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Generos literarios clasicos

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LOS GÉNEROS LITERARIOS
Son formas institucionalizadas que
agrupan a las obras por sus
caracteres comunes. Son categorías
que se emplean para sistematizar la
multiplicidad de obras.
Los primeros tratadistas en hacer
clasificaciones fueron Aristóteles y
Horacio.
Tradicionalmente se distinguen tres géneros: 
Es aquel género que
presenta hechos legendarios
o ficticios de forma objetiva,
desarrollados en un espacio
y tiempo determinados. El
autor de este género literario
suele expresarse por medio
de la narración, aunque
también puede incluir la
descripción y el diálogo.
ESPECIES ÉPICAS 
Y 
EJEMPLOS
3. Poema épico
Narra las hazañas de un héroe; quien
generalmente es un conquistador, pues
busca exaltar o engrandecer a un pueblo.
Destacan Jerusalén liberada de Torcuato
Tasso.
E
SP
E
C
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É
P
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A
S
ESPECIE ÉPICAS EN VERSO
➢ Cuento: narración breve que presenta una
sola acción o hecho principal.
ÉPICA EN PROSA
➢ Novela: más complicado de definir en una sola frase, puede
caracterizarse como narración más o menos compleja que
presenta una serie de conductas, relaciones y situaciones
profundas
➢ Fábula: presenta moraleja, o pauta moral.
Está protagonizado por animales
➢ Tradición: relato donde se combina lo
histórico, la leyenda y el cuadro costumbrista.
A veces contiene algo de humor.
Expresa los sentimientos y emociones del autor y para ello,
emplea generalmente el verso y figuras literarias. Este género es
de carácter subjetivo, donde el poeta expresa su mundo interior.
Se dice que el origen de la lírica data
desde la antigua Grecia, ya que su
nombre nace de la Lira, término que
se le daba a un instrumento musical
de la época, generalmente este
instrumento musical se acompañaba
con canticos y versos armoniosos
que complementaban la melodía,
cuando esto acontecía, todos se
unían, podía ser una sola persona
expresando su cantico o podrían
ser varias en coro, manifestando un
solo sentimiento a una sola voz que
hacía repercutir esas emociones en
los terceros oyentes.
➢ODA: Es un poema que tiende a exaltar y
elogiar un tema o asunto .
➢ELEGÍA: Es un poema melancólico producido
por la muerte de un ser querido.
➢ÉGLOGA: Es un poema de carácter bucólico
y tiene como tema la naturaleza.
➢SÁTIRA: Es un poema mordaz o burlesco.
➢MADRIGAL: Composición poética,
generalmente corta, de contenido idílico.E
SP
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C
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LÍ
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A
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GÉNERO: 
ESPECIE: 
LÍRICO
ELEGÍA
GÉNERO: 
ESPECIE: 
LÍRICO
SÁTIRA
GÉNERO: 
ESPECIE: 
LÍRICO
ÉGLOGA
El género dramático es aquel que
representa algún episodio o conflicto de la
vida de los seres humanos por medio del
diálogo de los personajes.
Este género esta destinado a ser
representado públicamente frente a un
auditorio, por lo tanto, este género abarca
a todas manifestaciones teatrales , a todo
lo escrito para el teatro y a todo lo que es
susceptible de representación escénica
ante un público.
Una característica esencial es la acción .
Lo que sucede en la obra no está descrito
ni narrado ni comentado directamente por
el dramaturgo, sino visto por el
espectador .
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EJEMPLOS GÉNERO LITERARIO ESPECIE LITERARIA
1. Divina comedia
2. Edipo rey
3. Odisea
4. A una nariz
5. Salicio y Nemoroso
6. El avaro
7. Ramayana
8. Beowulf
9. El lazarillo de Tormes
10. El Ulises
11. La vida es sueño
ÉPICO
ÉPICO
POEMA ÉPICO
ÉPICO
ÉPICO
DRAMÁTICO
DRAMÁTICO
DRAMÁTICO
ÉPICO
LÍRICO
LÍRICO
ÉPICO
TRAGEDIA
EPOPEYA
CANTAR DE GESTA
EPOPEYA
SÁTIRA
ÉGLOGA
COMEDIA
DRAMA
NOVELA
NOVELA
Las figuras literarias, también
conocidas como figuras retóricas, son
formas no convencionales de emplear
las palabras para dotarlas de
expresividad, vivacidad o belleza, con
el objeto de sorprender, emocionar,
sugerir o persuadir.
Las figuras literarias son típicas del
discurso literario y de sus distintos
géneros (poesía, narrativa, ensayo,
drama), en los cuales el lenguaje es un
fin en sí mismo, y es transformado para
potenciar sus posibilidades expresivas.
CUADRO RESUMEN
➢ Tu piel, ya terciopelo ajado. (Metáfora de tipo A es B) 
Metáfora
La metáfora consiste en un tipo de analogía o asociación entre
elementos que comparten alguna similitud de significado para
sustituir a uno por el otro en una misma estructura. Una metáfora
expone dos cosas en conjunto que permiten la sugerencia a
compararse e interpretarse como un solo concepto. Se encuentra
básicamente en todos los campos del conocimiento, puesto que
responde a convenciones semánticas dadas por una cultura, que
están implícitas en el lenguaje.
Ejemplos:
En el campo de la Literatura, se la ha clasificado como un tropo o
identificación de dos realidades que contienen alguna semejanza
entre ellas.
Por ejemplo, Miguel de Cervantes en el capítulo XIII de la primera
parte de Don Quijote de la Mancha, construye la descripción de
Dulcinea a partir de un conjunto de metáforas:
Que sus cabellos son de oro, su frente de campos elíseos, sus
cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios
corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho,
marfil sus manos, su blancura nieve (....)
Símil
El símil o comparación consiste en establecer una relación de
semejanza entre dos elementos que viene introducida por un
elemento relacional explícito.
Ejemplos
➢“Eres fría como el hielo”.
➢“Se arrojó sobre ella
cual águila sobre su
presa”.
➢ “Le pedí disculpas mil veces”. Es una manera de explicar que
se pidió disculpa de manera reiterada.
Hipérbole
La hipérbole tiene lugar cuando se aumenta o disminuye de
manera exagerada un aspecto o característica de una cosa.
Ejemplos:
➢ “Te amo hasta el infinito y más allá”. Expresa un amor en
demasía.
➢ “Lloró ríos de lágrimas al partir”. Se refiere a que la persona
lloró en exceso.
➢ “Era del año la estación florida”, debe ser: La estación florida
del año.
Hipérbaton
El hipérbaton es una figura literaria en la que la que se altera el
orden convencional de las palabras por razones expresivas o, en
el caso de la poesía, para ajustarlo a la métrica, el ritmo o la rima
de la frase. Ejemplos
:
➢ “Del salón en el ángulo oscuro,/ de su dueño tal vez olvidada,/
silenciosa y cubierta de polvo,/veíase el arpa”.
“Rima VII”, de Gustavo Adolfo Bécquer.
El arpa silenciosa y cubierta de polvo olvidada
talvez de su dueño veíase en el ángulo oscuro
del salón.
➢ “Blanco tu ardiente fuego y frío hielo...” 
Epíteto
Es el adjetivo calificativo que resalta las características y cualidades de
un sustantivo (el frío en la nieve, el calor en el fuego, la humedad en el
agua, entre otros), sin distinguirlo de los demás de su grupo. Los
epítetos expresan cualidades que todo el mundo puede distinguir
(en terminología tradicional, «adjetivos calificativos»), limitándose a
describir al referente (me gustan las motos grandes) o a definirlo (me
gusta la moto grande). Ejemplos:
➢ “Por ti la verde hierba, el fresco viento,
el blanco lirio y colorada rosa
y dulce primavera deseaba…” 
➢ Temprano levantó la muerte el vuelo, 
temprano madrugó la madrugada, 
temprano estás rodando por el suelo.
Anáfora
La anáfora consiste en la repetición rítmica de determinados 
sonidos o palabras al principio de un verso o de una frase.
Ejemplos:
➢ Querrán volarlo y no podrán volarlo.
Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.
CLASICISMO
(Grecia, s. XIII a.C – Roma, s. V d. C)
I. Concepto
Es el primer movimiento de la literatura universal que surge en Grecia y
comprende los siglos XIII a. C. al V d. C.
II. Características
✓ Equilibrio y simetría en la forma y el fondo (gracias a esta norma, sus
obras manifestaban armonía, serenidad y belleza, llegando a la perfección
literaria).
✓ Normatividad (Estaba sujeta a reglas firmes en función a la idea del
equilibrio). Por ejemplo, el teatro griego estaba sujeto a la regla de las tres
unidades:acción, tiempo y espacio.
✓ Culto a la razón (esto obedece a su afán por el conocimiento y el querer
explicarlo todo)
• Su literatura es de tipo pedagógica,
cuya finalidad era la enseñanza. Es
por esto que resaltan su rasgo
racional e intelectual en ella.
• Las obras griegas se encuentran
basadas en mitos de la Edad Heroica,
los cuales son reflejo de su
cosmovisión. Dentro de la literatura
griega, la invención de personajes o
hechos no es muy frecuente.
CARACTERÍSTICAS
• Posee tendencia antropocentrista,
donde el hombre es tan importantes
que hasta sus mismos dioses poseen
rasgos antropomorfos.
• En su expresión mantiene el equilibrio
entre el fondo y la forma, destacando
por su gran preocupación por la belleza
formal.
➢ Ha ejercido una marcada influencia en la literatura
occidental.
➢ Posee un carácter originario y formativo. Es la única
literatura europea que se ha originado a partir de sus
propias instituciones sociales y culturales.
➢ Las artes, la filosofía, la historia, la retórica, etc.,
debido a su calidad formal y su alto contenido
problemático sobre temas fundamentales de la
existencia humana, se han convertido en verdaderos
modelos universales.
IMPORTANCIA
PERIODOS DE LA LITERATURA GRIEGA
I. PERIODO JÓNICO
II. PERIODO ÁTICO O CLÁSICO
III. PERIODO HELENÍSTICO O ALEJANDRINO
PERIODO JÓNICO
(s. XIII a.C. - s. VII a.C.)
