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2284 SECCIÓN XVII Enfermedades infecciosas control ha demostrado ser suficientemente eficaz para ser recomendada aisladamente sin restricciones. La eliminación de los perros infectados o enfermos tiene poca aceptación en la comunidad, y el tratamiento de los perros tampoco demuestra suficiente eficacia. Si los reservorios son peridomésticos (los jerbos son los reservorios de L. major), cabe la posibilidad de su eliminación mediante la destrucción de las madrigue- ras y el uso de rodenticidas, pero, si los reservorios son selváticos (LC por los parásitos del subgénero Viannia), no hay medidas de control operacionalmente viables. Los vectores domésticos y peridomésticos pueden controlarse mediante fumigación con insecticidas residuales de las casas o el uso de mosquiteras impregnadas con insecticidas. Si la transmisión ocurre en el exterior, en la selva, el control de la población de flebotominos es inviable, y la única recomendación posible es la de reducir la exposición a la picadura por medio del uso de repelentes. El uso de ropas protecto- ras es a menudo inviable en las regiones tropicales. En el caso de ciclos donde el perro es el reservorio, se pueden usar collares impregnados con insecticidas o insecticidas tópicos a base de piretroides, aunque ambas estrategias tienen un efecto residual limitado de 3-6 meses, lo que dificulta su uso en programas de control a gran escala. En Brasil, los collares impregnados con insecticidas se evaluaron recientemente en un gran ensayo multicéntrico que concluyó por su efectividad para reducir la prevalencia de la leishmaniasis canina. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Akuffo H, Costa C, van Griensven J, Burza S, Moreno J, Herrero M. New insights into leishmaniasis in the immunosuppressed. PLoS Negl Trop Dis 2018;12(5):e0006375. Burza S, Croft SL, Boelaert M. Leishmaniasis. Lancet 2018;392(10151):951-70. Monge-Maillo B, López-Vélez R. Miltefosine for visceral and cutaneous leish- maniasis: drug characteristics and evidence-based treatment recommen- dations. Clin Infect Dis 2015;60(9):1398-404. Monge-Maillo B, Norman FF, Cruz I, Alvar J, López-Vélez R. Visceral leish- maniasis and HIV coinfection in the Mediterranean Region. PLoS Negl Trop Dis 2014;8(8):e3021. Pan American Health Organization. Leishmaniasis en las Américas: recomenda- ciones para el tratamiento [Leishmaniasis in the Americas: recommendations for treatment]. Washington (DC): Pan American Health Organization; 2013. Disponible en: http://iris.paho.org/xmlui/handle/123456789/7704 (Acceso el 19 de marzo de 2020.) Tripanosomiasis TRIPANOSOMIASIS HUMANA AFRICANA ENFERMEDAD DEL SUEÑO Concepto La tripanosomiasis africana o enfermedad del sueño es una parasitosis sistémica que produce fundamentalmente daño neurológico, causa- da por protozoos de la familia Tripanosomatidae. Las especies que producen daño en el humano pertenecen al complejo Trypanosoma brucei, endémico en el África subsahariana. Su distribución geográfica está ligada a la presencia del vector, un díptero del género Glossina, la mosca tsé-tsé. Etiología Existen dos especies de T. brucei que afectan al ser humano: 1. T. brucei gambiense (T. b. gambiense): el más común, endémico de África del Oeste. 2. T. brucei rhodesiense (T. b. rhodesiense): menos frecuente, presente en África del Este. Ambos son morfológicamente idénticos, pero existen técnicas de diagnóstico molecular que permiten su diferen- ciación. Epidemiología El principal mecanismo de transmisión es a través de la picadura de moscas infectadas del género Glossina. Una vez infectadas, las mos- cas pueden transmitir el parásito cada vez que pican. La transmisión también es posible por vías transplacentaria y transfusional. T. b. gambiense se transmite sobre todo en las orillas de ríos y lagos de África del Oeste y Central, que es donde habitan moscas del género Glossina (G. palpalis, G. tachinoides y G. fuscipes). El hombre es el principal reservorio del parásito, pero cerdos, ovejas y perros pueden también actuar como reservorio. El 95% de los casos de tripanosomiasis declarados están producidos por T. b. gambiense. Los habitantes de áreas rurales son los más expuestos al contacto con el vector transmisor. T. b. rhodesiense se transmite en las zonas de sabana de África del Este, hábitat favorito de los vectores implicados en su transmisión (G. morsitans, G. pallidipes y G. swynnertoni), aunque G. fuscipes es transmisora de T. b. rhodesiense en Uganda. Se trata de una zoonosis que accidentalmente infecta al ser humano. Los antílopes y el ganado constituyen el principal reservorio. Los pastores, cazadores, personal de conservación de parques nacionales y turistas son los principales grupos de riesgo. Debido a la falta de un programa de vigilancia eficaz, la tripano- somiasis africana tuvo una reemergencia a finales del siglo XX, cuando se estimaban 300.000 casos anuales de esta enfermedad. El refuerzo del programa de vigilancia ha supuesto la reducción significativa del número de nuevos casos, que fue de 2.804 en el año 2015. La tripanosomiasis es una enfermedad importada poco frecuente, aunque durante la primera década de este siglo se han diagnostica- do 94 casos en países no endémicos, la mayoría de ellos de la forma T. b. rhodesiense. Se estima que 65 millones de personas viven en áreas de riesgo de adquisición de esta enfermedad. Anatomía patológica Los tripanosomas sobreviven en el hospedador gracias a un mecanismo de variación antigénica de su cubierta de superficie, compuesta por distintas glucoproteínas. De ello se derivan parasitemias recurrentes, que provocan cambios patológicos progresivos. En la fase aguda de la enfermedad existe una gran reactividad del tejido linfoide. Existe una hipergammaglobulinemia policlonal con elevación de la IgM. Tras este período comienza una fase de inmu- nodepresión que favorece la aparición de infecciones, principalmente pulmonares y septicemia. Después de provocar una respuesta inflamatoria local, los pará- sitos se diseminan por la sangre y el sistema linfático. El paso de la fase aguda de la enfermedad a la crónica puede tardar de meses a años en la infección por T. b. gambiense y sólo unas semanas en la infección por T. b. rhodesiense. Los tripanosomas pueden observarse en la sangre, en los aspirados de los ganglios linfáticos afectados y en el líquido cefalorraquídeo (LCR). Miocarditis y pericarditis son frecuentes, el bazo y el hígado están aumentados de tamaño y son congestivos. La lesión clásica del sistema nervioso central (SNC) en los períodos crónicos es una endarteritis de pequeños vasos con proliferación endotelial y oclusión vascular que provoca cambios degenerativos progresivos. Hay engrosamiento de las meninges, con infiltrados linfocíticos y de células plasmáticas. El infiltrado adquiere una disposición perivascular y en la meningoencefalitis se asocia a proliferación neuroglial. Existen trombosis focales y Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org CAPÍTULO 284 Tripanosomiasis © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. 2285 extravasación sanguínea que provocan edema periférico (facies lunar) y central (derrame pericárdico, pleural o peritoneal). Es caracterís- tica la presencia de células de Mott (células plasmáticas moruliformes modificadas y con inclusiones eosinófilas). Las vísceras más afectadas son el corazón (pancarditis), riñón (glo- merulonefritis) y las glándulas endocrinas, especialmente las gonadales (alteraciones menstruales, abortos). Cuadro clínico En general, la enfermedad gambiense tiene una duración que oscila desde unos meses a alrededor de 3-5 años, mientras que la rodesiense persiste desde unas pocas semanashasta varios meses. Se diferencian dos etapas clínicas, la de diseminación hemolinfática y la de invasión del SNC, que son