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Territorios de la incertidumbre

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10: Territorios de la incertidumbre
2.1.2. La Escuela de la Regulación: la mirada que pondera el peso de la dimensión institucional
En términos generales desde esta escuela, 10 se entiende a "la regulación" como la forma por la cual una sociedad se reproduce y continúa existiendo de manera más o menos estable y estabilizada, a pesar de las contradicciones que la cruzan en su seno. Por este motivo, su línea de análisis se centra en los grandes planos de lo social (cultural, institucional, económico, técnico) y en su desenvolvimiento y articulación a lo largo del tiempo, lo cual implica, a su vez, una mirada histórica." Este conjunto de vinculaciones y articulacio- nes serán predominantes en un momento del tiempo, a nivel de las naciones y a nivel internacional.
En esta linea de análisis, el modelo de producción es denominado por estos autores como "modelo de desarrollo". Básicamente, un modelo de de- sarrollo está integrado por tres elementos o instancias:
un paradigma tecnoindustrial (la forma dominante de organizar la producción en una sociedad), un régimen de acumulación (la estructura macrocconómica), un modo de regulación (el entrarnado de disposiciones institucionales y estatales y todo el conjunto de normas sociales, culturales, incorporadas en la sociedad).
Asimismo, los regulacionistas tienen presente un cuarto aspecto externo al modelo de desarrollo pero de incidencia crucial para que este pueda existir o para el desarrollo de situaciones críticas: el contexto internacional en el que se van desarrollando las tecnologías.
Esta escuela, en realidad, ha desarrollado conceptualmente con mayor nivel de refinamiento el período previo al gran cambio, el correspondiente al modelo de desarrollo fordista (1945-1975) que al posfordismo (posterior a 1975). Al describir ambos, como modelos de desarrollo, se observan los tres grandes elementos que los constituyen: un paradigma tecnológico, un régimen de acumulación propio y un modo de regulación, que también le es inherente a cada uno.
a. El fordismo, la rigidez y su proceso histórico de surgimiento y maduración El fordismo se constituyó en el modelo principal o dominante (pero no ne- cesariamente el único existente) a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial hasta los primeros años de la década de 1970. La primacia de este modelo de producción fue muy intensa. Incluso puede decirse que luego de 1975, en lo que genéricamente se denomina posfordismo, no existió (ni existe) un modelo tan claramente predominante como el desplegado en los treinta años posteriores a la guerra.
Los estudios clásicos sobre fordismo realizados por los regulacionistas elaboran una trama explicativa en torno de la articulación entre el proceso productivo y el modo de consumo a mediados del siglo XX. Esto supone entender las bases del surgimiento de un nuevo tipo de sociedad en la que se conjugaba el peso del racionalismo, la modernidad, la democracia y un cier- to carácter popular. Hubo, por parte de Henry Ford, a comienzos del siglo XX. un proyecto explícito (novedoso en la historia de los capitalistas) para llevar adelante la producción en masa con el fin de que fuera consumida en su totalidad. Esta producción masiva será de bienes de consumo durables. Los mismos serán estandarizados, serializados, simples y fáciles de usar por todos los consumidores.
Asociado a lo anterior, Ford daba central importancia a la reproducción de la fuerza de trabajo como consumidora de dicha producción masiva. Además de asegurar ingresos lo suficientemente elevados como para poder consumir lo producido, llegó a proponer una nueva forma de concepción del mundo a los mismos trabajadores: el carácter estricto de las oficinas de personal al momento de seleccionar y mantener en sus empleos a los trabaja- dores suponía una serie de requerimientos-exigencias- de carácter familiar, de sexualidad encauzada y contenida y de un consumo prudente y racional.
El conjunto de características detalladas le otorgaban al régimen un ca- rácter "rigido", en tanto las inversiones se realizaban a largo plazo y en gran escala. En el sistema de producción en masa se daba por cimiento permanente de los mercados de consumo.
En el mercado de trabajo la distribución de la fuerza de trabajo y el tipo de contratos laborales, junto con la consolidación de los sindicatos, también revelaban el carácter rigido de este modelo. Por su parte, el Estado Social habia asumido una serie de compromisos orientados a garantizar y regular la protección social colectiva, expresados en beneficios como salaries indirectos, jubilaciones, o marcos normativos que garantizaban la estabilidad laboral con sueldos relativamente elevados.
