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Artropatías microcristalinas GOTA Concepto La gota se caracteriza por el depósito de cristales de urato monosódico sobre todo en estructuras articulares y periarticulares; la formación de cristales requiere concentraciones elevadas de ácido úrico en suero y precede a la aparición de síntomas. Los cristales de urato son recono- cidos como señal de peligro por el sistema inmune nativo induciendo inflamación tras la producción de IL-1β por los macrófagos, vía pato- génica común con la artritis por pirofosfato cálcico y las enfermedades autoinflamatorias. Clínicamente se caracteriza por presentar episodios de artritis aguda, que al principio suelen ser autolimitados y recurrentes, pero que en ausencia de diagnóstico y/o tratamiento adecuado llegan a ser poliarticulares y persistentes. En zonas periarticulares, pero no exclusi- vamente, en el curso de la gota pueden aparecer nódulos palpables formados por cristales de urato que se conocen como tofos. Durante los períodos intercríticos asintomáticos existe inflamación subclínica ligada a los cris- tales de urato, y a ella —y a los ataques— se ha atribuido el aumento de riesgo de sufrir infartos de miocardio y otras complicaciones arterios- cleróticas. Los cristales de urato monosódico se hallan invariablemente en el líquido sinovial de las articulaciones inflamadas permitiendo un diagnóstico simple e inequívoco. El depósito de cristales de urato es reversible, y la normalización de la uricemia provoca la disolución de los cristales, de forma que la enfermedad se considera curable (fig. 121-1). Epidemiología La gota es consecuencia de la hiperuricemia. Los valores séricos de ácido úrico antes de la pubertad son muy bajos. Los niños, salvo defectos enzimáticos excepcionales, no padecen gota. Tras la pubertad, en los Figura - Mano con tofos subcutáneos antes (A) y 2 años después del tratamiento con alopurinol (B). Esta figura muestra la reversibilidad del depósito de los cristales de urato monosódico. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V II 989 CAPÍTULO 121 Artropatías microcristalinas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. hombres se alcanzan los valores que se mantendrán a lo largo de la vida, aunque suelen aumentar ligeramente con los años. En las mujeres, el aumento de los niveles de uricemia producido tras la pubertad es menor, aumentando a cifras cercanas —pero menores a las de los hom- bres— después de la menopausia (fig. 121-2). Esta distribución de los niveles de ácido úrico explica la observación de Hipócrates de que las mujeres no padecen gota antes de la menopausia, mientras que los hombres ya la pueden padecer tras la pubertad. Es frecuente observar varios miembros de una misma familia afectados de hiperuricemia y gota, presumiblemente por la existencia de predisposición genética, aunque los hábitos dietéticos comunes también desempeñan un papel. De manera generalizada la prevalencia de la gota está aumentando; el factor común parece ser la adquisición de hábitos dietéticos menos saludables, que también explican su asociación al síndrome metabólico. Patogenia Formación y depósito de cristales La nucleación y crecimiento de cristales de urato monosódico requiere concentraciones séricas de ácido úrico en niveles de supersaturación (superiores a 7 mg/dL [420 mmol/L]). A pesar de que la precipita- ción de cristales de urato monosódico precisa valores de ácido úrico por encima del nivel de saturación, sólo un porcentaje reducido de individuos con hiperuricemia padece gota, aunque su prevalencia aumenta con el incremento del ácido úrico, acercándose al 50% cuando la concen- tración de ácido úrico supera los 9 mg/dL (530 mmol/L). Por otro lado, el depósito de cristales de urato precede a los ataques de gota (a veces largo tiempo como sugieren los primeros ataques poliarticula- res). Se ha hallado depósito articular de cristales en alrededor de una quinta parte de los sujetos con uricemias superiores a 8 mg/dL; en este momento el significado de este hallazgo es incierto, pero se sabe que se asocian a inflamación subclínica. El hallazgo de valores elevados de ácido úrico sérico en ausencia de gota o insuficiencia renal se denomina hiperuricemia asintomática y se considera que no requiere tratamiento. Al preparar las muestras para estudios histológicos los cristales de urato se disuelven tras la fijación con formol, por lo que en las preparaciones solamente se observa la reacción inflamatoria que se asocia a su depósito; los cristales son claramente visibles en cortes his- tológicos realizados por congelación (fig. 121-3). Estudios ecográficos han permitido determinar que los cristales de urato se depositan en la superficie del cartílago articular (fig. 121-4) —localización confirmada por observaciones artroscópicas y patológicas—; la presencia de artrosis parece favorecer el depósito de cristales y la gota consiguiente, lo que explicaría la preferencia de la enfermedad por articulaciones de carga. Ecográficamente también se ha demostrado la frecuente formación de cristales en tendones —como el rotuliano, el aquíleo, el tricipital o en los tendones flexores de los dedos en gota avanzada— y ligamentos donde no suele producir síntomas quizás por encontrarse alejados de estructuras sinoviales. En alguna bursa como la olecraniana los tofos y los ataques de gota son comunes. En gota de cierta evolución pueden aparecer erosiones óseas radiográficas que se deben al crecimiento adyacente a hueso de tofos (fig. 121-5). Diversas técnicas de imagen están mostrando que el depósito de cristales de urato es bastante más amplio y precoz de lo que se ha venido pensando y precede a la gota clínica. La magnitud total del depósito de cristales se va incrementando mientras persiste hiperuricemia y de momento carecemos de las técni- cas aceptadas para cuantificarlo adecuadamente. Los depósitos de cris- tales en los tofos están rodeados por una corona de tejido inflamatorio crónico que incluye células gigantes, en ausencia de sintomatología (fig. 121-6). En este tejido se sintetizan citocinas tanto pro- como antiinflamatorias. Figura - Niveles de ácido úrico sérico en hombres y mujeres por grupos de edad. Obsérvese que los niveles previos a la pubertad son muy bajos para subir durante esta en los hombres a los niveles que mantendrán a lo largo de la vida, mientras que en las mujeres este aumento es discreto (lo que explica la rareza de la gota en mujeres premenopáusicas). Tras la menopausia los niveles ascienden, pero quedan por debajo de los de los hombres. Factores de riesgo similares a los de los hombres son los causantes habituales de hiperuricemia en mujeres posmenopáusicas. (Adaptado de Mikkelsen Wm, Dodge Hj, Valkenburg H. The Distribution Of Serum Uric Acid Values In A Population Unselected As To Gout Or Hyperuricemia: Tecumseh, Michigan 1959-1960. Am J Med 1965;39:242-51.) Figura - Disposición de los cristales de urato monosódico en el interior de un tofo. Obsérvense sus formaciones muy organizadas y las formaciones esferulíticas con forma de abanico debidas a la formación de la esferulita en un espacio constreñido. Microscopia de luz polarizada, ×400. Estas formaciones tan organizadas dan idea de que, siendo los ataques ocasionales, la enfermedad es permanente. Figura - Ecografía que muestra el cartílago articular y el hueso cortical subyacente (A) de la cara anterior del cóndilo y el espacio inter- condilar de la rodilla. Una línea (B) en la superficie del cartílago articular muestra el depósito de cristales de urato. (Imagen por cortesía del Dr. Agustín Martínez.) Descargado para Anonymous User (n/a) en NationalAutonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 990 SECCIÓN VII Reumatología y enfermedades sistémicas Los cristales de urato producen inflamación al ser tomados como una señal de peligro por los mecanismos de inmunidad innata activan- do el inflamosoma NALP3, induciendo la producción de la interleuci- na proinflamatoria IL-1β por monocitos con la consiguiente cascada inflamatoria. Los episodios de inflamación articular son la marca clínica de la enfermedad, pero de igual importancia parece la inflamación subclínica y persistente que se produce en los depósitos de cristales en ausencia de síntomas. El mecanismo de inicio de la inflamación a través de la inmunidad nativa es similar al de las enfermedades auto- inflamatorias, entre las que se ha considerado tanto la gota como la artritis por cristales de pirofosfato cálcico. La inflamación asociada a los cristales de urato —clínica y silente— parece ser la razón por la que la gota resulta ser un factor de riesgo independiente para sufrir infarto de miocardio y otras consecuencias de la arteriosclerosis favorecida por la inflamación. En ausencia de tratamiento, los ataques agudos de artritis gotosa suelen resolverse espontáneamente; esta resolución parece debida a un cambio en el patrón de producción de citocinas, de proinflamatorias por los monocitos al inicio del ataque a antiin- flamatorias por los monocitos transformados en macrófagos unos días después. El desencadenante mejor definido de un ataque de gota es un descenso rápido de la uricemia como el que sigue al inicio de tratamiento hipouricemiante; el tratamiento de la gota con uricasa provoca un descenso muy rápido y profundo de la uricemia dando lugar a ataques particularmente intensos y poliarticulares. Mecanismos de producción de hiperuricemia El ácido úrico es el resultado final del catabolismo de las purinas en el ser humano y algunos