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SEXO Y GENERO

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CAPÍTULO 195 Sexo y género
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SEXO Y 
GENERO
INTRODUCCIÓN
Tradicionalmente se han englobado en el mismo capítulo la disforia de 
género, las disfunciones sexuales y los trastornos parafílicos. No obs-
tante, la ubicación nosológica ha sido controvertida y en las recientes 
clasificaciones internacionales, o bien los tres grupos son separados en 
capítulos diferentes (DSM-5®), o bien se incluyen en el apartado otras 
condiciones relativas a la salud sexual, la disforia o la incongruencia 
de género (CIE-11).
DISFORIA DE GÉNERO O TRASTORNOS 
DE LA IDENTIDAD DE GÉNERO
Concepto
La identidad de género es el sentimiento o convicción profunda e inhe-
rente que tiene una persona de ser un hombre, una mujer, o de un 
género alternativo (p. ej., pangénero, bigénero, agénero, género fluido, 
tercer género, no conformes con las categorías de género binario hom-
bre-mujer, u otros nuevos términos que cambian rápidamente). La natu-
raleza de la identidad de género no es, por lo tanto, dicotómica (hombre 
o mujer), sino un continuum (diferentes grados de identificación con
ser hombre o mujer o identificación con algún género alternativo).
Para entender el concepto de disforia de género tenemos que partir 
de que la identidad de género en la mayoría de los individuos está en 
concordancia con su aspecto físico, su anatomía, su biología y cómo 
les ven los demás al respecto, y esta mayoría tienen la convicción de 
ser hombre o mujer. Pero existen individuos cuya identidad de género 
no corresponde con el sexo asignado al nacer y/o con sus características 
sexuales primarias o secundarias.
Transgénero es un adjetivo que describe este amplio espectro de 
individuos cuya identidad de género difiere, en diversos grados y de 
forma transitoria o persistente, del sexo asignado al nacer. En contraste, 
está el término cisgénero, que hace referencia a aquellas personas cuya 
identidad de género sí que corresponde al sexo asignado al nacer. En 
el conjunto de las personas transgénero, el grado de discordancia que 
presentan puede ser muy diverso. Cuando la discordancia es transitoria 
o de intensidad leve, el malestar puede no estar presente o ser tan leve
que no precise atención clínica. En este grupo se incluye gran parte de
las personas que se definen como genderqueer o de género no binario,
andróginos o no conformes con el género. Cuando el grado de dis-
cordancia es mayor y persiste, o los deseos de tratamiento hormonal
o reasignación no son posibles y en consecuencia generan malestar
significativo, se habla de disforia de género.
El término disforia de género se puede utilizar con dos acepciones. 
Como término descriptivo que hace referencia al malestar afectivo 
o cognitivo que acompaña a la incongruencia entre la identidad de
género sentida y el sexo asignado al nacer. Y como categoría diagnóstica 
cuando cumple unos criterios específicos.
Clasificación
Los términos utilizados en el entorno sanitario actualmente son disforia 
de género (DSM-5) e incongruencia de género (ICD-11), previamente 
denominados transexualismo (ICD-10) y trastorno de la identidad de 
género (DSM-IV-TR). Los criterios de los cuatro son similares, pero 
no iguales, pues los dos términos actuales abarcan un espectro de 
individuos más amplio, con un grado de malestar que puede no ser 
tan extremo o con una identificación diferente a la asignada al nacer, 
pero no exclusivamente del otro sexo (hombre o mujer), sino que 
incluyen la posibilidad de identificación con un género alternativo 
(p. ej., pangénero, bigénero, agénero, etc.). A pesar de ello, persisten 
controversias sobre cómo clasificar a las personas transgénero o con 
disforia de género para, por una parte, despatologizar las diversas iden-
tidades y expresiones de género y, a la vez, dar una atención clínica a 
quien solicita tratamiento.
Epidemiología
La disforia de género en el adolescente o el adulto es de dos a tres veces 
más frecuente en varones biológicos que en mujeres. Estudios recientes 
cifran la prevalencia en 1 de cada 11.000 varones y en 1 de cada 30.000 
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Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados.
