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1 2 3 Carlos Martín Benavides Abanto Ministro de Educación del Perú Sandro Luis Parodi Sifuentes Viceministro de Gestión Institucional Diana Mariela Marchena Palacios Viceministra de Gestión Pedagógica James Alexander Pajuelo Orbegoso Secretario General Gabriela María Carrasco Carrasco Secretaria de Planificación Estratégica Karim Violeta Boccio Zúñiga Directora de la Dirección General de Desarrollo Docente Paolo Roberto Durand López Director de la Dirección de Formación Inicial Docente Diseño Curricular Básico Nacional de la Formación Inicial Docente Programa de estudios de Educación Secundaria, especialidad de Comunicación ©Ministerio de Educación Calle Del Comercio N° 193, San Borja - Lima, Perú Teléfono: (511) 615-5800 www.gob.pe/minedu En este documento se utilizan de manera inclusiva términos como “el docente”, “el estudiante”, y sus respectivos plurales (así como otras palabras equivalentes en el contexto educativo) para referirse a hombres y mujeres. Esta opción se basa en una convención idiomática y tiene por objetivo evitar las formas para aludir a ambos géneros en el idioma castellano (“o/a”, “los/las” y otras similares), debido a que implican una saturación gráfica que puede dificultar la comprensión lectora. No obstante, sí se hace tal distinción en algunos casos que lo han requerido. Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación por cualquier medio, sin permiso expreso. 4 Tabla de contenido Presentación ................................................................................................................................. 6 Capítulo 1 Desafíos y contexto de la Formación Inicial Docente ................................................ 8 1.1. Desafíos de las sociedades del siglo XXI a la educación superior .................................... 8 1.2. Situación actual de la Formación Inicial Docente ........................................................... 10 1.2.1. Demandas de la Educación Básica que debe atender la Formación Inicial Docente en el siglo XXI .................................................................................................................... 13 1.2.2. Demandas de la Educación Secundaria que debe atender la Formación Inicial Docente en el siglo XXI ..................................................................................................... 14 1.3. Visión de país, de la educación y de la docencia ............................................................ 25 Capítulo 2 Perfil de egreso de la Formación Inicial Docente ..................................................... 30 2.1. Definiciones que conforman el Perfil de egreso ............................................................ 31 2.2. Dominios y competencias del Perfil de egreso de la Formación Inicial Docente .......... 32 2.3. Estándares de la Formación Inicial Docente ................................................................... 38 2.4. Enfoques transversales para la Formación Inicial Docente ........................................... 47 Capítulo 3 Modelo curricular para la Formación Inicial Docente .............................................. 55 3.1. El modelo curricular ........................................................................................................ 55 3.2. Fundamentos curriculares ............................................................................................... 56 3.2.1. Fundamentos epistemológicos .............................................................................. 56 3.2.2. Fundamentos pedagógicos .................................................................................... 57 3.3. Aproximaciones al enfoque comunicativo en la Formación Inicial Docente ................ 60 3.4. El Conocimiento para la enseñanza ................................................................................ 62 3.5. Flexibilidad curricular ...................................................................................................... 64 3.6. Componentes curriculares .............................................................................................. 65 3.6.1. Formación General ................................................................................................. 66 3.6.2. Formación en la Práctica e Investigación .............................................................. 67 3.6.3. Formación Específica .............................................................................................. 70 3.7. Articulación horizontal y articulación vertical ................................................................ 70 3.7.1. Articulación horizontal ........................................................................................... 71 3.7.2. Articulación vertical ............................................................................................... 74 3.8. Cursos y módulos ............................................................................................................. 76 3.8.1. Curso ....................................................................................................................... 76 3.8.2. Módulo ................................................................................................................... 76 3.8.3. Espacios extracurriculares de formación .............................................................. 77 5 3.8.4. Estudio autónomo .................................................................................................. 77 3.9. Horas y créditos ............................................................................................................... 78 3.10. Malla curricular.............................................................................................................. 78 3.11. Plan de estudios ............................................................................................................ 80 Capítulo 4 Descripciones de los cursos y módulos del DCBN del Programa de estudios de Educación Secundaria, especialidad de Comunicación ............................................................. 83 4.1. Año 1 ................................................................................................................................ 84 4.2. Año 2 ................................................................................................................................ 93 4.3. Año 3 .............................................................................................................................. 103 4.4. Año 4 .............................................................................................................................. 112 4.5. Año 5 .............................................................................................................................. 119 Capítulo 5 Orientaciones pedagógicas generales para el desarrollo de competencias profesionales docentes ............................................................................................................ 124 5.1. Desarrollo de los procesos formativos de enseñanza y aprendizaje ........................... 124 5.2. Orientaciones para el desarrollo de la práctica e investigación .................................. 126 5.3. Orientaciones para el desarrollo y tratamiento de la competencia digital................. 129 5.4. Orientaciones para la evaluación de los estudiantes de FID ....................................... 130 5.5. Orientaciones para la diversificación curricular ........................................................... 134 Listado de figuras ......................................................................................................................138 Listado de tablas ....................................................................................................................... 138 Glosario ..................................................................................................................................... 139 Referencias y bibliografía ......................................................................................................... 141 Anexo: Competencias y capacidades del Perfil de egreso de la Formación Inicial Docente . 148 6 Presentación La Formación Inicial Docente (FID) en el Perú responde a una visión común e integral de las competencias profesionales que requieren los docentes para atender las demandas del sistema educativo, que incluyen la atención a la diversidad. Para ello, el currículo de la FID establece el Perfil de egreso como centro de una propuesta formativa integral orientada al desarrollo de competencias personales y profesionales en los estudiantes, que les permiten desenvolverse de manera ética, pertinente, eficiente y eficaz en su práctica docente. El Perfil de egreso de la FID se alinea a los dominios y competencias establecidos en el Marco de Buen Desempeño Docente (MBDD), a la vez que considera competencias vinculadas a la formación integral que requieren los docentes en el siglo XXI. En el 2015 se realizó la evaluación de los Diseños Curriculares Básicos Nacionales de la FID aprobados en el 2010, y los de carácter experimental, aprobados entre el 2011 y 2014, a fin de definir su vigencia al conjunto de políticas normativas del sistema educativo peruano, así como al contexto y las exigencias para la formación docente. A partir de dicha evaluación se estableció la necesidad de diseñar nuevos currículos y alinearlos a las políticas sectoriales vigentes, a las demandas educativas del siglo XXI, y a las características, cultura, lengua, intereses, demandas y expectativas de los estudiantes de FID. El proceso de construcción curricular estuvo guiado por el Perfil de egreso de la Formación Inicial Docente y por lo establecido en la Ley N° 30512, Ley