más evidentes en el caso de la forma gambiense. En el lugar de la picadura puede aparecer un chancro de inocula- ción, que se inicia con la aparición de una zona eritematosa indurada que remite progresivamente con descamación, con lo que posterior- mente queda hiperpigmentada. El proceso puede durar hasta 3 semanas y es más frecuente entre los afectados de raza blanca y en la forma rodesiense. El período de diseminación hemolinfática, inicialmente cursa con fiebre prácticamente diaria, que parece autolimitarse, pero que más tarde adopta un patrón irregular e intermitente con remisiones asintomáticas. Suele acompañarse de síntomas inespecíficos (cefalea, astenia, malestar general, artralgias) y en personas de etnia blanca se puede apreciar un eritema anular no pruriginoso en tronco, cuello y extremidades superiores. En la mayoría de los pacientes existe una adenitis generalizada (adenopatías no adheridas, no dolorosas, no supurativas), que en el caso de la enfermedad producida por T. b. gambiense es más evidente en la región supraclavicular y en la región cervical (signo de Winterbottom). La invasión del SNC, se produce de manera insidiosa en la forma gambiense y abruptamente en la rodesiense, que además progresa más rápidamente. En este estadio coexisten y se agudizan algunos de los signos y síntomas del estadio anterior con cefaleas más intensas, pru- rito generalizado, mayor astenia y pérdida de peso, pero básicamente este estadio se caracteriza por la aparición de trastornos neurológicos y de la conducta. Son característicos los signos extrapiramidales (rigidez, hipertonía, temblores), ataxia, parestesia, epilepsia, letargia, confusión mental, delirio, psicosis, alteraciones del lenguaje, de comportamiento y del ritmo circadiano del sueño, con períodos de sueño y vigilia que suceden en cualquier momento del día o de la noche. Los pares craneales no suelen afectarse. En la T. b. rhodesiense se han encontrado cambios electrocardiográficos en un tercio de los afectados y se han descrito casos de insuficiencia cardíaca y derrame pleural. Por último, el deterioro mental se exacerba y el paciente entra en coma. Diagnóstico Los métodos de diagnóstico de la infección por T. brucei pueden ser parasitológicos, serológicos o moleculares. El diagnóstico definitivo se basa en la detección del parásito. En las etapas tempranas de la enfermedad, su detección en la sangre es relativamente fácil en la forma T. b. rhodesiense y en estadios agudos de la enfermedad; mientras que el aspirado ganglionar es el método de elección en la forma T. b. gambiense, que suele tener parasitemias periféricas más bajas. Existen diversos métodos de concentración de la sangre, como la centrifugación en tubo capilar o la técnica de la centrifugación con miniintercambio aniónico (m-AECT, del inglés mini anion exchange centrifugation technique), que ofrecen una mayor sensibilidad. Para realizar un diagnóstico precoz de la infección por T. brucei, se recomienda realizar una punción lumbar y examinar el LCR. Su presencia en el LCR se utiliza como criterio para considerar al paciente en la etapa de afección del SNC. La técnica de doble centrifugación aumenta las posibilidades de encontrar tripanosomas. Si no se encuen- tran, un recuento leucocitario superior a 5/µL, así como la presencia de células de Mott, una fracción IgM elevada o la elevación de las proteínas por encima de 250 mg/L en el LCR, son sugestivos de tripanosomiasis. Existen técnicas que detectan la presencia de anticuerpos antitripa- nosoma utilizadas como pruebas de cribado para estudios epidemioló- gicos. Las técnicas más utilizadas son la inmunofluorescencia indirecta (IFI) y la aglutinación en tarjeta (CATT, del inglés card agglutination trypanosomiasis test), esta última sólo válida para T. b. gambiense. Otras pruebas diagnósticas ya desarrolladas, como la aglutinación con látex (LATEX) o la PCR, necesitan evaluarse antes de poderse