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En clases no - JamWalker

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¿En clases no? || Borrador 2016 by JamWalker
Category: Romance
Genre: amor, comedia, comediaromantica, drama, profesor,
profesoryalumna, romance, románticas, universidad
Language: Español
Status: Completed
Published: 2017-05-08
Updated: 2022-04-12
Packaged: 2022-04-17 09:08:18
Chapters: 50
Words: 138,113
Publisher: www.wattpad.com
Summary: Tras su ruptura amorosa, Rachel Lombardo se verá
involucrada en rumores que la llevarán a conocer a Mark Harvet, un
hombre inteligente y encantador. ¿El único problema? Es su
profesor. Pero la atracción entre ellos se propagará como el fuego e
iniciarán una relación donde sus sentimientos deberán mantenerse
en privado, porque... En Clases No. Sinopsis referente a reseña de
"L de Lectora" NOTA: Este es un borrador de la historia, por lo que
es probable que te encuentres con uno u otro error. COMEDIA
ROMÁNTICA + DRAMA ************** Ranking #84 En ROMANCE
10/06/2017 Ranking #69 En ROMANCE 22/06/2017 Ranking #8 en
ROMANCE 01/06/2018 🚫 Obra registrada - Todos los derechos
reservados. 🚫NO se aceptan copias, NI adaptaciones.
Language: Español
Read Count: 14,305,484
https://www.wattpad.com/story/108590677
https://www.wattpad.com/user/JamWalker
IMPORTANTE
Hola. Antes que nada, me encantaría saber ¿Cómo es que
llegaron aquí/ a esta historia? 
Historia de humor romance y drama.
Publicada el 07 de Mayo del 2017.
Les recuerdo que esto es un borrador de la historia.
Aclaración: Esta es una relación vainilla entre profesor y alumna.
¿Hay escenas +18? Sí, las hay.
Pero no es libro/relato erótico. Tengan en cuenta eso a lo largo de la
lectura, por favor💙.
IMPORTANTE: Además, aclarar que, aunque en los capítulos se
den ciertas situaciones de manera rápida, el tiempo dentro de la
historia no es el mismo, es decir, que pasen dos capítulos no
significa que pasen dos días (algo obvio lo sé, pero parece que hay
personas que no lo entienden😊) por lo que es conveniente que no
ignoren palabras como " después de semanas" "durante días"
etc... Por lo explicado anteriormente, sí, se podría considerar un
"instalove" pese a que, insisto, dentro del tiempo de la historia las
situaciones no son "instantáneas"
Si este tipo de historia no es de tu agrado, desde ya, te
aconsejo dejarla, seguro que hay muchas historias en la plataforma
que se adapten a ti y a tus ideas (estas son LAS MÍAS) y evita
dejar quejas o críticas de lo que ya se habló en este apartado y
decidiste ignorar.
Nota: Nada de esto hubiese sido igual sin la ayuda de
AnothxrDrxamxr que con su paciencia, entrega y talento me ayudó a
crear las portadas de mis historias. ¡Las amo! Son tal como las
imaginé. Estoy totalmente agradecida y encantada.
https://www.wattpad.com/user/AnothxrDrxamxr
Derechos de autor ©
Derechos de autor © 2020 Jam Walker.
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede
ser utilizada, reproducida, ni distribuida en cualquier formato
impreso u electrónico, sin autorización, excepto que se trate de citas
breves incluidas en reseñas, criticas o recomendaciones.
Esta es una novela de ficción, nombres, personajes, localidades y
situaciones son producto de la imaginación del autor o son usados
de forma ficticia, cualquier parecido con personas, situaciones o
eventos reales es pura coincidencia.
Nota: Aclaro esto porque he estado teniendo algunos
inconvenientes con el plagio de esta historia, donde no solo han
copiado algún que otro párrafo si no que también han hecho
adaptaciones sin mi autorización. Afortunadamente ya esto está
solucionado y por favor, si han visto alguna copia/adaptación de mis
historias no duden en avisarme.
Siempre agradecida por su apoyo y cariño, queridos extraños♥ .
————————————————————
TRAILER
[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora
para visualizarlo.]
LINK: https://youtu.be/GsVrlyBHfcU
ADVERTENCIA ⚠ : Cuidado con los spoilers de los comentarios.
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Twitter: @Jamwalkerxoxo
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Grupo de facebook: Lectores de Jam Walker💕🐹
BOOKTRAILER - NUEVA VERSIÓN
[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora
para visualizarlo.]
Hola queridos extraños💙.
Pasaba por aquí para compartir con ustedes este maravilloso trailer
que han hecho un grupo de lectoras (@enclasesnowattpad), el cual
subí a mi canal de YouTube.
Lo amo, gracias por su paciencia y esfuerzo.
También quería agradecerles a todos ustedes por el apoyo, cariño
que siempre le dan a mis historias.
No puedo creer que estamos a punto de llegar a los 8 Millones de
lecturas.
Muchas gracias por tanto, me llena de emoción pensar cuánto ha
pasado desde que decidí publicar mi primera historia. 
Amo cada comentario, detalle que me hacen, amo que sean ustedes
mis compañeros de viaje en esta aventura en la que "solo publicaría
mis emociones y pensamientos" y se convirtieron en tres libros
(próximamente en 4 libros 📖💙)
Gracias por encontrarme,
Los quiere,
Jam Walker.
Redes sociales:
Instagram, Twitter y TikTok: @jamwalkerxoxo 💙
1. Su rostro
Rachel Lombardo:
Sus manos recorren cada curva de mi piel. Me besa y por un
instante me abandono en él, en su boca que con vehemencia
reclama la mía. Poco a poco, el inocente beso que empezó como un
gesto simple de despedida, antes de bajarme del coche e ir a mi
clase, se vuelve más profundo e íntimo.
—Jack, debo irme, es tarde —hablo nerviosa al sentirlo perder el
control, él acaricia uno de mis muslos, lo aprieta con fuerza,
mientras jadea en mi boca. Por Dios... Estamos en el
estacionamiento de la universidad—. Jack, para. Alguien puede
vernos.
—No asistas. Vamos a mi casa —pide.
Es el primer día de clases, no puedo faltar —termino por colocar mi
mano en su pecho, alejándolo.
—Rach, maldita sea —gruñe.
En su tono de voz noto que está tan molesto como excitado, lo veo
reacomodarse en su asiento, llevarse las manos al cabello y halar
de este, respira un par de veces antes de fijar su mirada llena de
frustración en mí.
 ¿De verdad no te importa cursar esa materia sin mí?, qué
egoísta eres —rebosando todo límite de cinismo e hipocresía, trae
de vuelta el tema por el que hemos discutido las últimas semanas.
—¿Egoísta? Jackson, no es mi culpa que desaparecieras el día de
las inscripciones y olvidaras matricularte en el curso principal.
Tampoco es mi culpa que ahora tengas que ver un curso intensivo
asignado por la universidad.
—Se trata de eso, ¿no? —con un tono más severo que el anterior,
expresa su enojo—, tu venganza porque me fui un día —hace
énfasis en las dos últimas palabras—, fuera de la ciudad, porque
necesitaba estar solo, descansar de las jodidas exigencias de mi
padre y la estúpida universidad.
—¿Venganza? ¿Pero de qué me estás hablando? ¡Entendí tus
razones! —Le recuerdo—. Ahora tú entiende las mías del por qué
no puedo anular mi cupo para ir a un curso intensivo contigo.
Afectará mis demás materias, lo sabes.
—¿Y cómo se supone que pasaré cálculo integral si estamos en
cursos diferentes? —su reproche lleno de descaro hace que mi boca
se abra.
Lo comprendo; qué estúpida he sido. Su insistencia porque me
cambie al curso alternativo con él, no se trata de una petición
amorosa, mucho menos romántica, como lo hizo creer días atrás.
No me va a extrañar a mí, extrañará la facilidad con la que, como los
semestres anteriores, ha pasado sus materias sin tomar un solo
apunte.
—Estudiando —hablo molesta, Jackson junta sus cejas, mirándome
como si estuviese diciendo una locura.
—¿Qué dices, Rachel? Sabes que los entrenamientos con el equipo
de lacrosse ni siquiera me dan tiempo de estudiar.
—De acuerdo, Jackson —mi respuesta le toma por sorpresa—,
anularé el cupo que logré conseguir después de una lucha de dos
horas con la ineficiente página de la universidad —hago una pausa,
tomando el aire necesario que me ayude a continuar hablando de
forma pacífica, me inscribiré en el curso intensivo que no me
permitirá ver las materias completas y nos atrasaremos un
semestre. ¿Eso es lo que quieres oír? ¿Es lo que me estás
pidiendo?
—Yo lo haría porti —contesta con un bufido.
—¡Yo no te pediría que lo hicieras!, de hecho, no lo permitiría —
respondo, esforzándome por controlar mis expresiones y no hacer
evidente la decepción que siento—. Debo irme a clases. Gracias por
traerme.
—Haz lo que se te de la gana, Rachel —diciendo eso, quita el
seguro de la puerta del coche.
Mi corazón se detiene en mi pecho por unos instantes.
¿Qué nos pasó? ¿En qué momento ese amor inocente e
incondicional que nos declaramos hace seis años se convirtió en
esto? En una relación decorada con rosas marchitas y actitudes
espinadas.
Jackson me observa con la expectativa rondando en sus intensos
ojos azules, lo conozco, sé lo que hay detrás de esa mirada. Él
espera que acceda a su petición, pero no puedo hacerlo, y aunque
titubeo unos segundos, decido salir del coche,
Marcharme... Sin ver atrás,
Sin imaginar que esta decisión cambiaría por completo el rumbo de
mi vida.
—No puede ser, no puede ser. Llegaré tarde a la primera clase —en
un acto desesperado presiono una y otra vez los botones del
elevador, mientras vuelvo a mirar el reloj en mi muñeca—. Siete y
cinco de la mañana, ¡Santa calamidad andante!
—Señorita, el elevador estará disponible en quince minutos —el
conserje de la facultad de matemáticas aparece para arrebatarme
las pocas esperanzas que me quedan; por más que presione mil
botones, el ascensor no llegará—. Debido a que su uso durante las
vacaciones fue mínimo, y hace unos minutos era una locura, las
autoridades decidieron ponerlo en revisión un momento —amable,
el señor explica—, yo les dije a los de mantenimiento, no todos
llegarán puntual a su clase, es la sexta persona a la que le tocará
subir las escaleras.
Avergonzada lo miro. "Sí, él tiene razón. ¿Rachel, no podías dejar la
maravillosa discusión con Jackson para después?" Regaña la
vocecilla de mi cabeza, esa parte de mí que ama el sarcasmo, es
imprudente y sobre todo sincera. Hay momentos —como ahora—
que deseo desaparecerla.
Si sube las escaleras de prisa, es probable que no llegue tan tarde,
la mayoría de docentes dejan entrar a la clase diez minutos
después. ¿A qué piso va? ¿A que cátedra? —vuelve a hablar el
conserje.
—Al sexto piso, a la clase del Señor —hago una breve pausa
buscando en mi móvil el nombre del profesor—, Harvet.