(mentales o conductuales) que se traduce en grave deterioro de la 
actividad normal e intenso malestar psíquico.
Patogenia
Este trastorno tiene un origen probablemente genético, pero en algún 
subgrupo de pacientes podría estar relacionado con infecciones repeti-
das por el estreptococo β-hemolítico del grupo A. Neuroquímicamente, 
los datos disponibles sugieren una alteración de la actividad serotoni-
nérgica, basada fundamentalmente en el mecanismo de acción de los 
fármacos que han demostrado mayor eficacia.
Cuadro clínico
Las obsesiones más comunes se refieren al riesgo de contaminación, el 
orden y las dudas repetitivas. Asimismo, el paciente puede referir ideas 
intrusivas desagradables de carácter violento o sexual. Las compulsiones 
suelen ser de lavado, limpieza y rituales mentales, como repetir ora-
ciones u operaciones aritméticas. La realización de las compulsiones 
alivia temporalmente la ansiedad y el intento de resistirse a ellas la 
aumenta. En las formas graves el paciente sufre graves limitaciones y 
resulta incapacitado para la actividad cotidiana.
Tratamiento
Como en el caso del trastorno de pánico, los tratamientos de primera
elección incluyen la terapia cognitivo-conductual y el tratamiento 
farmacológico, que pueden utilizarse también de manera combinada. 
El tratamiento farmacológico de mayor eficacia es la clomipramina 
en dosis altas (hasta 225 mg/día). Los ISRS, y en especial la fluvoxa-
mina y en dosis elevadas, también han demostrado eficacia, aunque 
sensiblemente inferior a la de la clomipramina. En general, la res-
puesta al tratamiento (terapia cognitivo-conductual o tratamiento 
farmacológico) es parcial, sólo un 60%-70% responde y suelen 
persistir síntomas residuales. El tratamiento puede complementarse 
o potenciarse con otros fármacos como anfetaminas, metilfenidato o
determinados antipsicóticos. En algunos casos, los IMAO producen
mejorías limitadas. En situaciones de gran incapacitación y resistencia
a la medicación están indicadas las intervenciones neuroquirúrgicas
(psicocirugía).
BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL
Craske MG, Stein MB. Anxiety. Lancet 2016;388(10063):3048-59. 
Eaton WW, Bienvenu OJ, Miloyan B. Specific phobias. Lancet Psychiatry 
2018;5(8):678-86. 
Goldberg G, Kendler K, Sirovatka P, Regier D. Temas de investigación DSM-5®: 
Depresión y trastorno de ansiedad generalizada. Madrid: Editorial Médica 
Panamericana; 2011. 
Hirschtritt ME, Bloch MH, Mathews CA. Obsessive-Compulsive Disorder: 
Advances in Diagnosis and Treatment. JAMA 2017;317(13):1358-67. 
Solé PA, Gascón J. RTM-IV: Recomendaciones terapéuticas en los trastornos 
mentales. 4.ª ed. Majadahonda: Comunicación y Ediciones Sanitarias; 
2012.
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1524 SECCIÓN XII I Psiquiatría
mujeres. No existen datos epidemiológicos fiables sobre otros sub-
grupos (infancia o no especificados), y no existen estudios de prevalencia 
sobre el global de personas transgénero o no conformes con su identidad 
de género.
Etiología
La hipótesis actual más aceptada sostiene que se trata de una alteración 
en el proceso de diferenciación sexual (discordancia entre la diferencia-
ción sexual del cerebro y la del resto de las estructuras anatómicas) que 
tiene lugar durante el desarrollo fetal y los 2-3 primeros años de vida.
Cuadro clínico
Tanto el DSM-5® como el CIE-11 subclasifican la disforia de género 
en categorías.