Se le denomina también periodo Arcaico, en donde la
capital es Jonia, que posee como forma de gobierno
la Monarquía y en donde no se desarrolla la
escritura, por lo tanto su literatura es de tipo oral.
Los temas eran mitos, especulaciones religiosas y
otros relacionados con la cultura. A este periodo,
pertenecen las epopeyas cantadas por Homero,
conocidas como la Ilíada y la Odisea.
Representantes:
Épica:
▪ Heroica.- Homero, 
autor de la “Ilíada” y la 
“Odisea“
▪Didáctica.- Hesiodo, 
autor de "La Teogonía"
Lírica:
▪ Odas Olímpicas.-
Píndaro, autor de
"Epinicios"
▪ Amorosa.- Safo, autora de 
"Epitalamios"
Homero 
LAS EPOPEYAS 
HOMÉRICAS
✓Su objetivo es celebrar una Edad
Heroica.
✓Tienen como fondo común la Guerra
de Troya.
✓Pertenecen a un mundo aristocrático y
señorial que tiene su ideal en el
pasado.
✓Ambas se componen de 24 cantos o
rapsodias.
✓Métrica: escritas en versos hexámetros
✓Figura literaria predominante: el epíteto
➢Se basan en el contraste de personalidades, pasiones y
acciones de los protagonistas, contrastando la
humanidad y la crudeza.
➢Describen solemne y sencillamente el mundo heroico de
tiempos antiguos, sin intención de precisión histórica.
➢Uso de figuras literarias. La más resaltante es el epíteto.
➢Reviven antiguas leyendas y relatos (mitología griega).
➢Género : épico
➢Especie : epopeya
➢Estructura : 15 674 versos
➢Cantos o rapsodias : 24
➢Verso : hexámetro
➢Dialecto : jónico-eólico
➢Tema central: La cólera de Aquiles
Consideraciones
❖ La Ilíada se inicia con una
invocación a la diosa Calíope.
❖ Es un poema cuyo relato y
descripción caracterizan la vida de
aquella época.
❖ Los dioses tienen una actuación
importante en la vida de los
héroes.
❖ Sus prototipos humanos y la
exactitud de sus imágenes motivan
a llamarlo el milagro griego.
❖Griegos (aqueos)
▪ Aquiles (‘el de los pies ligeros’) Rey de los mirmidones, fue el símbolo del
honor griego.
▪ Agamenón (‘pastor de hombres’) Rey de Micenas.
▪ Helena (‘la de la hermosa cabellera’) Esposa de Menelao.
▪ Néstor (‘sabiduría persuasiva’) Rey de Pilos, fue el más anciano de los
caudillos.
❖Troyanos (teucros)
▪ Héctor (‘el de tremolante casco’) Hijo del rey Príamo.
▪ Paris (‘el joven afeminado’) Hijo del rey Príamo, fue llamado también
Alejandro.
▪ Príamo (‘hombre de la digna realeza’) Último rey troyano, fue un hombre
noble y generoso
Personajes importantes
Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquileo; cólera funesta que causó
infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas
de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves —cumplíase la
voluntad de Zeus—desde que se separaron disputando el Atrida, rey de
hombres, y el divino Aquileo.
¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan?
El hijo de Zeus y de Leto. Airado con el rey, suscitó en el ejército maligna
peste y los hombres perecían por el ultraje que el Atrida infiriera al
sacerdote Crises. Este, deseando redimir a su hija, habíase presentado
en las veleras naves aqueas con un inmenso rescate y las ínfulas del
flechador Apolo que pendían de áureo cetro, en la mano; y a todos los
aqueos, y particularmente a los dos Atridas, caudillos de pueblos, así les
suplicaba: —¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas! Los dioses,
que poseen olímpicos palacios, os permitan destruir la ciudad de Príamo
y regresar felizmente a la patria. Poned en libertad a mi hija y recibid el
rescate, venerando al hijo de Zeus, al flechador Apolo. Todos los aqueos
aprobaron a voces que se respetase al sacerdote y se admitiera el
espléndido rescate: mas el Atrida Agamemnón, a quien no plugo el
acuerdo, le mandó enhoramala con amenazador lenguaje:
ILÍADA
CANTO I
—Que yo no te encuentre, anciano, cerca de las cóncavas naves, ya porque
demores tu partida, ya porque vuelvas luego; pues quizás no te valgan el cetro y
las ínfulas del dios. A aquélla no la soltaré; antes le sobrevendrá la vejez en mi
casa, en Argos, lejos de su patria, trabajando en el telar y compartiendo mi lecho.
Pero vete; no me irrites, para que puedas irte sano y salvo.
Así dijo. El anciano sintió temor y obedeció el mandato. Sin desplegar los labios,
fuése por la orilla del estruendoso mar, y en tanto se alejaba, dirigía muchos
ruegos al soberano Apolo, hijo de Leto, la de hermosa cabellera: —¡Oyeme, tú
que llevas arco de plata, proteges a Crisa y a la divina Cila, e imperas en Ténedos
poderosamente! ¡Oh Esmintio! Si alguna vez adorné tu gracioso templo o quemé
en tu honor pingües muslos de toros o de cabras, cúmpleme este voto: ¡Paguen
los dánaos mis lágrimas con tus flechas!
Tal fue su plegaria. Oyóla Febo Apolo, e irritado en su corazón, descendió de las
cumbres del Olimpo con el arco y el cerrado carcaj en los hombros; las saetas
resonaron sobre la espalda del enojado dios, cuando comenzó a moverse. Iba
parecido a la noche. Sentóse lejos de las naves, tiró una flecha, y el arco de plata
dio un terrible chasquido. Al principio el dios disparaba contra los mulos y los
ágiles perros; mas luego dirigió sus mortíferas saetas a los hombres, y
continuamente ardían muchas piras de cadáveres.
Durante nueve días volaron por el ejército las flechas del dios. En el décimo,
Aquileo convocó al pueblo a junta: se lo puso en el corazón Hera, la diosa de los
níveos brazos, que se interesaba por los dánaos, a quienes veía morir.
Cuando ambos guerreros se hallaron frente a frente, dijo el primero el gran
Héctor, de tremolante casco:
—No huiré más de ti, oh hijo de Peleo, como hasta ahora. Tres veces di la
vuelta, huyendo, en torno de la gran ciudad de Príamo, sin atreverme
nunca a esperar tu acometida. Mas ya mi ánimo me impele a afrontarte ora
te mate, ora me mates tu. Ea pongamos a los dioses por testigos, que serán
los mejores y los que más cuidarán de que se cumplan nuestros pactos: Yo
no te insultaré cruelmente, si Zeus me concede la victoria y logro quitarte
la vida; pues tan luego como te haya despojado de las magníficas armas,
oh Aquileo, entregaré el cadáver a los aqueos. Obra tú conmigo de la
misma manera.
Mirándole con torva faz, respondió Aquileo, el de los pies ligeros:
— ¡Héctor, a quien no puedo olvidar! No me hables de convenios. Como
no es posible que haya fieles alianzas entre los leones y los hombres, ni
que estén de acuerdo los lobos y los corderos, sino que piensan
continuamente en causarse daño unos a otros; tampoco puede haber entre
nosotros ni amistad ni pactos, hasta que caiga uno de los dos y sacie de
sangre a Ares, infatigablecombatiente. Revístete de toda clase de valor,
porque ahora te es muy preciso obrar como belicoso y esforzado campeón.
Ya no te puedes escapar. Palas Atenea te hará sucumbir pronto, herido por
mi lanza, y pagarás todos juntos los dolores de mis amigos, a quienes
mataste cuando manejabas furiosamente la pica.
CANTO XXII
En diciendo esto, blandió y arrojó la fornida lanza. El esclarecido Héctor, al verla venir, se inclinó para evitar
el golpe: clavóse aquella en el suelo, y Palas Atenea la arrancó y devolvió a Aquileo, sin que Héctor, pastor
de hombres, lo advirtiese. Y Héctor dijo al eximio Pelida:
—¡Erraste el golpe, deiforme Aquileo! Nada te había revelado Zeus acerca de mi destino como afirmabas:
has sido un hábil forjador de engañosas palabras, para que, temiéndote, me olvidara de mi valor y de mi
fuerza. Pero no me clavarás la pica en la espalda, huyendo de ti: atraviésame el pecho cuando animoso y
frente a frente te acometa, si un dios te lo permite. Y ahora guárdate de mi broncínea lanza. ¡Ojalá que todo
su hierro se escondiera en tu cuerpo! La guerra sería más liviana para los teucros si tú murieses, porque
eres su mayor azote.
Así habló; y blandiendo la ingente lanza, despidióla sin errar el tiro; pues dio un bote en el escudo del Pelida.
Pero la lanza fue rechazada por la rodela, y Héctor se irritó al ver que aquélla había sido arrojada inútilmente
por su brazo; paróse, bajando la cabeza pues no tenía otra lanza de fresno y con recia voz llamó a Deífobo,
el de luciente escudo, y le pidió una larga pica. Deífobo ya no estaba a su vera. Entonces Héctor
comprendiólo todo, y exclamó:
—¡Oh! Ya los dioses me llaman a la muerte. Creía que el héroe Deífobo se hallaba conmigo, pero está
dentro del muro, y fue Atenea quien me engañó. Cercana tengo la perniciosa muerte, que ni tardará ni puedo
evitarla. Así les habrá placido que sea, desde hace tiempo, a Zeus y a su hijo, el Flechador; los cuales,
benévolos para conmigo, me salvaban de los peligros. Cumplióse mi destino. Pero no quisiera morir
cobardemente y sin gloria; sino realizando algo grande que llegara a conocimiento de los venideros.
Esto dicho, desenvainó la aguda espada, grande y fuerte, que llevaba al costado. Y encogiéndose, se arrojó
como el águila de alto vuelo se lanza a la llanura, atravesando las pardas nubes, para arrebatar la tierna
corderilla o la tímida liebre; de igual manera arremetió Héctor blandiendo la aguda espada.
