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Módulo 2 
Filosofía Medieval 
 
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Características de la filosofía 
medieval 
 
La filosofía medieval se caracteriza por su problemática religiosa. El 
pensamiento judío, cristiano e islámico siempre girará alrededor de temas 
religiosos. También estará impregnado por una temática ligada a la 
creencia de la existencia del alma en una vida posterior y su salvación o 
condena eterna. 
El cristianismo fue la religión predominante en lo que fue la Europa 
medieval. La filosofía de los pensadores cristianos fue eminentemente 
teológica, dado que sus temas estaban ligados a cuestiones relativas a Dios 
y sus criaturas. Los teólogos medievales pensaban que la filosofía estaba al 
servicio de la teología. La teología estaba estrechamente ligada a los temas 
de las Escrituras. La Biblia fue un libro sagrado no sólo para los judíos sino 
también para los cristianos. Los escritos bíblicos, tanto los del antiguo 
testamento como los del nuevo, eran considerados palabra de Dios. La 
verdad en ellos expresada era la Verdad Revelada. Esta Verdad siempre era 
superior a la verdad filosófica y de alguna manera la subordinaba. Esta es 
una de las características del pensamiento medieval. 
En cierto momento las verdades de la fe fueron consideradas no solo 
superiores a las verdades de la razón sino que hasta las excluían. Sin 
embargo poco a poco el pensamiento cristiano de los principios de la edad 
media se vio influenciado por el pensamiento filosófico y las verdades de la 
fe dejaron de contraponerse con las verdades de la razón. Se asumió que 
era mejor comprender aquello en lo que se creía que aceptarlo 
ciegamente. En ese momento tanto la teología como la filosofía fue 
influenciada por los filósofos griegos de la antigüedad: principalmente por 
Platón y Aristóteles. Aunque las obras de estos sabios estuvo perdida 
durante largo tiempo sus escritos fueron conocidos paulatinamente a lo 
largo de los siglos y los teólogos cristianos tomaron de ellos muchos 
conceptos que adaptaron a la problemática religiosa. Muchos problemas 
de la filosofía medieval se heredaron de la filosofía antigua. Otros fueron 
propios de ella. 
El conjunto de estos problemas caracterizan al pensamiento de la época. 
Los problemas más significativos son: la creación ex nihilo, es decir la 
creación del mundo a partir de la nada gracias la voluntad de un Dios único 
y omnipotente. La dualidad entre cuerpo y alma, típico problema de la 
 
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antropología dualista platónica heredada por el pensamiento medieval. La 
creencia en un plan divino para el hombre y la naturaleza relacionado a 
una concepción teleológica de la causalidad. Dios no sólo sería la causa 
eficiente de la creación sino también un causa final. Y, principalmente, el 
llamado problema de los universales. Nos detendremos brevemente en 
este último porque es de mucha importancia para comprender algunas 
corrientes del pensamiento contemporáneo que han heredado dicha 
problemática. 
A partir del momento en que Parménides identifica pensamiento y ser y 
distingue entre apariencia sensible y realidad inteligible la cuestión sobre 
qué es lo real se instala definitivamente en el pensamiento occidental. 
Posteriormente Sócrates descubre el concepto, es decir, la representación 
intelectual del objeto, y se basa en ese descubrimiento para fundamentar 
un saber de carácter universal y necesario no sujeto a las variaciones del 
conocimiento sensorial. Aunque Sócrates no llega al extremo de considerar 
que los conceptos o ideas existen por sí mismos, su discípulo Platón postula 
un Mundo Ideal integrado por Ideas existentes por si mismas y más reales 
que las cosas individuales del mundo sensible. En Platón ya está expuesta y 
fundamentada la teoría realista que sostiene que los universales, o sea las 
ideas, son las substancias reales. Esta postura platónica se apoya en un 
concepto de realidad: real es todo lo que perdura, lo que permanece 
incorrupto. Esto sólo es posible en un mundo ideal constituido por ideas. 
Las ideas son reales porque son permanentes. Las cosas del mundo 
sensible son aparentes porque se corrompen. Esta corriente de 
pensamiento se mantiene en el tiempo y el discípulo de Platón, Aristóteles, 
se ve influenciado por ella. Pero este último en vez de considerar que el 
mundo ideal es real y el mundo de las cosas materiales aparente, sostiene 
la tesis opuesta: el mundo en el que vive el hombre, el mundo captado por 
los sentidos, es el mundo real. Como está influenciado por su maestro no 
obstante sigue pensando que la esencia de las cosas, que es lo que se 
conoce por medio del concepto, tiene una existencia tan real como la cosa 
individual misma. Pero también se toma el trabajo de aseverar que la 
substancia primera es el individuo, la cosa singular, y la esencia solo es 
substancia segunda. Esto debe ser tenido en cuenta porque como se verá 
luego es tomado por algunos pensadores de la Edad Media para refutar los 
que siguiendo a Platón sostienen que los universales, o sea las ideas, son 
reales e independientes de las cosas sensibles. 
Los realistas extremos sostienen que los universales son reales. Pero aparte 
de ello afirman que hay grados de realidad. Y los grados superiores son los 
de las ideas. Esto implica que mientras más general es algo, también es 
más real. Por lo tanto mientras más general sea una idea más real será. La 
idea del Ser, el Ser del que hablaba Parménides, es la más general de todas 
y por lo tanto el Ser es la realidad por excelencia. Pero hay una idea que es 
 
