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LOS GÉNEROS LITERARIOS Son formas institucionalizadas que agrupan a las obras por sus caracteres comunes. Son categorías que se emplean para sistematizar la multiplicidad de obras. Los primeros tratadistas en hacer clasificaciones fueron Aristóteles y Horacio. Tradicionalmente se distinguen tres géneros: Es aquel género que presenta hechos legendarios o ficticios de forma objetiva, desarrollados en un espacio y tiempo determinados. El autor de este género literario suele expresarse por medio de la narración, aunque también puede incluir la descripción y el diálogo. ESPECIES ÉPICAS Y EJEMPLOS 3. Poema épico Narra las hazañas de un héroe; quien generalmente es un conquistador, pues busca exaltar o engrandecer a un pueblo. Destacan Jerusalén liberada de Torcuato Tasso. E SP E C IE s É P IC A S ESPECIE ÉPICAS EN VERSO ➢ Cuento: narración breve que presenta una sola acción o hecho principal. ÉPICA EN PROSA ➢ Novela: más complicado de definir en una sola frase, puede caracterizarse como narración más o menos compleja que presenta una serie de conductas, relaciones y situaciones profundas ➢ Fábula: presenta moraleja, o pauta moral. Está protagonizado por animales ➢ Tradición: relato donde se combina lo histórico, la leyenda y el cuadro costumbrista. A veces contiene algo de humor. Expresa los sentimientos y emociones del autor y para ello, emplea generalmente el verso y figuras literarias. Este género es de carácter subjetivo, donde el poeta expresa su mundo interior. Se dice que el origen de la lírica data desde la antigua Grecia, ya que su nombre nace de la Lira, término que se le daba a un instrumento musical de la época, generalmente este instrumento musical se acompañaba con canticos y versos armoniosos que complementaban la melodía, cuando esto acontecía, todos se unían, podía ser una sola persona expresando su cantico o podrían ser varias en coro, manifestando un solo sentimiento a una sola voz que hacía repercutir esas emociones en los terceros oyentes. ➢ODA: Es un poema que tiende a exaltar y elogiar un tema o asunto . ➢ELEGÍA: Es un poema melancólico producido por la muerte de un ser querido. ➢ÉGLOGA: Es un poema de carácter bucólico y tiene como tema la naturaleza. ➢SÁTIRA: Es un poema mordaz o burlesco. ➢MADRIGAL: Composición poética, generalmente corta, de contenido idílico.E SP E C IE s LÍ R IC A S GÉNERO: ESPECIE: LÍRICO ELEGÍA GÉNERO: ESPECIE: LÍRICO SÁTIRA GÉNERO: ESPECIE: LÍRICO ÉGLOGA El género dramático es aquel que representa algún episodio o conflicto de la vida de los seres humanos por medio del diálogo de los personajes. Este género esta destinado a ser representado públicamente frente a un auditorio, por lo tanto, este género abarca a todas manifestaciones teatrales , a todo lo escrito para el teatro y a todo lo que es susceptible de representación escénica ante un público. Una característica esencial es la acción . Lo que sucede en la obra no está descrito ni narrado ni comentado directamente por el dramaturgo, sino visto por el espectador . E sp e c ie s D R A M Á T IC A S EJEMPLOS GÉNERO LITERARIO ESPECIE LITERARIA 1. Divina comedia 2. Edipo rey 3. Odisea 4. A una nariz 5. Salicio y Nemoroso 6. El avaro 7. Ramayana 8. Beowulf 9. El lazarillo de Tormes 10. El Ulises 11. La vida es sueño ÉPICO ÉPICO POEMA ÉPICO ÉPICO ÉPICO DRAMÁTICO DRAMÁTICO DRAMÁTICO ÉPICO LÍRICO LÍRICO ÉPICO TRAGEDIA EPOPEYA CANTAR DE GESTA EPOPEYA SÁTIRA ÉGLOGA COMEDIA DRAMA NOVELA NOVELA Las figuras literarias, también conocidas como figuras retóricas, son formas no convencionales de emplear las palabras para dotarlas de expresividad, vivacidad o belleza, con el objeto de sorprender, emocionar, sugerir o persuadir. Las figuras literarias son típicas del discurso literario y de sus distintos géneros (poesía, narrativa, ensayo, drama), en los cuales el lenguaje es un fin en sí mismo, y es transformado para potenciar sus posibilidades expresivas. CUADRO RESUMEN ➢ Tu piel, ya terciopelo ajado. (Metáfora de tipo A es B) Metáfora La metáfora consiste en un tipo de analogía o asociación entre elementos que comparten alguna similitud de significado para sustituir a uno por el otro en una misma estructura. Una metáfora expone dos cosas en conjunto que permiten la sugerencia a compararse e interpretarse como un solo concepto. Se encuentra básicamente en todos los campos del conocimiento, puesto que responde a convenciones semánticas dadas por una cultura, que están implícitas en el lenguaje. Ejemplos: En el campo de la Literatura, se la ha clasificado como un tropo o identificación de dos realidades que contienen alguna semejanza entre ellas. Por ejemplo, Miguel de Cervantes en el capítulo XIII de la primera parte de Don Quijote de la Mancha, construye la descripción de Dulcinea a partir de un conjunto de metáforas: Que sus cabellos son de oro, su frente de campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve (....) Símil El símil o comparación consiste en establecer una relación de semejanza entre dos elementos que viene introducida por un elemento relacional explícito. Ejemplos ➢“Eres fría como el hielo”. ➢“Se arrojó sobre ella cual águila sobre su presa”. ➢ “Le pedí disculpas mil veces”. Es una manera de explicar que se pidió disculpa de manera reiterada. Hipérbole La hipérbole tiene lugar cuando se aumenta o disminuye de manera exagerada un aspecto o característica de una cosa. Ejemplos: ➢ “Te amo hasta el infinito y más allá”. Expresa un amor en demasía. ➢ “Lloró ríos de lágrimas al partir”. Se refiere a que la persona lloró en exceso. ➢ “Era del año la estación florida”, debe ser: La estación florida del año. Hipérbaton El hipérbaton es una figura literaria en la que la que se altera el orden convencional de las palabras por razones expresivas o, en el caso de la poesía, para ajustarlo a la métrica, el ritmo o la rima de la frase. Ejemplos : ➢ “Del salón en el ángulo oscuro,/ de su dueño tal vez olvidada,/ silenciosa y cubierta de polvo,/veíase el arpa”. “Rima VII”, de Gustavo Adolfo Bécquer. El arpa silenciosa y cubierta de polvo olvidada talvez de su dueño veíase en el ángulo oscuro del salón. ➢ “Blanco tu ardiente fuego y frío hielo...” Epíteto Es el adjetivo calificativo que resalta las características y cualidades de un sustantivo (el frío en la nieve, el calor en el fuego, la humedad en el agua, entre otros), sin distinguirlo de los demás de su grupo. Los epítetos expresan cualidades que todo el mundo puede distinguir (en terminología tradicional, «adjetivos calificativos»), limitándose a describir al referente (me gustan las motos grandes) o a definirlo (me gusta la moto grande). Ejemplos: ➢ “Por ti la verde hierba, el fresco viento, el blanco lirio y colorada rosa y dulce primavera deseaba…” ➢ Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo. Anáfora La anáfora consiste en la repetición rítmica de determinados sonidos o palabras al principio de un verso o de una frase. Ejemplos: ➢ Querrán volarlo y no podrán volarlo. Querrán romperlo y no podrán romperlo. Querrán matarlo y no podrán matarlo. CLASICISMO (Grecia, s. XIII a.C – Roma, s. V d. C) I. Concepto Es el primer movimiento de la literatura universal que surge en Grecia y comprende los siglos XIII a. C. al V d. C. II. Características ✓ Equilibrio y simetría en la forma y el fondo (gracias a esta norma, sus obras manifestaban armonía, serenidad y belleza, llegando a la perfección literaria). ✓ Normatividad (Estaba sujeta a reglas firmes en función a la idea del equilibrio). Por ejemplo, el teatro griego estaba sujeto a la regla de las tres unidades:acción, tiempo y espacio. ✓ Culto a la razón (esto obedece a su afán por el conocimiento y el querer explicarlo todo) • Su literatura es de tipo pedagógica, cuya finalidad era la enseñanza. Es por esto que resaltan su rasgo racional e intelectual en ella. • Las obras griegas se encuentran basadas en mitos de la Edad Heroica, los cuales son reflejo de su cosmovisión. Dentro de la literatura griega, la invención de personajes o hechos no es muy frecuente. CARACTERÍSTICAS • Posee tendencia antropocentrista, donde el hombre es tan importantes que hasta sus mismos dioses poseen rasgos antropomorfos. • En su expresión mantiene el equilibrio entre el fondo y la forma, destacando por su gran preocupación por la belleza formal. ➢ Ha ejercido una marcada influencia en la literatura occidental. ➢ Posee un carácter originario y formativo. Es la única literatura europea que se ha originado a partir de sus propias instituciones sociales y culturales. ➢ Las artes, la filosofía, la historia, la retórica, etc., debido a su calidad formal y su alto contenido problemático sobre temas fundamentales de la existencia humana, se han convertido en verdaderos modelos universales. IMPORTANCIA PERIODOS DE LA LITERATURA GRIEGA I. PERIODO JÓNICO II. PERIODO ÁTICO O CLÁSICO III. PERIODO HELENÍSTICO O ALEJANDRINO PERIODO JÓNICO (s. XIII a.C. - s. VII a.C.) Se le denomina también periodo Arcaico, en donde la capital es Jonia, que posee como forma de gobierno la Monarquía y en donde no se desarrolla la escritura, por lo tanto su literatura es de tipo oral. Los temas eran mitos, especulaciones religiosas y otros relacionados con la cultura. A este periodo, pertenecen las epopeyas cantadas por Homero, conocidas como la Ilíada y la Odisea. Representantes: Épica: ▪ Heroica.