El conjunto de rigidez señalado, condujo a las masas a otorgar un potente horizonte de certidumbre en sus vidas. Una sensación de progreso personal asociada a una previsibilidad en el futuro estaba entrelazada, como ya se reseñó en el capítulo anterior, con un marco de cobertura sólido frente a con- tingencias en el ciclo vital (accidentes, enfermedades graves) a la vez que se aseguraba un retiro por vejez que garantizaba una tranquila finalización de la vida para todos.
Justamente, debido a este carácter rigido, el fordismo requirió de tres dé- cadas para consolidarse, para instaurase como régimen maduro. De hecho, el fordismo, comenzó en los primeros años de la década de 1910, momento en el que Henry Ford instaló la linea de montaje en su planta en Michigan y a la vez pagó importantes sumas compensatorias a los obreros que trabajaron en dicha instalación. Demoró en constituirse en un modelo de acumulación maduro, demandó unas décadas por motivos técnico-económicos, por moti- vos de carácter macroeconómicos y por motivos referentes a la intervención y regulación estatal:
En el caso de las cuestiones técnico-económicas, el estado de las re- laciones de clase en el mundo capitalista (todavia muy impregnadas por la producción con habilidades artesanales tradicionales) no permitía la acepta- ción de este sistema.
►En el caso de la dimensión macroeconómica, los procesos desatados por la convergencia de la expansión industrial junto a la crisis económico-fi- nanciera de 1929 abrieron el espacio a la maduración de nuevas modalidades de consumo y de orientación de las inversiones.
En relación con la dimensión institucional, la modificación en moda- lidades de intervención estatal requirió del embate de la crisis de 1929, para ser impulsada desde las principales sociedades capitalistas. En relación a esta última dimensión fue necesaria la elaboración de un acuerdo: el llamado "consenso keynesiano".
Recién en 1945, una vez resueltos los problemas de la configuración de los poderes del Estado, se puede afirmar que el fordismo se consolido como un modelo de producción (o de desarrollo, según el lenguaje regulacionista) maduro, el cual se extendió con vigor hasta mediados de los años setenta, momento en que se lo considera concluido.
b. El fordismo y su paradigma tecnológico: la mecanización de la cadena
de montaje sumada al taylorismo El paradigma tecnológico, como ya se indicó, remite a cómo se organiza el proceso de producción. En el caso específico del fordismo, este consistió en un mejoramiento y perfeccionamiento de la antigua organización cientifi- ca del trabajo elaborada por Frederic Taylor, quien definió a comienzos del siglo XX los principios organizativos del taller industrial. Dio así origen a esta forma organizativa a la que se conoce también con el nombre de taylo- rismo. Estos principios, orientados hacia el incremento de la productividad, impulsaron una separación tajante entre los que realizan el trabajo fisico de producir un bien y quienes lo conciben. Ellos se basaban en un estudio deta- llado de los procesos industriales para dividirlos en operaciones simples que pudiesen ser sincronizadas y organizadas con precisión.
Con el taylorismo se acelera el ritmo de trabajo y disminuyen los tiempos no productivos en la jornada laboral. Se genera, de este modo, una disminu- ción de la autonomíade los trabajadores, que son vigilados y controlados minuciosamente en cuanto a su rendimiento. El operario, en el taylorismo, queda subordinado a los tiempos que impone la máquina y su calificación se determina según el puesto de trabajo y no teniendo en cuenta sus conocimien- tos o experiencias previas: lo exigible es, por lo tanto, la rapidez y precisión al ejecutar acciones repetitivas y monótonas. El salario se paga por unidad producida, de manera tal que se incorpora la posibilidad-relativa porque es- tán subordinados a los ritmos de la máquina de incentivar a los trabajadores a aumentar la producción. En suma, el taylorismo, a comienzos del siglo XX, consiste en una expropiación de los restos de los saberes complejos, manuales, artesanales, que aún podían encontrarse en algunos contingentes de trabajadores de las sociedades por entonces ya industrializadas.