de Institutos y Escuelas de Educación Superior y de la Carrera Pública de sus Docentes y su reglamento. Asimismo, implicó la revisión de marcos teóricos y de diversas experiencias nacionales y extranjeras para definir y sustentar las decisiones asumidas en la elaboración de la propuesta. Durante el proceso de construcción y validación del currículo de la FID se propiciaron diversos espacios para la participación, revisión y diálogo en torno a los avances en la propuesta curricular. Como parte del proceso de validación, se han realizado mesas de trabajo con expertos nacionales e internacionales, así como con especialistas de diversas instancias del Ministerio de Educación en torno a los enfoques y modelos curriculares de la educación superior basada en competencias, el dominio disciplinar, la gestión curricular, entre otros aspectos. Asimismo, se han realizado talleres de revisión de los avances con directivos y docentes de las instituciones formadoras de docentes. Los alcances, sugerencias y comentarios realizados por todos los participantes contribuyeron a enriquecer la propuesta inicial hasta convertirse en el presente Diseño Curricular Básico Nacional (DCBN) del Programa de estudios de Educación Secundaria, especialidad de Comunicación. El DCBN de la FID es el documento de política educativa que presenta tanto el Perfil de egreso y las competencias profesionales docentes, como los niveles de desarrollo de dichas competencias. Establece un plan de estudios de diez ciclos académicos que incluye una serie de cursos y módulos organizados en tres componentes curriculares: formación general, formación específica y formación en la práctica e investigación. Presenta el modelo curricular, las descripciones de los cursos y módulos, y las orientaciones pedagógicas generales para el desarrollo de las competencias. El DCBN está propuesto en el marco de la reforma de la educación superior pedagógica para brindar una formación profesional docente de calidad. Asimismo, contribuye al establecimiento de una cultura democrática e inclusiva que responda a las demandas sociales y culturales, y que esté orientada a la construcción de una ciudadanía intercultural en el proceso formativo de los estudiantes de FID para la mejora de los aprendizajes de los estudiantes de Educación Secundaria. 7 8 Capítulo 1 Desafíos y contexto de la Formación Inicial Docente 1.1. Desafíos de las sociedades del siglo XXI a la educación superior ¿Cómo formar a futuros docentes en el mundo complejo y cambiante del siglo XXI? Para responder esta pregunta es imprescindible comprender las tensiones que definen a nuestra época, sujeta a nuevos desafíos, posibilidades y disyuntivas, así como a dilemas irresueltos. Varias de las características atribuidas al mundo contemporáneo son consecuencia de un conjunto de transformaciones ocurridas desde hace por los menos cuatro décadas. En gran medida, el siglo XXI es heredero de los desafíos y dilemas que planteó el siglo XX. La globalización es uno de los procesos que con mayor énfasis ha contribuido a definir el presente (Escobar, 2014). Se trata de un fenómeno multidimensional y complejo que ha conformado un mundo cada vez más interconectado por los medios de comunicación y nuevos patrones de consumo, en el que diferentes economías se integran en una sola en el marco de un sistema de jerarquías sociales y políticas (Wallerstein, 1995). Uno de los rasgos más importantes de este mundo global es poner en entredicho la vigencia del Estado, tal como se planteó en la modernidad (Beck, 1998). Esto repercute enormemente en distintos ámbitos de la vida y la sociedad actual. Por un lado, la globalización desafía la capacidad de los sistemas educativos nacionales para proveer un conjunto de conocimientos que debe poseer todo ciudadano si desea desenvolverse con éxito en la sociedad. Por otro, subraya con fuerza inusitada la migración y la movilidad de personas alrededor de todo el orbe, lo que ha terminado por provocar una reestructuración del panorama social mundial, además de introducir un alto grado de incertidumbre en la vida cotidiana de las personas. Toda revisión de la idea de globalización necesita subrayar que este fenómeno, lejos de consolidar la utopía de una “aldea global” homogénea, ha intensificado las diferencias y las desigualdades en distintos puntos del orbe. En algunos casos, esto ha permitido repensar las identidades locales, los movimientos étnicos, sociales, de género y las alteridades históricas de los pueblos indígenas u originarios, vinculados a demandas por el reconocimiento o la redistribución equitativa de bienes materiales y simbólicos (Segato, 2007). En otros, este debate se ha cristalizado en grupos ultranacionalistas que surgen de tensiones sociales o económicas y rechazan todo intento de diálogo con los otros (Hobsbawm, 2006). En este escenario, el sociólogo Alain Touraine (2000) se pregunta si es posible “vivir juntos”, replanteando las ideas de equidad y solidaridad en el marco de asimetrías a nivel global. Frente a la pregunta de Touraine surgen alternativas que permiten a las personas convivir en un mundo globalizado y democrático, tales como la combinación de elementos y características de diversas culturas (García, 1990), la recuperación y revaloración de la propia identidad y la proposición de una ciudadanía intercultural (Tubino, 2005) para establecer vínculos afectivos y sociales entre personas y grupos de diversas tradiciones culturales, que deben darse en el marco de relaciones de justicia social con el fin de asegurar igualdad de derechos y oportunidades para todos. Uno de los factores constitutivos del mundo global actual es el vertiginoso avance de la tecnología, que ha desplazado la cultura escrita convencional por los entornos digitales. La consecuenciamás visible de este desplazamiento es la aceleración exponencial y la rápida caducidad en la producción e intercambio de información. En efecto, cualquier persona con acceso a dispositivos y aplicaciones tecnológicas puede transmitir un conjunto de datos de 9 manera inmediata desde casi cualquier lugar del planeta. La necesidad de postular y sostener nuevos modelos de gestión de la información ha llevado a acuñar la idea de una “sociedad del conocimiento” (Castells, 2000), que va más allá del simple uso de los datos disponibles. Esta noción implica al menos tres puntos: i) la estrecha relación entre investigación científica, innovación tecnológica y desarrollo económico; ii) la centralidad de la tecnología en la organización social y en la producción de bienes y servicios; y iii) el nivel de formación tecnológica y científica que requiere toda persona para desenvolverse en un contexto altamente cambiante (Esteve, 2009). La relación entre investigación, innovación y desarrollo permanente cambia el foco de atención de una “sociedad del conocimiento” a una “economía del conocimiento”, lo que ha supuesto un drástico cambio en el mundo del trabajo. En efecto, el predominio de los entornos virtuales y de la consolidación del emprendimiento rompe con el modelo de producción que ha dominado desde inicios de la era industrial (Thomson, 2014). Un claro ejemplo de lo descrito es la desaparición de miles de oficios que hasta hace dos décadas se consideraban indispensables, en contraste con el surgimiento no solo de nuevas profesiones sino también de nuevas regulaciones en el campo laboral. Tales regulaciones se producen en el contexto de la reducción de trabas económicas a nivel mundial, la deslocalización de las empresas y la acentuación de las desigualdades socioeconómicas en diversos países (The Boston Consulting Group, 2018). Otro aspecto a considerar es que la noción de sociedad del conocimiento requiere de la perspectiva del diálogo de saberes y el pensamiento complejo. En la actualidad, es importante reconocer críticamente la relevancia de las competencias científicas en las oportunidades de aprendizaje para la formación de ciudadanos, así como los conocimientos locales, en especial el de los pueblos indígenas u originarios, como formas legítimas de comprender y conceptualizar la realidad. El diálogo de saberes favorece el intercambio dinámico y la interculturalidad; a la vez, exige superar la dicotomía entre “pueblos indígenas u originarios” y “occidente”, como si cada uno fuera una entidad homogénea e irreconciliable con la otra (UNESCO, 2017). Este replanteamiento también se aplica a la idea de conocimiento, centrada en la espiral de desarrollo científico, tecnológico y económico. De hecho, la idea de desarrollo, tal como la establecieron las sociedades industriales, necesita ser reemplazada por una economía del conocimiento sostenible, igualitaria e inclusiva que desde una perspectiva intergeneracional permita un futuro para todos (UNESCO, 2016a). Una economía del conocimiento con esas características debe permitir la lucha contra dos grandes problemas de la actualidad: por un lado, la falta de igualdad de derechos y oportunidades, especialmente para las mujeres y sectores sociales subalternizados; por otro, la explotación y agotamiento de los recursos no renovables (UNEP, 2016), que ha generado un proceso de cambios climáticos que pone en serio riesgo el equilibrio del planeta. En el caso del Perú, los desafíos generales cobran un aspecto particular. Los procesos de migración continua han transformado el panorama social de las urbes y reconfigurado los espacios rurales; sin embargo, la atención a dichos espacios todavía es una deuda pendiente para cerrar las brechas existentes. Del mismo modo, y aunque el Perú en los últimos años ha experimentado un crecimiento económico que lo sitúa como un país de ingreso medio, aún persisten problemas como la pobreza extrema en determinadas zonas del país, un alto nivel de corrupción, así como el limitado reconocimiento de las poblaciones indígenas u originarias y afrodescendientes como ciudadanos con plenos derechos, con lo cual se plantea la necesidad de revertir prácticas discriminatorias desde el Estado. 