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S E C C IÓ N V Enfermedades de la pleura DERRAME PLEURAL Concepto La pleura normal es una fina lámina lisa y semitransparente que recubre, separadamente en el lado izquierdo y derecho del tórax, el pulmón y sus cisuras (pleura visceral), la porción lateral de las estructuras mediastíni- cas, el diafragma y la cara interna de la pared torácica (pleura parietal), y ocupa una superficie total que se ha estimado aproximadamente en 2.000 cm2 en un adulto. El espacio entre pleura parietal y visceral se denomina cavidad pleural. En condiciones fisiológicas, esta cavidad está ocupada por una mínima cantidad de líquido (aproximadamente 0,26 mL/kg en cada lado) que contiene baja cantidad de proteínas (1-2 g/dL) y aproximadamente 1.000-2.000 leucocitos/µL, con claro predominio de monocitos-macrófagos, algo más de un 20% de linfo- citos y una pequeña proporción de células mesoteliales (exfoliadas del revestimiento pleural y con mitosis ocasionales). La concentración de Na+ es más baja en el líquido pleural que en el plasma, y la de HCO3– más elevada, lo que provoca que el pH pleural normal sea superior al de la sangre (igual o mayor de 7,50). El líquido pleural se produce por filtración desde la circulación sistémica al espacio pleural, sobre todo a través de la pleura parietal y —en condiciones fisiológicas— aproximadamente el 80% se reabsorbe por los linfáticos en la pleura parietal. En la porción caudal de la pleura parietal, y especialmente sobre la superficie diafragmática, se observa la presencia de estomas de 0,5-20 µm de diámetro, que conectan directamente la cavidad pleural con una serie de espacios lacunares submesoteliales que, a su vez, desembocan en la circulación linfática profunda. La pleura visceral es muy poco permeable al paso de líquido, pero en caso de edema pulmonar este mecanismo defensivo puede alterarse. Excesos moderados en la producción de líquido pueden compensarse por un aumento en la absorción linfática a través de la pleura parietal, y sólo cuando se sobrepasa esta capacidad de absorción se acumula el líquido para dar lugar al derrame pleural. Este derrame provoca una alteración ventilatoria restrictiva, con disminución de las capacidades pulmonar total, residual funcional y vital forzada. Puede producirse también hipoxemia, aumento de la diferencia alveoloarterial de oxígeno, dese- quilibrios de las relaciones ventilación/perfusión y empeoramiento de la función de los músculos inspiratorios por descenso o incluso inversión del diafragma. Los derrames masivos pueden provocar disfunción dias- tólica, con la consiguiente disminución del gasto cardíaco. Etiopatogenia En la producción del derrame pleural pueden intervenir varios mecanismos: Mecanismos que alteran el balance de presiones transpleurales. Son de origen extrapleural (frecuentemente asociados a aumento de la https://booksmedicos.org 746 SECCIÓN V Neumología presión venosa pulmonar, por insuficiencia cardíaca izquierda en la mayoría de los casos) y provocan la aparición de trasudados por salida de líquido desde el pulmón a la cavidad pleural a través de la pleura visceral. Se caracterizan por un contenido bajo en proteínas (proteínas totales en líquido pleural/proteínas en plasma ≤ 0,5) y LDH baja (< 200 U/L). Una sobrecarga de líquido (yatrógena o por insuficiencia renal) o una pericarditis constrictiva pueden provocar trasudados, que también pueden presentarse por aumento de la presión negativa intrapleural en atelectasias masivas o si existe «pulmón atrapado», por engrosamiento tumoral o fibroso de la pleura visceral. Alteraciones en el drenaje linfático. Pueden tener su origen en alte- raciones (inflamatorias o neoplásicas) de la propia pleura o en el bloqueo de la circulación linfática. Aumentos en la permeabilidad capilar y mesotelial. Están implicados en la mayoría de los exudados pleurales que, en contraste con los trasudados, tienen alto contenido en proteínas (cociente pleura/ sangre > 0,5) y LDH (> 200 U/L) (cuadro 87-1). El mesotelio pleural puede tomar parte activa en la liberación de mediadores implicados en el aumento de permeabilidad asociada a exudados de diverso origen (infecciones, embolia pulmonar, conectivopatías y neoplasias), y en la mayoría de estas situaciones se altera el balance coagulación/fibrinólisis pleural a favor de la actividad procoagulante y la consiguiente formación de fibrina y multiloculaciones. Por el contrario, en condiciones fisiológicas y en la mayoría de los trasuda- dos predomina la actividad fibrinolítica intrapleural, que mantiene la cavidad libre de adherencias. Un aumento de esta capacidad fibrinolítica se observa también en muchos de los derrames pleurales asociados a afección tumoral extensa de la pleura. Cuadro clínico Aunque la existencia de afección pleural se puede sospechar por la aparición de dolor de tipo pleurítico, el derrame puede pasar clíni- camente desapercibido y constituir un hallazgo en una radiografía de tórax realizada por otros motivos. Si el líquido pleural ocupa más de un tercio del hemitórax, suele acompañarse de cierto grado de disnea. En cuanto a la exploración física, en derrames de gran tamaño se puede observar un discreto abombamiento y disminución de los movimientos respiratorios, matidez marcada en la percusión y disminución de las vibraciones vocales en la auscultación. Exploraciones complementarias Técnicas de imagen Ante la sospecha de derrame pleural, hay que confirmarlo mediante radiografía de tórax en proyecciones posteroanterior y lateral. Cuando el derrame es libre, la radiografía puede mostrar el típico aspecto de condensación homogénea, con amplia base de contacto en la pared torácica y con borde superior cóncavo. Por el contrario, el borde superior pierde esa forma cuando el derrame está encapsulado o si existe condensación pulmonar asociada. Si el derrame es pequeño, puede presentar una localización subpulmonar, que se manifiesta como curvatura asimétrica que podría confundirse con la silueta del diafragma, pero con corte brusco de los vasos pulmonares visibles a su través. En el derrame subpulmonar izquierdo se observa un aumento del espacio aparente entre la cámara gástrica y el borde superior del diafragma, y en la proyección lateral hay que prestar especial atención a la obliteración del seno costodiafragmático posterior, que se hace más patente a medida que aumenta el volumen del derrame. Cuando se sospecha la existencia de un derrame pleural encapsulado o multi- loculado, la ecografía pleural proporciona una información superior a cualquier otra técnica (incluida la TC), y puede ser de ayuda para realizar toracocentesis. La TC es adecuada para estudiar la asociación de derrame con engrosamiento pleural, sobre todo si este es irregular, y para detectar la presencia de posibles enfermedades en el pulmón subyacente. Toracocentesis La punción pleural está indicada en el estudio inicial de todos los derra- mes pleurales, salvo en presencia de coagulopatía grave no corregible o de una enfermedad habitualmente asociada al trasudado (insuficiencia cardíaca, cirrosis hepática, síndrome nefrótico, insuficiencia renal cró- nica). En estos casos habría que tratar la causa y observar la evolución antes de proceder a ulteriores estudios del derrame. El líquido extraído se debe distribuir en varios tubos estériles para su estudio, incluido uno para tinción de Gram y otros para cultivo de aerobios y anaerobios (cuando se sospecha derrame paraneumónico complicado o empiema), y también para bacilos resistentes a ácido- alcohol. Debe prepararse otra muestra diluida al 50% con etanol —o en cualquier medio adecuado, como Cytolyt®, que elimina los hematíes en la muestra— para el estudio citopatológico. No es recomendable la adición de heparina si la muestra es hemática, porque puede contribuir a disminuir el pH del líquido pleural y falsear su medición. También es recomendable utilizar para la extracción de líquido pleural una jeringadiferente a la que contiene la anestesia tópica empleada para la piel y la pared costal, por el riesgo de diluir la muestra y también de disminuir el pH. Todas las muestras han de trasladarse a los respectivos laboratorios en un plazo máximo de 2 h, y deben mantenerse refrigeradas a 4 °C si se prevé una demora en el traslado. El rendimiento de la citología puede mejorarse si se centrifugan 30-50 mL de líquido y se incluye el botón celular en bloque de parafina, para su posterior procesamiento como si se tratara de una biopsia. El rendimiento microbiológico ante sospecha de derrame pleural infeccioso mejora si se incluye una muestra de líquido en un recipiente de los que se utilizan para hemocultivo. En todos los casos se debe realizar un recuento celular total y diferencial, así como un estudio bioquímico (proteínas totales, LDH, glucosa, pH, ADA), que puede orientar hacia algún diagnóstico de presunción. La LDH es de gran valor para deslindar trasudados que tienen proteínas en valores límite a causa del uso de diuréticos, y en la mayoría de las ocasiones no se requiere su determinación simultánea en suero. El pH del líqui- do pleural forma parte de los algoritmos de diagnóstico de los derrames pleurales paraneumónicos complicados; no obstante, su papel en este campo se ha de encuadrar siempre en el contexto del cuadro clínico que presente el paciente. Para su determinación es necesario utilizar la misma técnica anaerobia que la gasometría arterial y procesar la muestra • CUADRO 87-1 Etiología del derrame pleural Trasudado Insuficiencia cardíaca Cirrosis hepática Nefropatías: síndrome nefrótico, glomerulonefritis, urinotórax, diálisis