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2226 SECCIÓN XVII Enfermedades infecciosas Los hongos patógenos primarios son los que, a diferencia de los oportu- nistas, tienen capacidad de causar una infección sin que el hospedador tenga factores predisponentes. En sentido estricto, las infecciones por dermatofitos o la esporotricosis pueden considerarse causadas por hon- gos patógenos primarios, ya que pueden afectar a población sana. Sin embargo, los expertos utilizan el término hongos patógenos prima- rios para definir las infecciones sistémicas causadas por Histoplasma, Coccidioides, Blastomyces y Paracoccidioides. Todas ellas están causadas por hongos dimórficos y poseen unas características epidemiológicas, microbiológicas y clínicas parecidas. Tienen una distribución geográfica concreta, por lo que también se conocen como micosis endémicas, pues se circunscriben a ciertas zonas de clima tropical o subtropical y a áreas geográficas con determinadas condiciones de temperatura y humedad. Todas sin excepción muestran el llamado dimorfismo térmico, lo que implica que adoptan la forma de levadura o esférula cuando infectan tejidos o se cultivan a 37 °C en medios con sangre, y la de un hongo filamentoso cuando se encuen- tran en la naturaleza o se cultivan a 25-30 °C. Asimismo, pueden causar infecciones en personas sanas, generalmente tras la inhalación de conidias al realizar actividades en la naturaleza. Los cuadros clínicos varían desde casos asintomáticos o infecciones respiratorias leves a cuadros diseminados que ponen en peligro la vida del paciente. Además, estos hongos también pueden infectar a personas inmu- nodeprimidas, particularmente enfermos con HIV y receptores de trasplante de órgano sólido. En estos casos, la enfermedad fúngica suele presentar una evolución más agresiva, con infecciones invasoras graves. HISTOPLASMOSIS Etiología La histoplasmosis es la infección causada por Histoplasma spp. que se adquiere tras la inhalación de conidias del hongo y que afecta al tejido pulmonar y el sistema mononuclear fagocítico. Estas especies viven en zonas templadas o tropicales de América y de África, principalmente, aunque tienen una distribución cosmopolita. Existen tres variedades, Histoplasma capsulatum var. capsulatum, responsable del mayor número de casos de micosis primarias, y que se conoce también como Ajellomyces capsulatus; H. capsulatum var. duboisii, que es endémico en África, y var. farciminosum, que no afecta a los seres humanos, pero que causa infecciones en équidos. Los histoplasmas son hongos dimórficos que se encuentran en for- ma de hongo filamentoso en suelos terrosos, húmedos y ricos en dese- chos orgánicos, como deyecciones de aves y murciélagos. Las cuevas, las riberas de los ríos y el suelo de zonas ricas en vegetación son su hábitat natural. En los humanos, la histoplasmosis está causada por las varie- dades capsulatum y duboisii. La primera causa la histoplasmosis clásica o americana, y la segunda, la histoplasmosis africana. Ambas variedades son indistinguibles cuando se encuentran en el medio ambiente en fase micelial, pero, cuando invaden los tejidos, la variedad capsulatum es una levadura ovalada, de 2-5 µm de diámetro, que suele observarse en el interior de macrófagos o de células gigantes. La variedad duboisii origina levaduras de 12-15 µm, que pueden observarse en cadenas de varios elementos, dentro de células gigantes. Epidemiología La histoplasmosis clásica es endémica en EE. UU., América Cen- tral, zonas de Sudamérica, de África, de Australia y del este de Asia. Los estudios de prevalencia realizados con la intradermorreacción de histoplasmina indican que, en zonas endémicas, hasta un 40% de la población puede haber tenido contacto con el hongo. En algunas zonas de EE. UU., este porcentaje puede alcanzar el 80%-90%. La infección afecta por igual a ambos sexos y a todas las etnias. También puede infectar o colonizar diversas especies animales, como aves, quirópteros, cánidos, felinos, equinos, ovinos, bovinos y roedores, que en zonas de alta prevalencia tienen un papel relevante para el control de la cadena de infección. Además de los casos esporádicos de infección res- piratoria, se han descrito brotes epidémicos asociados a la inhalación de conidias. En Europa se han detectado brotes en turistas o viajeros que estuvieron en zonas endémicas. En enfermos inmunodeprimidos produce una infección del sistema mononuclear fagocítico, parecida a la tuberculosis. La histoplasmosis es una de las infecciones oportunistas más habituales en enfermos portadores del HIV de zonas endémicas. Hay estudios que indican que el 70% de estos enfermos pueden estar infectados por Histoplasma en algunas zonas de África. También se ha detectado un aumento de prevalencia en pacientes trasplantados de órgano sólido (TOS) y en personas tratadas con inmunodepresores. Datos publicados recientemente indican que la histoplasmosis podría afectar en zonas endémicas hasta el 1% de los pacientes con TOS. La histoplasmosis se detecta cada vez con más frecuencia entre la población emigrante que reside en Europa y que procede de zonas endémicas. En España se han descrito