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LECTOCOMPRENSIONTECNICASESTUDIO_Anexo M2_3

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Anexo 3: estrategias de aprendizaje en la 
universidad 
¡No me alcanza el tiempo! ¡No llego! 
Tal como hemos señalado en los primeros apartados del módulo, la lectura 
constituye uno de los medios más poderosos de aprendizaje. En la universidad, 
el estudiante se ve enfrentado a un incremento tanto cualitativo (conocimiento 
altamente especializado, lenguaje técnico, etc.) como también cuantitativo en 
las demandas de lectura, debido al volumen de información que hay que 
estudiar, muchas veces más de lo que uno pretende e incluso del tiempo que 
dispone. 
En este contexto, es frecuente oir a los estudiantes decir con preocupación: “no 
me alcanza el tiempo” o, simplemente, “no llego”. Sin embargo, existen ciertas 
estrategias que pueden ayudarnos a evitar la sensación de que el tiempo es 
insuficiente y a llevar al día nuestras lecturas. Siguiendo a Rinaudo (2010), 
existen ciertas estrategias que pueden emprenderse para obtener mejores 
resultados con la lectura y, por consiguiente, los aprendizajes: 
1) Organizar el tiempo. Si no se hacen las previsiones para disponer del 
tiempo que demanda aprender, es difícil que se aprenda. 
Evidentemente, todos necesitamos tiempo para aprender, algunos más 
y otros un poco menos, pero todos necesitamos disponer de tiempo 
para alcanzar a dominar un texto, comprender sus ideas y ser capaces 
de aplicarlas. Disponer de tiempo nos permite compartir ideas con 
compañeros –o anotarlas para poder compartirlas–, buscar ejemplos, 
relacionar las lecturas con otras ideas, recordar ideas similares, 
identificar lo que no comprendemos del todo. Cuando se lee apremiado 
por el tiempo, en cambio, el aprendizaje resulta menos efectivo y, en el 
mejor de los casos, sólo podremos tener una idea vaga de lo que dice el 
texto. Además de que la lectura, de este modo, es sin dudas menos 
placentera también. Entonces, ¿cuándo empezar a estudiar? ¿Cuánto 
tiempo dedicarle a cada materia? ¿Cómo organizarme/distribuir los 
tiempos? 
Una actividad útil en este sentido consiste en desarrollar una agenda de 
estudio. Generalmente, al comienzo de un curso se comunican las 
fechas en que se realizarán las evaluaciones parciales y los exámenes 
finales (examen de fin de curso). A veces, estas fechas se consignan en 
los programas de estudio, se comunican verbalmente o se encuentran 
establecidas institucionalmente en el calendario académico. La 
organización del tiempo, la decisión de qué días, cuántas horas, en qué 
momento del día ubicarán las actividades de estudio para cada materia, 
es algo que depende de cada uno. Sin embargo, existe una serie de 
 
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recomendaciones que pueden ayudarte a distribuir los tiempos de 
estudio de una forma óptima/eficiente. 
o Hacer un listado con todas las actividades a realizar la próxima 
semana; 
o Anotar de la manera más precisa posible el tiempo que requiere 
cada una de esas actividades; 
o Agrupar las actividades por categorías de actividades similares y 
volver a calcular el tiempo; 
o Establecer un orden de importancia de las actividades respecto 
de algún propósito personal especial; 
o Anotar los cambios que se deberían hacer, pensando por qué 
sería bueno hacerlos (esto tendría que ver con hacer ajustes en la 
agenda). 
 
¿Cuánto tiempo conviene dedicar a cada materia? En realidad, uno 
tiene que aprender a estimar cuánto tiempo demanda la lectura de una 
asignatura específica. Ciertos textos pueden demandar menos tiempo 
que otros, dependiendo del conocimiento previo que tengamos y los 
intereses. El tiempo que demande la lectura de un texto particular 
depende mucho de los intereses, conocimientos y propósitos de cada 
persona. 
Si quieres prepararte para estudiar bien, es importante que tengas 
presente que el inicio de los cursos es un buen momento para empezar 
a estudiar los materiales de ese curso y que las lecturas y ejercicios que 
vayas concretando te ayudarán a planear mejor la distribución del 
tiempo a lo largo del cuatrimestre o año de clases. En este sentido, ¡no 
dejes todo para último momento! 
 
2) Preparar el ambiente: otro factor importante que puede ayudarnos a la 
hora de estudiar tiene que ver con el ambiente o contexto en el que se 
llevarán a cabo los aprendizajes. Varios especialistas han advertido 
sobre algunos aspectos físicos tales como mantener la temperatura, luz 
y ventilación adecuadas, y evitar ruidos molestos. También es 
importante hacer un uso racional de aparatos tecnológicos que pueden 
ocasionar distracciones continuas impidiendo la concentración 
adecuada. Así, puede ser útil que dejes alejado del ambiente de estudio 
el teléfono móvil o disminuir el volumen. 
 