peritoneal Otras: mixedema, sarcoidosis, tromboembolia pulmonar Exudado Infecciones Tuberculosis Bacterias Otras: virus y Mycoplasma, parásitos, hongos Neoplasias Metastásicas Primaria (mesotelioma) Miscelánea Traumatismo (hemotórax) Tromboembolia pulmonar Enfermedades abdominales (absceso subfrénico, hepático o esplácnico, pancreatitis, intervención quirúrgica abdominal) Derrame pleural benigno por asbesto Uremia Enfermedades autoinmunes sistémicas (lupus eritematoso sistémico, artritis reumatoide, síndrome de Sjögren) Fármacos (nitrofurantoína, amiodarona, metotrexato, bleomicina, minoxidilo) Otras: sarcoidosis, síndromes de Meigs y Dressler, trasplante pulmonar y hepático, intervención quirúrgica coronaria, amiloidosis, radioterapia, pulmón atrapado, pericarditis Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V 747 CAPÍTULO 87 Enfermedades de la pleura © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. con rapidez. Mientras los trasudados presentan pH que oscila entre 7,45 y 7,55 (con la excepción del urinotórax, en que es ácido), la gran mayoría de los exudados pleurales lo tienen entre 7,30 y 7,45. Si se exceptúan los pacientes diabéticos con hiperglucemia mantenida, los valores de pH se correlacionan con los de glucosa en el líquido pleural, con la única excepción del urinotórax, rara enfermedad ocasionada por reflujo de orina desde la cápsula renal hacia el espacio pleural en casos de uropatía obstructiva grave. La presencia de un pH pleural bajo (< 7,30) se asocia a un espectro estrecho de enfermedades (empiema, pleuritis reumatoide, algunos derrames tuberculosos agudos y neo- plasias avanzadas). Según la sospecha diagnóstica y las características organolépticas del líquido, se deben realizar algunas investigaciones especiales. Así, si el líquido tiene olor fétido, se debe solicitar estudio de anaerobios, y si huele a orina, se sospechará urinotórax, en cuyo caso es necesario determinar la creatinina en la sangre y en el líquido pleural (cociente pleura/sangre superior a 1 en el urinotórax). El simple aspecto del líquido puede ser de gran ayuda para el diagnóstico de derrames paraneumónicos complicados, y también en algunos casos especiales, como el quilotórax, cuyo hallazgo orienta (en ausencia de traumatismo o intervención quirúrgica previa) hacia algunas enfermedades, como linfoma, linfangiomiomatosis o cirrosis hepática complicada. La mayoría de los derrames que plantean pro- blemas diagnósticos son exudados, lo cual implica que, a diferencia de los trasudados, la pleura está directamente afectada, y este grupo de exudados plantea los mayores problemas diagnósticos. Cuando el aspecto del líquido es hemorrágico, hay que pensar en la posibilidad de neoplasia, derrame asociado a exposición al asbesto, síndrome pos- pericardiotomía, infarto pulmonar o traumatismo, y en estos casos conviene centrifugar y medir el hematocrito. Normalmente, incluso en derrames neoplásicos muy hemáticos, es inferior al 5%. Cuando supera el 20% se trata de un hemotórax, y hay que descartar una hemorragia activa en la cavidad pleural. Ante la sospecha clínica de pancreatitis, hay que solicitar amilasa en el líquido pleural, y lo habitual es que se mantenga elevada durante más tiempo que en la sangre. La presencia de valores elevados de la isoenzima salival de amilasa en el líquido pleural es un marcador precoz de perforación esofágica, y este tipo de derrame suele infectarse con relativa rapidez. ENFERMEDADES INFECCIOSAS DE LA PLEURA Pleuritis tuberculosa Etiopatogenia La pleuritis tuberculosa está causada por Mycobacterium tuberculosis, y se produce por la rotura de un foco caseoso ubicado en la zona subpleural del pulmón. Sobre en todo en áreas con alta prevalencia de tuberculosis, suele ocurrir entre 6 y 12 semanas después de la pri- moinfección, mientras que puede ser el resultado de la reactivación de una infección latente en áreas con baja incidencia. El derrame pleural se produce por una reacción de hipersensibilidad retardada frente a los antígenos de la micobacteria, incluso si el número de bacilos es escaso. Esta respuesta está mediada por células mesoteliales, neutrófilos, linfocitos (CD4+), monocitos y sus correspondientes citocinas (IL-1- 6, IL-8, interferón gamma [IFN-γ], VEGF), que son responsables de la inflamación local, el incremento de la permeabilidad vascular y la acumulación de líquido en la cavidad pleural. Una vez sensibilizados, los linfocitos T activados promueven la diferenciación del macrófago y la formación de granulomas característicos, con frecuente presencia de necrosis central (granulomas caseificantes). Cuadro clínico La tuberculosis pleural se manifiesta con dolor pleurítico, fiebre y tos no productiva. Un tercio de los pacientes refieren síntomas de pocos días de evolución, aunque en ocasiones la sintomatología es crónica, con febrícula, astenia, anorexia y pérdida de peso. Los pacientes con infección por el HIV pueden presentar formas más insidiosas y sínto- mas adicionales, como disnea, taquipnea, astenia y diarrea, y presentar más a menudo hepatomegalia, esplenomegalia y linfadenopatías. En la radiografía de tórax se aprecia un derrame pleural que, en general, ocupa menos de la mitad del hemitórax y raramente es masivo o bilateral. El líquido pleural tuberculoso suele ser claro (muy rara vez serohemorrágico), tiene características de exudado casi en el 100% de los casos, es rico en proteínas y también en linfocitos. El hallazgo de un número muy elevado de células mesoteliales debe hacer dudar del diagnóstico. En los primeros días puede observarse un predominio de neutrófilos, que posteriormente vira a predominio linfocitario. La proporción de linfocitos T es mayor en el líquido pleural que en la sangre en los pacientes con tuberculosis pleural, y se debe a un enriquecimiento selectivo de linfocitos Th 1 (CD4+ CDw29+) por proliferación local en el espacio pleural, con producción de IFN-γ cuando se estimulan durante la infeccióntuberculosa activa. En su forma aguda, la pleuritis tuberculosa puede confundirse con un derra- me paraneumónico, tanto por la clínica como por el predominio de polimorfonucleares en el líquido pleural, y en las formas subagudas se plantea el diagnóstico diferencial con el derrame neoplásico. Diagnóstico El diagnóstico definitivo de pleuritis tuberculosa se basa en la demos- tración de M. tuberculosis en el esputo, en cualquier otra muestra biológica o en el tejido pleural obtenido mediante biopsia. El rendimiento de la baciloscopia directa en el líquido pleural es muy bajo (< 10%), y la positividad del cultivo para M. tuberculosis varía según la prevalencia de la enfermedad en una región en con- creto, y también según la incidencia de empiemas tuberculosos, que son raros en la actualidad. El rendimiento diagnóstico del líquido pleural aumenta en pacientes con derrame de predominio neutrofílico, probablemente en relación con la fase aguda de la enfermedad. En pacientes infectados por HIV, la baciloscopia directa puede ser positiva en más del 20% de los casos. En cuanto al cultivo del líquido en estos pacientes, el rendimiento es muy variable, si bien la mayoría de las series publicadas muestran una positividad superior al 30%. Estos resultados están variando notablemente en los últimos años, por el uso de tratamiento antirretroviral en pacientes con HIV. El análisis de tejido pleural puede mostrar granulomas caseificantes y supone un diagnóstico presuntivo. Su sensibilidad es superior al 80%, y el rendimiento diagnóstico aumenta si se observan bacilos ácido-alcohol resistentes. En áreas con alta prevalencia de tuberculosis, la presencia de granulomas no caseificantes puede ser de gran ayuda, aunque también es posible encontrarlos en infecciones fúngicas, sar- coidosis y algunas enfermedades autoinmunes. El rendimiento del cultivo del tejido pleural obtenido por biopsia percutánea (que se debe ayudar con ecografía en tiempo real siempre que sea posible) puede variar entre el 40% y el 80%, y este porcentaje suele aumentar tras la realización de una segunda biopsia. La toracoscopia es muy superior en rendimiento diagnóstico, pero se debe reservar para casos especiales en los que se duda entre tuberculosis y neoplasia, con negatividad de todas las técnicas diagnósticas menos invasivas. Hay notables diferencias en el rendimiento —y, sobre todo, en la rapidez para obtener los resultados— entre el clásico cultivo en medio sólido (Löwenstein-Jensen, cuyos resultados suelen tardar entre 3 y 6 semanas) y los métodos que usan medios líquidos o resinas especiales. Entre estos últimos destacan los métodos radiométricos (BACTEC 460TB®), que detectan automáticamente el crecimiento micobacteriano midiendo la cantidad de CO2 producido por la meta- bolización de sustratos marcados con 14C, y suelen proporcionar el resultado en 15-20 días. El sistema BACTEC® tiene la posibilidad de identificar M. tuberculosis en 4-5 días y de realizar antibiogramas a los fármacos de primera elección en tiempos medios de 3-6 días, en lugar de los 21-42 días que exigen los métodos convencionales, pero su principal desventaja radica en utilizar isótopos radiactivos, por lo que se requieren instalaciones especiales. Para tratar de eliminar el uso de 14C se han desarrollado técnicas que permiten detectar el crecimiento micobacteriano mediante fluorescencia (BACTEC MGIT®). El análisis de observación microscópica de susceptibilidad a drogas (MODS, del inglés microscopic observation drug susceptibility) permite obtener resultados en 2 semanas, y también tiene un rendimiento mayor que el cultivo en medio de Löwenstein-Jensen. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 748 SECCIÓN V Neumología Ante la dificultad de conseguir resultados microbiológicos rápidos, habitualmente se acude a la determinación de marcadores en el líquido pleural para orientar el diagnóstico y decidir la realización de una biopsia pleural. Los más usados se exponen a continuación. La adenosina desaminasa (ADA) tiene un importante papel en la diferenciación de las células linfoides, es más abundante en linfocitos, principalmente linfocitos T activos, y su determinación es útil en países en los que la prevalencia de la tuberculosis es elevada. Por otro lado, el valor predictivo positivo de la ADA queda muy limitado —aunque el predictivo negativo se mantiene— en las áreas con prevalencia baja. Se debe establecer un punto de corte específico para cada laboratorio, pero, en general, se considera un valor de 35 U/L como límite infe- rior para el diagnóstico de pleuritis tuberculosa. El rendimiento de la ADA es variable según las series, pero mejora en pacientes jóvenes y con derrame pleural de predominio linfocitario. Debe tenerse en cuenta que hay derrames pleurales linfocitarios con ADA elevado en otras enfermedades no tuberculosas, como derrames paraneumónicos, linfomas, mesotelioma y empiemas no tuberculosos. No obstante, es necesario un cultivo negativo para M. tuberculosis antes de confirmar falso positivo de ADA, ya que en ocasiones coexisten tumor pleural e infección tuberculosa. Los niveles de ADA > 250 U/L son altamente sugestivos de linfoma o empiema, más que de tuberculosis. Dentro de la molécula de ADA se distinguen dos isoenzimas: la ADA1 se encuentra en varios tipos celulares (incluyendo linfocitos y monocitos activados) y está elevada en empiemas no tuberculosos, mientras que la isoenzima ADA2 predomina en los monocitos y los macrófagos y es más específica del derrame tuberculoso. Por otro lado, un derrame pleural con cifras elevadas de ADA y proporción de ADA1/ADA total menor de 0,45 es prácticamente diagnóstico de tuberculosis. El IFN-γ (interferón γ), que está producido fundamentalmente por linfocitos Th1, activa los macrófagos y participa en la formación de los granulomas. En series amplias se ha encontrado una sensibilidad y una especificidad del 98% para un punto de corte de 3,7 UI/mL, sin que el estado inmunológico del paciente influyera en los resultados. No obstante, su determinación es considerablemente más costosa que la de la ADA. El desarrollo de técnicas basadas en biología molecular para opti- mizar el diagnóstico de tuberculosis tiene también aplicación en la pleuritis tuberculosa: las técnicas basadas en amplificación de ácidos nucleicos muestran alta especificidad para M. tuberculosis, pero sensi- bilidad variable para detectar enfermedad activa, aunque algunos sis- temas, como Xpert MTB/RIF® —diseñado originalmente para estudiar posibles resistencias a la rifampicina—, mejoran significativamente este aspecto, especialmente cuando se usan en muestras de tejido pleural. Estas técnicas constituyen un apoyo para el diagnóstico de tuberculosis, pero no sustituyen a las clásicas ya expuestas. Como orientación para la toma de decisiones con finalidad diagnós- tica, se puede afirmar que, en países con alta prevalencia de tuberculo- sis, el hallazgo de un derrame pleural clasificable como exudado, con predominio linfocitario y altos niveles de ADA, orienta fuertemente hacia la tuberculosis (especialmente en pacientes jóvenes), y no se requeriría hacer biopsia. Por otro lado, en áreas de baja prevalencia de tuberculosis, los niveles bajos de ADA en el líquido pleural descartan razonablemente la tuberculosis, y sólo en caso de duda (especialmente si existe una alta tasa de resistencias a M. tuberculosis) se aconsejaría acudir a la biopsia pleural. Pronóstico y tratamiento El derrame pleural tuberculoso tiende a resolverse de forma espontánea, pero hasta el 65% de los pacientes pueden llegar a desarrollar tuberculo- sis pulmonar activa en los siguientes 5 años si no se aplica tratamiento. No haydiferencia entre el tratamiento de la tuberculosis pulmonar y el de la pleuritis tuberculosa. Se utilizan cuatro fármacos: isoniazida (5 mg/kg de peso y día, hasta 300 mg/día por vía oral [p.o.]), rifam- picina (10 mg/kg de peso y día, hasta 600 mg/día p.o.), pirazinamida (20-30 mg/kg de peso y día, máximo 2 g/día p.o.) y etambutol (15-10 mg/kg de peso y día, máximo 800-1.600 mg/día p.o.). El tratamiento en pacientes no tratados previamente debería consistir en 2 meses de tratamiento con esos cuatro fármacos; el etambutol puede suspenderse durante la fase inicial si se confirma la sensibilidad del microorganismo a los otros tres fármacos utilizados. Posteriormente, el tratamiento debe continuarse con dos fármacos, con preferencia iso- niazida y rifampicina, durante al menos 4 meses más. Es recomendable añadir fisioterapia respiratoria en las primeras semanas de tratamiento. La evacuación por toracocentesis del líquido pleural es un procedi- miento habitual, aunque no se ha demostrado su eficacia para prevenir secuelas tardías. Los glucocorticoides producen una disminución precoz de la fiebre y aceleran la resolución del derrame, pero a largo plazo no alteran la evolución de la enfermedad, por lo que no deben indicarse de modo rutinario. Los pacientes con tuberculosis pleural en tratamiento suelen presen- tar una mejoría sintomática en las primeras 2 semanas, con resolución del derrame entre 6 semanas y 4 meses desde el inicio del tratamiento. En algunos casos puede llegar a observarse un aumento del derrame pleural en las primeras semanas, con buena evolución posterior sin necesidad de suspender el tratamiento. En raras ocasiones se produce una acumulación de pus rico en bacilos en la cavidad pleural (empiema tuberculoso). Estos pacientes suelen tener afección pulmonar y, en ocasiones, fístula broncopleural. El cuadro clínico es tórpido, y en casos avanzados se produce el denominado empiema de necesidad (empyema necessitatis), o salida al exterior del material purulento a través de la pared torácica. El diagnóstico se establece al aislar M. tuberculosis en el pus, y el paciente puede mejorar con el tratamiento antituberculoso y la evacuación del pus por toracocentesis. En caso contrario se debe colocar un tubo de drenaje pleural (que puede llegar a durar años) o recurrir a la decorticación pleural u otros tipos de tratamiento quirúrgico. El seudoquilotórax tuberculoso es una complicación rara, propia de pacientes con pleuritis tuberculosa tratados muchos años antes con sección de adherencias y neumotórax artificial. En estos casos se produce un engrosamiento pleural que dificulta la reabsorción del derrame y favorece la acumulación de colesterol en el líquido pleural por rotura de las membranas celulares. El tratamiento es el mismo que el de la pleuritis tuberculosa no complicada. Pleuritis infecciosas no tuberculosas Derrame pleural paraneumónico Se define como derrame pleural no purulento y estéril producido por una neumonía, absceso pulmonar o bronquiectasias infectadas. Más del 40% de las neumonías bacterianas suelen cursar con derrame pleural; en cuanto a la etiología, en los derrames asociados a neumonía adqui- rida en la comunidad, los gérmenes más frecuentes son grampositivos aeróbicos, como el estreptococo y Staphylococcus aureus, seguidos por los anaerobios —frecuentes en la neumonía por aspiración—, y por algu- nos gramnegativos (enterobacterias, Escherichia coli y Haemophilus influenzae), sobre todo en pacientes con comorbilidad, especialmente diabetes o alcoholismo. En el derrame asociado a neumonía nosocomial el germen más frecuente es S. aureus (en la mayoría de los casos resisten- te a meticilina), al que siguen en frecuencia los gramnegativos aerobios (E. coli, Enterobacter spp. y Pseudomonas spp.), junto con gramnegativos y anaerobios. Las infecciones fúngicas son infrecuentes, y Candida spp. es el hongo más común, sobre todo en pacientes inmunodeprimidos. Cuadro clínico Suele ser el propio de la neumonía (fiebre, dolor pleurítico y tos), y para detectarlo suele bastar una radiografía de tórax o una ecografía. La TC puede ser de ayuda para visualizar la afección pulmonar y la colección pleural. Se distinguen las siguientes fases evolutivas: Pleuritis seca. La pleura visceral se inflama por la extensión de la inflamación pulmonar, pero sin una clara presencia de derrame pleural. Pleuritis exudativa. Se acumula líquido estéril en el espacio pleural, debido al aumento de permeabilidad en la pleura visceral. El líqui- do pleural en esta fase es claro, con recuento bajo de leucocitos (< 10.000/µL), LDH relativamente baja (< 1.000 UI/L), y valo- res normales de glucosa (> 60 mg/dL) y de pH (> 7,30). Pleuritis fibropurulenta. Puede desarrollarse muy rápidamente (en unas horas) en pacientes que no reciben los antibióticos adecuados. Se caracteriza por el depósito de fibrina que cubre las hojas visceral y parietal de la pleura, con formación de tabiques y membranas. Se acumulan en la pleura gran cantidad de polimorfonucleares, Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V 749 CAPÍTULO 87 Enfermedades de la pleura © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. bacterias y detritus celulares procedentes de la infección pulmonar. La elevada actividad metabólica y citolítica se traduce en valores bajos de glucosa (< 40 mg/dL) y de pH (< 7,20), y cifras elevadas de LDH (> 1.000 UI/L). Pleuritis organizada. En esta fase se deposita gran cantidad de colágeno y fibrina, procedentes de la proliferación de fibroblastos, que ocasionan un marcado engrosamiento