- Homero, autor de la “Ilíada” y la “Odisea“ ▪Didáctica.- Hesiodo, autor de "La Teogonía" Lírica: ▪ Odas Olímpicas.- Píndaro, autor de "Epinicios" ▪ Amorosa.- Safo, autora de "Epitalamios" Homero LAS EPOPEYAS HOMÉRICAS ✓Su objetivo es celebrar una Edad Heroica. ✓Tienen como fondo común la Guerra de Troya. ✓Pertenecen a un mundo aristocrático y señorial que tiene su ideal en el pasado. ✓Ambas se componen de 24 cantos o rapsodias. ✓Métrica: escritas en versos hexámetros ✓Figura literaria predominante: el epíteto ➢Se basan en el contraste de personalidades, pasiones y acciones de los protagonistas, contrastando la humanidad y la crudeza. ➢Describen solemne y sencillamente el mundo heroico de tiempos antiguos, sin intención de precisión histórica. ➢Uso de figuras literarias. La más resaltante es el epíteto. ➢Reviven antiguas leyendas y relatos (mitología griega). ➢Género : épico ➢Especie : epopeya ➢Estructura : 15 674 versos ➢Cantos o rapsodias : 24 ➢Verso : hexámetro ➢Dialecto : jónico-eólico ➢Tema central: La cólera de Aquiles Consideraciones ❖ La Ilíada se inicia con una invocación a la diosa Calíope. ❖ Es un poema cuyo relato y descripción caracterizan la vida de aquella época. ❖ Los dioses tienen una actuación importante en la vida de los héroes. ❖ Sus prototipos humanos y la exactitud de sus imágenes motivan a llamarlo el milagro griego. ❖Griegos (aqueos) ▪ Aquiles (‘el de los pies ligeros’) Rey de los mirmidones, fue el símbolo del honor griego. ▪ Agamenón (‘pastor de hombres’) Rey de Micenas. ▪ Helena (‘la de la hermosa cabellera’) Esposa de Menelao. ▪ Néstor (‘sabiduría persuasiva’) Rey de Pilos, fue el más anciano de los caudillos. ❖Troyanos (teucros) ▪ Héctor (‘el de tremolante casco’) Hijo del rey Príamo. ▪ Paris (‘el joven afeminado’) Hijo del rey Príamo, fue llamado también Alejandro. ▪ Príamo (‘hombre de la digna realeza’) Último rey troyano, fue un hombre noble y generoso Personajes importantes Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquileo; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves —cumplíase la voluntad de Zeus—desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquileo. ¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan? El hijo de Zeus y de Leto. Airado con el rey, suscitó en el ejército maligna peste y los hombres perecían por el ultraje que el Atrida infiriera al sacerdote Crises. Este, deseando redimir a su hija, habíase presentado en las veleras naves aqueas con un inmenso rescate y las ínfulas del flechador Apolo que pendían de áureo cetro, en la mano; y a todos los aqueos, y particularmente a los dos Atridas, caudillos de pueblos, así les suplicaba: —¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas! Los dioses, que poseen olímpicos palacios, os permitan destruir la ciudad de Príamo y regresar felizmente a la patria. Poned en libertad a mi hija y recibid el rescate, venerando al hijo de Zeus, al flechador Apolo. Todos los aqueos aprobaron a voces que se respetase al sacerdote y se admitiera el espléndido rescate: mas el Atrida Agamemnón, a quien no plugo el acuerdo, le mandó enhoramala con amenazador lenguaje: ILÍADA CANTO I —Que yo no te encuentre, anciano, cerca de las cóncavas naves, ya porque demores tu partida, ya porque vuelvas luego; pues quizás no te valgan el cetro y las ínfulas del dios. A aquélla no la soltaré; antes le sobrevendrá la vejez en mi casa, en Argos, lejos de su patria, trabajando en el telar y compartiendo mi lecho. Pero vete; no me irrites, para que puedas irte sano y salvo. Así dijo. El anciano sintió temor y obedeció el mandato. Sin desplegar los labios, fuése por la orilla del estruendoso mar, y en tanto se alejaba, dirigía muchos ruegos al soberano Apolo, hijo de Leto, la de hermosa cabellera: —¡Oyeme, tú que llevas arco de plata, proteges a Crisa y a la divina Cila, e imperas en Ténedos poderosamente! ¡Oh Esmintio! Si alguna vez adorné tu gracioso templo o quemé en tu honor pingües muslos de toros o de cabras, cúmpleme este voto: ¡Paguen los dánaos mis lágrimas con tus flechas! Tal fue su plegaria. Oyóla Febo Apolo, e irritado en su corazón, descendió de las cumbres del Olimpo con el arco y el cerrado carcaj en los hombros; las saetas resonaron sobre la espalda del enojado dios, cuando comenzó a moverse. Iba parecido a la noche. Sentóse lejos de las naves, tiró una flecha, y el arco de plata dio un terrible chasquido. Al principio el dios disparaba contra los mulos y los ágiles perros; mas luego dirigió sus mortíferas saetas a los hombres, y continuamente ardían muchas piras de cadáveres. Durante nueve días volaron por el ejército las flechas del dios. En el décimo, Aquileo convocó al pueblo a junta: se lo puso en el corazón Hera, la diosa de los níveos brazos, que se interesaba por los dánaos, a quienes veía morir. Cuando ambos guerreros se hallaron frente a frente, dijo el primero el gran Héctor, de tremolante casco: —No huiré más de ti, oh hijo de Peleo, como hasta ahora. Tres veces di la vuelta, huyendo, en torno de la gran ciudad de Príamo, sin atreverme nunca a esperar tu acometida. Mas ya mi ánimo me impele a afrontarte ora te mate, ora me mates tu. Ea pongamos a los dioses por testigos, que serán los mejores y los que más cuidarán de que se cumplan nuestros pactos: Yo no te insultaré cruelmente, si Zeus me concede la victoria y logro quitarte la vida; pues tan luego como te haya despojado de las magníficas armas, oh Aquileo, entregaré el cadáver a los aqueos. Obra tú conmigo de la misma manera. Mirándole con torva faz, respondió Aquileo, el de los pies ligeros: — ¡Héctor, a quien no puedo olvidar! No me hables de convenios. Como no es posible que haya fieles alianzas entre los leones y los hombres, ni que estén de acuerdo los lobos y los corderos, sino que piensan continuamente en causarse daño unos a otros; tampoco puede haber entre nosotros ni amistad ni pactos, hasta que caiga uno de los dos y sacie de sangre a Ares, infatigablecombatiente. Revístete de toda clase de valor, porque ahora te es muy preciso obrar como belicoso y esforzado campeón. Ya no te puedes escapar. Palas Atenea te hará sucumbir pronto, herido por mi lanza, y pagarás todos juntos los dolores de mis amigos, a quienes mataste cuando manejabas furiosamente la pica. CANTO XXII En diciendo esto, blandió y arrojó la fornida lanza. El esclarecido Héctor, al verla venir, se inclinó para evitar el golpe: clavóse aquella en el suelo, y Palas Atenea la arrancó y devolvió a Aquileo, sin que Héctor, pastor de hombres, lo advirtiese. Y Héctor dijo al eximio Pelida: —¡Erraste el golpe, deiforme Aquileo! Nada te había revelado Zeus acerca de mi destino como afirmabas: has sido un hábil forjador de engañosas palabras, para que, temiéndote, me olvidara de mi valor y de mi fuerza. Pero no me clavarás la pica en la espalda, huyendo de ti: atraviésame el pecho cuando animoso y frente a frente te acometa, si un dios te lo permite. Y ahora guárdate de mi broncínea lanza. ¡Ojalá que todo su hierro se escondiera en tu cuerpo! La guerra sería más liviana para los teucros si tú murieses, porque eres su mayor azote. Así habló; y blandiendo la ingente lanza, despidióla sin errar el tiro; pues dio un bote en el escudo del Pelida. Pero la lanza fue rechazada por la rodela, y Héctor se irritó al ver que aquélla había sido arrojada inútilmente por su brazo; paróse, bajando la cabeza pues no tenía otra lanza de fresno y con recia voz llamó a Deífobo, el de luciente escudo, y le pidió una larga pica. Deífobo ya no estaba a su vera. Entonces Héctor comprendiólo todo, y exclamó: —¡Oh! Ya los dioses me llaman a la muerte. Creía que el héroe Deífobo se hallaba conmigo, pero está dentro del muro, y fue Atenea quien me engañó. Cercana tengo la perniciosa muerte, que ni tardará ni puedo evitarla. Así les habrá placido que sea, desde hace tiempo, a Zeus y a su hijo, el Flechador; los cuales, benévolos para conmigo, me salvaban de los peligros. Cumplióse mi destino. Pero no quisiera morir cobardemente y sin gloria; sino realizando algo grande que llegara a conocimiento de los venideros. Esto dicho, desenvainó la aguda espada, grande y fuerte, que llevaba al costado. Y encogiéndose, se arrojó como el águila de alto vuelo se lanza a la llanura, atravesando las pardas nubes, para arrebatar la tierna corderilla o la tímida liebre; de igual manera arremetió Héctor blandiendo la aguda espada. Aquileo embistióle, a su vez, con el corazón rebosante de feroz cólera: defendía su pecho con el magnífico escudo labrado, y movía el luciente casco de cuatro abolladuras, haciendo ondear las bellas y abundantes crines de oro que Hefesto colocara en la cimera. Como el Véspero, que es el lucero más hermoso de cuantos hay en el cielo, se presenta rodeado de estrellas en la obscuridad de la noche; de tal modo brillaba la pica de larga punta que en su diestra blandía Aquileo, mientras pensaba en causar daño al divino Héctor y miraba cuál parte del hermoso cuerpo del héroe ofrecería menos resistencia. Este lo tenía protegido por la excelente armadura que quitó a Patroclo después de matarle, y sólo quedaba descubierto el lugar en que las clavículas separan el cuello de los hombros, la garganta, que es el sitio por donde