Aquileo embistióle, a su vez, con el corazón rebosante
de feroz cólera: defendía su pecho con el magnífico
escudo labrado, y movía el luciente casco de cuatro
abolladuras, haciendo ondear las bellas y abundantes
crines de oro que Hefesto colocara en la cimera. Como
el Véspero, que es el lucero más hermoso de cuantos
hay en el cielo, se presenta rodeado de estrellas en la
obscuridad de la noche; de tal modo brillaba la pica de
larga punta que en su diestra blandía Aquileo,
mientras pensaba en causar daño al divino Héctor y
miraba cuál parte del hermoso cuerpo del héroe
ofrecería menos resistencia. Este lo tenía protegido por
la excelente armadura que quitó a Patroclo después de
matarle, y sólo quedaba descubierto el lugar en que las
clavículas separan el cuello de los hombros, la
garganta, que es el sitio por donde más pronto sale el
alma:
por allí el divino Aquileo envasóle la pica a Héctor, que ya le atacaba, y la punta, atravesando el delicado cuello, asomó
por la nuca. Pero no le cortó el garguero con la pica de fresno que el bronce hacia ponderosa, para que pudiera hablar
algo y responderle. Héctor cayó en el polvo, y el divino Aquileo se jactó del triunfo, diciendo:
—¡Héctor! Cuando despojabas el cadáver de Patroclo, sin duda te creíste salvado y no me temiste a mí porque me
hallaba ausente. ¡Necio! Quedaba yo como vengador, mucho más fuerte que él, en las cóncavas naves, y te he quebrado
las rodillas. A ti los perros y las aves te despedazarán ignominiosamente, y a Patroclo los aqueos le harán honras
fúnebres.
Con lánguida voz respondióle Héctor, el de tremolante casco:
—Te lo ruego por tu alma, por tus rodillas y por tus padres: ¡No permitas que los
perros me despedacen y devoren junto a las naves aqueas! Acepta el bronce y el
oro que en abundancia te darán mi padre y mi veneranda madre, y entrega a los
míos el cadáver para que lo lleven a mi casa, y los troyanos y sus esposas lo
pongan en la pira.
Mirándole con torva faz, le contestó Aquileo, el de los pies ligeros:
—No me supliques, ¡perro!, por mis rodillas ni por mis padres. Ojalá el furor y el
coraje me incitaran a cortar tus carnes y a comérmelas crudas. ¡Tales agravios
me has inferido! Nadie podrá apartar de tu cabeza a los perros, aunque me den
diez o veinte veces el debido rescate y me prometan más, aunque Príamo
Dardánida ordene redimirte a peso de oro; ni aun así, la veneranda madre que te
dio a luz te pondrá en un lecho para llorarte, sino que los perros y las aves de
rapiña destrozarán tu cuerpo.
Contestó, ya moribundo, Héctor, el de tremolante casco:
— ¡Bien te conozco, y no era posible que te persuadiese, porque tienes en el
pecho un corazón de hierro. Guárdate de que atraiga sobre ti la cólera de los
dioses, el día en que Paris y Febo Apolo te harán perecer, no obstante tu valor,
en las puertas Esceas.
Apenas acabó de hablar, la muerte le cubrió con su manto: el alma voló de los
miembros y descendió al Hades, llorando su suerte, porque dejaba un cuerpo
vigoroso y joven. Y el divino Aquileo le dijo, aunque muerto le viera:
—¡Muere! Y yo perderé la vida cuando Zeus y los demás dioses inmortales
dispongan que se cumpla mi destino.
( … ) Tras hablar así, se alejó hacia el vasto Olimpo Hermes. Y Príamo
saltó de los caballos a tierra y dejó allí a Ideo, que esperaba guardando
los caballos y las mulas. El anciano fue derecho a la casa, donde
Aquiles, caro a Zeus, residía. Lo halló dentro; sus compañeros estaban
sentados aparte; y sólo dos, el héroe Automedonte y Álcimo, retoño de
Ares, se afanaban en presencia suya presurosos. Acababa de dejar el
alimento después de comer y beber, y la mesa aún estaba puesta al lado.
Entró el alto Príamo sin que ellos lo notaran, se paró cerca y estrechó las
rodillas de Aquiles y le besó las manos terribles y homicidas que a
tantos hijos suyos habían matado. Como cuando una densa ofuscación
apresa al hombre que mata en la patria a una persona y llega a un pueblo
extraño ante un hombre acaudalado, y el estupor invade a quienes lo
ven, así de estupefacto se quedó Aquiles al ver al deiforme Príamo.
También los demás intercambiaron estupefactos sus miradas. Príamo le
dirigió una súplica, diciendo estas palabras: «¡Acuérdate de tu padre,
Aquiles, semejante a los dioses, que tiene mi misma edad y está en el
funesto umbral de la vejez! También a él los vecinos que habitan
alrededor sin duda lo atormentan, y no hay quien aparte de él la ruina y
el estrago. Sin embargo, aquél, mientras sigue oyendo que tú estás vivo,
se alegra en el ánimo y espera cada día ver a su querido hijo que vuelve
de Troya. Pero mi desdicha es completa: he engendrado los mejores
hijos en la ancha Troya, y de ellos afirmo que ninguno me queda.
CANTO XXIV
Cincuenta tenía cuando llegaron los hijos de los aqueos: diecinueve me
habían nacido de un único vientre, y otras mujeres habían alumbrado
en el palacio a los demás. A la mayoría el impetuoso Ares les ha
doblado las rodillas, y el único que me quedaba y protegía la ciudad y a
sus habitantes hace poco lo has matado cuando luchaba en defensa de
la patria, Héctor. Por él he venido ahora a las naves de los aqueos, para
rescatarlo de tu poder, y te traigo inmensos rescates. Respeta a los
dioses, Aquiles, y ten compasión de mí por la memoria de tu padre. Yo
soy aún más digno de piedad y he osado hacer lo que ningún terrestre
mortal hasta ahora: acercar a mi boca la mano del asesino de mi hijo.»
Así habló, y le infundió el deseo de llorar por su padre. Le tocó la mano
y retiró consuavidad al anciano. El recuerdo hacía llorar a ambos: el
uno al homicida Héctor lloraba sin pausa, postrado ante los pies de
Aquiles; y Aquiles lloraba por su propio padre y a veces también por
Patroclo; y los gemidos se elevaban en la estancia. En cuanto el divino
Aquiles estuvo ya satisfecho de llanto y este deseo se alejó de sus
entrañas y de sus miembros, se levantó de su asiento y ayudó al
anciano a incorporarse, apiadado de su canosa cabeza y de su canoso
mentón. Y elevando la voz le dijo estas aladas palabras: «¡Desdichado!
¡Cuántas desgracias ha soportado tu corazón! ¿Cómo te has atrevido a
venir solo a las naves de los aqueos para ponerte a la vista del hombre
que a muchos y valerosos hijos tuyos ha despojado? De hierro es tu
corazón.
Pero, ea, siéntate en ese asiento. Los dolores, no obstante, dejémoslos reposar en el ánimo, a pesar de nuestra aflicción. Nada
se consigue con el gélido llanto, que hiela el corazón. Pues lo que los dioses han hilado para los míseros mortales es vivir
entre congojas, mientras ellos están exentos de cuitas. Dos toneles están fijos en el suelo del umbral de Zeus: uno contiene los
males y el otro los bienes que nos obsequian. A quien Zeus, que se deleita con el rayo, le da una mezcla, unas veces se
encuentra con algo malo y otras con algo bueno. Pero a quien sólo da miserias lo hace objeto de toda afrenta, y una cruel
aguijada lo va azuzando por la límpida tierra, y vaga sin el aprecio ni de los dioses ni de los mortales. Así le pasó a Peleo: los
dioses le dieron espléndidos regalos desde su nacimiento. Sobre todas las gentes descollaba en dicha y en riqueza, era
soberano de los mirmidones y, a pesar de ser mortal, hicieron esposa suya a una diosa. Mas la divinidad también le procuró
una desgracia, pues no tiene en el palacio descendencia de hijos herederos del poder; un solo hijo engendró destinado a una
muerte prematura; y ni siquiera lo cuido en su vejez, porque muy lejos de la patria me hallo, en Troya, procurando duelos
para ti y para tus hijos. También de ti, anciano, antes oíamos decir que eras dichoso. En el espacio comprendido entre Lesbos,
sede de Mácar, por mar y Frigia y el ilimitado Helesponto por arriba en tierra firme, sobre todos, anciano, dicen que
descollabas en hijos y riqueza. Pero desde que los hijos de Urano te trajeron esta calamidad, luchas y homicidios rodean sin
cesar tu ciudad. ¡Aguanta y no te lamentes sin descanso en tu ánimo! Nada conseguirás por mucho que te atormentes por tu
hijo; no lo resucitarás y puede que antes sufras otra desgracia.» Le respondió entonces el anciano, el deiforme Príamo: «No
me ofrezcas asiento, criatura de Zeus, mientras Héctor yace en las tiendas insepulto, y libéralo cuanto antes, para que yo lo
contemple con mis ojos. Acepta el rescate cuantioso que te traemos. Que disfrutes de él y regreses a tu tierra patria, ya que,
para empezar, me has dejado seguir viviendo y contemplando la luz del sol.» Mirándolo con torva faz, replicó Aquiles, de
pies ligeros: «¡No me provoques más ahora, viejo! Yo mismo he decidido liberar y darte a Héctor: de Zeus me ha llegado un
mensajero, la madre que me dio el ser, la hija del marino anciano. También me doy cuenta en mis mientes, Príamo, y no se
me escapa que un dios te ha traído a las veloces naves de los aqueos. Un simple mortal, aun en plena juventud, no osaría
venir al campamento, pues ni eludiría a los guardias, ni la tranca de nuestras puertas podría desplazar fácilmente. Por eso no
me remuevas ahora aún más los dolores en el ánimo, no sea que yo, anciano, no te deje en las tiendas tal cual, aunque seas un
suplicante, y que de Zeus viole los mandatos.» Así habló, y el anciano sintió miedo y acató sus palabras.
El Pelida, cual león, saltó fuera de la casa hacia la puerta; no iba solo, que también le acompañaban dos escuderos, el
héroe Automedonte y Álcimo, a quienes más apreciaba Aquiles de entre sus compañeros después de muerto Patroclo.
