del nivel de albuminuria. cEl nivel de HbA1c puede ser > 7% (p. ej., entre 7 y 8) en pacientes que tienen comorbilidad grave, una expectativa de vida baja y riesgo de hipoglucemia. dAunque se desconoce el nivel óptimo de PTH en pacientes con ERC, algunos recomiendan iniciar tratamiento con calcitriol o algún análogo de la vitamina D si el nivel de PTH es persistentemente > 150-200 pg/mL (aproximadamente 2-3 veces el valor normal), siempre y cuando la fosfatemia esté controlada y el nivel de calcio sérico no supere los 9,5 mg/dL, y mantenerlo por debajo de 150 pg/mL. ARA-II: antagonistas de los receptores de la angiotensina II; ERBP: European Renal Best Practice; ERC: enfermedad renal crónica; FGe: filtrado glomerular estimado; HTA: hipertensión arterial; IECA: inhibidor de la enzima conversora de la angiotensina; IMC: índice de masa corporal; KDIGO: Kidney Disease Improving Global Outcomes; PA: presión arterial; PTH: hormona paratiroidea. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V I 843 CAPÍTULO 98 Enfermedad renal crónica © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. metabólica, con la recomendación de mantener la concentración sérica de bicarbonato en el rango normal mediante la administración de bicarbonato de sodio. Esta última intervención puede asociarse con retraso de la progresión de la ERC, un mejor estado nutricional y óseo, reducción de la disnea en pacientes sintomáticos y prevención del retraso del crecimiento en niños. Es necesario vigilar el estado de volemia por la sobrecarga de sodio asociada con la administración de bicarbonato. El tratamiento del prurito grave incluye un control adecuado del metabolismo del calcio y del fosfato, corrección de la anemia con eri- tropoyetina, terapia con luz ultravioleta y tratamiento sintomático con antihistamínicos H1, gabapentina o pregabalina, cremas emolientes y pomadas analgésicas locales. Respecto a las manifestaciones cardio- vasculares, la sobrecarga de volumen y la HTA se tratan como se indi- có anteriormente. En pacientes con ERC, es esencial tratar los factores de riesgo de la enfermedad cardiovascular. Por último, la pericarditis urémica es una indicación absoluta para iniciar tratamiento sustitutivo con diálisis; ocasionalmente, también es necesario administrar gluco- corticoides o AINE para disminuir el dolor y la inflamación, durante un tiempo corto. Si hay datos de taponamiento pericárdico, se debe realizar pericardiocentesis de urgencia. Entre las manifestaciones neurológicas, la encefalopatía urémica es una indicación para iniciar tratamiento con diálisis. La neuropatía también suele estabilizarse o mejorar con el tratamiento sustitutivo con diálisis y, más consistentemente, con el trasplante renal. La gaba- pentina y los antidepresivos tricíclicos pueden mejorar los síntomas neuropáticos. En cuanto a las manifestaciones digestivas, la anorexia, las náuseas y los vómitos son una indicación para iniciar tratamiento con diálisis; también se deben excluir otras causas de estos síntomas, como la gastroparesia diabética o la enfermedad acidopéptica. En cuanto a las manifestaciones hematológicas, la anemia asociada a la ERC responde al tratamiento inicialmente con hierro p.o. o i.v., al que también se pueden añadir agentes estimulantes de la eritropoyesis de acción corta, como la eritropoyetina α y β, o de acción larga, como la darbepoyetina y el activador continuo del receptor de la eritropoyetina (CERA, por sus siglas en inglés). Estudios clínicos recientes sugieren individualizar el tratamiento con los agentes estimulantes de la eritro- poyesis al considerar el balance entre beneficios (mejoría de la calidad de vida y menos transfusiones sanguíneas) y riesgos (accidente vas- cular cerebral, trombosis del acceso vascular, hipertensión) cuando las concentraciones de hemoglobina sean cercanas o inferiores a 100 g/L. En general, se sugiere mantener dichas concentraciones entre 100-115 y 120 g/L, y evitar valores superiores a 130 g/L por asociarse con un mayor riesgo de eventos cardiovasculares. También se sugiere no usar estos fármacos o hacerlo