más pronto sale el alma: por allí el divino Aquileo envasóle la pica a Héctor, que ya le atacaba, y la punta, atravesando el delicado cuello, asomó por la nuca. Pero no le cortó el garguero con la pica de fresno que el bronce hacia ponderosa, para que pudiera hablar algo y responderle. Héctor cayó en el polvo, y el divino Aquileo se jactó del triunfo, diciendo: —¡Héctor! Cuando despojabas el cadáver de Patroclo, sin duda te creíste salvado y no me temiste a mí porque me hallaba ausente. ¡Necio! Quedaba yo como vengador, mucho más fuerte que él, en las cóncavas naves, y te he quebrado las rodillas. A ti los perros y las aves te despedazarán ignominiosamente, y a Patroclo los aqueos le harán honras fúnebres. Con lánguida voz respondióle Héctor, el de tremolante casco: —Te lo ruego por tu alma, por tus rodillas y por tus padres: ¡No permitas que los perros me despedacen y devoren junto a las naves aqueas! Acepta el bronce y el oro que en abundancia te darán mi padre y mi veneranda madre, y entrega a los míos el cadáver para que lo lleven a mi casa, y los troyanos y sus esposas lo pongan en la pira. Mirándole con torva faz, le contestó Aquileo, el de los pies ligeros: —No me supliques, ¡perro!, por mis rodillas ni por mis padres. Ojalá el furor y el coraje me incitaran a cortar tus carnes y a comérmelas crudas. ¡Tales agravios me has inferido! Nadie podrá apartar de tu cabeza a los perros, aunque me den diez o veinte veces el debido rescate y me prometan más, aunque Príamo Dardánida ordene redimirte a peso de oro; ni aun así, la veneranda madre que te dio a luz te pondrá en un lecho para llorarte, sino que los perros y las aves de rapiña destrozarán tu cuerpo. Contestó, ya moribundo, Héctor, el de tremolante casco: — ¡Bien te conozco, y no era posible que te persuadiese, porque tienes en el pecho un corazón de hierro. Guárdate de que atraiga sobre ti la cólera de los dioses, el día en que Paris y Febo Apolo te harán perecer, no obstante tu valor, en las puertas Esceas. Apenas acabó de hablar, la muerte le cubrió con su manto: el alma voló de los miembros y descendió al Hades, llorando su suerte, porque dejaba un cuerpo vigoroso y joven. Y el divino Aquileo le dijo, aunque muerto le viera: —¡Muere! Y yo perderé la vida cuando Zeus y los demás dioses inmortales dispongan que se cumpla mi destino. ( … ) Tras hablar así, se alejó hacia el vasto Olimpo Hermes. Y Príamo saltó de los caballos a tierra y dejó allí a Ideo, que esperaba guardando los caballos y las mulas. El anciano fue derecho a la casa, donde Aquiles, caro a Zeus, residía. Lo halló dentro; sus compañeros estaban sentados aparte; y sólo dos, el héroe Automedonte y Álcimo, retoño de Ares, se afanaban en presencia suya presurosos. Acababa de dejar el alimento después de comer y beber, y la mesa aún estaba puesta al lado. Entró el alto Príamo sin que ellos lo notaran, se paró cerca y estrechó las rodillas de Aquiles y le besó las manos terribles y homicidas que a tantos hijos suyos habían matado. Como cuando una densa ofuscación apresa al hombre que mata en la patria a una persona y llega a un pueblo extraño ante un hombre acaudalado, y el estupor invade a quienes lo ven, así de estupefacto se quedó Aquiles al ver al deiforme Príamo. También los demás intercambiaron estupefactos sus miradas. Príamo le dirigió una súplica, diciendo estas palabras: «¡Acuérdate de tu padre, Aquiles, semejante a los dioses, que tiene mi misma edad y está en el funesto umbral de la vejez! También a él los vecinos que habitan alrededor sin duda lo atormentan, y no hay quien aparte de él la ruina y el estrago. Sin embargo, aquél, mientras sigue oyendo que tú estás vivo, se alegra en el ánimo y espera cada día ver a su querido hijo que vuelve de Troya. Pero mi desdicha es completa: he engendrado los mejores hijos en la ancha Troya, y de ellos afirmo que ninguno me queda. CANTO XXIV Cincuenta tenía cuando llegaron los hijos de los aqueos: diecinueve me habían nacido de un único vientre, y otras mujeres habían alumbrado en el palacio a los demás. A la mayoría el impetuoso Ares les ha doblado las rodillas, y el único que me quedaba y protegía la ciudad y a sus habitantes hace poco lo has matado cuando luchaba en defensa de la patria, Héctor. Por él he venido ahora a las naves de los aqueos, para rescatarlo de tu poder, y te traigo inmensos rescates. Respeta a los dioses, Aquiles, y ten compasión de mí por la memoria de tu padre. Yo soy aún más digno de piedad y he osado hacer lo que ningún terrestre mortal hasta ahora: acercar a mi boca la mano del asesino de mi hijo.» Así habló, y le infundió el deseo de llorar por su padre. Le tocó la mano y retiró consuavidad al anciano. El recuerdo hacía llorar a ambos: el uno al homicida Héctor lloraba sin pausa, postrado ante los pies de Aquiles; y Aquiles lloraba por su propio padre y a veces también por Patroclo; y los gemidos se elevaban en la estancia. En cuanto el divino Aquiles estuvo ya satisfecho de llanto y este deseo se alejó de sus entrañas y de sus miembros, se levantó de su asiento y ayudó al anciano a incorporarse, apiadado de su canosa cabeza y de su canoso mentón. Y elevando la voz le dijo estas aladas palabras: «¡Desdichado! ¡Cuántas desgracias ha soportado tu corazón! ¿Cómo te has atrevido a venir solo a las naves de los aqueos para ponerte a la vista del hombre que a muchos y valerosos hijos tuyos ha despojado? De hierro es tu corazón. Pero, ea, siéntate en ese asiento. Los dolores, no obstante, dejémoslos reposar en el ánimo, a pesar de nuestra aflicción. Nada se consigue con el gélido llanto, que hiela el corazón. Pues lo que los dioses han hilado para los míseros mortales es vivir entre congojas, mientras ellos están exentos de cuitas. Dos toneles están fijos en el suelo del umbral de Zeus: uno contiene los males y el otro los bienes que nos obsequian. A quien Zeus, que se deleita con el rayo, le da una mezcla, unas veces se encuentra con algo malo y otras con algo bueno. Pero a quien sólo da miserias lo hace objeto de toda afrenta, y una cruel aguijada lo va azuzando por la límpida tierra, y vaga sin el aprecio ni de los dioses ni de los mortales. Así le pasó a Peleo: los dioses le dieron espléndidos regalos desde su nacimiento. Sobre todas las gentes descollaba en dicha y en riqueza, era soberano de los mirmidones y, a pesar de ser mortal, hicieron esposa suya a una diosa. Mas la divinidad también le procuró una desgracia, pues no tiene en el palacio descendencia de hijos herederos del poder; un solo hijo engendró destinado a una muerte prematura; y ni siquiera lo cuido en su vejez, porque muy lejos de la patria me hallo, en Troya, procurando duelos para ti y para tus hijos. También de ti, anciano, antes oíamos decir que eras dichoso. En el espacio comprendido entre Lesbos, sede de Mácar, por mar y Frigia y el ilimitado Helesponto por arriba en tierra firme, sobre todos, anciano, dicen que descollabas en hijos y riqueza. Pero desde que los hijos de Urano te trajeron esta calamidad, luchas y homicidios rodean sin cesar tu ciudad. ¡Aguanta y no te lamentes sin descanso en tu ánimo! Nada conseguirás por mucho que te atormentes por tu hijo; no lo resucitarás y puede que antes sufras otra desgracia.» Le respondió entonces el anciano, el deiforme Príamo: «No me ofrezcas asiento, criatura de Zeus, mientras Héctor yace en las tiendas insepulto, y libéralo cuanto antes, para que yo lo contemple con mis ojos. Acepta el rescate cuantioso que te traemos. Que disfrutes de él y regreses a tu tierra patria, ya que, para empezar, me has dejado seguir viviendo y contemplando la luz del sol.» Mirándolo con torva faz, replicó Aquiles, de pies ligeros: «¡No me provoques más ahora, viejo! Yo mismo he decidido liberar y darte a Héctor: de Zeus me ha llegado un mensajero, la madre que me dio el ser, la hija del marino anciano. También me doy cuenta en mis mientes, Príamo, y no se me escapa que un dios te ha traído a las veloces naves de los aqueos. Un simple mortal, aun en plena juventud, no osaría venir al campamento, pues ni eludiría a los guardias, ni la tranca de nuestras puertas podría desplazar fácilmente. Por eso no me remuevas ahora aún más los dolores en el ánimo, no sea que yo, anciano, no te deje en las tiendas tal cual, aunque seas un suplicante, y que de Zeus viole los mandatos.» Así habló, y el anciano sintió miedo y acató sus palabras. El Pelida, cual león, saltó fuera de la casa hacia la puerta; no iba solo, que también le acompañaban dos escuderos, el héroe Automedonte y Álcimo, a quienes más apreciaba Aquiles de entre sus compañeros después de muerto Patroclo. Soltaron entonces de debajo del yugo los caballos y las mulas, condujeron dentro al heraldo, pregonero del anciano, y le ofrecieron asiento en una silla. Del bien pulido carromato sacaron los inmensos rescates en pago de la cabeza de Héctor. Dejaron, sin embargo, dos mantos y una túnica de fino hilo, para darle el cadáver envuelto y que él lo llevara así a casa. Llamó a las criadas y les dio orden de bañarlo y de ungirlo, trasladándolo aparte, para evitar que Príamo viera a su hijo, no fuera a ser que no refrenara la ira en el afligido pecho al ver a su hijo, y que perturbara el corazón a Aquiles, y éste lo matara, y de Zeus violara los mandatos. Cuando las criadas lo