centenares de casos en los últi- mos años en viajeros y emigrantes, lo que indica que esta infección debe ser incluida en el diagnóstico diferencial en enfermos con antecedentes epidemiológicos compatibles. La forma africana se concentra en la zona ecuatorial y central de África, y se presenta mayoritariamente en la población con sida. Patogenia y anatomía patológica La infección se inicia tras la inhalación de microconidias de la forma filamentosa del hongo. Al llegar al tejido pulmonar, estas son fagocitadas por los macrófagos y se convierten en la forma levaduriforme. Tras ello, la infección puede diseminarse a los ganglios mediastínicos e hiliares, donde se puede acantonar. En los casos de infección diseminada, la levadura acaba por alcanzar el torrente sanguíneo desde el sistema linfático. La respuesta defensiva se inicia por los polimorfonucleares y en unas 3 semanas se produce un granuloma con células gigantes, que a veces Histoplasmosis. Blastomicosis, coccidioidomicosis y otras micosis profundas causadas por hongos patógenos primarios Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N X V II © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. 2227CAPÍTULO 273 Histoplasmosis. Blastomicosis, coccidioidomicosis y otras micosis incluye necrosis central y fibrosis. También a las 3 semanas suele ser positiva la intradermorreacción con histoplasmina. En enfermos con sida u otra inmunodepresión celular no se producen los granulomas epitelioides, lo que favorece la diseminación de la infección. Cuadro clínico La histoplasmosis cursa como una infección leve o asintomática en el 90% de la población normal. En el 10% restante puede ser una enfermedad pulmonar grave, a veces mortal, especialmente en ancianos, alcohólicos y fumadores. En personas con inmunodepresión celular (sida, diabetes mellitus, TOS, terapias inmunodepresoras), la his- toplasmosis se presenta como una infección diseminada grave, llamada histoplasmosis diseminada progresiva. En el paciente sin inmunodepresión, la infección aguda leve cursa como un cuadro catarral. La infección grave se acompaña de fiebre, astenia, anorexia, pérdida de peso, cefalea, tos, mialgias, afectación articular y, a veces, derrame pleural, derrame pericárdico y eritema nudoso. En un pequeño porcentaje de casos se produce una insufi- ciencia respiratoria grave, que puede causar la muerte (fig. 273-1). No obstante, la mayoría de las infecciones graves suelen remitir tras 4 semanas. En ocasiones, quedan como secuela nódulos fibrososque se calcifican con el tiempo y pueden llegar a producir bronquiolitis. En algunos enfermos, como consecuencia de una respuesta inmunitaria excesiva, se pueden producir complicaciones fibrosantes, como medias- tinitis granulomatosa y pericarditis. En pacientes con enfermedades pulmonares crónicas se observa formación de cavidades, fibrosis e histoplasmomas, masas pulmonares que pueden parecer neoplasias. También se han descrito otras entidades clínicas, como la histoplas- mosis subaguda y la crónica. En estas, la infección tiene un curso pro- gresivo y poco sintomático, caracterizado por febrícula, pancitopenia, pérdida de peso, hepatoesplenomegalia y úlceras orales. La enfermedad puede evolucionar y afectar al tubo digestivo, el sistema nervioso central (SNC), el globo ocular y las glándulas suprarrenales. En pacientes inmunodeprimidos, la histoplasmosis puede reactivar- se en personas con infección crónica o latente cuando se desarrolla el déficit inmunológico. También puede producirse por reinfección. En cualquier caso, como ya se ha indicado, es una infección diseminada progresiva muy grave, sobre todo en enfermos con sida, que cursa de forma similar a la tuberculosis o la leishmaniasis diseminadas. Se caracteriza por fiebre, tos, disnea, infiltrados pulmonares, adenopatías, lesiones cutáneas y hepatoesplenomegalia. Hay casos de afección neu- rológica, digestiva y laríngea. La mortalidad sin tratamiento es muy elevada. En TOS, la infección suele aparecer en el primer o segundo año tras el trasplante y es similar a lo descrito en las líneas precedentes. La histoplasmosis africana cursa de forma diferente. Aparecen lesiones osteolíticas en las costillas, las vértebras y los huesos largos, así como nódulos subcutáneos y úlceras cutáneas. No suele existir afección pulmonar. Diagnóstico En España y otros países no endémicos, la histoplasmosis debe sospe- charse en viajeros que hayan estado en zonas endémicas, realizando acti- vidades en la naturaleza, exploraciones de cuevas o turismo deportivo, y que presenten una infección respiratoria. También debe sospecharse en la población emigrante procedente de esas áreas. En estos últimos suelen aparecer las manifestaciones crónicas de la enfermedad, o una infección diseminada en el caso de emigrantes inmunodeprimidos. El diagnóstico clínico no es específico y se debe hacer diagnós- tico diferencial con otras infecciones respiratorias, tuberculosis, leish- maniasis y enfermedades neoplásicas o reumáticas. Las radiografías y otras pruebas de imagen tampoco son específicas, y se han descrito todo tipo de imágenes radiológicas. Por tanto, la sospecha clínica