con mucha cautela en pacientes que tengan historia de accidente vascular cerebral o neoplasia maligna previa o actual; en el último caso, por asociarse con un mayor riesgo de mor- talidad. Como la causa más frecuente de resistencia a la eritropoyetina es la deficiencia de hierro, se recomienda vigilar los depósitos con frecuencia y administrar hierro p.o. o i.v. en caso necesario para man- tenerlo en valores adecuados (ferritina que no sobrepase los 500 ng/mL [pmol/L] y la saturación de transferrina en un 30%). En general, no se recomienda tratar la anemia de la ERC con transfusiones sanguíneas, particularmente en pacientes que son candidatos a trasplante renal, por el riesgo de sensibilización a los antígenos HLA, a menos que haya una indicación muy clara. En cuanto a la disfunción plaquetaria, está indicado el tratamiento en pacientes con sangrado activo y en aquellos que van a ser sometidos a un procedimiento quirúrgico (p. ej., una biopsia renal), con una o más de las siguientes medidas: a) corregir la anemia de forma aguda con transfusiones de sangre o de forma crónica con eritropoyetina; b) administrar desmopresina o infundir crioprecipitados cuando se requiereuna corrección rápida de la dis- función plaquetaria; c) administrar estrógenos conjugados para una corrección a más largo plazo, y d) reducir la azoemia con hemodiálisis o diálisis peritoneal si está indicado. Las manifestaciones óseas se pueden corregir con un tratamiento adecuado de las alteraciones del calcio, el fosfato y la PTH. En los estadios 3-5 de la ERC, se recomienda mantener las concentraciones séricas de fosfato y calcio cercanas a los límites normales (para el fos- fato preferentemente en el límite superior y para el calcio en el límite inferior de lo normal); en lo que se refiere al nivel óptimo de PTH intacta, no hay suficiente evidencia para hacer una recomendación precisa (v. tabla 98-2). Respecto al abordaje de la hiperfosfatemia, una elevación progresiva o persistente de la fosfatemia es indicación para pautar una dieta restringida en fósforo (800-1.000 mg diarios) y el uso de quelantes de fosfato. En la dieta se prefieren las fuentes de fósforo orgánico de origen animal a las de origen vegetal, porque se absorben mejor, y se deben evitar los alimentos procesados ya que contienen aditivos de fosfato inorgánico. Los quelantes de fos- fato pueden contener calcio, como el carbonato o el acetato de calcio, lo que permite reducir los valores séricos de fosfato y aumentar los de calcio. Sin embargo, debido al riesgo de inducir hipercalcemia, se recomienda limitar la ingesta total de calcio elemental (incluido el de los quelantes y la dieta) a menos de 2.000 mg diarios y moni- torizar con frecuencia la concentración de calcio. La presencia de calcificaciones vasculares en una radiografía lateral de abdomen o en un ecocardiograma son indicadores de un alto riesgo cardiovascular, por lo que en estos pacientes es especialmente importante limitar la ingesta de calcio. Se pueden utilizar, asimismo, quelantes que no contienen calcio, como el sevelamer o el carbonato de lantano, pero su costo es más elevado; se suelen usar en pacientes con ERC en estadios 4 y 5, par- ticularmente si tienen hipercalcemia, enfermedad ósea adinámica, concentraciones bajas de PTH o calcificaciones vasculares y/o de tejidos blandos; también junto con un quelante que contiene calcio si no se puede controlar la hiperfosfatemia con este último. Los quelantes que contienen aluminio en vez de calcio pueden usarse en pacientes con valores altos de fosfato sérico (superiores a 7 mg/dL), pero sólo durante un período corto (menos de 4 semanas) para evitar posi- bles complicaciones asociadas con la acumulación de aluminio en el organismo, como neurotoxicidad, anemia, osteomalacia y enfermedad ósea adinámica. Si a pesar de controlar la fosfatemia se observa una elevación pro- gresiva o persistente del nivel de PTH intacta (p. ej., 2-3 veces el límite superior del valor normal), está indicado iniciar tratamiento con vitamina D y/o calcitriol o análogos de la vitamina D. Como la deficiencia