aplicar en el terreno de forma rutinaria. La amplificación isotérmica mediada por asas (LAMP) se usa en algunos países para aumentar el índice de sospecha. Las técnicas basadas en reacción en cadena de la polimerasa (PCR) están disponibles para el diagnóstico de la infección en labora- torios de referencia especializados. Tratamiento Las dos formas de la enfermedad son mortales sin tratamiento. Antes de iniciarse el tratamiento se debe determinar el estadio en que se encuentra la enfermedad para decidir el tratamiento adecuado, así como tratar las infecciones intercurrentes o estados de malnutrición grave que suelen acompañar los estados avanzados de la enfermedad. Si el paciente se encuentra en el primer estadio de la enfermedad (sin afección del SNC), la forma T. b. rhodesiense se trata con suramina. Se prepara una dosis de prueba de 4-5 mg/kg de peso y se utiliza en los primeros 30 min por vía intravenosa lenta. En 1:2.000 casos se producen reacciones anafilácticas con shock y colapso. Si el enfermo padeciera una oncocercosis, el riesgo de reacciones es mucho mayor y estas son de mayor gravedad. A continuación se sigue con cinco dosis de 20 mg/kg (máximo 1 g/dosis) de peso en los días 1, 3, 7, 14, 21 o en una pauta alternativa: 3, 10, 17, 24 y 31. Hay que evaluar la función renal antes y durante su administración, ya que es un tóxico renal y la aparición de una proteinuria elevada o una hematuria obligan a la suspensión del tratamiento. Para la forma T. b. gambiense en primer estadio se utiliza la penta- midina. La dosis diaria es de 4 mg/kg de peso y día del producto base por dosis durante 7 días, i.m. o i.v. Como efectos colaterales puede pre- sentar principalmente hipotensión, náuseas y vómitos, hipoglucemia, trastornos del sentido del gusto y absceso frío en el lugar de inyección. Otros efectos indeseables observados en menor proporción son fiebre, pancreatitis aguda, arritmias cardíacas, leucopenia, trombocitopenia y shock anafiláctico. El melarsoprol se utiliza cuando existe afección del SNC (segundo estadio). Es curativo en el primer estadio, y se usa en esta indicación sobre todo en la forma rodesiense. Se administra por vía i.v. lenta en dosis de 2,2 mg/kg cada 24 h durante 10 días. Se han señalado reacciones tipo Jarisch-Herxheimer y, sobre todo, una encefalopatía reactiva en el 1% a 5% de los pacientes tratados, con resultado fatal en el 80% de los casos. Se han observado resistencias a este fármaco en algunos focos del África Central. Para la T. b. gambiense con afectación del SNC (segundo estadio) se utiliza una combinación de eflornitina (200 mg/kg cada 12 h durante 7 días) por vía i.v. y de nifurtimox (15 mg/kg cada 8 h durante 10 días) p.o. Recientemente, la Agencia Europea de Medicamentos ha autorizado el uso del fexinidazol para el tratamiento de la T. b. gambiense en los dos estadios de la enfermedad. Se aconseja un seguimiento de los pacientes cada 6 meses durante 2 años después del tratamiento para detectar recidivas. Se evalúa la presencia/ausencia de parásitos en sangre, en los ganglios linfáticos y en el LCR, así como el recuento de glóbulos blancos en el LCR. TRIPANOSOMIASIS AMERICANA O ENFERMEDAD DE CHAGAS Concepto La enfermedad de Chagas o tripanosomiasis americana es una zoonosis causada por el protozoo Trypanosoma cruzi. Originaria del continente americano, su distribución geográfica está estrechamente ligada a la presencia del insecto vector que la transmite, los triatominos, que pueden ser encontrados desde el paralelo 45° de latitud sur hasta el S E C C IÓ N X V II Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org 2286SECCIÓN XVII Enfermedades infecciosas paralelo 40° de latitud norte; sin embargo, las importantes migraciones humanas hacia otros continentes hacen que actualmente se considere que la enfermedad está globalizada. Afecta a unos 6-8 millones de personas y es la responsable de unas 10.000 muertes