Soltaron entonces de debajo del yugo los caballos y las mulas, condujeron dentro al heraldo, pregonero del anciano, y
le ofrecieron asiento en una silla. Del bien pulido carromato sacaron los inmensos rescates en pago de la cabeza de
Héctor. Dejaron, sin embargo, dos mantos y una túnica de fino hilo, para darle el cadáver envuelto y que él lo llevara
así a casa. Llamó a las criadas y les dio orden de bañarlo y de ungirlo, trasladándolo aparte, para evitar que Príamo
viera a su hijo, no fuera a ser que no refrenara la ira en el afligido pecho al ver a su hijo, y que perturbara el corazón a
Aquiles, y éste lo matara, y de Zeus violara los mandatos. Cuando las criadas lo bañaron y ungieron con aceite y le
pusieron el bello manto y la túnica, el propio Aquiles lo alzó en vilo y lo depositó sobre un lecho, y sus compañeros lo
subieron sobre el bien pulido carromato. Entonces lanzó un gemido e invocó al querido compañero: «No te enojes
conmigo, Patroclo, si te enteras, incluso dentro del Hades, de que al divino Héctor he soltado y entregado a su padre,
porque me ha dado un adecuado rescate. También de éste yo te daré la parte debida.» Dijo, y volvió a la tienda Aquiles,
de la casta de Zeus. Se sentó en la muy primorosa silla de la que se había levantado en la pared opuesta y dijo a Príamo
estas palabras: «Ya está liberado tu hijo, anciano, como solicitabas; yace en un lecho. Al despuntar la aurora, tu mismo
lo verás cuando te lo lleves. Pero ahora pensemos en la cena. También Níobe, la de hermosos cabellos, se acordó del
alimento, aquella Níobe a la que doce hijos se le murieron en el palacio, seis hijas y seis hijos en plena juventud. A
éstos los mató Apolo con los disparos del argénteo arco, irritado contra Níobe, y la sagitaria Ártemis a aquéllas, por
haber pretendido igualarse a Leto, la de bellas mejillas. Decía que ésta sólo había alumbrado a dos y que ella a muchos;
pero aquéllos, aun siendo sólo dos, a todos hicieron perecer. Nueve días estuvieron yaciendo muertos, sin que hubiera
quien los enterrara: en piedras el Cronión había mudado a las gentes. Pero al décimo los enterraron los dioses, hijos del
Cielo. Entonces fue cuando se acordó del alimento, agotada de llorar.
Y ahora Níobe en algún sitio entre rocas en los montes solitarios del Sípilo, donde dicen que están los cubiles
de las divinas ninfas que en las riberas del Aqueloo brotan, convertida en piedra, rumia sus duelos por obra de
los dioses. Mas, ea, también nosotros dos, divino anciano, cuidémonos de la comida. Luego podrás volver a
llorar a tu hijo, al entrar en Ilio. ¡Y seguro que muchas lágrimas te causará!» Dijo, y se levantó el ligero
Aquiles y una cándida oveja degolló. Sus compañeros la desollaron y aliñaron con cuidado. La trincharon
sabiamente y la ensartaron con brochetas; la asaron cuidadosamente y retiraron todo del fuego. Automedonte
cogió el pan y lo distribuyó por la mesa en bellas canastillas, y Aquiles repartió las tajadas de carne.
Tendieron las manos a los manjares preparados que había delante. Y después de saciar el apetito de bebida y
de comida, el Dardánida Príamo se quedó mirando a Aquiles, admirado de lo alto y bello que era; al verlo se
parecía a los dioses. Y también Aquiles admiraba al Dardánida Príamo, al contemplar su noble aspecto y al
oír sus palabras. Después de recrearse ambos mirándose el uno al otro, díjole el primero el anciano, el
deiforme Príamo: «Procúrame ahora un lecho cuanto antes, criatura de Zeus, para acostarnos ya y disfrutar
bajo el velo del dulce sueño. Pues todavía no se me han cerrado los ojos bajo los párpados desde que mi hijo
perdió la vida a manos tuyas. Desde entonces no he parado de gemir y rumiar duelos sin cuento mientras me
revuelco en estiércol dentro del cercado del patio. Ahora por primera vez he probado el pan, y el rutilante
vino ha descendido por mi garganta. Hasta ahora nada había catado.» Dijo, y Aquiles ordenó a sus
compañeros y criadas poner catres bajo el pórtico, bellas sábanas purpúreas echar encima, extender sobre
ellasmantas y colocar capas de lana por encima para taparse. Aquéllas salieron de la sala con antorchas en las
manos y al punto extendieron dos lechos, aplicándose con diligencia.
En tono burlón le dijo Aquiles, el de los pies ligeros: «Te acostarás fuera, caro anciano,
no sea que algún aqueo acuda aquí, uno de los consejeros que habitualmente conmigo
deliberan sentados en el consejo, como es de ley. Si alguno de ellos te viera a través de la
veloz negra noche, en seguida se lo revelaría a Agamenón, pastor de huestes, y entonces
puede que se demorara la liberación del cadáver. Mas, ea, dime también y responde
puntualmente y con detalle: ¿cuántos días deseas para tributar exequias al divino Héctor?
Estoy dispuesto a aguardar ese tiempo y a contener a la hueste.» Le respondió entonces el
anciano, el deiforme Príamo: «Si deseas que realice funerales en honor del divino Héctor,
mi agradecimiento te ganarías, Aquiles, si obras de esta manera: sabes qué asediados
estamos en la ciudad, que la leña está lejos para traerla del monte, y que los troyanos
tienen enorme temor. Nueve días nos harían falta para llorarlo en el palacio; al décimo lo
enterraríamos y la hueste celebraría el banquete; al undécimo erigiríamos una tumba
sobre sus restos; y al duodécimo entablaremos combate si es preciso.» Díjole a su vez el
divino Aquiles, de pies protectores: «Así se hará también eso, anciano Príamo, como
solicitas. Pues suspenderé el combate todo el tiempo que me pides.» Tras hablar así,
estrechó al anciano la mano derecha encima de la muñeca, para que no sintiera miedo en
su ánimo. Allí mismo, en el vestíbulo de la morada, se acostaron el heraldo y Príamo,
llenos de sagaces ideas en sus mientes. Aquiles se durmió al fondo de la bien claveteada
tienda; y a su lado se acostó Briseida, la de hermosas mejillas. Los demás dioses y los
hombres, dueños de carros de guerra, durmieron toda la noche, doblegados por el plácido
sueño; pero el sueño no se había adueñado del benéfico Hermes, que meditaba en su
ánimo cómo escoltar al rey Príamo fuera de las naves a escondidas de los sagrados
centinelas. Se detuvo sobre su cabeza y le dirigió estas palabras: «¡Anciano! No te
importa el mal a juzgar por cómo duermes aún en medio de los enemigos, ahora que
Aquiles te ha dejado. Verdad que has rescatado a tu hijo, pagando cara su liberación.
Pero por tu vida incluso el triple tendrían que pagar los hijos tuyos que han quedado en
Troya, si Agamenón Atrida te reconoce y si te reconocen todos los aqueos.» Así habló, y
el anciano sintió miedo y levantó al heraldo. Hermes les unció los caballos y las mulas, y
a toda prisa los guió él mismo por el campamento sin que nadie lo notara.
Dentro ya del magnífico palacio, pusieron el cadáver en un torneado
lecho e hicieron sentar a su alrededor cantores que entonaran el treno;
éstos cantaban con voz lastimera, y las mujeres respondían con
gemidos. Y en medio de ellas Andrómaca, la de níveos brazos, que
sostenía con las manos la cabeza de Héctor, matador de hombres, dio
comienzo a las lamentaciones, exclamando:
—¡Esposo mío! Saliste de la vida cuando aún eras joven, y me dejas
viuda en el palacio. El hijo que nosotros, ¡infelices!, hemos
engendrado, es todavía infante y no creo que llegue a la juventud,
antes será la ciudad arruinada desde su cumbre. Porque has muerto tú,
que eras su defensor, el que la salvaba, el que protegía a las venerables
matronas y a los tiernos infantes. Pronto se las llevarán en las
cóncavas naves y a mí con ellas. Y tú, hijo mío, o me seguirás y
tendrás que ocuparte en viles oficios, trabajando en provecho de un
amo cruel; o algún aqueo te cogerá de la mano y te arrojará de lo alto
de una torre, ¡muerte horrenda!, irritado porque Héctor le matara el
hermano, el padre o el hijo; pues muchos aqueos mordieron la vasta
tierra a manos de Héctor. No era blando tu padre en la funesta batalla,
y por esto le lloran todos en la ciudad. ¡Oh Héctor! Has causado a tus
padres llanto y dolor indecibles, pero a mí me aguardan las penas más
graves. Ni siquiera pudiste, antes de morir, tenderme los brazos desde
el lecho, ni hacerme saludables advertencias, que hubiera recordado
siempre, de noche y de día, con lágrimas en los ojos.
Esto dijo llorando, y las mujeres gimieron.
Y entre ellas, Hécuba empezó a su vez el
funeral lamento:
—¡Héctor, el hijo más amado de mi
corazón! No puede dudarse de que en vida
fueras caro a los dioses, pues no se
olvidaron de ti en el trance fatal de tu
muerte. Aquileo, el de los pies ligeros, a
los demás hijos míos que logró coger,
vendiólos al otro lado del mar estéril, en
Samos, Imbros o Lemnos, de escarpada
costa; a ti, después de arrancarte el alma
con el bronce de larga punta, te arrastraba
muchas veces en torno del sepulcro de su
compañero Patroclo, a quien mataste, mas
no por esto resucitó a su amigo. Y ahora
yaces en el palacio tan fresco como si
acabaras de morir y semejante al que
Apolo, el del argénteo arco, mata con sus
suaves flechas.
Mas, así que se descubrió la hija de la mañana, Eos de rosados dedos, congregóse el pueblo en torno de la pira del ilustre Héctor. Y
cuando todos se hubieron reunido, apagaron con negro vino la parte de la pira a que la llama había alcanzado; y seguidamente los
hermanos y los amigos, gimiendo y corriéndoles las lágrimas por las mejillas, recogieron los blancos huesos y los colocaron en una
urna de oro, envueltos en fino velo de púrpura. Depositaron la urna en el hoyo, que cubrieron con muchas y grandes piedras,
amontonaron la tierra y erigieron el túmulo. Habían puesto centinelas por todos lados, para vigilar si los aqueos, de hermosas grebas,
los atacaban. Levantado el túmulo, volviéronse: y reunidos después en el palacio del rey Príamo, alumno de Zeus, celebraron el
espléndido banquete fúnebre.