de vitamina D es frecuente en pacientes con ERC, se recomienda administrar ergocalciferol (vitamina D2) cuando los valores de 25-hidroxicolecalciferol son inferiores a 30 ng/mL. Eventualmente, es necesario corregir la deficiencia de vitamina D activa (1,25-dihidro- xicolecalciferol) con calcitriol (0,25-0,50 µg diarios o en días alternos) u otro análogo sintético de la vitamina D, como el α-calcidiol, el doxercalciferol y el paricalcitol. Los calcimiméticos (cinacalcet p.o. y etelcalcetide i.v.) son un tipo de fármacos que aumentan alostéricamen- te la sensibilidad de los receptores sensores de calcio de las paratiroides, lo que resulta en una reducción de la síntesis de PTH y de la hiperplasia paratiroidea. Si bien se ha demostrado la eficacia de los calcimiméticos en pacientes con ERC 5D, no se recomienda su uso en pacientes en prediálisis por el riesgo de producir hipocalcemia grave y aumentar la excreción renal de calcio; una posible excepción podría ser un hiper- paratiroidismo grave que no responde a otras medidas farmacológicas, con una monitorización estrecha de la calcemia. La paratiroidectomía está indicada en pacientes con hiperparatiroi- dismo grave asociado con hipercalcemia y/o hiperfosfatemia que son refractarios al tratamiento médico; esto ocurre generalmente cuando el hiperparatiroidismo secundario no ha sido tratado a tiempo, lo que redunda en hiperplasia paratiroidea excesiva y producción autónoma de PTH (hiperparatiroidismo terciario). El tratamiento quirúrgico consiste en paratiroidectomía subtotal o paratiroidectomía total con implantación de una porción de glándula paratiroidea, generalmente en el antebrazo. Por último, en pacientes con osteodistrofia renal en los que predomina la osteomalacia, está indicada la terapia con vitamina D, y en aquellos con enfermedad ósea adinámica se deben reducir las dosis de calcio y vitamina D activa para permitir que aumenten las concen- traciones de PTH y, en consecuencia, el recambio óseo. En cuanto a las manifestaciones endocrinológicas y metabólicas, la disfunción sexual ocurre con más frecuencia en pacientes con ERC terminal; el tratamiento consiste en maximizar la dosis de diálisis, eliminar los fármacos que contribuyan a la disfunción sexual, corregir la anemia y utilizar medidas específicas para otras manifes- taciones. Por último, el tratamiento recomendado del colesterol LDL para la prevención primaria en pacientes con ERC 1-5 consiste en Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 844 SECCIÓN VI Nefrología una combinación de dieta, cambios en el estilo de vida y fármacos hipolipemiantes (una dosis moderada y fija de estatina con o sin ezetimibe en pacientes de 50 o más años de edad, y en aquellos entre 18 y 49 años sólo si han tenido enfermedad arterial coronaria [infarto de miocardio, revascularización coronaria], historia de accidente vas- cular cerebral, diabetes o un riesgo a 10 años de muerte de origen cardiovascular o infarto de miocardio no fatal mayor del 10%). La hipertrigliceridemia se puede tratar con modificaciones del estilo de vida (p. ej., bajar de peso, aumentar la actividad física, reducir el consumo de alcohol y tratar la hiperglucemia si está presente); no se recomienda el uso de fibratos con la finalidad de reducir el riesgo de pancreatitis y cardiovascular, a menos que los niveles de triglicéridos en ayunas sean mayores de 1.000 mg/dL (v. tabla 98-2). Prevención y tratamiento de las enfermedades concomitantes La prevención y el tratamiento de los factores de riesgo y de las enfer- medades cardiovasculares son de suma importancia, ya que constituyen la causa más frecuente de muerte en pacientes con ERC. Además de las metas incluidas en la tabla 98-2, se recomienda una dosis baja de AAS (alrededor de 100 mg/día) en pacientes con ERC, aunque su uso se debe individualizar dependiendo del riesgo cardiovascular, porque se asocia con un aumento del riesgo de sangrado; en pacientes con diabetes, el AAS es efectivo en la prevención secundaria de eventos cardiovasculares y en la prevención primaria en pacientes con alto riesgo