primates. El resto de los mamíferos, al poseer el enzima uricasa, transforman el ácido úrico en alantoína, mucho más soluble; por ello, sus valores séricos de ácido úrico son siempre bajos y no padecen gota. Las cifras séricas de ácido úrico aumentan por dos posibles meca- nismos: 1) disminución del aclaramiento renal de ácido úrico, que es el mecanismo habitual, y 2) aumento de la síntesis —que suele acompañarse de excreción renal aumentada y mayor incidencia de nefrolitiasis—. Hiperuricemia por defecto de excreción renal de ácido úrico Este mecanismo es responsable de la mayoría de las hiperuricemias. La excreción renal de ácido úrico es compleja, ya que, tras filtrarse en el glomérulo, el ácido úrico se reabsorbe en gran parte por el túbulo, secretándose de nuevo distalmente de forma que sólo entre un 6% y un 9% del ácido úrico filtrado es excretado finalmente. Las moléculas transportadoras de ácido úrico en las células tubulares (de las que la URAT 1 es la más relevante) han sido identificadas recientemente. La asociación de gota con el síndrome metabólico es habitual y explica la prevalencia de gota en este grupo; esta asociación representa la causa identificable más común de hiperuricemia y gota en este momen- to. La restricción de la ingesta calórica en estos pacientes provoca una mejora del aclaramiento de ácido úrico y la consiguiente disminución de la uricemia. El uso de diuréticos es causa común de hiperuricemia y gota —y causa frecuente de gota en mujeres de mayor edad— al dar lugar, a través de la depleción de volumen, a una disminución de la filtración glomerular y un aumento de la absorción tubular de ácido úrico. Otros fármacos, como el AAS en dosis bajas (en dosis altas es uricosúrica), el ácido nicotínico, el etambutol y la ciclosporina A y el tacrolimus (responsables de la hiperuricemia y la gota en trasplantados), pueden causar hiperuricemia por disminución de la excreción renal a través de mecanismos mal definidos. La pirazinamida disminuye la excreción renal al inhibir la secreción tubular de ácido úrico. La hiperuricemia que acompaña al hipotiroidismo, al hiper- e hipo- paratiroidismo y al seudohipoparatiroidismo es probablemente de origen renal. La intoxicación crónica por plomo reduce el aclaramiento renal de ácido úrico y es causa de hiperuricemia y de la llamada gota saturnina. La insuficiencia renal, por simple déficit de filtración glomerular, aunque se acompaña de hiperuricemia a veces muy marcada, sólo en pocas ocasiones se acompaña de gota o tofos. Diferentes alelos de los genes que codifican proteínas transpor- tadoras de urato en los túbulos renales provocan un aumento de su reabsorción y se asocian a hiperuricemia y mayor frecuencia de gota en las poblaciones donde ocurren. Hiperuricemia por aumento de síntesis de ácido úrico Defectos enzimáticos Se han descrito dos defectos enzimáticos asociados a aumento acusado de la síntesis de ácido úrico, incremento de la excreción renal y nefroli- tiasis: la ausencia total o parcial de hipoxantina-guanina-fosforribosil- transferasa, cuyo defecto ocasiona la falta de reutilización de purinas Figura - A. Imagen de RM (T1) que muestra un tofo que ocupa una erosión (flecha) en la cabeza del primer metatarsiano. La zona gris oscura circundante sobre la que está la flecha indicadora es parte del mismo tofo. B. TC de la misma lesión que muestra la erosión (flecha). La zona gris más clara sobre la que está la flecha corresponde al mismo tofo. Estas dos imágenes revelan que las erosiones en articulaciones gotosas están producidas por tofos, probablemente al crecer. (Imágenes por cortesía del Servicio de Radiología y RM del Hospital General Universitario de Alicante.) Figura - Periferia de tofo mostrando reacción inflamatoria cró- nica con células gigantes. Los asteriscos muestran las áreas homogé- neas donde estaban los cristales de urato disueltos durante la fijación previa a la tinción (v. fig. 121-3, preparación sin fijación por congelación). Fijación con formol, HE ×200. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V II 991 CAPÍTULO 121 Artropatías microcristalinas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. rescatadas de la vía catabólica para sintetizar nuevos nucleótidos, con el subsiguiente aumento de las purinas que llegan al final de la vía, y con ello de la cantidad de ácido úrico formado, y el aumento de la actividad de la 5-fosforribosil-1-pirofosfato-sintetasa (de la que se han detectado variantes), que ocasiona un aumento de la síntesis de 5-fosforribosil-1- pirofosfato intracelular, factor importante en la síntesis de ácido úrico. Ambos defectos se transmiten ligados al cromosoma X. La ausencia de hipoxantina-guanina-fosforribosil-transferasa es el sustrato de la enfermedad de Lesch-Nyhan, que afecta a niños que, además de gota y litiasis renal, padecen discapacidad intelectual, tendencia a la auto- mutilación, coreoatetosis y espasticidad. Los niños en edades muy tem- pranas, y debido al elevado aclaramiento del ácido úrico, no padecen gota, pero pueden tener litiasis e insuficiencia renal causados por un aumento de la excreción renal de ácido úrico. Los pacientes afectados por glucogenosis tipo I (enfermedad de von Gierke) padecen hiperu- ricemia por aumento de síntesis y disminución de su excreción renal. Aumento del catabolismo de las purinas En la mayoría de los pacientes con hiperuricemia por aumento de síntesis de ácido úrico, la anomalía subyacente es un aumento del catabolismo de las purinas. Se observa en enfermedades mielo- y linfoproliferativas,mieloma múltiple u otros tumores. Otras enfermedades como anemias hemolíticas, anemia perniciosa, hemoglobinopatías y policitemia vera, así como la destrucción de gran cantidad de células durante el tratamiento de neoplasias y probablemente la psoriasis extensa, también provocan un aumento de producción y excreción de ácido úrico. La ingestión de alcohol, además de reducir la excreción renal de ácido úrico, eleva el nivel de uricemia en mayor medida al aumentar su formación acelerando el catabolismo del ATP. La ingestión de cer- veza aumenta la uricemia todavía en mayor medida que otras bebidas alcohólicas por su alto contenido en guanosina. Cuadro clínico Las manifestaciones clínicas de la gota son debidas a la presencia de cristales de urato monosódico y son esencialmente de dos tipos: a) inflamación, por lo general articular, pero que puede aparecer en otras estructuras sinoviales, como bolsas serosas o en vainas de deslizamiento tendinoso, y b) aparición de nódulos formados por un depósito de cris- tales rodeados de una zona adyacente de tejido inflamatorio llamados tofos. En relación directa con la gota o con el aumento de excreción de ácido úrico puede también afectarse el riñón habiéndose descrito tofos en la médula renal. En ausencia de tratamiento la magnitud del depósito de cristales aumenta lentamente y se extiende a nuevas localizaciones; la aparición de episodios de artritis aguda —u ocasionalmente de tofos— indica al clínico la existencia del depósito de urato subyacente. Los ataques inicia- les monoarticulares probablemente ocurren de forma precoz en relación con el inicio del depósito de urato. Comienzos poliarticulares, de artritis persistente o presentación en forma de tofos indican un comienzo tardío en relación con el inicio de este depósito. El tratamiento de la gota es muy eficaz; los estadios avanzados implican falta de diagnóstico o tratamiento, tratamiento inadecuado y ocasionalmente presentación tardía de la enfermedad en relación con el inicio del depósito de cristales. Artritis gotosa La inflamación de articulaciones u otras estructuras sinoviales constituye la manifestación clínica habitual de la gota. Un primer ataque de gota alerta sobre la presencia de cristales de urato y representa una ventana de oportunidad para iniciar el tratamiento tendente a eliminarlos en el momento que el depósito es menor y, por tanto, más fácil y rápida su eliminación. Una inflamación aguda, localizada en una mitad de los casos en la articulación metatarsofalángica del dedo gordo del pie —que origina la clásica podagra— o en el tarso, el tobillo, la bolsa preaquílea o prerrotuliana, la rodilla, la muñeca o alguna articulación metacarpo- falángica o interfalángica de la mano o en la bolsa olecraneana, suele ser la forma de inicio de la enfermedad. En ocasiones, la gota comienza con inflamación simultánea en más de una articulación. Síntomas menores como dolores en pies a veces asociados a algo de eritema y/o tumefacción no son raros. En pacientes de larga evolu- ción puede apreciarse dolor continuo de pies, dolor en rodillas y limitación de la flexoextensión, o rigidez general. Esporádicamente la aparición de tofos sin artritis previa llama la atención sobre la enfermedad. Excep- cionalmente, se describe artritis en otras articulaciones no mencionadas y la posibilidad de gota debe considerarse ante toda artritis no filiada y también en tumoraciones yuxtaarticulares y raquídeos. Se han descrito ataques de gota en rodillas en las que se había implantado una prótesis. Es habitual que los primeros ataques de gota tengan un comienzo agudo, en ocasiones nocturno, y que la intensidad máxima se alcance en pocas horas. Dejados a su evolución natural, los ataques ceden en escasas semanas. La inflamación articular suele ser intensa y las articulaciones afectas pueden ser muy dolorosas no soportando en ocasiones ni la más ligera presión; sin embargo, esta no es una regla estricta y la artritis pue- de tener inicio solapado, duración prolongada