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Universidad y ley 1 Por Gazir Sued (Doctor en Filosofía) Ninguna autoridad institucional puede invocar como derecho la brutalidad, ni arrogarse la potestad de la violencia como facultad legítima. Hacerlo sería excederse en el ejercicio de sus funciones administrativas, y no existe razón que lo justifique. Quien quiera que ocupe silla en el entramado burocrático universitario tiene por encargo velar por el cumplimiento de los principios políticos que rigen la Universidad, es decir, hacer valer la ley. La misma responsabilidad legal corresponde, indelegablemente, a toda la comunidad universitaria. Los universitarios tenemos, pues, “la obligación de servir al pueblo de Puerto Rico en fidelidad a los ideales de una sociedad integralmente democrática.” Aunque pudiera parecer retórica trasnochada o demagogia populista, este entendido está contemplado en la ley que rige la Universidad desde 1966. Y aún si no lo dispusiera la ley, ¿qué valor tendría la Universidad si se pensase y se actuase de modo contrario? El estudiantado, al pie de la letra o más acá de la ley, ha constituido la reserva moral de la Universidad, y no sus administradores de turno. Aún cuando la inmensa mayoría permanece silente e indiferente, siempre ha sabido ingeniárselas para salirle al paso a tecnócratas y usureros, a burócratas y asesinos de esperanzas. La razón del tecnócrata imagina una Universidad como fábrica de peones productivos y mansos; como rebaño de empleados dóciles y útiles. La imaginería universitaria, por el contrario, inventa y se reinventa incesantemente para corresponderle al pueblo, que en principio apuesta a su buena fe y a sus elevados sentidos de justicia social. La Universidad de Puerto Rico no es un mero centro de adiestramiento laboral, una factoría de diplomas, un negocio de apariencias. A la altura de estos tiempos, la economía capitalista empuja a redefinir la Universidad a tales fines. Al parecer no interesa la formación de seres pensantes, ni el estímulo de acciones afirmativas para el bienestar social. La Universidad del Estado parece confundirse con las universidades privadas, administradas prioritariamente en función de intereses lucrativos. Por el contrario, la Educación es, para los universitarios, una responsabilidad ciudadana que no puede rendirse ante la estreñida mentalidad del tecnócrata. Nada más antiuniversitario que, en lugar de estimular el pensamiento crítico, preferir romper cabezas; demonizar esperanzas; estigmatizar anhelos. Aún cuando pudiera preverse que las tácticas convenidas por el estudiantado están destinadas al fracaso en lo inmediato, es su tiempo de hacer valer intentos. Cada generación de estudiantes es hija de mil derrotas, y aún así, buena parte de lo mejor de nuestra sociedad lo debemos a sus gestas… 1 Publicado en El Nuevo Día, miércoles, 21 de abril de 2010. “La Universidad de Puerto Rico no es un mero centro de adiestramiento laboral, una factoría de diplomas, un negocio de apariencias (…) fábrica de peones productivos y mansos. Ninguna autoridad institucional puede invocar como derecho la brutalidad, ni arrogarse la potestad de la violencia como facultad legítima. (…) L@s estudiantes son la reserva moral de la Universidad, y no sus administradores de turno. Con ell@s vayan nuestras complicidades…”