 
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Autorregulación de los procesos de estudio 
En este apartado te presentamos algunas estrategias que han sido 
desarrolladas y evaluadas por diferentes investigadores, docentes y 
estudiantes, y que pueden hacer más productivas las horas de lectura y estudio. 
Si te interesa profundizar más, podrás encontrar información de suma utilidad 
en Rinaudo (2010). 
1) Fijar un propósito de lectura (esto también es algo que hay que 
aprender). La lectura progresiva de los materiales ayuda a fijar 
propósitos más específicos, más realistas y hace más fácil el control de si 
se está o no avanzando en el sentido esperado. 
Una buena herramienta para empezar a establecer propósitos precisos 
para la lectura es el programa de la materia. En él, los docentes 
organizan los contenidos en bloques, módulos o unidades temáticas, 
generalmente en un orden lógico y progresivo que permite a los 
alumnos avanzar en el conocimiento de una disciplina. Habitualmente, 
las primeras unidades se destinan a una presentación general de la 
materia y se abordan también de manera general los principales temas 
que se tratarán. Las siguientes unidades hacen un tratamiento más 
detallado de los temas por medio de diferentes textos. En todos los 
casos, la lectura del programa sirve de guía para decidir qué es 
importante conocer respecto de cada tema. Leer el programa antes de 
empezar a leer un texto en particular y volver a revisarlo mientras se 
avanza en la lectura puede ayudar a fijar los propósitos a los que 
conviene atender durante una sesión de estudio. 
Por otra parte, los programas también suelen incluir los objetivos de la 
materia. Estos objetivos reflejan los aprendizajes que se esperan del 
alumno durante el cursado de la materia; generalmente indican los 
conocimientos, actitudes y habilidades que se deberían alcanzar. Por 
este motivo, los objetivos de la materia también constituyen una 
herramienta indispensable para orientarnos en la lectura/estudio. 
 
2) Establecer un orden para las lecturas de los materiales. Un paso que 
puede presentar cierta dificultad radica en poder decidir con cuál de los 
textos empezar el estudio. Los programas, en este sentido, no resultan 
de mucha utilidad, pues los textos que se indican en la bibliografía están 
ordenados a veces por unidad, a veces –lo más frecuente– por orden 
alfabético. ¿Entonces? Afortunadamente existen ciertas claves que nos 
pueden orientar en esta actividad. Para empezar, los títulos de cada 
material nos dan una indicación acerca de los temas que pueden tratar y 
esto permitirá establecer, de manera general, una primera 
correspondencia entre textos por leer y contenidos por aprender. Por 
otra parte, conviene identificar el tipo de textos de que se trata. Con 
frecuencia, los materiales de estudio incluyen diferentes tipos de textos; 
 
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manuales de cátedra, capítulos de libros propios del campo de 
disciplina, artículos de revistas especializadas, capítulos o secciones de 
enciclopedias, son algunos de los más comunes. El nivel de dificultad 
que presenta la lectura de estos materiales puede ser diferente y tal vez 
convenga empezar por aquellos textos que presumiblemente serán de 
más fácil lectura. 
Además, también podemos adecuar las lecturas atendiendo a las 
relaciones entre la extensión del material y el tiempo disponible para 
una sesióndeterminada de estudio. Podemos ubicar la lectura de los 
materiales más difíciles para los momentos en que estamos más 
dispuestos, menos cansados o con posibilidades de compartir con otros 
compañeros. En fin, lo importante es poder anticipar de alguna manera 
el tiempo y esfuerzo que puede representar una lectura y poder 
organizar el estudio para que sea más efectivo. 
 
3) Controlar la comprensión de lo que se lee. Desde hace varios años, 
muchos investigadores de la lectura acuerdan en que el control de la 
comprensión es una de las estrategias más efectivas para aprender 
desde los textos. ¿Qué se puede hacer para controlar la comprensión? 
o Enseñanza recíproca. Esta propuesta consiste de cuatro 
estrategias: predecir la información que se podrá encontrar en 
una parte especial del texto (inferir lo que podemos llegar a 
encontrar en el texto apoyándonos en elementos presentes en la 
lectura); resumir el párrafo leído (finalizada la lectura de un 
párrafo, uno de los miembros del grupo de estudiantes propone 
un resumen del mismo); elaborar preguntas sobre los contenidos 
centrales (consiste en tratar de pensar qué preguntas podría 
hacer un profesor, en un parcial o examen, sobre el contenido 
que se ha leído); aclarar confusiones (se trata de identificar y 
plantear las dudas que queden acerca del significado de alguna 
palabra u oración del párrafo leído. Paso siguiente es tratar de 
clarificarlas. ¿Por qué puede ser efectiva esta estrategia? La 
predicción ayuda a recordar conocimientos necesarios para 
interpretar mejor la información; resumir implica elaborar una 
nueva versión breve de lo que se ha leído; pensar en preguntas 
de un examen obliga a considerar lo leído desde la perspectiva 
adoptada por el programa, el profesor y otros textos comentados 
en las clases; y reconocer que se está confundido implica una 
toma de conciencia de lo que se comprende y lo que no se 
comprende. 
o Cuestionar al autor. Esta estrategia propone leer los textos con 
“ojos de revisor”, es decir, leerlos desde la perspectiva de un 
evaluador de la calidad del texto. ¿Evaluar el texto? Sí, de eso se 
 
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trata precisamente la estrategia: la idea de este este método 
desarrollado por Beck y colaboradores (1996) es establecer un 
diálogo con el autor, ya sea cuestionando sus ideas o sus modos 
de expresarlas. Lo importante de esta estrategia es que anima al 
lector a discutir sus interpretaciones con el autor, aunque éste, 
naturalmente, no esté presente. ¡Es que los problemas en la 
comprensión no siempre deben atribuirse a dificultades del 
lector! ¿Por qué es efectiva esta estrategia? Porque, 
cuestionando a los autores, se controla activamente la lectura, se 
pueden cuestionar las ideas del texto y, de ese modo, profundizar 
en su sentido.

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