de la pleura parietal y visceral y alteración de la función pulmonar. La evolución puede variar notablemente, desde la persistencia de deterioro funcional pulmonar hasta el desarrollo de formas crónicas de empiema, con alto riesgo de complicaciones, como fístula broncopleural, absceso pulmonar o empyema necessitatis. Empiema. Se define como la acumulación de pus o de líquido con presencia de gérmenes (tinción de Gram) o cultivos positivos en la cavidad pleural. En más de la mitad de estos pacientes hay alguna enfermedad subyacente, como diabetes, neoplasia o alcoholismo. Los siguientes mecanismos pueden dar lugar a un empiema: a) infección de un órgano vecino, como el pulmón, o del espacio abdo- minal, como el absceso subfrénico; b) intervención quirúrgica sobre el tórax, en especial la neumonectomía, o manipulación instrumental de la pleura; c) heridas punzantes de la pared torácica; d) perforación esofágica, accidental (por cuerpos extraños) o instrumental (esofagos- copia), y e) foco séptico distante, en especial de la zona periodontal. Al igual que en el derrame paraneumónico, el cuadro clínico del empiema es el propio de una neumonía, con fiebre, dolor pleurítico y tos, y con intensa leucocitosis. En los pacientes alcohólicos, diabéticos o inmunodeprimidos —en especial si la infección es por anaerobios, con líquido pleural maloliente en muchos casos—, la clínica puede ser más tórpida, con pérdida de peso, febrícula con leucocitosis y anemia. La persistencia o la reaparición de la fiebre, o la persistencia en la sangre de niveles altos de proteína C reactiva (PCR) 3-4 días después de haber apli- cado el tratamiento antibiótico adecuado en un paciente con neumonía, sugieren el desarrollo de un derrame pleural paraneumónico complicado o un empiema. También se debe sospechar si reaparece o aumenta la fiebre después de haber mejorado en los primeros días de tratamiento. Pronóstico y tratamiento Para evitar complicaciones mayores, es esencial conseguir un diagnós- tico de derrame pleural complicado tan pronto como sea posible yaplicar el correspondiente tratamiento. De forma empírica, se reco- miendan antibióticos de amplio espectro que cubran gérmenes aerobios y anaerobios, y adaptar el tratamiento a los resultados de los cultivos cuando se disponga de ellos. En las neumonías adquiridas en la comu- nidad se puede utilizar una combinación de cefalosporinas de tercera generación (ceftriaxona) asociadas a clindamicina o metronidazol, o bien monoterapia con amoxicilina-ácido clavulánico. Los pacientes alérgicos a la penicilina pueden tratarse con clindamicina, habitualmen- te en combinación con una quinolona o una cefalosporina. Si el origen es una infección nosocomial, hay que combatir S. aureus resistente a meticilina (con vancomicina o linezolid), y también plantear el uso de penicilinas antipseudomonas (piperacilina-tazobactam), carbapenem o cefalosporinas de tercera generación con metronidazol. Los amino- glucósidos tienen una escasa penetración pleural, y en ningún caso está indicada la utilización de antibióticos intrapleurales. Existe consenso en que el riesgo de complicación (paso a fases fibropurulenta y organizada) es elevado en los siguientes casos: a) pacientes con derrame pleural que ocupa más de la mitad del hemi- tórax y que aparece tabicado o con marcado engrosamiento pleural en el examen ecográfico; b) presencia de microorganismos en muestras de líquido pleural, detectada por tinción de Gram o por cultivo, y c) pH en el líquido pleural inferior a 7,20. Se recomienda proceder al drenaje de la cavidad pleural en todos estos casos. Además, en derrames no purulentos puede ayudar a la toma de decisiones la determinación de la PCR en el líquido pleural (se recomienda drenar si es mayor de 100 mg/L). La fístula broncopleural, cuya existencia hay que sos- pechar si el paciente presenta abundante expectoración y existe un nivel hidroaéreo en la radiografía de tórax, exige también el drenaje pleural para evitar la diseminación del líquido infectado a la vía aérea. El drenaje pleural por simple toracocentesis sólo es recomendable si las colecciones son muy pequeñas, y en esos casos puede ayudar el lavado con suero salino después de la evacuación del líquido pleural. Tratamiento intrapleural con fibrinolíticos Si la ecografía torácica detecta multiloculaciones o el drenaje es ineficaz, se aconseja la administración intrapleural de fibrinolíticos, con la excep- ción de la fístula broncopleural, en que están contraindicados. Estos agentes facilitan la disolución de las adherencias de fibrina y evitan, por tanto, la fibrosis pleural. Se pueden utilizar 100.000 U de urocinasa o 250.000 U de estreptocinasa, diluidas en 100 mL de solución salina, y clampando el tubo de drenaje durante 1-2 h a continuación. La administración puede repetirse diariamente hasta conseguir el drenaje adecuado, que se debe vigilar mediante el control del volumen drenado y con ecografía torácica. Estudios recientes han destacado la eficacia del tratamiento intrapleural con alteplasa combinada con DNasa, que reduce la viscosidad del líquido. Si el drenaje pleural con adición de fibrinolíticos no es efectivo, puede optarse por la cirugía videotoracoscópica para eliminar las locu- laciones, y también debe considerarse la limpieza de la pleura mediante toracotomía si los anteriores procedimientos resultaran insuficientes o persistiera el estado séptico del paciente (fig. 87-1). En pacien- tes con alto riesgo quirúrgico se puede considerar un drenaje abierto con resección costal. A pesar de las distintas opciones terapéuticas, se ha descrito una mortalidad hasta del 20% en estos pacientes, y es esencial la aplicación de un soporte nutricional adecuado desde el mismo momento en que se hace el diagnóstico de empiema pleural. Pleuritis víricas y por Mycoplasma Alrededor del 20% de los pacientes con neumonía atípica presentan derrame pleural. Los gérmenes implicados con más frecuencia son Mycoplasma pneumoniae, adenovirus y virus de la influenza. El cuadro clínico sugiere neumonía atípica con fiebre, cefalea, tos y artromialgias como síntomas más frecuentes. Los derrames pleurales suelen ser transitorios, de escasa cuantía, acompañados de infiltrado pulmonar, y sólo raramente masivos o persistentes. El líquido pleural es un exudado con predominio de células mononucleares, y el aislamiento del germen en el líquido pleural es excepcional. El diagnóstico se basa en el cultivo del germen en muestras respiratorias o en el aumento del título de anticuerpos específicos en dos determinaciones separadas por al menos 15 días. Si el cuadro clínico apunta a que el derrame es secundario a infección por Mycoplasma, se recomienda el uso de macrólidos (clari- tromicina o azitromicina) o quinolonas, con preferencia de aquellos sobre estas en los pacientes pediátricos. ENFERMEDADES TUMORALES DE LA PLEURA El derrame pleural neoplásico es responsable de más de un tercio de los exudados, y su frecuencia parece aumentar en todas las series, a expensas sobre todo del cáncer de pulmón y del de mama. Es impor- tante tener en cuenta que la afección neoplásica de la pleura puede cursar sin derrame pleural casi en la mitad de los casos. Este hecho es particularmente relevante en pacientes con cáncer de pulmón poten- cialmente resecable en los que se podría encontrar una diseminación pleural metastásica si se practica una toracoscopia previa a la toraco- tomía. En el cuadro 87-2 se expone la clasificación de los tumores que pueden afectar a la pleura. Aproximadamente un tercio de los derrames pleurales malignos están relacionados con el cáncer de pulmón, y el cáncer de mama suele ser el segundo en frecuencia. Dependiendo de la prevalencia de exposición al amianto, el mesotelioma también ocupa un lugar relevante entre los tumores malignos de la pleura. Basándose en datos de 2008, su incidencia se ha estimado en más de 14.000 casos por año en el mundo, y en los últimos 10 años se está observando un discreto aumento. Tumores primarios de la pleura: mesotelioma Concepto y etiopatogenia De entre los tumores primarios de la pleura, el mesotelioma es el más frecuente, y puede ser localizado o difuso. El localizado puede ser benig- no o maligno y su etiología se desconoce, mientras que el mesotelioma Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 750 SECCIÓN V Neumología difuso es siempre maligno. Desde la década de los cincuenta del siglo XX se conoce la asociación del mesotelioma maligno con el asbesto, particularmente en sus formas de «amianto (o asbesto) azul» (croci- dolita) y «amianto blanco» (crisotilo), y también es bien conocida su relación con la exposición a la erionita, que es un contaminante natural del suelo en varias regiones del mundo, particularmente en la región de Capadocia (Turquía), donde se observa una incidencia muy elevada de este tumor, probablemente asociada también con una cierta susceptibilidad genética. Aproximadamente en el 90% de los casos de mesotelioma en los hombres hay una clara relación con la exposición laboral al amianto, con un amplio espectro de profesiones implicadas. En las mujeres, la exposición laboral es mucho más baja, y muy frecuen- temente el mesotelioma ha sido provocado en ellas por la exposición doméstica, en convivencia con trabajadores expuestos al amianto. En estos casos, el tiempo de latencia entre la primera exposición al amianto y la manifestación de la enfermedad puede sobrepasar los 50 años. Hay que tener en cuenta también la posible exposición ambiental, en general por vecindad con minas o fábricas donde se manipula el mineral, o por contaminación a través