cardiovascular (> 10% a 10 años). Respecto al control adecuado de la diabetes, algunas sulfonilureas de segunda generación, como la gliquidona, la glipizida, la glimepirida y la gliclazida, son de elección porque se metabolizan en el hígado y no generan metabolitos activos que incrementen significativamente el riesgo de hipoglucemia. También la repaglinida y las tiazolidinedionas, aunque estas últimas pueden producir retención de líquido y precipitar insuficiencia cardíaca, por lo que no se recomienda su uso en pacientes con ERC avanzada. Otras sulfonilureas de primera generación y algunas de segunda generación, como la gliburida (o glibenclamida), pueden acumularse e incrementar el riesgode hipoglucemia, por lo que no se recomienda su uso. La metformina está contraindicada en pacientes con estadio 4 de ERC por el riesgo de inducir acidosis metabólica. En pacientes con estadio 3 puede usarse con cautela si la función renal está estable. Se recomienda suspender la administración de metformina si hay cambios agudos de la función renal, o durante períodos de enfermedades que pueden inducir dichos cambios (p. ej., gastroenteritis o depleción de volumen) o causar hipoxia (p. ej., por insuficiencia cardíaca o respiratoria). No se recomienda usar los inhibidores de la α-glucosidasa, como la acarbosa y el miglitol. De los agonistas del receptor de GLP-1, la exenatida y la lixisenatida se deben evitar en pacientes con FG menor de 30 mL/ min; otros como la liraglutida, la dulaglutida y la semaglutida no se excretan por vía renal, pero se sugiere usarlos con cautela en pacientes con ERC debido a que hay pocos estudios realizados en esta población. Lo mismo se aplica a los inhibidores de la DPP-4, de los cuales sólo la linagliptina no requiere ajuste de dosis. Por último, dependiendo del tipo de fármaco, en general no se recomienda usar los SGLT-2 en pacientes con FG menor de 45-60 mL/min, y están contraindicados si el FG es menor de 30 mL/min. Preparación para la terapia renal sustitutiva o el tratamiento conservador (sin diálisis) Una adecuada preparación incluye: a) información acerca de las dife- rentes modalidades de tratamiento sustitutivo y de tratamiento con- servador y/o paliativo; b) educación sobre cómo preservar las venas en anticipación de la colocación de un acceso vascular para hemodiálisis; c) trabajo social para preparar la logística; d) colocación de un acceso vascular para hemodiálisis, preferentemente una fístula arteriovenosa (FAV), al menos 6 meses antes del inicio de la hemodiálisis; si se usa un injerto arteriovenoso, debe colocarse con 3-6 semanas de anticipación, y e) colocación de un catéter de diálisis peritoneal 2-4 semanas antes del inicio de esta modalidad de diálisis. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Cheung AK, Chang TI, Cushman WC, Furth SL, Ix JH, Pecoits-Filho R, et al. Blood pressure in chronic kidney disease: conclusions from a Kidney Disease: Improving Global Outcomes (KDIGO) Controversies Conference. Kidney Int 2019;95:1027-36. Eckardt KU, Bansal N, Coresh J, Evans M, Grams ME, Herzog CA, et al. Improving the prognosis of patients with severely decreased glomerular filtration rate (CKD G4+): conclusions from a Kidney Disease: Impro- ving Global Outcomes (KDIGO) Controversies Conference. Kidney Int 2018;93:1281-92. Gorostidi M, Sanchez-Martinez M, Ruilope LM, Graciani A, de la Cruz JJ, Santamaria R, et al. Chronic kidney disease in Spain, Prevalence, impact of accumulation of cardiovascular risk factors. Nefrologia 2018;38(6):606-15. Kidney Disease: Improving Global Outcomes (KDIGO) CKD Work Group. KDIGO 2012 Clinical Practice Guideline for the Evaluation and Manage- ment of Chronic Kidney Disease. Kidney Int Suppl 2013;3:1-150. Kidney Disease: Improving Global Outcomes (KDIGO) CKD-MBD Update Work Group. KDIGO 2017 Clinical Practice Guideline Update for the Diagnosis, Evaluation, Prevention and Treatment of Chronic Kidney Disease-Mineral and Bone Disorder (CKD-MBD). Kidney Int Suppl 2017;7:1-59. https://booksmedicos.org Push Button0:
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