bañaron y ungieron con aceite y le pusieron el bello manto y la túnica, el propio Aquiles lo alzó en vilo y lo depositó sobre un lecho, y sus compañeros lo subieron sobre el bien pulido carromato. Entonces lanzó un gemido e invocó al querido compañero: «No te enojes conmigo, Patroclo, si te enteras, incluso dentro del Hades, de que al divino Héctor he soltado y entregado a su padre, porque me ha dado un adecuado rescate. También de éste yo te daré la parte debida.» Dijo, y volvió a la tienda Aquiles, de la casta de Zeus. Se sentó en la muy primorosa silla de la que se había levantado en la pared opuesta y dijo a Príamo estas palabras: «Ya está liberado tu hijo, anciano, como solicitabas; yace en un lecho. Al despuntar la aurora, tu mismo lo verás cuando te lo lleves. Pero ahora pensemos en la cena. También Níobe, la de hermosos cabellos, se acordó del alimento, aquella Níobe a la que doce hijos se le murieron en el palacio, seis hijas y seis hijos en plena juventud. A éstos los mató Apolo con los disparos del argénteo arco, irritado contra Níobe, y la sagitaria Ártemis a aquéllas, por haber pretendido igualarse a Leto, la de bellas mejillas. Decía que ésta sólo había alumbrado a dos y que ella a muchos; pero aquéllos, aun siendo sólo dos, a todos hicieron perecer. Nueve días estuvieron yaciendo muertos, sin que hubiera quien los enterrara: en piedras el Cronión había mudado a las gentes. Pero al décimo los enterraron los dioses, hijos del Cielo. Entonces fue cuando se acordó del alimento, agotada de llorar. Y ahora Níobe en algún sitio entre rocas en los montes solitarios del Sípilo, donde dicen que están los cubiles de las divinas ninfas que en las riberas del Aqueloo brotan, convertida en piedra, rumia sus duelos por obra de los dioses. Mas, ea, también nosotros dos, divino anciano, cuidémonos de la comida. Luego podrás volver a llorar a tu hijo, al entrar en Ilio. ¡Y seguro que muchas lágrimas te causará!» Dijo, y se levantó el ligero Aquiles y una cándida oveja degolló. Sus compañeros la desollaron y aliñaron con cuidado. La trincharon sabiamente y la ensartaron con brochetas; la asaron cuidadosamente y retiraron todo del fuego. Automedonte cogió el pan y lo distribuyó por la mesa en bellas canastillas, y Aquiles repartió las tajadas de carne. Tendieron las manos a los manjares preparados que había delante. Y después de saciar el apetito de bebida y de comida, el Dardánida Príamo se quedó mirando a Aquiles, admirado de lo alto y bello que era; al verlo se parecía a los dioses. Y también Aquiles admiraba al Dardánida Príamo, al contemplar su noble aspecto y al oír sus palabras. Después de recrearse ambos mirándose el uno al otro, díjole el primero el anciano, el deiforme Príamo: «Procúrame ahora un lecho cuanto antes, criatura de Zeus, para acostarnos ya y disfrutar bajo el velo del dulce sueño. Pues todavía no se me han cerrado los ojos bajo los párpados desde que mi hijo perdió la vida a manos tuyas. Desde entonces no he parado de gemir y rumiar duelos sin cuento mientras me revuelco en estiércol dentro del cercado del patio. Ahora por primera vez he probado el pan, y el rutilante vino ha descendido por mi garganta. Hasta ahora nada había catado.» Dijo, y Aquiles ordenó a sus compañeros y criadas poner catres bajo el pórtico, bellas sábanas purpúreas echar encima, extender sobre ellasmantas y colocar capas de lana por encima para taparse. Aquéllas salieron de la sala con antorchas en las manos y al punto extendieron dos lechos, aplicándose con diligencia. En tono burlón le dijo Aquiles, el de los pies ligeros: «Te acostarás fuera, caro anciano, no sea que algún aqueo acuda aquí, uno de los consejeros que habitualmente conmigo deliberan sentados en el consejo, como es de ley. Si alguno de ellos te viera a través de la veloz negra noche, en seguida se lo revelaría a Agamenón, pastor de huestes, y entonces puede que se demorara la liberación del cadáver. Mas, ea, dime también y responde puntualmente y con detalle: ¿cuántos días deseas para tributar exequias al divino Héctor? Estoy dispuesto a aguardar ese tiempo y a contener a la hueste.» Le respondió entonces el anciano, el deiforme Príamo: «Si deseas que realice funerales en honor del divino Héctor, mi agradecimiento te ganarías, Aquiles, si obras de esta manera: sabes qué asediados estamos en la ciudad, que la leña está lejos para traerla del monte, y que los troyanos tienen enorme temor. Nueve días nos harían falta para llorarlo en el palacio; al décimo lo enterraríamos y la hueste celebraría el banquete; al undécimo erigiríamos una tumba sobre sus restos; y al duodécimo entablaremos combate si es preciso.» Díjole a su vez el divino Aquiles, de pies protectores: «Así se hará también eso, anciano Príamo, como solicitas. Pues suspenderé el combate todo el tiempo que me pides.» Tras hablar así, estrechó al anciano la mano derecha encima de la muñeca, para que no sintiera miedo en su ánimo. Allí mismo, en el vestíbulo de la morada, se acostaron el heraldo y Príamo, llenos de sagaces ideas en sus mientes. Aquiles se durmió al fondo de la bien claveteada tienda; y a su lado se acostó Briseida, la de hermosas mejillas. Los demás dioses y los hombres, dueños de carros de guerra, durmieron toda la noche, doblegados por el plácido sueño; pero el sueño no se había adueñado del benéfico Hermes, que meditaba en su ánimo cómo escoltar al rey Príamo fuera de las naves a escondidas de los sagrados centinelas. Se detuvo sobre su cabeza y le dirigió estas palabras: «¡Anciano! No te importa el mal a juzgar por cómo duermes aún en medio de los enemigos, ahora que Aquiles te ha dejado. Verdad que has rescatado a tu hijo, pagando cara su liberación. Pero por tu vida incluso el triple tendrían que pagar los hijos tuyos que han quedado en Troya, si Agamenón Atrida te reconoce y si te reconocen todos los aqueos.» Así habló, y el anciano sintió miedo y levantó al heraldo. Hermes les unció los caballos y las mulas, y a toda prisa los guió él mismo por el campamento sin que nadie lo notara. Dentro ya del magnífico palacio, pusieron el cadáver en un torneado lecho e hicieron sentar a su alrededor cantores que entonaran el treno; éstos cantaban con voz lastimera, y las mujeres respondían con gemidos. Y en medio de ellas Andrómaca, la de níveos brazos, que sostenía con las manos la cabeza de Héctor, matador de hombres, dio comienzo a las lamentaciones, exclamando: —¡Esposo mío! Saliste de la vida cuando aún eras joven, y me dejas viuda en el palacio. El hijo que nosotros, ¡infelices!, hemos engendrado, es todavía infante y no creo que llegue a la juventud, antes será la ciudad arruinada desde su cumbre. Porque has muerto tú, que eras su defensor, el que la salvaba, el que protegía a las venerables matronas y a los tiernos infantes. Pronto se las llevarán en las cóncavas naves y a mí con ellas. Y tú, hijo mío, o me seguirás y tendrás que ocuparte en viles oficios, trabajando en provecho de un amo cruel; o algún aqueo te cogerá de la mano y te arrojará de lo alto de una torre, ¡muerte horrenda!, irritado porque Héctor le matara el hermano, el padre o el hijo; pues muchos aqueos mordieron la vasta tierra a manos de Héctor. No era blando tu padre en la funesta batalla, y por esto le lloran todos en la ciudad. ¡Oh Héctor! Has causado a tus padres llanto y dolor indecibles, pero a mí me aguardan las penas más graves. Ni siquiera pudiste, antes de morir, tenderme los brazos desde el lecho, ni hacerme saludables advertencias, que hubiera recordado siempre, de noche y de día, con lágrimas en los ojos. Esto dijo llorando, y las mujeres gimieron. Y entre ellas, Hécuba empezó a su vez el funeral lamento: —¡Héctor, el hijo más amado de mi corazón! No puede dudarse de que en vida fueras caro a los dioses, pues no se olvidaron de ti en el trance fatal de tu muerte. Aquileo, el de los pies ligeros, a los demás hijos míos que logró coger, vendiólos al otro lado del mar estéril, en Samos, Imbros o Lemnos, de escarpada costa; a ti, después de arrancarte el alma con el bronce de larga punta, te arrastraba muchas veces en torno del sepulcro de su compañero Patroclo, a quien mataste, mas no por esto resucitó a su amigo. Y ahora yaces en el palacio tan fresco como si acabaras de morir y semejante al que Apolo, el del argénteo arco, mata con sus suaves flechas. Mas, así que se descubrió la hija de la mañana, Eos de rosados dedos, congregóse el pueblo en torno de la pira del ilustre Héctor. Y cuando todos se hubieron reunido, apagaron con negro vino la parte de la pira a que la llama había alcanzado; y seguidamente los hermanos y los amigos, gimiendo y corriéndoles las lágrimas por las mejillas, recogieron los blancos huesos y los colocaron en una urna de oro, envueltos en fino velo de púrpura. Depositaron la urna en el hoyo, que cubrieron con muchas y grandes piedras, amontonaron la tierra y erigieron el túmulo. Habían puesto centinelas por todos lados, para vigilar si los aqueos, de hermosas grebas, los atacaban. Levantado el túmulo, volviéronse: y reunidos después en el palacio del rey Príamo, alumno de Zeus, celebraron el espléndido banquete fúnebre. Así celebraron las honras de Héctor, domador de caballos. Homero presenta el destino de Troya ligado al destino de Héctor, debido a esto, la muerte del héroe