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ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL CUERPO HUMANO (196)

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Otra actividad superior es la memoria, que está en estre-
cha relación con el conocimiento, por la cual se pueden
conservar y recordar experiencias pasadas. El área donde
residen las funciones de la memoria no se conoce con
exactitud, pero algunos experimentos permiten ubicar la
memoria inmediata o de los hechos recientes en las áreas
del circuito límbico (véase Fig. 7-20) (formado por las
estructuras y las conexiones entre la circunvolución del
cíngulo y del hipocampo, y el tálamo, el hipotálamo y
algunos núcleos grises del mesencéfalo), mientras que la
grabación definitiva de las vivencias que forman la memo-
ria a largo plazo se ubicaría en zonas de la corteza parietal,
temporal u occipital.
El pensamiento o capacidad proyectiva es otra función
intelectual relacionada con la memoria, que permite prede-
cir hechos basándose en la experiencia o proponer objeti-
vos intelectuales destinados a resolver problemas y, en
una escala más elevada, crear proyectos de acción orien-
tados al futuro en los que se pueden analizar las conse-
cuencias y los resultados de una acción antes de que ésta
ocurra. Esta capacidad se localiza en las áreas anteriores
de los lóbulos frontales. La conexión de estas áreas con
las de las emociones es la base del equilibrio entre los
comportamientos emocionales y la vida racional de las
personas.
Las emociones constituyen otra actividad superior, que
incluye la integración de impulsos que expresan los instin-
tos biológicos más básicos y elementales, como el hambre,
la sed, el deseo de apareamiento o la supervivencia; así
como emociones relacionadas con esferas más elevadas o
trascendentales, como los afectos o los estados de ánimo.
Los primeros dan lugar a reacciones emotivas de corta
duración acompañadas de expresiones corporales (alegría,
tristeza o cólera). Los estados de ánimo son situaciones más
duraderas que no suelen acompañarse de cambios corpora-
les (felicidad, bienestar, optimismo o pesimismo). Todas
estas funciones también residen en el circuito límbico y
están muy relacionadas con el diencéfalo.
El lenguaje es otra actividad que está relacionada con la
capacidad de integración del cerebro. A partir de las funcio-
nes simbólicas de los objetos, permite recibir y emitir una
secuencia de sonidos que facilitan las relaciones y el enten-
dimiento entre los seres humanos. Las áreas de la corteza
cerebral donde reside el lenguaje (Fig. 7-23) son: el lóbulo
temporal para la recepción e interpretación de los sonidos
(área de Wernicke) y la porción inferior del lóbulo frontal
(área de Broca) para la elaboración de los sonidos que
forman las palabras. Posteriormente, con el aprendizaje de
los símbolos se desarrolla la capacidad de leer y con la
integración de las capacidades motoras se puede acceder a
la función de la escritura.
Con el conjunto de las capacidades de integración del
cerebro, más toda la información y el aprendizaje cultural,
se conforma la actividad superior determinante y diferen-
ciadora de la especie humana, que es la inteligencia, la
cual se define como la facultad de conocer, entender e
interpretar las cosas. La corteza cerebral es el lugar donde
residen todas estas actividades superiores. Esto explica que
la destrucción de la totalidad de la misma pueda provocar
la pérdida de información y la desaparición de todas los
funciones de integración, situación que recibe el nombre
de coma o «vida vegetativa». La destrucción parcial de la
corteza cerebral provoca sólo la pérdida de la información
de esta área y de las funciones integradoras que dependen
de ella, así como de los impulsos que atraviesan esta
zona, con la consiguiente pérdida de algunas funciones
superiores.
7.4.3.2. Funciones sensitivas de la corteza cerebral
Son las que permiten discriminar los diferentes tipos de
sensaciones que llegan a la corteza. Estas sensaciones pro-
ceden de los impulsos generados en los diferentes recepto-
res repartidos por todo el cuerpo que conducen las neuronas
ascendentes. Esta función permite no sólo recibir la sensa-
ción que llega, sino integrarla, reconocerla y valorarla, con
el fin de obtener una percepción total del estado del orga-
nismo.
En la corteza cerebral existen tres áreas diferentes de
localización de las sensaciones. El área sómatica o somes-
tésica se localiza en el lóbulo parietal y recibe todas las
sensaciones procedentes de los diferentes receptores del
cuerpo (véase Fig. 7-23). El neurocirujano Penfield descri-
bió la localización de las diferentes partes del organismo, a
lo largo del lóbulo parietal en las circunvoluciones que
rodea la cisura de Rolando y se extienden desde la cara
externa (donde está la sensación correspondiente a la farin-
ge, la cara, la mano, el brazo y el tronco) hacia la interhe-
misférica (donde se localizan las sensaciones de la pierna y
el pie). En esta área somestésica se incluyen todas las sensa-
ciones y todos los sentidos excepto la vista y el oído, que
tienen un área propia. La zona visual de la corteza o área
de la visión se localiza en las circunvoluciones de la parte
posterior del lóbulo occipital (véase Fig. 7-23), donde lle-
ga la información visual, se analiza, se interpreta y se
incorpora a la memoria. La tercera zona de la corteza con
funciones sensitivas es el área de la audición, localizada
en las circunvoluciones de la parte externa del lóbulo
temporal por debajo de la cisura de Silvio (véase Fig.
7-23). A ella llegan los impulsos generados por los recep-
tores de la audición, impulsos que son interpretados y
memorizados. Gracias a las conexiones con otras áreas de
la corteza cerebral se pueden generar respuestas en forma de
lenguaje, lo cual permite la comunicación oral entre los
seres humanos.
7.4.3.3. Funciones motoras de la corteza cerebral
En la corteza cerebral existe la posibilidad de generar
respuestas a los diferentes estímulos que llegan por las
neuronas sensitivas. Una vez que han sido integrados y
analizados, la respuesta se envía por las motoneuronas y se
activa un músculo que produce un movimiento, que puede
ser voluntario o involuntario. Los mecanismos que contro-
lan los movimientos voluntarios son complejos y en ellos
intervienen diferentes partes del sistema nervioso. Se sabe
que la zona de la corteza cerebral responsable de los movi-
mientos está constituida por las circunvoluciones más poste-
riores del lóbulo frontal, por delante de la cisura de Rolando
(véase Fig. 7-23). Las neuronas de estas zonas envían sus
impulsos a cada uno de los diferentes músculos del cuerpo.
Penfield demostró que si se lesionaba o extirpaba una parte
de esta área, el enfermo perdía el movimiento de una parte
del cuerpo.
Parte II. Sistemas de relación 177

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