anuales. Cons- tituye uno de los problemas de salud pública más importantes del continente americano. Etiología El parásito causal es el T. cruzi, un protozoo flagelado del que se han descrito seis linajes genéticos o discrete typing units (DTU: TcI-TcVI). T. cruzi circula por el torrente sanguíneo en forma de tripomastigote y penetra en los macrófagos y otras células diana, donde adquiere la forma de amastigote. Las formas amastigotes se multiplican, se diferencian en tripomastigotes, que rompen las células hospedadoras, y se diseminan por los tejidos adyacentes o a través de la circulación sanguínea hasta encontrar nuevas células hospedadoras. Epidemiología Históricamente, la vía vectorial es la forma más importante de trans- misión. Los triatominos (chinches redúvidos) se alimentan de sangre humana y, al hacerlo, depositan sus heces en el entorno de la picadura. Los parásitos allí depositados pueden penetrar ya sea por el sitio de la picadura o por pequeñas escoriaciones de la piel. Las personas, al rascarse, favorecen la introducción del parásito a través de la herida provocada por la picadura. Otras veces el parásito penetra por conjun- tivas y mucosas. Las personas afectadas pueden transmitir el parásito a través de donación de sangre, trasplante de órganos y también de forma vertical (madre-hijo). Los seres humanos pueden infectarse también por vía oral, a través del consumo de alimentos contaminados por las heces de vectores infectados. En el ciclo silvestre del parásito, la transmisión se produce entre los vectores silvestres y diversos animales mamíferos silvestres que actúan como reservorio de T. cruzi (armadillos, roedores, zarigüeyas, monos, entre otros). En el ciclo doméstico de la infección, las condiciones de pobreza y la vivienda humana precaria facilitan la domiciliación de los vectores, y los animales domésticos, como los perros y los gatos, actúan a su vez como reservorio del parásito y desempeñan un papel importante en la transmisión de los triatominos. El proceso de urbanización y migración iniciado en el siglo pasado ha cambiado la epidemiología de la enfermedad. Debido a la naturaleza crónica de la infección y a los flujos migratorios, la enfermedad de Chagas también es diagnosticada en Europa, EE. UU., Australia y Japón. En estos nuevos escenarios se considera al Chagas como una enfermedad emergente. En España, la inmigración latinoamericana es actualmente la más importante y diversos estudios epidemiológicos han mostrado que un porcentaje de estas personas padecen la infección por T. cruzi. Se calcula que en España viven alrededor de 80.000 personas con infección por el T. cruzi. Debido a las potenciales vías de trans- misión no vectorial del parásito (transfusión, trasplante de órganos y congénita), la enfermedad de Chagas constituye un problema de salud pública también en los países no endémicos. Anatomía patológica En la fase aguda de la infección se genera un proceso inflamatorio importante y una lisis celular producto de la multiplicación del pará- sito, que persiste pero disminuye en intensidad durante la cronificación de la dolencia. Inicialmente, la miocarditis es la afección más cons- tante, junto con la afección endotelial y de la musculatura esquelética. En el aparato digestivo existen infiltrados linfocitarios con lesiones degenerativas neuronales en el plexo de Auerbach. En el SNC se han descrito infiltrados mononucleares y hemorragias perivasculares. En la fase crónica, caracterizada por un proceso inflamatorio y lisis celular de baja intensidad, con el tiempo se produce una cardiopatía fibrosante y segmentaria, con gran potencial arritmogénico y frecuentes fenómenos tromboembólicos. En el aparato digestivo, las lesiones se producen en la capa muscular y en los plexos nerviosos, para producir una alteración funcional progresiva y la formación de megavísceras como el megacolon o el megaesófago. Cuadro clínico La fase aguda de la