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ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL CUERPO HUMANO (205)

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bilidad profunda consciente. Sus fibras atraviesan la línea
media (se decusan) formando el lemnisco medial, que as-
ciende hasta alcanzar el tálamo. Finalmente, la sensibilidad
profunda no consciente se transmite por el haz espinocere-
beloso posterior, que sube por la parte posterolateral del
bulbo hasta alcanzar el cerebelo, y por el haz espinocerebe-
loso anterior, que discurre por delante del posterior, hasta
alcanzar la protuberancia y el cerebelo.
Las vías de interconexión o de asociación son las fibras
que aseguran la conexión entre los diversos núcleos y es-
tructuras del tronco, y hacen posible que éste actúe como un
centro reflejo que transmite información hacia niveles supe-
riores e inferiores, con el objeto de controlar y regular
muchas funciones vitales.
Las más importantes son el haz central posterior, cuya
función es colaborar en la motricidad, y el haz longitudinal
dorsal, que tiene como función la de coordinar entre sí los
diferentes núcleos oculomotores.
7.7.5. Funciones del tronco encefálico
La situación que ocupa el neuroeje entre la médula y el
cerebro le hace intervenir en la conducción de casi todos los
impulsos sensitivos y motores. Sin embargo, la peculiaridad
de este órgano reside en las decusaciones que se producen
en el bulbo (decusación piramidal) cuando las fibras moto-
ras traspasan la línea media y la decusación sensitiva que se
da en la protuberancia (lemnisco medial) cuando las fibras
sensitivas traspasan dicha línea.
Los núcleos del tronco incluyen muchos centros reflejos.
Algunos de ellos son de importancia vital, por lo que se
denominan «centros vitales». Así ocurre con el centro cardía-
co (que regula la frecuencia de los latidos del corazón) o el
centro vasomotor (que regula el tono de los vasos sanguí-
neos) en el bulbo, o con el centro neumotáxico (que regula la
frecuencia respiratoria) en la protuberancia. Estos reflejos son
básicos para la supervivencia, y las lesiones que afectan al
bulbo provocan la muerte en la mayoría de los casos. En el
mesencéfalo se producen los reflejos pupilares (dilatación y
contracción de las pupilas) y los reflejos de los movimientos
oculares. La protuberancia es el lugar de origen de los reflejos
de la masticación e interviene en el mantenimiento del equili-
brio (por sus conexiones con el oído interno). El bulbo también
participa en otros centros reflejos que no son vitales, como el
de la tos, el estornudo, el vómito, el hipo y la deglución.
Además, el tronco encefálico se encarga de las funciones
motoras y sensitivas de todos los pares craneales, excepto
de los dos primeros (el olfatorio o primer par y el óptico o
segundo par), ya que contiene todos sus núcleos.
Finalmente, la formación reticular distribuida por todo el
tronco encefálico interviene en el mantenimiento de la vigi-
lia y en el inicio del sueño, funciones que se explican a
continuación como el ciclo sueño-vigilia.
7.7.5.1. Ciclo sueño-vigilia
La vigilia se caracteriza por un estado de conciencia en el
que el individuo es capaz de reaccionar adecuadamente a
los estímulos externos e internos y durante el cual se reali-
zan las conductas propias. En el sistema vigil, denominado
sistema reticular activador ascendente (SRAA), intervie-
nen varias estructuras neurológicas: la protuberancia (locus
coeruleus), el mesencéfalo (núcleo dorsal del rafe) y todos
los núcleos de la formación reticular (de la que toma el
nombre) (véase Cuadro 7-2). Los impulsos que se generan
en estas zonas son enviados a los núcleos talámicos (media-
no, reticular) y de allí de forma ascendente se distribuyen
por toda la corteza cerebral, activándola y actuando como
un despertador de la conciencia. A su vez, por vías descen-
dentes (haz reticuloespinal) los impulsos activan los múscu-
los, que adquieren el tono propio de esta fase. Cuando a esta
reacción de despertar se le van añadiendo los sucesivos
movimientos de todo el cuerpo se instaura la vigilia, y
cuando el pensamiento se dirige hacia áreas concretas de
actividad se producen las reacciones de atención.
El sueño es un proceso fisiológico de alteración de la
conciencia, periódico y recurrente, del que se puede salir en
cualquier momento. Es una necesidad biológica del hombre
durante toda su vida, tiene un ritmo circadiano y ocupa un
33 % de las horas del día.
Actualmente se sabe que es un proceso activo en el que
de forma cíclica se interrumpe la actividad del SRAA y ésta
es sustituida por la actividad que nace en el bulbo (núcleo
pálido y núcleo oscuro) y en la protuberancia (núcleo mag-
no y locus coeruleus) y se dirige al sistema límbico (véase
Cuadro 7-2), produciendo una caída de la tensión emocional
y un descenso de la alerta. Los impulsos descendentes que
van hacia la médula producen hipotonía muscular.
Mientras dormimos se distinguen dos tipos de sueño: el
sueño NREM (non rapid eye movement) y el sueño REM
(rapid eye movement). Sus variaciones se pueden analizar
mediante el estudio de la actividad bioeléctrica cerebral (a
través de un electroencefalograma), los movimientos ocula-
res (con un electrooculograma) y la actividad muscular (con
un electromiograma).
Las características de cada tipo de sueño son:
El sueño NREM o sueño lento se distingue por ser el
inicio del sueño. Dura aproximadamente hora y media y se
va repitiendo alternándose con la fase REM (en total ocupa
un 75 % del tiempo de sueño). En esta fase, las pupilas están
mióticas y no se producen movimientos oculares, los múscu-
los están hipotónicos y hay hiporreflexia, los ritmos cardíaco y
respiratorio se enlentecen y el metabolismo basal disminuye.
Durante esta etapa se recuperan las neuronas que han estado
activas durante la vigilia, se conserva energía y se favorece la
secreción de hormonas anabólicas. Existe poca actividad men-
tal, con escasas ensoñaciones que no se recuerdan. El EEG
muestra la desaparición de los ritmos alfa de la vigilia y la
aparición de ondas beta, theta y principalmente delta.
El sueño REM o paradójico es una fase de instauración
brusca que sigue al sueño lento y que tiene una duración de
15 minutos. Va alternándose con la fase anterior, de forma
que a lo largo de la noche hay 4 ó 5 ciclos de sueño REM
(ocupa un 25 % del tiempo de sueño). En esta fase se
producen movimientos oculares rápidos, atonía y arreflexia,
y predominan las acciones del sistema parasimpático. La
actividad cortical es parecida a la de la vigilia, pero resulta
muy difícil despertar al sujeto (por ello se denomina sueño
paradójico). Es la fase onírica y de las ensoñaciones que
parecen reales y luego se recuerdan.
A lo largo de la vida, el sueño sufre variaciones. Así, el
recién nacido requiere de 16 a 20 horas de sueño y tiene
numerosos ciclos de vigilia-sueño (cada 3-4 horas) asocia-
dos a las tomas de alimento. Desde los 12 meses a los seis
años hay un período de sueño diurno (la siesta). En el adulto
186 Estructura y función del cuerpo humano

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