debe confirmarse por medio del diagnóstico microbiológico. El examen microscópico se basa en la observación de los organismos levaduriformes en las muestras analiza- das. El examen en fresco no tiene utilidad, y deben realizarse tinciones especiales como las de Giemsa y Wright o los colorantes con plata. Las estructuras observadas no son específicas y pueden confundirse con otras levaduras e incluso parásitos, como Leishmania o Toxoplasma. Según las recomendaciones internacionales, el diagnóstico de certeza debe realizarse mediante el aislamiento del hongo en cultivo de una muestra de la zona afectada o por aislamiento de Histoplasma en hemocultivos, lo que tiene una rentabilidad diagnóstica limitada. Pueden necesitarse varias muestras de un mismo enfermo para conse- guir detectar el hongo. En casos de infección respiratoria, las muestras de secreciones tienen una rentabilidad variable. En las infecciones diseminadas, los hemocultivos por la técnica de lisis-centrifugación y los aspirados de médula ósea son muy útiles para detectar la infección. El dimorfismo del Histoplasma ayuda a su identificación. En medios de cultivo habituales para hongos, incubados a 30 °C, crece como un hongo filamentoso. En agar sangre a 37 °C puede crecer como una levadura. Demostrar esta conversión suele ayudar a identificar la especie. Una vez que se ha producido el crecimiento del hongo, puede identificarse mediante examen microscópico de las colonias, con obser- vación de microconidias y las macroconidias características de pared rugosa (fig. 273-2). La identificación definitiva de las colonias se realiza mediante técnicas de detección de exoantígenos o por identificación molecular extrayendo DNA de las colonias en cultivo. Debe insistirse en que la muestra clínica no es peligrosa, pero sí los cultivos (grupo 3 de bioseguridad) en los que puede crecer la forma filamentosa. La detección de anticuerpos puede ayudar al diagnóstico en algunos casos. Los anticuerpos aparecen entre la segunda y la sexta semanas de infección y, por tanto, no suelen servir para detectar la infección aguda, aunque pueden ayudar a diagnosticar las complicaciones crónicas de esta infección, así como cuadros agudos con complicaciones tardías, como meningitis. La intradermorreacción y varias técnicas serológi- cas, como la inmunodifusión y la fijación de complemento, son las técnicas Radiografías de tórax de un enfermo con histoplasmosis pulmonar grave. Se observan lesiones nodulares difusas en ambos campos pulmonares. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 2228 SECCIÓN XVII Enfermedades infecciosas más difundidas. En enfermos HIV positivos con histoplasmosis sólo son detectables en el 50% de los casos. En zonas endémicas, estas técnicas no son diagnósticas, ya que la población puede tener anticuer- pos por contactos previos con el microorganismo. Por el contrario, el estudio serológico puede ser diagnóstico en un viajero con un cuadro clínico sugestivo. En las infecciones diseminadas en enfermos inmunodeprimidos, el análisis serológico no suele tener utilidad. Por eso, se han desarrollado técnicas alternativas, como la detección de antígenos, y técnicas de detección molecular basadas en la reacción en cadena de la polimerasa (PCR). La detección de antígenos se ha convertido en una técnica alternativa al cultivo de gran utilidad diagnóstica. La sensibilidad es elevada en la orina y el suero de enfermos con histoplasmosis disemi- nada y en el lavado broncoalveolar de casos con infección respiratoria, con porcentajes de sensibilidad superiores al 90%. En cuanto a las técnicas de diagnóstico molecular, se utilizan méto- dos basados en la PCR cuantitativa que son muy útiles en pacientes HIV positivos o con TOS que desarrollan una infección diseminada. Son métodos muy específicos y con una sensibilidad excepcional en las muestras respiratorias y en las biopsias (> 95%), aunque algo inferiores en la sangre y el suero. La detección de antígenos o de DNA del microorganismo en un paciente con un cuadro sugestivo debe considerarse un diagnóstico de probabilidad, aunque cada vez se utiliza con más frecuencia en los laboratorios clínicos, incluso combinando varios de estos test diagnós- ticos, lo que aumenta la sensibilidad. El diagnóstico de probabilidad conlleva el inicio de tratamiento antifúngico. Tratamiento El tratamiento de la histoplasmosis depende de la gravedad del cuadro. En enfermos inmunocompetentes con cuadros respiratorios leves o moderados se recomienda vigilancia y no tratar con antifúngicos. En cuadros que no mejoran, algunos médicos recomiendan tratar con itraconazol, voriconazol o posaconazol oral durante varias semanas (tabla 273-1). En cuadros graves, con afección pulmonar difusa, se recomienda 3-5 mg/kg de peso y día de anfotericina B liposómica durante 1-2 semanas y luego pasar a azoles p.o. durante 3 meses. La utilización de glucocorticoides puede ayudar en casos de insuficiencia respiratoria grave. En la histoplasmosis diseminada, incluidas las formas con afectación del SNC,se recomienda el mismo régimen terapéutico que en la his- toplasmosis respiratoria grave, pero el tratamiento con azoles debe