—Uy —dice, observándome compasivo.
—¿Qué sucede?
—Hubiese empezado por ahí. Olvide lo que dije, no se esfuerce en
vano —estoy segura que es mi expresión de horror que lo obliga a
continuar—, el profesor Harvet no deja pasar a nadie a su clase
después de las siete.
—Ay no —vuelvo a observar la hora que esta vez tiene un minuto
más—, debo intentarlo por lo menos.
—¿Sabe volar? —pregunta con tal calma y buen humor que
empiezo a desesperarme.
—¿No..?
—Entonces corra, ¡ya, ya!
E inmediatamente, como si de una orden se tratara, hago lo que me
dice, me echo a correr, tan deprisa que me impresiona la rapidez
con la que llego a mitad del cuarto piso, donde mi cuerpo me pide a
gritos un descanso. Me falta el aire, me sobran las ganas de
regresar a casa y dormir las horas que no pude hacerlo esta
mañana.
—Tu puedes, Rachel —me animo, arrastrando los pies, escalón por
escalón. En el leve descanso que tomo aprovecho para ver de
nuevo la hora. Siete y ocho de la mañana—, puedo lograrlo, puedo
hacerlo.
Dando un último respiro y atando mi cabello en una coleta, continúo
el camino hasta llegar al ultimo piso de la facultad, me toma varios
respiros profundos y pasos más hasta llegar al curso que indica el
documento en mi móvil.
—¿Alguien desea pasar a resolver el ejercicio?
 Habla un hombre de traje impecable que se encuentra de pie
encorvando su espalda contra la pizarra, me sorprendo al ver lo
joven que es o al menos eso muestra su perfil, ¿Es un remplazo o
quizá un alumno jugando al profesor? No. Rápidamente descarto
aquella idea, su mirada recorre el salón de clases y a los
estudiantes que se miran unos a otros sin tener idea de qué hacer.
Observo los ejercicios y siento desmayar, jamás he sido buena con
las materias de números.
¡Carajo! Apenas han pasado nueve minutos exactos de la clase y él
ya ha aterrorizado a mis compañeros. Ladeo la cabeza, obteniendo
una mejor visión de su rostro que, aunque luce armonioso, es su
mirada entornada la que le da un aspecto completamente adusto.
"Ay, no. El conserje tenía razón. Este hombre no me dejará entrar"
De repente los nervios me invaden y se me acaba de un tirón la
valentía con la que subí las escaleras. "¿Y si mejor me voy?" "No
no, debo intentarlo" "Por favor que me deje entrar, por favor..."
—¿Puedo ayudarle en algo, señorita? —Pregunta y mis plegarias
se ven interrumpidas al ver el par de ojos tan verdes como la
esmeralda que me observan.
—Es... Esta —balbuceo, rápidamente aclaro mi garganta
recobrando la cordura—. ¿La clase del señor Harvet? 
Un pequeño mechón castaño se desliza a un costado de su frente,
desordenando ligeramente el perfecto estilo tupé de su peinado,
distrayéndome por completo me pregunto si el cabello del hombre
frente a mí es tan suave como parece.
—Lo es —dice.
—¿Qué?
 Mierda. ¿Lee la mente?
 Reacciono con celeridad recordando el verdadero sentido de su
respuesta.
Soy alumna de esta clase —explico, él me mira inexpresivo, sin
embargo, deposita toda su atención en mí, tanto que empiezo a
sentir los latidos de mi corazón en los oídos, creo que me voy a
desmayar. Mis nervios se disparan y a causa de estos, como
siempre pasa, empiezo a hablar de prisa—. El ascensor no
funcionaba, pero tampoco voy a mentir porque si llegué cinco
minutos tarde, por eso tuve que subir las escaleras corriendo y me
tomó tres minutos llegar hasta aquí, aunque probablemente si no
hubiese descansado habría sido menos tiempo y...
—Respire —pide, y por fortuna logra hacer que me calle—. ¿Subió
en tres minutos todas esas escaleras?
—Sí.
—Vaya... Después de todo, sus compañeras no la conocen muy
bien —creo que lo escucho comentar, no estoy segura.
—¿Perdone?
—Eh. Le decía que no hay excusa para llegar tarde, sin embargo...
—¿Puedo pasar? 
—Puede, pero que sea la primera y última vez que llega tarde a mí
clase.
Su rostro es ilegible, por lo que antes de que pueda arrepentirse,
entro al aula. La sensación de que todos me observan me provoca
incomodidad. ¡No puede ser! Detengo el paso, soltando un suspiro
agotador al ver a mis antiguas y por lo visto aún compañeras de
clases; Monique y Crisna.
—¿Sucede algo señorita...?
Al escuchar el tono casual con el que habla el señor Harvet detrás
de mí, volteo a verlo. Dios. Me sigue impresionando lo joven que es.
—Lombardo —respondo—. No pasa nada, disculpe. 
Aquellas mujeres son una pesadilla, ambas se miran y sueltan
carcajadas exhibiendo sin reparos sus intenciones de confirmar lo
descomunal que será la clase. "Así que no logró convencerla" Las
escucho murmurar, y haciendo un esfuerzo las ignoro, tomo asiento,
empezando a copiar los ejercicios de la pizarra.
—Como decía, deberían saberlo perfectamente, por algo han
pasado el curso y están aquí. Ése trabajo se puede resolver en
cinco minutos, para el que sabe.
—¿Y para los que no sabemos? —hablo sarcástica. Me toma un
milisegundo darme cuenta que no solo lo pensé. ¡Lo dije en voz alta!
—El que no sabe, probablemente, señorita Lombardo. Le tomará
más que unas horas, o tal vez todo lo que queda del año.
La respuesta señor Harvet hace que Monique y Crisna estallen a
carcajadas. ¿No son las mismas que al pedir que resuelvan los
ejercicios en la pizarra estaban aterrorizadas? ¡Genial!
Ignorándolas por completo, el profesor continua con la clase y mal
humorada, hago lo mismo.
—Es tan jodidamente sexy, míralo... Necesito clases particulares —
murmura Crisna observando al señor Harvet quién se encuentra
escribiendo en la pizarra.
—Es guapísimo, han hecho una gran inversión al contratarlo —
replica Monique.
—Quiero que usen ésa fórmula y me entreguen una hoja —anuncia
el profesor mientras señala a la pizarra, donde hay tantos escritos
que me confunden aún más.
Con aires de malicia él esbozauna sonrisa al escuchar a mis
compañeros abuchear. Aquel gesto lo hace lucir más joven, más
alegre. Mi mente empieza a darle la razón a Monique, la apariencia
física del señor Harvet es alucinante, una tez inmaculadamente
blanca que hace juego con su cabello y ojos claros e
indiscutiblemente es aficionado al ejercicio y... ¡Basta Rachel! ¿Qué
haces? Dejo de analizarlo y me concentro en lo realmente
necesario, ¡La clase!
—¿Solo le entregamos la hoja? —Interrumpo al profesor,
preguntando. Por culpa de las riendas sueltas que le di a mis
pensamientos no logré escuchar todas las indicaciones de la tarea.
—¿Algo más que desee entregar, señorita? —Insinúa lo que hace
que mis compañeros suelten carcajadas incontrolables, miro al
señor Harvet incomoda por su comentario y él me brinda una
sonrisa pesarosa, claramente arrepentido.
—¡Ya, silencio! —Ordena mientras juguetea con el marcador—, La
hoja con la respuesta de los ejercicios que están escritos en la
pizarra, alumna Lombardo.
 Responde evitando mirarme, en su rostro ya no hay rastro de
comodidad, la manera en la que tensa su mandíbula lo expresa. «Sí
señor Harvet, este no es el lugar para hacer comentarios que
contengan dobles sentidos, porque mis compañeros universitarios
que en realidad parecen de Kinder no dudarán en celebrarlo a lo
alto» Reprocha sarcástica la voz en mi cabeza.
La incomodidad del profesor y la mía rodea el ambiente por lo que
resta de la clase y el silencio le acompaña. Todos nos dedicamos a
realizar los ejercicios indicados, y al terminarlos, me siento aliviada
de poder marcharme a casa. Animada por aquel pensamiento me
levanto, caminando hacia el escritorio del profesor para entregarle la
tarea.
—Gracias —digo al ver que él toma la hoja en sus manos.
—¿Gracias? —Me mira desde su asiento, parece ofendido.
—Por la clase —aclaro extrañada.
Entiendo que la situación ha provocado que mis palabras sean mal
interpretadas, ¿He sonado irónica al expresar mi gratitud por la
clase?
—¿De nada? —Añade confuso.
—Bien —aclaro mi garganta, indicándole de manera torpe que
regresaría a mi asiento, me urge recoger mis pertenencias y huir de
la incómoda situación.
—¿Le importaría esperar? Tengo que hablar con usted.
—¿Hablar sobre qué?
—¿Puede esperar? —Dice exasperado.
No.
—Está bien.
Malhumorada regreso a mi asiento, sin duda no ha sido la mejor
semana. «Y apenas estamos lunes, querida» Recalca mi
subconsciente siempre sarcástica, aunque tiene razón, la semana
apenas empieza, es evidente que la discusión con Jackson afectó
mi estado de ánimo.
—El profesor es mío, yo me lo quedaré. ¡Qué te quede claro! —
Monique me aleja de mis pensamientos, Se pone de pie ¿Enojada?,
entrega su hoja y se marcha añadiendo— Es broma, hermosa,
besitos.
Sin dar paso a replica, ella se marcha. ¿Pero qué le sucede?
¿Bromeaba? A juzgar por su tono más bien parecía una amenaza.
Dios... Es que jamás he comprendido la manera en la que actúan
Monique y su amiga, y ahora mismo no estoy de ánimos para
entenderlas, ¿Cómo puede formar una guerra por alguien a quien
recién conoce? Y que claramente no está interesado en ser
agasajado.
***
—¿Me ha escuchado, señorita Lombardo?
La autoridad y firmeza de aquella voz altera mis terminaciones
nerviosas, logrando alejarme del trance en el que me encuentro,
observo el aula de clases que ahora está completamente vacía y ver
al señor Harvet serio, mirándome con fijeza a unos centímetros de
mí, es... Intimidante. ¿Por qué estoy temblando?
Relájate Rachel. Con una falsa seguridad decido levantarme, mi
estatura pequeña frente a su aproximado metro noventa no ayuda a
que la confianza que planeaba en la situación dure mucho.
—Eh... Debo irme, tenga un buen día —hablo rápidamente.
 Me apresuro a salir, extrañado el señor Harvet me sigue con su
mirada, he de parecer una completa rara. "Lo eres, campeona, lo
eres" Se burla la voz en mi cabeza.
—Señorita Lombardo, mi comentario ha estado fuera de lugar, no
imaginé que se mal interpretara a tal punto, aunque veo que no
aceptará mis disculpas, he considerado necesario dárselas.
¿A qué se refiere?
—¿De qué me habla, señor Harvet? ¿Qué disculpas?
—Las que le he pedido hace un momento, es por eso que le he
dicho que esperara.