La principal novedad técnica incorporada por Henry Ford al taylorismo fue la mecanización de la cadena de montaje móvil, en la cual cada trabaja- dor en la planta tenia una tarea específica de acuerdo al lugar que ocupase en los laterales de la cinta. Las normas del taylorismo, de este modo, están incorporadas en el dispositivo automático de las máquinas.
c. El fordismo y su régimen de acumulación: el papel de la economia keynesiana Un régimen de acumulación alude al conjunto de elementos que integran la instancia macroeconómica del modelo de desarrollo. Básicamente, en él se puede observar el ritmo de la producción de bienes de manera articulada y en simultáneo al uso social (al consumo) de lo producido. En él, siempre en perspectiva histórica, se analiza un conjunto de elementos, algunos de los cuales son:
las formas en las cuales el sector del capital lleva adelante las inver- siones productivas en función de la obtención de sus ganancias, los principios que rigen la apropiación de la riqueza producida entre los distintos sectores sociales,
la manera en que se compone la demanda y los rasgos de su comportamiento.
A partir de lo dicho, el régimen de acumulación del fordismo estará carac- terizado, entre otros atributos, por:
el predominio de inversiones productivas a largo plazo, un proceso de redistribución de la riqueza, de manera tal que los obreros pudiesen obtener lo producido, la existencia de enormes mercados de consumo masivo.
Estos rasgos del régimen de acumulación requirieron de un contexto in- ternacional propicio para su consolidación: los derivados de la devastación de la crisis económica de 1929 y de la depresión económica de la década de 1930. En este contexto, a lo largo de la década de 1930, se tornó necesario buscar formas y alternativas de solución a los problemas de desocupación y estancamento productivo. En base a esta necesidad es que, desde el poder político de los principales países capitalistas avanzados y democráticos, co- menzaron a atenderse las propuestas en torno a un proyecto que combinase pleno empleo e igualdad de oportunidades. El mentor de dichas propuestas fue el economista británico John M. Keynes.
La teoría económica keynesiana es, fundamentalmente, una "economía de demanda" (porque, justamente, a esta se la tratará de estimular para atem- perar las consecuencias negativas de la fase recesiva y depresiva del ciclo económico). Así lo explicita Keynes en su obra principal al referirse a la situación previa a 1930 en la que hasta ese momento "el crecimiento de la riqueza mundial ha sido menor que el conjunto de ahorros positivos de los individuos, y la diferencia se ha compuesto de las pérdidas de aquellos cuyo valor e iniciativa no se han completado con habilidad excepcional o desusada buena fortuna". En efecto, paru Keynes si la demanda efectiva fuese adecuada no se requerirían instrumentos adicionales para facilitarles la ganancia a los empresarios. Para Keynes el desempleo era resultado da la insuficiente demanda efectiva frente a la oferta de bienes y servicios. E otras palabras: el desempleo era producto de la incapacidad de la demanda para maximizar las expectativas de ganancias de los empresarios.
Keynes defendió, por lo tanto, la irrupción del Estado en la vida econó- mica. Así, propone que el Estado se efectivice por medio de la intervención medida y prudente de los gobiernos y les bancos centrales, a través de una serie de instrumentos específicos. Se aportaría así la capacidad adquisitiva necesaria para el mantenimiento del pleno empleo, sin por ello provocar efectos adversos, al menos en teoría. En este sentido, el papel del keynesia- nismo fue el de utilizar las politicas fiscal, monetaria y crediticia como ins- trumentos que intentasen regularizar el ciclo económico. Esta intervención, llamada anticíclica, es aplicada tanto en las fases de expansión como en las de contracción.
La institución central del keynesianismo es el pleno empleo, lo cual responde en ese momento, a una lógica de producción y rentabilidad eco- nómica. Era un mecanismo que aseguraba un óptimo de producción y de ganancia orientado a suavizar el ciclo económico, que se acopló al modelo fordista ofreciendo, a través del llamado Estado Keynesiano, el andamiaje institucional necesario para garantizar las consolidación de la sociedad sa- larial de expansión masiva en los países industrializados democráticos de la segunda posguerra. Dicho en otros términos, la expansión de los puestos de trabajo tras la intervención estatal a través de políticas anticiclicas garan- tizaria el consumo masivo. También garantizaria condiciones óptimas de reproducción de la fuerza de trabajo. En efecto, atados al trabajo estaban un conjunto de beneficios sociales (salarios por convenio, aguinaldos, vaca- ciones, seguro de salud, entre otros). Y, dado que habría trabajo para todos con horizontes de estabilidad plena, las formas de protección social también estaban aseguradas.