Así celebraron las honras de Héctor, domador de caballos.
Homero presenta el destino de Troya ligado al
destino de Héctor, debido a esto, la muerte del
héroe da por supuesta la destrucción de Troya,
acontecimiento que no se narra, pues ya no es
necesario hacerlo debido a la identificación de la
ciudad con Héctor. A su vez, Troya y Aquiles
aparecen signados con un destino trágico;
Héctor, por su parte, también es arrastrado por
el destino. Dentro de una atmósfera permanente
de tono heroico, la Ilíada se concentra en las
proezas humanas de seres envueltos en
destinos inevitables.
Para Homero, la vida humana es una lucha
constante por medio de la cual el sujeto alcanza
su mayor dignidad. Los horrores de la guerra
son expuestos e involucrados en grandes
acciones. La conciencia de la muerte próxima e
inevitable contribuye al tono trágico de la obra.
ODISEA
❖GÉNERO: épico
❖ESPECIE: epopeya heroica
❖DIALECTO: jónico
❖N° DE CANTOS: 24
❖N° DE VERSOS: 12 110
❖TIPO DE VERSO: hexámetro
❖TIPO DE NARRACIÓN: cíclica
❖ESTRUCTURA: 
1. Telemaquia
2. Nostos
3. Venganza
LOS VIAJES DE ODISEO
I. TROYA
AVENTURAS DE ODISEO:
1. ISLA DE LOS CICONES
2. ISLA DE LOS LOTÓFAGOS
3. ISLA DE LOS CÍCLOPES
4. ISLA DE EOLO
5. ISLA DE LOS 
LESTRIGONES
6. ISLA DE CIRCE
7. ENTRADA DEL 
INFRAMUNDO
8. ISLA DE LAS SIRENAS
9. ESCILA Y CARIBDIS
10.ISLA DE HELIOS
11.ISLA DE CALIPSO
-------------
II. REINO DE LOS FEACIOS
III. ÍTACA
1. ISLA DE LOS CICONES
2. ISLA DE LOS LOTÓFAGOS
3. ISLA DE LOS 
CÍCLOPES
4. ISLA DE EOLO
5. ISLA DE LOS 
LESTRIGONES
6. ISLA DE CIRCE
7. ENTRADA DEL INFRAMUNDO
8. ISLA DE LAS SIRENAS
9. ESCILA Y 
CARIBDIS
10. ISLA DE HELIOS
11. ISLA DE CALIPSO
ISLA DE ESQUERIA
ÍTACA
TROYA
«¡Forasteros! ¿Quiénes sois? ¿De dónde llegasteis
navegando por húmedos caminos? ¿Venís por algún
negocio ó andáis por el mar, á la ventura, como los
piratas que divagan, exponiendo su vida y produciendo
daño á los hombres de extrañas tierras?»
»Así dijo. Nos quebraba el corazón el temor que nos
produjo su voz grave y su aspecto monstruoso. Mas, con
todo eso, le respondí de esta manera:
«Somos aqueos á quienesextraviaron, al salir de Troya, vientos de toda clase que nos llevan por el gran abismo del mar:
deseosos de volver á nuestra patria, llegamos aquí por otros caminos porque de tal suerte debió de ordenarlo Júpiter. Nos
preciamos de ser guerreros de Agamenón Atrida cuya gloria es inmensa debajo del cielo—¡tan grande ciudad ha destruído y á
tantos hombres ha hecho perecer!—y venimos á abrazar tus rodillas por si quisieras presentarnos los dones de la hospitalidad ó
hacernos algún otro regalo como es costumbre entre los huéspedes. Respeta, pues, á los dioses, varón excelente; que nosotros
somos ahora tus suplicantes. Y á suplicantes y forasteros los venga Júpiter hospitalario, el cual acompaña á los venerandos
huéspedes.»
»Así le hablé; y respondióme en seguida con ánimo cruel: «¡Forastero! Eres un simple ó vienes de lejas tierras cuando me
exhortas á temer á los dioses y á guardarme de su cólera; que los Ciclopes no se cuidan de Júpiter, que lleva la égida, ni de los
bienaventurados númenes, porque aún les ganan en ser poderosos; y yo no te perdonaría ni á ti ni á tus compañeros por temor
á la enemistad de Júpiter, si mi ánimo no me lo ordenase. Pero dime en qué sitio, al venir, dejaste la bien construída
embarcación: si fué, por ventura en lo más apartado de la playa ó en un paraje cercano, á fin de que yo lo sepa.»
CANTO IX 
»Así dijo para tentarme. Pero su intención no me pasó inadvertida á mí, que sé tanto, y de nuevo le
hablé con engañosas palabras:
«Neptuno, que sacude la tierra, rompió mi nave llevándola á un promontorio y estrellándola contra
las rocas, en los confines de vuestra tierra; el viento que soplaba del ponto se la llevó y pude
librarme, junto con éstos, de una muerte terrible.»
»Así le dije. El Ciclope, con ánimo cruel, no me dió respuesta; pero, levantándose de súbito, echó
mano á los compañeros, agarró á dos y, cual si fuesen cachorrillos, arrojólos en tierra con tamaña
violencia que el encéfalo fluyó al suelo y mojó el piso. Seguidamente despedazó los miembros, se
aparejó una cena y se puso á comer como montaraz león, no dejando ni los intestinos, ni la carne,
ni los medulosos huesos. Nosotros contemplábamos aquel horrible espectáculo con lágrimas en los
ojos, alzando nuestras manos á Júpiter; pues la desesperación se había señoreado de nuestro
ánimo. El Ciclope, tan luego como hubo llenado su enorme vientre, devorando carne humana y
bebiendo encima leche sola, se acostó en la gruta tendiéndose en medio de las ovejas. Entonces
formé en mi magnánimo corazón el propósito de acercarme á él y, sacando la aguda espada que
colgaba de mi muslo, herirle el pecho donde las entrañas rodean el hígado, palpándolo
previamente; mas otra consideración me contuvo. Habríamos, en efecto, perecido allí de espantosa
muerte, á causa de no poder apartar con nuestras manos el grave pedrejón que el Ciclope colocó
en la alta entrada. Y así, dando suspiros, aguardamos que apareciera la divinal Aurora.
«Toma, Ciclope, bebe vino, ya que comiste carne humana, á fin de que sepas qué bebida se guardaba en nuestro buque. Te lo
traía para ofrecer una libación en el caso de que te apiadases de mí y me enviaras á mi casa, pero tú te enfureces de intolerable
modo. ¡Cruel! ¿Cómo vendrá en lo sucesivo ninguno de los muchos hombres que existen, si no te portas como debieras?»
»Así le dije. Tomó el vino y bebióselo. Y gustóle tanto el dulce licor que me pidió más:
«Dame de buen grado más vino y hazme saber inmediatamente tu nombre para que te ofrezca un don hospitalario con el cual te
huelgues. Pues también á los Ciclopes la fértil tierra les proporciona vino en gruesos racimos, que crecen con la lluvia enviada
por Júpiter; mas esto se compone de ambrosía y néctar.»
»De tal suerte habló, y volví á servirle el negro vino: tres veces se lo presenté y tres veces bebió incautamente. Y cuando los
vapores del vino envolvieron la mente del Ciclope, díjele con suaves palabras: «¡Ciclope! Preguntas cuál es mi nombre ilustre, y
voy á decírtelo; pero dame el presente de hospitalidad que me has prometido. Mi nombre es Nadie; y Nadie me llaman mi
madre, mi padre y mis compañeros todos.»
»Así le hablé; y en seguida me respondió, con ánimo cruel: «Á Nadie me lo comeré el último, después de sus compañeros, y á
todos los demás antes que á él: tal será el don hospitalario que te ofrezca.»
«¡Ciclope! Si alguno de los mortales hombres te
pregunta la causa de tu vergonzosa ceguera, dile que
quien te privó del ojo fué Ulises, el asolador de
ciudades, hijo de Laertes, que tiene su casa en Ítaca.»
»Tal dije; y él, dando un suspiro, respondió: «¡Oh
dioses! Cumpliéronse los antiguos pronósticos. Hubo
aquí un adivino excelente y grande, Télemo Eurímida,
el cual descollaba en el arte adivinatoria y llegó á la
senectud profetizando entre los Ciclopes: éste, pues,
me vaticinó lo que hoy sucede: que sería privado de la
vista por mano de Ulises. Mas esperaba yo que
llegase un varón de gran estatura, gallardo, de mucha
fuerza; y es un hombre pequeño, despreciable y
menguado quien me cegó el ojo, subyugándome con
el vino. Pero, ea, vuelve Ulises, para que te ofrezca los
dones de la hospitalidad y exhorte al ínclito dios que
bate la tierra, á que te conduzca á la patria; que soy su
hijo y él se gloría de ser mi padre. Y será él, si le
place, quien me curará y no otro alguno de los
bienaventurados dioses ni de los mortales hombres.»
Y el Ciclope oró en seguida al soberano Neptuno, alzando las manos
al estrellado cielo:
«¡Óyeme, Neptuno, que ciñes la tierra, dios de cerúlea cabellera! Si
en verdad soy tuyo y tú te glorías de ser mi padre, concédeme que
Ulises, el asolador de ciudades, hijo de Laertes, que tiene su casa en
Ítaca, no vuelva nunca á su palacio. Mas si le está destinado que ha
de ver á los suyos y tornar á su bien construída casa y á su patria, sea
tarde y mal, en nave ajena, después de perder todos los compañeros,
y encuentre nuevas cuitas en su morada.»
»Tal fué su plegaria y la oyó el dios de cerúlea cabellera. Acto seguido
tomó el Ciclope un peñasco mucho mayor que el de antes, lo despidió,
haciéndolo voltear con fuerza inmensa, arrojólo detrás de nuestro
bajel de azulada proa, y poco faltó para que no diese en la extremidad
del gobernalle. Agitóse el mar por la caída del peñasco y las olas,
llevando la embarcación hacia adelante, hiciéronla llegar á tierra firme.