e intensidad moderada. En articulaciones, o estructuras sinoviales, situadas superfi- cialmente, como la clásica podagra, tarso, tobillo, muñeca, bolsa olecraneana o tendón de Aquiles, puede haber eritema local intenso. La inflamación de articulaciones situadas profundamente, como la rodilla, cursa habitualmente sin signos cutáneos. Los ataques cuando ocurren en la muñeca producen un importante edema en el dorso de la mano y los del tarso provocan eritema y edema local y no deben confundirse con una celulitis (fig. 121-7). Tras el cese de un ataque de gota, espontáneamente o tras tratamien- to, el paciente queda asintomático (algunos refieren cierta sensación de rigidez articular o pequeñas molestias) hasta la aparición de nuevos episodios similares en la misma u otra articulación. La norma es que con el tiempo, en ausencia de tratamiento, los episodios tiendan a ser más frecuentes, más intensos y de mayor duración. En pacientes no tratados puede ocurrir que la inflamación articular llegue a ser crónica y persistente, fija en una o varias articulaciones, en ocasiones sucediendo unas articulaciones a otras sin período asintomático intermedio y dando lugar a una artropatía crónica muy invalidante. La evolución en diferentes pacientes es diversa; así, mientras algunos presentan rápidamente ataques de gota intensos y frecuentes, en otros transcurren años entre ataques y nunca llegan a tener manifestaciones importantes. Los ataques agudos de pequeñas articulaciones no suelen acompañarse de afectación general. Cuando la inflamación afecta una articulación mayor y es intensa, o si la gota es poliarticular, pueden aparecer signos generales de enfermedad, fundamentalmente leucocitosis y fiebre, simu- lando un proceso infeccioso cuyo origen en ancianos desorientados y enca- mados en ausencia de exploración articular fácilmente pasa desapercibido. Ciertos factores desencadenantes pueden influir en el inicio de los ataques de gota. Así, es frecuente que acompañen a procesos inflama- torios agudos o aparezcan después de intervenciones quirúrgicas, sobre todo si en paciente tratados se suspende la profilaxis con colquicina en el postoperatorio; los médicos que atienden a este tipo de pacientes deben estar familiarizados con este problema, que también ocurre en la artritis por pirofosfato cálcico. Algunos pacientes relacionan los ataques con el abuso de bebidas alcohólicas o de ingestión alimentaria y en Figura - Ataque de gota en la muñeca derecha. El edema en el dorso de la mano y los dedos —junto con el intenso dolor— es habitual, y se confunde fácilmente con una causa infecciosa. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 992 SECCIÓN VII Reumatología y enfermedades sistémicas otras ocasiones con traumatismos locales. La disminución rápida de la uricemia —habitual al iniciar los tratamientos hipouricemiantes— es el desencadenante mejor caracterizado de los ataques de gota cuya prevención se discutirá en la sección de tratamiento. Gota en mujeres Hasta el final de su vida fértil las mujeres tienen valores más bajos que los hombres de ácido úrico en suero (v. fig. 121-2) y sólo muy excepcionalmente padecen gota. A partir de la menopausia los valores se elevan, pero sin alcanzar los de los hombres. Es entonces cuando suelen sufrir gota; en mujeres premenopáusicas la gota es muy inhabitual y suele asociarse a alcoholismo, diuréticos o insuficiencia renal. La hiperuricemia en mujeres posmenopáusicas se ha ligado —igual que en hombres— a obesidad, síndrome metabólico, alcoholismo y especial- mente a ingesta de diuréticos, común en esas edades. Las mujeres con gota sufren más comorbilidades que los hombres. En opinión del autorcabe que la sintomatología difiera de la considerada característica en hombres y, ante dolores persistentes especialmente en pies, sobre todo si son oscilantes o cambiantes de sitio, y en mujeres con hiperuricemia, la gota es una posibilidad a investigar. La aparición de tofos sobre artrosis en articulaciones interfalangianas distales (nódulos de Heberden) con o sin ataques de gota previos no es excepcional (fig. 121-8). Gota tofácea La gota tofácea implica ausencia de diagnóstico a pesar de manifes- taciones recurrentes previas, de tratamiento, o tratamiento inadecuado. Los tofos son nódulos formados por cristales de urato monosódico (v. fig. 121-3) rodeados por una reacción granulomatosa (v. fig. 121-6) y que cuando son superficiales resultan palpables. Suelen aparecer tras una evolución prolongada de la enfermedad y crecen lentamente por aposición de nuevos cristales, siempre que los niveles séricos de ácido úrico permanezcan elevados. Pueden ser la primera manifestación de la enfermedad, tal y como ocurre en los tofos que aparecen sobre las articulaciones interfalángicas distales artrósicas (nódulos de Heberden) de personas mayores tratadas con diuréticos o en pacientes trasplanta- dos tratados con ciclosporina A. Cuando la uricemia se normaliza, los cristales depositados en los tofos se disuelven lentamente, haciéndose en ocasiones inicialmente más blandos y disminuyendo de tamaño hasta desaparecer; cuando con el tratamiento se alcanzan uricemias más bajas, la disminución del tamaño de los tofos es más rápida. La difusión de la ecografía y la TC de doble energía (fig. 121-9) ha mostrado que los tofos son mucho más abundantes de lo que se estimaba, habiendo sido identificados en pacientes hiperuricémicos que no habían sufrido ataques, mostrando la magnitud que puede tener el depósito de cristales antes del primer ataque. Clínicamente pueden apreciarse en la superficie de extensión de los codos, en la proximidad de diversas articulaciones de la mano a lo largo de algunos tendones, como el aquíleo, en diversas localizaciones de los pies o cerca de las rodillas. Los tofos intratendinosos son frecuentes dando lugar a problemas locales como el síndrome del túnel carpiano. A menudo, el color blanco de los tofos se aprecia a través de la piel (v. fig. 121-8); también pueden aparecer tofos cutáneos (v. fig. 121-1 A). Una localización singular —aunque infrecuente— es el borde externo del pabellón auricular, donde son fácilmente apreciables como pequeños agregados blanquecinos y opacos a la transiluminación, lo que permite diferenciarlos de otras formaciones locales. Raras veces se han apreciado en la esclerótica, la córnea, el cartílago nasal, los párpados, la laringe, las válvulas mitral y tricúspide, y la pared aórtica, intrarraquídeos y en la médula renal. Los tofos situados en el interior o la proximidad de articulaciones pueden causar erosiones en el hueso adyacente (v. fig. 121-5) y ori- ginar una artropatía crónica deformante característica. Los tofos de crecimiento intraarticular pueden alterar el rango de motilidad y en la rodilla limitar la flexoextensión. Los tofos más superficiales pueden fistulizarse al exterior, dejando salir un material blanco compuesto exclusivamente por cristales de urato monosódico; estos tofos fis- tulizados pueden infectarse. Nefropatía úrica Función renal En la mayoría de los enfermos con hiperuricemia o gota, incluso tras una larga evolución, la función renal no suele alterarse de forma significativa y, cuando esta se deteriora, suele ser atribuible a alguna enfermedad asociada como HTA, diabetes mellitus, dislipemia o arteriosclerosis, aunque la responsabilidad de la gota en la insuficiencia renal no está del todo aclarada. El tratamiento adecuado de la hiperuricemia causante de la gota puede tener una influencia favorable sobre la función renal, sobre todo si su disminución ocurre tras años de sufrir gota, siendo por ello muy importante tratarlos adecuadamente. Los pacientes con gota desa- rrollan con frecuencia insuficiencia renal en la denominada nefropatía familiar asociada a hiperuricemia y gota, de transmisión autosómica dominante, caracterizada por una marcada infraexcreción de purinas, riñones pequeños y HTA, y en la gota asociada a nefropatía por plomo; aunque ambos procesos son de baja prevalencia. Litiasis renal Los pacientes con gota padecen con más frecuencia que los controles litiasis renal por cálculos de ácido úrico. Una mayor síntesis de purinas, Figura - Nódulos de Heberden en una paciente de edad avan- zada donde se observan tofos cuyo contenido blanco puede apreciarse a través de la piel (señalados con flechas). Figura - Tofo en el área del olecranon (flecha inferior). La flecha superior marca depósito de cristales de urato en la parte distal y entesis del tendón tricipital. Se ven otros depósitos importantes periarticulares que hubieran pasado desapercibidos en una exploración. TC de doble energía; esta técnica permite la identificación precisa como depósito de cristales de urato monosódico. (Modificado de Choi HK, Burns LC, Shojania K, Koenig N, Reid G, Abufayyah M, et al. Dual energy CT in gout: a prospective validation study. Ann Rheum Dis 2012;71(9):1466-71.) Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V II 993 CAPÍTULO 121 Artropatías microcristalinas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. responsable de la hiperuricemia en un grupo minoritario de casos, seguido del aumento de la excreción urinaria de uratos, es el factor más importante. Un 50% de los sujetos con uricosuria superior a 1.100 mg/24 h (6.740 mmol/24 h) sufre este problema. También presenta relación con el nivel sérico de ácido úrico; así, el 50% de los sujetos con uricemia de 13 mg/dL (765 mmol/L) o superior sufre litiasis renal. Los pacientes con gota también sufren litiasis cálcica con mayor frecuencia. Se ha postulado que la precipitación inicial de cristales de ácido úrico podría servir de centro de nucleación para otros tipos de cristales. Nefropatía úrica aguda Sin relación con la gota, se debe a un depósito extenso de cristales de ácido úrico en los túbulos excretores renales como consecuencia de un aporte masivo de ácido úrico al riñón. Se asocia con leucemias o tumores, sobre todo a causa de la masiva destrucción celular provocada por el tratamiento, y probablemente tras ejercicio excesivo, convulsiones o rabdomiólisis. Asociaciones clínicas La asociación de gota con obesidad y alimentación excesiva se conoce desde antiguo y se ha confirmado en diversos estudios epidemiológi- cos. La hiperuricemia se considera parte del síndrome metabólico y parece que la obesidad es el factor común que relaciona la gota con otras alteraciones asociadas, como diabetes, hiperlipemia, HTA y arteriosclerosis. La asociación de la gota con la arteriosclerosis y sus complicaciones se produce en gran medida a través del síndrome metabólico, aunque se ha demostrado que la gota es un factor de ries- go in dependiente añadido, evidenciado por la ya mencionada asociación independiente entre gota e infarto de miocardio; el riesgo relativo es mayor cuando la gota es más grave, y datos recientes indican que esto ocurre también en mujeres. Esta asociación podría explicarse por la inflamación subclínica persistente que los pacientes con gota sufren en las articulaciones y otros sitios en los que hay depositados cris- tales; ya que el objetivo principal del tratamiento de la gota es disolver los cristales causantes de la inflamación, esta asociación justifica un tratamiento precoz. La gota en hombres y mujeres también se asocia a una mayor mortalidad cardiovasculary por cualquier causa. Diagnóstico Identificación de cristales El hallazgo de cristales de urato monosódico en el líquido sinovial (fig. 121-10 A, B) o en material obtenido de tofos (aspirando con una aguja intramuscular sale material suficiente en el interior de la luz de la aguja) (fig. 121-10 C) es diagnóstico y patognomónico de gota. Mediante un microscopio provisto de filtros polarizados y un compensador rojo de primer orden, la identificación de estos cristales es rápida y simple, y por su fiabilidad constituye el procedimiento de elección, proporcionando un diagnóstico inequívoco. Cuando se desea establecer el diagnóstico entre ataques, pueden encontrarse cristales en el líquido sinovial de articulaciones previamente inflamadas, sobre todo si el paciente no ha recibido tratamiento con fármacos reductores del ácido úrico sérico. Raramente un ataque de gota puede coincidir con una infección articular (habrá cristales de urato monosódico en el líquido sinovial de una articulación infectada) o también pueden coexistir cristales de urato monosódico y cristales de pirofosfato cálcico habitualmente ocasionales en el mismo paciente, sobre todo si en la articulación hay también artrosis; hallazgo cuya significación clínica es escasa (hay que tratar la gota, que es la única en la que podemos eliminar los cristales; v. Tratamiento). Interpretación de la concentración sérica de ácido úrico Al interpretar una elevación de la concentración sérica de ácido úrico como prueba diagnóstica de gota, debe tenerse en cuenta que aproxi- madamente un 7% de los varones adultos sanos tiene niveles de ácido úrico sérico superiores a 7 mg/dL (420 mmol/L). Aunque cuando no hay artritis o litiasis renal asociada, esta hiperuricemia se denomina asintomática y no requiere tratamiento (aunque es juicioso evaluar la posible presencia de un síndrome metabólico). Debido a un aumento del aclaramiento renal, el ácido úrico sérico disminuye durante los ataques y puede ser entonces normal, confun- diendo al clínico inadvertido. También la reducción rápida de ácido úrico sérico producida por tratamiento farmacológico puede desenca- denar un ataque de gota en pacientes no protegidos con colquicina. En estos casos, el ataque de gota coexiste con niveles normales o incluso bajos de ácido úrico sérico, como también ocurre cuando los ataques Figura - A y B. Cristales de urato monosódico intracelulares en líquido sinovial obtenido durante un ataque de gota (×600). C. Cris- tales de urato monosódico (aciculares) obtenidos mediante punción de un tofo (×600). El color del cristal se debe a su orientación en relación con el eje del compensador rojo (λ) e indica la birrefringencia negativa del urato monosódico. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 994 SECCIÓN VII Reumatología y enfermedades sistémicas se dan en alguien que recibe tratamiento hipouricemiante (hay que recordar que los ataques se deben a la presencia de cristales, no a los niveles de ácido úrico sérico). Valoración de las manifestaciones clínicas Un ataque típico de podagra se considera muy característico de gota; sin embargo, no debe olvidarse que existen otras causas de inflamación de esta articulación. Una historia de ataques repetidos y típicos de podagra —o quizás también de inflamación aguda e intensa en el tarso— en un paciente con niveles séricos elevados de ácido úrico se debe probablemente a gota. La afección de otras articulaciones es menos característica y consecuentemente el diagnóstico clínico ofrece mayor margen de error. Cuando la intensidad de los ataques de gota es leve, la inflamación articular puede pasar desapercibida o ser mal interpretada. El retraso, a veces de años, en el diagnóstico de gota a pesar de episodios infla- matorios recurrentes es bastante habitual y debe ser evitado en una enfermedad de serias consecuencias que se considera curable. Cuando las manifestaciones clínicas no son claras, pero tienen la suficiente importancia, difícilmente se justifica intentar establecer el diagnóstico mediante la valoración del nivel sérico de ácido úrico o la respuesta terapéutica, dado que la identificación de cristales de urato monosódico en líquido sinovial o material de un tofo es un procedimiento diagnóstico simple que proporciona un diagnóstico inequívoco. Otras alteraciones analíticas concomitantes Los episodios de artritis gotosa aguda se acompañan de una reacción de fase aguda, manifestada por elevación de la VSG, la PCR y otros reactantes de fase aguda. Los pacientes con artritis oligoarticular o monoarticular de grandes articulaciones pueden tener una leucocitosis intensa. El líquido sinovial es de naturaleza inflamatoria —con celula- ridad variable, pero siempre elevada— y, por tanto, turbio. Alteraciones de imagen El papel de la radiología en el diagnóstico de la gota es casi nulo. Durante los primeros ataques de gota, y a menudo durante toda la vida, en la radiografía de la articulación afecta sólo se observa tumefacción de partes blandas durante los ataques, que ya es evidente durante la exploración física, por lo que no merece la pena realizar radiografías si se sospecha seriamente este diagnóstico. Sólo la apari- ción de tofos en estructuras articulares produce cambios radiológicos objetivables. Tales cambios consisten en una disminución de la altura de la interlínea articular y la presencia de erosiones muy características en los márgenes articulares en pacientes en los que, por lo demás, la gota tofácea suele ser obvia y fácilmente detectable en la exploración física. Los depósitos de cristales de urato monosódico son fácilmente detectables mediante ecografía. En la articulación los cristales urato se depositan en la superficie del cartílago articular, donde se mues- tran como una línea hiperecoica. Imágenes hiperecoicas sinoviales, en tendones como rotuliano y aquíleo o ligamentos articulares son habituales, y depósitos tofáceos son claramente visibles. Aun en esta- dios intercríticos —asintomáticos— la ecografía con eco-Doppler suele mostrar el aumento de vascularización en relación con los depósitos de cristales indicativo de inflamación persistente. La RM y la TC —especialmente, la de doble energía que permite confir- mar que se trata de depósitos de cristales de urato— muestran bien los tofos, aunque estas técnicas tienen habitualmente muy escasa utilidad clínica. Diagnóstico diferencial Se plantea en general con otras monoartritis u oligoartritis agudas, sobre todo si cursan con inflamación importante, como las artritis por cristales de pirofosfato cálcico (cuya presentación suele ser clínicamente indistinguible de la gota), las artritis por microorganismos piógenos, las espondiloartropatías con artritis periférica o artritis reactivas, la artritis psoriásica u otras monoartritis u oligoartritis menos comunes. Pro- blemas articulares no inflamatorios, como artrosis e incluso afecciones dolorosas extraarticulares (sobre todo en el pie, donde los higromas pueden ser muy dolorosos y cursar con eritema en la parte medial de la articulación metatarsofalángica del primer dedo) o episodios de hemartrosis, pueden ser tomados también como ataques de gota. En los pacientes de larga evolución la afección persistente de varias articulaciones puede ser tomada como una poliartritis, como una artritis reumatoide u otra artropatía inflamatoria crónica. Los tofos, sobre todo en la superficie extensora de los codos, pueden confundirse con nódulos reumatoides. Tratamiento Objetivos Al planificar el tratamiento debe considerarse que la gota se tiene por curable al ser el depósito de cristales de urato monosódico reversible, ya que se disuelven y desaparecen tras normalizar la uricemia.La reco- mendación actual es considerar y proponer el tratamiento al establecer el diagnóstico porque es el momento en que el