10 Todos estos cambios sociales y culturales han repercutido con fuerza en la educación superior y más aún en la Formación Inicial Docente. En primer lugar, el mundo globalizado ha incrementado el número de estudiantes provenientes de otros lugares con culturas y lenguas diversas (Altbach, Reisberg & Rumbley, 2009), lo que convierte a las instituciones formadoras en espacios privilegiados donde confluyen concepciones heterogéneas, entre otros aspectos, sobre la formación profesional, la naturaleza y el conocimiento. Por supuesto, esto significa también un desafío a los propios paradigmas, al etnocentrismo y a la capacidad de diálogo con los otros, no solo entre estudiantes, sino entre estos y sus docentes formadores, dentro y fuera de la institución de educación superior. Ello también supone cuestionar visiones racistas, sexistas, etnocentristas o de cualquier otro sistema que organice jerárquicamente a la ciudadanía a partir de la subvaloración de uno o más grupos sociales. Un segundo aspecto a subrayar es el rol de la educación superior en la sociedad del conocimiento. Si la perspectiva es la de la complejidad y la gestión de la incertidumbre en la formación profesional, entonces ya no es posible pensarla como una “transmisión de saberes disciplinares específicos” o una evaluación de verdades establecidas de antemano. Se requiere una nueva manera de comprender el aprendizaje y la enseñanza en una educación superior pensada en promover una formación a lo largo de la vida, que permita no solo seguir aprendiendo, sino deconstruir las prácticas y los paradigmas que las sostienen. En consecuencia, una formación de este tipo desafía las fronteras disciplinares porque entiende que hay objetos de conocimiento –como el aprendizaje– que pueden ser abordados por distintas disciplinas. En tercer lugar, si el aprendizaje y la enseñanza se han reconfigurado en la educación superior, esta debe acoger las formas particulares de acceder al conocimiento, así como formas de aprender propias de las nuevas generaciones de estudiantes. Tales estilos permiten responder a los procesos acelerados de producción, difusión y caducidad de la información y del conocimiento ya descritos, a la vez que implica formas emergentes de interrelacionarse con los demás mediante la utilización de redes sociales, foros, comunidades virtuales, así como de aplicaciones que pueden sincronizarse entre diferentes plataformas (Prensky, 2001). Ello también supone el desarrollo del pensamiento computacional como base para la comprensión y uso de las tecnologías (Opertti, 2017), así como comprender y asumir una postura frente a las consecuencias sociales y culturales que este proceso implica. Frente a este contexto, la educación superior –en especial la relacionada con la Formación Inicial Docente– requiere pensar en un cambio de paradigma. Esto supone innovar sus estrategias de enseñanza aprendizaje adaptándolas a las necesidades, intereses, características y capacidades de los estudiantes, promoviendo su autonomía, así como el compromiso e involucramiento en su proceso formativo (OECD, 2017), además de involucrar a los estudiantes en la generación de nuevos conocimientos, el desarrollo de habilidades, así como del pensamiento crítico y reflexivo (Garcés, Garcés & Alcívar, 2016) que discuta visiones homogeneizadoras y discursos jerarquizantes. En suma, se necesita de una educación superior que permita promover un aprendizaje constructivo para una formación de profesionales estratégicos y con un profundo sentido de la ética que, además, reconozcan y valoren la diversidad. 1.2. Situación actual de la Formación Inicial Docente ¿Cómo ha respondido la educación superior –y, en particular,la Formación Inicial Docente– a estos desafíos? Una tendencia a nivel mundial desde finales del siglo XX es que la educación superior en su totalidad ingresó en un proceso de expansión, reestructuración, masificación y reorientación (Altbach, Reisberg & Rumbley, 2009; Biggs, 2005). Como resultado de ello 11 surgieron nuevas instituciones y sedes, las cuales inclusive llegan a trascender los espacios regionales y nacionales. Existen diferencias muy marcadas entre los niveles de calidad y propósitos de las instituciones; por ejemplo, algunas se orientan a la excelencia académica y/o a la investigación, mientras que otras están centradas en absorber la demanda de los estudiantes que no cumplen con los requisitos de las demás instituciones de educación superior públicas y privadas (López, 2008; Verger, 2008). Esta expansión fomentó el incremento global de la tasa de ingresantes y matriculados en la educación superior, quienes tienen edades, capacidades, aptitudes académicas, motivaciones, niveles socioeconómicos, características culturales y experiencias previas diversas (Gallo, 2005). Pese a ello, aún persiste la inequidad en el acceso por motivos de género, económicos, culturales, entre otros (López, 2008). Además, el incremento de la población de estudiantes no ha generado en la mayoría de los casos un aumento en la cantidad de docentes formadores. Por ello, el mismo docente que antes trabajaba con un número limitado de grupos de estudiantes, actualmente no tiene el tiempo suficiente para atender a todos los grupos a su cargo (Altbach, Reisberg & Rumbley, 2009). Aunque esta situación enmarca la Formación Inicial Docente en distintas latitudes, en América Latina hay algunos aspectos peculiares que no pueden entenderse fuera del contexto demográfico, económico, laboral y sociocultural de la región (Vaillant, 2013). En los países latinoamericanos existe una enorme demanda de todos los sectores sociales para que los gobiernos aumenten la cobertura de las escuelas públicas a fin de satisfacer el acceso a la Educación Básica. Esto ha significado generar mecanismos de selección de personal para cubrir miles de plazas docentes en cortos periodos. El riesgo de esta situación radica en que se ha priorizado un servicio más amplio en términos cuantitativos, pero sin cuidar la idoneidad en la preparación profesional de los docentes, y sin que esta responda, en muchos casos, a estándares mínimos de calidad (Navarro, 2002). Por lo menos hay dos rasgos claramente recurrentes en los países latinoamericanos: el primero de ellos es la gran diversidad sociocultural y los patrones de consumo desigual que tienen los estudiantes de FID, quienes manifiestan una inconformidad con las condiciones en las que se forman, aunque también muestran un nivel razonable de satisfacción con la profesión que estudian (Ortega, 2011; Tenti, 2007) . Esta tensión caracteriza sus percepciones sobre el trabajo docente y enmarca su relación con el Estado y sus políticas educativas. La otra característica recurrente es la disminución del prestigio social de la carrera docente en las últimas décadas. En muchos países, los jóvenes ya no consideran la docencia como una opción profesional válida o atractiva. Entre los múltiples factores que originan su escaso atractivo se encuentran los bajos niveles de remuneración, la falta de incentivos establecidos para recompensar y promover a los profesores más exitosos, los múltiples empleos del docente para asegurarse un salario satisfactorio, las dificultades para acceder a la capacitación, las condiciones de trabajo inadecuadas, entre otros (Navarro, 2002). Entre los vacíos detectados en la Formación Inicial Docente en Latinoamérica es posible evidenciar la falta de conexión entre teoría y práctica, la poca actualización en el manejo de competencias digitales, la escasa articulación con reformas curriculares, la débil e insuficiente formación en las áreas de contenido disciplinario, así como un enfoque muy fragmentado de lo que se enseña y aprende en las instituciones de formación docente (Navarro, 2002; Vaillant, 2013). Adicionalmente, se ha señalado un profundo isomorfismo que reproduce la escolarización de las instituciones educativas de la educación básica en las instituciones formadores de educación superior pedagógica, (Pogré, Cuenca & Pozu, 2017). Todo esto 12 dificulta la posibilidad de que los estudiantes de FID practiquen una visión interdisciplinar del aprendizaje, requisito imprescindible en la formación para el siglo XXI. La Formación Inicial Docente en el Perú vive una situación similar a la descrita. En nuestro país, esta formación es impartida por las universidades1 bajo la denominación común de estudios de pregrado brindada por las facultades de Educación y, como tal, por los Institutos de Educación Superior Pedagógica (IESP). En el caso de los IESP, para comprender esta situación en todas sus dimensiones, es necesario partir de las prácticas pedagógicas y de su efectividad en los aprendizajes. En el 2016, la Oficina de Seguimiento y Evaluación Estratégica realizó el monitoreo en aula a 324 docentes formadores correspondientes a 76 IESP públicos y 125 estudiantes de Formación Inicial Docente a nivel nacional. Los resultados arrojaron que solamente el 20,3 % de docentes formadores desarrollaba actividades en el aula que promovían el pensamiento crítico en los estudiantes de FID; en los otros casos, se lograba medianamente o no se lograba. Los resultados también demostraron que el 14 % de docentes formadores prestaba atención a las dificultades, dudas y/o errores de sus estudiantes y les brindaba retroalimentación; en los otros casos, se lograba medianamente o no se lograba (OSEE, 2016). Una caracterización de los docentes formadores que también resulta relevante para comprender esta situación y las posibilidades de un cambio curricular proviene de los resultados del censo y mapeo de puestos del personal de las instituciones públicas de Formación Inicial Docente a nivel nacional, en los que puede