da por supuesta la destrucción de Troya, acontecimiento que no se narra, pues ya no es necesario hacerlo debido a la identificación de la ciudad con Héctor. A su vez, Troya y Aquiles aparecen signados con un destino trágico; Héctor, por su parte, también es arrastrado por el destino. Dentro de una atmósfera permanente de tono heroico, la Ilíada se concentra en las proezas humanas de seres envueltos en destinos inevitables. Para Homero, la vida humana es una lucha constante por medio de la cual el sujeto alcanza su mayor dignidad. Los horrores de la guerra son expuestos e involucrados en grandes acciones. La conciencia de la muerte próxima e inevitable contribuye al tono trágico de la obra. ODISEA ❖GÉNERO: épico ❖ESPECIE: epopeya heroica ❖DIALECTO: jónico ❖N° DE CANTOS: 24 ❖N° DE VERSOS: 12 110 ❖TIPO DE VERSO: hexámetro ❖TIPO DE NARRACIÓN: cíclica ❖ESTRUCTURA: 1. Telemaquia 2. Nostos 3. Venganza LOS VIAJES DE ODISEO I. TROYA AVENTURAS DE ODISEO: 1. ISLA DE LOS CICONES 2. ISLA DE LOS LOTÓFAGOS 3. ISLA DE LOS CÍCLOPES 4. ISLA DE EOLO 5. ISLA DE LOS LESTRIGONES 6. ISLA DE CIRCE 7. ENTRADA DEL INFRAMUNDO 8. ISLA DE LAS SIRENAS 9. ESCILA Y CARIBDIS 10.ISLA DE HELIOS 11.ISLA DE CALIPSO ------------- II. REINO DE LOS FEACIOS III. ÍTACA 1. ISLA DE LOS CICONES 2. ISLA DE LOS LOTÓFAGOS 3. ISLA DE LOS CÍCLOPES 4. ISLA DE EOLO 5. ISLA DE LOS LESTRIGONES 6. ISLA DE CIRCE 7. ENTRADA DEL INFRAMUNDO 8. ISLA DE LAS SIRENAS 9. ESCILA Y CARIBDIS 10. ISLA DE HELIOS 11. ISLA DE CALIPSO ISLA DE ESQUERIA ÍTACA TROYA «¡Forasteros! ¿Quiénes sois? ¿De dónde llegasteis navegando por húmedos caminos? ¿Venís por algún negocio ó andáis por el mar, á la ventura, como los piratas que divagan, exponiendo su vida y produciendo daño á los hombres de extrañas tierras?» »Así dijo. Nos quebraba el corazón el temor que nos produjo su voz grave y su aspecto monstruoso. Mas, con todo eso, le respondí de esta manera: «Somos aqueos á quienesextraviaron, al salir de Troya, vientos de toda clase que nos llevan por el gran abismo del mar: deseosos de volver á nuestra patria, llegamos aquí por otros caminos porque de tal suerte debió de ordenarlo Júpiter. Nos preciamos de ser guerreros de Agamenón Atrida cuya gloria es inmensa debajo del cielo—¡tan grande ciudad ha destruído y á tantos hombres ha hecho perecer!—y venimos á abrazar tus rodillas por si quisieras presentarnos los dones de la hospitalidad ó hacernos algún otro regalo como es costumbre entre los huéspedes. Respeta, pues, á los dioses, varón excelente; que nosotros somos ahora tus suplicantes. Y á suplicantes y forasteros los venga Júpiter hospitalario, el cual acompaña á los venerandos huéspedes.» »Así le hablé; y respondióme en seguida con ánimo cruel: «¡Forastero! Eres un simple ó vienes de lejas tierras cuando me exhortas á temer á los dioses y á guardarme de su cólera; que los Ciclopes no se cuidan de Júpiter, que lleva la égida, ni de los bienaventurados númenes, porque aún les ganan en ser poderosos; y yo no te perdonaría ni á ti ni á tus compañeros por temor á la enemistad de Júpiter, si mi ánimo no me lo ordenase. Pero dime en qué sitio, al venir, dejaste la bien construída embarcación: si fué, por ventura en lo más apartado de la playa ó en un paraje cercano, á fin de que yo lo sepa.» CANTO IX »Así dijo para tentarme. Pero su intención no me pasó inadvertida á mí, que sé tanto, y de nuevo le hablé con engañosas palabras: «Neptuno, que sacude la tierra, rompió mi nave llevándola á un promontorio y estrellándola contra las rocas, en los confines de vuestra tierra; el viento que soplaba del ponto se la llevó y pude librarme, junto con éstos, de una muerte terrible.» »Así le dije. El Ciclope, con ánimo cruel, no me dió respuesta; pero, levantándose de súbito, echó mano á los compañeros, agarró á dos y, cual si fuesen cachorrillos, arrojólos en tierra con tamaña violencia que el encéfalo fluyó al suelo y mojó el piso. Seguidamente despedazó los miembros, se aparejó una cena y se puso á comer como montaraz león, no dejando ni los intestinos, ni la carne, ni los medulosos huesos. Nosotros contemplábamos aquel horrible espectáculo con lágrimas en los ojos, alzando nuestras manos á Júpiter; pues la desesperación se había señoreado de nuestro ánimo. El Ciclope, tan luego como hubo llenado su enorme vientre, devorando carne humana y bebiendo encima leche sola, se acostó en la gruta tendiéndose en medio de las ovejas. Entonces formé en mi magnánimo corazón el propósito de acercarme á él y, sacando la aguda espada que colgaba de mi muslo, herirle el pecho donde las entrañas rodean el hígado, palpándolo previamente; mas otra consideración me contuvo. Habríamos, en efecto, perecido allí de espantosa muerte, á causa de no poder apartar con nuestras manos el grave pedrejón que el Ciclope colocó en la alta entrada. Y así, dando suspiros, aguardamos que apareciera la divinal Aurora. «Toma, Ciclope, bebe vino, ya que comiste carne humana, á fin de que sepas qué bebida se guardaba en nuestro buque. Te lo traía para ofrecer una libación en el caso de que te apiadases de mí y me enviaras á mi casa, pero tú te enfureces de intolerable modo. ¡Cruel! ¿Cómo vendrá en lo sucesivo ninguno de los muchos hombres que existen, si no te portas como debieras?» »Así le dije. Tomó el vino y bebióselo. Y gustóle tanto el dulce licor que me pidió más: «Dame de buen grado más vino y hazme saber inmediatamente tu nombre para que te ofrezca un don hospitalario con el cual te huelgues. Pues también á los Ciclopes la fértil tierra les proporciona vino en gruesos racimos, que crecen con la lluvia enviada por Júpiter; mas esto se compone de ambrosía y néctar.» »De tal suerte habló, y volví á servirle el negro vino: tres veces se lo presenté y tres veces bebió incautamente. Y cuando los vapores del vino envolvieron la mente del Ciclope, díjele con suaves palabras: «¡Ciclope! Preguntas cuál es mi nombre ilustre, y voy á decírtelo; pero dame el presente de hospitalidad que me has prometido. Mi nombre es Nadie; y Nadie me llaman mi madre, mi padre y mis compañeros todos.» »Así le hablé; y en seguida me respondió, con ánimo cruel: «Á Nadie me lo comeré el último, después de sus compañeros, y á todos los demás antes que á él: tal será el don hospitalario que te ofrezca.» «¡Ciclope! Si alguno de los mortales hombres te pregunta la causa de tu vergonzosa ceguera, dile que quien te privó del ojo fué Ulises, el asolador de ciudades, hijo de Laertes, que tiene su casa en Ítaca.» »Tal dije; y él, dando un suspiro, respondió: «¡Oh dioses! Cumpliéronse los antiguos pronósticos. Hubo aquí un adivino excelente y grande, Télemo Eurímida, el cual descollaba en el arte adivinatoria y llegó á la senectud profetizando entre los Ciclopes: éste, pues, me vaticinó lo que hoy sucede: que sería privado de la vista por mano de Ulises. Mas esperaba yo que llegase un varón de gran estatura, gallardo, de mucha fuerza; y es un hombre pequeño, despreciable y menguado quien me cegó el ojo, subyugándome con el vino. Pero, ea, vuelve Ulises, para que te ofrezca los dones de la hospitalidad y exhorte al ínclito dios que bate la tierra, á que te conduzca á la patria; que soy su hijo y él se gloría de ser mi padre. Y será él, si le place, quien me curará y no otro alguno de los bienaventurados dioses ni de los mortales hombres.» Y el Ciclope oró en seguida al soberano Neptuno, alzando las manos al estrellado cielo: «¡Óyeme, Neptuno, que ciñes la tierra, dios de cerúlea cabellera! Si en verdad soy tuyo y tú te glorías de ser mi padre, concédeme que Ulises, el asolador de ciudades, hijo de Laertes, que tiene su casa en Ítaca, no vuelva nunca á su palacio. Mas si le está destinado que ha de ver á los suyos y tornar á su bien construída casa y á su patria, sea tarde y mal, en nave ajena, después de perder todos los compañeros, y encuentre nuevas cuitas en su morada.» »Tal fué su plegaria y la oyó el dios de cerúlea cabellera. Acto seguido tomó el Ciclope un peñasco mucho mayor que el de antes, lo despidió, haciéndolo voltear con fuerza inmensa, arrojólo detrás de nuestro bajel de azulada proa, y poco faltó para que no diese en la extremidad del gobernalle. Agitóse el mar por la caída del peñasco y las olas, llevando la embarcación hacia adelante, hiciéronla llegar á tierra firme. ESTRUCTURA Y ARGUMENTO La obra consta de 24 cantos. Al igual que muchos poemas épicos antiguos, comienza in medias res: empieza en mitad de la historia, contando los hechos anteriores a base de recuerdos o narraciones del propio Odiseo. El poema está dividido en tres partes. I. En la Telemaquia (cantos del I al IV) se describe la situación de Ítaca con la ausencia de su rey, el sufrimiento de Telémaco y Penélope debido a los pretendientes, y cómo el joven emprende un viaje en busca de su padre. II. En el regreso de Odiseo (cantos del V al XII) Odiseo llega a la corte del rey Alcínoo y narra todas sus vivencias desde que salió de Troya. III. Finalmente, en la venganza de Odiseo (cantos del XIII al XXIV), se describe el regreso a la isla, el reconocimiento por alguno de sus esclavos y su hijo, y cómo Odiseo se venga de los pretendientes matándolos a todos. Tras aquello, Odiseo es reconocido por su esposa Penélope y recupera su reino. Por último, se firma la paz entre todos los itacenses. TRAGEDIA