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superior a la del Ser, es la idea de Dios. Dios es el ser más general que 
existe y por ello mismo es el ser más real de todos. Esto tiene 
consecuencias importantes en la teología de quienes adoptan esta postura. 
Entre otras la aseveración de que el solo hecho de pensar que Dios existe 
es una prueba de su existencia. A esto lo sostiene San Anselmo (1035- 
1109) y su forma de probar la existencia de Dios lo retomarán pensadores 
posteriores. 
Para entender el realismo de los que sostienen que las ideas son reales y 
que mientras más general sea un concepto más real es necesario preguntar 
¿qué pasa con las cosas sensibles? ¿son reales? la respuesta más general 
sería que los entes individuales de alguna manera participan de la idea 
universal que constituye su esencia. Los filósofos y teólogos medievales 
generalmente se atuvieron a lo que ya Platón o Aristóteles habían dicho al 
respecto. Los realistas extremos, al modo de San Anselmo, se acercaron 
mucho a Platón. Para ellos los universales eran anteriores y la condición 
previa de cualquier cosa individual. Por eso sostuvieron que el universal- la 
esencia- era anterior a la cosa y que existía separado de ella (ante rem). El 
realismo sin embargo no fue la única postura frente a este problema. 
Algunos pensadores inspirándose en afirmaciones de Aristóteles 
sostuvieron que la substancia individual era la substancia real y no las ideas 
que se podían tener de ella. Las ideas universales no eran más que 
representaciones de la mente cuya existencia dependía de quién las 
pensaba. Es más: las ideas podían reducirse a meros nombres que por 
convención los seres humanos le aplicaban a las cosas. Estos nombres, las 
palabras, no eran más que flatusvoci, o sea soplos que salen por la boca. Se 
les llamó por ello nominalistas a los que sostuvieron esta teoría. Tuvo 
consecuencias, por supuesto, en las doctrinas de quienes así pensaban. En 
primer lugar en lo que respecta al conocimiento de las cosas individuales: 
prácticamente todos los nominalistas fueron empiristas, es decir que 
consideraban que el origen del conocimiento estaba en los sentidos. Se 
verá más adelante, en la Filosofía Moderna, la importancia de esta postura. 
En lo teológico tuvo también efectos importantes. Entre otros la 
demolición de las doctrinas que sostenían que la existencia de Dios podía 
ser probada por medios racionales. Si sólo conocemos por los sentidos y lo 
único que conocemos son las cosa individuales,o bien no podemos tener 
un conocimiento intelectual de Dios o bien lo conocemos por medio de 
algún tipo de experiencia. El resultado fue la mística: el conocimiento 
directo de Dios gracias a una fe profunda e inquebrantable. El 
conocimiento místico es un conocimiento de Dios que se logra por un 
contacto directo con Él y no por medio de conceptos. Además de estas 
consecuencias en el orden teológico las hubo también en el campo de las 
ciencias y de la filosofía. Al ser los nominalistas filósofos que acentuaban la 
importancia de los sentidos en los procesos cognitivos, las disciplinas 
empíricas que se orientaban al conocimiento de la naturaleza empezaron a 
 