de la ropa de trabajadores del asbesto. Se ha demostrado una relación dosis-respuesta entre exposición acumulada al asbesto (altosniveles de exposición, duración de la exposición o ambos) y mesotelioma maligno, y no hay ningún umbral por debajo del cual se descarte el riesgo de contraer la enfermedad. En Europa se estima la incidencia de mesotelioma en 20 casos por millón/año, con una notable variación entre países (también en relación con la historia de la exposición al asbesto en el pasado), pero en todo caso se prevé un aumento global, debido al largo período de latencia entre exposición y manifestación de la enfermedad, que se sitúa alrededor de los 40 años, con un amplio margen entre los valores extremos (15-75 años, según estudios necrópsicos). Cuadro clínico El mesotelioma localizado suele ser asintomático, cursa sin derrame pleural y generalmente se descubre en un estudio radiográfico realizado por otros motivos. En cuanto al difuso, puede acompañarse o no de derrame, que no suele presentar características especiales. El dato clínico más frecuente es la presencia de dolor torácico, que suele ser discreto al principio, pero persistente y lentamente progresivo, sin claros caracteres pleuríticos. Con el transcurso del tiempo, el derrame pleural del mesotelioma puede llegar a desaparecer por completo y ser sustituido por engrosamiento masivo y difuso de la pleura. Neumonía con derrame pleural homolateral Pus o gérmenes en el LP Microorganismos en el LP pH < 7,20 Tabicación Sin tabicación Toracocentesis evacuadora + Tratamiento de la neumonía Ecografía pleural Valorar el drenaje en función del pH, la tabicación y el volumen del derrame Líquido pleural estéril + pH > 7,30 Líquido pleural estéril + pH 7,20-7,30 Drenaje pleural VATS o toracotomía VATS o toracotomía No efectivo No efectivo Fibrinolíticos Efectivo No efectivo o estado séptico Drenaje pleural + Fibrinolíticos Efectivo Ecocardiografía cada 24-48 h Toracocentesis diagnóstica cada 24-48 h Efectivo Figura - Conducta ante un paciente con neumonía y derrame pleural homolateral (paraneumónico). LP: líquido pleural; VATS: videotoracoscopia. • CUADRO 87-2 Clasificación de los tumores pleurales Tumores primitivos De la capa mesotelial (mesoteliomas) Localizados (benignos o malignos) Difusos (siempre malignos) De la capa submesotelial Fibromas Lipomas Sarcomas Tumores secundarios A partir de estructuras próximas Tumores mediastínicos que invaden la pleura Tumores de la pared torácica (sarcomas con afección costal, tumores de mama con invasión pleural directa) Tumores pulmonares con invasión de la pleura visceral Metastásicos (orígenes más frecuentes) Pulmón Mama Ovario Tracto gastrointestinal Riñón y vías urinarias Afectación pleural por hemopatías malignas Linfoma Mieloma Macroglobulinemia de Waldenström Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V 751 CAPÍTULO 87 Enfermedades de la pleura © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. Diagnóstico Técnicas de imagen La radiografía de tórax puede proporcionar información sobre la presencia de derrame y engrosamiento pleural difuso o masas, pero la TC es esencial para la elección de los pasos diagnósticos que se deben seguir: un engrosamiento pleural difuso y con prominencias nodulares sugiere mesotelioma, especialmente en un paciente con historia de exposición previa a asbesto. La RM proporciona un mejor contraste que la TC para definir la invasión de la pared torácica, el pericardio o el diafragma, pero no detecta la presencia de enfermedad metastásica en otras localizaciones. La ecografía tiene una alta sensibilidad (> 90%) para detectar derrames pleurales malignos si se observa engrosamiento nodular de la pleura costal y diafragmática o masas pleurales, pero la sensibilidad cae al 40% para detectar específicamente un mesotelioma. No obstante, la punción-biopsia percutánea guiada por ecografía en tiempo real es de gran utilidad diagnóstica. La PET, especialmente si se combina con la TC (PET-TC), es útil para valorar la extensión subdiafragmática del tumor en estudios preoperatorios, pero su sensibi- lidad es baja para valorar la extensión mediastínica, y también pueden producirse falsos positivos en casos de pleuritis tuberculosa, empiema o pacientes con historia de pleurodesis previa. Análisis del líquido pleural La toracocentesis puede proporcionar algunos datos sugestivos, pero rara vez diagnósticos, de mesotelioma: niveles altos de ácido hialurónico (> 100.000 ng/mL) son altamente sugestivos, y también se atribuye un marcado valor pronóstico a este parámetro, de modo que unos niveles elevados se relacionan con mejor supervivencia. Los valores elevados de LDH en el líquido pleural se han correla- cionado con peor pronóstico, con 500 U/L como punto de corte, pero parecen ser más relevantes el pH y la glucosa: un pH y una glucosa bajos se han relacionado con supervivencia más corta en derrames pleurales carcinomatosos, y también tienen valor pronóstico en los mesoteliomas. Es importante resaltar que el pH y la glucosa pleural son significativamente más bajos en los mesoteliomas que en los carcinomas metastásicos, muy probablemente en relación con el hecho de que el mesotelioma pleural maligno tiene un metabolismo hipóxico y glucolítico, con la consiguiente producción de ácido láctico, sobre todo en las zonas más agresivas, lo que le confiere una alta resistencia a la quimioterapia. Se ha trabajado mucho sobre la investigación de biomarcadores para detectar la existencia de un mesotelioma, especialmente en personas con historia de exposición al asbesto. Los más relevantes son la mesote- lina y la fibulina-3, y lo ideal sería que tuviesen una alta sensibilidad y especificidad para detectar la presencia del tumor en las fases precoces, lo cual requeriría una alta precisión diagnóstica de su análisis en la sangre, pero no se ha llegado aún a esta meta, aunque la presencia de mesotelina elevada en el líquido pleural tiene un alto valor diagnós- tico, especialmente si se combina con valores bajos de CEA (antígeno carcinoembrionario). Los niveles de ADA pueden encontrarse elevados en pacientes con mesotelioma, pero —antes de etiquetarlos como falsos positivos de la ADA— hay que tener en cuenta que en ocasiones pueden coexistir un mesotelioma maligno y una pleuritis tuberculosa, y por ello se recomienda realizar un cultivo para M. tuberculosis en estos casos. En los últimos años se está presentando gran atención al estudio de micro-RNA (miR, pequeños fragmentos de RNA no codificantes de proteínas, pero que contribuyen a regular la expresión génica). Se ha comprobado repetidamente que la expresión de miR-126 está reducida en el mesotelioma, tanto en muestras de tejido como en el plasma. La citología del líquido pleural puede sugerir la presencia de un mesotelioma, pero con frecuencia plantea problemas entre células mesoteliales reactivas benignas y mesoteliales malignas, y también pre- senta dificultad para distinguir entre un mesotelioma epitelial maligno y una metástasis de un adenocarcinoma. Las técnicas inmunocito- e histoquímicas son siempre necesarias para establecer la distinción entre mesotelioma y adenocarcinoma metastásico en la pleura, y para ello se requiere obtener tejido mediante biopsia (con aguja guiada por eco- grafía en tiempo real o mediante toracoscopia), o bien preparar bloques celulares mediante la inclusión en parafina del botón celular obtenido tras centrifugar un volumen suficiente de líquido pleural (> 100 mL). Estudio histopatológico Por las implicaciones legales que supone el diagnóstico de mesotelioma maligno, y también cuando se plantea la intervención quirúrgica o tratamientos personalizados, hay que intentar obtener muestras amplias de tejido para tipificarcon mayor seguridad este tumor. La biopsia pleural percutánea es poco satisfactoria, por el pequeño tamaño de las muestras, pero su eficacia puede mejorar si se realiza con la ayuda de una TC o una ecografía en tiempo real, especialmente si se observa un marcado engrosamiento de la pleura costal. La toracoscopia es mucho más rentable, porque permite la toma de más y mayores muestras, y se puede realizar con anestesia local y analgesia/sedación intravenosa (fig. 87-2). La cirugía videotoracoscópica permite una mejor tipifica- ción y estadificación del tumor, e incluso realizar una pleurectomía/ decorticación cuando la extensión del tumor lo permita. En el mesotelioma maligno se distinguen los tipos epitelioide, sarcomatoso y bifásico, y también hay raros subtipos, como el des- moplásico (que se puede confundir con la pleuritis fibrosa benigna), el mesotelioma de células pequeñas y el linfohistiocitoide (que podría confundirse con un linfoma). Para diferenciarlos es imprescindible recurrir a estudios inmunohistoquímicos con distintos paneles de anticuerpos monoclonales, incluyendo al menos dos marcadores posi- tivos para mesotelioma (en el subtipo epitelioide serían preferibles la calretinina, el antígeno 1 del tumor de Wilms [WT-1, del inglés Wilms tumor antigen 1] o el antígeno de la membrana epitelial [EMA, del inglés epithelial membrane antigen]) o citoqueratinas de amplio espec- tro y bajo peso molecular, como las CK5 o CK6, y dos marcadores negativos, como el Ber-EP4 (marcador de membrana) y el factor de transcripción tiroidea 1 (TTF-1, del inglés thyroid transcription factor 1, marcador nuclear). El CEA es útil para distinguir el adenocarcinoma metastásico, especialmente de origen pulmonar, del mesotelioma, en el que prácticamente siempre es negativo. La falta de expresión nuclear de la proteína 1 asociada a BRCA (BAP1) refuerza el diagnóstico de mesotelioma de tipo epitelioide frente a mesoteliomas con componente sarcomatoso, tumores de otro origen o hiperplasia mesotelial reactiva. La mutación en este gen se ha asociado a una mayor predisposición para padecer este tumor. En caso de sospecha de mesotelioma en mujeres, es conveniente estudiar receptores hormonales y también comprobar la expresión de retículo endoplásmico (ER, del inglés endoplasmic reticulum), que nunca aparece en el mesotelioma y sí en los tumores metastásicos de mama. Cuando el tumor presenta un componente sarcomatoso, es necesario distinguirlo de los tumores metastásicos, apoyándose en algunos de los anticuerpos usados para el mesotelioma epitelioide y también algunos otros, como la deleción de p16/CDKN2A (que se debe estudiar mediante hibridación in situ, FISH). Figura - Aspecto toracoscópico de un mesotelioma (flechas), en coexistencia con placas pleurales (en amarillo), provocadas por la exposición al asbesto. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 752 SECCIÓN V Neumología Pronóstico y tratamiento El mesotelioma suele tener escasa respuesta a la quimioterapia y a la radioterapia, y la cirugía pocas veces es curativa, porque generalmente el tumor se diagnostica demasiado tarde. Por otra parte, los intentos de pleurodesis suelen fallar más en los pacientes con mesotelioma que en otros derrames pleurales malignos. Cuando se plantea la cirugía radical, es crítico evaluar la función pulmonar y cardíaca, la presencia de otros factores de comorbilidad, y el estado físico y psicológico del paciente. El principal objetivo de la cirugía es resecar todo el tumor, con objeto de mejorar la calidad de vida del paciente y la supervivencia. La evidencia acumulada sugiere que no es posible conseguir una resección completa, y por ello la tendencia actual se orienta a controlar localmente la enfermedad, eliminar el derrame pleural, liberar el pulmón atrapado por el tumor si es posible, mejorar los trastornos de ventilación/perfusión y paliar el dolor provocado por la invasión de la pared torácica. En todo caso, cualquier tipo de tratamiento se ha de plantear en el marco de una terapia multimodal que se apoye en el uso combinado de cirugía, radioterapia y quimioterapia, a la que este tumor es particularmente resistente. La única terapia que ha conseguido una moderada mejora en la supervivencia y en controlar el progreso de la enfermedad ha sido la combinación de cisplatino + pemetrexed + bevacizumab. Del mismo modo que ocurre en otros campos de la oncología, se prevé un amplio desarrollo de terapias inmunomoduladoras en los próximos años para el mesotelioma pleural y otros derrames pleurales malignos, aunque hasta ahora no se han producido resultados relevantes en este tumor. En pacientes con mala situación clínica y derrame pleural recidivan- te se puede plantear la simple realización de pleurodesis o colocación de un catéter pleural tunelizado, con el fin de paliar los síntomas asociados al acúmulo de líquido. Tumores secundarios de la pleura Concepto y etiopatogenia Además de los tumores primarios, la afección neoplásica de la pleura se puede producir por contigüidad a partir de un tumor originado en un órgano próximo (pulmón, mama, mediastino, pared torácica) o, más frecuentemente, por metástasis pleurales hematógenas (excepto en el caso del cáncer de pulmón homolateral, que se puede extender a la pleura por vecindad o por embolia tumoral desde el pulmón hacia la pleura visceral). Salvo en esos casos excepcionales, las células tumorales llegan por vía sanguínea al pulmón, desde el cual embolizan a la pleura visceral y después se diseminan por la cavidad pleural, con siembra secundaria en la pleura parietal. Aunque puede existir una enfermedad neoplásica difusa en la pleura sin presencia de derrame, lo más frecuente es que este se desarrolle, bien como una consecuencia directa de la invasión tumoral, con aumento de permeabilidad vascular, o por obs- trucción del drenaje linfático pleural, pulmonar y/o mediastínico. Puede haber derrame pleural coexistiendo con un tumor maligno en algún órgano, pero sin que realmente exista afección tumoral directa de la pleura; estos derrames se denominan paramalignos. Sus principales causas pueden ser neumonitis obstructiva o atelectasia, tromboembolia pulmonar, bloqueo linfático mediastínico, obstrucción del conducto torácico (con o sin quilotórax), síndrome de la vena cava superior, afección tumoral del pericardio, síndrome posradio- o posquimiote- rapia, o hipoalbuminemia. Para establecer el diagnóstico de derrame paramaligno se requiere descartar la presencia de lesiones tumorales en la cavidad pleural, pero ni la citología ni la biopsia percutánea son suficientemente sensibles, y la toracoscopia sería la mejor opción. Cuadro clínico y diagnóstico La mayoría de los derrames malignos cursan con disnea de esfuerzo, que es progresiva a medida que el derrame aumenta. La disnea suele ser más marcada cuando el paciente se coloca acostado sobre el lado opuesto al del derrame y se alivia cuando se evacúa el líquido. Si la disnea no mejora con la toracocentesis evacuadora, hay que sospechar otra causa distinta del derrame pleural, sobre todo linfangitis carcinomatosa en el pulmón subyacente o afección bilateral. La tos también puede estar presente y aliviarse con la toracocentesis; hay que ser cauteloso con estos pacientes, que pueden presentar complicaciones cuando se evacua muy rápidamente o si se extraen grandes cantidades de líquido. La evacuación se ha de suspender inmediatamente si aparece tos, sobre todo por el riesgo de provocar neumotórax o desplazamiento brusco del mediastino, con el consiguiente colapso vascular. El dolor torácico no es una manifestación llamativa en el derrame pleural maligno, con la excepción ya mencionada delmesotelioma. En la gran mayoría de los derrames pleurales malignos se trata de un exudado. Se pueden encontrar trasudados en el cáncer de pulmón con obstrucción del bronquio principal, y también en los linfomas y otros tumores. El bloqueo del drenaje linfático puede ser la causa de esos trasudados, pero hay que descartar siempre la presencia de insuficiencia cardíaca o cualquier otro problema asociado. El rendimiento de la citología oscila alrededor del 60% y depende de la extensión del tumor en la cavidad pleural, y también de la naturaleza de la neoplasia primaria (así, el carcinoma epidermoide, cuyas células están enlazadas por abundantes puentes de unión, muestra un peor rendimiento de la citología que otros tumores más laxos, como el microcítico). En general, la positividad de la citología es más alta en las neoplasias de mama y ovario, y más baja en los linfomas, los sarcomas y los mesoteliomas. No es rentable repetir la citología más de dos veces, y se recomienda incluir biopsia pleural cuando se requiera una segunda citología. Un dato que puede ayudar en la estimación de las posibilidades de obtener citología positiva en presencia de neoplasia pleural es la determinación de la glucosa y el pH en el líquido pleural. La citología es positiva en la mayoría de los derrames que cursan con pH inferior a 7,30 y glucosa inferior a 60 mg/dL (3,3 mmol/L), mientras que la positividad alcanza sólo al 50% de los casos con glucosa y pH superiores a dichas concentracio- nes. De acuerdo con estos datos, se propone el algoritmo diagnóstico de la figura 87-3. El desarrollo de la biología molecular está conduciendo a notables progresos en el desarrollo de biomarcadores para diversos tumores (sobre todo, carcinoma de pulmón no microcítico), que se orien- tan a la aplicación de terapias personalizadas. Entre ellos destacan las mutaciones en EGFR (epidermal growth receptor), traslocaciones en ALK (anaplastic lymphoma kinase) y ROS1 (rat osteosarcoma) y expresión de PD-L1 (programmed death ligand 1). La PD-L1 es un buen marcador de respuesta a la inmunoterapia; se une a los linfocitos PD1+ e inactiva su capacidad antitumoral, inhibiendo la apoptosis de las células neoplásicas. Sus resultados pueden variar según el tipo de muestra en que se investiga y su estado de conservación. Es preferible obtener muestras grandes mediante biopsia, pero, si esto no es factible, se pueden usar muestras de líquido pleural, siempre que contengan suficiente cantidad de células neoplásicas. Es posible usar técnicas de enriquecimiento celular en las muestras líquidas y seleccionar las áreas tumorales mediante microdisección en las muestras de tejido. Si se sos- pecha linfoma, puede ser de gran ayuda el estudio del líquido pleural mediante citometría de flujo. Cuando predomina el engrosamiento pleural sobre el derrame, se debe plantear la realización de punción-biopsia percutánea guiada por TC o ecografía. Pronóstico y tratamiento La presencia de metástasis pleurales implica enfermedad neoplásica avanzada, por lo que no es posible el tratamiento curativo. En conse- cuencia, la terapia se suele orientar a paliar los síntomas y a controlar el derrame pleural. La mediana de supervivencia oscila alrededor de 6 meses, aunque puede variar significativamente en tumores sensibles a quimioterapia (linfoma, carcinomas de mama, ovario y carcinoma pulmonar de células pequeñas, entre otros). Antes de aplicar quimiote- rapia es conveniente eliminar el derrame pleural mediante la inducción de sínfisis de la pleura visceral y parietal (pleurodesis), ya que algunos de los agentes citostáticos pueden acumularse en el espacio pleural y provocar reacciones tóxicas. En la mayoría de los pacientes que presentan derrame pleural malig- no masivo y recidivante se recomienda que se realice una pleurodesis tan pronto