 De pronto el mal humor con el que he lidiado toda la mañana
desaparece, su aspecto avergonzado deja en evidencia lo sincero
que está siendo.
—Disculpas aceptadas —respondo en un tono cálido y firme, que
me sorprende tanto como al señor Harvet, quien deja escapar de
sus labios una sonrisa genuina y... Mierda, mierda. ¿Por qué estoy
mirándole la boca? Con rapidez, centro mis ojos en los suyos. ¡Mala
idea! El profesor me observa atento logrando que los nervios ganen
una nueva batalla a la cordura—. Yo, eh. Debo tarde. No, quiero
decir; Debo irme, se me hace tarde.
—Bien, tenga buen día.
—Igualmente, adiós.
 Salgo apresurada de mi salón de clases, soltando el aire que sin
darme cuenta estaba reteniendo, mi molesto móvil suena y es un
mensaje de Amy, mi mejor amiga.
Mejor Amiga:
*¿Qué más desea entregar, señorita Lombardo?
Dime que le respondiste; ¡Todo lo que usted quiera, Mr. Harvet! *
 El recuerdo del profesor Harvet viene a mi cabeza, ¿Cómo es
posible que Amy se haya enterado? Ella tiene clases la facultad
siguiente, muy lejos de mi curso. Empiezo a escribir una respuesta a
su mensaje.
—¡Hey, pequeña! —Las manos de Jackson me abrazan por detrás.
Inmediatamente guardo el móvil, girando sobre mis pies para
encontrarme con los ojos de mi novio.
—Jack, ¿Qué haces aquí?
—Ah, Rachel. Por lo menos finge que te alegras de verme —
resopla, disparando nuevamente mi mal humor. Realmente empiezo
a odiar su actitud, él jamás ha actuado de tal manera—. Amor, lo
siento... Es solo que te extrañé. Nunca hemos estado en cursos
diferentes, es difícil para mí.
—También te extrañé —suspiro, accediendo a dejar la tensión entre
nosotros.
—Lo sé, y por eso tengo buenas noticias —comenta enérgico—,
Existe la posibilidad de estar juntos en el mismo curso. Y ya sé lo
que puedas estar pensando pero no... Prometo estudiar, me basta tu
compañía.
—¿En serio? —entusiasmada lo abrazo, es una gran oportunidad
para él, para ambos. Finalmente terminaremos con el tema de las
materias— Me alegra mucho... Pero, ¿Cómo es posible?
—Mi padre llamó al director y dijo que me darían cupo en tu curso.
—¡Qué buena noticia, Jack!
—Aún no es oficial, tengo que hablar con el profesor, es el único que
puede aceptar el cupo. ¿Qué tal es, crees que acepte?
—Esperemos que sí —replico no muy convencida.
—Por supuesto que será un sí. Y debemos celebrar, ¿no crees? —
me mira sonriente, estoy a punto de aceptar su propuesta, sin
embargo, una llamada entrante de mi móvil me interrumpe, miro la
pantalla comprobando el contacto. Es Amy—. Dame acá eso.
—No, espera —intento quitarle el teléfono, pero Jackson lo apaga y
guarda en su bolsillo—. Jack, puede ser algo importante, dámelo.
—Es Amy, es evidente que será por alguna payasada que llama, ya
sabes, es Amy —repite, recalcando sobre el humor constante de mi
mejor amiga—. Hablas con ella luego, ¿nos vamos ya?
Espera. Ese es Harvet, ¿no? Tengo que platicar con él —efusivo,
vuelve a hablar.
 Giro hacia donde Jackson señala y efectivamente es el profesor
Harvet. Joder... ¿Por qué me siento tan nerviosa e incómoda?
Con sutileza el profesor camina en nuestra dirección, el traje negro
que lleva se adecúa a la expresión oscura de su rostro, sonríe con
aires de suficiencia al ver como las alumnas lo observan con
descaro y sin pudor. Finalmente nuestras miradas se cruzan, su
ceño se frunce al ver a mi lado.
Jackson.
—Hey, señor Harvet, soy Jackson Kozlov. ¿Puedo hablar con usted?
Con arrogancia, mi novio se dirige al profesor, está seguro que le
darán el cupo, aunque a mí me parece lo contrario, al verlo
detenerse frente a nosotros... Hay algo en su mirada adusta e
intensa. ¿Posibilidades de qué lo acepte en su clase? ¡Ninguna!
—Por supuesto —responde, acentuando la tensión en su rostro.
¿Qué estará pensando?¡Oh, Dios! ¿No creerá que se trata de su
broma en clases o algo parecido?
—Jackson quiere pedirle un cupo para estar en su curso —aclaro.
—¿Es usted alumna de mi clase? Su rostro me suena.
¡Que mi rostro le suena! ¿En serio?
¿Tiene amnesia? Hace unos segundos me estaba pidiendo
disculpas. ¡Dory!
—Sí, señor —respondo fastidiada. No es necesario que se haga el
interesante.
—Ya veo. Sobre los cupos, lo siento. Por el momento no estoy
aceptando solicitudes.
—Por favor señor Harvet. La verdad es que somos novios y
queremos ir juntos a clases, usted entiende.
 Observo a Jackson obviando mi mirada de desaprobación...
Seguramente al profesor es lo último que le importa escuchar. El
señor Harvet me mira expectante mientras sus cejas se juntan,
realmente parece estudiarme por primera vez.
—Señor Kozlov, Envíele un oficio a mi secretaria solicitando un
cupo, con sus razones académicas, sus motivos personales no me
interesan. Hasta luego.
Sin esperar respuesta se marcha, Jackson se ha quedado flipando
por la situación.
—Es un ogro —comenta Jackson malhumorado.
Rio, sí que lo es.
2. El número
Miro las pequeñas hojas de los árboles caer, el viento golpea con
suavidad mi rostro mientras disfruto la bonita vista del mirador de la
ciudad, Jack ha ido a comprar helados y por primera vez, desde que
salimos de la universidad, mi cuerpo se relaja. Quizá, acceder a salir
con él no fue una buena idea, la tensión entre nosotros parece
aumentar cada vez más. Es evidente que sigue de mal humor
porque el señor Harvet no aprobó su petición para que se una a la
clase.
Sentada sobre la delgada manta en el suelo, suspiro abrazando mis
rodillas.
—¿Te fue bien en tu primer día de clases con Harvet? —Pregunta
mi novio al regresar y sentarse a mi lado.
No me había percatado de su llegada. Con una sonrisa nostálgica lo
recibo, él me enseña los dos grandes vasos de helado de chocolate
que ha traído y agradeciéndole tomo uno.
—Es maravillosa esta vista —comento, haciéndole saber que
aprecio su invitación a mi lugar favorito de la ciudad, es tranquilo y
lleno de vida.
 Jackson me mira sorprendido por mi repentino cambio de tema,
por un segundo pienso que va a protestar sin embargo no lo hace.
En su lugar, sus ojos dejan mi rostro y caen a mis pechos,
acostumbrada a su actitud cambiante lo miro sonreír entretanto
toma nuestros vasos de helado, dejándolos lejos del pequeño manto
en el que nos encontramos sentados.
—Preciosa —dice con ternura—, no tienes idea lo mucho que te
quiero.
 Un brillo de determinación asoma sus ojos, me acerco a él
abrazándolo.
Finalmente el chico que conozco desde mis catorce años está de
vuelta, relajado y dulce, levanta lentamente su mano llevándola a mi
espalda.
—Y yo a ti, Jack.
Jackson sonríe complacido, busca mi boca y me besa con pasión.
«Mi hermosa Rach, te quiero, de verdad lo hago» Dice y la euforia
con la que habla enciende todo en mi. Sus manos me acarician los
hombros, la espalda, cintura y muslos, emito una pequeña protesta
ante lo irracional que estamos siendo.
«Jack, en cualquier momento puede llegar alguien» Le recuerdo y a
él parece no importarle. Su cuerpo pronto está encima del mío
aplastándome, se mueve entre mis piernas siguiendo el ritmo en la
que su boca devora mi cuello. Me quejo al sentir como las pequeñas
piedrillas debajo de la manta se clavan en mi espalda.
—No aquí —digo colocando mi mano en la de Jackson que vaga por
mis piernas.
— Rachel —se suelta de mi agarre, apretando sus caderas en las
mías lo que provoca que un chillido se escape de mi garganta, sentir
el frío y duro suelo en mi espalda no estaba siendo del todo
agradable, tratando de no pensar sigo el beso desesperado de
Jackson—. Me estoy cansando de ti.
Su sincera confesión me entristece de la misma manera que me
enoja.
—Podría llegar cualquier persona —Repito. Lamento rechazarlo,
aunque quisiera, soy incapaz de olvidar el lugar en el que nos
encontramos, además de la protesta de dolor que hace mi espalda.
Su bufido anula mi voz, no duda en vociferar lo aburrida que soy y
antes de reincorporarse maldice. Respiro, lenta y profundamente.
«No... Esto no está bien. No estamos bien» Termino por aceptarlo y
duele; Lo quiero, sé que él me quiere a mí, pero no podemos seguir
así, vamos a terminar lastimándonos y joder, el pensamiento, me
horroriza. 
Decido guardar silencio mientras lo observo tomar nuestros helados
que están a casi derretirse.
—¿No te ha gustado? —Jack habla, más que una pregunta parece
una afirmación. Lo miro fastidiada por su tono—. ¿Qué? Ni siquiera
lo has probado, que molesta eres.
¿Pero de que va? Ni siquiera hemos tenido tiempo.
—¿Quieres parar, Jackson? —exhalo la decepción que resuena a
través de mi cuerpo por su comportamiento—. No sé qué te pasa,
pero basta.
 Ni siquiera me gusta el chocolate, y en estos seis años de
relación él aún no lo recuerda, genial, sin embargo trato de ser
paciente.
—No me has contado cómo fue tu primer clase con Harvet —
menciona molesto—. ¡Ah! Ojalá despidiesen a ese imbécil engreído.
—Llegué tarde pero bien, me permitió entrar a la clase.
— ¿Bien? ¿Así que los comentarios fuera de lugar te parecen bien?
Pregunta en tono brusco.
— ¿De qué hablas? —Desconcertada lo miro, sus facciones lucen
tensas y la esquina de su boca se levanta arqueando una mueca, el
enojo de Jackson bulle por la superficie
— De ese, tu profesor queriendo ligar contigo. ¡Increíble que no me
lo hayas contado!
— No te he contado nada porque no ha pasado nada.
— Por supuesto.
 De pronto, su reclamo me lleva a pensar que el comentario del
profesor no solo llegó a oídos de mi mejor amiga, también a él. Y su
tan desmerecedora confianza me ofende.
— ¿Algo que debería saber, Jackson?
— No, Rachel. ¿Algo que yo debería saber?
—¡No, porque no ha pasado nada! —respondo frustrada.
Finalmente él termina por arrebatarme la poca paciencia que me
queda.
— Ahora entiendo por qué no aceptó mi solicitud. Les arruino todo.