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desarrollarse cada vez más. No es que las ciencias formales, como la lógica, 
por ejemplo, se dejaran de estudiar. Lo que sucedió es que el afán de 
conocimiento del hombre del medioevo ya no se satisfizo con los 
conocimientos que podía aportar el estudio de ciencias abstractas. 
El realismo y el nominalismo no fueron las únicas teorías acerca de la 
realidad de los universales. Pedro Abelardo (1079- 1142) adoptó una 
postura intermedia entre el realismo y el nominalismo llamada 
conceptualismo. Para los realistas los universales existen como substancias 
y esa existencia es posible o en un mundo como el de Platón o en la mente 
de Dios. Para los nominalistas los universales directamente no existen. 
Abelardo va a rechazar la teoría realista que considera al universal como 
una substancia existente por sí misma (tal como una cosa). Pero si bien 
sostendrá que los universales no son cosas, no aceptará que solo son 
nombres, flatusvocis. Los universales son conceptos que tienen una 
existencia objetiva a nivel mental. Son ante rem en la mente de Dios, como 
ideas. Pero son también en la cosa, in re, como su esencia. Y existen post 
rem, aunque solo como ideas, en la mente del hombre. Con esto Abelardo 
cree superar la oposición entre realistas y nominalistas. En verdad sólo 
consigue instalar otra teoría que trata de explicar una problema que sigue 
vigente aún en nuestros días. 
Los problemas de la filosofía de la Edad Media no se agotan en los 
expuestos hasta aquí. Sin embargo son temas típicos de la época que 
permiten diferenciarla de otros momentos históricos del pensamiento 
occidental. Por eso han sido expuestos brevemente. Para tener una idea 
más exhaustiva de la historia de la Filosofía Medieval es menester abocarse 
al estudio de algunos de sus pensadores más importantes. 
San Agustín (354- 430) 
Para comprender el pensamiento de San Agustín es necesario conocer 
algunos aspectos de su vida. Nació en una provincia romana de África 
llamada Tagaste. Fue hijo de padre pagano y de madre cristiana. No fue 
cristiano durante su niñez y adolescencia. Estudió a los clásicos latinos y 
gramática. Luego estudió retórica y empezó a interesarse por los temas 
filosóficos y religiosos. Antes de convertirse al cristianismo adhirió al 
maniqueísmo, una corriente de pensamiento que consideraba al universo 
como el campo de batalla entre dos fuerzas opuestas: el bien y el mal. 
Además tuvo una postura escéptica durante su juventud. Esta actitud 
estuvo de alguna manera ligada a su incredulidad con respecto a los 
preceptos cristianos que su madre le había inculcado. Superó ambas 
posturas cuando se convierte al cristianismo y comienza su vida religiosa 
dedicada a la reflexión filosófica y teológica. Las influencias en el 
 