prolongarse hasta los 6-12 meses. El tratamiento de la histoplasmosis crónica, cuadro que aparece en ancianos de zonas endémicas con enfermedad obstructiva crónica, debe realizarse con azoles orales en las dosis indicadas durante 12 meses; en caso contrario, puede causar afecciones difusas del parénquima pulmonar. Las complicaciones de la infección, como la mediastinitis o la pericarditis, deben tratarse de forma individualizada. Pueden emplearse antifúngicos, glucocorticoterapia y técnicas quirúrgicas, aunque los resultados no suelen ser satisfactorios. Para el seguimiento de la respuesta al tratamiento, en las histoplas- mosis pulmonares graves y en las diseminadas se pueden realizar determinaciones seriadas de antígenos hasta detectar descensos signi- ficativos. También se recomienda realizar concentraciones plasmáticas de itraconazol si se producen recaídas o falta de respuesta. En zonas endémicas se puede realizar profilaxis con itraconazol en los receptores de trasplante pulmonar, aunque no hay datos suficientes que avalen esta recomendación. Otros triazoles, voriconazol y posaconazol, se utilizan con fre- cuencia y eficacia, aunque el itraconazol continúa siendo la primera elección para tratar casos leves o moderados. El isavuconazol también TABLA 273-1 Forma clínica Tratamiento Histoplasmosis diseminada progresiva grave Anfotericina B liposomal (3-5 mg/kg de peso al día) 1-2 semanas, seguida de itraconazol*, 400 mg/día, 12 meses Histoplasmosis diseminada leve Itraconazol*, 400 mg/día, 12 meses Infección del sistema nervioso central Anfotericina B liposomal (3-5 mg/kg de peso al día) 1-2 semanas, seguida de itraconazol*, 400-600 mg/día, 12 meses Histoplasmosis aguda pulmonar grave Anfotericina B liposomal (3-5 mg/kg de peso al día) 1-2 semanas, seguida de itraconazol*, 400 mg/día, 12 semanas. Se puede añadir metilprednisolona, 0,5-1,0 mg/kg de peso al día, 1-2 semanas Histoplasmosis pulmonar aguda leve Valorar los síntomas; si estos duran > 4 semanas, se aconseja administrar itraconazol*, 200-400 mg/día, 12 semanas Histoplasmosis crónica pulmonar cavitada Itraconazol*, 200-400 mg/día, 12 meses Pericarditis Antiinflamatorios. Si se necesita tratar con glucocorticoides, se debe añadir también itraconazol, 200-400 mg/día Fibrosis mediastínica Tratamiento sintomático; los antifúngicos no están indicados Manifestaciones reumáticas Tratamiento sintomático; los antifúngicos no están indicados Broncolitiasis Tratamiento sintomático; los antifúngicos no están indicados Nódulo pulmonar Tratamiento sintomático; los antifúngicos no están indicados *También se puede administrar voriconazol o posaconazol en las dosis habituales, en vez de itraconazol, aunque existen menos datos publicados. Filamentos (1) y macroconidias de pared rugosa (2) de Histoplasma capsulatum. Imagen en fresco con azul de lactofenol de un cultivo de 14 días. Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N X V II © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. 2229CAPÍTULO 273 Histoplasmosis. Blastomicosis, coccidioidomicosis y otras micosis ha demostrado una buena actividad in vitro y se ha empleado con éxito en algunos casos. BLASTOMICOSIS Etiología El microorganismo causal de la blastomicosis es Blastomyces dermatitidis (Ajellomyces dermatitidis). Es un hongo dimórfico que en la naturaleza, a 25-30 °C, está en forma de hongo filamentoso, y que en el huésped, a 35-37 °C, aparece en forma levaduriforme. La forma micelial es un hongo hialino con hifas ramificadas de 2-3 µm de diámetro y con microconidias terminales o laterales ovaladas de 2-10 µm de diámetro. La levadura es esférica, de pared gruesa y lisa, y con un diámetro de 8-15 µm. Epidemiología y patogenia La blastomicosis es endémica en América del Norte, donde también se conoce con el nombre de enfermedad de Gilchrist o de Chicago. Existe una zona particularmente endémica, que es el área de los Grandes Lagos entre EE. UU. y Canadá. No se conoce el nicho de esta especie, pero parece vivir en zonas húmedas con abundantes precipitaciones. Podría tener un hábitat edáfico o acuático. También se ha aislado en heces de animales, en plantas y en minerales. Infecta al ser humano y a los animales; es especialmente patógeno para los perros. No existe un test cutáneo que pueda utilizarse para conocer su prevalencia, pero estudios norteamericanos aseguran que puede situarse entre 0,5 y 7 casos por cada 100.000 habitantes. Asimismo, se han descrito brotes asociados a actividades en la naturaleza. La infección se produce por inhalación de las conidias de la fase micelial. También hay casos de contagios por traumatismos y por mordeduras de perro. Los macrófagos y los neutrófilos fagocitan las conidias y controlan la infección. En ocasiones, algunas conidias puede transformarse en la fase levaduriforme y se inicia la enfermedad. Cuadro clínico La infección causa síntomas en pocos casos, la mayoría de los cuales cursan con un cuadro de infección respiratoria leve. Los afectados sue- len ser personas que realizan actividades en la naturaleza, donde entran en contacto con las conidias del hongo. Las infecciones sintomáticas aparecen con mayor frecuencia en