ESTRUCTURA Y ARGUMENTO
La obra consta de 24 cantos. Al igual que muchos poemas épicos antiguos,
comienza in medias res: empieza en mitad de la historia, contando los
hechos anteriores a base de recuerdos o narraciones del propio Odiseo. El
poema está dividido en tres partes.
I. En la Telemaquia (cantos del I al IV) se describe la situación de Ítaca
con la ausencia de su rey, el sufrimiento de Telémaco y Penélope
debido a los pretendientes, y cómo el joven emprende un viaje en
busca de su padre.
II. En el regreso de Odiseo (cantos del V al XII) Odiseo llega a la corte
del rey Alcínoo y narra todas sus vivencias desde que salió de Troya.
III. Finalmente, en la venganza de Odiseo (cantos del XIII al XXIV), se
describe el regreso a la isla, el reconocimiento por alguno de sus
esclavos y su hijo, y cómo Odiseo se venga de los pretendientes
matándolos a todos. Tras aquello, Odiseo es reconocido por su esposa
Penélope y recupera su reino. Por último, se firma la paz entre todos
los itacenses.
TRAGEDIA GRIEGA
PERIODO ÁTICO 
(s. V a.C. - s. IV a.C.)
Llamado también periodo Clásico, en el siglo V a.C. se observan algunos
principales acontecimientos:
➢ Marcado florecimiento de la civilización griega.
➢ Acontecimientos políticos como las guerras médicas, democracia y
gobierno de Pericles y formación del imperio Ateniense.
➢ Progreso económico bastante evidente que produjo alcances y beneficios
de todo tipo.
➢ El progreso del pensamiento y el arte donde se reflejaron de modo más
preciso la acción civilizadora de la polis griega especialmente en la poesía
dramáticay en su doble expresión de tragedia y comedia.
➢ Surge la tragedia por culto a Dionisio
Inicios del siglo V a. C., Atenas está
en su mayor apogeo con el Siglo de
Pericles. La literatura, a través del
teatro, llegará a su máxima expresión
con la tragedia y la comedia.
II. PERIODO ÁTICO O CLÁSICO
La etimología de tragedia proviene
del griego τραγῳδία (tragodia). Se
distinguen en esta la raíz de
«macho cabrío» (τράγος / trágos)
y cantar (ῳδία / odía), sería «el
canto del macho cabrío», quizás
en referencia al premio que era
dado al vencedor del certamen
trágico (un macho cabrío); o el
sacrificio de este animal sagrado a
Dioniso, que frecuentemente
acompañaba la fiesta en honor al
dios.
ETIMOLOGÍA
LA TRAGEDIA GRIEGA 
En la mitología griega,
Dioniso es uno de los
considerados dioses
olímpicos, es el dios de
la fertilidad y el vino. Hijo
de Zeus y Sémele. Nieto
de Harmonía y bisnieto
de Afrodita, sin embargo,
otras versiones afirman
que era hijo de Zeus y
Perséfone.
¿QUIÉN ERA DIONISIO?
En la primera versión: Sémele era una mortal, hija del rey Cadmo de Tebas. Su naturaleza
hizo que Hera -la esposa de Zeus-, encolerizada por la infidelidad, acudiese a ella mientras se
encontraba encinta, y sembró en su mente la duda de si Zeus era verdaderamente el padre de
la criatura que cargaba en su vientre, con la finalidad de alejarla.
No obstante, Sémele le pidió a Zeus que demostrara toda su gloria. Al hacerlo, la mortal no fue
capaz de soportar la visión de los truenos, los rayos y todo el poder contenido en el dios, por lo
cual, pereció carbonizada.
Con la finalidad de rescatar a su hijo, Zeus logró rescatar el pequeño cuerpo y lo implantó en
su muslo, hasta completar su gestación.
EL DITIRAMBO: Composición poética que los autores de la antigua Grecia escribían en 
honor de Dionisos (dios de los placeres sensuales en la mitología griega
I. En su primera fase eran improvisaciones de los devotos.
II. En la segunda existe un rito y contenidos preestablecidos. El
coro invocaba al dios narrando alguna gesta.
III.En una tercera etapa el coro se divide en semicoros, donde
uno de los cuales respondía al otro. Eran guiados por un
corifeo los cuales dialogaba entre sí.
IV.En la cuarta etapa se introduce el hipocrités, quien era la
representación de Dionisio que respondía a las invocaciones.
V. Luego se introduce la incorporación de otros dioses y héroes,
llegando a desaparecer Dionisio de la representación.
DEL DITIRAMBO A LA TRAGEDIA
EVOLUCIÓN DE LA TRAGEDIA
➢ El primer diálogo entre el coro y un actor se le atribuye
a Tespis, poeta que lo habría compuesto en el 534 a.C.
➢ Luego aparece Esquilo e introduce un segundo actor.
Desde este momento, la tragedia se desarrolla entre los
protagonistas, convirtiéndose en drama.
➢ Siguiendo el ejemplo de Esquilo, Sófocles introduce un
tercer actor, generando más dinamismo a la escena.
➢ Además de lo anterior, se llegó a introducir un cuarto actor
que no implicaba mayor relevancia al desarrollo de la
temática abordada.
A partir de los cánticos y danzas en honor al
dios Dionisio, nació el teatro, y en
consecuencia las máscaras griegas, de esta
manera, se realizaban aplicando al rostro un
simple maquillaje de pigmentos blancos,
marrones o grises, aunque, a veces se
fabricaban con pasta de hojas de acanto, trapos
de lino moldeados, maderas talladas, y algunas
rematadas con pelucas.
Generalmente, las máscaras utilizadas eran de
naturaleza inmóvil, es decir, con una mueca
fija de tragedia o risa. Así, dentro de una misma
obra, los actores en escenas podían interpretar
varios personajes o variar sus rostros para
cambiar el estado de ánimo de alguno de ellos,
e incluso, demostrar el rango de un rol. Con el
desarrollo de esta actividad, donde únicamente
participaba el hombre, se fueron utilizando
máscaras cada vez más naturales.
LAS MÁSCARAS
Según Aristóteles, “la tragedia [es] imitación de
una acción esforzada y completa, de cierta
amplitud, en lenguaje sazonado, separada
cada una de las especies en las distintas partes,
actuando los personajes y no mediante relato, y
que mediante temor y compasión lleva a
cabo la purgación de tales afecciones”
Señala Aristóteles que la tragedia nace al inicio
como improvisación, precisamente «del coro
que entonaba el ditirambo» un canto coral en
honor a Dionisio.
LA TRAGEDIA SEGÚN LA POÉTICA
EL TEATRO EN GRECIA ANTIGUA
➢ Los teatros se construían en la ladera de
una montaña, para poder apreciar la obra
representada, a diferencia de los romanos,
muchos de los cuales se levantaban en
terreno llano y elevaban sus gradas por
medio de bóvedas y arcos.
➢ Ningún teatro griego está en terreno llano,
debido a que los griegos no sabían construir
bóvedas de hormigón, pero sí rellenaban los
laterales si era necesario, como en Dodona,
Epidauro y sobre todo en Argos, donde
prácticamente se ha construido todo el koilon.
EL KOILON: era el
conjunto de gradas donde
se asentaban los
espectadores. Ocupaba la
ladera de la montaña, y
recibió también el nombre
de theatron, cuyo
significado es "lugar desde
el que se mira", que más
tarde pasó a referirse a
toda la construcción.
ORCHESTRA: Era la parte más
antigua del teatro, y era utilizada
por los coros y las danzas
rituales. En los primeros
tiempos tenía un altar en el
centro, thymile, donde se
sacrificaba un cordero en honor
del dios Dioniso antes de
comenzar la representación.
SKENE: Era una plataforma alargada y estrecha situada
junto a la orchestra, en el lado opuesto al koilon. Cuando
además de coros comenzó a haber un argumento y
actores, se construyó la skené.
EL PROSKENION: (delante
de la escena), adornado con
columnas y estatuas, era el
lugar donde actuaban los
actores y era similar al
proscenio actual.
LA PARASKENIA: se
decoraba con figuras y
pinturas, según el lugar en
que la acción se desarrollaba.
“EL PADRE DE LA TRAGEDIA” “EL MEJOR TRÁGICO”
“EL MÁS TRÁGICO DE LOS 
TRÁGICOS”
ESQUILO SÓFOCLES EURÍPIDES
SÓFOCLES 
(Colono, 496 a. C. - Atenas, 406 a. C.) 
CARACTERÍSTICAS DE SU TEATRO
➢ El mejor trágico.
➢ Aumentó el número de actores a tres.
➢ Importancia a la acción dramática.
➢ Redujo la actividad de los coros.
➢ Profundiza en la psicología de sus 
personajes.
➢ Humanizó la tragedia.
➢ Trabajó la obra independiente.
• GÉNERO: DRAMÁTICO
• ESPECIE: TRAGEDIA
• BASADO: En el ciclo tebano
• TEMA: El destino determina el accionar humano
y el hombre no puede escapar de su destino.
• PERSONAJES:
o Edipo: Rey tebano
o Yocasta: Reina tebana, esposa de Edipo
o Creonte: Cuñado de Edipo, hermano de
Yocasta
o Tiresias: Adivino griego
o Un sacerdote acompañado de Suplicantes
o Un pastor: antiguo criado de Layo
o Un mensajero de Corinto
o Un servidor Palaciego
o El coro de los ancianos de Tebas
Prólogo:
En esta escena la acción transcurre en Tebas, ante el palacio de Edipo, donde se
encuentra un grupo de tebanos arrodillados alrededor del sacerdote de Zeus.
