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Otra actividad superior es la memoria, que está en estre- cha relación con el conocimiento, por la cual se pueden conservar y recordar experiencias pasadas. El área donde residen las funciones de la memoria no se conoce con exactitud, pero algunos experimentos permiten ubicar la memoria inmediata o de los hechos recientes en las áreas del circuito límbico (véase Fig. 7-20) (formado por las estructuras y las conexiones entre la circunvolución del cíngulo y del hipocampo, y el tálamo, el hipotálamo y algunos núcleos grises del mesencéfalo), mientras que la grabación definitiva de las vivencias que forman la memo- ria a largo plazo se ubicaría en zonas de la corteza parietal, temporal u occipital. El pensamiento o capacidad proyectiva es otra función intelectual relacionada con la memoria, que permite prede- cir hechos basándose en la experiencia o proponer objeti- vos intelectuales destinados a resolver problemas y, en una escala más elevada, crear proyectos de acción orien- tados al futuro en los que se pueden analizar las conse- cuencias y los resultados de una acción antes de que ésta ocurra. Esta capacidad se localiza en las áreas anteriores de los lóbulos frontales. La conexión de estas áreas con las de las emociones es la base del equilibrio entre los comportamientos emocionales y la vida racional de las personas. Las emociones constituyen otra actividad superior, que incluye la integración de impulsos que expresan los instin- tos biológicos más básicos y elementales, como el hambre, la sed, el deseo de apareamiento o la supervivencia; así como emociones relacionadas con esferas más elevadas o trascendentales, como los afectos o los estados de ánimo. Los primeros dan lugar a reacciones emotivas de corta duración acompañadas de expresiones corporales (alegría, tristeza o cólera). Los estados de ánimo son situaciones más duraderas que no suelen acompañarse de cambios corpora- les (felicidad, bienestar, optimismo o pesimismo). Todas estas funciones también residen en el circuito límbico y están muy relacionadas con el diencéfalo. El lenguaje es otra actividad que está relacionada con la capacidad de integración del cerebro. A partir de las funcio- nes simbólicas de los objetos, permite recibir y emitir una secuencia de sonidos que facilitan las relaciones y el enten- dimiento entre los seres humanos. Las áreas de la corteza cerebral donde reside el lenguaje (Fig. 7-23) son: el lóbulo temporal para la recepción e interpretación de los sonidos (área de Wernicke) y la porción inferior del lóbulo frontal (área de Broca) para la elaboración de los sonidos que forman las palabras. Posteriormente, con el aprendizaje de los símbolos se desarrolla la capacidad de leer y con la integración de las capacidades motoras se puede acceder a la función de la escritura. Con el conjunto de las capacidades de integración del cerebro, más toda la información y el aprendizaje cultural, se conforma la actividad superior determinante y diferen- ciadora de la especie humana, que es la inteligencia, la cual se define como la facultad de conocer, entender e interpretar las cosas. La corteza cerebral es el lugar donde residen todas estas actividades superiores. Esto explica que la destrucción de la totalidad de la misma pueda provocar la pérdida de información y la desaparición de todas los funciones de integración, situación que recibe el nombre de coma o «vida vegetativa». La destrucción parcial de la corteza cerebral provoca sólo la pérdida de la información de esta área y de las funciones integradoras que dependen de ella, así como de los impulsos que atraviesan esta zona, con la consiguiente pérdida de algunas funciones superiores. 7.4.3.2. Funciones sensitivas de la corteza cerebral Son las que permiten discriminar los diferentes tipos de sensaciones que llegan a la corteza. Estas sensaciones pro- ceden de los impulsos generados en los diferentes recepto- res repartidos por todo el cuerpo que conducen las neuronas ascendentes. Esta función permite no sólo recibir la sensa- ción que llega, sino integrarla, reconocerla y valorarla, con el fin de obtener una percepción total del estado del orga- nismo. En la corteza cerebral existen tres áreas diferentes de localización de las sensaciones. El área sómatica o somes- tésica se localiza en el lóbulo parietal y recibe todas las sensaciones procedentes de los diferentes receptores del cuerpo (véase Fig. 7-23). El neurocirujano Penfield descri- bió la localización de las diferentes partes del organismo, a lo largo del lóbulo parietal en las circunvoluciones que rodea la cisura de Rolando y se extienden desde la cara externa (donde está la sensación correspondiente a la farin- ge, la cara, la mano, el brazo y el tronco) hacia la interhe- misférica (donde se localizan las sensaciones de la pierna y el pie). En esta área somestésica se incluyen todas las sensa- ciones y todos los sentidos excepto la vista y el oído, que tienen un área propia. La zona visual de la corteza o área de la visión se localiza en las circunvoluciones de la parte posterior del lóbulo occipital (véase Fig. 7-23), donde lle- ga la información visual, se analiza, se interpreta y se incorpora a la memoria. La tercera zona de la corteza con funciones sensitivas es el área de la audición, localizada en las circunvoluciones de la parte externa del lóbulo temporal por debajo de la cisura de Silvio (véase Fig. 7-23). A ella llegan los impulsos generados por los recep- tores de la audición, impulsos que son interpretados y memorizados. Gracias a las conexiones con otras áreas de la corteza cerebral se pueden generar respuestas en forma de lenguaje, lo cual permite la comunicación oral entre los seres humanos. 7.4.3.3. Funciones motoras de la corteza cerebral En la corteza cerebral existe la posibilidad de generar respuestas a los diferentes estímulos que llegan por las neuronas sensitivas. Una vez que han sido integrados y analizados, la respuesta se envía por las motoneuronas y se activa un músculo que produce un movimiento, que puede ser voluntario o involuntario. Los mecanismos que contro- lan los movimientos voluntarios son complejos y en ellos intervienen diferentes partes del sistema nervioso. Se sabe que la zona de la corteza cerebral responsable de los movi- mientos está constituida por las circunvoluciones más poste- riores del lóbulo frontal, por delante de la cisura de Rolando (véase Fig. 7-23). Las neuronas de estas zonas envían sus impulsos a cada uno de los diferentes músculos del cuerpo. Penfield demostró que si se lesionaba o extirpaba una parte de esta área, el enfermo perdía el movimiento de una parte del cuerpo. Parte II. Sistemas de relación 177
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