Disforia de género en la adolescencia 
o la adultez/Discordancia de género 
en la adolescencia o la adultez
Se manifiesta por una marcada incongruencia entre el género experi-
mentado osentido y el sexo asignado al nacer. En consecuencia, quien 
lo padece presenta un intenso deseo de librarse de sus características 
sexuales primarias o secundarias (o, en caso de adolescentes jóvenes, 
prevenir su aparición) y de adquirir las características del otro género 
o de un género alternativo. Por lo tanto, desean ser tratados del géne-
ro con el que se identifican. En la mayoría de los casos refieren el inicio de 
los síntomas en la infancia (aunque el criterio temporal para el diagnós-
tico es de al menos 6 meses). La mayoría presentan marcada aversión 
y rechazo hacia sus genitales y características sexuales secundarias, por 
lo que buscan tratamiento hormonal y quirúrgico para adquirir las 
características anatómicas del otro género. En su mayoría no presentan 
alteraciones cromosómicas, genitales u hormonales. Al igual que en el 
resto de la población, su orientación sexual puede ser heterosexual, 
homosexual, bisexual o asexual.
Disforia de género en niños/Discordancia 
de género en la infancia
Se expresa en el niño o la niña por un deseo repetido o insistencia de 
ser un miembro del otro género (o de un género alternativo). En niños 
asignados al nacer como varones se manifiesta por una fuerte preferen-
cia por vestirse con ropa femenina o simular atributos femeninos; en 
los asignados como niñas se manifiesta por una marcada preferencia 
por llevar ropa masculina y una gran resistencia a vestir con la típica 
ropa femenina. Estos niños también presentan una marcada prefe-
rencia hacia juguetes, juegos, actividades o fantasías más típicamente 
asociados al otro género, y un fuerte rechazo a los más tradicionalmen-
te asociados a su sexo. También suelen presentar un marcado malestar 
con sus características anatómicas sexuales y un deseo de manifestar en 
un futuro las características sexuales primarias y secundarias del género 
con el que se identifican.
Otra disforia de género y disforia de género 
no especificada
Estas categorías se aplican cuando están presentes síntomas caracterís-
ticos de la disforia de género, pero no se cumplen todos los criterios 
de las anteriores categorías en cuanto a tiempo o intensidad. Aquí se 
incluirían muchos de los casos que se podrían encuadrar en el espectro 
de las personas transgénero.
Diagnóstico y diagnóstico diferencial
Es importante que el uso del término disforia de género se limite a 
aquellas personas que presentan un malestar significativo por esta 
condición. El diagnóstico diferencial debe establecerse con individuos 
que presentan una no conformidad con los roles y conductas típicamente 
establecidos como masculinos y femeninos (chicas con preferencias muy 
masculinas [tomboyism], chicos con conductas afeminadas [andróginos, 
girly-boy]) o individuos adultos que presentan conductas de travestismo 
ocasional. También debe diferenciarse del trastorno por travestismo y 
del trastorno dismórfico corporal. Aunque puede existir comorbilidad 
con cualquier trastorno psiquiátrico, hay que descartar que no sea un 
síntoma de un trastorno psicótico, un trastorno del espectro autista, un 
trastorno obsesivo-compulsivo o trastornos de la personalidad.
Tratamiento
Las opciones terapéuticas son varias y el abordaje terapéutico debe ser 
individualizado en función del grado de disforia y las necesidades de la 
persona. Incluyen atención por profesionales expertos en salud mental 
y acompañamiento psicológico, que puede estar asociado a psicoterapia 
(individual, de pareja, familiar o de grupo), para exploración de su 
identidad y expresiones de género, orientación y acompañamiento en el 
proceso de transición y cambio de roles, y atención al impacto familiar, 
social, de pareja o a las consecuencias emocionales.
Tratamiento hormonal cruzado con el objetivo de eliminar o 
reducir los caracteres sexuales secundarios del sexo original e inducir 
los del otro sexo (p. ej., crecimiento de la barba, vello, cambios 
en la voz, desarrollo mamario, redistribución de la grasa). En la 
transición de hombre a mujer se administran estrógenos y antian-
drógenos en comprimidos orales o parches, y en el grupo de mujer 
a hombre, testosterona en forma intramuscular o en parches. La 
cirugía de confirmación de género de hombre a mujer puede incluir 
vaginoplastia, mamoplastia de aumento, cirugía de reducción de 
nuez y cirugías de feminización facial, de abdomen o de nalgas. 