GRIEGA PERIODO ÁTICO (s. V a.C. - s. IV a.C.) Llamado también periodo Clásico, en el siglo V a.C. se observan algunos principales acontecimientos: ➢ Marcado florecimiento de la civilización griega. ➢ Acontecimientos políticos como las guerras médicas, democracia y gobierno de Pericles y formación del imperio Ateniense. ➢ Progreso económico bastante evidente que produjo alcances y beneficios de todo tipo. ➢ El progreso del pensamiento y el arte donde se reflejaron de modo más preciso la acción civilizadora de la polis griega especialmente en la poesía dramáticay en su doble expresión de tragedia y comedia. ➢ Surge la tragedia por culto a Dionisio Inicios del siglo V a. C., Atenas está en su mayor apogeo con el Siglo de Pericles. La literatura, a través del teatro, llegará a su máxima expresión con la tragedia y la comedia. II. PERIODO ÁTICO O CLÁSICO La etimología de tragedia proviene del griego τραγῳδία (tragodia). Se distinguen en esta la raíz de «macho cabrío» (τράγος / trágos) y cantar (ῳδία / odía), sería «el canto del macho cabrío», quizás en referencia al premio que era dado al vencedor del certamen trágico (un macho cabrío); o el sacrificio de este animal sagrado a Dioniso, que frecuentemente acompañaba la fiesta en honor al dios. ETIMOLOGÍA LA TRAGEDIA GRIEGA En la mitología griega, Dioniso es uno de los considerados dioses olímpicos, es el dios de la fertilidad y el vino. Hijo de Zeus y Sémele. Nieto de Harmonía y bisnieto de Afrodita, sin embargo, otras versiones afirman que era hijo de Zeus y Perséfone. ¿QUIÉN ERA DIONISIO? En la primera versión: Sémele era una mortal, hija del rey Cadmo de Tebas. Su naturaleza hizo que Hera -la esposa de Zeus-, encolerizada por la infidelidad, acudiese a ella mientras se encontraba encinta, y sembró en su mente la duda de si Zeus era verdaderamente el padre de la criatura que cargaba en su vientre, con la finalidad de alejarla. No obstante, Sémele le pidió a Zeus que demostrara toda su gloria. Al hacerlo, la mortal no fue capaz de soportar la visión de los truenos, los rayos y todo el poder contenido en el dios, por lo cual, pereció carbonizada. Con la finalidad de rescatar a su hijo, Zeus logró rescatar el pequeño cuerpo y lo implantó en su muslo, hasta completar su gestación. EL DITIRAMBO: Composición poética que los autores de la antigua Grecia escribían en honor de Dionisos (dios de los placeres sensuales en la mitología griega I. En su primera fase eran improvisaciones de los devotos. II. En la segunda existe un rito y contenidos preestablecidos. El coro invocaba al dios narrando alguna gesta. III.En una tercera etapa el coro se divide en semicoros, donde uno de los cuales respondía al otro. Eran guiados por un corifeo los cuales dialogaba entre sí. IV.En la cuarta etapa se introduce el hipocrités, quien era la representación de Dionisio que respondía a las invocaciones. V. Luego se introduce la incorporación de otros dioses y héroes, llegando a desaparecer Dionisio de la representación. DEL DITIRAMBO A LA TRAGEDIA EVOLUCIÓN DE LA TRAGEDIA ➢ El primer diálogo entre el coro y un actor se le atribuye a Tespis, poeta que lo habría compuesto en el 534 a.C. ➢ Luego aparece Esquilo e introduce un segundo actor. Desde este momento, la tragedia se desarrolla entre los protagonistas, convirtiéndose en drama. ➢ Siguiendo el ejemplo de Esquilo, Sófocles introduce un tercer actor, generando más dinamismo a la escena. ➢ Además de lo anterior, se llegó a introducir un cuarto actor que no implicaba mayor relevancia al desarrollo de la temática abordada. A partir de los cánticos y danzas en honor al dios Dionisio, nació el teatro, y en consecuencia las máscaras griegas, de esta manera, se realizaban aplicando al rostro un simple maquillaje de pigmentos blancos, marrones o grises, aunque, a veces se fabricaban con pasta de hojas de acanto, trapos de lino moldeados, maderas talladas, y algunas rematadas con pelucas. Generalmente, las máscaras utilizadas eran de naturaleza inmóvil, es decir, con una mueca fija de tragedia o risa. Así, dentro de una misma obra, los actores en escenas podían interpretar varios personajes o variar sus rostros para cambiar el estado de ánimo de alguno de ellos, e incluso, demostrar el rango de un rol. Con el desarrollo de esta actividad, donde únicamente participaba el hombre, se fueron utilizando máscaras cada vez más naturales. LAS MÁSCARAS Según Aristóteles, “la tragedia [es] imitación de una acción esforzada y completa, de cierta amplitud, en lenguaje sazonado, separada cada una de las especies en las distintas partes, actuando los personajes y no mediante relato, y que mediante temor y compasión lleva a cabo la purgación de tales afecciones” Señala Aristóteles que la tragedia nace al inicio como improvisación, precisamente «del coro que entonaba el ditirambo» un canto coral en honor a Dionisio. LA TRAGEDIA SEGÚN LA POÉTICA EL TEATRO EN GRECIA ANTIGUA ➢ Los teatros se construían en la ladera de una montaña, para poder apreciar la obra representada, a diferencia de los romanos, muchos de los cuales se levantaban en terreno llano y elevaban sus gradas por medio de bóvedas y arcos. ➢ Ningún teatro griego está en terreno llano, debido a que los griegos no sabían construir bóvedas de hormigón, pero sí rellenaban los laterales si era necesario, como en Dodona, Epidauro y sobre todo en Argos, donde prácticamente se ha construido todo el koilon. EL KOILON: era el conjunto de gradas donde se asentaban los espectadores. Ocupaba la ladera de la montaña, y recibió también el nombre de theatron, cuyo significado es "lugar desde el que se mira", que más tarde pasó a referirse a toda la construcción. ORCHESTRA: Era la parte más antigua del teatro, y era utilizada por los coros y las danzas rituales. En los primeros tiempos tenía un altar en el centro, thymile, donde se sacrificaba un cordero en honor del dios Dioniso antes de comenzar la representación. SKENE: Era una plataforma alargada y estrecha situada junto a la orchestra, en el lado opuesto al koilon. Cuando además de coros comenzó a haber un argumento y actores, se construyó la skené. EL PROSKENION: (delante de la escena), adornado con columnas y estatuas, era el lugar donde actuaban los actores y era similar al proscenio actual. LA PARASKENIA: se decoraba con figuras y pinturas, según el lugar en que la acción se desarrollaba. “EL PADRE DE LA TRAGEDIA” “EL MEJOR TRÁGICO” “EL MÁS TRÁGICO DE LOS TRÁGICOS” ESQUILO SÓFOCLES EURÍPIDES SÓFOCLES (Colono, 496 a. C. - Atenas, 406 a. C.) CARACTERÍSTICAS DE SU TEATRO ➢ El mejor trágico. ➢ Aumentó el número de actores a tres. ➢ Importancia a la acción dramática. ➢ Redujo la actividad de los coros. ➢ Profundiza en la psicología de sus personajes. ➢ Humanizó la tragedia. ➢ Trabajó la obra independiente. • GÉNERO: DRAMÁTICO • ESPECIE: TRAGEDIA • BASADO: En el ciclo tebano • TEMA: El destino determina el accionar humano y el hombre no puede escapar de su destino. • PERSONAJES: o Edipo: Rey tebano o Yocasta: Reina tebana, esposa de Edipo o Creonte: Cuñado de Edipo, hermano de Yocasta o Tiresias: Adivino griego o Un sacerdote acompañado de Suplicantes o Un pastor: antiguo criado de Layo o Un mensajero de Corinto o Un servidor Palaciego o El coro de los ancianos de Tebas Prólogo: En esta escena la acción transcurre en Tebas, ante el palacio de Edipo, donde se encuentra un grupo de tebanos arrodillados alrededor del sacerdote de Zeus. Edipo sale del palacio y se dirige a su pueblo preguntándoles la razón de la reunión. El sacerdote trágicamente responde que la peste se ha adueñado de Tebas. Como fue Edipo quien salvó al pueblo de la esfinge se dirigen ahora a él para librarlos de la Peste y salvar nuevamente a la ciudad. Edipo responde que ya es consciente de este problema y que ya ha actuado mandando a su cuñado Creonte a Apolo Pitio, con el fin de informarse sobre lo que se debe hacer. En ese momento llega Creonte, quien, ante la pregunta de Edipo sobre lo que Apolo había dicho, responde que según el oráculo, la manera de librar a la ciudad de su infortunio sería desterrando al culpable del asesinato del rey Layo, quien reinó Tebas antes de la llegada de Edipo. Según Creonte, el oráculo decía que debían castigar a los culpables de su muerte. Al oír esto Edipo se encuentra desconcertado ya que no había pistas sobre la muerte de Layo, salvo el dato que Creonte aportó, que fue asesinadopor unos bandidos con la fuerza de un gran número de manos. Edipo se compromete con el pueblo a hallar al culpable. RESUMEN DE EDIPO REY SACERDOTE: ¡Oh Edipo, que reinas en mi país! ... La ciudad, como tú mismo puedes ver, está ya demasiado agitada y no es capaz todavía de levantar la cabeza de las profundidades por la sangrienta sacudida. Se debilita en las plantas fructíferas de la tierra, en los rebaños de bueyes que pacen y en los partos infecundos de las mujeres. Además, la divinidad que produce la peste, precipitándose, aflige la ciudad. ¡Odiosa epidemia, bajo cuyos efectos está despoblada la morada Cadmea, mientras el negro Hades se enriquece entre suspiros y lamentos! Ni yo ni estos jóvenes estamos sentados como suplicantes por considerarte igual a los dioses, pero sí el primero de los hombres en los sucesos de la vida y en las intervenciones de los dioses. Tú que, al llegar, liberaste