enfermedad, cuando es sintomática, consiste en un cuadro febril inespecífico que se inicia después de un período de incubación de 4-10 días. La fiebre puede ir acompañada de adeno- patías, hepatoesplenomegalia y de signos cutáneos como el chagoma de inoculación o el signo de Romaña (edema bipalpebral unilateral). El 10%-20% de los casos sintomáticos presentan una miocarditis de evolución grave. Pero en la mayoría de las personas esta fase se autolimita y se entra en la fase crónica de la infección, inicialmente asintomática o indeterminada. Posteriormente, el 25%-30% de los pacientes desarrollan altera- ciones cardíacas (forma crónica cardíaca) y el 10%-15%, alteracio- nes digestivas (forma crónica digestiva), y se ha descrito que menos del 5% de los pacientes presentan formas neurológicas debido a los émbolos de origen cardíaco y/o por reactivación de la infección en personas inmunodeprimidas. El resto permanece en un estadio llamado indeterminado o crónico asintomático, sin ningún tipo de manifes- taciones clínicas. En la forma cardíaca predominan los trastornos del ritmo y de la conducción eléctrica (palpitaciones, síncope, muerte súbita), la miocardiopatía dilatada (síntomas de insuficiencia cardíaca: disnea de esfuerzo, dolor en hipocondrio derecho, disnea paroxística nocturna) con tendencia a la formación de aneurismas ventriculares, y los fenómenos tromboembólicos (tromboembolia pulmonar, ictus isquémico/hemorrágico) secundarios a trombos generados en estas zonas aneurismáticas. En la forma crónica digestiva, los síntomas predominantes son la disfagia y el estreñimiento; en fases avanzadas en pacientes no controlados pueden presentarse complicaciones como fecalomas o vólvulos. Diagnóstico En la fase aguda, el diagnóstico se basa en la detección del parásito en sangre. El examen en fresco, el micrométodo, la gota gruesa y la técnica de concentración de Strout son algunas de las técnicas más utilizadas. En la fase crónica de la infección, tanto sintomática como asintomática, el nivel de la parasitemia es muy bajo e inconstante, por lo que el diagnóstico se basa en la detección de anticuerpos específi- cos contra T. cruzi. De las muchas técnicas que se utilizan para ello, las que actualmente tienen mayores sensibilidad y especificidad son las técnicas de ELISA, ya sea con antígenos recombinantes o antígenos totales. Para el cribado en bancos de sangre o maternidades es suficiente el uso de una sola técnica. Según recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para el diagnóstico de infección por T. cruzi se requiere el resultado positivo de dos pruebas que utilicen dis- tintos antígenos del parásito. En caso de discordancia en los resultados de las dos pruebas realizadas se requiere una tercera para efectuar el diagnóstico. La detección de DNA del parásito a través de la PCR es un método útil para el diagnóstico precoz de reactivaciones en pacientes inmunodeprimidos y en recién nacidos en los que se sospecha una transmisión congénita de la infección. Tratamiento Actualmente existen dos fármacos útiles para el tratamiento específico de la infección por T. cruzi: el benznidazol y el nifurtimox. El trata- miento es obligado en todos los casos agudos, en los de transmisión congénita y en los casos indeterminados en personas jóvenes (< 15 años). También se recomienda el tratamiento de toda persona adulta con la infección crónica, en la cual no se hubieran producido daños cardiológicos graves, en especial a mujeres en edad fértil, ya que se ha visto que el tratamiento previene la transmisión del T. cruzi a los recién nacidos en posteriores embarazos. El tratamiento está contraindicado durante el embarazo y no se recomiendaen pacientes con complica- ciones cardíacas o digestivas muy avanzadas. Para los adultos, la dosis de benznidazol es de 5 mg/kg de peso y día durante 60 días dividida en dos tomas diarias, y la de nifurtimox, de 8-10 mg/kg de peso y día durante 60 días en tres tomas diarias. En los casos agudos sintomá- ticos, el tratamiento es urgente. En los casos crónicos con afectación cardíaca o digestiva, hay que tratar, además, las complicaciones con la medicación o medidas adecuadas (marcapasos, intervención quirúrgica, Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org CAPÍTULO 285 Toxoplasmosis © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. 