En los años sesenta el régimen de acumulación comenzaba a mostrar sig- nos de agotamiento. Los problemas de esa década comenzaron a ser la des- ocupación y la recesión, sumados a un agravante: la inflación. Incluso John K Galbraith, un renombrado economista dentro de la tradición keynesiana, reconocia que la inflación era, con el paso de los años, el problema central de las sociedades industrializadas y democráticas, y más aún sobre el fin de lor: "Treinta Glorioses". La inflación, elemento crucial en la crisis del mode- lo fordista keynesiano, se constituyó en uno de los principales argumentos de la ofensiva neoclásica entre los que se destaca la voz de Milton Friedman, 19 quien haría hincapié en la reinstauración de economías basadas en la oferta en lugar de basarse en la demanda, para no entorpecer el ciclo económico. La potente instalación ideológica del fuerte componente antiestatalista (pro cíclico) del pensamiento neoclásico, junto con una serie de problemas del ré- gimen de acumulación, resquebrajó las bases del consenso keynesiano, que comenzó a mostrar crecientes fisuras en un contexto signado por la impo- tencia de los Gobiernos para resolver los problemas en las grandes variables macroeconómicas.
d. El fordismo y su modo de regulación: el papel del Estado Keynesiano El carácter distintivo del modelo de producción fordista ha sido que el ob- jetivo de Ford de pagar salarios relativamente altos para lograr el consumo de lo producido se extendiese a las demás ramas de la producción industrial. Esto requirió de instituciones específicas, inculcación de nuevos hábitos de consumo, nuevas culturas empresariales (que asumiesen la mirada de Ford) y un contexto histórico preciso que generase condiciones para que esto suce diese. En suma, una nueva sociedad, que necesitaba de un acuerdo de amplio alcance, el llamado "consenso keynesiano".
En efecto, las consecuencias de la crisis de 1929 pusieron en peligro la estabilidad de los regímenes democráticos de las naciones capitalistas más avanzadas durante la década de 1930: el por entonces exitoso modelo indus- trialista socialista soviético, por un lado, y la paulatina recomposición eco- nómica alemana e italianaen el marco de los regímenes autoritarios de esa década hicieron evidente la instauración de un compromiso entre los sectores del capital y los del trabajo en las sociedades capitalistas democráticas en eri- sis. Este compromiso se presentaba como necesario para no caer en el socia lismo al estilo soviético ni en un capitalismo autoritario: en efecto, "quienes no poseen los medios de producción aceptan la institución de la propiedad privada del capital, mientras que los dueños de los medios de producción aceptan las instituciones políticas que permiten a otros grupos expresar sus reclamos en términos de asignación de los recursos y la distribución del ingreso". El problema de los años treinta fue el de los recursos ociosos: las máquinas estaban detenidas y la desocupación crecientemente extendida. La discusión en esos años consistia en si era conveniente subsidiar a los desocu- pados. ten endo en cuenta la fuerte erogación en las cuentas públicas que esa decisión suponia. En 1932 fue el Partido Socialdemócrata en el gobierno de Suecia el que decidió intentar innovar ubicándose por fuera de esa discusión: emplear a los desocupados a partir de la acción de la burocracia estatal.
