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Universidad, Autonomía y Huelga 1 Por Gazir Sued Doctor en Filosofía La huelga estudiantil actual, de marcados matices posmodernos, es continuidad y efecto de un mismo problema histórico y político, que serpentea entre tiempos de tensiones y tiempos de inmovilidad, pero que se repite casi en idénticos términos. Es el problema de la falta de autonomía universitaria. Es decir, de la intromisión indebida de intereses ajenos y contrarios a la Universidad, encabezada por los principales partidos políticos del país y los intereses corporativos que representan. Los estudiantes en huelga, mientras reivindican a su generación y luchan por derechos inmediatos, emplazan a las viejas guardias a desempolvar esperanzas… Fue bajo la administración de Muñoz Marín que el Partido Popular Democrático impuso la presidencia en la Universidad. No porque la institución lo requiriese desde sí y para sí, sino para hacer más efectivo el relativo control político de la misma. Y así fue, hasta que, bajo la administración de Pedro Rosselló, se impuso la Junta de Síndicos como nuevo cuerpo directivo, inicialmente respondiendo a intereses del Partido Nuevo Progresista. Hoy, sin embargo, aunque la composición políticopartidista de ese cuerpo puede variar, las complicidades de clase, es decir, los intereses económicopolíticos que sostienen sus motivaciones, hacen irrelevantes las diferencias partidistas. De ahí la unidad ideológica en los proyectos de desmantelamiento de la educación superior pública, la privatización de sus componentes esenciales y el privilegio de modalidades tecnocráticas y mercantilistas de la enseñanza, cónsonas a las políticas neoliberales modernas. La estructura administrativa de la Universidad no solo es gerencialmente inoperante, sino que resulta excesivamente costosa al pueblo de Puerto Rico. La presidencia y la Junta de Síndicos son dos cuerpos de probada inutilidad, y deben ser eliminados. La función social de la Universidad, a la que nos debemos los universitarios, debe procurarse mediante un cuerpo rector universitario, no extraño, como la Junta de Síndicos, ni inútil, como la presidencia. Las alternativas ya han sido pensadas, propuestas y derrotadas mil veces. Pues mil veces y más vale insistir en su necesidad. Una reforma universitaria, participativa, representativa y democratizante, sigue siendo tan urgente y pertinente como siempre, y cada día más. Estribillos románticos, consignas revolucionarias y cánticos religiosos convergen en un mismo movimiento: unidad en la diversidad. Esta vez, sin pretensiones de trascendencia, los estudiantes confinaron sus reclamos a lo tangible y su inmediatez. Aún así la huelga, su huelga, gánese o se pierda, ya es hoy una fuerza esperanzadora para nuestro país; si es acaso que compartimos con los estudiantes la ilusión, el ánimo y el buen humor para imaginar posible un mejor Puerto Rico. 1 Publicado en El Nuevo Día, miércoles 12 de mayo de 2010.