Edipo sale del palacio y se dirige a su pueblo preguntándoles la razón de la
reunión. El sacerdote trágicamente responde que la peste se ha adueñado de
Tebas. Como fue Edipo quien salvó al pueblo de la esfinge se dirigen ahora a él
para librarlos de la Peste y salvar nuevamente a la ciudad. Edipo responde que
ya es consciente de este problema y que ya ha actuado mandando a su cuñado
Creonte a Apolo Pitio, con el fin de informarse sobre lo que se debe hacer. En
ese momento llega Creonte, quien, ante la pregunta de Edipo sobre lo que Apolo
había dicho, responde que según el oráculo, la manera de librar a la ciudad de su
infortunio sería desterrando al culpable del asesinato del rey Layo, quien reinó
Tebas antes de la llegada de Edipo. Según Creonte, el oráculo decía que debían
castigar a los culpables de su muerte. Al oír esto Edipo se encuentra
desconcertado ya que no había pistas sobre la muerte de Layo, salvo el dato que
Creonte aportó, que fue asesinadopor unos bandidos con la fuerza de un gran
número de manos. Edipo se compromete con el pueblo a hallar al culpable.
RESUMEN DE EDIPO REY
SACERDOTE:
¡Oh Edipo, que reinas en mi país! ... La ciudad, como tú
mismo puedes ver, está ya demasiado agitada y no es
capaz todavía de levantar la cabeza de las
profundidades por la sangrienta sacudida. Se debilita en
las plantas fructíferas de la tierra, en los rebaños de
bueyes que pacen y en los partos infecundos de las
mujeres. Además, la divinidad que produce la peste,
precipitándose, aflige la ciudad. ¡Odiosa epidemia, bajo
cuyos efectos está despoblada la morada Cadmea,
mientras el negro Hades se enriquece entre suspiros y
lamentos! Ni yo ni estos jóvenes estamos sentados
como suplicantes por considerarte igual a los dioses,
pero sí el primero de los hombres en los sucesos de la
vida y en las intervenciones de los dioses. Tú que, al
llegar, liberaste la ciudad Cadmea del tributo que
ofrecíamos a la cruel cantora y, además, sin haber visto
nada más ni haber sido informado por nosotros, sino con
la ayuda de un dios, se dice y se cree que enderezaste
nuestra vida.
EDIPO: …Si alguno de vosotros, por otra parte, sabe que el
asesino no es de este país, sino que procede de un país
extranjero, que no se lo calle, pues a mi gratitud se añadirá la
recompensa que le daré. Pero si calla, y si algún tebano,
temiendo denunciar a un amigo, o a sí mismo, rehúsa darme
las explicaciones que pido, que oiga desde ahora con qué
actos pienso responder a su negativa:
«Prohibo a todos los habitantes de esta tierra sobre la que se
extienden mi poder y mi trono, que reciba a ese hombre, sea
quien fuere; que le dirija la palabra, que le admita en las
plegarias comunes y en los sacrificios, y que comparta con él
el agua lustral. Que, por el contrario, le, ahuyente de su casa
como a un ser impuro, causante de la peste, según acaba de
revelármelo el oráculo pítico. De este modo, creo poder ser
auxiliar de la divinidad y vengador del rey que ya no existe; y
así, que el criminal desconocido, bien que haya obrado solo,
bien que haya tenido cómplices, se vea condenado a
arrastrar una vida desgraciada de maldición y de miseria.
Y deseo que esta maldición que acabo de lanzar contra los criminales, caiga sobre mi
casa si en ella yo, de buena fe y sin saberlo, lo hubiera introducido en mi hogar. Os
ordeno, por tanto, que ejecutéis todas mis órdenes por respeto hacia mí, por reverencia
al dios y también por miramiento a esta tierra condenada a perecer ante nuestros ojos,
agotada por la esterilidad y arruinada por el abandono de los dioses. Y aun cuando esta
purificación no se os hubiera exigido por numen celeste, no podríais seguir permitiendo
que este país continuase manchado por la muerte de un hombre que era una persona
eminentemente honrada y vuestro rey; por eso era preciso haber buscado a los
culpables. «Hoy, pues, ya que tengo los poderes que Layo poseía antes que yo, ya que
ocupo su lecho y su mujer es mi esposa, y nuestros hijos hubieran crecido juntos si no
se hubiera frustrado su descendencia por el infortunio que vino a pesar sobre su cabeza;
atendiendo a todas esas razones, como si él hubiese sido mi padre me constituiré en
vengador suyo y lo intentaré todo para hallar al asesino que mató con su mano al hijo
de Lábdaco, nieto de Polidoro, bisnieto de Cadmo y tataranieto del antiguo Agenor,
padre de todos. A los que no cumplieran cuanto acabo de mandar, yo les deseo, y
porque así sea hago votos a los dioses, que la Tierra entera no produzca para ellos
ninguna cosecha ni sus mujeres les den hijos; y que caigan bajo el destino que hoy nos
azota, e incluso que encuentren una muerte más execrable. Para vosotros, en cambio,
cadmeos, que estáis de acuerdo con mis palabras, que la Justicia se convierta en vuestra
aliada y que todos los dioses os sean para siempre constantemente propicios.
Primer Agón:
Edipo pide ayuda a Tiresias para encontrar al culpable y librar a Tebas de la mancha del
homicidio. Tiresias responde preocupado que no debería estar allí ya que no son buenas noticias
las que trae, por eso hace ademán de irse pero Edipo lo detiene pensando que el adivino sabe y
no quiere decirlo. Tiresias responde que no querría hacer públicas sus desgracias, o más bien las
de Edipo, y que de cualquier manera los hechos llegarían a pesar de su silencio. Edipo entonces
acusa a Tiresias de ser el culpable del crimen. Edipo insulta al adivino con su ceguera, y éste
dice que Edipo mismo es el causante de todos sus males. El rey le pregunta a Tiresias si fue él o
Creonte quien tramó esos descubrimientos, ya que cree que Creonte le pagó al adivino para ir y
decir esas mentiras. Tiresias responde que Creonte no causa para él ningún mal. Edipo piensa
que todo esta arreglado entre Creonte y él para arrojarlo del trono. Corifeo interviene y dice a
Edipo que tanto las palabras suyas como las de Tiresias han sido dictadas por la cólera, y que lo
que realmente importa es averiguar como cumplir los oráculos de Apolo. Tiresias luego de una
pausa, le dice a Edipo que él que ve la luz, no ve la desgracia que se cierne sobre él, ni dónde ni
con quien convive. Le dice que pronto no verá mas que tinieblas. El adivino enojado pide que lo
guíen para irse. Antes de marcharse avisa a Edipo que la persona a quien él busca está allí, que
pasa por un extranjero domiciliado en Tebas pero en realidad es tebano de nacimiento y ese
descubrimiento no será para él motivo de alegría. Descubrirá también, dijo Tiresias, que es padre
y hermano de sus hijos; hijo y esposo de la madre que le dio el ser; y el asesino de un padre a
cuya esposa fecundó. Tiresias se retira diciéndole a Edipo que reflexione.
114
TIRESIAS: ¡Ay! ¡Ay! ¡Cuán atroz es
saber, cuando no trae provecho ni
siquiera al que sabe! Convencido
estaba de ello, pero lo había
olvidado: no debería haber venido.
EDIPO: ¿Qué hay? Apenas has
llegado y ya te veo desalentado.
TIRESIAS: ¡Déjame volver a mi
hogar! Será lo mejor si quieres
creerme, para ti y para mí.
EDIPO: Tus palabras no son justas,
ni veo en ellas sentimientos de
benevolencia para esta ciudad que
te ha criado, puesto que rehúsas
darle la respuesta que te pide.
TIRESIAS: Es que veo que tu
petición no es oportuna para ti
mismo. De modo que para no
incurrir yo mismo en la misma
falta... (TIRESIAS hace ademán de
irse.)
EDIPO: ¡Por los dioses! Puesto que
estás enterado, no te vuelvas a
marchar; aquí nos tienes a todos
suplicantes, prosternados ante ti
EDIPO: ¡Oh Tiresias, cuya mente
conoce todo lo que se ha de divulgar
y lo que se ha de callar, los signos del
Cielo y los que ofrece la Tierra!
Aunque seas ciego, ves sin embargo
el azote que padece esta ciudad; sólo
tú, maestro, puedes socorrerla y
salvarla. Apolo, en efecto, si no te han
informado mal nuestros mensajeros,
contestó a nuestros enviado que el
único medio de liberarnos de la plaga
que nos azota es descubrir al asesino
de Layo y castigarle con la muerte o
con el destierro de este país. Tú,
pues, Tiresias, sin ahorrarte los
presagios que puedas obtener de tu
ciencia augural, o poniendo a
contribución cualquier otro medio
adivinatorio, salva a la ciudad y
sálvate a ti mismo; sálvame también a
mí y líbranos de la mancha de ese
homicidio. Nuestra esperanza está
puesta en ti; y ser útil a los demás, en
la medida de sus fuerzas, y según
sus medios, es para un hombre la
más hermosa de sus empresas.
TIRESIAS (A EDIPO, después de un silencio.): Por muy rey
que seas, Edipo, me corresponde contestarte con igual título,
de igual a igual, ya que yo también reino a mi modo. Yo no
soy tu esclavo; Apolo es mi dueño, y nunca figuraré en el
número de los clientes de Creonte. Ya que me insultas en mi
ceguera, he aquí lo que tengo que decirte: tú, que tienes los
ojos abiertos a la luz, no ves la desgracia que se cierne
contra ti ni ves en qué lugar habitas ni con quiénes convives.
¿Sabes de quién desciendes? Eres, sinsaberlo, odioso a
todos los tuyos, que están abajo en el Hades, y a los que
están aún encima sobre la tierra. La aterradora maldición de
un padre y de una madre te acosa y te echará de este país; y
tú, que hoy ves claramente la luz, pronto no verás más que
tinieblas. Ningún lugar estará al abrigo de tus lamentos. ¿Qué
Citerón responderá dentro de poco a tus gemidos, cuando
conozcas el himeneo que te condujo, pasajero demasiado
feliz, al puerto sin fondeadero de tu propio hogar? No
presientes tampoco los innumerables males que te vendrán a
igualar con tus hijos. Después de esto, puedes cubrir de lodo
a Creonte y mis palabras. Nadie entre los hombres será tan
duramente maltratado por el Destino como tú.
116
EDIPO: ¿Tendré, pues, que oír y
soportar semejantes cosas de los
labios de este hombre? ¿No ves que
corres a tu desgracia? Huye
inmediatamente, retírate y abandona
esta casa.
TIRESIAS: Yo no hubiera venido por
mí mismo si tú no me hubieses
llamado.