Estas mujeres también suelen requerir depilación de barba y vello 
corporal y, en casos en que se ha producido una masculinización de 
la voz, técnicas de logopedia o cirugía de la voz. La cirugía de mujer 
a hombre consiste principalmente en mamoplastia de reducción, que 
es la intervención que más alivio produce; la histerectomía suele ser 
menos solicitada, y sólo una minoría se someten en la actualidad a 
la cirugía genital masculinizante (faloplastia y metaidoioplastia) por 
ser compleja, con alto índice de complicaciones, y tener un elevado 
coste sanitario.
En la infancia la actitud debe ser expectante, dado que no siempre 
continúa en el adulto. Inicialmente está dirigida a favorecer la adapta-
ción del niño a su entorno y a orientar a la familia. Cuando alcanzan 
el estadio de maduración sexual grado II de Tanner (habitualmente, 
12 o 13 años), si persiste la disforia, se pueden iniciar tratamientos 
hormonales reversibles con análogos de la hormona liberadora de gona-
dotropina para frenar los cambios puberales. A partir de los 16 años, 
si el diagnóstico se mantiene y confirma, se puede iniciar tratamiento 
hormonal cruzado como en el adulto. La cirugía de confirmación sexual 
se aconseja retrasarla hasta la mayoría de edad por ser un procedimiento 
irreversible.
Aspectos legales
Desde marzo de 2007, en España existe una ley que regula la posi-
bilidad del cambio de nombre y sexo en el documento nacional de 
identidad (DNI) y otros documentos legales si la persona acredita que 
ha sido diagnosticada de disforia de género y ha recibido tratamiento 
médico durante al menos 2 años para acomodar sus características 
físicas a las correspondientes al sexo reclamado.
DISFUNCIONES SEXUALES
Concepto
La disfunción sexual se define como una alteración persistente de la 
capacidad de la persona para responder sexualmente o para experi-
mentar placer sexual.
Etiología
Es multifactorial y suele existir una compleja interrelación entre facto-
res biológicos, socioculturales y psicológicos (estos últimos casi siempre 
presentes). Incluye factores de pareja y de relación (comunicaciones, 
diferentes intereses, problemas sexuales de la pareja), vulnerabilidad 
individual (mala imagen corporal, antecedentes de abuso sexual o 
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emocional), comorbilidad psiquiátrica (depresión, ansiedad, estrés), 
factores culturales y religiosos (cogniciones y actitudes negativas hacia 
la sexualidad), y factores médicos o tóxicos.
Cuadro clínico
Se pueden diferenciar las siguientes categorías.
Trastorno del interés/excitación sexual 
femenina
Se manifiesta por la disminución o ausencia de fantasías y deseos de 
actividad sexual de forma persistente y recurrente, así como por la 
dificultad para obtener o mantener los cambios fisiológicos propios 
de la excitación (vasocongestión pélvica y lubricación vaginal) y, por 
lo tanto, por la falta de sensación subjetiva de placer. Es el motivo de 
consulta más frecuente en mujeres. Las causas son muy diversas: fal-
ta continuada de gratificación sexual, actitudes negativas relacionadas 
con el sexo, monotonía, conflictos de pareja o excesiva demanda por 
alguna de las partes. Es muy resistente al tratamiento.
Trastorno de deseo sexualhipoactivo 
en el varón
Se manifiesta por una disminución (o ausencia) persistente o recurrente 
de pensamientos eróticos o fantasías sexuales, y de deseo de actividad 
sexual. El criterio de disminución debe tener en cuenta factores que 
afectan al funcionamiento sexual, tales como la edad y el contexto 
general y sociocultural de la vida del individuo.
Trastorno eréctil
También se denomina disfunción eréctil, se manifiesta en el varón por 
una marcada dificultad, incapacidad o un retraso persistente para 
obtener o mantener una erección apropiada hasta el final de la actividad 
sexual, además de la falta de sensación de placer. Es el motivo de 
consulta más frecuente en el varón y su prevalencia aumenta con la 
edad, en especial a partir de los 50 años. Suele ser vivido como muy 
traumático.