depósito de cristales es menor (mientras persiste la hiperuricemia el depósito de cristales sigue creciendo) y el tiempo requerido para eliminarlo más breve. El objetivo principal del tratamiento de la gota es eliminar los cristales sin los cuales desaparece la posibilidad de sufrir inflamación articular. El tiempo requerido para disolverlos es mayor en pacientes con gota de mayor duración probablemente porque la magnitud del depósito es también mayor. Hasta que los cristales se hayan disuelto por completo deben tratarse los ataques de gota que puedan ocurrir y para evitarlos debe realizarse una profilaxis o prevención de nuevos episodios. Además, deben ser reconocidas y tratadas las entidades asociadas a gota, especialmente las que componen el síndrome meta- bólico. Eliminación de los cristales de urato monosódico La reducción de la uricemia por debajo de su concentración de satu- ración tiene por objeto disolver los cristales de urato depositados en el organismo hasta su completa eliminación, lo que requiere un tratamien- to prolongado. Iniciarlo tardíamente implica considerar inocuo el depó- sito de los cristales, permitirles crecer (con lo que costará más tarde más esfuerzo eliminarlos) y aceptar el mayor riesgo cardiovascular observado en gotosos, que es mayor cuanto mayor es la gravedad de la enfermedad. Niveles más bajos de uricemia producen una disolución más rápida de los cristales; parece adecuado llevar mediante el tratamiento la uricemia a los niveles más bajos razonablemente alcanzables; Las recomendaciones actuales indican reducirlo a < 5 mg/dL, e incluso a niveles menores en gota aguda o tofácea. Valores superiores a 6 mg/dL son ineficaces. En pacientes con gota de corta evolución los cristales pueden desaparecer del líquido sinovial tras 6 meses a 1 año de control eficaz de la uricemia. Cuando la enfermedad es de mayor duración, y la cantidad de cristales mayor, el tiempo requerido puede ser de 2 o 3 años. La reducción rápida de la uricemia que se produce al iniciar el trata- miento hipouricemiante es un desencadenante de ataques de gota bien conocido. Los pacientes deben ser advertidos para evitar que abandonen la medicación al tomar los ataques por un efecto secundario. Para evi- tarlos debe siempre asociarse a cualquier terapéutica hipouricemiante, al menos durante su comienzo, un tratamiento preventivo de estos ataques, tal y como se describe más abajo en este capítulo. Un inicio escalonado particularmente posible con el alopurinol también reduce el riesgo de ataques. Algunos aspectos prácticos a considerar incluyen: a) el tratamiento hipouricemiante no debe iniciarse durante un ataque de gota, ya que puede prolongarlo; iniciarlo dos o tres semanas tras la resolución es suficiente; b) es conveniente explicar a los pacientes que si ocurre un ataque de gota tras el inicio del tratamiento hipouricemiante, es consecuencia de la eficacia de este y no un efecto secundario, y c) cuando ocurre un ataque de gota en un paciente tratado con un hipouricemiante, este no debe suspenderse, ya que las oscilaciones en la uricemia no facilitan la resolución del ataque. Aunque la recomendación vigente es no tratar la hiperuricemia asintomática, es ahora una cuestión en discusión si en ocasiones debería hacerse. Se ha demostrado que en alrededor de un 30% de aquellos que tienen un ácido úrico superior a 8 mg/dL ya se han formado cris- tales de urato en articulaciones y otras localizaciones, y hay indicios Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V II 995 CAPÍTULO 121 Artropatías microcristalinas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. claros de que tienen mayor riesgo cardiovascular. Así, aunque no es de momento una recomendación general aceptada, ante un paciente con hiperuricemia sobre todo si es importante y riesgo cardiovascular, o episodios coronarios previos, buscar cristales y sobre todo si están presentes tratarla (como gota que es) parece razonable. Los valores de uricemia pueden reducirse por dos mecanismos diferentes: disminución de la síntesis de ácido úrico o aumento del aclaramiento renal del ácido úrico. El papel de la dieta se describe al final de este capítulo. Disminución de la síntesis de ácido úrico Alopurinol El alopurinol disminuye la cantidad de ácido úrico formado, ya que este fármaco es un sustrato de la enzima xantinaoxidasa, que lo transforma en oxipurinol; de esta forma, parte de la xantinaoxidasa se desvía de su función natural (el paso de hipoxantina a xantina y el de esta a ácido úrico), con lo que la cantidad de hipoxantina y xantina finalmente oxidadas a ácido úrico disminuye (aumenta la excreción urinaria de xantina e hipoxantina, aunque, al ser estas muy solubles, este aumento no crea problemas). El alopurinol es un fármaco casi siempre eficaz y habitualmente bien tolerado. Interfiere en el metabolismo de la azatioprina y la 6-mercaptopurina, con las que no se debe usar. Su mayor inconveniente deriva de sus efectos secundarios; además de erupciones, se han descrito necrólisis epidérmica, agranulocitosis, hepatitis granulomatosa y vasculitis, que, aunque son muy ocasionales, constituyen su mayor inconveniente. En general puede emplearse en todos los pacientes, excepto en los que presenten intolerancia, y con dosis ajustada si existe insuficiencia renal. Debe elegirse el alopurinol en pacientes con gota asociada a litiasis renal, sobre todo si los cálculos son de ácido úrico, que pueden llegar a desaparecer al disminuir la excreción urinaria de ácido úrico. El comprimido de 300 mg se ha convertido en la dosis diaria habitual, pero resulta insuficiente para alcanzar niveles de uricemia adecuados (al menos < 6 mg/dL) en la tercera parte de los pacientes. Como la disolu- ción de los cristales es más rápida con niveles más bajos de uricemia (es razonable llevarla a niveles < 5 mg/dL), bastantes pacientes requieren dosis > 300 mg/día; estando autorizadas dosis de hasta 900 mg/día que puntualmente son necesarias. Debe comenzarse con una dosis menor (50 o 100 mg/día) para escalar cada 10 días hasta alcanzar la uricemia deseada. Así disminuye la posibilidad de efectos secundarios graves a la vez que la suavidad de la reducción de la uricemia evita en general los ataques asociados al inicio de este tratamiento. Febuxostat Su mecanismo de acción es similar al alopurinol y sus indicaciones las mismas. Está indicado en aquellos pacientes con intolerancia al alopurinol (aproximadamente 5% de los pacientes), y por su meta- bolismo hepático parece especialmente indicado cuando existe mala función renal, sobre todo si el aclaramiento de creatinina es inferior a 40-50 ml/min. Aumento del aclaramiento renal de ácido úrico (uricosúricos) Benzbromarona y uricosúricos La benzbromarona (50-150 mg/día) es un fármaco de uso restringido. Reduce la uricemia al aumentar el aclaramiento renal de ácido úrico, que está reducida en la mayoría de los pacientes con gota. A raíz de la reciente observación de casos de toxicidad hepática grave con resultado fatal, ha quedado disponible para su utilización en pacientes refractarios al alopurinol por toxicidad de este o por ser refractarios al alopurinol por tener uricemias elevadas asociadas a moderada insuficiencia renal en los que el alopurinol puede resultar insuficiente o en pacientes trasplantados que requieran uso concomitante de azatioprina, junto con la que no deben administrarse alopurinol ni febuxostat. Su mayor problema estriba en que el aumento de excreción de ácido úrico puede ocasionaruna litiasis urinaria, por lo que en pacientes con historia de litiasis es prudente alcalinizar la orina y aumentar la ingesta de líquidos para procurar una diuresis abundante. La asociación de alopurinol —que reduce la cantidad total de ácido úrico formado— con benz- bromarona suele ser eficaz en pacientes con uricemias muy elevadas y no controlables con alopurinol. El probenecid y la sulfinpirazona son dos uricosúricos no comercializados en España, que ocasionalmente pueden resultar útiles. Transformación del ácido úrico en alantoína Cuando es necesaria una rápida eliminación de los cristales de urato, como en la gota tofácea aguda, puede intentarse tratamiento con uricasa recom- binante (rasburicasa o la forma pegilada pegloticasa) que al transformar el ácido úrico en alantoína reduce la uricemia a valores < 1 mg/dL y promueve una eliminación rápida de los cristales. La rasburicasa está aprobada para evitar el síndrome de lisis tumoral y la pegloticasa, que tiene una acción más prolongada, se desarrolló para el tratamiento de la gota. Las reacciones de infusión suelen guardar relación con la aparición de anticuerpos, que son también la causa de pérdida de eficacia. Tratamiento de la inflamación articular La inflamación articular de la gota responde a tratamiento con los fármacos que suprimen la inflamación: AINE y glucocorticoides; los fármacos biológicos anakinra y canakinumab también han demostrado gran eficacia. El tratamiento con colquicina tiene importancia histórica y ocupa un lugar secundario. Antiinflamatorios no esteroideos Los AINE en dosis adecuadas hacen remitir la inflamación articular en la gota, con una eficacia similar para todos ellos. La dosis inicial (indometacina, 100-150 mg/día; naproxeno, 1.500 mg/día; diclofe- naco, 200 mg/día) se administra durante las primeras 24-48 h y pos- teriormente se sigue con una dosis menor hasta la resolución completa de la artritis, que debe ocurrir en pocos días. Los inhibidores de la COX-2 tienen una eficacia similar. Glucocorticoides En aquellas circunstancias en