EDIPO: Yo no sabía que emplearías un
lenguaje tan insensato, pues de
haberlo sabido no me hubiera
apresurado tanto en mandarte
llamar.
TIRESIAS: Insensato puedo parecerlo
a tus ojos, pero los padres que te
dieron el ser me hallaban razonable.
EDIPO: ¿Qué padres? ¡Quédate aquí!
¿De quién he nacido yo?
TIRESIAS: El día de hoy te hará nacer
y perecer.
EDIPO: ¡Cuán obscuras y enigmáticas
son siempre tus palabras!
TIRESIAS: ¿No eres tú hábil en
resolver enigmas?
EDIPO: ¿Echarme en cara lo que hizo
mi grandeza?
TIRESIAS: Esta grandeza, sin embargo, es la que te ha
perdido.
EDIPO: ¡Qué me importa, si por ella salvé la ciudad!
TIRESIAS: No me queda ya sino retirarme. ¡Tú, niño,
guíame!
EDIPO: Sí, que te lleve, pues tu presencia me
atormenta; y tu apresurada ausencia ya no me
importunará.
TIRESIAS: Me iré, pero no sin antes haber dicho lo
que me trajo aquí, sin temer tu mirada, pues no
tienes poder para quitarme la vida. Así, pues, te lo
repito: el hombre a quien andas buscando desde hace
tiempo con tus amenazas y tus proclamas, el matador
de Layo, ese hombre está aquí; pasa por un extranjero
domiciliado en Tebas; pero pronto se verá que es
tebano de nacimiento, y este descubrimiento no será
para él motivo de alegría. El ve ahora y se quedará
ciego; es rico y mendigará su sustento; caminará por
tierras extrañas tanteando su camino con un bastón.
Se descubrirá que es la vez padre y hermano de sus
propios hijos; hijo y esposo de la madre que le dio el
ser, y el matador de un padre a cuya esposa fecundó.
«Y ahora, ve, entra a tu palacio y reflexiona sobre lo
que acabas de oír. Si encuentras que mentido, podrás
decir entonces que no entiendo una palabra de
adivinación. (Sale TIRESIAS con el niño. EDIPO entra a
su palacio.)
YOCASTA: No te atormentes por lo que me estás diciendo.
Escúchame y te convencerás de que no hay ningún mortal que
entienda una palabra de profecías. En pocas palabras te daré
una prueba de ello. Hace tiempo, un oráculo, transmitido no
diré que por el mismo Apolo, sino a través de uno de sus
servidores, pronosticaba a Layo que su destino era morir a
manos de un hijo suyo que le nacería de mí. Pues a pesar de
eso, a Layo le mataron hace tiempo, por lo menos eso dice la
opinión general, unos bandidos extranjeros, en el cruce de tres
caminos. Y respecto de su hijo, cuando sólo hacía tres días
que éste había nacido, Layo lo entregó, con los pies bien
atados por los tobillos, a manos mercenarias, para que lo
arrojasen al fondo de una sima impenetrable de una montaña.
Ahí tienes cómo ni Apolo ha cumplido sus oráculos ni el hijo de
Layo mató a su padre. Y Layo no murió como él con tanto
horror temía, a manos de su hijo. Así se cumplió lo que los
oráculos habían predeterminado. De modo que no te inquietes
más. Lo que un dios juzga útil que se sepa, lo revela fácilmente
él mismo.(Pausa.)
EDIPO: ¡Qué extraña turbación en mi alma y qué desconcierto
en la mente se apodera de mí al escucharte, mujer!
PASTOR: ¡Ay!, ¡heme aquí ante una cosa horrible de decir! 
EDIPO: Y para mí también horrible de oír. Pero, sin embargo, 
tengo que oírla. 
PASTOR: Se decía que era hijo de Layo. Pero la está en casa, tu 
mujer, te diría mejor que nadie cómo fue eso. 
EDIPO: ¿Te lo dio ella? 
PASTOR: Sí, rey. 
EDIPO: ¿Para qué? 
PASTOR: Para que lo hiciera desaparecer. 
EDIPO: ¿Una madre? ¡desgraciada! 
PASTOR: Por miedo de horribles oráculos. 
EDIPO: ¿Qué decían esos oráculos? 
PASTOR: Que aquel niño debía matar a sus padres; así se decía. 
EDIPO: Pero tú, ¿por qué se lo entregaste a este anciano? 
PASTOR: Por piedad, señor. Pensaba que se lo llevaría a otra 
comarca, a la isla donde él vivía. Mas él, para las más grandes 
desgracias, lo guardó junto a sí. Porque si tú eres el que él dice, 
has de saber que eres el más infortunado de los hombres. 
EDIPO: ¡Ay! ¡Ay! Todo se ha aclarado ahora. ¡Oh luz, pudiera yo 
verte por última vez en este instante! Nací de quien no debería 
haber nacido; he vivido con quienes no debería estar viviendo; 
maté a quien no debería haber matado.
EDIPO: ¿de modo que vais a consultar el oráculo tratándose del miserable de mí?
CREONTE: sí, y ahora ya no podrás poner en duda las palabras del dios.
EDIPO: además, he aquí lo que te pido y lo que te ruego. Da la sepultura que juzgues
conveniente a la que está en el palacio, pues es un deber que debes cumplir decentemente
en consideración a los tuyos. En cuanto a mí, por largo que sea el tiempo que viva, no
consientas nunca que esta ciudad, la ciudad de mi padre, me tenga por habitante. Déjame
vivir en las montañas, en el citerón, que dicen que es mi patria, y que mi padre y mi madre
me habían, una vez nacido, asignado para tumba, a fin de que muera donde hubiesen
deseado que muriese. Sé, sin embargo, que no será ni la enfermedad ni ningún otro
accidente lo que me matará. ¿Hubiera sido salvado cuando me hallaba moribundo, si no
estuviese destinado a desgracias mayores? Pero que mi destino camine por donde quiera,
que siga su curso. En cuanto a mis hijos, no te inquietes por los varones, creonte; son
hombres, y en cualquier lugar que se hallen no dejarán de proveer a su vida. ¡Pero mis
hijas, esas dos hijas desgraciadas y dignas de compasión, que nunca fueron apartadas de la
mesa en que yo comía, y que siempre compartieron los mismos manjares, cuídate de ellas
en mi lugar, y sobre todo, déjame tocarlas con mis manos y llorar su desgracia! ¡Piedad!
¡Piedad, príncipe de rey noble raza! Si pudiera tocarlas con mis manos, creería que aún las
abrazaba como en otro tiempo, cuando mis ojos veían claro. (Oye llorar.) «¿Qué oigo? ¿Es
que he oído, ¡oh dioses!, Sollozar cerca de aquí a mis hijas muy amadas? ¿Por compasión
hacia mí creonte me ha enviado a mis dos hijas que me son tan queridas?
CREONTE: Vamos, ya has
llorado bastante. Vuelve bajo
tu techo.
EDIPO: Tengo que obedecer,
aunque sea muy a disgusto.
CREONTE: Todo lo que se
hace oportunamente es una
acción buena de ejecutar.
EDIPO: ¿Sabes con qué
condiciones me retiraré?
CREONTE: Dilas; las sabré
después de habértelas oído.
EDIPO: Que me desterrarás
de este país.
CREONTE: Me pides lo que
sólo un dios puede conceder.
EDIPO: ¡Pero si soy el hombre
más execrado de los dioses!
CREONTE: Ya que es así,
obtendrás pronto lo quieres.
EDIPO: ¿Dices la verdad?
CREONTE: No me gusta decir
inconsideradamente lo que no
pienso.
EDIPO: Pues bien, llévame lejos
de aquí.
CREONTE: Ven, pues, y suelta
a tus hijas.
EDIPO: ¡Oh no, no me las
quites!
CREONTE: Dejarás de querer
ser siempre el amo, pues lo que
has obtenido no ha sido siempre
por el bien de tu vida.
(EDIPO, guiado por CREONTE,
entra lentamente al palacio,
seguido de sus hijas y de la
servidumbre del rey.)
Éxodo:
El coro muestra como una persona feliz como Edipo se convirtió en la criatura más desgraciada de la
tierra, por eso dice que hasta esperar su último día no hay que proclamar feliz a ningún mortal Antes
de que haya llegado su último día.
(Entran todos en palacio)
CORIFEO. ¡Oh habitantesde mi
patria, Tebas, miren: he aquí a
Edipo, el que solucionó los
famosos enigmas y fue hombre
poderosísimo; aquel al que los
ciudadanos miraban con envidia
por su destino! ¡En qué cúmulo de
terribles desgracias ha venido a
parar! De modo que ningún mortal
puede considerar a nadie feliz con
la mira puesta en el último día,
hasta que llegue al término de su
vida sin haber sufrido nada
doloroso.
COMENTARIO FINAL 
La obra muestra la caída de Edipo («el de
los pies hinchados») desde la posición
más alta entre los suyos, hasta el
extremo del dolor y el abandono,
demostrando la incertidumbre acerca del
destino del hombre: «Ningún mortal puede
darse por feliz hasta que no haya pasado el
límite final de su vida libre de toda pena».
El destino actúa como una fuerza
superior, pero siempre a través del ser
humano. La obra expone la incertidumbre
acerca del destino del hombre, ya que este
actúa como una fuerza superior al ser
humano.
Adicionalmente, Edipo aparece como
chivo expiatorio al tomar las culpas de la
ciudad sobre sí mismo propiciando con su
castigo la salvación de los otros.
Un motivo de interés radica en la
oposición entre ceguera y
visión. La visión auténtica es
interior; la falsa es exterior. La
ceguera física representa la
adquisición de la sabiduría, la
visión interior. Además, Edipo
aparece como chivo expiatorio,
pues con su castigo toma las
culpas de la ciudad sobre sí
mismo y libera a los ciudadanos
de Tebas.
GRACIAS
POR LA ATENCIÓN
FUTURO CACHIMBO
1. E 6. D 11. C 16. B 21. C
2. C 7. D 12. D 17. C 22. B
3. D 8. D 13. A 18. A 23. A
4. E 9. C 14. B 19. B 24. B
5. C 10. C 15. D 20. C 25. D
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