¿Nos arruina todo? ¡Santa Vaca! Sin poder evitarlo me rio, de mi
boca sale una sonrisa cansada.
— Jackson, ¿Es broma, no?
— ¿Me estoy riendo? —Pregunta, en un tono que parece estar lleno
de reproches, no está procurando esforzarse por mantener la calma.
Lo miro incrédula y sobre todo esperanzada por encontrar una pizca
de arrepentimiento en sus acciones o palabras. Nada.
—Regrésame el móvil, me voy a casa —de forma brusca hace lo
que le pido.
—Nuestra relación es esto, por tu culpa, Rachel —reprocha
Jackson.
—Paso de discutir. Me quiero ir de aquí —le informo poniéndome de
pie, él se queda sentado, mirando hacia al frente.
«Pues vete y si es con el imbécil ese que tienes como profesor
adelante, me da igual» Dice y es suficiente para mí.
Ahora todo me queda claro, está celoso del profesor Harvet.
Y este preciso instante no me importa lo que piense e indignada por
su falta de confianza decido marcharme. 
La necesidad de estar sola me obliga a caminar varias cuadras
hasta llegar a casa y en mi habitación es donde la situación me
supera, lágrimas ruedan por mis mejillas. Lloro, por nuestros años
juntos, recordando al muchacho del que me enamoré y que ahora
parece no existir. Quiero aceptarlo de una vez, sin embargo, el
sonido de un mensaje de Jackson llega, dejando abierta una mínima
posibilidad de recuperar lo que éramos.
Amor:
"¿Rachel, eres el amor de mi vida, pero eres una niña mimada y yo
necesito una mujer"
"Perdón por no tener el valor de decirlo"
"No puedo seguir así, quiero tiempo para saber lo que quiero,
perdón"
Mis ojos se llenan de lágrimas sin derramar, lágrimas que intento
contener y que me nublan la vista. Ni siquiera puedo creer que
Jackson esté terminando con lo nuestro de esta forma y con
aquellas palabras, haciéndome sentir insuficiente para él. 
Dolida, suelto el móvil y me siento en la cama, abrazando mis
rodillas, convenciéndome por varios minutos de que alejarnos es lo
mejor.
—Hola. ¿Hay alguien aquí? —el llamado de Amy desde el salón me
aleja de la miseria en la que me encuentro. Limpio mislagrimas al
sentir sus pasos cerca de la habitación—. ¿Rach. Estás aquí? La
puerta de afuera estaba abierta, ¿puedo entrar?
—Sí Am, pasa —le digo e inmediatamente ella entra.
— Es un jodido zascandil —se acerca, dándome un abrazo—. Yo
creí que Jackson era un buen chico. Llevaban tantos años...
¿Cómo lo supo?
 Callo, prefiero no decir nada al respecto, tampoco deseo
aumentar el evidente enojo de mi mejor amiga, soy consciente que
ahora está asesinando mentalmente a Jackson.
—¿En estos años no signifiqué nada para él? —sollozo, Amy me
abraza con fuerza. Su gesto me reconforta. Respiro profundamente,
tratando de calmarme—, ¿Cómo es que te enteraste? Ha sido
reciente.
No lo entiendo.
—¿Reciente? Rach, esas fotos están circulando desde las siete. De
verdad, no puedo creer que te haya terminado por esa chica que
apenas conoce. ¡Es un cabronazo!
¿Qué chica?, El oxígeno se ha ido de mi cuerpo.
 No estoy segura de querer saber... La presión que siento en el
pecho aumenta y el dolor parece querer atravesarme el alma, me
invade una sensación de decepción.
— Oh, Dios... Rach, ¿Él no te ha dicho nada? ¿No viste los
mensajes que te envié?
—No, no pude, cuando salí de clases me encontré con Jackson y él
me quitó el móv... —Guardo silencio. Eso es. Él sabía que Amy me
lo contaría.
— Su foto en Facebook, Instagram, twitter. Con la chica de
intercambio.
Amy se apresura a buscar en su móvil y colocarlo frente a mí, en la
pantalla se muestra una imagen de Jackson y una rubia besándose.
La foto tiene algún tiempo publicada y no lo entiendo. Jamás me
llegó una notificación de su nueva publicación, pero eso no es lo
único que me sorprende, la descripción de la foto es la que termina
de llamar mi atención;
"Tú, la persona con la que quiero despertar todos los días de mi
vida"
Y hace unas semanas era a mí a quien quería ver despertar junto a
él, todos los días de su vida.
¡¡Imbécil!! Falso.
—Me terminó por otra y ni siquiera tuvo el valor de decírmelo —
sonrió con ironía—. Lo del señor Harvet, era una excusa.
— ¿Qué pasa con el profesor de cálculo?
—Jackson estaba molesto por el comentario que hizo el profesor —
comento y mi sonrisa llena de sarcasmo e incredulidad crece al
recordarlo.
— No puedo creer que el cínico te ha reclamado .
—¿Qué he estado haciendo, Am? —consumida por la rabia, seco
mis lágrimas—, ¿Cómo he permitido que me hiciera sentir que no
era suficiente para él? ¿cómo no pude darme cuenta que me
engañaba?
Él quería que pasáramos la tarde juntos. ¿Qué buscaba, sexo de
despedida?
Cierro los ojos. «No más lágrimas Rachel, no vale la pena» Me
repito en mi mente. 
¡SOY UNA IDIOTA! Aferrándome a la imagen del hombre dulce y
amoroso con el que salí seis estúpidos años, él ya no existe... Al
igual que lo nuestro, desapareció.
—Tú eres suficiente, Rachel Lombardo. Es él quien no te merece.
¿Lo entiendes? —Amy me habla con su tono firme, asiento,
musitando una pequeña sonrisa, es muy raro verla tan seria—.
Olvidemos a ese imbécil y mejor hablemos del papucho Mark.
— ¿Mark?
— El señor Harvet, amiga.
— Ni yo sabía su nombre, y que es mi profesor.
— Fue novio de la hijastra de mi padre.
— Ya... ¿Mishell? —Amy asiente con fastidio. 
— Sí, no entiendo como la soportó. Suertuda la víbora esa —rio por
el comentario— ¿Viste lo joven que es? Marica, ese hombre está de
puta madre.
— Es lo primero que pensé —Amy me da una mirada perversa—,
hablo de lo joven que es, ¡Amy!
— Tiene veintiséis años si no me equivoco, imagina, debe ser un
listillo.
— ¿Veintiséis? —Pregunto sorprendida. Incluso es más joven de lo
que pensaba.
— Sí, y tú tienes 20 años, bien pueden disfrutar —ríe y yo hago una
mueca—, sacarse de la cabeza a Jackson con el bombón de Harvet,
¡Es perfecto!
—Am, ¿es que no lo ves? El señor Harvet ni siquiera tiene nada que
ver aquí. Ese idiota solo lo utilizó como excusa para terminarme.
—Lo sé, pero no es mala la idea de que te saques de la cabeza a
ese imbécil, con este papucho —Dice emocionada.
Estoy apunto de contradecirla, pero pronto mi amiga me interrumpe,
empezando a pronunciar números, la observo sin entender.
— ¿Adivina de quién es ese número? —Me enseña su móvil con
diversión—. Del profesor más guapo de la Facultad.
— Mark Harvet.
 Pienso, mientras contemplo y leo en alto el nombre del contacto,
"ni si quiera lo pienses, Rachel Lombardo" Advierte una vocecilla
igual a la mía, la cual apoyo al instante, no debo dejarme llevar por
mi sentimiento de decepción, nadie debe jugar con el corazón de
otra persona porque acaban de romperles el suyo, eso no te haría
sentir mejor, solo igual al traidor.
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Marica: Muletilla tanto en femenino como masculino o simplemente
un trato de confianza. [Sinónimo; Amiga, pana]
3. La llamada
—Te acabo de enviar su número para que lo guardes —informa mi
amiga, conozco sus intenciones y no pasará. ¡No voy a registrar el
contacto del señor Harvet y mucho menos escribirle! Vuelvo a negar
con la cabeza—. Oh sí, claro que lo harás, Rach.
Menciona, centrando su atención a mi móvil que se encuentra en el
suelo, debí soltarlo cuando recibí el mensaje de Jackson.
Levantándose de la cama, lo toma. «Solo lo guardaré, quizás un día
tengas dudas sobre una tarea y te sirva» Aclara divertida y me
encojo de hombros, mientras ella teclea en mi móvil unos segundos
y después lo deja en el aire, con la pantalla hacia al frente para que
vea el contacto.
«Papucho Harvet»
Leo la identificación con la que ha colocado al profesor de cálculo.
Sonrío negando nuevamente con la cabeza. Es Amy, no puedo
esperar menos de ella.
—¿Segura que no lo quieres llamar? —Pregunta divertida, volviendo
el móvil hacia su rostro. Sé que no lo llamaría sin mi aprobación,
pero igual, decido saltar de la cama y arrebatarle el celular. Amy ríe,
empezando una fingida lucha en la que coloco más presión ante mi
esmero por quitárselo y logro hacerlo—, estoy bromeando, Rach.
Aunque sigo pensando que es buena idea.
Sonrío de nuevo ante su locura y en un gesto afectuoso se acerca
más para rodearme efusivamente con sus brazos. Suspiro
agradecida por tenerla a mi lado, no sé qué estuviese haciendo
ahora sin su compañía. «Construyendo mares en todos los desiertos
del mundo, con tus lágrimas» Reniego en mi mente. Y
probablemente sí, de no ser por Amy ni siquiera me hubiese
enterado de la razón por la que Jackson me terminó. Seguiría
pensando que su enojo se debía al comentario del señor Harvet.
—Gracias Am —menciono nostálgica. Ella se aleja un poco para
verme.
—¿Me agradeces por darte el número del ardiente Mark? —El tono
coqueto e insinuante en el que pregunta me hace entornar los ojos
— Vamos, tienes que aceptar que está como quiere. Incluso mejor
que Jackson.
—¡Amy Martins! —desapruebo lo que dice, mucho más ante la
mención de mi ex, su nombre es lo último que deseo escuchar.
—Acéptalo, Rachel Lombardo —insiste risueña.
—Si, de acuerdo, el profesor Harvet es guapo —decido contestar
con sinceridad, aunque no es el momento más oportuno, sé que
Amy no parará hasta que lo admita. Y es la verdad, pero es solo
eso: Una cara bonita. Ni siquiera lo conozco, no puedo opinar más
allá que de su físico y eso no dice nada. He visto muchas personas
que por fuera son hermosas y por dentro dan terror. La mirada
acusadora de Amy me distrae de mis pensamientos, evidentemente
ella espera algo más en mi respuesta—. Oh, espera: El profesor
está follable. Es un papucho que ha sido tallado por el mismo
Vincent Van Golden o como se llame.
Pronuncio algunos de los cumplidos que mi amiga suele usar para
describir a sus personajes literarios favoritos.
—¡Exacto! —exclama sonriente y orgullosa. Niego con la cabeza,
uniéndome a su risa. Una que inmediatamente se borra al bajar la
mirada a mi mano—. Mierda, Rach...
