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Informe de Lectura 9

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Alberto Miguel Sánchez
Usuario 8712
Licenciatura en Historia
	
Seminario de Historia Política
Informe de Lectura N°9	
La fecha límite de entrega es el 29/05/20
En base a la lectura completa del texto de E. Astesano que se encuentra en la sección "Biblioteca" del campus de cuenta en no más de dos carillas del planteo que realiza el autor en torno al problema de la revolución en el país y su consecuente caracterización del peronismo
Lecturas:
"Ensayo sobre el justicialismo a la luz .. ......." (E. Astesano), Untref Virtual, Unidades 06
Desarrollo
Astesano parte de considerar un error elemental de las fuerzas de izquierda de la Argentina no haber sabido interpretar el fenómeno del peronismo y elaborar estrategias superadoras a partir de dicho proceso. La pertenencia pequeño burguesa de las formaciones marxistas, su estrechez a la hora de generar condiciones de unidad de masas con claro contenido transformador y su desprecio por la cuestión nacional, fueron sin dudas elementos decisivos para quedar posicionados en las antípodas de un proceso de características populares. 
El autor, desde una postura autocrítica, por su pertenencia a los círculos de la izquierda, considera una falencia insalvable de las fuerzas que se autoproclaman como revolucionarias, no interpretar el momento histórico y quedar en los márgenes de la realidad al no tener la sensibilidad comprensiva de las clases populares.
El pensamiento marxista, es para Astesano, una herramienta necesaria y un aporte para la profundización de los cambios en el marco del proceso justicialista de liberación nacional, al que califica sin dudarlo como “revolucionario” por el conjunto de procesos que desencadenó y que determinaron la irrupción de nuevos actores sociales en la vida política nacional y el desplazamiento en el control de los principales resortes del estado, de la oligarquía nacional al servicio de los intereses extranjeros.
El justicialismo, al constituirse como movimiento antimperialista, opera en un sentido de consonancia con el movimiento revolucionario socialista y genera en el propio seno de la región de influencia capitalista un germen transformador que le es ajeno al interés imperial. Por ello Astesano afirma que la cuestión nacional y la revolución socialista global de ningún modo deben ser analizadas como procesos contradictorios entre sí, sino como partes complementarias que permitirán la concreción de los objetivos superiores.
La revolución del justicialismo no es para Astesano una manifestación anticapitalista ni mucho menos socialista, pero por su expresión nacional y contraria a los intereses del imperialismo genera contradicciones en el sistema al establecer un período de transición en el proceso revolucionario; “una tercer forma” determinada por el ascenso de las masas, en una instancia de características independientes que significaría la adopción de medidas democráticas-burguesas que habían sido relegadas por el papel del capital extranjero y suplementariamente como un paso intermedio hacia la revolución socialista.
Bajo el marco de independencia económica, soberanía política y justicia social, en los cuales se basa la doctrina justicialista, Astesano considera que el pensamiento marxista debe hacer su aporte interpretativo para fortalecer una teoría revolucionaria que permita avanzar hacia etapas mayores de transformaciones sociales. 
Analizando concretamente el proceso justicialista, el autor se refiere a la importancia de la cuestión militar para asegurar los cambios en el sistema político, y en este caso, la irrupción de sectores dentro del ejército argentino con una mirada nacionalista en el sentido estratégico de recuperación de recursos en manos de poderes extranjeros y la utilización de los mismos para garantizar el desarrollo autónomo de la nación.
Paralelamente a ello, y tal vez como rasgo fundamental Astesano menciona el ascenso de las masas obreras como sujetos activos a partir del 17 de octubre de 1945 y junto a ello la estructuración posterior desde el propio Estado justicialista, de organizaciones obreras que se establecieron como garantes del cambio social hacia una más justa distribución de la riqueza. Una vez más, esta interdependencia de las organizaciones obreras con el Estado fue rechazada y no comprendida por aquellos que tradicionalmente habían desarrollado la actividad sindical desde una perspectiva autónoma, aunque en un contexto nacional e internacional totalmente diferente.
Estas dos fuerzas; la del ejército y la de la clase trabajadora, sin bien no responden a mismos intereses intrínsecos ni a formas organizativas análogas, son las que garantizan que el proceso asuma un sentido verdaderamente revolucionario junto al innegable liderazgo estratégico y práctico de Perón y la imagen radical que significa para las masas, Eva Perón y su acción social y emotiva para los postergados de la patria.
Astesano no deja de mencionar que entre estos sectores que motorizan el proceso revolucionario se producen desequilibrios, por las diferencias antes mencionadas, y por un sectarismo creciente que provoca que desde ambos polos se observe al otro con desconfianza y subestimación, lo que sin dudas genera una contradicción que de acelerarse podría dificultar el avance del proceso en su conjunto. Por ello, el autor afirma la necesidad de luchar contra el sectarismo como forma de evitar caer en acciones que acaben siendo funcionales a los intereses del imperialismo. 
El papel de la violencia es analizado por Astesano como un instrumento que a lo largo de la historia ha sido utilizado para asegurar el dominio y proteger los poderes establecidos. En este sentido, asegura que en el proceso revolucionario justicialista se ha ejercido también una violencia instrumentada desde el Estado para garantizar los cambios, y los destinatarios de esa violencia han sido sectores del poder oligárquico serviles al imperio y que ejercen una resistencia al proceso. Es por ello que el autor nos habla de una etapa a la que caracteriza como “dictadura democrática antimperialista”
Finalmente, Astesano se refiere a las dos etapas del proceso de liberación. En primer término, una de desarrollo industrial y comercial de características nacionales que permitieron configurar un nuevo estado capitalista, con la asistencia estatal en muchos órdenes de la economía, y la expansión de múltiples actividades ligadas a la industria primaria. Por otro lado, una segunda etapa que significaría el desarrollo de toda la potencialidad industrial pesada que hasta ese momento solo era utilizada dependiendo de las disponibilidades e intereses extranjeros.
Para el autor el proceso justicialista es claramente de índole revolucionario al generar desplazamientos de clases sociales en la administración central del Estado y en las actividades primordiales de la economía y la defensa. Por ello, considera que el justicialismo debe ser observado como un aliado necesario de los sectores que luchan por la revolución socialista a escala mundial más allá de su constitución intermedia propia de los países coloniales.
El justicialismo cumple una función revolucionaria nacional al oponerse al poder imperial que busca incrementar su injerencia en todos los ordenes de la vida de los países bajo su influencia, y en ese marco, garantizar mayor grado de inclusión social y desarrollar una burguesía nacional, que en conjunción con una estrategia general de Economía de Estado permiten considerar a Astesano, que el peronismo debe ser visto como una etapa intermedia de liberación sin renunciar al objetivo del socialismo. 
 
			 Alberto Miguel Sánchez Usuario 8712

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