El consenso keynesiano, que contribuyó al mantenimiento de la demo- cracia en los paises occidentales industrializados a partir de la década de 1930, consistió en la construcción de coaliciones politicas que expresaran un pacto entre algún partido obrero (socialdemócrata), algún partido burgués y algún partido de los pequeños productores agrarios. Quedaban fuera de dicho acuerdo, tanto el sector financiero como los grandes terratenientes. En este contexto, las políticas que se empezaron a implementar desde 1930 no fueron estrictamente técnicas sino fundamentalmente de carácter político. Previamente a este acuerdo los sectores industriales solicitaban precios agri- colas bajos para abaratar los costos salariales. Y por su parte, los campesinos requerian precios agricolas altos (además de precios de productos industria- les bajos). Esta tensión se mantuvo hasta que se estableció una alianza entre estos sectores, a partir de la crisis de 1929. Los intereses entre los industria- les y los campesinos fueron complementarios en la medida en que aumenta- ran los salarios de los trabajadores urbanos, ya que de este modo aumentaria la demanda de los productos agropecuarios. A su vez, por esto mismo, se reactivó la economía, hecho que redundó en el aumento de la producción industrial y en la generación de nuevos puestos de trabajo o, en otras pala- bras, mad iró un nuevo régimen de acumulación. Las coaliciones políticas asociadas a este nuevo alineamiento desarrollaron mercados regulados para el sector laboral y agrícola. En síntesis: el llamado "consenso keynesiano" estuvo constituido por los trabajadores, los sectores agrarios y los empresarios, quienes históricamente estuvieron enfrentados." De esta manera, el consenso derivó en compromiso de aplicación de políticas de izquierda, de inspiración socialdemócrata con un programa de pleno empleo e igualdad de oportunidades que caracterizaron al pensamiento keynesiano
Las primeras formas de intervención de regulación estatal se desplegaron de manera bastante asistemática en la década de 1930 y se fueron consoli- dando hacia el fin de la misma, instalándose plenamente a partir de 1945. La necesidad de regularizar el ciclo económico y evitar las fluctuaciones en el proceso de acumulación originó el nacimiento del llamado Estado Keyne siano, orientado, precisamente a incidir en el régimen de acumulación del fordisrno y constituyéndose en un núcleo central del mismo. Posteriormente, el Estado Keynesiano comienza a articularse e imbricarse con el llamado Estado de Bienestar, de existencia previa.
Las instituciones del Estado Benefactor son de una naturaleza distinta a las del Estado Keynesiano, aunque en el momento histórico aquí analizado han convergido intensamente. Las mismas no surgieron por los mismos mc- tivos que dieron origen al Estado Keynesiano hasta aquí trabajados, sino bá- sicamente por determinantes políticos. Los primeros antecedentes dentro del capitalismo industrializado se encuentran en la iniciativa del canciller alemán Otto von Bismarck a fines del siglo XIX, de implementar el seguro social, lo que significó una ruptura con las instituciones de beneficencia (como la Igle- sia). El seguro social no era estigmatizante para los pobres dado que se basa- ba en reglas no discriminatorias ante el daño ocasionado. La expansión de los servicios de salud, educación y seguro social no obedeció a una racionalidad estrictamente económica (la cual luego tendría derivaciones sociopoliticas). como sucedía con el keynesianismo, sino a la de garantizar el orden social24 en un contexto europeo del siglo XIX en el cual las luchas sociales del pro- letariado-especialmente en Inglaterra y Francia-se agudizaban y expandian como una amenaza para los sectores capitalistas en ese continente entre ellos, muy especialmente, los alemanes que ingresaron relativamente tarde al proceso de industrialización y de modificación de sus bases sociales y a la competencia interimperial de las potencias capitalistas del momento. El Estado Benefactor establece derechos garantizados jurídicamente y que no apuntan a ser utilizados de manera anticiclica como en caso del Esta- do Keynesiano. En efecto, consiste en un conjunto de instituciones públicas supuestamente destinadas a elevar la calidad de vida de la fuerza de trabajo o de la población en su conjunto y a reducir las diferencias sociales ocasio- nadas por el funcionamiento del mercado. Como señala Esping-Andersen, se entiende a este Estado como "una responsabilidad estatal para asegurar unos minimos básicos de protección social para sus ciudadanos", pero esta pri- mera aproximación nada dice sobre el carácter emancipatorio o reproductor de la dominación de tal responsabilidac, o si se contrapone o no al mercado ni cual es el alcance del término "básico". Esto ha dado lugar a intensos de- bates en torno de la tensión entre eficiencia y legitimidad de este Estado" y a la necesidad de establecer mayores precisiones al conceptualizarlo.
Las instituciones de Estado Keynesiano y el Estado Benefactor convergie- ron?" para el desarrollo de los "Treinta Gloriosos", aunque el primero nació bajo el imperativo de atemperar el ciclo económico (y salvar desde allí al capitalis- mo democrático) y el segundo hunde sus orígenes a fines del siglo XIX, el que también con sus especificidades se desplegó en Argentina y América Latina."
e. El fin del fordismo: derrumbe de la rigidez y de las certidumbres Un punto posible de partida para comprender la crisis del modelo fordista sobre fines de la década de 1960 y comienzos de la siguiente se orienta a observar el proceso de estancamiento de los mercados de consumo a raiz.

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