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dad (p. ej., el embarazo en púberes y más aún si además rea- lizan una actividad física intensa o padecen alguna enfer- medad con efectos catabólicos) es particularmente grave. Además de lo ya anotado, cabe considerar lo siguiente: Embarazo. La gestación correcta exige salud plena y nutrición óptima. Preocupa que la madre gane poco o mucho peso (una ganancia de 10 a 12 kg es lo deseable en condiciones normales), o que inicie el embarazo desnutri- da u obesa. La transferencia de reservas de hierro de la madre al hijo es crítica y con frecuencia insuficiente, por lo que la suplementación de hierro a la embarazada suele ser conveniente. La desnutrición de la madre es incompa- tible con el embarazo si es extrema y, si no lo es, limita el crecimiento y desarrollo del producto. Los excesos de algunas vitaminas pueden generar en el producto menor eficiencia para retenerlas, y el exceso de vitamina A es teratógeno. Por su menor tamaño corporal, la madre que fue desnutrida cuando niña suele dar a luz productos pequeños. A raíz de los descubrimientos de Barker, hoy se sabe que durante el embarazo ocurre una secuencia muy delica- da de “programaciones” metabólicas en el feto, las cuales lo harán más o menos susceptible a enfermedades metabó- licas crónicas (obesidad, diabetes mellitus, dislipidemias, hipertensión, etc.); estos procesos tienen un momento pre- ciso y pueden ocurrir en unos cuantos días, de manera que el ambiente metabólico particular del momento en que ocurre la programación tiene una influencia decisiva. Seguramente este tópico se volverá un tema de intensa investigación. Lactancia. La lactación es un proceso evolutivamente muy avanzado y complejo que hace posible la existencia de los mamíferos y que tiene tres funciones principales: nutrir a la cría, dotarla de defensas inmunológicas y proveerla de estímulos sensoriales y emocionales muy importantes para su desarrollo psíquico. La leche de cada especie tiene exac- tamente la composición requerida por la cría de esa espe- cie; en esta etapa la leche constituye por sí sola la dieta, lo que es un hecho singular y transitorio, ya que la cría debe- rá ser destetada oportunamente y se alimentará entonces con una dieta formada por un número creciente de alimen- tos. El destete es forzoso, pues la leche sólo es suficiente durante un período limitado. En la actualidad hay numero- sos patrones de lactancia y destete, pues la cultura de cada población le ha impuesto su sello particular (en algunos grupos se lacta más de un año y a veces más en forma par- cial, mientras que en otros grupos se lacta sólo unos días o semanas, o no se lacta); se estima que la lactancia debe durar por lo menos 5 ó 6 meses y ser gradualmente susti- tuida (ablactación) por varios alimentos. Se dice que la lac- tancia al pecho materno es insustituible, y estrictamente lo es y debe promoverse a toda costa; sin embargo, no siem- pre es posible, pero hoy en día los niños que no la disfrutan pueden sobrevivir con lactancia artificial. La lactación es un proceso nutrimental y fisiológica- mente costoso; para sufragarlo, normalmente se utilizan las reservas acumuladas durante la gestación, y la alimen- tación se tiene que volver más abundante. Los dos princi- pales motivos de preocupación con respecto a la lactancia son: a) que la moda de no lactar o lactar solamente 3 ó 4 semanas está en pleno auge en la población urbana de muchos países, y b) que la mujer lactante desnutrida pro- duce menos leche (hipogalactia) y con menor contenido de triglicéridos (y por lo tanto de energía), lo que puede favo- recer la subalimentación del bebé. Infancia (primer año de vida). La microsomía (peso al nacer a término menor de 2500 g), que puede obedecer a desnutrición materna, se acompaña de mayor riesgo de muerte neonatal e implica de por sí iniciar la vida extrau- terina en franca desventaja y ya con desnutrición. La hipo- galactia puede acentuar la desnutrición del bebé o por lo menos evitar o limitar la recuperación. La duración, secuencia y momento de la ablactación, así como el tipo de alimentos administrados, son variables críticas; la ablacta- ción precoz, tardía o muy rápida afecta a la nutrición y al crecimiento y desarrollo infantiles. Preocupa la introduc- ción inoportuna de alimentos que no pueden todavía dige- rirse, de alimentos potencialmente alergénicos y el uso de alimentos de un solo grupo. El momento y la forma del destete son particularmente críticos para la nutrición infan- til, ya que se trata de un cambio alimentario radical en un momento en que el niño crece velozmente y tiene necesi- dades comparativamente muy altas y difíciles de cubrir, y en el que la morbilidad de enfermedades infecciosas es elevada debido a mayor exposición y a que su sistema inmunológico no ha madurado del todo. Los adultos son quienes deciden el momento y la forma del destete, y con frecuencia lo hacen sin orientación y bajo el peso de las más variadas consejas, particularmente en grupos en que se conjugan pobreza, insalubridad y la costumbre de emplear soluciones diluidas de harinas para sustituir la leche materna (quizá porque tienen cierto parecido físico con ella) como único alimento; estas soluciones feculentas no son dañinas, pero por sí solas no constituyen una dieta completa y suficiente. El destete oportuno y correcto debe llevar a la incorporación del niño a la dieta familiar, inge- rida en la mesa familiar, sin más precaución que evitar pre- paraciones muy condimentadas o difíciles de masticar y deglutir o elaboradas sin higiene. Los hábitos alimentarios comienzan a establecerse en esta etapa, y es crucial que se establezcan los que son más saludables. Edad preescolar (1 a 5 años). Los primeros dos años de esta etapa son los que ofrecen los mayores riesgos de desnutrición; persiste el crecimiento acelerado, los reque- rimientos elevados, la alta morbilidad a infecciones y las costumbres alimentarias restrictivas. Si la desnutrición se inició al final de la infancia, avanza y se agrava en esta etapa, alcanzando su expresión clínica más florida y su mayor mortalidad. Desnutrición e infección se retroali- mentan mutuamente y generan un círculo vicioso que con- lleva un elevado riesgo de muerte; el desnutrido se infecta más fácilmente, y las infecciones aceleran la desnutrición (por la fiebre, la inapetencia, el mayor gasto fisiológico y, en su caso, la diarrea), y la complican con desequilibrios hidroelectrolíticos muy peligrosos. 790 F I S I O L O G Í A D E L S I S T E M A D I G E S T I V O
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