Extrañada por su repentino cambio de humor, sigo la dirección de
sus ojos, hasta encontrarme con mi mano y el móvil que sostengo.
Ver la pantalla encendida, mostrando su actividad actual, me hace
entender la actitudalarmada de Amy.
«Llamada con: Papucho Harvet»
Joder. No no. Impaciente, intento terminar la llamada de algunos
minutos ya, sin embargo, el temblor y torpeza en mis manos torpes
no ayudan a mi lucha por colgar. Amy susurra que puede que el
señor Harvet ni siquiera esté en la línea, igualmente consternada
que yo, me anima a comprobarlo.
—Hola —aclaro mi garganta, llevándome el móvil a la oreja. Amy se
acerca para escuchar—. Eh, ¿Hay alguien ahí?
—Señorita Lombardo...
¡A la mierda!
Escuchar la voz grave y profunda del señor Harvet del otro lado de
la línea, disparan mis nervios y hace que Amy se aleje, llevándose
las manos a la boca, callando su impresión.
—Eh, yo. Señor —¡Mierda, Rachel! ¡Articula una jodida frase bien!
Me riñe la voz de mi cabeza—. Tengo que colgar.
—De acuerdo. Y señorita Lombardo... —Él se apresura a responder,
impidiendo que termine la llamada—. Es van Gogh.
—¿Disculpe? —Pregunto aturdida y avergonzada sin poder
comprenderlo.
—El pintor. Es Vincent Willem van Gogh, no Golden —replica,
arrebatándome la pizca de tranquilidad que me queda.
Contengo el aliento. El hombre no solo escuchó mi apellido, también
los ordinarios halagos emitidos de mi parte. Lo que me deja en un
estado de nerviosismo insuperable. Siendo incapaz de decir nada, le
cuelgo. ¿A caso a cada ser humano se le asigna un jodido día
adverso? ¿Y este es el mío que no me he enterado? Joder...
Amy hace gestos con sus manos, hablándome, pero lo único que
escucho es la presión de mi corazón, acelerando cada sentido de mi
cuerpo.
—Lo ha escuchado, ¿verdad? —finalmente logro entender lo que
dice. Asiento sin poder creerlo—. Mierda. Rach, lo siento, de verdad,
yo no...
—Lo sé, Am —la tranquilizo al verla titubear con nervios, sé que no
lo ha hecho a posta—. Lo sé.
—Rach, si piensas mudarte de planeta, prométeme que me llevarás
contigo. ¿Ok? —Su broma me hace sonreír.
—Por supuesto que te llevaría, ¿Dime como Joey puede vivir sin su
Chandler? —digo abrazándola, siento en su gesto aun el lamento
por la llamada—, tranquila. Olvidemos esto, seguro mañana el señor
Harvet ni lo recordará.
«Borrón y pendejadas nuevas, ¿no?» La molesta voz en mi cabeza
se burla, pero tiene razón. Borrar de mi mente la vergonzosa
situación es lo mejor. Si no lo recuerdo, no pasó.
Y con aquel pensamiento logro mejorar mi estado de ánimo, Amy
continúa a mi lado, con ella las horas se pasan volando, las penas y
desgracias desaparecen... Agradezco tanto tenerla conmigo. 
Sin embargo, el momento de la despedida llega.
Al menos me hace feliz pensar que en este semestre coincidimos en
la materia de inglés y la puedo ver en clases los próximos días.
—Te amo, llámame si me necesitas —enérgica, Amy se despide—.
Y lo lamento otra vez, Rach.
En su marcha Amy logra traer de vuelta el tema e intento evitarlo
buscando actividades que me mantengan alejada de la vergüenza
que siento al imaginar lo que él señor Harvet debe estar pensando
de mi. «El profesor está follable» repite aquella vocecilla de mi
cabeza. Ay no... ¿Es un buen día para morir?
«Basta, Rachel» Me riño, obligándome a soltar todos los males.
Horas más tardes recibo mensajes de mamá, donde compruebo que
no podrá llegar a casa, su turno en el hospital se extendió... Sé que
ella ama lo que hace, de hecho, puedo jurar que es la enfermera
más alegre y entregada a su trabajo, pero no termino por
acostumbrarme a sus horarios nocturnos, me impiden verla por
mucho tiempo
Invadida por la nostalgia, termino de realizar mi rutina y voy a la
cama, el cansancio por el extraño día que he tenido termina por
alojarse en mi cuerpo, provocando que caiga en un sueño plácido y
profundo.
***
—Rach, cielo —una voz dulce y reconocida resuena en mi oído. Es
mamá—. Tu alarma está sonando. Supongo tienes clases temprano.
—¿Acabas de llegar? —Pregunto al abrir mis ojos y verla con su
uniforme, ella sonríe asintiendo—. Prometo que apenas termine mi
carrera dejarás de trabajar.
Hablo mientras me incorporo en la cama y la abrazo. Lamento tener
que desistir de mis empleos en temporadas de clases, pero es difícil
que alguien acceda a mis horarios dispersos de la universidad.
—Por supuesto que sí, mi niña —me abraza con fuerza,
haciéndome sentir su gran amor—. Cuando termines tu carrera,
aceptaré mínimo doce viajes por año. No menos. Pero por ahora
tienes que concentrarte en tus estudios, así que, levántate
dormilona o llegarás tarde.
—Así será —sonrío, dándole un último abrazo—. Descansa, querida
extraña.
Menciono el apodo que solemos decirnos cuando no nos
vemos por algunas horas. Mamá asiente brindándome una sonrisa
cansada. Es otra de las razones por las que no me gustan sus
turnos en la noche, apenas tiene cinco a cuatro horas en el día para
poder dormir.
Recordando el motivo por el que lucho en terminar lo más rápido
mis estudios —Karla Lombardo, mi extraña—. Me levanto de la
cama animada y al comprobar la hora en mi reloj veo que estoy a
tiempo, por lo que, con calma, me ducho y arreglo. Salir de casa
cuando mamá hace turnos en la noche es un reto, puedo tomarme
hasta diez minutos para no hacer ruido e interrumpir su ligero sueño
y hoy no es la excepción.
Con el tiempo justo y el tráfico a mi favor llego al aula de clases,
donde todos están sentados en sus lugares, gruño al ver que mis
compañeros han seguido el orden de la clase pasada, respecto a
sus asientos. «Nuevamente, una clase de maravilla junto a Monique
y Crisna» Reniego aceptando que me encuentro en la misma fila
que ellas.
—Buenos días, permiso —saludo al entrar al aula, donde pocos
compañeros y el profesor murmuran una respuesta.
El solo hecho de escuchar la voz del señor Harvet me pone
nerviosa, intento mantener la mejor postura posible, logrando llegar
a mi asiento sin demostrar la habilidad que tengo para hacer el
ridículo cuando estoy nerviosa.
Ignorar a mis compañeras no es tan difícil, el tema principal de mi
mente ahora es la vergonzosa llamada con el profesor. Curiosa
levanto la cabeza e inspecciono al señor Harvet, está en su
escritorio concentrado en la pantalla de su laptop «Seguro ya ni lo
recuerda» Intento animarme.
Regresando mi atención a la clase, saco de mi bolso los materiales
a usar, mientras escucho como el profesor empieza a mencionar la
lista de alumnos por orden alfabético, alegando que es un método
acertado para conocernos e ir identificando nuestros apellidos.
—Castillo Vincent —continúa el señor Harvet avanzando la lista.
Escuchar aquel nombre y de su boca, ¡Otra vez! Me arrebata la
calma e inmediatamente las manos me tiemblan, provocando que la
calculadora que sostengo se resbale por mis dedos y caiga de
sorpresa en la mesa. Aunque el impacto no es tan fuerte, es
suficientemente audible para atraer la atención de todos.
¡Maldición! ¿Qué mal yo he hecho para recibir estas cosas? Medito
sobre mis desgracias.
—¿Todo bien, señorita Lombardo? —El profesor habla y cuando
busco su mirada, me intriga ver la manera en la que sus ojos verdes
me analizan con intriga y cierta diversión.
—Si, eh, es solo que...
—Es tonta por naturaleza —me interrumpe Monique, provocando
que todos rían. Qué infantil.
—¡Silencio! ¿Señorita Anderson, Le parece bien el burlarse de su
compañera de esa manera? —El señor Harvet observa a Monique
con el ceño fruncido. Ella rápidamente niega con la cabeza—.
Cerelli Laura.
Con evidente mal humor el profesor continúa con la lista de
asistencia. Me mantengo inmóvil sin hacer nada más que esperar la
mención de mi nombre y cuando pasa, ni siquiera me atrevo a
mirarlo, y el resto de la clase mantengo la misma postura.
—Espero hoy también hayan aprendido que copiar ejercicios y
fórmulas en sus cuadernos sin antes reflexionarlas es una pérdida
de tiempo —el señor Harvet comenta, después de una larga y
exhaustiva explicación de la clase—. Les pasaré los archivos
utilizados a sus correos.
Mis compañeros empiezan a quejarse e incluso yo tengo ganas de
hacerlo. ¿No pudo mencionarlo al inicio de la clase?
—Bien. Si prefieren copiar y pegar en sus cuadernos, en lugar de
atender, asíse hará —solo basta su comentario para que la clase
deje de murmurar—. Tengan buen día. Pueden retirarse.
Aquellas dos últimas palabras me saben a gloria. Poder salir del
curso ha sido lo que más he deseado desde que llegué. Sin
embargo el debate en mi cabeza por disculparme me persigue.
Tomando mis pertenencias camino hasta la salida, pasando por el
escritorio del señor Harvet, quien está de pie.
—¿Señorita Lombardo? —Pregunta al ver que lo observo.
—Yo... Eh. Quería hablar con ust...
—Señor Harvet, me ha quedado una duda en este ejercicio —de
pronto, tan molesta como siempre, Monique se acerca al profesor,
quien junto a Crisna se colocan delante de mi cuerpo.
Reprimiendo un bufido por sus actitudes infantiles, decido
marcharme. Quizás lo mejor es no mencionar el tema.
Probablemente es una señal para evitar comentar otra estupidez
que me avergüence aún más.
4. Un rumor
Mark Harvet:
El fluido tráfico de la ciudad, el camino a casa de Ildet, nada de eso
logra distraerme de mis pensamientos, aquellos que empiezan y
terminan con unos preciosos ojos marrones que no dejan de
torturarme. Su incomodidad estos días en mi clase, me inquieta.
¿Es por el comentario tan fuera de lugar que hice el primer día?
¿Esa también es la razón por la que el director de la Universidad me
citó? ¿Pero, por qué nos reuniríamos en su casa a tratar temas
laborales?
—Steven, querido —la esposa de Ildet me recibe en la puerta, mis
cejas se juntan ante la confusión de su saludo. Ni si quiera puedo
corregirla porque la efusiva mujer continúa hablando—. Adelante, tu
hermano y Wens te están esperando.
¿Steven aquí?
Mierda. De pronto lo entiendo. Ildet me ha citado aquí por la
renovación del contrato de las subvenciones generosas que, como
cada semestre, mi familia le hace a su universidad. Los nervios que
me han acompañado durante toda la mañana desaparecen. Me
alegra que la señorita Lombardo no esté involucrada en la reunión
con el director. No deseo problemas.