la ciudad Cadmea del tributo que ofrecíamos a la cruel cantora y, además, sin haber visto nada más ni haber sido informado por nosotros, sino con la ayuda de un dios, se dice y se cree que enderezaste nuestra vida. EDIPO: …Si alguno de vosotros, por otra parte, sabe que el asesino no es de este país, sino que procede de un país extranjero, que no se lo calle, pues a mi gratitud se añadirá la recompensa que le daré. Pero si calla, y si algún tebano, temiendo denunciar a un amigo, o a sí mismo, rehúsa darme las explicaciones que pido, que oiga desde ahora con qué actos pienso responder a su negativa: «Prohibo a todos los habitantes de esta tierra sobre la que se extienden mi poder y mi trono, que reciba a ese hombre, sea quien fuere; que le dirija la palabra, que le admita en las plegarias comunes y en los sacrificios, y que comparta con él el agua lustral. Que, por el contrario, le, ahuyente de su casa como a un ser impuro, causante de la peste, según acaba de revelármelo el oráculo pítico. De este modo, creo poder ser auxiliar de la divinidad y vengador del rey que ya no existe; y así, que el criminal desconocido, bien que haya obrado solo, bien que haya tenido cómplices, se vea condenado a arrastrar una vida desgraciada de maldición y de miseria. Y deseo que esta maldición que acabo de lanzar contra los criminales, caiga sobre mi casa si en ella yo, de buena fe y sin saberlo, lo hubiera introducido en mi hogar. Os ordeno, por tanto, que ejecutéis todas mis órdenes por respeto hacia mí, por reverencia al dios y también por miramiento a esta tierra condenada a perecer ante nuestros ojos, agotada por la esterilidad y arruinada por el abandono de los dioses. Y aun cuando esta purificación no se os hubiera exigido por numen celeste, no podríais seguir permitiendo que este país continuase manchado por la muerte de un hombre que era una persona eminentemente honrada y vuestro rey; por eso era preciso haber buscado a los culpables. «Hoy, pues, ya que tengo los poderes que Layo poseía antes que yo, ya que ocupo su lecho y su mujer es mi esposa, y nuestros hijos hubieran crecido juntos si no se hubiera frustrado su descendencia por el infortunio que vino a pesar sobre su cabeza; atendiendo a todas esas razones, como si él hubiese sido mi padre me constituiré en vengador suyo y lo intentaré todo para hallar al asesino que mató con su mano al hijo de Lábdaco, nieto de Polidoro, bisnieto de Cadmo y tataranieto del antiguo Agenor, padre de todos. A los que no cumplieran cuanto acabo de mandar, yo les deseo, y porque así sea hago votos a los dioses, que la Tierra entera no produzca para ellos ninguna cosecha ni sus mujeres les den hijos; y que caigan bajo el destino que hoy nos azota, e incluso que encuentren una muerte más execrable. Para vosotros, en cambio, cadmeos, que estáis de acuerdo con mis palabras, que la Justicia se convierta en vuestra aliada y que todos los dioses os sean para siempre constantemente propicios. Primer Agón: Edipo pide ayuda a Tiresias para encontrar al culpable y librar a Tebas de la mancha del homicidio. Tiresias responde preocupado que no debería estar allí ya que no son buenas noticias las que trae, por eso hace ademán de irse pero Edipo lo detiene pensando que el adivino sabe y no quiere decirlo. Tiresias responde que no querría hacer públicas sus desgracias, o más bien las de Edipo, y que de cualquier manera los hechos llegarían a pesar de su silencio. Edipo entonces acusa a Tiresias de ser el culpable del crimen. Edipo insulta al adivino con su ceguera, y éste dice que Edipo mismo es el causante de todos sus males. El rey le pregunta a Tiresias si fue él o Creonte quien tramó esos descubrimientos, ya que cree que Creonte le pagó al adivino para ir y decir esas mentiras. Tiresias responde que Creonte no causa para él ningún mal. Edipo piensa que todo esta arreglado entre Creonte y él para arrojarlo del trono. Corifeo interviene y dice a Edipo que tanto las palabras suyas como las de Tiresias han sido dictadas por la cólera, y que lo que realmente importa es averiguar como cumplir los oráculos de Apolo. Tiresias luego de una pausa, le dice a Edipo que él que ve la luz, no ve la desgracia que se cierne sobre él, ni dónde ni con quien convive. Le dice que pronto no verá mas que tinieblas. El adivino enojado pide que lo guíen para irse. Antes de marcharse avisa a Edipo que la persona a quien él busca está allí, que pasa por un extranjero domiciliado en Tebas pero en realidad es tebano de nacimiento y ese descubrimiento no será para él motivo de alegría. Descubrirá también, dijo Tiresias, que es padre y hermano de sus hijos; hijo y esposo de la madre que le dio el ser; y el asesino de un padre a cuya esposa fecundó. Tiresias se retira diciéndole a Edipo que reflexione. 114 TIRESIAS: ¡Ay! ¡Ay! ¡Cuán atroz es saber, cuando no trae provecho ni siquiera al que sabe! Convencido estaba de ello, pero lo había olvidado: no debería haber venido. EDIPO: ¿Qué hay? Apenas has llegado y ya te veo desalentado. TIRESIAS: ¡Déjame volver a mi hogar! Será lo mejor si quieres creerme, para ti y para mí. EDIPO: Tus palabras no son justas, ni veo en ellas sentimientos de benevolencia para esta ciudad que te ha criado, puesto que rehúsas darle la respuesta que te pide. TIRESIAS: Es que veo que tu petición no es oportuna para ti mismo. De modo que para no incurrir yo mismo en la misma falta... (TIRESIAS hace ademán de irse.) EDIPO: ¡Por los dioses! Puesto que estás enterado, no te vuelvas a marchar; aquí nos tienes a todos suplicantes, prosternados ante ti EDIPO: ¡Oh Tiresias, cuya mente conoce todo lo que se ha de divulgar y lo que se ha de callar, los signos del Cielo y los que ofrece la Tierra! Aunque seas ciego, ves sin embargo el azote que padece esta ciudad; sólo tú, maestro, puedes socorrerla y salvarla. Apolo, en efecto, si no te han informado mal nuestros mensajeros, contestó a nuestros enviado que el único medio de liberarnos de la plaga que nos azota es descubrir al asesino de Layo y castigarle con la muerte o con el destierro de este país. Tú, pues, Tiresias, sin ahorrarte los presagios que puedas obtener de tu ciencia augural, o poniendo a contribución cualquier otro medio adivinatorio, salva a la ciudad y sálvate a ti mismo; sálvame también a mí y líbranos de la mancha de ese homicidio. Nuestra esperanza está puesta en ti; y ser útil a los demás, en la medida de sus fuerzas, y según sus medios, es para un hombre la más hermosa de sus empresas. TIRESIAS (A EDIPO, después de un silencio.): Por muy rey que seas, Edipo, me corresponde contestarte con igual título, de igual a igual, ya que yo también reino a mi modo. Yo no soy tu esclavo; Apolo es mi dueño, y nunca figuraré en el número de los clientes de Creonte. Ya que me insultas en mi ceguera, he aquí lo que tengo que decirte: tú, que tienes los ojos abiertos a la luz, no ves la desgracia que se cierne contra ti ni ves en qué lugar habitas ni con quiénes convives. ¿Sabes de quién desciendes? Eres, sinsaberlo, odioso a todos los tuyos, que están abajo en el Hades, y a los que están aún encima sobre la tierra. La aterradora maldición de un padre y de una madre te acosa y te echará de este país; y tú, que hoy ves claramente la luz, pronto no verás más que tinieblas. Ningún lugar estará al abrigo de tus lamentos. ¿Qué Citerón responderá dentro de poco a tus gemidos, cuando conozcas el himeneo que te condujo, pasajero demasiado feliz, al puerto sin fondeadero de tu propio hogar? No presientes tampoco los innumerables males que te vendrán a igualar con tus hijos. Después de esto, puedes cubrir de lodo a Creonte y mis palabras. Nadie entre los hombres será tan duramente maltratado por el Destino como tú. 116 EDIPO: ¿Tendré, pues, que oír y soportar semejantes cosas de los labios de este hombre? ¿No ves que corres a tu desgracia? Huye inmediatamente, retírate y abandona esta casa. TIRESIAS: Yo no hubiera venido por mí mismo si tú no me hubieses llamado. EDIPO: Yo no sabía que emplearías un lenguaje tan insensato, pues de haberlo sabido no me hubiera apresurado tanto en mandarte llamar. TIRESIAS: Insensato puedo parecerlo a tus ojos, pero los padres que te dieron el ser me hallaban razonable. EDIPO: ¿Qué padres? ¡Quédate aquí! ¿De quién he nacido yo? TIRESIAS: El día de hoy te hará nacer y perecer. EDIPO: ¡Cuán obscuras y enigmáticas son siempre tus palabras! TIRESIAS: ¿No eres tú hábil en resolver enigmas? EDIPO: ¿Echarme en cara lo que hizo mi grandeza? TIRESIAS: Esta grandeza, sin embargo, es la que te ha perdido. EDIPO: ¡Qué me importa, si por ella salvé la ciudad! TIRESIAS: No me queda ya sino retirarme. ¡Tú, niño, guíame! EDIPO: Sí, que te lleve, pues tu presencia me atormenta; y tu apresurada ausencia ya no me importunará. TIRESIAS: Me iré, pero no sin antes haber dicho lo que me trajo aquí, sin temer tu mirada, pues no tienes poder para quitarme la vida. Así, pues, te lo repito: el hombre a quien andas buscando desde hace tiempo con tus amenazas y tus proclamas, el matador de Layo, ese hombre está aquí; pasa por un extranjero domiciliado en Tebas; pero pronto se verá que es tebano de nacimiento, y este descubrimiento no será para él motivo de alegría. El ve ahora y se quedará ciego; es rico y mendigará su sustento; caminará por tierras extrañas tanteando