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globo ocular. Los movimientos palpebrales barren las lágri- mas y las dirigen hacia el ángulo interno del ojo. Aquí, en la comisura interna, se encuentran los puntos lagrimales que permiten la entrada de las lágrimas en las papilas lagrima- les. Éstas son dos conductos estrechos (superior e inferior) que se dirigen hacia arriba y hacia dentro, y que luego se acodan y se juntan dando lugar al conducto lagrimal. Di- cho conducto desemboca en el saco lagrimal, una dilata- ción ancha localizada en su parte superior (que se puede exprimir con las contracciones del músculo orbicular y el parpadeo) que se continúa con el conducto nasal, el cual desemboca y vierte las lágrimas en el meato inferior de las fosas nasales. Este recorrido de las lágrimas es la razón de que durante el llanto aumente mucho la secreción nasal. La obstrucción de las papilas lagrimales produce un lagrimeo continuo, debido a que no se pueden drenar las lágrimas hacia la cavidad nasal. 8.2.4. Fisiología de la visión El sentido de la vista es esencial para reconocer el mundo que nos rodea y para la vida de relación. Para ello, la luz, que es el estímulo, debe llegar a los receptores situados en la retina. La luz es una pequeña parte del complicado espec- tro de radiaciones electromagnéticas. El ser humano sólo es capaz de ver longitudes de onda de 400 a 700 mm. El globo ocular actúa como un sistema óptico que es capaz de hacer converger en un solo punto (denominado foco) todos los rayos que llegan hasta él. En el ojo el foco es la retina. En ella están los pigmentos visuales que desen- cadenan un impulso, el cual es conducido por el nervio óptico y las vías ópticas hasta la corteza cerebral (Fig. 8-4). Para que el estímulo llegue a los receptores, la luz debe atravesar todas las estructuras del globo ocular; para ello se requiere una buena refracción, la adecuada acomodación del cristalino, la contracción de la pupila y la correcta conver- gencia de los ojos. Refracción en física es el cambio de dirección que sufren los rayos de luz cuando atraviesan diferentes medios que tienen distintas densidades. El poder de refracción de un medio es tanto más elevado cuanto más convexa es su super- ficie. Por tanto, la refracción de los rayos depende del grado de transparencia de los medios y de la curvatura que tengan. En óptica se denomina poder de convergencia a la capaci- dad de una lente para desviar los rayos y hacerlos converger en un punto. Se mide en dioptrías. El globo ocular está formado por diferentes estructuras, unas más transparentes que otras. Además, la córnea y el cristalino se comportan como lentes, ya que tienen una superficie curva. En conjunto, el globo ocular puede com- portarse como una lente de 60 dioptrías. Para llegar a la fóvea de la retina los rayos luminosos deben atravesar las siguientes estructuras: la córnea, que es un medio transparente, con una curvatura de 8 mm. A continuación está el humor acuoso, que es un medio líquido y transparente; el cristalino, que es sólido y se comporta como una doble lente (biconvexa) con un radio de curvatura anterior de 10 mm y otro posterior de 7 mm, lo que equivale a 17 dioptrías; y finalmente, el humor vítreo, que es transpa- rente y gelatinoso, y también interviene en la refracción. La acomodación del cristalino es el mecanismo fisioló- gico por el cual el cristalino es capaz de modificar la curva- tura de sus superficies. Esto ocurre gracias al ligamento suspensorio del cristalino, que actúa según la contracción o relajación del músculo ciliar. Gracias a la acomodación se puede centrar la imagen en la retina al mirar objetos cerca- nos o que están a mayor distancia, lo que facilita la visión de cerca o de lejos. La curvatura del cristalino se puede abombar, con lo que aumenta su poder de convergencia en la visión de cerca, o aplanar con el fin de mejorar la visión lejana. En conjunto el poder de acomodación permite aumentar la capacidad del cristalino en 13 dioptrías más. La acomodación funciona de forma inconsciente. Su arco reflejo se inicia cuando aparece un objeto desenfocado en la retina, luego llega al mesencéfalo por las vías ópticas y estimula el nervio motor ocular común (III par), que contrae o relaja el músculo ciliar. La contracción pupilar viene dada por las modificacio- nes del iris. Mediante la relajación (midriasis) o la contrac- ción (miosis) de la pupila se regula la entrada de luz en la retina. Su efecto fisiológico consiste en eliminar todos aque- llos rayos divergentes y concentrar los rayos en el centro del cristalino para que sean llevados a la fóvea. Funciona a través del denominado reflejo fotomotor, cuyo arco depende de los estímulos del sistema simpático (produce dilatación) y del parasimpático (produce constricción). Ambos están conducidos por el nervio ocular común (III par). La pérdi- da bilateral de este reflejo en un paciente en coma o con un traumatismo craneal es un signo de mal pronóstico, que indica sufrimiento o pérdida de las funciones del tronco encefálico. La convergencia ocular es la capacidad de dirigir los ojos hacia un objeto. Depende de los movimientos de los músculos extrínsecos, tanto rectos como oblicuos. La am- plia movilidad de los ojos para converger sobre un objeto obliga a que los músculos mantengan una correcta coordina- ción entre ellos y con los músculos del ojo contralateral. La correcta convergencia hace que las imágenes que capta cada ojo se superpongan en la retina y sólo se vea una y no dos. La visión con ambos ojos permite apreciar mejor los tama- ños, las formas y las distancias. 8.2.4.1. Formación del impulso en la retina Los rayos que llegan a la retina se concentran alrededor de la mácula, zona en la que se delimitan los objetos con mayor nitidez. La capacidad de diferenciar entre dos puntos cercanos es un dato de la agudeza visual. Ésta se puede valorar con el gráfico de letras de Snellen, situándose a 6 m de distancia del mismo. La parte de la visión que queda alrededor del punto de máxima visión es lo que forma el campo visual. Los estímulos que llegan a la retina en forma de ondas electromagnéticas actúan sobre los fotorreceptores (conos y bastones) y producen cambios químicos en los fotopigmen- tos que contienen, produciendo su despolarización e inician- do el impulso. Todos los fotopigmentos conocidos son mo- léculas constituidas por proteínas que reciben el nombre genérico de opsinas. Los conos son los fotorreceptores situados alrededor de la mácula. En su interior se ha detectado yodopsina y tres tipos de conos diferentes según los pigmentos que conten- gan; unos son sensibles al color azul, otros al rojo y otros al verde (en su conjunto se denominan fotopsinas). Los conos 208 Estructura y función del cuerpo humano
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