identificarse que la edad promedio de docentes formadores hombres es 52 años y la de mujeres es 47 años. Asimismo, se observa que el 82,98 % de los docentes formadores tiene 20 o más años de experiencia laboral. Finalmente, en relación con estudios de posgrado, el 69 % de los docentes formadores nombrados tiene el grado de maestro o es egresado de maestría y el 23 % tiene el grado de doctor o es egresado del doctorado. Se puede destacar, entonces, que los docentes formadores de los IESP cuentan con experiencia en educación superior y tienen el reto de obtener los grados académicos de maestro y doctor (Ministerio de Educación, 2018a). Para comprender esta situación en todas sus dimensiones es necesario señalar algunos aspectos relacionados con la gestión de los IESP. En la actualidad existen IESP públicos y privados a nivel nacional que cuentan con acreditación institucional y de sus carreras otorgada por el Sistema Nacional de Evaluación, Acreditación y Certificación de la Calidad Educativa (SINEACE) como reconocimiento público y temporal por la calidad demostrada en aspectos vinculados con la gestión estratégica, formación integral, soporte institucional y resultados. Como parte del proceso para lograr la acreditación —ya sea institucional o de programas de estudios—, se generan espacios en los IESP para analizar su quehacer, introducir cambios para la mejora progresiva y permanente, fortalecer su capacidad de autorregulación e instalar una cultura de calidad institucional (SINEACE, 2018). La formación inicial de docentes de la especialidad se ofrece en 26 IESP públicos y 6 privados a nivel nacional que tienen revalidada la Carrera Profesional de Profesor de Educación Secundaria 1 La educación universitaria, de acuerdo al informe bienal sobre la realidad peruana elaborado por la SUNEDU (2018), se ha caracterizadodesde finales del siglo XX por un rápido crecimiento tanto en la oferta brindada por universidades públicas y privadas (pasando de 49 universidades existentes en el año 1990 a 132 en el año 2015), como en el número de estudiantes (pasando de 424 mil matriculados en el año 2000 a más de 1,3 millones en el 2015). No obstante, la mayor oferta y demanda de estudios universitarios no ha significado un incremento en la calidad del servicio brindado. Esto se refleja en los bajos niveles de investigación de los docentes y estudiantes de las universidades, los cuales se ubican por debajo de otros países de la región (1610 documentos citables producidos en el 2015 frente a los 7 mil y 10 mil documentos citables producidos por Colombia o Chile, respectivamente), como por el porcentaje de estudiantes que concluyen sus estudios y obtienen el grado académico y título respectivo (103 017 graduados en pregrado durante el año 2015 frente a los 258 mil ingresantes registrados en el año 2010). 13 en la Especialidad de Comunicación. En total se tiene una población de 1235 estudiantes de FID matriculados en el año 2019 en IESP públicos y privados, de acuerdo al reporte del Sistema de Información de la Dirección de Formación Inicial Docente-DIFOID (Ministerio de Educación, 2019c). Adicionalmente, se cuenta con 21 universidades públicas y privadas licenciadas que brindan programas de estudios en esta especialidad (SUNEDU, 2019). Anualmente ingresa un promedio de 439 estudiantes a los IESP en la especialidad de Comunicación (Ministerio de Educación, 2019c), los cuales luego de concluir sus estudios y obtener el título respectivo se suman a los aproximadamente 23 614 docentes que trabajan enseñando dicha especialidad. A pesar de ello, se estima que para el año 2023 se tendría una brecha de 8292 docentes menos de los necesarios para atender la demanda generada por la matrícula de estudiantes en instituciones educativas de Educación Secundaria (Ministerio de Educación, 2019b). 1.2.1. Demandas de la Educación Básica que debe atender la Formación Inicial Docente en el siglo XXI La relación entre la Formación Inicial Docente y la Educación Básica es una de las más importantes para comprender la necesidad de un cambio de paradigma en el sistema educativo. La Educación Básica presenta un conjunto de demandas a la Formación Inicial Docente debido a los escenarios de alta complejidad y diversidad que presenta para desarrollar el máximo de las potencialidades de las personas. Los cambios que han ocurrido entre unos escenarios y otros han tornado a la docencia en una actividad poco predecible, incierta y compleja (Perrenoud, 2007), más aún si se consideran las múltiples exigencias sociales, culturales, lingüísticas, geográficas, climáticas, económicos-productivas y políticas que repercuten en un sistema educativo en constante cambio. En el marco de los desafíos ya descritos, la Educación Básica requiere priorizar la valoración de la diversidad, la importancia de los derechos humanos y de la democracia, así como la urgencia de constituir sociedades más justas. Todo ello ocurre en un contexto en que la migración mundial genera demandas de aprendizaje sobre culturas y lenguas diversas. Así, los cambios en el conocimiento humano y en las tecnologías que han acompañado los procesos de producción del saber han impactado fuertemente en la pedagogía, por lo cual ha sido interpelada y enriquecida (Ministerio de Educación, 2014). Un reto especialmente importante para los docentes de Educación Básica es comprender los cambios que se han producido en la concepción y desarrollo sobre las formas en que aprenden las personas. Si antes los docentes solían enseñar de forma homogénea a todos los estudiantes, en la actualidad sabemos que se requiere instalar prácticas de enseñanza enfocadas en las características, intereses y necesidades de aprendizaje de cada uno de ellos. Las concepciones actuales sobre cómo aprenden los estudiantes de Educación Básica requieren un uso creativo y reflexivo de los espacios educativos y del vínculo con la comunidad, con propósitos definidos, claros y centrados en el desarrollo de aprendizajes; esto también es válido para el uso de recursos y materiales físicos y de tecnologías digitales puestas al servicio de la pedagogía. Se requiere pensar en todos ellos como medios que movilizan la indagación, reflexión, el pensamiento crítico y la creatividad, en la resolución de problemas complejos, entre otros procesos, mediante un trabajo basado en competencias y no en contenidos. Asimismo, es vital repensar el papel del docente como única autoridad en el proceso de enseñanza aprendizaje, y quien juzga y actúa de acuerdo a sus propios dilemas morales debido 14 a un sistema de roles institucionalizados (Martuccelli, 2009). Más bien, se requiere de un docente con una amplia comprensión de lo que significa el desarrollo de la autonomía y el pensamiento crítico de sus estudiantes, y que pueda impulsarlos a través de prácticas de enseñanza y evaluación desafiantes y pertinentes. Además, se necesitan docentes con nuevas concepciones sobre su rol en los espacios escolares y ámbitos sociales, como el desarrollar un trabajo colaborativo entre docentes para articular conocimientos y experiencias pedagógicas, y contribuir en nuevas formas de pensar sobre la actividad y el aprendizaje de los estudiantes (Buelga, 2018). Ello implica la comprensión de que las instituciones educativas se construyen sobre culturas y prácticas escolares. Es indispensable promover una crítica a la cultura escolar imperante en la actualidad, a sus rituales y gramáticas pues ellas subyacen desafíos que presenta el país. Por supuesto, esto supone también desterrar las prácticas pedagógicas “aisladas”, sin la participación de las familias y los miembros de la comunidad (Vega, 2009). Por esta razón, se requiere que la relación entre teoría y práctica pedagógica se aborde desde un enfoque totalizador en el que se integren disciplinas, conceptos y categorías de análisis de las acciones educativas junto con líneas más instrumentales (Vezub, 2007). 1.2.2. Demandas de la Educación Secundaria que debe atender la Formación Inicial Docente en el siglo XXI El desafío central de la Educación Secundaria es que todos los adolescentes desarrollen todas sus potencialidades personales, así como su compromiso y responsabilidad con los demás, en el marco del currículo vigente de la educación básica. Esto supone ofrecer una formación integral de los estudiantes, reconociéndolos como agentes protagónicos de su aprendizaje. Tal formación se orienta a la construcción de la justicia social en el marco de la democracia, la ciudadanía intercultural y el pensamiento crítico y creativo. Para ello, se necesita promover el desarrollo de competencias que les permitirán llevar adelante un proyecto de vida en un contexto complejo así como el ejercicio de una ciudadanía centrada en la justicia y la equidad. Asimismo, desarrollar experiencias en las que los adolescentes tengan la posibilidad de transformar su entorno y aprender con mayor autonomía en un mundo más interconectado donde se valora la información y el conocimiento. El desafío de la Formación Inicial Docente en Educación Secundaria es instalar una nueva perspectiva sobre adolescencias y adolescentes. Desde un enfoque de desarrollo humano se entiende la adolescencia como una etapa de potencialidades a distintos niveles que provienen de los cambios físicos, cognitivos, emocionales y sociales que viven de manera simultánea y en distintas dimensiones. A nivel biológico, se presenta un ritmo acelerado de crecimiento, a la vez que se desarrollan características físicas en mujeres y varones. A nivel emocional, se presentan cambios en la manera en que se viven, expresan y regulan sus propias emociones. A nivel cognitivo, se produce una complejización gradual en el desarrollo del pensamiento, lenguaje y procesamiento deinformación. Asimismo, se presentan cambios relacionados con el desarrollo sexual, la construcción de una