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bilidad profunda consciente. Sus fibras atraviesan la línea media (se decusan) formando el lemnisco medial, que as- ciende hasta alcanzar el tálamo. Finalmente, la sensibilidad profunda no consciente se transmite por el haz espinocere- beloso posterior, que sube por la parte posterolateral del bulbo hasta alcanzar el cerebelo, y por el haz espinocerebe- loso anterior, que discurre por delante del posterior, hasta alcanzar la protuberancia y el cerebelo. Las vías de interconexión o de asociación son las fibras que aseguran la conexión entre los diversos núcleos y es- tructuras del tronco, y hacen posible que éste actúe como un centro reflejo que transmite información hacia niveles supe- riores e inferiores, con el objeto de controlar y regular muchas funciones vitales. Las más importantes son el haz central posterior, cuya función es colaborar en la motricidad, y el haz longitudinal dorsal, que tiene como función la de coordinar entre sí los diferentes núcleos oculomotores. 7.7.5. Funciones del tronco encefálico La situación que ocupa el neuroeje entre la médula y el cerebro le hace intervenir en la conducción de casi todos los impulsos sensitivos y motores. Sin embargo, la peculiaridad de este órgano reside en las decusaciones que se producen en el bulbo (decusación piramidal) cuando las fibras moto- ras traspasan la línea media y la decusación sensitiva que se da en la protuberancia (lemnisco medial) cuando las fibras sensitivas traspasan dicha línea. Los núcleos del tronco incluyen muchos centros reflejos. Algunos de ellos son de importancia vital, por lo que se denominan «centros vitales». Así ocurre con el centro cardía- co (que regula la frecuencia de los latidos del corazón) o el centro vasomotor (que regula el tono de los vasos sanguí- neos) en el bulbo, o con el centro neumotáxico (que regula la frecuencia respiratoria) en la protuberancia. Estos reflejos son básicos para la supervivencia, y las lesiones que afectan al bulbo provocan la muerte en la mayoría de los casos. En el mesencéfalo se producen los reflejos pupilares (dilatación y contracción de las pupilas) y los reflejos de los movimientos oculares. La protuberancia es el lugar de origen de los reflejos de la masticación e interviene en el mantenimiento del equili- brio (por sus conexiones con el oído interno). El bulbo también participa en otros centros reflejos que no son vitales, como el de la tos, el estornudo, el vómito, el hipo y la deglución. Además, el tronco encefálico se encarga de las funciones motoras y sensitivas de todos los pares craneales, excepto de los dos primeros (el olfatorio o primer par y el óptico o segundo par), ya que contiene todos sus núcleos. Finalmente, la formación reticular distribuida por todo el tronco encefálico interviene en el mantenimiento de la vigi- lia y en el inicio del sueño, funciones que se explican a continuación como el ciclo sueño-vigilia. 7.7.5.1. Ciclo sueño-vigilia La vigilia se caracteriza por un estado de conciencia en el que el individuo es capaz de reaccionar adecuadamente a los estímulos externos e internos y durante el cual se reali- zan las conductas propias. En el sistema vigil, denominado sistema reticular activador ascendente (SRAA), intervie- nen varias estructuras neurológicas: la protuberancia (locus coeruleus), el mesencéfalo (núcleo dorsal del rafe) y todos los núcleos de la formación reticular (de la que toma el nombre) (véase Cuadro 7-2). Los impulsos que se generan en estas zonas son enviados a los núcleos talámicos (media- no, reticular) y de allí de forma ascendente se distribuyen por toda la corteza cerebral, activándola y actuando como un despertador de la conciencia. A su vez, por vías descen- dentes (haz reticuloespinal) los impulsos activan los múscu- los, que adquieren el tono propio de esta fase. Cuando a esta reacción de despertar se le van añadiendo los sucesivos movimientos de todo el cuerpo se instaura la vigilia, y cuando el pensamiento se dirige hacia áreas concretas de actividad se producen las reacciones de atención. El sueño es un proceso fisiológico de alteración de la conciencia, periódico y recurrente, del que se puede salir en cualquier momento. Es una necesidad biológica del hombre durante toda su vida, tiene un ritmo circadiano y ocupa un 33 % de las horas del día. Actualmente se sabe que es un proceso activo en el que de forma cíclica se interrumpe la actividad del SRAA y ésta es sustituida por la actividad que nace en el bulbo (núcleo pálido y núcleo oscuro) y en la protuberancia (núcleo mag- no y locus coeruleus) y se dirige al sistema límbico (véase Cuadro 7-2), produciendo una caída de la tensión emocional y un descenso de la alerta. Los impulsos descendentes que van hacia la médula producen hipotonía muscular. Mientras dormimos se distinguen dos tipos de sueño: el sueño NREM (non rapid eye movement) y el sueño REM (rapid eye movement). Sus variaciones se pueden analizar mediante el estudio de la actividad bioeléctrica cerebral (a través de un electroencefalograma), los movimientos ocula- res (con un electrooculograma) y la actividad muscular (con un electromiograma). Las características de cada tipo de sueño son: El sueño NREM o sueño lento se distingue por ser el inicio del sueño. Dura aproximadamente hora y media y se va repitiendo alternándose con la fase REM (en total ocupa un 75 % del tiempo de sueño). En esta fase, las pupilas están mióticas y no se producen movimientos oculares, los múscu- los están hipotónicos y hay hiporreflexia, los ritmos cardíaco y respiratorio se enlentecen y el metabolismo basal disminuye. Durante esta etapa se recuperan las neuronas que han estado activas durante la vigilia, se conserva energía y se favorece la secreción de hormonas anabólicas. Existe poca actividad men- tal, con escasas ensoñaciones que no se recuerdan. El EEG muestra la desaparición de los ritmos alfa de la vigilia y la aparición de ondas beta, theta y principalmente delta. El sueño REM o paradójico es una fase de instauración brusca que sigue al sueño lento y que tiene una duración de 15 minutos. Va alternándose con la fase anterior, de forma que a lo largo de la noche hay 4 ó 5 ciclos de sueño REM (ocupa un 25 % del tiempo de sueño). En esta fase se producen movimientos oculares rápidos, atonía y arreflexia, y predominan las acciones del sistema parasimpático. La actividad cortical es parecida a la de la vigilia, pero resulta muy difícil despertar al sujeto (por ello se denomina sueño paradójico). Es la fase onírica y de las ensoñaciones que parecen reales y luego se recuerdan. A lo largo de la vida, el sueño sufre variaciones. Así, el recién nacido requiere de 16 a 20 horas de sueño y tiene numerosos ciclos de vigilia-sueño (cada 3-4 horas) asocia- dos a las tomas de alimento. Desde los 12 meses a los seis años hay un período de sueño diurno (la siesta). En el adulto 186 Estructura y función del cuerpo humano
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