—Gracias —digo siguiendo el camino hacia el despacho donde
inmediatamente soy recibido.
—Steven que bueno que llegas temprano —Ildet saluda poniéndose
de pie, mientras Steven me da la espalda. Lo conozco
perfectamente para saber que está sonriendo y celebrando su chiste
personal.
—Soy Mark —gruño e Ildet entorna sus ojos.
—¿En serio Steven Harvet? ¿Algún día dejaras de bromear con
eso?
—¿Qué fin tendría ser gemelos y no confundir a la gente? —
Responde mi hermano girando hacia mí, con una sonrisa reluciente.
Tal como lo imaginé.
—Bueno, empecemos —Ildet decide dejar la lucha con Steven, y no
lo culpo. Es una pérdida de tiempo—. Mark, toma asiento. Ahora
traigo el balance general del periodo anterior.
La vehemencia del director por renovar el contrato se demuestra en
cada acción que realiza, casi corriendo él va hasta la esquina de su
despacho, empezando a hurgar en una de las carpetas de anillas en
su repisa.
—Hola, papucho —saluda mi hermano con burla cuando me siento
a su lado.
—Joder. No puedes comentar nada de eso aquí —susurro alterado,
observo a mi costado comprobando que Ildet no ha escuchado nada
—. Te conté sobre ella para que me riñeras, no para que te diviertas.
Repruebo su falta de madurez. Hablarle sobre Rachel, incluida la
llamada inesperada que me hizo, no fue una buena idea.
—¿Por qué te regañaría? Al contrario, me enorgulleces —su
confesión termina por sacarme de mis casillas. Vuelvo mi mirada
hacia él, sin poder creerlo—. ¿Qué? Por primera vez te has dejado
llevar ante una mujer que te gusta.
—¡No me gusta! —aclaro entre dientes—. Por Dios, Steven. Es mi
alumna... No es ético. 
—Claro que te gusta, hermano.
—¿Gustarle? ¿Quién? —La voz curiosa de Ildet me pone los
nervios de punta ante mi creciente frustración por lo indiscreto que
es mi gemelo.
—Su alumna —la respuesta espontánea y simple de Steven es lo
último que escucho antes de empezar a toser. Entre risas Ildet
comenta lo bromista que siempre es mi hermano y lo incapaz que yo
sería de fijarme en una estudiante—. Por supuesto, Wens. Solo mira
como se ha puesto de imaginárselo.
«No es ético» Añade esas tres palabras con burla en un intento de
imitarme. Haciendo el mayor esfuerzo por controlarme, me remuevo
incomodo del asiento animando a dejar el tema y continuar con la
reunión. Lo que está claro es que no volvería a contarle a Steven
sobre Rachel o cualquier mujer que se cruce por mi vida. No se
toma nada en serio. En lugar de reírse debería decirme que no está
bien sentirme así de extraño con mi alumna, una que apenas vi y en
segundos puso mi corazón en marcha.
No... No puedo hacer esto. Debo de renunciar, por mí, mi profesión
y por ella. Evidentemente es incapaz de prestar atención a mi clase
por la incomodidad que yo mismo provoqué. Y yo... Tampoco puedo
seguir. No es correcto, además. ¡Tiene novio!
Torturándome y sin poder concentrarme del todo, asiento a cada
punto que Steven menciona de la renovación del contrato, mi
importuno gemelo y abogado, de vez en cuando sonríe,
seguramente imaginando mis pensamientos.
—Cláusula tres —sigue Steven—. Financiamiento de becas para
garantizar oportunidades equitativas y diversas en la universidad de
Wens Ildet.
Las demás condiciones del uso de las subvenciones propuestas por
mi familia son igualmente mencionadas, todo se rige al
mantenimiento de áreas e infraestructuras de la institución, aportes
e investigaciones.
—Por supuesto, que acepto las condiciones —Apenas se da a
conocer la última cláusula Ildet se aferra al contrato, firmándolo con
esmero—. Como siempre el dinero será usado correctamente.
No hay necesidad de más, la reunión finaliza y la tensión acumulada
durante el tiempo transcurrido sigue ahí. Despidiéndonos,
inmediatamente salimos de aquella casa.
—Conozco esa cara —habla sarcástico mi hermano—. Es la misma
que pongo cuando estoy enojado. Qué casualidad.
—No es un chiste, Steven —murmuro dirigiéndome a mi coche—.
Le has dicho a Ildet que me gusta una alumna.
—Pero ni se lo ha creído, Mark —replica, caminando a mi lado—.
Obviamente él lo tomó como broma. Y es verdad. ¿No has dicho
que no te gusta esta chica... Ruchel?
—Es Rachel —corrijo—. Rachel Lombardo.
—Menos mal no te gusta porque hasta el color de sus ojos seguro
recordarías —con una sonrisa de satisfacción, palmea mi hombro al
tiempo que sigue el camino hacia el asiento del copiloto. Lo ha
hecho a propósito—. Mi coche está en el taller. Gracias por ofrecerte
a llevarme, papucho.
«Son marrones con reflejos ámbar» La reflexión en las
profundidades de mi mente sobre los ojos de mi alumna me
paralizan.
Mierda.
Sí. Me gusta.
Y no, no está bien. Joder, Harvet, ¿qué estás haciendo? ¿Cómo es
que has memorizado su rostro más de lo que alguna vez recordaste
el apellido de un alumno? No puedo. No quiero sentirme así;
Culpable. Medito llegando hasta el coche donde mi gemelo me
espera.
El tema de Rachel es olvidado, afortunadamente Steven habla sobre
lo pronto que se comprará una moto y aunque no tengo idea de
marcas o modelos intento seguir la conversación.
En un semáforo en rojo aprovecho para observar la notificación en
mi móvil, por alguna extraña razón, espero que el número que hace
dos días era totalmente desconocido para mí —y ahora lo tengo
registrado como: RL—. Aparezca en mi pantalla, pero me
decepciona que no sea así.
Profesor Caleb:
«Harvet. Se me acaba de presentar un asunto familiar. Estoy
tomando una prueba de conocimiento en mi clase. No puedo dejar a
los expertos en copia solos. Se que odias las clases vespertinas,
pero necesito que me cubras»
Eso es. Caleb , colega, especialista en matemáticas, puede
ayudarme.
«Vale. Estoy en camino»
Respondo, tomando la oportunidad de que Caleb me deba un favor
para poder cobrarlo pronto. Él podría ser mi remplazo hasta que
Ildet asigne un nuevo profesor en la materia de cálculo.
«Joder. Harvet, ¿es lo que quieres? No eres un adolescente
hormonal incapaz de controlarse» De caminoal bufete de Steven,
que afortunadamente queda unas calles antes de la universidad,
medito sobre la situación. Yano se trata de mí, si no de la alumna
Lombardo, de lo incómoda que se ve y no la culpo. Los rumores que
han creado los últimos días sobre nosotros son desagradables.
—Gracias, hermanito. Nos vemos luego. Pórtate mal —Steven se
despide apenas llegamos a su destino. Sonrío , acostumbrado a
lidiar con su humor inoportuno.
Un poco más relajado, conduzco en dirección a la universidad. Me
toma aproximadamente quince minutos llegar hasta el curso de
Caleb. Él al verme suspira aliviado.
—Gracias a Dios, Harvet —dice saliendo por completo del curso, no
pasa ni un segundo que murmullos se escuchan desde adentro—.
Debo irme ya. Por cierto, lo único que pueden tener en sus asientos,
es un bolígrafo y calculadora
Indica antes de marcharse.
—Silencio. Al primero que habla le retiro la hoja —advierto al entrar
en el curso. Me quedo a varios pasos frente al pizarrón, donde
obtengo una mejor visión de todos los alumnos y a sus movimientos.
Entre una de las filas puedo reconocer a la persona que
intensamente me mira, como si deseara desaparecerme. ¿No es el
novio de la alumna Lombardo? ¿Tan rápido se resignó a no ser
aceptado en mi clase?
Cruzándome de brazos, resto la importancia de aquella persona y
me centro nuevamente en los alumnos que en total silencio rinden
su prueba. Hay algunos que a primera vista saben lo que hacen,
apenas levantan su cabeza y muy pocas veces los tomo en cuenta.
Otros, a los que tengo que observar con mayor detenimiento, hacen
amagos hasta de contar con los dedos. Y aunque realmente me
hace gracia, mantengo mi postura firme.
—Dejen las hoja sobre su mesa y retírense —informo apenas
observo que los cuarenta y cinco minutos estipulados por Caleb
pasan. La escala de los asientos son lo suficientemente buenos
para poder asegurarme que cada uno cumpla con la orden. Y en
silencio hacen lo que les pido.
«¿Ese no es el profesor que sale con la novia de Jack?»
«Pobre, que lo traicionen así»
«He escuchado que el profesor y ella se hacen comentarios
indecentes en clases»
«Sí, eso es lo que Jackson dijo»
Murmullos que alcanzo a entender me distraen, busco en la multitud
que se dirige hasta la puerta, localizando de donde salen aquellas
sartas de mentiras y estupideces.
Nuevamente mi mirada se encuentra con Jackson. El fingido
cordero que hace unos días me estaba pidiendo un cupo a mi clase
de la manera más pacífica y ahora con una sonrisa irónica dibujada
en sus labios me mira.
—Así es, amigos. ¿Cómo puedo tolerar yo estas cosas?
Confirmando las mentiras que dicen sus compañeros, el bastardo
acompañado de la multitud, abandona el salón de clases. ¿Cómo es
posible que no defienda a su novia e incluso alimente los rumores?
5. El rumor real
Rachel Lombardo:
Aún sigo pensando en cómo puede cambiar todo en unas
semanas...
Da igual que sea lunes, martes o viernes, en cualquier momento
debo aceptarlo; Mi relación con Jackson se terminó y de la manera
más desagradable. Recostada en la cama, mirando el techo,
reflexiono, y una ráfaga de suspiros se hacen presentes en mi
habitación.
—Debes aceptar la ineludible y cruda realidad, Rachel —me digo.
¡Esto es un asco!
Hace unos días estaba tranquila, feliz, disfrutando de mi propio
cuento de hadas y hoy, hoy soy el cuento en la boca de otros. ¿El
señor Harvet y yo liándonos? ¿Quién ha sido capaz de crear tan
absurdos rumores que, además, aparecen con detalles extras cada
día? No he prestado mucha importancia a aquellos chismes, hasta
que escuché el más retorcido;
"Jackson ha dejado a Rachel porque ella se ha liado con el
profesor de cálculo, a quien han despedido"
Sonrío sin ganas y el enojo que circula en mis venas, es remplazado
por la culpa. ¿Hay algo de cierto en esos rumores? ¿Han despedido
al señor Harvet por un tema en el que nos involucra?
No, no es posible. Aún si fuese real, en nuestra constitución no es
un delito las relaciones entre dos personas con edad de prestar
consentimiento. No tendrían justificación para despedirlo. ¿O sí?