como sea posible, para evitar el desarrollo de un pulmón atrapado, lo que dificultaría o impediría la reexpansión pulmonar completa. Con el creciente desarrollo de terapias personalizadas, que tienen en cuenta la posible presencia de mutaciones (EGFR, ALK, ROS-1), se recomienda hacer estudio de estas mutaciones —no sólo en Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V 753 CAPÍTULO 87 Enfermedades de la pleura © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. el tejido tumoral pulmonar, sino también en muestras pleurales, cuyas mutaciones son con frecuencia distintas al tumor primario— antes de proceder a la realización de pleurodesis en los derrames pleurales metas- tásicos. También es importante asegurar que el pulmón sea reexpansible antes de intentar la pleurodesis. La TC puede ayudar para excluir la presencia de obstrucción bronquial proximal o marcado engrosamiento de la pleura visceral, y también es de gran ayuda la medida de la presión pleural, que se asocia a atrapamiento pulmonar si sus valores son muy negativos. El pH pleural guarda relación con la intensidad de la afección de la pleura visceral, de modo que, cuando es inferior a 7,20, se suele asociar a atrapamiento pulmonar y a fracaso de la pleurodesis. Por otro lado, la expectativa de supervivencia en los casos que cursan con glucosa y pH bajos es significativamente inferior a la de los pacientes con valores más elevados, por lo que es preferible recurrir a medidas más conservadoras (toracocentesis repetidas o colocación de un catéter pleural tunelizado) en esos casos. El talco es el agente de elección para pleurodesis y —con objeto de minimizar el riesgo de complicaciones— se requiere que esté libre de contaminantes y que el tamaño de sus partículas sea suficientemente grande (> 15 µm), para evitar su diseminación extrapleural. La mejor técnica para su aplicación es la pulverización mediante toracoscopia después de crear una cámara de neumotórax. Otra posibilidad, usada frecuentemente en diversos centros, es la instilación de talco mezclado con suero fisiológico (100-150 mL) a través de un tubo de drenaje torácico. Esta opción es preferible en pacientes con afección pleuro- pulmonar contralateral (que no tolerarían el colapso unipulmonar necesario para realizar la toracoscopia), o en los que tienen un bajo índice de Karnofsky (inferior a 40). No obstante, no se consigue una distribución uniforme del talco en la cavidad pleural, por lo que suele provocar multiloculaciones; además, el talco es insoluble en agua y forma grumos, que en parte vuelven a salir de la cavidad a través del drenaje cuando se despinza y se aplica aspiración, y esto reduce aún más su eficacia. Como alternativas al talco pueden instilarse doxici- clina, povidona yodada o nitrato de plata, pero ninguno de ellos está exento de complicaciones, y su efectividad suele ser inferior a la del talco. Cuando la pleurodesis está contraindicada, o cuando ha fallado un intento de pleurodesis previa, la inserción de un catéter pleural tunelizado es una alternativa muy válida. Aunque en la mitad de los pacientes aproximadamente se produce sínfisis pleural espontánea, también se ha planteado la posibilidad de instilar talco a su través para complementar su efecto terapéutico. Los principales problemas de los catéteres pleurales tunelizados radican en el riesgo de infección, invasión neoplásica de la zona de inserción y pérdida de proteínas por las repetidas evacuaciones del líquido pleural. OTRAS ENFERMEDADES PLEURALES Derrame pleural de origen cardiovascular Insuficiencia cardíaca Se asocia a los trasudados más frecuentes y también constituye una de las entidades más frecuentes en el contexto global de los derrames pleurales. En general, el derrame es bilateral, con ligera predisposición por el lado derecho,se suele acompañar de cardiomegalia, desaparece habitualmente con el tratamiento cardiotónico y diurético, y no requiere toracocentesis, salvo en caso de no respuesta al tratamiento tónico-depletivo. En este caso, pueden elevarse las proteínas por encima del límite entre trasudado y exudado, y los valores de péptido natriurético (NT-pro-BNP) tienen un gran poder discriminante, tanto en el líquido pleural como en la sangre, para afirmar o excluir el origen cardíaco. En este contexto pierde bastante relevancia la clásica distinción entre exudados y trasudados. Si después del tratamiento adecuado persiste un derrame —presuntamente de origen cardíaco— con proteínas y LDH elevadas, y el péptido natriurético presenta resultados dudosos, hay que plantearse otros procedimientos diagnós- ticos, eventualmente incluyendo toracoscopia si se sospecha la exis- tencia de una neoplasia. Derrame posquirúrgico de revascularización coronaria En el postoperatorio inmediato de cirugía de revascularización con bypass aortocoronario, muchos pacientes presentan derrames pleurales en los que hay que descartar quilotórax o complicaciones infecciosas. Frecuentemente son hemáticos y ricos en eosinófilos, a veces requieren varias toracocentesis terapéuticas y, muy raramente, también trata- miento con AINE. Síndrome de Dressler Se manifiesta por fiebre, pleuropericarditis e infiltrados pulmonares que aparecen varias semanas después de infarto de miocardio, intervención quirúrgica del corazón, traumatismo o implantación de marcapasos. Su incidencia tras el infarto de miocardio oscila entre el 3% y el 15%, y alcanza el 30% tras la cirugía cardíaca. En su etiopatogenia se impli- Figura - Algoritmo diagnóstico en los exudados pleurales de más de 2 semanas de evolución. Cuando se plantea biopsia con aguja, se recomienda realizarla con ayuda de ecografía en tiempo real. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 754 SECCIÓN V Neumología can mecanismos autoinmunes no bien definidos, y no hay rasgos diagnósticos definitivos, excepto el contexto clínico y la presencia de derrame serohemorrágico. El hallazgo de anticuerpos antimiocardio en el líquido pleural puede ser orientativo. El derrame pleural por síndrome de Dressler es generalmente auto- limitado y responde bien a los AINE, aunque los glucocorticoides están también indicados cuando se observa tendencia al engrosamiento pleural o pericárdico. La respuesta favorable suele ocurrir en el plazo máximo de 3 semanas, y para prevenir las recidivas es útil la colchicina (0,5 mg cada 12 h durante varias semanas). Tromboembolia pulmonar Aproximadamente la mitad de los casos se acompañan de derrame pleural, que en general es muy pequeño, queda relegado a un segundo lugar por el cuadro clínico de la tromboembolia y desaparece espontá- neamente en pocos días. El mecanismo de producción es el aumento de permeabilidad secundario al infarto pulmonar provocado por la trom- boembolia, y por ello es frecuente que el aspecto sea serohemorrágico. Puede presentar características bioquímicas de exudado, y raramente se presenta como trasudado. En ocasiones se desarrollan derrames tras una tromboembolia con entidad propia —más voluminosos y persistentes que los habituales—, cuyo diagnóstico es difícil, especialmente porque la enfermedad tromboembólica acompaña con cierta frecuencia a las neoplasias malignas, sobre todo a las de origen abdominal (páncreas, colon sigmoides, ovario). Según estudios necrópsicos, el 25% de los casos de derrame pleural no neoplásico y coexistente con una neoplasia maligna en otro órgano se deben a tromboembolia pulmonar. El tratamiento es el de la enfermedad de base, ya que lo habitual es que no se requiera toracocentesis y que su evolución sea autolimitada. No debe olvidarse el derrame hemorrágico que puede aparecer en el curso del tratamiento anticoagulante de la enfermedad tromboembólica (hemotórax), que obliga a suspender la anticoagulación, insertar un drenaje y plantear la eventual interrupción de la vena cava inferior mediante la colocación de un filtro. Derrame pleural asociado a enfermedades digestivas Cirrosis hepática Aproximadamente el 10% de los pacientes con cirrosis hepática y ascitis presentan derrame pleural (hidrotórax hepático), generalmente derecho. Su mecanismo de producción reside en el paso del líquido ascítico a la cavidad pleural a través de defectos de continuidad en el diafragma. Aunque las características del líquido son las de un trasu- dado —similares a las del líquido ascítico si no está complicado—, no es excepcional que tenga aspecto serohemorrágico por los trastornos de la coagulación que presentan estos pacientes. El tratamiento del hidrotórax hepático es el de la ascitis que lo provoca (restricción salina y diuréticos); cuando estas medidas fallan, hay que plantear el trasplante hepático, o derivación portosistémica transyugular si no es posible realizar el trasplante. Aunque estos tratamientos constituyen la mejor opción, también puede ser una alternativa válida la colocación de un catéter pleural tunelizado. Por el contrario, no es recomendable la pleurodesis con talco, que tiene una alta tasa de fallos en este caso, por la gran pérdida de líquido a través del drenaje pleural —sobre todo si coexiste con ascitis—, lo que impide la aposición de la pleura parietal y la visceral para lograr una sínfisis. Pancreatitis En general se producen derrames en el lado izquierdo y se asocian a pancreatitis en diversos estadios de evolución. En ocasiones se deben a la formación de fístulas pancreatopleurales o pancreato-mediastínico- pleurales (en particular, cuando existe un seudoquiste pancreático), si bien hay otros casos en los que sólo hay una comunicación trans- diafragmática por vía linfática. Pueden ser serofibrinosos (pancreatitis subaguda o crónica) o