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pensamiento de Agustín de las doctrinas neoplatónicas también deben 
tenerse en cuenta a la hora de estudiar su pensamiento. 
Su importancia como teólogo cristiano es enorme y su influencia en el 
pensamiento del medioevo muy importante. Pero es la anticipación a 
ciertas corrientes modernas de la filosofía lo que lo hace un pensador 
ineludible en la historia del pensamiento de todos los tiempos. Agustín es 
el filósofo cristiano que le da a la reflexión del sujeto sobre sí mismo una 
importancia que solo se podría encontrar en el pensamiento antiguo en 
Sócrates y Platón. Su indagación sobre el sujeto del conocimiento será, 
también, un anticipo de lo que en la Edad Moderna desarrollaran filósofos 
como Descartes y quienes siguieron su línea de pensamiento. 
En una obra voluminosa pero no sistemática Agustín desarrollará temas 
ligados a la teoría del conocimiento, la ética, la cosmología y la política. 
Aunque su pensamiento es fundamentalmente teológico, dado que su 
preocupación principal se manifiesta en una profunda reflexión sobre Dios 
y el hombre considerado como su creación, hay no obstante una 
importante componente filosófica en el mismo. 
El conocimiento 
En cuanto a la problemática del conocimiento Agustín adopta una postura 
en la que el sujeto no adquiere los conocimientos a partir de la experiencia 
sensible. Los conocimientos que constituyen la episteme tanto teológica 
como filosófica no se originan en la experiencia sensorial. Agustín, 
condicionado por su propia postura escéptica de la juventud, duda de todo 
conocimiento originado en los sentidos. Pero in extremis hace extensiva 
esa duda a todo conocimiento. Por lo tanto la única certeza que tiene es 
que no puede dudar de la duda misma. La duda le lleva a cuestionar la 
existencia de todas aquellas cosas que se perciben - del contenido externo 
de lo percibido -, pero no puede dudar de la sensación interna que produce 
la percepción misma. Esa sensación interna existe y dicha existencia no 
puede ponerse en tela de juicio. Percibir que se percibe da, además, la 
seguridad de la existencia de quien percibe. Quien percibe existe, y su 
existencia no puede cuestionarse. Pero la existencia de las cosas que se 
conocen por los sentidos es dudosa. Agustín ha tomado del pensamiento 
griego la creencia de que hay dos mundos: el de la apariencia y el de las 
esencias. El primero es el de las cosas sensibles y el segundo el de las ideas. 
A este sólo se puede llegar por el pensamiento, por la razón, por el logos. 
En esto es platónico. Pero es también un cristiano y, por lo tanto, no puede 
aceptar ni la transmigración del alma ni la reencarnación, como en Platón. 
Tampoco la existencia separada de un mundo ideal donde se encuentran 
las ideas ni la reminiscencia como forma de conocer ese mundo. Para el 
cristianismo Dios crea el alma conjuntamente con el ser humano al que esa 
 
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alma insufla vida e inteligencia. Esa alma inteligente es capaz de conocer 
ideas que no provienen de la experiencia sensorial. Lo Bueno, lo Bello, la 
Verdad, son ideas que el alma conoce antes de toda experiencia. Provienen 
de Dios. El insufla las ideas en la mente del sujeto. El conocimiento es 
posible por la iluminación divina. Cuando se conoce a nivel intelectual el 
sujeto está de alguna manera conociendo a Dios, porque las ideas de Bien, 
de Belleza, de Perfección, de Unidad, etc. están en Dios y Dios las transmite 
a aquellos que están preparados para recibirlas. El alma, que es el sujeto 
que conoce, cumple un rol pasivo en el proceso de conocimiento. No tiene 
un conocimiento de las ideas por un mero acto de voluntad individual. Es 
necesario que Dios también lo quiera. Y Dios lo quiere cuando el alma se ha 
preparado para recibir su iluminación. 
La razón y la fe 
Algunos pensadores cristianos consideraron que la fe era la principal 
fuente de conocimientos. La verdad revelada de las Escrituras debía ser 
aceptada fidedignamente. Para los creyentes es una verdad que proviene 
de Dios y es superior a cualquier verdad de otro origen. Las verdades de 
razón deben, por eso mismo, subordinarse a las verdades de la fe. Sin 
negar esto San Agustín consideró que si bien la fe y la razón eran dos 
modos distintos de conocer y llegar a la verdad, no eran incompatibles. 
Antes bien: se complementan. Por eso sostuvo que hay que comprender 
para creer y creer para comprender. De este modo, le dio al conocimiento 
racional una jerarquía que hasta ese momento en el pensamiento cristiano 
no había tenido. Hay que tener en cuenta que la comprensiónes 
comprensión racional y que la fe no es un conocimiento de ese tipo, pero 
puede complementarse con lo que brinda la razón. Para Agustín el hombre 
no sólo es memoria e intelecto sino también voluntad. La voluntad, el 
querer, está en todas las cosas humanas. La voluntad es el querer en todos 
los órdenes y, por ende, lo que guía las acciones morales. La ética de 
Agustín se basa en la libertad del sujeto moral. Este libre no obstante haber 
sido creado por un Dios omnisapiente. Dios conoce todo. Para el no existe 
pasado ni futuro. La existencia de cada criatura, de cada ser humano, es 
conocida del principio al fin. Para Dios el futuro de cada ser humano ya 
está determinado. Entonces ¿cómo es posible que el hombre cuyo futuro 
está determinado es conocido por Dios, sea a la vez libre? la libertad 
implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Pero si el futuro está 
escrito, esa libertad es ilusoria, dado que cualquiera sea la elección que se 
haga el resultado ya está determinado de antemano. Agustín, no obstante, 
sostiene que el hombre es libre. Pero la contradicción que se desprende 
del conocimiento que Dios tiene de la vida completa de cada ser humano 
sigue en pie. Y lo que es más grave aún: Agustín sostiene que el hombre, 
así como en el proceso del conocimiento necesita de la iluminación divina 
 