identidad de género y el establecimiento de nuevas formas de relacionarse con su familia, sus pares y la sociedad en general. Para atender a cabalidad las necesidades y aspiraciones de los adolescentes, así como garantizar una formación integral, ética, democrática, intercultural y con sentido para los adolescentes, la Formación Inicial Docente debe responder a las siguientes demandas: 15 La centralidad de los adolescentes en el proceso educativo y la contribución al desarrollo de identidades en un mundo de incertidumbre y riesgo Una formación inicial para docentes de Educación Secundaria necesita colocar a los adolescentes al centro del proceso educativo y fomentar una comprensión profunda e integral de su desarrollo. Para ello, se toma como punto de partida la idea que educar es acompañar a los adolescentes no solo en los procesos de aprendizaje, sino también en los de socialización. Dado que una de las tareas fundamentales en la adolescencia radica en el desarrollo de la identidad psicosocial con el reconocimiento y valoración de sí mismo en los cambios vividos, algunos de los desafíos cruciales en este periodo se centran en la reelaboración de la autoimagen, el aprender a gestionar la propia sexualidad, la definición de una orientación sexual y la construcción de una identidad de género (Steinberg, 2017 citado en Pease & De La Torre- Bueno, 2019, p. 14). Tal como se describió en los apartados precedentes, el desarrollo de las identidades ocurre en un contexto caracterizado por la incertidumbre y el riesgo. Por un lado, los cambios operados en las sociedades contemporáneas han configurado un mundo que se transforma de modo exponencial. Por otro, es importante considerar que los estudiantes están expuestos a diversas situaciones de riesgo, como el consumo de drogas o el embarazo adolescente, entre otras. En el caso del Perú, es importante señalar que una situación especialmente alarmante es la inequidad entre mujeres y hombres producida por el sistema patriarcal que privilegia una concepción masculina hegemónica y que, en muchos casos, deviene en violencia de género contra la mujer de diversas edades y en distintos espacios de la vida social. Para los estudiantes de FID, esto supone contar con una preparación idónea que permita guiar a los adolescentes en la construcción de sus identidades y que pueda construir vínculos con ellos, orientándolos adecuadamente a responder preguntas esenciales como “¿quién soy?”, “¿cuál es mi lugar en el mundo?” o “¿cómo vivir mi sexualidad de forma responsable?”. Ello no solo implica tener la capacidad de promover mensajes positivos en un periodo de cambio e inestabilidad y de evitar la proyección de sus propios prejuicios y cargas valorativas, también supone deconstruir junto con ellos prácticas autoritarias, patriarcales y discriminatorias. De igual modo, es crucial que los docentes en formación no solo aprendan a fomentar el desarrollo de identidades individuales, sino también los marcos de referencia compartidos, el sentido de pertenencia y las identidades colectivas, así como la aparición de nuevas concepciones respecto a su lugar en la comunidad y su capacidad para actuar en ella como ciudadanos responsables. La comprensión de adolescencias diversas y la atención de sus trayectorias educativas El desarrollo de identidades individuales y colectivas necesita partir de la idea de que la adolescencia no es universal. Aunque los cambios descritos son vividos por todas las personas durante esta etapa, estos son interpretados, acogidos, reelaborados y vividos de acuerdo a los diferentes contextos y realidades que conviven en nuestro país (Pease & De La Torre-Bueno, 2019). A partir de ello es posible afirmar que la adolescencia es una construcción social influida por distintos factores como lo étnico, la condición socioeconómica, religiosa, lingüística y de género, entre otras. En interacción, estos factores generan diferentes experiencias de vida en los adolescentes, más aún si se considera la gran heterogeneidad cultural y territorial, así como las marcadas desigualdades de distinto orden, que han delineado los procesos históricos y las transformaciones sociales del país. Por ello, el desarrollo integral de los adolescentes peruanos —así como diversas formas de construir su autoimagen e identidades— requiere considerar un contexto fuertemente marcado por la discriminación, la inequidad y la exclusión de sectores de la población (Boggio, 2019). 16 Una Formación Inicial Docente para docentes de Educación Secundaria necesita no solo reconocer la existencia de estas diversas adolescencias en el país, sino promover su comprensión contextualizada y gestión adecuada en el marco de un mundo globalizado y desigual. En concreto, el estudiante de FID necesita comprender que el sistema escolar actual uniformiza las diferencias de estudiantes distintos entre sí o, peor aún, establece trayectorias separadas y desiguales para adolescentes de distintas procedencias étnicas y culturales, territoriales, socioeconómicas, cognitivas y de habilidades diferentes, con lo cual aumentan las brechas y la segregación educativa y social. Por ello, un énfasis particularmente importante de la Formación Inicial Docente en este nivel es ofrecer oportunidades para aprender a gestionar las trayectorias educativas desde la diversidad de recorridos sociales y culturales, permitiendo que el estudiante de FID se convierta en agente de cambio para revertir la creciente homogeneización socioeconómica que caracteriza al sistema escolar peruano actual. Esto significa no solo desarrollar en los estudiantes de FID herramientas para diseñar y acompañar trayectorias pertinentes a la diversidad de los adolescentes, también se requiere el desarrollo de habilidades que permitan propiciar la convivencia y aprendizaje entre personas distintas en una misma escuela, comprendiendo las diferencias como una situación enriquecedora para todos, más aún en un contexto de migración y cambio cultural. Este es un modo posible de impulsar una comprensión del otro como un “legítimo otro” y el desarrollo de nuevas formas de convivencia basadas en el entendimiento mutuo, la deconstrucción de prácticas discriminatorias y el establecimiento de vínculos positivos entre y con los adolescentes. En ese sentido la educación debe respetar las necesidades de aprendizaje de cada persona y asegurar el derecho no solamente a su identidad —considerando sus características físicas, sociales, culturales, emocionales, entre otras—, sino también el acceso a una educación pertinente e inclusiva, que opere en la diversidad. Esto supone, por un lado, comprender las distintas necesidades de aprendizaje de los adolescentes y de identificar los distintos factores que las condicionan o transforman, por otro, comprender las distintas expectativas de futuro de sus propios territorios no solo en el marco de un sistema educativo con propósitos y sentidos compartidos, sino también de un desarrollo articulado como país. Esto permitirá al adolescente construir significados a partir del respeto de las individualidades, el tratamiento igualitario de las contribuciones y diferencias culturales, así como el fortalecimiento del sentido de pertenencia con respecto a su comunidad desde la escuela. La construcción de aprendizajes con sentido para los adolescentes y la generación de condiciones para ello Uno de los grandes cambios en el ámbito educativo desde la segunda mitad del siglo XX ha sido una comprensión mucho mayor y más profunda de cómo aprenden las personas, en especial durante la primera infancia y la adolescencia. A ello ha contribuido la revolución de las ciencias cognitivas, que han revelado cómo los procesos neuronales se tornan cada vez más eficientes, así como un entendimiento más preciso de que la cogniciónno solo es una actividad mental. Esta se desarrolla en interacción con otras personas, ya sean adultos o pares, y que dichas interacciones sociales —en especial en los aprendizajes que desarrollan los adolescentes— son imprescindibles para la comprensión de varias perspectivas distintas a la suya y la evaluación de argumentos sobre la base de criterios y evidencias. Por ello, es crucial comprender cómo las diversas formas de aprender se articulan estrechamente a diferentes formas de socialización. 17 Esta comprensión sobre cómo aprenden los adolescentes tiene lugar en un marco mucho mayor: el de la sociedad del conocimiento y las tecnologías. En ella lo fundamental no es adquirir y transmitir información, sino el desarrollo de habilidades no rutinarias que fomenten el pensamiento crítico y creativo desde la complejidad y de una mirada integradora del conocimiento. En particular, es importante asumir que la adolescencia suele ser el periodo en el que emerge con mayor consistencia la posibilidad de pensar en el propio pensamiento, es decir, de adquirir un mayor control sobre procesos involucrados en el procesamiento de la información que conduce a aprendizajes (Pease, Cubas, & Ysla, 2012). Ello no ocurre de forma espontánea, sino que requiere de un conjunto de condiciones que permitan a los adolescentes desarrollar dichas posibilidades. Los factores son variados e incluyen un currículo desafiante y rico en aprendizajes, un ambiente que permita la articulación entre los saberes previos y el conjunto de nuevos conocimientos, así como contar con docentes adecuadamente preparados para desarrollar las potencialidades de sus estudiantes. Una formación inicial para docentes de educación secundaria necesita promover el paradigma de la complejidad, el aprendizaje estratégico y el pensamiento crítico y creativo. Ello supone que los maestros estén preparados para promover relaciones entre aprendizajes, sentidos y contextos. Todo esto requiere de un alto componente de conocimientos pedagógicos que articulan estrechamente lo curricular, lo disciplinar