hemorrágicos (pancreatitis aguda). El diagnóstico se debe sospechar ante la aparición de un derrame pleural en un paciente que padece una pancreatopatía y presenta niveles altos de amilasa en el líquido pleural (en general, varios miles de U/L, que superan los valores del suero en cantidad y persistencia, sobre todo en casos de pancreatitis crónica). No obstante, la amilasa elevada en el líquido pleural no es patognomónica de este tipo de derrames, ya que se puede encontrar también en pleuritis neoplásicas y en la rotura esofágica. En esta última se detecta amilasa de tipo salival en el líquido pleural. El hallazgo de un seudoquiste pancreático mediante ecografía o TC en presencia de un derrame pleural izquierdo es sugestivo de afección secundaria a una fístula pancreatopleural. En ocasiones es necesario acudir a la pancreatografía retrógrada para llegar a un diagnós- tico de certeza. Esta última puede ser de gran ayuda para adoptar las decisiones terapéuticas adecuadas, entre ellas la posibilidad de realizar una esfinterotomía por vía endoscópica, con eventual colocación de una endoprótesis pancreática transitoria, encaminada a drenar convenien- temente el conducto de Wirsung y sus ramas. En ausencia de infección sobreañadida, el derrame pleural de origen pancreático puede presentar un pH elevado, debido a que el pH del jugo pancreático se aproxima a 8. El tratamiento es el de la pancreatitis subyacente, aunque, si el derrame es hemorrágico, debe colocarse un tubo de drenaje pleural, para preservar el tejido pulmonar de la agresión por las enzimas proteo- líticas que suele contener el líquido. En algunos casos se ha controlado el derrame pleural asociado a pancreatitis con el uso de octreótido (análogo sintético de la somatostatina, que también podría controlar el hidrotórax asociado a cirrosis hepática y quilotórax idiopático). Derramepleural en las enfermedades renales Síndrome nefrótico El mecanismo etiopatogénico es el descenso de la presión oncótica secundario a hipoalbuminemia, que provoca la salida de líquido al espacio pleural. El derrame suele ser bilateral, tiene aspecto claro, con características bioquímicas de trasudado y glucosa y pH normales. Si el líquido es hemorrágico, los valores de proteínas están por encima del límite normal de los trasudados y se observan abundantes polimorfonu- cleares, y entonces hay que descartar tromboembolia pulmonar, que se asocia con gran frecuencia al síndrome nefrótico. El tratamiento se debe orientar en primer lugar a reponer las pér- didas proteicas. El líquido se ha de evacuar sólo cuando provoque problemas respiratorios graves. En ocasiones puede ser necesaria la realización de pleurodesis, pero hay que ser cauto con la pauta de aspiración en este caso, pues el descenso de la presión oncótica predis- pone al edema pulmonar por reexpansión. Diálisis peritoneal Se trata de derrames pequeños y bilaterales, pero en ocasiones son masivos, localizados en el lado derecho, y secundarios a la formación de fístulas transdiafragmáticas. En la toracocentesis se obtiene un líquido pleural con características de trasudado similar al de la diálisis y con niveles de glucosa muy elevados. El tratamiento consiste en el cambio de diálisis peritoneal a hemodiálisis; en casos muy problemáticos podría ser eficaz la pleurodesis con doxiciclina. Urinotórax Es secundario a la obstrucción del sistema nefroexcretor, con hidrone- frosis secundaria, y la orina puede pasar al espacio pleural a través de las vías linfáticas o por formación de fístulas transdiafragmáticas. El líquido pleural tiene características de trasudado, huele a orina, y la relación entre la creatinina pleural y la plasmática es superior a 1. El pH puede ser muy ácido, como el de la orina, pero no es excepcional que sea intermedio entre el de esta y el sanguíneo, probablemente por la rápida reabsorción de hidrogeniones durante el paso trans- diafragmático. El tratamiento es la resolución de la obstrucción de las vías urinarias. Insuficiencia renal crónica En general aparece tras varios meses de uremia persistente. En su meca- nismo etiopatogénico hay que tener en cuenta los trastornos microvas- culares y de la coagulación que acompañan a la misma. El derrame suele ser unilateral, serohemorrágico o francamente hemorrágico, con características de exudado y con alto contenido en creatinina, pero (a diferencia del urinotórax) la relación pleura/sangre es inferior a 1. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 11, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V 755 CAPÍTULO 87 Enfermedades de la pleura © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. Derrame pleural en las enfermedades autoinmunes sistémicas Artritis reumatoide Es la manifestación intratorácica más frecuente de esta enfermedad, pero su incidencia está infravalorada, porque en muchas ocasiones el derrame es asintomático. El líquido puede tener aspecto turbio por su alto contenido en colesterol y corresponde a un exudado con glucosa y pH bajos, LDH alta y factor reumatoide positivo. En ocasiones se ha descrito la presencia de unas células consideradas características, de gran tamaño, alargadas y multinucleadas (ragocitos), pero no son patogno- mónicas. La biopsia pleural tampoco suele ser específica, por lo que el diagnóstico se ha de basar en el contexto clínico y analítico; asimismo, se debe descartar una neoplasia mediante toracoscopia si la citología o la clínica hacen sospechar su presencia. La pleuritis reumatoide tiende a provocar fibrosis pleural, razón por la cual se aconseja el uso de antiin- flamatorios y, eventualmente, de glucocorticoides por vía sistémica. Lupus eritematoso sistémico La incidencia de derrame pleural es muy alta en el curso de esta enfer- medad y no es raro que constituya la primera manifestación clínica. El derrame suele ser bilateral, se acompaña frecuentemente de pericarditis, y los niveles de glucosa y pH en el líquido son normales. La presencia de células LE, características del LES, se considera patognomónica. El tratamiento, que incluye siempre glucocorticoides, es el de la enferme- dad y sólo excepcionalmente se requieren toracocentesis evacuadoras. Algunos fármacos son capaces de provocar una pleuritis que clí- nicamente es indistinguible de la lúpica, y que están contraindicados en pacientes que padecen esta enfermedad: procainamida (que puede provocar el síndrome lúpico incluso cuando se administra en dosis normales), clorpromazina, hidralazina (en relación con dosis altas), quinidina, fenitoína e isoniazida (sólo ocasionalmente). En general, la retirada del fármaco en cuestión mejora la evolución del síndrome. Sarcoidosis El derrame en esta enfermedad es infrecuente, pero debe tenerse en cuen- ta, porque la biopsia pleural puede mostrar la presencia de granulomas con necrosis no caseosa. No obstante, incluso en estos casos hay que descartar la existencia de tuberculosis o micosis mediante los correspondientes cultivos del tejido pleural. Siempre hay que plantearse la posibilidad de otras causas, independientemente del diagnóstico de sarcoidosis. Derrame pleural de características especiales Hemotórax Consiste en la acumulación de sangre en la cavidad pleural, y no debe confundirse con el derrame serohemorrágico, que es menos denso y suele presentar un hematocrito inferior al 5%. Por el contrario, en el hemotórax, el hematocrito supera a la mitad del de la sangre y en casos agudos se aproxima mucho a él. La etiología más frecuente es la traumá- tica, ya sea accidental o yatrógena por alguna maniobra invasiva, pero el hemotórax también puede ser espontáneo, secundario a la rotura de un aneurisma aórtico o a una lesión muy vascularizada en algunos casos de neumotórax espontáneo (hemoneumotórax). En raras ocasiones, el hemotórax se produce en el curso de la tromboembolia pulmonar, especialmente asociado al tratamiento anticoagulante; en algunos casos se debe a una hemorragia espontánea por lesiones tumorales necrosadas. Se ha de considerar la posibilidad de que esté causado por trastornos de la coagulación o vasculitis. Aunque rara vez produce un cuadro pleural clínicamente relevante, se ha de sospechar la presencia de endometriosis ante un hemotórax que aparece en una mujer en edad fértil. El diagnóstico se sospechará ante un paciente con cuadro agudo de dolor torácico que cursa con hipotensión, anemia y opacificación total o parcial de un hemitórax. Se confirmará por toracocentesis, que revela la presencia de sangre: esta puede tener coágulos ya formados, pero no coagula a posteriori, a diferencia de la contaminación traumá- tica provocada por alguna maniobra exploratoria, incluida la propia punción pleural. El tratamiento se ha de orientar al de la enfermedad causal, aunque también se impone la colocación de un tubo de drenaje para liberar la cavidad pleural de coágulos y prevenir el enclaustramiento del pulmón por fibrina. En pacientes hemodinámicamente inestables o con pérdidas estimadas en más de 300 mL deberá implantarse, previa administración de antibioterapia profiláctica, un drenaje pleural de grueso calibre (24 o 28 Fr). Si el drenaje inicial es mayor de 1.500 mL/24 h o el ritmo de drenaje es mayor de 200 mL/h durante más de 3 h consecutivas, está indicada la toracotomía de urgencia. Si se sospecha que el hemotórax puede ser secundario a la rotura de un aneurisma aórtico, no está indica- do el drenaje, por riesgo de provocar exanguinación, y hay que plantear el tratamiento urgente del aneurisma, si es técnicamente posible. Quilotórax y seudoquilotórax Se caracterizan por
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