las que el uso de AINE suponga ries- go por sus efectos indeseables —coexistencia con enfermedad gra- ve como hemorragia digestiva o con algún grado de insuficiencia renal, insuficiencia cardíaca o HTA, sobre todo en personas de edad avanzada—, los glucocorticoides suponen una alternativa útil y segura para terminar rápidamente con el episodio inflamatorio. Pueden uti- lizarse diferentes preparaciones orales o parenterales (30 mg diarios de prednisona durante 2 días disminuyendo hasta suspender en no más de 1 semana puede ser una alternativa; para evitar recurrencias inmediatas, es oportuno acompañarlos de 0,5-1 mg de colquicina diarios desde el inicio, que debe mantenerse al menos unos 10 días). Cuando se tiene certeza diagnóstica y no existe un proceso séptico concomitante, una alternativa útil y bien tolerada consiste en la inyección de una pequeña dosis única de suspensión cristalina de glucocorticoides (8-20 mg de acetónido de triamcinolona o su equivalente en otro glucocorticoide). Con ello, los ataques suelen ceder rápidamente. Fuera del contexto de la resolución de un ataque de inflamación articular, los glucocorticoides no deben utilizarse nunca en el tratamiento de la gota (v. una excepción en Prevención de los ataques de gota [profilaxis]). Colquicina El tratamiento con colquicina tiene gran tradición, ya que la respuesta a este fármaco se consideraba antaño como una prueba diagnóstica de gota. Históricamente las dosis recomendadas han sido excesivas resultando en efectos secundarios gastrointestinales graves; en personas de edad avanzada o con insuficiencia renal una dosis excesiva puede ocasionar toxicidad medular aguda. Un reciente estudio clínico con- trolado muestra que dosis de 1,5 a 2 mg el primer día tienen una eficacia similar a la de dosis superiores, pero con mejor tolerancia. La existencia de alternativas terapéuticas bien toleradas y más eficaces, así como de procedimientos diagnósticos más fiables, ha relegado este tratamiento a un lugar secundario. Anakinra y canakinumab Ambos inhiben la IL-1 por diferentes mecanismos. De dos a tres dosis diarias de anakinra suelen ser suficientes para tratar un ataque de gota, siendo prudente asociarlas desde el principio a 0,5-1 mg diarios de colquicina para evitar recaídas. Un tratamiento tan corto tiene un pre- cio razonable y es eficaz y conveniente cuando los fármacos habituales Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 996 SECCIÓN VII Reumatología y enfermedades sistémicas presentan inconvenientes. La acción del canakinumab tiene una mayor duración y, además de resolver adecuadamente el ataque, previene las recaídas durante un cierto tiempo. Su mayor limitación es su precio. Prevención de los ataques de gota (profilaxis) Durante las fases intercríticas, la presencia de cristales de urato mantiene en la cavidad articular una ligera inflamación subclínica y asintomática sobre la que se superponen los ataques. El tratamiento preventivo de ataques debe ser siempre acompañado de tratamien- to hipouricemiante eficaz, para evitar que los cristales se sigan depositando en ausencia de síntomas; además, tras alcanzar uricemias normales los ataques se hacen menos frecuentes. La administración de 0,5-1 mg/ día de colquicina (o 0,5 mg a días alternos en los que no la toleran diariamente) disminuye esa ligera inflamación, haciéndola más estable y los ataques de gota ceden o se hacen infrecuentes. La colquicina no influye en la concentración de ácido úrico ni en la precipitación de cristales de urato monosódico en las articulaciones o la formación de tofos, pero permite mantener a los pacientes libres de síntomas mientras se instauran tratamientos destinados a reducir la uricemia y disolver los cristales ya depositados. Cuando no se tolera, o resulta insuficiente a dosis toleradas, puede obtenerse idéntico efecto con dosis peque- ñas diarias de AINE (como indometacina, 25 mg/día, o naproxeno, 250-500 mg/día). La duración de la profilaxis no está bien definida, pero debe ser al menos de varios meses tras el inicio del tratamiento hipouricemiante. Debe recordarse que mientras queden cristales de urato en la cavidad articular pueden seguir ocurriendo ataques de gota. Una situación especial la constituyen aquellos pacientes en general con gota de larga evolución que al iniciar tratamiento hipouricemiante presentan ataques de gota a pesar de realizar una profilaxis adecuada con colchicina. En ellos añadir un AINE en dosis baja (25-50 mg de indometacina o 250-500 de naproxeno) o de existir contraindicación, 5-10 mg de prednisona diarios durante un tiempo limitado (1-2 meses) permiten iniciar el tratamiento sin ataques. Dieta y modificación del estilo de vida Las dietas con restricción de purinas pueden descender el nivel de ácido úrico sérico entre 0,6 y 1,8 mg/dL (36 y 108 mmol/L) en individuos normales. Sin embargo, se necesita una dieta estricta, pobre en purinas, para conseguir descensos modestos de los valores de uricemia. Es muy razonable recomendar una dieta destinada a reducir el peso a aquellos gotosos obesos que frecuentemente sufren un síndrome metabólico y condiciones asociadas. En estos pacientes la restricción de calorías provoca una mejoría del aclaramiento renal de ácido úrico, con la consiguiente reducción de la uricemia, y también esta dieta resulta muy beneficiosa para otros problemas asociados al síndrome metabólico. Es también aconsejable que los que ingieren cantidades elevadas de bebidas alcohólicas, sobre todo cerveza, reduzcan este hábito; en una reciente publicación se ha apreciado que el vino en cantidades mode- radas no influye sobre la uricemia.Puede ser también recomendable reducir la ingesta de purinas a los que habitualmente las consumen en exceso. Fuera de estas consideraciones, debe tenerse en cuenta que un porcentaje importante de pacientes con gota requerirá tratamiento far- macológico destinado a reducir los valores de uricemia, por lo que, con excepción de quienes tengan hábitos dietéticos excesivos o condiciones asociadas que así lo recomienden, las medidas dietéticas destinadas a reducir los niveles de ácido úrico sérico tienen un papel secundario. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL De Vera MA, Rahman MM, Bhole V, Kopec JA, Choi HK. Independent impact of gout on the risk of acute myocardial infarction among elderly women: a population-based study. Ann Rheum Dis 2010:69:1162-4. Pascual E, Andrés M, Vázquez-Mellado J, Dalbeth N. Severe gout: Strategies and innovations for effective management. Joint Bone Spine 2017;84:541-6. Pascual E, Sivera F, Andrés M. Managing Gout in the Patient with Renal Impairment. Drugs Aging 2018;35:263-73. Perez-Ruiz F, Martínez-Indart L, Carmona L, Herrero-Beites AM, Pijoan JI, Krishnan E. Tophaceous gout and high level of hyperuricaemia are both associated with increased risk of mortality in patients with gout. Ann Rheum Dis 2014;73:177-82. Shi Y, Mucsi AD, Ng G. Monosodium urate crystals in inflammation and immunity. Immunol Rev 2010;233:203-17. ENFERMEDAD POR DEPÓSITO DE CRISTALES DE PIROFOSFATO CÁLCICO Concepto La enfermedad por depósito de cristales de pirofosfato cálcico se caracte- riza por la formación de estos cristales en cartílago articular, fibrocartílago y otras estructuras periarticulares. Tras alcanzar la cavidad articular, se les encuentra regularmente en el líquido sinovial, habitualmente fagocitados. Con menor frecuencia se les encuentra en bolsas serosas y en tendones. Las manifestaciones clínicas son semejantes a las de la gota, aunque ocurren —con alguna excepción— en personas de edad avanzada y consisten en episodios de artritis aguda habitualmente monoarticulares y autolimitados en ausencia de tratamiento; algunos pacientes presentan formas oligo- o poliarticulares que pueden ser más persistentes y migratorias. En una mayoría de los pacientes, el examen radiográfico muestra la presencia de calcificaciones del cartílago hialino o menisco articular (condrocalcinosis) (fig. 121-11). Finalmente pueden aparecer formas de artrosis con dis- tribución inhabitual y algunas veces precoz que puede combinarse con inflamación articular más o menos frecuente. La identificación de cristales de pirofosfato cálcico en líquido sinovial permite un diagnóstico definitivo de la enfermedad. Los términos condrocalcinosis, seudogota y artropatía por pirofosfato se han utilizado como sinónimos de la enfermedad. Epidemiología La enfermedad por depósito de pirofosfato cálcico es una entidad frecuente a partir de los 50 años de edad y supone una de las primeras causas de artropatía especialmente aguda y ocasionalmente crónica en edades avanzadas. La prevalencia de condrocalcinosis en la población general es de 0,9 por 1.000 habitantes y aumenta progresivamente con la edad; habitualmente es asintomática. La prevalencia de condrocalcinosis puede alcanzar hasta un 10% en individuos con edades entre 60 y 75 años y llegar hasta un 30% en los mayores de 80 años. En las mujeres, la prevalencia de condrocalcinosis es algo mayor antes de los 80 años de edad. La presencia de condrocalcinosis radiológica es frecuentemente asintomática y no precisa especial consideración. Las formas familiares o asociadas a enfermedades metabólicas pueden tener un comienzo más precoz. Se estima que las formas asociadas a enfermedades metabólicas representan una minoría; se han descrito formas familiares en diferentes países, representando una forma minoritaria de la enfermedad. Patogenia Los cristales de pirofosfato cálcico se forman en la capa media del cartílago articular (fig. 121-12 A, B) en el interior de estructuras fibro- Figura - Condrocalcinosis de rodilla por depósitos de cristales de pirofosfato en el cartílago y el menisco articular (flechas). Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V II 997 CAPÍTULO 121 Artropatías microcristalinas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. cartilaginosas como el menisco o el ligamento triangular del carpo, así como en tendones y ligamentos (fig. 121-12 C, D). Su capacidad para dañar el cartílago articular todavía no está bien definida: 1) por un lado, algunos pacientes con artritis inflamatoria crónica por cris- tales de pirofosfato presentan cambios artrósicos importantes que en algunas formas familiares constituyen una artropatía que llega a ser muy invalidante a una edad temprana; 2) pero el seguimiento de pacientes con artrosis y condrocalcinosis no ha demostrado una pro- gresión de la artrosis diferente de la de la artrosis primaria sugiriendo que en esa circunstancia no son muy nocivos, y 3) frecuentemente se hallan cristales ocasionales de pirofosfato cálcico en líquido sinovial no inflamatorio de articulaciones con artrosis primaria; también se ha observado condrocalcinosis en rodillas meniscectomizadas en relación con las contralaterales o en articulaciones displásicas. En estos últimos contextos la presencia de cristales de pirofosfato parece consecuencia del proceso reparativo articular. Alguna publicación ha descrito la presencia de estos cristales en otras estructuras, como la válvula mitral o la duramadre, y pueden aparecer tofos de estos cristales, especialmente en la articulación temporomandibular. La formación de cristales de pirofosfato cálcico requiere un aumento del pirofosfato inorgánico (PI). Tanto la producción de PI como el proceso de formación de los cristales de pirofosfato cálcico ocurren en la matriz cartilaginosa extracelular en relación con fibras colágenas y cerca de islotes de condrocitos. Varios enzimas concurren en este proceso: a) ANKH (ankylosing homolog protein), un trans- portador transmembrana que saca al PI de los condrocitos; b) PC-1 (plasma cell glycoprotein-1), un tipo de nucleótido-pirofosfato hidrolasa que sintetiza PI, y c) fosfatasa alcalina que fragmenta e inhibe al PI. La formación de los cristales de pirofosfato cálcico parece deberse a anomalías funcionales de estos enzimas. Por ejemplo, se ha visto un aumento en la formación de pirofosfato por parte de la PC-1 cuando los condrocitos son sometidos a estrés mecánico, lo que puede explicar la presencia de condrocalcinosis en articulaciones de carga y en rodillas meniscectomizadas, o simplemente la presencia ocasional en artrosis. En el caso de la hipofosfatasia hay menor actividad de la fosfatasa alcalina que provoca un aumento de PI y formación de cristales de pirofosfato. Mutaciones de ANKH en el ratón dan lugar a un aumento de producción de PI y formación de cristales de pirofosfato cálcico. La capacidad de producir inflamación de estos cristales se debe a que el sistema inmune nativo los reconoce como una señal de peligro y el contacto con los cristales induce en los monocitos la producción de IL-1b con la inflamación subsiguiente; este mecanismo es similar al que ocurre en la gota. El nod-like receptor inflamosoma es el operativo en las artritis cristalinas. La inflamación está presente durante los episodios agudos, las artritis más persistentes y, al igual que ocurre en la gota, hay inflamación subclínica en articulaciones asintomáticas conteniendo cristales de pirofosfato cálcico. Clasificación Enfermedad esporádica o idiopática Es la forma habitual y suele observarse en individuos de edad avanzada pudiendo asociarse a artrosis. La forma más común es la artritisaguda afectando principalmente a rodillas o muñecas indistinguible de los ataques de gota, con la que se confundió hasta la identificación de los diferentes cristales en el líquido sinovial. Las otras formas clínicas menos comunes (artritis inflamatoria crónica y artrosis asociadas a cristales de pirofosfato cálcico) también se presentan habitualmente de forma esporádica. Figura - A y B. Fotografía y radiografía de una sección obtenida de una rodilla de cadáver que muestra el depósito de los cristales de pirofosfato cálcico en el espesor del cartílago articular del fémur (CF) y la tibia (CT) y en el menisco. C y D. Corte similar que muestra el depósito de cristales de pirofosfato en el ligamento cruzado posterior (LCP), también en el cartílago articular. (Reproducido con autorización de Springer Science + Business Media: Abreu M, Johnson K, Chung CB, De Lima JE Jr, Trudell D, Terkeltaub R, et al. Calcification in calcium pyrophosphate dihydrate (CPPD) crystalline deposits in the knee: anatomic, radiographic, MR imaging, and histologic study in cadavers. Skeletal Radiol 2004;33:392-8.) Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 998 SECCIÓN VII Reumatología y enfermedades sistémicas Enfermedad asociada a enfermedades metabólicas Ocasionalmente, la enfermedad por depósito de pirofosfato cálcico se encuentra asociada a otro proceso del que la artritis puede ser la manifestación inicial llamando la atención sobre él. La condro- calcinosis puede observarse hasta en un 20%-30% de los pacientes con hiperparatiroidismo primario, en un 40% de los pacientes con hemocromatosis (donde la artrosis «atrófica» —sin osteófitos— de las articulaciones metacarpofalangianas suele llamar la atención) y también en pacientes con hipofosfatasia e hipomagnesemia primaria, síndrome de Bartter y síndrome de Gitelman. Todos ellos pueden presentarse con episodios de artritis por cristales de pirofosfato cálcico. Es posible que la asociación entre condrocalcinosis y acromegalia y ocronosis sea debida a la artropatía de naturaleza artrósica que pre- sentan esos pacientes junto con la predilección de estas enfermedades por individuos mayores de 60 años. Como estas asociaciones son infrecuentes y la artritis por pirofosfato común, no existe recomen- dación de investigar rutinariamente su presencia, aunque conviene recordar esta posibilidad. Enfermedad familiar Se han descrito un centenar de familias, distribuidas en diferentes países, especialmente en España y las islas de Chiloé o Nueva Galicia, en Chile (en poblaciones cuyo origen se pudo trazar al País Vasco). En su mayoría, la herencia es de forma autosómica dominante, mientras en otras la herencia es recesiva y también pudiera ser multigénica. En estas familias se han descrito cuatro fenotipos: a) artropatía de inicio precoz durante la segunda o tercera décadas de la vida, con daño articular precoz y que pueden simular una artropatía inflamatoria crónica; b) artropatía oligoarticular que afecta a individuos mayores de 50 años; c) artropatía degenerativa de las articulaciones metacarpofalángicas, codos y hombros, pero sin condrocalcinosis, y d) condrocalcinosis asociada a displasia espondiloepifisaria y artrosis precoz. Cuadro clínico Se ha publicado por parte de EULAR (European League Against Rheu- matism) una terminología por consenso de las formas clínicas de la artritis por pirofosfato que incluye tres formas: 1) artritis aguda por cristales de pirofosfato; 2) artritis inflamatoria crónica por cristales de pirofosfato, y 3) artrosis asociada a cristales de pirofosfato; además, debe mencionarse la frecuente presencia asintomática de condro- calcinosis articular. Esta terminología intenta evitar términos como condrocalcinosis o seudoartritis reumatoide que resultan equívocos. Al contrario de lo que ocurre en la gota, no se dispone de ningún tratamiento capaz de hacer desaparecer los cristales de pirofosfato cálcico y no parece que se sea capaz de evitar la progresión a formas avanzadas cuya presencia (al contrario de lo que ocurre en la gota) no implica necesariamente ni diagnóstico tardío ni tratamiento previo inadecuado o ausente. Condrocalcinosis asintomática El hallazgo de condrocalcinosis en unas radiografías articulares, habi- tualmente de rodillas, pelvis o muñeca, es frecuente en personas de edad avanzada, pero la mayoría de los que la presentan no tienen síntomas asociados a ella ni requieren tratamiento. Artritis aguda Es la presentación más habitual de la enfermedad. Se caracteriza por episodios de artritis de inicio súbito o gradual, frecuentemente —pero no siempre— con intensos signos inflamatorios locales; en ausencia de tratamiento, pueden durar varias semanas y son seguidos de períodos asintomáticos intercríticos, a veces muy prolongados; estos episodios clínicamente suelen ser indistinguibles de los de gota, aunque aquí la podagra es infrecuente. Son frecuentes la artritis aguda de rodilla o muñeca, seguida de la de hombro, tobillo, codo, metacarpofalángicas y, más raramente, pies, pero cualquier articulación puede verse afecta, incluida la cadera, donde junto con la artritis séptica es probablemente la causa más común de artritis aguda. Las articulaciones localizadas superficialmente pueden presentar eritema. En la muñeca se puede asociar a edema de la mano, probablemente por dificultades de drenaje linfático. Nuevos episodios de artritis pueden presentarse en la misma o en otra articulación y, aunque generalmente se distancian entre ellos, en ocasiones son frecuentes e incluso se solapan afectando articulaciones de manera migratoria, constituyendo una presentación que sugiere artritis por cristales (bien artritis por pirofosfato cálcico o gota); cuando los ataques se hacen suficientemente frecuentes esta forma cambia de denominación a la de artropatía inflamatoria crónica