su camino con un bastón. Se descubrirá que es la vez padre y hermano de sus propios hijos; hijo y esposo de la madre que le dio el ser, y el matador de un padre a cuya esposa fecundó. «Y ahora, ve, entra a tu palacio y reflexiona sobre lo que acabas de oír. Si encuentras que mentido, podrás decir entonces que no entiendo una palabra de adivinación. (Sale TIRESIAS con el niño. EDIPO entra a su palacio.) YOCASTA: No te atormentes por lo que me estás diciendo. Escúchame y te convencerás de que no hay ningún mortal que entienda una palabra de profecías. En pocas palabras te daré una prueba de ello. Hace tiempo, un oráculo, transmitido no diré que por el mismo Apolo, sino a través de uno de sus servidores, pronosticaba a Layo que su destino era morir a manos de un hijo suyo que le nacería de mí. Pues a pesar de eso, a Layo le mataron hace tiempo, por lo menos eso dice la opinión general, unos bandidos extranjeros, en el cruce de tres caminos. Y respecto de su hijo, cuando sólo hacía tres días que éste había nacido, Layo lo entregó, con los pies bien atados por los tobillos, a manos mercenarias, para que lo arrojasen al fondo de una sima impenetrable de una montaña. Ahí tienes cómo ni Apolo ha cumplido sus oráculos ni el hijo de Layo mató a su padre. Y Layo no murió como él con tanto horror temía, a manos de su hijo. Así se cumplió lo que los oráculos habían predeterminado. De modo que no te inquietes más. Lo que un dios juzga útil que se sepa, lo revela fácilmente él mismo.(Pausa.) EDIPO: ¡Qué extraña turbación en mi alma y qué desconcierto en la mente se apodera de mí al escucharte, mujer! PASTOR: ¡Ay!, ¡heme aquí ante una cosa horrible de decir! EDIPO: Y para mí también horrible de oír. Pero, sin embargo, tengo que oírla. PASTOR: Se decía que era hijo de Layo. Pero la está en casa, tu mujer, te diría mejor que nadie cómo fue eso. EDIPO: ¿Te lo dio ella? PASTOR: Sí, rey. EDIPO: ¿Para qué? PASTOR: Para que lo hiciera desaparecer. EDIPO: ¿Una madre? ¡desgraciada! PASTOR: Por miedo de horribles oráculos. EDIPO: ¿Qué decían esos oráculos? PASTOR: Que aquel niño debía matar a sus padres; así se decía. EDIPO: Pero tú, ¿por qué se lo entregaste a este anciano? PASTOR: Por piedad, señor. Pensaba que se lo llevaría a otra comarca, a la isla donde él vivía. Mas él, para las más grandes desgracias, lo guardó junto a sí. Porque si tú eres el que él dice, has de saber que eres el más infortunado de los hombres. EDIPO: ¡Ay! ¡Ay! Todo se ha aclarado ahora. ¡Oh luz, pudiera yo verte por última vez en este instante! Nací de quien no debería haber nacido; he vivido con quienes no debería estar viviendo; maté a quien no debería haber matado. EDIPO: ¿de modo que vais a consultar el oráculo tratándose del miserable de mí? CREONTE: sí, y ahora ya no podrás poner en duda las palabras del dios. EDIPO: además, he aquí lo que te pido y lo que te ruego. Da la sepultura que juzgues conveniente a la que está en el palacio, pues es un deber que debes cumplir decentemente en consideración a los tuyos. En cuanto a mí, por largo que sea el tiempo que viva, no consientas nunca que esta ciudad, la ciudad de mi padre, me tenga por habitante. Déjame vivir en las montañas, en el citerón, que dicen que es mi patria, y que mi padre y mi madre me habían, una vez nacido, asignado para tumba, a fin de que muera donde hubiesen deseado que muriese. Sé, sin embargo, que no será ni la enfermedad ni ningún otro accidente lo que me matará. ¿Hubiera sido salvado cuando me hallaba moribundo, si no estuviese destinado a desgracias mayores? Pero que mi destino camine por donde quiera, que siga su curso. En cuanto a mis hijos, no te inquietes por los varones, creonte; son hombres, y en cualquier lugar que se hallen no dejarán de proveer a su vida. ¡Pero mis hijas, esas dos hijas desgraciadas y dignas de compasión, que nunca fueron apartadas de la mesa en que yo comía, y que siempre compartieron los mismos manjares, cuídate de ellas en mi lugar, y sobre todo, déjame tocarlas con mis manos y llorar su desgracia! ¡Piedad! ¡Piedad, príncipe de rey noble raza! Si pudiera tocarlas con mis manos, creería que aún las abrazaba como en otro tiempo, cuando mis ojos veían claro. (Oye llorar.) «¿Qué oigo? ¿Es que he oído, ¡oh dioses!, Sollozar cerca de aquí a mis hijas muy amadas? ¿Por compasión hacia mí creonte me ha enviado a mis dos hijas que me son tan queridas? CREONTE: Vamos, ya has llorado bastante. Vuelve bajo tu techo. EDIPO: Tengo que obedecer, aunque sea muy a disgusto. CREONTE: Todo lo que se hace oportunamente es una acción buena de ejecutar. EDIPO: ¿Sabes con qué condiciones me retiraré? CREONTE: Dilas; las sabré después de habértelas oído. EDIPO: Que me desterrarás de este país. CREONTE: Me pides lo que sólo un dios puede conceder. EDIPO: ¡Pero si soy el hombre más execrado de los dioses! CREONTE: Ya que es así, obtendrás pronto lo quieres. EDIPO: ¿Dices la verdad? CREONTE: No me gusta decir inconsideradamente lo que no pienso. EDIPO: Pues bien, llévame lejos de aquí. CREONTE: Ven, pues, y suelta a tus hijas. EDIPO: ¡Oh no, no me las quites! CREONTE: Dejarás de querer ser siempre el amo, pues lo que has obtenido no ha sido siempre por el bien de tu vida. (EDIPO, guiado por CREONTE, entra lentamente al palacio, seguido de sus hijas y de la servidumbre del rey.) Éxodo: El coro muestra como una persona feliz como Edipo se convirtió en la criatura más desgraciada de la tierra, por eso dice que hasta esperar su último día no hay que proclamar feliz a ningún mortal Antes de que haya llegado su último día. (Entran todos en palacio) CORIFEO. ¡Oh habitantesde mi patria, Tebas, miren: he aquí a Edipo, el que solucionó los famosos enigmas y fue hombre poderosísimo; aquel al que los ciudadanos miraban con envidia por su destino! ¡En qué cúmulo de terribles desgracias ha venido a parar! De modo que ningún mortal puede considerar a nadie feliz con la mira puesta en el último día, hasta que llegue al término de su vida sin haber sufrido nada doloroso. COMENTARIO FINAL La obra muestra la caída de Edipo («el de los pies hinchados») desde la posición más alta entre los suyos, hasta el extremo del dolor y el abandono, demostrando la incertidumbre acerca del destino del hombre: «Ningún mortal puede darse por feliz hasta que no haya pasado el límite final de su vida libre de toda pena». El destino actúa como una fuerza superior, pero siempre a través del ser humano. La obra expone la incertidumbre acerca del destino del hombre, ya que este actúa como una fuerza superior al ser humano. Adicionalmente, Edipo aparece como chivo expiatorio al tomar las culpas de la ciudad sobre sí mismo propiciando con su castigo la salvación de los otros. Un motivo de interés radica en la oposición entre ceguera y visión. La visión auténtica es interior; la falsa es exterior. La ceguera física representa la adquisición de la sabiduría, la visión interior. Además, Edipo aparece como chivo expiatorio, pues con su castigo toma las culpas de la ciudad sobre sí mismo y libera a los ciudadanos de Tebas. GRACIAS POR LA ATENCIÓN FUTURO CACHIMBO 1. E 6. D 11. C 16. B 21. C 2. C 7. D 12. D 17. C 22. B 3. D 8. D 13. A 18. A 23. A 4. E 9. C 14. B 19. B 24. B 5. C 10. C 15. D 20. C 25. D Diapositiva 1 Diapositiva 2 Diapositiva 3 Diapositiva 4 Diapositiva 5 Diapositiva 6 Diapositiva 7 Diapositiva 8 Diapositiva 9 Diapositiva 10 Diapositiva 11 Diapositiva 12 Diapositiva 13 Diapositiva 14 Diapositiva 15 Diapositiva 16 Diapositiva 17 Diapositiva 18 Diapositiva 19 Diapositiva 20 Diapositiva 21 Diapositiva 22 Diapositiva 23 Diapositiva 24 Diapositiva 25 Diapositiva 26 Diapositiva 27 Diapositiva 28 Diapositiva 29 Diapositiva 30 Diapositiva 31 Diapositiva 32 Diapositiva 33 Diapositiva 34 Diapositiva 35 Diapositiva 36 Diapositiva 37 Diapositiva 38: PERIODO JÓNICO (s. XIII a.C. - s. VII a.C.) Diapositiva 39 Diapositiva 40 Diapositiva 41 Diapositiva 42 Diapositiva 43 Diapositiva 44 Diapositiva 45 Diapositiva 46 Diapositiva 47 Diapositiva 48 Diapositiva 49 Diapositiva 50 Diapositiva 51 Diapositiva 52 Diapositiva 53 Diapositiva 54 Diapositiva 55 Diapositiva 56 Diapositiva 57 Diapositiva 58 Diapositiva 59 Diapositiva 60 Diapositiva 61 Diapositiva 62 Diapositiva 63 Diapositiva 64 Diapositiva 65 Diapositiva 66 Diapositiva 67 Diapositiva 68 Diapositiva 69 Diapositiva 70 Diapositiva 71 Diapositiva 72 Diapositiva 73 Diapositiva 74 Diapositiva 75 Diapositiva 76 Diapositiva 77 Diapositiva 78 Diapositiva 79 Diapositiva 80 Diapositiva 81 Diapositiva 82 Diapositiva 83 Diapositiva 84 Diapositiva 85 Diapositiva 86 Diapositiva 87 Diapositiva 88 Diapositiva 89: PERIODO ÁTICO (s. V a.C. - s. IV a.C.) Diapositiva 90 Diapositiva 91 Diapositiva 92 Diapositiva 93 Diapositiva 94 Diapositiva 95 Diapositiva 96 Diapositiva 97: EVOLUCIÓN DE LA TRAGEDIA Diapositiva 98 Diapositiva 99 Diapositiva 100 Diapositiva 101 Diapositiva 102 Diapositiva 103 Diapositiva 104 Diapositiva 105 Diapositiva 106 Diapositiva 107 Diapositiva 108 Diapositiva 109 Diapositiva 110 Diapositiva 111 Diapositiva 112 Diapositiva 113 Diapositiva 114 Diapositiva 115 Diapositiva 116 Diapositiva 117 Diapositiva 118 Diapositiva 119 Diapositiva 120 Diapositiva 121 Diapositiva 122 Diapositiva 123 Diapositiva 124: GRACIAS Diapositiva 125
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