Trastorno orgásmico en la mujer 
y en el varón
Es la ausencia de orgasmo o su retraso persistente o recurrente tras 
una estimulación adecuada. El orgasmo no coital se acepta como una 
variante normal de la respuesta sexual femenina.
Eyaculación prematura (precoz)
Es la eyaculación persistente o recurrente ante una estimulación 
mínima antes, durante o poco después de la penetración (alrededor 
de 1 min) y antes de que la persona lo desee. Es la disfunción más 
frecuente en el varón, aunque existen casos que no comportan malestar 
para ninguno de los miembros de la pareja, por lo que no son motivo 
de consulta.
Eyaculación retardada
Se manifiesta por un marcado retraso en la eyaculación, o ausencia de 
esta, en casi todas o todas las ocasiones de actividad sexual en pareja.
Trastorno por dolor 
genitopélvico/de la penetración
Se manifiesta por dolor genital relacionado con el coito (dispareunia) 
y/o contracción involuntaria de la musculatura del tercio inferior 
vaginal durante el acto sexual que imposibilita la penetración (vaginis-
mo). Con frecuencia se presentan en una compleja interacción y son 
difíciles de distinguir.
Disfunción sexual inducida por enfermedad 
médica
En esta categoría se engloban aquellas disfunciones asociadas a los 
efectos fisiopatológicos directos de una enfermedad médica. En el caso 
del trastorno eréctil, la más estudiada de las disfunciones, las principales 
causas orgánicas son la diabetes y las enfermedades vasculares.
Disfunción sexual inducida 
por sustancias/medicamentos
Es aquella en la que, a partir de la exploración física y la historia clínica, 
se reúnen pruebas suficientes que sugieren una inducción debida al 
consumo de sustancias, como productos adictivos (alcohol, heroína, 
metadona) o fármacos (antidepresivos, β-bloqueantes, antiepilépticos, 
diuréticos, corticoides, antiandrógenos y neurolépticos).
El trastorno por aversión al sexo, definido como un rechazo persis-
tente con evitación de contactos sexuales genitales por aversión extrema 
al sexo, se ha excluido como entidad en el DSM-5® debido al escaso 
uso y al poco apoyo de estudios en la literatura.
Todas las disfunciones sexuales, excepto la disfunción sexual indu-
cida por sustancias/medicamentos, precisan para su diagnóstico que 
se presenten durante un mínimo de 6 meses.
Tratamiento
La terapia psicosexual es el tratamiento más eficaz y debe realizarse 
desde un punto de vista biopsicosocial. Aunque en algunas se requieren 
tratamientos específicos, en esencia consisten en informar, conocer 
los genitales y el funcionamiento de su respuesta sexual, fomentar la 
comunicación entre la pareja, potenciar técnicas adecuadas (técnicas 
de focalización sensorial y desensibilización sistemática, entrenamiento 
de la masturbación) y reducir la ansiedad derivada del miedo al fracaso. 
Los tratamientos farmacológicos para la disfunción eréctil comerciali-
zados son inhibidores de la fosfodiesterasa 5 (sildenafilo, vardenafilo, 
tadalafilo, avanafilo) y el agonista dopaminérgico clorhidrato de apo-
morfina. Menos utilizados son tratamientos hormonales, inyecciones 
intracavernosas, bombas de vacío, implantes de pene o cirugía vas-
cular en casos de patología vascular. Para mujeres los tratamientos 
farmacológicos en la actualidad son de baja utilidad.
TRASTORNOS PARAFÍLICOS
Concepto
El término parafilia denota cualquier interés sexual intenso y persis-
tente, distinto del interés sexual por la estimulación genital o las caricias 
preliminares dentro de relaciones humanas consentidas y con parejas 
físicamente maduras y fenotípicamente normales.
Un trastorno parafílico es una parafilia (fantasías, impulsos o 
comportamiento sexual ante estímulos distintos a la estimulación 
genital) que causa malestar o deterioro en el individuo o cuya satis-
facción conlleva un perjuicio personal o riesgo de daño a terceros. 