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para conocer, en el uso de la voluntad en procura del bien necesita de la 
gracia de Dios. El hombre no puede obrar bien solo porque se lo propone. 
Tiene que intervenir para que los actos humanos derivados de la voluntad 
de cada uno alcancen el bien que persiguen. La gracia también condiciona 
la libertad del sujeto moral, a tal punto que la salvación de cada hombre 
depende de la gracia divina. Nadie se puede salvar a sí mismo, aun siendo 
un hombre que actúe siempre en busca del bien. Esto obliga a Agustín a 
aceptar la predestinación del ser humano. Para él, el único hombre que 
actuó libremente frente a la posibilidad de elegir entre el bien y el mal fue 
Adán. Adán decide con absoluta libertad desobedecer el mandato divino. 
Se hace pecador y esa condición es heredada por la especie humana. El 
hombre es un pecador redimible sólo por la gracia. Y la gracia depende de 
la voluntad de Dios. Es Dios el que decide quién se salva y quién no. Y nadie 
puede penetrar los designios divinos. Se salvarán aquellos que Dios elija. Ni 
las buenas intenciones ni las buenas obras salvan al hombre. Los que se 
han de salvar y los condenados están predestinados. La libertad del sujeto 
moral otra vez queda reducida a una palabra. 
La ciudad de dios 
La influencia del maniqueísmo en el pensamiento de Agustín es 
importante. Aunque una vez convertido al cristianismo reniega de esas 
doctrinas es indudable que algunos vestigios de las mismas impregnan su 
filosofía. Eso se ve en lo siguiente: la historia humana se desarrolla por dos 
causes diferentes: el reino de Dios y el reino de Satán. Las diferencias entre 
uno y otro son muchas y en algunos caso de gran sutileza. Pero tal vez la 
más significativa sea la que caracteriza a la Ciudad de Dios como aquella de 
los que aman a Dios, y la de Satán como la de los que se aman a sí mismos. 
Una es la ciudad de los altruistas, de los caritativos, de los que aman a su 
prójimo y a Dios; la otra la de los que sólo piensan en sí mismo, de los 
egoístas. Los que pertenecen a la comunidad divina no tienen su lugar en 
este mundo, sino que viven en la Unidad de la gracia de Dios. La 
comunidad - que en realidad no es una comunidad- de los condenados en 
cambio siempre está dividida, sumida en la discordia perpetua suscitada 
por al afán egoísta de poder y bienes terrenos. Sin embargo existe una 
vanguardia redentora en esta tierra: la Iglesia. No la Iglesia en un sentido 
material del término, sino espiritual, es la fuerza redentora en este mundo. 
La historia de la humanidad en esta visión más teológica que filosófica, se 
desarrollará por caminos diferentes que cada vez se alejarán más el uno 
del otro hasta su final y definitiva separación. 
 
 
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