2287 trasplante). Cefalea, fatiga, trastornos gastrointestinales, artralgias, parestesias y erupciones cutáneas son efectos secundarios frecuentes de estos fármacos, que en algunos casos obligan a parar el tratamiento. En un ensayo clínico reciente, se ha demostrado que el tratamiento con benznidazol es igualmente eficaz en pautas más cortas y/o con dosis diarias menores. Se están preparando estudios de fase 3 para corroborar estos resultados. Profilaxis En los países endémicos se basa en la lucha contra el vector y la mejora de las condiciones de la vivienda humana. Otras medidas comunes a áreas endémicas y no endémicas son el cribado en los bancos de sangre y de donantes de órganos para trasplantes; y en las gestantes, cribado para detectar la transmisión vertical. Los viajeros a áreas endémicas deben tomar algunas precauciones: no dormir en casas mal construidas y no tomar alimentos o bebidas elaboradas de forma casera no controlada. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Gascón J, Albajar P, Cañas E, Flores M, Gómez i Prat J, Herrera RN, et al. Diagnóstico, manejo y tratamiento de la cardiopatía chagásica crónica en áreas donde la infección por Trypanosoma cruzi no es endémica. Rev Esp Cardiol 2007;60:285-93. Jackson Y, Alirol E, Getaz L, Wolff H, Combescure C, Chappuis F. Tolerance and safety of nifurtimox in patients with chronic Chagas disease. Clin Infect Dis 2010;51:e69-75. Mesu VK, Kalonji WM, Bardonneau C, Mordt OV, Blesson S, Simon F, et al. Oral fexinidazole for late-stage African Trypanosoma brucei gambiense trypanosomiasis: a pivotal multicentre, randomised, non-inferiority trial. Lancet 2018;391(10116):144-54. Sudarshi D, Brown M. Human African Trypanosomiasis in non-endemic coun- tries. Clin Med 2015;15(1):70-3. Torrico F, Gascon J, Ortiz L, Alonso-Vega C, Pinazo MJ, Schijman A, et al. Treatment of adult chronic indeterminate Chagas disease with benznidazole and three E1224 dosing regimens: a proof-of-concept, randomised, placebo- controlled trial. Lancet Infect Dis 2018;18(4):419-30. © 2020. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos Toxoplasmosis M.a A. MORENO CAMACHO, J. E. VIDAL BERMÚDEZ 285 CONCEPTO La toxoplasmosis es, probablemente, la infección protozoaria más frecuente en el ser humano y está causada por Toxoplasma gondii. Su distribución es universal, pues se encuentra en una amplia gama de hospedadores vertebrados, entre ellos el ser humano. En nuestro medio, alrededor del 20% de la población adulta es seropositiva, aunque en la franja de edad más joven es alrededor del 12% en la actualidad. La importancia clínica de T. gondii reside en tres hechos funda- mentales: a) ser causa relativamente frecuente de afección linfática ganglionar; b) provocar infección grave en el paciente inmunode- primido (como oportunista), y c) ser uno de los agentes responsables de infección congénita grave en el recién nacido. ETIOLOGÍA Toxoplasma gondii presenta un ciclo biológico complejo. Es un protozoo diheteroxeno facultativo, donde los gatos y otros felinos actúan como hospedadores definitivos (en ellos tiene lugar el ciclo sexual), mientras que una amplia gama de animales, tales como anfibios, reptiles, aves y mamíferos, entre ellos el ser humano, actúan como hospedadores intermediarios, en los que se desarrolla sólo el ciclo asexual. Los félidos, tras un ciclo sexuado enteroepitelial, eliminan ooquistes por las heces, los cuales pueden ser ingeridos por los hospedadores intermediarios. En ellos tiene lugar una