Es decir, la parafilia es una condición necesaria, pero no suficiente, 
para diagnosticar un trastorno parafílico, y por sí misma no justifica 
o requiere necesariamente una intervención clínica. No obstante, 
algunas parafilias, como el exhibicionismo, la pedofilia o el sadis-
mo con una persona que no consiente, se consideran ya un criterio 
diagnóstico de trastorno.
Etiología y epidemiología
Se desconocen, al tratarse de conductas generalmente ocultas y por 
las que la persona no solicita atención. Habitualmente se presentan 
en varones. En mujeres se diagnostican muy raramente, excepto en el 
caso del masoquismo, cuya incidencia se ha estimado en 1 mujer por 
cada 20 varones.
Cuadro clínico
El inicio suele darse en la adolescencia y tiende a la cronicidad. En un 
mismo individuo pueden coexistir más de uno de estos trastornos. Se 
distinguen varias categorías.
Trastorno de exhibicionismo
Es la exposición de los genitales propios a un extraño que no lo espera. 
En general, afecta a varones que se exhiben ante una mujer de cualquier 
edad (aunque a veces son selectivos), al parecer con la intención de sor-
prenderla o asustarla. Puede acompañarse o no de automasturbación.
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1526 SECCIÓN XII I Psiquiatría
Trastorno de fetichismo
Consiste en el uso de objetos inanimados (fetiches) o una focalización 
altamente específica en partes del cuerpo (no genitales) para la excita-
ción sexual. El fetichista necesita estos objetos para masturbarse o pide 
a su pareja que los use en la relación sexual. La lista de posibles fetiches 
es interminable; uno de los preferidos es la ropa interior femenina.
Trastorno de frotteurismo
La excitación se obtiene por el hecho de tocar o rozar a una persona 
que no consiente y suele darse en aglomeraciones de gente.
Trastorno de pedofilia
La persona con este trastorno presenta fantasías o comportamientos 
sexuales que involucran a niños, generalmente prepúberes (de 13 años 
o menores). Comprenden desde mirar o tocar hasta realizar prácticas 
sexuales. Aunque las víctimas pueden ser de ambos sexos, con más 
frecuencia son niñas.
Trastorno de sadismo sexual y trastorno 
de masoquismo sexual
El sádico busca el placer a través del sufrimiento psicológico o físico de 
la víctima, que puede consentir o no. El masoquista lo obtiene por el 
hecho de sentirse humillado, pegado o sometido a cualquier otra forma 
de sufrimiento. Puede llegar a poner en peligro la vida del sujeto, como 
en casos de mutilación o de privación del oxígeno para la obtención 
de placer (también denominada hipoxifilia).
Trastorno de travestismo
Se ha descrito sólo en varones y consiste en vestirse con ropa del sexo 
opuesto (con fetichismo) o en pensamientos o imágenes de verse como 
mujer (con autoginefilia), con el fin de obtener una excitación sexual 
seguida, aunque no siempre, de automasturbación. Debe diferenciarse 
de las conductas de travestismo que se encuadran dentro de la disforia 
de género.
Trastorno de voyeurismo
Consiste en la observación oculta de otras personas,generalmente 
desconocidas, en plena actividad sexual o simplemente desnudas o 
en el proceso de desnudarse, lo cual constituye la forma de excitación 
preferente o exclusiva. No hay un interés por mantener contacto real 
con las personas observadas.
Trastorno parafílico no especificado
Las posibles parafilias son interminables. Algunos ejemplos son escato-
logía telefónica (llamadas obscenas), necrofilia (cadáveres), parcialismo 
(atención centrada exclusivamente en una parte del cuerpo), zoofilia 
(animales), coprofilia (heces), clismafilia (enemas) y urofilia (orina).
Tratamiento
La terapia más utilizada en los trastornos parafílicos se basa en técnicas 
de modificación de conducta y, en casos graves, en la administración de 
antiandrógenos. No obstante, lo habitual es que la persona no busque 
tratamiento y, cuando lo hace, con frecuencia por motivos legales tras 
denuncias, no se muestra muy motivada para el cambio. Por ello, los 
resultados suelen ser poco satisfactorios.
BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL
Castelo-Branco C, Molero F. Manual de Sexología Clínica. Barcelona: Editorial 
Panamericana; 2019. 
Gómez Gil E, Esteva de Antonio I. Ser transexual. Barcelona: Glosa; 2006. 
Moreno O, Esteva de Antonio I. Grupo de Identidad y Diferenciación Sexual 
de la SEEN (GIDSEEN). Guías de práctica clínica para la valoración y tra-
tamiento de la transexualidad. Endocrinología y Nutrición 2012;26:203-9. 
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Consumo de sustancias adictivas
A. GUAL SOLÉ 196
INTRODUCCIÓN
Uno de cada 10 ciudadanos europeos padece algún tipo de adicción, y 
1 de cada 5 muertes prematuras en la Unión Europea es atribuible a las 
adicciones. Se estima que el coste del tratamiento de las adicciones y sus 
consecuencias médicas supera el 10% del gasto sanitario europeo. Los 
costes asociados al consumo de alcohol y tabaco en la Unión Europea 
en términos de salud, criminalidad y baja productividad ascienden a 
más de 250.000 millones de euros anuales, sin incluir el daño a terceros 
(fumadores pasivos, víctimas de conductas violentas provocadas por el 
alcohol, accidentabilidad, etc.). Las drogas ilegales también tienen un 
impacto económico notable. Se estima que el tráfico de drogas cons-
tituye alrededor del 1% del comercio mundial.
La magnitud del problema y su larga duración ponen de relieve que 
la sociedad occidental todavía se halla muy lejos de haber encontrado 
respuestas preventivas eficaces frente al fenómeno de las adicciones. En 
parte se debe a que las medidas preventivas no obedecen a la evidencia 
científica, sino que habitualmente están influidas por los grupos de 
presión (ligados a la industria productora) y los objetivos políticos 
populistas a corto plazo. La distinción entre drogas legales e ilegales 
se corresponde precisamente con dichos motivos, puesto que desde 
la perspectiva científica resulta paradójico que las drogas legales sean 
precisamente las que mayores costes socioeconómicos comportan 
(tabla 196-1). La evidencia demuestra que una droga legal, el alcohol, 
es la más perjudicial para la sociedad si se tienen en cuenta tanto 
el daño para el individuo como el provocado a terceros. El mundo 
occidental permite que las drogas legales (alcohol y tabaco) circulen 
apenas sin restricciones en una economía de libre mercado y, por 
tanto, con la posibilidad de ejercer una importante presión publicitaria 
sobre el consumidor. Por el contrario, frente a las drogas ilegales, la 
criminalización de su consumo hace que a los problemas derivados 
de la propia droga se añadan la marginación y la criminalidad que 
comporta la ilegalidad. Por ello, debemos avanzar hacia modelos de 
intervención más coherentes, basados en la evidencia científica, en 
los que el consumo de las drogas legales se halle progresivamente más 
sujeto a una regulación efectiva de su disponibilidad. En el caso de las 
drogas ilegales se debe proceder a la progresiva descriminalización del 
consumo, sin que ello deba entenderse como sinónimo de legalización. 
Lamentablemente, en el caso del cannabis la tendencia es precisamente 
la contraria, puesto que se tiende a su progresiva liberalización, sin 
elementos reguladores.
CONCEPTO
El consumo de sustancias adictivas se inicia, por regla general, con 
objetivos recreacionales y bajo la presión de pares. Los riesgos asocia-
dos empiezan en los primeros consumos, sin que exista solución de 
continuidad y sin que puedan establecerse niveles de consumo seguros 
o saludables para ninguna droga.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) distingue entre:
Consumo de riesgo, patrón de consumo que incrementa el riesgo de 
consecuencias negativas para uno mismo o para terceros.
Consumo dañino, cuando la ingesta comporta daños físicos mentales 
o sociales.
Dependencia, constituida por un conjunto de alteraciones con-
ductuales, cognitivas y fisiológicas que pueden aparecer después 
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