personas con sida, sarcoidosis, tras- plantados o en tratamiento con inmunodepresores. En los casos sintomáticos graves, la blastomicosis aguda imita a una neumonía bacteriana tanto clínica como radiológicamente. También puede cronificarse y parecerse a la tuberculosis o a una neoplasia pul- monar. En un número limitado de pacientes se producen infecciones diseminadas, que pueden afectar a cualquier órgano; son frecuentes las lesiones cutáneas de tipo ulcerativo o verrugoso, con tendencia a la despigmentación. También es común observar lesiones óseas, genitou- rinarias y del SNC, aunque pueden aparecer en cualquier otro órgano. Diagnóstico El diagnóstico se basa en la sospecha tras el antecedente epidemiológi- co. Como en el caso de la histoplasmosis, el examen directo, el cultivo y la comprobación del dimorfismo permiten la identificación del hongo. Los procedimientos microbiológicos deben realizarse en instalaciones para patógenos del grupo 3 de bioseguridad. El crecimiento en cultivo puede confirmarse mediante detección de exoantígenos o métodos moleculares. No existen técnicas serológicas que ayuden al diagnóstico, ya que la detección de anticuerpos tiene una sensibilidad baja, alrededor de un 10%, y reacciones cruzadas con muchas especies fúngicas. En personas inmunocompetentes, la seroconversión se produce unas 3 semanas tras el contacto. Por ello, se han desarrollado técnicas de detec- ción antigénica en la orina, en la sangre y en muestras respiratorias, cuya sensibilidad supera el 80%, por lo que la detección de antígenos en enfermos con cuadros sugestivos se considera un criterio de blas- tomicosis probable. También se han desarrollado técnicas diagnósticas basadas en la amplificación de ácidos nucleicos, con una sensibilidad similar a la de detección de antígenos. Tratamiento Debe tratarse a todos los pacientes con blastomicosis con infección aguda grave, con infección crónica, con infección diseminada y a todos los enfermos inmunodeprimidos independientemente del cuadro clínico. El tratamiento puede realizarse con anfotericina B o itraconazol. El fluconazol, el voriconazol y el posaconazol también han demostrado su eficacia en algunos casos de esta infección. La anfotericina B liposómica en dosis de 5 mg/kg de peso al día se administra durante 2 semanas o hasta la mejoríaclínica en casos muy graves y en enfermos inmuno- deprimidos, que además tienen que recibir tratamiento supresor con itraconazol (400 mg/día) hasta recuperar su estado inmunitario, general- mente unos 12 meses. En enfermos con sida en los que no se produce la reconstitución inmunológica, el tratamiento supresor debe administrarse indefinidamente. En casos de afectación meníngea se recomienda hacer el tratamiento supresor con fluconazol (400-800 mg/día). Las infecciones moderadas a graves se tratan con itraconazol en dosis de 400 mg/día durante 6-12 meses. En caso de afectación focal, particularmente la ósea, el tratamiento debe prolongarse durante 12 meses. COCCIDIOIDOMICOSIS Etiología La coccidioidomicosis es una micosis primaria endémica causada por hongos dimórficos del género Coccidioides. Hasta hace 5 años se creía que Coccidioides immitis era la única especie patógena, pero estudios moleculares concluyeron que esta especie era demasiado heterogénea y se dividió en C. immitis, que hace referencia sólo a las cepas califor- nianas, y Coccidioides posadasii, que debe utilizarse para las cepas de otro origen geográfico. La forma micelial de estos hongos es hialina, ramificada y se divide por artroconidias de 4-6 µm de largo por 2-3 µm de ancho. La fase parasitaria es una esférula de 40-80 µm de diámetro, de pared gruesa y llena de endoconidias. Epidemiología Es una micosis endémica del hemisferio oeste, y también se conoce con el nombre de granuloma coccidioideo, fiebre del valle o de San Joa- quín, reumatismo del desierto, enfermedad de Posada y enfermedad de California. Existe una zona con una altísima prevalencia, el valle de San Joaquín en California, pero también es endémica en otras zonas secas o áridas de todo el continente americano, done suele alcanzar una prevalencia de 3,6 casos por cada 100.000 habitantes. El hongo vive enterrado o semienterrado en zonas con precipitaciones muy escasas y poca vegetación, así como en suelos alcalinos con alto contenido de sales. Parece ser que esta especie tiene un ciclo vital que termina a finales del verano, que es cuando libera sus esporas y causa un mayor número de infecciones. Es uno de los microorganismos más infecciosos que se conocen, sus artroconidias pueden flotar en el aire más de 100 km. Se adquiere por inhalación accidental y puede afectar a los seres humanos y a una gran variedad de especies animales. Se han descrito brotes asociados a actividades arqueológicas, obras, excavaciones y turismo deportivo. Existe una prueba cutánea, la coccidioidina, por la que se sabe que en algunas zonas endémicas más del 90% de la población ha tenido contacto con el hongo. Patogenia La infección se produce por inhalación de artroconidias, que son fagocitadas por los macrófagos alveolares. Si no se controla la infección, se desarrollan las esferas con