diseminación por vía linfática y/o sanguínea y una rápida invasión tisular; los tejidos más afectados son el miocardio, el músculo esquelético y el sistema nervioso central (SNC). En el ser humano, al igual que en los otros hospedadores intermediarios, sólo se da el ciclo proliferativo extraintestinal, el cual da lugar a la formación de seudoquistes con taquizoítos y posterior formación de quistes titulares con bradizoítos. Los taquizoítos son los responsables de la infección aguda y los bradizoítos, de la infección crónica. Los bradizoítos, forma de replicación lenta, permanecen viables en el interior de quistes tisulares durante toda la vida del hospedador infectado. Los quistes pueden encontrarse en cualquier órgano, pero predominan en el SNC y en el tejido muscular (corazón y músculo esquelético estriado), donde pueden persistir en fase de latencia durante toda la vida y son capaces de reactivarse. Cuando los bradizoítos se reactivan se transforman en taquizoítos, los cuales se replican cada 6 u 8 h, y provocan una recrudescencia de la infección. Esta reactivación focal se observa especialmente en pacientes inmunodeprimidos y en infecciones congénitas no tratadas. EPIDEMIOLOGÍA Transmisión La transmisión oral es la principal vía de infección de la toxoplasmosis, bien sea por consumo de carne cruda o poco cocida llena de quistes o por ingesta de ooquistes eliminados por las heces de los gatos y espo- rulados en el medio externo. En este último caso, las vías habituales de contagio son la contaminación fecal-oral o a través de fómites, agua o alimentos contaminados por ooquistes maduros. Se han descrito impor- tantes brotes de toxoplasmosis humana por contaminación de aguas no debidamente filtradas, sobre todo en regiones de países con peores condiciones socioeconómicas como, por ejemplo, Brasil y la India. Sin embargo, también en EE. UU. se estima que aproximadamente la mitad de los casos de toxoplasmosis son secundarios a una transmisión hídrica (agua, vegetales y otros alimentos, trabajos de jardinería, actividades recreativas acuáticas, etc.). La transmisión congénita puede ocurrir cuando la primoinfección de una mujer coincide con su embarazo, los taquizoítos pueden atravesar la barrera placentaria e infectar al feto. Existe también la posibilidad de adquirir una toxoplasmosis a partir de transfusiones de productos hemáticos (sangre total o leucocitos) provenientes de pacientes en fase de diseminación hematógena o a través de órganos trasplantados que contengan quistes del parásito en receptores seronegativos. También se ha descrito la inoculación accidental en personal de laboratorio. Prevalencia e incidencia En las zonas rurales el gato tiene un papel fundamental en la trans- misión fecal-oral de la toxoplasmosis entre los animales, mientras que los quistes hísticos contenidos en la carne de estos animales, cruda o insuficientemente cocida, son probablemente la principal vía de contagio para el ser humano. Se estima que aproximadamente el 8% de la carne vacuna comercializada, el 20% de la carne porcina y el 25% de la ovina contienen quistes hísticos. La seroprevalencia de la toxoplasmosis ha disminuido gradualmente en nuestro medio, para pasar en los últimos 25 años del 75% al 20%. Probablemente, la práctica relativamente frecuente de congelar la carne ha favorecido esta tendencia descendente ya que, por debajo de 20 °C, la mayoría de los quistes pierden su viabilidad, aunque no hay certeza de que se destruyan en su totalidad. Para conseguirlose precisa la cocción de la carne por encima de 60 °C durante 4 min. S E C C IÓ N X V II Descargado para Anonymous User (n/a) en National Autonomous University of Mexico de ClinicalKey.es por Elsevier en junio 12, 2020. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2020. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. https://booksmedicos.org Push Button0:
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