y lo didáctico, no solo para comprender que el aprendizaje es multidimensional e interdisciplinario y que se produce en distintos lugares y no solo en la escuela. Además, supone contar con herramientas para generar escenarios de aprendizaje que resulten interesantes y significativos, que faciliten la atribución de significados y la construcción de sentidos por parte de los adolescentes. En el marco de las sociedades del siglo XXI, la Formación Inicial Docente necesita promover el uso de las tecnologías para desarrollar el pensamiento complejo, el aprendizaje colaborativo y el uso de las tecnologías y sistemas de conocimiento para reconocer, validar y cuestionar la información y la veracidad de las fuentes La preparación para contribuir al desarrollo de la autonomía y de proyectos de vida en el marco de la ética Uno de los estereotipos predominantes en el ámbito educativo y sociocultural es la imagen del adolescente en conflicto con los adultos (Pease, Cubas & Ysla, 2012). Diversos estudios han demostrado que, más bien, los adolescentes suelen valorar muchos aspectos de sus padres, familiares y maestros (Pease & De La Torre-Bueno, 2019). Lo que ocurre en esta etapa es un proceso de reajuste y redefinición de las relaciones y vínculos familiares propiciado por la elaboración de sus propios esquemas, puntos de vista y visiones sobre el mundo. Por ello, la adolescencia es crucial no solo para desarrollar las potencialidades, sino para fomentar el ejercicio de la autonomía en distintas dimensiones de la vida. Para promover la autonomía no solo basta conocer a los estudiantes de educación secundaria en sus distintas facetas, sino propiciar que sean ellos los que busquen comprenderse a sí mismos. Esta es una condición indispensable si lo que se quiere es estimular el protagonismo de los adolescentes y facilitar paulatinamente el discernimiento entre diversas alternativas posibles para optar por una de ellas. Más aún, es imprescindible comprender la naturaleza de la autonomía personal en el marco de la vida en colectividad y el rol transformador de las personas en la realidad. Esto es particularmente importante en un país tan diverso como el nuestro, y en una época en que se suele convivir a menudo con personas diferentes y con perspectivas distintas entre sí. 18 Por ello, el desarrollo de la autonomía supone hacerse responsable por las consecuencias de sus actos en su propia vida, en la de los demás y en la de su entorno. En primer lugar, los adolescentes deben reflexionar críticamente sobre sus propósitos y experiencias de vida, la toma de decisiones en relación con sus metas y planes, así como las consecuencias de sus acciones sobre los demás. En segundo lugar, la construcción de los proyectos de vida debe enmarcarse en la consideración al bien común, lo que supone desarrollar en los adolescentes la valoración de los otros y la redefinición positiva de los vínculos socioemocionales con sus pares, familiares y docentes en espacios públicos y privados. Además, supone comprender que existen diversas formas de conceptualizar el desarrollo social de acuerdo a cada contexto. En tercer lugar, se necesita comprender y desarrollar un proyecto de vida en el marco no solo del bien común, sino de la conservación y armonía con el entorno, con el fin de desarrollar habilidades que permitan gestionar la crisis ambiental actual. En ese sentido, la Formación Inicial Docente requiere orientarse hacia el desarrollo de criterios y habilidades de acompañamiento integral para que los estudiantes de FID contribuyan a la autonomía y juicio personal de los adolescentes, expresado a través de un proyecto de vida personal con sentido ético, con capacidad de tomar decisiones y un papel activo en la transformación social, y con compromiso con la democracia y la justicia mediante la construcción de sentidos en su vida personal y en la convivencia en sociedad. La formación de una ciudadanía democrática, intercultural y transformadora desde la escuela La construcción de proyectos de vida comprometidos con el bien común se enmarca en el ejercicio de una ciudadanía crítica, democrática e intercultural. Si bien el aprendizaje ciudadano se produce a lo largo de la vida y en distintos ámbitos de acción como la localidad, la región y el país, en la adolescencia dicho ejercicio se consolida y permite a cada adolescente no solo habitar el mundo desde un diálogo con las tradiciones, las herencias socioculturales y la reconstrucción de sus valores, sino también cuestionar con argumentos la situación actual de la sociedad. Esta construcción también se enmarca en una etapa en la que se consolida el desarrollo de la empatía y las conductas prosociales, lo que profundiza el razonamiento moral. Una definición posible de la ciudadanía es la de construir, compartir y tomar decisiones con otros sobre el espacio común, por lo que el ejercicio ciudadano se vincula con lo público, es decir, con la articulación entre el Estado y la sociedad civil (Batiuk, 2008). Esta definición necesita contextualizarse en el tiempo y lugar de adolescentes y estudiantes de FID en el Perú. En principio, en el marco de la globalización, es posible observar en distintos lugares del planeta la preeminencia del mercado en la regulación de la vida colectiva, lo que acentúa el individualismo y debilita estructuralmente la capacidad de los Estados de promover la integración social (Boggio, 2019). En nuestro país, además, la construcción de la ciudadanía está entrecruzada por profundas desigualdades socioculturales y económicas asentadas en un largo proceso de colonización que enmarcan las experiencias de los adolescentes. Los docentes de educación secundaria tienen un rol importante en la generación de conocimientos, criterios y vivencias para procesar y orientar las diversas actuaciones que contribuyen a unaciudadanía crítica. Esto supone no solo comprender conceptos, reglas y derechos. En efecto, desde la Formación Inicial Docente, es necesario que los estudiantes de FID se apropien de la democracia. En primer lugar, esto implica que los conocimientos y valores de la ciudadanía y la democracia sean contrastados con la realidad que vive el estudiante. En segundo lugar, esto supone que la perspectiva democrática y ciudadana se trabaje de forma transversal en toda la Formación Inicial Docente. Finalmente, se requiere que la institución formadora tenga la posibilidad de comprender las culturas escolares y se convierta en un lugar 19 de convivencia democrática, con diversas formas de participación estudiantil y con confianza ética (Boggio, 2019). Con todo ello, se aspira a pensar la formación de la ciudadanía como una práctica social, es decir, no como un hecho ya definido, sino como un conjunto de acciones y vínculos situados en contextos históricos, sociales y culturales que permitan participar y convivir con los demás. Esta es la piedra angular que permitirá formar docentes que a su vez contribuyan a formar ciudadanos autónomos, con agencia para tomar decisiones y sustentar críticamente sus elecciones en la vida pública y privada, enfrentar conflictos éticos y políticos de alta intensidad, promover la justicia social y transformar un mundo radicalmente habitado por la finitud y la incertidumbre. Una cultura escolar que se transforma junto con los docentes y sus comunidades La escuela como institución social es depositaria de un conjunto de prácticas, relaciones, creencias y valores altamente ritualizados, en los que todavía persiste un sello claramente homogeneizador, excluyente y autoritario. Más aún, las escuelas secundarias —y en especial las públicas— subrayan las formas de ser y hacer de los grupos dominantes, sin espacio para la reflexión, el cuestionamiento o la divergencia. En ellas, los adolescentes no tienen las condiciones para desarrollar sus distintas competencias, ni para expresar sus mundos personales, sociales y culturales. La comprensión crítica de la cultura escolar y su importancia para las prácticas pedagógicas y la construcción de ciudadanías cobra un especial matiz en la adolescencia. En esta etapa se consolida la diferenciación del ámbito familiar y la relación entre pares gana terreno como universo de referencia para las acciones. Es uno de los momentos decisivos de la escolaridad en que la comunidad adquiere un nuevo significado. Por ello, un verdadero cambio en la Formación Inicial Docente que acompañe, además, a una modificación profunda de las concepciones y prácticas de la educación secundaria requiere repensar la escuela como un espacio en que se construyen sentidos para el ejercicio de una ciudadanía crítica y transformadora. La transformación de la cultura escolar también requiere volver a ser pensada desde el trabajo colegiado y la profesionalidad docente. La Formación Inicial Docente necesita fomentar la conformación de comunidades profesionales de aprendizaje en las que los docentes trabajen colaborativamente en diversas tareas asumiendo roles diferenciados y un proceso cíclico centrado en la reflexión y acción que comprende las fases de preparación, implementación y retroalimentación, todo ello con el fin de promover otras formas de socialización y un desarrollo progresivo de los aprendizajes de los estudiantes. Una escuela para adolescentes debe proporcionar espacios de cuidado, contención y acompañamiento para la construcción de sus identidades. No solo debe garantizar ambientes seguros ante la violencia y discriminación en sus diversas manifestaciones y que muchas veces enfrentan los adolescentes, sino que debe promover el pensamiento crítico, la creatividad y la innovación. Una escuela para adolescentes debe estar libre de prejuicios y estereotipos sexuales, de género, por orientación sexual, etnia, cultura, nacionalidad, discapacidad o de cualquier otro tipo. Por otra parte, en el DCBN del Programa de estudios de Educación