endoconidias, que causan una respuesta inflamatoria. Las esférulas se rompen, se reinicia el ciclo, se atraen más macrófagos y se produce un granuloma epitelioide. La infección puede progresar, invadir los ganglios linfáticos regionales y causar una enfermedad diseminada. Cuadro clínico Dos terceras partes de los enfermos no tienen síntomas o un cuadro muy leve. Alrededor de un 30% de las personas contagiadas suelen Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 2230 SECCIÓN XVII Enfermedades infecciosas sufrir una neumonía focal con eosinofilia. En la mitad de estos casos se produce una erupción denominada eritema tóxico, de aspecto papuloso o purpúreo. En otros pacientes se observa eritema multiforme o eritema nudoso. En un 10% de las neumonías puede producirse derrame pleural y, raramente, pericarditis. En pacientes diabéticos, con enfermedades pulmonares crónicas o en ancianos, la coccidioidomicosis puede tener un curso más crónico y semejar una tuberculosis. También se pueden producir secuelas de la infección aguda, como calcificaciones, fibrosis, bronquiectasias, adenopatías, cavidades y otras alteraciones torácicas, que producen complicaciones meses o años después de la infección primaria. En un porcentaje pequeño (0,5%-1%), la infección puede ser dise- minada. A veces se produce como resultado de la inhalación masiva de esporas, que suele originar una infección pulmonar con patrón miliar, que posteriormente se disemina. Con mayor frecuencia, la infección diseminada aparece como una complicación de la infección pulmonar clásica o por reactivación de focos latentes. La diseminación es más frecuente en personas con algunos factores predisponentes, como malnutrición, embarazo, personas del grupo sanguíneo B e inmunode- primidos, particularmente en personas con sida y trasplantados de órgano sólido. Además de la piel, cualquier otro órgano puede verse afectado. Los huesos, las articulaciones y el SNC se afectan con frecuen- cia. La mortalidad de la infección diseminada puede alcanzar el 70%. Diagnóstico El diagnóstico es muy similar a lo expuesto en las micosis anteriores. La única diferencia es que la observación en exámenes microscópicos de las esférulas llenas de endoconidias puede ser diagnóstica. El cultivo debe realizarse en instalaciones para patógenos del grupo 3 de bioseguridad. La confirmación se realiza tras el crecimiento en cultivo, mediante la detección de exoantígenos o por técnicas moleculares. También existen pruebas serológicas que, a diferencia de lo que ocurre con las dos micosis anteriores, son muy útiles en casos agu- dos, ya que la seroconversión se produce en la primera semana tras la infección. La coccidioidina y la esferulina se emplean en estudios de seroprevalencia. Varias técnicas, como la inmunodifusión, el ELISA y la fijación del complemento, detectan anticuerpos la primera o la segunda semanas de infección, y también ayudan a realizar el seguimiento de la respuesta al tratamiento. En enfermos inmunodeprimidos, el diagnós- tico serológico tiene poca sensibilidad, y se han desarrollado técnicas de detección antigénica y de detección de ácidos nucleicos, en muestras sanguíneas, orina y secreciones respiratorias. Su sensibilidad es elevada (80%), y en algunos laboratorios ya se emplean de forma rutinaria como técnicas de diagnóstico clínico. Tratamiento El tratamiento debe realizarse en las infecciones respiratorias graves, en enfermos con inmunodepresión y en los casos diseminados. En el resto puede vigilarse y empezar la terapia si aumenta el título de IgG o se detecta eosinofilia. La anfotericina B liposómica en dosis de 5 mg/kg de peso al día se reserva para los enfermos con mal estado general hasta que se detecte mejoría, seguida de fluconazol (400 mg/día) o itraconazol (400 mg/día) durante 1 año. En cuadros más leves se puede emplear fluconazol, itraconazol, voriconazol o posaconazol en las dosis habituales durante 3-6 meses. Hay pocos datos sobre la utilidad del isavuconazol, aunque es muy activo in vitro. En TOS se prefiere fluconazol al resto de triazoles. En enfermos inmunodeprimidos con sida, se puede necesitar tratamiento supresor indefinido. Deben vigilarse las reactivaciones y, a veces, se precisa la intervención quirúrgica en las secuelas pulmonares. En áreas con gran prevalencia se suelen realizar campañas de pre- vención para detectar a los animales infectados, principalmente bóvidos y cánidos, y tomar medidas de control. PARACOCCIDIOIDOMICOSIS Etiología La paracoccidioidomicosis es la infección causada por el hongo Paracoc- cidioides brasiliensis. Este es un hongo dimórfico, con una fase micelial infecciosa a temperatura ambiente y una fase levaduriforme a 35 °C. La fase filamentosa es un hongo hialino de hifas finas (3-5 µm). La forma parasitaria es una célula esférica u ovalada (5-40 µm), con pared dobley protuberancias, que le dan aspecto de timón de barco. Epidemiología Paracoccidioides brasiliensis es endémico en Brasil, Argentina, Colom- bia, Ecuador, Venezuela y zonas de América Central. La infección tiene varios nombres: blastomicosis sudamericana, blastomicosis brasileña, enfermedad de Lutz-Splendore-Almeida, granuloma