Joder, no. Eso sería injusto. ¿Debería escribirle al profesor y
averiguarlo de una vez?
Entonces, cómo una respuesta divina a mi pregunta, el móvil
empieza a sonar, es un mensaje de Amy.
Mejor Amiga.
"Chama, ¡Hazlo ya!"
"Venga, envía esa tarea de inglés"
Sonrío por la coincidencia del mensaje, oportunamente Amy
siempre está presente en mis decisiones. 
Me dirijo a la bandeja de mensajes, y le envío la tarea de inglés para
comparar las respuestas. Menos mal, en aquella clase no solo me
inscribí con Jackson, también con mi mejor amiga. Distrayéndome
de mis pensamientos y algo más decidida, voy hasta el contacto del
profesor.
Para; Sr. Harvet.
"Profesor, soy la alumna Lombardo. ¿Está bien?"
Al cabo de unos segundos obtengo una respuesta.
Sr. Harvet:
"¿La alumna Lombardo...? ¿La qué pidió disculpas por la broma?"
El mensaje ostentoso del profesor me hace reír. ¿Yo me disculpé
con él? ¿Se está haciendo el interesante de nuevo o realmente no
recuerda? Aunque esperaba una respuesta tipo: «Su apellido me
suena» Tampoco pensé que no solo olvidaría mi rostro o apellido,
también la situación. ¡Dory! Definitivamente.
Para; Sr. Harvet.
"La alumna Lombardo, quien aceptó sus disculpas"
Le doy un breve recordatorio de lo que realmente sucedió, su
respuesta nuevamente es inmediata, lo cual, por alguna razón me
alegra.
Sr. Harvet:
"Así es, señorita Lombardo. Solo me aseguraba que fuese usted.
¿La puedo ayudar en algo?"
¿Asegurarse de que sea yo? Me identifiqué en el primer mensaje
¿Por qué él creería que alguien se haría pasar por mí? Que extraño.
Ignorándolo tecleo una respuesta.
"Quería disculparme, por el rumor en el que nos han
involucrado"
Sr. Harvet:
"No es necesario. El que debería pedir disculpas es su novio, y a
usted"
¡A la mierda! ¿Por qué dice que Jackson se debería disculpar
conmigo? ¿Hasta él se ha enterado de los fabulosos cuernos que
llevo en mi cabeza? Me levanto de un salto, sentándome en la cama
con el ceño fruncido al ver lo profesional que se es para el cotilleo
en la universidad de Wens Ildet, vuelve a llegar una notificación.
Sr. Harvet: 
"No me pida disculpa, lamento haber causado problemas con mi
comentario"
Decido no abrir el mensaje, porque sinceramente no sé qué
responder. Ya estoy lo suficiente confundida y avergonzada para
seguir con la conversación. Dejando atrás el móvil, vuelvo a
centrarme en mi película favorita de los ochentas, que se está
proyectando en mi lapto.
—Pero eres idiota, hombre —hablo a mi computador con furia al ver
las escenas de la película—, te importa más la sociedad que la
chica que te gusta.
—¿Rach, con quién hablas? —Mi madre entra a mi habitación.
El uniforme blanco de enfermera que lleva resalta su piel bronceada
y el color marrón de sus ojos. A sus treinta y seis años, mamá luce
como si apenas cursara los treinta, aún más con la coleta en su
cabello.
—Veía una película —la miro pausando el vídeo—. ¿Otra vez turno
por la noche? Creo que tu jefa está abusando de los turnos, mamá.
Y antes de que la defiendas. Lo sé. Entiendo que debes regirte a
sus órdenes. Pero puedes adelantar tus vacaciones. Seguro yo
encontraré un trabajo que se ajuste a mi horario de clas...
—Soy tu madre, Rach, lo único que deseo que hagas es estudiar,
este es mi momento de apoyarte, cuando ya seas profesional te
tocará y créeme, seré muy costosa —bromea—, te quiero, extraña.
Con el argumento que siempre usa cuando hablamos del tema, ella
me interrumpe. Niego con la cabeza, consciente de que no cambiará
de opinión.
—Te amo, mami —me regocijo en sus brazos.
—Yo a ti, cariño. ¿estarás bien? Puedo pedir permiso en el trabajo.
Sé muy bien que está preocupada por mi ruptura con Jackson, me
niego rotundamente, ya he tenido suficiente tiempo perdido con él,
no habrá más.
Convenzo a mamá de mi buen estado de ánimo, ella finalmente lo
acepta marchándose.
Vuelvo a reproducir la película. Y lo que empezó como un simple
recordatorio de mis escenas favoritas, termina con una maratón de
toda la saga, la cual ni siquiera veo por completo, el sueño y la
pereza empiezana alojarse en mí. Es el primer día después de
varias semanas que no sufro de insomnio. Cerrando los ojos decido
obedecer las exigencias de mi cuerpo por dormir.
***
El sonido rítmico y constante de la alarma me despierta, abro mis
ojos con vagancia asesinando mentalmente aquel artefacto que no
para de emitir el más molesto ruido, pienso en acurrucarme
nuevamente a mi almohada, pero sé que en esa pizca de deseo hay
una terrible consecuencia: Llegaría tarde a clases. Levantándome
con desgano, realizo mi rutina por las mañanas.
Me toma aproximadamente veinte minutos en alistarme y quince
minutos más en llegar a la universidad.
—Buenos días —saludo al entrar al curso.
—Llegó la que faltaba —Monique ríe guiñándome un ojo— ¿Rach,
linda, sabes cuándo regresará el profesor Harvet?
Su tono sarcástico hace que los compañeros rompan en
escandalosas carcajadas.
—¿Debería haber informado mi regreso a su compañera? Siendo
así, la próxima vez lo haré. Buenos días.
Una voz firme habla a mi espalda, la reconozco al instante. Monique
con rapidez voltea y su rostro palidece.
Observamos al profesor Harvet avanzar hacia adelante de nosotras,
ahora tengo una mejor visión sobre él. Tiene el rostro tenso, es
evidente que está enojado. «Tomen sus lugares, la clase ha
empezado» Dice y en cuestión de segundos, todos obedecemos.
Su presencia nos deja sorprendidos, oficialmente ha regresado y por
alguna razón mis nervios también están de vuelta.
—Ya han tenido muchas vacaciones. Saquen una hoja en blanco,
vamos a tomar una pequeña prueba. Señorita Anderson, usted
realizará la prueba en la pizarra, así ayudará a sus compañeros.
Monique está apunto de desmayar y para ser sincera también me
sentiría igual.
—Por favor Señor Harvet, una prueba no, el reemplazo que dejó ni
siquiera nos ha enseñado nada —sus ojos se han puesto rojos, es
una muy buena actriz o realmente llorará.
—Señorita Lombardo, usted será mi ayudante. Ahora sí, Monique,
podrá preguntar por mí a su compañera, le informaré todo a ella
respecto a la clase.
La mirada del profesor esta fija en mí, al igual que la de todo el
curso, ¿Por qué lo hace? En serio, ¿No le molesta e incomoda la
situación? Porque a mí sí. Claramente todo es falso pero sus
acciones no ayudan.
—Y si alguno de ustedes tiene algo que opinar, que lo haga ahora.
Porque eso es lo que importa; las opiniones que se hacen a la cara,
si no es así... No es de cuidado —añade enojado—. Bien, alumna
Lombardo, ¿podría decirme en qué han trabajado estas semanas?
—El señor Hans no nos ha enseñado sobre la materia, profesor
Harvet—soy sincera. Por un momento llegué a pensar que no
estaba en clases de cálculo.
—Lo sé. Hans es profesor de historia, no esperaba menos. ¿He
dicho que han tenido vacaciones?
"¿Cuántas plegarias hicieron para que el profesor Caleb no haya
podido ser mi remplazo?" Añade sonriendo, y ahí está de nuevo, el
profesor del primer día, bromista.
—Gracias, alumna —habla en tono formal mientras saca varias
hojas de su maletín—. La prueba queda para la próxima clase y
antes de que festejen; En estas hojas hay cincuenta ejercicios de
temas que ya hemos estudiado, avancen los que puedan ahora y el
martes aclaramos las dudas que tengan.
Con desgano, todos empezamos a tomar fotos a la tarea, solo me
basta con ver los enunciados para que una desmedida jaqueca
domine mi cabeza.
Afortunadamente logro avanzar la mitad de los ejercicios, gracias a
mi compañero de alado. De vez en cuando él me explica algún paso
que no entienda del todo. Me pregunto si Monique y Crista llevando
horas en el escritorio del profesor habrán hecho algo más productivo
que coquetearle.
Mi respiración se cierra y mi corazón se detienen cuando los ojos
del señor Harvet se encuentran con los míos. Mierda. Regresando la
vista al cuaderno, lo evito. Es que ni siquiera entiendo como este
hombre puede lograr que me ponga nerviosa con tan solo mirarme.
—Bien. Espero hayan avanzado los ejercicios —lo escucho decir—.
Pueden retirarse. Tengan un buen día.
Aliviada empiezo a guardar mis pertenencias en la mochila. La
pantalla encendida de mi móvil me llama la atención y mucho más al
ver la notificación. Mensaje de Sr. harvet: «Me gustaría hablar con
usted. Por favor. Quédese un momento»
Levanto mi mirada hacia el profesor, donde ya mis compañeras lo
han dejado solo. Él sigue en su escritorio, observándome. Los
nervios que de nuevo sacuden mi estómago me impiden teclear en
el móvil una respuesta. O siquiera moverme. «Vamos, Rachel, no
eres una adolescente a punto de ser regañada. Cálmate» Apenas
mis compañeros se marchan me levanto caminando hacia el
escritorio, poniéndose de pie él me analiza expectante.
—Gracias por esperar, Rachel —comenta—. Pese a que no es una
buena idea. Bueno. Eh, quiero decir, por los rumores, se puede mal
interpretar.
El señor Harvet titubea y es difícil pensar que un hombre tan seguro
como él se ha puesto nervioso, seguramente son ideas mías.
—Lamento eso...
—¿Por qué lo hace? —Pregunta desconcertado— Usted es una
chica inteligente. No entiendo cómo puede disculparse por rumores
que no creó. ¿Lo hace por su novio? ¿Está intentando justificarlo?
—¿Jackson? No. Él no tiene nada que...
—Señorita Lombardo —con su mandíbula tensa se calla por unos
segundos—, no deseo conocer los motivos por los que su novio
empezó estos rumores. Solo pare de disculparse por él.
Joder... ¿Mi novio?
—¿Jackson ha inventado los rumores sobre usted y yo? ¿Por qué
está tan seguro de eso?
Los latidos acelerados de mi corazón me golpean el pecho y un
escalofrío intenso recorre mi cuerpo. No. No es posible, por mucho
que Jackson se haya comportado como un imbécil en nuestra
relación. No sería capaz de dañarme de esa manera.
—¿No lo sabía? —Su aspecto de gruñón cambia, él me mira con
sutileza. Dios. Menuda estúpida debo parecer. 
—Debo irme.