Secundaria, especialidad de Comunicación, se considera necesario atender las siguientes demandas: 20 La formación de docentes con dominio del conocimiento pedagógico y disciplinar para asegurar el desarrollo de competencias El conocimiento pedagógico y disciplinar es fundamental no solo para la consecución del Perfil de egreso de la Formación Inicial Docente (por ser una dimensión relevante en el desarrollo de competencias profesionales docentes) sino porque permite repensar el lugar del aprendizaje de los estudiantes de educación básica, así como el desarrollo profesional del docente. En principio, una perspectiva renovada sobre Comunicación necesita considerar los distintos factores que inciden en las formas en que aprenden los estudiantes de educación básica. Tal vez el más importante es la mediación del docente y, en particular, una comprensión profunda del lenguaje y la comunicación, así como el uso del conocimiento pedagógico en los procesos de enseñanza. Numerosos estudios (Hanushek, 2011; Hanushek & Rivkin, 2012; Hill, 2016; Kane & Staiger, 2008) señalan que un docente con dominio disciplinar y pedagógico puede contribuir a la mejora efectiva de los aprendizajes de sus estudiantes (Rivkin, Hanushek & Kain, 2005; Guadalupe, León & Cueto, 2013; Camacho & Cancino, 2017), desarrollar habilidades y brindar igualdad de oportunidades, incluso entre estudiantes provenientes de contextos de gran desigualdad (Araujo, Carneiro, Cruz-Aguayo & Schady, 2016). En el marco del desarrollo de competencias, este conocimiento es crucial ya que permite comprender cómo se desarrolla y progresa el aprendizaje de Comunicación en el estudiante durante su educación básica (Prieto, Blanco & Brero, 2002; Bolívar, 2005). Un docente con un dominio profundo de su especialidad puede contribuir a que los estudiantes afiancen sus conocimientos previos y los utilicen en la construcción de conocimientos cada vez más complejos, estableciendo conexiones relevantes entre distintos conceptos de la especialidad. Asimismo, un docente con este dominio es capaz de despertar el interés en sus estudiantes por aquello que van a aprender y de mostrar la utilidad de lo aprendido en distintos aspectos de su vida. El dominio del conocimiento pedagógico y disciplinar en Comunicación no solo implica desarrollar una comprensión profunda de conceptos y procedimientos sino situarlos en diversas actuaciones, haciendo conexiones significativas con las prácticas de aprendizaje, evaluación y enseñanza. En estas, debe ser capaz de discernir lo esencial y lo periférico (Shulman 1987), hacer vinculaciones creativas que permitan involucrar el interés de los estudiantes y retroalimentar adecuadamente su progreso en los aprendizajes (Ball & Cohen, 1999). Por lo tanto, aunque la profundidad disciplinar no es el objetivo principal, sí es un requisito imprescindible para desarrollar competencias vinculadas a la comunicación en sus estudiantes de educación básica. Por ello, es indispensable reconocer la repercusión de una Formación Inicial Docente que articule el desarrollo de competencias profesionales con los conocimientos pedagógicos y disciplinares de la especialidad. Este vínculo permite a los docentes no solo aplicar los enfoques descritos en el currículo vigente, sino también comprender los cambios curriculares y apoyar sus decisiones pedagógicas en un marco amplio. Esta apuesta de la Formación Inicial requiere, además, proseguirse en la Formación en Servicio, puesto que la experticia solo se alcanza si las bases de tales conocimientos se afinan y profundizan a partir de la experiencia que da el ejercicio profesional. Una Formación Inicial Docente que tenga en cuenta todo lo anterior promoverá que los docentes de Comunicación sean capaces de realizar prácticas eficaces de enseñanza basadas en la investigación y utilizar el conocimiento y las experienciasacumuladas para la mejora del aprendizaje (Wiggins & McTighe, Understanding by Design, 1998). 21 La formación de docentes expertos en lectura, escritura y oralidad que participan activamente de prácticas comunicativas y de prácticas sociales, en especial las vinculadas a la multimodalidad Una formación de docentes de Comunicación, en el marco de un enfoque basado en competencias profesionales, requiere no solo del conocimiento pedagógico y disciplinar como un recurso relevante, sino también de formar a docentes que participen activamente en prácticas comunicativas de lectura, escritura y oralidad en diversos ámbitos y soportes. Tan importante como desarrollar competencias profesionales vinculadas con su futura labor como docentes de Comunicación, lo es involucrarse de forma significativa con distintos circuitos orales y letrados, en soporte escrito o digital. Esto les permitirá comprender a profundidad la estructura y uso de los distintos géneros implicados, así como las distintas maneras en que los textos son utilizados en las interacciones, formas de socialización y prácticas comunicativas. De ahí la importancia de impulsar la participación de los docentes en el contexto social en el que se desenvuelven. Esto supone que la Formación Inicial Docente promueva un alto grado de implicación personal, ya que los docentes de Comunicación no solo necesitan saber cómo funcionan los textos, o cuáles son los procesos cognitivos que se desarrollan cuando se lee o escribe, sino también cuáles son las motivaciones, deseos y afectos implicados en las prácticas de lectura, escritura y oralidad. Para ello, los estudiantes de FID deben profundizar su disposición en aras de ampliar sus habilidades en lectura, escritura y comunicación oral. Así, podrá comprender y, al mismo tiempo, promover tales prácticas no como tareas escolares sino como actividades cargadas de sentido, articuladas a propósitos sociales o a proyectos vitales de los estudiantes de educación básica. Un aspecto crucial en la formación de docentes de Comunicación para el siglo XXI es el involucramiento con diversas prácticas comunicativas que recurran a textos multimodales. Durante mucho tiempo, el aprendizaje y la enseñanza de la comunicación se llevó a cabo principalmente a través del uso de textos escritos en soportes impresos. Sin embargo, en la actualidad las posibilidades de contar con distintos medios y tecnologías para comunicarse han crecido exponencialmente. La perspectiva multimodal sobre la comunicación aprovecha la naturaleza integradora e interactiva de escribir en soportes distintos al impreso (Rowsell & Walsh, 2015), subraya el uso de diversos recursos semióticos que se ensamblan en los textos y que modifican radicalmente los soportes en los que estos se manifiestan. De este modo, es posible producir y comprender distintos tipos de textos presentados a través de diversos modos de comunicación y sus diversas formas de interrelacionarse. La formación inicial para docentes de Comunicación requiere promover el desarrollo de competencias comunicativas y digitales que contribuyan a que el estudiante de FID se desenvuelva de forma pertinente en entornos virtuales. Esto les permitirá vincularse con diversos hipertextos en los que se reconozca y utilice diversos recursos (textos escritos, imágenes, música, videos, entre otros), para el desarrollo de competencias comunicativas. El reconocimiento y valoración de las diversas variedades lingüísticas desde una mirada intercultural de la escuela En un país en el que la discriminación lingüística está normalizada entre todos los grupos sociales, resulta crucial comprender que la lengua de una comunidad nunca es unitaria, pues está conformada por distintas variedades lingüísticas. Esta variación interna es inherente a todas 22 las lenguas del mundo y se produce porque estas no son artefactos culturales estáticos separados de sus usuarios, ni tampoco realidades cerradas, ajenas a la dinámica social de estos. Una formación inicial para docentes de Comunicación requiere promover una comprensión profunda de las variedades lingüísticas en el marco de la interculturalidad en la escuela. Esto supone, por un lado, desarrollar la consciencia de que existe una valoración desigual de las diferentes variedades lingüísticas. Por otro, necesita comprender que el acceso a la variedad estándar está social y culturalmente jerarquizado en nuestro país, y que la exposición y el desarrollo de la variedad estándar se relacionan estrechamente con el entorno letrado de los modelos lingüísticos (los padres, los maestros, los pares). Por ello, se necesita que el estudiante de FID dimensione la complejidad de esta situación, vinculada con los grandes temas por resolver en nuestro país: relaciones de poder, discriminación, exclusión, inequidad, pobreza (Zavala & Back, 2017). Por ello, se necesita desarrollar plena consciencia de que las escuelas también están social, económica y culturalmente jerarquizadas en cuanto a modelos lingüísticos y dominio del estándar, ya que este es comúnmente asumido como la única variedad válida por encima de las demás. En ese sentido, el estudiante de FID no solo no desestima las variedades no estándares y tampoco fomenta su abandono, ya que comúnmente resultan más espontáneas para los hablantes. Más bien, requiere aprender a aprovechar el gran valor pedagógico de dichas variedades pues, sobre la base de saberes previos lingüísticos y culturales desarrollados a partir de sus variedades más espontáneas, los estudiantes de educación básica se acercan y exploran prácticas escolares para apropiarse de ellas y valorarlas. Asimismo, el estudiante de FID requiere considerar el acceso a la variedad estándar como un derecho del estudiante, como un mecanismo que le permitirá participar en distintas situaciones comunicativas para el ejercicio como ciudadano. El cuestionamiento de las representaciones y prácticas convencionales en el aprendizaje de la Comunicación El desarrollo de competencias