paracoccidioideo y blastomicosis granulomatosa tropical. El contacto con el hongo produce diferentes cuadros clínicos, como las infecciones aguda, subaguda o crónica, y secuelas de la enfermedad. Las formas agudas suelen afectar a niños o jóvenes, y la crónica, a adultos. No se conoce el hábitat natural del hongo, pero se cree que es geofílico, en áreas húmedas y ricas en vegetación y residuos orgánicos, y parece tener alguna relación con algunos animales, como el armadillo. La infección se produce tanto en personas como en animales por inha- lación accidental. Las zonas endémicas tienen una incidencia anual de 1-3 casos por cada 100.000 habitantes. Las actividades en la naturaleza aumentan el riesgo, y actualmente parece que se ha extendido por la deforestación de la Amazonia y afecta, principalmente, a trabajadores rurales. También se han descrito brotes de la infección. Existe un test cutáneo, la paracoccidioidina, por el que se sabe su seroprevalencia. Más del 90% de los agricultores de zonas endémicas pueden estar infectados por este hongo. En España se han diagnosticado algunos casos en los últimos años en emigrantes procedentes de zonas endémicas. Generalmente son adultos con formas crónicas de la infección. Patogenia La patogenia de la infección es similar a la descrita en las otras micosis primarias. Se adquiere por inhalación y las conidias son fagocitadas, tras lo cual pueden observarse diversas formas clínicas. Cuadro clínico En el 10% de los casos se produce una forma juvenil, de presentación aguda o subaguda, caracterizada por fiebre y adenopatías en las áreas cervical, axilar e inguinal, y en cadenas profundas. Puede acompa- ñarse de astenia, pérdida de peso, hepatoesplenomegalia, síntomas respiratorios y lesiones granulomatosas en diversos órganos. También pueden aparecer síntomas por compresión linfática, infiltración de la médula ósea y lesiones de la mucosa intestinal que se acompañan de diarrea grave. Esta forma se da en niños y jóvenes, y afecta a mujeres y varones por igual. La forma crónica se da en el 90% de los casos y se produce por la reactivación de un foco latente. Se observa en varones de 40-60 años y es 14 veces más frecuente en los varones que en las mujeres, debido a que las formas infecciosas son inhibidas por los estrógenos. Se caracteriza por un síndrome constitucional, tos, disnea progresiva y lesiones en la mucosa oral y la laringe. Pueden aparecer infiltrados intersticiales bilaterales en los pulmones, así como nódulos, cavidades y fibrosis que originan diferentes secuelas. Las glándulas suprarrenales se afectan con frecuencia y, en la actualidad, la paracoccidioidomicosis es la primera causa de insuficiencia suprarrenal en varias zonas de Sudamérica. El SNC se afecta en algunos enfermos. En pacientes con sida, con otras enfermedades que producen inmunodepresión celular y en algunos enfermos trasplantados, la reactivación de un foco latente puede producir una infección disemi- nada, parecida a la forma aguda, pero con más síntomas sistémicos y grave afección pulmonar. Diagnóstico El diagnóstico se realiza por visión directa de las levaduras en un caso sugestivo. Si se observan los timones, el diagnóstico se considera probado. No obstante, debería confirmarse mediante el cultivo a dos temperaturas y la detección de exoantígenos o mediante métodos moleculares. Los cultivos deben realizarse en instalaciones de nivel 3 de bioseguridad. En Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org S E C C IÓ N X V II CAPÍTULO 274 Aspergilosis © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. 2231 muchas ocasiones, el examen directo y el cultivo son de poca utilidad, por lo que se han desarrollado técnicas alternativas. Existen pruebas de detección de anticuerpos que muestran una gran sensibilidad en enfermos inmunocompetentes, sobre todo si se combinan dos de estas técnicas. Se han desarrollado métodos basados en inmunodifusión, contrainmunoelectroforesis, fijación del complemento, inmunofluores- cencia indirecta y ELISA. Los títulos son más elevados en los pacientes que tienen la forma grave de la enfermedad, y pueden detectarse durante 2 años tras tratar la infección. También se han desarrollado técnicas de detección antigénica en muestras sanguíneas para enfermos inmunode- primidos y para realizar el seguimiento de la infección, que demues- tran una gran sensibilidad diagnóstica. Asimismo, se obtiene buena fiabilidad en el LCR y las muestras respiratorias. Las técnicas basadas en la detección de ácidos nucleicos tienen también utilidad clínica, principalmente en enfermos inmunodeprimidos. Tratamiento La enfermedad puede controlarse más fácilmente si se mejora el estado general del enfermo, aunque las lesiones crónicas son difíciles de tratar, incluso con intervención quirúrgica. En casos graves se utiliza la anfo- tericina B liposómica durante unas semanas, hasta observar mejoría clínica. Se recomienda, además, realizar un tratamiento de refuerzo con itraconazol (100-400 mg/día) o con voriconazol durante 6-18 meses. En casos menos graves se recomiendan sólo triazoles en las dosis indicadas durante meses. En algunas zonas de Brasil se emplea trimeto- prim-sulfametoxazol 800-1.200 mg/día, con buenos resultados en casos no muy graves. Otros triazoles como el posaconazol y el isavuconazol, son muy activos, pero no existe experiencia clínica suficiente. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Ayats J, Martín-Mazuelos E, Pemán J, Quindós G, Sánchez F, García- Rodríguez J, et al. Grupo de Estudio de Micología Médica de la SEIMC (GEMICOMED) 2011. Recomendaciones sobre el diagnóstico de la enfermedad fúngica invasora de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC). Enferm Infecc Microbiol Clin 2010;29(39). e1-15e. Gago S, Esteban C, Valero C, Zaragoza O, Puig de la Bellacasa J, Buitrago MJ. A multiplex real-time PCR assay for identification of Pneumocystis jirovecii, Histoplasma capsulatum, and Cryptococcus neoformans/Cryptococcus gattii in samples from AIDS patients with opportunistic pneumonia. J Clin Microbiol 2014;52:1168-76. Limper AH, Knox KS, Sarosi GA, Ampel NM, Bennett JE, Catanzaro A, American Thoracic Society Fungal Working Group. et al. An official Ame- rican Thoracic Society statement: Treatment of fungal infections in adult pulmonary and critical care patients. Am J Respir Crit Care Med 2011; 183:96-128. 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La especie más frecuente es A. fumigatus (70%-85%), seguida por A. flavus, A. terreus, A. niger, A. nidulans,A. ustus, etc. La taxonomía de Aspergillus ha sufrido un cambio radical con la introducción de las técnicas de biología molecu- lar. En la actualidad, el género Aspergillus se divide en ocho subgéneros, que contienen species-complex (Aspergillus fumigatus complex, Aspergillus flavus complex, etc.), que, a su vez, contienen las diferentes especies (A. fumigatus, A. lentulus, etc.). Los laboratorios asistenciales pueden llegar con facilidad al nivel de species-complex, pero para la identi- ficación de las especies se precisan procedimientos moleculares. La identificación de las especies menos frecuentes, también llamadas crípticas, puede ser necesaria en determinadas circunstancias, dado que algunas de ellas se asocian a resistencia a azoles (A. lentulus, Neosartorya udagawae, N. pseudofischeri, A. fumigatiaffinis, etc.) o a anfotericina (A. calidoustus, A. terreus, A. alabamensis, A. flavus, A. nidulans, etc.). En la actualidad se detecta una mayor presencia de algunas de estas cepas resistentes, como A. terreus, que causa infecciones de brecha en pacientes previamente tratados, tiene mayor frecuencia de disemi- nación y afección del sistema nervioso central (SNC) y una elevada mortalidad (el 58% frente al 37% para A. fumigatus). EPIDEMIOLOGÍA Y PATOGENIA Aspergillus es un hongo muy ubicuo que se puede aislar de la tierra, el agua y el polvo. Se caracteriza por producir pequeñas conidias que pueden ser inhaladas con facilidad y se alojan en los alvéolos o los senos paranasales, las localizaciones primarias más frecuentes de la enferme- dad. La infección puede adquirirse también tras la inoculación directa en procedimientos quirúrgicos o durante la implantación de material protésico. Se han descrito casos relacionados con la colonización de vendajes y esparadrapos, con la presencia de conidias viables en el agua de las duchas y grifos, con los alimentos o ciertos condimentos como la pimienta, y también tras fumar marihuana. Se detectan también brotes nosocomiales en relación con los trabajos de mantenimiento o de obras en los hospitales. No se conoce con exactitud la incidencia de la aspergilosis invasora, ya que muchos casos nunca llegan a demostrarse. Estudios recientes sugieren que la incidencia está estabilizada o incluso ha descendido entre los pacientes inmunodeprimidos clásicos (neutropenia, leucemia, trasplante alogénico, linfoma, trasplante de órgano sólido, tumor sólido, sida), debido en parte al empleo de pautas de profilaxis en pacientes de alto riesgo (1,5-2,5 episodios por cada 1.000 pacientes-día entre pacientes con neoplasias hematológicas). Por el contrario, en los últimos años se ha descrito un aumento de casos en pacientes críticos, con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), con insufi- ciencia hepática grave y/o tratados con altas dosis de glucocorticoides, etc. Recientemente se ha descrito también una incidencia significativa de casos de aspergilosis invasiva en pacientes que precisan ingreso en la UVI por gripe, tanto A como B (aspergilosis pulmonar y traqueal), y en pacientes con neoplasias linfocitarias en tratamiento con ibrutinib (aspergilosis del SNC). En todas estas poblaciones, la administración de corticoides en dosis elevadas y durante más de 7 días representa un factor de riesgo esencial, que siempre debe considerarse. Como hemos comentado, la aspergilosis puede aparecer en forma de brotes nosocomiales en relación con la contaminación aérea a partir de obras o reformas en el hospital, o cerca del mismo, o por la col- matación o mal mantenimiento de los filtros de aire de partículas de alta eficacia (filtros HEPA) en zonas con aire protegido. Se considera Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org Push Button0:
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