—No, ¡Espere! —él se pasa los dedos por su cabello en señal de
frustración—. Lamento que se haya enterado así, yo... Creí que con
sus disculpas intentaba justificarlo.
—¿Por qué está tan seguro que fue mi ex? 
—Lo escuché hablar con sus compañeros —mientras explica, las
lágrimas que he estado conteniendo inundan mis ojos.
—Rachel. Por favor no llore —su voz grave suena como un susurro
delicado—. No quise que...
—No se preocupe, era mejor saberlo, así que gracias —suspiro,
intentando mantener la calma. Ninguno dice nada por unos minutos.
—El rumor real... Debería ser que su ex novio es un idiota.
Su comentario hace que sonría irónica, ¿idiota? Es poco para lo que
Jackson Kozlov merece.
—El rumor real debería ser que el profesor de cálculo no es tan
ogro.
El señor Harvet suelta una pequeña carcajada, y sin dudarlo, me
uno a su buen humor, que siendo sincera si me sorprende. No es
tan gruñón, al menos fuera de clases no.
—¿Eso dicen? —Él finge sorpresa.
—No, pero debería ser el rumor real.
Asiente, haciendo ostentación de su elegante caminar y confianza,
da un paso hacia mí, había olvidado los nervios que tenía al inicio
de la conversación, los cuales ahora son más intensos, a pesar de
que estamos a una distancia normal.
—El rumor real debería ser que —su expresión divertida cambia por
una postura seria—, usted me gusta, señorita Lombardo.
Oh, Dios...
Siento como los colores suben a mis mejillas, observo al señor
Harvet esperando ver en su rostro un indicador de que ha sido una
broma, no es así, algo atraviesa fugazmente su expresión, ¿Nervios,
nuevamente?
—Parece sorprendida —demanda.
—Lo estoy.
¡Más que sorprendida! Esto no es correcto...
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6. ¿En clases no?
Con una energía palpable, Amy detiene el coche, al escuchar el
inicio de mi relato sobre el día de ayer con el profesor Harvet. Aún
no puedo creer que ella ha sido capaz de madrugar y venir a
buscarme tan temprano para saber todos los detalles, antes de que
me vaya a clases.
—¡No me jodas, Rach! —El grito de Amy refleja su emoción—¿Y
qué le dijiste cuando confesó que le gustabas? Cuéntamelo todo.
—Le pregunté si había tenido un hámster.
Confieso, sintiendo nuevamente como la vergüenza se siembra en
mi estómago. Aún recuerdo la expresión del señor Harvet al
escuchar mi pregunta... No sé qué pasó por mi mente en ese
momento. Mientras yo siento mis mejillas arder, Amy se esfuerza
por no reírse, pero la avalancha de carcajadas que retiene solo hace
que esta tome más fuerza.
—Rach, ¿De verdad, un hámster?
Ella es incapaz de formular su pregunta y desconcierto sin parar de
reír. E incluso los ojos se le llenan de lágrimas, por la diversión.
Aunque la situación sigue estando presente en mi cabeza, las
carcajadas contagiosas de Amy me invitan a unirme a su ataque de
risa.
—Sí. ¿Un hámster te imaginas? Quise que me tragara la tierra
cuando me di cuenta de lo que preguntaba. Sí le gustaba, creo que
ya no.
—¿Pero él que te respondió? —Interroga, no sin antes tomar una
bocanada de aire para calmarse.
—Que no había tenido uno, pero hubieses visto su cara... Era de
"¿A qué viene eso? Loca" —cubro con las manos mi rostro,
muriendo de vergüenza.
—Eso fue antes o después de decirle que también te gusta—sin
poder creer lo que dice la miro— Porque te gusta, ¿verdad?
Hay un incontable momento de silencio, sé que mi amiga necesita
una respuesta y yo no estoy segura de tenerla.
—Después de ver la estupidez que dije, me fui... Y no me gusta.
—Vamos, ahora repítelo hasta que tú lo creas y yo lo acepte —dice
en tono insistente—, Mark está muy bien y te ha dicho que le
gustas, Rach. ¿Necesitas una bendición? Marica, yo te la doy.
Pese a que su comentario trasmite constante diversión, sé que
habla en serio. Y escuchar aquellas palabras en voz alta, es aún
peor. Aunque existen cualidades de él que pueden llamarme la
atención —como la manera tan elocuente con la que habla, su
inteligencia o físico—. No deja de ser mi profesor.
—El solo hecho de planteármelo ya es un GRAN problema. Esto no
está bien, Am.
Debo admitir también que sigo queriendo a Jackson.
—Un gran y guapo problema —señala Amy, tiene razón—. Vamos,
Rach, ambos son adultos lo de "No es correcto, no está bien"
Déjaselo a mi abuela.
—No sé qué pensar.
Todo es un conflicto, entiendo que la vida da vueltas, pero a mí me
está usando como su pelota.
—Es por Jackson ¿verdad? —Cuestiona.No hay necesidad de
contestarle. Ella conoce la respuesta—, deberías pasar página
Rach, darte la oportunidad de conocer a Mark. Y con esto no te
estoy diciendo que Harvet valga cien por ciento la pena, pero como
decía mi abuela...
—Oh, aquí vamos —rompo a carcajadas, Amy siempre sale con los
dichos de su abuela.
— Calla, no me interrumpas, Rach, como decía... El dicho de mi
abuela "Sarna con gusto no pica"
—Sarna con gusto, ¿qué...?
—No pica, amiga. Quiero decir que un desastre con ése bombón no
es tan desastroso.
—¡Amy!
Finjo estar escandalizada y horrorizada.
—Amy mis cojones, Rach. Irás a clases y le comes la boca —
bromea o eso creo—. Le comerás la boca por las dos.
—Como disfrutas este drama, ¿No?
—La verdad es que sí, pero aquí la que va a disfrutar más eres TÚ.
Con la convicción de sus palabras Amy asegura. Retomando el
camino a la universidad, ella conduce, sin parar de comentar lo
impresionada que se encuentra con Mark, aunque resalta que no ha
tratado mucho con él, no imaginaba que fuese tan directo y claro
con sus ideas. Es algo que a mí también me asombra.
—Gracias por traerme —apenas nos acercamos al edificio de mi
facultad, agradezco a mi amiga. Hablar con ella ha sido bueno.
—De nada, madrugar valió la pena —expresa con satisfacción—.
Me he enterado de los importantes avances con el papucho.
Entre risas, niego con la cabeza y antes de que salga con alguna
otra ocurrencia, me despido de ella. Avanzo a la facultad,
decidiendo tomar las escaleras, aún tengo suficiente tiempo para
llegar.
—Señorita Lombardo —con voz profunda y asombrada el profesor
me recibe al entrar al aula.
Contengo la respiración al verlo. 
Es temprano y el salón de clases vacío lo confirma. El señor Harvet
está sentado en su escritorio y no estoy segura si es el tono con el
que habla o la forma en la que sus ojos esmeraldas se encuentran
con los míos, pero algo —todo— de mi calma se evapora.
—Buenos días —lo saludo al entrar completamente al curso, mi
pulso acelerado se detiene cuando el profesor Harvet se pone de
pie.
—Buenos días Rachel, no esperé verla hoy...
—¿No? —Pregunto curiosa y el niega. Seguramente después de mi
comentario del hámster habrá creído que me estaría mudando a
Alaska. Aunque ganas no me faltaron.
—Rachel, es la segunda vez que me tendré que disculpar con usted
—habla y sé inmediatamente lo que dirá—, no ha sido correcta ni
moralmente ética mi manera de actuar, incluso yo estoy sorprendido
de haberlo dicho —una leve sensación de arrepentimiento parece
consumirlo—, no haber sido prudente ha sido un error.
—No sé qué decir.
—Lo que dije aquella vez es cierto —hace una pausa poniéndome
aún más nerviosa—, pero lamento haberla hecho sentir incomoda,
es por ello que me disculpo.
Buscando en su mirada la verdad de las palabras que pronuncia,
por primera vez me permito observarlo, sus ojos verdes, lucen más
claros ahora, son preciosos, como los demás rasgos de su rostro.
—Más que incomodarme, me sorprendió —apartando mi vista de él,
respondo.
—Es una chica guapa, inteligente y educada. ¿Por qué le
sorprende?
—Es un profesor —hablo con sinceridad, me arrepiento al segundo
al ver su cara de decepción, asiente dándome la razón.
—Y lamentablemente uno que se ha dejado llevar por la situación —
no se esfuerza demasiado por parecer confiado, usualmente
siempre lo es—, señorita Lombardo ha logrado que olvide mis
códigos profesionales y eso sí que me sorprende.
—No lo entiendo. Es decir, está rodeado de mujeres, tantas como yo
—¿por qué él se fijaría en mí?
—Dudo eso, en todo caso a mí me gusta solo usted. Listo —sonríe
mirándome con veracidad—. Vaya a sentarse. Sus compañeros no
tardan en llegar.
Joder.
Su confianza me intimida, aunque no puedo negar que la manera
segura con la que habla resulta fascinante.
—Sí, señor —respondo sonriendo por su tono serio.
—Y Rachel —me llama—, de verdad lamento haberte hecho sentir
incomoda, no puedo y para ser sincero, no quiero rectificar lo que he
dicho, si lo deseas... Puedes verme como un amigo.
—Un amigo al que le gusto —sintiéndome cómoda bromeo con él,
parece sorprenderle.
—Así es, mucho —responde en el mismo tono que yo.
Ante la reafirmación de sus sentimientos, nerviosa, contengo la
respiración.
—¿Cómo puede ser tan seguro? —reflexiono y al ver su sonrisa
jovial, entiendo que no solo pensé la pregunta.
—Tengo veintiséis años, Rachel... Creo que he vivido lo suficiente
para saber lo quiero y lo que no —sonríe nuevamente—, lo que me
gusta y lo que no.
«Quiero una mujer, no una niña» «Necesito tiempo para saber lo
que quiero» Las palabras de Jackson regresan a mí. ¿Que irónico,
no? Y mi ex exigiendo una mujer cuando él es un niño que no sabe
lo que quiere.
Voces aproximándose al curso interrumpen de manera gloriosa mis
pensamientos y el momento, el señor Harvet me sonríe, ni siquiera
parece importarle la presencia de mis compañeros, yo al contrario,
completamente nerviosa giro, dirigiéndome a mi asiento.
La clase empieza y a medida que Mark avanza con la explicación de
los temas del día, mis pensamientos también lo hacen. La manera
tan hábil con la que habla, lo inteligente que es, continúa siendo las
cualidades que más llaman mi atención. Y aunque parezca absurdo
no dejo de compararlo con mi ex. ¿Si a la final resulta siendo un
farsante igual que Jackson?
No descarto la idea, aunque tampoco la alimento.
Al terminar las explicaciones en la pizarra y con ello la clase,
Monique aprovecha para acorralar al profesor, pidiéndole ayuda
sobre los ejercicios recién explicados; De vez en cuando, ella
aprovecha para tocarlo, puedo sentir la incomodidad en el rostro del
señor Harvet. Decido tomar mis pertenencias e ir a mis

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