comunicativas implica transitar de una concepción convencional a otra que prioriza la centralidad del estudiante y la comprensión de la comunicación como una práctica social. Se trata de una transformación significativa ya que las concepciones convencionales se encuentran profundamente arraigadas en la “pedagogía de la respuesta correcta”, sin deliberación ni pensamiento crítico (Eguren, De Belaunde, González, 2019). En particular, uno de los problemas centrales de la especialidad ha sido la visión escolarizada de la comunicación, concebida como un conjunto de mecanismos circunscritos al ámbito académico, y no como una práctica con sentido y circulación más allá del aula. Por un lado, durante mucho tiempo la especialidad puso especial énfasis en la enseñanza de aspectos normativos de la lengua, que deben asumirse como parte del proceso de una actuación mucho más compleja pero no como elemento principal, aislado o exclusivo del desarrollo de competencias. Por otro, la comprensión predominante del enfoque comunicativo en el sistema educativo peruano privilegió “lo textual” como una forma de modificar las prácticas de enseñanza de lectura y escritura más convencionales. El énfasis en lo textual no terminó por revertir el problema de fondo, ya que muchas prácticas de enseñanza y evaluación se centraron en el uso de saberes esquemáticos sobre los textos. Por ejemplo, se suele enseñar que un texto instructivo es todo aquel que se divide en dos partes diferenciadas (materiales y procedimientos) sin profundizar en la construcción y uso de los significados que estos implican. 23 Una formación inicial de calidad para docentes de Comunicación subraya la necesidad de promover una reflexión sobre la lectura, la escritura y la oralidad como prácticas sociales que, a su vez, pueden alentar un trabajo interpretativo intratextual, la relación intertextual con otros textos o con el contextosocial y cultural (Lerner, 2001). Por ello, resulta crucial que la formación propicie la reflexión e investigación sobre las prácticas, supuestos y creencias acerca del aprendizaje y la enseñanza de la comunicación desde una mirada crítica que permita considerar perspectivas distintas a las convencionales. El fomento de prácticas sociales literarias articuladas a una mirada más amplia de la comunicación La formación literaria ha experimentado un conjunto de restricciones que han impedido abordar de forma más compleja y productiva su relación con el lenguaje y la comunicación. Por un lado, la literatura fue confinada a una visión historicista, que insistía de forma central en la memorización de periodos que organizan y dan sentido a los textos literarios. Por otro, la literatura fue entendida desde una concepción enciclopédica, que se centraba en el conocimiento acumulativo de autores, textos y movimientos literarios (Colomer, 2005; Bombini, 2008; Cerrillo, 2016). La importancia de la literatura en la formación docente radica en tres aspectos esenciales. El primero es la formación de la persona, en la medida en que lo literario contribuye ampliar la experiencia, discutir las visiones del mundo, promover la educación emocional y deconstruir distintas subjetividades. El segundo es la relevancia de lo literario para cuestionar las formas de socialización, las representaciones de la realidad y los discursos de poder. Por último, el uso literario o estético del lenguaje es crucial, junto con el académico y el práctico, en el impulso de una alfabetización compleja e integral, que provee a los ciudadanos distintas posibilidades de desarrollar a profundidad todas las dimensiones de las competencias comunicativas. La formación inicial para docentes de Comunicación necesita comprender que la literatura es una actividad significativa para los aprendizajes y la socialización. Los estudiantes de FID necesitan reconocer y comprender a profundidad su rol como mediador de experiencias literarias o estéticas. Esto supone saber propiciar la conciencia de que existen distintos modos histórico-culturales de representar la experiencia humana, que se traducen a formas o convenciones literarias denominados géneros. Asimismo, implica contar con habilidades para familiarizar a los adolescentes con las convenciones genéricas y también con el reconocimiento gradual de las rupturas de esas convenciones a partir de proyectos de lectura y escritura literaria. Finalmente, se requiere fomentar la vivencia de la literatura como una práctica social a través de la formación y fortalecimiento de comunidades interpretativas, el conocimiento y uso del metalenguaje literario como terminología específica, el reconocimiento de la existencia de textos compartidos culturalmente y la construcción de una red de referentes culturales comunes. La vinculación permanente entre el desarrollo de competencias comunicativas y otras competencias curriculares, en el marco de una perspectiva interdisciplinaria y ciudadana Una de las intenciones más significativas de la incorporación del lenguaje y la comunicación en los currículos actuales es su rol transversal como herramienta para el aprendizaje. De hecho, esta perspectiva ha generado iniciativas interesantes para leer y escribir “a través del currículo” (Marinkovich & Morán, 1998), que permiten usar el lenguaje escrito para aprender distintas 24 disciplinas y para apropiarse progresivamente de conocimientos cada vez más complejos. Una perspectiva de esta naturaleza resulta sumamente estimulante para el aprendizaje y la enseñanza de la comunicación, pues permite: i) repensar y cuestionar la existencia de comunidades disciplinarias; y, ii) identificar al estudiante (de básica y de superior) como participante activo de una comunidad discursiva (Le Court, citado por Marinkovich & Morán, 1998). Esta premisa puede servir para promover las competencias comunicativas como una condición indispensable para el trabajo interdisciplinario, siempre que su aporte no se reduzca a una finalidad únicamente instrumental, ya que la especialidad requiere, como parte del desarrollo de las competencias comunicativas, una reflexión sobre sí misma, una conciencia sobre el propio lenguaje y el acto de comunicar. Aunque la Formación Inicial Docente necesita aprovechar el carácter transversal del lenguaje y la comunicación en todas las áreas y especialidades, también cabe subrayar la relación con la ciudadanía. La Formación Inicial Docente necesita promover desde la especialidad de Comunicación el uso del lenguaje en contextos de ejercicio ciudadano de todas las demás áreas o disciplinas. Se requiere promover el desarrollo de habilidades que permitan mejorar la participación de los adolescentes en espacios públicos, la comunicación intercultural con grupos sociales y étnicos distintos, y la reflexión sobre el rol de los ciudadanos en una sociedad democrática y en el marco de la justicia social. Por ejemplo, el desarrollo de competencias comunicativas facilita la búsqueda y el procesamiento de información, así como la evaluación de la credibilidad de quienes postulen a cargos de representatividad política. Una vinculación permanente entre las competencias comunicativas y ciudadanas contribuye a dos aspectos esenciales en la formación de los estudiantes, tanto de educación básica como de FID. En primer lugar, el uso del lenguaje para el desarrollo de la ciudadanía pone en juego diferentes prácticas comunicativas que, al ser también prácticas sociales, contribuyen a aumentar el capital lingüístico de los estudiantes. En segundo lugar, este vínculo promueve el trabajo colaborativo e interdisciplinario entre las diversas áreas curriculares que se enfocan en el ejercicio de la ciudadanía y permite incorporar los enfoques transversales como una pieza clave en el desarrollo de aprendizajes y en la socialización de estudiantes, docentes y comunidad escolar. El fomento del uso crítico de las competencias comunicativas para analizar y discutir las ideologías presentes en la sociedad Como se ha comentado en las secciones anteriores, la globalización no necesariamente presupone una homogeneización de las personas a nivel mundial. Por el contrario, el mundo contemporáneo, interconectado y multicultural, ha profundizado las desigualdades mediante la movilización activa de personas en todo el mundo y el avivamiento de las diferencias socioculturales. Esto ha conllevado al surgimiento de tensiones de distinto orden relacionadas con migrantes, grupos minoritarios de personas con orientaciones de diverso tipo (étnica, política, sexual, social, etc.), y con la construcción de una retórica contra estas personas o grupos. Los discursos de odio que se exhiben en las redes sociales son un síntoma de nuestra época y necesitan ser contrarrestadas por una Formación Inicial Docente que promueva ya no solo el desarrollo de las competencias comunicativas para la ciudadanía, sino su uso crítico para identificar las ideologías que sostienen esos discursos, de manera que se busque neutralizar las retóricas de odio generadas por posturas fundamentalistas o racistas que ponen en riesgo una convivencia democrática basada en un diálogo intercultural. 25 El uso crítico del lenguaje y la comunicación debe ser aprovechado por los estudiantes de FID para comprometerse a brindar las herramientas necesarias para construir y analizar discursivamente la realidad, de manera que se observe que las representaciones se basan en las tendencias ideológicas de la sociedad. En particular, sobre todo en el marco de la sociedad de la información y el conocimiento, es indispensable que la formación inicial aspire a contar con docentes que promuevan en sus estudiantes de educación básica el uso crítico de las competencias comunicativas para reconocer información deliberadamente distorsionada y compartida en medios de comunicación y redes sociales.
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