por cris- tales de pirofosfato. La columna cervical a nivel atlantoaxoideo puede presentar un síndrome de intenso dolor y rigidez cervical pudiendo simular un síndrome meníngeo; en esta localización el diagnóstico se realiza mediante TC, que permite la visualización de condrocalcinosis rodeando la apófisis estiloides del axis en lo que se ha llamado odon- toides coronada. Los ataques se suelen iniciar de manera espontánea, pero pueden ser desencadenados por una intervención quirúrgica o una enferme- dad aguda y grave, constituyendo junto con los ataques de gota la causa más común de artritis aguda en pacientes hospitalizados. La paratiroidectomía en pacientes con hiperparatiroidismo y artritis por cristales de pirofosfato cálcico asociados suele desencadenar ataques agudos de artritis. Tanto tras el lavado artroscópico de rodilla, tras la inyección intraarticular con ácido hialurónico y en rodillas proté- sicas, se han descrito ataques de artritis por pirofosfato. Finalmente, cuando una articulación afecta de artritis por cristales de pirofosfato se infecta, los cristales se hallan en el líquido sinovial y pueden desviar la atención de la infección; por ello, cuando las características clínicas lo sugieran, los líquidos sinoviales deben ser siempre cultivados. Cuando la inflamación afecta una articulación mayor y es intensa, o si la artritis es poliarticular, pueden aparecer signos generales de enfermedad, fundamentalmente leucocitosis y fiebre, simulando un proceso infeccioso. Artropatía inflamatoria crónica Suele afectar a unas pocas articulaciones con preferencia de muñecas y rodillas. La inflamación puede ser persistente, pero con frecuencia resulta fluctuante o migratoria. Las presentaciones varían ampliamente y en ocasiones la distribución articular puede sugerir clínicamente otra artropatía inflamatoria crónica. La frecuentepresencia en pacientes de edad avanzada de factor reumatoide —aunque usualmente en títulos bajos— puede contribuir a la confusión. Como se verá después, las articulaciones de los pacientes con artritis por pirofosfato pueden presentar artrosis que puede tener una disposición inhabitual para la artrosis primaria. Estos pacientes pueden presentar o referir historia previa de episodios de artritis aguda. Artrosis La artrosis asociada a cristales de pirofosfato cálcico de forma esporádi- ca suele ser similar a la artrosis primaria. Algunos estudios prospectivos no muestran un pronóstico peor en la artrosis asociada a cristales. Las publicaciones sobre este problema son escasas, pero sugieren que la artrosis asociada a cristales de pirofosfato se caracteriza por: 1) dis- tribución articular «atípica» incluyendo articulaciones que no son de carga (como muñeca, hombro o acromioclavicular); 2) distribución atípica en la articulación; 3) osteofitosis marcada; 4) quistes subcon- drales que pueden ser grandes y confluentes, y 5) fragmentación o destrucción ósea. Una artrosis aislada trapecioescafoidea especialmente en ausencia de artrosis metacarpofalangiana sugiere una artropatía por cristales de pirofosfato. Estos pacientes pueden también presentar episodios más o menos prolongados de artritis aguda o crónica donde la identificación de cristales en el líquido sinovial ayuda a establecer el diagnóstico. Otras formas de artritis Los cristales de pirofosfato se han identificado en la columna a nivel de los discos intervertebrales —habiéndose descrito una discitis aséptica—, las articulaciones interapofisarias o el ligamento vertebral anterior o el amarillo. Los síntomas raquídeos son raros y están mal caracterizados. La afectación atlantoaxoidea se describió con la artritis aguda. También se han descrito casos de artropatía rápidamente destructiva en cadera, hombro o rodilla en la que los cristales de pirofosfato suelen ser escasos, pueden coincidir con cristales de apatita y su significación es menos clara (se ha Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N V II 999 CAPÍTULO 121 Artropatías microcristalinas © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. descrito también como hombro de Milwaukee). Se han hallado nódulos periarticulares de cristales de pirofosfato en ausencia de condrocalcinosis articular, especialmente en las articulaciones temporomandibulares o cadera. Los cristales también se encuentran en tendones y entesis. Diagnóstico Las manifestaciones clínicas y los signos radiográficos de condrocalci- nosis o de artropatía por pirofosfato cálcico sugieren el diagnóstico, que se debe confirmar mediante la identificación de cristales de pirofosfato cálcico habitualmente en muestras de líquido sinovial. Identificación de cristales En la artritis aguda el líquido sinovial es inflamatorio con aspecto turbio; en ocasiones puede ser muy celular y, por ello, muy turbio, pudiendo sugerir infección articular. El recuento celular es variable y no apor- ta mayor información, pero sobre todo en articulaciones medianas y pequeñas puede sobrepasar las 50.000/µl, celularidad considerada en rango infeccioso. El examen microscópico en fresco del líquido sino- vial mediante microscopio óptico y polarizado compensado permite identificar los cristales de pirofosfato cálcico y establecer el diagnóstico de certeza. Se caracterizan por su polimorfismo, su forma de bastones, rombos o paralelepípedos y una birrefringencia débilmente positiva (fig. 121-13) y frecuentemente ausente cuando se observan con el micros- copio polarizado. Estas características los diferencian con facilidad de los cristales de urato monosódico causantes de la gota. De ocurrir una artritis séptica en una articulación afecta de artritis por cristales de pirofosfato, estos se hallarán en el líquido sinovial; si la clínica sugiere esta posibilidad, es obligado cultivar el líquido sinovial. No es infrecuente hallar algún cristal de pirofosfato cálcico en el líquido sinovial de articulaciones con artrosis primaria, hallazgo que parece carecer de significación clínica. En los casos de artropatía crónica, aun sin derrame sinovial manifiesto, a menudo se puede obtener una pequeña cantidad de líquido sinovial suficiente para la identificación de cristales de pirofosfato cálcico. Pruebas de imagen Exploraciones radiológicas Las calcificaciones del cartílago (condrocalcinosis), pero también en otras estructuras articulares como los meniscos de la rodilla, son la característica más relevante (v. fig. 121-11); en la rodilla se presentan como áreas radiodensas de aspecto puntiforme o lineales que siguen la distribución anatómica y contorno del cartílago o fibrocartílago articulares, siendo habitualmente bilateral y simétrica. Se aprecian también en el fibrocartílago de la sínfisis del pubis y ligamento triangular del carpo, siendo visible en diferentes articulaciones, incluida la primera metatarsofalangiana si la técnica radiológica es esmerada. En estructuras óseas como el tarso o la columna donde diferentes huesos se superponen, dificultan su identificación. Pueden ocurrir calcificaciones similares debidas a otras sales de calcio. La condrocalcinosis frecuentemente es sutil. Finalmente, en articulaciones con artrosis avanzada asociada a estos cristales, si el cartílago ha desaparecido de la superficie articular, la condrocalcinosis puede haberlo hecho con él y no ser reconocible. En la enfermedad por cristales de pirofosfato pueden encontrarse calci- ficaciones en tendones, ligamentos, cápsula articular y otras estructuras. Raras veces se describen nódulos formados por cristales de pirofosfato que pueden ocurrir en ausencia de condrocalcinosis articular. La condrocalcinosis es frecuente en personas de edad avanzada y su observación en un paciente que no refiere síntomas atribuibles a ella no requiere ningún tipo de medida. El hallazgo de condrocalcinosis en el contexto de un cuadro sugerente de una artritis aguda apoya el diagnóstico de enfermedad por depósito de pirofosfato cálcico, pero su ausencia no lo descarta. Ecografía Los depósitos de cristales de pirofosfato —igual que los de urato— son fácilmente visibles mediante ecografía, técnica que al igual que en la gota ha aportado datos valiosos para entender la enfermedad. Los grupos de cristales se depositan en la profundidad del cartílago articular (fig. 121-14) y también en la membrana sinovial y los ligamentos y las cápsulas articulares. Con probabilidad la ecografía permite la detección de cristales de pirofosfato cálcico con mayor fiabilidad que la radiología convencional. Pruebas de laboratorio La artritis aguda, si ocurre en una articulación grande y es intensa, se acompaña de leucocitosis y aumento de los reactantes de fase aguda como la VSG y la PCR. La práctica de una anamnesis con historia familiar y una exploración completas, junto con determinaciones séricas de calcio, fosfato, fosfatasa alcalina, magnesio, perfil férrico y hormona paratiroidea, es útil en la investigación de las diferentes enfermedades metabólicas o endocrinas asociadas a la artropatía por pirofosfato. Diagnóstico diferencial La artritis aguda precisa ser diferenciada esencialmente de la gota y de las artritis sépticas. Dado que el diagnóstico definitivo de las dos artritis cristalinas (y entre ellas) depende de la identificación de cris- tales en líquido sinovial —cristales que con excepciones esporádicas están ausentes en las artritis sépticas—, esta dificultad sólo existe cuando no se realiza un análisis de líquido sinovial en busca de cris- tales. La artropatía crónica por pirofosfato cálcico puede simular gran número
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